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EL EDUCADOR/ANIMADOR Y LA ACTIVIDAD LÚDICA CON NIÑOS/AS

HOSPITALIZADOS/AS

El juego y la actividad lúdica, suponen un hecho altamente enriquecedor y gratificante para


el niño y la niña, y por este motivo, cobra mayor importancia en situaciones de riesgo y
vulnerabilidad como la de la hospitalización.

En función del apoyo que se le ofrezca al menor ante las situaciones que se generan por la
enfermedad y hospitalización, éste afrontará de una mejor manera todas esas situaciones,
evitando así que las vivencie de forma traumática.

La actividad lúdica va a servir al menor de válvula de escape de determinados aspectos de


su nueva realidad, pero también debe ayudar al niño a enfrentarse y entender esta nueva
realidad. Va a permitirle relacionarse con otras personas, con otros niños y niñas que se
puedan encontrar en su misma situación, además de hacerle entender determinadas
situaciones, cambios, valores y normas en este período de su vida.

Por eso, en el caso de la Animación Hospitalaria, es fundamental articular una serie de


actividades de ocio, apoyo y atención socioeducativa durante el tiempo que dura la
enfermedad, intentando que los períodos de hospitalización y permanencia en el hogar se
acerquen lo máximo posible a las experiencias cotidianas que hasta ese momento disfrutaba
el menor.

Además, los acontecimientos traumáticos que sufre el menor en el padecimiento de la


enfermedad y hospitalización, pueden dominarse por medio de actividades lúdicas. Por
ejemplo, el internamiento o la intervención quirúrgica se asimilan mejor si además de
explicárselo, el niño lo vivencia varias veces en juegos. Al jugar a los médicos, su
sufrimiento pasivo se vuelve dominio activo de la situación, permitiéndole afrontar
simbólicamente los problemas que le preocupan.

Por todas estas razones, el juego, entendido en su más amplio concepto, es fundamental
para el desarrollo del niño enfermo. De esta forma, las relaciones personales y la utilización
de la animación y el juego, serán uno de los factores fundamentales para la recuperación del
menor y su posterior inserción en la vida cotidiana, a la vez que se incide en la mejora del
ocio creativo de los pacientes ingresados, sus acompañantes y los trabajadores del centro
hospitalario.
 
Como educadores/animadores infantiles y juveniles, debemos de tener en cuenta una serie
de cuestiones fundamentales a la hora de enfrentarnos al juego como actividad lúdico-
educativa. Antes de nada, debemos ser conscientes de que somos agentes educativos, y que
educar supone establecer una relación interpersonal intencional en un proceso de enseñanza
y aprendizaje continuos que nos lleve a favorecer un desarrollo integral del individuo, de
los grupos y colectividades. Nuestra intervención a través del juego va más allá del hecho
de organizar, dirigir, coordinar, adiestrar y controlar actividades de personas y grupos. Con
nuestra intervención, a través del juego, podemos ayudar a formar y asumir hábitos
positivos y beneficiosos para la persona y los grupos; conformar sentimientos, actitudes
solidarias y participativas y crear espíritus críticos positivos, predispuestos al cambio
personal y social.

Desde esta perspectiva, el juego se convierte en una valiosa intervención, que nos permitirá
acceder al individuo y trabajar su disfrute en el tiempo libre desde una perspectiva
educativa, participativa, social, crítica y transformadora, haciendo a la persona partícipe de
sus propios procesos de enseñanza y aprendizaje, tanto a nivel individual como a nivel
grupal.

Desde una dimensión de la persona y el grupo, como elementos dinamizadores de la


actividad lúdica, debemos realizar nuestras actividades e intervenciones siguiendo unos
principios que implican respeto, tolerancia, compañerismo, creatividad y participación, y
tener muy presente una serie de cuestiones vinculadas directamente a la dinamización de
actividades de animación y juegos, ludotecas y aulas de juego:

- En la actividad lúdica no hay que buscar siempre un rendimiento o resultado final. De este
modo, debe aceptarse como un proceso, no necesariamente con un resultado, pero capaz de
tener alguno si lo desea el participante.
- Sin embargo, una actividad adecuadamente dirigida asegurará al niño un aprendizaje a
partir de su estado actual de conocimientos y destrezas.

- Debemos fomentar actividades de diferentes características, en las cuales se valoren las


aptitudes diversas de los niños (tanto físicas como intelectuales y sociales).

- Las actividades no han de afectar a la integridad física, psíquica o afectiva de los niños.

- La actividad ha de adaptarse al contexto en donde se desarrolla: esto comporta valorar el


momento, el lugar, la temperatura, los participantes, los materiales de los que disponemos,
etc.; con el fin de no crear incompatibilidades.

- La actividad ha de adaptarse al grupo de niños que la realiza. Por este motivo hay que
conocer las experiencias lúdicas que ya han tenido los niños, sus disposiciones, sus
motivaciones y sus características.

En definitiva, nuestra función como adultos, además de participar activamente en las


actividades de los niños y niñas, es animar, potenciar a los niños para que jueguen y
participen y también procurar que las actividades estén en consonancia con el modelo de
ciudadanía que perseguimos a través de una educación en valores.

Tradicionalmente, se recurre al juego en grupo, como un pasatiempo, una manera más de


pasar el rato. Sin embargo, el juego como experiencia de grupo, es un factor fundamental,
tanto para el desarrollo individual de cada miembro del grupo, como para el desarrollo del
grupo en sí mismo: su dinámica, sus relaciones, sus motivaciones y sus capacidades.

Por ello, el desarrollo de acciones de animación de grupos desde la perspectiva de la


educación no formal, exige un conocimiento mínimo de lo que se ha denominado
«Dinámica de Grupos». Para trabajar, participar y dinamizar grupos jugando y aprendiendo,
es necesario vivir la experiencia de pertenecer, trabajar e intervenir en grupo.

Vivir el grupo, participar de él, conocer sus leyes de funcionamiento, tener la capacidad de
interpretar lo que sucede y la habilidad para lograr el comportamiento que conviene en él,
implica para el animador/monitor preocuparse por el grupo, por todos sus miembros y por
las relaciones que él mantiene con el mismo.

Participar de un grupo significa participar aprendiendo, compartiendo y reflexionando


sobre el porqué del grupo, sus objetivos, sus potencialidades, sus fortalezas y debilidades.

Existen diversas definiciones acerca de lo que se puede entender por grupo, pero en general
podemos definir al grupo como un conjunto de personas, que se reúnen y establecen
relaciones a partir de unos objetivos comunes, más o menos compartidos, y que interactúan
en base a un sistema de pautas y normas establecido.

A la hora de dinamizar y trabajar en grupo debemos tener presente tres aspectos


fundamentales: el clima del grupo, las actividades a desarrollar con el grupo y la
metodología a utilizar con el grupo.

¿Cómo debo elegir la actividad más adecuada para cada grupo y cómo tengo que aplicarla?
Ninguna actividad lúdica puede aplicarse en toda circunstancia. Es de gran importancia
elegir la actividad más adecuada en cada caso, recordando que trabajamos con personas y
que éstas tienen intereses, motivaciones, deseos y sentimientos.

A la hora de elegir una actividad, o diseñar una sesión de intervención, debemos de tener en
cuenta una serie de factores:

1. Los objetivos que se persiguen.


2. La madurez y entrenamiento del grupo.
3. El tamaño del grupo.
4. El ambiente físico.
5. Las características de los miembros del grupo como personas individuales.
6. La experiencia y capacidades de el/la Animador/a.

Aunque existen multitud de actividades y recursos, algunos de los cuales te presentaremos


más adelante, podemos señalar algunas pautas de uso y ejecución para todos ellos:

- Conocer mínimamente la teoría sobre la dinámica de un grupo.

- Conocer previamente la estructura de la actividad, sus posibilidades y sus riesgos.

- Cada actividad que queramos desarrollar debe tener un objetivo claro y concreto.
- Asegurarnos, a la hora de su explicación que los participantes comprendan las normas
básicas de funcionamiento de cada actividad.

- Se debe dar el tiempo necesario para su realización.

- Se debe tener en cuenta las características y madurez del grupo.


o Es necesario crear una atmósfera cordial y participativa,
  incluyendo elementos decorativos y complementarios, si procede.

- En el caso de que se estime necesario, y basándose en los objetivos propuestos para la


realización de la actividad, se hará una valoración con el grupo sobre el desarrollo de la
misma.

Debemos hacer a todos partícipes activos, y saber cómo se han sentido los niños y niñas, si
les ha gustado, si le pueden dar una utilidad más allá de la actividad y el rato que han
compartido.

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