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Del territorio a la expresión y a la relación

Mario Henao

La escritura y el territorio tienen, en ocasiones, una relación aparentemente de dependencia. La


escritura proviene de un territorio y apunta a este, por lo que parece imposible que al escribir no
se esté dando cuenta del territorio del que proviene quien escribe. No obstante, la escritura
también es un alejamiento de ese lugar, porque obliga a quien escribe a tomar distancia para ver.
Por la escritura se está en el territorio pero solo existe escritura para alejarse del territorio. Esta
relación complicada pone a los escritores en una aparente situación de sometimiento: se está
sometido al espacio que se habita y del que se es originario. Esto, además, implica una relación
imaginaria con todos los ostros sujetos que comparten ese origen. Así, el territorio pareciera
definir a quien lo habita y esa definición debería verse representada en la escritura.

Esta es una de las preocupaciones que se manifiestan en la conversación que los poetas José
Lezama Lima y Juan Ramón Jiménez tienen y que es recogida en el “Coloquio con Juan Ramón
Jiménez”. Uno de los temas que se discuten en esa conversación es la necesidad de definir el
producto de la escritura en función del lugar de donde proviene el escritor. Lezama es enfático en
su posición, al punto de que puede llamar la atención la posición de un autor que se convertirá en
uno de los mayores representantes de la literatura hispanoamericana. Lezama es consultado por
la relación entre el mestizaje propio de América y la escritura de ese territorio, una pregunta que
intenta saber si hay una solución de continuidad entre el mestizaje vivido y la forma en que se
expresa quien surgió de ese mestizaje. Para Lezama “Una realidad étnica mestiza no tiene nada
que ver con una expresión mestiza. […]. Se ve que una cosa es el mestizaje y otra abogar por una
expresión mestiza” (182). Esta declaración implica una distinción: la historia del mestizaje no
puede confundirse con la escritura particular de quienes lo han vivido. Esto separa (o intenta
separar) lo material histórico de lo expresivo. Pero esa separación parece difícil de sostener, pues
la literatura y la escritura se producen en un espacio que ha sido afectado por un tiempo (por unos
hechos que tuvieron lugar y desarrollo temporal). Lezama intenta explicar que la cuestión de la
identidad territorial no puede confundirse con la de la expresión escrita, porque esa igualación en
lugar de ser productiva es una limitación.

No obstante, el poeta cubano parece también anclarse mucho a las condiciones territoriales en las
que vive y las que parecen dan forma a su escritura y a la de sus cohabitantes. Durante la charla
con Juan Ramón Jiménez aparece una fuerte influencia del espacio y del territorio. Lezama Lima
hace una mención a la insularidad y la contrapone a la continentalidad y al litoralismo. Estas
referencias casi que de accidentes geográficos llaman mucho la atención porque parecen describir
un determinismo geográfico que se convierte casi en una condena para los escritores. Sin
embargo, Lezama es un poeta y habría que pensar que lo que hace es construir una imagen
poética con la que expresa un pensamiento menos mecánico.

Lezama tiene una relación particular con el territorio y el espacio y además su manera de
interpretar y elaborar la realidad está sustentada en un terreno poético. Así, el haber nacido y
vivido en una isla no puede ser despreciado de forma superficial, como si fuera simplemente un
accidente. A pesar de esto, tampoco se trata de pensar la isla como un espacio solamente
material, más bien, la isla es una imagen que le permite a Lezama describir su figura como poeta.
Su poesía será inestable o móvil (o aparentemente inestable y móvil), como lo es una isla. De esta
forma, Lezama no está haciendo una distinción para señalar la diferencia entre él y el poeta
mexicano (continental) Alfonso Reyes, por ejemplo.
Para Lezama la insularidad es más bien una condición que permite reconocer una posibilidad
poética que no es exclusiva ni excluyente. Si Lezama cree que no hay expresión mestiza o que esta
no es producto del mestizaje, pues tampoco cree que ser isleño produzca un tipo particular de
escritura. Más bien, él quiere decir que la insularidad en la que ha vivido lo ha hecho aproximarse
a la escritura desde una inestabilidad que va a darle un sentido singular a su expresión, pero que
no la va a determinar, porque ese sentido singular no va a ser propio de la insularidad ni de
Lezama. Es algo que podrá compartir.

La isla, además, es una imagen potente para Lezama porque obliga a pensar en la relación. La isla
solo existe si se ponen en contacto dos elementos, la tierra y el agua. Esa necesidad de relación es
lo que, probablemente, llama la atención de Lezama. Más que pensar en un poeta que esté
intentando definirse por medio del lugar en el que vive, se podría pensar en la manera en que este
poeta pone de manifiesto un tipo de pensamiento similar al que el escritor antillano Édouard
Glissant llamó errante.

Para Glissant, el enraizamiento en un territorio se convierte en un tipo de establecimiento de una


identidad fija que impide la relación con el otro. Así, lo que Lezama parece proponer es más bien
un tipo de contacto que alguien que ha habitado una isla conoce y que usa como imagen para
expresar su idea sobre lo que es la escritura. De esta forma, escribir se convierte en una
manifestación de ese errar o vagabundear que Glissant considera importante para el desarrollo de
una alternativa a las identidades fijas tradicionales.

En el libro Poetics of Relation Glissant explica que una de las formas en las que se puede evidenciar
que la identidad se ha alcanzado es cuando las comunidades creen que pueden legitimar su
derecho sobre un territorio (13). Esto quiere decir que es posible identificarse con un espacio
cuando ya se siente uno dueño de este. Para contrarrestar esa idea de identidad, Glissant propone
la errancia como forma de poner en relación entre espacios y sujetos, en lugar de aferrarse a un
territorio por medio de una raíz. Esa relación entre movimiento errante e identidad es similar a la
que Lezama describe cuando habla de la diferencia entre una sensibilidad insular y una expresión
mestiza. Para Lezama, la expresión mestiza es una mezcla entre la pretensión poética y la raíz
territorial (183). En lugar de crear vínculos, la expresión mestiza es “disociativa, y nos obliga a
retrotraernos a la solución de la sangre, al feudalismo de la sensibilidad” (185). Por lo tanto,
considerar la existencia de una expresión mestiza es suponer que se tiene el control sobre un
territorio gracias a que se identifica uno con este. En oposición a esto, Lezama, con la sensibilidad
insular, se acerca más a la idea de errancia de Glissant para quien esta es un deseo en contra de la
raíz que ancla a un territorio (15) y, por lo tanto, una forma de buscar la asociación o relación. Así,
la intención de Lezama con sus imágenes geográficas no es enraizar al escritor en su territorio, por
el contrario, es poner a circular la sensibilidad por este y por sus contactos para así alcanzar una
identidad más completa, pues la identidad “is no longer completely within the root but also in
Relation” (Glissant 18).

Tal vez fue por esa necesidad de movimiento insular que, años más tarde, el mismo Lezama Lima
lanzó la posibilidad de existencia de una expresión americana (pero ya no en términos de
continente que se diferencia de los archipiélagos o islas, sino como una forma de escritura que
vincula esa movilidad entre espacios e identidades) que, por medio de la escritura, genera un
nuevo tipo de relaciones que dan cuenta de las singularidades de cada sujeto y su espacio y no de
las diferencias entre ellos. No se trata de unificar América en una escritura, se trata de hacer una
comunicación potente entre las singularidades que fortalezca la experiencia de escritura
americana. Esto libera la escritura de un espacio determinado, pues esta ya no lo identifica y más
bien lo comparte. Así, la literatura y la poesía dejan de ser formas de viaje (pues el viaje es una
forma de imponer un proceso de identificación y de mirada) sino maneras de poner en
movimiento la idea misma de subjetividad que depende más bien de la relación con el otro que
con un territorio.

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