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Con el castigo por su pecado, el hombre perdió el deseo de ser una sola
carne, y el énfasis de su vida cambió a su trabajo y a las dificultades que
tiene para realizarlo (Génesis 3:17-19). La perspectiva del hombre es
sojuzgar la tierra.
Por otro lado, la perspectiva femenina es retener la unidad sin ser capaz de
lograrla. La mujer está programada para la conexión, para mantener la
armonía. Como leemos en Salmos 144:12, “…que sean nuestras hijas como
columnas esculpidas (zavith en hebreo) para adornar un
palacio”. Zavith significa “piedra de esquina”, que conecta una con otra.
Para las mujeres, el regalo del Señor — mantener la conexión con su familia
y relaciones— ahora será más difícil por el castigo dado por la
desobediencia (Génesis 3:16).
Finalmente, los estudios también están demostrando que las áreas cerebrales
que forman las emociones son más grandes en la mujer y tienen más
conexiones con las otras áreas del cerebro; por ende, producen emociones
mayores y más frecuentes. También hay diferencias en la secreción de las
hormonas que estimulan las emociones; por ejemplo, en el hombre la
producción de testosterona es estable, mientras que la mujer tiene una
labilidad (cambios abruptos) en la producción del estrógeno que produce el
ciclo menstrual y los cambios emocionales.