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En el mes de marzo, a mitad del viaje, se da la orden a todos los aviones que están
en el aire que no pueden volar con los motores de hélices y que deberían
probablemente cambiarlos por motores a reacción. Pero no pueden hacer escala
técnica para ello, cambiando de avión y de pilotos. Los mismos pilotos y sus
tripulaciones deben cambiar los motores en pleno vuelo y sin detener el viaje esto
entre comillas.
Los distintos aviones que están en estos momentos en el aire, aunque todos se
mueven con motores de hélices, tienen características muy distintas. No hay
recetas universales que valgan para todos. Los hay privados (menos de diez
pasajeros), pequeños (menos de cincuenta pasajeros), medianos (entre cincuenta y
cien pasajeros) y grandes (más de cien pasajeros).
En este caso, como en otros muchos de esta vida, el tamaño sí que importa. En los
vuelos privados, la tripulación puede dar un trato personal a los pasajeros,
tranquilizándolos y manteniéndolos entretenidos mientras se realiza el cambio de
motor. Esto es más difícil en el caso de los aviones grandes, en los que los
pasajeros pueden entrar en pánico al detectar que hay cambios y que no se les
está informando detalladamente de lo que está ocurriendo. Está claro que el
número de estudiantes de los distintos grupos influye en el seguimiento y
acompañamiento personalizado que los profesores pueden hacer, aspecto que
en una docencia no presencial se vuelve crítico.
Atendiendo las diferencias entre asignaturas
Pero no solo influye el tamaño del avión y el número de pasajeros. Sabemos que
las rutas son distintas. Unas salvan zonas montañosas, otras grandes océanos. Unas
vuelan bajo y otras a mucha altitud. En unas zonas el clima es soleado, otras
atraviesen grandes nubarrones y turbulencias. Todo esto puede hacer que pilotar
un avión para el que no estás del todo preparado pueda ser más o menos viable. Si
la ruta es sencilla y cómoda, el piloto, experto en volar con hélices, puede no tener
graves problemas al volar a reacción. De la misma manera, no todas las
asignaturas ni todas las titulaciones tienen las mismas facilidades para ser
migradas de la presencialidad a la no presencialidad.
La situación real en cada avión ha sido distinta. Y los planes generales diseñados en
los despachos de los directivos de las aerolíneas no siempre son igualmente
implementables en todos los aviones en vuelo. La experiencia que están viviendo
los pasajeros depende mucho del avión en el que estén viajando. Y sí, eso pasa
también en la docencia presencial, pero ahora se ha visto agravado.
Por tanto, una inversión inteligente y de futuro para las universidades es diseñar
una estrategia y una ruta para su transformación digital. No solo les servirá para
actualizarse y adaptarse a los nuevos tiempos, si no también para afrontar mejor
las situaciones inesperadas.