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Docencia de emergencia: cómo cambiar

el motor en pleno vuelo


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El confinamiento a causa del coronavirus nos ha alejado de golpe y a la fuerza de
los predios y de las aulas universitarias.Con el anuncio de que es muy probable las
universidades deben finalizar el curso 2020 de forma no presencial, los profesores
deberán que cambiar el motor del avión una vez iniciado el viaje y en pleno
vuelo. Voy a utilizar esta analogía para explicar la situación en que se encuentran
en estos momentos las universidades presenciales. Creo que así se entenderá
mejor y se valorarán los esfuerzos que se tendrían que realizar tanto por parte de
las instituciones, como de los técnicos, los profesores y los estudiantes.

Con el encierro en nuestras casas, profesores y estudiantes nos tenemos que


adaptar de emergencia a un modelo de docencia no presencial asi parece ser
la tendencia. Modelo que no habíamos elegido y para el que muchos no estamos
preparados. Las aerolíneas (léanse las universidades) habían ofrecido a sus clientes
(los estudiantes) un viaje que partiendo en febrero los llevaría a su destino en
Diciembre de 2020, tras meses de travesía. Para ello, habían puesto en manos de
los pilotos (el profesorado) y sus tripulaciones (imagínese al personal
administrativo y técnico) unos aviones con unas características específicas (digamos
que movidos por hélices).

En el mes de marzo, a mitad del viaje, se da la orden a todos los aviones que están
en el aire que no pueden volar con los motores de hélices y que deberían
probablemente cambiarlos por motores a reacción. Pero no pueden hacer escala
técnica para ello, cambiando de avión y de pilotos. Los mismos pilotos y sus
tripulaciones deben cambiar los motores en pleno vuelo y sin detener el viaje esto
entre comillas.

Docencia online o de emergencia


Lo primero que resalta de este nuevo escenario es que nos encontramos en una
situación de emergencia. Ni nuestras asignaturas ni nuestras titulaciones pueden
ser rápidamente virtualizadas, modalidad de enseñanza que necesita una fuerte
inversión en diseño y recursos, y que está clara y académicamente definida, ya que
tiene que garantizar la calidad de sus titulados.
En nuestro caso, se trata de una respuesta exprés a una situación de crisis que tiene
un carácter temporal y por tanto es una alternativa provisional que nos tiene
que permitir completar este viaje ya iniciado. Las repercusiones que pueda tener
esta situación en el curso 2020-2021 (y siguientes) necesitaría un análisis específico.

En un primer momento, la tendencia natural es que se piense que da lo mismo el


motor que tenga el avión, que se puede mantener el viaje según lo planificado, ya
que únicamente cambia el modo de propulsión y la fuerza de arrastre. Así, se
puede estar tentado a pensar que para la no presencialidad vale con hacer lo
mismo que se tenía pensado para el aula, pero a través de internet (en lugar de
una lección magistral, su correspondiente presentación de diapositivas con la voz
incrustada). ¡Craso error! Se debe rediseñar la experiencia de aprendizaje sabiendo
que el docente no estará presente cuando los estudiantes realicen las actividades
esto hasta que punto.

Soporte técnico en docencia online


Las aerolíneas, conscientes de que no todos los pilotos dominan la conducción de
un avión a reacción, llevan a las torres de control de los aeropuertos a especialistas
para, como hacen en las películas sobre tragedias aéreas (que por cierto, siempre
acaban bien), dar instrucciones a los pilotos y sus tripulaciones para que hagan el
cambio de motor y lleven el nuevo avión a su destino. ¡Como si esto fuera tan fácil!

Los distintos aviones que están en estos momentos en el aire, aunque todos se
mueven con motores de hélices, tienen características muy distintas. No hay
recetas universales que valgan para todos. Los hay privados (menos de diez
pasajeros), pequeños (menos de cincuenta pasajeros), medianos (entre cincuenta y
cien pasajeros) y grandes (más de cien pasajeros).

En este caso, como en otros muchos de esta vida, el tamaño sí que importa. En los
vuelos privados, la tripulación puede dar un trato personal a los pasajeros,
tranquilizándolos y manteniéndolos entretenidos mientras se realiza el cambio de
motor. Esto es más difícil en el caso de los aviones grandes, en los que los
pasajeros pueden entrar en pánico al detectar que hay cambios y que no se les
está informando detalladamente de lo que está ocurriendo. Está claro que el
número de estudiantes de los distintos grupos influye en el seguimiento y
acompañamiento personalizado que los profesores pueden hacer, aspecto que
en una docencia no presencial se vuelve crítico.
Atendiendo las diferencias entre asignaturas
Pero no solo influye el tamaño del avión y el número de pasajeros. Sabemos que
las rutas son distintas. Unas salvan zonas montañosas, otras grandes océanos. Unas
vuelan bajo y otras a mucha altitud. En unas zonas el clima es soleado, otras
atraviesen grandes nubarrones y turbulencias. Todo esto puede hacer que pilotar
un avión para el que no estás del todo preparado pueda ser más o menos viable. Si
la ruta es sencilla y cómoda, el piloto, experto en volar con hélices, puede no tener
graves problemas al volar a reacción. De la misma manera, no todas las
asignaturas ni todas las titulaciones tienen las mismas facilidades para ser
migradas de la presencialidad a la no presencialidad.

Los objetivos son los mismos, independientemente de


la modalidad
Pongámonos ahora en la piel de los pasajeros. Son los más enfadados con la
situación. Y es lógico, tomaron un servicio con unas condiciones y ahora se las
cambian una vez iniciado el viaje. Han pagado por un pasaje para que una
determinada aerolínea los lleve a su destino. Son conscientes de que la orden de
cambiar todos los motores de los aviones viene de arriba y es de obligado
cumplimiento para todos. Las aerolíneas deben proceder a los cambios de motores
y los pilotos deben tripular estos nuevos aviones para los que posiblemente no
estén familiarizados.

Confiamos en que los pasajeros sean comprensibles con las aerolíneas


(universidades) y sus pilotos (profesores) en estos aspectos. Pero lo que no van a
permitir los pasajeros es que los llevemos a un destino distinto al que habían
contratado. Podemos llevarlos a un lugar cercano al destino original, ya que por
cuestiones técnicas de la aeronave modificada tenga que aterrizar en otro
aeropuerto distinto. Y decirles que les facilitaremos el posterior desplazamiento a
su destino final. Pero el destino forma parte de su contrato con las aerolíneas y es
por lo que se subieron en ese vuelo.

Así, podemos adaptar nuestras asignaturas a la situación actual y centrar la


docencia en aquellos aspectos verdaderamente esenciales. Y, si es necesario,
dejar algunas competencias para asignaturas de cursos superiores, pero tenemos
que formar a nuestros estudiantes de acuerdo con las competencias
correspondientes al nivel que están cursando. Por supuesto, también debemos
evaluar únicamente los resultados del aprendizaje que se trabajó en las nuevas
actividades formativas. Y Dejo para el final lo que me parece importante (soy
profesor de una universidad pública, el piloto debe asegurarse que no pierda a
ningún pasajero por el camino

Informemos a los estudiantes


Por ir finalizando con la analogía. No sería de extrañar que los pasajeros entraran
en pánico. Estamos cambiando el motor del avión en pleno vuelo. Algunos tienen
pavor a volar en condiciones normales, y hasta los más valientes, con tanto
movimiento nervioso de la tripulación y los bandazos que está dando el avión
están asustándose.

La única manera de tranquilizar a los pasajeros, y eso lo sabemos bien de las


películas de catástrofes aéreas, es informar. El piloto debe abandonar la cabina y
salir a explicar claramente la nueva situación, detallar los cambios que se han
hecho y las nuevas características del viaje. El principal interesado en que el avión
no se estrelle es el piloto (que también va en el avión). Debe trasmitir seguridad,
que sabe lo que hace, y lo que no sabe lo está preguntando a los expertos.

Situaciones excepcionales exigen respuestas


excepcionales
Ante esta situación excepcional necesitamos responder con calma, transmitir
confianza y dar y pedir comprensión. Para calmar las cosas se tiene que hacer un
esfuerzo en explicar la situación, en informar de los cambios: comunicación y
transparencia. Debemos contagiar confianza, tanto a los estudiantes como al sector
docente e inclusive va mas alla de estos actores, transmitiendo que lo estamos
haciendo lo mejor posible, que sabemos lo que hacemos, y para lo que no
dominamos, nos estamos apoyando en los expertos. Y ser empáticos y
comprensivos con nuestros estudiantes y con nuestros compañeros, pero al mismo
tiempo, reclamar comprensión. En estos momentos no vamos a ser los mejores
profesores online, pero sí que somos buenos profesores preocupados por nuestros
estudiantes.

Por una universidad digital para todos


Nos hemos visto obligados a cambiar las características del avión en marcha. Las
universidades presenciales han tenido que migrar de urgencia toda su docencia a
online , nosotros tendremos que hacerlo. Tienen tecnología, personal técnico
especializado, profesorado formado en competencias digitales docentes y asumen
que los estudiantes tienen el equipamiento tecnológico y las competencias
digitales necesarias. Pero no estaba generalizado, lo que ha hecho que esa
adaptación exprés pueda ser muy dispar.

La situación real en cada avión ha sido distinta. Y los planes generales diseñados en
los despachos de los directivos de las aerolíneas no siempre son igualmente
implementables en todos los aviones en vuelo. La experiencia que están viviendo
los pasajeros depende mucho del avión en el que estén viajando. Y sí, eso pasa
también en la docencia presencial, pero ahora se ha visto agravado.

Por una universidad que aprende


La situación del confinamiento por el coronavirus nos ha pillado a todos por
sorpresa, no era predecible. No sé si se repetirá esta situación u otras similares,
pero lo que está claro es que las universidades deberemos extraer el máximo de
aprendizaje de lo que estamos viviendo. Aquellas universidades que estuvieran
más avanzadas en su madurez digital, relacionándola con una visión integral de la
tecnología y la docencia, con su generalización a toda la comunidad universitaria,
habrán podido afrontar en mejores condiciones esta situación sobrevenida.

Por tanto, una inversión inteligente y de futuro para las universidades es diseñar
una estrategia y una ruta para su transformación digital. No solo les servirá para
actualizarse y adaptarse a los nuevos tiempos, si no también para afrontar mejor
las situaciones inesperadas.

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