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El poder “produce verdades”- como plantearía Michel Foucault. Y la política tiene como objetivo- y
como definición- correr las fronteras de lo posible: es en esos términos que es “el arte de lo
posible”. Entendiendo esto como la consecuencia de intervenciones con criterios subjetivos
(individuales y colectivas) en el campo histórico-social. Asumiendo esto: si el poder produce y
establece verdades, entonces el “poder” se ejerce a sí mismo – en tanto sujeto, en tanto
ciudadano, en tanto ampliar capacidades; y, producir verdades, entendiéndolo en términos
democráticos, es la búsqueda lúcida y el establecimiento de criterios teniendo como base el
consenso y la participación de un determinado grupo social, de la reinvención de los vínculos
sociales y de sentidos para la acción. Así es que, este denominado “hacer verdad’’ del poder, y
este arte de correr las fronteras de lo posible de la política, marcan en qué medida la filosofía (a
reflexión crítica) y el el ejercicio democrático (la práctica) del ‘poder’ van de la mano.
a) Se encuentra la idea del ejercicio del poder como lineal y unívoco. en el sentido
de moverse en una sola dirección, desde un “arriba” conectado siempre hacia un
“abajo” indiscriminado y general; está también la idea de imposibilidad de
cambios reales desde este ‘’arriba’’: “no va a andar”, “ellos siempre son así”.
b) Empleo del uso de metáforas para hacer alusión al poder: El poder está encima
(“los de arriba”), afuera (“allá” no “acá”) y distante. Se encuentra la idea de que el
‘poder’ se opone al sujeto. Y aquí, por desarrollo de la contradicción, actúa sobre
todo el “abajo”, todo el “aquí”.
Recogiendo estos criterios expuestos, encontramos concepciones del poder en las ideas,
afirmaciones, convicciones que dicen respecto a lo permitido, lo posible y lo viable; y en un nivel
más específico del discurso y de las percepciones de los individuos, se expresa una tendencia que
identifica el poder con una sola o un número reducido de sus variantes: la identificación de poder
con política, de política con gobierno, de gobierno con estado y de todo este conjunto como un
sector cerrado, exógeno y ajeno a las propias expectativas, individuales, colectivas y sociales.
Además, es necesario el visibilizar otras escalas, otros actores y otros factores de poder (por
ejemplo, el que se ejerce por los sectores económicos y, en otro sentido, las dimensiones del
poder en el espacio doméstico).
‘‘Como es sabido, tantos los planteos del propio Marx como todo el devenir, confrontaciones,
plasmaciones históricas y científicas, y el debate marxista en general tienen un lugar fundamental
en esa historia de la “interfaz” entre las ciencias sociales y el poder. Justamente porque el
marxismo no fue solo un elemento de análisis sino una parte constitutiva de variadas – y
contradictorias- experiencias históricas y luchas sociales. (Santos, 1998)’’
‘‘Los limites y ambigüedades del marxismo, y las relaciones de las ciencias sociales con la cuestión
del poder y con la política, adquieren un significado mas apropiado y fecundo si se los inscribe en
la “crisis paradigmática” que resulta si consideramos la función de la ciencia en general en la
modernidad., con “la reducción de la emancipación moderna a la racionalidad cognitivo-
instrumental’’(Santos, 1998; 2000).
Algunos aportes para superar esta crisis desde la creación de un ‘nuevo paradigma’, que, además
sea capaz de construir un nuevo sentido común, constituye quizás uno de las facetas fecundas del
debate modernidad-posmodernidad, aportando un contexto enraizado en los conflictos actuales
tanto para la ciencia como la para acción política. Así, rearticular ciencia, ciencias sociales y sentido
común, es una tarea de reflexión y acción que constituye un eje central de la intervención en lo
social.
Basándonos en ello, quisiéramos en todo caso poner énfasis en esta aproximación a las reflexiones
del argentino Ernesto Laclau que desde su obra clásica “Hegemonía y estrategia socialista” (Laclau,
Mouffe 2004) un conjunto de elementos de reflexión que pueden servir para acercarse a una
conceptualizaciones de la cuestión del poder que sean útiles en el sentido de fecundar la reflexión
y la relación de la reflexión con la intervención en el campo social, ya sea en términos
pedagógicos, profesionales o políticos.
3.Del poder como “imposición” directa al poder mediado en tanto capacidad de “hacer cumplir
compromisos”
En las ciencias sociales circulan concepciones diferenciadas de los vínculos sociales, del
funcionamiento y dinámicas de lo social-histórico y de cada sociedad en particular. Además del
campo específicamente académico e intelectual – los espacios de debate de ideas, el campo de
desarrollo y despliegue de la historia intelectual – estas concepciones permean y se articulan con
el sentido común y el debate cotidianos a través de su articulación, sobre todo, con la escuela y
con los medios de comunicación con el discurso y la cultura política, las concepciones de las
instituciones y organizaciones – a través de las mediaciones que articulan el campo académico-
intelectual con las dirigencias sociales , el aparato estatal, y más ampliamente el complejo
institucional de una sociedad.
3.Los movimientos y organizaciones sociales, las políticas públicas, y la sociedad en general
Todo movimiento social, toda experiencia de acción colectiva, maneja algún tipo de definición
sobre qué significa ser parte de la sociedad, su lugar en las relaciones de poder de una democracia
y lo que espera de los otros actores sociales. Y sobre quiénes y en que términos son titulares de
derechos y “soberanos” – sedes del poder y la legitimidad- en síntesis de quiénes son, qué dice y
qué espera “la ciudadanía”. Asimismo, en las diversas instancias de participación e interacción
entre la sociedad y el estado, o, más específicamente entre los diversos actores y las agencias
estatales se activan y transforman concepciones de ciudadanía. Relacionando las ideas de
movimientos sociales y la ciudadanía podemos encontrar una formulación que expone a la
ciudadanía como correlato del poder en el momento que éste siempre es resultado de la
agregación de muchos. Es así como en “Hannah Arendt y el sentido de lo político” (pp. 123-152)
Maximiliano Figueroa, siguiendo a la autora en ¿Qué es la Política? (1997b), plantea que el
poder nunca es patrimonio de un individuo, sino de una congregación y en la medida que ésta
existe. Del mismo modo que una manifestación del poder, como es la ley, tampoco escapa al
hecho de estar permanentemente radicada en la determinación de un pueblo. Así, nos
encontramos en un primer momento frente a la imposibilidad de separar ambas esferas sin por
ello confundirlas, o quizás confundiéndolas lo suficiente para mostrar la familiaridad entre
ambas.