Ciclo de Licenciatura en Gestión Ambiental

Seminario: Desarrollo Local Sustentable

UNIDAD II. CLASE 4

ESTRATEGIAS Y MECANISMOS DE DESARROLLO LOCAL

(Segunda Parte)
Autor: Guillermina Jacinto

Presentación
En la Clase 4, continuamos con el tema de los mecanismos del desarrollo local,
abordando tres nuevas dimensiones: el desarrollo urbano del territorio, la densidad del
tejido institucional y la sustentabilidad ecológica del territorio.

DESARROLLO URBANO DEL TERRITORIO

El desarrollo local considera de manera integrada la funcionalidad entre los espacios
urbanos y rurales, cuyas funciones económicas y sociales están estrechamente
relacionadas (Alburquerque, F., 2002:204). Por un lado, el espacio rural requiere
insumos, maquinaria, manufacturas y servicios suministrados desde el medio urbano.
Igualmente, necesita de los mercados urbanos para la venta de sus productos
(alimentos y otros). Por otro lado, el espacio urbano demanda recursos naturales
(agua potable, materias primas, etc.) y otros bienes y servicios (residenciales, ocio y
deporte, naturaleza, etc.) que se producen en el ámbito rural. Asimismo, las zonas
rurales son cada vez más valoradas por los habitantes urbanos por razones
ecológicas, para desarrollar actividades al aire libre, mejorar la calidad residencial y
estilo de vida, y asegurar la oferta de bienes y servicios ambientales.
Reconociendo la importancia de las articulaciones urbano-rurales en los procesos de
desarrollo local y endógeno, abordaremos en este apartado los aspectos que
involucran al primer polo: desarrollo urbano y desarrollo local.

Las áreas urbanas son nodos de redes con múltiples flujos económicos, sociales,
demográficos y de información. La teoría de la jerarquía urbana y de la difusión
jerárquica de la producción y de las innovaciones explicó, durante muchos años, que
el crecimiento económico se producía a medida que las innovaciones de difundían
espacialmente a través del sistema de ciudades: en las grandes ciudades surgen y se
concentran las actividades productivas modernas y las innovaciones, posteriormente
se difunden a los centros urbanos regionales y por último, a las localidades periféricas.

Los espacios urbanos se constituyen en entornos sociales y políticos para afirmar las
identidades locales y regionales, sus gobiernos están emergiendo como ámbito de
adaptación entre el poder de los flujos globales y la singularidad de la experiencia

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local. Es justamente en el ámbito urbano donde interactúan las fuerzas globales y

locales, superando su ambigua dicotomía y antagonismo. A través de su oferta laboral
especializada y altamente capacitada, acumulación de infraestructura física y virtual y
la consolidación de un entorno adecuado y flexible a las nuevas demandas, las
ciudades predeterminan cada vez más el grado de desarrollo, integración y
competitividad de las economías nacionales y regionales en la nueva economía-
mundo.

Convertidas en actores del desarrollo local (Borja, J., Castells, M., 1998), las ciudades
son percibidas por una parte como territorios con un alto potencial, como centro de
fuerzas productivas capaces de movilizar los procesos de desarrollo local. Por otra
parte, la mayoría de los gobiernos y sociedades locales se han convertido en
administradores de programas asistencialistas, receptoras de impactos de decisiones
tomadas fuera de su ámbito y sin fuerza para incidir en los procesos de transformación
que atraviesan lo local (De Mattos, C. 1994).
Una de las perspectivas que ha guiado los análisis, es que el desarrollo económico
local se logra siendo exitoso en la competencia con otras ciudades, por la atracción del
capital global externo, portador de modernidad, de empleo de calidad, de ingresos
tributarios. Si bien algunas ciudades han sido favorecidas con estos procesos, el
modelo no puede generalizarse.
Otras perspectivas de análisis consideran que el desarrollo local es un proceso
endógeno, abierto a un mundo global y que se produce “desde adentro” y “desde
abajo”. Las fuerzas externas pueden contribuir al desarrollo local y a la integración a la
sociedad global siempre que esa incorporación se realice en el marco de la
democracia participativa y de consensos explícitos. Además debe existir una política
de Estado tendiente a lograr que el capital reinvierta sus ganancias en la economía
local, que se comprometa con el desarrollo de los recursos humanos y naturales
locales, para que se mejoren las condiciones generales de empleo e ingresos.
Para el logro de estos objetivos, no hay fórmulas ni recetas universales: cada ciudad o
región, cada “lugar” debe realizar su propia búsqueda y su propia construcción en
base a la creatividad y la innovación. El desarrollo económico y social implica
descubrir y poner en movimiento todo el potencial productivo que tienen las ciudades.
En una ciudad, ese potencial está básicamente en la gente y en sus organizaciones,
en la infraestructura, en el sistema educativo, en la capacidad del municipio para llevar
adelante una gestión más eficiente, más eficaz y más participativa, en las capacidades
de trabajo privado y social, acumuladas a lo largo de trayectorias de vida laboral y de
organización de la producción.... Hay una serie de recursos intangibles que aparecen

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como posibilidades de valorización: la calidad de la atención, la hospitalidad de una

ciudad, sus centros de servicios culturales variados, su paisaje, su seguridad...
Las ciudades contienen además, todo el potencial de la sociedad del conocimiento,
basada en un sistema tecnológico que combina conocimientos e informaciones para
producir de manera creciente más conocimientos e informaciones. La población y las
instituciones con mucho conocimiento y con alta calidad, constituyen el principal
recurso productivo y modo de vida hacia el futuro en el nuevo orden social.
El conocimiento científico y técnico, altamente codificado y sistematizado, pero
también el conocimiento práctico y tácito que tiene la gente (obreros, artesanos,
dirigentes sociales, funcionarios, ONGs, comunicadores, empresarios...) exigidos para
que el desarrollo local sea un movimiento sostenido, se concentra en los espacios
urbanos. Se trata de un conocimiento que se transforma en un bien colectivo,
producido y usado socialmente. No se trata solamente de pensar en una “ciudad
inteligente” (semáforos informatizados, edificios inteligentes) sino en una sociedad
inteligente, con ciudadanos e instituciones flexibles, con capacidad de respuesta y
aprendizaje a partir de sus propias experiencias.
Uno de los desafíos mayores respecto al desarrollo urbano y local es el de las áreas
metropolitanas, donde la problemática del desarrollo se presenta como una
construcción compleja, que imbrica múltiples territorios y actores sociales articulados
en diferentes planos. En términos espaciales, lo local puede comprender desde el área
en su conjunto hasta las localidades, los corredores, los anillos y los barrios. En
términos sociales, lo local puede comprender acciones y relaciones que abarcan las
políticas nacionales y provinciales de impacto local, los gobiernos metropolitanos, los
gobiernos municipales y sus asociaciones, las empresas, entidades civiles,
asociaciones, redes y grupos organizados de intereses, etc., a lo cual se agrega la
compleja vinculación con lo territorial de las identidades en una megaciudad.
El espacio urbano es además un ámbito de interacción e intercambio de ideas que
promueve la formación de redes a través de las relaciones de cooperación entre los
actores, propicia el surgimiento de innovaciones, favorece los procesos de
aprendizaje, y la difusión del conocimiento en el tejido productivo local.
Las ciudades se transforman en nuevos espacios de servicio susceptibles de impulsar
el desarrollo local. El desarrollo se produce a través de tres vías: la exportación de
servicios producidos en la ciudad (turismo, servicios informativos, servicios a la
producción), la venta de servicios personales a la población local e internacional (ocio,
asistencias sanitaria o servicios comerciales) y la producción de servicios que

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favorecen la competitividad global de las empresas (marketing, consultoría, finanzas,

seguros).

Densidad del tejido institucional

El desarrollo local requiere la movilización y participación de los actores territoriales,
públicos y privados, como protagonistas principales de las iniciativas y estrategias de
desarrollo (Alburquerque, F., 2002:297). Supone el abandono de las actitudes pasivas
(dependientes de las subvenciones o de la ayuda externa), y se basa en la convicción
del esfuerzo y decisión propias; para establecer y concertar localmente la estrategia de
desarrollo a seguir.
Como componente fundamental de las estrategias de desarrollo local, deben crearse
las condiciones institucionales favorables a la construcción de entornos territoriales
facilitadores de la incorporación de innovaciones y nuevos emprendimientos
productivos generadores de empleo. Para ello hay que fomentar la cultura
emprendedora y la concertación público-privada para el desarrollo local. El concepto
de instituciones no se refiere únicamente a organizaciones, sino a redes, normas y
reglas explícitas o implícitas de comportamiento humano en un territorio.
La estrategia de desarrollo local debe orientarse, a asegurar mejores condiciones de
vida de la población local, tratando de mejorar la utilización de los recursos locales, a
fin de promover nuevas empresas y puestos de trabajo locales. Para ello pueden
utilizarse las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías de la información, así
como la reorganización de los procesos productivos locales según la orientación hacia
los mercados. La construcción de una oferta territorial apropiada de servicios de
desarrollo empresarial es parte esencial de la estrategia de desarrollo económico local.
Los cambios en los procesos de acumulación exigen también adaptaciones sociales,
institucionales y políticas en los regímenes de regulación. Esto supone que los
cambios organizativos y de gestión propios del nuevo paradigma tecnoeconómico
deben ser incorporados al conjunto de las administraciones públicas, a fin de
responder de manera adecuada a los cambios (Alburquerque, F., 2002:307). El
fortalecimiento de las administraciones locales y la asunción por las mismas de las
nuevas funciones de promoción del desarrollo económico y la generación de empleo
hacen que la nueva gestión pública local sea parte fundamental de los procesos de
ajuste ante el actual cambio estructural.
Las autoridades locales son agentes importantes en los procesos de desarrollo local.
Muchas veces son los líderes principales de las iniciativas, impulsando en sus
territorios la movilización y concertación de actores para el desarrollo económico y la

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creación de empleo. En otras ocasiones, son otros actores (organismos de

cooperación internacional, organizaciones no gubernamentales, entidades financieras
de desarrollo, jóvenes empresarios) los que inician los procesos de desarrollo local,
aunque muy pronto se requiere la incorporación activa de los gobiernos locales,
quienes permiten que las iniciativas tengan mayor grado de institucionalidad.
La historia local y la conformación de elementos culturales de identidad territorial,
constituyen componentes imprescindibles para diseñar cualquier estrategia de
desarrollo local. La identidad regional y el capital social, no son activos preexistentes
en un territorio, resultado de una conjugación de factores geográficos o históricos
anteriores, sino activos intangibles, construidos localmente mediante la generación de
espacios de concertación y confianza entre actores para enfrentar los retos comunes.
En este sentido, la participación de los diferentes actores sociales, en la discusión de
los problemas locales, colabora en el proceso de construcción de identidad territorial
compartida y en la construcción social de la región.
Junto a la importancia de los gobiernos locales como animadores, articuladores y
catalizadores de la intervención de los actores territoriales, hay que insistir también en
su papel de liderazgo, a fin de desplegar un aprendizaje proactivo y emprendedor,
combatiendo la “cultura del subsidio”, así como la desconfianza y actitud pasiva de los
actores locales. Los gobiernos locales deben transformarse en espacios de
concertación público-privada para el desarrollo económico local y la generación de
empleo. Por eso es importante su papel de liderazgo local en la animación de los
procesos de movilización y participación, y en la construcción de equipos que
aseguren la continuidad de las actuaciones.
La estrategia territorial de desarrollo económico local consensuada por los principales
actores locales debe orientarse hacia la mayor utilización de los recursos endógenos y
la diversificación de la base productiva local mediante la incorporación de
innovaciones basadas en la calidad y la diferenciación de los productos y procesos
productivos, así como la incorporación de innovaciones de gestión y las necesarias
adaptaciones sociales e institucionales.
El fomento de las microempresas y PyMES locales y la capacitación de recursos
humanos según los requerimientos de innovación del sistema productivo local, son
parte fundamental de las estrategias de desarrollo local. La oferta territorial de
servicios de desarrollo empresarial incluye la capacitación de recursos humanos según
los requerimientos existentes en los sistemas productivos locales, tanto para la
modernización de las actividades productivas actuales, como para incorporar otras
actividades viables en el futuro inmediato. Para ello es importante monitorear los

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requerimientos reales y potenciales del tejido local de empresas, y las características

del mercado de trabajo local.
Las iniciativas de desarrollo local deben institucionalizarse mediante acuerdos políticos
y sociales en los ámbitos territoriales correspondientes. Los pactos entre diferentes
partidos políticos, con la mayor participación posible de actores territoriales, otorga a al
proceso de desarrollo local mayores niveles de certidumbre ante los posibles cambios
políticos. La presencia del sector privado empresarial evita también la incertidumbre
provocada por los cambios de políticos locales. La presencia de los responsables
públicos proporciona al proceso una perspectiva territorial de medio y largo plazo,
balanceando la búsqueda de beneficios empresariales de corto plazo.
Para la construcción de estos comportamientos políticos, es importante la capacitación
dirigida a los responsables públicos y técnicos de municipalidades y gobiernos
provinciales, así como de formaciones sociales y políticas en general.
El desarrollo local exige, entonces incorporar esta dimensión en los programas de
fortalecimiento de los gobiernos locales. Por ello la descentralización no puede
limitarse únicamente a mejorar la capacidad de gestión eficiente de los recursos
transferidos a los gobiernos locales y a los programas de modernización de la gestión
municipal. Debe incorporar también la capacitación en su rol de animadores y
promotores del desarrollo local, a fin de construir con los actores privados y la
sociedad civil, los entornos territoriales innovadores para el fomento productivo y
desarrollo del tejido local de empresas.

Sustentabilidad ecológica del territorio y desarrollo local

Los procesos de crecimiento económico, demográfico y urbano han seguido patrones
de producción y consumo que redundaron en impactos importantes sobre los recursos
biofísicos del ambiente (agua, aire, suelo) y los recursos naturales renovables y no
renovables, comprometiendo la sustentabilidad ecológica y la calidad de vida de las
poblaciones actuales y futuras.
La sustentabilidad ecológica exige la existencia de estructuras y estilos de desarrollo
socialmente equitativos que minimicen la degradación o destrucción de la base de
recursos y respeten la capacidad de autorregulación requeridas por sus sistemas de
producción y reproducción. Satisfacer las necesidades de las poblaciones del presente
sin comprometer las de las futuras generaciones se convierte entonces en uno de los
componentes esenciales del desarrollo local.
Para ello deben identificarse los límites de los sistemas actuales, planteando las
posibilidades y condiciones de viabilidad de otros estilos de desarrollo. Debe

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vincularse a las ciudades y regiones, con la base ecológica que constituye su sustrato
territorial, así como con los aspectos sociales, económicos, culturales e institucionales.
El territorio es un sistema, cuyos componentes son los recursos naturales de base
(agua, suelo, aire, relieve, vegetación) y los recursos construidos (edificios
habitacionales e industriales, vías de comunicación); la población que lo habita y sus
actividades (productivas, agrícolas, recreativas etc), y el intercambio de productos que
recibe y produce del y al ambiente.
Las potencialidades y limitaciones ambientales de un territorio configuran escenarios
sustentables y competitivos, esenciales a la hora de definir estrategias de desarrollo
local. Deben comprenderse cuáles son los factores y los procesos que inciden sobre la
sustentabilidad ambiental, identificar sus causas y efectos, evaluar sus costos sociales
y económicos y hallar los instrumentos necesarios (tecnológicos, sociales,
económicos, informacionales, administrativos, regulatorios) que puedan contribuir a
operacionalizar las condiciones de sustentabilidad.
Ello implica llevar adelante una gestión ambiental particular en cada territorio, donde el
protagonismo de los gobiernos locales y la participación de sus habitantes, son
indispensables para la generación de estrategias de articulación entre sustentabilidad
ecológica y desarrollo. La búsqueda de opciones y modelos de gestión que privilegien
un desarrollo local sustentable, con énfasis en la participación comunitaria y la equidad
como principios, debe atravesar las diferentes etapas y productos de un proyecto de
desarrollo local.

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