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Entre 1936 y 1975, Franco adoptará actitudes “políticas” (esto es, oportunistas) en muchas

materias, incluido el antisemitismo. Se ha definido la política de Franco en relación a los judíos


como una mezcla de filosefardismo y antisemitismo cristiano. Da la sensación de que, en sus
convicciones personales, Franco veía a los judíos con cierta desconfianza propia de su práctica
religiosa e incluso de la tónica habitual de las fuerzas armadas españolas, la última institución
en la que existieron los “certificados de sangre”. Pero también es cierto que el franquismo
puede ser considerado como una forma de “adaptacionismo” a las circunstancias cambiantes
de la política internacional.

En una primera fase, mientras los frentes de la Segunda Guerra Mundial permanecieron abiertos y
el Eje tuvo posibilidades de éxito, existió en el Estado Español cierta componente antisemita,
acaso como homologación de la matriz alemana que también había adoptado tardíamente la
Italia de Mussolini. Aun así, se conocen casos en los que en ese período Franco o diplomáticos del
régimen, consiguieron evitar la detención de judíos centro-europeos.

En una segunda fase, especialmente tras los procesos de Nuremberg, el antisemitismo


desaparece completamente de las esferas gubernamentales para despuntar solamente en
círculos católicos, habitualmente identificados con las posiciones ultramontanas del régimen.
A medida que los países árabes fueron obteniendo su independencia entre 1945 y 1960, el
gobierno de Franco, alardeó siempre de “nuestra tradicional amistad con los árabes”, lo que
implicaba necesariamente la inexistencia de relaciones diplomáticas con sus adversarios
israelitas. Durante esos años apenas existieron en España 6.000 judíos practicantes (de los que
en torno a 2.000 habían llegado a partir de la independencia de Marruecos procedentes de ese
país [1]), así pues se trataba de una comunidad exigua. Sin embargo, a partir de la derrota del
Eje, el régimen practicó elogios hacia los sefardíes y una actitud en general favorable hacia
estos [2] que aumentó a partir de 1945 [3] .

Sin embargo, en su última aparición pública, en la Plaza de Oriente, el 1 de octubre de 1975,


a 50 días de su fallecimiento, pareció reverdecer en él aquel antisemitismo de matriz
religiosa cuando dijo ante miles de españoles: “Contra España existe una conspiración
masónico-izquierdista en la clase política, en contubernio con la subversión comunista-
terrorista en lo social” [4].

Pocos meses después del encuentro entre Hitler y Franco y de la negativa de este a entrar en la
guerra a favor del Eje, se constituyó en Madrid y Barcelona el Instituto de Estudios Judíos
“Benito Arias Montano” que ha publicaba la revista Sefarad [5], durante mucho tiempo fue la
única revista judía subvencionada completamente por un gobierno nacional. Unos meses antes de
que concluyera la guerra en Europa, Franco autorizó a la Agencia Judía para que operara en
territorio español orientando la inmigración de judíos europeos hacia Palestina. Hacia 1953,
por primera vez desde la expulsión de 1492, se autorizó el culto judío. Dado que el rabino que
ofició la ceremonia del Yamim Noraim [6] era neoyorquino, es fácil pensar que fue fueron las
relaciones de Franco con el gobierno de los EEUU las que facilitaron esa primera apertura del
culto judío en España. A partir de aquí las relaciones se fueron estrechando, pero eran poco
conocidas por la opinión pública e incluso por los Estados Árabes con los que España mantenía
una relación excelente, precisamente por no tener relaciones diplomáticas con Israel.

La primera guerra árabe-israelí de 1956 tuvo como consecuencia el que recayera sobre los
judíos marroquíes la prohibición de emigrar a Israel, sin embargo, Franco se las ingenió para
que estos contingentes pudieran llegar a Israel instalándose temporalmente en el Sahara
español.
No cabe la menor duda que durante los años del franquismo, el régimen intento “trabajarse”
a la comunidad sefardita nacional e internacional. En especial, los años 60 fueron pródigos en
iniciativas en esa dirección, la mayoría de las cuales tenían su origen en el CSIC y, en especial, el
“Simposio de Estudios Sefarditas” celebrado en Madrid en junio de 1964 que tuvo resonancia
internacional en medios hebreos. Y no fue la única actividad cultural revalorizando el papel
sefardita en la historia de España que tuvo lugar en esos años. La Exposición Bibliográfica
Sefardita Internacional, instalada en la Biblioteca Nacional se abrió en 1960, contó con la
presencia de Franco en el acto de apertura. El artículo de The American Sefarad que recordó el
acto, anotaba: “Franco, enjugándose las lágrimas, declaraba: «El Gobierno español está
orgulloso de haber podido salvar vidas judías durante la II Guerra Mundial y quiere hacer
todo lo posible por aumentar los lazos culturales entre los sefarditas y los españoles»”.

En 1967 estalló la segunda guerra árabe-israelí, conocida como Guerra de los Seis días. En esa
ocasión, Franco ordenó al servicio diplomático instalado en los países árabes que facilitara la
emigración a España de los judíos que deseasen instalarse en nuestro país facilitándoles
pasaportes y visados. Medio también más adelante ante el presidente Nasser para trasladar a
110 judíos egipcios a nuestro país. Al año siguiente se inauguraba la primera sinagoga abierta en
España desde 1492 y el Ministerio de Exteriores confirmó la derogación del decreto de expulsión.

Dentro del paquete de medidas culturales para favorecer el “acercamiento” franco-sefardí, en


1969, al cumplirse el 950 aniversario del nacimiento del poeta Ibn Gabirol, el régimen
franquista encargó una estatua al escultor americano de origen judío, afincado en Málaga,
Hamilton Reed Armstrong. Precisamente en esa provincia se habían instalado la mayoría de
judíos que salieron de Marruecos, especialmente de Tánger y de Tetúan, tras la independencia.
En aquel momento, en casi todas las universidades españolas existía un Departamento de
Estudios Judíos, algo que solamente se daba en el Estado de Israel. El 13 de junio de 1971,
Franco devolvió la antigua Sinagoga del Tránsito, de Toledo, presidiendo el acto simbólico, el
ministro de educación, José Luis Villar Palasí.
El 22 de noviembre de 1975, coincidiendo con el primer Sabbat desde la muerte de Franco,
se rezaron unas oraciones por su alma en la antigua Sinagoga Hispano-Portuguesa de Nueva
York, “por su ayuda a los judíos durante la Guerra mundial”. Así pues, para la comunidad
sefardí estaba claro que el régimen de Franco, lejos de ser antisemita, apoyó y colaboró con la
causa de Israel. Las palabras pronunciados por Franco en la Plaza de Oriente cincuenta días antes
parecieron no ser suficiente para que los sefarditas de la ciudad de los rascacielos olvidaran todos
los favores que les había prodigado…

El filosefardismo de Franco, según sus biógrafos, databa de 1926 cuando fue ascendido a
general de brigada en la última fase de la Guerra del Rif. Al parecer había publicado un artículo
en la Revista de Tropas Coloniales titulado Xauen la triste, en el que aludía a las virtudes de los
sefardíes que había conocido [7]. Franco mantuvo cierta amistad con algunos de ellos [8] y
cuando compuso el guion para la película Raza, dejó de manifiesto esta predilección cuando
la familia protagonista al visitar la sinagoga de Toledo dice: "Judíos, moros y cristianos aquí
estuvieron y al contacto con España se purificaron". Añade que la historia registra que los
judíos de Toledo se opusieron a la crucifixión de Jesús y llamaron a Santiago para que viniera a
España a predicar el Evangelio. La madre duda de la veracidad de la historia, pero el hijo ratifica
su relato [9]. 

La extraña teoría que Franco plasma en el guion de Raza, debía circular en los círculos
filosefardíes y se ha intentado explicar por sus orígenes judeo-conversos (así como su
devoción por Santa Teresa de Jesús, igualmente conversa). En efecto, el apellido “Franco”
aparece en la lista de apellidos sefardíes [10]. Para Franco, la superioridad de España sobre
otras naciones descansaba en haber sabido “purificar” a los sefarditas y convertirlos al
cristianismo. Así pues, distinguía perfectamente entre sefarditas y azkenaníes, atribuyendo a
los primeros una actitud diferente ante el cristianismo y la posibilidad de que abrazaran la fe
católica, mientras que los segundos serían los que alimentarían a los movimientos
subversivos, desde la masonería al bolchevismo y de ahí sus últimas palabras en la Plaza de
Oriente aludiendo al “contubernio judeo-masónico”.

De lo que no cabe la menor duda era de que, el antisemitismo estaba extendido en las fuerzas
armadas españolas y que Franco era, en este terreno, algo aparte. Para él, los adversarios
principales eran la masonería y el marxismo y a los judíos –azkenaíes que se identificaban con
estas opciones. Esto explica el por qué a lo largo de su dilatada vida alude con simpatía y
favorece a los serfardíes, mientras que es hostil siempre a los “judíos” a los que vincula
siempre con el marxismo [11].
Por lo tanto, las alegaciones sobre el “antisemitismo” de Franco, son en cierto sentido una
falsa polémica: era relativo, dirigido solamente contra los azkenazíes, no contra los
sefarditas. Consideraba a los primeros como irreductibles y, por tanto, transformados en un
“vector de subversión”, mientras que los sefarditas, en tanto que “convertibles” al
cristianismo, eran, en su particular óptica, un factor de civilización y de unidad nacional.

Así se entienden las declaraciones anti-azkenazíes de Franco incluso en abril de 1943 cuando
escribió a Pío XII: “Se mueven, entre bastidores, la masonería internacional y el judaísmo
imponiendo a sus afiliados la ejecución de un programa de odio contra nuestra civilización
católica” y las colaboraciones del alter ego de Franco, Jakin Boor, en Arriba en 1949 aludiendo a
los judíos como “fanáticos”, “deicidas” y “ejército de especuladores”. O la propia negativa de
Franco a apoyar la creación del Estado de Israel, Estado impulsado por el sionismo… la mayor
parte del cual era de origen azkenazíe. Por lo mismo, cree en la autenticidad de los
Protocolos de los Sabios de Sión [12] y sugiere que la religión judía, al negarse a convertirse
al cristianismo, ha degenerado en sectas secretas subversivas . Esta doctrina, en definitiva,
era la que aceptaban los militares africanistas y estuvo en el poder durante la Dictadura de Primo
de Rivera.

notas

[1] Cfr. La especificidad de las migraciones judías de Marruecos a España (1956-1970) , José
Antonio Lisbona Martín, versión on line
http://www.uam.es/otroscentros/TEIM/Observainmigra/Atlas%201996/04%20cap
%204/migraciones%20judias.pdf
[2] Los propios medios sefardíes reconocieron esta actitud. Véase, por ejemplo, el artículo
Francisco Franco benefactor de los judíos, de Eduardo Palomar Baró, aparecido originariamente
en The American Sepharad y reproducido en la web de la Fundación Francisco Franco
http://www.generalisimofranco.com/franco/00B.htm Se dice por ejemplo en dicho artículo: “El
Generalísimo Francisco Franco, Jefe del Estado español, falleció el 20 de noviembre de 1975. Al
margen de cómo juzgarle la Historia, lo que sí es seguro es que en la historia judía ocupará un
puesto especial. En contraste con Inglaterra, que cerró las fronteras de Palestina a los judíos que
huían del nazismo y la destrucción, y en contraste con la democrática Suiza que devolvió al terror
nazi a los judíos que llegaron llamando a sus puertas buscando ayuda, España abrió su frontera
con Francia ocupada, admitiendo a todos los refugiados, sin distinción de religión o raza. El
profesor Haim Avni, de la Universidad Hebrea, que ha dedicado años a estudiar el tema, ha
llegado a la conclusión de que se lograron salvar un total de por lo menos 40.000 judíos, vidas
que se salvaron de ir a las cámaras de gas alemanas, bien directamente a través de las
intervenciones españolas de sus representantes diplomáticos, o gracias a haber abierto España
sus fronteras”.
[3] Se ha dedicado un libro entero a demostrar la predisposición de Franco hacia los judíos
sefarditas: Franco y sefarad ¿un amor secreto?, Antonio Parra Galindo, Editorial Manuscritos,
Madrid, 2010.
[4] La Vanguardia Española, edición del 2 de octubre de 1975, pág. 5 (tras la frase, La
Vanguardia publicaba entre paréntesis: “Gran ovación y grito de ETA al paredón”…)
[5] Dicho instituto se encontraba (y se encuentra) encuadrado dentro del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, en un momento en el que este estaba completamente en manos de
Opus Dei. La revista Sefarad sigue apareciendo en la actualidad como “Revista de Estudios
Hebraicos y Sefardíes”. Puede leerse on line en
http://sefarad.revistas.csic.es/index.php/sefarad
[6] Yamim Noraim, o también Yamin Nora’im (Días Temibles) es el nombre que se les da a los
diez días que transcurren entre el Año Nuevo judío y el Yom Kipur (Día del Perdón), ambos
inclusive. Se trata de un período de meditación sobre los pecados cometidos a lo largo del año.
[7] Cfr. Franco y el Holocausto, Bernd Rother y Gonzalo Alvárez Chillida, Editorial Marcial Pons
Historia, Madrid, 2005, Pág. 54.
[8] Se ha hablado específicamente de Corintio Haza, un kabalista de Tetúan del que se dice en
http://foro.univision.com/t5/Lo-Curioso-y-lo-Insolito/La-vida-oculta-de-Franco/td-p/73302625:
“El 18 de julio de 1936, Franco subió al Dragon Rapide para poder volar desde Canarias hasta
Marruecos y así unirse al golpe militar. Horas después de llegar a Tetuán mantuvo una vital
entrevista con un misterioso judío sefardita que le había enviado una enigmática nota. Se trataba
de Corintio Haza, afincado en Tánger, quien compaginaba su labor de comerciante local con la de
vidente y curandero. Poco tiempo después se supo que Corintio predijo a Franco que sería el
hombre destinado a capitanear la sublevación militar. También le advirtió de que ésta traería
como trágica necesidad una larga y terrible guerra. Al parecer, Haza elaboró para el «Caudillo»
un poderosísimo talismán que le sirviera de escudo protector para afrontar la Guerra Civil. Sería
lo se conoció como «Víctor», un símbolo absolutamente desconocido hasta la fecha, que no
apareció hasta el nombramiento de Franco como Generalísimo, el 1 de octubre de 1936. Según la
revista Halada, «su elemento central es la milenaria Tau, la energía para iniciar el camino con
Dios. A eso se le une el martillo del poderoso Thor, que simboliza el guerrero de Marte hundiendo
su ariete en la Tierra y en sus enemigos; por un lado el martillo, por el otro la punta de la flecha,
lanza o ariete. A este simbolismo se le añade el poder del mando real, supremo, la energía solar,
la fuerza de la cruz, martillo y flecha. Se suman dos cruces más que protegen el símbolo interior,
dándole cobertura a ambos lados y más fuerza de penetración. Otro elemento que se añade al
talismán es la Luna, que ofrece inspiración, videncia y fecundación de sus obras o victorias.
Finalmente, el planeta Saturno pone punto final al simbolismo, dándole la fuerza del «Señor de la
Vida y de la Muerte», defendiéndole de sus enemigos»”.
[9] Franco y el Holocausto, op. cit., pág. 74.
[10] Cfr. http://sefaradisefaradis.weebly.com/uploads/1/6/0/3/16031782/lista_de_ape-
llidos_sefaradim_i.pdf
[11] Hay varias alusiones en discursos de Franco a este antisemitismo: "No nos hagamos
ilusiones: el espíritu judaico que permitía la gran alianza del gran capital con el marxismo, que
sabe tanto de pactos con la revolución antiespañola, no se extirpa en un solo día y aletea en el
fondo de muchas conciencias" (La Vanguardia Española, 20 de mayo de 1939, pág. 2). La
distinción entre sefarditas y judíos del Este está mucho más clara en este otro fragmento: "los
motivos que han llevado a distintas naciones a combatir y a alejar de sus actividades a aquellas
razas en que la codicia y el interés es el estigma que las caracteriza, ya que su predominio en la
sociedad es causa de perturbación y peligro para el logro de su destino histórico. Nosotros, que
por la gracia de Dios y la clara visión de los Reyes Católicos, hace siglos nos libramos de tan
pesada carga…" (El antisemitismo en España, op. cit., págs. 189-190). Y si elogia la expulsión de
los judíos es porque quienes se fueron eran irreductibles al cristianismo, calificando la política de
los Reyes Católicos de “totalitaria y racista, por ser católica” en sentido elogioso (discurso ante
la Sección Femenina en el Castillo de la Mota, La Vanguardia, 30 de mayo de 1942, pág. 2).
[12] Cfr. Acciones asesinas, Francisco Franco (a) “Jakin Boor”, Arriba, 16 de julio de 1950

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