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Antes de hablar de las virtudes que deben tener los aspirantes, debemos definir qué es ser
aspirante. Aspirante viene justamente de “aspirar” o “aspiración”, entonces podríamos
preguntarnos: ¿a que deben aspirar nuestros niños? O ¿hacia qué?, la respuesta es tan sencilla
y simple como lo son ellos: deben aspirar al cielo, a la santidad; eso es ser aspirante, después
nosotros deberemos enseñarles cómo llegar a eso, cual es el camino a seguir para alcanzar la
meta del cielo, cual es el “camino hacia la fuente de la felicidad”; para eso podemos valernos
por ejemplo de las virtudes que deben cultivar los aspirantes o de los amores que deben
procurar tener. En este caso nos vamos a detener solo en las virtudes.
Una virtud es un “habito operativo bueno”, es decir, algo que hago muchas veces, aunque me
cueste, por amor a Cristo, porque soy aspirante y mi meta es el cielo. Las virtudes de los
aspirantes son once:
1) Ser primero en el esfuerzo por amor a Cristo: Jesús no quiere mediocres. Él nos pide
que lo demos todo. No sabemos si seremos los mejores, pero sí tenemos que
entregarnos de todo corazón. Jesús mira nuestro interior y allí tiene que ver el
esfuerzo que realizamos para cumplir con nuestras obligaciones y vivir en su amistad.
2) Ser servicial: Jesús nos dice: “No he venido para ser servido, sino para servir” (Mt
20,28). Tomando su ejemplo, debemos acudir presurosos ante las necesidades de
nuestros padres, hermanos, amigos o personas cercanas, sirviéndolos siempre con
humildad y alegría.
3) Ser puro en pensamientos palabras y obras: Jesús debe estar presente en todo lo que
pensemos, hablemos o hagamos. Nuestra vida tiene que ser un espejo de nuestro
corazón, donde Jesús, como una luz brillante, se refleje y se transmita a aquellos que
nos rodean.
4) Ser apóstol: Jesús le entregó a la Iglesia la misión de evangelizar, de anunciar el
Evangelio a todos los hombres, para que todos puedan conocerlo amarlo y seguirlo.
Este anuncio podemos darlo de dos maneras, dando testimonio con nuestra vida y
anunciar con la palabra el Evangelio.
5) Ser generoso: Dios nos ha dado gratuitamente la vida y todo lo que nos rodea.
Debemos estar profundamente agradecidos por el amor que Dios nos manifiesta en
todos estos dones.
Si todo cuanto somos y tenemos lo hemos recibido como un regalo divino, debemos
ser generosos al compartir nuestros bienes con los hombres y al poner nuestros dones
a su servicio.
6) Ser buen hijo: Nuestros padres son quienes nos dieron la vida y nos ayudan a crecer
física, intelectual y espiritualmente. Por lo tanto debeos cumplir con alegría y
generosidad el mandamiento que dice “Honrar padre y madre”. Tenemos que
esforzarnos para ser imágenes del Niño Jesús junto a María y José.
7) Ser obediente: Jesús fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Así como Él
nosotros también debemos obedecer a Dios que nos habla a través de la Biblia, de los
Pastores (el Papa, los Obispos y los sacerdotes), de nuestro s padres y también de
nuestros delegados, todos ellos nos educan y nos enseñan el camino al cielo.
8) Ser buen amigo: Jesús es nuestro gran amigo. Así como Jesús nos recibe, ama y se
entrega por nosotros, mostrándonos el camino hacia el Padre; también nosotros
tenemos que aprender a ser buenos amigos, en las buenas y en las malas,
compartiendo y ayudando siempre.
9) Ser leal: En toda nuestra vida Jesús está siempre con nosotros, por eso no debemos
comportarnos como cristianos solo en la Parroquia o en el grupo, sino que también en
casa, en el barrio, o en cualquier lugar, nuestra conducta tiene que manifestar que
somos seguidores de Cristo.
Si queremos ser fieles a Jesús debemos dar testimonio de Él en todo momento para
que los hombres lo reconozcan en nuestro ejemplo.
10) Amar la naturaleza: Todas las cosas que existen salieron de las manos de Dios y son
signos de su infinito poder y su gran amor por los hombres.
Dios entregó al hombre todo lo creado, para que éste lo utilice en su beneficio y
domine a la tierra como un rey.
Por eso debemos cuidar con mucho cariño la naturaleza.
11) Ser alegre: Somos Hijos de Dios y sabemos que Jesús nos salvó y nos guía
permanentemente en nuestro camino.
Si estamos unidos a Dios nunca estaremos tristes, aún en medio del dolor, porque
sabemos que Él, nuestro padre, nos cuida y nos protege.