Existe un concepto dentro de la psiquiatría biológica conocido como
“economía neuronal” desarrollado a partir del descubrimiento de que el cerebro recicla algunas sustancias químicas en el proceso cognitivo. En este documento, nos desviaremos de este concepto y redefiniremos el mismo de manera muy simple y con fines prácticos relacionados al aprendizaje.
Economía neuronal: Sinónimo de “bloqueo mental”. Es un mecanismo
por el cual una persona bloquea la adquisición de nuevos conocimientos por considerarlos inútiles e inaplicables a su vida. Proviene del impulso natural físico y biológico de evitar el consumo de recursos para cosas que no tienen utilidad. Es una de las causas principales que limitan el aprendizaje.
En este sentido, la “economía neuronal” no nos ahorra nada, sino que
impide nuestro aprendizaje. El cerebro humano supera el poder de una computadora aunque la computadora pueda guardar mucha más información, por medio de una capacidad superior de relacionar una información con otra y de deducir nueva información; En fin, mientras más se aprende, más se puede aprender. Mientras más aprendemos, mayor capacidad tendremos de entender y hacer nuevas asociaciones o relaciones que fijan fuertemente nuestros conocimientos. Todo proceso de aprendizaje es un proceso de expandir nuestra visión; al expandir nuestra visión, expandimos nuestras oportunidades y con ello nuestros logros o éxitos profesionales. Fijar una barrera entre diferentes campos de conocimientos es fijar límites a nuestra capacidad y desarrollo intelectual.
Al igual que se le hace difícil a cualquiera pasar de un estado inactivo o
senil a un estado activo o adaptarse a una rutina de ejercicios, “la economía neuronal” es el freno puesto inconscientemente a un aprendizaje saludable. Existe un rango significativo que delimita las diferentes magnitudes en que se expresa este fenómeno; recorre desde “una mente abierta” y decae hasta “una mente cerrada”. Frecuentemente hace la diferencia entre un alto I.Q. y un bajo I.Q., entre una persona ávida, consciente, despierta, inteligente y capaz de retener vasta información, a una persona que se cansa fácilmente al estudiar, olvidadiza y que de alguna forma “no capta” la información que estudia.
La “economía neuronal” no resulta ser el único problema o impedimento
ante el aprendizaje. Aparenta ser obvio que existen diversos otros factores que afectan la capacidad e inteligencia del humano. Entre estos su ambiente de estudio, su cultura y sociedad, su educación (el sistema de educación y los maestros o recursos), su nutrición y estado de salud, la complejidad y organización del material estudiado o la forma o secuencia en que el mismo se presenta. También son muy importantes otros aspectos psicológicos como la seguridad o autoestima, la moral, los principios, la visión, la madurez y el estado o desarrollo emocional del individuo. Por último, pero no menos importantes, son los diversos asuntos del diario vivir, como los asuntos familiares, los compromisos, las responsabilidades, etc.
Se ha dicho que “a todo pensamiento le corresponde una emoción; a
toda emoción le corresponde un pensamiento”. Si es así, son las emociones “las vesículas” (recipientes transportadores) de nuestros pensamientos. Son estas las que dan carácter, a nuestro pensar; es decir, las emociones suplen fuerza o intensidad y denotan de una cierta personalidad nuestros pensamientos. Frecuentemente la diferencia entre una emoción y otra hace la diferencia entre un pensamiento sobresaliente o exitoso que se puede llevar a cabo o un pensamiento conducido al fracaso, al olvido e inacción.
En esta misma línea de pensamiento, destacamos el rol del maestro, del
tutor o mentor, responsable de cultivar un cierto “positivismo didáctico”. El psicólogo norteamericano Robert Rosenthal, realizó un experimento con alumnos y maestros para demostrar que los estudiantes obtenían mejores rendimientos y más desarrollo personal en la medida en que las expectativas de sus educadores sobre la capacidad de los estudiantes eran mayores. Esto fue comprobado a través de una serie de experimentos con aplicaciones de tests de inteligencia a estudiantes con dificultades escolares. Posteriormente, a los maestros se les comunicaba los resultados falseados, en los cuales los muchachos aparecían como mucho más inteligentes de lo que en realidad obtenían en las pruebas. La consecuencia fue que estos alumnos pasaron a ser los más destacados en clase y mostraron una inteligencia por encima del promedio. De este modo, los estudiantes se sintieron más capaces. Lo anterior se debió, principalmente, a que los profesores esperaban siempre buenos rendimientos de estos alumnos a los que se les había presentado como especialmente inteligentes. Movidos por este preconcepto los maestros aplaudían cualquier pequeño acierto y disimulaban los pequeños fallos. El efecto de esta disposición positiva de los profesores era que aumentaba en estos alumnos la confianza en sí mismos y, en consecuencia, mejoraba su rendimiento. (Rosenthal, R. & Jacobson, L. 1980).
Por supuesto, no todo cerebro es el mismo, como no todo vehículo es de
la misma capacidad o calidad, ni todos son diseñados para ir a la misma velocidad o construidos con el mismo propósito. Esta diversidad define la riqueza de nuestra humanidad. Aún así, el concepto de la “economía neuronal” aquí expresado, que distingue entre el que de algún modo no quiere estudiar del que “se come los libros”, existe sino para hacernos conscientes de nuevas posibilidades, de límites superiores alcanzables y abundantes riquezas que nos aguarda el desarrollo de un verdadero interés en el aprendizaje.