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PSICOLOGÍA ¿PARA QUÉ?

SOBRE LOS MODELOS DE INTERVENCION PSICOLÓGICA

SILVERIO BARRIGA.

Departamento de Psicología social. Universidad Sevilla

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Como cualquier otra disciplina, la organización de los estudios de Psicología responde a una
demanda circunstancial del alumnado ayudado por la perspicaz intuición de profesores
provenientes en su mayoría de campos matriciales (Filosofía) o afines (Sociología, Políticas,
Pedagogía, Ingeniería organizacional, etc.). Y su crecimiento y afianzamiento, si bien se amparan
en modelos desarrollados en otro países, se ajustan a las peculiaridades del entorno social.

Por todo ello, en España no se puede decir que exista una Psicología. Pues existen varias. Cada una
con su idiosincrasia y respondiendo a las peculiares exigencias de unos modelos teóricos
determinados y a las expectativas de sus estudiantes.

Pero, en el campo más concreto de la intervención psicológica o de la Psicología Aplicada y


Psicología Social, creo oportuno resaltar dos modelos que no sólo se enfrentan, sino que se
excluyen y, en el fondo, representan dos formas diametralmente opuestas de concebir la vida en
sociedad. Nos referirnos a una Psicología de orientación social (de corte comunitario y en
consonancia con los planteamientos del socialismo político) y a una Psicología de orientación
individualista (de competitividad individual y en consonancia con las orientaciones del capitalismo
político).

En general, en el ámbito académico y pese a la existencia de disciplinas como la Psicología Social,


el currículum del psicólogo transcurre por veredas personalistas, individualistas. Tanto el
diagnóstico como el tratamiento del sujeto resaltan las vivencias subjetivas del individuo, con
interpretaciones alicortas en cuanto a su contextualización. Los atributos personales (Jahoda,
1958) suelen concentrar la atención del psicólogo.

El reciente desarrollo de la llamada Psicología Comunitaria (Martín y otros, 1988; Sánchez, 1988)
ha venido a esclarecer las vinculaciones de la Psicología con uno u otro modelo ideológico.

La Psicología Comunitaria ha puesto de relieve en su actual estado emergente el carácter


prioritariamente interventivo que ha de tener la Psicología si quiere desarrollarse al compás de los
compromisos que exige la vida cotidiana.

Y como el aire de los tiempos que corremos sopla en dirección de la sensibilidad social y de la
corresponsabilidad (pese al potente resurgir del individualismo postmoderno), pronto la naciente
Psicología Comunitaria fue reivindicada por diferentes áreas de conocimiento. Muchos psicólogos
quieren sentirse comunitarios, pues no se atreven a afirmarse individualistas (pese a que en ese
empeño y formulación están haciendo gala más de principios corporativistas que comunitarios).
Pero esa situación creo que es positiva, siempre que seamos capaces de explicitar los diferentes
modelos que subyacen a una u otra concepción de la intervención psicológica, sin pretensiones de
confusión expansionista.

Y sobre ello quiero ahora reflexionar.

Voy a referirme de manera contrapuesta a dos modelos antagónicos, exclusivos.

El modelo individualista puede recibir también las calificaciones de modelo clínico, biológico,
médico, tradicional, estático, pasivo; y vamos a llamarlo modelo personalista,

El modelo comunitario puede llamarse igualmente ecológico, dinámico, activo; y vamos a llamarlo
modelo psicosocial.

Tal vez la mejor manera de resaltar las características de uno y otro modelo consista en
contraponer, según ciertas categorías, los elementos que los distinguen.

De acuerdo con el esquema propio de toda intervención, queremos resaltar los siguientes
elementos:

Interventor, contexto, intermediarios, receptor, y evaluación. Veámoslos someramente.

1. El interventor

Conscientes de que no sólo hemos de reconocer el derecho de todos a la diferencia, sino también
el derecho a la igualdad (Rappaport, 1977), es decir, la igualdad de acceso a los recursos sociales, y
dados los enormes desajustes sociales existentes por doquier, la tarea de los profesionales que
intervienen exigirá incrementar, por todos los medios, el máximo de recursos humanos. Y por
muchos que sean los profesionales sociales implicados en tal cometido, serán insuficientes si
siguen manteniendo una dedicación individualizada. De ahí la conveniencia de emplear a
paraprofesionales, voluntarios, miembros indígenas de la comunidad que formados
adecuadamente por los profesionales pueden hacer llegar a los más recónditos lugares una
intervención bien adaptada a las necesidades concretas de los demás.

Pues sabemos que la calidad de la intervención no depende, necesariamente, tanto de la


preparación técnica del profesional, cuánto del conveniente ajuste al contexto en que se
interviene y a las personas concretas a las que va dirigida la acción.

Un profesional tiene un radio de acción limitado. En cambio, si se apoya en la ejecución de otros,


puede multiplicar considerablemente la eficiencia de su intervención.

Por otra parte, el hecho mismo de necesitar de otros mediadores permite incidir en el carácter
activo de los miembros de la comunidad. Pudiendo piramidalmente llegar a cubrir, mediante una
buena red organizativa, todas las necesidades complejas de la comunidad.
Y si de efectividad hemos de hablar, bastará con recordar que en el campo propiamente
terapéutico ha sido ampliamente valorada, en parangón con la propia acción de los profesionales
(Durlak, 1979).

De ahí que en este modelo psicológico, el verdadero agente interventor sea, ante todo, la propia
comunidad. El psicólogo social aporta su bagaje técnico, pero con la colaboración de los miembros
más capacitados. Entre todos elaboran el plan de acción. Se rehuye ese despotismo ilustrado en
que tan frecuentemente se apoyó la comodidad de los profesionales aislados en la torre de marfil
de su exótica elocuencia.

El profesional no interviene aisladamente apoyado en su inescrutable e inverificable sabiduría. Su


saber se acrisola cada día en la acción comprometida con los demás, No basta con intervenir
desde lo abstracto, sin tener en cuenta, de modo inmediato, el contexto en el que vive y se
desarrolla cada sujeto que acude a la consulta.

Al psicólogo personalista apoltronado en la sabia soledad de su consultorio, se le contrapone el


psicólogo social que trabaja en equipo con otros profesionales y paraprofesionales directamente
vinculado a la comunidad en que intervienes y atento más que a la resolución de los problemas a
la prevención de las situaciones estructurales que los generan y a la promoción de condicionantes
saludables. Ajeno considerablemente a las reinvidicaciones corporativistas de un profesionalismo
alicorto, el psicólogo social se preocupa de intervenir con la colaboración ineludible del equipo
interprofesional, con el que comparte: la priorización de los problemas sobre las técnicas
empleadas, la aceptación de la complejidad de los problemas sociales y la relativización funcional
de las fronteras profesionales.

Renuncia, incluso, al hedonismo de la intervención directa -como aplicación de técnicas concretas-


para dedicarse a la educación informativa y comprometida mediante la acción de la planificación,
la programación y la evaluación (de necesidades, recursos y programa).

De ahí que quepa resaltar la necesaria sensibilidad para captar las situaciones sociales, la
flexibilidad de su talante para rehuir soluciones estereotipadas, la imprescindible formación
permanente de recursos humanos, etc.

Y más que en los aspectos reparadores del nivel individual, el psicólogo social centra su esfuerzo
en la potenciación (empowerment) de  las capacidades psicosociales de la colectividad y de cada
uno de sus miembros en cuanto tales, preocupándose menos por el mantenimiento de las
situaciones heredadas, cuanto por la introducción de los cambios precisos, la negociación con las
instituciones sociales, la mediación entre las partes y la abogacía social (Glidwell, 1984; Knitzer,
1980) facilitando el acceso a los recursos y siendo catalizador del cambio social.

Entre las características diferenciales de uno y otro modelo cabe resaltar éstas:

Modelo Personalista Modelo Psicosocial

- Profesionalidad............................... vs Interpofesional
- Acción individual .......................... vs

- Efecto limitado ............................. vs Acción con paraprofesionales

- Acción directa .............................. vs Efecto multiplicador

Acción indirecta

2. El contexto de la intervención

Ante la actitud pasiva de quien espera (psicólogo personalista) que le vengan a la consulta, el
psicólogo social va en busca de los problemas para ayudar a su solución. Este ir supone salir del
encierro de su consulta, para adentrarse en las incomodidades de la situación en que se encuentra
la comunidad. Como miembro de la misma, está en la comunidad y parte de su ubicación para
mejor captar el problema estudiado o la necesidad analizada, Lo natural es estar en el mundo
concreto. Lo artificial es el aislamiento.

Pero algo caracteriza la actitud del psicólogo social es la aceptación de la complejidad de los
problemas y necesidades estudiados. Muy pocas cosas reducen su perspectiva al mero contorno
individual. Necesariamente es situacional. Ya que, aunque sin exclusividad, el contexto es
elemento determinante de la conducta individual.

De ahí que el modelo psicosocial exija planteamientos en profundidad, capaces de en cuenta los
orígenes históricos, pero, todo, la complejidad del momento.

No se puede pretender resolver la situación personal de un sujeto, sin tener en cuenta las redes
sistémicas en que se halla engarzado. La mera resolución del síntoma sólo permita agravar aún
más la causa del mismo. Con otras palabras: la emergencia en el tratamiento no puede hacer
olvidar lo irrelevante del síntoma frente a la dimensionalidad de la causa.

El modelo psicosocial lleva a desarrollar una Psicología que resalta la importancia de relaciones del
individuo con su entorno socioambiental. De tal manera que la relación causal es más de tipo
exógeno que endógeno. Y en la perspectiva de quienes reniegan sociobiología al pretender ésta
(Wilson, 1975, 1978) hallar en la biología las razones explicativas del comportamiento social, se
afirman en la orientación de la psicofisiología social, resaltando cómo los comportamientos
sociales inciden en las características biofisiológicas de los individuos (Fernández, 1989).

La preocupación por los contextos de acción lleva igualmente a no hipostasiar las específicas
competencias de los diferente profesionales (base de los corporativismos más acérrimos que han
cantonado pétreamente su estudio y resolución), forzando, en cambio, a que las fronteras
profesionales respondan funcionalmente a un reparto de tarea teniendo en cuenta la peculiar
capacidad de cada profesional para mejor ejercer una u otra faceta de la tarea. El reparto
de roles  se hace más posteriori que a priori: más en función de competencia real que de derechos
corporativos adquiridos. Sin negar, con ello, la diferencia preparación profesional de cada uno.
Pero como los problemas y las necesidades de la comunidad no pueden definirse de una vez por
todas, sino que han de tener en cuenta el contexto socio-histórico, de ahí que haya que mantener
unas relaciones deroles dinámicas, evolutivas, adaptativas a las diferente situaciones sociales. Lo
contrario es jugar a la compartimentación corporativa, a la inercia burocrática, a la ineficiencia y al
despilfarro social.

En consecuencia, el contexto de la intervención lleva a características contrapuestas, que


resumidamente serían:

Psicosocial Personalista

- Actividad.......................................... vs pasividad

- Interioridad ...................................... vs exterioridad a la comunidad

- Complejidad .................................... vs simplicidad

- Concepción ecológica ..................... vs concepción psicofisiológica

- Multiprofesionalidad........................ vs corporativismo

3. Intermediarios

Toda intervención implica la acción mediadora entre dos sujetos: individuales o comunitarios
(Barriga, 1987).

Ahora queremos referirnos a los intermediarios que conjuntamente con el interventor inciden en
la ejecución de la intervención. El que solicita o simplemente el que recibe la intervención. a su
vez, ejerce activamente durante el proceso, Y, por ello, se constituye en mediador. De ahí que el
cliente entre en negociación con el interventor de cara a responder a la demanda que le ha
realizado o a la oferta que se le realiza.

El intermediario puede ser un individuo o bien puede ser una comunidad.

En el modelo personalista, el intermediario es siempre un individuo, o un pequeño


grupo etiquetado  como anormal por parte de la sociedad bienpensante y dominadora. Alguien
que solicita la ayuda del experto para que le ayude a resolver o incluso le resuelva su problema. El
interventor, apoyado en su saber técnico, incide sobre el demandante en el que genera
dependencia y sumisión (relación jerárquica), más que relación de simetría, de igualdad y
colaboración. Sólo, quizá, las orientaciones humanistas y de potencial humano de la terapia actual
hacen una apelación más activa en la aportación del sujeto clínico.

En cambio, en el modelo psicosocial el intermediario es la comunidad, o un sistema social en


cuanto productores de bienestar y de recursos, o, bien al contrario, causante de la situación de
estrés social en que viven sus miembros.

Y el propio interventor no es un experto que acude desde fuera, sino un técnico, miembro de la
comunidad que aporta su bagaje profesional para desde dentro resolver los problemas, satisfacer
las necesidades y, sobre todo, realizar una tarea de prevención primaria y de promoción de cara al
mejor bienestar de la comunidad y de sus integrantes.

En este modelo, los programas para prevenir y resolver necesidades o problemas se explicitan
desde dentro de la comunidad. La actitud activa de los miembros introduce una dinámica de
responsabilidad ineludible.

Así, pues, las características diferenciales de ambos modelos serían las siguientes:

Personalista Psicosocial

- Receptor............................................... Mediador
vs
comunidad
- Individuo .............................................
vs bidireccionalidad

actitud de búsqueda
- Unidireccionalidad ..............................
vs autonomía.
- Actitud de espera ................................ Simetría.
vs
Colaboración.
- Dependencia .......................................
vs Endógena.

- Asimetría ............................................ vs Desde dentro.

- Sumisión ............................................ vs Solidaridad y altruismo

- Etiología endógena ............................ vs

- Acción desde fuera ............................ vs

- Egocentrismo ..................................... vs

4. Evaluación

En los recientes desarrollos de la metodología de intervención se insiste en la importancia que


tiene la evaluación de programas y la investigación de evaluación.

Preocupa ya no tanto la eficiencia de la intervención, objetivo que no podemos negar a cualquier


profesional del modelo personalista, cuanto la validez ecológica de la intervención, la
contextualización del programa, el adecuado análisis de la situación inicial, la operativización de
los recursos invertidos, el proceso formativo inherente a toda intervención y, finalmente, la
retroalimentación del ejercicio interventivo. Aspectos que resalta el modelo psicosocial.
Más concretamente cabe tener en cuenta la necesaria incidencia en los tres tipos de evaluación a
lo largo del proceso de intervención: la evaluación inicial, la evaluación procesual o formativo y la
evaluación final.

La evaluación inicial supone el análisis pormenorizado de la situación de partida. Conocer para


poder intervenir. Saber cuál es la demanda del cliente, tanto individual como comunitaria; cuáles
son sus recursos; cuáles los modelos teóricos según los cuales explicita tanto la demanda como los
recursos (modelo de espera y teoría de personalidad -en el modelo personalista- frente al modelo
de búsqueda y la perspectiva de la teoría sistémica, de la ecosociología -en el modelo,
psicosocial-); conocer el contexto en el que se sitúa el individuo o el grupo demandante
(instituciones especializadas versus la comunidad); cuáles son las causas de la situación
(intrapsíquicas versus sociales).

La evaluación inicial será punto necesario de referencia tanto para valorar la eficacia (recursos
totales empleados para obtener el objetivo), como la eficiencia (mínimos recursos necesarios para
obtener el objetivo).

Despilfarro socioeconómico es dedicar recursos a un tema, cuando no se analizó el punto de


partida. Nunca se podrá establecer el control relativo sobre el buen uso o mal uso de dichos
recursos. Particular importancia tiene el que se incida en la casualidad interna (modelo
personalista) o externa (modelo psicosocial) de la situación de origen.

La evaluación inicial, pues, del modelo psicosocial en nada se reduce al mero diagnóstico individual
propio del modelo personalista.

La evaluación procesual supone que todo a lo largo de la intervención en cada una de sus
diferentes etapas (programación, organización, ejecución del programa ...) el modelo psicosocial
exige una reconsideración enfeed-back  de los diferentes procesos que se desarrollan en el tiempo.

Frente al modelo personalista que se centra en el individuo, sin planificar sus servicios y en función
de las leyes del mercado en donde se paga por acto profesional, el modelo psicosocial exige la
planificación de los recursos comunitarios teniendo en cuenta los principios de: integración de
recursos, integralidad del servicio, atención continuada, igualdad de acceso y eficiencia
socioeconómica.

Y de acuerdo con esos principios la acción del profesional no necesariamente ha de ser directa,
sino que según la eficiencia y generalización del servicio se tiende a prestar atención indirecta a
través de paraprofesionales entresacados de la propia comunidad, con los que se multiplica
geométricamente el efecto educativo de la intervención.

La intervención se vuelve minuciosa, exigente, en su metodología, comparable, pública y se


constituye en escuela de formación para cuantos participan en la misma.

En esta evaluación han de participar todos como protagonistas de la misma, y no sólo el experto,
como suele suceder en el modelo personalista.
La evaluación-final supone tener en cuenta los resultados obtenidos con la intervención
comparándolos con la posición inicial.

Sin evaluación final no puede desarrollarse bien ningún programa que se considere serio y
responsable. Intervenir sin esta evaluación es más activismo y demagogia política que ejercicio
responsable en el empleo de los recursos.

Ahora bien, una vez más, si no se sabe de dónde se viene, ni a dónde se va, sólo cabe el alegre
despilfarro social, la egoísta complacencia individual y la irresponsabilidad profesional del
interventor.

Urge, en este sentido, explicitar cuáles son las finalidades de la intervención. Pues el cambio por el
cambio no supone, a priori y necesariamente, ninguna mejora.

Y así, frente a una finalidad de corte reparador, terapéutico (modelo personalista), se propone
aumentar el bienestar de los miembros de la comunidad mediante estrategias de prevención y
potenciación de la competencia individual y del entorno.

Y puestos a contraponer rasgos tendríamos los siguientes:

Personalista Psicosocial

- Lo intrapsíquico.................................. vs lo socioeconómico

- Teoría de la personalidad...................... teoría sistémica


vs
comunidad en general
- Instituciones especializadas .................
evaluación inicial, procesual y final
vs

- Eficacia ............................................. vs retroalimentación.

- Linealidad ..................................... vs Acción integrada e integral.

- Acción aislada ..................................... vs Indirecto.


Con paraprofesionales.
- Servicio directo .............................. vs

- Profesional solo ................................ vs Educativo, preventivo.

- Electo terapéutico .............................. vs Comunitaria o contextual

- Competencia individual ...................... vs

5. En conclusión

Nos hallamos, pues, ante dos modelos que suponen concepciones contrapuestas de los modelos
de vida social, de las relaciones que se establecen entre las personas, de las responsabilidades que
tiene cada cual en el entramado social, de la manera de enfocar la elaboración del currículum de
los psicólogos en formación.

Por todo ello, si hubiéramos de responder a la pregunta inicial de este artículo, habríamos de
optar por uno de los dos modelos.

Modelos que si son diametralmente opuestos, no toleran componendas en su interpretación, ni


en su ajuste a situaciones concretas. O se opta por uno, o por otro. Sin que ello suponga un
planteamiento dicotómico reduccionista (psicologista vs. sociologista).

Y no creo que podamos acudir a una alternativa de compromiso. La Psicología Social no está
capacitada para establecer un puente entre ambos, sino que necesariamente opta por el modelo
que le es propio: el modelo psicosocial.

El modelo psicosocial no es un modelo sociologista, puesto que valora y resalta la vivencia


individual de cada miembro de la comunidad y aún más: considera que el individuo existe en
cuanto miembro de esa comunidad y en cuanto ha interiorizado (en sus representaciones y en sus
categorías sociales) los valores del medio social en que vive.

Los estudiantes de Psicología, en los actuales planes de estudio, están prácticamente abocados a
desempeñar intervenciones ajustadas al modelo personalista. De ahí la fuerte demanda de
estudiantes que pretenden más tarde ejercer en el campo de la clínica individual, dentro de una
concepción de Psicología capitalista que ajusta su ejercicio profesional a las leyes de la oferta y la
demanda del mercado psicológico.

Ahora, cuando en todas las universidades se ha de rematar el proyecto de reforma de los planes
de estudios, disponemos de una ocasión adecuada para, por encima de intereses corporativistas
del profesorado, garantizar unos currículos plenamente adaptados a las exigencias
sociocomunitarias de la población y en consonancia con la sensibilidad solidaria del bienestar que
por doquier se expone en los foros internacionales.

La intervención psicológica, dentro del modelo personalista, si no queremos que se convierta en


exclusiva fontanería chapucera, necesariamente ha de inscribirse dentro de los compromisos
solidarios de una comunidad concreta. E incluso el esfuerzo orientado a disminuir el dolor y el
sufrimiento (radicado necesariamente en el individuo), sólo halla el enfoque más definitivo cuando
se resalta la implicación de la comunidad tanto en su etiología como en los efectos consiguientes.

Psicología ¿sí?, Psicología ¿no? No a una Psicología individualista, egocéntrica, pasiva, personalista.
Si a una Psicología ecológica, activa, solidaria, comunitaria, psicosocial.

EL ROL DEL PSICOLOGO DE LA INTERVENCION SOCIAL

Jaume Garau Salas

Coordinador Estatal, Vocal Junta de Gobierno Estatal


Este Documento pretende ser el marco de referencia del Colegio Oficial de Psicólogos de España
para todos aquellos profesionales que trabajan en el Area de Psicología de la Intervención Social.
Ha sido elaborado por el equipo de trabajo que se reseña al final, después de un largo periodo de
trabajo que se inicia en el verano de 1994 y termina ahora, después de varias reuniones con la
Comisión de Expertos y diversas reuniones de la CESS, con la participación de otros Especialistas
de las diferentes Delegaciones.

En este momento de su publicación, ya ha sido aprobado por la CESS en su última reunión del mes
de noviembre y será aprobado por la Junta de Gobierno el próximo mes de mayo. Este documento
pretende ser la guía que nos permitirá afrontar con mayor seguridad las múltiples conversaciones
que debemos mantener con el sector universitario, con otros colegios profesionales, con la
administración pública y sobre todo, como guía para avanzar en la creación de las secciones o
asociaciones profesionales y las futuras acreditaciones.

INTRODUCCION

La Psicología de la Intervención Social es una actividad profesional de una de las ramas de la


Psicología que en su evolución histórica surge como respuesta a la necesidad de analizar y/o
actuar sobre los problemas de las interacciones personales y su entorno en los diversos contextos
sociales. Su continua acción, reflexión e investigación tiene como principal marco de referencia la
Psicología Social, además de la Sociología, la Antropología y otras disciplinas afines. Su desarrollo
en el mundo occidental ha venido de la mano principalmente de los Servicios Personales, aunque
no se limita a este campo de actuación; sino, que abarca muchos otros contextos de la interacción
humana.

La Psicología de la Intervención Social se centra, con mayor frecuencia, en problemas o cuestiones


sociales que se dan en el seno de sistemas o procesos sociales complejos, multifacéticos y
dinámicos. A partir de un estado inicial dado, intenta alcanzar un estado o estructura final definida
por unos objetivos que incluyen la resolución o disolución de los problemas. Aplica estrategias y
técnicas de intervención múltiples a varios niveles desde un estilo activo de prestación de servicios
y con criterios organizativos centrados en la atención y participación de la persona.

OBJETIVOS

La Psicología de la Intervención Social busca mejorar la calidad de vida y el bienestar de las


personas tanto en situaciones de normalidad y conflicto, como en las de necesidad o carencia.

El Psicólogo de la Intervención Social trata de generar o mejorar aquellas capacidades y


habilidades para que las personas, grupos, instituciones y comunidades, puedan analizar mejor su
realidad social, situarse adecuadamente frente a las diferentes opciones que se le presentan y
encontrar soluciones idóneas a sus necesidades.
Por otra parte el Psicólogo de la Intervención Social trabaja facilitando la superación de las
resistencias individuales y colectivas que impiden un mejor posicionamiento ante el conflicto o
situación.

En último término, el objetivo del Psicólogo de la Intervención Social es el cambio psicosocial que
pretende hacer a los colectivos y a las personas más capaces en su relación con lo que les rodea;
persigue reducir o prevenir las situaciones de riesgo social y personal y promover el bienestar de la
comunidad, ya sea solucionando problemas o promocionando la calidad de vida.

EL OBJETO DEL PSICOLOGO DE LA INTERVENCION SOCIAL

El principal objeto del Psicólogo de la Intervención Social es la interacción social, vista como un
continuo, con sus antecedentes o condicionantes previos, su situación actual y su dimensión de
futuro.

Toda interacción social se da siempre en una continua dialéctica donde las personas, los grupos,
las instituciones y las comunidades se encuentran más capacitados o más marginales frente a la
posibilidad de conseguir sus objetivos. La marginalidad supone una pérdida de poder y capacidad
para la autonomía del individuo respecto a los condicionamientos de su entorno. Es ahí, en la
capacitación y potenciación de los colectivos y las personas donde trabaja el Psicólogo de la
Intervención Social.

Este objeto de intervención puede observarse desde múltiples niveles:

a) Nivel Estructural: grandes orientaciones sociopolíticas que se concretan en leyes, planes, redes


de recursos, etc.

b) Nivel Comunitario: las diferentes instituciones, organizaciones y grupos, de carácter público o


privado, así como, las redes de relaciones e intercambios que se dan entre grupos y colectivos.

c) Nivel Individual: los comportamientos, emociones, actitudes de las relaciones interpersonales


en su grupo de convivencia y su entorno inmediato.

METODOS, TECNICAS E INSTRUMENTOS DE TRABAJO

Además de los instrumentos de diagnóstico, valoración, planificación e intervención comunes a


otras ramas de la Psicología, el Psicólogo de la Intervención Social usa frecuentemente, los
siguientes métodos de trabajo:

Ecología Social

Elaborando los mapas de redes o relaciones vecinales e interviniendo en los procesos de


interacción de grupos o instituciones en un territorio determinado.

Análisis e Intervención Institucional


Consiste en descubrir y hacer aflorar los factores que impiden el desarrollo de los fines de las
instituciones u organizaciones para las que trabaja, así como realizar análisis de sus
potencialidades y sus dificultades y ayudar a establecer planes estratégicos para resolverlas.

Intervención Grupal

Tanto con clientes de servicios como con usuarios y profesionales en sus múltiples variedades y
objetivos. El Psicólogo de la Intervención Social trabaja frecuentemente con grupos para
desarrollar mejor las habilidades de trabajo en equipo, de ayuda mutua, de solidaridad social, de
participación ciudadana, etc.

Análisis e Intervención Familiar

Entendiendo a la familia como un conjunto dinámico de interacciones internas y externas y


aplicando estrategias adecuadas de intervención.

Desarrollo Individual

Mediante todo tipo de instrumentos y técnicas de capacitación social, frente a los escenarios
sociales más importantes.

FUNCIONES BASICAS DEL PSICOLOGO DE LA INTERVENCION SOCIAL

Se observan, en la práctica profesional habitual del Psicólogo de la Intervención Social, las


siguientes funciones básicas:

Atención Directa

Consiste en las acciones directas sobre los clientes de servicios públicos o privados, ya sea con un
fin de promoción, de prevención o reinserción.

Asesoramiento y Consultoría

Prescripciones técnicas dirigidas al personal o a la dirección de programas o servicios, respecto de


su funcionamiento, implementación, opciones alternativas, superación de crisis, etc.

Formación

Diseño, realización o evaluación de programas formativos para diferentes colectivos, instituciones,


u organizaciones, así como en la enseñanza universitaria, con el fin de mejorar o desarrollar
nuevos conocimientos o nuevas habilidades sociales.

Investigación y Evaluación

Realización de prospecciones, estudios, valoraciones y evaluaciones de planes o programas, así


como la confección de informes de viabilidad de proyectos, servicios, instituciones ,etc.

Supervisión
De las tareas de los Psicólogos de la Intervención Social, especialmente en las etapas iniciales de su
ejercicio profesional.

Planificación y Programación

Elaboración de planes y programas de actuación.

Dirección y Gestión

En servicios, programas e instituciones públicas o privadas.

AREAS, SECTORES O COLECTIVOS DE INTERVENCION

Comunidad

Actuando en el desarrollo del bienestar social, calidad de vida y la capacitación colectiva para
promocionar y resolver problemáticas que les afectan o para una mayor autonomía de las
personas. Interviniendo sobre los factores que facilitan los fenómenos de exclusión,
discriminación, racismo y xenofobia.

Familia y otras Unidades de Convivencia

Facilitando el desarrollo de las capacidades de protección, seguridad, alimentación, educación y


evitando la influencia de los factores que desestructuran la convivencia para el cumplimiento de
las funciones señaladas.

Infancia

Desarrollando los derechos sociales que protegen al menor, potenciando su pleno desarrollo, así
como evitando y disminuyendo los impactos de situaciones de malos tratos, abusos y explotación
social.

Juventud

Con intervenciones que facilitan la integración, la promoción, la corrección de situaciones


deficitarias o de riesgo características de la juventud actual, desde una óptica muy participativa.

Mujeres

Avanzando de la igualdad jurídica a la igualdad real y trabajando para superar los obstáculos
psicosociales que impiden o dificultan este proceso.

Mayores

Colaborando en la definición y el proceso de construcción del nuevo rol que los mayores deben
jugar en los ámbitos sociales y económicos del futuro, así como atendiendo las necesidades del
proceso individual de envejecimiento desde la óptica de la máxima autonomía y convivencia
social.
Discapacitados

Tanto en su diagnóstico como en su rehabilitación e integración social, encontramos al Psicólogo


de la Intervención Social actuando en todo tipo de servicios y programas dirigidos a las personas
discapacitadas y a sus entornos sociales, familiares, y laborales.

Drogodependientes

Actuando en el proceso global de rehabilitación del drogodependiente, ayudando a la


reestructuración individual, familiar y social en un estilo de vida sin drogas o en programas de
mantenimiento de la máxima calidad de vida.

Minorias Sociales

Interviniendo en los problemas psicosociales que tienen las Minorías étnicas, los refugiados, los
transeúntes, los inmigrantes forzosos, las personas reclusas, etc, para su autonomía, su mejor
integración y su lucha por la igualdad y la no exclusión social.

Cooperación para el Desarrollo

En intercambios internacionales con otros países encontramos la figura del Psicólogo de la


Intervención Social ayudando a potenciar las instituciones y programas dirigidos a mejorar sus
capacidades de desarrollo y los derechos humanos.

Medio Ambiente

En la prevención de impactos medioambientales de cualquier acción social, urbanística o


industrial, con el fin de mejorar el hábitat de los ciudadanos.

Medios de Comunicación Social

El Psicólogo de la Intervención Social actúa en esta área con el fin de mejorar los hábitos de
consumo, de participación social y de concienciación de los problemas ciudadanos.

Turismo y Ocio

En el desarrollo de una mejor capacitación de los recursos humanos y en la adquisición de nuevos


hábitos de ocio y tiempo libre que las actividades turísticas y de intercambios culturales ofrece
nuestra sociedad de fin de siglo.

CONSIDERACIONES FINALES

Esta breve definición del Rol del Psicólogo de la Intervención Social conlleva un marco de
referencia ético y de comportamiento profesional que va más allá del código estrictamente
deontológico de nuestra profesión.
Entendemos que el Psicólogo de la Intervención Social tiene que tener un fuerte compromiso con
los valores de la solidaridad entre personas, pueblos y razas, por encima de los valores ideológicos
partidistas.

Al mismo tiempo no está de más hacer notar la importancia de las relaciones interprofesionales en
la mayoría de casos en que este rol se desempeña. Ello lleva implícita la necesidad de que el
Psicólogo de la Intervención Social sepa desarrollar habilidades de diálogo, participación y respeto
por las demás profesiones que actúan sobre el cambio interpersonal y social.

La búsqueda de la calidad de vida de las personas y del bienestar de las comunidades ha de


integrarse en la concepción de una ética global que contemple el respeto estricto por los derechos
humanos y libertades de los individuos y de los pueblos, así como, el respeto a los demás seres
vivos y al entorno medioambiental, promoviendo un desarrollo sostenible del planeta que
garantice una mejor calidad de vida a las futuras generaciones.

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