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Ser un discípulo

VERSÍCULO PARA MEMORIZAR: Lucas 9:23-24


ESTUDIO BÍBLICO: Lucas 5:1-11
LECTURA: Demanda toda mi persona

Enseñanza principal

¿Qué es un discípulo?

Un discípulo es alguien que responde con fe y obediencia al llamamien-


to misericordioso de Jesucristo. Ser un discípulo es un proceso de por
vida de negarse a sí mismo y de dejar que Jesucristo viva en nosotros.

1. Identifica palabras clave o expresiones clave en la pregunta y la res-


puesta, y explica en tus propias palabras lo que significan.

2. Reescribe esta verdad con tus propias palabras.

3. ¿Qué preguntas o temas te vienen a la mente al pensar en esta verdad?

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MANUAL DEL DISCIPULADO

Estudio del versículo para memorizar

Jesús nunca engañó a nadie dándole una visión falsa o equivocada de lo


que significaba seguirle. De forma clara explicó cuáles eran las condi-
ciones y los beneficios de ser uno de sus discípulos.

1. Veamos el contexto: Lee Lucas 9:18-27. ¿Cuál es el contexto en el


que Jesús llama a sus discípulos?

2. Los versículos para memorizar son Lucas 9:23-24. Cópialos en este


espacio.

3. ¿Qué significa negarse a uno mismo?

4. Busca, en tu propia experiencia, formas en las que intentas salvar tu


vida.

5. ¿Por qué salvas tu vida cuando la pierdes por causa de Jesús?

6. ¿Qué te han enseñando estos versículos esta semana?

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Estudio Bíblico Inductivo

El magnetismo y poder de la persona de Jesús son la base de nuestra fe.


En este pasaje veremos que Pedro se encuentra con un Jesús que tiene
un doble impacto sobre su vida: por un lado, Pedro siente por Jesús una
atracción irresistible, y por otro, le produce pavor.

1. Lee Lucas 5:1-11. Describe cuál es el contexto en el que se da esta


pesca milagrosa (v. 1-3).

2. ¿Qué intentaba demostrar Jesús sobre sí mismo cuando ordenó: “Id a


la parte más profunda y echad allí vuestras redes para pescar”? (v. 4).

3. Fíjate en la reacción de Pedro ante esta pesca milagrosa (v. 8). ¿Por
qué reacciona así?

4. ¿Qué significa ser “pescador de hombres” (v. 10)?

5. En el versículo 11 Lucas nos dice que los discípulos “lo dejaron todo
y le siguieron”. ¿Qué es lo que dejaron? (Tened en cuenta que esto ocu-
rrió después de un día redondo para el negocio).

6. ¿Cómo describirías el poder de la persona de Jesús?

7. ¿Qué implicaciones tiene para ti la enseñanza de este pasaje?

8. ¿Qué versículo o versículos te han impactado de forma especial? Es-


cribe los versículos clave con tus propias palabras.

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Lectura: Demanda toda mi persona


Darrell Johnson

“La vida es difícil”. Así empieza el libro The Road Less Traveled 1 [El
camino menos viajado] de M. Scott Peck (autor de Los Siete Hábitos de
las Personas Altamente Efectivas).
Hay muchas personas que no son capaces de ver esta verdad. Mucha
gente cree que la vida debería ser fácil. El camino más viajado es el de la
queja ante las dificultades de la vida. El camino menos viajado es el de
la aceptación de las dificultades de la vida, aceptación que te ayuda a
enfrentarlas.
Lo que M. Scott Peck dice sobre la vida en general es aplicable tam-
bién a la vida con Jesús. El discipulado es difícil. Seguir a Jesús tiene un
precio. En el Sermón del Monte Jesús dejó bien claro que vivir con Él
suponía ir por el camino menos viajado. “Entrad por la puerta estrecha;
porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición,
y muchos son los que entran por ella. Pero estrecha es la puerta, y
angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”
(Mateo 7:13-14).
Jesús promete dar a todos los que le sigan vida abundante (Juan 10:10),
pero también deja bien claro desde el principio que seguirle es difícil y
costoso. Nos llama a seguirle por el camino menos viajado.

La verdadera identidad de Jesús


Marcos 8:27-35 podría ser una de las enseñanzas más duras de Jesús.
Jesús y sus discípulos estaban viajando por las aldeas alrededor de Ce-
sarea de Filipo, una ciudad al norte del Mar de Galilea. Cesara de Filipo
era un ciudad plural, una ciudad con una herencia filosófica y religiosa
muy rica y diversa. Durante su ministerio, Jesús había hecho y dicho
cosas que habían provocado que la gente se preguntara: “¿Quién es este
hombre?”. En Cesarea de Filipo Jesús les preguntó a sus discípulos:
“¿Quién dicen los hombres que soy yo?”. Después de recibir varias res-
puestas, Jesús les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy?”. Pedro,
hablando por los doce, dijo: “Tú eres el Cristo” (v. 29; Mateo 16:16).
Jesús aceptó la respuesta de los discípulos, pero inmediatamente
empezó a describir títulos como el de Mesías o Hijo de Dios de una
forma fuera de lo esperado. “El Hijo del Hombre”, el título que Jesús

1 M. Scott Peck, The Road Less Traveled (New York: Simon & Schuster, 1978), p. 15.

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prefería, “debe padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por
los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitado
después de tres días” (v. 31). Jesús sabía que tenía que marcharse de
Cesarea de Filipo e ir hacia Jerusalén. Y sabía que en Jerusalén iba a
sufrir. Y no solo eso, sino que iba a ser desechado, asesinado y crucifica-
do. Y luego iba a resucitar.
Pedro no podía creer lo que Jesús estaba diciendo. “¡No, Señor!¡Eso
no te puede pasar!” (Mateo 16:22). El sufrimiento y la muerte no entra-
ban dentro del concepto que Pedro tenía del Mesías. El Mesías viene en
gloria y poder.
Pedro también sabía cuál sería la implicación de seguir a un Mesías
así. Sin la crucifixión del Maestro, no había resurrección; del mismo
modo, sin la crucifixión de los discípulos, tampoco había resurrección.
Pedro se había convertido en el portavoz del tentador, repitiendo la ten-
tación que Jesús había resistido en el desierto.

El camino menos viajado que Jesús propone


Desde aquel día Jesús caminó y enseñó el camino menos viajado, el
camino que lleva a la resurrección pasando, obviamente, por la cruz. En
ese camino hay muchas encrucijadas donde se ofrecen otros caminos
que evitan pasar por la cruz, pero todos ellos al final se convierten en un
camino sin salida. Solo hay un camino que lleva a la vida. Ese camino
acaba al otro lado de la tumba vacía, y solo podemos llegar allí a través
de la cruz.
Jesús enseñó esta dura verdad a sus discípulos, pero también a las
multitudes. William Barclay observó acertadamente: “Nadie puede de-
cir que Jesús le ha engañado, dándole falsas promesas. Jesús nunca in-
tentó sobornar a nadie ofreciéndole un camino fácil”.2 Jesús fue claro
con cualquier seguidor que no estuviera dispuesto a comprometerse en
serio: “Si alguno quiere ser mi discípulo, y espero que queráis pues yo
os puedo dar vida abundante, tiene que estar dispuesto a pagar el precio”
(ver Marcos 8:34-35).
Véase que usa la partícula condicional “si”. Ese “si” refleja que Je-
sús está reconociendo que tenemos libertad de elección. Un joven rico
escuchó el llamamiento de Jesús a ser su discípulo, pero luego se mar-
chó por otra dirección (Marcos 10:17-22). Entendió cuál era el precio,

2 William Barclay, The Gospel of Mark (Philadephia: Westminster Press, 1954),


p. 201.

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pensó que era demasiado alto, y no quiso pagarlo. Marcos nos cuenta
que Jesús miró a aquel joven con amor (v. 21), aun sabiendo cuál iba a
ser su elección. Jesús no salió corriendo detrás de él, ni cambió las con-
diciones del discipulado. Jesús dijo: “Calcula el precio” (Lucas 14:28).
“Me llamas Mesías, el Cristo. ¿Quieres seguirme? Si es así, tienes que
entender a dónde voy, y entender que si me sigues, pasarás por lo mismo
que yo”.3
Jesús usa tres expresiones que recogen muy bien cómo se ha de ha-
cer el camino menos viajado: niégate a ti mismo, toma tu cruz, y pierde
tu vida por mi causa.
Niégate a ti mismo. Ésta es, quizá, una de las ordenanzas de nuestro
Señor que más se han malinterpretado. La palabra que Marcos usa
en 8:34 significa “resistir” o “rechazar”, o sea, “decir no”.
La expresión “negarse a uno mismo” se usa en bastantes textos del
Nuevo Testamento. Por ejemplo, en Marcos 14:71 Jesús había sido arres-
tado, y cuando le llevan ante el Concilio, Pedro está fuera en el patio
calentándose al fuego. Tres veces le acusaron de conocer a Jesús. Pero
él empezó a maldecir y a jurar: “No conozco a este hombre de quien
habláis”. Pedro negó saber quién era Jesús.
Negarte a ti mismo quizá suponga tener que renunciar a cosas, pero
eso no es lo que Jesús está diciendo. Ni tampoco quiere decir que renun-
cies al valor que tienes, ni que renuncies a tus sentimientos. Y aunque
algunos digan que si estás disfrutando de tu fe en Jesús algo debe ir mal, la
verdad es que tampoco tenemos que renunciar a nuestra felicidad. Y, por
último, negarte a ti mismo tampoco quiere decir renunciar a tu inteligencia.
Negarte a ti mismo quiere decir negarte a ser el señor de tu vida.
Significa decirle “no” al dios que tienes dentro de ti, rechazar las exi-
gencias de ese dios que hay en ti, negarte a obedecer al dios que hay en
ti. Jesús nos llama a que le digamos “no” a nuestro yo, para que así
podamos decirle “sí” a Él.4
Toma tu cruz. Esta expresión también se ha interpretado mal en mu-
chas ocasiones. Mucha gente la usa para referirse a soportar una enfer-
medad o una discapacidad, una experiencia negativa o una relación
molesta: “Esta es la cruz que me ha tocado”. Pero las palabras de Jesús
iban mucho más allá. “Las palabras de Jesús debieron de sonar a los

3 F. F. Bruce, The Hard Sayings of Jesus (Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press,
1983), p. 151.
4 William Lane, The Gospel According to Mark (Grand Rapids, Mich.: Eerdmans,
1974), p. 307.

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oídos de los discípulos y de la demás gente que estaba escuchando como


algo repugnante”.5 Aquellas palabras enseguida evocarían en las men-
tes de los oyentes la imagen de un criminal, al que se le hace cargar un
trozo de la cruz en la que se le va a ejecutar de forma pública.
Los criminales solo cargaban la cruz si se les había sentenciado a
muerte. Cuando un criminal cargaba su propia cruz por las calles, ya era
hombre muerto. Su vida había acabado. Un hombre que se dirigía a su
ejecución pública “estaba obligado a abandonar todas sus esperanzas o
todas sus ambiciones en esta Tierra”.6 Jesús llama a sus discípulos a que
piensen en ellos mismos como personas que están muertas, a que entie-
rren todas sus esperanzas y sueños en este mundo, a que entierren los
planes que hayan hecho. Y Él resucitará esos sueños o los sustituirá con
sus propios sueños o planes.
Esta enseñanza es bastante dura, pero también muy liberadora. La
esclavitud humana en todas sus formas no es más que el resultado de
haber querido ser nuestros propios dioses. Obtenemos la libertad cuan-
do descendemos del trono que un día usurpamos, cuando decimos “no”,
cuando vivimos como si el dios que hay en nosotros ya hubiese muerto.
Pierde tu vida por mi causa. ¡Vaya paradoja! Nos encontramos a
nosotros mismos cuando perdemos nuestra vida por causa de Jesús. ¿Y
cómo perdemos nuestra vida por su causa? Invirtiendo todo lo que so-
mos y todo lo que tenemos por Él y por el Evangelio. Diciéndole: “Aquí
tienes mi casa, mi libreta bancaria, mis talentos y mis dones, mi mente,
mi corazón, mis manos, mis pies, mi boca. Todo es tuyo. Úsalo para tu
gloria y para el avance de tus propósitos en la Tierra”.
Según la mentalidad humana, ésta es una afirmación muy arriesga-
da. Pero al final, cuando la Historia llegue a su fin, ¿qué es lo que va a
contar? Lo único que va a contar es el Reino de Dios. La única inversión
que valdrá para algo será la inversión que hayamos hecho en el Reino de
Dios. Los que van por el camino menos viajado, el camino en el que uno
pierde su vida por causa de Cristo, acaban por ganar lo único que impor-
ta. Jim Elliot lo resume muy bien: “No es necio el que da lo que no
puede guardar para ganar lo que no puede perder”.
Por eso Pablo dijo a los filipenses, con gran gozo:
“Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida
por amor de Cristo (…) yo estimo como pérdida todas las cosas en

5 Ibíd., p. 207.
6 Bruce, Hard Sayings, p. 150.

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vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por


quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a
Cristo (…) y conocerle a Él, el poder de su resurrección y la parti-
cipación en sus padecimientos, llegando a ser como Él en su muerte, a
fin de llegar a la resurrección de entre los muertos.” (Filipenses 3:7-11)

Acepta el reto
¿Cuáles son las evidencias de que aún no hemos tomado en serio el reto
que Jesús nos lanza? Las evidencias abundan en nuestras iglesias, y se
manifiestan en forma de envidia por no tener lo que otros tienen; com-
petición, pues siempre queremos lograr más cosas que la persona que
tenemos al lado; espíritu de discusión, pues siempre queremos tener la
razón; sensibilidad exagerada, que nos lleva a sentirnos heridos cuando
nuestro trabajo no se reconoce, o a querer que la gente sepa a todo lo que
hemos renunciado por causa de Cristo. Creemos que merecemos las cosas
que tenemos, nuestra casa, nuestro coche. Planificamos nuestro futuro
sin pensar en el Reino de Dios y gastamos los recursos que tenemos en
construir nuestro propio reino. Usamos los dones de Dios para el avance
de nuestro nombre, de nuestra reputación.
Pero, “si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, seguirá siendo
un solo grano; pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24). El cami-
no a la resurrección pasa por la crucifixión. El camino hacia la vida
nueva pasa por la muerte de la antigua. Jesús nos llama a ir por ese
camino, el camino que Él hizo.

Estudio de la Lectura

1. ¿Estás de acuerdo con las siguientes palabras de Peck: “La vida es


difícil… Una vez que vemos la realidad, la ignoramos, vivimos como si
la realidad fuera otra”? ¿Por qué sí? ¿O por qué no?

2. ¿Por qué le resultó difícil a Pedro aceptar que Jesús debía morir en
manos de los líderes religiosos?

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¿Por qué aún nos cuesta aceptarlo?

3. En la lectura aparecen varias descripciones erróneas de “negarse a sí


mismo”. ¿Acaso coincide con tu forma de pensar? O, ¿conoces a al-
guien que piense así?

4. Según el autor, “tomar tu cruz” significa que tu vida ya ha acabado.


¿Qué quiere decir esto, y cuál es tu reacción?

5. ¿Cómo encontramos nuestra vida si la perdemos?

6. La lectura acaba identificando algunas evidencias de que no tomamos


en serio estas enseñanzas tan radicales de Jesús. Piensa en ti mismo.
¿Crees que es cierto?

7. ¿Tienes alguna pregunta sobre la lectura?

8. ¿La lectura te ha mostrado algún pecado? ¿Te reta? ¿Te consuela?


Explica por qué.

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