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NOTAS V DISCUSIONES

NOTA BIBLIOGRÁFICA. OBRAS CITADAS DE MARfA ZAMBRANO

«La ciudad ausente», El Manantial (Segovía), n," alma, Buenos Aires, Losada, 1950; yen Madrid.
4 (julio-agosto 1928). Alianza, 1987.
«Falla y su "rerablo"», Hoja Literaria, n," 3 (marzo «Filosofía y poesías, Publicaciones de la Universi-
1933), dad Michoacarla (Morelía, México) (1939); en
«Nostalgia de la tierra», Los e.lafro Vientos (Ma- Obras reunidas, Madrid, Aguilar, 1971, Col. Es·
drid), n," 2 (abril 1993), pp, 108·113. tudlos Literarios; y en México, FeE. 1987.
«¿Por qué se escribe?". Revista de Occidente (Ma- El hombre y lo divino, México, FeE, 1955; y en
drid), t. XUV, n," 132 (junio 1934). pp. 318-328; Madrid, Síruela, 1992.
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Losada, 1950; yen Madrid. Alianza, 1987. De la aurora, Madrid, Turner, 1986.
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1934), pp. 261-276; en Hacia Ufl saber sobre el Los sueños y el tiempo, Madrid, Siruela, 1992. .

Estrategias narrativas en la construcción


de la identidad

JOSÉ MIGUEL MARlNAS


Instituto de Filosofía, CSIC

Es en la frontera donde la identidad los procesos de las moralidades y los


queda más definida.' estilos de vida, incide especialmente en
las formas discursivas de la elabora-
Discurrir sobre la identidad es una ción de las identidades," Y ello en la
práctica que, además de otras caracte- medida en que los sujetos contemporá-
rísticas propias, ha experimentado un neos, en sus posibilidades de autono-
desplazamiento fundamental. Si Léví- mía, se definen entre escenarios y rela-
Strauss, en su célebre seminario," afir- tos múltiples. La cuestión de la identi-
maba ya en los setenta que el momen- dad se desplaza claramente, y no sólo
to era bueno, precisamente por lo pa- en el campo del análisis de las morali-
sado de moda que caracterizaba al "tó- dades, desde un abordaje anta-antro-
pico» de la identidad, la situación ac- pológico hacia una perspectiva socio-
tual supera la ironía del maestro para lógica" y discursiva.
enfrentarnos con una nueva vigencia Pero esta perspectiva no obedece a
de aquel tópico. Los procesos de rede- una simple mutación en el instrumen-
finición conflictiva de las identidades tal analítico, sino a un cambio del con-
en el presente hacen de su reflexión y texto del objeto mismo. La multírrefe-
debate algo que convoca a los gremios rencialídad de la identidad contempo-
-incluido el de especialistas en mo- ránea, el hecho de que origen, género,
das- y, a la letra. los desborda. clase sean categorías en definición
Una de la vías reflexivas sobre este continua y ninguna de ellas por sí sola
campo de problemas, la que analiza proporcione un relato, un referente na-

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rrativo bastante para indicarla, consti- mediaciones discursivas (que no asimila


tuye un exponente del desplazamiento identidad con palabras dichas, sino con
del problema. De una tradición de in- las condiciones y conflictos del decir)
dagación de la identidad regida por la se abre progresivamente al campo de la
lógica de la identidad y la quidditas, la narraiividad. No sólo son los procedi-
pregunta se desplaza hacia las dimen- mientos de evaluación discursiva res-
siones éticas y narrativas de sus proce- pecto a normas (para abreviar, discurso
dimientos de construcción. Del etique- normativo), o los procedimientos argu-
tado de la identidad estantes se pasa a mentativos de deliberación (discurso
descifrar la identidad transterminante, argumentativo),' sino directamente y
es decir la pluralidad de escenarios, cada vez más los relatos (discurso na-
papeles, y relatos explicativos atravesa- rrativo) los que aparecen como lugares
dos por los sujetos. privilegiados para pensar la trama de la
Por procedimientos de construcción identidad actual.
de la identidad podemos entender los Ya sean relatos heredados, negados,
recursos simbólicos y discursivos en o redefinidos, vinculados a los papeles
los que cada sujeto reflexiona el orden supuestamente originarios (edad, géne-
social. Los reflexiona en sí mismo, en ro), O a los autoconstruidos (la profe-
orden a su autodefinición a través de sión), o bien a otros papeles que mar-
los relatos sociales en los que participa can la afinidad (las subculturas), el
desde su inicio biográfico. Lo que peso de lo narrativo se incrementa.
quiere decir que se apropia de ellos, y Para armonizar y domesticar, como las
los trans-grede, para nombrarse en historias de vida muestran, lo exterior
cada nuevo escenario que transita. De sin dejar de nombrar lo íntimo. Para
este modo, la perspectiva socio-discur- practicar con sus recursos alguna for-
siva presupone tres aspectos teóricos y ma de sutura entre escenarios de iden-
metodológicos que conviene destacar. tidad que no es que sean anémicos
El primero de ellos es la sustitución sino polinormativos, pues imponen
contextual de la pregunta ontológica. formas de legitimación y códigos con-
Entendiendo que contexto no es un tradictorios. Pero también para resca-
mero marco de la acción (lo que es cir- tar la posibilidad de decirse de cada
cum-stante), sino las prácticas y dis- uno de los sujetos, que se afirman o
cursos que se tejen con el relato de la tratan de contarse, entre los discursos
identidad en cada uno de sus desplaza- poderosos o instrumentales. Con des-
mientos. No hay pregunta por la quid- igual peso de lo transmitido, lo elabo-
ditas, por el quién soy, o qué soy, sin el rado y comunicable, o lo imaginario.
rodeo -si se quiere en el sentido hege- Procesos narrativos de identidad, que
liano- por los escenarios en los que no son sólo periféricos y que, en otro
circulan los relatos que me constituyen lugar/ hemos caracterizado como sín-
y comparto o combato. Escenarios del toma biográfico.
linaje, del trabajo o de la afinidad. En El tercero es el carácter estratégico de
la cifra ajena de esa pluralidad reco- los relatos de identidad. Lo cual no los
nozco mi propia pluralidad que debo equipara sin más a un discurso instru-
descifrar. La tarea narrativa es lograr mental (contar para imponer, acaso sí
una cifra que no cierre y me haga to- contar para seducir). Ante la amenaza
talmente disponible, a la letra, enaje- de la caída del discurso por la ritualí-
nado. Sino una cifra propia. zacíón, o su correlato, la caída en el
El segundo es que la atención a las consumo de lo imaginario sin media-

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dones, aparece el esfuerzo -desigual una larga posguerra mundial- en


según los grupos sociales- por lograr un orden del consumo en el que, ade-
(conquistar estratégicamente) una dis- más del desplazamiento de las posicio-
tancia, un espacio para el relato perso- nes identificadoras (la clase. la profe-
nal. En donde además de la tarea de sión: Beruf), vuelven aquellos antiguos
comprensión, de reconocimiento, que relatos y retóricas como (muevas» re-
el relatar efectúa," se da un proceso de servas.
distanciamiento de la integración. Es
decir, se mantiene abierta, no se cierra Contar y contarse
con los mitos vigentes, la pregunta por
el proceso generador de la identidad. Cuando hablamos de estrategia echa-
Contarse para identificarse no es mos mano de un concepto que circula
sólo recorrer el entramado o la secuen- en el terreno de las ciencias sociales!'
cia de posiciones de rol, categorías so- pero que impone, por lo acotado de los
ciales y sociológicas, psicológicas o paradigmas en los que arraiga, una li-
historiográficas que uno puede ir ocu- mitación que lo distorsiona. Si bien
pando. Implica, sobre todo, reconocer presupone una visión constructiva y
en el discurso a los productores de los procesual de los fenómenos sociales
relatos heredados (familiares, comuni- y discursivos, tiende a reducir estos
tarios, societarios), a los participantes ---con un padrinazgo conductista más
de los propios relatos y sus respectivas o menos reconocido- a un repertorio
reglas de interlocución. de posibilidades ritualízadas, regidas
La identidad adquiere, pues, el ran- por la lógica de juegos. Recorta, esto
go de los procedimientos de identifica- es, deja fuera, los repertorios simbóli-
ción y des identificación narrados, sedi- cos, entre ellos los narrativos, que no
mentados, reformulados. No sólo en el sólo cambian los contenidos de la es-
sentido personal (la novela familiar, de trategia interactiva, sino sus mismas
la que Freud hablara) sino también en formas, entendidas estas no corno esta-
el sentido de los metarrelatos que pro- dios O topoi (de partida o de llegada)
porcionan los grandes modelos identí- sino como procedimientos de transi-
fícatoríos." En estos, el desplazamiento ción, de identificación y desídentífíca-
de formas de identidad racionales (en ción continuas.
el sentido de la pregunta de Haber- En este sentido, es posible y aun
mas)!" a formas aparentemente menos fructífero, recuperar las perspectivas
racionales -por no darse primordial- que no segmentan entre acción estraté-
mente en discursos normativos o argu- gica y discurso estratégico, sino que
mentativos- nos centra de nuevo en los entienden como formas en las que
la problemática contextual, en el senti- los sujetos sociales (valga la redunda-
do dicho. da) modifican sus posiciones, sus mo-
La racionalidad (Y, consiguientemen- dos de autopresentación y reconoci-
te, la articulación de la identidad); su- miento, sus acuerdos y conflictos y la
puestamente perdida, pudiera ser sen- propia categorización de sus identida-
cillamente la del orden de la produc- des. Las de género frente a sexo," cur-
ción que pretendía haber liquidado al so vital frente a edad, clase frente a
Antiguo Régimen (y sus relatos de estatus, migraciones frente a hábitat
identificación). Su crisis abre el plan- y mestizaje frente a etnia." Entendien-
teamiento de las formas de identidad . do que los términos primeros supo-
-en un proceso que lleva al menos nen una renominación que pretende

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abrir el cierre de los mitos determi- tro) integrando (trata de procurar no


nistas presupuestos en los términos una integración suturadora de todos
segundos. Estos no son s610 sociológi- los que soy, sino una integridad).
cos sino que circulan en los relatos so-
ciales. De la topologfa a la tropologia
La estrategia discursiva no se con-
funde con la táctica diseminada en las Nuestra perspectiva clasificatoria, en la
escenas cotidlanas," sino que implica que posiblemente sigue actuando, si
una revisión -que los hablantes hace- no el peso de la lógica de la identi-
mos- de los modelos o repertorios dad. al menos un cierto estructuralis-
previos: los discursos (y recursos) dis- mo, tiende a enfrentar los procesos. de
ponibles que no s610 definen las situa- construcción de la identidad primando
ciones de interacción (como los etno- el inventario sobre la transfonnací6n.
metodólogos o teóricos de juegos aco- y posiblemente sea esta una paradoja
tan) sino que lo hacen en virtud de de la definición en otra vertiente: sin
permitir o prohibir relatos (tropos y ex- establecer los repertorios, los elemen-
periencias vertidas en ellos) de los que tos retóricos y narrativos que suminis-
los sujetos pueden apropiarse, o a los tran relatos. es difícil poner cifra a los
que deben renunciar. complejos procedimientos narrativos.
No hay procesos de identidad sin El añejo modelo dual de lo paradigmá-
identificación previa. Por ello el va- tico y 10 sintagmático, o de lo sistémi-
lor estratégico de los relatos tiene que co frente a lo discursivo, sigue tenien-
ver con la capacidad de producir no do potencia si no explicativa, al menos
sólo identificaciones sino sobre todo orientativa.
desídentífícacíones, esto es, revisiones Pero, tal y como hemos centrado el
reflexivas -que producen nuevos rela- problema, mostrando la primacía de la
tos- de los repertorios heredados. mudanza sobre la estancia, es decir, de
Los procesos de nominaci6n desde la transformación y la articulación
los discursos sociales dominantes re- compleja, innovadora. frente a los vie-
ducen los relatos a estereotipos y estos jos lugares de referencia y pertenencia,
a clasificaciones normativas. La inte- el registro conceptualízador ha de ser
gración, o, por su nombre, la repro- otro. Ha de incluir la cronología. la
ducci6n de las desigualdades en un sis- temporalidad. En concreto: los despla-
tema (meta de los mecanismos de so- zamientos en el tiempo y la modifica-
cialización) es paradójica: integra des- ción en los relatos.
integrando. Integra colocando a cada Las retóricas son metaforizables como
sujeto en una circulación de contables lugares, como «trivios» de saberes y
(categoriza para contar: consumidores, procedimientos con los que se constru-
votantes) desintegrando: negando la ca- yen los relatos, las formas de presenta-
pacidad de distanciarse del número. ción y negociacíón de las identidades,
dellocus, del segmento asignado. pero sobre todo son tropos. Es decir:
Por eso, atender a los discursos na- figuras que posibilitan establecer nue-
rrativos, biográficos en sentido indivi- vas relaciones. De ahí que, recogiendo
dual o colectivo, a los relatos y a la re- una tradición que intenta pensar a la
flexión sobre sus condiciones es una vez la identidad narrativa y la tempo-
práctica moralmente estratégica. Invier- .ralidad, podemos hablar de tropología
te el procedimiento: desintegra (permi- y no sólo de topología del sujeto."
te una distancia respecto al estar den- Tropos indica no sólo movimiento o

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mudanza, sino transformación según cifra, aun conflictiva (biográfica y so-


una figura. Y, en este sentido, cabe in- cialmente), implica una estrategia per-
corporar otras formas de pensar tanto sonal, no individual (requiere un inter-
la estrategia que permiten la figuras, o, locutor. presente o de referencia). Y en
en general, los repertorios y recursos el momento de la refiguración o rede-
narrativos, como el uso estratégico que finici6n: las llamadas subculturas, to-
de ellos hacen los sujetos." Metáfora, madas como laboratorios vivos de re-
metonimia, sinécdoque e ironía -por latos, presentan repertorios que son,
recoger los cuatro grandes tropos que además de modos de inversión de los
señala Burke- son operaciones que elementos del relato dominante, for-
comienzan estableciendo, y este rasgo mas de transición, por las que circular.
es decisivo por su carácter eminente- Así pues, cuando entendemos "los
mente moral, una perspectiva diferente, procesos narrativos en su tropología,
que quiebra las miradas rutinarias o no s610 vemos su despliegue temporal,
poderosas sobre los procesos en los sino las transformaciones que todo re-
que se aplican. Es la gran condí- lato de ficción, aquel que ejercita la di-
ci6n trans-gresora del horno metafo- mensión poética (sin olvidar sus anda-
rans que Nelly Schnaith establece, al jes expresivo y conatívo), genera.
nombrar el proceso metaforizador ge- Siguiendo a Weínreích," Ricoeur es-
neral de los relatos contemporáneos tablece una diferencia en los relatos
como «algo que trasciende el mero or- entre los que pertenecen a la opera-
den del lenguaje»," ción del erziihlen (contar o relatar),
En esta misma dirección apunta Rí- frente a los que son del mundo del
cceur'" cuando plantea tres formas de besprechen (el hablar de o ca-mentar
la mimesis --operación narrativa fun- acontecimientos) a los que atribuye
damental- en el relato: la prefigura- mayor implicación performatíva, ritua-
ción, la configuración y la refiguracion. Iizada y socialmente codifícada.P Son
Estas modalidades establecidas en prin- estos últimos, según él, los que cum-
cipio para un corpus de relatos de fic- plen el recorrido de la secuencia de las
ción, pueden ser aplicadas al campo de tres modalidades de la mímesis. Según
los relatos de identificación o desiden- él, «todo comentario es un fragmento
tíficacíén, por cuanto podemos decir de acción» (Weinreich). En este senti-
que tienen la cualidad de anticipar, do s610 las palabras no narrativas son
nombrar y redeiinir:» peligrosas: tua res agitur."
Cuando nos enfrentamos con los Lo que nos sitúa ante un valor no
procesos de construcción de identida- sólo de recurso sino de límite de los
des no sólo atendemos a la pregunta repertorios narrativos -en su caso los
metafísica por la quidditas -esta que- que son más evidentemente de ficción,
da como un resto ideológico, clasifica- pero también todo relato, en cuanto
dOl'- sino que recorremos sus despla- incorpora una dimensión ficcional-
zamientos presentes. Cómo un relato respecto del sujeto que los utiliza.
de identidad o identificación, heredado La misma atención a los procesos de
o transmitido, puede tener el valor de construcción y transformaci6n la su-
repertorio que se niega para constituir giere Hayden White,24 quien nos acerca
otro que prefigura lo que aún no se más a los procesos narrativos que per-
sabe decír.é" Lo mismo ocurre en el . seguirnos: aquellos que no son pura-
momento de la configuración: los re- mente de ficción, sino que se ponen
pertorios pueden ser plurales pero la como entramados y referentes para la

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nominación y el relato de los sujetos y Por un lado la categorización activa


sus acciones en los contextos sociales. del estilo narrativo (tanto en la historia
Me refiero a la reflexión sobre lo que como en la novela),
de común tienen las historias y la His-
toria. 25 [...] como modalidad del movimiento de
La transformación de las identidades la representación de un estadio original de
no en la mera intencionalidad sino en asuntos a otro subsiguiente. El significado
virtud del uso de los relatos que propo- primero de una narración consistiría en la
nen nuevas maneras de nombrar a los desestructuraclón de un conjunto de even-
tos (real o imaginado) originalmente codifi-
sujetos, sus acciones posibles y sus
cado de un modo tropológico y la progresi-
atribuciones, está implícita en su no- va reestructuración de ese conjunto en otro
ción de narración: modo tropológico.%'
La narración, o la dispersión sintagmáti-
En donde vuelve a aparecer la mis-
ca de eventos a lo largo de series tempora-
les presentada en un discurso en prosa, de ma noción de trans-formación. proce-
manera que se despliegue su elaboración so y ruptura. Pero también el valor ex-
progresiva como una forma comprensible, plícatívo de la narración entendida
representarla el giro interno que el discurso precisamente en términos de una con-
adopta cuando trata de mostrar al lector la figuración que rompe:
verdadera forma de las cosas que existe
bajo aquello que a primera vista carece de Así entendida, la narración seda un pro-
forma." ceso de descodificación y encodíñcación en
la que la percepción original es clarificada
La reflexividad de la narración, como al ser volcada en un modo figurativo dife-
tal discurso, y, lo que es igualmente im- rente de aquel en que venía codificada por
portante, su capacidad de mostrar el convención, autoridad o costumbre. y la
proceso de elaboración, son dos rasgos fuerza explicativa de la narración depende-
decisivos. No sólo con vistas a afinar ría del contraste entre la codificación origi-
mejor una posible taxonomía de discur- nal y la otra. ~3
sos de identidad (entre los que estarían
las formas normativas o argumentati- Tal transformación no es inmanente
vas) sino en el orden de una compren- a la narración, exige un trabajo de
sión más ceñida a los procesos narrati- nombrar en el que la ruptura (de mol-
vos contemporáneos, sea cual sea su des narrativos, pero también de géne-
circulación y su soporte. ros y, sobre todo, de caracterizaciones
Pero esta cualidad de la narración de los sujetos del relato) es condición
aunque posibilita, no garantiza auto- de la eficacia de la estrategia narrativa.
máticamente una reflexividad activa de No está garantizado, en virtud de su
los sujetos en proceso. Cabe una rela- carácter de más reciente, el logro de la
ción obturadora (en los dos sentidos: claridad o el ajuste comprensivo. Des-
del relato, del sujeto) que el universo de este punto de vista aparece más cla-
narrativo de la cultura del consumo ra la dimensión conflictiva de las for-
propicia. mas de identificación en un contexto
El contexto teórico de White, y su especialmente problemático: aquel en
intención concreta de mostrar el pro- el que los viejos relatos y metarrelatos
ceso de construcción de la escritura .vuelven para cumplir una función cosi-
de la historia, le lleva a matizar otros fícadora, o suturadora, no autorrefle-
conceptos que nos pueden venir bien. xíva,

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NOTAS Y DISCUSIONES
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Vecina, pues, de la noción barthesía- to de los relatos de experiencia. Sin


na de logotesis, la propuesta de White afán conservacíonísta o metodológico.
apunta a una operación más que con- Reconociendo los entramados en los
siste en poner en relación de transfor- que o contra los que son posibles. Este
mación (y no de mera oposición taxo- trabajo de reconocimiento (que no
nómica o lógica) ficción e historia: sólo es semiológico o retórico, sino
moral) nos introduce en otra dimen-
Las narraciones históricas son estructuras sión, que dejo apuntada: cómo valorar
complejas en las que un mundo de expe- la eficiencia, en el sentido dicho, de los
riencia es imaginado como existente en al procedimientos tropológicos en este
menos dos modos, uno codificado como
proceso.
«real», el otro que se revela como que ha
sido ilusorio en el curso de la narración." Uno de los modos nos pone ante la
relación entre los relatos que puede se-
Las tareas del narrar incluyen, pues, guir los tropos y figuras de la ironía:
en su modalidad de la reconstrucción un relato no sólo se refiere metadíscur-
o refíguracíón, el hecho de medirse sivamente a otros (los incorpora, los
con los procedimientos de producir su- reordena), sino que puede desvelarlos
cesívos relatos más completos, o más irónicamente. Es decir puede restable-
complejos, o simplemente más ajusta- cer dramáticamente la escena en que
dos que aquellos de Jos que parten. A surgieron, de modo que permite al es-
condición de que las condiciones de pectador una comprensión mayor que
producción (social y discursiva) de los la del autor.>
previos se hagan patentes. Otro es el recorrido de la construc-
ción de nuevas metáforas. Los conflic-
tos de los relatos de identidad apuntan
Las estrategias no fatales a diferencias estratégicas profundas en-
tre los escenarios propuestos" que se
Nombrar, relatar son, pues, actividades elaboran configurando metáforas posi-
políticas y económicas cuya dimensión bles en cada uno de ellos.
ética no se oculta. Mantener el horis- Las metáforas naturalistas de la
más, la definición de las identidades identidad del linaje: el mandato del pa-
desde las categorías y los estigmas recido, la estancia en los modos de
(convergen, más allá de la buena con- nombrar el sexo, el hábitat de origen,
ciencia de los técnicos) pertenece al la clase que se hace pasar por esta-
orden de los relatos de poder. Entre mento o aun «estado». Todas ellas de-
ellos circulan los que Jiménez Lozano penden de una metáfora fundamental;
ha llamado -para titular un excelente la comunidad como familia. Las que
florilegio de los relatos ocultos de la centran la identidad en los relatos de
Castilla de posguerra- los grandes re- la ocupación subordinan, denegándolos,
latos. Los que construyen los mundos los que apuntaban -desde los años
de la vida cotidiana y son, como el dis- cincuenta y sesenta- a la falta de rela-
curso amoroso, o las historias de vida, tos fundantes (creadores de nuevas
posibles reservas del homogeneizador perspectivas, también en el sentido de
discurso mediático. Pero también son Burke, sobre los sujetos) para explici-
formas y lugares de aprendizaje moral. tar y verter en otro «molde tropológi-
Asistir a los relatos en los que la co» los conflictos de género, edad y et-
identidad se construye y reconoce sus nia, principalmente. La ruptura que
mediaciones, posibilita el mantenímíen- los nuevos relatos de afinidad produce

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se dirige principalmente a desmontar mitos. El mito fija, el relato traza arti-


el cerco de las dos metáforas principa- mañas para salir del lugar asignado. El
les: el espacio societario como organis- relato identificador que re-formula es,
mo, el orden de la producción (y aun la contra la tradición de White, la antíte-
reproducción) como relato omníabar- sis cognitiva de los mitos. Pero, sobre
cador de las identidades. todo. es su antítesis moral.
Y, en el caso de estos espacios de la La fijación en relatos mediátícos, pu-
diferencia, o de la afinidad, las metáfo- blicitarios, de las identidades de géne-
ras se abren a figuras que elaboran dos ro (de la mujer-ama de casa a la mu-
estrategias básicas: el retorno al natura- jer-profesional. pasando por la mujer
lismo (relatos que pretenden metafori- Cosmopolitan o Woman)J4 o de edad
zar la sociedad como comunidad) fren- (de los niños adultístas a la infantílíza-
te a la asepsia (relatos de la disolución cíón de los adultos)" opera como cie-
de la sociabilidad en la figura del indi- rre mítico. Precisamente porque el
viduo amenazado); y también el hiper- mito no exhibe su proceso de elabora-
desarrollo de la productividad (los rela- ción: se da para ser ritualmente consu-
tos del híperdisciplínamíento, más allá mido. Los efectos, sin embargo, que
de su oportunidad económica, de todos los nuevos mitos (hechos las más de
los contextos) frente a los relatos (cada las veces de retales de relatos clásicos
vez con menos palabras propias o con que nuestra ignara percepción ni si-
una saturación de mareas, nombres, quiera reconoce como tales) provocan
instrucciones de U50)32 del gasto, con- 'en los relatos cotidianos de la gente,
sumo y autoconsumo ---<lue ya ni es permiten entender que la elaboración
conspicuo, en el sentido de Veblen- de la identidad se hace con y contra
que obturan el relato y el sujeto. aquellos.
«Cada historia tiene su mito», dice Como dice, con perspicacia, Gustavo
H. White,J3 pero, contra la percepción M. Garzo, «contar es volver a vivir,
que éste sostiene, la historia, en el caso pero poniéndose a salvo del desorden
de los relatos de identificación, no es propio de la vida),.J6 Pero el intento de
un «mero desplazamiento" en el senti- contar en su dimensión moral supone,
do de una codificación de otro orden. además de la función consolatoria, si
Los relatos biográficos o históricos sur- se quiere reparadora, apostar por la
gen y circulan con un sentido, como capacidad de manifestar el cerco de
Benjamin explicó respecto de los cuen- los conflictos y los recursos de su reso-
tos fantásticos: actúan abriendo y ne- lución. No resignarse a los tristes tró-
gando el poder estereotipador de los picos.

NOTAS

1. W. Kawanah, «La naturaleza de las frente- «La intimidad narradas, en M.T. López de la Vie-
raso, Historia y Fuente OmI. n." 12 (1994). ja (ed.), Figuras del lagos. Ensayos entre la filoso-
2. C. Lévi-Strauss, L'identité, Patis, PUF, 1976. f[a y la literatura, Madrid, FCE, 1994. El presente
3. Por mí parte, comencé a desarrollar este texto intenta una aproximación a los procedi-
asunto en <Identidad y' ética narrativa», Actas del mientos de construcción.
II Congreso Mundial Vasco (1987). A este han se- 4. Séame permitido rescatar este doblete es·
guido (en el Seminario • Filosofía, Literatura y tructuralista (SocíologÚ1 o Socio-lógica) no para
Ciencias Sociales» del Instituto de Filosofía), «Lo- añorar una metafísica de los órdenes de órdenes
gotesís y enunciación en el discurso social. (Lévl-Strauss) sino para precisar: las categorías
(1991), «La identidad contada. (México, 1992) y de identificación que la sociología ha rutínízado

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NOTAS Y DISCUSIONES

(edad, sexo, estatus, etnia, hábitat) pueden verse mer, El interaccionismo simbolico, Barcelona, Tri-
como relatos clasificatorios. Y hasta aquí llega el llas, 1982, a medio camino entre un cierto utilita-
funcionatismo. Pero pueden elaborarse también rismo y una vísíon agonística y representacional
como escenarios y repertorios retóricos en cuyo de la Interacción: soctal tsueraction as l! drama.
interior se generan conflictos y nuevas estrategias Más allá de su sentido en la socialización funcio-
de nombrar: curso vital frente a edad, géllero nalista o en la teoría de juegos, la estrategia en
frente a sexo, clase frente a esta tus, mestizaje los procesos de la construcción de identidades
frente a etnia y migracián frente a hábitat de tiene un carácter global y dialéctico: en la medida
origen. en que trata de no dejar fuera las condiciones de
5. Estos términos, que uso de forma expresiva, la cultura concreta en la que aquellos se actúan.
proceden de la tcrminología de la transhurnancia De modo orientativo, pese a su ya clasicismo: P.
(la oposición de identidades por trabajo: pastoreo Lorenzer, Bases para una teoria de la socializa-
en el lugar/desplazamiento a otros términos, era ci6n, Buenos Aires, Amorrortu, 1980.
menos compleja, pero no menos sólida). 12. El que en las encuestas sociológicas el aná-
6. Un desarrollo reciente, y estimulante, de es- lisis de datos se efectúe rutinariamente segmen-
tos dos tipos de discursos es el de M.» Teresa L6- tando entre .varones' y .mujeres., como varia-
pez de la Vieja en el capítulo primero de su Étil:a. bles independientes, contribuye, a mi entender a
Procedimientos razonables, Iría Flavia, Novo Sécu- subsumir y denegar bajo el segmento las diversas
lo, 1994, pp. 15 Y ss. formas (relatos oríentativos) reales de lo masculi-
7. ~EI compromiso de la historia oral», en J.M. no y lo femenino, así como la subordinación del
Marinas y C. Santamarína (eds.), La historia oral: discurso de género bajo el marbete del esexo» (ci-
métodos y experiencias, Madrid, Debate, 1993. Y, vil, aunque se presente como biológico).
más desarrollado, en eHlstcria oral e historias de 13. Además de lo ya sabido, en el plano meta-
vida», en W.AA., Métodos y técnicas cualitativas ético, sobre la diferencia entre acción comunicati-
ell oienctas sociales, Madrid, Síntesis, 1994. va y acción estratégica (Habermas, passim), puede
8. T. Mink, .Narrntive Form as Cognitive Ins- ser interesante atender a los modos empíricos de
trument», en R. Canary y H. Kozicki (eds.), The los usos discursivos. Dos ejemplos: W. Labov, Mo-
Wrifitlg of the History, Wisconsin Uníversíty Press, delos sodoíingiusticos, Madrid, Cátedra, 1984, en
1978. el que relaciona las formas de elaboración de
9. Que la intimidad pase de ser acotada como identidades (étnica y de clase, sobre todo) con los
campo de fuerzas deménícas a mero territorio (lo estilos retóricos empleados en los relatos cotidia-
Último), y que de aquí surjan nuevas dimensio- nos. y H. Gurnperz, Discourse Strategíes, Cambrid-
nes, secularizando las fuerzas del Aqueronte (otra ge University Press, 1982, donde se amplía el aná-
vez Freud) en las topologías contemporáneas es lisis de procesos a las categorías de género y edad.
una muestra de ello (véase La intimidad 1larrada). Sobre la categorización discursiva de las desigual-
La idea la desarrolló Luis Martín Santos en El dades de etnia, género y clase: I.L. Alíen, Unkind
anillo de Poltcrates. Los metarrelatos de la moder- Words. Efhnic Labeling form 'redskin' ta iVASP,
nidad (seminario sobre Ética y Comunicación, Nueva York. Bergin & Garvey, 1990. Sobre 11I
UIMP, 1986) en donde trataba el metarrelato edad, J. Hohmeier y H.-J. poi (eds.), Alter als Stíg.
como apriori moral. ma, Francfort, Suhrkamp, 1978.
10. .¿Pueden las sociedades complejas desa- 14. Como esmuegia además de concepto es
rrollar una identidad racional?". en castellano en metáfora, conviene volver a recorrerla en sentido
su libro La reconstruccián del materialismo histó- contrario para ver qué da: «La estrategia abarca
rico, Madrid, Taurus, 1981. Aunque mi afirma- el teatro completo de la guerra y usa las batallas
ción puede ser más matizada, si se tiene en cuen- para ganar la guerra, mientras que la táctica re-
ta la propuesta del mismo Habermas: los relatos mite ante todo al uso de tropas y equipo para
prefíguradores o utópicos, que comenzaron como ganar batallas. La táctica está orientada al mane-
Staatsrontane y luego adoptan las formas de la jo de las tropas en el campo de batalla, mientras
utopía emancípatoria del mundo del trabajo y se que la estrategia tiene que ver con la disposición
desplazan actualmente al universo de la comuní- favorable de esas tropas como preludio del com-
cacíén. Aunque, a mi entender, no desarrolla tan- batir» (EncicIDpaed.ia Britanica, Micropaedia, vol.
to las relaciones entre comunicación 'i cultura del 11, p. 305).
consumo -su filtro es el discurso polftico-c-, peno 15. K. Burke en A Gran/mar 01' motives (Uní-
sal' el marco de las sociedades complejas abre a versity of California Press, 1969) habla de cuatro
una discusión común. Véase .Die Krise des tropos principales (metáfora, metonimia, sinéc-
Wchlfahrrsstaares und die Brschopfung utopi- doque e Ironía) como operadores narrativos bási-
scher Energíen», en Die Neue Unübersichtlichkeit, cos (pp, 503 Y ss.), La topología o la tópica tiene
Francfort, Suhrkamp, 1985. LUla gran tradición en la retórica, en la medida en
11. El concepto parte de la terminología acu- que la inventia consiste en la dísposícion original
ñada en el análisis de la vida cotidiana: H. Blu- de lugares comunes, esto es. posibles en un uní-

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NOTAS Y DISCUSIONES

verso discursivo determinado. De ahí, se ha pasa- Femanda Romeu, El silencio roto, La resistencia
do a una tópica del sujeto que tiene tradición en de las mujeres bajo el franquismo, Madrid, Ed. de
el contexto psicoanalítico. La metáfora de los «Iu- la autora. 1994; Luisa Martín Rojo y otros, Ha-
garess del sujeto (la primera y segunda tópica blar y dejar hablar, Universidad Autónoma de Ma-
freudíanas) ha sido recibida con una clara ten- drid,1993.
dencia a la relfícacién. Procedimiento múltiples 21. H. Weinreich. Tempus. Besprochene und ero
veces denunciado: desde las propias formulacio- zlihlte Welt, Stuttgart, Kohlhammer, 1964. Ver-
nes de Freud al hablar de lo preconscíente -no sión reescrita por el autor en francés como Le
es un lugar con sustrato bíológíco-e-, hasta, por temps, París, SeuiJ, 1973, por la que cita Ricoeur,
poner un ejemplo cercano, los trabajos de Tu- p.33.
gendhat. 22. Lo cual no implica, y en esto discrepamos
16. BUI-ke emplea este ténnlno como un proce- de Rícoeur, que el relato de ficción, del cuento
so de las mismas figuras: «la estrategia básica de fantástico al rnicrorrelato televisivo (vulgo video-
la metonimia es comportar algo incorpóreo o in- clip), no tenga sus modos de implicación o Su rí-
tangible en términos de lo corpóreo o tangible•. tualización peculiar, pese a su, en términos de
Independientemente de esta reducción del amplio Weinreich, menor _implicación de los ínterlocu-
registro de la relación metonímica -su amplia- tores•• Esto nos hará volver, más adelante. a la
ción en el campo psicoanalítico a los procedí- implicación entre relato de fICción y relato de expe-
mientes de desplazamiento, frente a la condensa- riencia, o, en general, entre narracíón y mito. Tal
ción metafórica es un ejemplo-, ]0 interesante es y como lo inaugura Benjamín en -El narrador.
que ayuda a pensar los tropos como recursos (1930).
para un proceso. 23. Rícoeur, op. cit., p. tüt.
17. N. Schnaíth, -Horno metaforanss, en Las 24. H. White. «Historical Text as Literal)' Arte-
heridasde Narciso, Buenos Aires. Catálogos, 1991. facto, en R. Canal)' y H. Kozicki (eds.), The Wri·
A Nelly Schnaíth le debo buena parte de las dis- ting 01' the History, Winsconsin Universíty Press,
cusiones con y sobre los autores reseñados en 1978.
este apartado, en la perspectiva de sus trabajos 25. Ternaticé esto en .Tras la Hístcria», La
sobre la crisis de la representación en la cultura Balsa de la Medusa. n," 20 (1990).
contemporánea. 26. H. White, op. cit., p. 58.
18. P. Ricoeur. Temps et récit: la configura/ion
27. Ibidem, p. 59.
du temps dans le recit de [iction, París, Seuil,
28. Ibidem, p. 60.
1984, vol. u, p. 95.
29. lbidem, p. 60.
19. Este es el alcance de las aportaciones de
30. No me resisto a citar, como ejemplo, a An·
Roland Barthes en dos de sus trabajos quizá me-
drés Sopeña Monsalve, El ilorido pensil, Barcelo-
nos conocidos. En Sade, Fourier; Layo/a. París,
na, Critica, 1994, en el que se ejercita este devela-
Seull, 1970, junto a la noción de logotesis o in-
miento apurando la lógica dramática. en sentido
vencíón de discurso, plantea Jos procedimientos
de la ironía como tropo (y en el otro) de su con-
de esta prefiguración, en el sentido de Ricoeur;
Jos escenarios espacíoternporales (celda, falanste- texto: los relatos de la escuela franquista.
31. _La identidad contada... Véase la nota 3.
río, boudoir), las atribuciones y posiciones de los
sujetos, los tipos de acciones, suponen una ruptu- 32. Es muy sugerente Ellis, Americall Psych»,
ra, una clausura del orden discursivo dominante Barcelona, Ediciones B, 1992.
y al tiempo 'una anticipación fundacional de una 33. «The Fictíons of Factual Representation..,
práctica discursiva que no existía anteriormente. en A. Flercher (ed.), The Llterature af Fact, Ca-
El otro trabajo, SIl. 1969. nos enseñó a desartícu- lumbía University Press, 1976. p. 31.
lar los múltiples códigos que se encierran en un 34. Las retóricas de género que proporcionan
texto (en su caso la novelita Sarrazille. de Balzac) las publicaciones dirigidas a las mujeres han sido
en el que no cambian sólo las acciones o los re- estudiadas por Cristina Santamarína, Pistas del
pertorios culturales. sino los sujetos que desde cambio en las mujeres de los 90, Madrid. CIMOP,
ellos son vistos. 1994. Una perspectiva ética del género puede ver-
20. Es el paso del «no hablar para no ser eti· se en M." Teresa López de la Vieja. «Justicia e
quetados» (célebre consigna punk) a la actividad identidad periférica... en su libro ya citado Ética.
de suscitar relatos propios. que, a su vez. y por la Procedimientos razonables. pp. 91 Y ss,
prueba de su eficacia social. se desplazan u osci· 35. Juan Benavides, Aurora Rodríguez, Juvenal
lan en contradicciones (en los de género: de la Garda y J.M. Marinas, La imagen de los nilíos en
diferencia a la igualdad; en los de edades: de las los medios. Madrid, Dirección de Protección del
jergas al farfulla¡' o a la recuperación de lengua- Menor, Ministerio de Asuntos Sociales, 1991.
jes; en los del mestizaje: del silencio a la manifes- 36. Gustavo Martín Garzo, «La rama dorada»,
tación de estereotipos mutuos). Dos ejemplos: El Pais (9-XJ-1994).

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