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Ana Messuti

La justicia
deconstruida
Prólogo de Gianni Vattimo y Santiago Zabala

edicions bellaterra
LA JUSTICIA DECONSTRUIDA
ANAMESSUTI

LA JUSTICIA DECONSTRUIDA

Serie General Universitaria - 74 edicions bellaterra


Índice

Prólogo de Gianni Vattimo y Santiago Zabala, 9


Introducción, 15
Nota sobre los textos, 23

1. Deconstruyendo la imagen de la justicia, 25

2. La proporcionalidad de las penas de prisión, 37

3. La pena y el pensamiento penal, 53


Analizar lo que es más racional y más irracional a la vez, 56 • Mito y
razón, 59 • Un mal que no se deja medir, 65 • Un medio para el que
se buscan fines, 71 • Conclusión, 77
Diseño de la cubierta: Joaquín Monclús
4. La fijación legislativa del tiempo de la pena, 85
© Ana Messuti, 2008
Cuantificar el tiempo, 85 • Cuantificar el tiempo de la pena, 88 • Las
© Edicions Bellaterra, S.L., 2008 escalas, 91 • La racionalidad legislativa, 93 • Hacia la irracionalidad,
Navas de Tolosa, 289 bis. 08026 Barcelona
www .ed-bellaterra.com 99 • Conclusión, 115

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright,
bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcia~ de e~ta obr~ ~or
5. Pena y secularización, 119
cual qu
ier medio 0 procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamtento mformattco,
. . , 'bl'
Castigar a un hombre para apaciguar a un dios, 122 • Del actuar divino
y la distribución de ejemplares de ella medtante alqmler o prestamo pu tcos.
al actuar humano, 124 • Desacralizar lo jurídico, desjuridizar lo sacro,
Impreso en España 126 • El pecado separa, la pena excluye, 130 • El tiempo sacralizado
Printed in Spain de la pena, 131 • Olvido de la finitud, rechazo de la contingencia, 133
ISBN: 978-84-7290-386-9 • Secularizar rememorando, 135 • Conclusión, 136
Depósito Legal: B. 988-2008

Impreso por Romanya Valls. Capellades (Barcelona) 6. Tiempo y derecho, 139


8 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida

7. Tiempo de pena, tiempo de vida. Reflexiones sobre la prisión Prólogo


perpetua de menores, 149
Las metas absurdas, 156 • Los círculos hermenéuticos de estas penas, Gianni Vattimo y Santiago Zabala
160 • De todas las interpretaciones la peor, 167

8. Olvidando los delitos y las penas, 171


Introducción, 171 • Lenguaje, 173 • Hermenéutica, 177 • Sentido
común, 182 • Ideología, 184 • Crítica, 186 • Denuncia, 189 •
Desvelamiento, 190 • El «mundo de la vida», 192 • Ironía, «phrone-
sis», 194 • Para concluir, 198

9. Dos concepciones de la pena de privación de la libertad según lo


que se entienda por libertad, 201 La tesis de esta colección de ensayos de Ana Messuti, compiladora de
La libertad en sentido negativo, 204 • La definición de la pena priva- varios libros y profesora invitada de filosofía del derecho penal en mu-
tiva de libertad sobre la base de la libertad negativa, 205 • El encierro, chas universidades, es un desarrollo de su libro anterior El tiempo como
el espacio, 207 • Aquello de lo que se priva cuando se parte del con- pena, que no sólo ha sido traducido a varios idiomas sino que pasó a
cepto de libertad negativa, 211 • Dimensión temporal de la privación ser, cuando se publicó por primera vez, en 1988, la clave para com-
de la libertad en sentido negativo, 215 • El concepto de libertad en prender el sentido de la pena de prisión tras la deconstrucción de la me-
sentido positivo, 219 • La definición de la pena privativa de libertad tafísica. Numerosos jurisconsultos, abogados e incluso jueces creen to-
sobre la base de la libertad positiva, 226 • Aquello de lo que se priva davía hoy que el punto culminante que podría alcanzar nuestro sistema
cuando se priva de la libertad en sentido positivo, 230 • Dimensión penal es·el de la reeducación, a saber, la idea de que la cárcel debería
temporal de la privación de la libertad en sentido positivo, 233 • Con- reeducar al ladrón, al homicida y al terrorista. Messuti, partiendo de la
clusión, 235 base de que la justicia no ha conseguido nunca hacer realidad una ree-
ducación en gran escala, el número de ex presos que cometen nuevos
1O. La justicia deconstruida, 241 delitos después de haber sido «reeducados». por el sistema penitencia-
Para concluir, 250 rio va en constante aumento, considera que también ha llegado el mo-
mento de deconstruir la justicia, a fin de reconocer sus debilidades. De
ahí la justicia de construida.
Tomando como punto de partida el énfasis puesto por Martín
Heidegger en la «historicidad» del Dasein en Ser y tiempo, así como
. el análisis que hace Michel Foucault en Vigilar y castigar del «con-
trol» ejercido sobre el preso, Messuti insiste en el hecho de que el
tiempo se utiliza como pena, pero también en que ha sido siempre uti-
lizado para transformar al preso. Aunque esa transformación sigue
estando concebida como educación y rehabilitación del delincuente,
a diferencia de la concepción feudal del castigo que no buscaba más
que justicia para las víctimas, Messuti considera que es siempre con-
traproducente, no sólo para el recluso sino para la sociedad. Ahora
10 __________________ La justicia deconstruida Prólogo---------------------- 11

bien, ¿por qué tiene lugar esa transformación?¿ Y por qué es contra- al horizonte social de la comunidad con el fin de evitar las quejas y
producente para la sociedad? De acuerdo con el análisis de Messuti, las protestas de las distintas partes involucradas, dado que la justicia
esa transformación es contraproducente ante todo porque el tiempo como imagen autosuficiente no puede realizarse nunca. Precisamen-
siempre ha sido entendido sobre la base de la esencia (o imagen) me- te en estas condiciones la transformación impuesta al condenado des-
tafísica e iluminista de un proceso lineal, continuo y unitario que dis- truye la legitimidad de la pena y se vuelve contraproducente, hasta tal
curre hacia el mejoramiento. Desgraciadamente, empero, es raro que punto que el propio principio de Beccaria de que la pena debe tener
la pena lleve al delincuente hacia un mejoramiento; antes bien, lo lle- una función preventiva y no retributiva pierde el valor constructivo
va hacia una transformación contraproducente que siempre termina que se esperaba que tuviera para la sociedad. Puesto que es precisa-
por deslegitimar a la justicia que decide esa utilización del tiempo. A mente para esa sociedad para la que Beccaria propuso no sólo la abo-
través de la pena-tiempo purgada en la cárcel el preso se convierte en lición de la pena de muerte, por lo que es objeto de suma admiración,
otra persona, no solamente para la sociedad, que tendrá que aceptar- sino la función preventiva de la pena, Messuti hace notar que las cár-
lo a su salida de prisión, sino también para la justicia, que siempre celes ideales de Beccaria «serían similares a las de Piranesi» ,2 porque
tendrá que controlarlo y limitar sus derechos. éste [Piranesi] también quería que la sociedad viera cómo el preso
Después de, la deconstrucción de tales «procesos educativos ob- «recompensa con sus fatigas aquella sociedad que ha ofendido». 3
jetivos y unitarios» de la justicia, sólo nos quedan los productos con- Estamos de acuerdo con la deconstr,ucción que propone Messu-
tingentes de interpretaciones que es posible analizar para reconocer su ti porque ejemplos recientes como las prisiones de Abu Ghirab
debilidad y, por consiguiente, mejorar. Una de sus debilidades es sin Guantánamo Bayo Texas han mostrado de qué modo la transforma~
duda observable -destaca Messuti- cuando, al aplicar esas imáge- ción del preso (a través de diversas formas de tortura, como interro-
nes de la justicia o las normas legales a cada caso particular, resulta un gatorios violentos, humillación constante, condiciones higiénicas de-
juicio o sentencia impreciso y poco claro. Véase el ejemplo de un ho- sastrosas) se funda en la administración de una justicia (obsérvese
micidio: nunca es posible determinar por completo la verdad objetiva que recientemente incluso la Corte Suprema de Estados Unidos ha
sobre las motivaciones del homicida, del mismo modo que la familia declarado ile~alla justicia aplicada a los presos de Guantánamo Bay,
de la víctima nunca quedará del todo satisfecha con la cantidad de por no mencwnar los comentarios de Amnistía Internacional al res-
tiempo como pena infligida al victimario, porque la justicia que infor- p~cto) que ~estruye la legitimidad de la pena. Hoy por hoy, esa justi-
ma la sentencia de prisión está de hecho supeditada a los horizontes cia ha perd1do no solamente su legitimidad para castigar, sino tam-
históricos de la interpretación del juez. Por ello Messuti -acertada- bién su imagen ante la sociedad.
mente- pregunta (refiriéndose a determinadas condenas a penas de Es precisamente esa imagen de la justicia la que Messuti ha de-
prisión): «¿Qué puede inducir a un juez a dictar una sentencia que lo ex- construido a lo largo de los diez ensayos que conforman este nuevo
pone a todas esas críticas? Parece bastante evidente que n,o hay funda- libro, utilizando el tiempo, interpretado metafísicamente, como con-
mentos racionales que lo apoyen. No hay normas que puedan ampa- cepto rector. Es posible que si la teoría hermenéutica de Messuti es
rarlo. Desde el punto de vista hermenéutico, la interpretación no puede tan adecuada a la filosofía postmetafísica en la que creemos, ello se
desvincularse hasta tal punto del contexto, de la cultura interpretativa deba a q~e .puede utilizar la labor de diferentes filósofos y lingüistas,
propia de la época, del sistema normativo internacional ni del entorno como Lmg1 Pareyson, Hans-Georg Gadamer, Émile Benveniste, Lui-
jurídico en el que se da» .1 gi Ferrajoli, Alessandro Baratta, Gustavo Zagrebelsky, Fernando Sa-
Administrar justicia entre los seres humanos después de la de- vater y tantos otros (-precedidos por San Agustín-), para producir
construcción de la metafísica significa básicamente ajustar las cosas
2. A. Messu~i, El tiempo c.omo pena, Campomanes, Buenos Aires, 2001, p. 50.
l. Capítulo 7, infra, pp. 167-168. 3. C. Beccana, De los delztos y las penas, Alianza, Madrid, 1995, p. 75.
12 - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Prólogo _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 13

un discurso sostenible más allá de la imagen de la justicia pero en fa- «Ante la imposibilidad de prever racionalmente una relación de
vor de su procedimiento o, como ella dice, a favor de su «adminis- proporcionalidad entre delito y pena, lo único que podemos hacer, si
tración». no podemos renunciar a las penas, es proceder en su fijación con la
En nuestra condición postmoderna algunos jueces siguen con- máxima moderación posible, y teniendo en cuenta todas las circuns-
vencidos de poseer tales imágenes de la justicia, pero siempre las tancias reales que humanamente podemos tener en cuenta.» 4
aplican siguiendo ciertos procedimientos que Messuti llama «admi- El libro es verdaderamente un viaje desde la deconstrucción de
nistración de justicia» y que son restos de la imagen deconstruida que la imagen de la justicia hacia la justicia deconstruida y, por ende, ha-
buscábamos de la justicia. En el capítulo sobre la proporcionalidad de cia lo que resta de los ordenamientos jurídicos que legitiman a nues-
las penas, por ejemplo, Mes suti demuestra que la justicia no es real- tras sociedades, es decir, su administración, su procedimiento o in-
mente otra cosa que la administración del tiempo de los condenados; cluso su posible reforma. Estos tres modos no son sólo negaciones de
en otras palabras, el procedimiento por medio del cual se fija un tiem- la imagen de la justicia: son también una confirmación de su propia
po. Existe una estrecha conexión entre justicia como «administra- contingencia, es decir, de su necesidad de actuar mancomunados para
ción» y filosofía como «hermenéutica» porque en ambas falta un fun- hacer justicia por su único medio contingente: las interpretaciones.
damento metafísico; dicho de otro modo, ambas están libres de Interpretaciones que no son solamente lo que más lejos está de la
pretensiones de objetividad. Si fuera posible confirmar tales preten- mera aplicación de una imagen de justicia, sino también la única for-
siones de objetividad, en ese caso -como reconoce Messuti a lo lar- ma de sostener las conversaciones que deben continuar (como ha su-
go del libro- la justicia, el derecho y la pena siempre coincidirían, gerido Richard Rorty a lo largo de su obra) entre jueces, fiscales, abo-
pero lamentablemente esto nunca sucede. La única justicia que puede gados, juristas, políticos elegidos, asociaciones no gubernamentales
funcionar es la que deja completamente de lado la idea de «imagen» Y otras partes constitutivas de la vida social que conforman cada co-
en favor de la de «administración», pues del mismo modo que la de- munidad, con el fin de imponer penas (puesto que aún no se puede
mocracia no es nada más que la aplicación de un determinado proce- eliminar la prisión) dentro del (aún inaceptable) sistema penitenciario
dimiento de votación, la justicia es la administración, el procedi- que tenemos.
miento y la regulación legales de leyes escritas canonizadas en las En el último capítulo del libro Messuti describe lo que resta de
que estamos constantemente inmersos y de las que nos es imposible esa justicia, sugiriendo la necesidad de buscar formas diferentes de
apartarnos porque es imposible reescribir toda la ley para cada caso prevención sociopolítica de la cárcel. Y esas formas de prevención no
que surge. Esta imposibilidad no implica que nunca se haga justicia, sólo implican procedimientos que ya se practican, como prohibir la
sino que los sistemas judiciales o legales no son sino regulaciones de entrada de vándalos a los estadios de fútbol, proteger a los manifes-
procedimiento que cada sociedad considera «naturales» para sus tantes políticos de los ciudadanos intolerantes, potenciar el sistema
usos, costumbres y tradiciones, y que, cuando aparecen sus debilida- público de bienestar social para prevenir la necesidad de robar ali-
des, pueden reformarse, como dice Messuti, «mediante su adminis- mentos, sino también, y sobre todo, evitar la pena de prisión cuando
tración». no sea absolutamente necesaria. Y Messuti insiste en esta última ob-
Aunque nuestro breve prólogo puede haber puesto demasiado servación, porque la pena, concluye, como tiempo de prisión que ha
énfasis en las consecuencias pesimistas de la deconstrucción de la de padecerse, es sobre todo la causa del próximo delito, no su pre-
justicia y por tanto, en el hecho de que su imagen es realmente inep- vención.
ta para la pena, Messuti supera ese pesimismo en la medida en que a
lo largo del libro nos invita también a un reconocimiento de las con-
secuencias de esa deconstrucción que se expresa, por ejemplo, en el
siguiente pasaje significativo del capítulo 2: 4. Capítulo 2, infra, p. 51.
Introducción

El mundo redescubre hoy lo que los griegos sospechaban hace


más de dos mil años: que las «grandes palabras» provocan las
«grandes desgracias» (Sófocles, Antígona, 1.350-1.351); que el
hombre, esa cosa extraña entre todas las cosas (!bid., 332-333),
no es aquello que debe ser superado, sino preservado, y en pri-
mer lugar contra sí mismo; que el superhombre es lo que más se
parece a lo inhumano; que el bien puede ser enemigo de lo me-
jor; que lo racional no siempre es razonable y que la tentación de
lo absoluto ... es la fuente siempre resurgente de la desgracia hu-
mana.1

Una de esas «grandes palabras» es «justi~ia».


Poco se habla de ella en los escritos aquí recopilados, salvo en el
primero y en el último. El primero trata de la «deconstrucción», pero
no de la justicia en sí, sino de la imagen de la justicia, de la forma que
reviste su representación no en palabras, sino en imágenes. El último,
en cambio, se refiere más específicamente a la palabra, a la justicia
como «aporía», como un viaje que no puede nunca llegar a destino.
Y entre uno y otro, es decir, entre la imagen que nos indica des-
de el inicio mismo la «locura» del viaje y el final de éste, que no es fi-
nal sino señal de su constante frustración, se intercala una serie de re-
flexiones, centradas principalmente en el derecho penal. ¿Por qué?
Porque no sólo es la rama del derecho más vinculada a la justi-
cia y su posibilidad más propia, la injusticia, sino porque representa
el conjunto de normas más impregnadas de contenido ético y más
vinculadas a la desnuda existencia de los sujetos a los que están des-
tinadas. El derecho penal hace un uso del tiempo que no hacen otras
ramas del derecho. Atañe, con la medición de la pena en unidades
temporales, a la dimensión temporal de la existencia humana y, en
consecuencia, es también la rama del derecho más íntimamente rela-
cionada con la filosofía. Aún más, se ha dicho que el derecho penal
mismo es una filosofía.

l. P. Aubenque, La prudencia en Aristóteles, traducción de J. Torres Gómez-Pallete,


Crítica, Barcelona, 1999, p. 9 (La prudence chez Aristote, PUF, Quadrige, París, 1963,
p. 2).
16 __________________ La justicia deconstruida Introducción _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 17

Hablo de «deconstrucción» como título general de estos trabajos, ción» en estos textos conlleva no el análisis de la prioridad o predo-
porque el término refleja lo que he intentado hacer a través de ellos. minio de una respecto de la otra, sino el análisis de la íntima relación
Podría incluso haber hablado de «destrucción» en el sentido que que las une. La justicia como condición de posibilidad de la injusticia.
Heidegger da a esa palabra, es decir, no en el sentido de aniquilar, En el contexto jurídico también hay otras parejas de opuestos en
sino de desmantelar, de ir desvelando los conceptos jurídicos que re- torno a la pareja central clave de justicia e injusticia, que guardan es-
visten la justicia, o que la invocan, como la proporcionalidad, la lega- trecha relación con ésta. Por ejemplo, la relación entre estabilidad y
lidad, o que a ella se asocian, como la libertad. Ir desvelando esos contingencia, esencial para el derecho. Es esencial porque la finalidad
conceptos supuso bu~car su significado separándolos de la justicia, misma del derecho es perseguir la continuidad de las relaciones, ase-
descubriendo que en realidad se amparan en la justicia para recubrir- gurar la previsibilidad de las conductas, garantizar la vigencia de sus
se de legitimidad, de una legitimidad de la que, por sí solos, carecen. normas. En pocas palabras: luchar contra la contingencia. Por ello
Sin embargo, he empleado el término derridiano «deconstruc- predomina en esta oposición la estabilidad.
ción», que nos ofrece otro significado distinto de «destrucción». En Sin embargo, el pensamiento jurídico no puede ignorar que el dere-
varios textos Derrida aclara que su deconstrucción no consiste en un cho y el ser humano pertenecen a un mundo contingente. Al único mundo
método ni un análisis. Se inscribe más bien en lo político, como un al que pueden pertenecer. Así como tampoco puede ignorar que el dere-
esfuerzo por no ceder a ningún tipo de hegemonía. Es un reconoci- cho nace de la contingencia y a ella va dirigido, para contrarrestarla, ate-
miento de que siempre habrá en nuestro modo de pensar, de comuni- nuarla, pero no negarla. Y esta admisión de la contingencia es muestra de
carnos y de vivir, un predominio frente al modo de pensar, comunicar una razonabilidad, que se opone, aunque no en forma tan evidente como
y vivir de los demás. Esto significa que todo nuestro pensamiento en los otros casos que hemos indicado, a la racionalidad.
está estructurado en términos de dicotomías (tales como ser y nada, Al analizar esta pareja de opuestos, no sólo constataremos el
hombre y mujer, justicia e injusticia) que no se oponen simplemente predominio y la prioridad asignados a la racionalidad, sino la posibi-
en sus respectivos significados, sino que están organizadas de tal lidad de que tal hegemonía lleve a que la racionalidad se exacerbe
modo que confieren a uno de esos términos una prioridad cultural, hasta el punto de renegar de la realidad y configurarse como una ló-
política, institucional. 2 «La deconstrucción no deconstruye el signifi- gica cerrada en sí misma, más cercana a lo imaginario, lo mítico.
cado de un texto sino la dominación unívoca de uno de los dos signi- La razonabilidad, en cambio, se relaciona con la sabiduría prác-
ficantes sobre el otro, porque el segundo término siempre fue consi- tica, con la phronesis aristotélica, con la apertura del sistema norma-
derado como el negativo, versión indeseable del primero ... »3 tivo a la realidad concreta, y particularmente a la contingencia y va-
La pareja de opuestos, justicia e injusticia, se presta a la de- riabilidad de esa realidad.
construcción entendida en este sentido. La injusticia ha sido conside- Para el derecho es ineludible la razonabilidad porque abre la
rada siempre «el negativo, la versión indeseable» de la justicia. puerta a la responsabilidad. Se trata de la razonable responsabilidad
Si bien no puede atribuirse a la preferencia por la justicia frente de la que habla Gadamer:
a la injusticia una pretensión de hegemonía a la que no se quiera ceder
(es evidente que siempre preferiremos la justicia a la injusticia, cual- Hay que comprender que junto a la teoría, a la pasión dominante del que-
quiera que sea el contenido que demos a una o a otra), su «deconstruc- rer saber, que tiene su base antropológica en el estupor, hay otro saber
omnicomprensivo de la razón, que no consiste en un saber hacer, que se
pueda aprender, ni en el ciego conformismo, sino en la razonable res-
ponsabilidad. 4
2. J. Derrida, Points de suspension-Entretiens, Galilée, París, 1992; Papier-machi-
ne: le ruban de la machine a écrire et autres réponses, Galilée, París, 2001.
3. S. Zabala, «Interpretación, mediación y remedio», en Diccionario de la existen-
cia, directores A. Ortíz-Osés, P. Lanceros, Anthropos, Barcelona, 2006, p. 322. 4. H. G. Gadamer, Verdad y método, Sígueme, Salamanca, 1998, vol. II, p. 288.
18 - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Introducción---------------------- 19

¿Ante quién debemos responder? La responsabilidad es siempre res- toria nueva. 9 Parecería que hay una tendencia a desresponsabilizarse
ponsabilidad ante alguien, ante una persona determinada. La respon- de este sufrimiento que la administración de justicia ha provocado,
sabilidad se dirige -como Derrida dice hablando de la justicia- a la provoca y seguirá provocando. El sufrimiento que infligimos en nues-
singularidad del otro. 5 Ante el otro, no ante los otros, debemos res- tra administración de justicia parece un sufrimiento legitimado, am-
ponder. Ante cada uno que viene a demandarnos que le rindamos jus- parado por la justicia. Sobre todo porque se pretende que anula al otro
ticia, que le rindamos cuenta de esa justicia que le estamos adminis- sufrimiento, el que puso en marcha todo el proceso. Pero en lugar de
trando, cuya administración nos ha confiado. Incluso cuando ese otro anularlo lo redoblamos. Es lo que Pare yson llama «el álgebra del su-
es el que, con su delito, ha puesto en marcha el mecanismo de la ad- frimiento: menos más menos, igual más». 10 Y lo redoblamos con mi-
ministración de justicia. Porque también en su nombre la estamos ras a lograr un imposible. Porque lo que pretendemos hacer mediante
administrando .6 la justicia retributiva -desandar el camino recorrido, volver lasco-
¿En qué consiste la responsabilidad de quien administra la justi- sas a una presunta situación inicial- no está a nuestro alcance. «La
cia? Ante todo en saber salvar la distancia entre lo universal y lo par- libre circulación del tiempo le ha sido prohibida al hombre.»u
ticular. Otra pareja de conceptos que se oponen en esta deconstruc- No obstante, la no responsabilidad en el ámbito de la pena llega
ción: la norma universal frente al caso concreto. Ricoeur describe a su punto culminante cuando se trata de medir la duración de la pena.
esta oposición como la «tragedia de la acción».7 En ella se enfrentan, El tiempo numerado de la pena. ,
por un lado, el respeto debido a las normas universales, y por el otro El tiempo numerado de la pena, desde el momento en que se ha
el respeto debido a las personas singulares. Y cabe denunciar en este convertido la privación de la libertad por determinado tiempo en la
caso el predominio del primero frente al segundo. pena por excelencia, no ha sido objeto de ningún análisis que fuese
La condición de posibilidad de esta responsabilidad es la secu- más allá de su calidad de tal, es decir, de tiempo numerado. Pero ha-
larización de nuestro pensamiento. Porque un pensamiento seculari- bría que preguntarse, ¿por qué puede permitirse el pensamiento penal
zado no es únicamente un pensamiento que piensa sin dioses, dioses hacer uso de ese tiempo, en algo tan profundamente impregnado de
que imponen barreras y que al mismo tiempo eximen de responsabi- connotaciones éticas, sociales, existenciales, como la pena, sin tener
lidades. Es también un pensamiento que no da por sentado ni presu- en cuenta todo el pensamiento que al tiempo ha consagrado la huma-
puesto nada, sino que intenta conocer aquello que siempre hemos nidad desde que comienza el pensamiento filosófico mismo? ¿Cómo
dado por sentado y por presupuesto, porque «con el progresivo ,cono- puede permitirse la búsqueda de proporcionalidad partiendo de una
cimiento del origen» reduciremos progresivamente también la vio- desproporción tan notable en su propio pensamiento como es el tiem-
lencia originaria del derecho. 8 po que dedica al estudio del delito y el escaso o nulo tiempo que de-
Sin embargo, el derecho no sólo es violento en su origen sino en dica al estudio del tiempo de la pena?
su regular aplicación. Como observa Ricoeur, siempre subsiste una La aparente claridad del número en la cuantificación de la pena
violencia después del proceso, a pesar del proceso. Añadiría yo gra- es la claridad enceguecedora que impide la visión de todo lo demás.
cias al proceso. La sentencia que pone fin al proceso constituye el Porque es «todo lo demás» lo que queda oculto en la cifra. Ese «todo»
punto de partida de un nuevo proceso: con la pena comienza una his- oculto son las incalculables posibilidades de experiencias de vida que

5. J. Derrida, op. cit., p. 23. 9. P. Ricoeur, Le Juste, Esprit, París, 2001, p. 261.
6. J. Derrida, «La responsabilidad exige la singularidad irreemplazable, la irreem- 10. L. Pareyson, Ontología della liberta. Il malee la sofferenza, Einaudi, Turín,
plazabilidad, a partir de la cual, solamente, se puede hablar de sujeto responsable» 1995, pp. 475-478. Al responder al mal con el mal, no lo suprimimos, lo multiplica-
(Donner la mort, Galilée, París, 1999, p. 77). mos.
7. P. Ricoeur, Le Juste, Esprit, París, 1995, p. 190. 11. G. Husserl, Diritto e tempo. Saggi di filoso+ia del diritto Giuffre Milán 1998
p. 57. 'J' ' , , '
8. /bid.
20 __________________ La justicia deconstruida I n t r o d u c c i ó n - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 21

se cierran durante el tiempo de la pena en la medida en que se cierran trucción, pero también de deconstrucción, en los sentidos que hemos
las relaciones intersubjetivas que constituyen la vida social que defi- atribuido a ambos términos. Por ello recorre aquellos conceptos in-
ne la existencia humana. Al fijar la pena, su tiempo se visualiza como crustados en la doctrina y la ley que adquieren su fuerza por el con-
una línea única, cuando en realidad es una compleja trama de tiempos tenido que se les ha atribuido sin mayores cuestionamientos, y que
cualitativamente distintos. parecen agotarse en el plano teórico o legislativo, pero que, a pesar
El número denota claridad porque nos aleja del mundo real y de esa aparente inocuidad, producen consecuencias dramáticas en la
nos introduce en el mundo abstracto del derecho. En este mundo el realidad.
derecho no sólo ha creado su propio sujeto, sino su propio tiempo. Y La justicia se invoca como un pharmakon que todo lo cura, y en
al abstraer tiempo y sujeto los separa, cuando en el otro mundo, en el cuya búsqueda todo está permitido. Pero no hay que olvidar que el
mundo real, están íntimamente unidos. Porque el ser humano no está pharmakon es también veneno .13 Lo que pretende esta deconstrucción
en el tiempo, como lo están las cosas de la naturaleza; el ser humano de la justicia no es denunciar su deseado predominio frente a su
es, en su ser mismo, temporal. El ser humano es tiempo P opuesto, sino denunciar su posibilidad de convertirse ella misma en
Con esto presente, tendremos también presente que con la pri- su opuesto.
vación de la libertad no estamos privando únicamente de la libertad y En e&ta denuncia se revela una tercera tarea del análisis que se
de todo lo que ella supone durante cierto tiempo. Estamos privando, asocia estrechamente a la destrucción y la deconstrucción: la cons-
durante cierto tiempo, de la vida misma que constituye ese cierto trucción. Heidegger se refiere a ella cuando habla de la construcción
tiempo. (Pero el no reconocimiento de la finitud es lo que ha caracte- de la filosofía. Dice que esta construcción «es necesariamente des-
rizado y sigue caracterizando al derecho penal. Como si le costara trucción, es decir, una deconstrucción de lo transmitido llevada a
darse cuenta de la condición más propia de los seres con los que tie- cabo mediante un regreso a la tradición, que no significa una nega-
ne que ver.) ción de ella ni un prejuicio que considere que la tradición no es nada,
Y esto nos muestra el hilo conductor que recorre todos estos tex- sino, por el contrario, una apropiación positiva de ella. Dado que la
tos, el concepto que está presente en todos ellos, en algunos incluso destrucción pertenece a la construcción, el conocimiento filosófico
como tema central, el tiempo utilizado por el derecho y la temporali- es, según su esencia, a la vez, conocimiento histórico en cierto senti-
dad del sujeto de derecho. ' do.»14 Por ello en las reflexiones que a continuación exponemos se
analizan también los aspectos míticos del pensamiento jurídico penal.
Nuevamente pensamos un pensamiento secularizado, porque es
En el ámbito jurídico, toda actividad realizada en nombre de la justicia el pensamiento que rememora, el que ejerce una memoria histórica e
o en su búsqueda adquiere legitimidad. Sin embargo, los conceptos ju- interpretativa, el que abre un interrogante sobre el origen, los funda-
rídicos que de ella se recubren o que en ella se amparan muchas veces mentos y los límites de nuestro aparato conceptual, teórico y norma-
están más cercanos a la injusticia. Esto se ve más claramente en la jus- tivo en torno a la justicia. El que nos permite tomar conciencia de que
ticia penal: ¿cuál es la pena justa?, ¿y la pena justa es una justa pena? no es la verdad sino la autoridad la que hace la leyY Precisamente,
En ese sentido, el esfuerzo del pensamiento jurídico postmo-
derno por liberarse de los residuos metafísicos es una labor de des-
13. J. Derrida, La dissémination, Seuil, París, 1972, p. 87.
14. M. Heidegger, Los problemas fundamentales de la fenomenología, traducción
12. F. Dastur, Heidegger et la question du temps, PUF, París, 1990, p. 18. «La cues- de J. J. García Norro, Trotta, Madrid, 2000, p. 49.
tión del ser y la cuestión del tiempo no constituyen por lo tanto dos temas separados 15. G. Vattimo, Nihilismo y emancipación. Ética, política, derecho, S. Zabala compi-
del pensamiento de Heidegger: la "novedad" de Ser y tiempo consiste precisamente, lador, Paidós, Barcelona, 2003, p. 155 («Fare giustizia del diritto», en Diritto, Giusti-
al contrario, en haber hecho de estos dos problemas tradicionales una única cuestión, zia e lnterpretazione, Annuario Filosofico Europeo, a cargo de J. Derrida y G. Vatti-
la de la temporalidad del ser.» mo, Laterza, Bari, 1998, p. 288).
22 - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida

secularización significa reconocer que esta autoridad es una autoridad Nota sobre los textos
humana, no divina, que hará la ley y buscará la justicia según los fi-
nes que en cada momento histórico persiga.
Este reconocimiento es también reconocimiento de la íntima
16
vinculación de la idea de justicia al devenir, al tiempo .
Una justicia seculariziada es una justicia que no olvida la tem-
poralidad del ser humano, su finitud. No puede haber justicia huma-
na sin reconocimiento de la finitud humana.
No olvidemos que en la alegoría del Buen Gobierno, en el Pala-
cio Público de Siena, la Justicia, la sabiduría del derecho, está senta-
da junto a la Templanza, la sabiduría del tiempo.
La sabiduría del tiempo conlleva la lenta reflexión del pensa- Algunos de los textos aquí recogidos han sido publicados separada-
miento meditante, no la exactitud apresurada del cálculo, que convier- mente en otras obras o revistas especializadas. A continuación indi-
te al derecho en desmedida, arbitrio, desequilibrio, desproporción. No camos dónde han aparecido por primera vez. Los escritos inéditos
olvidemos que Templanza también significaba moderación. Por lo tan- fueron fruto de un trabajo de investigación sobre la pena privativa de
to, sin templanza tampoco puede haber equidad, y la justicia se trans- libertad realizado en la Universidad de Salamanca, bajo la dirección
forma en injusticia. . . de la profesora Laura Zúñiga Rodriguez, entre 2004 y 2006.
Desearía que estos textos que a continuación se presentan InVI-
ten al viajero del viaje hacia la justicia, en realidad, del viaje qu~ es «Deconstruyendo la imagen de la justicia», en Escritos em homena-
en sí misma la justicia, a sentir la necesidad ineludible de humantzar gem a Alberto Silva Franco, Editora Revista Dos Tribunais, Sao
el tiempo del derecho, temporalizar al sujeto de derecho, moderar la Paulo, 2003, pp. 102-113. Ha aparecido como la voz «Justicia»
duración de las penas. en Claves de hermenéutica. Para la filosofía, la cultura y la so-
En tanto no podamos quitar a la justicia la espada, procuremos de- ciedad, dirigido por A. Ortíz-Osés y P. Lanceros, Universidad de
safilársela, sobre todo mientras la empuñe con los ojos vendados. Deusto, Bilbao, 2005, pp. 336-345.
«Tiempo y derecho», en Diccionario de la existencia, A. Ortíz-Osés y
P. Lanceros, directores, Anthropos, Barcelona, 2006, pp. 583-587.
«Tiempo de pena, tiempo de vida. Reflexiones sobre la prisión per-
petua de menores», en la revista Panóptico, núm. 7, 2005 (Virus,
Barcelona), pp. 35-54.
«Olvidando los delitos y las penas», en SERTA. In memoriam Ale-
xandri Baratta, F. Pérez Álvarez (ed.), Ediciones de la Universi-
dad de Salamanca, Salamanca, 2004, pp. 195-217.
«La pena y el pensamiento penal» fue publicado por primera vez en
italiano con el título «Alcune riflessioni sulla pena e sulla filoso-
16. M. Heidegger, traducción C. Angelino (con texto or~ginal~, C!1e cos'e lafil?'!o- fia del diritto penale» en Ars lnterpretandi, Annuario di Erme-
fia? Il melangolo, Génova, 1977, p. 35. (Heide?ger asoc1.a el termmo, «destruccion» neutica Giuridica, 8, 2003, CEDAM, Padua. En español fue pu-
con el tiempo cuando le atribuye también e~ sentido de abn: nuestros mdos par~ poder
oír lo que se nos ha transmiti~o ~ descubnr e~t?nces el vm~ulo estrecho entr.e ser Y blicado en una versión reducida en Claves de Razón Práctica,
tiempo. También se refiere al termmo «destruccwn» en el paragrafo 6 de Ser Y tzempo.) núm. 149, enero-febrero de 2005 (Madrid), pp. 477-512.
24 __________________ La justicia deconstruida

«Pena y secularización» fue publicado por primera vez en italiano en l.


Figure del conflitto. Studi in onore di Giacomo Marramao, Alber- Deconstruyendo la imagen de la justicia
to Martinengo (ed.), Valter Casini Editore, Roma, 2006, pp. 47-67.
En español fue publicado en Claves de Razón Práctica, núm. 168,
diciembre de 2006, pp. 46-54.

E~ la vida de las imágenes está siempre presente la idea de ausencia.


Nos representamos lo que está ausente porque deseamos que esté pre-
sente o porque hay algo que nos exige que lo tengamos presente. Es
tan imprescindible para la vida individual y social del sujeto la posi-
bilidad de representar, que su propio cuerpo sólo se le puede hacer
presente a través de una imagen. Y en esa representación, en la tra-
ducción del cuerpo a imagen, el cuerpo pierde su carácter de objeto
biológico y se convierte en algo ficticio. El cuerpo no es el cuerpo, se
ha convertido en imagen. Y el cuerpo solamente puede ser «dicho» si
se ha convertido en imagen. El eje básico del significado -el víncu-
lo entre palabra y cosa- es indisociable de la representación, de la
instancia de la representación .1
En la representación alegórica recurrimos a una operación más
compleja que en la representación directa de un objeto. En la alego-
ría, la imaginación da un paso más y recurre a una ficción en virtud de
la cual una cosa representa o significa otra diferente. La ficción no
tiene un referente concreto en la realidad. Por ello puede apuntar in-
directamente a esta realidad según un nuevo «efecto de referencia».
Este nuevo efecto de referencia no es nada más que el poder que tie-
ne la ficción de «redescribir la realidad.» 2 Precisamente esa realidad
que no podemos ver porque no existe sino en nuestra imaginación.

l. P. Legendre, Law and the Unconscious: A Legendre Reader, Macmillan Press,


Londres, 1997, pp. 211 y ss.
2. P. Ricoeur, Du texte a l'action, Essais d'herméneutique, 11, Seuil, París, 1969,
p.246.
26 - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Deconstruyendo la imagen de la justicia - - - - - - - - - - - - - 27

Por ejemplo, una idea abstracta que deseamos representar, es decir, rodilla descubierta, está vestida con elementos propios del atuendo
hacer presente en nuestro mundo perceptible. militar, más que con los indumentos típicos de las mujeres de esa
También podemos servirnos de la representación alegórica para época; muchas veces lleva una armadura o un casco, y el pecho total
redescribir determinadas acciones conforme a las pautas que desea- o parcialmente desnudo.
mos aplicarles. «Lo paradójico de la ficción es que la anulación de la No obstante, esta representación alegórica está totalmente des-
percepción permite un aumento de nuestra visión de las cosas .» 3 Toda pojada de todo contenido erótico. Porque esta mujer no hace refe-
expresión artística se vale de la ficción para establecer relaciones en- rencia a la mujer, tal como se la veía en los comienzos del Renaci-
tre elementos que en la realidad no están relacionados, construir una miento. Era impensable que precisamente la mujer, no solamente
realidad que es «otra» frente a la existente, pero que adquiere su pro- excluida de toda actividad política y totalmente marginada de la vida
pia dimensión real al concretarse en la imagen. social, sino incluso acusada de satanización, pudiera utilizarse para
¿En qué imagen se ha representado la idea de justicia? representar a una de las instituciones más importantes del poder.
¿Cómo se ha representado la idea de justicia, expresando en esa Pero aquí interviene el papel de la alegoría, su fuerza para señalar un
representación el deseo de su presencia, y a la vez la exigencia de que referente que no existe en la realidad y utilizarlo con toda libertad
esa presencia se dé en determinada forma, una forma que exprese las para transmitir el mensaje que se desea transmitir. La mujer que re-
pautas a las que deseamos que se ajuste la justicia en cuanto activi- presentaba la Justicia estaba absolutamente lejos de todo lo que pu-
dad, es decir, administración de justicia? diera relacionarse con el ejercicio del poder. Absolutamente desvin-
Seguiremos en estas reflexiones las informaciones contenidas culada de las instituciones sociales y políticas. Su imagen no era
en el libro que nos ha incitado a escribirlas: La justicia, virtud, corte- nada más que una alegoría pero, a la vez, tenía toda la fuerza que una
sana y verdugo, de Christian-Nils Robert. 4 Este autor centra su inves- alegoría podía tener.
tigación en la alegoría de la Justitia militans, que comienza a hacer Sin embargo, había ambigüedad en esta imagen de mujer que,
sus primeras apariciones en el siglo XVI, en las ciudades-estado del como dice Sara F. Mathews-Grieco, citada por C.-N. Robert, «se fun-
norte de Italia, los Países Bajos, la Confederación de los ocho can- da en un sistema de representaciones antagónicas, en que las virtudes
tones y algunas ciudades del Imperio austro-húngaro. Explica esta positivas reconocidas al bello sexo están sistemáticamente contraba-
focalización geográfico-temporal por su coincidencia con la autono- lanceadas por rasgos fuertemente negativos: a las virtudes que se le
mización de la alegoría, su afirmación independiente frente a las es- atribuyen se oponen otros tantos vicios, si no más ... toca con más
cenas bíblicas donde solía aparecer una imagen de la Justicia, sobre frecuencia al sexo femenino el lado sospechoso del universo» .5
todo en relación con las representaciones del Juicio Final. La fuerza puramente alegórica de la mujer pone de relieve los
La Justitia militans es una mujer, con los ojos vendados, que atributos que la acompañan, les da más fuerza en cuanto la referencia
sostiene una balanza en la mano izquierda y una espada en la derecha. de esos atributos a elementos concretos es válida, dado que todos
En esta mujer se expresa la evolución política que se estaba produ- ellos no son más que la reproducción de objetos reales. De estos ele-
ciendo en el Renacimiento, porque ya no era la Virgen coto nada quien mentos, el más antiguo, el más constante, es la balanza.
representaba la Justicia, en cuanto mediadora por excelencia, y cuyo La balanza que se representa es la balanza griega, no la romana.
culto había prevalecido en la Edad Media. La mujer que encarna a ¿Por qué predomina en la imagen de la justicia la balanza griega, de
la Justitia militans es una cortesana, que exhibe una pierna, o las dos, la dos platillos, y no la romana que tiene uno solo y una pesa invariable
que se desplaza sobre un eje horizontal? Una explicación sería que
no se trata de poner en relación un objeto con un peso determinado,
3. !bid.
4. Christian-Nils Robert, La justice, vertu, courtisane et bourreau, Georg Éditeur,
Ginebra, 1993. 5. lbid.,p.51.
28 - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Deconstruyendo la imagen de la justicia _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 29

sino de establecer una equivalencia entre dos objetos, o bien, la supe- juez procura igualarlos con el castigo, quitando del lado de la ganan-
rioridad de uno frente al otro, partiendo del supuesto de que ambos cia, pues en esos casos se usa en general el término «ganancia» aun-
son de la misma naturaleza. (En las representaciones del Juicio Final que no es adecuado a algunos, por ejemplo refiriéndose al que ha dado
también aparece la balanza de dos platillos.) un golpe, y el de pérdida refiriéndose a la víctima; en todo caso, cuan-
do esta clase de daño se mide, decimos que uno sale ganando y otro
Este tipo de balanzas es un instrumento que se presta fácilmente
perdiendo ... El juez restablece la igualdad y es como si, de una línea
a falsificación. ¿Por qué entonces representar como instrumento para
cortada en partes desiguales, quitara a la mayor el trozo en que exce-
realizar un cálculo que se deseaba exacto una balanza que dejaba de a la mitad y lo añadiera al segmento menor. 9
abierta la posibilidad de la inexactitud? Tal vez se deseaba represen-
tar no solamente lo que se esperaba alcanzar recurriendo a la justicia: La analogía entre la operación de este juez que «mide» y la de la Justi-
el punto de equilibrio, la estabilidad del instrumento, sino lo que se cia que «pesa» es clara. Pero hay otra relación interesante en el mismo
deseaba que la justicia no hiciera: incurrir en parcialidad. En La par- contexto. Aristóteles se ocupa de la moneda dentro del mismo libro en
cialidad, de Bock ( 1610-1611), se observa la inclinación de uno de el que se ocupa de la justicia. «Así, pues, la moneda, como una medida,
los platillos hacia el lado del que está poniendo en él un regalo, y fi- iguala todas las cosas haciéndolas conmensurables.» 1°Con la moneda
gura una inscripción: «Bajo la apariencia de la justicia se inflige un todo se mide porque el dinero es el término medio por excelencia. Pero
daño al pobre aunque sea inocente, pues los regalos tienen más peso la justicia también lo es: «se busca al juez como término medio, y en al-
que las leyes» .6 Así como la balanza es un instrumento que inspira gunas partes se llama a los jueces mediadores en la idea de que si se al-
desconfianza, también la Justicia la inspira. Con la balanza en la canza de ellos lo intermedio, se alcanzará la justicia.» 11 Lo «intermedio»
mano no se representa a una Justicia justa. Se representa a una Justi- es el punto de equilibrio que se busca utilizando la balanza.
cia que puede ser justa, pero también injusta. La balanza en la alegoría de la Justicia representa la dimensión
La Justicia debe proceder al cálculo que supone la utilización de cuantitativa de la Justicia, y en ese sentido cumple la función que cum-
un instrumento como la balanza, la que a su vez supone la aplicación ple el dinero en las relaciones sociales.
de una medida. «El papel de la magistratura será entonces el de mos- Lévinas se pregunta si es posible concebir una justicia sin canti-
trar la "medida" que se impone en tal o cual litigio.» 7 Esa medida sig- dad, es decir, sin esa dimensión cuantitativa. ¿Cómo sería posible
nificaba el derecho, la ley, dado que éstos consistían en un conjunto calcular la reparación que corresponde a determinado daño? «Si la di-
de fórmulas, que debían decirse, pronunciarse, mostrarse. Al analizar ferencia radical entre los hombres ... no fuera superada por la igual-
la raíz «med», Benveniste señala que suele traducirse por «pensar», dad cuantitativa de la economía medible por el dinero, la violencia hu-
«reflexionar», verbos que derivan de otros que denotan una serie de mana solamente podría repararse mediante la venganza o el perdón.» 12
acciones técnicas: «pesar, medir, juzgar ... ». 8 La dimensión cuantitativa de la justicia y el consiguiente con-
Similar relación entre la medida y la función del juez como cepto de cantidad suponen la pretensión de exactitud. La exactitud, es
«mediador», también en el sentido de «medidor», la encontramos en decir, la certeza, es el objetivo último del pensamiento calculante, el
la Ética a Nicómaco: · pensamiento que calcula, que mide, frente al pensamiento meditante,

... y así cuando uno recibe un golpe y otro lo da, o uno mata y otro
muere, el sufrimiento y la acción se reparten desigualmente, pero el
9. Aristóteles, Ética a Nicómaco, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,
Madrid, 1999, libro V, 4, 1.132a, pp. 75-76.
6. !bid.' p. 50. . . ' 10. !bid., libro V, 5, 1.133b, p. 79.
7. E. Benveniste, Le vocabulaire des institutions indoeuropéennes, Mmmt, Pans, 11. !bid., libro V, 4, 1.132a, p. 76.
1969,vol. 1,p. 131. 12. E. Lévinas, Entre nous, essais sur le penser-a-l'autre, Grasset & Fasquelle, Pa-
8. !bid., p. 126. rís,19~1,p.48.
30 - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Deconstruyendo la imagen de la justicia - - - - - - - - - - - - - 31

que medita, que reflexiona. La imagen de una Justicia con un instru- bilidad de actuar como la Injusticia? Así como la balanza se puede
mento de cálculo sugiere una operación precisa, la búsqueda de un re- prestar al fraude, ¿acaso la espada no puede prestarse al abuso y, en
sultado cierto, un resultado «justo», pero en el sentido de exacto. consecuencia, a la instauración de una nueva violencia que sustituya
El sujeto que piensa el pensamiento calculante, que se sirve del a la que estaba destinada a apaciguar?
cálculo para llegar a una conclusión, entra en relación con todo lo La presencia de la espada hace referencia a la decapitación (en-
que interviene en su cálculo reduciéndolo a mero objeto de su repre- tre 1551 y 1798, la mitad de los condenados a muerte son ejecutados
sentación. El pensamiento calculante es un pensamiento representa- mediante decapitación con espada). 15 Lo atestigua, aunque de una fe-
dor. La Justicia calculante necesita tener la certeza de todo aquello cha muy anterior, la imagen de la Justicia, situada a la derecha, en la
que se ha representado. Pero la realidad es incompatible con la exac- Alegoría del Buen Gobierno, en la Sala de los Nueve del Palacio Pú-
titud y la certeza. Por ello la Justicia, sujeto del pensamiento calcu- blico de Siena. Esta imagen sostiene una espada, y en su falda repo-
lante, ha de distanciarse todo lo posible de los referentes reales de su san una corona, destinada a recompensar, y una cabeza, fruto de su
representación. «La actividad del juicio se reduce a un modo correc- actuación. Sin embargo, la espada no sólo tiene la función de repre-
to de representar~ a un acto que se inicia y se cumple en el juego de sentar el objeto concreto que le sirve de referente. Cumple también la
la lógica ... » 13 función alegórica de referirse o de referirnos al otro sentido del acto
El objeto de su juicio, para una Justicia que se sirve de la balan- de juzgar: cortar con miras a poner término a la incertidumbre. Poner
za, será entonces aquello que se represente, no aquello que se le «pre- punto final al conflicto. Separar, dar a cada uno lo suyo, para lo cual
sente» tal cual se le presente. Los sujetos sometidos a su juicio ten- se ha de dividir en partes .16
drán el carácter de objetos representados. Pero representados en una La espada complementa en cierto modo la operación que se rea-
igualdad ficticia, imaginada de acuerdo con la operación técnica que liza con la balanza. Con ésta se pesa y se determina una desigualdad,
se ha de realizar, igualados en la representación para someterse al con la espada se corrige esa desigualdad. Porque esa desigualdad ha
cálculo que el juicio, mediante la balanza, supone. generado violencia y es a esa violencia, presente o latente, a lo que el
En la otra mano, la Justicia sostiene una espada. En su reseña acto de juzgar va dirigido. Su propósito es «cortar» el conflicto o la
sobre la presencia de la espada, C.-N. Robert recuerda que en las re- incertidumbre que dejaría esa violencia latente al acecho. Y a pesar
presentaciones pictóricas de Giotto, de 1305, en la capilla de los de que ese «corte» también es un acto violento, seguimos asociando
Scrovegni, en Padua, se evoca dialécticamente a la Justicia y a la In- a la imagen de la Justicia con algo necesario para la paz social.
justicia.14 La primera, coronada, Virgen, lleva en sus manos, en equi- Ese aspecto pacificador que ofrece la Justicia se debe al respeto
librio, la balanza griega. Pero la Injusticia, un hombre, para algunos de ciertas formas, a que su actuación no es una actuación indepen-
imagen del tirano, lleva en la mano izquierda una espada y en la de- diente de todo vínculo social. Al contrario, dice Legendre:
recha una alabarda. Poco tiempo después, en Italia del no,rte, la espa-
da pasará de la mano izquierda de la Injusticia a la mano derecha de El juez es juez únicamente en virtud de las formas que él mismo respe-
la Justicia, la cual mantendrá la balanza en su mano izquierda. ta y que exige que se respeten. En este sentido el sistema jurídico es
Aunque no se conozcan otras imágenes de Justicia e Injusticia una estructura vacía, un sistema de formas, que son el precio del dis-
curso en ese intercambio con el Tercero, el intercambio al que llama-
en esta combinación, merecería la pena reflexionar sobre este traspa-
mos juicio Y
so de la espada. ¿Es que la Justicia recoge,junto a la espada, la posi-

13. B. Romano, Tecnica e Giustizia nel pensiero de Martín Heidegger, Giuffre, Mi- 15. !bid., p. 75.
lán, 1969,p. 129. 16. P. Ricoeur, Le Juste, Esprit, París, 1995, pp. 185 y ss.
14. C.-N. Robert, op. cit., pp. 65-66. 17. P.Legendre,op. cit.,p.202.
32 - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Deconstruyendo la imagen de la justicia - - - - - - - - - - - - - 33

Y ese Tercero, evidentemente el juez, es tercero porque le pedimos un Mira lejos, ve más allá, palabras que denotan distancia, lejanía.
punto de vista impersonal. La persona de la Justicia es la tercera per- Un distanciarse de lo que está cerca, un alejarse de lo más próximo. Un
sona, y no el intermediario de la mediación interpuesta entre los ex- no ver para ver, para mirar otra cosa, pero ¿otra cosa que es otra con
tremos del yo y del tú. No es la tercera persona encargada de reconci- respecto a qué? A lo que se le presente ante los ojos, un mirar más allá,
liar a las dos partes enfrentadas. «Todas las personas que representan pero ¿más allá de qué? «de las perspectivas pequeñas (mezquinas) del
la Justicia son terceras personas -dice Jankélévitch- y personas de- bien y del mal». Podríamos interpretar en este contexto que las partes
finitivamente terceras.» La tercera persona es la persona que está fue- representan «las perspectivas pequeñas del bien y del mal». La mirada
ra del circuito de nuestro diálogo. La persona fuera de toda posible de la Justicia pasa por encima de ellas, o las traspasa.
alocución, al reparo de cualquier interrogación, siquiera potencial. La Su mirada es una mirada que representa «la intención de con-
persona que no entra en ningún dúo, ni el dúo del tú y del yo -dice servar algo que es más de esta o aquella persona». Que no se detiene
este autor- ni el dúo compuesto del nosotros y del vosotros; esa per- en lo que tiene más cerca, lo que se le presenta ante los ojos. En rea-
sona no es ninguna persona, es un concepto. 18 Yo añadiría: y una for- lidad, la mirada de esta definición, que podría decirse escultórica, de
ma. Es una forma más de las formas que se deben observar para que la J~sticia es una mirada que no ve. No ve a los individuos ni a la co-
el juicio sea administración de justicia. Y si se respetan esas formas, munidad, ni siquiera a la humanidad. 22
entre las que se encuentra la «no persona» del tercero que juzga, ha- Es una «no mirada».
brá administración de justicia, aunque no necesariamente justicia. Tampoco tiene mirada la Justicia que se representa con los ojos
vendados. Una venda sobre los ojos indica ante todo que hay algo que
Se dice que alguien administra justicia incluso cuando adopta una de- no se debe ver. Nos invita a preguntarnos en primer término qué es lo
cisión injusta, porque no importa lo que el juez ha hecho, sino si lo ha que no queremos que vea el que lleva la venda. ¿Qué es lo que no que-
hecho en la forma en que debería haberlo hecho. 19 remos que la Justicia vea? En los juegos infantiles en los que está pre-
sente el vendaje de los ojos, el jugador que tiene los ojos vendados no
Cabría parafrasear a Esquilo en las Euménides («Quieres parecer jus- debe ver a su posible víctima. Solamente puede quitarse la venda de
ta más que ejercer justicia») diciendo: quieres ejercer justicia más que los ojos cuando la ha atrapado ... Lo más inmediatamente evidente en
ser justa.20 ese juego es la torpeza de los movimientos del que lleva la venda. Se
La imagen de la Justicia que estamos observando es la de al- mueve incluso con más dificultad que con la que se'movería un ciego.
guien que se dispone a actuar. Los elementos que sostiene suponen No obstante, la ceguera temporal de la Justicia, que entorpece el
una actuación. Sin embargo, no se encuentra en las mejores condicio- empleo de los demás elementos, la balanza y la espada, es lo que ha
nes para utilizarlos, dado que tiene los ojos vendados. encontrado más defensores y justificaciones. Entre estas últimas, los
En la mirada de la Justicia se centra la definición de la justicia principios generales del derecho que se fueron consagrando: la igual-
que Heidegger encuentra en Nietzsche: «Justicia, en cuanto función dad de todos ante la ley, que hace necesaria la no diferenciación entre
de una potencia que mira lejos en torno de sí, que ve más allá de las los sujetos, y la profesionalidad de los jueces, que hace necesario que
perspectivas pequeñas (mezquinas) del bien y del mal. .. » .21 se despersonalice la función. Estas dos pérdidas de identidad preten-
den asegurar la imparcialidad: a la intercambiabilidad de las partes
corresponde la intercambiabilidad de los jueces.
18. L. Avitabile, Il terzo-giudice tra gratuita e funzione, G. Giappichelli, Turín,
1999, p. 41. Sin embargo, antes de continuar la reflexión sobre la venda en
19. P. Legendre, op. cit., p. 202. los ojos de la Justicia habría que preguntarse quién le ha vendado los
20. Esquilo, Las siete tragedias, Porrúa, México, 1999, p. 143.
21. M. Heidegger, Nietzsche, a cargo de Franco Volpi, Adelphi, Milán, 1994,pp. 529,
801. 22. !bid.' p. 802.
34 __________________ La justicia deconstruida Deconstruyendo la imagen de la justicia - - - - - - - - - - - - - 35

ojos. En una obra publicada en 1494 por el decano de la Facultad de viera a los sujetos que tiene ante los ojos en sus respectivas e insusti-
Derecho de Basilea, Sebastián Brant, titulada La nave de los locos, tuibles individualidades. La igualdad es fruto de la imaginación, para
entre los grabados en madera que la ilustraban figuraba una represen- la que todo es posible, y para imaginar no necesitamos los ojos abier-
tación de la Justicia, que está sentada mientras un loco le venda los tos; al contrario, imaginamos mejor con los ojos cerrados.
ojos.23
Desde finales de la Edad Media, la figura del loco comienza a Fijaos de modo especial en una cualidad nada despreciable de los es-
ocupar un lugar central en la escena: es el personaje que posee la ver- tultos, que es el ser los únicos francos y veraces ... Todo cuanto lleva el
dad. Lo confirman los grandes textos de los humanistas, como Eras- necio en el pecho lo traduce a la cara y lo expresa de palabra. 26
mo, cuyo Elogio de la locura (1509) se refiere a la locura como una de
las formas de la razón. La locura solamente adquiere sentido y valor Es posible que el loco nos esté indicando algo más respecto de la Justi-
en el campo de la razón. La debilidad del hombre reside en que desco- cia, además de la pertinencia de la venda sobre sus ojos. En la imagen,
noce su propia locura, pues si posee la razón es justamente en la acep- la Justicia se deja tranquilamente vendar los ojos. Es una compañera de
tación de este círculo continuo de la sabiduría y de la locura, en la cla- juego del loco. Acaso la pretensión de exactitud y certeza que habíamos
ra conciencia de su reciprocidad y de su imposible separación.24 Sin descubierto en la Justicia, ¿no es también una manifestación de irracio-
duda -dice Foucault- entre las formas de la razón y las formas de la nalidad? «Quizá se pueda juzgar irrazonable desear un mal porque ya
locura, grandes son las semejanzas. Grandes e inquietantes: ¿cómo hay un mal. .. -observa Ricoeur- aquello que es más racional en la
descubrir si una acción muy sabia no ha sido realizada por un loco, y pena, a saber, que compensa el crimen, es a la vez lo más irracional, que
27
si la más insensata de las locuras no ha sido realizada por un hombre lo borra». La pretensión de restablecer un equilibrio perdido y, por lo
normal, sensato y prudente? Porque la locura se presenta como algo tanto, de volver atrás en el tiempo, no puede realizarse en este mundo.
inherente a la razón, como «una figura, una fuerza, una necesidad mo- El loco, al vendar los ojos a la Justicia, nos quita a nosotros la
mentánea de la razón para estar más segura de sí misma» .25 venda de los ojos. Nos invita a ver la irracionalidad de lá Justi-
Y esto nos lleva a preguntarnos: ¿hasta qué punto el acto del cia, su imposibilidad. «La justicia es una experiencia de aquello de
loco que venda los ojos a la Justicia es una «locura»? El loco que ven- lo que no podemos hacer la experiencia», dice Derrida, y parafrase-
da los ojos a la Justicia nos indica que la Justicia, tal como la hemos ando a Kierkegaard: «el instante de la decisión justa, que debe lace-
representado, también puede actuar con los ojos vendados. Hemos rar el tiempo y desafiar la dialéctica, es una locura ... »2 s
visto que la balanza simbolizaba el cálculo, el pensamiento calculan- Hemos visto cómo la alegoría de la Justicia ha entrado en una
te del sujeto que procede mediante la representación del objeto. La «imaginaria dialéctica de los contrarios ... » ,29 esa ambigüedad que su-
actividad de juzgar, mediante la balanza, se reduce a una operación de giere la imagen entre imparcialidad y parcialidad, entre pacificación
cálculo, basada exclusivamente en la representación. Los destinata- y violencia, entre razón y locura. Es decir, que la imparcialidad pue-
rios del juicio serán representados en una igualdad fictiCia, imagina- de ser parcialidad, que la paz puede ser violencia, que la razón puede
da de acuerdo con la operación técnica que se ha de realizar. Para rea- s~r locura. La imagen nos revela estas posibilidades: «mujer de justi-
30
lizar esa operación, es innecesario que la Justicia vea. Más aún, es Cia o mujer de injusticia». Pero también la imposibilidad de lajusti-
mejor que no vea. Su pretensión de exactitud se vería defraudada si
en lugar de los sujetos ficticiamente igualados que se ha representado 26. Era~mo de Rotterdam, Elogio de la locura, Austral, Buenos Aires, 1953, p. 67.
27. P. R1coeur, Introducción a la simbólica del mal, Megápolis, Buenos Aires, 1976,
pp. 95 y SS.
2~ · J· Derrida, «Diritto alla Giustizia», en Annuario Filosofico Europeo, Biblioteca
23. C.-N. Robert, op. cit., pp. 82 y ss. d1 cultura moderna Laterza, Roma-Bari, 1998, pp. 19 y 32.
24. M. Foucault, Histoire de la folie a l'age classique, Gallimard, París, 1972, p. 53. 29. C.-N. Robert, op. cit., p. 51.
25. Ibid.,p.56. 30. !bid.
36 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida

cia. O su locura. La justicia imposible o la locura de la Justicia. Y so- 2.


bre todo, el peligro de la Justicia. No olvidemos la espada. La proporcionalidad de las penas de prisión
«Una Justicia que tiene una balanza en la mano izquierda y una
espada en la mano derecha es una Injusticia», escribió Victor Rugo a
propósito de una de estas esculturas alegóricas en una fuente de No se puede restituir el tiempo, como se puede restituir el dinero.
Frankfurt. 31 Es cierto, ambos se pueden contar, semejanza que ha llevado a la
La injusticia es la posibilidad más propia de la justicia. analogía del tiempo de la pena con la deuda, pero solamente si
pensamos nada más que en los números y sólo los números. En la
medición del tiempo, en el comercio, en la lucha, los hombres
Abandonada solamente a sí misma, la idea incalculable de la justicia
contaron números, y finalmente al extenderse la costumbre, sólo
siempre está más cerca del mal, o incluso de lo peor, porque siempre los números contaron. 1
. da a traves
puede ser reaprop1a ' de1 ca'1 cu1o mas
' perverso. 32

Sólo con la conciencia de esta cercanía se puede intentar evitar ese La relación entre proporcionalidad y justicia aparece claramente en la
mal inherente a la Justicia, ese mal que únicamente la justicia puede Éti~a a Nicómaco:
generar. Tal vez sea lo máximo a lo que razonablemente podamos as-
pirar, ya que la aspiración a la justicia parecería irrenunciable: «Tar- Lo justo es, pues, una proporción (y la proporción no es propia sólo del
de me sucede de llegar a comprender qué era lo que en realidad me número consistente en unidades abstractas, sino del número en gene-
faltaba todavía completamente: la justicia. ¿Qué es la justicia?¿ Y es ral). La proporción es una igualdad de razones y requiere, por lo me-
posible? Y si no lo fuese, ¿cómo se podría soportar la vida?» 33 nos, cuatro términos ... También lo justo requiere por lo menos cuatro
términos, y la razón es la misma pues la división se hace de la misma
manera para las personas y con relación a las cosas. Por tanto, como el
término A es al B, así será el C al D, y viceversa, como el A al C, el B
al D ... Lo justo es, pues, lo proporcional y lo injusto, lo que va contra
lo proporcional. Un término es mayor y otro menor, como ocurre tam-
bién en la práctica: el que comete la injusticia tiene de lo bueno, más de
lo que le corresponde, y el que la padece, menos?

La aspiración a la proporcionalidad se considera equivalente a la as-


piración a la justicia. El concepto de proporcionalidad connota el de

l. L. Mumford, Técnica y civilización, Alianza, Madrid, 1971, p. 34.


2. Aristóteles, Ética a Nicomáco, 1.131b, traducción de M. Arauja y J. Marías, Cen-
tro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1999. También en Platón en-
contramos esta referencia a la proporcionalidad, pero conforme a su criterio utilitario
de la pena, aunque no tan claro. «¿No hemos de distinguir entre el ladrón que roba
mucho o poco, el que roba de lugares sagrados o profanos, ni atendremos a tantas
o~ras circunstancias enteramente desemejantes entre sí, como se dan en el robo, que
Siendo muy varias exigen que el legislador se atenga a ellas imponiendo castigos to-
31. !bid., p. 30. talmente diferentes?» Con respecto a la doctrina platónica y el sistema penal, véase
32. J. Derrida, op. cit., p. 34. MÁ • Mackenzie, Plato on Punishment, University of California Press, Berkeley, Los
33. M. Heidegger, op. cit., p. 805. ngeles,, 1981.
3 8 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida La proporcionalidad de las penas de prisión - - - - - - - - - - - - 39

justicia. Por ello siempre que se busca la proporcionalidad, la bús- tas y opuestísimas atracciones del placer y del dolor no pueden impe-
queda se reviste de un manto de legitimidad. . dirse por las leyes humanas las turbaciones y el desorden.» 7
La obra de Beccaria fue un acontecimiento en el pensamiento pe- Este reconocimiento se encuadra en un marco de razonabilidad
nal de la época porque significó volver al principio de proporcionali- propio del pensamiento de Beccaria, razonabilidad que se traduce en
dad entre el delito y la pena, abandonada en los regímenes absolutos, la postulación de la humanidad de las penas. Como señala Delmas
en los que no era tanta la preocupación por la proporcionalidad entre :Marty, la idea de una limitación del derecho de castigar a la «estricta
delito y pena como por la afirmación del poder del soberano frente al medida necesaria» (que ha necesitado más de dos siglos para conver-
pueblo, poder que había sido afectado en cierto modo por el delito. No tirse en principio jurídico impuesto al legislador, tanto mediante el
era el delito el antecedente para medir la pena consiguiente, sino la control de constitucionalidad de las leyes penales como mediante los
víctima. y en la medida en que el soberano se considerase víctima, el textos internacionales de protección de los derechos humanos) refle-
castigo debía corresponder a la magnitud, no de la ofensa, sino de su jaba en Beccaria su afiliación a «una política criminal no sólo racio-
poder. De ahí la exorbitancia de los suplicios, por la desproporcionali- nal sino en primer lugar -sino ante todo- humanista». 8 En ello se
dad manifiesta yntre el castigo que exigía la figura del soberano y la diferencia claramente del utilitarismo puro.
3
desnudez y vulnerabilidad del cuerpo que debía recibirlo. En cambio, El establecimiento de esta escala sigue siendo el cometido del
en Beccaria encontramos la aspiración, característica de su época, de en- sistema penal, como si los peldaños de esa escala fuesen los funda-
contrar una correspondencia natural entre delito y pena. mentos mismos de su existencia. Una escala de delitos a la que se res-
ponde con una escala de penas, en cierto modo predeterminada por la
Si la geometría fuese adaptable a las infinitas y oscuras combinaciones escala de los delitos. «Una escala de desórdenes» de los que se deri-
de las acciones humanas, debería haber una escala correspondiente de van casi naturalmente las penas .9
4
penas en que se graduasen de la mayor hasta la menos dura. Sin embargo, poco tiene que ver la naturaleza en esta deriva-
ción, fruto sin duda de la incesante labor de la experiencia jurídico-
La metáfora de la escala o la referencia a la geometría revelan la aspira- penal que, como señala Ricoeur, «consiste en afinar constantemente
ción a la exactitud, si bien reconociendo en varios párrafos la irraciona- el razonamiento de proporcionalidad» .10 .
lidad de esa aspiración, por ejemplo: «Es imposible prevenir to.dos los La centralidad de esta búsqueda de proporcionalidad para el sistema
desórdenes en el combate universal de las pasiones humánas»; ~<Es ne-
5
penal está ilustrada muy claramente en las palabras de Dorado Montero:
cesario en la aritmética política sustituir el cálculo de la probabilidad a
la exactitud matemática»; 6 «No es posible reducir la turbulenta actividad 7. lbid.,p.105.
de los hombres a un orden geométrico sin irregularidad y confusión. Al 8. M. Delmas Marty, «Le rayonnement international de la pensée de Cesare Beccaria»,
modo que las leyes simplísimas y constantes de la naturaleza no pueden en «Cesare Beccaria and Modern Criminal Policy», Centro Nazionale di Prevenzione e
Difesa Sociale,.Giuff~e, Milán, 1988, p. 139. Véase también en la misma obra, G. Neppi
impedir que los planetas se turben en sus movimientos, así en las infini- Modona, «L'utlle soc1ale nella concezione penalistica di Cesare Beccaria», p. 89.
9. Todas las voces que se dejan oír en la Ilustración como reacción frente la desmesura
3 En ese sentido Foucault señala un paralelismo con la mitología política analizada ~e los castigos y la ar?itrari.edad de los jueces insisten en una correspondencia que idea-
p~r Kantorowicz de los dos cuerpos del rey. En el cuerpo del rey, al lado del elemento liza la correspondencia estncta que caracterizaba a las composiciones de los antiguos or-
transitorio que nace y muere, hay otro que perdura, que es el soporte f~s~co Y.a 1~:ez d~namientos jurídicos. Ello se refleja en las palabras de Montesquieu, cuando afirma que
tnunf~ la libertad cu~nd~ las leyes penales derivan cada pena de «la naturaleza particular
intangible del reino, el objeto de una iconografía y de una doctnna pohtlca YJund1ca,
el fundamento de un poder. En el otro extremo, el disminuido cuerpo de~ ,co~d~n~do del cnmen. Toda arb1trar1edad cesa; la pena no desciende del capricho del legislador, sino
es también motivo de un ceremonial, un discurso teórico, una construccwn JUfldlca. de la naturaleza de la cosa; y no es el hombre que hace violencia al hombre». Notable es
M. Foucault Surveiller et punir. Naissance de la prison, Gallimard, París, 1975, p. 37. el interés no tanto en limitar el capricho del juez sino del legislador mismo. Parecería la
4. C. Beccaria, De los delitos y de las penas, Alianza, Madrid, 1995, p. 35. expresión del deseo de exención de la responsabilidad en cuanto a la fijación de la pena.
10. P. Ricoeur, Introducción a la simbólica del mal, Megápolis, Buenos Aires, 1976,
5. !bid., p. 35. p. 98 (Le conflit des inte1prétations, essais d 'herméneutique, Seuil, París, 1969, p. 351).
6. !bid.
40 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida La proporcionalidad de las penas de prisión _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 41

Como lo proporcionado es siempre, en cualquier clase de relaciones, lo El concepto de desaprobación social sigue el postulado de Bec-
adecuado, lo conveniente, lo justo y exacto, también sucede lo mismo tra- caria, que indica como pauta de la gravedad del delito el daño que
tándose de penas ... ; y la justicia de una pena es cabalmente, creo, su cua- éste ha causado a la sociedad.
lidad de ser proporcionada, y no otra cosa ... Buscar la pena proporcio-
nada es, por lo tanto, buscar la pena justa, y ponerse el problema de la Hemos visto que el daíio hecho a la sociedad es la verdadera medida de
proporción penal es ponerse el de la justicia de las penas, o lo que es lo los delitos. Verdad palpable como otras y que no necesita para ser descu-
mismo, el problema penal fundamental, pues en él toman su base y a él bierta cuadrantes ni telescopios, pues se presenta a primera vista de cual-
vienen a reducirse en último término todos los otros. 11 quier mediano entendimiento, pero que por una maravillosa combinación
de circunstancias no ha sido conocida con seguridad cierta sino de al-
Sin embargo, a pesar de constituir «el problema penal fundamental» no gunos pocos hombres contemplativos de cada nación y de cada siglo Y
ha recibido la atención que merece, es decir, una atención profunda,
completa, que analizara todas las razones que integran la relación pro- Paralelamente al concepto de daño a la sociedad, y obedeciendo sin
porcional entre delitos y penas con la misma profundidad. Esa parciali- duda a la necesidad de introducir un elemento cuantificante para ate-
dad en el análisis de las razones no deja de tener graves consecuencias. nuar la abstracción del concepto de daño a una entidad colectiva
Si observamos las teo.t;ías que en estos últimos años postulan la como la sociedad, se ha dicho que de ese daño nace una deuda frente
confección de tablas de delitos y penas, como la de Von Hirsch, encon- a la sociedad. Refiriéndose a las posiciones retribucionistas, Me Der-
tramos que las razones que integran la relación de proporcionalidad mott señala que, para estas posiciones:
son las siguientes: al delito A corresponde la pena A, y al delito B co-
rresponde la pena B, y la primera relación de proporcionalidad se es- Delitos como el robo, la violación y el homicidio ... no son meramen-
tablece entre esas cuatro razones, siguiendo luego las demás. Como te delitos contra aquellos que han sufrido el robo, la violación o el ho-
explica Von Hirsch ésta sería la proporcionalidad ordinal. Se enun- micidio, sino que también son delitos contra la sociedad, y el castigo
ciaría diciendo que las personas condenadas por delitos de distinta constituye el medio por el cual la sociedad se cobra la deuda resultan-
te que le es debida. 14
gravedad han de ser castigadas con penas correspondientes a la res-
pectiva gravedad del delito. Para determinar la gravedad de éste se ha
de «medir» el nivel de desaprobación social que el delito provoca. Queda así configurado un razonamiento que refleja una verdadera
Sería ésta la proporcionalidad cardinal, cuyo punto de partida es ex- trasposición de conceptos de un terreno a otro. El mal causado por el
terno a las escalas de delitos y penas. El problema consiste entonces delito es despojado de consideraciones éticas para convertirse en un
en cuantificar esa desaprobación. 12 concepto económico, es la forma de incurrir en una deuda; la acree-
dora de esa deuda no es la víctima concreta, sino la sociedad toda. Por
lo que respecta a la pena, constituye la forma de pago de la deuda.
11. P. Dorado Montero, «Sobre la proporción penal», Revista General de Legisla- Pero sobre todo expresa el valor de la deuda:
ción y Jurisprudencia, 1916, p. 5.
12. A. von Hirsch, Doing Justice, The Choice of Punishments-Report of the Com-
mittee for the Study of Incarceration, Northeastern University Press, Boston, 1976. !3. C. Beccaria, op. cit., pp. 38 y 39. Esa concepción del delito como ataque a los
Esta publicación refleja los resultados de los trabajos del Comité mencionado, auspi- Intereses sociales ha perdurado en los códigos penales contemporáneos. Como afirma
ciado por la Fiel Fundation. Se trata de una labor predominantemente teórica y con Baratta se trata de una concepción universalista de la criminalidad. ((La universalidad
gran respaldo académico. Tuvo un antecedente en el informe de un Working Party de del contenido (de la criminalidad y de los intereses ofendidos por ella) presupone, sin
una organización cuáquera de Filadelfia, American Friends Service, publicado poco e.mbargo, la homogeneidad de los valores y de los intereses ofendidos por la crimina-
después, y a raíz del levantamiento en la prisión de Attica (Nueva York). Este último l~dad.>) A. Baratta, Criminología crítica y crítica del derecho penal, traducción de
informe es una clara reacción al modelo correccional y a la discrecionalidad del poder ¿lvaro Búnster, Siglo XXI, Buenos Aires, 2001, p. 121
penal y su fuerza represiva incontrolable; sin embargo, conllevó un resurgimiento de ~· D. McDermott, «Debts to society», The Journal of Política[ Philosophy, vol. 10,
la posición retributiva. num. 4, 2002, pp. 439-464.
42 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida La proporcionalidad de las penas de prisión - - - - - - - - - - - - 43

El valor, en cuanto igualdad interna de las cosas, totalmente diversas Ahora se ve claramente cómo el hecho de que sea la sociedad la
en su existencia específica ... Solamente según este último aspecto, el acreedora de la deuda contraída por el delincuente influye decidida-
r Obo , el hurto, la multa y la pena de prisión son simplemente, diferen-
.
mente en la cuantificación de la pena. Así como en las penas de los re-
tes; en cuanto a su valor, en cambio, en cuanto a su caractenstlca ge- gímenes absolutos, donde la relación se establecía entre el delito y la
neral de ser lesiones, son comparables. Es entonces ... tarea del enten- categoría de la víctima del delito, cuando la sociedad se considera acree-
15
dimiento buscar el acercamiento a la igualdad de su valor. dora de la deuda generada por el delito, se llega al mismo resultado. En
lugar de la magnificencia del soberano victimizado tendremos una enti-
Cabe entonces preguntarse, ese valor negativo común entre delito Y dad colectiva pero abstracta, y sin duda metafísica. Uno de los términos
pena, ¿en qué moneda se expresará? , . de la relación de proporcionalidad representará una medida exorbitante
Mathiesen recuerda que cuando el castigo fisico fue reemplazado frente al delincuente, o «deudor». La medida de la pena resulta tan des-
por la cárcel, el castigo «Se redujo a una cuestión de tiempo que. s~ le proporcionada cuando la sociedad se erige en víctima como cuando era
quita al individuo» .16 El hecho de que «el valor del castigo» se midi~:a el soberano el victimizado. Y si frente al soberano se iba destrozando el
en términos de tiempo fue la premisa básica para establecer la relacwn
. cuerpo físico del delincuente, frente a la sociedad (aunque no a sus ojos,
de proporcionalidad entre delitos y pe~as de prisión .. Esta premisa s.e ya que la característica de esta pena «moderna y postmodema» es su
funda en otras dos. En primer lugar, el tiempo es considerado una enti- ocultación) se va destrozando el tiempo individual del condenado, me-
dad objetiva, en el sentido de que es «intersubjetiva>~, es decir, u~~ me- dido como si fuera el tiempo casi infinito de las sociedades.
dida acordada entre los sujetos sociales. Por ello, el tiempo cuantificado La proporcionalidad penal se asienta entonces sobre elementos
para establecer la pena es el tiempo social. Y ello va desvel.a~~o cada puramente abstractos, concebidos en el mundo del derecho, o mejor
vez con más claridad la verdadera función que la pena de pnsion cum- dicho, en el mundo que el derecho ha concebido para sí.
ple actualmente: más que la «inclu~ión» en el ~spacio carcelario~ la «ex- No obstante, en ese mismo mundo, podemos encontrar argu-
clusión» del espacio social. Y el tiempo que Importa para m~dir la ex- mentos que pueden servir para contrarrestar esa abstracción, y cu-
clusión es el tiempo del espacio del que se pretende exclmr, el de la riosamente los encontramos en uno de los principios jurídicos apa-
sociedad todaP En segundo lugar, el tiempo social puede medirse como rentemente más rígidos e incontaminados por consideraciones no
un factor convencional, abstracto. Parte de un punto de cero absoluto, jurídicas: el principio de legalidad. La legalidad exige el rigor que la
de modo que pueda compararse la proporción entre las distint~s ~nida­ proporcionalidad sólo puede encontrar en el derecho abstracto. Con-
des. Aplicado a la cárcel «. . . se supone que tiene sentido .decir ~· . qu~ forme a Carbonen Mateu, el principio de legalidad «continúa ejer-
una condena de diez años es el doble de una condena de cmco anos». ciendo una doble función: la política, que expresa el predominio del
poder legislativo sobre los otros poderes del Estado y que la con-
15. G. w. F. Hegel, Principios de la filosofía del derecho, traducción de J. L. Ver- vierte en garantía de seguridad jurídica del ciudadano, y la técnica,
mal Edhasa, Barcelona, 1999, p. 191. . que exige que el legislador utilice a la hora de formular los tipos pe-
16.' T. Mathiesen, Juicio a la prisión, traducción de M: Conolano y A. Zamuner,
Ediar, Buenos Aires, 2003, p. 219. También e~ ese sentido Fouca~lt, «Tomando. el nales cláusulas seguras y taxativas.» 19
tiempo del condenado, la prisión parece traducu concre~amente la Idea ~e qu~ 1¡:¡. m-
·' ha lesi'onado , por encima de la víctima
fracc10n . a la sociedad
. entera.
, Evidencia eco-
_ 19. J. C. Carbonell Mateu, Derecho penal, concepto y principios constitucionales,
nómico-moral de una penalidad que monetiza l?s castigo~ ,en d~a~, en meses, en anos,
Tirant lo Blanch Alternativa, Valencia, 1999, p. 111. Silva Sánchez señala también la
que establece equivalencias cuantitativas dehtos-durac10n»; !bzd.: p. 234. .
i 7. Con respecto a la consideración de la pena como exclus10n, ve~se Bauman cita-
doble dimensión del principio de legalidad: la técnica y la política. La primera se
vincula con la garantía de la seguridad jurídica, es decir, el conocimiento por los ciu-
do y analizado en Introduciio ao Daltonismo Jurídico. Por uma epzsten:e de con~ra-
dadanos de las conductas que pueden realizar y las penas que pueden sancionarlos. La
. z · d L A Bogo Chies y M. Oliveira de Moura, Letra Legal, R10 de Janeuo,
mzto ogza, e · · ·, J y; Th segunda dimensión, la política, ofrece dos aspectos: el formal y el material. El prime-
2005, pp. 40 y ss. También es interesante, sobre el tema de la exc1usion, . oung, e
ro se refiere al rango que han de ocupar las normas penales dentro de la jerarquía nor-
exclusive society, Sage, Londres 1999. mativa. El segundo, que es el que más nos interesa, se refiere al grado de precisión
18. T. Mathiesen, op. cit., p. 220.
44 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida La proporcionalidad de las penas de prisión _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 45

N os interesa particularmente esta dimensión técnica del princi- plo, estableciendo para determinados delitos los trabajos forzosos o
pio de legalidad, que se ha denominado también principio de determi- condiciones particularmente duras. 22 Cuando la ley nada dice acerca
nacion, de certeza o taxatividad, por las implicaciones que tiene para de castigos que vayan más allá de la privación de la libertad, todos los
el tema que tratamos. Como observa Carbonen Mateu, este principio efectos dañinos del encarcelamiento en la salud mental y social del de-
exige que el legislador «emplee una técnica de creación, de elabora- tenido representan un castigo ilegal extraordinario: «los delincuentes
ción de la norma, en virtud de la cual sea posible, con una simple lec- son enviados a prisión como castigo no para ser castigados» .23
tura del precepto, conocer hasta dónde llega éste, hasta dónde puede o Este planteamiento de Rotman con respecto a la posibilidad de
no puede actuar el ciudadano, dónde comienza el Derecho penal.» 20 exceder de lo previsto recuerda el pensamiento de Aristóteles, anali-
Cabe decir que se trata más de una exigencia negativa que posi- zado por Aubenque, cuando compara el análisis matemático con la
tiva. Es decir, se exige sobre todo evitar la vaguedad, la indetermina- deliberación respecto de lo contingente:
ción, el empleo de términos tan vagos que su significado quede al ar-
bitrio del juez .21 ... la causalidad del medio puede sobrepasar la finalidad buscada: el
El mandato de determinación impone al legislador la exigencia medio no es sólo medio para un fin, tiene también su propia causalidad
de formular una !ex certa. La dogmática jurídica ha concentrado sus eficiente, la cual, a falta de ser dominada o simplemente prevista, corre
esfuerzos por vencer la indeterminación en el tipo penal y no en la el riesgo de vivir su propia vida o pasar de largo o ir más allá de lo que
pena. Parecería que, desde el momento en que se ha cuantificado nu- se esperaba de ella. Así el remedio o la operación quirúrgica son medios
méricamente, aun dentro de escalas sujetas a la decisión judicial, la con vistas a la salud, pero también puede suceder que maten al enfer-
mo. Lo matan, es cierto, por accidente, y «del accidente no hay cien-
pena dejara pocas posibilidades abiertas a la imprecisión. Sin embar-
cia», pero esto no es excusa para el médico, que debe recordar que vive
go, sería legítimo preguntarse si es posible saber con exactitud hasta
en un mundo donde siempre es factible el accidente, y no es, pues, en-
dónde llega la pena de privación de la libertad por X años, teniendo teramente transparente a su ciencia. 24
bien claro que la X no será el punto más preciso una vez que lo susti-
tuyamos con un número. Y si el médico debe recordar que vive en un mundo «donde siempre
El principio de legalidad -afirma Rotman- implica no sólo es factible el accidente, y no es, pues, enteramente transparente a su
que una conducta no puedé considerarse delito si no estaba definida ciencia», cuanto más cabe exigirle ello al legislador que pretende re-
como tal en la ley con anterioridad a su realización, sino que no puede gular ese mundo. La analogía es clara con respecto a la pena de pri-
imponerse una pena que exceda de la pena establecida previamente en sión: el «accidente» se traduciría en todos esos daños que no se han
la ley. Recuerda Rotman que cuando la ley deseaba convertir la prisión previsto legalmente como parte de la pena. Todos aquellos daños que
en una experiencia torturante, lo expresaba específicamente, por ejem-

22. E. Rotman, «Do Criminal Offenders have a Constitutional Right to Rehabilita-


tion?», The Journal of Criminal Law and Criminology (Northwestern University
con el que se establecen las normas penales y está vinculado al mandato de determi- School of Law), vol. 77, n.o 4, invierno de 1986, p. 1.032.
nación o principio de taxatividad. J. M. Silva Sánchez, Aproximación al derecho pe- 23 · Esto fue una consigna del movimiento internacional por unificar las condenas
nal contemporáneo, Bosch, Barcelona, 1992, pp. 252 y ss. a prisión y abolir aquellas formas aflictivas de encarcelamiento reduciéndolas a la
20. J. C. Carbonen Mateu, op. cit., p. 131. sola privación de la libertad. La cuestión fue debatida por primera vez en el Congreso
21. I. Berdugo Gómez de la Torre, L. Arroyo Zapatero, J. C. Ferré Olivé, N. García Penitenciario Internacional de Londres y luego en el siguiente, celebrado en Estocol-
Rivas, J. R. Serrano Piedecasas, J. Terradillos Basoco, Curso de derecho penal. Par- mo en 1878. Rotman cita también una sentencia, V. Barnes, Government ofVirgin Is-
te general, Experiencia, Barcelona, 200, p. 52. Se refieren a la Sentencia del Tribunal ~an~s, de 1976, en la que el tribunal declaró que las personas «no son enviadas a las
Supremo español105/1988 que dice con respecto a este principio que «impide consi- tnstttuciones penales para recibir penas adicionales; el hecho del encarcelamiento en
derar comprendidos dentro del art. 25.1los tipos formulados en forma tan abierta que sí mismo constituye la pena» (ibid., p. 297).
su aplicación dependa de una decisión prácticamente libre y arbitraria, en el sentido 24. P. Aubenque, La prudencia en Aristóteles, traducción de J. Torres Gómez-Pa-
estricto de la palabra 1 de los jueces y tribunales». llete, Crítica, Barcelona, 1999, p. 126.
46 - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida La proporcionalidad de las penas de prisión - - - - - - - - - - - - 47

transforman una pena supuestamente proporcional en una pena ilíci- tad. La pena de prisión o de privación de la libertad es una pena corpo-
ral en cuanto el tiempo no limita su transcurrir a una mera percepción
tamente excesiva.
Cuando el legislador establece una pena cuantificada en tiempo, intelectual sino que se encarna en el cuerpo del condenado, y en él va
ha de ser consciente de que la presencia misma del factor tiempo abre dejando sus huellas. Tener esto presente es necesario para calibrar me-
la puerta a la contingencia, a lo imprevisible. No es sólo el juez el que jor la gravedad de la pena, así como nuestro supuesto progreso frente a
ha de encontrar la medida adecuada de la pena. Al legislador corres- las penas consideradas exclusivamente corporales.
ponde la obligación de saber que aquello que está estableciend.o e~ Esta idea de progreso con respecto a la pena de prisión se origi-
una norma universal, al aplicarse a una realidad concreta y a un Indi- na en una visión escindida del ser humano, un cuerpo que no sufre,
viduo determinado, puede adquirir dimensiones muy distintas de las que no se muere, que es eterno, y un alma de la que esperamos que, su-
que ha previsto o se ha imaginado. Sus efectos no sólo pueden ser perando todas las dificultades de la cárcel, con enorme entereza y una
más intensos sino diferentes, es decir, la distancia entre la norma es- resistencia sobrehumana, se rehabilite, se regenere milagrosamente, se
tablecida y la norma aplicada puede ser tanto cuantitativa como cua- reintegre a una sociedad de la que la hemos alejado. El sujeto de la
litativa. En el tiempo todo cambia, todo puede ser de otra manera. Lo pena «Se convierte en un ser de dos dimensiones, cuya humanidad
único que no puede cambiar ni ser de otra.manera es lo que ya ha queda suspendida, paradójicamente, con la intención de tratarlo hu-
acontecido: el tiempo se abre a lo imprevisible al mismo tiempo que manamente» .26 Pero la «suspensión» de su humanidad no es más que
se cierra a lo reversible. La irreversibilidad del tiempo agrava los da- la suspensión de su temporalidad. La idea de humanidad es inescindi-
ños que en él se van produciendo en la medida en que no es posible ble de la de temporalidád. De ahí que es indispensable plantearse el
volver atrás el reloj. Por ello ha de considerarse que toda pena de pri- problema del tiempo de la pena mucho antes de cuantificar el tiempo
sión es una pena grave, porque causa perjuicios irreparables. La irre- individual del condenado a una pena de prisión. Es necesario plan-
versibilidad del tiempo de vida hace imposible volver atrás los en- tearlo desde la formulación misma de la norma general, porque la nor-
granajes del sistema penal y todo lo que con ellos arrastra. La pena de ma se dirige a un ser humano, a un ser esencialmente temporal. No
prisión no sólo es irreversible. También es irreparable. A los daños existe por un lado el tiempo y por otro el ser humano que vive en el
causados por la presencia en la prisión se han de sumar los daños que tiempo, el ser es el tiempo, y cuando le quitamos tiempo le quitamos
entraña la ausencia del entorno vital normal: nada puede convertir en vida. El tiempo es la vida misma. Desconocer que el tiempo es la vida
presencia una ausencia de un momento que ya no es. , misma, no tener en cuenta de todo lo que se puede privar a una perso-
En este contexto se plantea el tema de la sensibilidad del sujeto de na cuando la privamos del tiempo de vida social, cuando la reducimos
la pena a la pena de prisión. No he centrado mi argumentación en la vi- a una situación espacio-temporal única, es desconocer datos de la rea-
vencia psíquica del tiempo, es decir, en la experiencia interior del tiem- lidad que se pretende regular. Y es evidente el peligro que entraña ese
po, como había hecho en un trabajo anterior,25 porque ese es sólo un as- alejamiento de la realidad, no tanto porque no se cumplirá la función
pecto del problema del tiempo de la pena. Tambié~ es ineludible que se pretende cumplir, sino por la posibilidad de cumplir otra que se
considerar la dimensión física de la pena de prisión. Esta, no sólo es ignora, y por lo tanto que no ha sido deseada, prevista, planificada.
una pena corporal porque consiste en la restricción de la libertad de No se puede olvidar que el derecho parte de la realidad y a ella
movimiento o porque suele ir acompañada de una serie de penurias que se dirige. «La tierra es el punto de partida del desarrollo del derecho,
afectan al cuerpo del condenado, y que en muchos establecimientos son pero también el punto al que el derecho debe regresar.» 27 Esto pone de
tales que parecen constituir el verdadero castigo que se inflige con lo
que se denomina, como si sólo consistiese en eso, privación de la líber-
26. S. McConville, «The necessity of chance», en The Use of Punishment, compila-
do por S. McConville, William Publishing, Cullompton, Devon, 2003, p. 235.
25. A. Messuti, El tiempo como pena, Campomanes, Buenos Aires, 2001. 27. G. Zagrebelsky, Il diritto mite, Einaudi, Turín, 1992, p. 166.
48 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida La proporcionalidad de las penas de prisión - - - - - - - - - - - - 49

relieve la naturaleza práctica del derecho, y sobre todo que sus con- gurosos de racionalidad lógica, se colocan en un campo que podría de-
secuencias prácticas no constituyen una etapa sucesiva, independien- finirse no ya como irracional, sino más bien como suprarracional o ex-
te y sin influencia en el derecho mismo, sino que constituyen, en el trarracional; se trata de aspectos históricos, sociales y prácticos de los
sentido más literal del término, el derecho mismo. No supone esto re- que se pueden explicitar las condiciones de inteligibilidad y que dan
petir la falacia naturalista, derivar el derecho del hecho, sino, como lugar, precisamente, a la complejidad de la razón jurídica.» 31
insiste Zagrebelsky, tener una concepción del derecho que no desvin- Aunque algunos autores combinan el juicio de razonabilidad y
cule totalmente esos dos momentos, es decir, que reconozca el signi- el de racionalidad,32 me parece necesario mantener la distinción, so-
ficado que cada uno de ellos tiene para el otro. 28 bre todo para hacer hincapié en la necesidad de la razonabilidad en
En esa dirección reflexiona Zagrebelsky cuando contrapone la cuanto abre la puerta a la responsabilidad. Se trata de la razonable
scientiajuris y lajuris prudentia, la primera como racionalidad formal, responsabilidad de la que habla Gadamer:
la segunda como racionalidad material, orientada a los contenidos.
Hay que comprender que junto a la teoría, a la pasión dominante del
Aristotélicamente episteme contra phronesis; escolásticamente, ratio querer saber, que tiene su base antropológica en el estupor, hay otro
speculativa contra ratio pratica. Mientras el criterio de las primeras es saber omnicomprensivo de la razón, que no consiste en un saber ha-
la oposición cualitativa verdadero-falso, todo o nada, el de las segun- cer, que se pueda aprender, ni en el ciego conformismo, sino en la ra-
das es una progresión cuantitativa, del menos apropiado al más apro- zonable responsabilidad. 33
piado, del menos oportuno al más oportuno, del menos adecuado al
más adecuado La responsabilidad razonable del legislador consiste en aceptar la im-
posibilidad de buscar la certeza en un mundo incierto y de prever
Y aclara que, en el lenguaje corriente, esta atención a ~<lo posible» se todo lo que sucederá en un mundo contingente, lo que significa acep-
denomina «razonabilidad», e indica aquello que se solía llamar «pru- tar la temporalidad del mundo. En lugar de intentar la precisión mate-
dencia». 29 mática, tener conciencia de que esa precisión es imposible en el mun-
Los conceptos de racionalidady razonabilidad son claves en la do que ha de regular jurídicamente. Como decía a principios del siglo
filosofía hermenéutica. Mientras que la racionalidad se vincula con pasado Bovio: «La matemática en la ética es una intrusa. La causa de
la mito-lógica jurídica, la configuración de un sistema cerrado, parti- esta intrusión se encuentra en el materialismo, que cree poder medir el
cularmente cerrado a los valores, que se consideran extraños a un mundo moral como el mundo físico. Quien osa apuntar el compás en
«sistema racional» ,30 la razonabilidad en cambio se abre a esos valo- el mundo moral, luego llevará lentes y microscopios para ver las ideas,
res y se vincula con la sabiduría práctica, con la phronesis aristotéli- los juicios, los silogismos ... ». 34
ca, con la apertura del sistema a la realidad concreta, y particular-
mente a la contingencia y variabilidad de esa realidad. 31. G. Zaccaria, Razón jurídica e interpretación, trabajos compilados por A. Mes-
Sin embargo, no ha de limitarse la razonabilidad a la teoría de los suti, Thomson-Civitas, Madrid, 2004, p. 61. Refiriéndose a la razón jurídica, dice:
«Esta última no se origina en actos cognitivos individuales y solitarios, sino en un
valores, porque lo que permite tener en· cuenta no son sólo valores, contexto institucional y social deliberadamente organizado según reglas».
sino «una pluralidad de aspectos que pese a no responder a criterios ri- 32. Véase, a ese respecto, el análisis de T. Aguado Correa en El principio de pro-
porcionalidad en derecho penal, Edersa, Madrid, 1999, p. 142.
33. H. G. Gadamer, Veritá e metodo, 2, Studi Bompiani, Milán, 1996, p. 285. He
28. !bid. seguido la versión en italiano de G. Vattimo porque me ha parecido que refleja más
29. G. Zagrebelsky, op. cit., p. 168. Es interesante la referencia crítica que hace precisamente el desarrollo del tema de la razonabilidad, de la phronesis, que hace Ga-
P. Aubenque en la op. cit. a la traducción de phronesis como prudentia. damer. (Una de las versiones en español es Verdad y Método, vol. 11, traducción de
30. Véase, con respecto a la mitológica jurídica, J. Lenoble y F. Ost, Droit, Mythe et M. Olasagasti, Sígueme, Salamanca, 1992.)
Raison, essai sur la dérive mytho-logique de la rationalité juridique, Facultés univer- 34. G. Bovio, Saggio critico del diritto penale, Biblioteca Universale Antica e Mo-
sitaires Saint- Louis, Bruselas, 1980. derna, Milán, 1902, p. 35.
50 __________________ La justicia deconstruida La proporcionalidad de las penas de prisión _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 51

Entonces, si renunciamos a la exactitud del número para medir contrario, «reafirmar atrevida y explícitamente la razón ética del Es-
la pena, ¿no nos estamos arriesgando en un terreno de imprecisiones tado de bienestar, la única razón que éste necesita para justificar su
mucho más peligroso que el que estamos transitando? ¿Cómo sabre- presencia en una sociedad humana y civilizada.» 37 No por el necesario
mos entonces cuál es la medida de la pena, si rechazamos la posibili- alejamiento de la religión, del derecho natural, de una moral metafí-
dad misma de medir la pena? ¿No estamos poniendo en peligro la cer- sica, es decir, única e intolerante, debemos descartar todo el conteni-
teza del derecho? do ético que tienen los temas del delito y de las penas. Es necesario
Pero cabe también formularse otras preguntas: ¿acaso ahora nos adoptar frente al delito y la pena una actitud ética clara, que no tema
estamos moviendo en el marco de la proporcionalidad tal como la con- comprometerse con determinados valores ni se vea obligada a argu-
cebimos hoy con parámetros ciertos? ¿En qué consiste ahora nuestra mentar con términos «puramente jurídicos».
seguridad jurídica? ¿A qué certeza renunciamos cuando nuestra cer- Como explica Spadaro, el concepto de «razonabilidad» se sitúa en
teza no tiene ningún apoyo en la realidad concreta? Renunciamos a la un espacio intermedio (de importancia clave tanto metodológica como
certeza que sólo los números nos pueden dar. Pero ¿acaso pueden los hermenéutica) entre el de mera racionalidad y el de mero sentimiento.
números reflejar las situaciones que se dan en la relación penal? Dice que se trata de un espacio de «equilibrio», pero un equilibrio que
Nos encontramos ante una disyuntiva insoluble. Bovio la señala varía de acuerdo con cada situación, entre los excesos de la racionali-
como la «contradicción intrínseca de la entidad penal», la exigencia de dad (racionalismo) y del sentimiento (emotivismo). Por ello, frente a
una proporción imposible entre el delito y la pena. esos excesos, afirma que la «cifra» de la razonabilidad es la «medida».
Pero la medida no según el cálculo sino como moderación.
Por una parte, la proporción es requerida por la naturaleza del dere- Aristóteles señala para definir la phronesis la figura del phroni-
cho, por otra parte, es rechazada por la naturaleza de los términos ex- mos, es decir, quien posee esa virtud. Proceder como phronimos sig-
tremos de la entidad penal. La requiere la naturaleza del derecho, por- nifica aceptar lo irresoluble como tal, pero sin que ello suponga pasi-
que sin proporción hay arbitrio, el que somete la libertad y la persona vidad. El phronimos se caracteriza por responder a la contingencia sin
de un hombre al capricho de los demás; la rechaza la naturaleza de los
negarla, por adaptarse a ese mundo impreciso sin inventarse ningún
términos extremos, porque esos términos son heterogéneos y no tole-
otro, por evitar la desmesura y actuar con moderación.
ran proporción alguna. 35
Ante la imposibilidad de prever racionalmente una relación de
proporcionalidad entre delito y pena, lo único que podemos hacer, si
Sin embargo, como sugiere Spadaro, la certeza también debe ser «ra-
no podemos renunciar a las penas, es proceder en su fijación con la
zonable» e intentar una posible conciliación entre exigencias contra-
máxima moderación posible, y teniendo en cuenta todas las circuns-
dictorias. Se trata de certeza, no de exactitud. Pero la certeza no es
tancias reales que humanamente podemos tener en cuenta.
todo. Hay también otros valores. Esos valores no constituyen una
De esa forma se reconduce a la ética a un territorio que le co-
abstracta jerarquía ni obedecen a una rígida ética de la eonvicción,
rrespondía.
sino a una ética flexible y «relacional» de la situación. 36 Deberíamos
Y esa perspectiva traerá aparejado el equilibrio imprescindible
seguir el ejemplo de Bauman cuando afirma que para defender el Es-
en toda relación jurídica, equilibrio que supondría una relación de
tado de bienestar no tendríamos que intentar parecer convincentes
proporcionalidad distinta, no ya como la que postula Von Hirsch úni-
utilizando «el lenguaje frío y eficiente de los intereses», sino, por el
camente entre delitos y penas, sino una relación de proporcionalidad
cuyas razones sean: delito, daño causado por el delito; pena, daño
35. lbid.,p.79.
36. A. Spadaro, «l diritti della ragionevolezza e la ragionevolezza dei diritti», en
Ars Interpretandi Anuario di ermeneutica giuridica, núm. 7 (CEDAM, Padua), 2002, 37. Z. Bauman, La sociedad individualizada, traducción de M. Condor, Cátedra,
pp. 325 y SS. Madrid, 2001, p. 94.
52 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida

causado por la pena. Y con la misma profundidad con la que estudia- 3.


mos al delito y sus efectos, estudiar la pena y sus efectos. Veremos La pena y el pensamiento penal
entonces que, dada la esencia temporal del ser humano, al tomarle su
tiempo le estamos tomando la vida misma, porque «la vida y la pena
están inextricablemente unidas y, al alegrarse de la lenta agonía de Une nappe de déraison, d'absurdité, par l'intermédiaire du droit, a
una, ¿acaso no se olvida uno de que la otra se va al mismo tiempo?».38 envahi l'existence de chaque homme. Aucun cerveau ne résiste
completement acette pression de 1' irrationnel juridique .1

Tal vez uno de los temas que más insatisfacción provocan en el ám-
bito' ético yjurídico o ético-jurídico es el de la pena. Las críticas a los
sistemas penitenciarios modernos y postmodernos son muchas. Todas
coinciden en su función negativa, su medida excesiva, su intolera-
ble inhumanidad. 2 Sin embargo, a pesar de estos abismos en los que
se mueve el sistema penal, no se le dedica toda la reflexión que me-
rece y reclama.
El sistema penal es uno de los territorios jurídicos que se han
mantenido más cerrados a las innovaciones y menos tocados por las
reformas y cambios que tienen lugar en el mundo económico e inter-
nacional. Cartuyvels y Ost observan que si bien no escapa al viento
de una cierta deformalización «postmoderna» (en cuanto va adqui-
riendo un carácter más «procesal» y finalidades más «de gestión»),
lo penal es sin duda también «el bastión de resistencia más potente
del modelo de escritura tradicional propio del derecho "moderno"
que se impone en el siglo XIX». Y agregan que el nuevo modelo de es-
critura de las relaciones sociales que se manifiesta en diversos campos
del derecho no repercute con la misma intensidad en un derecho de

l. J. Carbonnier, Flexible droit, L. G. D. J, París 1992, p. 359 («Un manto de sinra-


zón, de absurdo, por intermediación del derecho, ha invadido la existencia de cada ser
humano. Ningún cerebro resiste completamente a esta presión de la irracionalidad ju-
rídica»).
2. «Los sistemas penales modernos no se han liberado de una tradición milenaria
que ha visto la justicia punitiva estrechamente relacionada con la venganza, la tortu-
ra, el suplicio y el sacrificio ritual de vidas humanas», D. Zolo, en IRIDE, Filosofía e
38. A. M., Marchetti, Perpétuités. Le temps infini des longues peines, Plon, París, Discussione Pubblica, núm. 32, Filosofía della pena e istituzioni penitenziarie, abril
2000,p. 187. de 2001 (Il Mulino, Firenze), p. 57.
54 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida La pena y el pensamiento penal - - - - - - - - - - - - - - - - 55

incriminaciones y de penas fundado aún sobre un «orden vertical de lamente es eco de ese mundo, sino que lo genera a través de su inter-
determinaciones» y llamado, además, a «desempeñar el papel de una vención directa y lo provoca mediante su expresión más propia y ex-
moral sustituta») .3 elusiva: la pena.
Entre las instituciones jurídicas tal vez la pena sea la más repre- Por ello, el desarrollo de la filosofía hermenéutica en el ámbito
sentativa de una tradición que ha sido «recibida» con mayor pasividad, jurídico no puede dejar de despertar esperanzas con respecto a la re-
en el sentido de que, a pesar de las críticas que se han levantado con- flexión penal. En primer lugar, porque la filosofía hermenéutica del
tra las distintas formas que ha ido asumiendo, hay algo así como una derecho no reniega de una connotación ética,6 siguiendo las pautas
resignación, una aceptación pasiva de la pena en sí, como si se tratase esenciales de la hermenéutica filosófica de Hans G. Gadamer, lo que
de un fenómeno inevitable. Entre los filósofos del derecho, sin embar- le permitiría hacerse cargo de una reflexión sobre el sufrimiento, ele-
go, no se puede hablar de mera resignación sino de indiferencia deli- mento indisociable de la pena. En segundo lugar, porque no termina
berada, que se explica por la vigencia durante gran parte del siglo XX su análisis del derecho en la formulación lingüística de las normas, en
de las filosofías de orientación analítica. Al adoptar éstas como mode- el enunciado normativo, sino que abre el concepto del derecho a la
lo el conocimiento científico, al pretender la objetividad de la ciencia, praxis, negándose a separarlo y aislarlo del mundo real:
es lógico que eludieran un tema como el de la pena que exige trascen-
der el marco normativo, ir más allá del ordenamiento jurídico positi- La hermenéutica jurídica no está circunscrita a la comprensión de los
vo; un tema indudablemente contaminado por concepciones ajenas a textos y los materiales jurídicos, y no se limita a las relaciones entre la
aquello de lo que un conocimiento «científico» del derecho se puede ley y la sentencia del juez, pues al considerar el sistema jurídico como
ocupar. En cierto modo, parecería que la filosofía del derecho podría parte del mundo, es también teoría de la comprensión de las situacio-
merecer las palabras que Pareyson emplea con respecto a la filosofía nes y del mundo. 7
posterior a la segunda guerra mundial, cuando recuerda el auge de las
filosofías empeñadas en problemas técnicos de extrema abstracción y En este texto me he propuesto señalar algunas perspectivas posibles
sutileza, como el positivismo lógico y la filosofía analítica, «formas de para analizar la pena que tal vez resulten más viables en el contexto de
pensamiento insensibles al problema del mal, y en general poco inte- la hermenéutica filosófica. No pretendo nada más que sugerir una es-
resadas en los problemas del hombre y de su destino» .4 pecie de índice de una investigación que, adoptando una actitud críti-
No obstante, sin ir más lejos, es la enunciación misma de la, pena ca frente a la pena, configurada por la racionalidad propia de la dog-
en los textos legales lo que exige una interpretación que se encamine mática penal, la examine en tanto elemento de la tradición jurídica a la
por senderos no transitados por los cultores de una filosofía analítica que pertenecemos, y saque a la luz los aspectos no reconocidos de ese
del derecho. Estos senderos cuyo recorrido es indispensable para un elemento a fin de someterlos a una valoración encaminada a su acep-
examen crítico de la pena están comunicados con un mundo subterrá- tación consciente, no encubierta por presupuestos racionalizantes. 8
neo de sentimientos y emociones, que sale muchas veces a la luz con
una violencia y ferocidad propias de lo profundamente arraigado y re-
primido.5 El problema principal reside en que el sistema penal no so-
6. G. Zaccaria, Razón jurídica e interpretación, trabajos compilados por A. Messu-
ti, Thomson-Civitas, Madrid, 2004, p. 123. Se publicó en italiano en Questioni di In-
terpretazione, CEDAM, Padua, 1997, Dimensioni del!' ermeneutica e interpretazione
3. Y. Cartuyvels y F. Ost, «Crise du líen social et crise du temps juridique», Rapport giuridica, p. 93. También en la Rivista Internazionale di Filosofía del Diritto, abril-
realisé a la demande de la Fondation Roi Baudouin, Facultés universitaires Saint- junio, IV serie-LXXII, 1995, p. 394.
Louis, Bruselas, 1998, p. 92. 7. !bid. ' p. 117.
4. L. Pareyson, Ontología della liberta, Einaudi, Turín, 1997, p. 156. 8. E. Pariotti, La comunita interpretativa nell 'applicazione del diritto, en RectaRa-
5. «Los mecanismos penales están impregnados de emociones colectivas esencial- tio, G. Giapicchelli Editare, Turín, Padua, 2000, especialmente el cap. 11, «Comunita
mente originadas en la inseguridad y el miedo», D. Zolo, op. cit., p. 57. e tradizione nel diritto», pp. 26 y ss.
56 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida La pena y el pensamiento penal - - - - - - - - - - - - - - - - - 57

Analizar lo que es más racional y más irracional a la vez la necesidad de reparar la violación del derecho con una violencia con-
traria que lo restablezca, y dice que «sólo la dialéctica hegeliana, con
Ricoeur señala que la esfera del derecho penal es la esfera del dere- su definición de la pena como negación de la negación (del derecho),
cho en la que se ha invertido más racionalidad: podía lograr revestir teóricamente una superstición semejante, permi-
tiendo concebir como "lógico" que un hecho niegue otro hecho» ,B
Medir la pena, proporcionarla a la falta, equilibrar con creciente apro- postula él mismo la necesidad de medir la pena según la gravedad del
ximación la equivalencia entre las dos escalas de la culpa y la pena, delito. Afirma que el principio de retribución, «o del carácter de con-
todo ello es, sin duda, la obra del entendimiento. El entendimiento
secuencia del delito que tiene la pena ... es la primera garantía del de-
mide y lo hace mediante un razonamiento de proporcionalidad de este
recho penal» .14 Este principio expresa el criterio de distribución y de
género: la pena A es a la pena Bloque el crimen A' es al crimen B'». 9
aplicación de la pena. Si bien Ferrajoli rechaza categóricamente la
idea iusnaturalista de la existencia de una relación «natural» entre de-
¿Qué expresión más estricta de racionalidad que la operación de me-
lito y pena, afirma la existencia de una relación «convencional», esta-
dir? Sócrates habla de una metretike techne, ciencia de la medida, que
blecida por ellegislador. 15 «El principio de proporcionalidad expre-
sería la ciencia del exceso y del defecto, y que permite escoger entre
sado en la antigua máxima poenat debet commensurari delicto es en
el bien y el mal, entre el placer y el dolor, aplicando un criterio cuan-
suma un corolario de los principios de legalidad y de retribución, que
titativo, con miras a una vida feliz. 10 Desde el talión la búsqueda de la
tiene en éstos su fundamento lógico y axiológico» 16 Otros autores in-
equivalencia y correspondencia entre los dos males ha sido el ele-
cluso proponen terminar la búsqueda infatigable de justificación del
mento clave que diferenciaba la pena de la venganza. 11 Se busca en
castigo y ocuparse concretamente de su proporcionalidad. «Es hora
esos elementos, cuya naturaleza se concibe deliberadamente igual,
de pasar del porqué castigar al cuánto castigar.» 17 En efecto, los prin-
delito y pena, una pretendida igualdad cuantitativa, cuyo logro se en-
cipales presupuestos del derecho penal moderno son «la calculabili-
cauza a través de un razonamiento de proporcionalidad. «La tarea de
la experiencia jurídica bajo su aspecto penal consiste en afinar cons-
tantemente este razonamiento de proporcionalidad.» 12 13. L. Ferrajoli, «Derecho y razón. Teoría del garantismo penal», traducción de P. A.
Ibáñez, A. Ruiz Miguel, J. C. Bayón Mohino y J. Terradillos Basoco, Trotta, Madrid,
Y esa preocupación se ha mantenido y se mantiene hoy. Ferra- 1997, p. 255. Ferrajoli considera que la teoría de la pena de Hegel es retribucionista;
joli, aun cuando critica como insostenible la reflexión de Hegel sobre sostiene lo contrario Stefano Fuselli en «Hegel come critico della retribuzione», en
Pena e riparazione a cura di F. Cavalla y F. Todescan, Cultura moderna e interpreta-
zione classica, núm. 2 (CEDAM, Padua), 2000.
14. L. Ferrajoli, Derecho y razón, op. cit., p. 368.
9. P. Ricoeur, Introducción a la simbólica del mal, Megápolis, Buenos Aires, 1976, 15. !bid.' p. 392.
p. 98 (Le conflit des interprétations, essais d 'herméneutique, Seuil, París, 1969, p. 351). 16. !bid., p. 398. Cabe preguntarse, ¿es posible calcular y medir la pena en relación
Con respecto a la hermenéutica jurídica de este autor, véase G. Zaccaria: Explicar y con la gravedad del delito? Ferrajoli dice que si la pena es cuantificable, no es cuanti-
comprender. En torno a la filosofía del derecho de Paul Ricoeur, en Doxa, núm. 22, ficable el delito, y que han fracasado todos los esfuerzos realizados hasta la fecha para
1999, pp. 631-642. colmar esta heterogeneidad mediante técnicas para medir la gravedad de los delitos, re-
10. Platón, Protágoras, 357b: «Pero, puesto que nos ha parecido que nuestra salud feridas tanto a los grados del daño como, sobre todo, a los de culpabilidad. Agrega que
depende de la buena elección entre el placer y el dolor, y de lo que en estos dos géne- «más allá de la ingenuidad calculadora en la que se ha afanado inútilmente, el utilita-
ros es más grande o más pequeño, más numeroso o menos numeroso, está más cerca tismo penal puede ofrecer ... algunas indicaciones que tienen el valor de parámetros de
o más lejos de nosotros, ¿no es cierto que este arte de examinar el exceso o el defecto valoración, tanto del límite mínimo como del límite máximo de la pena en relación con
del uno respecto al otro o su igualdad respectiva, es una verdadera ciencia de medir? la gravedad del delito». Se refiere a Hobbes, Puffendorf y Bentham, que proponen
11. B. Durand, J. Poirier, J. P. Royer, compiladores, La douleur et le droit, PUF, Pa- como criterio que la ventaja del delito no supere la desventaja de la pena; Ferrajoli a su
rís, 1997, especialmente la segunda parte, titulada «Utiliser la douleur». vez propone que «la pena no debe superar a la violencia informal que en su ausencia
12. P. Ricoeur, op. cit., p. 98. «C'est le triomphe de la liberté, lorsque les lois crimine- sufriría el reo por la parte ofendida o por otras fuerzas más o menos organizadas».
Hes tirent chaque peine de la nature particuliere du crime. Tout l'arbitraire cesse, la pei- 17 · A. von Hirsch, «Censure and Proportionality», en A Reader on Punishment, a
ne ne descend point du caprice du législateur, mais de la nature de la chose; et ce n'est cargo de A. Duff y D. Garland, Oxford University Press, Oxford, 1994, p. 125. Este
point 1'homme qui fait violence a1'homme», Montesquieu, De l 'esprit des lois (XII, IV). autor establece dos criterios para determinar la proporcionalidad, distinguiendo entre
58 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida La pena y el pensamiento penal _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 59

dad y la mensurabilidad de las penas». 18 Y, en ese sentido, la pena de Mito y razón


prisión facilita aparentemente el cálculo, por la posibilidad de frag-
mentación y de medición de las unidades (abstractas) de tiempo que Ricoeur señala esta combinación de racionalidad-irracionalidad en la
se establecerán como pena. «Le temps, opérateur de la peine.» 19 relación delito-pena: «aquello que es más racional en la pena, a saber,
La importancia asignada al pensamiento calculante en el pensa- que compensa el crimen, es, a la vez, lo más irracional, a saber, que lo
miento penal es tal que incluso se ha propuesto un derecho de cuanti- borra». 22 En el sentido en que se emplean en esta frase, la racionali-
ficación penal y se ha pretendido desarrollar un modelo lógico formal dad equivale al cálculo y la irracionalidad al mito. Sin embargo, el
a ese efecto .zo N o sería exagerado señalar una verdadera exasperación mito y la razón vienen juntos. 23 Ricoeur se refiere a una «razón míti-
de la racionalidad en el pensamiento penal que tal vez podría expli- ca», a una «mito-lógica», a una «unidad de mitología y racionali-
carse por la presencia de una irracionalidad no admitida.21 dad» .24 En su análisis del mito de la pena, se basa en Hegel.
El tema del delito y de la pena es tratado por Hegel en Principios
de la filosofía del derecho, en la sección titulada «La injusticia», con
la que se concluye la primera parte: «El derecho abstracto». El térmi-
una proporcionalidad ordinal y una proporcionalidad cardinal. La primera obedecería no «abstracto» no se emplea como sinónimo de teórico, en oposición
a una comparación entre los castigos: las personas condenadas por delitos de grave- a práctico o real, sino en el sentido de una'característica común a toda
dad similar deben recibir castigos de intensidad similar. La segunda reconoce los lí- una serie de instituciones o figuras jurídicas «presentes y reales» .25
mites que han de tenerse en cuenta al aplicar la primera. En relación con este proble-
ma, que concierne a la proporcionalidad entre delito y pena, cabe recordar también las
críticas actuales a ese principio: «Los sistemas penales que atribuyen un gran valor a La abstracción que connota aquí el derecho se encuentra en la forma
la proporcionalidad pasan necesariamente por alto las diferentes condiciones mate- lógica del juicio, por el hecho de que al unir el sujeto al predicado de-
riales de vida, incluidas la pobreza, la desventaja social y la parcialidad, en las que se
configuran las personalidades y los caracteres humanos ... El problema de un "justo clarando que uno es el otro, colocándolos corno idénticos, corno si
merecido en un mundo injusto" es un problema fundamental para una rigurosa li- fuesen la misma cosa, no se supera nunca en realidad su distinción y
mitación de la proporcionalidad» M. Tonry, «Interchangeability of punishments» en diferencia inicial.Z6
A. Duff y D. Garland, op. cit., p. 152.
18. !bid.
19. M.Foucault, Surveilleretpunir,Gallimard,París, 1975,p.127. ,
20. E. R. Zaffaroni, Derecho penal, Parte General, Ediar, Buenos Aims, 2001, p. 950. 22. P. Ricoeur, «Introducción a la simbólica del mal», op. cit., p. 99.
Es de sumo interés lo que dice este autor con respecto al principio de proporcionalidad 23. «Sí, este mito de la pena es algo extraño pues aquí el mito es razón ... Pero, a
mínima: «La criminalización alcanza un límite de irracionalidad intolerable cuando el cambio de ello, extraña razón que funda el entendimiento divisor en una ley que no
conflicto sobre cuya base opera es de ínfima lesividad o cuando, no siéndolo, la afecta- surge de una lógica de ideas sino de una lógica de fuerzas: mediante la pena, una fuer-
ción de derechos que importa es groseramente desproporcionada con la magnitud de la za impura es anulada por una fuerza purificadora», ibid., p. 98.
lesividad del conflicto. Puesto que es imposible demostrar la racionalidad de la pena, las 24. !bid., p. 98. R. Kerbs señala que Ricoeur se apoya en la distinción efectuada por
agencias jurídicas deben constatar, al menos, que el costo de derechos de la suspensión Kant entre «entendimiento» (Verstand) y «razón» (Vernunf), que abre una tensión en-
del conflicto guarde un mínimo de proporcionalidad con el grado de la lesión que haya tre conocimiento condicionado y la función de lo incondicionado de la razón (lo cual
provocado. A este requisito se le llama principio de proporcionalidad mínima de la pena lleva al concepto kantiano de límite: la búsqueda de lo incondicionado pone límites a
con la magnitud de la lesión. Con este principio no se legitima la pena como retribución, las pretensiones del conocimiento objetivo). A propósito del mito dice: «Ricoeur en-
pues sigue siendo una intervención selectiva del poder que se limita a suspender el con- fatiza la irreductibilidad de los símbolos y de los mitos a toda interpretación alegori-
flicto sin resolverlo. Simplemente se afirma que, dado que el derecho penal debe elegir zante y a toda elaboración gnóstica. Esa irreductibilidad procede del aspecto trágico,
entre irracionalidades, para impedir el paso de las de mayor contenido, no puede admi- no ético, del mal que se anuncia en muchos mitos y que pone en cuestión los intentos
tir que a esa naturaleza no racional del ejercicio del poder punitivo se agregue una nota de reducir el misterio del mal y de explicarlo como un acto de la libertad que pone el
de máxima irracionalidad, por la que se afecten bienes de una persona en desproporción mal», «El enfoque multimetodológico del mito en Paul Ricoeur. Una interpretación
grosera con el mal que ha provocado» (se omiten las notas), op. cit. , p. 123. a partir de la fórmula kantismo post-hegeliano», en Revista de Filosofía, 3.a época,
21. F. Zanuso señala que Carrara reconocía que <<Una densa coltre di nebbia» cubría vol. XIII (2000) núm. 24 (Universidad Complutense, Madrid), pp. 99-138.
toda tentativa humana de fijar una puntual e indiscutible proporcionalidad «conmisu- 25. Stefano Fuselli, «Hegel come critico della retribuzione», en Pena e riparazione,
rativa». En F. Zanuso, «La concezione retributiva fra modernita e postmodernita», en op. cit., pp. 203 y ss.; p. 208.
Cultura moderna e interpretazione classica, op. cit., p. 152. 26. Ibid.,p. 209.
60 - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida La pena y el pensamiento penal - - - - - - - - - - - - - - - - 61

Y la relación delito-pena se encuentra precisamente entre las diver- lor de la lesión infligida (a diferencia de la igualdad específica, bus-
sas relaciones que tienen lugar en el ámbito de este «derecho abs- cada en la existencia exterior) .30
tracto», donde se identifican dos términos, externos entre sí, pero sin Sin embargo -señala Ricoeur- a medida que progresa el en-
olvidar su «separabilidad» inicial. tendimiento en su búsqueda de proporcionalidad entre delito y pena,
La identidad entre delito y pena es la identidad conceptual en- se va descubriendo la racionalidad mítica que sustenta todo el edificio:
tre una lesión y otra lesión, que es lesión de la primera. La pena es la «si es razonable adecuar el castigo al crimen lo es bajo la condición
manifestación de la nulidad del crimen, pero no en el sentido de que de una identidad interior que, en la existencia exterior, se manifiesta
constituye una consecuencia inevitable del delito, sino en el senti- como igualdad para el entendimiento». 31 Cuando Ricoeur se propo-
do de que «pone de manifiesto la naturaleza misma del delito, aque- ne la deconstrución del mito con miras a «demitologizar» la pena, se
llo que custodia y hace explícito el principio hacia el que se orien- pregunta qué significa deconstruir un mito de apariencia lógica.
ta» .27 Esto es particularmente importante en cuanto a la medida de la Esencialmente significa reconducir la pena a la esfera delimitada por
pena. Negar el crimen no significa simplemente aniquilarlo, produ- Hegel, a la esfera del derecho abstracto, reconocer, como Hegel ha
cir la nada. demostrado, que la ley de la pena es válida solamente en la esfera li-
mitada del derecho abstracto. Es decir, allí donde ya no consideramos
La actividad de negar tiene en realidad un resultado bien concreto, a pena la acción de suprimir mediante un mal sufrido un mal cometido,
saber, la negación del dato de partida, la negación de aquella cosa, de ya no pensamos que la pena borra el crimen. Abandonamos la duali-
aquel dato, de aquel elemento de partida, que por ello en cierto modo dad y concebimos en cambio la identidad. «La pena es idéntica al de-
queda mantenido y conservado en su negación.» 28 lito en el sentido de que no produce nada más que la manifestación de
su nulidad y, con ello, su superación.» 32
Esta negación se configura como superación de la oposición entre de- Ahora bien, cabe preguntarse si al reconducir la pena a la esfera
terminaciones que aparentemente se excluyen recíprocamente. La su- del derecho abstracto realmente se la ha demitologizado. La idea de
peración significa que ninguna de esas determinaciones es autosufi- identidad entre esos dos elementos heterogéneos tiene mucho del pen-
ciente: su negación la obliga a salir de su unilateralidad y a entrar en samiento mítico. Lo que el mito indica es que todo ultraje debe entra-
una unidad con la determinación opuesta. Esta unidad no es una sim- ñar una tisis compensatoria. «Es una ley que las gotas de sangre de-
ple yuxtaposición entre los opuestos sino un vínculo necesario que, rramadas por el suelo exigen otra, otra sangre.» 33 No exige la sangre
delimitando cada determinación y llevándola al interior de esos lími- derramada otra cosa que sangre. Un rasgo fundamental del modo mi-
tes, indica sus condiciones de validez. Este razonamiento es revelador tológico de pensar es que siempre que se establece determinada reZa-
de la íntima relación entre delito y pena en la doctrina de Hegel, has-
ta el punto de que la superación que se alcanza en esta relación afec-
ta a ambos términos: no solamente se supera la unilateralidad de la 30. G. W. F. Hegel, Principios de la filosofía del derecho, traducción de J. L. Ver-
mal, Edhasa, Barcelona, 1999, pp. 189 y 190.
voluntad del delincuente sino, al mismo tiempo, la pretendida unici- 31. P.Ricoeur,op. cit.,p.99.
dad de la voluntad opuesta, «de aquella que se presenta codificada 32. S. Fuselli, op. cit., p. 229. Y Hegel, en el §101 de la op. cit.: «el delito, en cuan-
como derecho» .29 Esta superación de la unilateralidad y unicidad de to voluntad en sí nula, contiene en sí mismo su aniquilación, que aparece corno pena».
33. G. Pieri, «Remarques sur la peine dans la rnythologie grecque», en Archives du
la voluntad que se presenta codificada como derecho se basa en la Philosophie du droit, tomo 28, Philosophie penale (Sirey), 1983, p. 71. F. Girard seña-
igualdad interna, que consiste en determinar la pena a partir del va- la que para ser eficaz, la violencia sacrifical debe asemejarse lo más posible a lanosa-
crifica!. «Por ello hay ritos que se nos presentan corno la inversión inexplicable de la
prohibición.» La identidad entre el mal y el remedio. En el Ione, de Eurípides, se habla
27. !bid.' p. 220. de dos gotas de una misma sangre, la de la Gorgona: una «aleja las enfermedades y ali-
28. !bid.' p. 224. menta el vigor», la otra «mata»: «Nada más diverso que estas dos gotas de sangre y, sin
29. Ibid.,p.225. embargo, nada más similar». La violenza e il sacro, Adelphi, Milán, 1980, pp. 58-59.
62 ____________________ La justicia deconstruida La pena y el pensamiento penal - - - - - - - - - - - - - - - - - 63

ción entre dos miembros, esa relación se transforma en una relación la demitologización de la pena. Supone, en cambio, una invitación a
de identidad. 34 Podría señalarse cierto paralelismo entre la «identi- analizar el carácter mítico del concepto mismo de derecho abstracto,
dad interior» de que habla Hegel y la «identidad objetiva» del pen- es decir, la naturaleza mítica de la elaboración de una esfera denomi-
samiento mítico señalada por Cassirer. Este pensamiento, a diferen- nada del derecho abstracto. En ese sentido Lenoble y Ost reconocen
cia del conocimiento científico que vincula los elementos en cuanto la presencia de lo mítico en el pensamiento jurídico cuando presentan
los distingue unos de otros, «parece aglutinar todo lo que toca en una su «dérive mytho-logique». 39
unidad indiferenciada». 35 Todo aquello que entra en «contacto» en el Parten de la premisa que sostiene la pertenencia del orden lógico
sentido mítico (entendido no solamente como contigüidad espacial o al orden de lo imaginario. Se refieren a un proceso de cristalización
temporal, sino como semejanza incluso alejada) deja de ser heterogé- dogmática donde lo racional se comunica con lo mítico. La racionali-
neo y múltiple y adquiere una «unidad substancial de esencia» .36 En dad jurídica produce un discurso coherente y cerrado, no por un fun-
ese sentido, la racionalidad que explica la compensación del mal cau- cionamiento técnico determinado, sino porque esa racionalidad está
sado por el delito con el mal infligido por la pena puede tener sus raí- inscripta en un universo predeterminado por el deseo y las creencias:
ces en esa tendencia del pensamiento mítico. Por un lado, el daño se el universo del mito. 40 Proponen el concepto de mitológica o mito-ló-
ha de compensar con algo similar; por otro lado, a fin de que la com- gica, concepto paradójico porque pretende reunir en un mismo térmi-
pensación tenga efecto, esa similitud se convierte en identidad. El no mythos y lagos, imaginación y entendimiento, representación y
mito puede ser útil para entender la racionalidad penal, desde el mo- concepto, apartándose del gesto racionalista del pensamiento occi-
mento en que esa racionalidad tiene mucho del pensamiento mítico. dental que tiene como objetivo exorcizar el mito y ganar la pureza de
En la consideración del mito hay que superar la asociación co- la razón frente a lo primitivo de la fabulación Y Se proponen la reha-
rriente entre irracionalidad y mito. Según Cassirer, el pensamiento bilitación del mito o del orden mítico con el propósito de tener debi-
mítico tiene sus propias categorías, y si bien la ley que lo rige tiene damente en cuenta su eficacia real en las representaciones que es-
características muy especiales, no hay que presuponer que la renun- tructuran el pensamiento jurídico .42
cia a la forma lógico-científica de conexión e interpretación equival- La minimización y el olvido de lo imaginario, lo mítico, lo sim-
ga al arbitrio total ni a la falta de leyes. 37 bólico no son inocuos, como estos mismos autores señalan: la desim-
En el mito está presente la apertura a otro mundo que represen-
ta un plano sobrehumano, trascendente, el de las realidades absolu-
tas. 38 El traslado del mito de la pena al derecho abstracto no entraña 39. J. Lenoble y F. Ost, Droit, Mythe et raison, essai sur la dérive mytho-logique de
la rationalité juridique, Facultés universitaires Saint- Louis, Bruselas, 1980, p. 6. Los
autores distinguen tres tipos posibles de relación entre mito y lógica. Nos permitimos
resumir esta distinción como sigue: la primera relación se plantearía como «mitológi-
34. E. Cassirer, Filosofía de las formas simbólicas, traducción de A. Morones, Fon- ca» en cuanto tipo de discurso que expone explicaciones del mundo, de la condición
do de Cultura Económica, México, 1998, p. 307. humana o de determinados fenómenos en la forma de narraciones fabulosas, con per-
35. !bid., p. 92. sonajes más o menos sobrenaturales. En esta relación no hay ningún vínculo entre el
36. !bid. aspecto racional y el aspecto irracional. El segundo tipo de relación mito-lógica pro-
37. E. Cassirer, Mito e concetto, compilado por Riccardo Lazzari, Lezione 2, La viene de la intención rácionalista de recusar el universo mítico. Pone el acento en la
Nuova Italia, Florencia, 1992, p. 15. Cabe. decir con G. Reale que el mito es «un mé- falsa conciencia: en el pensamiento jurídico es mito-lógico un pensamiento que pre-
todo para entender y para expresar algunos aspectos de la realidad que, por su misma tende ser positivo cuando restaura una legitimación meta-positiva. La tercera relación
naturaleza, no pueden captarse ni expresarse mediante el puro logos.», G. Reale, Pla- (también con guión: mito-lógica) toma en cuenta la inherencia del orden lógico al or-
tón. En búsqueda de la sabiduría secreta, Herder, Barcelona, 1998, p. 309 (Platone. den imaginario, apunta al lugar donde lo racional se comunica con lo mítico, señala el
AlZa ricerca della sapienza segreta, Rizzoli, Milán, 1998). Dice Pareyson: «el mito no cierre del pensamiento por su inscripción en un horizonte sobre-determinado por la
es fábula ni leyenda, narración arbitraria ni relato irracional .... el mito es posesión de creencia, que puede llevar a la cristalización dogmática.
la verdad en el único modo en que ésta se deja capturar, es decir, en un esconderse que 40. !bid.' pp. 4-5.
justamente como tal irradia y revela», op. cit., p. 163. 41. !bid.' p. 6.
38. M. Eliade,Aspects du mythe, Gallimard, París, 1963, p. 176. 42. Ibid.,p. 278.
64 __________________ La justicia deconstruida La pena y el pensamiento penal - - - - - - - - - - - - - - - - 65

bolización va acompañada de una axiomatización unidimensional más vencer la incertidumbre inherente a la contingencia de la vida huma-
constrictiva aún: formal, lógica, sin debate ni conflicto. 43 También na. La certeza como «característica estructural del derecho» 50 en rea-
Zaccaria afirma que es preferible determinar con .una perspectiva crí- lidad es más una meta utópica que un objetivo concreto.
tica, en lugar de negar acríticamente, la presencia de elementos irra-
cionales en el derecho .44 Desde el momento en que todo aquello que
está presente se considera no presente, adquiere la fuerza de lo oculto,
y por consiguiente de lo no sometido a la discusión, la crítica, el diá- Un mal que no se deja medir
logo. La demitologización de la pena refuerza su carácter mítico, dado
que éste ya no se analiza ni cuestiona. La pena se desvincula de su his- Porque no obstante esta pretendida abstracción de las diferencias y
toria y se <<juridiciza» en un plano que la pone fuera de todo debate. 45 negación de la contingencia no desaparecen las primeras ni se elimi-
Lenoble y Ost intentan (siguiendo a Castoriadis y Ricoeur) restablecer na la segunda. El delito sigue teniendo una existencia concreta, como
el papel radical y constitutivo de la imaginación, no sólo en los proce- acción que recae en «la esfera de la exterioridad». Y como tal «tiene
sos cognitivos individuales y de creación histórica, sino en la génesis una. extensión cualitativa y cuantitativa determinada» y también la
y la supervivencia de las instituciones. Es lo imaginario que, median- tiene la lesión producida por la pena. Y en esta extensión determina-
te una cierta forma de inversión inicial, proyecta una jerarquía de va- da reside su diferencia. La igualdad interna supone una abstracción
lores, ordena una pirámide de reglas, dicta un estilo de celebración y de las diferencias, cualitativas y cuantitativas, una operación intelec-
de interpretación, en pocas palabras, produce los sistemas simbólicos tual propia del pensamiento mítico. La equivalencia entre delito y
que tejen las redes de la comunicación y fundamentan el edificio ins- pena sólo existe en el plano del derecho abstracto. En la praxis es im-
titucional.46 El discurso jurídico, dicen, es un discurso eminentemente posible. Hegel reconoce esta imposibilidad cuando dice que «si se
instituido y que, más que cualquier otro discurso, postula su propia permanece por completo en la abstracta igualdad específica, no sólo
transparencia así como su adecuación a objetivos sociales conscientes. surgen dificultades insuperables para determinar las penas . . . sino
Sin embargo, es un discurso que está atravesado por este «imaginario» que además es muy fácil presentar la compensación de la pena como
que organiza su simbolismo y subvierte secretamente su lógica.47 En el un absurdo (como hurto por hurto, robo por robo, diente por diente,
mismo sentido, Zaccaria afirma: «En la realidad, y en particular en la con lo que es posible imaginarse al delincuente tuerto y desdenta-
realidad jurídica, lo racional se combina y enlaza con lo irracional.»48 do)».51 Por consiguiente es «tarea del entendimiento buscar el acer-
El rechazo de lo imaginario por el pensamiento jurídico se vincu- camiento a la igualdad de su valor. Si no se aprehende la conexión
la con su aspiración a la certeza, como meta que constituye la razón existente entre sí entre el delito y su aniquilación y por consiguiente
misma de la presencia de lo jurídico en la vida social. Es la búsqueda el pensamiento del valor y la comparabilidad de ambos según el va-
apasionada de un anclaje en un más allá de lo diverso y de lo efíme- lor, se puede llegar a ver ... en una auténtica pena sólo una unión ar-
ro, lo que conduce a la reducción de lo imaginarlo a un papel subor- bitraria de un perjuicio con una acción no permitida».52
dinado y estrechamente vigilado .49 Precisamente el derecho nace para El pensamiento penal, encerrado en el pensamiento calculante
que establece la ecuación penal, depende, para reflejarse en la reali-
dad, de una decisión que no puede ser sino accidental y arbitraria, dada
43. !bid.' p. 546.
44. G. Zaccaria, Razón jurídica e interpretación, op. cit., pp. 45 y ss.
la brecha que separa a este pensamiento de la praxis. Pero además de
45. J. Lenoble y F. Ost, op. cit., p. 546.
46. !bid.' p. 277.
47. lbid.,p.271. 50. B. Pastore, Giudizio, prava, ragion pratica, Giuffre, Milán, 1996, p. 40.
48. G. Zaccaria, op. cit., p. 46. 51. G. W. F. Hegel, op. cit., p. 190.
49. J. Lenoble y F. Ost, op. cit., p. 272. 52. !bid.' p. 191.
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esta brecha entre pensamiento y praxis, en cuanto pensamiento que no La tragedia


tiene en cuenta la diferencia, contingencia, variabilidad de circunstan-
cias e individuos, también existe la brecha entre pensamiento y praxis No es sorprendente que la criminología contemporánea se siga remi-
originada en el mismo contenido de la pena «pensada» y de la pena tiendo a la tragedia griega para la interpretación de la relación entre de-
«aplicada». Las definiciones actuales de la pena siguen reconociendo lito y pena. La crisis social que provoca el delito es reflejada como un
que consiste en la inflicción de un mal: «la pena, por su carácter aflic- eco amplificador por la opinión pública. Hay toda una gama de adjetivos
tivo y coercitivo, es en todo caso un mal, que no cabe encubrir con fi- que califican los hechos delictivos como horrendos, traumáticos, inso-
nalidades filantrópicas de tipo reeducativo o resocializador y de hecho portables, intolerables. De esa realidad reflejada nace la reacción penal:
en último término aflictivo». 53 Y en cuanto mal, que se traduce en su-
frimiento, no se deja medir. Como dice Husserl: ... de un modo similar a la situación que se produce en ciertas tragedias
griegas, estas situaciones son vividas y representadas de manera tal que
Una determinación racional del quantum de un «sacrificio reactivo» ... nadie llega ya a imaginar ninguna reacción moderada susceptible de
implica sin embargo algunas dificultades. Un sufrimiento nunca puede restablecer una forma de paz social, o de restaurar el vínculo social
ser determinado cuantitativamente según principios racionales. Cada roto por el acontecimiento. 56
sufrimiento tiene la tendencia a ser ilimitado .54
En ese sentido el paralelismo entre la tragedia y el «derecho penal
La pena en cuanto excede de la justa medida (¿y cuál es la justa me- mágico» es notable:
dida?) es un mal injustificable. Esa parte excesiva de la pena no se
encuentra amparada ni en la norma jurídica ni en la norma moral. Es ... el legislador recurre al instrumento penal en cuanto solución apa-
rente de un problema social. Sufre a menudo la presión de la opinión
pura infracción. Queda sin embargo en un espacio «de nadie», en el
pública o de los grupos que lo empujan a reprimir ciertos fenómenos
que aparentemente todo lo que suceda dentro de la aplicación de la
indeseables, incluso cuando no dispone de ningún medio eficaz para
pena queda amparado por la norma que la impone. Podría pensarse en hacerlo ... En estas condiciones, puede elevar a ilícito penal el fenó-
el análisis que hace Nabert de lo injustificable. Señala este autor que meno en cuestión con miras a calmar la opinión pública.57
la diferenciación de las funciones del espíritu, acompañada por la es-
pecialización de sus respectivas normas, ha favorecido la progresiva Delmas Marty señala que este fenómeno se ha ido transformando.
55
desaparición de un «sentimiento primitivo de lo injustificable» . Se Mientras que al principio su efecto simbólico se atribuía a las «tipifica-
refiere a la «dictadura de las normas» que rehúsan reconocer el mal y ciones de delitos cuya previsión se presenta como el reflejo de los te-
los males que no se dejan anexar por el pensamiento normativo. En mores que se desea exorcizar», hoy la eficacia mágica se asocia más a
cambio, el mal es más cercano a lo trágico. la pena que a la tipificación de los delitos. En lugar de incriminar cada
vez más conductas, se agravan las penas. Si el legislador recurre a la
pena para reprimir ciertos comportamientos o fenómenos es porque
confía no tanto en la eficacia de esa respuesta para hacer frente a esos
53. L. Ferrajoli, op. cit., p. 337. comportamientos o fenómenos, sino en la eficacia de esa respuesta para
54. G. Husserl, Diritto e tempo, Giuffre, Milán, 1998, p. 217.
55. J. Nabert, Essai sur le mal, Cerf, París, 1997, «Pero la dictadura de las normas
no es menos ambiciosa que la de lo inteligible y no rehúsa menos reconocer la reali- 56. C. Debuyst, F. Digneffe, D. Kaminski, C. Parent, Essais sur le tragique et la ra-
dad del mal y de los males», p. 26. Con respecto a este concepto abstracto de «lo trá- tionalité pénale, De Boeck, Bruselas, 2002, p. 7. Para la relación entre derecho y lite-
gico», elaborado a fines del siglo XVIII por la filosofía idealista alemana, lo que per- ratura, véase: R. A. Posner Law and Literature, Harvard University Press Harvard
mite las referencias actuales a la tragedia griega, en cuanto la universaliza, véase 1998. ' '
F. Dupont, L'insignifiance tragique, Gallimard, París, 2001, p. 13. 57. M.Delmas Marty,Dal codice pena/e ai diritti dell'uomo, Giufre,Milán 1992,p. 35.
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calmar a la opinión pública que lo presiona. Su connotación mágica se y profundiza en la medida en que la conciencia, sensible a las normas,
configura como exorcismo. Así como el exorcista con sus ritos preten- «cumple más escrupulosamente su deber». 60 Ricoeur, analizando Antí-
de expulsar el mal, el derecho penal con su respuesta punitiva pretende gona, observa que la concepción que los protagonistas tienen de sus
provocar determinados sentimientos o remover otrós. En ambos casos, respectivos deberes los enceguece de tal forma que esa misma ceguera
exorcismo y derecho penal, se actúa «como si» esos ritos y procedi- los conduce a la desmesura. La obligación que impone a Antígona ase-
mientos fuesen eficaces, «como si» se diese en la realidad una rela- gurar a su hermano una sepultura conforme a los ritos, a pesar de que
ción de causa a efecto cuando no se trata de una relación de causa a se había hecho enemigo de la ciudad, hace prevalecer los derechos de
efecto, «como si» las cosas fuesen de determinada manera y se pudie- la familia frente a los de la ciudad. Creonte, por su parte, subordina a la
se hacer «como si» fuesen de otra.58 Pero la eficacia de un discurso ar- defensa de'la ciudad los vínculos familiares, que son también suyos. 61
ticulado sobre la lógica del «como si» supone que su destinatario está Ricoeur recuerda que en la tragedia los actores están al servicio de di-
dispuesto a aceptar esa lógica, o que se encuentra en una situación mensiones espirituales que, no solamente están más allá de sus fuer-
emocional tal que esa lógica es la única que acepta. En ese sentido, Pa- zas, sino que, a su vez, abren el camino a energías arcaicas y míticas. 62
varini señala que en la democracia de opinión lo que se exalta es la per- . Aubenque, refiriéndose a la misma tragedia, ofrece otra perspec-
cepción emocional del sujeto reducido a sus sentimientos más elemen- tiva de interpretación. Creonte incurre en desmesura, no por haber pre-
tales: miedo y rencor; el nuevo discurso político tiende cada vez más a ferido la ciudad a sus afectos (lo que no fue nunca un crimen para los
articularse sobre la base de estas emociones, de las cuales el sistema de griegos), sino por haber sobrepasado los poderes del hombre, que se de-
justicia penal está en condiciones de dar una expresión coherente .59 tienen ante las puertas de la muerte. 63 Y esa desmesura se atribuye a una
El manto de legitimidad que ampara la pena se vincula con el «presunción de saber», simbolizada por Creonte, a la que Hemón, se-
ejercicio de una función, con el cumplimiento de un deber. El legisla- guido por el coro,64 opone la paciencia y la seriedad de la experiencia,
dor se siente obligado a establecerla; el juez, a imponerla; las autorida- así como opone a la «violencia de los discursos "científicos"» las lentas
des encargadas de ejecutarla, a aplicarla. Nabert dice que lo trágico, mediaciones de la deliberación, que no extrae conclusiones apresura-
que nos acerca al mal, por un lado se sustrae a una conciencia normati- das, sino que pondera los diversos discursos verosímiles, antes de ele-
va cuya autoridad lo podría someter o limitar, pero por otro se acentúa gir, en la conciencia de la incertidumbre y el riesgo, el mal menor. Poco
a poco -señala Aubenque- se va configurando en la tragedia una

58. En realidad, todo el sistema jurídico se apoya en una lógica del «como si»:
«Todo se expresa como si los textos de las leyes, múltiples y muy frecuentemente di- 60. J.Nabert,op. cit.,p.43.
vergentes, constituyeran un orden completo, coherente y racional, como si em~naran 61. P. Ricoeur, Soi-méme comme un autre, Éditions du Seuil, París, 1990, p. 282.
de un autor único, constante y racional», J. Lenoble y F. Ost, op. cit., p. 119. S1? em- 62. !bid.
bargo, el derecho penal parece particularmente propenso a esta forma de pensamiento. 6~,; P. Aubenque, La prudence chez Aristote, PUF, París, 1963, p. 163. La vincula-
Gernet explica que la flagrancia no se consideraba en la Grecia antigua un medio de Clon de la ética con la tragedia aparece claramente explicada en relación con la phro-
prueba privilegiado, sino que pertenecía al concepto mismo de delito. El ideal del nesis · Este autor afirma que el verdadero origen de la phronesis aristótelica no debía
derecho penal es que la sanción formase una unidad, sin intersticios, con el hech~ de- buscarse en la phronesis platónica sino en la tradición. (El tema está tratado en la ter-
lictivo. Esta continuidad es esencial, el delito debe formar con la pena una «umdad cera parte, pp. 155 y ss.)
concentrada». El derecho opera como si se desarrollaran todos los hechos al mismo 64. Con respecto al papel que desempeña el coro (que en ciertos casos podría paran-
tiempo, todos a la vez, en el presente, rechazando la idea de un pasado incluso recien- gonarse al de la opinión pública actual) véase G. Steiner, Antigones, Oxford, 1986,
te. Es notable el ejemplo, en esta consideración del tiempo en el derecho penal, d~l
concepto de furtum (la cosa robada): el hecho de encontrar la cosa robada en el. do~I­
i: 166:. <:Su papel en la obra puede variar entre la implicación total y la indiferencia.
as opm10nes expresadas por el coro pueden desplegar todos los matices de la percep-
cilio del reo se asimilaba a la flagrancia, mediante una ficción se consideraba mexts- o la miopía, de la agudeza psicológica o una meliflua ceguera». En ese sentido,
tente el tiempo transcurrido entre el robo y el descubrimiento. L. Gernet, Anthropolo- ta b''
m Ien M. Grant, Myths ofthe Greeks and Romans, Phoenix, Londres, 1998, p. 177:
gie de la Grece Antique, F. Maspero, París, 1968, p. 268. . coro complementa, ilustra, universaliza o justifica dramáticamente el curso de los
59. M. Pavarini, «Delia penologia fondamentalista», en Iride, 32, año XIV, abnl de comenta o moraliza lo que sucede, o le da carácter mitológico, y re-
2001,11 Mulino, pp. 98 y ss. aunerlsié)n espiritual del tema o expone la reacción de la opinión pública».
70 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - La justicia deconstruida La pena y el pensamiento penal - - - - - - - - - - - - - - - - - 71

«prudencia» que reconoce que lo racional puede no ser razonable, por~ guiente, de su contingencia, de su haber podido ser de otro modo. El
que en el caso particular (y subraya: «porque todos los casos son par~ hombre es «un ser en situación», no puede vivir los principios genera-
ticulares»), la rebelde (Antígona) tiene también sus buenas razones .65 les sino en el modo del acontecimiento y de lo singular. 70 Es el reco-
La tragedia enseña, porque en ella se expresa una sabiduría, la nocimiento de que hay problemas que no se pueden resolver, es decir,
«sabiduría trágica». La tragedia toca el «fondo agonístico» donde se la admisión de la impotencia humana, lo que, junto con la conciencia
enfrentan interminablemente el hombre y la mujer, la vejez y la ju~ de la incertidumbre y el riesgo que comporta, caracteriza esta phro-
ventud, la sociedad y el individuo, los vivos y los muertos, lo humano nesis de la tragedia, que no es aún el saber socrático de no saber sino
y lo divino. 66 No hay en la tragedia reconciliación. Los protagonistas un saber que desconfía de sus propios maleficios, y se recuerda cons-
permanecen en conflicto, o mueren. tantemente la conciencia de sus propios límites.
La lectura del drama penal desde la perspectiva de la tragedia
y sin embargo, la tragedia nos enseña que ciertos conflictos no pueden puede considerarse como una «invitación ética a vivir la experiencia
resolverse en el plano de los principios, que el conflicto ético es inevi~ de lo insostenible sin someterse a las extremidades de la interacción
table y que sqlamente puede resolverse mediante los juicios morales en trágica» .71 Pero también es una invitación al pensamiento penal a que
situación. Nos enseña también a desconfiar de la hybris de la razón, que desconfíe de sus propios «maleficios», a que supere su «visión em-
siempre corre el riesgo de resultar totalitaria.67 pobrecida y simplificada de la realidad». Hay algo como un velo que
cae en la tragedia, que libera la mirada del enceguecimiento de las pa-
Ricoeur señala que la idea que Creonte se hace de sus deberes con res~ siones, y con ese desvelamiento se abre la posibilidad de una nueva
pecto a la ciudad no solamente no toma en cuenta la riqueza de sentidos sabiduría, originada en la sabiduría trágica: la sabiduría práctica.
de la polis griega, sino que tampoco tiene en cuenta la heterogeneidad de
tareas que la ciudad requiere. Para Creonte solamente cuenta la oposi~ Ser sabio no consiste en subsumir lo particular en lo universal, lo sen-
ción amigo~enemigo, en una categoría estrecha que no reconoce matices sible en lo inteligible; consiste en penetrar con una razón más «razona-
ni excepciones. Esto puede observarse en su apreciación de las virtu- ble» que «racional» lo sensible y lo singular; consiste en, al vivir en un
des: es «bueno» lo que sirve a la ciudad, «malo» lo que la perjudica, so- mundo impreciso, no intentar imponerle la justicia demasiado radical
lamente es «justo» quien es buen ciudadano, y la «justicia» consiste en de los números. 72
el arte de gobernar y ser gobernado. «Es esta visión empobrecida y
68
simplificada de su propia ciudad lo que lleva a Creonte a su pérdida.» 70. P. Aubenque, op. cit., p. 65.
Ricoeur vincula la sabiduría trágica, que nos orienta en los 71. F. Digneffe y D. Kaminski, «Crime e sagesse pratique: quelques enseignements
étiques de !'affaire Dutroux», en C. Debuyst, F. Digneffe, D. Kaminski, C. Parent, Es-
conflictos, a la sabiduría práctica, como «sabiduría en situación», sais sur le tragique et la rationalité pénale, op. cit., p. 122. Los autores señalan que lo
demostrando la influencia de lo trágico en lo ético. 69 Esta sabiduría extremo e insostenible de los acontecimientos en el caso Dutroux provocó en la so-
revela la conciencia de la singularidad de cada situación y, por consi- ciedad belga intensas manifestaciones de emoción colectiva y planteó cuestiones éti-
cas importantes, y que ellos mismos, como criminólogos, se sintieron interpelados por
la intensidad de las emociones vividas. En el ensayo citado, intentan demostrar cómo
65. P. Aubenque, op. cit., p. 163. el trabajo de reflexión conducido a partir de una experiencia extrema obliga a adoptar
66. P. Ricoeur, Soi-meme comme un autte, op. cit., p. 282. un enfoque más complejo para abordar la cuestión penal. Y hacen notar que si esta si-
67. C. Debuyst,F. Digneffe, D. Kaminski, C. Parent,Essais sur le tragique et la ra- tuación extrema ha podido desencadenar reacciones desmesuradas vinculadas a su ca-
rácter trágico, también ha dado lugar a posiciones que demuestran que esta desmesu-
tionalité pénale, op. cit., p. 122.
68. P. Ricoeur, Soi-meme comme un autre, op. cit., p. 284. Es importante tener pre- ra no es inevitable (ibid., p. 106).
sente también la lectura de la tragedia que asocia sufrimiento y conocimiento: «Las vías 72. P. Aubenque, op. Cit., p. 152. Se refieren a la phronesis en relación con lo jurí-
de la sabiduría Zeus abrió a los mortales haciendo valer la ley de que saber es sufrir», dico J. Lenoble y F. Ost en op. cit., pp. 309 y ss. «La phronesis es la traducción en el
véase G. Cupido, «Pathos e mathos nel mondo tragico sofocleo», en Iride, Filosofía e campo de la experiencia moral y jurídica de una ontología de la contingencia, de una
Discussione Pubblica, núm. 17, año IX, abril de 1996, I1 Mulino, Boloña, p. 189. metafísica de la división. Es allí donde se encuentra el origen de las divisiones aristo-
télicas entre los dominios "científico" y "calculante" de la parte racional del alma, y,
69. Ibid.,p. 288.
72 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida La pena y el pensamiento penal _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 73

Un medio para el que se buscan fines 1i que esos fines son la prevención general negativa (es decir, la disua-
sión de los ciudadanos mediante el ejemplo o la amenaza de pena) y la
Sin embargo, cabe preguntarse si esta sabiduría práctica permitiría prevención de las penas informales, no hay ningún motivo válido para
hacer frente al drama delito-pena. Berti efectúa una distinción entre excluir otros fines que suelen alegarse y proclamarse.
la razón práctica y la phronesis. Señala que Aristóteles habla de la ra-
zón práctica en dos sentidos bastante diferentes entre sí: «correspon- Para dar al menos una idea de cuán inseguro, cuán sobreañadido, cuán
dientes a dos facultades de la razón, una de las cuales tiene como su accidental es «el sentido» de la pena, y cómo un mismo e idéntico pro-
virtud», es decir, actividad perfecta, la «filosofía práctica» propia- cedimit:mto se puede utilizar, interpretar, reajustar para propósitos radi-
mente dicha, es decir, la ética, o, para usar una expresión aristotélica, calmente distintos, voy a dar aquí el esquema al que yo he llegado ba-
la «ciencia política», mientras la otra tiene como virtud la phronesis, sándome en un material relativamente escaso tomado al azar. Pena
como neutralización de la peligrosidad, como impedimento de un daño
o sabiduría práctica, prudencia. 73
ulterior; pena como pago del daño al damnificado en alguna forma
La filosofía práctica tiene como finalidad orientar la acción, de-
(también en la forma de una compensación afectiva). Pena como aisla-
terminar el bien del individuo y de la polis. Sin embargo, este bien no miento de una perturbación del equilibrio, para prevenir la propagación
es una realidad trascendente e irrealizable, sino un bien humano, es de la perturbación. Pena como inspiración de temor respecto a quienes
decir, la felicidad (que la filosofía práctica debe aclarar si es el placer, determinan y ejecutan la pena ... 76
el honor, el poder, etc.). En cambio, la phronesis es la capacidad de
escoger correctamente los medios más idóneos para la realización del Ahora bien, la indeterminación de los fines de la pena y la posibilidad
fin bueno. No determina el fin, lo presupone, pero no por no determi- de satisfacerlos con ese único medio en que la pena se ha constituido
narlo es indiferente al mismo. cierra toda posibilidad de un pensamiento inspirado en la filosofía
¿Qué relación hay entre filosofía práctica y phronesis? La pri- práctica y en la sabiduría práctica en el ámbito penal.
mera no sólo busca el conocimiento del bien, sino su realización, y
necesita la phronesis a fin de que ésta pondere correctamente los me- La phronesis ... no puede sostenerse como sabiduría de las soluciones
dios necesarios para alcanz~r el fin. 74 prácticas con respecto a los medios si antes no se define con claridad el
¿Correspondería a una actividad de la razón práctica propiamen- fin mismo que se desea alcanzar, en caso contrario resulta una ética
te dicha el establecimiento de los fines de la pena, en cuanto fines bue- «dimidiata», es decir, decapitada del principio que ilumina la validez
nos para la sociedad, es decir, que permiten evitar violencias y males misma de las opciones operativas, que quedan en un área equívoca de
presunta neutralidad. 77
mayores de los que la pena inflige, y a una actividad propia de la phro-
nesis75 la elección y cuantificación de la pena en cuanto selección de
un medio para alcanzar el fin propuesto? Habría que dete~minar en- .Sin claridad en lo que respecta a sus fines, la pena pierde sentido. In-
tonces los fines de la pena. Aunque podríamos responder con Ferrajo- cluso parecería que en el ámbito penal lo único claro son los medios
~ado que se concentran en uno, la pena, mientras que los fines son múl~
tiples, cambiantes, imprecisos. La enumeración de los fines de la pena
que hace Nietzsche tal vez, como él mismo dice, no agota «el elenco»
en consecuencia, entre la sophia (filosofía concebida como la más alta de las ciencias)
y la phronesis (sagesse ): esta última concierne al dominio de la acción, que se define de finalidades que se le han atribuido y se le siguen atribuyendo. La
por la contingencia, es decir, por su poder de ser de otra manera» (p. 404). neces¡'dad que se descubre a través de las respuestas no es la de en-
73. E. Berti, «La razionalitá pratica nella concezione aristotelica», en Forme di ra-
zionalitá pratica, a cargo de Sergio Galvan, Franco Angeli, Milán, 1992, p. 83.
74. lbid.,p.90. F. Nietz~he, «La genealogía de la moral», Alianza, Madrid, 1997, p. 103.
75. Véase a este respecto P. Aubenque, op. cit., pp. 50 y ss., donde explica que para A. Poppt, «ll ruolo della "phronesis" nella fondazione della etica», en Forme di
la descripción de las virtudes Aristóteles recurre a una verdadera «galería de retratos». op. cit., pp. 95 y 111.
74 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida La pena y el pensamiento penal - - - - - - - - - - - - - - - - - 75

contrar una solución para un problema, el delito, sino la de encontrar Sin embargo, cabe preguntarse qué sentido tiene esta separa-
una finalidad para un medio, la pena. ción.
La pena está hasta tal punto arraigada en la estructura social y
política que, a pesar de reconocerse su inadecuación, intrínseca in~ De qué sirve proporcionar la medida de la pena a la del crimen si no se
justicia e ineficacia, persiste. En cambio, lo que se va sucediendo se~ percibe la función asignada a la primera. Está bien, es necesario que la
gún los momentos que atraviesa la dogmática penal son los fines que seguridad social sea superior a la venganza, la intimidación al castigo,
se le atribuyen. Podría considerarse que en lugar de ser un medio la amenaza a la ejecución, la enmienda a la eliminación. Pero si se ex-
para determinado fin, la pena es un medio para el que se buscan fi~ cluye toda intención de suprimir la violación del derecho en el sujeto
de la violación, desaparece la idea misma de la pena. El crimen y el cri-
nes. Incluso en la relación entre pena y fin de la pena, parecería que
minal son simplemente nocivos y «quizá se pueda juzgar irrazonable
en determinado momento se invirtiera la relación y el medio se con~
desear un mal porque ya hay un mal» (Hegel). 80 ·
virtiera en fin. «La fórmula clásica del racionalismo moderno, justi~
ficación de los males presentes por el bien que se ha de conseguir (el
Si se separan las finalidades de la pena de su medida, la pena como
mundo mejor), hoy se ha convertido en otra: "Los medios justifican
pena pierde sentido. La pena se convierte entonces en uno entre los
los fines" .» 78
tantos medios que podrían utilizarse para ~lcanzar esos mismos fines.
Lo curioso también en el sistema de racionalización penal es la
La pena como tal solamente encuentra su razón de ser en el territorio
insistencia en desvincular la finalidad de la pena de su «distribución»:
mítico, donde su función es compensar un mal con un mal .
. . . decir que la pena está justificada ob malum actionis, quia peccatum,
Tal es la aporía del derecho penal: racionalizar la pena según el enten-
quia prohibitum, o algo por el estilo, si bien equivale a decir cuándo
dimiento eliminando el mito de la expiación significa, al mismo tiem-
está justificado (o es posible o lícito) castigar, no dice, sin embargo,
po, privarla de su principio. 81
absolutamente nada acerca de por qué está justificado (o es necesario
u oportuno) castigar.79
La intención de separar los fines de la pena, de la pena como medio
Es decir, conforme a esta fórmula, se castiga porque se desea tal o para alcanzarlos, supone la pretensión de aislar la pena en el mundo
cual fin, pero se castiga cuando se ha cometido tal delito y en p:ropor~ racional que el derecho penal se ha construido, manteniéndola incon-
ción a la gravedad de ese delito determinado. taminada de los fines cambiantes que escapan a ese mundo. Sin em-
bargo, esa búsqueda de incontaminación resulta imposible, como lo
demuestra el recurso a «las valoraciones ético-políticas» a las que se
78. E. Castelli, «ll mito della pena», en Il mito della pena, en Archivio di Filosofía, refiere Ferrajoli cuando explica cómo se pone en relación la intensi-
Cedam, Padua, 1967, p. 20.Vale la pena reproducir la cita de G. Anders que figura en
la nota al pie. «El fin de los fines consiste hoy en ser medios. Esto es simplemente un
dad de la pena con la gravedad del delito:
dato de hecho. Especialmente evidente ... en los fines que se atri~uy~n a ~as cosas ex
post, para procurarles un puesto legítimo en la comunidad d~ medios ... SI. en un P.ro- ... no existen en efecto criterios naturales, sino sólo criterios prag-
ceso químico se forma un derivado, se intenta encontrar un fm para ese denvado, SI es
preciso, inventarlo, para ofrecer al derivado la posibilidad de superar el rango de me-
máticos basados en valoraciones ético-políticas o de oportunidad
dio.» para establecer la calidad y la cantidad de la pena adecuada a cada
79. Ferrajoli denuncia como equívoco de todas las doctrinas retribucioni.st~s el he- delito. 82
cho de que confunden dos problemas que, a su juicio, so~ comp~eta.mente .distmto.s: el
«fin general justificador de la pena, que no puede ser smo ut~lltano y mirar ha~Ia ~1
futuro, y el de su "distribución"~ que tiene lugar por .e} co~t~ano sobre bases retr:buti-
vas y por consiguiente mira hacia el pasado». Tambien distmgue ~ntre ~na «razon le- 80. P. Ricoeur, La simbólica del mal, op. cit., p. 99.
gal y una razón judicial» de la pena, entre un preguntarse ¿por que castigar? y un pre- 81. !bid.
guntarse ¿cuándo castigar y cómo castigar?, op. cit., p. 256. 82. L. Ferrajoli, op. cit., p. 398.
76 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida La pena y el pensamiento penal - - - - - - - - - - - - - - - - - 77

Y son esas valoraciones las que en última instancia abren el pretendi- nes del lugar en el que se cumple. 88 El contenido real de la pena, los
do círculo delito-pena a los fines de la pena. 83 Se trataría entonces de sufrimientos que comporta y el significado que tiene para la vida indi-
una lógica ternaria y no binaria. En tanto no optemos por un fin de la vidual quedan librados a lo contingente. Pero no hay que olvidar que
pena, la relación de ésta con el delito queda en el aire. Es el tercer ele- la medida misma en que se expresa la pena, la duración temporal, es
mento de la relación ternaria: el fin de la pena, el que determinará la contingencia pura, porque es duración de vida de un ser finito.
proporción entre los otros dos. 84 Todo el proceso de racionalización del castigo narrado por Fou-
Queda demostrada así, la imposibilidad, señalada por Zaccaria, cault, que .se refiere a «une sorte d' esthétique raisonnable de la pei-
«de validar una escisión entre el ámbito racional de los medios y el ne»,89 traducido en la burocratización del sistema penal, no lo ha po-
ámbito -siempre expuesto al riesgo de caer en lo irracional- de los dido liberar de las connotaciones irracionales, míticas y mágicas que
fines» .85 Es este ámbito «expuesto al riesgo de caer en lo irracional» lo acompañan. desde su nacimiento. Garland señala que se interpone
86 un proceso burocrático entre las emociones reactivas de la sociedad y
el ámbito del derecho penal cuando determina los fines de la pena.
Y siendo la cárcel la pena por excelencia, al plantearse cuál es la el castigo real del transgresor. La burocratización y las preocupacio-
racionalidad de la pena, cabe preguntarse a qué racionalidad obedece nes, administrativas fueron dominando el discurso criminológico
la pena de prisión: transformando la filosofía penal en una «ciencia penitenciaria». Sin
embargo, por más rutinaria y práctica, neutral y administrativa que
La racionalidad de la prisión es un tema culturalmente e socialmente sea la red de instituciones penales, en ellas siguen vivos, y se alimen-
relegado, pero que resurge constantemente en formas paradójicas e in- tan cada día, el resentimiento, la indignación, el odio.90
quietantes ... ¿Qué puede significar el término «racionalidad» cuando
se refiere a las instituciones penitenciarias? A qué racionalidad corres-
87
ponden la cantidad y la calidad aflictiva de la pena de prisión?
Conclusión
La extensión de la pena en el tiempo, es decir, su duración, no es mero
transcurso de las unidades temporales en las que se mide, sino trans- La filosofía penal pensada por los penalistas ha buscado infatigable-
curso y vida en la contingéncia, en el riesgo, por un lado comunes ato- mente fundamentos que permitieran justificar la pena. Su razona-
dos los seres mortales, pero por otro lado agravados por las condicio- miento siempre ha seguido una vía ascendente, desentendiéndose en
general de la posibilidad efectiva de traducción de la norma penal,
83. Son las valoraciones ético-políticas las que determinarán el mayor o menor re-
chazo de un determinado delito y, por lo tanto, la necesidad de que se disuada con ma-
concretamente de la pena, al mundo real. Ese desentenderse de lo que
yor o menor intensidad de su perpetración. en la realidad la pena supone obedecía a la necesidad de preservar
84. La congruencia entre el segundo elemento y el tercero, es decir, entre la pena Y como principios fundamentales del derecho penal la certeza y la se-
su finalidad, podría considerarse, en términos weberianos, un ejemplo de la «raciona-
lidad respecto al fin». Esta racionalidad se caracteriza por la valoración de las conse-
cuencias y la «conciencia» del objetivo prefijado, el cálculo de los medios, la ponde-
ración de las consecuencias. El cálculo es el elemento central y definitorio de esta 88 · La denuncia de las llamadas «aflicciones accesorias» que causa la prisión está
racionalidad (B. Pastore, Tradizione e diritto, Recta Ratio, G. Giappichelli Editore, presente en una gran parte de la doctrina penal y criminológica actual. Ferrajoli dice:
Turín, 1990,pp. 51-52). «Es preciso reconocer, por otra parte, que la cárcel ha sido siempre, en oposición a su
85. G. Zaccaria, «Razón jurídica e interpretación», op. cit., p. 47. ~odelo teórico y normativo, mucho más que la "privación de un tiempo abstracto de
86. G. Fiandaca, Il diritto penale tra legge e giudice, CEDAM, Padua, 2002, p. 80. hb~rtad" ... ha conservado muchos elementos de aflicción física ... que difieren de las
Fiandaca advierte que debería resultar también obvio que la idea misma de una racio- a?tiguas penas corporales sólo porque no están concentradas en el tiempo, sino que se
nalidad penal específica plantea problemas que en cierto modo y medida interfieren dilatan a lo largo de la duración de la pena» (op. cit., p. 412).
en el tema más general de la racionalidad en el ámbito de la filosofía teórica, y sobre 89. M. Foucault, op. cit., p. 127.
todo de la filosofía práctica. : · D. Garland, Castigo y sociedad moderna, un estudio de teoría social, Siglo XXI,
87. D.Zolo,op. cit.,p.53. adrid, 1999, pp. 209 y ss.
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guridad jurídicas. Tan fundamentales han sido siempre esos princi. mienzo a otra: con la aplicación de la pena «comienza una nueva his-
pios que se considera que la historia del progreso del derecho penal es toria» .93 Una de las premisas en las que se basa la hermenéutica jurídi-
una historia de lucha contra el despotismo de los jueces. La necesidad ca es el reconocimiento del carácter incompleto de la norma jurídica
de una absoluta predeterminación legal de la pena y la supresión de la antes de su aplicación:
discrecionalidad judicial constituyó uno de los mitos del derecho pe~
nal consagrado en el Código Penal francés de 1791, que disponía penas Por ello, la hermenéutica jurídica se define teóricamente por el recono-
fijas e invariables. 91 cimiento de que la norma abstracta revela una estructura necesariamen-
La predeterminación legal de la pena, el principio de legalidad, te incompleta, que puede completarse solamente en el procedimiento
constituye la garantía que el derecho penal ofrece con respecto a sí hermenéutico de concretización de la norma jurídica al interior de la de-
mismo, habida cuenta de los instrumentos de que se sirve: «Estos ins. cisión del caso práctico .94
trumentos son tan peligrosos que una sociedad civil debe, en diversas
ocasiones, garantizar su certeza y sus límites» .92 Al predeterminarse Esta premisa supone completar el significado de la norma, de los tér-
la pena, lo garantizado es un mínimo y lo no garantizado un máximo. minos que emplea y de su sentido, poniéndola en relación con los he-
Si bien se ofrece esa garantía mínima (por ejemplo, la duración de la chos. No significa volver a un enfoque referencial del lenguaje, sino
pena), se omitentantas otras. En cierto modo se niegan todas las otras observar l~s ~e~hos que «hacemos con las palabras» ,95 y a dar a las pa-
garantías que se ofrecerían si no se ofreciera la que se ofrece. labras el s1gmf1cado que adquieren con la realización de esos hechos.
Si por una parte se ha intentado superar la concepción abstracta Esto podría tener graves consecuencias para la definición de pena.96
del individuo autónomo, que pretendía la responsabilidad individual Este «hacer» genera una responsabilidad para los jueces que
y la imputación de los actos a un ser «libre», no ha merecido la debi· prescriben la pena, pero también para los juristas y los filósofos del
da atención la necesidad de «contextualizar e individualizar» la pena. derecho. Asumir cabalmente esta responsabilidad no significaría úni-
A pesar de que mucho camino se ha recorrido, incluso con el estable· camente intentar una nueva o perfeccionada «racionalización» del
cimiento de jueces encargados de vigilar la aplicación de la pena, si- sistema penal, sino una reflexión verdaderamente crítica de su legiti-
gue en pie la indiferencia ante la necesidad de «contextualizarla» e midad, de su necesidad, de su existencia misma. Una reflexión que
«individualizarla». No obstante, esa indiferencia oculta la conciencia llegara a las raíces mismas de los fundamentos del castigo .97
del fracaso que espera a la racionalidad penal, construida en torno a Para ello se debería renunciar a la pretensión de una racionali-
la pena, en el momento de su concretización. dad única, y por consiguiente absoluta. Dicha pretensión supone el
La clara importancia que la hermenéutica jurídica asigna a la desconocimiento de la naturaleza finita de la existencia humana.
aplicación la conduce a seguir el camino inverso al del pensamiento Como se pregunta Gadamer:
penal tradicional, preocupado mucho más por la justificación y funda-
mentación de la pena que por su aplicación, y a seguir una vía descen- 93. P. Ricoeur, Le Juste 2, Esprit, París, 2001, p. 264.
dente: de la norma a los hechos. Y, en ese sentido, a tomar conciencia de 94. G. Zaccaria, L'arte dell'interpretazione. Saggi sull'ermeneutica giuridica con-
que, como dice Ricoeur, la sentencia pone fin a una etapa, pero da co- temporanea, CEDAM, Padua, 1990, p. 87.
95. H. G. Gadamer, Verdad y método. Sígueme Salamanca 2001 p 343
96. M~ P.ermito remitir a mi escrito, «Derecho p~nal, derech~s hum~n~s. L~s círculos
hermeneutlcos de la pena», en El tiempo como pena, Campomanes, Buenos Aires, 2001.
91. Con respecto al tema de la arbitrariedad en el Siglo de las Luces, véase M. Po- 97 · A ese resp~~t?, Maclntyre señala que cada tradición, reconozca o no el hecho,
rret, Le crime et ses circonstances. De l'esprit de l'arbitraire au siecle des Lumieres confro,nt.a la postbth~ad de caer en algún momento futuro en un estado de crisis epis-
selon les réquisitoires des procureurs généraux de Geneve, Droz, Ginebra, 1995. temologtca, recon.octble .como tal por sus propios criterios de justificación racional,
92. W. Hassemer, «Diritto giusto attraverso un linguaggio corretto», en Ars Inter- que a s.u ve~ han stdo va!t?~dos hasta ese momento como los mejores que han surgido
pretandi, núm. 2, Padua, 1997, p. 178. Es interesante a este respecto lo que dice Has- de la h1stona de esa trad1c10n concreta. Whose Justice? Which Rationality? University
semer sobre la prohibición de la analogía en el ámbito penal, p. 190. ofNotre Dame Press, Notre Dame, 1988, p. 364.
80 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida La pena y el pensamiento penal - - - - - - - - - - - - - - - - 81

¿No es cierto más bien que toda existencia humana, aun la más libre, criterios de justificación racional surgen y son parte de una historia en
está limitada y condicionada de muchas maneras? Y si esto es así, en- la que están validados por la forma en que superan las limitaciones y
tonces la idea de una razón absoluta no es una posibilidad de la huma- dan remedio a los defectos de sus predecesores dentro de la historia de
nidad histórica. Para nosotros la razón sólo existe como real e histó- esa misma tradición. 102
rica, ... la razón está siempre referida a lo dado en lo cual se ejerce. 98
Admitir esta premisa significa admitir una perspectiva propia de la fi-
Es fundamental partir de la base de que «la racionalidad misma, teó- losofía hermenéutica. Y es precisamente la filosofía hermenéutica la
rica o práctica, es un concepto con una historia: en efecto, puesto que que puede permitirnos salir de los círculos viciosos de la racionalidad
hay una diversidad de tradiciones de indagación, con sus respectivas penal, internándonos en un territorio prohibido para otras filosofías
historias, hay ... racionalidades y no racionalidad ... justicias y no que hermenéuticas no son. Al enfrentarse al problema de la pena, al
justicia». 99 problema de la relación entre delito y pena, el derecho se enfrenta
Además, la racionalidad única que pretende el pensamiento pe- al problema del sufrimiento. Y fracasa. Principalmente porque no re-
nal es también una forma de desconocer la enorme influencia que la conoce que se enfrenta con ese problema, incluso porque se niega a
tradición ejerce en ella. La razón puede atribuirse una independencia enfrentarse a ese problema. Sin embargo,« ... el derecho penal, entre
que el reconocimiento de la tradición menoscabaría. Sin embargo, todos los derechos, posee esta singularidad, de querer ser doloro-
<<nuestro ser histórico y finito está determinado por el hecho de que la so».103 Lo más preocupante es el desconocimiento de esta voluntad, o
autoridad de lo transmitido, y no sólo lo que se acepta razonadamente, su enmascaramiento en otras finalidades.
tiene poder sobre nuestra acción y sobre nuestro comportamiento» .100 «Llegaremos a comprobar que la hermenéutica del mal no es
No obstante esta influencia, como explica Gadamer: una región indiferente sino la más significativa, quizás el lugar de
nacimiento del problema hermenéutico», dice Ricoeur. 104 Por
... la tradición siempre es también un momento de la libertad y de la his- ejemplo, el mal y el dolor -afirma Pareyson- , que se han hecho
toria. Aun la tradición más auténtica y sólida no se realiza, naturalmente, desaparecer del mundo racionalizado de la filosofía, están bien
en virtud de la capacidad de permanencia de lo que de algún modo ya está
presentes en el mito, y la filosofía hermenéutica se permite refle-
dado, necesita ser afirmada, asumida, y cultivada. La tradición es esen-
xionar sobre el mito, como experiencia existencial, respetándolo y
cialmente conservación ... Sin embargo, la conservación es un acto de la
razón. 101 salvaguardando su carácter revelador, en el sentido de que el mito
dice cosas que no se pueden decir de otro modo, pero se trata de
Esta posibilidad de conciliar tradición y razón también es perci- cosas que para la filosofía es importante que sean dichas. «De es-
bida y señalada por Maclntyre cuando se pregunta de qué nos ha pri- tas cosas se propone tanto aferrar y aclarar el significado como de-
vado la Ilustración: sarrollar la carga de potencialidad y la capacidad de interesar e in-

Lo que la Ilustración nos impidió ver en su mayor parte y que ahora ne- 1?2. A. Maclntyre, op. cit., p. 7. También recuerda que el legado de la Ilustración ha
cesitamos recuperar es ... una concepción de la indagación racional in- Sido establecer un ideal de justificación racional que ha resultado imposible alcanzar,
de lo que se deriva en lo fundamental la incapacidad dentro de nuestra cultura de unir
corporada en uila tradición, una concepción según la cual los propios la convicción y la justificación racional.
103. J. Carbonnier, Droit et passion du droit, Flammarion, París, 1996, p. 144.
l04. P. Ricoeur, La simbólica del mal, op. cit., p. 57. Y a ese respecto es interesan-
98. H.G.Gadamer,op. cit.,p.349. te observar la importancia que tiene para la reflexión hermenéutica de Ricoeur el pro-
99. A. Maclntyre, op. cit., p. 9. En ese sentido también F. Viola, Il diritto come pra- blema del mal y el sufrimiento. «Es en efecto primero en este nivel donde se siente la
tica sociale, Edizioni Universitarie Jaca, Milán 1990 p. 44. necesidad de interpretar una experiencia que corre el riesgo de aparecer totalmente
100. H. G. Gadamer, op. cit., vol. I, p. 348. opaca al análisis filósofico», J. Greishc, Paul Ricoeur, L'itinérance du sens, Millon,
101. !bid.' p. 349. Grenob\e, 2001, p. 89.
82 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida La pena y el pensamiento penal - - - - - - - - - - - - - - - - 83

volucrar a cada ser humano, cualesquiera sean sus convicciones y norma, se convierte en desmedida cuando se la aplica al caso. La ecua-
creencias.» 105 ción penal no respeta la complejidad de la realidad, la diversidad indi-
Pero también se permite tener conciencia de la presencia de «lo vidual. Es necesario, como dicen Digneffe y Kaminski:
trágico» en lo cotidiano jurídico, intentando una respuesta «no trági-
ca». Es la presencia de «la tragedia de la acción» que nace cuando se ... superar la ecuación penal clásica y evitar caer en una forma de des-
enfrentan, de un lado, la necesidad de respetar la norma universal y, medida,justificada falsamente por la afirmación según la cual uno «está
del otro, la necesidad de respetar a las personas singulares. Esta tra- en su (amparado por el) derecho» y uno defiende valores esenciales. 108
gedia es inseparable del fenómeno jurisdiccional, dado que el dere-
cho, como el mito, aspira a la universalidad. A propósito de valores esenciales -conforme señala Delmas Marty
La imposible justicia es la justicia abstracta, previa al plantea- en su obra Le flou du droit- tal vez la presencia cada vez más impor-
miento del caso concreto, aspiración que responde a la pretensión de tante de los derechos humanos en la doctrina y la legislación comien-
que existe una «verdad de la situación»: ce a dar más flexibilidad a la racionalidad jurídica. 109 Pero la relación
del derecho penal con los derechos humanos es otro de los temas que
. . . el «descubrimiento» del carácter interpretativo de la verdad habrá merecerían una atención y un análisis más profundos .
enseñado que lo que consideramos como equilibrio objetivoperturba- No obstante, queda siempre abierto el interrogante que plantea
do no es sino nuestra interpretación, constitutivamente nunca desinte- reconocer la necesidad de responder al mal, o de prevenirlo, con un
resada, de la situación. 106 mal. Y el de si se justifica que el derecho se haga eco y cargo de esa
necesidad que habría que estudiar en el campo antropológico, mítico,
Este carácter interpretativo de la justicia, paralelo a un carácter inter- filosófico.
pretativo de la verdad, se ve confirmado en el ámbito de la filosofía Pavarini se pregunta si la penalidad en la postmodernidad -a
hermenéutica del derecho: «La justicia no puede darse a priori, como pesar del hincapié en los valores de la racionalidad burocrática, la efi-
si fuese una "cosa", sino que se "encuentra" a través de una media- ciencia y el cálculo- no termina por confiarse a una «economía del
ción ... el derecho siempre es hermenéutica» .107 exceso» de los castigos, en pocas palabras, a una penalidad «exquisi-
La hermenéutica supone la aceptación de la incertidumbre, no su tamente expresiva» .110 El hecho de que la economía de la pena descrita
negación, con la cual perdería su razón de ser. Pero tampoco es ,posi- por Foucault se vaya convirtiendo en una «economía del exceso de la
ble una ética sin la aceptación de la incertidumbre y el riesgo. La acep- pena» no puede no ser alarmante.
tación de la incertidumbre nos invita a tomar distancia de las solucio- Tal vez, por consiguiente, al referirnos a la tragedia griega, de-
nes aportadas tradicionalmente a las situaciones problemáticas en la bamos referirnos a Prometeo, donde conmueve el exceso del castigo,
esfera penal. La correspondencia delito-pena es solamente posible en la «naturaleza absoluta, cruel y sin medida de la pena» que se le in-
el plano del derecho abstracto. La medida de la pena, establecida en la flige y que sufre .111

105. L. Pareyson, op. cit., p. 161. También analiza el problema del mal y del sufri- 108. F. Digneffe y D. Kaminski, op. cit., p. 129.
miento en Dostoevskij, Filosofia, romanzo ed esperienza religiosa, Einaudi, Turín, 109. MDelmasMarty,op. cit.,p.278.
1993. Tratan este tema R. Safranski, Le Mal ou le Théatre de la liberté, Grasset, Pa- 110. M. Pavarini, op. cit., p. 98.
rís, 1996; E. Ocaña, Sobre el dolor, Pre-textos, Valencia, 1997; B. Sichere, Historias 111. G. Pieri, op. cit., pp. 76-77 «A partir del momento en el que se instaura, bajo la
del Mal, Gedisa, Barcelona, 1996. soberanía de Zeus, un orden distributivo de timai surge la idea de una pena cuya fun-
106. G. Vattimo,Nihilismo y emancipación, ética, política, derecho, S. Zabala com- ción no es simplemente la compensación de un ultraje personal para restablecer un
pilador, Paidós, Barcelona, 2004, p. 172, en el capítulo titulado «Hacer justicia del de- equilibrio entre las partes, sino esencialmente la eliminación de todo elemento que
recho». perturbe el orden establecido con el objetivo de preservar este orden.» La pena deja
107. G. Zaccaria, Questioni di interpretazione, op. cit., p .. 66. de utilizarse como compensación entre fuerzas equivalentes y se convierte en una ma-
84 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida

La historia de la pena es una historia de constante frustración en 4.


la búsqueda de la justicia; por eso cabe decir con Carbonnier que en el La fijación legislativa del tiempo de la pena
derecho penal hay «una mala conciencia jurídica que provoca el de-
seo, a veces la exigencia, de reformas. Es una inquietud activa hacia
un derecho en el que la inquietud estaría proscrita» .U 2 Y un derecho
en el que se proscribe la inquietud es un derecho absurdo. Porque
para eliminar la inquietud habría que eliminar la conciencia. En rea-
lidad se desea eliminar la conciencia en la medida en que se trata de
una mala conciencia.
«¿El mito de la pena es el mito de la mala conciencia?» 113

Cuantificar el tiempo

La idea de cuantificación nos lleva al concepto de número. Cassirer


señala que «como tercer gran motivo formal que domina la estructu-
ra del mundo mitológico encontramos junto al espacio y al tiempo el
motivo del número». El número es expresión metateórica de todo co-
nocimiento. Lo demuestra la primera definición filosófico-científica
del mismo:

La naturaleza del número es la de suministrar conocimiento, guiar y


enseñar a cualquiera lo que es dudoso o desconocido. Pues ninguna de
las cosas sería clara para ninguno, ni en sí misma ni en sus relaciones
con otras cosas, si el número no existiera y no fuera su esencia. Pero el
número armoniza todas las cosas con la percepción sensible dentro del
alma, haciéndolas así reconocibles y correspondientes entre sí al do-
tarlas de corporeidad y dividir las relaciones de las cosas en dos gru-
pos, según sean limitadas o ilimitadas. 1

La «materia» de la percepción es despojada por el número de su na-


turaleza específica y llevada a un nivel de abstracción intelectual que
nifestación de poder que refleja un orden jerárquico del mundo. La sanción pasa del la libera de la percepción originaria y la universaliza. El número re-
terreno del intercambio, de la reciprocidad y de la compensación, al de la retribución duce incluso la naturaleza de las formas puras de la intuición, el es-
penal pública. También en Platón se manifiesta este carácter de la pena como última
palabra del soberano: «Con respecto a tus padrys ... no disponías de una igualdad de pacio y el tiempo. 2
derechos que te permitiera tratarlos de igual forma que ellos a ti, ¿cómo pues vas a
disfrutar de esa igualdad con respecto a tu patria y sus leyes?», Critón o del deber,
50 d., en Obras completas, Aguilar, Madrid, 1969. l. Filolao, Fragmento 11, Diels 32 B 11.
112. J.Carbonnier,op. cit.,p.175. 2. E. Cassirer, Filosofía de las formas simbólicas, traducción de A. Morones, Fon-
113. E.Castelli,op. cit.,p.21. do de Cultura Económica, México, 1998, pp. 180 y ss.
86 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida La fijación legislativa del tiempo de la pena _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 87

El derecho persigue su propia continuidad operando dentro de los El tiempo de los plazos es un tiempo objetivo.
límites temporales que él mismo se fija. Busca su continuidad a través de
la discontinuidad temporal que significan los plazos. El derecho, en Un intervalo de tiempo objetivo es el mismo, se trate de la duración
cuanto persigue como finalidad primera su propia continuidad, que le de una migración, de una reunión de negocios, de un ensayo teatral o de
permite asegurar la continuidad de ciertas relaciones y la discontinuidad una fiesta de cumpleaños. El tiempo objetivo no corre más velozmen-
te o más lentamente según que en su curso temporal esté involucrado
de otras, establece su propia medida convencional. Pero dicha medida
un niño, un anciano, un paciente en el dentista, un orador durante un
está sustraída a la impresión meramente subjetiva y contingente, dado
debate público o un soldado en el campo de batalla. 5
que hace pública la databilidad de los actos y hechos que se suceden y
les confiere, por lo tanto, significatividad.3 Esta publicidad, databilidad,
El tiempo de los plazos es un tiempo «vacío», porque nada debe obs-
significatividad de las conductas permite ponerlas en relación entre sí,
taculizar la posibilidad del derecho de cargarlo del contenido que se
a pesar de que no coincidan en el tiempo. Es decir, el derecho, a través
propone enmarcar en él. «Sin embargo, fijémonos cómo este vacío
de sus propias medidas (plazos, prescripciones, etc.), ofrece a la con-
está lleno de significado, del significado de la ley, y no permite otra
ciencia una duración sin la que la vida social sería imposible.
posibilidad de significado.» 6
El plazo es algo que comienza y termina, un término a lo indefini-
Hay cosas para las que la llegada del polo que pone término al in-
do, una duración precisa, una rígida espacialización. Mediante el plazo,
tervalo, es decir, del segundo polo, puede significar una interrupción
el derecho espacializa el tiempo. Como señala Ost, lo jurídico presenta
de su existencia. Hay otras para las que ese término supone el logro de
una tendencia recurrente a espacializar el tiempo, es decir, a reducirlo a
su cometido, es decir, existen en función de ese fin. Si bien ambos ti-
la representación de una línea continua que se extiende entre un punto
pos de cosas existen en el tiempo objetivo, su estructura temporal es
de partida y un punto de llegada:« ... la concepción dogmática del tiem-
diversa. Para las primeras, la llegada del fin no supone nada para su
po jurídico cuantifica y uniformiza la pluralidad de temporalidades que
existencia en sí, salvo la interrupción o cesación, pero nada que afec-
restituye el análisis.» 4 El plazo jurídico se presenta circunscrito como
te a su misma razón de ser. Ejemplos claros se encuentran en todas las
un segmento de la continuidad temporal absolutizado.
relaciones jurídicas duraderas, que no existen en función de su termi-
La idea de plazo conlleva la idea de principio, en el sentido de
nación: la locación, el matrimonio. Para las segundas, la llegada del
comienzo, y de fin. Pero también la idea de que lo que ocurre dentro
fin supone la «satisfacción del sentido» de su existencia. En tanto la
de un plazo no tendrá ninguna influencia en el plazo mismo. Es decir,
cosa no termine su existencia no tendrá sentido. En estos casos se pue-
el plazo comenzará y terminará independientemente de lo que duran-
de decir que el fin es la «meta», que lo ocurrido con anterioridad a su
te él ocurra. Porque el plazo es un elemento para la comparación, es
logro es la «vía» (una vía que conduce a través del tiempo).7
decir, tiene sentido en la medida en que hay otros plazos con los cua-
Cuando se trata de la pena, la posibilidad de anticipar el vencí-
les se puede comparar. Pero, para que esa comparación sea posible,
no ha de tenerse en cuenta el contenido del plazo.
5. G. Husserl, Diritto e tempo, Saggi di filosofía del diritto, Giuffre, Milán, 1998,
pp. 25-26. En esta visión del tiempo jurídico como «vacío» se vislumbra la idea de una
3. E. Opocher, «Diritto e tempo», en La Responsabilitá politica, Diritto e Tempo, disponibilidad total, una libertad total para gestionarlo. Es decir que si el tiempo real no
Atti del XIII Congresso Nazionale (Pavia-Salice Terme, 28-31 de mayo de 1981), a existe para el derecho, es porque su aceptación implicaría la renuncia a los fines que le
cargo de Rinaldo Orecchia, Dott. A. Giuffre, Milán, 1982, p. 194. son propios al derecho en cuanto derecho, es decir, como ordenación de la vida social.
4. F. Ost, «Observations liminares sur les multiples temps du droit. Le temps du fu- 6. lbid.,p.269.
tur», Travaux du Centre de philosophie du droit, París, 1985, citado por M. Delmas 7. !bid., pp. 27-28. Husserl da el ejemplo de un examen. Un ejemplo claro de esta
Marty en Le flou du droit, PUF, París, 1986, p. 109. Esta autora también hace un aná- estructura temporal «en función de un fin» es la espera. «Cada espera recibe su senti-
lisis del tiempo del derecho penal. Señala que el derecho occidental, tal como ha sido do de aquello que será si la espera alcanza el fin (fructífero).» Quien espera se com-
pensado en la Ilustración y se ha desarrollado a partir del siglo XIX, particularmente en porta en función de una meta, cuyo logro pone término a la espera y, a la vez, le da
los países de la codificación, es un derecho inmóvil y cerrado. sentido. Hay en la espera un elemento de pasividad, pero el tiempo que transcurre no
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miento del plazo se contagia de la misma ambigüedad que representa mera se refiere a la calificación del hecho como delito y requiere la
la pena. Porque, por un lado, cabe considerar que la pena puede haber verificación empírica de la realización de tal hecho; la segunda, en
cumplido su finalidad, por ejemplo la rehabilitacion, antes del tiem- cambio, tiene en cuenta todas las especificidades propia~ del hecho
po previsto para ello, pero, por otro, el plazo de la pena establecido en concreto de que se trate (gravedad del daño, intensidad de la culpa,
la ley responde al principio de proporcionalidad que con ese plazo se etc.) y requiere juicios de valor. La denotación corresponde al legis-
busca. Por ejemplo, en algunas legislaciones se puede acortar la du- lador; la connotación, al juez.9
ración si el fin de la pena es la rehabilitación del cond~nado y se ha También habla de tres etapas: la predeterminación legislativa del
comprobado esta rehabilitación. Sin embargo, cuando el fin perse- tipo y de la medida máxima y mínima de la pena para cada tipo de de-
guido es transmitir un mensaje que reasegure a la sociedad frente a lito, la determinación judicial de la medida de la pena para cada delito
los posibles riesgos que el condenado representa, el término de la concreto y la posdeterminación en fase ejecutiva de la duración de
pena difícilmente se adelantará. la pena efectivamente sufrida. 10
Conforme a la evolución del sistema penal, se ha puesto el acen-
to en una u otra de las tres etapas, planteándose el debate inicialmen-
te con respecto a las dos primeras .U Es decir, que según se ponga el
Cuantificar el tiempo de la pena acento en una u otra etapa, se hará hincapié en un objetivo determi-
nado o en otro. Por ejemplo, si se pone el acento en la etapa legislati-
El derecho penal hace uso de los plazos, de esa «espacialización» del va, en la generalidad de la conminación de la sanción penal, interesa
tiempo en la que los plazos consisten, con fines que le resultan tanto ante todo la amenaza y la prevención general que esa amenaza esta
o más esenciales que los que persigue con ellos el derecho en general. destinada a cumplir. Si se pone el acento en el juez, se hace hincapié
No sólo asegura su propia continuidad, sino su legitimación misma. en la particularidad de cada caso concreto, e interesa ante todo la
Un derecho penal indefinido en el tiempo de sus normas crearía tanta
inseguridad como arbitrariedad. El plazo aparentemente más legiti- un hecho penal por el juez, según la clase, gravedad y posibilidad de ejecución, en vis-
mante, es decir, que confiere legitimidad por su sola existencia, es el ta a la elección dentro de una pluralidad de posibilidades legalmente previstas, esta-
rea que abarca la determinación de la clase de pena ... de la cu~ntía de ella dentro de
plazo de la pena. los límites legales ... y de la forma de imposición ... o de cumplimiento» (E. R. Zaf-
La primera pregunta que cabe formularse en este tema es quién fároni, A. Alagia, A. Slokar, «Derecho penal. Parte general», Ediar, Buenos Aires,
determina ese plazo. Al responderla, se abren dos o tres posibilidades: 2000, p. 950.) Sin embargo, indica que no tiene sentido práctico incluir esta subclasi-
ficación, dado que siempre serán actividades prácticamente inescindibles. Señala tam-
el legislador, el juez o la administración penitenciaria. Cada una de ellas bién «el magro desarrollo dogmático en esta materia, que sólo mereció la atención
corresponde a una fase y supone una concepción determinada de lo desde hace escasas décadas, sin que por ello existan hasta el presente demasiados re-
que se puede hacer en esa fase. sultados positivos: es a todas luces evidente que se ha operado un raquitismo teórico
en orden a la cuantificación penal, a la par que el ámbito de la teoría del delito desa-
Se habla de esta operación respecto de la pena empleando dis- rrolló una hipertrofia discursiva» (ibid., p. 949).
tintos términos: fijación, determinación, cuantificación.8 ~. L. Ferrajoli, Derecho y razón. Teoría del garantismo penal, traducción de P. A.
lbáñez, A. Ruiz Miguel, J. C. Bayón Mohíno, J. Terradillos Basoco, Trotta, Madrid,
Ferrajoli distingue entre la denotación y la connotación: la pri- 1997' pp. 404-405.
lO. lbid.,p.399.
11. Como recuerda Ferrajoli, «en el furor polémico contra el arbitrio judicial, la cul-
es un tiempo vacío, abstracto, despojado de contenidos. La espera puede estar tonali- tura penal ilustrada cultivó un equívoco: la idea, ligada al mito del juez como "boca
zada emotivamente de diversos matices. ele la , de la necesidad de una absoluta predeterminación legal de la pena y de la
8. Zaffaroni dice que es posible distinguir entre determinación y cuantificación por- lSUIJiresión de cualquier discrecionalidad judicial en la valoración de la gravedad del
que en la determinación el juez realiza algo más que un mero establecimiento de la y, por consiguiente, en la medida de la pena correspondiente». Agrega que esta
cantidad de pena. «La determinación de la pena por el tribunal, dentro del ámbito que acogida por el Código Penal francés de 1791, que dispuso penas fijas e inva-
la ley deja para esa decisión, o bien la determinación de las consecuencias jurídicas de para cada tipo de delito (ibid., p. 403).
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pena que a ese delincuente en ese caso corresponde. Si se pone el La certeza siempre se ha asociado a la pena como un valor que
acento en la administración penitenciaria, en cambio, se hace hinca- la mitiga. En ese sentido afirmaba Bentham:
pié en la evolución de la conducta del sujeto pasivo de la pena, e in-
teresan ante todo sus posibilidades de reinserción social. El castigo, aun bajo sus formas más terribles, pierde su carácter exe-
En el presente trabajo me interesa particularmente la determina- crable cuando está despojado de esa incertidumbre sin la que el crimi-
ción (entendida en sentido amplio, es decir también como fijación y nal más endurecido no se expondría a sus golpes. 16
cuantificación) legal de las penas .12 García Arán dice que cuando ha-
blamos de la determinación legal solemos referirnos al «establecimien- Sin embargo, al contarse la pena a través de un medio tan fácilmente
to de reglas más o menos flexibles conforme a las cuales se obtiene una graduable como el tiempo, la legalidad estricta fue cediendo terreno
concreta cantidad de castigo tras la combinación de datos como el gra- a una gama de posibilidades que, si bien estaban determinadas legal-
do de ejecución del delito, el título de participación y las circunstancias mente, ofrecían al juez un gran margen de libertad Y
modificativas de la responsabilidad criminal» .13 La flexibilidad de las
reglas no significa que esta fase no tenga importancia. Al contrario,
constituye el momento en que se asientan las bases de todo el sistema.
Las pautas no por ser flexibles dejan de indicar un marco dentro del que Las escalas
se ha de concretar la pena. Por ello -dice García Arán- «todo aque-
llo que podamos estimar como acertado en el terreno de determinación Al haberse convertido la pena de prisión por determinado tiempo en
concreta de la pena, cualquier esfuerzo por mejorar las técnicas de in- la pena por excelencia (sólo la acompañan las penas privativas de
dividualización judicial y administrativa, puede resultar inútil si no se otros derechos y la multa), la escala se extiende entre un máximo y un
afronta el problema en su verdadera raíz, cual es la tipificación de con- mínimo de tiempo. Es interesante hacer notar que el tiempo está pre-
ductas y el juicio de valor que ella supone» .14 sente en todas las penas, y no sólo en la de prisión .18
Refiriéndose al principio de legalidad, Silva Sánchez dice que Con respecto a la concepción del tiempo en la que se basa este sis-
«constituye la expresión de uno de los más importantes fines de ga- tema, es evidente la aceptación de la concepción lineal del tiempo, de
rantía individual asumidos por el Derecho penal moderno», porque,
«tan pronto como la legalidad se convierte en un dato "preexistente", la
misma pasa a ser, al menos teóricamente, una "barrera infranqueable", 16. J. Bentham, El panóptico, traducción de F. D. Levit, Editorial Quadrata, Buenos
Aires 2004, p. 65.
un instrumento protector del delincuente, una garantía de la libertad 17. En aras de esa anhelada certeza, el Código penal francés de 1791 establecía pe-
indi vi dual frente a las intervenciones del Estado» .15 nas fijas e invariables, retomando la rigidez del derecho germánico. Pero en los pri-
meros códigos del siglo XIX comienza a aparecer, junto al sistema de penas rígidas, un
sistema de penas flexibles o divisibles, entre cuyo máximo y mínimo puede moverse
12. Con respecto a la atención que se ha dedicado al tema de la determinación legal, el juez, matizadas por una serie de circunstancias delictivas que atenúan o agravan la
Ferrajoli dice que «si es escasa la literatura en materia de determinación judicial, so- pena. En ese sentido, son elocuentes ejemplos el Código francés de 1810, y sus refor-
bre la pre-determinación legislativa de la calidad y de la cantidad de la pena es casi mas de 1824 y 1832, el Código Bávaro de 1813 (obra de Feuerbach), el Código brasi-
inexistente. Después de haber comprometido y apasionado el debate ilustrado, este di- leño del Imperio, de 1830 y el Código español de 1848, «con sus largos catálogos de
fícil problema de técnica de la legislación parece haber desaparecido del horizonte circunstancias atenuantes y agravantes y una minuciosa y complicada dosimetría pe-
teórico de la cultura penalista» (ibid., p. 399). En ese sentido, también Zaffaroni, «De- nal, que combina en una red de reglas poco menos que inextricable y por momentos
recho penal», op. cit., p. 949. desesperante, circunstancias delictivas, grados de ejecución y formas de participa-
13. M. García Arán, Los criterios de determinación de la pena en derecho español, ción». M. de Rivacoba y Rivacoba, «La dosimetría en la determinación legal de las
Edicions de la Universitat de Barcelona, Barcelona, 1982, p. 10. penas», contribución al libro De las penas. Homenaje al Profesor Isidoro de Bene-
14. lbid.,p. 11. detti, Depalma, Buenos Aires, 1997, p. 170.
15. J-M. Silva Sánchez, Aproximación al derecho penal contemporáneo, Bosch, 18. El modelo fue iniciado por el Código francés de 1810, que preveía la determi-
Barcelona, 1992, p. 252. nación legal de un marco o escala que se concretaba en la fase judicial.
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la idea del tiempo como mero número (utilizado en este caso no para juez de ejecución, sienta las bases en las que se apoya todo el edificio
medir un movimiento, como en la definición de Aristóteles, sino temporal de la pena.
para medir una inmovilidad), aceptación que deja ver sus consecuen-
cias en los procedimientos previstos para la medición de la pena. 19
Mir Puig propone emplear el término «marco penal» para referirse a
esta escala temporal contenida entre los máximos y los mínimos le- La racionalidad legislativa
gales. El marco penal sería, según este autor, equivalente a «penali-
dad», término que utiliza para distinguir las distintas duraciones pre- El proceso aquí esbozado con respecto a la cuantificación legal de
vistas para cada pena, de las penas propiamente dichas. 20 la pena, el establecimiento de escalas concretamente, sugiere una
La determinación legal de la pena privativa de libertad consiste actividad típicamente racional. Atienza considera que la racionali-
entonces en la fijación de máximos y mínimos dentro de los que se si- dad jurisdiccional es inalcanzable sin una racionalidad legislativa
tuará la duración de la pena impuesta. Se trata de límites y no de me- previa. 21
ras sugerencias. Los límites son indicaciones claras de dónde el ca- Cabe entonces preguntarse a qué nos estamos refiriendo cuando
mino termina y dónde empieza. Son indicaciones claras también, en calificamos de racional una actividad, como la creación de leyes, y
el caso de las penas, de su valoración en cuanto a gravedad. qué entendemos por irracionalidad. Una primera respuesta puede dar-
El máximo de la pena no es inocuo. No sólo atribuye al juez la nos Habermas, cuando recuerda los tres aspectos que tiene el término
facultad de fijarlo, por lo que no es meramente una pauta sino una po- «racional» en Weber y los pone en relación con el derecho .22
sibilidad concreta, sino que condiciona todo el régimen aplicable a Un primer aspecto coincide con un concepto lato de técnica, que
las penas (el efecto de las agravantes y atenuantes, la posibilidad de pone de relieve la regularidad como elemento importante de una cier-
sustituir la privación de libertad por multa o trabajos en beneficio ta racionalidad de la acción. Es importante este elemento por la pre-
de la comunidad, o por expulsión, en caso de delincuentes extranjeros, visibilidad y calculabilidad propias de los comportamientos reprodu-
la suspensión de la pena, la admisión en el tercer grado de tratamien- cibles. Implícito en este aspecto se encuentra la observancia de
to penitenciario, la libertad condicional). reglas. En relación con el derecho, la institucionalización de procedi-
La fijación de la escala, por más extensa que ésta sea y por más mientos para la aplicación de las leyes permite una conexión regular
consideraciones que queden al arbitrio del juez de sentencia o del Ypor lo tanto previsible y calculable entre acciones, tipos jurídicos y
consecuencias jurídicas.
19. Por ejemplo, en el Código Penal español se prevén cálculos matemáticos aparen-
Un segundo aspecto comporta la selección de fines de acuerdo
temente simples: todas las penas pueden desdoblarse hacia arriba y hacia abajo, for- con valores dados. Una acción puede ser racional en la medida en que
mando con la misma pena-base la pena inmediata superior y la inmediata inferior. Es no se rija por pasiones ciegas.
así que la pena superior en grado se obtiene partiendo de la cifra máxima prevista en la
ley para el delito de que se trate y agregándole la mitad de su cuantía, y la pena inferior
en grado se obtiene partiendo de la cifra mínima y restándole la mitad de su cuantía. De
estas operaciones resultan nuevos máximos y mínimos que corresponderán a las penas 21. M. Atienza, Contribución a una teoría de la legislación, Tecnos, Madrid, 1997,
obtenidas. Muy elocuente es la expresión que se utiliza para referirse a las disposicio- P: 100. Sin embargo, manteniendo la distinción entre legislación y jurisdicción, es de-
nes que explican estas operaciones: la parte «artística» del Código Penal. cu, el momento de la producción y el de la aplicación del derecho, es partidario de una
20. S. Mir Puig, Derecho penal. Parte general, 6.a edición, Reppertor, Barcelona, noción unitaria de la racionalidad jurídica. Porque, explica, si se atribuye el mismo
2002, p. 704. García Arán dice que el razonamiento por el que se considera oportuno sentido a ambas racionalidades «se rompe con la idea de que el único objeto riguroso
el sistema de escalas es que si existen grupos de delitos de diversa índole, igualmente ~ara la teoría del Derecho es el modo de razonar de juristas teóricos y prácticos a par-
las penas deben estar ordenadas en diferentes grupos con una relación interna entre tir o en los límites del Derecho positivo o, en otros términos, abre de nuevo la puerta
ellas, para que los ascensos y descensos de las penas se hagan dentro de cada grupo a la "ciencia de la legislación"».
(escala) que corresponde a la índole del delito de que se trate (M. García Arán, op. 22. J. Habermas, Facticidad y validez, traducción de M. J. Redondo, Trotta, Madrid,
cit.' p. 41). 2005, pp. 539 y SS.
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Las orientaciones valorativas las considera Weber como preferencias En reiteradas ocasiones se ha señalado una actitud de resigna-
de un determinado contenido, como preferencias orientadas por val o~ ción frente a la obra del legislador. Algunos autores afirman que no se
res materiales, que anteceden, como algo ya no susceptible de ulterior suele cuestionar «la premisa mayor» ,27 la norma legal, como si ésta
fundamentación, a las decisiones de los sujetos que actúan de formara- se considerase intocable, o como si las leyes y las penas «fuesen algo
cional con arreglo a fines. 23 natural» .28 Esta actitud de la doctrina puede obedecer a la renuencia a
penetrar en una dimensión que considera puramente valorativa.
El tercer aspecto del término racional serían los resultados del traba- Como si la racionalidad jurídica se limitase a la racionalidad juris-
jo intelectual de los expertos que articulan y configuran analíticamen- diccional, y el legislador, en cambio, quedase en un ámbito puramen-
te las imágenes del mundo o las ideas morales y jurídicas. En relación te político y, en consecuencia, no racional. (Como si el ámbito políti-
con el derecho, la configuración sistemática del corpus iuris «se debe co no tuviese su propia racionalidad.)
a la racionalidad científica de expertos en derecho, entregados al de- Pero también hay otra explicación de esta actitud acrítica y mera-
sarrollo de la dogmática jurídica» .24 mente analítica de la legislación: la influencia del positivismo jurídico.
Tenemos, así, la racionalidad de la regla (normativa), la raciona- El legislador delimita el objeto, lo crea, todo lo que se puede hacer es
lidad electiva (axiológica) y la racionalidad científica (sistemática). «racionalizar» su aplicación. Se ha acusado con razón al positivismo
Veamos hasta qué punto pueden encontrarse en la experiencia jurídico de haber impuesto ataduras a la reflexión juridicopenal que le
de la elaboración de leyes penales estas «racionalidades». han impedido desarrollar todas sus potencialidades racionalizadoras.
Díez Ripollés asigna importancia fundamental a la racionalidad Curioso resultado de un pensamiento jurídico que aspira a configurar-
legislativa y confía en que un adecuado control de esa racionalidad per- se como «ciencia del derecho». Pero es precisamente esa aspiración la
mitirá el aseguramiento de ésta frente a las tendencias siempre presen- que conlleva la necesidad de contar, como supuestamente cuenta la cien-
tes de un «irracionalismo voluntarista.» 25 cia, con un «objeto», cierto y bien definido, del que pueda ocuparse.
Propone un concepto de racionalidad legislativa mediante el que Para el positivismo ese objeto no puede ser otro que el derecho posi-
se exprese la capacidad para mantener con un sector de la realidad tivo, «puesto», establecido en la legislación. Las reflexiones sobre ese
social una interacción que se corresponda, que sea coherente, con los «objeto» no pueden ponerlo en tela de juicio, porque se quedarían sin
datos que constituyen tal realidad y que conocemos. Y concretando objeto, así como las disciplinas científicas no pueden más que resig-
el concepto en el ámbito de la legislación penal en particular, dice narse a observar los respectivos objetos de estudio.
que la racionalidad legislativa «es la capacidad para elaborar en el A pesar de su pretensión de exactitud, de rigurosidad, la racio-
marco de ese control social una decisión legislativa atendiendo a los nalidad postulada por el positivismo jurídico es una racionalidad que
datos relevantes de la realidad social y jurídica sobre los que aque- se limita a la coherencia logicoformal del sistema. Y en ese sentido
lla incide .» 26 puede decirse que es una racionalidad vacía, despojada de las conno-

23. !bid., p. 539. Habermas aclara que los valores eran considerados por Weber
«como contenidos no susceptibles de ulterior racionalización, incompatibles con el 27. «La doctrina penal reacciona a esta situación de manera defensiva, no cuestio-
carácter formal del derecho» (p. 542). nando la premisa mayor, la irracionalidad del legislador, sino intentando contrarres-
24. !bid., p. 540. tarla mediante la racionalidad del aplicador del derecho, lo que implica dedicarse ara-
25. J. L., Díez Ripollés, La racionalidad de las leyes penales, Trotta, Madrid, 2003, cionalizar el derecho ya existente, considerado intocable» (ibid., pp. 34-35).
p. 81. 28. «En lo que respecta a la cultura jurídica dominante, un signo evidente de su pérdi-
26. Díez Ripollés se remite a Vogel, quien propone tres niveles de racionalidad le- da de punto de vista externo está en el hecho de que no reclama "buenas leyes" que ate-
gislativa penal: el ético político, vinculado a la cuestión de los bienes jurídicos a pro- núen las penas legalmente previstas y, en cambio, presenta las medidas alternativas a és-
teger, el pragmático, vinculado a la subsidiariedad y carácter ultima ratio del derecho tas como una vía obligada para mitigar su excesiva severidad: como si las leyes y las
penal, y el de la coherencia, conectado con la validez constitucional y la adecuación penas fueran algo natural o provinieran de otro planeta, y a nosotros no nos quedase más
politicocriminal y dogmática de la propuesta legislativa (ibid., p. 86). alternativa que aliviar su dureza en sede de ejecución» (L. Ferrajoli, op. cit., p. 409).
96 ___________________ La justicia deconstruida La fijación legislativa del tiempo de la pena _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 97

taciones de una racionalidad que tenga en cuenta las dimensiones habida cuenta de la persistencia de una tendencia a inscribirlo, al me-
axiológicas del derecho, del fenómeno jurídico. nos desde un punto de vista metódico, en el campo de las ciencias
En ese sentido, Díez Ripollés observa que Ati enza postula un exactas (la misma palabra «dosimetría» es reveladora de ello). La
tipo de racionalidad fuerte, que no se limite a la coherencia logico- descripción que hace de esa opción valorativa coincide con el proce-
formal sino que se ocupe también de los fines que se quieren obtener so mismo de la determinación legal de las penas: la selección de de-
y de principios morales. 29 Zaccaria dice -remitiéndose a Bobbio- terminados bienes jurídicos, la valoración comparativa entre los bie-
que esa racionalidad fuerte ha sido sustituida hace tiempo por «una nes seleccionados, que conduce a la graduación de las penas, y la
razón jurídica entendida en un sentido débil, forzosamente obligada a estimación de los delitos, dentro de cada grupo contra el mismo bien
renunciar a verdades evidentes y a certezas absolutas, y que frecuen- jurídico, según diversas circunstancias. 32
ta, en cambio, las esferas de lo probable y lo opinable». 30 No hay una Cabe preguntarse con Gómez Benítez cuáles son los criterios de
verdadera oposición entre ambas posturas, porque lo que entiende valoración que se han de utilizar: «¿Han de utilizarse criterios éticos,
Atienza por racionalidad fuerte es una racionalidad que trasciende los morales, culturales, o directamente criterios utilitarios?» 33 Este autor se
aspectos meramente logicoformales que ocupaban al positivismo ju- pregunta si el hecho de que el número de homicidios haya sido relati-
rídico, y no una racionalidad de «verdades absolutas». Lo demuestra vamente bajo en comparación con el número total de delitos justifica-
cuando dice: ría un descenso de la pena conespondiente. En este contexto, en cam-
bio, lo que resulta evidente es que la gravedad asignada al homicidio no
Necesitamos, en definitiva, lo que Bobbio llamaba la razón en sentido obedece a la necesidad de disuadir de su comisión, es decir, a un crite-
fuerte, tanto en el momento de la legislación como en el de la aplica- rio preventivo, sino a una auténtica valoración social, en el primer sen-
ción del Derecho, y en ninguna de las dos instancias podemos tampo-
tido que atribuimos en nuestro lenguaje corriente a esa expresión.
co prescindir de la razón en sentido débil. 31
No obstante da varios ejemplos en los que no es clara y expresa
la asignación de valores. Señala, entre ellos, el siguiente:
Estos argumentos reconocen la presencia de la dimensión axiológica
en la racionalidad jurídica. Y es indudable que en la elección de las
Si se dijera, por ejemplo, que la integridad física también es un valor
penas y los marcos penales el legislador se basa en la valoración so- importantísimo, fundamental, prioritario, casi el segundo en importan-
cial de la conducta. ¿En qué consiste esa valoración social determi- cia después de la vida, para nuestro Derecho Penal,se encontrarían un
nante de la construcción del edificio penal? sinnúmero de conductas que no tienen nada que ver con la integridad,
Rivacoba y Rivacoba pone de relieve ese juicio de valor en un que afectan a derechos colectivos de «menor» importancia, o a dere-
texto titulado específicamente «La dosimetría en la determinación le- chos simplemente patrimoniales, que tienen más pena que muchos de-
gal de las penas». Es interesante la observación que hace en el senti- litos de los que atentan contra la integridad física. 34
do de que es la opción valorativa la que «sitúa al Derecho, y en par-
ticular al Derecho penal, en el mundo de la cultura y, por ende, en el
mundo de la historia, que no es otra cosa que cambio conforme a va- M. de Rivacoba y Rivacoba, op. cit., pp. 159-169.
lores en el tiempo». Es interesante porque inscribe el derecho penal J. M. Gómez-Benítez, Estudios penales, Colex, Madrid 2001, p. 314. En ese sen-
da un ejemplo muy ilustrativo refiriéndose al Código Penal español de 1995: se
decididamente en el campo de las ciencias humanas, algo necesario ' r~o..-.... t,., por qué el homicidio (artículo 138, de 10 a 15 años) tiene la misma pena de
0

;{elllu~:1ón menor que el delito de falsificación de moneda (artículos 386 a 389, de 8 a


La explicación es que el delito de falsificación de moneda era muy grave
29. J. L. Díez Ripollés, La racionalidad de las leyes penales, op. cit., p. 78. que el control de la moneda era para la monarquía una verdadera garantía de su
30. G. Zaccaría, Razón jurídica e interpretación, trabajos compilados por A. Mes- ·Evidentemente en este contexto, la expresión «daño social» o «valoración so-
suti, Civitas Thompson, Madrid, 2004, p. 33. denota la necesidad de afianzar el poder político.
31. M. Atienza, op. cit., p. 100. fbid.r, p. 315.
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Estos argumentos lo llevan a la conclusión de que «la valoración es~ de control racional. 36 Es una visión pesimista, pero realista, en cuan-
piritual, moral o ética que nos sugieren los bienes jurídicos no es to se hace cargo de esos procesos complejos, valores y exigencias
paz de ofertar ... un criterio de graduación de la proporcionalidad de sociales que inciden en la fijación legislativa de las penas y tiñen su
las penas». 35 Es decir, de los criterios valorativos se deduce la necesi~ racionalidad aparente de irracionalidad. Aunque veremos que ésta
dad de protección penal, pero no se deducen los marcos penales con~ tarnbién es aparente.
cretos que convendrá establecer. Cabe preguntarse entonces, ¿en fun~
ción de qué se establecerán esos marcos?
Fiandaca dice que la doctrina penal ha esbozado un «decálogo
del buen legislador» que configuraría un modelo funcional-garantis- Hacia la irracionalidad
ta de derecho penal. Éste nacería de la convergencia entre supuestos
de valor que se deducen del texto constitucional y consideraciones Rivera Beiras se pregunta: a pesar de la burocratización y racionali-
funcionales de tipo político-criminal, apoyadas en datos empíricos. zación de las formas punitivas y de la administración de justicia,
El decálogo sería, sintéticamente, el siguiente: limitación de la es- «¿qué posibles zonas de irracionalidad pueden estar penetrando en el
fera de la tutela penal solamente a los bienes jurídicos fundamenta- presente en semejantes burocracias?». 37
les cuya protección es indispensable para asegurar la condiciones También Garland observa que en «la moderna red de instituciones
mínimas de la vida democrática; individualización del fin de las pe- y burocracias penales el "castigo" se aproxima a una forma de acción
nas en la prevención general y especial, en cuanto técnicas (dimen- racional, desempeñada de manera rutinaria y práctica, representada en
sión funcional) destinadas a la protección de bienes jurídicos (acla- términos neutrales y administrativos. Desde luego, bajo estas prácticas
ra Fiandaca que esto, si bien expresa el rechazo de las concepciones y discursos "objetivos" se encuentra un rango de valores y, más al fon-
retributivas o simbólicas, no resuelve el problema de la verificabili- do, una serie de fuerzas emocionales y de juicios morales».38
dad empírica de las funciones preventivas mencionadas); subsidia-
riedad de la tutela penal; proporcionalidad y coherencia con el fin
de la pena; idoneidad de la sanción penal para tutelar el bien de que La sensibilidad frente a la pena
se trate.
Sin embargo, este autor no confía en la posibilidad de concretar Si se me dijese que la esclavitud perpetua es tan dolorosa, y por tanto
esas directrices, las que han de sufrir los embates de procesos com- igualmente cruel que la muerte, responderé que sumando todos los
plejos de interacción, de tensiones y muchas veces conflictos entre movimientos infelices de la esclavitud lo será aún más; pero éstos se
los valores constitucionales, los valores y exigencias sociales o la po- reparten sobre toda la vida, y aquélla ejercita toda su fuerza en un mo-
lítica pura y dura. Dice que nada puede garantizar la posible función mento; y en ello se halla la ventaja de la pena de esclavitud, que ate-
moriza más a quien la ve que a quien la sufre; porque el primero con-
sidera todo el complejo de momentos infelices, y el segundo está
35. !bid. Advierte que, si ante esta aparente falta de correlación entre los criterios distraído de la infelicidad del momento futuro con la del presente. To-
valorativos y los marcos penales establecidos se postulase el predominio efectivo de dos los males se acrecientan en la imaginación, y quien los sufre en-
un criterio utilitario, este criterio «tiene o puede tener una tendencia a la infinitud». Es cuentra recursos y consuelos no conocidos, ni creídos, de los que los
cierto que, a primera vista, la pena más grave será la más intimidatoria. Tal vez lo sea,
aunque no está demostrado estadísticamente el efecto de disminución de los delitos
por la agravación de las penas. Y Gómez Benítez lo admite. Sin embargo, sostiene (re- 36. G. Fiandaca, Il dirftto penale tra legge e giudice, CEDAM, Padua, 2002, p. 99.
afirmando con Beccaria la necesidad de mantener marcos penales diferenciados) que 37. I. Rivera Beiras, Recorridos y posibles formas de la penalidad, Anthropos, Bar-
«la prevención general no se entiende sólo como ejercicio de intimidación a través de celona, 2005, p. 106.
las penas, sino como ejercicio también de integración del colectivo social en un pro- 38. D. Garland, Castigo y sociedad moderna, un estudio de teoría social, traducción
yecto de vida en común en torno al Derecho». de B. Ortiz de la Concha, Siglo XXI, México, 1990, p. 222.
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observan, porque sustituyen la sensibilidad propia al ánimo endureci- Garland recuerda que desde principios del siglo xvn las sensibilidades
do del infeliz. 39 que toleraban la violencia comenzaron a cambiar lentamente.43 Afir-
ma que hay pruebas históricas suficientes para considerar que la
Es interesante este fragmento de Beccaria porque tiene expresamen- transformación histórica de la sensibilidad ha tenido consecuencias
te en cuenta la sensibilidad frente a la pena, conforme a su postura directas en la estructura y el desarrollo de los sistemas penales.
preventiva, a pesar de que cuando se hace referencia actualmente al Es un primer paso hacia la humanización de las penas. Pero una
principio de humanidad de las penas no se está pensando en los ver- humanización que se centra en el verdugo, no en la víctima de la
dugos y espectadores sino en el destinatario de la pena. Se ha seña- pena. Lo que denuncian los ilustrados no es tanto el sufrimiento de
lado que dicho principio es el «que en mayor medida caracteriza el ésta, sino la crueldad del verdugo y del poder que representa. Prosi-
origen y la evolución del contenido del sistema penal contemporá- gue Foucault:
neo».40
Voltaire se preguntaba: «La investigación de los delitos exige ri- Los sufrimientos que debe excluir el suavizamiento de las penas son
gor: es una guerra que la justicia humana hace a la maldad, pero in- .los de los jueces o los espectadores, con todo lo que pueden implicar
cluso en la guerra hay generosidad y compasión. El valiente es com- de dureza, de ferocidad, hijas del hábito ... Lo que es preciso mode-
pasivo, ¿acaso es necesario que el hombre de ley sea bárbaro?».41 rar y calcular son los efectos del rechazo del castigo sobre la instan-
Cuando la pena se ejecutaba ante espectadores que presenciaban cia que castiga y el poder que ésta pretende ejercer. 44
el sufrimiento del supliciado, llegaba un momento en que se ponía de
manifiesto una sensibilidad que lo rechazaba. Según Foucault, fue Garland destaca el carácter altamente selectivo de la sensibilidad mo-
esta sensibilidad la que contribuyó al pasaje de los suplicios corpora- derna:
les a las penas aparentemente no corporales. Se pregunta:
La mueca de dolor o el grito de agonía anuncian el acto de violencia y
¿Cómo este hombre-límite le ha sido negado a la práctica tradicional lo hacen visible, mientras que la angustia mental y el deterioro paula-
de los castigos? ¿De qué manera se ha convertido en la gran justifica- tino de un reo son mucho más difíciles de observar y más fáciles de ol-
ción moral del movimiento de reforma? ¿Por qué ese horror tan unáni- vidar. La diferencia crucial entre los castigos corporales prohibidos y
me a los suplicios y tal insistencia lírica en favor de unos castigos con-
siderados «humanos»? O, lo que es lo mismo, ¿cómo se articulan uno
1975.) «La protesta contra los suplicios se encuentra por doquier en la segunda mitad
sobre otro, en una estrategia única, esos dos elementos presentes por
de1 siglo XVIII: entre los filósofos y los teóricos del derecho; entre juristas, curiales,
doquier en la reivindicación en pro de una penalidad suavizada: «me- parlamentarios; en los Cuadernos de quejas y en los legisladores de las asambleas.»
dida» y «humanidad»? ... Es como si el siglo XVIII hubiera abierto la <<Muy pronto el suplicio se ha hecho intolerable. Irritante, si se mira del lado del po-
crisis de esta economía y propuesto para resolverla la ley fundamental ~er, del cual descubre la tiranía, el exceso, la sed de desquite y "el cruel placer de cas-
tigar" ... En estas ceremonias que son objeto de tantos ataques adversos, se percibe el
de que el castigo debe tener la .:.:humanidad» como «medida», sin que entrecruzamiento de la desmesura de la justicia armada y la cólera del pueblo al que
se haya podido dar un sentido definitivo a este principio, considerado se· amenaza.» «Hay que castigar de otro modo: deshacer ese enfrentamiento físico del
sin embargo como insoslayable. 42 Soberano con el condenado; desenlazar ese cuerpo a cuerpo, que se desarrolla entre la
Venganza del príncipe y la cólera contenida del pueblo, por intermedio del ajusticiado
Ydel verdugo» (p. 77).
43. D. Garland, Castigo y sociedad moderna, un estudio de teoría social, op. cit.,
39. C. Beccaria, De los delitos y de las penas, Alianza, Madrid, 1995, p. 77. ~· 265. «Al parecer una trans~ormación fundamental de actitudes ocurrió en los Paí-
40. S. Mir Puig, op. cit., p. 127. ses Bajos y en otras latitudes hacia mediados del siglo XVIII, y después de 1800 el
41. Voltaire, «Commentaire sur le livre "Des délits et des peines"» (1766), en (Euvres cambio aceleró la forma de lo que hoy se reconoce como nuestra propia sensibilidad
completes de Voltaire. Politique et législation, Bruselas, 1827, vol. I, p. 238. ~J~specto de la violencia, el sufrimiento y el destino de los otros.» Se remite a la obra
42. M. Foucault, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión», Siglo XXI, Buen?s de Spierenburg, The spectacle of suffering.
Aires 2002, p. 78. («Surveiller et punir. Naissance de la prison», Gallimard, Pans, · M. Foucault, op. cit., pp. 95-96.
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otras formas punitivas -como el confinamiento- que se usan de un La cárcel no se ofrece al espectáculo, al contrario, encierra, pero
modo rutinario es un asunto de niveles intrínsecos de dolor y de bruta- sobre todo «se cierra». Tal vez, desde la perspectiva de la evolución
lidad implícita; es una cuestión de la forma que adopta esa violencia y señalada por Foucault, lo más importante del encierro de la cárcel sea
el grado en que perturba la sensibilidad pública.45 su ocultamiento al espectador. El resguardo y la protección de su pro-
pia sensibilidad .48
El aspecto a priori decisivo para despertar la sensibilidad con respec- La distancia entre sociedad «libre» y sociedad «encarcelada»
to a la pena es la visibilidad de ésta. Y la cárcel se caracteriza preci- obstaculiza toda posible relación entre ambas. No hay posibilidad de
samente por ocultarla. La sensibilidad es, como sugiere la palabra que los sentimientos nazcan de una situación real, sino de situaciones
misma, sensorial, dependiente de los sentidos. El refrán «Ojos que no imaginadas por unos y por otros individuos pertenecientes a esas co-
ven ... » es sin duda aplicable a la cárcel. munidades. En el mejor de los casos, en una no habrá más que una in-
En ese sentido, la pena «humanizada» en relación con sus pre- diferencia tranquilizada por la falsa conciencia de que «en la cárcel
decesoras es una pena que se oculta. después de todo no se está tan mal»; en otra, un resentimiento alimen-
tado por la magnificación de todas las cosas buenas de las que disfru-
En respuesta a las exigencias de una sociedad «civilizada» la experien-
ta el que está en libertad.49
cia del dolor se esconde «detrás del escenario», ya sean los muros de
Mathiesen describe lo que denomina el «componente de nega-
una prisión o una «fachada» tras la cual los presos ocultan su angustia
ción» del fracaso de la cárcel, que considero pertinente al tema de la
emocional.46
sensibilidad frente a la pena, entendida como conjunto de actitudes de
la comunidad exenta de pena con respecto a la pena. 50 Dice que esta
El aspecto espectacular de la pena pasa entonces del momento de la
negación se da en tres importantes ámbitos públicos de la sociedad,
ejecución, no visible al público y dilatada en el tiempo, al momento
a saber: toda la gama de los modernos medios de comunicación, las
de la fijación. Marchetti señala: «Una vez extinguidos los proyecto-
instituciones directamente involucradas en la prevención del delito
res del tribunal, es lejos del mundo donde se purgan las largas penas
(policía, tribunales, fiscales y las propias cárceles) y los grupos de
... en la sombra de la cárcel» .47
profesionales especializados. Designa cada ámbito como circuito
de retroalimentación (indicando con este término que los ámbitos es-
45. D. Garland, op. cit., p. 284. Garland, describe la violencia penal actual como tán «perforados» de modo que cada uno alimenta a los demás) exter-
«aséptica, situacional y de baja visibilidad». no, interno y central, respectivamente. En el primero, la negación se
46. !bid., p. 283. En ese sentido, Garland dice que «quizá cabe interpretar que la ten-
dencia de las sociedades "civilizadas" a "encerrar" a los trasgresores y ocultarlos de
la vista y el pensamiento obedezca a una especie de "olvido motivado": el equivalen-
te social de la represión de los deseos inconscientes y antisociales en el individuo» 48. No obstante, este resguardo y protección no dejan de tener consecuencias muy
(ibid.' p. 281). negativas, como señala Garland, porque «al aislar a los transgresores del contacto del
47. A. M. Marchetti, Perpétuités: le temps infini des longues peil¡es, Terre Hu- público y limitar el conocimiento de la gente respecto de las circunstancias carcela-
maine, Plon, París, 2001, p. 469. En ese sentido Pasukanis decía: «¿Quién, sin em- rias, [se] debilitan la compasión y la posibilidad de identificación y, en consecuen-
bargo, negará que el centro de gravedad del proceso penal es, e? la mayoría de l?s cia, aumentan la alienación y marginación de los prisioneros». D. Garland, op. cit.,
casos, la sala de audiencia y el instante en que se dicta sentencia?» (E. Pasukams, p.276.
Teoría general del derecho y marxismo, presentación y traducción de V. Zapatero, 49. T. Mathiesen, op. cit., p. 216. «Desde afuera, se podría pensar que los beneficios
Labor Universitaria, Monografías, Barcelona, 1997, p. 155). Y agrega: «Para la opi- y cargas controlados por la prisión no son tan importantes. Vista desde afuera, la di-
nión pública, cuando el tribunal ha determinado correctamente el equivalente, todo ferencia entre una celda de aislamiento y una celda común puede parecer pequeña;
está, por decirlo así, arreglado y el destino ulterior del delincuente ya no interesa a como también puede parecer exigua la diferencia entre seis y ocho coronas al día
nadie». «El interés suscitado por los diferentes métodos con que se actúa sobre el como dinero de bolsillo.» «Cuanto mayor la distancia más superficiales nos volve-
delincuente es insignificante en comparación con el interés suscitado por el instan- mos, y menos comprendemos el dolor del castigo. Por el contrario, cuanto menor la
te impresionante en que es pronunciada la sentencia y determinada la "medición de distancia, más comprendemos» (ibid., p. 209).
la pena".» 50. /bid., pp. 226 y SS.
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produce mediante el «no reconocimiento», en el segundo, mediante la paralelismo entre la atención dedicada al delito y la atención dedica-
«pretensión», y en el tercero, mediante la «despreocupación». da a la pena.
Lo que llama el «no reconocimiento» del fracaso de la cárcel va
más allá de una mera omisión. Se traduce en una clara aceptación de
la cárcel como único medio necesario para la vida social. La «preten- La sensibilidad se invierte
sión» tampoco es una pretensión en el sentido de aspiración, sino en
el sentido de ficción, de apariencia. Es evidente que persiste el interés en la intensidad de las penas, y que
disminuye el interés en el destino de los condenados una vez impuesta
Son muchos los que lo saben (el fracaso de la cárcel) dentro de la poli- la pena. Brown llama a esta tendencia «el giro punitivo de la moderni-
cía, los tribunales y las autoridades fiscales. Pero triunfa la apariencia: dad tardía» .53 Ese giro se caracteriza por una mayor participación de la
los participantes aparentan que la cárcel es un éxito, si bien de hecho sociedad, del público en general, de los «espectadores» del castigo,
no lo es, y ellos lo saben a medias.51 pero en un sentido inverso al señalado por Foucault frente a los supli-
cios. Hallsworth, haciendo también referencia a un «giro punitivo», se-
La «despreocupación» reviste un interés particular para nosotros, ñala que en los últimos dos decenios la tarifa de dolor aceptable que po-
como directamente implicados. Para los investigadores o especialis- dría dirigirse legítimamente hacia las poblaciones desviadas parece
tas es más difícil no reconocer el fracaso de la prisión o pretender que haber aumentado. Observa que tras una economía penal moderna en la
ésta es un éxito. Al contrario, se reconoce expresamente este fracaso. que la justicia se imaginaba en condiciones que buscaban límites al do-
Lo que sucede es que a pesar de ello en este ámbito impera el «de- lor, equivalencia en la condena, y que intentaba una inversión produc-
sentendimiento»: «se pasa por alto la ineficacia de la cárcel y los pro- tiva en los delincuentes, en la nueva punitividad presenciamos la resu-
fundos problemas -muy bien conocidos- que implica impartir jus- rrección de una economía alternativa fundada en valores que destacan
ticia equitativa» .52 Y lo más grave es que esta actitud avala con fuerza la legitimidad del dolor, condenas viscerales y castigos destructivos. 54
tanto la apariencia como el no reconocimiento. Un elemento que está influyendo cada vez más está constituido
Considero que «desentendimiento» es un término adecuado por las actitudes del público, no tanto en cuanto a la valoración ética
para describir la actitud de los círculos académicos porque denota del delito en sí, es decir, su rechazo moral, su necesidad de denun-
que no hay un «entendimiento», en su sentido más profundo, del tema ciarlo y por consiguiente de marcar la neta separación de la sociedad
de la privación de la libertad. En primer lugar esto se manifiesta del que es capaz de cometerlo, sino en cuanto a la preocupación por
precisamente por el «profundo entendimiento» en los temas relativos la seguridad que el delito, aunque no sea considerado tan claramente
al delito, la concentración de los estudios en el desmenuzamiento de repugnante a las valoraciones sociales, puede amenazar. 55
los tipos delictivos, en la extensión o reducción de la criminaliza-
ción; en cambio, la pena en general es un punto, si bien no olvidado,
53. D. Brown, «Continuity, rupture, or just more of the "volatile and contradictory"?
tratado sólo en cuanto pueda relacionarse con el delito. Basta un exa- glimpses ofNew South Wales' penal practice behind and through the discursive», en The
men de los grandes tratados de derecho penal, de la bibliografía pu- New Punitiveness, Trends, Theories, Perspectives, compilado por J. Pratt, D. Brown,
M. Brown, S. Hallsworth y W. Morrison, Willan Publishing, Cullompton, Devon,
blicada recientemente: lo menos que se puede decir es que no hay un 2005,p. 35.
54. S. Hallsworth, «Modernity and the punitive», en The New Punitiveness, Trends,
Theories, Perspectives, op. cit., p. 239. Pero además en estas tendencias punitivas
51. «En este sentido la apariencia puede hallarse también en toda la policía, los tri- ~ierden importancia, o quedan relegadas a un segundo plano, las finalidades preven-
bunales y demás. ¿Por qué? Porque sin ella, mucho del trabajo realizado por las per- tiVas tradicionales.
sonas e instituciones dentro de este ámbito carecería de sentido y sería contraprodu- 55. l. Berdugo Gómez de la Torre, «Derechos humanos y derecho penal», ponencia
cente» (ibid., pp. 227-228). P~esentada en el Congreso «Control penal en el Perú: análisis situacional y estratégico»,
52. lbid.,p.228. Lima, septiembre de 1987, y publicada en Temas de Derecho Penal, Lima, 1993, p. 54.
106 ____________________________ La fijación legislativa del tiempo de la pena _________________ 107

Como señala Díez Ripollés, se deja sentir la capacidad de invo- El carácter ideológico de los conceptos de riesgo y de seguridad
lucración emocional de la población. Pero esta involucración no se ve más claramente cuando se percibe que detrás de los temidos
origina en la percepción directa del fenómeno, como en los suplicios riesgos hay en realidad un aumento notable de la seguridad, que se ha
públicos, sino que está determinada por los medios de comunicación ido extendiendo a los diversos campos de la vida social e individual.
que se dedican a fomentar la emoción frente al delito. 56 Pero no fren- En realidad es esa seguridad lo que induce a ver como riesgos todo
te a la pena. aquello que puede amenazarla. Son los niveles de seguridad alcan-
zados, incluso en la prolongación de la vida y la curación de las en-
fennedades, los que agigantan la importancia de cualquier cosa que
Los peligros de la «sociedad del riesgo» para la fijación de las penas pueda perturbarlos. En ese sentido Mendoza Buergo afirma que «una
sociedad del riesgo si por algo se caracteriza es por tener una necesi-
Sin detenerme en el complejo doctrinario referido a este tema, quisiera dad de seguridad siempre en aumento, así como de procurar sensa-
señalar algunas características. Mendoza Buergo hace notar que «el ciones o impresiones de seguridad» ,59
desconocimiento acerca de los riesgos o de los mecanismos que puedan Como ha analizado Giddens, en la actualidad individuos y gru-
producir daños es, sin duda, central en el concepto de la sociedad del pos desarrollan una actitud calculadora frente al riesgo y es esta acti-
riesgo, pues ésta a grandes rasgos supone que en la sociedad moderna tud la que caracteriza la sociedad del riesgo y no la presencia de nue-
las personas están produciendo para sí mismas su propio peligro» .57 vos peligros a los que se deba hacer frente. Los riesgos siempre han
Baratta denuncia el contenido selectivo de la exposición al ries- existido, porque vivimos en un mundo contingente; lo que define la
go en torno al término seguridad. Observa que, en el contexto de la sociedad en función de ellos es que se han convertido en un elemento
política criminal, el sustantivo «seguridad» lo encontramos muy fre- determinante de la vida pública, ya no meramente social o individual.
cuentemente acompañado de un adjetivo: seguridad nacional, públi-
ca, urbana. Pero ese adjetivo siempre tiene connotaciones colectivas Vivir en la «sociedad del riesgo» significa vivir con una actitud calcu-
impregnadas de un modo de pensar selectivo, ampliamente represen- ladora frente a las posibilidades abiertas de acción, positivas y negati-
tado en la opinión pública, así como en el discurso jurídico, que es vas, con las que tanto en forma individual como global nos enfrenta-
mos continuamente en nuestra existencia social contemporánea. 60
más lo que excluye que lo que incluye. Por ejemplo, no se habla de
riesgo para referirse a la situación de riesgo en la que se encuentran
Sin embargo, no es suficiente decir que «sociedad de riesgo» es un
mujeres y niños privados de toda posibilidad de goce de los derechos
argumento que determina las pautas de conducta social e individual,
económicos y sociales, así como tampoco para denunciar la situación
porque va mucho más allá: es un argumento de legitimación de las
de la cual son víctimas sujetos pertenecientes a grupos marginales
leyes y las sanciones. El fenómeno que suele denominarse la «socie-
que, al contrario, son considerados precisamente como causantes de
riesgo. Incluso la juventud es considerada un factor de riesgo.58
59. B. Mendoza Buergo, op, cit., p. 31. «El binomio riesgo-inseguridad y, por tanto,
la aversión al riesgo con la consiguiente aspiración a la seguridad, hace que los indi-
56. J. L. Díez Ripollés, La racionalidad de las leyes penales, op. cit. «Se da una di- viduos reclamen de manera creciente del Estado la prevención frente al riesgo y la
recta relación entre actitudes punitivas elevadas y el contacto con medios de comuni- provisión de seguridad.»
cación que prestan especial atención a la delincuencia, en especial si realiza un trato 60. A. Giddens, Modernity and Self-Identity, Cambridge, 1991, p. 28. Mucho se ha
sensacionalista de ella y preconizan la dureza frente al crimen» (p. 25). escrito sobre la sociedad del riesgo, sobre su influencia en las reacciones del sistema
57. B. Mendoza Buergo, El derecho penal en la sociedad del riesgo, Civitas, Ma- penal. No considero necesario repetir descripciones e interpretaciones tan extensa-
drid 2001, p. 30. mente desarrolladas. Sin embargo, no hay que olvidar todo lo que puede decirnos al
58. A. Baratta, «La política criminal y el derecho penal de la Constitución: nuevas respecto la filosofía aristotélica de la contingencia, porque nuestra idea de justicia, la
reflexiones sobre el modelo integrado de las ciencias penales», Revista Brasileira de proporcionalidad que la define, la finitud que la condiciona, están arraigadas en una
Ciencias Criminais, núm. 29 (Editora Revista dos Tribunais, Sao Paulo), 2000, p. 31. tradición filosófica que tiene sus orígenes en esa filosofía.
La fijación legislativa del tiempo de la pena _________________ 109
1 0 8 - - - - - - - - - - - - - - - - - - La justicia deconstruida

dad del riesgo» tiene consecuencias muy directas en la legislación Zaffaroni dice que la legislación penal de emergencia se caracte-
penal. riza por: a) fundarse en un hecho nuevo o extraordinario; b) la exis-
Díez Ripollés reconoce actualmente, en el proceso de surgimien- tencia de un reclamo de la opinión pública a su dirigencia para gene-
to de una ley penal, una serie de fases sucesivas: a) la apreciación de la rar la solución al problema causado por ese hecho nuevo; e) la
sociedad de cierto desajuste entre la realidad socioeconómica y la ju- sanción de una legislación penal con reglas diferentes a las tradicio-
rídica; b) el decisivo protagonismo de los medios de prensa en la pro- nales del derecho penal liberal (vulnerándose principios de interven-
moción de la discusión y canalización de la opinión social; e) la actua- ción mínima, de legalidad -con la redacción de normas ambiguas o
ción de los grupos sociales de presión que también canalizan la opinión tipos penales en blanco o de peligro-, de culpabilidad, de propor-
social hacia determinados intereses (legítimos o no); d) la formula- cionalidad de las penas, de resocialización del condenado, etc.); d)
ción del proyecto de ley (obviando a veces mecanismos capaces de los efectos de esa legislación «para el caso concreto», sancionada en
garantizar una adecuada calificación político-jurídica o técnico-jurí- tiempo veloz, únicamente proporcionan a la sociedad una sensación
dica), y e) el tratamiento parlamentario.61 de solución o reducción del problema, sin erradicarlo o disminuirlo
En relación estrecha con esta situación legislativa aparece en for- efectivamente, dando nacimiento a un derecho penal simbólico. 64
ma notable el fenómeno de la urgencia. Ésta ha dejado la marginali- Berdugo señala también los efectos negativos de la urgencia: «el
dad que la caracterizaba para convertirse en una «modalidad tempo- principio de legalidad penal se resiente materialmente cuando se acu-
ral ordinaria de la acción en general» .62 En la doctrina tradicional de a la vía de urgencia, al decreto o al decreto legislativo, o se emplea
la urgencia constituía una categoría excepcional que suponía tanto la técnica de las leyes penales en blanco» .65
amenaza de un peligro o de un perjuicio que exige una respuesta in- Es notable observar, como hace Díez Ripollés, que, a pesar de esa
mediata (porque de no ser inmediata no es eficaz) cuanto la posibili- aceleración de los procesos que conllevan las demandas populares en el
dad de derogar, para el caso concreto únicamente, la norma jurídica ámbito legislativo, las decisiones resultantes son rígidas y se resisten a
establecida. En el sentido de reacción temporal a una situación excep- 1~ reforma. No sólo parten de imágenes genéricas del delincuente y del
cional, la urgencia, como mal necesario, posee una racionalidad casi delito, sino que toman siempre como presupuesto el peor de los casos. 66
indiscutible .63 Sin embargo, en la «sociedad del espectáculo» el órga- Otra caractérística importante de la urgencia en la creación de
no que ha de decidir debe hacer gala de una capacidad de reacción in- normas es la subordinación del derecho al hecho. El derecho queda
mediata, casi en tiempo real, debe «golpear rápido y fuerte» la imagi- sometido a la contingencia, precisamente aquello que intenta evitar.
nación del público para dar la idea de que puede dar una respuesta o sólo el momento en que nace la necesidad de la norma será deter-
adecuada a los problemas que se plantean. . por factores exclusivamente circunstanciales y efímeros, sino
Es decisiva, en este proceso, la aceleración del tempo legiferan- contenido mismo de la norma obedecerá a esos factores sin tener
te y del debate parlamentario. En ello juega un papel determinante «la cuenta tantos otros elementos que la tradición jurídica podría apor-
alarma social», «la perentoriedad del problema» o cualquier otro dis- para hacer una ponderación meditada.
curso retórico. En ese contexto se produce una autolegitimación de los media,
hacen valer su posibilidad de reflejar en forma inmediata las
--..., .. v~J.I~"' de la opinión pública, que ellos mismos han contribuido a
61. J. L. Diéz Ripollés, «El derecho penal simbólico y los efectos de la pena»,.en
Actualidad Penal, núm. 1 (Madrid), 2001, y «La contextualización del bien jurídiCO ·Pero también ofrecen una «verdad» más directa, más real, me-
protegido en un derecho penal garantista», en Teorías actuales en el derecho penal,
Ediciones Ad-Hoc, Buenos Aires, 1998.
62. Z. Laidi, «L'urgence ou la dévalorisation de !'avenir», en Esprit, 1998, p. 12. E. R. Zaffaroni, «La creciente legislación penal y los discursos de emergencia»,
63. M. Vogliotti, «Faut-il recupérer «aidos» pour délier Sisyphe? A propos.du.t~mp~ actuales en el Derecho penal, op. cit., p. 618.
elos et instable de la justice pénale italienne», en L' accélération du temps ]Urtdlque, l. ~~rdugo Gómez de la Torre, Derechos humanos y Derecho penal, op. cit., p. 37.
coordinado por F. Ost, Facultés Universitaires Saint-Louis, Bruselas. Dtez Ripollés, La racionalidad de las leyes penales, op. cit., p. 23.
11 O - - - - - - - - - - - - - - - - - - - La justicia deconstruida La fijación legislativa del tiempo de la pena __________________ 111

nos contaminada de ficciones y artificios que la verdad judicial.67 Young señala que algunas teorías se centran en el «control so-
esa manera los medios de comunicación se autolegitiman al pretender cial» como si éste fuese autónomo respecto de lo que se controla. Es
tener «aceso directo al soberano que ellos mismos han consagrado: la decir, consideran que este control es independiente del público, algo
opinión pública». que se le impone en forma unilateral, vertical. Por ello estima que
Este protagonismo mediático de las demandas populares para que una teoría no cometa esos errores debe ocuparse del contex-
en este momento algo de novedoso que no consiste, como señala to (tanto del delito como del sistema de justicia penal), de la currency
Ripollés, en que «condicionen la creación y aplicación del derecho, (el problema del desorden y la diversidad que el control enfrenta) y
algo legítimo en toda sociedad democrática, sino en que demanden de la complicidad (la forma en que los ciudadanos participan activa-
ser atendidas sin intermediarios, sin la interposición de núcleos de ex- mente en el control social) .70 Precisamente analiza este autor la emer-
pertos de reflexión que valoren las complejas consecuencias que toda gencia de un sistema actuaria! de justicia penal, que se caracteriza
decisión penal conlleva. Los portadores de esos nuevos conocimientos más por una disminución de la preocupación por la justicia que por la
son la opinión pública creada por los medios populares de comunica- minimización del daño y por no considerar un factor clave para re-
ción social, las ~íctimas o grupos de víctimas y, en último término, el solver el problema de la delincuencia las causas de la misma. Lo que
pueblo llano». 68 Pero, como explica este autor, para que esos nuevos interesa a este sistema es el cálculo y el control del riesgo. Por ello,
portadores de conocimientos nuevos puedan ejercer su influencia en no pretende liberar al mundo del delito,sino limitar los daños que
los agentes institucionales es preciso que éstos les permitan un acce- éste puede causar. Abandona una actitud que tiende a la utopía por
so privilegiado «mediante el que puedan eludir los habituales contro- una actitud más realista y práctica. Pero en este abandono queda mu-
les burocráticos que en toda democracia velan por el fundamento de cho en el camino, y ese mucho no es para nada despreciable. Young
las iniciativas legislativas». Y señala la frecuencia cada vez mayor describe el sistema con estas palabras: «Ante todo se desea evitar el
con que una opinión pública favorable es capaz de desencadenar por problema en lugar de comprenderlo. Se desea minimizar el riesgo en
sí sola respuestas legislativas penales. De este modo, ~<los grupos de lugar de condenar moralmente el comportamiento».71 Por lo que res-
presión mediáticos anticipan y sustituyen la intervención de los gru- pecta a la condena moral, el actuarialismo es «moralmente neutral»,
pos de expertos stricto sensu» .69 es parte de la sensibilidad postmoderna que ha sido descrita por Bau-
man como adiaphorization, «el despojo de las relaciones humanas de
su significación moral, eximiéndolas de toda evaluación moral, con-
67. «La razón jurídica (caracterizada por la mediación de sus formas, de sus plazos virtiéndolas en moralmente irrelevantes» .72
y de sus símbolos) paree~ hab~r sido s~stituida po~ 1~ razón ~e~iáti~a de la inmedia-
tez, que, al abolir toda distancia, termma por sustltmr a las mstltucwnes en el tr~ba­
jo de configuración del espacio público» (M. -yogliott~, op. ci~., p. 6!1, donde c1t~ a 70. J. Young, The Exclusive Society, Sage Publications, Londres, 1999, p. 58. Cu-
A. Garappon, Le gardien des promesses. Justzce et democratze, Odi'e Jacob, Pans, rrency: deliberadamente no he traducido esta palabra; prefiero tratar de explicarla.
1996,p.92). ' Encierra el concepto de vigencia, en el sentido de validez actual: es current lo que es
68. J. L. Díez Ripollés, «El nuevo modelo penal de la seguridad ciudadana», en Re- válido en un momento dado, en el flujo corriente del tiempo. Expresa, por otra parte,
vista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología (Artículos. RECPC 06-03) (2004), el concepto de unidad monetaria, de valor económico uniforme, vigente e intercam-
1 biable, canjeable por otras unidades de valor equivalente, o por cualquier otra cosa
~9 ~ 'Ibid. «Se da por buena una visión simplificada y superficial de la realidad social considerada de valor equivalente, en el flujo corriente del dinero. Es, en el caso de
y de las consecuencias de su intervención en ella, lo que supone un notable desc~nso este autor, presencia, vigencia, actualidad, en un mismo momento, del delito y su con-
de las exigencias relativas al grado de análisis y reflexión de los problemas . texto y del sistema penal y de control social, e interacción e intercambio entre ambos.
preciso para poder justificar u~a intervención legis.lativa penal, .en directa con~radiC­ 71. lbid.,p. 67.
ción con la progresiva compleJidad de nuestras sociedades. Se pierden oportumdades 72. Citado por J. Young en op. cit., p. 67. También Young cita a J. Simon quien des-
de corrección y rectificación de análisis ya realizados, en la medida en que desapare- cribe un futuro escenario del actuarialismo: el sistema de seguridad será intrusivo y
ce de la etapa prelegislati'va un nivel de elaboración de decisiones, el de los grupos de coercitivo, para mejorar la seguridad y disminuir los costos sociales habrá cada vez
presión de expertos. Se otorga la hegemonía en casi toda la etapa prelegislativa a un más controles de la vida individual, y esos controles serán muy distintos de los tradi-
único agente social, el grupo de presión mediático.» . cionales controles jurídicos y sociales.
112 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida La fijación legislativa del tiempo de la pena _ _ _ _ _ _ _ _ _ 113

A pesar de que existe la tentación de considerar que las deman- El Derecho penal del ciudadano mantiene la vigencia de la norma, el
das de seguridad, por ser expresión de emociones son irracionales, es Derecho penal del enemigo (en sentido amplio, incluyendo el Derecho
interesante tener en cuenta las reflexiones de Nussbaum. Esta autora de las medidas de seguridad) combate peligros; con toda certeza exis-
se remite a Aristóteles cuando, en la Retórica, aconseja a los jóvenes ten múltiples formas intermedias .15 ••• En el Derecho penal del ciuda-
dano la función manifiesta de la pena es la contradicción, en el Dere-
oradores acerca de la forma de crear emociones en su audiencia. Les
cho penal del enemigo la eliminación de un peligro.76
dice que pueden crear, o suprimir, determinadas emociones hacien-
do creer a quienes los escuchan ciertas cosas acerca de su situación.
Como observa Zaffaroni el «hostis, enemigo o extraño no ha desapa-
Por ejemplo, si quieren provocarles miedo, han de convencerlos de
recido nunca de la realidad operativa del poder punitivo ni de la teo-
que algo malo y grave los amenaza a ellos o a sus seres queridos y
ría jurídico-penal (que pocas veces lo reconoció abiertamente y las
de que no hay ninguna certeza de que ellos mismos puedan evitar esas
más lo cubrió con diversos nombres)», por lo que «no basta postular
amenazas. 73
simplemente su rechazo» .77
La conclusión a la que nos lleva Nussbaum es que no podemos
Me pregunto si en esa constancia no habrá algo que revele una
descuidar el elemento racional de las emociones. En el caso que nos
asociación más íntima con el derecho penal de lo que se pretende
ocupa, el miedo al delito, no podemos descuidar la parte que juega la
creer. Sin entrar en toda la literatura penal que ha examinado este
retórica de los medios que transmiten las noticias. Es decir que en el
tema, quisiera hacer una reflexión sobre este concepto de enemigo.
discurso que lleva al aumento de las penas hay un componente racio-
Muchas sugerencias nos llegan a través de la historia del término.
nal que, como tal, puede ser refutado por otros argumentos.
Por ejemplo, Benveniste explica que el término latino hostis
Es muy lúcido el análisis que hace Garland en ese sentido.
conserva su valor arcaico de «extranjero». Sin embargo, cita la defi-
El primer argumento que se puede hacer sobre las nuevas medidas «du-
nición de Festus que dice que «se los llamaba hostes porque les co-
ras con el crimen» es que por mucho que consistan en acciones expre- rrespondía el mismo derecho que al pueblo romano; hostire signifi-
sivas -castigar por castigar, transmitir un sentimiento público, poner caba aequare». Benveniste observa que en todas las palabras
de relieve objetivos punitivos o denunciatorios- simultáneamente po- derivadas de, o conexas a, hostis no aparece la noción de hostilidad.
nen de manifiesto una lógica más instrumental. En general, estas me- Todas confirman que el sentido primario era aequare, que si bien
didas operan ·en dos registros diferentes: una escala punitiva expresiva significaba por un lado «igualar», por otro significaba «compen-
que utiliza símbolos de condena y sufrimiento para comunicar su men- san>. En ese sentido recuerda la palabra hostia, que designa la vícti-
saje; y un registro instrumental, sintonizado con la protección de lapo- maque sirve para «apaciguar» la cólera de los dioses. 78 Tal vez en
blación y la gestión de riesgos.74

75~ G. Jakobs, M. Cancio Meliá, Derecho penal del enemigo, Thomson Civitas, Ma-
Prueba de este aspecto racional, lógico, instrumental que acompaña drid, 2003, p. 33. ·
los aspectos emotivos de la sociedad del riesgo es la doctrina del «de- 76. lbid.,p.55.
recho penal del enemigo». 77. E. R. Zaffaroni, «El enemigo en el derecho penal», Ibáñez-Universidad Santo
Tomás, Bogotá, 2006, p. 35.
78. E. Benveniste, Le vocabulaire des institutions indo-européenes, Minuit, Pa-
rís, 1969, vol2. Se pregunta entonces cómo se vincula hostis a este sentido. Eviden-
temente denotaba al extranjero, pero no a un extranjero en general (a diferencia del
73. M. Nussbaum, Hiding from Humanity. Disgust, Shame, and the Law, Princeton peregrino, que habitaba fuera de los límites del territorio) sino a aquel al que se le re-
University Press, New Jersey, 2004, p. 23. «Si quiero que sientan hostilidad con res- conocían iguales derechos que a los ciudadanos romanos. Este reconocimiento de de-
pecto a alguien, por ejemplo los persas, debo convencerlos de que los persas han da- rechos implica cierta reciprocidad: se establece un vínculo de igualdad y reciprocidad
ñado gravemente algún aspecto de su bienestar» (p. 26). entre ese extranjero en particular y el ciudadano de Roma. Se llega así a la noción de
74. D. Garland, The Culture of Control. Crime and Social Order in Contemporary «~ospitalidad». No obstante -señala Benveniste- por una evolución cuyas condi-
Society, University of Chicago Press, Chicago, 2001, p. 142. Ciones precisas se desconocen, la palabra hostis ha adquirido la connotación de «hos-
1 1 4 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - La justicia deconstruida La fijación legislativa del tiempo de la pena _ _ _ _ _ _ _ _ _ 115

este origen particular de la palabra encontremos la conexión con el En tal contexto, podría decirse que el sistema penal se ha pues-
fenómeno que se describe en el contexto de la sociedad del riesgo y to en pie de guerra con la sociedad en cuyo nombre hace la guerra.
su enemigo.
Surge inevitablemente la pregunta: ¿quién es el enemigo? Por-
que ese derecho penal se configura con miras a la eliminación de un
peligro, es decir, a algo que aún no ha sucedido, si bien sobre la base Conclusión
de algo que ha sucedido. Pero lo que justifica este trato de enemigo
no es únicamente el hecho, la conducta, lo pasado, sino el temor ante Volvamos ahora a los tres aspectos del término «racional» que hemos
la posibilidad de que se repita. Por consiguiente, es un derecho penal mencionado y confrontémoslos con los fenómenos referidos. Eviden-
que mira para adelante. Y para adelante aún no están los hechos, sólo temente se ven seriamente convulsionados.
las personas que los pueden realizar. Es decir, las fuentes de peligros El aspecto normativo, caracterizado por la regularidad, la previ-
que se han de eliminar. Y todos, en cuanto personas, somos capaces sibilidad, la institucionalización de los procedimientos de creación
de realizar todo. Por consiguiente, todos podríamos servir para «apa- del derecho, se ve afectado por las exigencias de acortamiento de los
ciguar», aequare, los temores de la sociedad. 79 plazos para llevarlos a cabo.
Por lo tanto, cualquiera de nosotros puede convertirse en ene- La afectación del aspecto racional consistente en la racionalidad
migo, en hostis. Porque, como dice Zaffaroni, «la priorización del va- científica es la más visible. Como hemos visto, los grupos de presión
lor seguridad como certeza acerca de la conducta futura de alguien, y y la opinión pública «conocen>> en una forma más directa y fácilmen-
más aún su absolutización, acabarían en la despersonalización de te transmisible que los expertos. Éstos se retraen a los círculos acadé-
toda la sociedad» (es decir, la conversión de todos y cada uno en ene- micos y dejan paso a los actores del escenario social que han podido,
migo, es decir, «no persona»). 80 casi sin interferencias, montar fácilmente al escenario jurídico.
En efecto, al analizar los procesos que llevan a la fijación de las En cuanto al aspecto axiológico, la elección de fines según los
penas, las motivaciones en las que éstas se apoyan, es decir, lo que valores, no resulta tan clara la afectación, dado que las demandas que
podríamos llamar los aspectos irracionales de la legislación penal impulsan los nuevos procesos obedecen a otro tipo de valores que los
(pero tampoco quedan exentos los más racionales), podremos obser- valores a los que se refiere Weber. Son valores cambiantes, mutables,
var que el «juicio de peligrosidad» puede dirigirse a cualquiera de no- que no han tenido tiempo de arraigarse en la comunidad jurídica, e in-
sotros. cluso se podría decir que ni siquiera constituyen valores propiamente
dichos.
Precisamente es la ausencia de lo que hemos entendido común-
til», y desde entonces sólo se aplica al enemigo. Benveniste recuerda fl San Agustín, mente por valores lo que caracteriza los nuevos procesos. Y éstos se
que señalaba que en el viejo Panteón romano había una diosa llamada Dea Hostilina,
cuya función era igualar las espigas o hacer que el trabajo realizado fuera compensa- inscriben no en la dimensión irracional sino en la dimensión racional,
do exactamente con el producto de la cosecha (pp. 92-93). ' en el sentido instrumental que hemos señalado. Todo vale para ase-
79. Además, el hecho de que se trate de «riesgo» y no de un peligro real, ni siquiera de
una amenaza de peligro, tiene consecuencias gravísimas para algunos sistemas penales.
gurar la seguridad.
Zaffaroni pone de relieve el recurso casi constante a las «medidas de contención provi- Así como la sensibilidad expresada en diversos ámbitos frente a
soria». Se trata de «penas cautelares», es decir, aplicadas por precaución, pero que en la las penas corporales condujo, entre otras cosas, a la sustitución de és-
práctica se convierten en definitivas. «La característica más saliente del poder punitivo
latinoamericano actual en su aspecto prisionizante es que la gran mayoría -aproxima- tas por las penas privativas de la libertad, la actitud de la sociedad
damente tres cuartas partes- de los presos se hallan sometidos a medidas de conten- frente a la justicia penal en general, que es a la vez consecuencia de
ción, porque son procesados no condenados.» Se trata de «una inversión del sistema pe-
pautas sociales más generales, influye fuertemente en la graduación
nal».(E. R. Zaffaroni, El enemigo en el derecho penal, op. cit., pp. 90 y 106.
80. !bid.' p. 30. de las penas. Esta fuerte influencia se manifiesta actualmente en mu-
116 - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida La fijación legislativa del tiempo de la pena _________________ 117

chos países, donde se verifica cada vez más la adaptación de la legis- momento. Para el público lo que importa es cuantificar el tiempo de
lación a la sensibilidad del público frente al delito. En lugar de adap- exclusión y, por consiguiente, protección, del riesgo que suponen de-
tar la pena a la sensibilidad del sujeto que la sufre, se adapta la pena terminados individuos. No importa lo que sucede en ese tiempo, sino lo
a la sensibilidad de los sujetos que temen el delito. que no sucede. Es un tiempo de negación del riesgo, que cuanto más
Es interesante observar que una de las explicaciones de la facili- largo se supone más eficaz.
dad con la que este fenómeno se ha ido abriendo camino es la forma en La figura del enemigo intensifica la asociación con el riesgo, el
que se ha calculado en el sistema penal la privación de la libertad me- peligro, cuya característica más clara es la incertidumbre. Frente a
dida en unidades temporales. El tiempo de la pena se considera como esa incertidumbre las penas largas, casi indefinidas, reaseguran mu-
un plazo más de los plazos que el derecho establece, como una cuanti- cho más. Porque la incertidumbre no tiene límites, de lo contrario no
ficación que uniformiza las diversas temporalidades en que se desa- sería incertidumbre. Y eso es lo que se pretende de estas penas del
rrolla la vida social y la existencia individual. Y el plazo se considera riesgo y de la guerra.
como «tiempo objetivo», que es el mismo «se trate de la duración de En la medida en que se considera que la intervención penal sólo
una migración, de una reunión de negocios, de una prueba teatral o ha de tener lugar en caso de necesidad (recordemos los principios de
de una fiesta de cumpleaños», que no «corre más velozmente o más ultima ratio y otros principios que recortan esa intervención), pueden
lentamente según que en su curso temporal esté involucrado un niño, considerarse aplicables al derecho penal y al sistema penal en general
un anciano, un paciente en el dentista, un orador durante un debate pú- las palabras de Zaffaroni referidas a la excepción, en el sentido de que
blico o un soldado en el campo de batalla».81 Y cabe agregar, un con- la «estricta medida de la necesidad es la estricta medida de algo que
denado a la privación de libertad. El derecho penal, al establecer la no tiene límites, porque los establece el mismo que ejerce el poder». 82
pena, «espacializa» el tiempo de la pena, en el sentido más literal del Me pregunto si en esta postulación de un derecho penal del ene-
término, dado que califica ese segmento de tiempo según el espacio en migo, en lugar de una excepción al derecho penal no se están ponien-
el que transcurrirá. No obstante, hay que tener presente que en este do de manifiesto todas las potencialidades del derecho penal, su doc-
tiempo «objetivado», uniformizado, se asientan precisamente las ga- trina, su funcionamiento, es decir, hasta qué punto puede llegar si no
rantías penales de proporcionalidad e igualdad de las penas. se toma una conciencia clara de los riesgos que de él, más que de la
En esta visión del tiempo jurídico como «vacío» se vislumbra la sociedad, emanan.
idea de una disponibilidad total, una libertad total para gestionarlo. Todo derecho penal que responda a las demandas de seguridad,
Es decir que si el tiempo real no existe para el derecho es porque su que esté dispuesto a alargar indefinidamente las penas según esa se-
aceptación implicaría la renuncia a los fines que le son propios al de- guridad y a sacrificar a ésta los principios mínimos de humanidad es
recho en cuanto derecho, es decir, como ordenación de la vida social. un derecho penal del enemigo, que no está nada lejos de un derecho
(En otro trabajo me detengo en el contenido de ese tiempo considera- penal de «guerra contra el enemigo». Se configura así una verdadera
do vacío por la ley a efectos de la medición de las penas, porque aquí simbología que legitima un estado permanente de excepción, el que a
lo que pretendo resaltar es la vinculación entre las actitudes del pú- su vez legitima lo que ningún Estado de derecho debería permitirse
blico que influyen en esa medición en forma más o menos directa, legitimar.
vehiculizadas pero a la vez determinadas por los media.)
El hecho de que el concepto de ese tiempo, medida misma de la
pena, sea talle confiere una flexibilidad ilimitada. Nada obsta para
que se adapte esa medida temporal así configurada a las demandas del 8~. E. R. Zaffaroni, El enemigo en el derecho penal, op. cit., p. 36. En ese sentido
dice: «Necesitamos movernos con mayor cuidado y precisión, porque el Estado nos
hace cada día más garantes de lo que nunca nos imaginamos ni se nos ocurriría ga-
81. G.Husserl,op. cit.,pp.25-26. (ibid.' p. 31).
5.
Pena y secularización

Desde hace milenios los hombres se castigan y desde hace mile-


nios se preguntan por qué lo hacen. 1

El discurso legitimante del poder punitivo se expresó en forma siste-


mática por primera vez en una obra que recogía la experiencia puniti-
va de los siglos anteriores: el Malleus maleficarum (conocido luego en
español como el «Martillo de las Brujas»), de 1487, escrito por los in-
quisidores Heinrich Kramer y James Sprenger. Se diferenciaba de
otras obras de la Inquisición porque a diferencia de éstas, que centra-
ban la atención en los herejes, es decir, en el delincuente, el Malleus se
centraba en la brujería, es decir, en el delito. Zaffaroni lo considera «el
primer modelo integrado de criminología y criminalística con derecho
penal y procesal penal». E incluso insiste en que «es la primera gran
obra sistemática de derecho penal integrado en un complejo interdis-
ciplinario de enciclopedia o ciencia total del derecho penal» .2
El Malleus contiene tres partes: una teoría criminológica, una
teoría penal y una teoría penológica, procesal y criminalística. La pri-
mera se divide en dieciocho cuestiones. En ella se legitima el poder
inquisidor demostrando la existencia de las brujas, la gravedad del
crimen hediondo y su pluricausalidad (el diablo, la bruja y el permi-
so divino). «Como cualquier discurso legitimante del poder punitivo,
comienza por mostrar el mal que le da pretexto y señala que cunde
peligrosamente y que es necesario detenerlo para evitar que la huma-
nidad sucumba.» 3

l. E. Wiesnet, Pena e retribuzione: la riconciliazione tradita, Milán, 1987, p. XV.


2. E. R. Zaffaroni, A. Alagia, A. Slokar, Derecho penal. Parte general, Ediar, Bue-
nos Aires, 2000, p. 258.
3. !bid., pp. 260-261. Zaffaroni dice: «En la teoría criminológica del Malleus exis-
ten elementos que hasta el presente se hallan en el discurso criminológico, con di-
120 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Pena y secularización ______________________________ 121

El conjunto de signos que revelan la brujería es tan amplio que humana y social son terreno fértil para el desarrollo de mitos, ritos y
prácticamente no queda conducta que no sea sospechosa. La tortura símbolos, en la medida en que las culturas se esfuerzan en controlar
se interpreta de modo que no deje escapatoria alguna: si la bruja ad- y dar sentido a estas difíciles áreas de la experiencia.» 5
mitía sus actos, había que torturarla para que delatase a sus cómpli- Con respecto a la secularización, hace notar Marramao que el
ces; si pese a la tortura no confesaba, esto se consideraba prueba de término denota un «pasaje de un religioso "regular" al estado "se-
que tenía pacto con el diablo y por ello soportaba el dolor. 4 glar"». La secularización se caracteriza por un esquema antitético: el
Claro ejemplo de la vinculación entre sistema penal y pensa- dualismo entre regular y secular, que refleja el de celeste y terreno,
miento religioso. contemplativo y activo, espiritual y mundano. 6
El tema del castigo, traducido a su expresión jurídica, la pena, Bajo el perfil específico de la historia del término, se ha de te-
es uno de los temas más problemáticos de la filosofía del derecho, y ner presente que durante todo el siglo XIX la idea de secularización se
también es un tema religioso fundamental. En torno a él se desen- expresa en el término «mundanización» (Verweltlichung, que se ori-
vuelven otros temas comunes al derecho y la religión como, entre gina en la sinonimia de Welt y saeculum, weltlich y secularis).7 Sería
otros, la culpa y la redención, que marcan la existencia de un terre- reflejo entonces más que de una separación de lo sagrado de una in-
no común que con el término «secularización» pareciera que sería mersión en lo mundano.
deslindado. La posibilidad o imposibilidad de ese deslinde es lo que Marramao, remitiéndose a Shiner, distingue, entre otras, las si-
se analizará en el presente trabajo, sin más pretensiones que señalar guientes acepciones del término secularización: 1) como ocaso de la
el interés que puede tener una investigación que merecería muchos religión; 2) como conformidad al mundo; 3) como desacralización
investigadores, muchos años y muchas páginas, porque se puede del mundo; 4) como transposición de creencias y modelos de com-
abrir como un abanico no sólo a diversos temas sino a diversas dis- portamiento de la esfera religiosa a la secular. 8
ciplinas, y ofrecer una profundidad casi abismal para un análisis
hermenéutico. Me contentaré con esbozar aquí en líneas muy gene-
5. D. Garland, Castigo y sociedad moderna, Siglo XXI, Buenos Aires, 1999, p. 318
rales algunos aspectos que a mi juicio merecen una investigación (Punishment and Modern Society, Oxford University Press, Oxford, 1990).
profunda. 6. G. Marramao, Cielo e terra, Laterza, Roma-Bari, 1994, pp. 15-16. En efecto, Ma-
Con respecto a la pena, ésta trasciende sin duda las fronteras del rramao señala que hasta recientemente se opinaba que la expresión séculariser se ha-
bía empleado por primera vez en Munster, en 1646, en el curso de las conversaciones
derecho penal. Garland describe esta trascendencia cuando señala que de paz de Westfalia para indicar el pasaje de la propiedad religiosa a manos seculares.
las instituciones penales afrontan problemas humanos y morales pro- Es decir, indicaba la expropiación de bienes eclesiásticos a favor de los príncipes o de
las Iglesias reformadas. Pero esto se constató que era erróneo, porque las referencias
fundos e ingobernables, « ... y los problemas ingobernables de la vida a la secularización ya aparecen a partir de los últimos decenios del siglo VI, en las
disputas canónicas francesas y en juristas como Jean Papon y Pi erre Grégoire, con el
significado de «transitus de regularis a canonicus, es decir, el pasaje de un religioso
ferencias menores: a) descalificación de quien pone en duda la amenaza que impli- "regular" al estado "seglar"; o más en general, como lo demuestran otros estudios, de
ca el delito, el aumento de su número y gravedad; b) inferioridad de los delincuen- reducción a vida laica de quien ha recibido orden religiosa o vive según reglas de un
tes y la consiguiente superioridad del inquisidor; e) rechazo de la predestinación al convento». A partir del siglo xvm la secularización pasa los confines iuscanónicos
delito (la inferioridad debe ir acompañada de una decisión voluntaria que propor- tJara transformarse en una categoría general indisolublemente ligada al nuevo con-
cione la base para la responsabilidad, d) la inferioridad de la mujer y de las mino- cepto unitario del tiempo histórico. Con el imponerse de la categoría unitaria de his-
rías sexuales; e) la caracterización del delito como signo de inferioridad;./) la com- toria universal, o de historia-mundo, se disuelven las oposiciones de origen cristiano
binación multifactorial de causas del delito en forma que permita la responsabilidad bajo el presupuesto del tiempo global de la historia-mundo. Surge una nueva idea del
del infractor». «tiempo secular».
4. !bid., pp. 260-261. La crítica al Malleus comienza a partir de la tesis de C. Tho- 7. !bid., pp. 28-29. Interesa señalar que «la asunción de la Verweltlichung no pone
masius, defendida en 1701 y publicada en Marburgo en 1704. Antes, el jesuita F. von término solamente -como en Hegel y Marx- a la supresión del dualismo en un con-
Spee von Legenfeld (1591-1635), que puede ser considerado el antecedente más leja- cepto absoluto de Geschichte, sino que ofrece también el punto de partida para una
no de Beccaria y había sido designado confesor de las víctimas de la Inquisición, tam- radicalización del dualismo y una profundización del motivo religioso».
bién escribió una obra crítica, pero no tuvo eco (la publicó anónimamente en 1631). 8. lbid.,p.142.
pena y secularización - - - - - - - - - - - - - - - - - - 123

Observamos que en las cinco acepciones se refleja tanto un Los sentimientos colectivos afectados por una u otra criminali-
ceso de alejamiento como uno de acercamiento. Es decir, más que de dad son muy diferentes. Los que resultan afectados por la criminalidad
una antítesis, como hemos visto, parece tratarse de algo que se pro- religiosa son sentimientos que nos son impuestos por una fuerza ex-
duce, que se mueve de una cosa hacia la otra. terna a nosotros:

Independientemente de la forma especial en que los hombres la hayan


concebido (dios, ancestros, personalidades augustas de cualquier tipo),
siempre hay en relación con ella algo de trascendente, de sobrehuma-
Castigar a un hombre para apaciguar a un dios
no. Por esa razón esta parte de la moral está impregnada íntegramente
de religiosidad .U
Veamos la secularización de la pena entendida en el contexto del
«ocaso de la religión».
Todos los actos que sean una afrenta a esos seres trascendentes a
aquello que se impone dentro de cada uno y nos obliga a todos, res~l­
En ese proceso, podemos observar, siguiendo a Durkheim, el
efecto de la paulatina desaparición de una criminalidad que afecta a
tan tan abominables que la indignación que suscitan sólo puede ser
las cosas sagradas. La ley de variaciones cuantitativas decía lo si-
calmada con un acto violento. Si para complacer a los dioses el hom-
guiente: «La intensidad de la pena es tanto mayor cuanto inferior es
bre está dispuesto a hacer todo tipo de sacrificios, ¿a qué no estaría
el tipo de sociedad -y el poder central tiene un carácter más absolu-
dispuesto cuando se trata de calmarlos? Por más viva que sea la pie-
to» .9 Durkheim se pregunta por qué las penas se suavizan a medida
dad que despierte el culpable, nunca será tanta como para contrarres-
que se pasa de las sociedades inferiores a las más elevadas. Y res-
tar la indignación que despierta el sacrilegio. Se trata de sentimientos
ponde que esa suavización de las penas obedece a la suavización de
demasiado desiguales. «¿Cuán grave puede ser un dolor individual
las costumbres, que se traduce a la vez en el progresivo horror a la
cundo se trata de apaciguar a un dios?» 12
violencia. Sin embargo, dice, esa explicación se vuelve contra sí mis-
En cambio, el otro tipo de criminalidad, el que afecta a los sen-
ma, porque nuestra «humanidad», que nos hace repudiar los castigos
timientos colectivos pero en relación con el individuo, da lugar a una
violentos, también nos haría repudiar los actos que los provocan, y
respuesta distinta. Aunque pueda verse la humanidad en general
sentir además una solidaridad mayor con la víctima de éstos que con
como afectada por el delito, siempre es del ser humano del que se tra-
la víctima de la pena. Busca entonces otro camino para explicar esa
ta: «Entre el hombre en general y el hombre que somos, no hay la
evolución, y lo encuentra en la evolución del delito. 10
misma diferencia que entre el hombre y un dios» .13 La naturaleza de
Los delitos pueden -afirma en líneas generales- dividirse ~n
este ser abstracto no difiere más que en grados de la nuestra, es sólo
dos categorías fundamentales: los que se dirigen contra las cosas co-
el modelo del que nosotros somos los diversos ejemplares.
lectivas, como la autoridad pública, las costumbres y tradicion~s, y la
Por lo tanto, la represión que provoca la afectación de intereses
religión; y los que se dirigen contra los individuos. Denomina la pri-
humanos, puramente humanos, no es tan violenta. Si podía parecer
mera categoría «criminalidad religiosa» (dando este carácter a los
completamente natural sacrificar la dignidad humana del culpable a
delitos contra la autoridad pública, dada la naturaleza religiosa o de
la majestad divina ultrajada, se presenta como una contradicción
poder divino delegado que tienen estas autoridades en ese tipo de so-
«irremediable» vengar la dignidad humana ofendida en la persona de
ciedad, y la segunda, «criminalidad humana».
la víctima violando esa misma dignidad en la persona del culpable.
9. E. ~urkheim, «Deux lois de 1' evolution pénale», L 'année socio lo gique, 1900, p. 65.
1~. Ibzd. , p. 86. «Dad~ qu~ la ~en.a resulta del crimen y expresa la manera en que el 11. /bid.' pp. 86-87.
cnmen afecta a la conctencta pubhca, es en la evolución del crimen donde hay que 12. /bid., p. 88.
buscar la causa que ha determinado la evolución de la penalidad.» 13. lbid.,p. 89.
124 - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Pena y secularización _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 125

De ahí que la suavización de la violencia de la pena tenga lugar a me- Cuando el poder político ya no se considera un poder delegado
dida que van desapareciendo los delitos de la criminalidad religiosa. por Dios, ha de buscar otras justificaciones para legitimar su poder
Durkheim dice que esa mitigación de las penas no obedece a una mi- punitivo. A la autoridad que infligía la pena como una retribución di-
tigación de las costumbres, sino a la disminución de la religiosidad vina no le interesaba buscar la legitimidad de su conducta punitiva.
que inspiraba los sentimientos colectivos y que para reforzarlos se Cuando ya no se considera el «brazo armado de Dios en la tierra», es
servía del derecho penal. en la tierra donde ha de encontrar esa legitimidad.
Esta descripción puede ser considerada un ejemplo de la dismi- En la retribución divina: «a) la pena no sería instrumento para
nución de la violencia que acompaña a la secularización del sistema alcanzar ningún fin dado que el único fin verdadero del hombre es el
penal, disminución que obedece a la desacralización de la «víctima» fin de la'existencia, que al encontrarse «más allá» de lo temporal no
del delito. puede reducirse a ello; b) habida cuenta de la inexistencia de un fin a
Desde la perspectiva de la autoridad punitiva, a grandes rasgos, cuyo servicio debería ponerse, la pena ni siquiera representaría un
la secularización consiste fundamentalmente en la pérdida de la legi- medio, propiamente dicho» .16 Por ello, con la secularización del po-
timación divina. Por eso podríamos considerarla en el marco de la se- der político, es decir, su no fundamentación en una instancia suprate-
gunda acepción que hemos visto de secularización: como «conformi- rrena, la justicia penal busca su legitimidad en los fines que asigna a
dad al mundo». la pena y convierte a ésta en medio para alcanzarlos. En ese sentido la
pena se «objetiviza», es decir, no expresa la ira divina, directamente
o a través del poder político, sino una reacción de la comunidad ente-
ra a la que ese poder ahora representa. La pena queda subordinada en
Del actuar divino al actuar humano todos sus aspectos «aparentemente» a la idea del fin: « ... el poder pe-
nal del Estado se transforma en Derecho penal (ius puniendi) a través
El proceso de secularización se traduce en primer término en la apa- de su propia autolimitación» Y
rición, junto al Jus divinum, de un Jus naturale, es decir, humano, ra- La lógica que sustenta el argumento es la siguiente: si la pena
cional. Se da así claramente la línea demarcatoria entre Dios y el hom- pertenece al actuar humano, y el actuar humano se define como ve-
bre. Y en consecuencia es comprensible que en «cuanto a la pena, la hículo para alcanzar fines, la pena se convierte en vehículo para al-
diferencia entre divino y humano comience a correr exclusivamente canzar ciertos fines. Cuáles sean estos fines, no se sabe nunca a cien-
sobre el filo de la subjetividad punitiva» .14 cia cierta. No obstante, conviven o se excluyen recíprocamente, pero
Mientras la autoridad política era un poder delegado por Dios, nunca dejan de existir, porque la pena humana ha perdido sus funda-
no se planteaba el problema de la legitimidad de la pena. Había una mentos divinos, desde el momento en que también el poder político
continuidad entre la pena como retribución divina y la pena como los ha perdido, y debe buscar otros en los fines que cumple. En eso re-
sanción jurídica profana porque el poder político se ejercía como po- side la racionalización de la pena, y en cierto modo su secularización.
der delegado por Dios, que debía hacer respetar un orden «querido En ese sentido la secularización se traduce en una «finaliza-
por Dios», mediante la aplicación de una pena «previamente justifi- ción», es decir, orientación a determinada finalidad, de la acción.
cada en cuanto divinamente garantizada» .15
El aspecto decisivo de la secularización se vincula más bien con el pre-
valecer de aquella modalidad «racional respecto al fin» (zweckratio-
14. D. Velo Dalbrenta, «11 diritto penale al cospetto di dio», en Pena e riparazio-
ne, F. Cavalla y F. Todescan, comp., Cultura moderna e interpretazione classica,
CEDAM, Padua, 2000, p. 351. 16, !bid.' p. 372.
15. !bid.' p. 374. 17. F. von Lizt, La idea delfín en el derecho penal, Comares, Granada, 1995, p. 67.
126 - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida pena y secularización ____________________________ 127

nal) de la acción que ha encontrado su expresión específica histórico~ (en su sentido más amplio, en el arte y en la religión) y que el pensa-
social en la ética de la «renuncia» (Entsagung) y de la ascesis en el miento hermenéutico, a diferencia de la filosofía racional y concep-
mundo ... típica del protestantismo calvinista y puritano. 18 tual, que opera con razonamientos que se vinculan sistemáticamente
en un universo lógico, «sin abandonar su carácter racional, mantiene
Sin embargo, esta inmersión en el mundo, esta racionalidad finali~ siempre la referencia a la ~xperiencia, que intenta interpretar aclarán-
zada no logran encontrar un fundamento que justifique la pena. dola y universalizándola» .22
Cuando se desvincula de sus dimensiones divinas, la pena, como Un ejemplo de hermenéutica del mito es la que hace Ricoeur
demuestra su constante peregrinar por las eternas teorías que aún si~ con respecto a la pena. Podríamos recordarlo en el marco de la terce-
guen enarbolándose para justificarla, no sólo se revela como proble- ra acepción que hemos visto de secularización, «la desacralización
ma, sino como una verdadera «campana de alarma». 19 del mundo». Sin embargo, lo notable de esta hermenéutica es que el
Esta constante búsqueda del sentido de la pena, que la revela proceso se desvela en el sentido inverso.
como problema, es lo que pone en evidencia que « ... debido a que Ricoeur precisamente desvela el mito no en el aspecto sacro,
implica una incesante búsqueda de sentido, la pena induce a constatar sino en el aspecto jurídico de la pena. Dice: «El mito, en efecto, no se
cómo en aquella realidad que llamamos "pena" se manifiesta -mejor presenta bajo la forma de una narración sino de una ley». Para aclarar
dicho, opera- un arquetipo», entendiéndose por arquetipo «un cata- el mito, no hay que desmitificar lo jurídico, sino desjuridizar lo sacro,
lizador y activador de sentido en lo humano: algo que, como imagen porque no es una narración mítica la que explica la lógica de la pena,
mental antigua y perenne, descubre al ser humano la necesidad de ir sino un razonamiento abstracto, propio de la filosofía del derecho,
más allá del hecho bruto para darle un sentido (tal vez el único senti- que ha revestido con su propia lógica el mito de la expiación. «Sí,
do de carecer de sentido) .» 20 Y el arquetipo sólo puede narrarse a tra- este mito de la pena es algo extraño pues aquí el mito es razón.» 23
vés del mito. 21 A diferencia de otras metáforas, la metáfora jurídica expresa
rasgos muy racionalizables de la experiencia humana: el contrato y la
pena. Ricoeur pone cada uno en relación con su respectiva metáfora
religiosa: la relación conyugal y la cólera de Dios.
Desacralizar lo jurídico, desjuridizar lo sacro La primera, la metáfora conyugal, refleja más claramente que
cualquier figura jurídica la relación de fidelidad, el pacto entre perso-
Pareyson, cuando analiza la relación de la filosofía con el problema nas, la dimensión del don. En ese contexto, el pecado desjuridizado no
del mal, en cierto modo nos acerca al problema de la pena, dado que significa transgresión de una ley, sino separación, déracinement. El
la pena es un mal, y que toda definición de pena la considera un mal. otro símbolo, el de la cólera divina, se inclina más al terror y se sitúa del
Pareyson dice que el mal y el dolor se han hecho desaparecer del mun- lado de la pena, y no del pecado. «A diferencia de la ley anónima de la
do racionalizado de la filosofía pero están bien presentes en el mito pena, de la exigencia impersonal de una restauración del orden, el sím-
bolo de la "cólera de Dios" nos ubica en la presencia del Dios vivo.» 24
18. G. Marramao, Cielo e terra, op. cit., p. 64.
19. D. Velo Dalbrenta, op. cit., p. 326. 22. L. Pareyson, Ontología della libertá. Il male e la sofferenza. Einaudi, Turín,
20. /bid.' p. 327. 1995, p. 158. Esta actitud de la filosofía hermenéutica le permite reflexionar sobre el
21. /bid., pp. 329-330: «el mito demuestra cómo cada pena se revela justificada en mito, como experiencia existencial, respetándolo y salvaguardando su carácter revela-
el caso concreto sólo y en cuanto se encuentre a mitad de camino entre la búsqueda de dor, en el sentido de que el mito dice cosas que no se pueden decir de otro modo, pero
una simetría entre posiciones subjetivas (entre la posición de quien ha cometido un que se trata de cosas que es importante para la filosofía que sean dichas (ibid., 161).
delito y la posición de quien lo ha sufrido) y la búsqueda de un reequilibrio de una si- 23. P. Ricoeur, Introducción a la simbólica del mal, Megápolis, Buenos Aires, 1976,
tuación objetiva de desproporción (comparando y poniendo en la balanza un mal in- p. 98 (Le conflit des interprétations, essais d'herméneutique, Seuil, París, 1969).
fligido y un bien por conferir)». 24. /bid.' p. 111.
1 2 8 - - - - - - - - - - - - - - - - - - La justicia deconstruida Pena y secularización - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 129

La cólera de Dios y el vínculo conyugal concurren en la desjuri- asignen. «Pero si se excluye toda intención de suprimir la violación del
dización de lo sacro. La alianza es más que un contrato, dado que su- derecho en el sujeto de la violación, desaparece la idea misma de la
pena.» 27
pone un acto creador, y el pecado es más que una transgresión, por-
que es la expresión de una separación; la cólera simboliza también la Para que la pena borre el delito, habría que pensar como una vo-
separación, pero vivida como amenaza y como destrucción concreta. l~nta~ ú~ica al juez y al culpable (la conciencia juzgante y la con-
Por ello, en la dimensión sacra, la pena es el pecado mismo, o el ciencia JUzgada). Para que pueda la pena compensar el crimen la
pecado lleva su propia pena. En cambio, en la dimensión jurídica, de- equivale~c~a que busca el razonamiento jurídico, y que no encuen~ra,
lito y pena se separan, así como se separan la voluntad transgresora y ha de res1du en el culpable mismo «a fin de que lo que ha sido come-
tido por el crimen sea borrado por el castigo» .zs
la voluntad punitiva, la conciencia juzgada y la conciencia juzgante.
A partir de esa separación, de esa dualidad entre dos elementos Para desmitologizar la pena, dice Ricoeur, la única vía es condu-
que en el mundo exterior se presentan tan heterogéneos, comienza la ta- cirla al lugar originario en el que nace como lógica sin mito: el derecho
rea de la racionalidad jurídica. Una tarea incesante que intenta la apro- abs~r~cto, la filos~fía d.el derecho. Sin embargo, en ese lugar originario,
ximación de aquello que se presenta como separado .25 La racionalidad la log1ca es tamb1en rmto. Porque la pretensión de una racionalidad ce-
se traduce en la búsqueda de equivalencia entre castigo y pena. Equi- rrada a. toda~ las influencias y consideraciones externas al sistema que
valencia entre el mal producido por el delito y el mal infligido al esa racwnahdad se ha creado es una racionalidad mítica.29
autor del delito. Una equivalencia que constituye lo racional de la El mito de la ley envuelve al mito de la pena. Extraña situación
pena. 26 la de la pena, no se trata de un mito que da origen a una ley, sino de
Sin embargo, a medida que avanza esa racionalidad, se descubre una ley que recubre el mito. Se ha dado una juridización de lo sacro
también la racionalidad mítica en que se apoya todo el razonamiento. que configura lo que Ricoeur llama une théologie pénale.
La mito-lógica de la pena, un bloque indivisible de mitología y Esta mitológica revela, pone de manifiesto, el parentesco entre
lo sacro Y 1o JUn
· /d'1co, 1a mfluencia
· recíproca entre ambos universos.
de racionalidad. Sólo la imaginación puede atribuir a delito y pena un
mismo valor que permita que una compense al otro. Sin embargo, en- Porque si bien siempre se ha observado la presencia de lo sagrado en
1o JUn
. /d'1co, la hermenéutica de la pena desarrollada por Ricoeur ha
contrar ese valor, alcanzar esa compensación, es la tarea del razona-
miento. La imaginación y la razón se unen en el mito de la pena. Y en demostrado que también lo jurídico juridiza lo sagrado. Lo primero
esa proporcionalidad buscada pero jamás alcanzada se encuentra el se observa claramente en la ritualización que acompaña a lo jurídi-
elemento legitimante de todo el sistema, cualesquiera finalidades se co·30 Se puede incluso llegar a hablar de una sacralización de las fun-
le asignen.
Ricoeur, en su intento de desmitologizar la pena, descubre que 27. !bid.' p. 99.
no es el mito religioso el que reviste la pena jurídica, sino a la inversa. 28. lbid.,p. 97.
La pena jurídica ha revestido el mito de la expiación, pero lo ha despo- ~;· E. ~eno~l~ ~ ~· ?st, Droit, ~ythe et Raison, essai sur la dérive mytho-logique
Lo la ratwnalzte !urzdzque, Fa~ultes universitaires Saint-Louis, Bruselas, 1980, p. 6.
jado de su núcleo. Por ello ha perdido sentido. La pena pierde su razón s. autores exphcan que el objeto de su obra es el estudio de la racionalidad jurídica
de ser si no se relaciona con la voluntad del culpable y con la supre- o~ctdental en su~ dive~sas manifestaciones. «Por racionalidad -dicen- entendemos
sión de esa voluntad infractora, cualesquiera otras finalidades se le e modo de funciOnamiento de nuestro discurso jurídico la precomprensión que guía
t~us utilizadores · .. Independientemente de nuestras in¡enciones la idea de raciona-
s~sad no s~ c~nt~nta con :emitir a u~ modo cu~lquiera de estructur~ción de los discur-
25. Véase, al respecto, Hegel, Principios de la filosofía del derecho, traducción de 30. Y~as ~tsctplmas, s~gtere la rec.tltud y ~ertmencia de tal estructuración.»
J. L. Vermal, Edhasa, Barcelona 1999, parágrafo 101, pp. 189 y ss. de re · Rtcoe~r, op. ~zt., P· 109. Rt~oeur diCe: «La pena pertenece a una constelación
presentacwnes,Junto a expresiOnes tales como tribunal J'uicio condena perdo'n
26. <~Medir ~a pena, proporcionarla a la falta, equilibrar con creciente aproximación
!J'l
J.Omada en su conJunto,
de · esta constelación constituye un plano ' de representación
' ' don-·
la eqmvalencta entre las dos escalas de la culpa y la pena, todo ello es sin duda obra se proyectan relaciones de otro orden».
del entendimiento» (P. Ricoeur, op. cit., p. 98).
130 - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Pena y secularización - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 131

ciones del Estado, que se pone de manifiesto especialmente en la ad- realidad consiste antes en exclusión, en el sentido de separación de la
ministración de justicia. Ésta adquiere caracteres y se rodea de ritua- sociedad, que en privación de la libertad propiamente dicha. Concep-
les propios de una dimensión sacra. 31 tualmente es posible desdoblar la privación en dos momentos: la se-
Es el mismo juego de relaciones entre lo religioso y lo político paración de la sociedad, es decir, la exclusión, y el encierro, la priva-
que señala Marramao como la «simetría de los opuestos, en virtud de ción de la libertad.
la cual a la "secularización de la Iglesia" corresponde la "deseculari- La exclusión lleva consigo la exclusión del reconocimiento del
zación del Estado"». 32 excluido como perteneciente al grupo social. La cárcel en la socie-
dad postmoderna cumple una función mucho más clara y precisa que
antes, no hace nada más que llevar a las últimas consecuencias las
tendencias excluyentes. Con la cárcel, el espacio social queda de-
El pecado separa, la pena excluye marcado.

En el marco de la cuarta acepción, es decir, secularización «como


transposición de creencias y modelos de comportamiento de la esfera
religiosa a la secular», encontramos la exclusión que es inherente a la El tiempo sacralizado de la pena
pena como la transposición del déracinement que supone el pecado
en cuanto separación. Mircea Eliade señala que la diferencia entre tiempo sagrado y tiem-
po profano reside en que el primero es, por su propia naturaleza, re-
La exclusión está vinculada a este origen religioso, sagrado, de la reac- versible, en el sentido de que es siempre el mismo tiempo mítico
ción social contra la violación de las prohibiciones: en ese sentido, res- primordial que se hace presente mediante ritos de reactualización.
3
ponde con mucha exactitud a una finalidad perfectamente lógica? Participar en esos ritos supone salir de la duración ordinaria e inte-
grar el tiempo mítico. El hombre religioso vive en los dos tiempos:
En efecto, Gernet señala como una característica de la pena con un un tiempo circular, reversible y recuperable, y un tiempo cotidiano,
sentido religioso, divino, la tendencia a la eliminación, a la expulsión el presente histórico, en el que se desarrolla su existencia, y que a
fuera de las fronteras .34 La actual pena de privación de la libert~d en pesar de ser heterogéneo, de irse diferenciando de acuerdo con las
experiencias que se van viviendo en él, encierra diferencias que nun-
31. En ese sentido, Robert desarrolla la hipótesis de que la justicia penal sigue las ca suponen una diferenciación tan profunda como la que lo separa
pautas del sacrificio y no sólo señala analogías formales (el juicio), sino funciona.les. del tiempo sacro.
La más importante es la designación de la víctima. «No es, ciertament~ entre las~~~­
tituciones, la única que pretende ser laica, aunque sea profundamente ritual y sacrifi-
La pena medida en unidades temporales, como la pena actual de
cadora· pero sobre todo elige, acusa, excluye y racionaliza éticamente su comporta- privación de la libertad, se desarrolla en un tiempo que tiene mucho
miento'. Sus condenados son sacrificados, a imagen de víctimas expiatorias» (C.-N. de tiempo mítico, de tiempo sagrado. Es un tiempo del que se ha ex-
Robert, L'impérative sacrificiel, Editions d'en bas, Lausan~, 1983, p. 74.)
32. G. Marramao, Cielo e Terra, op. cit., p. 48, «El conflicto entre los dos poderes cluido la muerte: basta recordar la duración de las condenas que se
no hace referencia a una diferenciación, sino, más bien, a un juego de espejos en el prevén y se pronuncian en muchas legislaciones y que llegan a supe-
que uno tiende a asumir las prerrogativas del otro: la Iglesia se "estatiza" (asumiendo rar en miles de años la esperanza de vida humana. El tiempo sacro se
los caracteres de la centralización y de la racionalización burocráticas) y el Estado se
"eclesiastiza" (incrementando las características sagradas y ritualizando sus propios ha incorporado a una de las penas más modernas.
procedimientos)» (ibid., p. 25). Lo excesivo del tiempo de la pena de prisión puede comparar-
33. C.-N. Robert, op. cit., p. 116. . se con lo excesivo de los suplicios. En ese aspecto, también se obser-
34. Véase, sobre la penalidad religiosa, L. Gernet,Anthropologie de la Grece antl-
que, F. Maspero, París, 1976. van rasgos de la «retribución divina» en la pena jurídica. Recorde-
13 2 __________________ La justicia deconstruida Pena y secularización - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 133

mos la referencia que hace Foucault a la teología política de los dos Olvido de la finitud, rechazo de la contingencia
cuerpos del rey analizada por Kantorowitz. El cuerpo del rey, «cuer-
po doble según la teología jurídica formada en la Edad Media, pues- Una de las ideas que permanecen en el concepto de pena es la de
to que lleva en sí además del elemento transitorio· que nace y mue- existencia de un orden dado. La alteración de ese orden es la ame-
re, otro que permanece a través del tiempo y se mantiene como el naza, el peligro que la pena previene; el restablecimiento del orden
soporte físico del reino . . . En el otro polo podríamos imaginar que violado por el delito es la finalidad primordial de la pena.
se coloca el cuerpo del condenado; también él tiene su estatus jurí-
dico, suscita su ceremonial y solicita todo un discurso teórico, no Poiné (criatura monstruosa enviada por Febo para castigar) se revela
para fundar el "más" de poder que representaba la persona del so- como la personificación de una actitud de reconducción de una situa-
berano, sino para codificar el "menos" de poder que marca a todos ción contingente en el marco de un orden que va más allá de lo con-
aquellos a quienes se somete a castigo. En la región más oscura del tingente.37
campo político, el condenado dibuja la figura simétrica e invertida
del rey.» 35 Este pensamiento, esta actitud, que consiste en «preconstituir a la ex-
Sin embargo, en la exorbitancia de los suplicios de las monar- periencia su orden» ,38 supone no sólo la referencia permanente a ese
quías absolutas, parecería que se atribuye «más poder», y no menos, al orden, cuya conservación ha de ser custodiada, y que legitima toda
cuerpo del condenado, en el sentido de una capacidad sobrehumana sanción contra cualquier acto que la ponga en peligro, sino la preten-
de resistencia. El poder se encarna en el cuerpo, pero el poder dele- sión de modelar la experiencia, es decir, la contingencia, según el
gado por Dios nunca puede encontrar un cuerpo humano que resista modelo que ese orden impone. 39
esa encarnación. Ni siquiera el cuerpo de un Rey, que por ello se des- Vattimo se pregunta si existe algo que pueda llamarse viola-
dobla. ción de un orden, y considera que, si justificamos la pena por esa
Tampoco las penas de privación de la libertad que se establecen violación, nos encontramos ante una legitimación metafísica de la
actualmente pueden encontrar un cuerpo que viva mil años. Sin em- pena. 40
bargo, esas penas se establecen. Como si se intentara cerrar toda po- La relación entre violencia y metafísica es esencial para la rela-
sibilidad de eludir la pena, incluso con la muerte. En ese sentido, el ción entre pena y secularización.
cuerpo del condenado no se desdobla para recibir la pena. Se multi-
plica mil veces. El exceso de poder que Kantorowitz describe en el La metafisica queda desacreditada también, pero sobre todo, porque la
indiferencia a la vida del individuo, a los derechos de lo contingente y
cuerpo del rey, en las legislaciones penales vigentes se refleja en ese
tiempo que el derecho penal, como rey del tiempo de las penas, asig-
na al delincuente condenado. No lo condena a morir, sino a vivir. Pero 37 · !bid., p. 329. Para el pensamiento de la retribución divina, «"reactualizar el or-
den divino" ... significaba hacer (nuevamente) visible mediante el dolor del reo un or-
a vivir miles de años. den en filigrana del mundo humano, un orden del cual muy frecuentemente los hom-
«Frente a todo esto, tal vez sea oportuno preguntarse seriamen- bres apartaban la mirada» (ibid., p. 381).
38. !bid.' p. 391.
te si no persisten aún en nuestra penalidad bastante más que residuos
39. La pena, entonces, «análogamente a la pena de la retribución divina busca la
del pensamiento de la "retribución divina" .» 36 "desaparición" del "trasgresor" en cuanto tal y el afianzamiento de un orden particu-
lar: Y por ende contingente, cuya validez residiría únicamente en ser impuesto desde
?Inba». «Terminando así con entender por "pena", en definitiva, el más invasor de los
Instrumentos a disposición de un poder y por "titular del poder punitivo" ... un suje-
to cuyas actuaciones son, en "principio", incontestables» (ibid., pp. 405-406).
40, !bid. «Todo aquello que se presenta como macroscópico en la "retribución divi-
35. M. Foucault, Surveiller et punir, Gallimard, París, 1975, p. 37. na" permanece, por tanto, hasta nuestros días. Permanece, si bien con características
36. D. Velo Dalbrenta, op. cit., p. 406. más aceptables para nuestra época en las teorías actuales.»
134 ____________________________ pena y secularización
--------------------------135

caduco, es lo que ha constituido siempre su contenido esencial; Ausch- La interpretación, como aplicación que debilita la violencia del origen,
witz, en cierto modo, pone de manifiesto todo ello, desplegando la vio- «hace justicia del derecho» ... lo hace justo a partir de la violencia que
lencia intolerable.41 era; Y también lo justifica en cuanto lo consuma en sus pretensiones
de perentoriedad y carácter definitivo, desmiente su máscara sagrada.44
El sistema penal manifiesta con la pena de prisión indiferencia
la vida individual, porque olvida su característica más esencial:
finitud. Indiferencia ante la contingencia y caducidad de esa ·
antes, durante y después de la pena. Y son muchos los criminó! Secularizar rememorando
gos y penalistas que han comparado nuestras prisiones con Ausch-
witz. En ese sentido, Vattimo distingue dos significados del término secu-
Dice Vattimo: larización. Dice:

La idea de «depurar» la justicia penal de residuos metafísicos ... tiene Secularización no tiene sólo el significado de una pérdida, de una caí-
mucho en común con lo que, en el programa filosófico de Heidegger, y da (del dominio de lo sacro al de lo profano, de la comunidad orgánica
en el fondo también en el de Nietzche, se llama «superación de la a la sociedad de los vínculos convencionales; de la presencia del ser a
tafísica», que no es imaginable que se produzca de una vez ... Respec- su olvido ... ); indica también, como ha sido el caso durante mucho
to de la metafísica, dice Heidegger, no podemos esperar una supera- tiempo en la historia del pensamiento europeo, un movimiento de
ción sino sólo una Verwindung (una aceptación que distorsiona, como emancipación» 45
cuando nos recuperamos de una enfermedad).42
Vattimo señala que la «positividad» de la secularización nace de los
¿Cuál será la Verwindung que puede esperar el pensamiento penal?, propios orígenes religiosos: la secularización no es evento disolutivo
tal vez, como dice el mismo autor, una progresiva reducción de la únicamente. Su alcance emancipador se deja sentir en la medida en
violencia que lo caracteriza. 43 Sugiere la vía de las sucesivas inter- que mantiene viva la memoria de la propia proveniencia religiosa.
pretaciones. «Sólo en cuanto no "olvida" esta proveniencia, el mundo profano es-
capa al riesgo de representarse como orden sagrado a su vez.»46
Este carácter rememorativo que ayuda a evitar la rigidez de lo
41. G. Vattimo, Introduzione a Filosofía '86, Biblioteca di Cultura Moderna
sagrado, esta naturaleza de heredero que no ha de olvidar la herencia
Roma-Bari, 1987, p. 76. «Aquello en cuyo nombre el pensamiento se rebela frente a que pesa sobre él, pero que a la vez lo libera, las señala también como
metafísica es la experiencia histórica de la violencia que se presenta vinculada a propias del hombre moderno Mircea Eliade:
no sólo la violencia de Auschwitz, sino la violencia de la sociedad de la or~~anización
total que ha sido preparada y posibilitada por el esencialismo metafísico y por todos
procedimientos de remoción de lo caduco que constituyen la "cultura"» (ibid., p. En definitiva (el hombre moderno), es resultado de un proceso de de-
Con respecto a Auschwitz, un criminológo como Christie hace el razonamiento sacralización. Al igual que la «Naturaleza» es el producto de una secu-
guiente: si el Holocausto fue una criatura de la sociedad industrializada, si para
larización progresiva del Cosmos obra de Dios, el hombre profano es
todo lo que se hizo una condición importante fueron los métodos burocráticos
les, si las teorías científicas desempeñaron un papel importante ... en ese caso existen el resultado de una desacralisación de la existencia humana Y
todas las razones para esperar que se repitan fenómenos semejantes, si llega el
mento y se dan las condiciones esenciales (N. Christie, Crime control as industry.
wards Gulags, Western Style, Routledge, Londres, Nueva York, 2000, p. 189).
42. G. Vattimo, Nihilismo y emancipación, S. Zabala, comp., Paidós, Barcewna,. 44. G. Vattimo,Nihilismoyemancipación,op. cit.,p.171.
2004, p. 192. 45. G. Vattimo, en Introduzione, op. cit., p. VIII.
43. G. Vattimo, «Metafísica, Violenza, Secolarizzazione», en Filosofía '86, op. 46. /bid., p. X.
p.75. 47 · Mircea Eliade, Le sacré et le profane, Gallimard, París, 1965, p. 173.
136 ___________________ La justicia deconstruida Pena y secularización _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 137

Y reafirma que el hombre profano,lo quiera o no, conserva rasgos del La sensación de controlar la realidad, prever los riesgos, dominar la
comportamiento del hombre religioso, aunque los despoja de sentido contingencia, lleva a aceptar la delincuencia como fenómeno social y
religioso. Haga lo que haga -agrega- es un heredero. No puede abo- al delincuente como un elemento negativo de la realidad social, que
lir definitivamente su pasado, porque él mismo es producto de ese pa- no se pueden suprimir anticipadamente.
sado. Las negaciones y rechazos de ese pasado son parte del hombre «La desviación pertenece, como la excepción a la ley física, al
del presente, y lo constituyen, como algo de lo que no se puede des- orden de las cosas -y la política racional, «virtuosa», debe saber pre-
prender aun negándolo, o que cuanto más lo niega más lo incorpora a verla, contenerla, gobernarla ... »50 La pena se presenta como algo ra-
él mismo. cional e inevitable, adoptándose una actitud de desconfianza frente a
A pesar de haber sustituido las creencias religiosas por el ra- las medidas que se van ensayando para sustituirla. «Al igual que los
cionalismo secular, el hombre moderno y postmoderno sigue atri- patrones habituales de la actividad social, las estructuras modernas
buyendo un carácter trascendental a los valores fundamentales de del castigo crearon un sentimiento de su propia inevitabilidad y de la
la sociedad moderna. La actitud ante determinadas cosas, situacio- justicia del statu qua .» 51
nes o valores es una actitud de respeto y temor, como la del creyen- Pareciera más bien que en lugar de ser un medio para alcanzar
te religioso ante su Dios, «de manera que incluso en una sociedad determinado fin, la pena se ha convertido en un medio para el que se
seglar moderna y diversificada es posible encontrar patrones psi- buscan fines con el propósito de poder legitimarlo como medio.
cológicos y compromisos emocionales de la fe absoluta e incues- Ese fin es actualmente la reaseguración del cuerpo social, que ya
tionable» .48 en sí mismo supone la ficción de un sujeto universal, el «nosotros»,
que teme la delincuencia y al delincuente. En cierto modo, la delin-
cuencia es la tempestad que arrasa la seguridad de la vida cotidiana,
Y los delincuentes son los demonios que la acechan. A pesar de que
Conclusión ya no se cree en los demonios, se reacciona ante la delincuencia y los
delitos con la misma irracionalidad que se atribuye al hombre primi-
El castigo jurídico, la pena, la sanción penal, constituye una de las ins- tivo. El sistema penal cumple una función tan simbólica como la fun-
tituciones de la postmodernidad que se resisten con más vigor a la se- ción que cumplía el sacrificio (pero también la magia).
cularización. Los elementos no seculares, para no decir directamente Por ello, la racionalidad con la que el sistema penal pretende
sacros, con todas las implicaciones que tiene el término, del castigo- responder, apaciguar, ese terror no es más que aparente. Como dice
pena no sólo perduran sino que se conservan y acrecientan. Garland:
La pena de la postmodernidad:
Considerar el castigo como un instrumento calculado para el control
Penalidad sin cara y con mil caras. Penalidad que se puede resumir en racional de la conducta es no percatarse de su carácter esencial, con-
una palabra en la que confluyen la sensación de control de lo real Yel fundir la forma superficial con el verdadero contenido. La esencia del
estigma de la desobediencia: reaseguración, puntual reaseguración de castigo no es la racionalidad ni el control instrumental -si bien estos
los integrantes del cuerpo social.49
50. G. Marramao, Potere e secolarizzazione, Bollati Boringhieri, Turín, 2005,
p. 134. «La política es ciencia no sólo porque sus elaboraciones y artificios son pro-
ductos racionales, al igual que las abstracciones de las hipótesis, sino también porque
48. !bid., p. 75. «Cabe creer que esta sacralidad -o algo similar- existe en la~ so· lo humano se materializa: su reino no es ya limbo de lo sublunar sino el mundo de lo
ciedades modernas y es un elemento importante en el funcionamiento de la autondad contingente; ya no es el intermediario entre lo casual y lo necesario, sino entre la re-
social y legal.» gularidad y las posibles desviaciones.»
49. D. Velo Dalbrenta, op. cit., p. 406. 51. D. Garland, op. cit., p. 17.
1 3 8 - - - - - - - - - - - - - - - - - - La justicia deconstruida

fines le son superimpuestos-; su esencia es una emoción irracional, 6.


irreflexiva, determinada por el sentido de lo sagrado y su profanación. Tiempo y derecho
La pasión se encuentra en el corazón del castigo.» 52

Pero lo que ha demostrado la hermenéutica de la pena desarrollada


por Ricoeur ha sido más grave aún: no es el derecho el que está en-
vuelto en el mito, sino a la inversa. El mito del derecho envuelve el
mito religioso, y juntos forman una mitología.

Por último, como la racionalidad del derecho reúne en el mito las fuen-
tes del terror, en el lugar donde lo Sagrado significa la amenaza abso-
luta, la conjunción de la Razón y el Peligro hace que esta mitológica
sea la más engañadora, la más falaz de las mitologías; por lo tanto, la
más difícil de destruir pero, sobre todo, aquella que se resiste con más «La medida jurídica es ritmo -el ritmo que conviene, la armonía
energía a la reinterpretación. 53 de las duraciones diversificadas, la elección del momento oportu-
no, el tiempo acordado a la marcha de lo social. Demasiado lenta,
No es Dios quien legitima la pena, es el terror. La unión del terror y la esta medida provoca frustraciones y nutre las violencias del ma-
razón, como señala Ricoeur, del mito y la lógica, están aún presentes ñana; demasiado rápida, genera inseguridad y desalienta la ac-
en la pena judicial. Pero están presentes en una forma particularmente ción.»1
preocupante: el mito, el terror, empuja a la razón, la guía en sus cálcu- Benveniste indica la diferencia entre la raíz me, de la que pro-
los, sanciona sus resultados. Basta ver leyes penales promulgadas en vienen mens (luna) y en latín mensis (mes), medida de dimensión,
los últimos años, sentencias penales recientemente pronunciadas. El «cualidad fija y pasiva cuyo emblema sería la luna midiendo el mes»,
terror de la llamada sociedad del riesgo dicta las normas del Estado y la raíz med, que no se refiere a una medida en el sentido de medi-
democrático de derecho. La pena no sólo no se ha secularizado, sino ción sino a la medida que se impone a las cosas. En el primer caso el
que cada vez se sacraliza más para exorcizar a sus demonios. verbo es metior, medir, cuantificar, mientras que en el segundo es mo-
No son chivos expiatorios los que le faltarán. derari, someter a medida. 2
La temperantia es la medida de moderación. La temperatio es la
justa distribución, la proporción adecuada. La acción de temperare
significa también gobernar y regular. El sentido normativo de regular
se asocia a la proporción de una justa división temporal. Las Horas,
hijas de Zeus y Temis, eran tres diosas que personificaban las esta-
ciones, pero simbolizaban también las virtudes cívicas. Para las es-
taciones se llamaban Talo, Auxo y Carpo, nombres que evocan las
ideas de brotar, crecer y fructificar. Para la vida política se llamaban
Eunomia, Dice y Eirene. Es decir: Disciplina, Justicia y Paz. El orden

l. F. Ost, Le Temps du Droit, Odile Jakob, París, 1999, pp. 333 y ss.
52. Ibid.,p.49. 2. E. Benveniste, Le vocabulaire des institutions indoeuropéennes, Minuit, París,
53. P. Ricoeur, op. cit., pp. 112-113. 1969,vol.2,p. 128.
140 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Tiempo y derecho _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 141

regular de las estaciones se asocia a la concordia en la ciudad. El La característica primera del tiempo es su constante devenir, su fluir
tiempo es Templanza. 3 abierto a múltiples posibilidades. La posibilidad señala la frontera en-
La Templanza sentada al lado de la Justicia en la Alegoría del tre la modalidad específica del ser del hombre, en cuanto existente, y
buen y del mal gobierno, en el Palacio Público de Siena, representa lo el mundo del ser no humano, los otros seres vivos y las cosas. El de-
que se requiere para un buen gobierno: Templanza y Justicia. recho tiene sus raíces en la posibilidad, en el sustraerse de su sujeto a
Templanza: sabiduría del tiempo; Justicia: sabiduría del derecho. la determinación externa de las leyes naturales, quedando expuesto al
futuro. Este ser expuesto al futuro, inherente al ser mismo del ser hu-
El centro de control de la violencia coincide con el de control del tiem- mano, es fuente de la incertidumbre que lo acompaña hasta la muer-
po. La relación entre poder y tiempo se observa en la historia del ca- te. El no poder sustraerse a la posibilidad significa «no poder no ele-
lendario.4 Su importancia radica en haber sido el «primer puente» en- gir», como necesidad que no es necesidad matemática ni causal, pero
tre el tiempo vivido y el tiempo cósmico. Pero su carácter de tercero que constituye el ineludible modo del ser del hombre. Frente a esta
y de puente pone de relieve que no puede asimilarse ni a uno ni a otro. necesidad ineludible de elección, frente a la incertidumbre que se de-
El calendario depende del tiempo cósmico, en cuanto referencia que riva para las relaciones de coexistencia, surge el derecho. 6 El derecho
permite regular la duración de las actividades humanas, pero la mis- intenta encauzar el curso imprevisible de esas múltiples posibilida-
ma actividad humana lo adapta a sus necesidades o conveniencias. des, cerrando algunas, favoreciendo otras.
Cabe decir que el calendario «es un diálogo complejo entre naturale-
za e historia» .5 Cuando el derecho vincula consecuencias jurídicas a las circunstan-
cias de la realidad social, excluye el flujo de esa realidad hacia un fu-
turo incierto. Dada su vocación de continuidad, de trascendencia, el
3. P. Grima!, Diccionario de la mitología griega y romana, s.v. «Horas», Labor, derecho intenta liberarse de la duda, de la transitoriedad. Las normas
Barcelona 1965. En casi todas las religiones se encuentra la misma relación entre el jurídicas fijan un mundo que no conoce la duda. En ese mundo no hay
orden temporal universal y el orden jurídico eterno. Vinculación paralela a la estable-
cida entre el cosmos astronómico y el cosmos ético. En el panteón egipcio, Thoth, futuro, porque el futuro ha sido anticipado en las normas.
dios de la luna, es simultáneamente quien mide y divide el tiempo y también el señor
de toda medida de la justicia. La medida exacta e inmutable designa también el orden
Para disponer anticipadamente del futuro, cuánto debe haber aprendi-
eterno que prevalece tanto en la naturaleza como en la moral. Es decir, al orden uni-
versal de la naturaleza le corresponde un orden ético-espiritual, y entre ambos se en- do antes el hombre a separar el acontecimiento necesario del casual' a
cuentra como punto de unión la intuición del tiempo (F. Ost, op. cit., p. 335). . pensar causalmente, a ver y anticipar lo lejano como presente, a saber
4. E. Zerubavel, «El calendario», en Tiempo y sociedad, R. Ramos Torre, comp., Sl- establecer con seguridad lo que es fin y lo que es medio para el fin, a
glo XXI, Madrid, 1992, pp. 376 y ss. La palabra «calendario» se origina en el verbo la-
saber en general contar, calcular, cuánto debe el hombre mismo, para
tino calare, que era el anuncio del sacerdote romano de que había visto la luna nueva, Y
por lo tanto que comenzaba un nuevo mes. Indicar el comienzo de una unidad tempor~l lograr esto, haberse vuelto antes calculable, regular, necesario, para po-
correspondía al funcionario religioso. La función originaria de los calendarios era reli- der responderse a sí mismo de su propia representación, para final-
giosa y mágica (servían para prever el retorno de ciertos hechos). Pero también cum- mente poder responderse a sí mismo como futuro a la manera como lo
plían una función de identificación del grupo y de diferenciación del grupo de otros
hace quien promete. 7
grupos. Un ejemplo clásico es el calendario judío. Pero a la vez la Iglesia, casi desde su
fundación, intentó acentuar su diferencia frente al judaísmo. Una de las primeras cosas
que hicieron los primeros cristianos como grupo fue elegir determinado día de la se- 6. B. Romano, Il riconoscimento come relazione giuridicafondamentale, Bulzoni,
mana como el día en que habían de reunirse regularmente. Y escogieron un día que no Roma, 1986, p. 117.
era sábado. Es decir, se acentúa una distinción social mediante una distinción del c~­ 7· F. Nietzsche, La genealogía de la moral, Alianza, Madrid, 1997, p. 77. Esta repre-
lendario. El poder político pronto se sustituye a las autoridades religiosas en la confi- sentación de sí mismo sólo es posible en la conciencia. Y en una conciencia que se
guración del calendario. Por ejemplo, las reformas del calendario acompañaron la re- r~conozca, es decir, que recuerde. La conciencia accede a percibir la duración en la me-
forma de la Constitución de Atenas por Clístenes en el 508 antes de Cristo, o la dida en que tiene memoria. Pero la memoria no siempre está activa, es discontinua,
consolidación del imperio romano por Julio César en e146 antes de Cristo. po~que cuando la memoria «actúa» se requiere una concentración rememorante que
5. /bid. exige pasividad (el estado que los psicoanalistas llaman «estado especular»). Es impo-
1 4 2 - - - - - - - - - - - - - - - - - - La justicia deconstruida Tiempo y derecho - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 143

El futuro, mediante esta síntesis de las normas con las circunstancias tenecen ahora a la «realidad jurídica», imagen eternamente presente y,
fácticas, ha sido anticipado, y en esa anticipación queda reducido a la por lo tanto, incancelable, el sujeto termina, por decirlo así, por ser cru-
esfera de la previsibilidad. Esto revela una estructura interna propia cificado .10
del derecho, el tiempo abstracto. 8
¿Cuál es el tiempo del derecho? ¿El tiempo «largo», prolongado, o el
El concepto de tiempo objetivado, como sucesión de pasado, presente y tiempo breve de la vida de los individuos? Es preciso tener presente
futuro, sirve para explicar fenómenos que suponen un registro crónico, el vínculo entre derecho y relación: sin individuos que sean reconoci-
es decir, un mero transcurso de momentos, un sucederse de días, meses, dos como tales no hay relación. Pero tanto el derecho como la rela-
años. Pero ese tiempo objetivado no nos sirve para explicar conceptos ción exigen continuidad. No obstante, los individuos son incompati-
como «deber ser», «obligación», «responsabilidad». Son conceptos que bles con la continuidad si el derecho no reconoce al individuo en su
requieren una conciencia que recuerde y proyecte, que perciba el antes individualidad. Si lo hace, la continuidad se configura ampliando el
y el después o la simultaneidad de los fenómenos que observa, que in- espacio que el sistema jurídico garantiza al individuo. La esfera de las
terprete el pasado, el presente y el futuro .9 relaciones interpersonales se extiende a otras personas que existieron
¿Cuál de esas dimensiones temporales prevalece en la tempora- en el pasado o cuya existencia se prevé en el futuro. Del tiempo bre-
lidad del derecho? Hay tesis que lo adscriben al futuro, las basadas en ve de las vidas singulares se pasa al tiempo «largo» de la comunidad
la concepción normativa del derecho, por la que éste no puede refe- o de la especie. Si el tiempo «largo» se superpone al tiempo «breve»
rirse sino a acciones futuras. Hay otras que lo adscriben al pasado, las de los individuos hasta el punto de privarlo de sentido, se diluye has-
que conciben el derecho como voluntad (Gentile: la volontá voluta). ta extinguirse la relación interpersonal y, por lo tanto, la misma men-
Pero también hay tesis que afirman que el tiempo del derecho es el talidad jurídica.
presente. Alegan que si bien el derecho se refiere a acciones pasadas, La función principal del derecho es contribuir a la institución de
estas acciones siguen, en el marco jurídico, prolongándose en un eter- lo social. Instituir, en ese sentido, quiere decir anudar el lazo social y
no presente: ofrecer a los individuos puntos de referencia necesarios para su iden-
tidad y autonomía. Hay un vínculo fuerte entre la temporalización so-
no se pueden cancelar, aunque el sujeto las hayaolvidado, o incluso re- cial del tiempo y la institución jurídica de la sociedad. El derecho
pudiado ... Y en esta imagen, que es la imagen de las acciones que, per- afecta a la temporalización del tiempo y el tiempo, a su vez, determi-
na la fuerza institucionalizante del derecho. El derecho temporaliza y
el tiempo instituye. 11
sible confiar la continuidad de las relaciones a la memoria individual. Por ello ha sido
necesario confiársela al derecho, que puede asegurarla en la medida en que asegure su El derecho, mediante sus propias figuras temporales, cierra el hori-
propia continuidad. S. Cotta, Il diritto nell'esistenza, Giuffre, Milán, 1984, pp. 191 zonte jurídico tanto hacia el pasado (prescripción) como hacia el fu-
y 137.
8. G. Husserl, Diritto e Tempo, Saggi di filosofía del diritto, Giuffre, Milán, p. 137. turo (plazos). El tiempo jurídico es entonces una absolutización del
A efectos de la ordenación de la vida social, se hace abstracción de lo que sucede en la presente, la positividad formal cubre la positividad histórica. Pero la
vida real y se configura el tiempo objetivo del derecho, por lo que cabe decir que se tra-
ta de un tiempo abstracto. «Un intervalo de tiempo objetivo es el mismo se trate de la primera no es nada más que una «positividad histórica inmovilizada»
duración de una migración, de una reunión de negocios, de un ensayo teatral o de una «cerrada» dentro de la esfera de validez de determinado ordenamien~
fiesta de cumpleaños. El tiempo objetivo no corre más velozmente o más lentamente
según que en su curso temporal esté involucrado un niño, un anciano, un paciente en
el dentista, un orador durante un debate público o un soldado en el campo de batalla.»
9. L. Bagolini, «Tempo obiettivato. Tempo coscienziale e durata nella esperienza giu- 10. E. Opocher, «Diritto e tempo», en La responsabilita politica ... , op. cit., pp. 156-
ridica», en La responsabilita política. Diritto y tempo. XIII Congresso Nazionale, Pa- 157.
vía, 28-31 de mayo de 1981, a cargo de R. Orecchia, Giuffre, Roma 1982, pp. 102-103. 11. F. Ost, op. cit.,p.13.
1 4 4 - - - - - - - - - - - - - - - - - - La justicia deconstruida Tiempo y derecho - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 145

to jurídico. No es posible «decir el derecho» sin «dar el tiempo». El temporalidad que es propia del ser humano, es decir, la «unidad ori-
derecho persigue su propia continuidad operando dentro de los lími- ginaria del futuro, del haber sido y del presente», 14 para ser situado
tes temporales que él mismo se fija. Busca su continuidad a través de en un eterno presente. Pasa de un tiempo desigual, no homogéneo,
la discontinuidad temporal que significan los plazos. Dado que plazo no cuantificable, a un tiempo homogeneizado, medible, cuantifica-
es algo que comienza y termina, el plazo jurídico se presenta circuns- ble. Un tiempo con las cualidades del espacio. Un tiempo espacia-
crito como un segmento de la continuidad temporal absolutizado, lizado.
como un término a lo indefinido, una duración precisa, una rígida es- (La palabra latina tempus procede de templum: «Las palabras
pacialización del tiempo. primitivas tempus y templum no significan otra cosa que corte, inter-
sección; en la terminología posterior de los carpinteros, dos travesa-
La vinculación de la pena y el tiempo nace de la definición misma ños o vigas que se intersecan y constituyen todavía un templum; de
de la primera. Considerada en su original aspecto retributivo, y en ahí se fue desarrollando por un proceso natural la significación de es-
ese sentido en cuanto reacción similar a la venganza, la pena puede pacio dividido así; tempus, la zona del cielo (por ejemplo, oriente),
presentarse como una reacción ante la imposibilidad de deshacer lo pasó a significar la hora del día (por ejemplo, la mañana) y, por fin,
hecho. «Esto, sí, esto solo es la venganza misma, la aversión de la tiempo en general».) 15
voluntad contra el tiempo y su fue.» 12 La venganza -dice Nietzs-
che- «nunca se hace llamar por su propio nombre, se hace llamar La prisión es una construcción en el espacio para calcular de deter-
"castigo", dándole así a su esencia hostil la apariencia del dere- minada manera el tiempo.
cho» Y La reacción que se manifiesta como venganza, castigo, pena,
en su aspecto más primitivo, no sólo nace como reacción ante un Al igual que una iglesia constituye una ruptura de nivel dentro del es-
acto indeseado, reprobado, sino como reacción ante un acto que su- pacio profano de una ciudad moderna, el servicio religioso que se ce-
cedió a pesar de que no debería haber sucedido, y que sin embargo lebra en el interior de su recinto señala una ruptura en la duración tem-
ya no puede ser cancelado, porque frente a lo que ya fue la voluntad poral profana. 16
nada puede. Lo que ya fue es la piedra contra la que tropieza lavo-
luntad. Es la piedra que la voluntad nunca podrá mover. «Eterna- Así como hay una ruptura en el espacio señalada por los muros del
mente quieto está el pasado.» Lo que ya fue es aquello adverso a templo, también hay una ruptura señalada por los muros de la prisión,
cualquier voluntad. Por ello en la voluntad misma se yergue la aver- y ambas rupturas conllevan sus propias rupturas en el tiempo.
sión frente a lo que le es adverso, la aversión (Widerwille) contra lo Al fluir del tiempo se opone la firmeza del espacio. «En el espa-
que ya fue. La libre circulación del tiempo le ha sido prohibida al cio todo está inmóvil y claro en la geometría de la proporción; todo
hombre. transcurre y fluye en el ritmo del tiempo.» 17 La pena de prisión se di-
ferencia de toda otra pena por la forma en que combina estos dos ele-
Pero no al derecho ... Esta visión del tiempo como irreversible es mentos: el tiempo y el espacio. Este entrecruzamiento entre tiempo y
una característica de la interpretación ordinaria del tiempo. En ella espacio marca el comienzo de una duración distinta, cualitativamen-
el ser está anclado en el presente y sólo ve lo pasado como algo
irrecuperable. Frente a lo irrecuperable, el derecho reacciona. Pero 14. M. Heidegger, Los problemas fundamentales de la fenomenología, Trotta, Ma-
drid, 2000, pp. 320-321.
en esa reacción sacrifica a su propio sujeto. Éste es abstraído de la 15. Usener, Gottemamen, p. 192. Me permito remitir a mi trabajo El tiempo como
pena, Campomanes, Buenos Aires, 2001.
16. M. Eliade, Lo s¡;;grado y lo profano, traducción de L. Gil, Guadarrama, Madrid
12. F. Nietzsche, Asi habló Zaratustra, Alianza, Madrid 1997, pp. 210-211. 1967,p.65.
13. !bid. 17. C. Argan, L'arte moderna 1770-1970, Sansoni, Florencia, 1974, p. 44.
146 ___________________ La justicia deconstruida _______________________________ 147
Tiempo y derecho

te diversa. 18 Es el tiempo, no el espacio, el verdadero significante de De estas reflexiones se deduce una relación ambigua, de subordina-
la pena. Porque el tiempo que va agotando la pena es el mismo que va ción y lucha, entre derecho y tiempo. El derecho en el tiempo: el de-
consumiendo la vida. Es el tiempo de la pena, no el espacio, el que se recho lucha contra el fluir del tiempo. El tiempo en el derecho: el
somete a una medición distinta. Una medición que permite calcularlo tiempo es medido, calculado, espacializado por el derecho. El dere-
en función de la pena. En un cálculo en el que no entra la muerte, por- cho instrumentaliza el tiempo, pero el tiempo domina el derecho. Me-
que la muerte interrumpiría, en un momento no previsible, el plazo de dida, continuidad, previsibilidad, por una parte. Contingencia, irre-
la pena. Pero la imprevisibilidad de la muerte agrava la intensidad de la versibilidad y finitud, por otra. El juez ha de mediar entre la norma y
pena. el caso concreto, entre la universalidad y abstracción de la norma ge-
neral, que permite la previsibilidad, y la singularidad y concreción
Es el derecho el principal instrumento del que se vale el hombre para del caso que se le somete, que la impide. Y en esa actividad herme-
superar su propia finitud, que se erige como el obstáculo más cierto e néutica por excelencia, al ajustar la abstracción de la norma a las con-
insuperable para el cumplimiento de sus promesas, de sus previsio- diciones particulares del caso, temporaliza la norma, y al encarnar al
nes, de su intento de dominar la contingencia y la duda. Existe un sujeto de derecho en el sujeto de carne y hueso, temporaliza al sujeto
lazo entre la justicia y la finitud, porque la justicia nace de la existen- de derecho. El juez es el puente entre derecho y tiempo. Por ello ha de
cia de la multiplicidad, que es la manifestación primera de la finitud. saber, como sabe el hombre prudente, el phrónimos, conciliar previ-
En la medida en que el hombre insiste en su permanencia en la tierra sión y contingencia. Poseer la sabiduría del tiempo, la Templanza, y
y no desarrolla su existencia en la tensión entre el inicio y el fin no se la sabiduría del derecho, la Justicia.
abre hacia la coordinación de la multiplicidad de las permanencias fi- Ambas confluyen en una sola: la de la «justa medida». ¿Es ésta
nitas y de tal modo se enfrenta al otro, no respeta el desplegarse de la posible?
permanencia de los demás. 19

18. Se trata de un empleo muy particular que el derecho hace del tiempo. Si la pena
es retribución, como la pena de prisión consiste fundamentalmente en el transcurso
de determinado tiempo, se emplearía el tiempo como castigo. No sería el único ejem-
plo de interpretación especial del tiempo por parte del derecho penal. Por ejemplo,
Gernet recuerda el concepto de flagrancia. No se trataba de un medio de prueba privi-
legiado sino de una parte misma del concepto de delito. Gracias a la flagrancia el
delito daba lugar a la inmediata ejecución de la pena. Lo que había pasado se hacía
presente. Esta unidad concentrada en el tiempo, en el presente, esta continuidad, era
un ideal del derecho penal: que la sanción constituyese un solo cuerpo, sin intersti-
cios, con el hecho delictivo. Todo se desarrolla en el presente, todo a la vez, sin que
tenga ninguna intervención la idea de un pasado, incluso reciente. Esta prescindencia,
o deseo de prescindir del pasado, también se observa en la noción defurtúm, que sig-
nificaba la cosa robada. Tampoco en el caso de que se encontrara al delincuente con
elfurtum era necesario volver al pasado a probar lo que había sucedido. Pero la ope-
ración o administración del tiempo por parte del derecho llegaba aún más lejos: el de-
recho arcaico asimilaba al delito flagrante aquel que se hacía manifiesto por el descu-
brimiento del objeto robado en el domicilio del reo. En este caso había una distancia
temporal, porque no se podía efectuar la constatación del delito en «el momento mis-
mo» en que se había cometido. Sin embargo, mediante una ficción, esa distancia tem-
poral se desvanecía, el tiempo intermedio no contaba para nada. L. Gernet, Anthropo-
logie de la Grece Antique, M¡:tspero, París, 1976, pp. 267 y ss.
19. B. Romano Tecnica e giustizia nel pensiero di Martin Heidegger, Dott. A. Giuffre,
Milán, 1969.
7.
Tiempo de pena, tiempo de vida
Reflexiones sobre la prisión perpetua de menores

Es una extraña experiencia comenzar un texto exactamente con las


mismas palabras con las que había terminado, hace muchos años, otro
texto sobre el tiempo de la pena. 1 Las palabras, de San Agustín, eran
las siguientes:

¿Crecen o decrecen los años de la vida? ¿Cuándo se acaba el camino?


No se acaba para todos a la misma hora. Cada uno tiene su hora para ter-
minar su carrera. El camino, hemos dicho, es esta vida; acabaste la vida,
se acabó para ti el camino. Andamos, y el mismo vivir es avanzar. ¿Os
figuráis que avanza el tiempo y nosotros nos estarnos quedos? Eso no
puede ser. El tiempo avanza y a su paso avanzarnos nosotros, y en vez
de crecer mengua el número de nuestros años .... Los años vienen, has
dicho; yo te demuestro que no vienen, corno tú afirmas, antes se van, y
verás cuán sencillo es demostrarlo. Supongárnonos sabedores de los
años que ha de vivir este niño; verbigracia -y por hacerle merced-,
ochenta años; llegará por tanto a la vejez. Escribe ochenta años. Ya vi-
vió uno; ¿cuántos tienes en la suma? ¿Cuántos tenía? Ochenta. Resta
uno.¿ Vivió ya diez? quedan setenta.¿ Vivió ya veinte? le quedan sesen-
ta. Cierto, crecían los años, pero ¿qué suerte de crecimiento es ése?
Nuestros años vienen para irse, no vienen para quedarse con nosotros;
pasan sobre nosotros, nos pisan y nos hacen valer cada día menos?

El niño al que San Agustín se refiere es un niño respecto del que sola-
mente hace conjeturas sobre el tiempo que le tocará vivir. Sobre la du-

l. Messuti Ana, El tiempo como pena, Campomanes, Buenos Aires, 2001, p. 43.
2. San Agustín, Obras de San Agustín, Sermones, 1, S3XXXVIII.C.III.
150 - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Tiempo de pena, tiempo de vida - - - - - - - - - - - - - - - - 151

ración de su vida. «Crecían los años -dice- pero ¿qué suerte de cre- Desde que se entra en prisión, el tiempo comienza a contar. Sin duda,
cimiento es ése?» Y nos está hablando de un niño del que nada sabe- sucede lo mismo con todos los «tiempos difíciles». Mientras que la
mos y que por lo tanto suponemos que tendrá condiciones de vida nor- gente feliz no ve pasar el tiempo, los detenidos, como ciertos enfermos
males, es decir, crecerá en una familia, asistirá a la escuela, creará su hospitalizados o escolares castigados, se encuentran frente a un tiempo
«que hay que pasar» .4
propia familia ... Partiendo del ejemplo de ese niño reflexiona: «Nues-
tros años vienen para irse, no vienen para quedarse con nosotros, pasan
Cuando se desea que el tiempo pase, el tiempo adquiere un protago-
sobre nosotros, nos pisan y nos hacen valer cada vez menos».
nismo que no tiene cuando se viven experiencias normales o felices.
¿Qué diría San Agustín si le dijéramos que ese niño, cuando sea
adolescente, a partir de los dieciséis o diecisiete años, deberá pasar,
Si en el exterior los individuos se definen a menudo por su profesión o
de esos años que le ha asignado, veinticinco años en prisión? ¿Cómo
por su edad (un «joven», un «viejo»), en detención los sustantivos más
calcularía esos años de vida? ¿Cómo seguiría su cuenta regresiva? Si frecuentemente utilizados remiten sea al delito cometido, sea a la du-
considera que esos años que atribuye a una persona corriente, en con·- ración de la pena: «pequeña pena», «larga pena», «perpetua» .5
diciones normales, «pasan sobre nosotros, nos pisan y nos hacen va-
ler cada vez menos», ¿qué diría de esos años si transcurren entre los El tiempo que transcurre acá me castiga; antes, no me castigaba. Esta-
muros de la prisión? ba ahí, como el aire. Acá es como el agua de esta fuente de agua sucia
La reflexión de San Agustín gira en torno al transcurso del tiem- y verde del corredor central donde nos paseamos dos veces por día. 6
po para el ser humano, a la duración de su vida, independientemente
de las condiciones en que viva ese tiempo. Cuando me propuse refle- Entre el tiempo vivido y el tiempo por vivir, el momento en que co-
xionar sobre la duración de la pena, sobre el significado del tiempo mienza a cumplirse la pena marca una línea imborrable. De un lado
como medida de la pena, mejor dicho de la medida que es el tiempo en de la línea se encuentra el tiempo que se ha vivido; del otro lado, el
la medida de la pena, confieso que no pensé en la posibilidad de que tiempo de la pena (se diferencian entre sí como el aire y el agua sucia
una persona comenzara prácticamente a vivir su vida en prisión, y de la fuente).
transcurriera en ella el tiempo en el que normalmente se desarrolla la Y el segundo es un tiempo que se quisiera borrar, que se quisie-
parte más importante de la vida activa. ra hacer pasar rápidamente, para después, una vez pasado, olvidar.
Me viene a la memoria un cuento de Henry James, «Ütra vuelta Pero, cuando el tiempo de la pena coincide con el tiempo de la vida:
de tuerca»: no había un fantasma sino dos. No vemos encerrado de ¿cómo hacer para que el deseo de hacer pasar rápidamente el tiempo
por vida a un adulto, sino a un joven. 3 Hay algo en esta situación que de la pena no entre en conflicto con el deseo de hacer pasar normal-
trasciende el mero cálculo de los años de la pena. A pesar de que nun- mente, incluso lentamente, el tiempo de la vida?
ca los años de la pena se dejan meramente calcular, de que fijar la du- Condenar a un hombre adulto a perpetua supone interrumpir su
ración de la pena no es nunca un mero cálculo, hay otro cálculo que, vida en un determinado punto, y lo que nos horroriza es que a partir de
sumado al de los años de la pena, hace estallar la medida de la pena ese punto la mayor parte del tiempo que le quede de vida, o toda su
en miles de desmedidas. Es decir, la pena deja de mantener una me- vida, la pasará en prisión. Pero hasta ese punto muchas cosas han suce-
dida, y por consiguiente deja de ser pena; la pena, me atrevería a de- dido en la vida de ese hombre. Por cierto, se ha convertido en hombre,
cir, se «desmesura».
4. A. M. Marchetti, Pe1pétuités. Le temps infini des longues peines. Terre Humaine,
3. En este texto me referiré en general a jóvenes, menores, niños, sin atenerme a las Plon, París, 2001, p. 11.
clasificaciones normativas según la edad, y confiando en que el lector comprenderá 5. /bid.
que esa falta de rigor no hace más que reflejar la falta de rigor que la misma realidad 6. Palabras de un detenido, entrevistado por A. Escobar Molina en L'enfermement,
nos indica. espace, temps, clóture, Klincksieck, París, 1989, p. 122.
152 - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Tiempo de pena, tiempo de vida _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 153

es decir, en adulto. Condenar a un adolescente a perpetua no supone in- realmente, sino de repente, cuando el encierro los hace pensar en la
terrumpir el curso de la vida de una persona, sino prácticamente no de- muerte; el individuo sin sociedad para poder aprender a vivir en so-
jar que esa vida comience, que esa persona se configure como tal. ciedad; los vivos que no dejan vivir y crean sus propios muertos vivos.
En todas las reflexiones sobre el tiempo de la pena, cuando se N o es difícil asociar la prisión con la muerte. Por una parte, por
trata de menores hay algo que se invierte, que se oculta pero que nos la realidad diaria de la vida en la prisión. Es mucho más fácil morir en
hace sentir su presencia. Es la comparación entre la cantidad de tiem- prisión que fuera de ella. La prisión es una «sociedad de alto riesgo».
po de vida vivida y la cantidad de tiempo de vida por vivir. La escasa Riesgo representado por las enfermedades, por los demás, por el mis-
cantidad de tiempo de vida vivida y la (supuestamente) gran cantidad mo detenido (los suicidios, como demuestran las estadísticas, son mu-
de tiempo de vida por vivir. En ese juego de cantidades, la duración cho más frecuentes en prisión que fuera de ella). Pero la prisión per-
de la pena resulta afectada. Evidentemente la perpetuidad para un petua es en sí una especie de muerte. El mensaje que la sociedad y el
adulto no es lo mismo que la perpetuidad para un menor. La «perpe- Estado trans1niten es: «No volverás más a vivir entre nosotros», o sólo
tuidad» parece más extensa para este último. La pena perpetua para volverás cuando transcurran muchos años, tantos que probablemente
un menor equivale prácticamente a toda su vida. Hay una connota- nosotros ya seremos otros, y tú serás sin duda otro también. 8 Por ello
ción vital en la palabra menor. Pareciera inseparable de la frase «toda se ha hablado de que la perpetua es una «sentencia de muerte diferi-
una vida por delante». Tratándose de menores condenados, esa frase da», en la que se confía a la naturaleza la ejecución de la pena.
equivale a «toda una pena por delante». En el caso de que la persona Y en este aspecto entra otra vez la juventud del destinatario de
adulta condenada a cinco años muera al tercero, es la muerte lo que la pena como un agravante de la pena misma: «después de haber per-
ha agravado su pena, convirtiéndola en perpetua. En el caso del me- dido la adolescencia, muere también la juventud, la vida adulta, qui-
nor, al contrario, es la vida y las etapas de su vida que irá consumien- zá la vida misma» .9 Son las distintas etapas de la vida las que la pena
do la pena lo que influye en la intensidad de ésta. La pena se identifi- va ejecutando.
ca con la vida, la vida es la pena. En Noruega, un Código penal del siglo XIII especifica que «en
Es la coincidencia entre pena y vida lo que espanta. La perspecti- caso de robo, a los adultos se les cortarán las dos manos, a los niños
va de una larga vida coincide con la perspectiva de una larga pena. En "sólo" una». 10 La impresión que causa esta pena, la impresión que
Antígona, su pena impresiona porque se piensa en el tiempo que pasa- provocan las manos cortadas, nos hace sentir ahora menos bárbaros,
rá viva en su encieno. La extrema situación que nana la tragedia es más civilizados. Sin embargo, si comparamos las penas, es decir, si
precisamente la forma en que la tragedia enseña, pues las situaciones traducimos las mutilaciones de las manos en mutilaciones del tiempo
extremas, como cuando agrandamos una imagen, permiten ver más cla- de vida, en mutilaciones de etapas de vida, estaríamos aplicando hoy
ramente lo que normalmente no vemos. Ricoeur señala, siguiendo a a los menores una mutilación más grave que a los adultos.
Steiner, que la tragedia de Antígona «concierne a lo que ... podemos Ricoeur pone en relación la vulnerabilidad con la autonomía.
llamar el fondo agonístico de la prueba humana, en la que se enfrentan Dice que toda la vulnerabilidad que hace de contrapunto al sentido de
interminablemente el hombre y la mujer, la vejez y la juventud, la so- responsabilidad se puede resumir en la dificultad que cada uno tiene
ciedad y el individuo, los vivos y los muertos, lo humano y lo divino».7 en «inscribir su acción y su comportamiento en un orden simbólico,
«La vejez y la juventud, la sociedad y el individuo, los vivos y y en la imposibilidad en que se encuentran muchos de nuestros con-
los muertos ... » Qué extraño juego entre estos binomios se da en la pri-
sión de los jóvenes. Los jóvenes que se vuelven viejos, sin envejecer 8. A.Messuti,op. cit.,pp.31 yss.
9. C. Alarcón, Menores condenados a perpetua. La pena de los muertos vivos, tex-
to publicado en TXT, Buenos Aires, 2003.
7. P. Ricoeur, Sí mismo como otro, traducción de A. Neira Calvo, Siglo XXI, Ma- lO. Innocenti Digest, Justicia juvenil. Publicación del Centro Internacional para el
drid, 1996, pp. 262-263. Desarrollo del Niño, UNICEF, Florencia, 1998.
154 - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Tiempo de pena, tiempo de v i d a - - - - - - - - - - - - - - - 155

temporáneos, principalmente aquellos que el sistema sociopolítico acepción nos concierne en la medida en que se puede decir que en no-
excluye, de comprender el sentido y la necesidad de esta inscrip~ sotros hay también algo de «cosa»: permanencia del mismo código
ción» .11 Característica de este orden simbólico es su ser compartido, genético, del mismo grupo sanguíneo, de las mismas huellas digitales.
que deriva del sentido de símbolo como señal de reconocimiento. Por De ello se deduce la identidad de la persona a lo largo de su desarro-
ello, la autoridad atribuida al orden simbólico tiene ante todo una di~ llo. Pero, dice Ricoeur, desde el momento en que pasamos al dominio
mensión dialógica. psicológico de las impresiones sensibles, de los deseos y las creen-
cias, «nos encontramos frente a una variabilidad, que ha servido a fi-
Ser capaz de entrar en un orden simbólico es ser capaz de entrar en un lósofos como Hume y Nietzsche para poner en duda la existencia de
orden de reconocimiento, de inscribirse en el interior de un nosotros
un yo permanente que responda a estos criterios de "mismidad"» .15
que distribuye y hace compartir las características de autoridad del or-
Sin embargo, a pesar de esa variabilidad, esperamos que el otro res-
den simbólico .12
ponda de sus actos como si fuera el mismo que ha actuado ayer, y ma-
ñana debe responder de las consecuencias de los actos que realizará
Pero para que se dé ese reconocimiento, que permite compartir el or~
hoy. Recordando la idea de Dworking de la «coherencia narrativa»
den simbólico que integran las leyes y las normas de convivencia so~
(que toma como modelo la novela, que combina la concordancia de la
cial, es fundamental un proceso de aprendizaje, que como todo pro~
intriga directriz y la discordancia de las diversas circunstancias y
ceso se desarrolla en el tiempo, es decir, requiere cierto grado de
acontecimientos que vive el personaje), Ricoeur se refiere a la «iden-
madurez:
tidad narrativa» como una muestra de capacidad. La capacidad de
. . . el menor que infringe las normas jurídicas es únicamente una per-
mantenerse a pesar del tiempo y de lo que en el tiempo sobreviene .
sona en desarrollo que no ha podido internalizar dichas normas por fal- y esa capacidad consiste en construirse esa identidad narrativa, «de
ta de madurez, que carece de la capacidad suficiente para motivarse identificarse no solamente por una historia sino a una historia» .16
por las normas, o en la que se da la falta de un completo desenvolvi- Ahora bien, el ser humano es su propia historia.
miento de las facultades intelectuales por un desarrollo incompleto de Tener esa capacidad de identificarse a través de su propia histo-
las mismas, por lo que no se puede partir de la base de que ha defrau- ria, esa continuidad a pesar de la discontinuidad, supone un tiempo en
dado las expectativas que la Sociedad pudiera tener respecto de él, sino el que se desarrolle esa historia, en el que se dé esa continuidad, en el
que ni siquiera, en gran número de supuestos, esa misma Socied;;:t.d le que irrumpa esa discontinuidad. Ricoeur define la autonomía del su-
ha dado la oportunidad de adquirir la madurez necesaria para la inter- jeto según su capacidad de conducir su vida de acuerdo con la idea de
nalización de las normas .13
la coherencia narrativa. 17
También señala otro elemento relacionado con la autonomía: la
El joven no solamente es joven porque tiene tiempo por delante, sino singularidad. «Atrévete a pensar por ti mismo. Tú y no otro en tu lu-
porque no tiene demasiado tiempo por detrás. Esa carencia de tiempo gar.»18 Para afirmar la singularidad, la prueba que se ha de superar es
afecta a la «estructura temporal de la identidad» .14 ¿Qué entendemos la «alteridad», es decir, los otros. Ser conscientes de que la perspecti-
por identidad? En el plano de las cosas, la palabra equivale a buscar va que tiene del mundo cada uno de nosotros es única, singularísima.
en las cosas una permanencia en el tiempo, una inmutabilidad. Esta Y, como dice Ricoeur, «la mejor ilustración de la singularidad es el
carácter no transferible del recuerdo de una memoria a otra». Y tam-
11. P. Ricoeur, Le juste 11, Esprit, París, 2001, p. 100.
12. !bid.' p. 103. 15. !bid.
13. C. Vázquez González, Delincuencia juvenil. Consideraciones penales y crimi- 16. !bid.' p. 94.
nológicas, Colex, Madrid, 2003, p. 213. 17. !bid.
14. P. Ricoeur, Le juste 11, op. cit., p. 92. 18. !bid.
1 5 6 - - - - - - - - - - - - - - - - - - La justicia deconstruida Tiempo de pena, tiempo de vida - - - - - - - - - - - - - - - 157

bién aquí juega el tiempo un papel decisivo. La memoria se va cons- la sociedad no carcelaria. Tal vez una explicación sea que la sociedad
truyendo a medida que el tiempo transcurre. No hay memoria sin no carcelaria encuentra realmente y en última instancia en la socie-
tiempo transcurrido. Pero el tiempo no es sólo la medida que nos dad carcelaria su ideal de «seguridad».
permite descubrir la simultaneidad o la sucesión de nuestras expe-
riencias, la iniciación de nuevas experiencias. Esas experiencias son Todas las contradicciones del poder punitivo se exaltan cuando sus
nuestro tiempo, nosotros mismos somos tiempo. Y somos más o me- objetos son los niños y los adolescentes; la inhumanidad, la inefica-
nos tiempo. Nuestra memoria se irá construyendo con los recuerdos cia preventiva, la violencia, la selectividad, quedan en total evidencia.20
de las experiencias vividas, y, a medida que se va construyendo nues-
tra memoria, nos vamos construyendo nosotros mismos. Vamos ad- Es necesario adoptar un enfoque global, ver la acción y la reacción:
quiriendo esa singularidad que nos permite distinguirnos de los otros,
construir nuestra propia identidad, contar nuestra propia historia, con- Al «problema de la criminalidad de menores» no sólo pertenecen las
acciones punibles de los menores, sino también y precisamente las reac-
tarnos.
ciones a éstas de carácter social y estatal .2 1
No obstante, a pesar de que construir-nos significa distinguir-
nos de los otros, no podemos construirnos sin los otros. No podemos
Estas reacciones en general van acompañadas de la formulación de
construirnos sin un nos+otros, sin pertenecer a un nosotros, que nos
una meta: la resocialización. Cuando en las sentencias se habla de re-
incluya a nosotros y a los otros. Un joven, un menor, ¿cuánto tiempo
socialización, uno está tentado de preguntarse cuánta imaginación
ha podido vivir con los otros para sentirse parte de un nosotros, y a la
hace falta para pensar que podremos resocializar a alguien que nun-
vez diferenciarse tanto del «nosotros» que lo incluye como de los
ca ha estado realmente socializado, por una parte, y por otra, que lo
otros, incluidos también en el nosotros? ¿Cuánto tiempo ha vivido
haremos manteniéndolo alejado de la sociedad a la que la resociali-
para adquirir su propia identidad, para ser capaz de pensar por sí mis-
zación apunta. Como si atáramos a una persona a una silla para ense-
mo? ¿De qué nosotros ha sido parte? ¿A qué nosotros se incorporará
ñarle a caminar. El encierro, así como las ataduras, supone añadir una
durante el tiempo de su pena?¿ Qué identidad irá adquiriendo a lo lar-
incapacidad más a las incapacidades que el ser humano joven tiene,
go de ese tiempo que comienza?
hacerlo más vulnerable de lo que ya es.
«La autonomía y la vulnerabilidad se cruzan paradójicamente en
Además, en la socialización o resocialización se esconde un
el mismo universo de discurso, el del sujeto de derecho.» 19 Si la so-
componente moral, de moral social, si por ello entendemos una acep-
ciedad configura determinado sujeto de derecho conforme a sus valo-
tación de la vida social como valor, en cuanto tal digna de ser prote-
raciones y expectativas, no hay duda de que la prisión, como una so-
gida y, en ese sentido, merecedora del sacrificio de los propios inte-
ciedad sui generis, configura también su propio sujeto.
reses personales.

Precisamente porque el castigo involucra la condena moral pero no


puede producir un vínculo moral, sólo sirve para alienar a los transgre-
Las metas absurdas sores en potencia, más que para mejorar su conducta. El reproche mo-
ral genera culpabilidad, remordimiento y enmienda sólo cuando el
Curiosamente, en las sentencias que condenan a penas de privación transgresor ya es miembro de la comunidad moral representada por la
de la libertad a menores se asigna a la prisión la función de resociali-
zarlos. Se pretende que la sociedad carcelaria construya los sujetos de
20, E. R. Zaffaroni, A. Alagia, A. Slokar, Derecho Penal Parte General, Ediar, Bue-
nos Aires, 2000, p. 178.
19. /bid.' p. 105. 21. P.-A. Albrecht, El derecho penal de menores, PPU, Barcelona, 1990, p. 43.
Tiempo de pena, tiempo de vida - - - - - - - - - - - - - - - - 159

ley ... No obstante, cuando el vínculo es débil y el autorreproche míni-. Esta disposición establece la necesidad de garantizar que la situación
m o, el castigo suele tener el efecto contrario .22 del menor no sea peor que la del adulto. (La posibilidad de conside-
rar delito un acto solamente porque es realizado por un joven nos
También en este aspecto el tiempo es definitorio. Las pretendidas hace pensar inmediatamente en un derecho penal de autor.)
metas de resocialización y educación, que de un modo u otro siempre En este contexto, incluso se asigna al derecho penal, en términos
están presentes en la justificación de las penas, juegan un papel pro- comparativos, un papel positivo. Se afirma que «el derecho penal de
tagónico en las condenas a menores. Se cuenta el tiempo de la pena, .menores es derecho penal», porque al menos éste ofrece garantías
intentando atribuirle un papel positivo, mirando sólo al futuro y olvi- frente a un poder punitivo que se ampara en una presunta finalidad po-
dando que el tiempo pasado es determinante no ya para el logro del sitiva de educación, resocialización, tutela. 26 El camino es peligroso,
objetivo de resocialización sino para que el menor pueda asignar a porque parece decirnos que hay solamente dos bifurcaciones posibles:
ese objetivo un valor positivo. El tiempo que el menor ha vivido en la un derecho tutelar sin garantías o un derecho penal con garantías.
sociedad evidentemente no le ha dado una visión ni una experiencia Se olvida entonces la razón de esas garantías: que la pena siem-
positivas de la misma. ¿Cómo podría la cárcel contrarrestar esa visión pre consiste en infligir un mal, y por ello se pretende limitarla, pro-
y esa imagen? La imagen que la cárcel puede darle no puede ser otra porcionarla o «garantizarla». No por ser mejor que otras soluciones
que una imagen virtual, ideal, insuficiente para contrarrestar esa expe- es la solución mejor. Si siguiéramos esa misma línea de razonamien-
riencia que, aunque breve, tiene todo el peso de una experiencia con- to, podríamos justificar las penas corporales, dado que son «mejores»
creta, una experiencia vivida. que la pena capital. Y ya que estamos comparando situaciones peo-
En consciente delimitación con el derecho penal de mayores se res, o eligiendo entre dos males, pensemos en un tercero, que por
entiende el derecho penal de menores en la jurisprudencia y en la teo- cierto no es fruto de nuestra imaginación sino una amenazadora rea-
ría dominante como derecho penal de «educación» .23 Pero la educa- lidad: el derecho penal, sí, pero sin las debidas garantías legales.
ción y la tutela siempre han sido manifestación de leyes penales auto- Como es el caso de las sentencias que condenan a prisión perpetua a
ritarias, discriminatorias y racistas .24 Esta situación es reconocida jóvenes por delitos cometidos cuando eran menores de edad.
expresamente en las Directrices de las Naciones Unidas para la pre- Un enfoque hermenéutico de estas sentencias las sitúa en un
vención de la delincuencia juvenil (Directrices de Riad, 1990), en el marco más general, normativo e interpretativo, y permite analizar su
párrafo 56: validez sin apartarse de los parámetros formales, pero utilizándolos
en sus dimensiones debidas.
A fin de impedir que prosiga la estigmatización, victimización y cri- La interpretación se desarrolla en movimientos circulares. Cada
minalización de los jóvenes, deberán promulgarse leyes que garanticen círculo rodea a la norma objeto de interpretación junto con determi-
que ningún acto que no sea considerado delito ni sea sancionado cuan- nados elementos que pertenecen a su entorno.27
do lo comete un adulto se considere delito ni sea objeto de sanción
cuando es cometido por un joven.25

26. «El tribunal de menores, desde su aparición en los Estados Unidos a fines del si-
22. D. Garland, Castigo y sociedad moderna, Un estudio de teoría social, Siglo glo XIX, fue concebido como un tribunal paternal y desjuridizado, en el que solo con-
XXI, México, 1999, p. 97. taba la peligrosidad, y que pasaba por alto las garantías individuales y la magnitud del
23. P. A. Albrecht, op. cit., p. 94. injusto cometido, que sólo adquirían valor sintomático» (E. R. Zaffaroni, op. cit.,
24. E. R. Zaffaroni, op. cit., pp. 178 y ss. p.l79).
25. La fuente de todos los instrumentos de las Naciones Unidas citados en este tex- 27. R. Alexy, «Legal argumentation as rational discourse», Rivista Internazionale di
to es la publicación Recopilación de instrumentos internacionales. Naciones Unidas, Filosofía del Diritto, IV serie, LXX, 1993. Véase G. Zaccaria, L'arte dell'interpreta-
Nueva York y Ginebra, 1994 (ST/HR/1/Rev.S). zione. Saggi sull'ermeneutica giuridica contemporanea, CEDAM, Padua, 1990.
1 6 0 - - - - - - - - - - - - - - - - - - La justicia deconstruida Tiempo de pena, tiempo de vida _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 161

Los círculos hermenéuticos de estas penas miento, a medidas de protección que su condición de menor requiere,
tanto por parte de su familia como de la sociedad y del Estado».
Primer círculo: de la precomprensión a la comprensión Difícil resulta interpretar que «las medidas especiales de protec-
ción y asistencia» o que la educación que «debe orientarse al pleno
Por ejemplo, en el primer círculo, se configura la relación entre la desarrollo de la personalidad humana y del sentido de su dignidad»
precomprensión y el texto. Por precomprensión se entiende la expec- tengan lugar en instituciones carcelarias. Verdaderamente difícil re-
tativa con respecto a lo que se considera la correcta solución de un sulta concebir que los redactores de estas normas hayan pensado en
problema jurídico. Difícilmente en nuestra sociedad no causará asom- concretar estas aspiraciones enviando a los destinatarios a prisión.
bro el hecho de que haya menores condenados a prisión perpetua. Al contrario, todas estas normas generales crean una expectativa que
Cabe decir que «no se espera» que al amparo del orden jurídico y en no coincide en absoluto con la prisión perpetua de un menor. Si tal
virtud de sus normas se condene a menores a penas que incluso se vez no hay una precomprensión clara de lo que hará un juez frente a
consideran excesivas aplicadas a adultos. un menor que ha cometido un delito, hay una precomprensión bas-
Precisamente en la cultura que se suele denominar «cultura de tante segura de lo que no hará. Porque todas esas normas reafirman
los derechos humanos» hay una actitud de protección y atención es- una necesidad que es propia del menor, subrayan una condición espe-
pecial al menor. Así lo demuestran los instrumentos internacionales cial del menor.
que consagran la protección de los derechos humanos. · En la Resolución de la Asamblea General de las Naciones Uni-
En estos instrumentos figuran normas que, anticipando el ins- das que precede a las Reglas mínimas de las Naciones Unidas para la
trumento especialmente dedicado a los menores, la Convención sobre Administración de la Justicia de Menores (Reglas de Beijing), de
los Derechos del Niño, establecen claramente la necesidad de brin- 1985, se reconoce que «la juventud, por constituir una etapa inicial del
darles protección. desarrollo humano, requiere particular atención y asistencia para su de-
Por ejemplo, en la Declaración Universal de Derechos Humanos, sarrollo físico, mental y social, y necesita protección jurídica en con-
en el artículo 25, se hace referencia a la necesidad de cuidados espe- diciones de paz, libertad, dignidad y seguridad». 28 Esa particular aten-
ciales de la infancia, y en el artículo 26 se reconoce el derecho a la ción y asistencia y esa protección jurídica que requiere la juventud han
educación y se estipula que ésta «tendrá por objeto el pleno desarrollo de brindarse en las condiciones indicadas. Difícil resulta interpretar
de la personalidad humana», con lo que se hace una referencia implí- que esas condiciones se den en la cárcel.
cita a los menores o jóvenes. En el Pacto Internacional de Derechos Por otra parte, es esa situación especial del menor que está atra-
Económicos, Sociales y Culturales, encontramos, en el artículo 10, pá- vesando esa «etapa inicial» de su desarrollo lo que induce a precom-
rrafo 3, una referencia expresa a los niños y adolescentes: «Se deben prender en un sentido negativo la posibilidad de una condena a una
adoptar medidas especiales de protección y asistencia a favor de todos larga pena de privación de la libertad a un menor. El hecho de que se
los niños y adolescentes, sin discriminación alguna por razón de filia- hayan establecido normas especialmente consagradas a los menores
ción o cualquier otra condición». En el artículo 13 se encuentra nueva- e_n los instrumentos sobre derechos humanos revela la percepción de
mente la referencia implícita a los menores o jóvenes a través del re- una insuficiencia de las normas generales en la materia, ya antes de la
conocimiento del derecho de toda persona a la educación y se repite elaboración de la Convención sobre los Derechos del Niño. Es decir
«que la educación debe orientarse hacia el pleno desarrollo de la per- que cuando se trata de menores o jóvenes parece insuficiente referir-
sonalidad humana y del sentido de su dignidad». El artículo 24 está de- se únicamente a los derechos humanos.
dicado totalmente a los menores. El párrafo 1 dice: «Todo niño tiene
derecho, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo,
28. Resolución 40/33 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, 29 de no-
idioma, religión, origen nacional o social, posición económica o nací- viembre de 1985.
Tiempo de pena, tiempo de vida - - - - - - - - - - - - - - - 163

Si bien los derechos humanos son los derechos que se reconocen Para los países miembros de las Naciones Unidas existen varios
a todo ser humano por el mero hecho de serlo, sin exigir ninguna con~ instrumentos internacionales aplicables que configuran un verdadero
dición especial ni establecer ninguna diferenciación particular, el re- sistema de justicia de menores y que forman parte del ordenamiento
conocimiento de que el ser humano pasa por distintas etapas de desa- de esos países en la medida en que los hayan incorporado a sus res-
rrollo conlleva la exigencia de considerar las necesidades especiales pectivas legislaciones. No obstante, hay que tener en cuenta que las
de esas etapas. Además, se debe reconocer especialmente el derecho de normas internacionales son el fruto de prolongados debates y nego-
superar las etapas iniciales de ese desarrollo. Los derechos que hemos ciaciones que involucran a diversos sistemas jurídicos, con distintos
de reconocer a un joven o un niño son los derechos que constituyen la niveles de desarrollo y objetivos en materia de política criminal. Es
condición misma de posibilidad de los derechos que solemos calificar inevitable que estén formuladas con cierta latitud y flexibilidad, que
de derechos humanos. les permite reflejar la diversidad de la que provienen y su aspiración
Es ilusorio reconocer derechos humanos a quien no esté en con- a una validez universal. Pero estas características exponen también a
diciones de ejercerlos, de hacerlos valer. Si no dejamos que ese ser estas normas a varias interpretaciones.
humano se desarrolle plenamente, de modo que pueda ejercer sus de- Por ejemplo, el artículo 37 de la Convención sobre los Derechos
rechos, estamos impidiendo la existencia misma del titular de los del Niño, en el apartado a), dice: «No se impondrá la pena capital ni
derechos humanos. Por consiguiente, antes de ser titular de los dere- la de prisión perpetua sin posibilidad de excarcelación por delitos co-
chos humanos propiamente dichos, el ser humano en desarrollo es ti- metidos por menores de 18 años de edad», y en el b): «La detención,
tular de derechos que le garantizan la posibilidad misma de desarro- el encarcelamiento o la prisión de un niño se llevará a cabo de con-
llarse. Como si hubiese un estrato de derechos fundamentales con formidad con la ley y se utilizará tan solo como medida de último
respecto a los derechos humanos. Si los derechos humanos son dere- recurso y durante el tiempo más breve que proceda». Si bien podría
chos fundamentales con respecto a todos los demás derechos, los de- interpretarse (y, de hecho, se ha interpretado) esta disposición atribu-
rechos de los menores y jóvenes son fundamentales con respecto a yendo un peso decisivo a la cláusula «sin posibilidad de excarcela-
los derechos humanos. Es esa percepción del carácter prioritario, an- ción», es decir, deduciendo a contrario sensu la posibilidad de impo-
terior, fundamental de los derechos humanos de los menores en rela- ner la pena de prisión perpetua a los menores de edad cuando exista
ción con los derechos humanos de los adultos lo que induce-a pre- la posibilidad de excarcelación, para hacer esa interpretación sería
comprender que un juez no condenará a prisión perpetua a un menor necesario no tener en cuenta que en el apartado siguiente se habla del
o joven. «período más breve que proceda».
Además en ese mismo apartado se enuncia ya el principio que se
reitera en todos los instrumentos dedicados a esta materia: la utiliza-
Segundo círculo: las partes y el todo, el todo y las partes ción de la prisión como medida de último recurso.
En la Regla 17 de las Reglas de Beijing, el intérprete aparente-
El segundo círculo se refiere a la relación entre las partes y el todo y mente también tendría cierta libertad y podría atribuir más importan-
obedece al principio de coherencia. Se trata de una coherencia que va cia al apartado b): «Las restricciones a la libertad personal del menor
más allá de una coherencia lógico-formal, consiste también y sobre se impondrán sólo tras cuidadoso estudio y se reducirán al mínimo
todo en una coherencia de contenido. Es preciso examinar si en el or- posible», o al e): «Sólo se impondrá la privación de libertad personal
denamiento al que pertenece la sentencia no hay otras normas que im- en el caso de que el menor sea condenado por un acto grave en el que
pidan a un juez aplicar la pena perpetua a un menor o joven. Si exis- concurra violencia contra otra persona o por la reincidencia en come-
ten esas normas, la sentencia estará en conflicto con ellas y resultará ter otros delitos graves, y siempre que no haya otra respuesta adecua-
afectada la coherencia de ese ordenamiento. da», que parece dejar abierta la posibilidad de no encontrar otra res-
1 6 4 - - - - - - - - - - - - - - - - - - La justicia deconstruida Tiempo de pena, tiempo de vida _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 165

puesta adecuada. O bien, podría guiarse principalmente por el aparta- pi o general del «último recurso»: «l .... El encarcelamiento deberá
do d): «En el examen de los casos se considerará primordial el bien- usarse como último recurso. 2. La privación de libertad de un menor
estar del menor». Sin embargo, el intérprete podría (y debería) disipar deberá decidirse como último recurso y por el período mínimo nece-
toda duda recurriendo a otra Regla, la 19, cuyo título mismo «Carác- sario y limitarse a casos excepcionales», aportan al intérprete una
ter excepcional del confinamiento en establecimientos penitencia- orientación útil para la interpretación de las disposiciones del sistema
rios» fija un criterio claro, y cuya parte dispositiva: «El confinamien- de justicia de menores de las Naciones Unidas, dado que se remiten
to de menores en establecimientos penitenciarios se utilizará en todo también aJas Reglas de Beijing. En primer lugar, aclaran que su ob-
momento como último recurso y por el más breve plazo posible» rei- jeto es «establecer normas mínimas aceptadas por las Naciones Uni-
tera la pauta con respecto a la duración y vuelve a repetir el principio das para la protección de los menores privados de libertad en todas
básico del «último recurso». Por supuesto, también puede quedar sus formas», es decir, un nivel de normas por debajo del cual no es
abierta la interpretación de cuál será el «más breve plazo posible». No admisible ir; todo lo que pueda suponer un adelanto, un mejoramien-
obstante, si nos atenemos a las normas de interpretación que contiene to, es aceptable; al contrario, todo lo que disminuya ese nivel, es de-
la Convención de Viena29 (artículo 31: «Un tratado deberá interpre- cir, agrave la situación del menor, es inaceptable. En segundo lugar,
tarse de buena fe conforme al sentido corriente que haya de atribuir- se inscriben en el marco más general de protección de los derechos
se a los términos del tratado en el contexto de éstos y teniendo en humanos al agregar que estas normas mínimas que establecen son
cuenta su objeto y fin»), buscaremos cuál es el objeto y el fin del ins- «compatibles con los derechos humanos y las libertades fundamenta-
trumento que estamos analizando y observaremos que está enunciado les». Y en tercer lugar, enuncian el objetivo de «contrarrestar los
en la Regla 5, titulada «Objetivos de la justicia de menores» y que es- efectos perjudiciales de todo tipo de detención y fomentar la integra-
tablece: ción en la sociedad».

El sistema de justicia de menores hará hincapié en el bienestar de éstos


y garantizará que cualquier respuesta a los menores delincuentes será De todo ello se deduce que si bien el intérprete cumple una función
en todo momento proporcionada a las circunstancias del delincuente Y decisiva en la configuración de la norma, no puede interpretarla arbi-
del delito. trariamente. Así como hay una cultura que inducy a una cierta pre-
comprensión de la sentencia, también hay una comunidad interpreta-
Por supuesto, también esta norma puede dar lugar a interpretaciones tiva que vincula a quienes pertenecen a una misma cultura y tradición
punitivas (si el intérprete las desea) desde el momento en que se po- jurídica. Se trata entonces de un tercer nivel de coherencia, la cohe-
dría leer «proporcionadas a las circunstancias del ... delito», pasando rencia en la interpretación. 30 Tampoco en el contexto de interpreta-
por alto que antes menciona las del delincuente, y una de las circuns- ciones posibles en los ordenamientos jurídicos que han incorporado
tancias del delincuente es sin duda en este caso su minoría de edad. los instrumentos internacionales en materia de derechos humanos se-
Sin embargo, difícilmente se podría interpretar que «hacer hincapié ría admisible una interpretación de dichos instrumentos que diera
en el bienestar del menor delincuente» significa condenarlo a prisión como resultado una condena a prisión perpetua a un menor de edad.
perpetua.
También las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección
de los Menores Privados de Libertad (1990), que reafirman el princí-

30. E. Pariotti, «La comunita interpretativa nell'applicazione del diritto», en Recta


29. Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, Naciones Unidas, docu· Ratio, G. Giapicchelli, Turín, Padua 2000, especialmente el capítulo II: «Comunita e
mento A/CONF.l44/Inf.2. tradizione nel diritto», pp. 26 y ss.
166 - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Tiempo de pena, tiempo de vida - - - - - - - - - - - - - - - 167

Tercer círculo: la norma y su aplicación ciones totales considerablemente agravados, porque el deterioro insti-
tucional es mucho mayor en un sujeto en edad evolutiva que en un
En el tercer círculo, que representa la relación entre la norma y los adulto. La prisionización de niños y adolescentes, llevada a cabo con el
hechos, se parte del reconocimiento de que la norma abstracta revela nombre que sea, provoca deterioros irreversibles, pues no tiene un
una estructura necesariamente incompleta, que sólo puede comple- efecto regresivo, como en el adulto, sino directamente impeditivo de la
evolución más o menos común de la persona. 32
tarse en el procedimiento hermenéutico de «aplicación» de la norma
jurídica en el contexto de la decisión del caso práctico. Incluso para
atribuir un significado a la norma habría que observar en qué se tra-
duce esa norma cuando se la aplica en la realidad concreta. Para de-
De todas las interpretaciones la peor
finir la pena de privación de la libertad, la pena de prisión, habría
que investigar todo lo que supone la pena de prisión traducida a la
De la lectura de algunas sentencias 33 que condenan a menores de edad
realidad concreta. Si descubrimos que supone, dadas las condiciones
a prisión perpetua surge la pregunta sobre lo que puede inducir a los
concretas de su ejecución, la constante exposición del condenado a
jueces a pasar por alto normas y principios muy claros que permiten
la violación de sus derechos más elementales, podríamos equiparar la
dar a los instrumentos internacionales una interpretación que no esta-
condena a la pena de prisión a una condena a la exposición a la viola-
ría reñi.~a con ninguna otra disposición, que los ampararía de cualquier
ción de los derechos humanos. 31 Si a esas consideraciones sumamos
acusacwn de no haber cumplido las normas consagradas por la Cons-
todas las reflexiones que hemos hecho sobre la aplicación de esa pena
titución, etc.
a un menor, una sentencia que condene a un niño o a un joven a pri-
sión perpetua no solamente significará condenarlo a una exposición .. E~ el contexto de la hermenéutica, con respecto a los menores,
m s1qmera se encontraría el juez ante la disyuntiva que Ricoeur llama
perpetua a la violación de sus derechos humanos, sino que constitui-
la «tragedia de la acción». 34 No hay conflicto entre el respeto a las
rá directamente una condena a la violación de esos derechos previos
normas. universales y el respeto a la singularidad de la persona. Al
a los derechos humanos, que son condición de posibilidad de los de-
contrano, todo en las normas universales nos prescribe el respeto a
rechos humanos. Es decir, si nos referimos a los derechos humanos en
esa singularidad.
general, se trataría de una condena a una situación en la que la viola-
La sentencia estaría en contradicción con la cultura jurídica en
ción de los derechos es lo más probable. En cambio, si nos referimos
la que existe el ordenamiento en cuyo marco se dicta, defraudando to-
a aquellos derechos del menor que habíamos considerado previos, an-
das las expectativas a su respecto. Estaría en contradicción con el or-
teriores, fundamentales con respecto a los derechos humanos, condi-
~enamie.nto mismo, en la medida en que éste incorpora la legislación
ción de posibilidad de los derechos humanos, ya no se trataría de una
mternacwnal sobre derechos humanos en general y las disposiciones
condena a una «situación de riesgo» en cuanto a los derecho~ humanos,
sobre derechos humanos propios del menor. Estaría en conflicto con
sino de una condena que supone la violación del derecho del menor al
los instrumentos que configuran el sistema internacional de la justicia
«pleno desarrollo de la personalidad humana» (art. 26 de la Declara-
de menores. Incluso estaría reñida con la interpretación de esas nor-
ción Universal de Derechos Humanos).
mas conforme a los principios generales que fijan claras pautas inter-
Las medidas impuestas a adolescentes y a niños, cuando configuran pretativas, así como con las posibles interpretaciones admisibles en el
institucionalizaciones, tienen los efectos deterioran tes de las institu-
32. R. Zaffaroni, op. cit., p. 178.
31. Me permito remitir a mi texto «Derecho penal y derechos humanos. Los círcu- 3~. Sentencias de reclusión perpetua y prisión perpetua a personas menores de 18
los hermenéuticos de la pena», en El tiempo como pena, Campomanes, Buenos Aires, anos de e1ad en la República Argentina (1997-2003), UNICEF, Buenos Aires, 2003.
2001. 34. P. Rtcoeur, Le Juste, Esprit, París, 1995, p. 220.
168 - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Tiempo de pena, tiempo de vida - - - - - - - - - - - - - - - 169

marco de la comunidad interpretativa en la que se inscribe el ordena- Pero más grave aún es la señal de alarma jurídica, desde el mo-
miento. Y, finalmente, significaría en su aplicación práctica una con- mento en que esa sociedad no encuentra en sus instituciones ningún fre-
dena a la exposición perpetua a la violación de los derechos humanos no a sus tendencias destructoras. Al contrario, el juez, en lugar de actuar
y una condena a la violación concreta de los derechos que son condi- como el tercero que reflexiona, apacigua y dirime, se convierte en una
ción de posibilidad de los derechos humanos. poderosa arma de esa guerra que la sociedad libra contra sí misma.
Cabe entonces preguntarse: ¿qué puede inducir a un juez a olvi- Sin embargo, el drama no concluye con la condena ...
dar que la cláusula de la prisión como «último recurso» se reitera en Ricoeur nos recuerda que la sentencia tiene dos caras: por un
diversos instrumentos internacionales? ¿Qué es lo que lo lleva a ha- lado, pone fin a un proceso, por otro, da comienzo a un nuevo proce-
cer caso omiso de todas las normas que fomentan la reintegración en so, la ejecución de la pena; comienza entonces una nueva historia. 35
la comunidad (lo que se contradice con la imposición de penas per- Para el menor condenado, esa nueva historia que comienza es
petuas o de duración tan larga que hagan ilusorio hablar de reintegra- toda su historia.
ción)?
¿Qué puede inducir a un juez a dictar una sentencia que lo ex-
pone a todas esas críticas? Parece bastante evidente que no hay fun-
damentos racionales que lo apoyen. No hay normas que puedan am-
pararlo. Desde el punto de vista hermenéutico, la interpretación no
puede desvincularse hasta tal punto del contexto, de la cultura inter-
pretativa propia de la época, del sistema normativo internacional ni
del entorno jurídico en el que se da.
Para contrarrestar todas las motivaciones que inducen a no dic-
tar una condena de esa gravedad debe haber otras, muy intensas que
lo induzcan a hacerlo. La expresión «muy intensas» tiene una conno-
tación emotiva, no racional. Un argumento puede ser más o menos ra-
zonable, más o menos fundado, en cambio nada parece oponerse a que
se califique una emoción o un estado emotivo de «intenso».
Es evidente que nos estamos moviendo en otro terreno. Que es
inútil esgrimir argumentos normativos e interpretativos, racionales Y
razonables, porque nuestro interlocutor (el juez al que hipotética-
mente le preguntamos por qué ha dictado esa sentencia) no nos habla
en el mismo universo de discurso. Su fuente de motivación no han
sido las normas jurídicas, interpretadas en el contexto de otras nor-
mas jurídicas, tanto nacionales como internacionales.
Su fuente de motivación ha sido la expresión pública de emo-
ciones y pasiones. La imposición de largas penas de prisión a meno-
res es una señal de alarma social grave. La señal de una sociedad que
teme a sus propios jóvenes, que los excluye y los cancela. Y una so-
ciedad que cancela a sus jóvenes es una sociedad que se aniquila a sí
misma. 35. !bid.' p. 263.
8.
Olvidando los delitos y las penas

Introducción

Una de las formas de recordar a alguien es leer sus escritos, lo que en


realidad es una forma de revividos, de darles vida en nuestro pensa-
miento. En toda lectura hay una elección previa a la lectura misma.
Escogemos unos textos y no otros en busca del pensamiento del autor
que sentimos más cercano, más afín. En este caso, en que nos halla-
mos ante un pensamiento muy variado y rico, los textos abren mu-
chos caminos. He optado, y de esa opción personal es expresión el
presente artículo, por aquel camino que me permitiría entretejer un
diálogo entre Alessandro Baratta y otros autores, intentando señalar
coincidencias que pusieran de manifiesto la dimensión filosófica del
pensamiento de Baratta sobre el derecho penal. Pero también me he
propuesto formular una interpretación (mi interpretación) de la cri-
minología crítica de Baratta, que articulara varias de sus propuestas
en un enfoque hermenéutico del mundo penal.
Una de las preocupaciones de Baratta ha sido poner en relación
el discurso penal con la filosofía del derecho. Y creo que de la con-
ciencia de esta relación derivan muchas de sus consideraciones sobre
el tema penal.
«El derecho penal es una filosofía.» Con esta frase de Bettiol
comienza su artículo «Filosofía y derecho penal». En ese texto Barat-
ta recuerda:

Los primeros impulsos fundamentales a los cuales se debe la forma-


ción de la tradición del derecho' penal, tal como ésta se consolidó en la
172 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Olvidando los delitos y las penas - - - - - - - - - - - - - - - 173

escuela clásica sobre todo a través de la obra de Carrara, provinieron entre aspectos «jurídicos» y «metajurídicos» de la ciencia del derecho
de filósofos corno Beccaria, Filangieri y Rornagnosi, o bien de juristas penal. Indica que de este «divorcio» en realidad fue más culpable la
que partían de un riguroso planteamiento filosófico. 1 filosofía, que no supo dar mucho a la ciencia del derecho penal, pero
también atribuye parte de culpa a la ciencia, que no supo preguntar
Señala que en las etapas fundamentales del pensamiento penal italia- mucho a la filosofía, con la ilusión de resolver por sí sola, o mejor di-
no, a partir de la Ilustración, se observa un profundo vínculo entre la cho de anular, las cuestiones filosóficas que la teoría del delito y de la
elaboración científica y la reflexión filosófica (desde Beccaria hasta pena planteaba.
la escuela positiva). La moderna ciencia del derecho penal nace como Convendría reflexionar sobre esta atribución de las respectivas
filosofía. En realidad la historia del pensamiento penal puede descri- culpas. Si bien Baratta se refiere a una crisis que tuvo lugar durante el
birse como un proceso que va desde una filosofía del derecho penal ha- primer decenio del siglo xx (concretamente la filosofía a la que se re-
cia una fundamentación filosófica de la ciencia del derecho penal. fiere es el idealismo gentileano, recogido en el derecho penal a través
Este proceso se expresa en el tránsito de una concepción filosófica de la obra de U go Spirito), la «culpabilización» de la filosofía en ge-
hacia una concepción jurídica, pero fundada filosóficamente, del de- neral y de la filosofía del derecho en particular por su desinterés fren-
lito, la responsabilidad penal, la pena. te a los problemas que plantea el sistema penal encuentra fundamen-
tos concretos durante el resto de ese siglo y comienzos del actual. Esa
Lo que es interesante notar es que dos diversas visiones del mundo, dos
indiferencia de la filosofía del derecho respecto a los problemas pe-
enfoques filosóficos diversos del derecho penal condujeron, cada uno
nales refleja la indiferencia de la filosofía frente al mal y al sufrimien-
de ellos en forma coherente con las premisas adoptadas, a consecuen-
to.4 En ambos casos, filosofía y filosofía del derecho, fue el temor a
cias diversas en relación con el sistema dogmático de la ciencia penaU
dejarse contaminar por los sentimientos y emociones que estos temas
entrañan y el temor a una presunta pérdida del rigor que exige el pen-
Baratta hace notar la imposibilidad lógica de que se encontraran la
samiento, lo que ha enmudecido a la filosofía frente a esos temas. Y
escuela clásica, que procedía deductivamente de un universal, que es
es esa misma pretensión de rigor científico lo que ha llevado a la doc-
el delito, como ente jurídico, y la escuela positiva, que procedía in-
trina penal a separarse de la filosofía, pero también de todo lo que
ductivamente del ente individual que es el sujeto. No sólo existía una
consideraba «metajurídico».
gran distancia entre las dos visiones del mundo en cuyas premisas se
basaban, sino que ambas visiones se excluían recíprocamente. 3 Por
una parte, el racionalismo naturalista, por otra, el naturalismo empí-
rico expresaban una alternativa filosófica respecto de la acción hu-
mana y, por consiguiente, del comportamiento delictivo, que se tra-
Lenguaje
ducía en la alternativa entre indeterminismo y determinismo.
Señala Baratta en la utilización del término «jurídico» una «funda-
Recuerda Baratta el divorcio entre la filosofía y la ciencia del de-
mental aporía». Se pregunta: «¿cómo puede servir para algo sin que
recho penal, provocado por la misma imposibilidad de concluir el
debate interminable entre las escuelas, y la consiguiente separación
4. En ese sentido L. Pareyson observa que cuando la humanidad estaba saliendo del
l. A. Baratta, «Filosofía e Diritto penale. Note su alcuni aspetti dello sviluppo de~ abismo del mal y del sufrimiento en que se había precipitado durante la segunda gue-
pensiero penalistico in Italia da Beccaria ai nos tri giorni», Rivista Internazionale dt n-a mundial, en la que se había tocado lo que califica de punto culminante de la mal-
Filosofía del Diritto, núm. 49, 1, Giuffre, Milán, 1972, p. 29. dad, precisamente en ese momento tuvieron gran éxito filosofías empeñadas en pro-
2. !bid.' p. 39. blemas técnicos de extrema abstracción y sutileza, como el positivismo lógico y la
3. M. Heidegger, «La época de la imagen del mundo», en Caminos de bosque, filosofía analítica, formas de pensamiento insensibles a la problemática del mal y del
Alianza, Madrid, 2001, pp. 63 y ss. sufrimiento. Ontología della liberta, Einaudi, Turín, 1995, p. 156.
174 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - La justicia decon~;truidá' olvidando los delitos y las penas - - - - - - - - - - - - - - - 17 5

previamente se haya aclarado críticamente y, por lo tanto, filosófica~ produce dolor, para evitarlo. La naturaleza no les ha dado más. Sólo los
mente su significado?». 5 Es decir, considera que no basta la aclara~ seres humanos poseen, además, el lagos que los capacita para infor-
ción del significado de un término para poder utilizarlo, sino que esa marse mutuamente sobre lo que es útil y lo que es dañino, y también lo
aclaración ha de manifestar una actitud crítica. que es justo y lo que es injusto .9
Podríamos decir que en esta frase expresa dos premisas en las
que se apoya su reflexión: la importancia que asigna al análisis del Es el pensamiento expresado en el lenguaje el que nos indica lo que
uso del lenguaje y la adopción de una actitud crítica. debemos y no debemos hacer. «La palabra lagos no significa sólo
El reconocimiento de la importancia que asigna al lenguaje se pensamiento y lenguaje, sino también concepto y ley.» 10 El análisis
observa en la definición misma que da de la «criminología crítica» del discurso jurídico penal que propone Baratta con el «paradigma de
y en los propios términos utilizados en dicha definición: la definición» 11 también trasciende el sentido corriente de «lenguaje»
y se sitúa en el contexto de todo lo que denota la palabra lagos. Las
La etiqueta «criminología crítica» se refiere a un campo muy vasto y no categorías configuradas en las definiciones son categorías normati-
homogéneo de discursos que, en el campo del pensamiento criminoló- vas. Definen en la medida en que rigen. Pero para regir, definen. Re-
gico y sociológico jurídico contemporáneo, tienen en común una carac- flejan una determinada forma de pensar el mundo, pero también re-
terística que los distingue de la criminología «tradicional»: la nueva for- crean el mundo que piensan y definen.
ma de definir el objeto y los términos mismos de la cuestión crimina1.6 Baratta adopta como punto de partida de una reflexión crítica
sobre el sistema penal una reflexión crítica sobre el discurso penal.
Es decir, es por la nueva forma de «definir» que se caracteriza este Cuando decimos una reflexión «crítica» sobre el discurso, queremos
pensamiento, que refleja una verdadera revolución copernicana en decir una toma de conciencia de la presencia e influencia del discur-
el pensamiento penal. En ese sentido, G. Vattimo, recordando a Nietzs- so. Porque, como señala Gadamer, corresponde al lenguaje «un auto-
che, dice que en el contexto de su pensamiento la transformación re- olvido esencial». Y: «Cuanto más vivo es un acto lingüístico es me-
volucionaria de las relaciones sociales sólo puede ser eficaz si las es- nos consciente de sí mismo» .12 Por ello, la reflexión sobre el discurso
tructuras de dominio son demolidas allí donde tienen sus raíces más penal no es una reflexión cuya necesidad se plantee naturalmente
resistentes, en la «gramática», es decir, en el corazón mismo de las como un primer paso de un método de interpretación. Ha de ser in-
categorías que ordenan nuestra experiencia elemental del mundo? troducida mediante una decisión deliberada como condición prelimi-
Todo lo humano debemos hacerlo pasar por ellenguaje. 8 nar, porque normalmente se parte del lenguaje sin tomar conciencia
Gadamer recuerda la definición clásica propuesta por Aristóte- de él. Ahora bien:
les: el hombre es un ser vivo dotado de lagos, que se ha mantenido
bajo la fórmula: «El hombre es un animal racional». Es decir, el hom- El pensamiento sobre el lenguaje queda siempre involucrado en el len-
bre es el animal capaz de pensar. Gadamer recuerda a Aristóteles: guaje mismo. Sólo podemos pensar dentro del lenguaje, y esta inser-
ción de nuestro pensamiento en el lenguaje es el enigma más profundo
.. .los animales tienen la posibilidad de entenderse entre sí mostrándo- que el lenguaje propone al pensamiento .13
se recíprocamente lo que les causa placer, para buscarlo, y lo que les

5. A. Baratta, op. cit. en la nota 1, p. 30. 9. lbid., p. 145.


6. A. Baratta. Criminología crítica y crítica del derecho penal, Siglo XXI, México, 10. !bid., p. 147.
2001, p. 223. 11. A. Baratta, op. cit. en la nota 6, cap. VII, pp. 83 y ss.
7. G. Vattimo, Le avventure della differenza, Garzanti, Milán, 1988, p. 6. 12. H. G. Gadamer, op. cit., pp. 149-150.
8. H. G. Gadamer. Verdad y método, Sígueme, Salamanca, 1998, vol. 11, p. 152. 13. !bid. '
176 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - La justicia deconstruida Olvidando los delitos y las penas _______________________ 177

No obstante, si no podemos pensar fuera del lenguaje, podemos pen- derecho penal. 16 Es nuestra lectura de los comportamientos lo que los
sar dentro del lenguaje común los lenguajes que corresponden a los «hace» o no «desviados». Es nuestra interpretación la que decide.
distintos saberes. Es decir, podemos pensar, sin renunciar al lengua-
je, lo que haría imposible nuestro pensamiento, los lenguajes espe-
cializados desde un punto de vista externo a esos lenguajes. Uno de
esos lenguajes es el discurso jurídico. Baratta propone un análisis del Hermenéutica
lenguaje que emplea el discurso jurídico. Su punto de partida no son
los problemas a los que pretende responder y que plantea el sistema Encontramos en Baratta una coincidencia con la filosofía hermenéu-
penal, sino el discurso mismo en el que se expresan esos problemas. tica del derecho, cuando se pregunta por la relación entre la norma y
Es una verdadera reflexión filosófica porque no da por supuesto nada. la situación concreta. En ese sentido, recordamos que «(e)l punto de
Ni siquiera la existencia de los problemas. No hay problemas, sino partida del modelo hermenéutico está constituido por la relación en-
definiciones de problemas. O situaciones que son definidas como tre norma y caso vital, entendida como la recíproca y progresiva
problemas. Por eso cuestiona la perspectiva de la criminología tradi- puesta en correspondencia . . . de los dos elementos, norma y caso,
cional que intenta investigar las causas de fenómenos que no serían que originariamente pertenecen a los dos planos diversos, del deber
objeto de su investigación si la propia criminología no los hubiese ser y del ser» .17 Baratta describe esta «progresiva puesta en corres-
definido como merecedores de su atención. «Una investigación de pondencia» cuando dice:
las causas no es procedente respecto de objetos definidos por nor-
mas, convenciones o evaluaciones sociales e institucionales.» 14 Dice Cada enunciado prescriptivo deja al intérprete un campo más o menos
que si se aplica a objetos de ese tipo un conocimiento causal-natu- amplio de incertidumbre respecto de su significado. Este campo se col-
ralista (propio de la ciencia, cabe agregar) se produce una «reifica- ma a través de procedimientos interpretativos y de los varios tipos de
ción» de los resultados de las definiciones. Es decir, olvidamos las discurso sobre el significado de las normas, en los cuales esos procedi-
mientos se pueden reagrupar. 18
definiciones como verdaderas «causas» de la presencia de los objetos
en nuestro pensamiento, y damos a éstos una existencia independien-
te. Afirma: 16. A. Baratta, «Funciones instrumentales y simbólicas del derecho penal: una dis-
cusión en la perspectiva de la criminología crítica», Pena y Estado, núm. 1, 1991,
La «criminalidad», «los criminales» son sin duda alguna objetos de p. 42, publicado también en la Revista Brasileira de Ciencias Criminais, año 2, núm. 5,
este tipo: resultan impensables sin la intervención de procesos institu- Sao Paulo, 1994, p. 5.
17. F. Viola, G. Zaccaria, Diritto e interpretazione, Lineamenti di teoría ermeneuti-
cionales y sociales de definición, sin la aplicación de la ley penal por ca del diritto, Laterza, Roma-Bari, 1999, p. 186. Para una perspectiva hermenéutica de
parte de instancias oficiales ... 15 la filosofía del derecho, véase también: G. Zaccaria, L'arte dell'interpretazione-Saggi
sull'ermeneutica giuridica contemporanea, Cedam, Padua, 1990; G. Zaccaria, Ques-
tioni d 'interpretazione, Cedam, Padua, 1996; Ermeneutica e filosofía analitica, due
En el marco de esos procesos de definición, denuncia la formación de . concezione del diritto a confronto, a cargo de Mario Jori, G. Giappichelli, Turín,
un verdadero círculo vicioso: se define el derecho penal como un ins- 1994; A. Osuna Fernández Largo, Hermenéutica jurídica: En torno a la hermenéuti-
trumento que tutela los intereses vitales y fundamentales de las per- ca jurídica de Hans-Georg Gadamer, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1992,
p. 101; Il problema dellafedelta ermeneutica, a cargo de V. Mathieu y L. Paoletti, Ar-
sonas y de la sociedad pero, al mismo tiempo, se definen como vita- mando, Roma, 1996; Diritto giustizia e interpretazione, Annuario Filosofico
les y fundamentales los intereses que son tomados en cuenta por el Europeo, a cargo de Jacques Derrida e Gianni Vattimo, Laterza, Bari, 1998; Paul Ri-
coeur Le Juste (1995) y Le Juste 2 (2001), ambos en Esprit, París.
18. A. Baratta. «A proposito di "essere" e "dover essere" nella scienza giuridica.
Osservazione sul carattere prescrittivo e sulla controllabilita dei discorsi dei giuris-
14. A. Baratta, op. cit. en la nota 6, p. 224. ti», Rivista Internazionale di Filosofía del Diritto, núm. 44,3 (Giuffré, Milán), 1967,
15. !bid. p. 485. En este texto hace una clasificación de las normas jurídicas en normas objeto
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Y explica que hablar del significado de una norma «es hablar en tér- tos asimilados a la clase, se comprenderá que este continuo proceso de
minos abstractos, porque el significado de un enunciado, al margen asimilación de los hechos concretos a modelos abstractos se traduce
del pensamiento de su autor y de sus intérpretes, es una abstracción. continuamente en una modificación del significado de la norma.
De hecho, fuera del proceso concreto de la comunicación (en el que se En ese sentido la relación no tiene sólo una dirección sino dos di-
coloca el nivel pragmático del discurso) los enunciados no tienen este recciones: norma-caso concreto, caso concreto-norma. La norma,
o aquel significado determinado, sino una posibilidad de significar» .19 cuyo sentido incompleto se completa cuando se la pone en relación con
Se podría trazar un paralelo entre esta «posibilidad de signifi-. el caso concreto, también atribuye sentido a los elementos del caso
car>> y lo que G. Zaccaria llama «carga de potencialidad» del fenó- concreto. En realidad no hay caso concreto sin norma que lo defina.
meno jurídico. «La hermenéutica jurídica centra su atención en el de~
recho, no como dato que se ha de interpretar, sino en el derecho que Desde el momento en que la norma no se presenta al margen del pro-
ha de descubrirse y re formularse en cada caso .» 20 Esta referencia a cedimiento concreto de interpretación, y que las circunstancias de he-
una interpretación que se formula en cada caso, especialmente esta cho pueden ser determinadas sólo con respecto a los enunciados jurídi-
cos, se establece un círculo hermenéutico entre comprensión de las
referencia a cada caso, supone la apertura a la posibilidad de signifi-
normas y comprensión de las circunstancias de hecho» .22
cados diversos. Se rompe así la dicotomía entre ser y deber ser, esta-
blecida precisamente para combatir la incertidumbre que conlleva la
Baratta se remite a Hassemer diciendo que la imagen más clara para
posibilidad, y se reconoce la influencia de la posibilidad en el signi-
describir la relación entre interpretación y aplicación es la de la espi-
ficado mismo de la norma. Es decir, la norma no tiene un significado
ral ascendente. Esta imagen -dice- refleja el elevarse y el precisar-
único sino varios significados posibles. Estos significados no obede-
se del significado de la norma, la cual «mientras atribuye connotacio-
cen al capricho del intérprete sino a la variabilidad y contingencia de
nes a los hechos que subsume, se enriquece de las connotaciones de
las situaciones de hecho a las que la norma se aplica.
estos hechos» .23
Es un principio básico de la hermenéutica jurídica el reconoci-
Sin embargo, desde una perspectiva hermenéutica, la aplica-
miento de que la norma abstracta tiene una estructura necesariamente
ción adquiere un sentido mucho más amplio que la mera relación
incompleta, que se completa en el proceso de decisión del caso al que
norma- caso concreto.
es aplicada. Baratta también señala que «cada aplicación se traduce en
Desde esa perspectiva, «toda comprensión es interpretación y
una más o menos sensible precisión o transformación del significado
toda interpretación es aplicación» .24 Y encontramos que Baratta dice
de la norma» .2 1 Dice que si admitimos que los casos concretos no son
también que «el nexo entre interpretación y aplicación es tan estrecho
nunca idénticos entre sí y que los elementos de una clase, en cuanto
que solamente una abstracción metodológica nos permite separar los
resultado de una abstracción, jamás son idénticos a los hechos concre-
dos procedimientos». 25 En efecto, cuando describe el proceso de defi-

y normas resultado. Las primeras serían los enunciados prescriptivos qúe son obje- 22. F. Viola, G. Zaccaria, op. cit. en la nota 17, p. 187.
to de los procedimientos de interpretación (que comprenden definiciones, clasifi- 23. A. Baratta, op. cit. en la nota 18, p. 501.
caciones, inducciones, etc.); las segundas son los enunciados resultantes del pro- 24. F. Viola, «Critica della ermeneutica alla filosofía italiana del diritto», en Erme-
cedimiento de interpretación. Explica que se trata de dos normas distintas pero neutica e filosofía analítica. Due concezioni del diritto a confronto. G. Giappichelli,
vinculadas hermenéuticamente, pp. 486 y ss. Turín, 1996, p. 102. Aclara que la aplicación no tiene lugar solamente cuando nos en-
19. !bid. contramos frente al caso concreto que se ha de regular, sino siempre que debemos
20. G. Zaccaria, Razón jurídica e interpretación, trabajos compilados por A. Mes- adaptar un discurso hecho a un discurso por hacer, es decir, cuando se deben superar
suti, Civitas Thompson, Madrid, 2004, p. 80 («Dimensioni dell'ermeneutica e inter- las diferencias de contexto. No adopta una posición de dominio, externa al lenguaje,
pretazione giuridica», en Il problema de/la fedelta hermeneutica, Armando, Roma porque el sentido y el significado pertenecen al lenguaje mismo. Hay que sustituir la
1998, p. 147). teoría de los niveles del lenguaje por la de los contextos de aplicación (pp. 103 y ss).
21. A. Baratta, op. cit. en la nota 18, p. 501. 25. A. Baratta, op. cit. en la nota 18, p. 501.
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nición y «etiquetamiento» (labelling) muestra un claro ejemplo de la También en otro texto formula una pregunta similar:
coincidencia entre interpretación y aplicación. La realidad queda con-
figurada según la aplicación a esa realidad de la interpretación-com- ¿Cómo es posible considerar como homogéneas formas de la crimina-
prensión. Y la aplicación a esa realidad de determinados conceptos lidad «tradicional», como por ejemplo las lesiones contra el patrimo-
presupone determinada interpretación-comprensión de esa realidad, nio, la integridad física y el honor de una persona, por una parte, y, por
que luego será objeto de interpretación de acuerdo con esos con- la otra, las fenomenologías de la «nueva criminalidad» propia de una
sociedad post-industrial, como los delitos ecológicos, la corrupción ad-
ceptos.
ministrativa, los riesgos tecnológicos, el tráfico de estupefacientes, la
El definir es comprender interpretando de determinada manera
inseguridad del transporte urbano o la transmisión del Sida?28
y aplicando determinados conceptos escogidos a la realidad que nos
interesa. El proceso de definición se desarrolla separando y reagru-
Y explica que su único denominador común es el de haber sido pre-
pando los fenómenos de la vida social según determinada interpreta-
vistas en un determinado momento histórico y en una sociedad deter-
ción. Fenómenos que en la vida social no se presentan agrupados ni
minada como objetos de intervención del sistema penal. Denomina
separados en modo alguno. O bien, que podrían ser agrupados y sepa-
esto «universalidad del fenómeno criminal», y dice que la «universa-
rados de otra forma si se aplicara otra interpretación. Baratta señala
lidad del contenido» de la criminalidad presupone la homogeneidad
que las situaciones administradas por el sistema de justicia penal cons-
de los valores y de los intereses ofendidos por la criminalidad. 29
tituyen un universo de eventos heterogéneos y con límites móviles:
No obstante, también se da un proceso de heterogeneización,
porque se han establecido definiciones «separando fragmentos de cla-
... el sistema penal puede ser interpretado sociológicamente como un
aglomerado arbitrario de objetos heterogéneos (comportamientos pu-
ses de fenómenos sociales homogéneos, reagrupables en función de la
nibles) que no tienen otro elemento en común más que el de estar suje- misma negatividad social, es decir del ataque a los mismos bienes o
tos a la respuesta punitiva. 26 intereses de importancia social» .30 Se trata de una «heterogeneiza-
ción» que es también reductora:
A pesar de lo cual, el sistema penal realiza una operación de «homo-
geneización» que le permite dar la misma respuesta a una serie de si- El sistema penal, utilizando las nociones de criminalidad y de pena
como puntos naturales de referencia, tiende a reducir en forma frag-
tuaciones distintas.
mentaria y artificial la identificación de las zonas de negatividad social
Y se pregunta: «¿Qué tienen en común, más allá del hecho de
y de necesidades individuales y comunitarias que pueden justificar o
estar sujetos a una respuesta punitiva, "delitos" tan diferentes entre sí postular una intervención institucional». 31
como, por ejemplo, el aborto, el funcionamiento ilegal de las institu-
ciones del Estado, la injuria entre particulares y la gran criminalidad Tal reducción supone un privilegiar algunos tipos de situaciones so-
organizada, los pequeños hurtos y las grandes infracciones ecológi- cialmente negativas dentro de una esfera homogénea y aplicarles la
cas, las calumnias y los atentados contra la salud en el trabajo indus- etiqueta de criminalidad.
trial?». «¿Cómo se puede aceptar la pretensión de un sistema, corno
lo es el penal, de responder con los mismos instrumentos y los mis-
mos procedimientos a conflictos de tan vasta heterogeneidad?» 27 28. A. Baratta, «La política criminal y el derecho penal de la constitución: nuevas
reflexiones sobre el modelo integrado de las ciencias penales», Revista Brasileira de
Ciencias Criminais, núm. 29 (Editora Revista dos Tribunais, Sao Paulo), 2000, p. 35,
26. A. Baratta, Principios del derecho penal mínimo (para una teoría de los dere- nota 28.
chos humanos como objeto y límite de la ley penal), Doctrina Penal, Buenos Aires, 29. A. Baratta, op. cit. en nota 6, p. 121.
1987,pp.623-650. 30. /bid.' p. 224.
27. /bid. 31. /bid.' p. 236.
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Sentido común zón; pero por otro lado, como patrimonio común de ideas, de juicios,
de creencias, no puede no identificarse con la conciencia colectiva de
«Este privilegiamiento -aclara- tiene un importante efecto ideológi- un grupo o de un período históricamente determinado. 35
co, el de alejar de la conciencia común todas las demás situaciones que
entrarían en la misma esfera de negatividad social.» 32 Y da el ejemplo Agrega que su naturaleza desequilibrada se debe a esta duplicidad en-
del carácter selectivo que tiene el concepto de violencia utilizado por el tre lo universal y lo histórico. El sentido común, en su inmediatez, no
sentido común. Sólo una parte relativamente pequeña de la violencia- hace preguntas. En ese aspecto se diferencia del pensamiento filosó-
queda comprendida en la definición corriente de violencia criminal. fico, que consiste en un constante e infatigable preguntar. Gracias a
Fuera de ella queda la mayor parte de la violencia ejercida por los hom- esta aceptación sin preguntas la imagen del mundo creada por el dere-
bres con respecto a sus semejantes, así como la ejercida por el sistema cho no es cuestionada. La pena y el sufrimiento que provoca se acep-
social (tanto en forma de acción como de omisión) con respecto a los tan como un dato natural, como un mal inevitable, pero que se consi-
individuos que lo integran. Tras dar varios ejemplos dice: dera un bien en la medida en que garantiza cierta seguridad.
En esta búsqueda de seguridad Baratta encuentra una de las ba-
Pensemos en la.s condiciones de subalimentación en las que se encuentra ses de la construcción dogmática del edificio penal. Observa que «en
una gran parte de la población mundial, sobre todo por la lógica distor- el contexto de la política criminal, el sustantivo "seguridad" lo en-
sionada de la economía planetaria. Si pensamos en todo esto nos damos contramos muy frecuentemente acompañado de un adjetivo: seguri-
cuenta de que la «violencia criminal» no es más que una parte microscó- dad nacional, pública, urbana. La seguridad asume siempre, en este
. pica de este universo de violencia en el que viven los hombres .33 uso, connotaciones colectivas: no se trata propiamente de la seguri-
dad de los derechos de las personas, independientemente del grupo
Baratta denuncia la función de fortalecimiento del sistema penal que social al que pertenezcan, sino de la seguridad de la nación, de la co-
cumple el sentido común. Dice que «no sólo el pensamiento jurídico se munidad estatal, de la ciudad» .36 Y más adelante agrega:
presenta, por cuanto concierne a las categorías con las cuales opera,
como estrictamente ligado al sentido común, sino que el sistema jurídi- ... el adjetivo «estrangula» al sustantivo ... Decir que un Estado, una
co como tal funciona de modo que entre los procesos de definición for- comunidad o una ciudad son seguras, es usar una expresión genérica
mal y los procesos de definición y de reacción informal no se da ver- que podría designar la situación de todas las personas en el interior de
daderamente una solución de continuidad» ?4 El sentido común, afirma, aquel espacio. Pero, en el estado actual de las cosas, tal uso de los tér-
no hace sino reflejar la concepción tradicional de la criminalidad. Y minos genéricos tiene un carácter puramente ideológico. Ello se deriva
podríamos agregar que no hace nada más (ni nada menos) que servir de de un modo de pensar selectivo, largamente representado en la opinión
pública, así como en el discurso jurídico ... El resultado es que la ma-
eco a lo estatuido, de forma tal que le da la resonancia de una sabiduría
yor parte de los titulares de derechos y la mayor parte de los territorios
ancestral, como el coro de la tragedia griega. L. Pareyson observa:
de riesgo son excluidos de la economía de la seguridad» .37

Por un lado, como sentido adecuado, es decir, como facultad de juzgar


rectamente, desearía identificarse con la misma universalidad de la ra-
35. L. Pareyson, Verita e interpretazione, Biblioteca di Filosofía di Mursia, Milán,
1971,p.214.
36. A. Baratta, op. cit. en la nota 28, pp. 29 y ss.
32. A. Baratta, «Problemi sociali e percezione della criminalitá», en Trattato di cri- 37. !bid., p. 31. Hace referencia a la situación de riesgo en la que se encuentran mu-
minología, medicina criminologica e psichiatriaforense, IV, Criminología e societá, jeres y niños en el espacio doméstico, la privación de derechos económicos y sociales
Giuffre, Milán, 1987, p. 265. de la cual son víctimas sujetos pertenecientes a grupos marginales considerados pre-
33. lbid.,p.266. cisamente «peligrosos» para el concepto de seguridad de la opinión pública y del sis-
34. A. Baratta, op. cit. en la nota 6, p. 98. tema penal. Incluso la juventud es considerada un factor de riesgo.
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y aclara que en realidad el espacio al que se refiere la seguridad pú- que la historia de la palabra «ha dejado una huella en el sentido de que
blica es un espacio determinado, seleccionado según criterios que re- no evoca una realidad espiritual independiente, autónoma, sino una
velan la ideología dominante. Esa ideología revela a su vez el vínculo forma espiritual que depende de algo que no es espiritual, de lama-
entre el sentido común, expresado en la opinión pública, y el discur- teria».42
so del sistema penal, expresado en las normas. «Las definiciones ofi- L. Pareyson indica que a lo largo de las diversas acepciones que
ciales y aquellas del sentido común se pueden considerar como el re- ha recibido el término «ideología» en su relativamente breve histo-
sultado de una comunicación ideológica, entendida como una ria han prevalecido dos características que pueden atribuirse al pensa-
comunicación funcional para la reproducción de las relaciones de po- miento ideológico: su historicidad y su pragmaticidad.43 Este autor
der existentes .» 38 considera que son características propias de lo que llama «pensamien-
to expresivo», que contrapone al «pensamiento reflexivo». ¿Qué en-
tiende por pensamiento expresivo? Un pensamiento que se limita a ex-
presar su propia época, que es a la vez el retrato y el instrumento de su
Ideología época. Son «filosofías», por un lado, inseparablemente conexas a la si-
tuación histórica de la que nacen y en la que viven (historicidad) y, por
Baratta dice: otro lado, deseosas de potencia, es decir, de eficacia en el mundo his-
tórico (pragmaticidad) .44 Se puede encontrar una coincidencia con Ba-
Nosotros no consideraremos la imagen ideal que el sistema propone de ratta en su consideración del derecho penal como ideología. En cuan-
sí mismo únicamente como un error de parte de los operadores y del to a la conexión con la situación histórica, la característica que
público, sino que le atribuiremos el estatus de una ideología. 39 Pareyson denomina historicidad, Baratta dice: «El derecho contribuye
a asegurar, reproducir y aun legitimar ... las relaciones de desigualdad
Y confirma el carácter intrínsecamente ideológico que atribuye al de- que caracterizan a nuestra sociedad» .45 En cuanto al deseo de eficacia
recho cuando dice: en el mundo histórico, la característica que Pareyson denomina «prag-
maticidad», Baratta dice: « ... no sólo las normas del derecho penal se
El elemento ideológico no es contingente sino inherente a la estructura forman y aplican selectivamente, reflejando las relaciones de desi-
y a la forma de funcionamiento del sistema penal, así como éste, en ge-
gualdad existentes, sino que el derecho penal ejerce también una fun-
neral, es inherente a la estructura y al funcionamiento del derecho abs-
ción activa, de reproducción y de producción, respecto a las relaciones
tracto moderno .40
de desigualdad» .46 Para Pareyson el pensamiento técnico es pensa-
miento sólo en apariencia, porque su aparato conceptual no tiene otro
Sin pretender detenernos en la historia del concepto de ideología,
valor fuera del expresivo e instrumental -histórico y técnico-; por
cabe recordar que desde su nacimiento, a fines del siglo XVIII, fue per-
lo tanto, no conoce ni revela nada, sino que solamente expresa situa-
diendo su connotación inicial de «conocimiento de la formación de
Giones temporales y sólo sirve como instrumento.47 Este carácter ins-
las ideas a partir de las cuatro facultades elementales del pensamien-
to: sensibilidad, memoria, juicio, voluntad» Y M. Horkheimer dice
42. M. Horkheimer, Studi difilosojia della societa, ideologia e potere, Einaudi, Tu-
rín, 1981,p. 58.
38. A. Baratta, op. cit. en la nota 6, p. 235. Incluso habla del estereotipo de la «cri- 43. L. Pareyson, op. cit. en la nota 35, p. 93.
minalidad del sentido común» (op. cit. en la nota 28, p. 31). 44. !bid., p. 94.
39. A. Baratta, op. cit. en la nota 6, p. 228. 45. A. Baratta, op. cit. en la nota 6, p. 229.
40. Ibid.,p.229. 46. !bid., p. 173.
41. Enciclopedia Garzanti di Filosofia, 1995. 47. L. Pareyson, op. cit. en la nota 35, p. 129.
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trumental, meramente técnico, del pensamiento ideológico le impide Nuestra época es, de modo especial, la de la crítica. Todo ha de some-
avanzar más allá de su contexto histórico, de los límites que le impo- terse a ella. Pero la religión y la legislación pretenden de ordinario es-
ne la ideología que sustenta. El aspecto instrumental y técnico del pen- capar a la misma. La primera a causa de su santidad y la segunda a cau-
samiento ideológico se refleja en lo que Baratta denomina «razón tec- sa de su majestad.» 51
nológica», a la que contrapone la «razón crítica». Dice:
Baratta somete a crítica el discurso expresado en la legislación penal,
La razón tecnológica encuentra un límite natural en cuanto a su forma y cabría interpretar que, aunque abogue por una perspectiva externa,
de poder concurrir a la resolución de contradicciones del sistema; con~ la criminología crítica es una criminología que expresa una crítica de
siderando como irracional la contradicción entre los efectos deseados sí misma, que se critica a sí misma. Baratta dice:
y no deseados del sistema, ella no se encuentra en posición sino de es-
tudiar los últimos desde el punto de vista de los primeros y permanece Sobre la base del nuevo paradigma la investigación criminológica tie-
por ello en el interior de la ideología penal.48 ne la tendencia a desplazarse de las causas del comportamiento crimi-
nal hacia las condiciones a partir de las cuales, en una sociedad dada,
Es decir, es incapaz de ofrecer alternativas, soluciones que salgan de las etiquetas de criminalidad y el estatus de criminal son atribuidos a
los márgenes establecidos por la realidad encuadrada y recreada ideo- ciertos comportamientos y a ciertos sujetos, así como hacia el funcio-
lógicamente. namiento de la reacción social informal e institucional (proceso de cri-
minalización) .52

La que se desplaza es la misma investigación criminológica, es de-


Crítica cir, desplaza el objeto de su atención, pone en tela de juicio los con-
ceptos de los que se ha venido sirviendo, intenta un juicio sobre su
Fiel a su propuesta de adopción de un punto de vista externo, que per- método de reflexión, explica las condiciones a partir de las cuales ha
mita salir del círculo vicioso en el que gira el sistema penal tradicio- utilizado sus conceptos. La criminología crítica desplaza su atención
nal, Baratta postula, como alternativa a la razón tecnológica, la razón desde su objeto hacia la forma en que ella misma define su propio ob-
crítica. Ésta asume como objeto de estudio la ideología jurídica, y jeto. Por consiguiente se vuelve hacia sí misma, «emprende la más di-
ofrece una perspectiva desde el exterior del mundo penal.49 ¿Qué sig- fícil de todas las tareas, la del autoconocimiento». Y en ese sentido
nifica «crítica»? «Del griego kritiké téchne (arte del juzgar)» ,50 indica podríamos decir que Baratta postula una «crítica de la razón penal». 53
un examen que no se limita a aceptar los datos transmitidos, sino que Lo opuesto a una actitud crítica es una actitud dogmática, que
se propone verificar racionalmente su credibilidad. En el primer pre- acepta determinadas verdades sin ponerlas en tela de juicio. Refirién-
facio a la Crítica de la razón pura, Kant dice que el juicio maduro de
la edad moderna no se contenta ya con un saber aparente: «es, por una
51. E. Kant, Crítica de la razón pura, Alfaguara, Madrid, 2002, p. 9.
parte, un llamamiento a la razón para que de nuevo emprenda la más 52. A.Baratta,op. cit. enlanota6,p.225.
difícil de sus tareas, a saber, la del autoconocimiento». Y en la nota: 53. Tal vez el pensamiento de Baratta pueda relacionarse con el de algunos autores
del movimiento Critical Legal Studies, concretamente con la corriente denominada
trashing (criticar duramente, destrozar), que se propone desvelar el mensaje orienta-
do políticamente y oculto en el discurso jurídico. El trasher intenta hacer ver cómo el
48. A. Baratta, op. cit. en la nota 6, p. 229. discurso ha transformado la contingencia en necesidad y revela interpretaciones al-
49. Agrega: «no constituye una perspectiva de racionalización (del sistema penal), ternativas reprimidas. Para un panorama, véase El movimiento Critica[ Legal Studies,
sino más bien una perspectiva racional de superación del sistema penal» (A. Baratta, Madrid, Tecnos, 1996; A. Carrino, «Roberto M. Unger e i Critical Legal Studies» en
op. cit. en la nota 6, p. 230). Filosofi del Diritto Contemporanei, a cargo de Gianfranco Zanetti, Raffaello Cortina,
50. Enciclopedia Garzanti di Filosofía, 1995. Milán, 1999. e
188 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Olvidando los delitos y las penas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 189

dose al pensamiento dogmático, M: Saavedra dice que «confía en de- Denuncia


terminadas verdades y las acepta sin cuestionarlas, bloqueando la
búsqueda de su enjuiciamiento racional». 54 El juicio crítico, como La razón crítica postulada por Baratta se manifiesta en la crítica del
pensamiento antidogmático, no confía en nada, no acepta nada sin ha- derecho penal como derecho que reproduce, bajo la apariencia de una
berse formulado una multitud de preguntas. Quien asume una actitud estricta igualdad ante la ley, las relaciones de desigualdad existentes
crítica asume una actitud de sospecha y de duda. en la sociedad. «El sistema penal del control de la desviación revela,
Analizando la teoría crítica, Horkheimer dice que esa teoría, a así como todo el derecho burgués, la contradicción fundamental entre
diferencia de la teoría tradicional, tiene por objeto los hombres como igualdad formal de los sujetos de derecho y desigualdad sustancial de
productores de la totalidad de sus formas históricas de vida. Señala los individuos .» 58 En varios textos califica al derecho penal como
que las condiciones de la realidad no se presentan como datos fácti- «derecho desigual por excelencia». Esta desigualdad, dice, no signi-
cos que basta calcular y constatar, sino que revelan la actividad hu- fica simplemente una desigual distribución de los «estatus» de crimi-
mana.55 Es la presencia de la actividad humana la que relativiza los nal entre los individuos, sino la respuesta desigual a las situaciones
presupuestos, la que hace nacer la duda, la que permite los interro- negativas y a los problemas sociales homólogos. 59 La igualdad formal
gantes, la que abre el camino al pensamiento crítico. Éste constituye denunciada por Baratta es una igualdad que refuerza, cubriendo o ig-
auténtica reflexión filosófica porque no acepta ningún dato preesta- norando, la desigualdad sustancial. Es evidente que cuando Baratta se
blecido, nada que cierre la posibilidad del interrogar. refiere a la desigualdad sustancial, se está refiriendo a la desigualdad
De ello se deduce cuán fundamental para el pensamiento filosó- entre los individuos pertenecientes a distintas clases sociales. En este
fico-crítico es la secularización. 56 Como dice Vattimo, la seculariza- sentido la crítica de Baratta sigue la orientación de la crítica marxis-
ción de la filosofía se convierte en la filosofía de la secularización. ta.60 Sin embargo, mientras que la crítica marxista se ha centrado
Solamente tenemos ante nosotros aquello que hemos recibido de la principalmente en el contrato civil, la crítica de Baratta se centra en
transmisión histórica: formas, lenguajes, valores, errores, que nos ha el control de la desviación. En este terreno, la desigualdad se traduce
dejado la humanidad del pasado. 57 Es algo que hemos recibido, que en las diversas posibilidades que tienen los individuos de ser defini-
nos ha sido dejado, no algo que nos haya sido impuesto, que no ten- dos y controlados como «desviados» .61 A ese respecto es interesante
gamos otra alternativa que aceptar. Por ello es posible la crítica. En la referencia que hace a la consideración de la criminalidad como un
realidad la secularización del pensamiento es la condición de posibi- «bien negativo». 62 Es decir, un bien que se distribuye en forma desi-
lidad de la crítica. El reconocimiento de la naturaleza «humana, de- gual según los diversos factores sociales y económicos.
masiado humana» de las normas que rigen la conducta. No obstante, de una lectura más detenida resultan, en forma pa-
ralela a la igualdad formal y desigualdad sustancial, dos tipos de des-
54. M. Saavedra, «ll giudice fra dogmatica giuridica e critica del diritto» en Ars in-
terpretandi. Annuario di ermeneutica giuridica, Raggionevolezza e interpretazione,
Cedam, Padua, 2002, p. 173. 58. A. Baratta, op. cit. en la nota 6, p. 171.
55. M. Horkheimer, Teoría critica, Scritti 1932-1941 (II), Einaudi, Turín, 1974, 59. lbid.,p.238.
p. 185. 60. Baratta considera que para el desarrollo del discurso de la criminología crítica,
56. Marx, con respecto a la religión: «El fundamento de la crítica irreligiosa es: el Y en particular para la construcción de una teoría materialista (económico-política) de
hombre hace la religión; la religión no hace al hombre», y cuando más adelante habla la desviación, el empleo de instrumentos conceptuales y de hipótesis teóricas que tie-
del «desenmascaramiento del autoextrañamiento humano»: «La crítica del cielo se nen su fuente en la obra de Marx puede ser de gran importancia (op. cit. en la nota 6,
convierte con ello en la crítica de la tierra, la crítica de la religión en la crítica del de- pp. 165-166).
recho, la crítica de la teología en la crítica de la política» (Introducción a la crítica de 61. A. Baratta, «Criminología critica e política criminale alternativa», La Questio-
la filosofía del derecho de Hegel, Escritos de juventud, Universidad Central de Vene- ne Criminale, año Ill, núm. 3 (11 Mulino, Boloña), 1977, p. 340; en español en el
zuela, Caracas, 1965, pp. 71-72). apéndice de la op. cit. en la nota 7, p. 221.
57. G. Vattimo, Etica dell'interpretazione, Rosenberg & Sellier, Turín, 1989, P· 34. 62, Ibid.,p.345,
190 - - - - - - - - - - - - - - - - - - La justicia deconstruida Olvidando los delitos y las penas - - - - - - - - - - - - - - - 191

viación, que podríamos denominar análogamente desviación sustan- En Baratta, el desvelamiento también adquiere el sentido de desvela-
cial y desviación formal. La segunda sería la resultante de las defini- miento del «mundo de la vida» bajo el velo del universo penal creado en
ciones normativas, entendiendo por ello todas las definiciones esta- el «laboratorio del derecho». Denuncia la «colonización del mundo
tuidas o arraigadas en el sentido común, mientras que la primera sería de la vida» 67 por las categorías creadas en el laboratorio del derecho.
sinónimo de diversidad. Frente a esta última Baratta postula una acti-
tud positiva. Dice: «Si se adopta un concepto positivo y no sólo ne- Concretas situaciones conflictivas encuentran en el proceso penal un la-
gativo de desviación, podrá decirse que la sociedad igualitaria es boratorio de transformación teatral, en el cual ellas son transcritas en
aquella que deja el máximo espacio a la desviación positiva». Y acla- una puesta en escena preordenada y los actores comprometidos en roles
ra: «Porque en este sentido positivo, desviación quiere decir diversi- estandarizados .68
dad.»63 Desde el punto de vista filosófico, el reconocimiento de la di-
versidad, que supone el reconocimiento de la multiplicidad, coincide Se establece así una distancia entre el drama existencial que los indi-
con una visión hermenéutica de la realidad. Ésta se distingue de una vi- viduos viven o han vivido en una situación real determinada de la vida
sión metafísica, «que privilegia categorías unificadoras, soberanas, ge- y la representación de este drama en «el teatro del derecho» por los su-
neralizadoras ... que manifiesta una inseguridad y un pathos de base al jetos-actores. El drama se desarrolla en el escenario que el sistema pe-
que reacciona con un exceso de defensa» .64 La coincidencia entre me- nal ha montado, desvinculando también a los actores de las personas
tafísica y pensamiento penal tradicional se vuelve más clara si se con- reales que personifican. Baratta señala, respecto del autor del delito,
sidera, como lo hace Vattimo, que el pensamiento metafísico es un pen- «la gran distancia que puede mediar desde el punto de vista temporal,
samiento «violento». Ambos, metafísica y discurso penal, imponen una entre el autor implicado en el conflicto real y el procesado o condena-
visión reductora de los fenómenos del «mundo de la vida» .65 Reniegan do en el papel que el proceso le asigna» .69 Encontramos así en su dis-
de la multiplicidad, de la contingencia y de la inseguridad. curso el factor «tiempo» .70
También en relación con el autor del delito denuncia la distan-
cia entre la realidad y la construcción hecha en el laboratorio del de-
recho en cuanto a la atribución de la responsabilidad. En este labora-
Desvelamiento torio, el comportamiento individual se presenta «como una variable
independiente respecto de la situación. La determinación de la res-
Por ello es esencial, para combatir esa violencia encubridora de la ponsabilidad está en efecto subordinada a esa independencia y al gra-
multiplicidad real, proceder al desvelamiento de ese encubrimiento. do de ésta». 71 En el mundo real, al contrario, el comportamiento indi-
vidual se presenta como una variable dependiente, lo que significa
El desvelamiento es lo que da valor epistemológico a la cr~tica, o sea al que no podemos comprender la situación partiendo del comporta-
razonamiento que apunta a explicar el porqué de la realidad criticada.
Por esa razón la crítica aporta racionalidad al pensamiento y a las ac-
ciones humanas. 66 67. La expresión acuñada por J. Habermas.
68. A. Baratta, «La vida y el laboratorio del derecho. A propósito de la imputación
de responsabilidad en el proceso penal», Doxa (Alicante),1988, p. 277; también en
Capítulo Criminológico, núm. 16 (Maracaibo), 1988, pp. 69-92.
63. A. Baratta, op. cit. en la nota 6, p. 221. 69. lbid.,p.279.
64. G. Vattimo, op. cit. en la nota 7, p. 8. 70. Respecto del empleo del tiempo en el derecho penal de la Grecia antigua, L. Ger-
65. Corresponde al término Lebenswelt utilizado por E. Husserl. net, Anthropologie de la Grece antique, F. Maspero, París, 1976, pp. 267 y ss. Res-
66. M. Saavedra, op. cit.~ nota 54, p. 174. Con respecto a ese aporte de racionalidad, pecto al tiempo como pena, me permito remitir a mi texto El tiempo como pena, Cam-
Marx: «La crítica no es una pasión del cerebro, sino el cerebro de la pasión», op. cit. pomanes Libros, Buenos Aires, 2001.
en la nota 56. 71. A. Baratta, op. cit. en la nota 68, p; 279.
192 - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Olvidando los delitos y las penas - - - - - - - - - - - - - - - 193

miento individual, sino que, a la inversa, podemos comprender éste En la crítica que Baratta formula respecto del derecho penal li-
partiendo de aquélla. beral se nota la intención de un cambio más profundo del que éste ha
operado. En efecto, dice que el derecho penal liberal ha sido un «in-
tento de la modernidad por limitar y regular la pena, pero ella perma-
nece en el marco de una reacción premoderna y sólo cambian las for-
El «mundo de la vida» mas de sufrimiento» .76 Y postula pasar de una política criminal
alternativa a una alternativa a la política criminal.
El drama del derecho penal, lamentablemente, no se limita al que se Este postulado no es meramente un juego de palabras, es una in-
refleja en las normas ni al que se desarrolla en el teatro procesal. Las vitación concreta a salir del circuito penal-criminológico. En efecto,
normas y las sentencias que resultan del proceso tienen una inci- afirma:
dencia directa en la realidad social real, no la construida por el siste-
ma penal. No porque el derecho penal haya creado su propio univer- La relativización del momento penal como técnica de construcción y
so, el universo del «mundo de la vida» ha dejado de existir. Existe y de resolución de problemas sociales significa ante todo su integración
recibe y sufre las consecuencias de la actuación enmarcada en las en una perspectiva extrapenal más compleja de reconstrucción de los
normas y sancionada en el proceso. Una actuación que ha sido pre- problemas en vista a una respuesta adecuada y orgánica a éstos. 77
vista y destinada a un universo que no es el que la recibirá y sufrirá.
Un universo que no existe. Gadamer expresa claramente esta falta Con respecto a los problemas hace notar que son susceptibles de
de inocuidad de la actuación judicial cuando dice que es evidente construcciones diferentes y alternativas, de las cuales pueden deri-
que la emisión concreta de un juicio en una cuestión jurídica no es varse una estructura interpretativa y una respuesta institucional o so-
una proposición teórica, sino un «hacer cosas con las palabras» .72 Y cial independientes de la óptica penal.
agrega: «Cabe afirmar en ese sentido que toda aplicación de una ley También con respecto a la percepción misma de los conflictos
rebasa la mera comprensión de su sentido y crea una nueva reali- sociales propone interrumpir la lectura de los mismos en el código
dad».73 binario crimen/pena y «emancipar el quehacer político» de la «cul-
La crítica de Baratta se centra en esa relación entre los dos mun- tura de lo penal», para lo que pide un esfuerzo conjunto de la fanta-
dos, en la incidencia del mundo normativo en el mundo real. Por ello sía de los juristas y de la imaginación colectiva tendiente a una radi-
su reflexión no se agota en la adopción dellabelling approach. En cal relectura de las necesidades humanas y de las situaciones de
efecto, critica una adopción de este enfoque que no se extienda «a la riesgo. 78
distribución del poder de definición y de reacción en una sociedad, a Cuando Baratta postula la búsqueda de una interdisciplinariedad
la desigual distribución de este poder y a los conflictos de intereses externa, está postulando una ampliación del horizonte del intérprete que
que están en el origen de este proceso» .74 E incluso llega a señalar que le permita reconocer la «movilidad de los confines y la heterogeneidad
el mínimo común denominador de la perspectiva que denomina cri- del universo de los comportamientos criminalizados» .79 Su pensamien-
minología crítica está dado por la presencia, junto a la «dimensión de to es ante todo un desvelamiento de la enorme diversidad de fenómenos
la definición», de la «dimensión del poder» .75 que se cubren con el mismo manto de la pena. Y, abandonando la metá-
fora, es la demostración de la enorme diversidad de problemas a los que
72. H. G. Gadamer, op. cit. en la nota 8, vol. 11, p. 301. En esa versión la expresión
se ha traducido: «resolver cosas con palabras». 76. A. Baratta, op. cit. en la nota 28, p. 47.
73. !bid.' p. 301. 77. A. Baratta, op. cit. en la nota 6, p. 239.
74. A. Baratta, op. cit. en la nota 6, p. 225. 78. !bid.' pp. 42 y 45.
75. !bid. 79. !bid.' p. 35.
1 9 4 - - - - - - - - - - - - - - - - - - La justicia deconstrui1d¡¡ Olvidando los delitos y las penas - - - - - - - - - - - - - - - 195

se responde con la misma respuesta. Ya se había referido a esa «irónica» se da una desfiguración del sentido pero con la seguridad
tura, esa nueva interpretación, es decir, ese encontrar un sentido de que el interlocutor entiende lo que con esa desfiguración se quie-
vo al discurso jurídico penal cuando dijo: re decir. Lo que Baratta pide a los actores de la experiencia procesal
cuando habla de ironía es que consideren que lo que hacen en el tri-
... para evitar que la construcción artificial de la realidad en el proceso bunal es similar a lo que harían en el teatro si representaran una obra.
penal traiga más consecuencias, todavía más negativas, sobre la reali- Que consideren que así como en el teatro la obra que representarían
dad misma, o sea, sobre la existencia del individuo y sobre la sv . .d'-'U<:1Lu_,> no sería la única obra posible, la forma de encarar el proceso tampo-
o al menos para limitar las consecuencias negativas, la única posibili- co es la única forma posible de encararlo. Gadamer dice que el uso de
dad es, por el momento, que los actores implicados en el drama proce-
la ironía puede constituir una «labor hermenéutica extraordinaria-
sal, especialmente los juristas, adquieran y desarrollen una conciencia
mente ardua» y recuerda que muchas veces se ha dicho que «el tomar
adecuada sobre la distancia que separa al artefacto jurídico de la reali-
dad.80 algo en sentido irónico no es sino un acto de desesperación del intér-
prete».84
N o creo que en la propuesta de B aratta el empleo del término
trasunte una actitud de desesperación. Considero que, si bien puede
Ironía, «phronesis» percibirse algo parecido a la resignación, la finalidad de esa actitud es
una toma de conciencia como fase previa de un cambio. En ese senti-
Esta conciencia adecuada, basada en el reconocimiento del carácter do, la ironía que propone tiene mucho de sabiduría. El recitar vién-
artificial del mundo del derecho, se relaciona con un nuevo sentido dose recitar, el vivir viéndose vivir, nos recuerda el saberse del que
que el drama adquiere para cada uno de los actores «si le son asegu- habla Aristóteles. Conforme a Gadamer, el saberse «se determina
radas las condiciones para ver, antes que la realidad social a través de precisamente porque contiene su aplicación completa y porque con-
los artefactos de la justicia, los artefactos de la justicia a través de la firma su saber en la inmediatez de cada situación dada» .85 Aparece en
realidad social». 81 Este nuevo «sentido» coincide con la introducción el marco del análisis de la phronesis. Esta expresión clave para la fi-
de una «opción crítica» en el modo de vivir la experiencia procesal. losofía práctica de Aristóteles también lo es en el contexto de la filo-
Recuerda Baratta una obra de Bertolt Brecht en la que los actore~ son sofía hermenéutica. Son muchas las definiciones que podemos citar:
el público de ellos mismos. «Recitan y se ven recitar; son actores del la virtud hermenéutica fundamental, la racionalidad que preside la
teatro que saben ser, ante todo, actores de la vida.» 82 Tendría lugar así praxis, la autorresponsabilidad racional, la responsabilidad razonable.
«una transformación del sentido en el que el drama procesal es vivi- Todas estas expresiones, que aparecen en el examen que hace Gada-
do en la percepción y en la experiencia de los actores implicados. La mer de la phronesis, nos van acercando a la idea de visión clara. En
vida entraría en el proceso, de este modo, a través de la ironía. Ironía realidad consiste en un saber de lo particular, de lo concreto (sin con-
significa vivir viéndose vivir». 83 Esa ironía, Baratta ex.plica, es la fundirse, sin embargo, con una percepción de los sentidos). Consisti-
conciencia dramática que convierte a los actores en partícipes críti- ría en un ver las cosas con claridad. Pero también significa delibera-
cos de la vida social. Esta participación crítica supone un consenso ción prudente. En varias ocasiones se ha traducido como «prudencia»
previo que constituye su presupuesto social. En la comunicación (reflejo de la traducción latina prudentia). Pero quiere decir mucho
más de lo que suele denotar el sentido corriente de esta palabra. La
phronesis tiene por objeto lo contingente, revela una capacidad de
80. A. Baratta, op. cit. en la nota 68, p. 285.
81. !bid., pp. 287-288.
82. Ibid.,p.288. 84. H. G. Gadamer, op. cit. en la nota 8, vol. II, p. 335.
83. !bid. 85. !bid., vol. I,p. 393.
196 __________________ La justicia deconstruida Olvidando los delitos y las penas - - - - - - - - - - - - - - - 197

adaptarse a la situación concreta, una inteligencia crítica. En realidad, el garantismo no sólo «como límite del sistema punitivo, o sea como ex-
la mejor forma de definir la virtud es indicar a quien posee la virtud, presión de los derechos de protección respecto del Estado, sino como
al phronimos. Y serlo no supone solamente actuar como se debe, sino garantismo positivo. Esto significa la respuesta a las necesidades de se-
con lo que se debe, cuando se debe y donde se debe. 86 guridad de todos los derechos, también los de prestación por parte del
Baratta revela una actitud «prudente» cuando nos explica en Estado (derechos económicos, sociales y culturales)».92 Es decir, dis-
qué consiste la «opción crítica» que propone. tingue entre los derechos de prestación de protección (en particular
contra agresiones de personas determinadas) y los derechos de presta-
Propongo llamar «opción crítica» a esta actitud que permite vivir la ción de garantía del ejercicio de todos los derechos que corresponden
experiencia al interior del sistema de justicia penal siendo consciente a todos:
de sus artefactos necesarios, para usarlos en modo tal de limitar los
efectos negativos y los costos sociales del sistema.87 ... derecho a la vida, a la libertad, al libre desarrollo de la personalidad
y de las propias capacidades: derecho a expresarse y a comunicarse,
Es una actitud prudente porque no postula el abandono sin más de los derecho a la calidad de la vida, así como el derecho a controlar y a in-
artefactos: «Los artefactos del Derecho no son menos necesarios para fluir en las condiciones de las cuales depende, en concreto, la existen-
un Derecho más justo y humano de cuanto no sean operantes en los cia de cada uno .93
ordenamientos existentes.» Y agrega: «Con todos sus defectos, el for-
malismo procesal, aplicado a un correcto régimen acusatorio y ga- Esta amplitud del horizonte que nos indica Baratta para interpretar el
rantista, tiene la virtud de contener, en lugar de ampliar, la desigual- garantismo y, en consecuencia, el discurso penal sitúa el sistema jurí-
dad de poder entre las partes que intervienen en el proceso penal».88 Ya dico como un elemento más de la «praxis».
había expresado esta posición garantista al abordar la perspectiva de la Una de las definiciones de praxis que nos interesa es la que da
contracción y de la superación del derecho penal: «la contracción o Gadamer al referirse a la relación entre la hermenéutica y la filosofía
"superación" del derecho penal debe ser contracción y superación de práctica:
la pena antes de superación del derecho que regula su ejercicio» .89 Su
enfoque es prudente porque advierte del peligro que sería caer en la «Praxis» designa el conjunto de las cosas prácticas y por tanto toda
trampa «de cesar en la defensa del régimen de las garantías legales Y conducta y toda autoorganización humana en este mundo, e incluye
también la política y dentro de ella la legislación. 94
constitucionales que regulan el ejercicio de la función penal en el Es-
tado de Derecho» .90
No obstante, no es suficiente calificar su posición de garantista. La praxis se encuentra entre los extremos del saber y del hacer. Cons-
Su garantismo no es meramente negativo, es decir, de defensa y pro~ tituye el ámbito de la filosofía práctica. Ésta no se ocupa de la mera
tección frente al ejercicio abusivo del poder punitivo, «poder punitivo aplicación práctica del conocimiento, sino de un conocimiento par-
ticular, sujeto a determinadas condiciones. «La correcta aplicación de
que continúa revelándose como un veneno que alimenta la violencia
del Estado y de la sociedad»,91 sino positivo. En efecto, Baratta define nuestro saber y de nuestro poder reclama la razón.» 95 Pero la «correc-
ta aplicación» no tiene un sentido exclusivamente técnico. En la filo-
sofía práctica se plantea muy particularmente el problema del «bien»,
86. P. Aubenque, La prudence chez Aristote, Quadrige/Puf, París, 2002.
87. A. Baratta, op. cit. en la nota 68, p. 285.
88. lbid.,pp. 286-287. 92. !bid.' p. 48.
89. A. Baratta, op. cit. en la nota 6, p. 219. 93. !bid.
90. !bid. 94. H. G. Gadamer, op. cit. en la nota 8, vol. 11, p. 313.
91, A. Baratta, op. cit. en la nota 28, p. 38. 95. lbid.,p. 316.
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por ejemplo, cuál es el mejor sistema de vida, cuál es la mejor cons- ponga en condiciones de liberarnos de lo penal. Una filosofía que no
titución política.96 En la elección razonada que ello supone, se ejerce se agota en una reflexión crítica sobre lo penal, porque constituye una
la «racionalidad responsable». genuina filosofía práctica que nos indica caminos para ir «olvidando
¿Y en qué consiste esta responsable racionalidad? En superar los delitos y las penas» y poder así sustituir la política criminal por
«la tentación dogmática que acecha en todo presunto saber . . . en una política integral de protección de todos los derechos. 98
buscar en las condiciones de nuestra existencia finita el fundamento
de lo que podemos querer, desear y realizar con nuestra propia ac-
ción».97

Para concluir

Considero que la reflexión sobre el derecho penal y la criminología


que nos ha dejado Alessandro Baratta manifiesta esa actitud propia
del filósofo práctico, esa racionalidad responsable que lo ha llevado,
en busca de un sistema social y jurídico mejor, a criticar el dogmatis-
mo penal y a postular una modalidad de acción que no pierda nunca
de vista las condiciones reales de nuestra vida social.
Lenguaje, hermenéutica, representación, sentido común, ideolo-
gía, crítica, diferencia, praxis, phronesis, filosofía práctica, son con-
ceptos que se nos han ido presentando en o a partir de la lectura de los
textos de Baratta escogidos para este trabajo. No pretendo haber ago-
tado con ellos todos los aspectos filosóficos de la criminología crítica
de Alessandro Baratta, pero sí haber confirmado la dimensión filosó-
fica de su reflexión. El breve recorrido realizado me ha ido llevando
fuera del territorio penal, más allá de la lógica binaria delito-pena; me
ha inducido a interrumpir una lectura del discurso penal para pasar a
una radical relectura de las necesidades humanas y de las situaciones
de riesgo.
Y sobre todo me ha llevado a la conclusión de que ta(vez no sea
legítimo hablar de la «filosofía penal» de Alessandro Baratta, como
había anunciado al principio, porque la filosofía de Alessandro Ba-
ratta es una filosofía que nos invita a adoptar una perspectiva que nos

96. H. G. Gadamer, La ragione nell'etá della scienza, Il melangolo, Génova, 1999,


p. 92.
97. H. G. Gadamer, op. cit. en la nota 8, vol. Il, p. 314. 98. A. Baratta, op. cit. en la nota 28.
9.
Dos concepciones de la pena de privación
de la libertad según lo que se entienda por libertad

Se ha descrito la pena de prisión como «privación de derechos» y no


como «aflicción». Es sumamente curiosa la pretensión de considerar
que la privación de derechos no es equiparable a una aflicción. Esto
se explica porque el concepto de privación, al entrañar una pérdida,
resta gravedad al castigo. El castigo no es un plus: es un menos; a di-
ferencia de una acción positiva, como la acción de infligir, implica
una menor responsabilidad del que la ejerce. Además, desde la pers-
pectiva de la privación, se hace más hincapié en aquello de lo que se
está privando que en el acto mismo de la privación.
En la pena de prisión, aquello de lo que se priva es la «liber-
tad». Como señala Habermas, el contenido mismo de la libertad
como derecho, en el marco del derecho formal burgués, basado en la
idea de contrato social, ofreció ya muy pronto puntos de ataque para
una crítica empirista. Sin embargo, esa crítica no hizo más que acen-
tuar la abstracción de las premisas normativas.

En las condiciones de un capitalismo organizado dependiente de ta-


reas de infraestructura de las que se encarga el Estado y dependiente
también de la planificación de las condiciones marco por parte del
Estado, y con una creciente desigualdad de posiciones económicas de
poder, de valores patrimoniales y de situaciones sociales, no hizo
sino volverse cada vez más visible el contenido de derecho objetivo
de los derechos subjetivos privados. 1

l. J. Habermas, Facticidad y validez, traducción de M. J. Redondo, Trotta, Madrid,


2005, p. 484. Con respecto a la idea de libertad y pertenencia de la libertad, Alexy
dice: «La libertad no es un objeto como, por ejemplo, un sombrero. Ciertamente, pue-
202 - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Dos concepciones de la pena de privación de la libertad _ _ _ _ _ _ _ _ 203

En la medida en que se «objetivizan» los derechos subjetivos, se Sin embargo, me interesa demostrar que si se adoptara una defi-
formaliza la libertad que los comprende. nición de libertad más amplia se ampliaría también la privación que
Esa «formalización» de la libertad llevó a considerar la prisión la pena conlleva. Por ello considero interesante analizar cómo, según la
como una pena dotada de universalidad y objetividad. El hecho de definición de libertad que se adopte, se puede deducir una definición
que aquello de lo que se priva sea la libertad constituye también un distinta de la pena de prisión.
factor de la pretendida «igualdad» de la pena de prisión. Foucault se En líneas generales, se puede poner en relación un concepto res-
pregunta: tringido de libertad y un concepto amplio de libertad con dos pers-
pectivas respecto de la pena de prisión: como inclusión y como ex-
Cómo podría dejar de ser la prisión la pena por excelencia en una so- clusión del espacio social, respectivamente.
ciedad en la que la libertad es un bien que pertenece a todos de la mis- Lévi Strauss piensa en nuestros sistemas jurídicos y carcelarios
ma manera y al cual está apegado cada uno por un sentimiento «uni- cuando se refiere a dos tipos contrastantes de sociedad:
versal» y «constante». Su pérdida tiene, pues, el mismo precio para
todos; mejor que la multa, la prisión es el castigo «igualitario». Clari- ... las que practican la antropofagia, es decir, que ven en la absorción
dad en cierto modo jurídica de la prisión. Además permite cuantificar de ciertos individuos poseedores de fuerzas temibles el único medio de
exactamente la pena según la variable del tiempo. 2 neutralizarlas y aun de aprovecharlas, y las que, como la nuestra, adop-
tan lo que se podría llamar la antropoemia (del griego emeín, vomitar).
Esta idea de abstracta y formalizada de libertad no ha dejado de tener Ubicadas ante el mismo problema han elegido la situación inversa, que
influencia en la consideración de las características de la pena de pri- consiste en expulsar a esos seres temibles fuera del cuerpo social man-
sión. A pesar de que, como dice Savater, el término libertad «ha sido teniéndolos temporaria o definitivamente aislados, sin contacto con la
empleado para designar la condición social de quienes no padecían humanidad, en establecimientos destinados a ese uso. Esa costumbre
esclavitud o de los ciudadanos de las polis no sometidas al arbitrio inspiraría profundo horror a la mayor parte de las sociedades que lla-
de otras, así como para nombrar la capacidad del alma de rebelarse o mamos primitivas; nos verían con la misma barbarie que nosotros es-
acatar la Ley de Dios, para celebrar la ausencia de coacciones del su- taríamos tentados de imputarles en razón de costumbres simétricas .4
jeto agente, para señalar los derechos políticos o económicos, para
ensalzar la creati vi dad del artista y para distinguir a determinadas Young, que cita este mismo párrafo de Lévi Strauss, observa que to-
naciones del mundo sometidas al capitalismo ... » ,3 cuando se lo men- das las sociedades tienen algo de antropofágicas y algo de antropoé-
ciona en relación con aquello de lo que se priva en la pena de pri- micas, en distintos momentos o incluso en el mismo momento .5
vación de la libertad, parecería que se consideraran innecesarias to- Sin embargo, no resulta difícil asociar los dos tipos descritos
das esas «peripecias» definitorias y uno se quedara satisfecho con la con dos épocas de nuestra historia: el período posterior a la guerra y
definición más simple, más rudimentaria, incluso íntegramente física, el período comprendido en los últimos treinta años. Young se refiere
es decir, como privación de la libertad de movimiento. a ellos como «modernidad» y «modernidad tardía» (que podríamos
asimilar a la postmodernidad). Considera que el primero podría ca-
lificarse de inClusivo, dada la voluntad de transformación del indi-
de hablarse de la libertad que uno tiene, aUgual que del sombrero que uno tiene. Pero, viduo, las políticas de rehabilitación y el deseo de asimilación del
en el caso de la libertad, el tener no se refiere a una relación de propiedad entre una «desviado», mientras que el segundo podría calificarse de excluyente.
persona y un objeto (R. Alexy, Teoría de los derechos fundamentales, Centro de Es-
tudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2002, p. 211.
2. M. Foucault, Vigilar y castigm: Nacimiento de la prisión, Siglo XXI, Buenos
Aires, 2002, p. 234 (Surveiller et punir. Naissance de la prison, Gallimard, París, 4. C. Lévi-Strauss, Tristes trópicos, traducción de N. Bastard, revisión de E. Verán,
1975). Editorial Universitaria de Buenos Aires, Buenos Aires, 1996, pp. 389-390.
3. F. Savater, El valor de elegir, Ariel, Buenos Aires, 2003, p. 11. 5. J. Young, The Exclusive Society, SAGE, Londres, 1999, pp. 56-57.
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El primer tipo, también en líneas muy generales, podría corres- bertad se opone al soberano, para Bentham la libertad constituye una
ponder a un criterio inclusivo respecto de la pena de prisión, dado que garantía en el seno mismo del Estado. Para Bentham lo que otros de-
prevalecería la inclusión en determinado espacio más que la exclu- nominan libertad civil o política es tan distinto de lo que él considera
sión de otro determinado espacio. libertad como ausencia de coerción, que lo denomina «seguridad» .9
El criterio en el que prevalece la inclusión como característica En efecto, cuando Bentham habla de libertad civil, se refiere a la se-
de la pena de prisión se apoya en la definición de libertad en sentido guridad de las personas y de la propiedad frente a las posibles inje-
negativo. rencias de otras personas o del Estado, pero es éste el que debe ga-
rantizar esa seguridad. 10 Sostiene que las esferas de libertad más
importantes han de ser establecidas por la ley, sea en la esfera de la li-
bertad civil, en la que el individuo no puede interferir en la vida y los
La libertad en sentido negativo bienes de los demás, sea en la esfera de la libertad política o constitu-
cional, cuando la autoridad arbitraria se ve limitada por las restriccio-
Veamos la definición clásica de libertad en sentido negativo, la de nes que impone la Constitución. Para Bentham no es posible trazar
Hobbes: los límites de la libertad del sujeto antes de que se haya establecido
un sistema legal. (En ese sentido, se percibe una contradicción, dado
Libertad [liberty o freedom] significa (simplemente) la ausencia de opo- que la idea negativa de libertad como ausencia de coerción sería in-
sición (por oposición entiendo impedimentos externos del movimiento).6 compatible con la ley, que precisamente se apoya en la amenaza de
coerción.) Por ello, el concepto de libertad en Bentham, como idea
El obstáculo al movimiento es de orden físico, y nuestra falta de li- puramente negativa, corta toda discusión sobre una posible libertad
bertad se podría describir en términos exclusivamente fácticos. 7 residual que pudiera oponerse al Estado.
Esta definición es de tal manera clara que se considera la defi-
nición clásica de la libertad negativa. Sin embargo, no hay una idea
unitaria de la libertad negativa. Por ejemplo, Bentham encuentra la
fórmula de Hobbes demasiado restringida y define la libertad única- La definición de la pena privativa de libertad sobre la base
mente como ausencia de coerción.8 Mientras que para Hobbes la li- de la libertad negativa

6. T. Hobbes, Leviathan, Penguin, Harmondsworth, Middlesex, 1982, p. 261.


La definición clásica de la pena de prisión conforme a este criterio
7. Esta definición refleja la importancia que asigna Hobbes al movimiento: la idea es la de Hobbes:
del movimiento es el pilar sobre el que ha construido su filosofía política. Al aplicar
esta idea al movimiento de los hombres configura un sistema que explica los movi-
mientos de unos respecto a los otros y deduce el tipo de gobierno que les permitiría ... toda limitación del movimiento causada por un obstáculo externo,
maximizar sus movimientos. Se basaba en la ley de la inercia de Galileo, que postu- sea una morada, que suele denominarse en general prisión, o una isla,
laba que el estado natural de las cosas era el movimiento (ibid., pp. 18-19).
8. F. Rosen, «Bentham et la liberté négative», en Regards sur Bentham et l'utilita·
risme, publicado por K. Mulligan y R. Roth, Droz, Ginebra 1993, pp. 59 y ss. Rosen
cita la crítica de Bentham al primer artículo de la Declaración de los derechos del pidiese su movimiento, y aunque pudiese elegir el lugar, el momento y las personas
hombre de 1791, en la que sostiene que ni un solo hombre que ha vivido, vive o vivi- que la acompañaran en la caminata, nada se opondría a que se considerara que esa
rá es libre, porque todos nacen en la sujeción más absoluta, dependiendo para sobre· persona se encuentra bien lejos de la libertad perfecta.
vivir de la atención de sus padres. Y se pregunta cuál es el estado de cosas al que se 9. !bid., p. 65. Véase, también F. Rosen, «The Origin ofLiberal Utilitarianism: Je-
está remitiendo la supuesta existencia de esos derechos. Con respecto a la fórmula de remy Bentham and Liberty», en Victorian Liberalism, Nineteenth-Century Political
Hobbes, da el ejemplo siguiente: si se obligara a una persona a caminar contra su vo· Thought and Practice, compilado por R. Bellamy, Londres, 1990, pp. 129-130.
luntad veinticinco kilómetros por día, a pesar de que no hubiese traba alguna que im- 10. J. Bentham, Manuscripts, University College, Londres, p. 58.
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cuando se dice que hay hombres que están confinados en ella, o lu~ estos tres ámbitos de la vida ... todos los aspectos de la vida se desa-
gares donde los hombres son puestos a trabajar, como en la antigüe~ rrollan en el mismo lugar y bajo la misma autoridad única. 14
dad cuando se condenaba a las minas, a las galeras, o a estar en cade-
nas o sujeto a cualquier otro impedimento Y Por restraint entiende que el sujeto puede desplazarse dentro de un es-
pacio estrictamente circunscrito. N o se trata de la presencia de un
Es una definición que se apoya en una definición negativa de la li- obstáculo externo que impida el movimiento, sino de la restricción
bertad. del movimiento del condenado a determinado lugar. Adquiere enton-
Esta definición ha perdurado hasta nuestros días, hasta el pun- ces importancia, no el muro de la prisión, sino el espacio interior. Y
to de que la encontramos formulada en forma más sintética pero con que se lo confine a ese espacio sin tener en cuenta sus deseos, tanto a
el mismo contenido en Von Hirsch: collective residential restraint. 12 favor como en contra.
Por collective entiende que la persona ha de vivir en la compa- En ese contexto, es decir, el de la pena de prisión como encierro,
ñía inmediata de otros, que no son miembros de su familia ni perso- definida entonces sobre la base del concepto de libertad negativa, la
nas con las que ha elegido vivir. Von Hirsch pone de relieve que esta privación que se deriva se concentra en lo que sucede dentro del es-
circunstancia puede ser una de las más negativas de la pena de pri- pacio carcelario más que en lo que sucede fuera de él, es decir, en el
sión. En ese sentido Goffman, refiriéndose a las instituciones cerra- espacio social.
das en general, señala como una de sus características principales que
« ... cada etapa de la actividad diaria del miembro se lleva a cabo en
la compañía inmediata de un gran número de otros miembros, a quie-
nes se da el mismo trato y de quienes se requiere que hagan juntos las El encierro, el espacio
mismas cosas» .13
Por residential, Von Hirsch entiende que el lugar es, durante de- Marramao observa que se ha verificado una unilateralización y extra-
terminado período de tiempo, la principal morada del sujeto: es decir, polación indebida de la coordenada tiempo en una tradición filosófica
ha de pasar allí la mayoría de sus noches y una parte importante de las que nos ha habituado a considerar obvia la antítesis de tiempo y espa-
horas del día. Aclara esto citando a Goffman, quien señala la diferen- cio .15 Foucault se detiene mucho más en el estudio del espacio o de los
cia con las personas en libertad en los siguientes términos: espacios en su obra dedicada a la prisión. Su preocupación por el espa-
cio como tema de análisis comienza con su preocupación por el tema car-
Un ordenamiento social básico en la sociedad moderna es que el indi- celario. Y pone en relación la historia de los espacios con la historia de
viduo tiende a dormir, jugar y trabajar en distintos lugares, con dife- los poderes. Se sorprende del tiempo que tardó en aparecer el problema
rentes coparticipantes, bajo autoridades diferentes, y sin un plan racio- de los espacios como problema histórico-político. Observa:
nal amplio. La característica central de las instituciones totales puede
describirse como una ruptura de las barreras que separan de ordinario Desde Kant, lo que el filósofo tenía que pensar era el tiempo. En ese
sentido ahí están Hegel, Bergson, Heidegger. Con una descalificación

11. T. Hobbes, op. cit., p. 359.


12. A. von Hirsch, Doing Justice, The Choice of Punishments: Report ofthe Com-
mittee for the Study of lncarceration, Northeastern University Press, ~oston, p. 1~7. 14. !bid. A.-M. Marchetti también señala la resistencia «a una institución que pro-
Explica esta definición diciendo «i.s li~ited», lo que no puede ~raducus~ al. espanol pone o impone a todos los detenidos, cualesquiera sean sus desiderata, el mismo mo-
por «está limitado»; en español es mdispensable hacer referencia al movinnento del dus vivendi» (Perpétuités: le temps infini des longues peines, Terre Humaine, Plon,
París, 2001, p. 302).
sujeto o individuo.
13. E. Goffman, Internados. Ensayos sobre la situación social de los enfermos men- 15. G. Marramao, Mínima temporalia.1empo spazio esperienza, Luca Sossella,
tales, Amorrortu, Buenos Aires, 2001, p. 19. Roma,2005,p. 93.
208 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Dos concepciones de la pena de privación de la libertad _ _ _ _ _ _ _ _ 209

correlativa del espacio, que aparece del lado del entendimiento, de lo El tema del espacio guarda relación con el tema del castigo
analítico, de lo conceptual, de lo muerto, de lo fijo, de lo inerte. 16 como espectáculo o del castigo como actividad segregada de la vida
social, actividad institucional «secreta» o «semi-secreta». 20
Sin embargo, esa descalificación del espacio, en el sentido de que lo Garland señala que del siglo xvr al xx se observa una evolución
despoja de cualidades que lo distingan, que le den vida, que revelen en las costumbres que se ve reflejada en los castigos y que va de la pu-
movimiento, obedece al concepto de espacio geométrico. Éste se pre- blicidad de la ejecución de las penas corporales y los castigos a su ocul-
senta como homogéneo, es decir, que desde cualquier punto en el es- tamiento· en instalaciones especializadas.
pacio pueden efectuarse las mismas construcciones en todos los sitios
y en todas las direcciones. A fines del siglo xx el castigo se ha convertido en una actividad social
N o es ésta la concepción del espacio carcelario. Basta recordar vergonzosa, realizada por especialistas y profesionales en instalaciones
las palabras de Bentham en su introducción al Panóptico: (como prisiones y reformatorios) que, en gran medida, se ocultan de la
vista del público. 21
Corregir las costumbres, preservar la salud, fortalecer la industria, di-
fundir la instrucción, disminuir la carga pública, asentar de algún modo La preconizada ventaja de la pena privativa de libertad frente a los su-
la economía sobre una roca, no cortar sino desenredar el nudo gordia- plicios espectaculares en realidad no consiste en la sustracción del
no de las leyes de asistencia pública; y todo esto gracias a una simple cuerpo del condenado a la brutalidad del verdugo (bien calculada ra-
idea arquitectónica. 17 cionalmente según la resistencia del cuerpo a fin de que pudiese reci-
bir la mayor parte de la pena), sino en la sustracción de toda la pena,
Son todas funciones que se asignan al espacio carcelario. Y que se con las posibles brutalidades que puede aparejar, a la mirada del pú-
pretende que ese espacio cumpla. Como señala Foucault, frente «a las
prisiones ruinosas, hormigueantes y llenas de suplicios que grababa
Piranesi, el Panóptico se considera jaula cruel y sabia». 18 Coherente 20. «La Antigüedad había sido una civilización del espectáculo. "Hacer accesible a
con su óptica de análisis centrado en las manifestaciones del ejercicio una multitud de hombres la inspección de un pequeño número de objetos": a este pro-
blema respondía la arquitectura de los templos, de los teatros y de los circos. Con el
de poder, Foucault dice que el panoptismo constituye «un tipo de im- espectáculo predominaban la vida pública, la intensidad de las fiestas, la proximidad
plantación de los cuerpos en el espacio, de distribución de los indivi- sensual. En estos rituales en los que corría la sangre, la soci~dad cobraba vigor y for-
maba por un instante como un gran cuerpo único. La edad moderna plantea el proble-
duos unos en relación con los otros, de organización jerárquica, de
ma inverso: procurar a un pequeño número, o incluso a uno solo, la visión instantánea
disposición de los centros y los canales de poder, de definición de sus de una gran multitud. En una sociedad en la que los elementos principales no son ya
instrumentos y de sus modos de intervención» .19 la comunidad y la vida pública, sino los individuos privados, de una parte, y el Esta-
do, de la otra, las relaciones no pueden regularse sino en una forma exactamente in-
versa al espectáculo» (M. Foucault, Vigilar y castigar, op. cit., p. 219).
16. F. Boullant, Michel Foucault y las prisiones, Nueva Visión, Buenos Aires, 2004, 21. D. Garland, Castigo y sociedad moderna, un estudio de teoría social, traducción
p. 51 (M. Foucault, Dits et écrits, 2 vols. Gallimard, París, 2001, p. 193). de B. Ortiz de la Concha, Siglo XXI, México 1990, p. 262. Este autor también se re-
17. J. Bentham, El panóptico, traducción de F. D. Levit, Quadrata, Buenos Aires, 2004, fiere concretamente a las medidas adoptadas para evitar la «visibilidad» (en palabras
p. 47. Foucault comenta que: «sirve para enmendar a los presos, para curar a los enfer- de Foucault, la «percepción») del castigo, como el retiro del patíbulo de las plazas pú-
mos, para instruir a los escolares, para guardar a los locos, vigilar a los obreros, hacer tra- blicas, para ocultarlo tras los muros de la prisión, o las ventanillas oscurecidas de los
bajar a los mendigos y a los ociosos» (M. Foucault, Vigilar y castigar, op. cit., p. 209). carruajes que llevaban a los reos frente a los tribunales, en definitiva, todo aquello que
18. «El hecho de que haya, aun hasta nuestros días, dado lugar a tantas variaciones evita a la mirada pública las trazas del castigo. «A principios de la época moderna ...
proyectadas o realizadas, demuestra cuál ha sido durante cerca de dos siglos su intensi- las penas corporales y capitales se realizaban en público, y tanto el ritual de la muer-
dad imaginaria ... su funcionamiento, abstraído de todo obstáculo, resistencia o roza- te judicial como la demostración de sufrimiento del trasgresor formaban parte de la
miento, puede muy bien ser representado como un puro sistema arquitectónico y ópti- vida social. Más tarde. en los siglos XVII y XVIII, presenciar este espectáculo se con-
co: es de hecho una figura de tecnología política que se puede y que se debe desprender vierte en un acto poco refinado y de mal gusto, particularmente entre la élite social;
de todo uso específico» (M. Foucault, Vigilar y castigar, op. cit., pp. 208-209). así, las ejecuciones se confinan en forma paulatina al espacio "detrás del escenario",
19. /bid. generalmente tras los muros de las prisiones» (ibid).
21 O - - - - - - - - - - - - - - - - - - - La justicia deconstruida Dos concepciones de la pena de privación de la libertad _ _ _ _ _ _ _ _ 211

blico. Mathiesen recuerda que en otros tiempos el castigo más visible Aquello de lo que se priva cuando se parte del concepto
era el corporal mientras que ahora, si bien la cárcel es el castigo más de libertad negativa
visible, lo es sólo desde el punto de vista institucional y no indivi-
dual. Por ello señala que, si bien existe continuidad entre ambas san- Cuando se parte del concepto negativo de libertad, como simple
ciones, también se verifica un cambio importante. Las tareas involu- ausencia de obstáculos o impedimentos para el movimiento, se deter-
cradas en el castigo se han delegado a instituciones especializadas minan las privaciones que comporta la pena enfocando el mundo in-
que operan al margen de la vida social y que, contrariamente a ofre- terno de la prisión, y todo aquello de lo que se priva al sujeto en razón
cer el «espectáculo» del que hablaba Beccaria, más bien adoptan to- de su encierro; es decir, es el encierro mismo la fuente de las priva-
das las precauciones para mantenerse ocultas a la ciudadanía. El cas- ciones, sin buscar otras perspectivas para vislumbrar cuáles son éstas.
tigo «abandona el dominio de la percepción casi cotidiana para entrar Se define la ausencia de libertad por estar, residir, en la prisión, y no
en el de la conciencia abstracta» .22 por no estar, no residir, fuera de ella. Se trata de privaciones que trae
Tal vez debido a esto, pienso, se da esa sensibilidad distinta fren- aparejada la presencia misma en ese lugar, y no la ausencia de otros
te a la pena, dado que el individuo, un semejante, puede despertar pie- lugares. En ese sentido, la libertad negativa, como ausencia de obs-
dad por el dolor que padece en su carne y sus huesos, dolor fácilmente táculos al movimiento, se concreta en un elemento positivo: la pre-
imaginable dado que el público también los tiene; en cambio, el indivi- sencia en determinado lugar, la «implantación de los cuerpos en el es-
duo confiado a una institución, es decir, institucionalizado, desaparece pacio», como decía Foucault.
de nuestra vista pero también de nuestra imaginación. Hay algo que nos La vinculación teóricamente mayor de la libertad en sentido ne-
trasciende, que no afecta a nuestra carne ni a nuestros huesos, la insti- gativo al espacio tendría que ser correspondida con la asignación de
tución carcelaria, que se ocupará del condenado y a la que atribuimos una importancia mayor al cuerpo.
las características que deseamos para pacificar nuestras conciencias.23
Interesante a este respecto es la observación de Foucault cuando seña- Afirmar la prioridad del espacio frente al tiempo significará al mismo
la que esta evolución del castigo-espectáculo hacia el castigo como ac- tiempo afirmar la preeminencia del cuerpo frente al alma, de la mate-
tividad institucional secreta consagra «un principio que muy pocos ju- rialidad del poder ante el inmaterialismo de la conciencia, de la histo-
ristas se atreverían hoy a admitir sin reticencia, aunque marca la línea ria móvil ante la filosofía perenne y de la geografía frente a la propia
de pendiente esencial del funcionamiento penal moderno; llamémoslo historia.25
la Declaración de independencia carcelaria: reivindícase en ella el de-
recho de ser un poder que tiene no sólo su autonomía administrativa, Sin embargo, se considera que la pena de prisión es una «pena incor-
sino algo así como una parte de la soberanía punitiva» .24 poral» porque se limita exclusivamente a la privación de la libertad y
nada más que de la libertad. 26 Esta consideración supone la libertad
22. M. Foucault, Vigilar y castigar, op. cit., p. 17.
23. Comparando ambos castigos, Mathiesen dice: «Son similares en el sentido de
que los dos "sobresalen" como signos positivos y visibles de que se hace algo. Son 25. F. Boullant, op. cit., p. 52.
distintos en el sentido de que la sanción antigua se hace patente en individuos, mien- 26. Sin embargo, en el régimen de las primeras penas privativas de libertad puede
tras que la otra se pone de manifiesto en el establecimiento de una estructura material verse una evolución desde su asociación, prevista jurídicamente, a castigos corpora-
que aloja a grandes cantidades de personas» (T. Mathiesen, Juicio a la prisión, tra- les, hacia su desvinculación, siempre en el plano normativo, de estos castigos e inclu-
ducción de M. Coriolano y A. Zamuner, Ediar, Buenos Aires, 2003, p. 226. so de los trabajos forzados. Podrían verse estos últimos como un eslabón que marca la
24. Y agrega: «Toda esta "arbitrariedad" que en el antiguo régimen penal permitía a transición, en el plano abstracto de la teoría y la norma, de la pena corporal a la pena
los jueces modular la pena y a los príncipes ponerle fin eventualmente, toda esta arbi- privativa ((solamente» de la libertad. Con respecto a la relación entre prisión y traba-
trariedad que los códigos modernos le han retirado al poder judicial, la vemos recons- jo, las obras de referencia son Pena y estructura social, de G. Rusche y O. Kirchhei-
tituirse, progresivamente, del lado del poder que administra y controla el castigo» mer, Temis, Bogotá, 1984, y Cárcel y fábrica: los orígenes del sistema penitenciario
(M. Foucault op. cit., p. 250). (siglos XVI-XIX), de D. Melossi y M. Pavarini, Siglo XXI, México, 1987.
212 - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Dos concepciones de la pena de privación de la libertad _ _ _ _ _ _ _ 213

entendida en sentido negativo. Pero es contradictorio fundar la defi- Klimis señala que este pasaje es notable porque postula que la ciudad
nición de pena en la idea de libertad negativa y considerar, sin em- para preservar su cultura debe velar por el respeto de la corporali-
bargo, que la pena no afecta al cuerpo del detenido. Precisamente dad de sus ciudadanos, es decir, por su estado de naturaleza. Toda le-
cuando la libertad se define como la posibilidad de desplazarse «físi- sión a la integridad física constituye el medio más seguro de desen-
camente» de un lugar a otro sin más obstáculos que los obstáculos cadenar la espiral de violencia. Pero a la vez ésta se caracteriza
que se oponen al movimiento de los ciudadanos «libres», la privación precisamente por una recaída del ser humano en el estado de natura-
de la libertad equivale a la privación de la posibilidad de un despla- leza. Tal vez sea ésta la clave de la necesidad de evitar que la pena
zamiento físico sin obstáculos, es decir, afecta al cuerpo mismo del afecte (al menos directamente) al cuerpo del condenado.
detenido, dado que es su cuerpo el que se desplaza. Atribuir única- También parecería que, en tanto no se tocara el cuerpo del
mente a las condiciones en que se cumple la pena la responsabilidad condenado, la pena no podría nunca resultar exorbitante, cruel o ex-
de su «corporalidad» implica no tener en cuenta el aspecto físico de cesiva. Tal vez esto esconda una relación particular con el cuerpo,
la libertad negativa. La contradicción reside en que se considera que como observa Gadamer respecto de la investigación médica, cuan-
se está privando de la libertad en sentido negativo pero al mismo do ,dice que hay algo que trasciende los límites de la posibilidad del
tiempo se considera que el cuerpo queda fuera de la pena. conocimiento científico y que sitúa al médico frente a la corporali-
Cabe preguntarse por qué se incurre en esta contradicción. ¿Por dad del otro como frente a algo que no puede investigar completa-
qué se evita incurrir en la responsabilidad de estar aplicando un cas- mente.
tigo corporal, cuando en realidad es el cuerpo el primer afectado por
la aplicación de la pena? El verdadero enigma es que cada uno tiene una intimidad profunda con
Tal vez ello obedezca a una sensibilidad más aguda frente al su- la propia corporalidad, que se esconde al observador, una intimidad tal-
frimiento del cuerpo. Pero parece que esta perspectiva va más allá de mente profunda que se percibe casi como una molestia el hecho de que
la sensibilidad individual frente al castigo y que revela un elemento pueda ser objeto de atención.28
político, en cuanto a aquello que el Estado puede o no hacer cuando
castiga. Klimis señala la posible extensión de la hybris perpetrada Y se pregunta qué es esta familiaridad; responde que así como el
contra el ciudadano individual a la perpetrada contra la ciudad ente- otro hombre al que le resulto familiar y que me resulta familiar no
ra. Recuerda a Isócrates, que analiza esta extrapolación concentrán- es un objeto, «tampoco mi cuerpo es mi objeto». Desde el momen-
dose en la ofensa infligida al propio cuerpo. Decía Isócrates que los to en que el cuerpo ha adquirido tal importancia en la cultura actual,
daños o insultos al cuerpo son característicos de los peores enemigos se ha convertido en centro principal de la investigación científica y
de las leyes establecidas y del orden social y la democracia. En Con- en el destinatario de toda clase de cuidados, así como en un ele-
tra Lokhités, dice: mento estético fundamental, es lógico que se rechace cualquier su-
frimiento que lo pueda afectar, y mucho más cuando le sea infligido
El cuerpo de cada uno es la cosa más próxima, más íntima que todos deliberadamente.
los humanos tienen en común, y para protegerlo hemos establecido las Además de las privaciones de carácter corporal derivadas de las
leyes, luchamos por nuestra libertad, nos preocupamos apasionada- mismas condiciones del encierro, hay muchas otras privaciones que,
mente por nuestra democracia, en pocas palabras, hacemos todas las sin superar los límites de la definición de libertad en sentido negati-
otras cosas que hacemos en nuestra vida. 27
vo, suponen graves daños para el detenido.

28. H. G. Gadamer, Elogio della teoria, compilador por F. Volpi, Guerini, Milán,
27. S. Klimis,Archéologie du sujet tragique, Kimé, París, 2003, p. 377. 1989,p.40.
214 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Dos concepciones de la pena de privación de la libertad _ _ _ _ _ _ _ _ 215

Sykes ha señalado que las privaciones o frustraciones que la lidad es un mundo en el que viven los que han sido desterrados del
vida en la prisión causa pueden considerarse castigos que la sociedad mundo social exterior precisamente por haber puesto en peligro o
deliberadamente inflige al condenado, o bien como concomitantes del afectado directamente la seguridad de los demás.
hecho de confinar grandes grupos de personas durante períodos pro-
longados.29 Precisamente el capítulo de su libro al que me refiero se Por muy extraño que pueda parecer que la sociedad haya elegido re-
titula «The pains of imprisonment» (los dolores de la prisión). Señala ducir la «delincuencia» del delincuente obligándole a asociarse con
que los ataques que suponen estas privaciones a nivel psicológico son más de miles de otros delincuentes durante años, hay una consecuen-
menos fácilmente visibles que los sufrimientos físicos provocados cia de esta involuntaria unión que es obvia: el individuo detenido es
arrojado a una intimidad prolongada con otros hombres que, en mu-
por los castigos corporales, pero la destrucción de la psiquis no es
chos casos, tienen una larga historia de comportamiento violento,
menos temible que la aflicción del cuerpo.
agresivo. 31
Por ejemplo, Sykes analiza entre este tipo de privaciones la de la
autonomía. Esta privación refuerza la pérdida de autoestima y supo-
Y esta situación puede provocar mucha angustia, aun para el reinci-
ne una regresión, impuesta externamente, a las condiciones de vida
dente más endurecido. La pérdida de seguridad, o la convivencia for-
de un niño. Como si el tiempo que le hubiese llevado convertirse en
zoza con la inseguridad constante, crean una ansiedad aguda no sólo
adulto debiese ser cancelado para regresar a una infancia sin ninguno
porque tengan lugar actos agresivos, sino también porque se pone a
de los beneficios y con todas las desventajas que ésta puede suponer,
prueba permanentemente la capacidad del interno de hacerles frente,
sujeta a reglas estrictas de disciplina incluso para las actividades más
su valentía, su temple. 32
básicas de la vida cotidiana.
Sin embargo, todas estas privaciones, sumadas a muchas otras,
Otra es la de la intimidad. Mathiesen resalta la importancia de la
definidas en el marco de la libertad definida en sentido negativo, más
convivencia forzada como agravante del castigo:
que privaciones propiamente dichas, son condiciones resultantes del
encierro.
Al menos en Noruega, la ansiedad se refleja en el hecho de que una
cantidad de prisioneros desean expresamente vivir en celdas de aisla-
miento. El aislamiento, entonces, parece ser el mal menor. 30

Una tercera, en esta somera ejemplificación, que a pesar de ser suma- Dimensión temporal de la privación de la libertad en sentido
mente importante casi no se tiene en cuenta, es la de la seguridad. Di- negativo
fícilmente se piensa que dentro de la prisión se vive más inseguro
que fuera. A primera vista puede parecer irrazonable -señala Sy- Bauman dice: «La reducción del espacio entraña la abolición del
kes- que el delincuente detenido considere que sus compañeros de tiempo. Los habitantes del primer mundo viven en un presente per-
prisión son «despiadados» o «peligrosos», porque, después de todo, petuo ... están siempre "escasos de tiempo" ... Las personas atasca-
los otros detenidos son personas como él, que llevan el estigma legal das en el mundo opuesto» -es decir, las que no gozan de la facilidad
de la condena. Sin embargo, este razonamiento que es propio de la vi- de movimiento, y cuyo ejemplo más extremo son los detenidos-
sión generalizada que pretende «no ver» la realidad carcelaria, no se
detiene a pensar que el mundo que se ha construido dentro de esa rea-
31. G. M. Sykes, op. cit., p. 77. Cita las palabras de un interno: «Lo peor de la pri-
sión es que hay que vivir con otros presos».
29. G. M. Sykes, The Society of Captives. A Study of a Maximum Security Prison, 32. «Estas incertidumbres constituyen una amenaza para el ego del individuo que ha
Princeton, New Jersey, 1971, p. 64. de convivir en una intimidad prolongada~con criminales, independientemente del tipo
30. T. Mathiesen, op. cit., p. 216. y de la gravedad de su propia criminalidad» (ibid., p. 78).
216 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L a justicia deconstruida Dos concepciones de la pena de privación de la libertad - - - - - - - - 217

«están aplastadas bajo el peso de un tiempo abundante, innecesario e El tiempo de la cárcel queda librado mucho más que los «otros tiem-
inútil» .33 pos» a la percepción individual del sujeto de la pena.
Esta diferencia, sin embargo, no se percibía de esa manera en el
momento en que nació la prisión como pena. Cada minuto puede ser maravillosamente -u horriblemente- profun-
do ... Hay horas veloces y muy largos segundos. El tiempo pasado es
vacío. No hay una cronología de eventos para marcarlos; la duración
De hecho el tiempo era uno de los pocos atributos que en cantidades apro-
ximadamente iguales poseían los pobres y los ricos. Por lo tanto, ¿qué po- exterior no existe. 38
día ser más razonable que aquellos que transgredían la ley recibiesen un
castigo cuyos efectos fuesen experimentados por todos por igual ?34 Cohen y Taylor dicen que cuando el transcurso del tiempo está mar-
cado por nuestras actividades y contactos personales, pasado y futu-
F. de Connink se interroga sobre la naturaleza y la función de este ro adquieren el significado de parámetros que definen el momento
tiempo carcelario, considerado como «carente de tiempo social>'>, actual.
tiempo suspendido, tiempo de la «exclusión de la humanidad» que sig-
nifica el encierro. En prisión el tiempo no «transcune», «se denum- El tiempo no tiene el carácter de un objeto por derecho propio. Reco-
nocemos que nuestro pasado no es simplemente una pila de tiempo
ba», y al derrumbarse, hace caer con él toda perspectiva real de inscri-
gastado, porque tiene su propio significado e importancia. Lo mismo
birse en la ?uración (es decir, el tiempo existencial, el tiempo social). 35
sucede con el futuro, que no constituye un conjunto de horas aún va-
cías, sino que asume determinada posición en nuestra existencia ac-
El tiempo de la detención es un tiempo suspendido, cuya expiración in-
tual.39
cierta se vincula a una fecha hipotética de liberación condicional, de
traslado a otra prisión o de permiso de salida. En prisión, el instante es
obeso, el pasado raquítico, y el porvenir no existe. 36 El tiempo, entonces, es percibido de acuerdo con lo que hemos vivi-
do o de lo que hemos de vivir, pero también pasado y futuro pueden
El tiempo se fusiona con el espacio. Pierde su fluidez, su característi- quedar totalmente eclipsados por lo que estemos viviendo ahora.
ca más propia y se inmoviliza ... o se acelera. En la cárcel el tiempo adquiere dimensiones diferentes y un pro-
tagonismo casi total. Ello se refleja en las frases que se usan para des-
El tiempo de la espera, el tiempo que no pasa nunca, el tiempo que pasa cribir la pena de prisión: cumplir una condena es «hacer tiempo»
demasiado rápido durante las visitas, el tiempo de repensar, el tiempo (doing time). 4° Cuando se ha asignado determinado tiempo como una
del vacío, del silencio, de la oscuridad; el tiempo fuera del tiempo. La pena, no se ha dado al sujeto su propio tiempo como pena, sino el
cárcel es el lugar del tiempo, donde vivir los días de la pena. 37
38. V. Serge, M en in prison, citado por S. Cohen y L. Taylor como encabezamiento
33. Z. Bauman,La globalización. Consecuencias humanas, traducción de D. Zadu- del cuarto capítulo de su obra Psychological Survival. The exp~rience ~f LontTe.r!n
naisky, Fondo de Cultura Económica, México, 2004, pp. 116-117. . Imprisonment, Penguin, Middlesex 1972, p. 86. Esta obra descnbe una mvestlgacwn
34. R. Matthews, Pagando tiempo. Una introducción a la sociología del encarcela- llevada a cabo en el pabellón de alta seguridad de la prisión de Durham (lnglate~ra),
miento, traducción de l. Rivera Beiras, Bellaterra, Barcelona, 2003, p. 66. basada en el contacto diario con los detenidos condenados a largas condenas. La fma-
35. F. de Conninck, «L'écoulement du temps carcéral ou le temps virtuel des prisons lidad, como aclaran los autores, era investigar las formas en que los seres humanos
contemporaines», en L' accélération du temps juridique, coordinado por F. Ost, publi- podían reaccionar en general a una situación extrema, una situación que alter.aba su
cación de Facultés Universitaires Saint-Louis, Bruselas, 2004: «hay un lugar que, a vida normal, de modo tal que resultaban problemáticos simples aspectos de la vida. co-
pesar de todo, escapa a la delirante aceleración del tiempo social a la que asistimos tidiana como el empleo del tiempo, la amistad, la privacidad, la identidad, la concien-
hoy: la prisión ... en ella el tiempo social no transcurre, o transcurre apenas» (p. 642). cia de sí, la edad y el deterioro físico.
36. Ibid.,p. 653. 39. S. Cohen y L. Taylor, op. cit., p. 88.
37. D. de Robert, Sembrano proprio come noi. Frammenti di vita prigioniera, Bo- 40. Uno de los consejos que se les da a los presos es «do your time and not.let_Y?ur
llati Boringhieri, Turín, 2006, p. 63. time do you» (literalmente: haz tu tiempo y no dejes que tu tiempo te haga a tl) (zbzd).
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tiempo de otros. Su propio tiempo le ha sido sustraído, como el dine- siente el terror de estar al borde de un abismo. Al fondo, nieblas en la
ro cuando se paga una multa, y en cambio se le ha dado el «tiempo de oscuridad .44
la cárcel» .41
Al sustraerle su «propio tiempo» se le sustrae también su «propia Alude a ese «vaciamiento» del tiempo de la pena Matthews cuando
vida». El concepto de «mi vida» es un concepto importante en nues- habla de la negación del tiempo:
tra cultura. Los jóvenes miran hacia delante, los viejos, hacia atrás,
pero en general se habla de la vida que han vivido o de la vida que les· El proceso de encarcelamiento, más que canalizar y redistribuir el
queda por vivir. Es decir, identifican la vida con períodos determina- tiempo, implica la negación del mismo. Los individuos extraídos de los
lugares de trabajo y del mercado laboral -la principal esfera de tiem-
dos de su existencia. Lo que parece totalmente inaceptable es la idea
po «vivido»- y simultáneamente de sus familias y comunidades, ya
de que en prisión se puede tener la experiencia de la propia vida. El
no son capaces de pasar tiempo «libre». De este modo, aunque el en-
concepto de cadena perpetua en inglés se expresa con la palabra lije carcelamiento sea en esencia cuestión de tiempo, se experimenta como
(vida): lije imprisonment, lije sentence, sentenced to lije (condenado una forma de falta de tiempo, con expresiones carcelarias que a menu-
a vida). En consec11encia, puedo estar serving lije, cumpliendo cade- do la describen como el «hacer» o «matar» el tiempo. 45
na perpetua, «Cumpliendo vida». Pero lo que no puedo es estar serving
my lije; en prisión, «cumplo vida», pero no cumplo «mi» vida. Lo que
el lenguaje pone de relieve es la separación del tiempo en la cárcel del
tiempo existencial individual. 42 El concepto de libertad en sentido positivo
El tiempo en la cárcel se presenta como un problema en sí mismo.
Cabe preguntarse qué sucede si, no conformes con la respuesta de
Ya no es más un recurso que ha de utilizarse, sino un objeto que ha de Hobbes, volvemos a preguntarnos: ¿de qué estamos privando cuando
contemplarse, un paisaje indistinto ... Sin embargo, la duración de la
privamos de la «libertad»?
jornada es una preocupación constante, porque sólo después de que se
Esto supondría aceptar un concepto que no se limite a su visión
haya cumplido la pena la vida podrá realmente reanudarse. 43
puramente negativa. Sin embargo, para Berlín la visión negativa de la
libertad no es limitada. Al contrario, afirma que «la libertad no debe
Surge entonces la obsesión por detener el curso del tiempo, por evitar
ser ausencia de todo impedimento; esto hincharía tanto su significado
los efectos que va indefectiblemente causando, el temor ante la posi-
que diría demasiado y demasiado poco a la vez» .46
bilidad de convertirse en una piedra, en un robot, sin ninguna autono-
mía personal, y sin subjetividad alguna.
44. V. Serge, op. cit., frase citada por Cohen y Taylor (en op. cit., p. 91) como una
La irrealidad del tiempo es palpable. Cada segundo cae lentamente. descripción precisa del estado obsesivo en que vivían los condenados respecto al
Qué abismo incalculable entre una hora y la siguiente. Cuando uno tiempo.
45. R. Matthews, op. cit., pp. 66-67. «La privación de la libertad se traduce en una
se dice a sí mismo que han de pasar así seis meses -o seis años- se fortísima compresión de los espacios y en una desmesurada dilatación del tiempo. Un
tiempo que pasa sin producir nada; un tiempo infinito que no tiene confines, ni ritmos,
ni términos, salvo el fin de la pena para quien la pena tiene fin; un tiempo inmenso
41. /bid., p. 89. Dicen los autores que los entrevistados «les describían cómo se re- que anula la persona» (D. de Robert, op. cit., p. 63).
petían a sí mismos sus condenas -veinte años, treinta años- en un intento por com- 46. l. Berlín, Dos conceptos de libertad, traducción de A. Rivero, Alianza, Madrid,
prender la naturaleza de lo que les esperaba». A uno que acababa de llegar y pregun- 2001 , p. 50. También Taylor considera que la libertad no puede definirse únicamente por
taba cómo iba a poder pasar allí veinte años, otro le respondió, «es fácil, haz cinco por la ausencia de obstáculos externos sin más precisión; «es necesario definirla por la
vez». ausencia de obstáculos externos a una acción significativa, a una cosa que sea impor-
42. /bid., op. cit., p. 93. tante para el hombre» (C. Taylor, La liberté des modemes, PUF, París, 1997, pp. 254
43. lbid.,p.104. y ss).
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. Siguiendo las consideraciones, de Berlin, podemos decir que la nar la inclinación de los hombres a ser esclavos de sus pasiones, sino
hbertad en su sentido «positivo» se deriva del deseo por parte del in- utilizarla, poniendo el «señuelo» de premios y castigos, es decir, la
dividuo de ser su propio amo .47 Señala Berlin que la libertad que se forma más acentuada de heteronomía.
funda en que uno sea su propio amo y la que se funda en que otros
hombres no le impidan a uno elegir pueden parecer a primera vista la Pero manipular a los hombres y lanzarlos hacia fines que tú -el re-
forma positiva y la negativa de decir la misma cosa; sin embargo, son formador social- conoces, pero los demás quizá no, es negar su esen-
conceptos que se desarrollaron históricamente en sentidos divergen- cia humana, es tratarlos como objetos hueros de voluntad propia. Es,
tes, hasta que entraron en conflicto directo. En pocas palabras, puede en suma, degradarlos .50
decirse que la libertad positiva -a diferencia de la negativa, que es
estar libre de algo- consiste en ser libre para algo. También critica la idea de una libertad como autogobierno, autocon-
La evolución histórica a la que se refiere gira en torno de la con- trol, que se basa en la idea de un ser racional que mediante la razón
cepción del «yo» y su diversa identificación: un yo dominante (que se puede liberarse de todo lo que obstaculiza su libertad, incluso sus pro-
ha identificado con la razón, con mi naturaleza superior), o un yo em- pios deseos. Es la doctrina positiva de la emancipación por la razón.
pírico, heterónomo, «necesitado de disciplina para que pueda elevar- Si quien detenta la razón es la autoridad, la libertad se convierte en
se alguna vez hasta la altura de su naturaleza "verdadera"». Ahora algo prácticamente idéntico a la autoridad. «Éste es el pensamiento y
bien, ambos «yo» pueden representarse divididos por un abismo: el el lenguaje de todas las declaraciones de derechos del siglo XVIII y de
yo auténtico, se concibe como algo que va más allá del individuo, los que contemplan la sociedad como un modelo construido según las
como una totalidad social de la que el individuo es un elemento. Esta leyes del sabio legislador.» 51 Todas estas concepciones parten de la
totalidad se identifica con el verdadero yo que impone su voluntad base de que al obedecer al hombre racional nos obedecemos a noso-
única sobre «sus miembros recalcitrantes, realiza su propia libertad tros mismos. 52
"superior", es decir, la de ellos».48 En este sentido, desde el concepto La concepción abstracta de la libertad -como pone de relieve
negativo de libertad, el único yo que no ha ser obstaculizado es el yo Taylor- es la única que permite juicios cuantitativos. Al definirse la
«verdadero», que, como hemos visto, puede agrandarse hasta conver- libertad como ausencia de obstáculos físicos, la libertad humana pue-
tirse en suprapersonal, por ejemplo, el Estado. de medirse de la misma manera que los grados de libertad de los que
Berlin deduce de esta división del yo que es suficiente «mani- goza un objeto físico, como una palanca, por ejemplo. Aun en el caso
pular la definición de hombre y podrá hacerse que la libertad sea lo en que consideremos la libertad como ausencia de obstáculos exter-
que quiere el manipulador». 49 En efecto, los primeros utilitaristas nos, es necesario distinguir los obstáculos de acuerdo con las accio-
(Helvetius y Bentham) -señala Berlin- creían que no había que fre- nes que estén obstaculizando .53

50. !bid., p. 68. Es muy interesante la reflexión que hace allí Berlin acerca de los va-
47: «Quiero ,que mi vi.da y mis decisiones dependan de mí mismo, y no de fuerzas ex- lores: «¿En nombre de qué puedo justificar forzar a los hombres a hacer lo que no
tenor~s, sean estas del tipo que sean. Quiero ser el instrumento de mis propios actos vo- quieren o no consienten? Solamente en nombre de un valor superior a ellos mismos.
lunt~nos Yno de los de otros hombres. Quiero ser un sujeto y no un objeto; quiero per- Pero si, como sostenía Kant, todos los valores se constituyen como tales en virtud de
su?diiT?e por razones, prop~sitos conscientes míos y no por causas que me afecten, por los actos libres de los hombres y sólo se llaman valores en cuanto son así, no hay nin-
a~I decirlo, ~es?~ ~uera. Qmero ser alguien, no nadie; quiero actuar, decidir, no que de- gún valor superior al individuo. Por tanto hacer esto es coaccionar a los hombres en
cidan por mi; dmgirm~ a mí mismo y no ser accionado por una naturaleza externa o por nombre de algo que es menos que ellos mismos».
otros hombres como SI fuera una cosa, un animal o un esclavo incapaz de jugar mi pa- 51. !bid., p. 83. Cita a Kant que dice que cuando el individuo abandona por com-
pel como humano, esto es, concebir y realizar fines y conductas propias. Esto es, por lo pleto su libertad salvaje y sin ley para reencontrarla inmaculada en el estado de suje-
menos en p~rt~, lo que quiero decir cuando afirmo que soy racional y que mi razón es ción a la ley, entonces y sólo entonces hay verdadera libertad, «porque esa dependen-
lo que me distmgue como ser humano del resto del mundo» (1. Berlín, op. cit., p. 60). cia es el resultado de mi propio actuar como legislador».
48, !bid.' p. 62.
52. !bid.• p. 87.
49. !bid., p. 64,
53. C. Taylor, La liberté des modernes, op. cit., p. 267.
2 2 2 - - - - - - - - - - - - - - - - - - La justicia deconstruida Dos concepciones de la pena de privación de la libertad _ _ _ _ _ _ _ _ 223

En ese sentido, la concepción de libertad negativa de Alexy se Lo que nos reduce a la servidumbre es saber que somos libres de hacer
acerca más al concepto de libertad positiva que estamos consideran- algo o de abstenernos de ello sólo porque alguien ha decidido no im-
do. En efecto, afirma que se trata de libertad jurídica cuando el obje- pedírnoslo .56
to de la libertad es una alternativa de acción, y, cuando ello sucede, la
libertad es «negativa»: una persona es libre en sentido negativo en Mathieu dice que para los modernos, a diferencia de los antiguos,
la medida en que no le están vedadas alternativas de acción. para quienes la libertad era sinónimo de participación en la cosa
pública, la libertad consistía en la posibilidad de sustraerse a la in-
El concepto de libertad negativa no dice nada acerca de lo que debe ha- jerencia de iniciativas externas. Me interesa este autor porque hace
cer una persona libre en sentido negativo, o de lo que hará, bajo deter- referencia a una «situación», a un «ambiente», como conceptos inter-
minadas condiciones; tan sólo dice algo acerca de sus posibilidades medios para acceder al concepto de libertad. Afirma que lo único
para hacer algo. 54 que se puede hacer para favorecer la libertad es «crear un ambiente»
en el que se espera que la libertad se desarrolle. 57 Y, por el contrario,
Tampoco es suficiente -siguiendo a Taylor- contentarse con un lo que amenazaría la libertad sería lo que denotara una amenaza para
concepto de posibilidad, es decir, considerar que ser libre significa la situación que se considere más propicia para ese desarrollo. Esta
que podemos hacer esto o aquello, independientemente de que lo po- expresión, «más propicia», entraña el concepto de posibilidad, de
damos hacer efectivamente. Taylor propone un concepto de libertad una condición que favorece el desarrollo de las posibilidades de li-
positiva que consiste en ejercer el poder de controlar la propia exis- bertad. Incluso un concepto vacío, lato, de libertad como mera posi-
tencia. bilidad de posibilidades supone un avance con respecto a un concep-
to de libertad negativa como mera restricción del movimiento. Este
En esta concepción, solamente somos libres en la medida en que nos último se reduce a cercenar una sola posibilidad: la de moverse sin
determinamos efectivamente a nosotros mismos, en que hemos dado obstáculos.
forma a nuestra propia vida. El concepto de libertad es, por lo tanto, un Sin embargo, las posibilidades que se cierran cuando comienza
concepto de realización. 55 la pena son muchísimas más que la mera posibilidad de desplazarse
de un lugar a otro sin obstáculos externos. En la configuración del lu-
(Si bien conforme a un concepto tan exigente pocos podamos decir- gar del que no es posible desplazarse, se configura también un am-
nos «libres».) biente que se caracteriza precisamente por no ser propicio al desarro-
Skinner saca a la superficie una teoría que había quedado rele- llo de la libertad.
gada por los utilitaristas clásicos y que sostenía que la libertad no En la pena que consiste en la privación de libertad, el ambiente
sólo se ve restringida por la interferencia o la amenaza de interferen- que se crea es un ambiente en el que se espera que la libertad no se
cia sino también por el mero conocimiento de que vivimos depen- desarrolle. El ambiente creado es la negación de la posibilidad mis-
diendo de la buena voluntad de otros. La mera conciencia de vivir so- ma de la libertad. O de la libertad entendida como condición de posi-
metidos a un poder arbitrario -capaz de interferir con nuestras bilidad del goce de los demás derechos. Partiendo del concepto de li-
actividades sin tener que considerar nuestros intereses- sirve en sí
misma para limitar nuestra libertad. 56. Q. Skinner, «El tercer concepto de libertad», en Claves de la Razón Práctica,
núm. 155, septiembre de 2005, p. 4. Esta fue la interpretación de la libertad política
que diversos miembros del Parlamento inglés esgrimieron como crítica a la Corona en
las primeras décadas del siglo xvn. Consideraban que si la Corona tenía la prerroga-
54. R. Alexy, Teoría de los derechos fundamentales, traducción de E. Garzón Val- tiva de revocar los derechos civiles, el goce de los derechos civiles y de la libertad
dés, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2002, p. 214. personal estaba sujeto al arbitrio de la CoJona.
55. C. Taylor, La liberté des modernes, op. cit., pp. 254 y ss. 57. V. Mathieu, Dialettica della libertá, Opuscoli Guida, Nápoles, 1974, p. 26.
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bertad positiva se puede llegar aún, más lejos. Su privación supone una forma antigua, leudheros. De la raíz leudh deriva en varios idio-
una injerencia en lavida entera del detenido.58 mas la palabra «gente», pero también la palabra «crecer», «desarro-
Por otra parte, Berlin dice: «La falta de libertad de la que se llarse». Este autor se pregunta cómo explicar con una misma raíz to-
quejan muchos hombres y grupos no es otra cosa, con frecuencia, que das esas expresiones: «crecer», «desarrollarse», «el pueblo», «la
falta de reconocimiento adecuado» .59 Señala que la socialidad del gente», y un adjetivo como «libre». Se puede concebir que la imagen
ser humano no es meramente una dependencia material de la inte- del crecimiento alcanzado se concreta en la dimensión y la figura
racción con los demás, sino la posibilidad de encontrar en ellos re- humana, y produce un concepto colectivo como «tronco, origen de
flejadas las características de la propia identidad, y que esas carac- una familia», es decir, «grupo de procedencia», para designar por
terísticas son «sólo inteligibles en los términos de la red social a la fin una fracción étnica, el conjunto de personas que nacieron y se
que (se pertenece)». 60 desarrollaron juntas .61
Benveniste nos aporta con la historia del término esa dimensión De ahí deduce que para señalar la pertenencia al grupo de proce-
intersubjetiva de la libertad, que conduce a una visión de lo que sig- dencia, a la fracción étnica, se utiliza la expresión «hombre libre». Por
nifica la privación de la misma mucho más acorde con el ser social col!siguiente, la idea de libertad se forma a partir de la idea socializa-
del sujeto. Aclara que el sentido originario no es, como se podría es- da de crecimiento. Crecimiento de una categoría social, desarrollo de
tar tentado de imaginar, el de una persona que se ha desembarazado una comunidad. Todos aquellos que proceden de este «tronco» co-
de algo (débarrassé de quelque chose), es decir, un significado de ne- mún gozan de la calidad de leudheros (libres).
gación. Al contrario, entraña una afirmación: la pertenencia a un tron- Pero en otros idiomas esta etimología denota también un signi-
co étnico, que se designa con la metáfora de crecimiento vegetal. Me- ficado afectivo. Es, por ejemplo, el caso del alemán freí, del inglés
táfora que permite explicar la expresión «libre de enfermedad», en el free, procedentes defrya, que significa «querido». Es un adjetivo que
sentido de la planta que puede crecer y desarrollarse a diferencia de connota los valores sentimentales que asignamos a este término, de-
la planta enferma. signa a aquella persona por la que sentimos afecto. Derivan en ale-
En Grecia, el hombre libre, eleútheros, se opone a doulos, es- mán Freund y en inglés fríend; se trata de una calificación personal
clavo. En Roma, es la oposición entre liberí y serví. Corno señala de carácter sentimental, que se convierte en una señal de reconoci-
Benveniste, dentro de cada una de las sociedades indoeuropeas rei- miento mutuo que intercambian los miembros de determinada clase
na una distinción fundada en la condición de libres o serviles de los social o grupo de origen común. De ahí se deduce que el término, que
hombres. El término latino y el griego se superponen y remiten a primitivamente denotaba una relación afectiva entre personas, ad-
quiere un significado institucional cuando se convierte en la expre-
sión reservada a esta comunidad de clase y a un sector social, el de los
58. l. Muñagorri, «La utilización del Derecho Penal: de las garantías del ciudadano a hombres libres. Con ambos significados, la pertenencia al grupo so-
la represión ~e la no-persona», en Panóptico, núm. 6, segundo semestre de 2003, p. 143.
59. l. Berlm, p. 92. «Cuando me pregunto qué soy y contesto que un inglés, un chi- cial, por una parte, y el reconocimiento mutuo entre los miembros del
no, un comerciante, un hombre corriente, un millonario, un presidiario, tras analizar . grupo social, por otra, el término «libertad» adquiere una connotación
la respuesta, descubro que poseer tales atributos lleva consigo ser reconocido por afirmativa y no necesita definirse por oposición.
otras personas como perteneciente a un determinado grupo o clase, y que ese recono-
cimiento forma parte del significado de la mayoría de los términos que denotan algu-
nas de mis características más personales y permanentes.»
60. !bid. Lo que se desea evitar es ser considerado una «unidad estadística sin atri-
butos propios, identificables, sin rasgos y propósitos específicamente humanos pero
míos. Lucho contra esta degradación -no busco la igualdad jurídica de derechos ni
la libertad de hacer lo que quiera ... sino un estado de cosas en el que pueda sentir lo
que soy, porque se me considera un agente responsable cuya voluntad se toma en con- 61. E. Benveniste, Le vocabulaire des institutions indo-européenes, Minuit, Pa-
sideración» (ibid., p. 93). rís, 1969, vol. 1, pp. 321 y ss.
226 __________________ La justicia deconstruida Dos concepciones de la pena de privación de la libertad _ _ _ _ _ _ _ 227

La definición de la pena privativa de libertad sobre la base exclusión». 62 Es interesante esta observación, porque si definimos la
de la libertad positiva cárcel como exclusión, se trataría de la culminación de un proceso,
más que de un nuevo proceso que nada tiene que ver con lo social.
El sujeto que ha nacido en ese grupo, en esa comunidad, nace «libre». En ese sentido, es decir, considerando la exclusión carcelaria
Sólo si se añade el otro significado mencionado, el reconocimiento como el desenlace de un proceso que ha comenzado antes en otros
que intercambian los miembros del grupo, es posible la «privación» ámbitos, Zúñiga Rodríguez dice que el derecho penal «simplemente
de la libertad. Se priva de la libertad a un individuo cuando se le nie- · se convierte en gestor de un proceso de exclusión previo, realizado
ga el reconocimiento de su pertenencia al grupo. Cuando no se le re- por otras instancias de control, como los servicios sociales, la educa-
conoce como miembro del grupo. Cuando se le «excluye» del grupo. ción, la familia, el Derecho administrativo, etc. Según esta tendencia
Se priva de la libertad entonces al que ha dejado de ser «amigo» y social, el modelo de control que se impone es el de exclusión de una
pierde por ello su condición de hombre libre. En ese sentido la defini- parte de la población que no tiene ninguna función en el modelo pro-
ción de libertad no sería por negación, en el sentido de no injerencia de ductivo. Se trataría de "el otro", los enemigos de la sociedad, los no-
la intervención pública en la vida individual, sino por afirmación, en personas, los nuevos homo sacer del siglo XXI». 63
el sentido de reconocimiento por los miembros de la comunidad so- La cárcel en la sociedad postmoderna cumple una función mu-
cial del sujeto como miembro de esa comunidad. La libertad entonces cho más clara y precisa que antes, no hace nada más que llevar a las
equivale a la aceptación del sujeto en la vida social. La privación de últimas consecuencias las tendencias excluyentes. El espacio social
la libertad, al contrario, equivale al rechazo del sujeto en la vida so- queda nítidamente demarcado, así como quedan señalados quienes
cial, es decir, a su exclusión. salen de ese espacio para ingresar al otro, al espacio carcelario donde
Si bien la exclusión se concreta por la reclusión del sujeto en de- el espejismo de la inclusión ya ha quedado conjurado.
terminado lugar y la prohibición de su presencia en todos los demás En ese sentido, Waquant parece seguir el análisis de esta pers-
lugares, en esa prohibición se manifiesta ante todo la voluntad, ex- pectiva cuando se refiere a la exclusión de la población negra en Es-
presada en la imposición de la pena, no sólo de que el sujeto perma- tados Unidos.
nezca en determinado lugar, sino de que no permanezca en todos los
demás. Lo fundamental de su permanencia en la cárcel consiste en su Cuando los muros del gueto se sacudieron y amenazaron con venirse
«no permanencia» en todos los lugares que no sean la cárcel. En ese abajo, los muros de la cárcel se extendieron, ampliaron y fortalecieron
sentido, la pena de prisión es ante todo una pena de exclusión. Antes proporcionalmente ... la «reclusión de diferenciación» dirigida aman-
de entrar en la prisión, o al mismo tiempo en que se entra en ella, se tener un grupo aislado ... Pronto el gueto negro, convertido en un ins-
trumento de exclusión desnuda a causa del cercenamiento concurrente
sale del espacio o los espacios sociales.
del trabajo asalariado y de la protección social, y desestabilizado ade-
Cruz observa la referencia general que se hace a la exclusión so-
más por la creciente penetración del brazo penal del Estado, quedó ín-
cial como al nuevo peligro que nos acecha, dada la combinación de timamente unido a la prisión y al sistema penitenciario. 64
desarrollo tecnológico y destrucción de puestos de trabajo que lleva a
la marginalidad a amplios sectores de la población. Dice que «la des-
mesurada magnitud que ha alcanzado la exclusión social desborda 62. M. Cruz, Hacerse cargo, Paidós, Barcelona, 1999, p. 26.
con mucho el ámbito de lo que Marx llamaba ellumpenproletariado, 63. L. Zúñiga Rodríguez, «Viejas y nuevas tendencias políticocriminales en las le-
gislaciones penales» en Derecho penal y dignidad humana, Temis, Bogotá, 2005,
cuya función reguladora del mercado limitaba en cierto modo su im- pp. 567-578.
portancia. Habría -sería la idea que empieza a ganar terreno- algo 64. L. Wacquant, «From Slavery to Mass Incarceration», en New Left Review, núm.
13, enero-febrero de 2002, pp. 38-58. Explica, siguiendo a C. Faugeron (La dérive pé-
aún peor que la explotación del hombre por el hombre: la falta de ex-
nale, Esprit, núm. 215, 1995), que la «reclusión de exclusión» ganó primacía sobre la
plotación ... Crece así un nuevo temor: pasar de la explotación a la «reclusión de seguridad» y la «reclusión de autoridad». Y en la prisión, continúa se-
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Este autor señala la interpenetración creciente de los sectores social y Este enfoque binario del espacio social no refleja lo que sucede real-
penal. En un sentido, «la lógica panóptica y punitiva característica mente en la ciudad de la modernidad tardía, donde las fronteras se di-
del campo penal tiende a contaminar y luego a redefinir los objetivos fuminan y las líneas se disipan. Hablar simplemente de exclusión social
y dispositivos de la ayuda social»; en otro, «las cárceles, quiéranlo o es simplificar el problema. Se da un proceso de inclusión y exclusión
no, deben hacer frente, urgentemente y con los medios disponibles, a simultáneas, porque la inclusión cultural masiva va acompañada de una
las dificultades sociales y médicas que su "clientela" no pudo resolver exclusión social sistemática.67 Y estas dos fuerzas -centrípeta y cen-
en otra parte: en las metropólis, la principal vivienda social y la insti- trífuga- son intensas porque las fronteras se traspasan. Ni la inclu-
tución en que se brindan cuidados accesibles a los más indigentes es sión ni la exclusión son del todo satisfactorias, y despiertan la ira del
la prisión del condado» .65 que se ve amenazado por aquel que debería estar excluido y no lo está
En un trabajo posterior al citado, Young dice que el concepto de totalmente, o el resentimiento del que se ve excluido y vive esa exclu-
exclusión social supone un peligro porque sugiere una línea divisoria sión como una injusticia. De la tensión de las dos fuerzas nace el con-
que separa a los actores entre incluidos y excluidos. flicto y, por supuesto, prevalece la exclusión. 68
También Bauman señala el paralelismo y la complementarie-
El concepto de exclusión social implica que hay cierta subclase homo- dad entre la guetificación y la criminalización de la pobreza: «exis-
génea, donde se acumula gran parte de la cartera actual de vicios o ca- te un continuo intercambio de población entre los guetos y las cár-
rencias, que contrasta con una mayoría relativamente estable y virtuo- celes, cada uno de los cuales sirve como una enorme y creciente
sa de incluidos. 66 fuente de abastecimiento para la otra». Pero este intercambio con-
siste en un movimiento limitado exclusivamente a un ir y venir en-
tre uno y otro sitio, porque el gueto y la prisión responden a la es-
ñalando Wacquant en el contexto estadounidense, los reclusos son objeto de un triple trategia de «atar a los indeseables al terreno», creando, en un mundo
movimiento de «clausura exclusivista» porque: se les niega el acceso al capital cultu- en el que la movilidad es un factor principal de estratificación so-
ral valorado; se les excluye sistemáticamente de la redistribución social y de las ayu-
das públicas; se les impide la participación política a través de la privación penal del cial, una «subclase», marginada del sistema social y definida por re-
derecho a voto (ibid., pp. 54-55). ferencia a sus «proclividades endémicamente criminales» .69 La mo-
65. L. Wacquant, Las cárceles de la miseria, versión de H. Pons, Alianza, Madrid,
2000, p. 99. Apoya esta observación recordando la obligación impuesta a los recep-
tores de ayudas sociales de someterse a pruebas de detección de estupefacientes
(como si estuvieran bajo libertad vigilada o condena condicional), por una parte, y, 67. !bid.' p. 170.
por otra, la situación de menoscabo en que se encuentran estas ayudas, que parecen 68. Mathiesen relaciona la exclusión con la inhabilitación. Dice que esta última, que
haberse limitado a la prisión (ibid., p. 101). Se da así una «lógica asistencial den- se transformó en un concepto criminológico en la década de los ochenta, implica
tro del universo carcelario». Sería interesante analizar en este contexto la corre- que la «habilidad» del delincuente para cometer nuevos delitos debe ser impedida o
lación entre la desaparición del Estado económico, la reducción del Estado asis- bien reducida a través del encarcelamiento. «La idea básica es que el delincuente debe
tencial y el fortalecimiento del Estado penal que tienen lugar en el mundo ser inhabilitado mediante su exclusión de la convivencia social. Es precisamente por
globalizado. eso que se usa la cárcel, o cárcel prolongada, para inhabilitar.» T. Mathiesen, op. cit.,
66. J. Young, «La energía en Merton, la estructura en Katz: la sociología de la re- . p. 146. Se pregunta cómo puede justificarse una condena sobre la base de actos futu-
presión y la criminología de la trasgresión», Anthropos, número dedicado a Alessan- ros. Dice que «la teoría de la inhabilitación quebranta algunos de los principios bási-
dro Baratta, n. 0 204, p. 164. «Esta ciudad dual, donde los pobres se hallan moralmen- cos del código penal y del sistema penal». Los principios que declaran que nadie debe
te segregados por la mayoría y aislados físicamente, es un mito, las fronteras son ser condenado por un acto que aún no ha cometido y que es por el acto y no por las
traspasadas con regularidad y, de todos modos, la subclase existe en ambos lados de circunstancias exteriores al mismo por lo que se condena (ibid., p. 150).
éstas ... Por otra parte, los pobres tampoco están excluidos moralmente, están muy le- 69. Z. Bauman, Comunidad. En busca de seguridad en un mundo hostil, traducción
jos de estar socialmente aislados. A diario son espectadores de las virtudes del trabajo de Jesús Alborés, Siglo XXI, Madrid, 2003, p. 142. También afirma que «las cárceles
y de la familia nuclear estable, porque además de los ejemplos que reciben de forma son guetos con muros, en tanto que los guetos son cárceles sin muros. Difieren entre
directa como niñeras, ayudantes de cocina, camareros en restaurantes y botones en ho· sí principalmente por el método mediante el que se logra mantener en su lugar y evi-
te les, también hay que contar con la ración diaria de estas virtudes procedentes de los tar que se escapen sus prisioneros, pero en ambos casos se les inmoviliza, se les cortan
medios de comunicación» (ibid., p. 169). las vías de escape y se les mantiene firmemente en su lugan> (ibid., p. 143).
230 ____________________________ Dos concepciones de la pena de privación de la libertad _ _ _ _ _ _ _ 231

vilidad ha adquirido un valor en sí en la sociedad globalizada, y la de suprimirlos; por ello se debía recurrir a las penas corporales».72 Si-
prohibición de moverse «es el símbolo más elocuente de la impo .. guiendo su análisis comparativo de la pena con la recompensa (precio
tencia, la discapacidad ... y el dolor». 70 Es decir, se presenta el ele.. o remuneración), señala que en cada época el tipo de penalidad que se
mento «territorial», «espacial» de la exclusión, pero no como ele:.. impone al legislador está siempre en relación con el tipo de bienes
mento principal de la pena sino como condición para que más apreciados. Por ejemplo, Dracón proclamó que el homicida sería
exclusión sea posible. echado del templo y no podría tocar ni el agua lustral ni los vasos sa-
Es importante observar la ambivalencia de la exclusión, a dife- grados, porque en su época no había riqueza comparable al favor di-
rencia de la inclusión. La pena de prisión desde esa perspectiva con.. vino, y la excomunión era la pena mayor. 73
cierne también a los integrantes del grupo social. La pena no sólo Afirma que los padecimientos de la prisión han aumentado en la
afecta al detenido sino a la sociedad entera en la medida en que pier;.; medida en que han aumentado con la civilización (sobre todo la ur-
de contacto (no necesariamente todos los miembros de la sociedad sin bana) los beneficios de los cuales priva. Así, el detenido rural sufre
excepción desearán esa pérdida) con uno de sus miembros. menos, encerrado en la misma celda, que el urbano, pues se ve priva-
Jakobs, analizando el concepto de privación en relación con la do de menos cosas. «Este vocablo prisión es una etiqueta abstracta
pena, concretamente habla de la «privación de los medios de interac- dada a las privaciones más diversas y más disímiles.» 74 Y enumera
ción». Se refiere a la interacción social, y concretamente a la «posibi- las actividades y los placeres que llenarían la vida del detenido si es-
lidad de comportarse en el plano físico ... que le es accesible a la so"' tuviera en libertad.
ciedad». En realidad parecería que el hincapié lo hace más en la
Este dolor privativo que aumenta sin cesar, mientras el dolor positivo,
prohibición a la sociedad de interactuar con el delincuente que a la in-
físico si se quiere, disminuye considerablemente, contribuye a hacer
versa. En efecto, dice que la negación «de posibilidades de conducta
más insoportable la permanencia en los lugares de detención ... Tal
es la exclusión más radical posible de toda articulación a la que pu- vez porque incorpora cada día nuevas variedades a la flora del placer,
diera anudarse una conducta». Es decir que esa imposibilidad de las la civilización puede cada vez más conformarse con condenar a los
posibilidades lo que intenta lograr no es «marginalizar a la persona» culpables a penas en cierto modo negativas .75
sino evitar que la sociedad «anude» una conducta (en el sentido de
concatenar, dar seguimiento) a la conducta delictiva. 71 Sykes hace notar que la mera restricción del movimiento que supone
la prisión es mucho menos grave que el hecho de que supone la sepa-
ración de la familia, de los amigos, con todas las connotaciones emo-
cionales y afectivas que esa separación comporta. A pesar de que
Aquello de lo que se priva cuando se priva de la libertad ahora en muchos países no sería aplicable como privación la frustra-
en sentido positivo ción sexual (evidentemente no estaban autorizadas las visitas conyu-

Ya a comienzos del siglo xx, Tarde explica la aparición de la prisión


por la posibilidad de privar de cosas. de las que no era posible privar 72. G. Tarde, La philosophie pénale, Bibliothéque de ciminologie, A. Storck, Lyon,
antes. Dice que en «los tiempos bárbaros, cuando los placeres dispo- G. Masson, París, 1892, p. 532.
73. Con respecto a la privación de la libertad, dice que lo que más hace temer la pri-
nibles eran pocos, no se podía castigar lo suficiente por el solo hecho sión no es la privación de la libertad sino la privación del amor físico que ésta supone
Ci.bi1·· P: 497). Adem~s conside7a que en una época en la que las recompensas pecu-
manas tienen mucha ImportanCia, las penas pecuniarias merecerían un lugar privile-
70. !bid., p. 158.
71. G. Jakobs, «Sobre la teoría de la pena», traducción de M. Cancio Meliá, Uni- giado, «muy superior al que ocupan actualmente» (ibid., p. 498).
versidad del Externado de Colombia, Cuadernos de Conferencias y Artículos núm. 16 74. !bid., p. 532.
75. !bid.
(Bogotá), 1998, p. 23.
232 __________________ La justicia deconstruida Dos concepciones de la pena de privación de la libertad _ _ _ _ _ _ _ _ 23 3

gales en el momento y el lugar al que la obra se refiere), sigue siendo dados, porque no puede ver el futuro, como juego de posibilidades
válida en el sentido general de la pérdida de contacto cotidiano, en que hubiesen podido ser si no fuera por la pena, induzca a quitarle
condiciones normales, con personas de otro sexo: la privación de las filo a su espada.
relaciones heterosexuales en general amenaza la imagen que el preso
tiene de sí mismo. 76 Lo único que puede ver reflejado en el exterior es
aquella parte de su personalidad reconocida o apreciada por los de su
mismo sexo, y esta identidad parcial queda desdibujada por la falta de Dimensión temporal de la privación de la libertad en sentido
contraste. positivo
La naturaleza misma del derecho, su carácter de regulador de la
relaciones intersubjetivas, entraña la esencialidad de la dimensión in- El sujeto de la pena es «abstraído» de la realidad social en que se en-
tersubjetiva de su sujeto. Como dice Pareyson, «persona y sociedad contraba para convertirlo en un sujeto homogeneizado con otros su-
nacen juntas: no es posible presuponer la persona a la sociedad ni pre- jetos por la vivencia de un tiempo y un espacio comunes, también se-
suponer la sociedad a la persona» .77 Y ello se debe a la sociabilidad parados de los tiempos y espacios sociales. 78
constitutiva de la persona, es decir, su apertura a los otros, la posibi- El detenido «es» «en relación con»; al limitarse o recortarse la po-
lidad de su relación con los otros. sibilidad de «ser en relación con», se está cercenando su ser intersubje-
Más que los padecimientos que conlleva el encierro, la pérdida tiva, es decir, su ser mismo, su ser él mismo, o su ser aún el mismo, es
de la libertad positiva, y por lo tanto, la exclusión del espacio social, decir, la misma persona. Con la privación de sus relaciones intersubje-
como consecuencia de la privación del reconocimiento del grupo, su- tivas habituales, la existencia del sujeto de la pena se ve despojada de
pone privaciones de todos aquellos eventos y situaciones que se de- todo lo que permita diferenciarla del medio homogéneo en el que la
sarrollan en ese espacio y por ende en ese tiempo. En el marco del pena debe transcurrir. En ese sentido puede hablarse de una abstracción
concepto de libertad positiva no se pueden definir las privaciones con efectiva del sujeto de la pena con respecto a su propio ser, en cuanto el
tanta certeza como cuando se trata de las que entraña el mero encie- pasado queda congelado solamente en su memoria, no se prolonga en
rro en determinado lugar. Por ello no se analizan todos los daños que el presente ni en el futuro. (Y esta memoria queda condicionada por las
la pena comporta, porque resulta imposible enumerarlos, así como re- posibilidades demarcadas por el espacio de la pena.) Y el futuro queda
sulta imposible prever todo lo que irá acaeciendo en ese espacio que circunscripto a la posibilidad única de vida que la pena permite. En ese
ha sido negado. La imposibilidad de enumerar los daños de la prisión sentido, es el mismo poder ser del sujeto lo que se circunscribe, lo que
corre paralela a la posibilidad de enumerar los daños que ha causado se cercena: Pero como el ser es a la vez su propio poder ser, resulta todo
el delito. Pero este juego entre una imposibilidad y una posibilidad no el ser afectado por el espacio-tiempo de la pena.
debe cerrar la consideración de aquélla. Su carácter potencial no afec- Esta dualidad de ser y poder ser la encontramos referida a la
ta a su existencia. Tal vez la imagen de una justicia con los ojos ven- temporalidad del sujeto cuando Pareyson habla de la persona: «en
cada instante de su historia, por un lado es, aquello que es ya, por
otro, aún debe ser: siempre cerrada y abierta al mismo tiempo». Está
76. G. M. Sykes, «El interno está separado del mundo de las mujeres (y cabe aplicar
el mismo razonamiento a las internas respecto del mundo masculino), que, por supo- cerrada porque su pasado se hace sentir en su presente, porque toda su
laridad misma, confiere al mundo de los hombres gran parte de su sentido. Como la
mayoría de los hombres, el interno debe buscar su identidad no simplemente en el in-
terior de sí mismo, sino también en la imagen de sí mismo que ve reflejada en los ojos
de los demás; y dado que se le niega una parte significativa de su audiencia, la imagen 78. D. Melossi y M. Pavarini, op. cit., p. 207. «El largo camino de reintegración del
que el interno tiene de sí mismo corre el peligro de ser incompleta, fracturada, mono- criminal (sujeto real) en el proyecto hegemónico burgués tiene como primera etapa la
cromática, sin los matices de la realidad» (op. cit., p. 73). reducción del encarcelado a sujeto coactivamente privado de sus relaciones intersub-
77. L.Pareyson,op. cit.,p.186. jetivas, a sujeto reducido a "pura y abstracta existencia de necesidades".»
2 3 4 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - La justicia deconstruida Dos concepciones de la pena de privación de la libertad _ _ _ _ _ _ _ _ 235

historia se condensa en el instante actual. Está abierta porque su pre- dimensión real de la pérdida de'libertad en su sentido positivo. 83 En
sente se abre a su futuro. «Ello significa que en la persona se encuen- efecto, para calibrarla no hay que limitarse al tiempo interno, con
tran y se unen totalidad e insuficiencia.» 79 Es totalidad en cuanto es la toda la negatividad y monotonía que supone el encierro mismo, sino
unidad de sus actos, y es insuficiencia en cuanto es la posibilidad de al tiempo externo, con toda la riqueza de posibilidades que se pierden
actos siempre nuevos. como consecuencia de la exclusión en la que consiste principalmente
Es realmente un fenómeno curioso la diferencia entre el tiempo la pena.
externo y el tiempo interno, que transcurre dentro de la prisión, en la El hecho de que ese tiempo externo, el tiempo social, se vaya
sociedad postmoderna. En ésta -señala Mosconi- la estructura del enriqueciendo cada vez más de posibles experiencias es una invita-
tiempo es compleja: «desfases, asincronías, interdependencias provi- ción a reflexionar sobre la intensidad creciente de la pena.
sionales e inestables, pluralidades sincrónicas y diacrónicas, super-
posiciones y distonías configuran el contexto de la prisa, del ansia, de
las continuas fibrilaciones de estímulos e impulsos» .80 Mientras que
en la cárcel, en un tiempo hiperestructurado y monótono, el tiempo es Conclusión
tan abundante que se inmoviliza en una dimensión totalizadora, por-
que la cárcel «perpetúa, en el ámbito simbólico y de modo deforma- La prisión es ese entrecruzamiento que hemos visto entre tiempo y
do, un tiempo que ya es obsoleto, es decir, el tiempo cuantificado y espacio, es decir, se define incluso por serlo, dado que no puede ha-
mercantilizado de la primera sociedad industrial». 81 ber tiempo de prisión sin edificio carcelario, ni edificio carcelario sin
Las palabras de un detenido ponen en evidencia otra relación entre que transcurra al menos un lapso de tiempo de encierro. 84 Pero tam-
los dos tiempos; ya no es más veloz el tiempo externo, sino el interno: poco habría pena sin un sujeto que la su(ra.
Sin embargo, el derecho penal se centra más en el acto que en el
En la cárcel el tiempo corre como en una danza inmóvil. Pasan las ho- sujeto. Éste le interesa en tanto origina el acto o lo recibe.
ras, pasan las estaciones, pasan las fiestas, los cumpleaños ... y de re-
pente nos damos cuenta de que la nena que se había dejado a los 8 años Porque el delito y la pena, como es sabido, guardan íntima relación en
ahora tiene 16, que ya no es una nena. Y nos damos cuenta de que des- lo que a su origen y significados se refiere. Tanto la comisión del pri-
de hace años hacemos las mismas cosas, que la propia vida ha transcu-
rrido sin que sucediese nada. 82
83. J. Young, The Exclusive Society, op. cit., p. 135.
Esta experiencia de los dos tiempos que vive el sujeto de la pena, por 84. Matthews señala diversos atributos de la privación de la libertad durante deter-
un lado, el del interior de la cárcel, por otro, el del exterior, cuya con- minado tiempo que la hacían aparecer como la «forma natural de castigo». Interesante
es observar que los cuatro atributos se relacionan con el carácter temporal de la pena.
tinuidad no vive directamente sino sólo a saltos, cuando se le presen- El primer atributo era su universalidad y objetividad. «El tiempo y la libertad ... eran
ta algún indicio que testimonia su transcurso, pone de manifiesto la dones que poseían todos los ciudadanos en cantidades iguales, y podían disponer li-
bremente de ellos. De hecho el tiempo era uno de los pocos atributos que en cantidades
aproximadamente iguales poseían los pobres y los ricos. Por lo tanto, ¿qué podía ser
más razonable que aquellos que transgredían la ley recibiesen un castigo cuyos efectos
79. L. Pareyson, Esistenza e persona, 11 Melangolo, Génova 1987, pp. 181-182. «La fuesen experimentados por todos por igual?» El segundo atributo es la objetividad: «La
persona es siempre sí misma, sin embargo, debe ser otra todavía, y esta otra que está longitud de la sentencia se puede calibrar directamente en relación con la seriedad del
por ser, será todavía sí misma» ( ibid). delito, y la severidad del castigo se puede ligar al principio de proporcionalidad de for-
80. G. Mosconi, «Tiempo social y tiempo de cárcel», en Secuestros institucionales ma clara y precisa». El tercer atributo se basa en el hecho de que «debido a que el tiem-
y derechos humanos: la cárcel y el manicomio como laberinto de obediencias fingi- po es en sí mismo esencialmente una estructura social, confiere al encarcelamiento una
das, coordinado por l. Rivera Beiras y J. Dobón, Bosch, Barcelona, 1996, p. 95. cualidad que es auténticamente social». El cuarto atributo es la posibilidad de mercan-
81. /bid., p. 92. tilizar el período de tiempo de la pena. «Buen comportamiento, trabajo duro y rehabi-
82. D.deRobert,op. cit.,p.63. litación, todos se pueden mercantilizar en la duración de la sentencia.»
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mero, como la imposición de la segunda tienen como común denomi- Sin embargo, hemos visto que la pena de prisión se presenta
nador al sujeto delincuente. 85 como un progreso frente a los castigos corporales. 87 Se considera que
el cuerpo queda «conceptualmente» fuera del espacio y del tiempo de
En efecto, hay entre pena y delito un denominador común, un origen la pena. Sólo el alma queda «aprisionada». Por ello, la pena se mide
que a la vez es destino. La atención, como señala Sanz Mulas, en el en tiempo, aunque se define por el espacio en el que ese tiempo «teó-
delito, refleja una atención centrada en una faz de ese común deno- ricamente» transcurre. 88
minador, la del sujeto que delinque, y una desatención respecto de la La distinción cualitativa entre los dos sufrimientos, el «inten-
otra faz, la del sujeto que recibe la pena. El sujeto queda desdibujado cionadamente corporal» y el «metafísicamente querido» para hacer
por el protagonismo de los dos elementos: delito y pena. sufrir el alma, se fundamenta en la dualidad cuerpo-alma,89 que en-
A pesar de esa aparente falta de atención, al menos en términos traña la disociación del sujeto de derecho de su propio cuerpo. Esta
relativos, es decir frente a la atención prestada al delito y al delin- disociación se encuentra en la base del pensamiento jurídico, particu-
cuente, el sujeto de la pena es objeto también de la abstracción con la larmente del pensamiento penal. Claro ejemplo de ella es la doctrina
que el derecho suele crear sus propias categorías. El sujeto de dere- l}antiana de la pena, que afirma que con la pena el culpable se castiga
cho no siempre se refleja de la misma manera, depende del derecho él mismo. Ricoeur dice que esta doctrina suscita un movimiento de
que lo haya concebido. Éste puede haberlo configurado con más o repulsión frente a lo que parece «un homenaje inhumano a la huma-
menos características concretas, como sujeto particularmente frágil, nidad, dado que la pena sólo golpea al ser criminal golpeando al hom-
o particularmente autónomo, particularmente libre, o particularmen- bre empírico» .90 Explica esta repulsión porque la pena así considera-
te determinado. Puede interesarse más en su pasado que en su futuro, da abre una brecha entre el sujeto moral y el yo empírico. Cuanto
o tal vez prefiera pensarlo sin pasado, o pensar únicamente en algu- mayor es la brecha, más escandalosa es la pena.
nos aspectos de su pasado y no en los otros. El sujeto de derecho es la Por otra parte, al apartar la pena del cuerpo, se la libera de los rí-
criatura del derecho.
Como dice Ricoeur, ~1 sujeto de derecho es al mismo tiempo el 87. Pavarini afirma: «La pena de prisión es aún, y sobre todo, una pena corporal,
principal presupuesto de toda investigación jurídica y el horizonte de algo que produce dolor físico y que produce enfermedades y muerte. En la substancia,
la prácticajudicial. 86 Por ello, es el sujeto de la pena el núcleo que dará también si no siempre en las intenciones, es una pena cruel.» «Una de las formas más
hipócritas de esconder a los estudiantes la verdad del sistema penal es aquella -aún
unidad a los conceptos contrapuestos, que permitirá discernir el ori- en boga como nunca- que intenta convencerles de que la necesaria violencia legal
gen de las contradicciones entre ellos. sea algo que se sufre en el alma y no en el cuerpo» (M. Pavarini, en el prólogo a La
La relación entre los dos conceptos de libertad y la pena de pri- cárcel en el sistema penal, coordinado por I. Rivera Beiras, Bosch, Barcelona, 1996).
88. No obstante, en el primer Código Penal español, de 1822, las penas privativas de
sión se conjuga con la relación entre el tiempo y el espacio de la pena, libertad se incluyen tanto entre las penas corporales como entre las incorporales. Entre
pero a su vez con una tercera relación, el cuerpo y el alma del sujeto las primeras figuraba el presidio, la reclusión en una casa de trabajo y la prisión en una
fortaleza; entre las segundas, la corrección en alguna casa de esta clase para mujeres y
de la pena. La conjugación entre estas relaciones no es armoniosa menores de edad (l. Rivera Beiras, coord., La cárcel en el sistema penal, op. cit., p. 64).
conceptualmente. Prueba de ello es que a primera vista se podría aso- 89. «La cruz del humanismo filosófico es evidentemente el problema de la identidad
ciar el espacio, el cuerpo y la libertad en sentido negativo. del hombre comprendida como simple unidad de una dualidad, síntesis o correlación,
cualquiera sea su modo (alma/cuerpo; forma/materia; razón/sensibilidad; soberano/súb-
dito; hombre/mundo; consciente/inconsciente; etc.). Esta unidad es aporética, exigida
e imposible a la vez, dado que el hombre se convierte en algo mixto, un ser dividido
85. N. Sanz Mulas, Alternativas a la pena privativa de libertad. Análisis crítico Y unitariamente y, por consiguiente, problemático, y que esta miseria del humanismo se
perspectivas de futuro en las realidades española y centroamericana, Colex, Madrid, confunde con una miseria del hombre ... Incluso los mismos filósofos perciben como
2000, p. 35. Hace esta observación señalando que, a pesar de tales conexiones, la doc- absurda o escandalosa su división, que no pueden ignorar porque ellos mismos la han
trina y la ciencia penal parecen haber girado únicamente sobre la teoría del delito, en introducido y no la pueden superar» (F. Laruelle, Théorie des étrangers, Kimé, París,
menoscabo de la pena. 1995, p. 78.
86. P. Ricoeur, Le juste, 2, Esprit, París, 2001, p. 86. 90. P. Ricoeur, Le juste, la justice et son échec, L'Heme, París, 2005, p. 47.
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gidos límites que impone la física, la materia que somos. El sufri- que el que vivirá la pena será un sujeto real. Pero sus juegos imagina-
miento adquiere una cualidad abstracta, que abre la puerta a que su tivos simbólicos no son inocuos. Porque una vez fijada una condena
medición se considere también un mero cálculo abstracto del tiempo, a miles de años de prisión, al público, a quien en muchos sentidos
y nada más que del tiempo lineal, medible, social. 91 Porque el tiempo está destinada la condena, cualquier pena que en la realidad se cum-
que se emplea para medir la pena es un tiempo «desencarnado», inma- pla parecerá corta, aunque sea lo suficientemente larga como para que
terializado, pensado para hacer corresponder el castigo con el delito. el condenado pase toda su vida en prisión. Y el público, que antes re-
Para satisfacer a la sociedad, aunque sea simbólicmnente, mediante la accionaba ante la crueldad de los suplicios, reacciona ahora ante la
expresión de una desaprobación que se revelará más profunda cuanto benignidad de las penas. Cabe preguntarse si este mismo público que
más larga sea la condena. reclama penas más graves reaccionaría ante los castigos corporales
No obstante, aunque se considere que la pena de prisión es una ¿Acaso la sensibilidad se ha invertido? ¿O es meramente la falta de
pena «temporal» y no «corporal» y que, por consiguiente, sus efectos conciencia de lo que la pena supone ?94
no se encarnan en el cuerpo del condenado, se está olvidando que el El tiempo enmascara el carácter corporal de la pena de prisión.
ser humano es esencialmente un ser temporal. Aplicarle una pena Paradójicamente, el elemento de la pena que se utiliza conceptual-
temporal no supone aplicarle algo que le es ajeno, sino algo que per- mente para definirla como pena «no corporal» es el que deja sus ras-
tenece a su propia esencia, es decir a su vida misma. Pero el ser hu- tros, cualesquiera sean las condiciones en las que se cumpla la pena.
mano también es un ser corporal. Y su ser temporal es su ser corpo- El tiempo es no sólo «operador» de la pena, como decía Fou-
ral. No hay una temporalidad divorciada de su corporalidad, ni una cault, sino «máscara» de la pena.
corporalidad a la que la temporalidad sea ajena. «El tiempo no es otra El sujeto de la pena ha permitido observar la contradicción entre la
cosa que la presencia del cuerpo.» 92 definición de la pena privativa de libertad basada en la libertad nega-
El tiempo pasa también por el cuerpo, también se encarna en el tiva y la atribución a dicha pena de un carácter no corporal. Y también
condenado. La aparente benignidad de la pena de privación de la li- descubrir que ha sido la escisión de·este sujeto lo que abrió la puerta a
bertad frente a las penas corporales tiene mucho que ver con la sensi- esa contradicción, a esa conceptualización distorsionada. ¿No puede
bilidad del público. Éste no percibe la encarnación de la pena. No relacionarse con esa escisión del sujeto la otra escisión, que nos resul-
puede percibirla salvo que siga las diversas etapas de su ejecución. ta mucho más familiar y consiguientemente aceptable: la del espacio
Porque esa encarnación no se puede ver como un espectáculo mo- y el tiempo? ¿O será esta última la que condujo a la del sujeto?
mentáneo, sino que se va produciendo gradualmente a lo largo de la Sin embargo, ¿acaso no es el sujeto el punto de unión entre am-
pena, a lo largo de los años de la pena. 93 bas? Como señala Marramao, «en nuestras representaciones, espacio
El pensamiento penal concibe su propio sujeto, y se olvida de

91. En el mismo sentido, Pavarini afirma: « ... la pena privativa de libertad por un bio~ de turno, el ruido de los guardianes ... El encierro causa trastornos del espacio y
quantum de tiempo judicialmente determinado produce una irresoluble paradoja ... es el tiempo. Es un mundo del interior; que sigue el ritmo de su propio péndulo.» (V. Vas-
sufrimiento cualitativamente opuesto a aquel intencionadamente corporal [se refiere seur, «Médecin-chef ala prison de la Santé», Le Cherche midi, París), 2000, p. 59.
a los suplicios], metafísicamente querido para hacer sufrir el alma (para regenerarla y 94. Garland hace notar que la prohibición de infligir dolor no tiene carácter general
enmendarla con la penitencia, introducirla en la disciplina, educarla en el sacrificio) en el derecho con~emporáneo, y que la sensibilidad del público lo tolera siempre que
y no ciertamente el cuerpo, pero en su material ejecución es y permanece -a menu- se haga en determmadas formas. A ese respecto, dice que la cárcel no sólo produce su-
do más allá de las buenas intenciones y otras veces precisamente en razón de las bue- frimi~ntos ~entales y psicológicos (que también pueden calificarse de «dolor»), sino
nas intenciones- en los trozos de la carne y de los miembros del condenado» (M. Pa- detenoro f1s1co. Pero como ese deterioro y esos sufrimientos, que muchas veces pro-
varini, en el prólogo a La cárcel en el sistema penal, op. cit., p. 16). vocan y agravan ese deterioro, no se producen en un momento determinado en el
92. A. Comte-Sponville, L'etre-temps, PUF, París, 1999, p. 109. tiempo, sino a lo largo del tiempo, están ocultos a la mirada pública y «disfrazados le-
93. «La prisión provoca un cierre sensorial; todos los sentidos se distorsionan, salvo galmente de sólo pérdida de libertad, no ~gravian profundamente nuestra sensibilidad
el oído. El detenido se guía por los ruidos que escucha: las llaves, la comida, los cam- y se permiten como parte de la política pública» (D. Garland, op. cit., p. 283).
2 4 0 - - - - - - - - - - - - - - - - - - La justicia deconstruida

-
y tiempo sirven como coordenadas orientadas a partir de un punto de 10
convergencia constituido por el sujeto-sostén de las sensaciones» .95 ¿La justicia deconstruida?
En otros términos, la coordenada espacio y la coordenada tiempo se
intersecan en el hic et nunc, en el aquí y ahora, del Yo.
Siguiendo nuestro razonamiento contra una concepción dualista
del ser humano, reconociendo la presencia del cuerpo en toda conside-
ración del ser, cabría preguntarse si no sería consecuente con estas
consideraciones y con todas las consideraciones del tiempo asimilar
éste al espacio. Citando otra vez a Marramao:

Por el simple hecho de constituir una dimensión de la realidad de la ex-


periencia humana, el tiempo vivido no puede darse absolutamente en
forma independiente del espacio. Y habiéndose espacializado de esa Derrida dice que el derecho es esencialmente deconstruible, bien por-
forma el tiempo, toda la experiencia vivida aparece espacializada». 96 que se ha construido sobre capas de textos interpretables y transf?r-
mables, bien porque su último fundamento, por definición, no ha stdo
Es decir que el tiempo mismo se hace visible, es percibido y experi- fundado .1 Es la estructura construible del derecho lo que asegura la
mentado, sólo como una dimensión del espacio. Y llega entonces a posibilidad de su deconstrucción.
coincidir con la extensión misma de la existencia. En cambio, la justicia no es deconstruible. Así como no es de-
El análisis hasta aquí efectuado de la pena de privación de la li- construible la deconstrucción misma. 2
bertad, distinguiendo el sentido negativo o positivo de ésta, llevaría a Deconstruir la justicia supone ante todo reconocer que su rela-
definir la pena privativa de libertad como la exclusión del espacio y ción con el derecho es una relación ambigua, algunas veces estrecha,
el tiempo sociales; porque la exclusión del espacio social equivale a
otras veces inexistente.
la privación del tiempo social. Este tiempo no transcurre en el espa- Sobre todo supone reconocer lo que se pretende «hacer» cuando
cio carcelario. Y dentro de ese espacio el tiempo que transcurre es el se habla de «hacer justicia». O lo que se pretende que sea cuando se
tiempo de un sujeto escindido, no ya de su cuerpo, del que no se pue-
anuncia «será justicia».
de escindir, sino de su persona en cuanto ser social, de su poder ser, Derrida dice que la justicia es la experiencia de aquello de lo
como posibilidad abierta a múltiples posibilidades. que no podemos hacer experiencia. ¿Qué se entiende por experien-
La libertad es esa posibilidad de las múltiples posibilidades. No cia? Una travesía, un pasar a través de algo, y esa travesía, ese pasar
es posible privar totalmente de ella. No se puede privar de toda posi- es posible. Si no fuese posible, nunca sería posible la experiencia, el
bilidad sin que eso suponga la muerte del sujeto. Sujeto y posibilidad
tránsito, el viaje.
son sinónimos en el sentido de que el sujeto «es» en tanto «es posi- La aporía, en cambio, es un camino interrumpido, un no trán-
ble». La privación de la libertad basada en el concepto positivo de li- sito, un viaje imposible. Nunca puede, entonces, haber experiencia
bertad entraña la reducción máxima de esas posibilidades. Desde esa plena de una aporía. Pero al decir esto estamos admitiendo implí-
perspectiva, en este sentido, está mucho más cerca de la pena de muer- citamente que la experiencia no plena de la aporía es posible. Se
te de lo que solemos pensar. puede intentar la experiencia de la aporía si, a pesar de que se sepa

95. G. Marramao, op. cit., pp. 14-15. l. J. Derrida, Force de loi, Galilée, París, 1994, p. 35.
96. lbid.,p. 94. 2. !bid.
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de antemano que será interrumpido, no se renuncia al viaje, al los que redoblan la imposibilidad. Nosotros fabricamos lo irreparable
tránsito. que hará lo irreversible aún más irremediable y nos cerrará el pasado
Desde este punto de vista la justicia sería la experiencia de la irrevocablemente.6
aporía, es decir, la experiencia de aquello de lo que no podemos hacer Lo irreversible tiene su origen en la pura sucesión; lo irreparable
plena experiencia. De la experiencia interrumpida. La justicia es sólo nace de la libertad. Todo aquello que ha sido hecho puede ser deshe-
posible si se la piensa como un mero movimiento, una tendencia, una cho y todo lo que ha sido deshecho puede ser rehecho. Pero el hecho
intención de ir hacia algo. 3 Un viaje que se inicia. Pero como todo de «haber hecho» (o de no haber hecho) no puede ser deshecho. En
viaje parte de un punto, y parte de un punto tanto en el espacio como ese sentido, el hombre es un «semicreador», porque si bien es capaz
en el tiempo. de hacer, no lo es de deshacer el hecho de haber hecho o de no haber
El punto del que parte la justicia es un punto en el pasado, un hecho. 7
punto que marca algo cuyo haber sido se quisiera eliminar con el ha- Esa es la relación entre el ser y el hacer, entre el devenir irrever-
cer de la justicia. sible y la acción (o la inacción) transformadora. La desesperación ante
Sin embargo, para eliminar ese «haber sido» se debería ir atrás lo irreparable nos hará desear la aniquilación del pretérito. N o se trata
en el tiempo.'¿ Qué imposibilidad es más imposible que volver atrás el de presentificar una ausencia sino de aniquilar una presencia demasia-
tiempo? La marcha del tiempo es irreversible. Lo irreversible, que es do presente, excesivamente presente. De revocar, no de revenir. 8
el carácter de un cambio en continuo cambio, implica por definición
la prohibición de desandar lo andado. La libre circulación del tiempo le El movimiento del tiempo se concibe como un movimiento que va del
ha sido prohibida al hombre. No podemos ni volver atrás ni revivir la pasado hacia el futuro, de lo que se ha hecho a lo que aún debe hacer-
vida ya vivida. Aquello que ya fue (hecho o no hecho) es la piedra con- se. Pero una vez que un anillo de la cadena se considera ya hecho y ex-
tra la que tropieza la voluntad. Lo que ya fue es la piedra que lavo- terno a nuestra vida, toda la cadena se exterioriza y nos aprisiona.9
luntad nunca podrá mover: «Que el tiempo no camine hacia atrás es
su secreta rabia. "Lo que fue, fue" -así se llama la piedra que ella no La irreversibilidad del tiempo hace incancelable la acción humana. La
puede remover» .4 Lo que ya fue es aquello que contraría a cualquier irreversibilidad «congela en la rigidez de lo definitivo» el actuar hu-
voluntad. Sin embargo, como explica Heidegger: «La renuencia no se mano (entendido también como no actuar). El derecho no sólo tropie-
dirige contra el mero pasar, sino contra el pasar en cuanto hace ser za contra la irreversibilidad del tiempo, sino contra la irreparabilidad
nada más que pasado lo que pasó, dejándolo congelarse en esta rigi- de ese actuar. El derecho puede proyectarse al futuro, tiene la posibi-
dez de algo definitivo» .5 lidad de ejercer alguna influencia sobre la realidad futura. En cambio,
No obstante, el «fue» con el que tropieza la voluntad puede ser nada puede frente al pasado. Sólo puede proyectarse al pasado en un
fruto de una acción (o de una omisión) humana. En ese caso, a la irre- plano simbólico o imaginario.
versibilidad natural del tiempo, el «hacer» añade un suplemento de El derecho, cuando intenta reparar lo ocurrido en el tiempo irre-
complicaciones: las iniciativas humanas imprimen al curso de lacro- versible, no pretende volver atrás el tiempo, sino que reacciona ante
nología una desviación violenta o una aceleración suplementaria: la imposibilidad de volver atrás el tiempo. En todo caso podemos de-
como si la ruta de marcha atrás no fuese ya lo suficientemente irre- cir que la justicia no es sólo la experiencia de lo imposible, sino el in-
versible sin lo irreparable; nuestras decisiones crean nuevos obstácu-
6. V. Jankélévich, La mort, Flammarion, París, 1977, p. 331.
3. !bid., p. 38. 7. G. Husserl, Diritto e tempo. Saggi di filosofía del diritto, Giuffre, Milán 1998,
4. F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, Alianza, Madrid 1997, p. 21 O. p. 57.
5. M. Heidegger, Qué significa pensar, traducción de H. Kahnemann, Caronte Filo- 8. V. Jankélévich, op. cit., p. 332.
sofía, La Plata (Argentina), 2005, p. 101. 9. E. Paci, Il nulla e il problema dell'uomo, Taylor, Turín, 1967, p. 15.
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tento de reparar en la medida de lo posible esa imposibilidad: es de- Son dos los peligros que acechan a la memoria: el traumatismo
cir, intentar que lo incacelable sea en cierta medida reparable, o se de una repetición que se alimenta a sí misma, y el olvido, con la con-
perciba como reparable, aunque en realidad no lo sea. siguiente injusticia. Pero ambos peligros acechan particularmente al
La propia continuidad del derecho estaría en juego si no reac- individuo. Es éste que puede encerrarse en el «gran palacio de su me-
cionara ante la irreversibilidad del pasado que conlleva la incancela- moria» ,13 y recorrerlo sin cesar. Ricoeur señala esta «espacialidad»
bilidad de lo hecho (o no hecho) no conforme a sus normas. Irrever- que confiere a la memoria la metáfora de San Agustín. Y recuerda que
sibilidad del tiempo, incancelabilidad del hecho, frente a continuidad también, a pesar de su enorme potencia,l 4 la memoria se ve constante-
del derecho. Y entre ambos extremos surge la esperanza de que lo in- mente amenazada por el olvido. 15
cancelable debido a lo irreversible sea en cierta forma reparable. En ¿Cómo superar ambos peligros? En la medida en que acechan al
cierta forma, porque la reparabilidad nunca puede ser plena. Como la individuo, a los «lugares individuales de memoria», será necesario
aporía. Como la experiencia de la justicia. trasladar la rememoración desde esos lugares al «lugar de la justicia».
«Castigo -dice Nietzsche- se llama a sí misma, en efecto, la Del lugar individual al lugar colectivo. Éste es el escenario donde se
venganza: con una palabra embustera se finge hipócritamente una t(Stablecerá la distancia adecuada entre el que recuerda y el hecho re-
buena conciencia», dándole así a su esencia hostil la apariencia del cordado, entre la víctima y su verdugo, donde se conjurará el peligro
derecho. 10 La reacción que se manifiesta como venganza, castigo, de una rememoración sin fin, pero también el peligro del olvido en la
pena, en su aspecto más primitivo, no sólo nace como reacción ante mente finita de un ser finito .16
un acto indeseado, reprobado, sino como reacción ante un acto que Con respecto al primer peligro, la rememoración infinita, el
sucedió a pesar de que no debería haber sucedido, y que, sin embar- proceso pone en escena un tiempo reconstituido del pasado; en esa
go, ya no puede ser cancelado, porque frente a lo que ya fue la volun- escena se juzgan hechos «que constituyen ya en sí mismos heridas
tad nada puede. Sin embargo, la venganza «queda encadenada a este de memoria, que exigen un trabajo de la memoria inseparable de un
"fue", así como en el odio se oculta la más abismal dependencia de trabajo de duelo con miras a la reapropiación por todas las partes in-
aquello de lo cual el odio quisiera, en el fondo, independizarse, sin lo- teresadas del delito y del crimen, a pesar de ser esencialmente ex-
grarlo jamás y tanto menos cuanto mayor sea el odio» .11 trañas a él. Se podría decir, de la escena traumática a la escena sim-
¿Cómo liberarse del odio sin suprimirlo?, ¿cómo superar la ofen- bólica» Y
sa sin olvidarla?, ¿cómo superar la venganza sin caer en la injusticia
y el deshonor?, ¿cómo mantener la memoria viva sin encerrarse en un
13. San Agustín, Confesiones, traducción de A. de Esclasans, Juventud, Barcelona,
proceso meramente repetitivo, traumático? 12 1968, libro X, cap. VIII, 14. También habla de «un santuario inmenso, infinito» (libro
X, cap. VIII, 15).
14. «Grande, Dios mío, es este poderío de la memoria, ¡oh, sí, muy grande! Es un
10. F. Nietzsche, op. cit., p. 210. Véase E. R. Zaffaroni, «Qué pena», Fascículos de santuario inmenso, infinito. ¿Quién ha penetrado jamás hasta su fondo?» (ibid., libro
Ciencias Penais, año 5- V.5- núm. 3. Julio-septiembre de 1992 (Fabris Editor, Porto X, cap. VIII, 15).
Alegre). 15. Como indica Ricoeur, en varias frases Agustín hace alusión al olvido, por ejem-
11. M. Heidegger, op. cit., p. 102. plo: «Allí están encerradas todas las imágenes que nos formamos, aumentando, redu-
12. F. Ost, Le Temps du Droit, Odile Jacob, París, 1999, p. 101. Cita a Hamlet, que ciendo, modificando de un modo cualquiera lo que nuestros sentidos han alcanzado,
jura al fantasma de su padre vengar su muerte «mientras haya memoria en este globo y también todos los elementos puestos allí en depósito, en reserva, en tanto que el ol-
trastornado». Caín asesinado por su hijo, a su vez asesinado por el suyo, no hace más vido no los haya tragado y enterrado» (San Agustín, op. cit., X,VIII, 12).
que revivir el mito del nacimiento mismo del tiempo histórico (Uranos, Cronos y 16. A. Garapon, Le Gardien des Promesses, Odile Jacob, París, 1996, p. 190. «La
Zeus). Esta incapacidad de la venganza de acceder a otro tiempo, de salir de ese tiem- justicia es una instancia, un lugar, que existe por sí mismo, cuya virtud es existir.
po cerrado y repetitivo, corresponde a su incapacidad de acceder a la instancia social La justicia es indisociable de un lugar que permite que cada actor se identifique con
del «tercero», que le permitirá triangulizar el conflicto y resolverlo o al menos pacifi- su papel, y por lo tanto, de un escenario, sobre el que el grupo social representa cons-
cado. Me remito a mi trabajo «El tercero, una interpretación», en El tiempo como tantemente su destino.»
pena, Campomanes, Buenos Aires, 2001. 17. P. Ricoeur, La mémoire, l'histoire, l'oubli, Seuil, París, 2000, p. 419.
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El proceso criminal tiene que establecer una «versión fija» de mientras que la otra, al contrario, constituye un cierto peligro para la
los hechos. Es más importante que castigar, decir la palabra de la jus- «simple continuación de la vida». En ese sentido, la segunda sería la re-
ticia. Y esta palabra ha de ser una última palabra, para poner así fin a memoración individual solitaria e interminable, mientras que la pri-
la rememoración enfermiza. mera sería la que comienza a partir de la reinterpretación colectiva de
Pero también, en el proceso el hecho recordado se reconstruye. los hechos en el proceso. Pero también habla de memoria cerrada y
Ya no se recordará el hecho «en bruto», sino el hecho tal como fue re- memoria abierta.20
cordado en el lugar de la justicia. Y a partir de ese momento determi- El derecho es una memoria constituida por la memoria cerrada,
nado quedará inmovilizado nuevamente en el tiempo, ya no en el propia de la estabilidad de las normas aplicables, y por la memoria
tiempo en el que «fue», sino en el tiempo en que fue reconstruido. abierta, que excede de las normas y se abre a la inagotable enuncia-
La condena pronunciada por el juez permite «hacer pasar» el pa- ción del derecho .21
sado intolerable. Romano considera que el derecho es principalmente una me-
Con respecto al segundo peligro, la fragilidad de la memoria in- moria abierta; sobre todo porque el derecho es una «relación recono-
dividual, lo recordado abandonará el círculo vicioso del laberinto indi- cedora» .22
vidual y en el lugar de la justicia será compartido con los «otros». ¿Por qué es una relación reconocedora? Porque si bien es cierto
La justicia está dirigida siempre hacia un «otro» respecto del que en el mundo jurídico se aplican a los hombres normas definidas a
individuo mismo. La virtud de la justicia se caracteriza por volverse conductas definidas, también es cierto que se consideran los hombres
hacia el otro. Cabe decir que la idea de justicia constituye el «com- en la dirección principal de su futuro de relación con los demás. El re-
ponente de alteridad» de todas las virtudes, que interrumpe el corto- conocimiento supone una percepción precedente, pero también tien-
circuito entre sí mismo y sí mismo .18 La rememoración que se desa- de a la formación del futuro. «Reconozco verdaderamente al otro si
rrolla en el proceso constituye una reinterpretación colectiva a partir no me limito a conocerlo en lo que ha sido y en lo que es, sino que lo
del presente. Es una disposición activa, no pasiva, voluntaria, no es- encuentro en aquello que puede ser.» 23
pontánea. (Ost recuerda la distinción que hace Aristóteles entre En cuanto relación de reconocimiento el derecho contribuye a la
«mneme», simple poder de conservación del pasado, y «anamnesis», constitución de una memoria social en virtud de la naturaleza misma
recuerdo voluntario.) 19 ¿Qué relación se instaura entre el derecho y la
memoria? ¿Acaso es el derecho una memoria?
20. B. Romano, Il diritto non é ilfatto. Tre domande di filosofía del diritto su dirit-
Esta pregunta se formula Romano, que distingue, siguiendo a to e memoria, Bulzoni, Roma, 1998, pp. 108 y ss. En el primer tipo se forman los há-
Bergson, entre dos tipos de memoria: una memoria funcional y una bitos y las repeticiones que se vinculan con la repetición de los procesos vitales. Las
disfuncional. La funcional está destinada a la continuación de la vida, expectativas que corresponden a esto son expectativas de algo previsto bien definido.
En el segundo tipo, se abren expectativas frente un imprevisto. Las denomina memo-
rias cerradas y memorias abiertas. Las abiertas se abren a la posibilidad, entendida
ésta como la tarea que corresponde al hombre y lo empeña en algo que va más allá de
18. Ricoeur define así el deber de memoria «es el deber de hacer justicia, mediante la repetición de una realidad dada. Poniéndolas en relación con las dimensiones tem-
e} recuerdo, a otro que no soy yo mismo» (ibid., p. 108, donde se remite a Aristóteles, porales, dice que las cerradas están confinadas al pasado, mientras que las abiertas ad-
E ti ca a Nicómaco, libro V). quieren sentido en el futuro. En unas es más intensa la realidad y en las otras la posi-
19. F. Ost, op. cit., p. 50. En la historia griega anterior a Aristóteles la memoria no bilidad. En éstas el hombre queda expuesto a su poder ser. Las llama también
consistía en el conocimiento objetivo y riguroso de los hechos pasados y su inscrip- memoria-imagen, distinguiéndolas de la memoria hábito.
ción en una temporalidad lineal. Se consideraba una facultad superior, mantenida por 21. !bid., p. 131. «El derecho es una memoria que se diferencia de las otras memo-
esfuerzos ininterrumpidos y ejercicios intelectuales rigurosos para mantenerse en co- rias porque nace e incide como unidad-distinción de estos dos tipos de memoria.»
municación con el tiempo fundador de los orígenes. La memoria mítica. La relación 22. lbid.,p.ll9.
entre la memoria colectiva y lo sagrado caracteriza todas las religiones, como de- 23. !bid., p. 116. Véase sobre este tema B. Romano, Il riconoscimento come rela-
muestran los ritos que se repiten. Pero también los Estados secularizados hacen del re- zione giuridicafondamentale, Bulzoni,_Roma, 1986; y P. Ricoeur, Parcours de la re-
cuerdo de su origen un elemento de cohesión. connaissance, Stock, París, 2004.
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de su discurso, de la estructura misma de su razonamiento, que se ca- pendido por la demanda jurídica. Este es el artificio temporal necesa-
racteriza por el hipotizar. rio para que el derecho se pronuncie.
El hombre es titular de una hipótesis, y ello lo diferencia del ani- Por una parte opera la justicia, recordando el crimen, recono-
mal. El hombre «hipotiza» porque puede construir una arquitectura de ciéndolo como tal; por otra, el derecho, preparándose para que el cri-
una existencia distinta de la que ha encontrado. La construye para una men no se repita. La justicia no deja nunca de mirar al pasado. El de-
finalidad que ha elegido él mismo. 24 El sentido existencial del derecho recho, en cambio, mira al futuro porque es su razón de ser. La justicia
es un rememorar para iniciar, memoria repetición y memoria creación. rememora el crimen para aniquilarlo en el plano simbólico; el dere-
La alteridad temporal del derecho es la alteridad del mañana. 25 cho lo rememora para evitar que se repita en el plano real. En este se-
La memoria que corresponde a la hipótesis, si bien se asienta so- gundo sentido, vale la pena citar a Nietzsche, en cuanto asocia la pena
bre una repetición, no coincide con el contenido de aquello que repi- y la memoria:
te, «asume lo repetido para prepararse a "no repetirlo"».Z 6
Sería éste el aspecto preventivo de la rememoración jurídica. Cuando el hombre consideró necesario hacerse una memoria, tal cosa
Cabe preguntarse: ¿cuándo termina el «trabajo de memoria» y no se realizó jamás sin sangre, martirios; los sacrificios y empeños más
espantosos ... las mutilaciones más repugnantes ... todo esto tiene su
comienza el «deber de memoria» ?27 El derecho pronunciado consagra
origen en aquel instinto que supo adivinar en el dolor el más poderoso
el imperativo de recordar aquello que se le ha sometido. El deber mo-
medio auxiliar de la mnemotécnica.Z 8
ral, cumplido sólo a través del trabajo individual de la memoria, se
convierte en deber jurídico.
La pena como instrumento de memoria.
Ricoeur analiza ese deber de memoria. Decir «recordarás» equi-
No obstante, ese instrumento de la memoria que es la pena debe
vale a decir «no olvidarás». Se pregunta entonces: ¿cómo es posible
guardar, para ser justa, determinada proporción con el delito y sus cir-
declinar en el tiempo futuro esta memoria que se presenta como guar-
cunstancias. ¿Es posible esta proporción, esta relación entre el hacer
diana del pasado?
sufrir del delito y el hacer sufrir de la pena? Esta es otra de las aporías
Por una parte, la memoria individual ha sido trasladada al lugar
de la justicia: ordena calcular lo incalculable. «La justicia incalculable
de justicia para convertirse en la memoria colectiva, social, institu-
ordena calcular.» 29 Pero aquello que es incalculable, ¿puede ordenar
cionalizada, de un hecho y de ese modo detener la rememoración sin
el cálculo? Es allí también donde la justicia se sirve del derecho. Del
fin; por otra, una vez reinterpretado ese hecho en el proceso, se con-
derecho y sus cálculos. Y el derecho también. se sirve de la justicia
sagra el deber de recordarlo tal como fue reinterpretado.
para que legitime sus cálculos, llamándola proporcionalidad, por
En el proceso, el viaje al pasado se detiene en el presente. El
ejemplo. Tal vez sea en esta mutua dependencia donde se hace más
tiempo se interrumpe para presentificar el recuerdo del pasado y ase-
patente la ambivalencia de la relación entre el derecho y la justicia.
gurarnos que en el futuro ese pasado no se repetirá. En ese sentido el
La justicia es indisociable de la finitud. Es la finitud la que exi-
derecho exige una emancipación frente al tiempo, que queda así sus-
ge que haya justicia en esta tierra, y sólo puede ser justo quien tenga
presente esa finitud. El derecho, en cambio, en su afán por medir la
2~. B. Romano, Il diritto non e ilfatto, op. cit. La hipótesis es un diseño y el diseño
d1ce aquello que no es, pertenece al arte porque, a diferencia de las reproducciones
mecánicas, remite a la formación de una presencia, que no está presente. «El diseño
es el ejercicio de la subjetividad que expresa el encontrarse en un momento y un lugar 28. F. Nietzsche, La genealogía de la moral, Alianza, Madrid, 1997, p. 80. «Es la
cuando no se está en ese momento ni en ese lugar» (p. 146). justicia que, extrayendo de los recuerdos traumatizantes su valor ejemplar, convierte
25. «.El juicio jurídico tiene sentido por su poder ser en el futuro, se refiere al pasa- a la memoria en proyecto; y es este mismo proyecto de justicia que da al deber de me-
do hacia el futuro, opera un memorar para iniciar» (ibid., p. 148). moria la forma del futuro del imperativo» (P. Ricoeur, La mémoire, l'histoire, l'ou-
26. Ibid.,p.147. blie, op. cit., p. 107).
27. P. Ricoeur, La mémoire, l'histoire, l'oublie, op. cit., pp. 106-107. 29. J.Derrida,op. cit.,p.61.
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pena «justa» (en el sentido de precisa, exacta), crea un sujeto infini- cho pretende ejercerse en nombre de la justicia y la justicia exige ser
to, como demuestran las condenas a miles de años. Se da la paradoja instalada en un derecho vigente, es decir, exigible por la fuerza.
siguiente: el derecho olvida la finitud en aras de la justicia que nace Aquél necesita de ella para legitimarse, ella necesita de aquél para
de la finitud. materializarse.
Pero no es la única dimensión en la que derecho y justicia pueden En ese sentido cabe hablar de una deconstrucción no ya de la
oponerse. Por ejemplo, el derecho puede imponer la obligación con- justicia ni del derecho sino de la relación entre derecho y justicia.
traria al deber de memoria, es decir, puede ordenar «olvidarás». El de- Se trata de una relación ambivalente. Por una parte, el derecho
recho, que exigía la memoria para revivir lo que no podía aniquilar, administra la justicia; es decir, la justicia como «cosa administrada»
exige el olvido. La prescripción es la prohibición, después de un lapso se subordina al derecho. Por otra, el derecho, para ser derecho y no
de tiempo fijado arbitrariamente, de recorrer el tiempo hacia atrás, arbitrio, necesita ampararse en la justicia; es decir, el derecho se su-
hasta el acto y sus huellas. Éstas no son canceladas: es el camino que bordina a la justicia. ¿Hasta qué punto esta subordinación recíproca
conduce hasta ellas lo que se prohíbe. 30 Allí se enfrentan exigencias con- afecta a la existencia del uno o de la otra? Por ejemplo, cuando se
trapuestas del derecho y la justicia. El derecho persigue la seguridad y «hace justicia por sus propias manos», ¿se hace justicia?, ¿o la justi-
la estabilidad de las relaciones, que se verían amenazadas por la posi- ciase convierte en injusticia por no haber sido administrada por el
bilidad siempre abierta de perseguir los delitos. Pero, por su lado, la derecho?
justicia no tolera dejar que caigan en el olvido ni esos delitos, ni sus En cambio, nadie dudaría de la posibilidad de un derecho que no
víctimas, ni sus autores. El derecho abandona en la prescripción su lu- sea justo. Es decir, de un derecho que, en lugar de administrar la jus-
cha contra el fluir del tiempo y apela al olvido para que extinga la sed ticia, administre la injusticia. De esa posibilidad se desprende que
de justicia. Es el momento en que el derecho deja de servir a la justi- sólo cuando el derecho administra la justicia en determinadas condi-
cia.31 Porque la justicia no sólo es incalculable, es imprescriptible. ciones es un derecho justo. Y una de las condiciones es que manten-
ga el delicado equilibrio entre lo universal y lo particular, entre esta-
bilidad y contingencia.
Cada ejercicio de la justicia como derecho sólo será justo si se
Para concluir trata de un juicio nuevo. Pero ese nuevo juicio ha de ser conforme a
una ley preexistente. Sin embargo, la interpretación del juez respon-
Derrida distingue entre la justicia y el derecho: la justicia sería infi- sable exige que la justicia de su juicio no consista solamente en una
nita, incalculable, rebelde a las normas, extraña a la simetría, hetero- actividad conservadora y reproductora. Para que el juicio sea justo es
génea y heterótropa. El derecho (o el ejercicio de la justicia como de- necesario que sea a la vez regulado y sin regla, conservador de la ley
recho, legitimidad, legalidad), mecanismo estabilizable, estatutario y pero a la vez bastante destructor de la ley para que en cada caso deba
calculable, sistema de prescripciones normativas y codificadas. Esta reinventarla, justificarla al menos en la reafirmación y la confirma-
diferencia no causaría mayores problemas si fuese una verdadera di- ción nueva y libre del principio que la sustenta.
ferencia, si la distinción fuera precisa y clara. Pero no es así: el dere-
Cada caso es otro caso, cada decisión es diferente y requiere una inter-
pretación absolutamente única, que ninguna regla existente y codifica-
30. P.Ricoeur,Lamémoire, l'histoire, l'oubli,op. cit.,p.610.
31. Ante la injusticia del derecho con respecto a la posibilidad de prescripción de los da puede ni debe garantizar absolutamente» .32
crímenes horrorosos de la Alemania nazi, dice Jankélevitch: «Veinte años, al parecer,
son suficientes para que lo imperdonable se convierta milagrosamente en perdonable:
de pleno derecho y de la noche a la mañana lo inolvidable es olvidado» (V. Jankélé-
vitch, L'imprescriptible, Seuil, París, 1986, p. 17).
32. J. Derrida, op. cit.,p. 51.
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Si la garantiza, el juez se convierte en una máquina de calcular. Sin En la deconstrucción que hace Derrida considera la justicia
embargo, el juez tampoco será justo si no funda su juicio en ninguna como a-venir. No tanto en cuanto algo futuro, sino en cuanto algo que
norma. En mantener esta tensión reside en cierto modo la justicia del está por venir (descomponiendo la palabra en francés avenir). Algo
derecho. La posibilidad siempre latente de que el derecho cambie su que aún está por hacerse. Algo que estamos construyendo, hacia lo que
función de «hacer la justicia» por la de «hacer la injusticia». En ese nos dirigimos.
sentido el derecho sería como el pharmakon, remedio y veneno, pero Y también en este sentido la justicia y el tiempo son inescindi-
no a la vez, sino que puede ser uno u otro. 33 bles. Porque sin el tiempo que fluye e introduce permanentemente
Hay otra oposición a la que ha de hacer frente la relación entre el cambio, la justicia no podría siquiera concebirse. En ese sentido, el
la justicia y el derecho. tiempo y la justicia se encuentran en una relación de estrecha conna-
La ley opone al flujo continuo la estabilidad de un orden. La sen- turalidad. 34
tencia inmoviliza el tiempo para que se «haga» justicia. En el ejercicio La justicia se fue intercalando en el discurso como una presencia
de la justicia como derecho, el juez se debate entre la universalidad de y una imposibilidad a la vez. Es el círculo temporal de la justicia lo
la ley y la multiplicidad cambiante del destinatario de su sentencia. En- que impide aferrarla, considerarla hecha. La justicia supone el tiempo
tre estabilidad y contingencia. Si el derecho le exige tener en cuenta la revivido (la memoria), el tiempo interrumpido (el proceso), el tiem-
primera, la justicia le exige tener en cuenta la segunda. El tiempo ate- po calculado (la pena). La justicia como reacción es el viaje imposible
núa la rigidez de la norma. La atenúa en la medida en que ha de consi- al pasado, la aporía, la experiencia intentada pero interrumpida. Sin
derar el caso tal como se ha presentado y no sólo como se ha previsto. embargo, ha de estar siempre presente como vocación, como destino,
La norma es trasladada al tiempo de los hechos. Y reinterpretada. como meta, dejando siempre abierto el interrogante: «¿cómo hacer
La justicia puede vislumbrarse en los márgenes de esa confluen- justicia del derecho?».35
cia entre la norma estable y las circunstancias cambiantes, que exigen
a la norma flexibilidad, y que a la vez la vivifican. Si bien el tiempo
congela en la rigidez de lo definitivo aquello que ha ocurrido, lo re-
presenta con características que la norma no ha podido prever.
El tiempo reproduce la indeterminación que la escritura de la
norma se proponía eliminar y reclama incesantemente una redetermi-
nación equitativa de la ley. Para reflejar esta redeterminación se ha
introducido el concepto de equidad.
La equidad añade a la ley determinaciones que el legislador no
podía prever; él mismo habría corregido los errores debidos a la ge-
neralidad de la ley si hubiera estado presente en su aplicación, dice
Aristóteles.
Es la presencia viviente de la equidad la que puede corregir la
ley escrita y acercarnos a la justicia. La norma se flexibiliza cuando
el juez intenta aplicarla al tiempo que fluye.
34. G. Bensussan, Le temps messianique. Temps historique et temps vécu, J. Vrin,
París, 2001, pp. 161 y ss.
33. J. Derrida, véase en La dissémination, Seuil, París, 1972, pp. 77 y ss., el texto ti- 35. «Cómo hacer justicia del derecho» es el título de una entrevista de S. Zabala a
tulado «La pharmacie de Platon». Véase también, S. Zabala, «Interpretación, media- G. Vattimo, que apareció por primera vez en La administración de justicia en los al-
ción y remedio», en Diccionario de la existencia, A. Ortíz-Osés y P. Lanceros, direc· bores del tercer milenio, compilado por J. A. Sampedro y A. Messuti, Editorial Uni-
tores, Anthropos, Barcelona, 2006, p. 320. versidad, Buenos Aires, 2001, p. 337.

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