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De acuerdo con Maturana y Verden-Zöller (1995) «vivimos una cultura que desvaloriza
las emociones a favor de la razón y la racionalidad» (p: 139), esto ha llevado a la creencia
generalizada de que es preciso privilegiar la razón y la racionalidad en la formación
docente, antes que la formación emocional de quien va a ejercer un quehacer que demanda
proximidad humana, afecto y formas de contacto con el niño, el adolescente incluso el
adulto, así como un profundo compromiso con sus derechos como persona y ciudadano.
No basta que un docente sepa qué hacer e inclusive cómo hacerlo, él o ella debe
paralelamente ser consciente que su compromiso no es solo profesional, sino ante todo
humano y por ende emocional. ¿Es posible evaluar racionalmente la entrega, el entusiasmo
y la alegría del encuentro cotidiano con los niños? ¿Es posible exigir racionalidad ante un
ser humano que a través de su corporeidad trasmite sus emociones y estados de ánimo?, ¿es
posible medir la creatividad, el poder disfrutar de la fantasía y compartirla?.
Por lo expuesto, en estas líneas se trata de privilegiar la formación de la dimensión
personal-emocional del educador , procurando recuperar lo que Maturana refiere en su libro
Amor y juego: fundamentos olvidados de lo humano (Maturana y Verden- Zöller 1995). Se
recomienda su lectura.
Un aspecto medular en el planteamiento de Maturana eses que «la educación es una
transformación en la convivencia» (1999), es decir, de los modos de relación. Educar es
convivir, desde un espacio de aceptación recíproca. Educar, por tanto, es aprender a
respetar la diversidad, aprender a dialogar, participar de proyectos comunes…Desde estos
aportes, educar se define no por la cantidad de contenidos aprendidos, cuanto por ser el
camino hacia el respeto, apertura y reconocimiento y aceptación del otro, entre otras
acciones que ponen de manifiesto la conciencia del ser y estar en sociedad: aprender a vivir
(ser) y convivir (vínculo).
Si educar es aprender a convivir, este aprendizaje requiere de un canal emocional para
entenderlo y practicarlo. Este es el punto de partida para entender la lúdica y el rol del
juego. La formación docente debe rescatar a ese «niño interno» que todo ser humano
tiene, para recuperar con él la posibilidad de sorprenderse, disfrutar, ser creativo, alegrarse,
ser aventurero, espontaneo, recrearse y expresar su arte y el de su cultura, confiar en el
grupo o equipo, intercambiar afectos, es una palabra ser lúdico.
De esto se deriva que la responsabilidad del docente es doble. Por un lado, inicia a los
alumnos en la vivencia escolar significativa: donde se aprende a pensar, experimentar,
preguntar, opinar, analizar; y de otro lado, modela y activa modos de vivir en un contexto
dado a partir de contactos lúdicos que permitan y motiven todo tipo de aprendizajes.
Por lo tanto, es esencial que la formación docente enfatice la formación lúdica. Como
sostiene Maturana:
Los seres humanos adquirimos nuestra conciencia individual y social a través de la
conciencia corporal que adquirimos en el libre juego [...] y perdemos nuestra
conciencia social individual en la medida que dejamos de jugar y transformamos
nuestras vidas en una continua justificación de nuestras acciones en función de sus
consecuencias, en un proceso que nos enceguece acerca de nosotros mismos y los
demás. (1995: 145)
Es decir, es la propia condición humana la que entra a tallar. Es preciso recuperar la propia
capacidad de juego y con ello recuperar la lúdica en el vivir.
Por último, cuando se habla de juego también se está aludiendo al juego como una
capacidad cognitiva que favorece el pensamiento divergente. Como señala Marinich: «el
juego no es ausencia de solemnidad, de seriedad; el juego también está en nuestra mente, es
la mente que juega, es nuestra actitud ante la vida la que nos permite ser juguetones, y el
juego nos flexibiliza» (2009: 45).
Estas son algunas de las razones por las cuales sería recomendable que las instituciones
formadoras incorporen el juego, no como un aspecto o contenido a desarrollar, sino como
un eje o tema trasversal en la formación docente, recuperando el rol que este tiene en la
vida humana y social, es preciso recuperar la lúdica, el amor y el juego como guías
fundamentales
en la existencia humana y en particular de la pedagogía.
Para concluir, citamos un par de frases del pedagogo italiano Tonucci: «aunque sean
mayores no se avergüencen de ser alegres y jugar» (2003: 213) porque el juego constituye
una forma de recuperar la autenticidad, diferenciarse, equilibrar la salud mental, las
relaciones y la propia humanidad. Por último, como refiere el mismo autor, la formación
docente tiene el imperativo de contribuir a reinventar el ejercicio docente cada día,
asumiéndolo con ilusión, con responsabilidad, con compromiso y con amor, como concluye
Tonucci «y si no modificamos el sistema de formación profesional, y si los docentes no
recuperan sus ganas, sus deseos de experimentar, y su pasión profesional, nada generará un
cambio verdadero» (1995: 74)
(Mendevel, 2009)TOMADO DE Revista Educación Vol. XVIII, N° 35, septiembre 2009, pp. 7-21 / ISSN
1019-9403
¿Tendrás hoy una razón para jugar hoy con tu hijo, novio, abuelo, mascota o reírte
simplemente jugando a mirar las travesuras del atardecer?
NEURO LÚDICA
Es así como ocurre con la Neuropedagogía, como ejemplo, la cual es conceptualizada por
Jiménez y Robledo como: “una ciencia naciente que tiene por objeto de estudio el cerebro
humano que debe ser entendido como un órgano social capaz de ser modificado por los
procesos de enseñanza y aprendizaje y no simplemente como una víscera, o un computador
como muchos autores lo plantean”. (2010, p.16).
En este artículo, por su parte, el autor reflexiona sobre el concepto de Neurolúdica, como
una interdisciplina porque se conjuga con lo “Neuro”, que puede ser entendida como: “El
estudio y la capacidad de propiciar experiencias lúdicas y didácticas, que generen
emociones positivas y faciliten los procesos pedagógicos y las relaciones interpersonales en
la dinámica de grupos.” Y “La reflexión y práctica del cerebro mediante la lúdica, la
creatividad y lo positivo.” (Barreto, 2017).
Lo lúdico adquiere sentido en la medida que permite una infinita cantidad de posibilidades
de interacción, expectativa y descubrimiento que favorecen los procesos grupales e
integrativos, en los que participan cotidianamente las personas en cualquier contexto.
Así que, la Neurolúdica contrarresta situaciones o rasgos que han demostrado no benefician
ni hacen agradables los procesos de enseñanza-aprendizaje, y las interacciones grupales en
general; estrés, rutina, monotonía, formalismo, rigidez, perfeccionismo, control, pasividad,
individualismo, entre otros, son confrontados mediante la lúdica, haciendo más placenteros,
amables, cálidos, distensionantes, los momentos compartidos en grupo.
De modo que, queda mucho por teorizar y poner en práctica, pero para nadie es nuevo
señalar en valor del juego y lo lúdico en la educación.
Referencias
Jiménez, C. y Robledo, J. (2010). La neuropedagogía y los comportamientos violentos. Y
Cooperativa Editorial Magisterio. Colombia
Portellano, J. A. (2005). Introducción a la neuropsicología. Editorial McGraw Hill. España.
Rosselli, D. (1997). Neuro. Introducción a las neurociencias. Centro Editorial Javeriano.
Colombia.
Debe evitarse confundir lúdica con juego, pese a que comúnmente se emplean estas
expresiones casi como sinónimos.
Todo juego es lúdico pero no todo lo lúdico es juego. No se trata de un simple
malabarismo de palabras, se trata de empezar por reconocer que la lúdica no se reduce o
agota en los juegos, que va más allá, trascendiéndolos, con una connotación general,
mientras que el juego es más particular.
De hecho resulta fácil aceptar que coleccionar estampillas, escuchar música o hacer
chistes no son juegos, aunque reporten emociones y sentimientos similares. ¿Qué es
entonces lo lúdico o la lúdica?
La lúdica se asume aquí como una dimensión del desarrollo humano, esto es, como una
parte constitutiva de la mujer y del hombre, tan importante como otras dimensiones
históricamente más aceptadas: la cognitiva, la sexual, la comunicativa, etc.
En tanto que dimensión del desarrollo humano, la lúdica se constituye en un factor decisivo
para enriquecer o empobrecer dicho desarrollo, pudiendo afirmarse que a mayores
posibilidades de expresión y satisfacción lúdica corresponden mejores posibilidades de
salud y bienestar y, por tanto, a ambientes que bloqueen o limiten la expresión lúdica
corresponden personas con carencias significativas en el desarrollo humano.
La lúdica se refiere a la necesidad del ser humano, de sentir, expresar, comunicar y producir
emociones primarias (reír, gritar, llorar, gozar) emociones orientadas hacia la entretención,
la diversión, el esparcimiento.
Si se acepta esta definición se comprenderá que la lúdica posee una ilimitada cantidad de
formas, medios o satisfactores, de los cuales el juego es tan solo uno de ellos.
Puede asegurarse, con base en lo expuesto, que la lúdica se expresa en actividades tan
diferentes como el baile, el paseo, la observación de un partido de fútbol, el jumping (saltar
al vacío desde un puente, atado a una cuerda elástica) o leer poesía.
Otro equívoco bastante común consiste en oponer lo lúdico a lo laboral. Esta errónea
interpretación se refleja en la dicotomía del lenguaje cotidiano: ¿Juega o trabaja? y en las
falsas atribuciones de seriedad y utilidad para lo laboral, y de no seriedad e inutilidad para
lo lúdico.
De esta manera se creó una ideología que atenta seriamente contra lo afectivo, lo sensible,
lo emocional. Luis Carlos Restrepo advierte al respecto:
“No se trata de levantar la bandera de un nuevo sentimentalismo contra los excesos de la
razón. No. Es cuestión, más bien, de comprender que siempre en la emoción hay algo de
razón y en la razón un monto de emoción”.
Por esto no se acepta que lo lúdico sea aquello que se opone al trabajo o aquello que carece
de utilidad o seriedad. Se puede afirmar que no hay nada más serio que el juego de un niño
y que, según los psicólogos, sin afecto y emociones el desarrollo de la personalidad se verá
profundamente afectado. Entonces cómo considerar inútil lo lúdico?
Justamente por esta equivocación de oponer lo lúdico a lo laboral o de poner lo lúdico en
función de lo productivo, se ha generado otro equívoco, mediante el cual se asocia o
confunde lúdica con tiempo libre.
El tiempo libre no puede pues asumirse como sinónimo de lúdico, sino principalmente
como de descanso, recuperación energética y atención de necesidades fisiológicas (sueño,
alimento). Menos aún puede considerársele libre para hacer lo que a uno le plazca, pues el
desarrollo de la vida personal y familiar exige, generalmente, que en dicho tiempo se
asuman tareas y oficios que, aunque no remunerados, escapan al capricho o interés lúdico,
como: reparar un electrodoméstico, mercar, ir al médico, ayudar a un hijo en sus tareas
escolares, cocinar, etc.
Tampoco se niega que en el tiempo libre haya actividades lúdicas, máxime cuando se ha
dicho que la lúdica está presente en toda la vida cotidiana. Se afirma que el denominado
tiempo libre no lo es tanto, que no está dedicado a la lúdica y que mucho de lo que allí se
hace tiene un carácter laboral. Tal vez el tiempo libre se asocie más al concepto de ocio
que al de lúdica, si por el primero se entiende descanso y recuperación para el trabajo.
Vistas así las cosas, la siesta del medio día sería comprendida fundamentalmente como ocio
y no como lúdica, pues no constituiría búsqueda de emociones y tensiones placenteras,
búsqueda de entretención, sin límites diferentes a los puestos por la propia voluntad del
sujeto.
Ahora se podrá comprender que lúdica, ocio y tiempo libre no son conceptos idénticos pero
si interactivos. Se podrá comprender, además, que la naturaleza de la emoción lúdica no
puede reprimirse permanentemente ni prohibirse en ningún espacio. Por eso ella aflora en
escenarios y momentos muy serios, por ejemplo en forma de chiste y broma en medio del
funeral o la tragedia.
BIBLIOGRAFIA
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