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del comunicador
complejo y fluido
Del perfil del comunicador social
y otros devenires
1. Comunicación. I. Título.
CDD 302.2
CIESPAL
Centro Internacional de Estudios Superiores
de Comunicación para América Latina
Av. Diego de Almagro N32-133 y Andrade Marín • Quito, Ecuador
Teléfonos: (593 2) 254 8011
www.ciespal.org
http://ediciones.ciespal.org/
Abril de 2016
Quito, Ecuador
Primera edición
ISBN: 978-9978-55-141-7
Corrección de textos:
Ari Tomás Bussi
Ediciones CIESPAL, 2016
Reconocimiento-SinObraDerivada
CC BY-ND
Esta licencia permite la redistribución, comercial y no comercial, siempre y cuando la obra
no se modifique y se transmita en su totalidad, reconociendo su autoría.
¡Extra! ¡Extra!
Columna periodística sobre medios y comunicación.
positivos, otras palabras más capaces de dar cuenta de las nuevas realidades
que nos confrontan. Esto pensaba, pero llegó el mozo para tomarnos el pedi-
do y nos concentramos en decidir qué íbamos a cenar.
me produce otra vez esta farándula embustera que hace de periodista en los
medios nacionales con grandes aspavientos y pretendiendo que comunicar es
informar. Muchos de ellos usan el mismo dispositivo de inventar derivacio-
nes desopilantes de las noticias, sólo que ya no resulta gracioso para nadie.
Comparar un hecho noticioso en varios diarios hoy en día en este país más
bien resulta desalentador por la desmesura de lo que se publica.
Estamos atravesando los restos deplorables de una modalidad periodís-
tica que no da para más. Que descalifica a la profesión. La envilece por su
falta de calidad. No hay tal realidad separada de quien habla y, por tanto,
no hay verdades únicas. Solo hay verdades situadas, siempre en tensión. Lo
que es verdadero para uno, no lo es para otro. Por el bien común es preciso
considerar las consecuencias de la desmesura y dejar atrás el simulacro, la
batalla dual, la descalificación novelada de la peor calaña, la falta de dignidad
periodística. Alguien dijo en estos días que una mala persona nunca podrá
ser un buen periodista. Más allá de esa dimensión del asunto a la cual se
debería atender de alguna forma, los periodistas también vamos a tener que
aprender a convivir con esta cuestión de las verdades con raíces, las verdades
en un territorio en particular y con seres en conversación. Vamos a tener que
aprender a trabajar con ellas en tanto el mundo en que vivimos es un mundo
fluido en el que las personas están interconectadas en tiempo real.
En el periodismo, necesitamos dar un salto evolutivo para abrir nuestras
rutinas profesionales a la complejidad del fenómeno comunicacional actual.
Se trata de comunicar estratégicamente, rebasando a la comunicación en lí-
nea –tanto la de la transferencia como la de la denuncia– y ampliando nues-
tras competencias a partir de la consideración de la multidimensionalidad de
lo comunicacional.
Hay dos vertientes reduccionistas de la profesión que es urgente con-
frontar considerando los impactos de su accionar sobre las vidas cotidianas
de nuestras sociedades: por un lado, los mercachifles de siempre que envile-
cen al periodismo como pura mercancía; por el otro los que pretenden ha-
blar de la realidad con imparcialidad. Para los segundos podría servir aquella
frase de Heinz von Foerster que dice: “Objetividad es el delirio de un sujeto
que piensa que observar se puede hacer sin él”. Dos visiones con consecuen-
Avatares del comunicador complejo y fluido 77
una fórmula de verdad. Más bien “la verdad es la realización de las líneas que
constituyen el dispositivo”.
No es un plan elaborado para ser aplicado, sino un conector flexible y
especialmente atento a lo situacional en tanto espacio fluido, que busca re-
conocer sinergias en un lugar habitado en el que coexisten las alteridades
socioculturales. Es una mirada respetuosa de las diversidades presentes en
la situación que desea transformar, que no se limita tampoco a lo discursivo
sino que intenta hacer cuerpo con el mundo. Que se vincula más bien con la
cuestión de la presencia en cada situación, de aquella parte del sentido com-
partido por todos nosotros que hoy explota minas en Latinoamérica, tam-
bién en las agendas mediáticas.
Mi balance periodístico del 2011 ubica del lado de los logros a algu-
nos de los debates sobre los medios masivos de comunicación social: el de
las agendas ocultas, el del periodismo militante, el de la patria zocalera. Los
argentinos participamos de muchas formas en esta intrincada travesía nacio-
nal, pero juntos conquistamos otro lugar en el circuito de la producción, la
circulación y el consumo de mensajes. Hemos configurado un sutil descen-
tramiento.
Uno de los componentes más inspiradores de este recorrido es el darnos
cuenta, como lectores de medios, de algunas de las operaciones del lenguaje
sobre lo real. Como comunicadora siempre me interesó el espacio de la pa-
labra y sus efectos, pero no en el registro de las significaciones transmitidas,
sino en otro dominio, más fluido y que considero a la vez más imperioso: el
de la comunicación en tanto acción y sentido compartido. Hemos experi-
mentado que lo comunicacional genera resonancias: ciertas reverberancias
colectivas que a veces nos resuenan en el cuerpo y nos sueltan la lengua, pero
que también compone silencios como espacios socialmente cooperados. Se
trata de un interés –como dice Noé Jitrik– por aquello que el lenguaje hace en
otro lado, más acá y más allá de las metáforas de la dominación, incluso de las
del habla y la representación.
Me explico: el debate sobre la Ley de Servicios de Comunicación Au-
diovisual nos ha hecho pensar, pero también nos ha hecho hablar y nos ha
hecho hacer y sentir y volver a pensar sobre lo hablado. En torno a ese núcleo
de discusión/acción los argentinos exploramos algunos de los dispositivos
más usuales en la producción de noticias y lo hicimos de la mano de los
especialistas, pero también en las redes sociales y en los bares y en las cenas
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con los amigos. Es esta una búsqueda que avanza en la vida cotidiana de la
ciudadanía argentina desde hace apenas poco más de un año y que resulta
enriquecedora en el marco de cualquier gobierno democrático. Ese tipo de
análisis devela los múltiples intentos de la manipulación, enfoca, desmenuza
y expone a los productos mediáticos a partir de exhibir sus argucias median-
te la construcción y deconstrucción de sus operaciones. Desenmascara los
ocultamientos, la mentira, el lobby, la pauta publicitaria, más allá de si fuera
privada y empresaria u oficial.
Los argentinos somos hoy más duchos en medios y mensajes, pero tam-
bién somos más duchos en este otro registro de la comunicación social que
se sale de lo comunicativo –los productos de comunicación– y estamos avan-
zando del mismo modo sobre lo comunicacional como espacio y momento
del encuentro de las diversidades socioculturales. Se trata de una considera-
ción más heterogénea, vital, enriquecedora, que habilita en la comunicación
masiva un análisis de cuál es la modalidad del vínculo sociocultural que el
producto está propiciando. Que cualquier diario no es sólo un componente
de la industria cultural, sino que a su vez está situado y puede ser analizado
en múltiples dimensiones: la informativa, la interaccional, la ideológica, la
del encuentro sociocultural.
Los consumidores sabemos que los medios trafican datos en alguna o
en todas estas dimensiones y al hacerlo nos acompañan en nuestra aventura
de computar el mundo cada día, nos empujan a narrarlo, nos alientan, nos
incitan a alimentar una versión particular de la cuestión que está tratando el
artículo o la entrevista y eso es lo que comunica en tanto nos conecta o nos
desconecta con lo real a partir de nuestras acciones.
En esta dirección me gusta pensar que la comunicación es como el agua:
gota y gota hace aguacero y río y mar y nube. Como el agua, cuando comuni-
co hago crecer y entonces cambio. Transformo y me transformo. Les propon-
go por tanto pensar a la comunicación en sintonía acuífera, como un cauce
que genera ambientes ecosistémicos a su paso.
Hablábamos de algo así como la madre del borrego del malestar co-
municacional en el siglo XXI. Nos proponíamos –en una cena con colegas–
identificar la causa de la evidente falta de respuesta que nos producen hoy las
formas comunicacionales clásicas.
Con las tablas que pedimos como entradas, coincidimos en que lo del
fastidio comunicacional nos pasa a todos: cada vez es más difícil que en el
tratamiento de las noticias nos conformen los diarios o nos satisfagan los no-
ticieros, o las revistas periodísticas. Felices eran nuestros padres, sentándose
cada noche a ver su noticiero preferido y los domingos a revisar cual inventa-
rio, en el diario, los detalles de qué hubo de nuevo en el planeta. ¡Qué tiempos
aquellos! ¡Tan pequeños...! ¿Cambiamos como lectores de medios? ¿Cambia-
mos como periodistas? En la mesa arreciaron preguntas y argumentos.
Con los platos fuertes convinimos en que afortunadamente, poco a poco,
hemos desplegado la complejidad de lo comunicacional, aunque todavía no
contemos con metáforas dominantes ni con rutinas –tanto de producción
como de consumo de medios– que nos acompañen en los entornos perio-
dísticos digitales actuales. Reconocimos que hoy existen básicamente posi-
ciones opuestas y como consecuencia de esa misma linealidad, cierta falta
de democratización en los formatos de los espacios de noticias en los medios
masivos. Acordamos en que por el momento y cada vez con más frecuencia,
al ver los noticieros, mucha gente se comporta casi como hincha de fútbol,
soltando exabruptos e improperios frente a tratamientos de la noticia con los
que no acuerdan. Para seguir pensando, nos quedamos con una pista: la ver-
dad sólo muy de vez en cuando se resuelve en soledad. Tomamos nota de que
nos falta mucho navegar en la comunicación digital para aprovechar aquello
que ella nos ofrece como metáfora organizadora: la comunicación en red.
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Ya en los postres, de todos los argumentos con los que debatimos resca-
to lo del huevo. Me gustó como analogía por su sencillez: la comunicación
social en el siglo XXI es como un huevo. Suena un poco raro, pero se explica
más o menos así: podemos hacer ciertas cosas para acompañar el desarrollo
de un huevo, como generar en su entorno un ambiente propicio; por caso,
darle calor o quizás protegerlo de los golpes que podrían dañarlo. No obs-
tante, como en todo lo vivo, en un huevo también el cambio principal en su
desarrollo viene desde dentro. Si por desgracia la cáscara se rompe desde
fuera, la vida se termina. Pero si se autorompe, la vida nace.
¿Y si empezáramos a pensar en la comunicación social como un proceso
fluido, entre seres que están siendo al comunicar? Desde los nuevos para-
digmas la comunicación ya no se piensa sólo como información, ni princi-
palmente como una transferencia sino como encuentro sociocultural, una
tensión que emerge de la situación, a medio camino entre lo individual y lo
colectivo, y que por lo tanto merece ser considerada comunicacionalmente.
Es decir, en otro dominio y como una relación intersubjetiva. No como su-
jetos. No como sociedad. Sino como un lugar vivo, habitado en las múltiples
trayectorias de los grupos y sectores que comparten un territorio.
Desde la Escuela de Comunicación Estratégica de Rosario trabajamos
con nuevas herramientas analíticas y operacionales como, por ejemplo, las
matrices socioculturales. Desde ese molde colectivo que constriñe y que a la
vez da forma a lo nuevo, cambian los actores en la trama social cuando se
comunican. Decimos que el de la comunicación es un encuentro, vivo y en-
carnado en el que las matrices socioculturales se reconocen como un linaje de
acciones compartidas, un ritmo colectivo que es propio de ciertos grupos y
sectores. Eso casi musical por lo rimado, y que surge entre; eso que no exis-
tía previamente, porque ocurre mientras; ese proceso complejo, situacional
y fluido es la comunicación en los tiempos que corren (¿nos corren? Quizás
un poco...).
La caracterización de matrices socioculturales como autodispositivos co-
lectivos nos permite atender a la especial modalidad de vinculación que los
actores tienen con los diferentes componentes del problema que aborda la
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