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Causa o efecto (o ambas cosas) de alteraciones más generales, las perturbaciones del lenguaje
no deben considerarse, en principio como un síntoma aislado en un niño sano, aunque sea el
más visible e importante.
Un segundo rasgo que en líneas generales distingue a los trastornos de origen psiquiátrico,
cuando son referidos a la infancia, es que presentarse en organismos en permanente proceso
evolutivo y con fuerte relación de dependencia con el medio, especialmente con los padres,
sus manifestaciones son siempre cambiantes, versátiles y muy sensibles a las influencias
ambientales.
Es que el conjunto de los trastornos psíquicos infantiles resulta tan variado y extenso, tan rico
en matices y tan dispar en sus manifestaciones que pueden oscilar, con referencia al lenguaje,
entre su completa ausencia por retardo mental profundo (alalia idiótica), y un leve defecto en
la pronunciación o un imperceptible cambio en la significación de las palabras.
Bajo esta denominación genérica se incluyen todos los cuadros que como denominador
común presentan básicamente insuficiencia o retraso en el desarrollo y de las funciones
intelectuales. Este déficit, que puede afectar total o parcialmente a todas las
manifestaciones del psiquismo, se caracteriza por una deficiencia o debilidad de las
funciones cognoscitivas y la inteligencia que impiden o limitan la adquisición de
conocimientos y el desarrollo en plenitud del pensamiento y la conducta social del
afectado puede comprender que la deficiencia mental u oligofrenia se acompaña siempre
de un déficit lingüístico proporcional a un mayor. En la misma medida en que se halla
comprometida la inteligencia se hallara afectado el desarrollo y la integración del lenguaje;
de ahí que resulta imprescindible para el estudio del lenguaje oligofrénico el conocimiento
del déficit intelectual, su grado de intensidad y rasgos propios, y las alteraciones
neurológicas y físicas que, producidas por la misma causa, contribuyen a acentuar las
dificultades primarias.
División y grados: según la escala psicométrica que utiliza como unidad el llamado CI(IQ)-
relación entre la edad mental del examinado y su edad cronológica- se consideran deficientes
mentales las personas cuyo promedio es inferior a dos desviaciones tipo a la medida
establecida para la población de la que forman parte. Tomando a 100 como medida normal y
15 como una desviación estándar, se clasifica como deficientes las personas cuyo CI queda por
debajo de 70. Cuando el cociente oscila:
89-50: se considera insuficiencia leve (débiles mentales)
< de 50: se considera moderado-grave, severo o profundo según su intensidad.
(idiotez).
En los hechos de la división más útil, es la distinción entre deficiencia leve y moderada, ya
su vez, entre esta y la severa o profunda. La deficiencia leve se acompaña de una
detención de la adquisición lingüística, cosa que, si ocurre en la moderada y,
naturalmente, es constitucional en la profunda. La escolaridad y la adquisición de
conocimiento práctico es una opción para la deficiencia mental leve, que conlleva
limitaciones para la moderada pero que es inaccesible para la profunda. Estos niños
requieren protección y tutela permanente.
Etiología: el grupo de las oligofrenias ofrece un buen ejemplo de lo que son las
enfermedades orgánicas pues, cualquiera que sea su origen, se trata siempre de una
anomalía del tejido cerebral, sea malformaciones congénitas, atrofia, lesiones o simple
debilidad biológica de las estructuras nerviosas superiores. Suelen distinguirse dos tipos,
llamados respectivamente endógeno y exógeno.
Algunas de estas afecciones se caracterizan por generar cuadros bien definidos cuyo
conjunto de síntomas es siempre idéntico y en los que la deficiencia mental es constante,
como en el mongolismo y el cretinismo. En el grueso de los casos, en cambio, no existe una
correlación estable entre causa y efecto, y los síntomas y su heterogeneidad dependen de
la magnitud y locación del daño cerebral. Ello explica que cuadros o deficiencias similares
sean provocadas por causas muy diversas y que un mismo agente causal sea capaz de dar
múltiples efectos y combinaciones de síntomas sin parentesco aparente.
El tipo más frecuente es el que hemos descripto como endógeno, constituido por niños
bastantes normales desde el punto de vista biosomático, que tienen congénitamente una
debilidad de sus funciones corticales por la herencia de múltiples genes defectuosos. La
influencia posterior de factores negativos como carencias alimenticias precoces
(especialmente de proteínas), enfermedades toxiinfecciosas, privación afectiva o familiar y
cultural, consolidan el déficit orgánico. En general se trata de retardos leves o moderados
en un 85% de los casos.
Características psicológicas:
Lenguaje: se ha visto que hay una etapa en el proceso del desarrollo del lenguaje con
incidencia directa en a la organización del pensamiento, indispensable para la
compresión verbal y la elaboración de las respuestas. El desarrollo integral y pleno del
lenguaje requiere necesariamente un alto grado de eficacia de ese proceso interior,
que a través del ordenamiento dialectico de síntesis y categorías va estructurando el
pensamiento y el conjunto de la actividad racional.
En la oligofrenia, el lenguaje muestra un rasgo común y distintivo, independiente de
las alteraciones formales y expresivas que pueden matizarlo en cada caso: este rasgo
es el déficit evolutivo del lenguaje en consonancia con la más global hipoevolución
que caracteriza al retardo intelectual.
Naturalmente, el déficit lingüístico variara según la magnitud de la insuficiencia
psíquica global y según las lesiones encefálicas y las perturbaciones de las funciones
sensoriomotoras de la recepción y la expresión verbal que acompañan a la deficiencia.
Ya los en los primeros años de vida surgen hechos que harán sospechar la existencia
del trastorno: el retraso en la iniciación de la actividad verbal y la lentitud o
imperfección con que se opera la organización progresiva del lenguaje y las
funciones motoras generales, ya que es bien conocida la íntima correlación existente
entre el desarrollo del psiquismo y el de la motricidad en los primeros años de vida.
Este concepto explica la asociación que se observa habitualmente antes de los dos
años, entre las perturbaciones mentales y las motoras.
El atraso en el desarrollo y la organización del lenguaje, en la medida en que este va
adquiriendo posibilidades mayores de expresión, muestran también deficiencias en su
contenido con pobreza conceptual y semántica, limitaciones concomitantes con las del
propio pensamiento que se irán haciendo más notorias en la medida en que la edad, la
educación y las pautas sociales aumenten las exigencias y la complejidad de la
actividad intelectual.
Teniendo en cuenta que la magnitud del déficit lingüístico es siempre igual o mayor al
déficit intelectual global y ambos procesos interdependientes, sus síntomas y sus
posibilidades variaran según se trate de retardos profundos o leves.
En la descripción de Berta Derman se describen los trastornos lingüísticos según el
grado y tipo de la oligofrenia y las distintas combinaciones de la patología lingüística.
1- Retardo alálico: en las deficiencias mentales leves y moderadas de la forma endógena.
2- Retardo alálico-afásico: en deficiencias leves o moderadas de origen exógeno, (con
lesiones y perturbación de la neurodinámica cerebral).
3- Retardo alálico-anártrico y alálico-audiógeno: en deficiencias leves y moradas
endógenas asociadas al analizador motor verbal en el primer caso y en analizador
auditivo en el segundo.
4- Retardo alálico-anártrico-afásico y alálico-audiógeno-afásico: en deficiencias leves y
moderadas exógenas, asociadas a perturbaciones de los analizadores motor verbal o
auditivo respectivamente.
5- Retardo alálico con disartria y alálico-afásico con disartria : en las deficiencias leves y
moderadas endógenas y exógenas asociadas a trastornos neuromusculares orofaciales
(parálisis o incoordinación de los músculos fonadores).
6- Síndrome alálico, en deficiencias mentales severas y profundas .
Teniendo en cuenta que el desarrollo gramatical insume los primeros 5 años se desprende
que los débiles mentales pueden desarrollar un lenguaje suficiente para el medio que los
rodea, pero con un valor comunicativo inferior a las pautas normales.
En los niños mongólicos, tipo especial de oligofrenia de origen genético que posee rasgos
propios y cuya inteligencia oscila en la zona de la imbecilidad, el habla es confusa por su
dicción imprecisa (dislalia) y su hablar atropellado (tartajeo), la lengua desproporcionada y
proyectada hacia adelante acentúa la torpeza de la pronunciación. La mayoría se expresan
con voz gutural, grave y de baja intensidad.
a) La descarga puede partir de cualquier zona cerebral (foco primario) e irradiarse parcial
o totalmente a las demás zonas.
b) La descarga paroxística (responsable de los síntomas), es generalmente brusca y breve
(segundos o minutos).
c) Las descargas paroxísticas son iterativas, es decir, se repiten con variada frecuencia y
casi siempre con las mismas características.
d) Los cuadros clínicos son similares (la convulsión epiléptica, por ej.) aunque los factores
causales sean de distinto origen y naturaleza.
Los síntomas epilépticos pueden aparecer a cualquier edad, desde el lactante a las personas
ancianas, aunque las causas originales sean distintas en la mayoría de los casos según la edad
de comienzo. De todos modos, la epilepsia es mucho más frecuente en el niño que el adulto.
a) Gran mal: crisis comúnmente conocida como convulsión epiléptica, la más frecuente y
alarmante. Esta puede ser aisladas y separadas por meses o años de normalidad o muy
frecuentes hasta repetirse varias veces en un mismo día. A mayor frecuencia de las
crisis, mayor es el daño o deterioro psíquico que deja como secuela. Por eso toda
persona que presenta una convulsión debe ser sometida de inmediato a estudio y
tratamiento prolongado.
b) Convulsiones febriles: se presentan habitualmente como banales y desencadenadas
cuando el niño presenta un estado febril alto. Tienen lugar entre el primer y tercer año
de vida. Son ataques generalizados, breves y con rápida recuperación. Deben ser
consideradas peligrosas cuando se producen antes del primer año o después del
tercero, cuando los ataques son muy frecuentes o muy prolongados (más de 15
minutos).
c) Pequeño mal: afección típicamente infantil, que aparece en niños mayores de 4 años.
El síntoma más común es la ausencia que consiste en una súbita y brevísima
interrupción de la conciencia, de 5 a 30 segundos. El niño permanece inmóvil, con la
mirada fija y perdida. La ausencia puede pasar inadvertida, el niño dice “se me nublo la
vista”, “tuve un mareo”, o algo similar.
A veces la crisis de ausencia se combina con otras manifestaciones como movimientos
de los parpados o desviaciones oculares y otros automatismos motores como
movimientos de deglución, frotarse la cara, ponerse la mano en los bolsillos o emitir
palabras o frases automáticas.
Otras características del “petit mal”, consiste en que las crisis se suelen repetir con
gran frecuencia (a veces de 5 a 50 ataques diarios). En un 20 %s de los casos se
produce un deterioro psíquico y descenso del nivel mental con déficit leve.
d) Epilepsia psicomotora: es la forma más común en el adulto. La duración de la crisis es
muy variable, desde segundos hasta horas o días. Como todas las otras formas es de
comienzo brusco. Se caracteriza por comportamientos anormales, obnubilación de
conciencia y amnesia posterior a la crisis. Los síntomas más comunes son movimientos
masticatorios y actividad motora excesiva e injustificada, automatismos mímicos o
verbales repetidos y crisis psíquicas (alucinaciones o estados confusionales de la
mediana intensidad).
e) Epilepsia en el lactante: suelen tomar la mitad del cuerpo porque en general son
producidas por un foco cortical localizado en un hemisferio, pueden dejar una
semiparálisis de ese hemicuerpo que dura algunas horas y se recupera. Si hay una
hemiplejia anterior por lesión cerebral, los ataques acentúan el déficit motor.
Un cuadro típico de los lactantes es la epilepsia en flexión o hipsarritomia, con
espasmos masivos y generalizados de todo el cuerpo, de brevísima duración y,
generalmente en salvas o tandas de accesos muy seguidas entre sí. Es una súbita
flexión de toda la musculatura, que, por ser suave y pequeña, puede ser confundida
por temblores, cólicos, o estremecimientos nerviosos considerados benignos. Puede
producir una lesión encefálica irreversible en dos o tres semanas apenas.
Crisis parciales o focales: se trata de descargas neuronales que no se irradian a otras zonas de
la corteza, sino que se derivan por vías o circuitos específicos (motores, sensitivos, viscerales o
psíquicos), provocando los síntomas que corresponden solamente al sector afectado. Se trata
de crisis breves (menos de un minuto) y con conservación de la conciencia, en los casos que la
descarga se haga hacia el cuerpo. Las más comunes son las crisis motoras, con contracciones
irregulares que toman un sector del cuerpo, o con las llamadas crisis versivas, que consisten en
una lenta desviación conjugada de los ojos y la cabeza hacia un lado como si se padeciera de
una torticolis fugaz y se quisiera mirar para atrás y arriba con los músculos contracturados.
Otra modalidad de las crisis parciales consiste en descargas de larga duración que afectan a
funciones psíquicas como las percepciones (ilusiones o alucinaciones), la memoria (lagunas
mnésicas o bien falsos recuerdos), la ideación (ideas parasitas o delirantes) y la conciencia
(diversos grados de obnubilación).
Alteraciones del lenguaje epiléptico: las crisis del lenguaje hablado pertenecen a las llamadas
epilepsias parciales, excepto los casos en los que la enfermedad produce un deterioro o déficit
intelectual permanente. Entre las crisis verbales paroxísticas parciales o psicomotoras pueden
encontrarse los siguientes trastornos:
(Debe recordarse que en el grupo de epilépticos en que existe una lentificación de la ideación y
el pensamiento (bradipsiquia), la expresión oral también es lenta, pastosa, monótona y a veces
iterativa en su temática.
Tartamudez-concepto: consiste en una alteración del rito de la emisión oral que quita fluidez,
cadencia y limpieza a la dicción. El habla se hace vacilante, entrecortada e interrumpida por
repeticiones y persistencias de sonidos o fonemas que, agregados a un sinnúmero de gestos
mímicos y movimientos asociados, conforman el cuadro tan característico de la tartamudez.
Puede presentarse como síntoma único o asociado a otros trastornos del lenguaje de no
menor importancia. En el 50% de los casos se acompaña de trastornos del lenguaje como:
inadecuado uso terminológico, construcciones artificiales, lapsus, abusiva atención a las
palabras y fonemas aislados, hipertrofia de la conciencia verbal de tipo obsesivo, dificultades
en la coordinación y el orden en la formación del código lingüístico (dispersión mental en la
prosecución del discurso, laboriosa seriación de ideas, inapropiada sincronización ente el
pensamiento y el discurso).