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Queda claro aquí el error epistémico del realismo, consistente en hacer abstracción de
la actividad cognitiva y modeladora del sujeto. Cuando el sujeto activa el proceso
epistémico siempre modifica al objeto, y a su vez el objeto tiene una acción de contra
efecto sobre el sujeto. Dialéctica de la conciencia y del objeto. Se trata de una típica
postura idealista. El objeto siempre será conocido en y por una conciencia, no afuera de
ella, tal y como puede ser defendido con claridad a partir del “giro copernicano” de Kant.
Primacía del sujeto es la divisa del idealismo filosófico, y en este punto no hay rupturas
entre Kant y Hegel.
El segundo tema que resulta importante para discutir es el enfrentamiento que hace
Hegel con el escepticismo. El temor a la verdad paraliza al sujeto en la pretensión de
construir actividad científica. Así que, el gran rival a vencer es la cuestión del miedo
escéptico que aleja a la filosofía de su pretensión de dejar de ser mero amor por la
sabiduría y ser ciencia real en todo el sentido de la expresión; tal y como la había
entendido Fichte. El tema de fondo es que la desconfianza podría elevarse al infinito
porque ella siempre puede dar lugar a otro tipo de desconfianza y esto se prolonga de
manera sucesiva. En este sentido, la filosofía debe necesariamente abalanzarse en un
duelo “cuerpo a cuerpo” con el escepticismo, para posteriormente emerger victoriosa.
El objeto de exposición de la PhG: se trata del saber que aparece realmente como
fenómeno profundo (erscheinende Wissen), no como mera apariencia superficial o
frívola/prenociones (Schein). Se trata entonces del “…camino de la conciencia natural
acuciada por llegar al saber verdadero; o bien, como el itinerario del alma que camina
por toda la serie de sus configuraciones como estaciones que su propia naturaleza le
ha puesto delante, para que se purifique hasta ser espíritu al llegar, a través de la
experiencia completa de sí misma, al conocimiento de lo que ella en sí” (Hegel, 149)
¿Cuál es la finalidad del proceso de formación para el saber? Dice Hegel: “Pero la meta
le está fijada al saber tan necesariamente como la serie del proceso; está allí donde el
saber ya no tenga necesidad de ir más allá de sí mismo, donde se encuentre a sí
mismo, y el concepto corresponda al objeto, y el objeto al concepto” (Hegel, 151). La
meta consiste entonces de la identidad entre sujeto y objeto, donde el saber se sabe a
sí mismo en el objeto. Este proceso es imparable, y no puede encontrar satisfacción en
ninguna estación hasta que se llegue a la meta. Para la conciencia no hay
satisfacciones parciales, sino completas.
Recordemos que la PhG se construye sobre dos miradas intercaladas, pero diferentes.
La mirada de la conciencia natural que no sabe aún cuál será su realización futura,
pues aún debe necesariamente recorrer las diferentes figuras del espíritu, y por otra
parte, el papel del nosotros, el cual corresponde con el saber del filósofo que participa
en el proceso de desarrollo del saber en la conciencia. La consumación entre el en sí y
el para nosotros sólo tendrá lugar al final del recorrido de la conciencia, precisamente
en el saber absoluto:
Para Hegel, la conciencia siempre aparece signada bajo la forma de ser conciencia del
objeto, y por otra parte, conciencia de sí misma. Se trata por lo tanto de un doble
movimiento, donde la conciencia no conquista su saber si no hace este movimiento de
mirar hacia el objeto y mirar hacia dentro de sí misma. Lo importante del recorrido
fenomenológico es que finalmente la conciencia natural estará en capacidad de saber
que lo que antes era lo en sí (inmediato, abstracto) en realidad sólo era PARA ELLA,
pero todo esto quedará superado en el tránsito hacia el saber absoluto.
¿Qué significa experiencia para Hegel?: “Este movimiento dialéctico que la conciencia
ejerce en ella misma, tanto en su saber cómo en su objeto, en la medida en que, a
partir de él, le surge a ella el nuevo objeto verdadero, es lo que propiamente se llama
experiencia.” (Hegel, 157). La experiencia es por lo tanto con precisión un movimiento
de desarrollo donde la conciencia ejerce una acción tanto sobre ella misma como sobre
su objeto, y de aquí sucede algo clave para nosotros: la aparición de un nuevo objeto.
El nuevo objeto contiene la nulidad del primero, es decir, se trata de una cancelación
dialéctica donde el nuevo objeto se construye sobre los cimientos del anterior.
El fin del camino consiste en la identificación entre fenómeno y esencia, donde el objeto
que parecía ser ajeno a la conciencia ahora es realmente asumido como propio. Ya no
se trata meramente de la PhG, sino aparece aquí el punto de continuidad con la Ciencia
de la Lógica:
El primer saber es el saber inmediato, a saber, aquel que está siendo. Se trata de una
forma de la conciencia donde el saber aparece limitado a las sensaciones de objetos
singulares, y por eso aprehende las cosas tal y como son sin siquiera alterarlas en lo
más mínimo. (Kain, 2005) Lo importante, dice Hegel, es que nosotros (los filósofos)
debemos comportarnos frente a esta forma de la conciencia con receptividad, sin alterar
en nada la fluidez natural de esta forma de la conciencia.
Lo mismo le sucede a la certeza sensorial cuando se le pregunte por la otra forma del
esto, la del aquí. Si el aquí es un árbol, con sólo darme la vuelta ya no es un árbol, sino
que ahora se trata de una casa. Se trata de posturas que nos hablan de simplicidades
mediadas, o de universalidades vacías.
“Yo, éste yo, veo el árbol y afirmo al árbol como estando aquí; otro yo,
empero, ve la casa y afirma que el que aquí no es un árbol, sino más
bien, una casa. Ambas verdades tienen la misma acreditación, a saber, la
inmediatez del ver, y la seguridad y la aseveración de ambas acerca de su
saber; pero una desaparece en la otra.” (Hegel, 169)
Quienes afirman la verdad del saber de la certeza sensorial, dice Hegel, se les puede
recomendar que hicieran bien en remitirse a la escuela más elemental de la sabiduría,
la de los misterios eleusinos de Ceres y Baco, aprendiendo primero el secreto de comer
pan y beber vino. “…pues quien está iniciado en estos misterios no sólo llega a dudar
del ser de las cosas sensibles, sino hasta a desesperar de él; y en parte consuma él la
nulidad de las cosas sensibles en ellas mismas, en parte las ve a ellas consumarse.”
(Hegel, 175)
Pero el asunto no queda ahí. Esta clase de sabiduría elemental que no representa nada
más que meras abstracciones, no nos hace en realidad muy diferentes a los animales,
razón por la cual Hegel afirma: “Tampoco las bestias están excluidas de esta sabiduría,
sino que, más bien, prueban estar profundísimamente iniciadas en ella, pues no se
quedan paradas delante de las cosas sensibles en cuanto que son en sí, sino que,
desesperando de esta realidad, y en la plena certeza de su nulidad, se lanzan sin más
sobre ellas y las devoran; y al igual que ellas, la naturaleza entera celebra estos
misterios revelados que enseñan cuál es la verdad de las cosas sensibles” (175)
Hegel prepara el paso a la percepción al final del capítulo. Tomar el objeto y registrarlo
es un paso más allá de la mera certeza sensorial de decir aquí, este, aquello. El objeto
se toma con la idea de percibirlo.
II: La percepción: o la cosa y la ilusión
Si bien es cierto, el objeto aparece ante la conciencia como algo universal, igualmente
se presenta como algo mediado: es decir, lleno de elementos particulares. La cosa, dice
Hegel, se muestra con muchas propiedades.
Dice Hegel: “En los modos de certeza expuestos hasta aquí, lo verdadero le es a la
conciencia algo otro de ella misma” (Hegel, 245). En efecto, estamos ante una etapa
fundamental en el desarrollo de la conciencia y del recorrido fenomenológico. Por eso,
sin temor a equivocación alguna, puede afirmarse como bien lo hace Frederick
Neuhouser (2009) que la transición desde la conciencia hasta la autoconciencia es uno
de los puntos decisivos de la Fenomenología, e inclusive podría decirse uno de los
momentos en que como lectores nos llenamos de la mayor perplejidad. 1
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“It is also one of the most perplexing, perhaps because it results in not just a new object for
phenomenological consideration – consciousness itself – but also a new mode of relating to the
world, namely, as a practical rather than purely theoretical subject. Whereas in the previous
chapter consciousness’s goal was to know its object – an object it took to be distinct from and
independent of itself – self-consciousness’s aim seems fundamentally different: it seeks to
“satisfy itself” and to do so through activity that transforms, rather than merely knows, its world.”
(Neuhouser,2009,37)
“Por eso, la autoconciencia, que es para sí sin más, y marca a su objeto
inmediatamente con el carácter de lo negativo, o que es primeramente deseo, hará,
más bien, la experiencia de la autonomía del objeto, descubrirá que éste se sostiene
por sí mismo” (Hegel, 249)
“En tanto que una autoconciencia es el objeto, éste es también, en la misma medida,
tanto yo como objeto. Con lo cual ya está presente para nosotros el concepto de
espíritu. Lo que a continuación llegará para la conciencia es la experiencia de lo que el
espíritu es, esa substancia absoluta que, en la libertad y autonomía perfectas de la
oposición de ellas, a saber, de autoconciencias diversas que son par sí, es la unidad de
las mismas; yo que es nosotros, y nosotros que es yo. Solo en la autoconciencia, en
cuanto concepto del espíritu, alcanza la conciencia el punto de inflexión en el que,
saliendo de la coloreada apariencia del más acá sensible y de la noche vacía del más
allá suprasensible, pone pie en el día espiritual del presente.” (Hegel, 257) Por eso, el
Yo es nosotros, y el nosotros será Yo. (Valls Plana, 1971)
“La autoconciencia es en y para sí en tanto que, y por el hecho de que sea en y para sí
para otro; es decir, sólo es en cuanto que a algo reconocido” (Hegel, 257)
“Para la autoconciencia hay otra autoconciencia; ella ha salido fuera de sí” (Es ist
ausser sich gekommen).” (Hegel, 257) Fuera de sí, en un doble sentido: primero, ella
misma está colocada en el exterior, por lo tanto se ha exteriorizado. Pero también
podemos hablar de un segundo e interesante sentido: estar fuera de sí en el sentido de
encontrarse desquiciado, fuera de lugar, desubicado.
a. Primero, la lucha a vida o muerte es la manera puntual y precisa por medio de la cual
las autoconciencias se ponen a prueba, y deben necesariamente ponerse a prueba en
el combate (no se trata de un mecanismo opcional), porque es solo de esta manera por
la cual la autoconciencia termina conquistando la certeza de sí mismas. La certeza no
es abstracta; sino que pasa por la lucha y la tensión, donde la verdad se sincretiza en
un doble movimiento: la autoconciencia se afirme en otras autoconciencias, y además
se afirma en ella misma.
El individuo que no ha arriesgado la vida puede muy bien ser reconocido como persona;
pero no ha alcanzado la verdad de este ser reconocido como una autoconciencia
autónoma, que se sostiene por sí misma. Asimismo, según pone su vida en ello, cada
autoconciencia debe ir hacia la muerte de la otra; pues lo otro no vale a sus ojos más
que ella misma; su esencia se le expone como otro, está fuera de sí, tiene que cancelar
su estar-fuera-de-sí; lo otro es una autoconciencia que es, trabada de múltiples
maneras; tiene que mirar de frente a su ser otro como puro ser-para-si o como negación
absoluta. (Hegel, 263)
En medio de esta situación de lucha a muerte, del más absoluto de los desprecios por
la vida, una de las autoconciencias toma nota de lo elemental. La vida esta tan esencial
como la pura autoconciencia, razón por la cual no tiene ningún sentido abrazar a la
muerte, porque eso solo conduce a la negación de la propia certeza de sí mismo
elevada al rango de verdad. El resultado es que de ahora en adelante habrá una
autoconciencia que es autónoma y otra que no lo es. Una subjetividad que es solo ser
para sí (negatividad), mientras que la otra es un puro ser para otro. La primera se trata
del siervo, mientras que la segunda es el siervo: “El señor es la conciencia que es para
sí, pero ya no sólo el concepto de la misma, sino la conciencia que es para sí y que
está mediada consigo misma a través de otra conciencia…” (Hegel, 265)
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Algo así, en un tono profundamente hegeliano, sostendría Jean Paul Sartre en su famosa
conferencia sobre “El existencialismo es un humanismo”, cuando señala que la existencia
siempre precede a la esencia.
El señor se refiere al siervo mediatamente, a través del ser autónomo,
pues es justo aquí donde está retenido el siervo; es su cadena, de la que
no fue capaz de abstraerse en el combate, y se mostró por ello no
autónomo, mostró tener su autonomía en la cosidad […] Asimismo, el
señor se refiere mediatamente, a través del siervo, a la cosa… (Hegel,
265)
Esto último es fundamental. La autoconciencia por medio del trabajo llega a sí misma.
Esto hay que remarcarlo una y otra vez. La aparente debilidad del siervo, su necesidad
de trabajar para el señor, más bien se convierte en una fortaleza. Esto subvierte una
buena parte de la historia de la filosofía, y de concepciones (Aristóteles) que conciben
al trabajo como algo despreciable. Acá, más bien, el trabajo es la esencia de lo
humano. Sin trabajo, no hay humanidad. “El trabajo, en cambio, es deseo inhibido,
retiene ese desaparecer, o dicho en otros términos, el trabajo forma y cultiva.” (Hegel,
269). Donde sólo parece haber pérdida, ahora solo puede haber rencuentro: “Así,
entonces, por este rencontrarse a sí a través de sí misma, la conciencia llega a ser
sentido propio, justamente en el trabajo, en donde sólo parecía ser sentido extraño”
(Hegel, 271)
1. Estoicismo
2. El escepticismo.
Hegel se mofa de las debilidades del escepticismo. Es una tendencia donde siempre
aparece la contradicción entre el hacer y las palabras.
3. La conciencia desdichada
El nacimiento de una razón que se sabe a sí misma, y de lo Real como algo que no le
es ajeno a la subjetividad, conlleva propiamente al nacimiento del idealismo:
Para el idealismo poskantiano, la noción de razón está bien clara. De todos los
pensadores de la “aetas kantiana” (Duque, 1998), Fichte es el más importante
representante de la conceptualización del sujeto como fuente de toda realidad, donde
se afirma la igualdad del Yo con el Yo: “La razón es la certeza que la conciencia tiene
de ser toda realidad; así enuncia el idealismo el concepto de razón” (Hegel, 307)
“Pero la autoconciencia no es toda realidad sólo para sí, sino también en sí, y sólo llega
a serlo deviniendo primero esta realidad, o más bien probándose como tal” (Hegel, 307)
¿Crítica a Fichte?:
“El idealismo que no expone ese camino, sino que comienza con esta afirmación, es
también, por tanto, una pura aseveración que no se comprende conceptualmente a sí
misma, ni puede hacerse comprensible a otros” (Hegel, 307)
“La razón es la certeza de ser toda realidad. Por eso en-sí o esa realidad sigue siendo
todavía algo enteramente universal, la pura abstracción de la realidad. Es la primera
positividad…” (Hegel, 309)
Contra Kant:
Más ataques contra Kant, en este caso contra la cuestión de la deducción de las
categorías del entendimiento, tal como se hayan construidas en la CrV:
“Por un lado, entonces, la conciencia es ese andar buscando de acá para allá, y su
objeto es lo en-sí puro y la esencia; por otro, la conciencia es la categoría simple, y el
objeto es el movimiento de las diferencias. Pero la conciencia, en cuanto esencia, es
todo este recorrido mismo, pasar desde sí, en cuanto categoría simple, a la
singularidad y al objeto, e intuir en éste el recorrido, cancelarlo como un recorrido
diferente y asumirlo, apropiárselo y enunciarse a sí como esta certeza de ser toda
realidad, ser tanto ella misma como su objeto” (Hegel, 313)
¿Kant escéptico?
“Con lo que este idealismo acaba por tener un doble sentido tan contradictorio como el
del escepticismo, sólo que éste se expresa negativa, y aquél positivamente, pero no
junta sus contradictorios pensamientos de la conciencia pura como la realidad toda, ni
menos aún los del choque de lo extraño o de la sensación y el representar sensorial
como una realidad igual, sino que anda arrojándose de lo uno a lo otro y acaba
cayendo en la infinitud mala, esto es, en la sensible” (Hegel, 313)
"El curso del mundo vence, entonces, sobre aquello que la virtud constituye en
oposición a él; vence sobre ella, a quién la abstracción sin esencia le es la esencia.
Pero no vence sobre algo real, sino sobre la creación de diferencias que no son tales,
sobre este hablar pomposo de lo mejor de la humanidad y de la opresión de esta, del
sacrificio por el bien y del mal uso de los dones; semejantes esencias ideales y
propósitos se hunden todos como palabras hueras que elevan el corazón y dejan la
razón vacía: son edificantes, pero no construyen nada, declamaciones que sólo
enuncian determinadamente este contenido: que el individuo que pretende actuar para
tan nobles fines y profiere tan excelentes sentencias se tiene a sí mismo por un ser
excelente; -henchimiento que hace más grande la propia cabeza y la de los otros, pero
acrecentándola a base de unas ínfulas vanas." (Hegel, PdG, 471)
Capítulo VI: El espíritu
La Ilustración
La ilustración quiere apropiarse del universalismo de la religión, pero de otra
manera: bajar el cielo a la tierra, "tomar el cielo por asalto" (Kant)
La ilustración lucha contra el despotismo
El problema de la ilustración: al trabajar con oposiciones radicales, debe
recurrir a la violencia en dos órdenes: lo epistémico y lo político.
Queda preguntarnos: ¿Cuál es el momento de verdad que se nos muestra
con la ilustración? y al mismo tiempo: ¿cuál es el contenido de verdad de la
religión
En este punto aparece el reproche hegeliano a una revolución que erige
estrategias de cambio, pero no contiene adentro de sí el momento del orden.
Crítica a Kant: ¿Cuáles son las consecuencias de una moralidad que procede
bajo el modo de la escisión entre moralidad y felicidad?
El alma bella
Se trata de la huída hacia una bondad que es un no-hacer. Para Hegel,
asumir el mal es el inicio de la reconciliación.
La buena conciencia sabe lo que tiene que hacer y no hay objeción que valga
porque está libre de todo contenido, y cree que siendo “fiel a sí misma” ayuda
a las demás.
Se deviene “genialidad moral”: una moral a la que le falta valor para el
conflicto con el mundo. El alma bella tiene su problema: no quiere mancharse
las manos. Prefiere mantenerse impoluta.
Contra Kant: toda acción es singular, mientra que éste la presenta como
universal. La igualdad es un derivado, no constitutiva.