"El paradigma posmoderno y sus consecuencias para la estética y el cine". Capítulo 40: (40.1). "El cine posmoderno". Capítulo 40: (40.2). “La nueva retórica y barroquismo visual. La reacción de Lars von Trier y el movimiento Dogma 95". Capítulo 40: (40.3). El paradigma posmoderno y sus consecuencias para la estética y el cine
En los años 80, lo que se conoce como
posmodernidad engloba un discurso polifacético (filosófico, político, cultural) a cargo de distintos autores y una práctica estética de arquitectos, diseñadores, cantantes o cineastas. El relativismo lleva a desbaratar cualquier jerarquía estética y a proponer el comentario y la ironía sobre los modelos heredados. Entre las características más significativas de esta posmodernidad estarían: Nihilismo y pensamiento débil: Ausencia de una verdad totalizante. Los metarrelatos y los discursos legitimadores han entrado en crisis. Fin de la historia: Pérdida de la fe en el progreso y en cualquier utopía que aliente la construcción de un mundo más humano según los ideales de justicia, libertad, tolerancia, etc. Fragmentos de inmediatez, eclecticismo, perspectivismo realista: El escepticismo respecto a cualquier utopía global lleva al fragmento descomprometido, provisional y subjetivo que se refiere a lo inmediato. Se instala el lenguaje retórico y ambiguo donde el contenido no sólo no es importante sino deliberadamente polivalente. Miscelanea de estilos, propósitos, estilos, técnicas, etc Estetización de la vida: Se buscan los valores estéticos ante la carencia de los éticos. Mirada irónica y descreída sobre la realidad: Todo se desmitifica y se desacraliza mediante la parodia y el humor. La ironía no tiene pretensiones desestabilizadoras o críticas sino que se presenta como mirada descreída frente a la seriedad del mundo. En este ámbito cultural se ubica un tipo de cine que puede llamarse posmoderno en cuanto participa de algunos de los rasgos citados. Molina Foix diferencia entre un cine posmoderno europeo más cultista y ritual representado por Peter Greenaway, Leos Carax, Aki kaurismaki o Joao Botelho y otro de tipo Kitsch post-modern norteamericano- canadiense, donde se ubicarían Alan Rudolph, Hal hartley o Quentin Tarantino. Parece común a todos ellos un mismo espíritu desmitificador de todo discurso y hasta de todo relato, lo que muy frecuentemente se plasma en tratamientos humorísticos y paródicos que tienen como consecuencia narraciones desvertebradas por exceso o por defecto, sujetas a interpretaciones opuestas y hasta a la suspensión sobre cualquier interpretación. Participan de tradiciones culturales variopintas, desde la novela negra barata a la pintura clásica, donde no siempre el cine es dominante. En muchos casos la violencia juega un papel determinante, pero con una cotidianeización y un tratamiento distanciado que renuncia al discurso moral. Poseen una nueva mirada capaz de superar el cine de género por la vía de simultanear en un mismo filme elementos dramáticos y tratamientos de comedia. Otros autores como Steven Connor hablan de obras que cultivan la nostalgia hacia filmes del pasado como George Lucas en American Graffitti (1973) y La guerra de las galaxias (1976) y relatos que se caracterizan por la discontinuidad temporal, la heterogeneidad genérica, la hibridación de estilos o la mezcolanza de elementos cotidianos con otros grotescos o inquietantes como Blade Runner (Ridley Scott 1982), Brazil (Terry Gillian 1985) y Terciopelo azul (David Lynch 1986). El cine posmoderno Peter Greenaway En sus años de formación ya muestra su interés por la arquitectura, la fotografía y la pintura, compatibilizando estas dos últimas con el cine. Sus películas son personales hasta la incomunicación, manieristas con una cuidada y ostentosa puesta en escena y en ellas sobresalen las tomas largas, la imaginación visual, los juegos matemáticos, la geometría, los símbolos polisémicos, las autocitas y la intertextualidad. Se le reconoce por una parte la fascinante imaginación visual y musical y por otra se le reprocha su impotencia iconoclasta. Cada película remite a las demás, de forma que su visionado debería llevar a la superación de la anécdota argumental de cada una para buscar las obsesiones comunes y reiteradas del conjunto de su filmografía. El contrato del dibujante (1982), El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante (1989), The Pillow Book (1995), Las maletas de Tulse Luper (2003-2005) en tres partes de más de cinco horas de duración sobre varias décadas de la historia europea a través de la vida de cárceles de un escritor y artista. Pedro Almodovar Rueda cortos en super-8 de carácter contracultural como Dos putas o Historia de amor que termina en boda (1974). Participa en la llamada “movida madrileña” Filma su primer largometraje Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980) de forma artesanal y con un rodaje dilatado. Primera etapa: los elementos específicos de su cine se engarzan dentro de la tradición realista esperpéntica española, el naturalismo del relato viene distorsionado por el humor y las situaciones y diálogos tragicómicos. Qué he hecho yo para merecer esto? (1984),Matador (1986) A partir de La ley del deseo (1987) para salvaguardar su independencia creativa funda con su hermano Agustín su propia productora, El Deseo, con la que realizará sus películas y pondrá en marcha obras de otros cineastas como Alex de la Iglesia, Daniel Calparsoro, Isabel Coixet o Guillermo del Toro. Va profundizando en un cine más personal renunciando a “tics modernos”. Se revela como eficaz director de actores e imaginativo creador de melodramas. Su cine va creando un público particular que sintoniza con una nueva mirada postmoderna. A nivel formal se trata de un cine que se va perfeccionando progresivamente, buscando la belleza en la composición del plano, en el vestuario y el decorado. La autoría del cineasta se aprecia tanto en la capacidad para combinar comedia y drama, esperpento y costumbrismo desgarrado, como en esos hallazgos para que funcionen los elementos más inverosímiles. Con Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) abandona los elementos del Kitsch, la extravagancia y la provocación deliberada para madurar en un cine más personal donde los sentimientos subyacen al humor y a las situaciones absurdas. No renuncia a personajes variados que expresan sus preocupaciones más íntimas como la identidad sexual, ni a situaciones disparatadas que ya forman parte de su impronta personal, pero se va desprendiendo de la etiqueta de posmoderno para contar historias de mayor envergadura y vocación universal. Constantes del cine de Almodovar: Las pasiones y sentimientos de deseo y amor/desamor que resultan siempre conflictivos. El protagonismo de la mujer y su complejo mundo interior La identidad sexual y su versatilidad La personal apropiación de una herencia cultural diversa (pop, kitsch, surrealismo, melodrama, comedia clásica, etc. La complejidad narrativa donde se unen personajes y situaciones extravagantes con otros cotidianos. El trabajo con un equipo estable de técnicos y de actores. Atom Egoyan Su cine posee el mestizaje cultural de su propia personalidad. Sus películas son herméticas, desdramatizadas, donde el espectador ha de esperar para desentrañar el misterio que siempre poseen los personajes. Se vale de imágenes de vídeo en contraste con las cinematográficas para expresar tiempos o puntos de vista diferentes y para provocar en el espectador una reflexión acerca del propio estatuto de la imagen y el valor de la representación. En sus primeras películas está muy presente la exploración de las posibilidades expresivas de los diferentes soportes de la imagen, pero apenas tienen difusión fuera de circuitos restringidos. Logra el reconocimiento internacional con El liquidador (1991) obra de inquietantes atmósferas, sobre un tasador de siniestros que da cuenta de la deshumanización de las sociedades contemporáneas. Va evolucionando en su cine hacia una narratividad más neta, sin abandonar la mirada voyeurista con que disecciona el presente. El viaje de Felicia (1999) es una buena síntesis de su mirada: la realidad cotidiana oculta un mundo de violencia y desazón, todo ello mostrado con un dominio magistral del tiempo y del espacio fílmicos. Quentin Tarantino Llama la atención con su primer largometraje Reservoir Dogs (1992), un frío desenlace de un atraco donde se mantiene distante en la plasmación de la violencia y hasta introduce elementos humorísticos. Lo mismo sucede con Pulp Fiction (1994) homenaje a las novelas baratas sobre bandas de gangsters de medio pelo. Ambas son ejemplo de esa mirada posmoderna, descreída, irónica y amoral hacia tipos y situaciones que ordinariamente suscitan otras emociones en el espectador. Con Jackie Brown (1997) se distancia de ese tipo de cine para construir una intriga de cine negro con sabor clásico y demostrar su capacidad como director. Ha sido productor y actor en cintas ajenas y ha escrito los guiones de Amor a quemarropa (Tony Scott 1993) y Asesinos natos (Oliver Stone 1994). Joel y Ethan Coen Ambos realizan en común sus obras desde la escritura del guión al montaje. En los comienzos colaboran con Sam Raimi y han mostrado su admiración por cineastas como Stanley Kubrick o Roman Polanski y por escritores como Dashiell Hammet y William Faulkner. Su cine realizado con presupuestos modestos y un equipo estable se caracteriza por la ironía y la sátira presentes incluso en los temas más comprometidos, la mirada ácida sobre tipos y conflictos contemporáneos y las pesadillas y terrores cotidianos. En Sangre fácil (1985) se plasman dos rasgos de los Coen: Las tramas criminales y gangsteriles El tratamiento de comedia Arizona Baby (1987), Muerte entre las flores (1990), Barton Fink (1991), Fargo (1996), El gran lebowsky (1998). Parecen dar un giro a su carrera con obras más relajadas O Brother (2000), Crueldad intolerable (2003). La nueva retórica y barroquismo visual. La reacción de Lars von Trier y el movimiento Dogma 95
Podemos hablar de un nuevo barroquismo en el cine a lo
largo de los ochenta y noventa influido por la influencia del discurso televisivo en el cine. Sus características son: Montaje que fragmenta la acción en numerosos planos de muy breve duración. Predominio del movimiento, tanto dentro del plano como de la cámara. Encuadres rebuscados y desequilibrados. Distorsiones debidas a angulaciones y a objetivos de focal corta. Amalgama de imágenes de diverso tratamiento fotográfico Banda sonora que se aleja del naturalismo y propicia la espectacularidad. Esta retórica está presente en relatos donde predomina la acción espectacular y la violencia, frecuentemente pertenecientes al género fantástico y al de acción, pero se ha ido extendiendo a otros como el thriller y la comedia de acción disparatada. Al igual que los spots y videoclips, se trata de producir en el espectador un efecto hipnótico de forma que la atención arrobada y la fascinación de la imagen se constituyan en el último motivo del acto espectatorial, al margen del interés del relato en sí mismo. El manifiesto Dogma 95 Dado a conocer por Lars von Trier y Thomas Vinterberg en marzo de 1995 parece motivado por cierto espíritu generacional y grupal. A modo de decálogo proponen que las películas se rueden en escenarios naturales, sin accesorios ni decorados artificiales, en color y con luz natural, no contengan añadidos de música ni trucajes, el sonido sea el propio de la acción, realizar la filmación cámara en mano, que el relato tenga unidad de espacio y tiempo, no se pueden hacer películas de género, es obligado el formato de 35mm y el director no puede estar acreditado. También han influido en la aparición de este movimiento el vídeo digital, que permite la cámara en mano, rodar con poca luz y un equipo reducido de técnicos. El manifiesto es una reacción contra las películas industriales realizadas según esquemas fosilizados, necesitadas de fuertes presupuestos, innecesariamente complejas en cuanto relatos y que se valen de la acción espectacular y los efectos especiales para atraer al público. Se trata de recrear el cine, contar historias, plasmar ideas y visiones del mundo, no de un negocio. La diferencia respecto a otros manifiestos radica en que se rechaza el cine de autor que privilegia la voluntad artística el director y su poder demiúrgico, es decir, el cine que mayor novedad produjo en los años sesenta. Al rechazar la autoría, el manifiesto parece que trata de valorar la obra en sí y plantea que el director sea fiel al relato, por encima de su necesidad de expresarse o de su presunta genialidad. La propuesta del decálogo exige renunciar a artificios fílmicos en aras de la creatividad y la imaginación. Supone un retorno a la acción dramática en si misma (actores-texto-representación), de tradición teatral, sin arropamientos de iluminaciones, músicas, trucajes o transformaciones temporales que disimulan la debilidad de las películas. Lars von Trier Particular estilo, sobretodo en el tratamiento fotográfico manierista: cámara en mano, encuadres desequilibrados, barridos, distintas tonalidades. Se le reprocha su megalomanía y ostentación en las imágenes rebuscadas. Se le reconoce el logro de verosimilitud en tratamientos distantes del mundo de los sentimientos y hasta de elementos espirituales como la religión omnipresente, la angustia existencial y la redención del mal. El elemento del crimen (1984), Rompiendo las olas (1996) Se traslada a Estados Unidos para rodar fuera de las exigencias de Dogma 95 la trilogía sobre el carácter nacional del país, formada por Dogville (2003) Manderlay (2005) y Washington. Comentario de un fotograma Visionar la película Comprender su relato, medios técnicos, simbolismos, etc Documentarse sobre el director y a corriente a la que pertenece Interpretación del film a partir del fotograma y las relaciones que guarda con la trayectoria del director o con otras corrientes cinematográficas Fotograma Película concreta Director Género (melodrama, comedia, musical) Época Tipo de plano Tipo de imagen y estructura visual (composición dinámica, estática, centrada, descentrada, sencilla o compleja) Aproximaciones iconográficas