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divanes
Embrollos,
e historias
5 julio 2018
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divanes
Revista de la école lacanienne de psychanalyse
ISSN 2362-4353
Contactos:
Lavalleja 2286, Córdoba, Argentina, CP 5001
www.divanesnomades.com.ar
f divanesnomades
divanesnomades@hotmail.com
Se imprimió en:
Ferreyra Editor, Bartolomé Piceda 940, Córdoba
Julio 2018
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divanes
Embrollos, e historias
N° 5 - julio 2018
T eatro/consignas/torbellino
Idalía Sandobal
El cuerpo de la consigna
Al final del pasillo está el salón, donde un grupo de mujeres los esperan.
El lugar parece una fotografía mal revelada. Paredes frías con azulejos que anta-
ño habrían sido de color blanco, ventanas grandes sin cortinas que daban a un
patio inmenso, por donde se dejaba ver una imagen muy verde y más estática
aún que los cuerpos de las señoras que sentadas en unos bancos largos espera-
ban...
Cuerpos sujetados
al ritmo institucional,
mediante las acciones rutinarias y los horarios establecidos,
va imprimiendo en la conducta de las personas,
el modo y la forma de estar
aceptable para ese lugar.
Soliloquio de coordinadora del taller: - ¿Qué hago? ¿Cómo hago? ¿Por dónde
empiezo? Transmitir consignas teatrales, un código teatral, ¿esa es la consigna? (tar-
tamudeando se dirige al grupo) Bueno, comenzamos…
Coordinadora del taller: - Camino como si tuviera resortes en los pies… muy
bien… respiro. Camino normal. Ahora camino como si caminara sobre nubes…
muy bien… camino normal…
Camarógrafa en silla de ruedas y sin una pierna: (con intensidad) - ¡Como
normal! ¡Como normal!
Esto me permitió pensar las consignas como líneas de fuga, como dis-
paradores para que algo del orden de la sorpresa, de lo inesperado surja, emer-
ja, se haga visible.
Un sueño
Un bicho movedizo
- ¡Que haga como si tu abuela! ¡A mí nadie me dice que haga como si nada! Yo si
quiero salir, salgo.
Duelo escénico
y ahora me sangra.
Cantante paraguaya: - Váyase a la mierda usted, para qué viene acá que es el
lugar de los prójimos. Váyase afuera que allá está el otro lugar que tiene que ir.
¡Déjeme en paz! ¡Todos quieren venir acá pronto! Abusa la raya.
Dama del espejo: - ¿qué día es hoy? ¿qué día es hoy? Es 2 de octubre, hoy es caray de
octubre, hay que comer carne, pollo, comida, bebida, porque es caray de octubre.
Mujer de labios rojos: - No sé quién es. Es mi hermana. Ya sé que siempre habla de
mí, dice que soy una pelotuda y me denuncia. ¿Qué angelito? Angelito me apuñaleo
a mí, después me llevaron a un hospital y me encerraron en un psiquiátrico.
Antígona: -Hola, estoy mal. Me pelee con Roberto. Porque la decanovato me hace
mal, me hace decir cosas. Aunque hable, aunque hable, estoy mal porque pelee con
Roberto y voy a pelear con todos.
Mujer de labios rojos: - De que se suele enloquecer, se suele enloquecer.
Yo: - Hay días que de sólo poner un pie en el pasillo se percibe que las cosas no están
muy tranquilas. No se puede entrar de la misma manera todas las veces.
Algunos días venimos con algo en la cabeza para hacer y con sólo saludar
nos damos cuenta de que nada de lo pensado se puede hacer. Tal vez otra cosa.
Y ahí nomás cambiamos de rumbo. A veces nuestra tarea es el «intento» de
algo: intento de que se levanten, intento de jugar a las cartas, intento de tomar
mate, intento de charlar, de no pelear…
… otro gesto…
onomatopeyas…
chillido… ojos grandes…
boca sin diente …. sin lengua… pero muchos
collares…
(Aplausos)
(Antígona afloja el cuerpo, se inclina con reveren-
cia, saludando a su público)
Fin de la escena.
20 Idalía Sandobal
Hender, hendir, hender, hendir… las cosas, las palabras, los, las, les...
Las intensidades del choque de dos cuerpos modifican el sentido de la acción.
Antígona propone un hecho escénico, una situación dramática entre
dos actrices, donde el conflicto estaba lanzado: ella reclamaba algo, acusaba,
nada menos que el robo de energía. La actriz: - «no tengo la fuerza, no tengo la
energía. Entonces, ¿quién la tiene? ¡Ellos! ¡El público! …. Aplausos». Fin de la
escena.
Dar lugar a la sorpresa. Estar al acecho de las grietas de lo cotidiano, dar
lugar al suspenso. Es una lógica diferente a la espera del almuerzo, de las
pastillas, de todos los días en un hospital psiquiátrico. Cazar al vuelo las inten-
sidades que acompañan una acción, abrir otro contexto, otro escenario, el de la
creación colectiva, como una especie de tensión dramática.
Otros escenarios….
Antígona: «Estoy maso, maso. Tuve insomnio, algo que no sé qué es. Te digo que no
sé qué es. Me siento ahogada y me puede parar el corazón».
Gemela: «yo pierdo las cosas del pasado. ¿Vos creés en los extraterrestres? Yo sí porque
los vi, de chiquita. Se transforman en perros y en gatos. A mí me dijeron que me
iban a llevar a otro planeta, por mi inteligencia».
Antígona: Insomnio es no poder dormir.
Gemela: «porque yo sé lavar, sé cocinar, sé hacer todas las cosas del hogar y sé
construir mi casa… no me llevaron porque Dios lo impidió: déjenla tranquila,
dijo, ella es enferma. Soy enferma porque soy suicida.
Antígona: Me preocupa la muerte. El fin. La eternidad…
Teatro / consignas / torbellino 21
Gemela: Me quise suicidar por mi papá y por mi mamá y por ella. Por eso me
atienden acá. Me tomé todas las pastillas y me tuvieron que hacer lavaje de estóma-
go. Mi hermano me cuida. Me da las pastillas. Él me cocina, porque hasta la mano
para cocinar también perdí».
Antígona: quisiera vivir 200 años.
Gemela: no quiero que muera nadie. Quiero morirme yo.
Antígona: «vivir 200 años… yo lo probaría…
Habíamos acordado con Antígona en hacer un paseo fuera del hospital.
Hacía 10 años que no salía. Tenía miedo de que los colectivos la choquen, de
caerse tropezando un cordón de la vereda o de tener un accidente. Fue un
trabajo difícil que aceptara, pues venía hace un tiempo con interrogantes sobre
la muerte, la eternidad... ¿Qué pasaría si viviera 200 años? Y cómo hacer para
que los suyos también estuvieran vivos. La vida y la muerte giraban en su boca.
Con vestido nuevo para la ocasión salimos en compañía de la gemela,
quien venía a visitarla a menudo. Ella silenciosa, la gemela hablaba, yo escu-
chaba. El trayecto hasta llegar al lugar fue impecable. Las conversaciones deso-
pilantes: extraterrestres, travestis, bailes de juventud, engaños, amoríos. Estas
hermanas podían estar hablando de cosas diferentes, pero lo hacían como si se
tratara de un mismo tema. Una empezaba a hablar, hacía una pausa en su
discurso, y la otra continuaba el relato con el mismo ritmo en la palabra.
Dos cuerpos que al hablar se hacían uno.
La vida en destellos
Me encuentro parada, con los puños en las venas y los dientes mastican-
do vidrios, las palabras, como cuchillos, apenas salen de mi boca: «murió An-
tígona, ¿por qué no me avisaron?». Me pregunto de dónde viene mi enojo, con
quién estoy enojada, por qué… ¿Tendrían que haberme avisado? ¿Cómo se
olvida de dar aviso de la muerte de alguien con quien se hizo un lazo? Tal vez
no era significativo ese vínculo para la institución. No sé, no se… duele. Y no
hay un lugar donde decir: «Disculpen, ¿me permiten un segundo?, voy a llorar
por alguien que murió».
Me vienen recuerdos de las últimas charlas que compartimos. La muer-
te, la resurrección, la vida giraban en su boca… y en la mía. Hablaba de que le
preocupaba la muerte… el fin. No sabía decirme si Dios la iba a querer viva o
muerta para marzo, por lo tanto no me podía confirmar si iría a la fiesta de San
Baltazar el 6 de enero.
Antígona no habla de la muerte solamente…Tal vez, estaba planteando
la vida en ese encierro. Tal vez me estaba mostrando cómo se presenta en deste-
llos la vida en el encierro, cómo alguien se puede parar desde la vida. Antígona
habla del derecho a vivir y a morir en el territorio que cada uno elija.
Simpoiesis , CF
CF,, embrollos
multiespecíficos 1
Donna Haraway
1 « Sympoièse, SF, Embrouilles Multispécifiques » fue publicado por Presses du réel en 2015
en Gestes spéculatifs (Didier Debaise et Isabelle Stengers, éd.). Traducido del inglés al francés
por I. Stengers, B. Zitouni y V. Despret. Las traductoras agradecen a Donna Haraway la
confianza con la cual las dejó reducir este texto a fuego, que ellas esperan que sea suave.
26 Donna Haraway
2 Grito de reunión de Scott Gilbert. Ver S.F. Gilbert, J. Sapp et A. I. Tauber, «A Symbiotic
View of Life: We Have Never Been Individuals», in Quarterly Review of Biology, vol. 87, 2012,
pp. 325-41.
3 I. Stengers y V. Despret, Les faiseuses d´histoires: Que font les femmes à la pensée?, La Découver-
te, 2011. El think we must de Virginia Woolf en Tres guineas fue tomado en relevo con el
pensamiento feminista colectivo por María Puig de la Bellacasa, Penser nous devons. Politiques
féministes et construction des savoirs, Harmattan, 2013. El GECo, Groupe d’Études Construc-
tivistes, es un planeta natal para Isabelle Stengers, María Puig, Benedikte Zitouni, Émilie
Hache y otras en Bruselas, donde se practica la CF como un «debemos pensar» http://
phi.ulb.ac.be/domaine_02.php).
Simpoiesis, CF, embrollos multiespecíficos 27
4 T. van Dooren, Flight Ways: Life at the Edge of Extinction, Columbia University Press, 2014,
p. 60: «El tipo de filosofía ecologista holística que señala que «cada cosa está conectada a todas
las otras» no nos ayudará aquí. Diremos más bien que cada cosa está conectada a alguna cosa,
que está conectada a otra cosa [...]. La especificidad y la proximidad de las conexiones
importan – con qué estamos ligados y cómo».
5 Chthonien deriva del griego antiguo. Khthonios (de la tierra) designaba el mundo de abajo,
subterráneo. Los seres chthonianos son más antiguos, más jóvenes, más vastos que el mundo
griego. Gildas Hamel, que estudia el antiguo Cercano Oriente, me dió «the abyssal and
elemental forces before they were astralized by chief gods and their tame committees».
6 El Dios monstruoso de Lovecraft era aterrador bajo un modo patriarcal. Las fuerzas del
Chthuluceno son más peligrosas, fecundas, permanentes, tentaculares, se enroscan a través del
tiempo. Para la tentacularidad, ver E.Hayward,»Fingery Eyes» in Cultural Anthropology, vol.
24, 2010, pp. 577-599 y «Sensational Jellyfish», in differences, vol. 23, 2012, pp. 161-196.
28 Donna Haraway
semióticos desaparecidos, actuales, y aun por venir. Trabajo con los juegos de
cuerdas como tropo teórico, como una manera de pensar-con una multitud de
compañeros en una simpoiesis de enhebrado, de desgaste, de anudado, de
rastreo y selección. Trabajo con y en CF, en tanto que compostaje material-
semiótico, teoría en el lodo, embrollo7. Las figuras tentaculares no son desen-
carnadas, son cnidarios, arañas. Son dedosas como los humanos y los mapa-
ches, como los calamares y las medusas, como los extravagantes revoltijos neu-
rales, los seres flagelados, las trenzas de miofibrillas, los tapices enmarañados o
afelpados de microbios u hongos, las plantas rastreras de raicillas exploradoras,
las plantas trepadoras cuyos zarcillos buscan y se enganchan, y también como
las criaturas de la tecnología de la información en la nube –o fuera de ella. Lo
tentacular atañe a la vida vivida a lo largo de líneas –¡y qué montón de líneas!–
no de puntos o de esferas. «Los habitantes del mundo, criaturas de todas cla-
ses, humanas y no humanas, son seres que caminan»; las generaciones son
«una serie de pistas entrelazadas8».
Los seres tentaculares y fibrosos me alejaron del post-humanismo, in-
cluso si fui nutrida por el trabajo fecundo cumplido bajo ese signo. Mi parte-
naire Rusten Hogness sugirió que se diga «compost» en lugar de «posthuma-
no», «humusidad» en lugar de «humanidad9. Lo humano como humus quizás
tenga porvenir si podemos cortar y pulverizar lo humano como homo. ¡Imagi-
nen una conferencia no sobre «El Porvenir de las Humanidades en la Universi-
dad en Vías de Reestructuración Capitalista», sino sobre «La Potencia de las
Humusidades para un Embrollo Interespecífico Habitable»!
La tierra del Chthuluceno es incesante continuación. Es simpoiética y
no autopoiética. Los Mundos mortales (Terra, Tierra, Gaya, Chthululu, y la
miríada de nombres y de poderes que no tienen nada de griego, de latín o de
indoeuropeo) no se hacen ellos mismos –cualquiera que sea la complejidad y la
multiplicidad de niveles del sistema al que quisiéramos asociarlos. Los sistemas
autopoiéticos son muy interesantes –de lo que da testimonio la historia de la
7Muddle (traducido aquí por embrollo [N. de T.]), proviene del viejo neerlandés y evoca el
agua turbia, lodosa. Lo utilizo como un tropo teórico y como un revolcadero reconfortante a
fin de enturbiar la claridad de la visión. El embrollo hace equipo con la compañía. Ver M. Puig
de la Bellacasa, «Touching Technologies, Touching Visions», in Subjectivity, vol. 28, 2009, pp.
297-315.
8 T. Ingold, Lines, a Brief History, Routledge, 2007, pp. 116-19.
9 Para el compost, ver M. Puig de la Bellacasa, «Encountering the Infrastructure of Bios», in
Social Epistemology, próximo a aparecer.
Simpoiesis, CF, embrollos multiespecíficos 29
11 I. Stengers, «Relaying a War Machine?», in E. Alliez et A. Goffey eds, The Guattari Effect,
Continuum, 2011, pp. 134-155, cit. p. 134.
12 M. Strathern, The Relation: Issues in Complexity and Scale, Prickly Pear Press, 1995; Partial
Connections, Rowman and Littlefield, 1991.
13 M. Strathern, Reproducing the Future, Manchester University Press, 1992, p. 10. Lo que
aprendí de ella, me hace agregar: «It matters what thoughts think thoughts. It matters what
knowledges know knowledges. It matters what relations relate relations. It matters what
worlds world worlds. It matters what stories tell stories».
Simpoiesis, CF, embrollos multiespecíficos 31
sin precedentes. Decir «sin precedentes», en vista de las realidades de los últi-
mos siglos, ciertamente tiene algo de casi inimaginable. ¿Cómo podemos pen-
sar en tiempos de urgencia sin los mitos complacientes y auto-realizadores de
apocalipsis, mientras que cada fibra de nuestros seres está entrelazada con,
incluso es cómplice de, la tela de los procesos que deben, de una manera u
otra, ser reconfigurados?
Instruida por Valérie Hartouni, me inclino hacia el análisis que propuso
Hanna Arendt de la incapacidad de pensar del criminal de guerra nazi Adolf
Eichmann. En esa renuncia a pensar se sitúa el tipo particular de «banalidad
del mal» que podría dar realidad al desastre del Antropoceno, con la explosión
de esos genocidios y sus especicidios14. Arendt vió en Eichmann no una mons-
truosidad incomprensible sino algo mucho más aterrador: vio la ausencia to-
talmente banal de pensamiento. No había allí más que un ser humano incapaz
de hacer presente para él mismo lo que estaba ausente, lo que «no era él»,
incapaz de caminar, de anudar, de seguir las líneas que hacen vivir y morir; un
ser humano que no podía cultivar la respons-abilidad, no podía hacer presente
para él mismo lo que hacía, no podía vivir las consecuencias o con las conse-
cuencias, no podía compostar. Para Eichmann, únicamente importaban la fun-
ción y el deber, no el mundo. No podía sentir la negación, el vaciado, el «no-
nosotros». Todo el lugar estaba tomado por la evaluación de la información, la
determinación de amigos y de enemigos, el ajetreo. No se trata de un déficit
emocional, de una falta de compasión, sino de un abandono más profundo a la
inmaterialidad, a la indiferencia a las consecuencias, al no-pensamiento. Eich-
mann estaba astralizado, abstraído de los embrollos del pensamiento, fijado a
la práctica del business-as-usual, cualquiera sea. No había manera de que el
mundo pudiera devenir para él y sus herederos –¿nosotros?– un «asunto de
cuidado15». El resultado fue la participación activa en un genocidio.
Anna Tsing, antropóloga conocedora de los tejidos del capitalismo hete-
rogéneo, del globalismo, de los mundos viajeros y de las localidades, estudia
las «artes de vivir en un planeta dañado16». Pone en práctica un pensamiento
17 Cita extraída de A. Tsing, Living in the Ruins: Precarity, Life on Earth, Mushrooms, Manus-
crito.
Simpoiesis, CF, embrollos multiespecíficos 33
tampoco quietismo cínico. Tsing propone más bien un compromiso para vivir
y para morir en la respons-abilidad y en compañía inesperada.
El filósofo ecologista y etnógrafo de situaciones multiespecíficas, Thom
van Dooren, también habita las complejidades superpuestas de maneras de
vivir en un tiempo de extinción, de exterminación y de recuperación parcial.
Agrega profundidad a lo que quiere decir pensar, a lo que exige de cada uno de
nosotros. En Flight Ways, van Dooren acompaña a cinco especies de aves que
viven al borde de la extinción y se pregunta sobre lo que significa abrir y
mantener abierto un espacio para el otro. Mantener abierto no tiene nada de
inocente o de evidente para una práctica ética; incluso cuando ha tenido éxito,
ella tiene un precio, tanto de sufrimiento como de sobrevida, para los indivi-
duos y los grupos. Cuando estudia el programa de conservación de la Grulla
blanca de América del Norte, van Dooren detalla las diferentes formas mul-
tiespecíficas de cautiverio y de prácticas de trabajo, de vida forzada, de trabajo
reproductivo y de muerte por sustitución –que es lo que se trata de no olvidar,
sobre todo cuando el proyecto tiene éxito. Mantener el espacio abierto podría
–o no– retardar la extinción bajo modos que vuelvan posible la composición
de agenciamientos prósperos. Flight Ways muestra que la extinción no es un
punto, un acontecimiento puntual, sino una muerte lenta y prolongada, que
destruye la tela de las continuidades en el mundo para muchas especies, com-
prendidos los pueblos históricamente situados18.
Van Dooren propone que el duelo pertenece de manera intrínseca a la
cultura de la respons-abilidad. A propósito de los esfuerzos de conservación de
las cornejas de Hawai (‘Alala para los hawaianos. Corvus hawaiiensis para los
linneanos), cuyos habitats forestales, los recursos alimentarios, los pequeños y
los partenaires, casi han desaparecido, van Dooren nos dice que no sólo los
humanos lloran la pérdida de seres amados, de lugares y de modos de vida.
Otros vivientes sienten pena. Los córvidos se afligen por la pérdida, afirman
tanto los estudios comportamentales como la historia natural íntima. Ni la
capacidad ni la práctica del duelo son una especificidad humana. Pensar de-
manda aprender a estar en duelo-con. «El duelo es convivir con una pérdida,
18 T. van Dooren, Flight Ways, op. cit. El texto de van Dooren demultiplica e intensifica los
ecos del pensamiento de Deborah Bird Rose a propósito de la destrucción de la tela de las
continuidades y de la muerte de las generaciones; lo que Rose llamó «doble muerte» en Reports
from a Wild Country, (University of New South Wales Press, 2004).
34 Donna Haraway
llegar a apreciar lo que ella significa, de qué modo el mundo cambió y de qué
modo debemos nosotros mismos cambiar, renovar nuestras relaciones si quere-
mos ir más allá de donde estamos. En ese contexto, un verdadero duelo debe
abrirnos a la conciencia de nuestra «dependencia a» y a la de nuestras «relacio-
nes con» esos innumerables otros amenazados de extinción [...]. La realidad es
que no es posible evitar la necesidad de un trabajo cultural difícil de reflexión
y de duelo. Ese trabajo no se opone a la acción práctica, pero es requerido por
toda respuesta viable e informada19. La tristeza es un camino hacia la com-
prensión de un entrelazado compartido entre lo que vive y lo que muere, los
humanos deben «llorar con» porque participamos y pertenecemos a ese tejido
de pérdidas. Si no aprendemos a hacer memoria, no podremos aprender a
vibrar con los fantasmas y entonces, no podremos pensar. Como las cornejas y
con las cornejas, vivas y muertas, «estamos en juego unas para otras y unas con
otras, en compañía unas de otras20».
Al menos un hilo CF más es crucial para la práctica de un pensamiento
que debe ser pensar-con: contar historias. Ursula Le Guin me enseñó el arte de
contar historias según la teoría de la bolsa de provisiones. Sus teorías, sus his-
torias son grandes bolsas que permiten recolectar, transportar y decir los asun-
tos que nos hacen vivir. «Una hoja una cantimplora una concha una red una
cesta un echarpe una bolsa una botella una caja un frasco un recipiente. Algo
que lleva. Que contiene21». La historia de la tierra fue ampliamente escrita
bajo el yugo de la belleza imaginaria de las primeras palabras y de las primeras
armas: primeras palabras en tanto que armas y viceversa. La herramienta, el
arma, la palabra: la palabra se hizo carne a imagen del dios celeste; es Antro-
pos; es la historia trágica con un único y verdadero actor, un único y verdadero
hacedor del mundo, el héroe; es el relato de origen, el del cazador que busca la
presa a matar y trae ese terrible botín. Todos los demás, en ese tipo de historia
viriloide, son accesorios, soporte, espacio para la intriga o presa. No tienen
ninguna importancia: su papel es el de ser un obstáculo a vencer, camino,
canal, pero nunca el viajero o el que engendra. Si hay algo de lo que el héroe no
quiere saber nada, es que sus palabras y sus armas tan magníficas, estarán
desprovistas de valor sin una bolsa, un recipiente o una red.
Y sin embargo, hace falta una bolsa para aventurarse lejos de casa. ¿Cómo
un echarpe, un frasco, una botella, entran de golpe en la historia? ¿Cómo esas
humildes cosas permiten a la historia continuar? O quizás incluso peor para el
héroe, ¿cómo esos objetos cóncavos, vaciados, esos agujeros en el Ser, engen-
dran desde el comienzo historias más ricas, más curiosas , más densas, historias
desfasadas, no ajustadas, sin conclusión, historias en las que hay lugar para un
cazador pero en las que él, el Humano que se hace a él mismo, no fue ni es el
sujeto. No son la Historia como máquina creadora de humanos. La ligera cur-
vatura de una concha que contiene apenas un poquitito de agua, apenas algu-
nos granos a dar o a recibir, sugiere historias de devenir-con, de inducción
recíproca, de especies compañeras cuya vida y muerte no tienen el papel de dar
un sentido final a las fábricas de relatos y al mundo. Con una concha y una
red, devenir humano, devenir humus, devenir terrícola, toma otra forma –la
forma enrollada, sinuosa, del devenir-con.
Inmediatamente, Le Guin pone las cosas en su punto para todas noso-
tras, que desconfiamos de los holismos y de los organicismos gentiles y senti-
mentales: «[No soy], digámoslo enseguida, una humana no-agresiva y no-com-
bativa, soy una mujer envejeciendo y en cólera, golpeando todo mi alrededor
con mi bolso de mano, repeliendo a los maleantes... Es una de esas malditas
cosas que deben hacer para continuar recogiendo la loca avena y contando
historias22». Hay lugar para el conflicto en las historias de Le Guin, pero sus
bolsas de provisiones están llenas de muchas otras cosas, en un maravilloso
desorden, que utiliza para redecir y resembrar posibilidades, tanto de avanzar
ahora como de penetrar en la historia profunda de la tierra. «Puede parecer que
la historia [heroica] toca a su fin. Por temor a que no haya más historias para
contar, algunas de nosotras, aquí afuera, en las locas avenas, recolectando en
campos extraños, pensamos que sería mejor comenzar a contar otra, con la
23 Ibid.
24 Para el «truco divino», ver D. Haraway, « Conocimientos situados », [1988] en Ciencia,
cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza, Cátedra, Madrid, 1995.
25 B. Latour, Facing Gaïa: Six Lectures on the Political Theology of Nature, Gifford Lectures, 18-
28 février 2013, tercera conferencia, «À Secular Gaïa».
26 B. Latour, « War and Peace in an Age of Ecological Conflicts », Conferencia en el Peter
Wall Institute, Vancouver, 23 de septiembre de 2013. La puesta en relación propuesta por
Latour es tónica. Humanos/business-as-usual//Terrícolas/subversión total.
Simpoiesis, CF, embrollos multiespecíficos 37
27 El artículo de Latour «Why Has Critique Run Out of Steam? From Matters of Fact to
Matters of Concern», in Critical Inquiry, vol. 30, 2004, pp. 225-248, hizo época para nuestra
comprensión colectiva de trampas corrosivas, productoras de su propia evidencia, autofunda-
das en el estribillo crítico «no es nada más que». Cultivar la respons-abilidad demanda algo
mejor de nuestra parte, a saber, el riesgo de tomar partido por ciertos mundos y no por otros.
Fabulando una repoblación del mundo CF Maria Puig de la Bellacasa recompostó los «matters
of concern» de Latour a fin de hacerlos fermentar en «matters of care» («Matters of Care in
Technoscience: Assembling Neglected Things», op. cit.).
28 B. Latour, «War and Peace in an Age of Ecological Conflicts», op. cit.
38 Donna Haraway
El «alineamiento» es una metáfora rica para quien camina, para los que
piensan como Terrícolas. Además, el término no resuena tan fácilmente, como
lo hace el de «decisión», con el discurso modernista liberal sobre la elección,
cara a los Estados Unidos. El rechazo de la categoría modernista de creencia es
crucial para mi proposición –la de intentar habitar el Chthuluceno y aceptar
sus tareas tentaculares. Como yo, Latour es un materialista verdadero y conse-
cuente, comprometido con una ecología de prácticas, con la articulación de
agenciamientos por el juego y el trabajo, siempre situados en los embrollos de
maneras inextricables de vivir y de morir. El alineamiento, en un mundo que
se puebla de manera tentacular, ¡es un asunto seriamente enmarañado!
Mientras que comparto apasionadamente con él tanto el rechazo de lo
que se da por cierto como los trucos divinos, pienso que el tropo de pruebas de
fuerza, al que Latour apela de manera permanente, es inútil, porque vuelve
más difíciles de contar las nuevas historias de las que tenemos necesidad. La-
tour definió la guerra por la ausencia de árbitro, de tal manera que las pruebas
de fuerza son las que deben determinar la autoridad legítima. Los Humanos
en la Historia y los Terrícolas en el Antropoceno son obligados a pruebas de
fuerza sin Árbitro capaz de establecer lo que es/era/será. La Historia o las Gay-
ahistorias, tal es la apuesta. Esas pruebas –la guerra de Terrícolas y Humanos–
no serán llevadas a cabo con cohetes y bombas, sino con todos los otros recur-
sos imaginables, sin truco divino llegado desde lo alto, que decidiría sobre la
vida y la muerte, sobre la verdad o el error.
Persiste sin embargo, el hecho de que estamos siempre en la historia del
héroe, con sus palabras y sus armas magníficas, no en las historias de la bolsa
de provisiones.
El pensamiento y las historias de Latour necesitan enemigos de un tipo
específico. Se inspira en la «teología política» de Carl Schmitt: una teoría de la
paz por la guerra, en la que el enemigo es entendido en tanto que hostis, con
todas las tonalidades de huésped, de rehén, de invitado y de enemigo honora-
ble. Para Schmitt y Latour, sólo con este tipo de enemigo hay respeto y posibi-
lidad de un conflicto menos mortífero (es difícil negar que los que operan
según las categorías de la Autoridad y de la creencia sean llevados a la extermi-
nación y al genocidio). El hostis demanda algo mejor. Sin embargo, si toda la
acción permanece presa en el cerco narrativo de las pruebas de fuerza y los
combates mortales, el conocimiento de «como matarse unos a otros» sigue
siendo central. Latour insiste en el hecho de que él no desea esta historia, pero
Simpoiesis, CF, embrollos multiespecíficos 39
29 Sobre la manera en que se apoya en Schmitt, ver: Latour, Facing Gaïa, op. cit., Conferencia
5, «War of Humans and Earthbound»: «Si los Humanos están en guerra con ella [Gaya], ¿qué
queda para aquellos que llamé Terrícolas? ¿Pueden ser «artesanos de la paz»?» Para alimentar
esta paz es que Latour trabaja. Latour y yo hemos comido, los dos, al «huésped», en banquetes
sacrificiales eucarísticos, y sabemos entonces lo que quiere decir pertenecer a un mundo
material-semiótico en el que el signo y el significante implosionan en una carne significante.
Ninguno de los dos responde muy bien a las normas de la semiótica protestante profana, que
domina la Universidad y la Ciencia, y eso se marca en nuestras aproximaciones a las Sciences
Studies, entre otras. Sin embargo, el «huésped» que comimos –nuestra comunión– está firme-
mente acoplado a la historia del sacrificio aceptable para el Padre. Latour y yo hemos comido,
al mismo tiempo, demasiado y demasiado poco, cuando consumimos ese huésped y rechaza-
mos (y seguimos rechazando) renegarlo. Si el huésped de Schmitt me da crisis de indigestión,
hay otros huéspedes, más cercanos a los seres chthonianos y tentaculares en la bolsa de
provisiones en la que, con suerte, Latour y yo podríamos estar reunidos y transformados por
una vieja mujer que recoge algo para comer. Podríamos ser autorizados a residir como huéspe-
des, como especies compañeras, especialmente si estamos en el menú. El huésped es el habitat
del parásito, su condición de vida y de reproducción. Está en la zona de contacto peligrosa,
hacedora de mundos, de la simbiogénesis y de la simpoiesis. Es en esta zona que nuevos
órdenes improvisados, suficientemente buenos, pueden eventualmente hacer aparecer asocia-
ciones amorales, oportunistas, entre el huésped y el parásito. El estómago abisal de Gaya,
morada de poderes chthonianos, es la bolsa de embrollos CF, donde la capacidad para conti-
nuar es siempre una apuesta.
¡Pero no tan rápido! No estoy en contra de las pruebas de fuerza: después de todo, me gusta
el basketball femenino. Sin embargo, pienso que las pruebas de fuerza remiten siempre a la
vieja historia. Sobrevaloradas, ellas son como la tarea, a recomenzar sin parar, de limpiar los
WC –son necesarias pero radicalmente insuficientes. Por otra parte, hay excelentes baños de
compost. Podemos externalizar ciertas pruebas de fuerza, confiárselas a los microbios siempre
listos, a fin de dar más tiempo y espacio a otros embrollos.
40 Donna Haraway
escalas más pequeñas en la escala global; la extensión de los modelos para incluirlo todo; la
construcción de modelos, motivada por la política. Juntos, esos rasgos permiten a los modelos
llevar a los diplomáticos a una mesa de negociación» (p. 105). Tsing, como Latour y Stengers,
nos conduce a esta pregunta clave: «¿Sería posible tomar en cuenta los orígenes colaborativos
de la naturaleza sin perder las ventajas del alcance global [de los modelos]?» (p. 95). ¿Cómo
podrían los sabios volver a imponer el desafío de liberar las imaginaciones críticas del espectro
de la conquista neo-liberal –una, universal, global?» (p. 77). La apreciación de las «malas
hierbas invasivas» es indispensable: «Ser consciente de la necesidad de coaliciones prudentes
con aquellos cuyos conocimientos y placeres tienen otras fuentes, es el comienzo de un
ambientalismo no-imperialista» (p. 170).
El hostis no aparecerá en ese tejido de figuras de hilo, pero los hongos, como guía para vivir
entre las ruinas, ciertamente lo harán.
35 El Burning Man es el enorme festival anual de arte y de anarquismo (comercial) que se lleva
a cabo en el Desierto Roca Negra en Nevada y en la playa Baker de San Francisco desde 1986-
1990. En su origen, se trataba de la celebración del solsticio de verano por parte de los artistas
de San Francisco. Las extravagancias globalizantes del Antropoceno tienen poco que ver con
esos acontecimientos impregnados de arte y de droga, pero las fotos del inmenso Hombre en
llamas, al que se prende fuego durante el festival, son irresistibles. Las primeras efigies que
ardieron en la playa de San Francisco eran las de un Hombre de madera de menos de tres
metros, acompañado de un perro más pequeño. En 1988, el Hombre medía más de doce
metros y el perro había desaparecido. Relocalizado en Nevada, el Hombre alcanzó casi treinta
y dos metros en 2011. Es Norteamérica: extra-large es la regla del juego.
36 «Antropos» es ambiguo; su etimología es discutida. Pero a lo que ella no remite nunca es a
su lugar nativo fecundo, la tierra multiespecífica. El Online Etymology Dictionary indica que la
palabra viene del griego aner, «hombre», por oposición a mujer, dios, varón. ¡Lo hubiera
sospechado! O también, «Antropos» se explica a veces por la composición de aner y ops
(genitivo opos), que quiere decir ojo o rostro. Entonces, literalmente, «el que tiene rostro de
hombre». Los especialistas en la Biblia tienen dificultades para incluir a las mujeres en el
antropos griego y eso complica las traducciones de manera fascinante [http://www.bible-
researcher.com/anthropos.html]. Otras fuentes proponen «el que mira hacia lo alto» (contra-
riamente a los animales) [http://goo.gl/hQBAfo]. El Antropos NO es el Terrícola de Latour.
Eugene Stoermer y Paul Crutzen no se detuvieron en esas ambigüedades. Mirando hacia lo
alto, sus ojos humanos escrutaban la carga de CO2 de la atmósfera terrestre. Pero también,
nadando en el mar con los seres tentaculares, percibieron con sus ojos-tanteadores criaturas
marinas en simbiosis agonizante con los corales.
Simpoiesis, CF, embrollos multiespecíficos 43
38 N. Klein, «How Science is Telling Us All to Revolt» in New Statesman n° 29, octubre
2013, [http://www.newstatesman.com/2013/10/science-says-revolt].
39 Capitaloceno es una de esas palabras que, como simpoiesis, ustedes piensan haber inven-
tado, para darse cuenta inmediatamente que muchos otros la inventaron en el mismo momen-
to. En este caso, es Andreas Malm, un estudiante de Lund, quien la propuso en 2009 en un
seminario en el que participaba el sociólogo marxista Jason Moore. Éste subió a la red en el
verano del 2013, un texto (en tres partes) que forma parte de mi cosecha. Ver: https://
jasonwmoore.wordpress.com/2013/06/16/anthropocene-capitalocene-the-myth-of-industria-
lization/. En las coyunturas históricas urgentes, las palabras-con-las-cuales-pensar saltan de
numerosos calderos en ebullición, porque sentimos la necesidad de mejores bolsas de provi-
siones para recolectar las cosas que reclaman atención. Espero que el Capitaloceno se vuelva
en poco tiempo un lugar común.
Simpoiesis, CF, embrollos multiespecíficos 45
40 Jason Moore escribe: «Esto muestra que el capitalismo y el poder –y otras innumerables
relaciones estratégicas– no actúan sobre la naturaleza sino que se desarrollan a través de la tela
de la vida (web of life). «Naturaleza» está tomada aquí como la relación del conjunto. Los
humanos viven en el interior de la Naturaleza, en tanto especie hacedora de medio ambiente,
específicamente pero no especialmente. En segundo lugar, el capitalismo en 1800 no era una
Atenas que brotaba, adulta y armada, de la cabeza de un Zeus carbonífero. Las civilizaciones
no se forman a través de acontecimientos de tipo Big Bang. Emergen a través de cascadas de
transformaciones y de bifurcaciones de la actividad humana en la tela de la vida... [Por
ejemplo] las deforestaciones, durante el largo siglo XVII, de la cuenca del Vístula y de la jungla
brasileña atlántica, se produjeron en una escala y a una velocidad cinco o diez veces superior
a cualquier episodio similar durante la Europa medieval». [http://jasonwmoore.wordpress.com/
2013/05/19/anthropocene-or-capitalocene-part-iii/].
46 Donna Haraway
41 Las unidades (genes, células, organismos, poblaciones, especies) y las relaciones descriptas
matemáticamente por ecuaciones de competición, constituyen el formato de las historias de la
Síntesis Moderna. La pulsión a la evolución, siempre en peligro de caer en una ley modernista
del progreso, es un tema constante. En contraste, ver C. Hustak y N. Myers, «Involutionary
Momentum: Affective logy and the Sciences of Plant/Insect Encounter», en differences, vol.
23, 2012, pp. 74-118, para seguir la inflexión de la curva del conocimiento y del afecto hacia
una teoría evolutiva profundamente simpoiética. Las atracciones sensuales entre avispas y
orquídeas están en el centro de ese maravilloso artículo. «La pulsión involutiva nos ayuda a
aproximar los tironeos afectivos entre los cuerpos, las afinidades, rupturas, enredos, repulsio-
nes entre organismos que no cesan de inventar nuevas maneras de vivir juntos –unos con otros
o al lado de ellos... La orquídea y su insecto polinizador están constituidos mutuamente por
captura recíproca, de la que ni uno ni otro pueden abstraerse. Conversando con esta «orquí-
dea-avispa» seguimos la pulsión involutiva que reúne a las plantas y a los insectos en sus actos
de polinización y de comunicación». Para el barrido innovador de la teoría biológica de esta
edad del Chthuluceno, ver, además de Gilbert, Sapp y Tauber (nota 1), M. McFall-Ngai,
M.Hadfield y otros, «Animals in a Bacterial World: a New Imperative for the Life Sciences»,
in Proceedings of the National Academy of Sciences, vol.110, 2013, pp. 3229-3236.
Simpoiesis, CF, embrollos multiespecíficos 47
usual que caracterizan una gran parte de los discursos sobre el Antropoceno.
Esos discursos no son sólo, en ellos mismos, imprudentes en lo que nos condu-
cen a pensar y a sentir, minan nuestra capacidad para imaginar otros mundos
y cuidarlos, tanto los que existen hoy de manera precaria como aquellos que
tenemos necesidad de hacer existir, en alianza con otras criaturas, para recupe-
rar pasados, presentes, futuros aún posibles42. Si los Humanos viven en la
Historia y los Terrícolas asumen las tareas que impone el Antropoceno, dema-
siado post-humanas –y post-humanistas– para mi gusto, parecen haber emi-
grado hacia el Antropoceno. Mi pueblo, humano y no-humano, es el de los
seres chthonianos que se cuelan en los tejidos de Terrápolis43.
Se notará que si el Capitaloceno se dice en el idioma del marxismo fun-
damentalista, con sus atavíos de Modenidad, de Progreso y de Historia, el
término está sujeto a las mismas críticas. Las historias de Antropoceno y de
Capitaloceno rozan constantemente la posibilidad de volverse Demasiado Gran-
des. Marx lo hizo mejor, Darwin también. Podemos heredar su valentía, su
capacidad para decir historias suficientemente grandes sin determinismo, ni
teleología, ni plan.
Las relaciones históricamente situadas que pueblan el mundo, se burlan
tanto de la división binaria entre naturaleza y sociedad como de nuestro some-
timiento al Progreso y a su gemela maldita, la Modernización. El Capitaloce-
no fue fabricado por modos de relación, no tiene por autor un Antropos profa-
no semejante a Dios, una ley de la historia, la máquina misma o un demonio
llamado modernidad. El Capitaloceno debe ser deshecho por relaciones, de tal
suerte que se recomponga en historias y en formaciones materiales semióticas
CF, algo más vivible, algo de lo que Ursula Le Guin pudiera estar orgullosa.
Bajo el choque, constantemente renovado, que suscita el asentimiento que
continuamos dando en la práctica a esta cosa llamada capitalismo –asenti-
miento de millones de habitantes de la tierra, la suya y la mía– Philippe Pig-
narre e Isabelle Stengers destacan que la denuncia fue singularmente poco
47 Ver el Hyperbolic Coral Reef Project lanzado por Margaret y Christine Wertheim en su
Institute for Figuring de Los Angeles [http://crochetcoralreef.org/]. En 2013, más de 7000
personas pertenecientes a 27 países habían colaborado en ese proyecto arte-ciencia-activismo
en solidaridad con los arrecifes de corales vulnerables y sus criaturas humanas y más-que-
humanas. Eva Hayward escribe: «El proyecto Crochet Coral Reef aumenta nuestro sentido de
la responsabilidad frente a los océanos... Si el coral nos enseña la naturaleza recíproca de la
vida, ¿cómo podemos mantener nuestras obligaciones frente a los medioambientes –a los que
hemos vuelto muy invivibles– que ahora nos hacen enfermar? Cualesquiera sean las condicio-
nes de nuestro futuro, seguimos siendo partenaires obligados de los océanos» (Independent
Weekly, 1º de agosto de 2012).
48 U. Le Guin, «»L’Auteur des graines d’acacia» et quelques autres extraits du Journal de
l’Association de Thérolonguistique», in Les Quatre vents du désir, trad. P. Rouillé y M. Laroche,
Presses Pocket, 1988, p. 25.
Simpoiesis, CF, embrollos multiespecíficos 53
https://www.lavaca.org/wp-content/uploads/2016/05/marcha-de-la-gorra.png
1 Este artículo fue publicado en Multitudes, nº 65, majeure «Matières pensantes», invierno
2016.
La insistencia de los posibles 55
aquello que no sería más que apariencia, seducción o alienación, como una
forma propia de jugar de igual a igual, incluso en un nivel superior, con las
ciencias experimentales. Creyó, con una creencia a la que era necesario adherir
contra viento y marea, que era la condición de toda experiencia posible, de
todo conocimiento y de toda constitución política. Qué ironía constatar hoy,
bajo la apariencia de nuevas proposiciones especulativas, bien distintas eviden-
temente de aquella a la que apelamos aquí, las mismas tentaciones purificado-
ras y supremas, las mismas fascinaciones formalistas de todo tipo, el mismo
vínculo con la decisión demiúrgica, que conformaron las autopistas del pensa-
miento moderno. Si hoy el pensamiento especulativo encuentra, indudable-
mente, una nueva actualidad, es importante no confundir el llamado de Whi-
tehead con la sacralización formalista, que identifica la especulación con una
decisión puramente formal y abstracta que hoy mueve a buena parte de la
filosofía ¿Cómo creer por un solo instante en una ruptura cuando todos los
gestos subyacentes se inscriben claramente en la continuidad y constituyen
una especie de nuevo hipermodernismo? Tal vez sean los últimos sobresaltos
de una reacción, como bien lo señalaron Eduardo Viveiros de Castro y Debo-
rah Danowski2, de cara a las catástrofes anunciadas.
En este contexto nos parece esencial plantear un cierto número de pro-
posiciones que de ninguna manera tienen la pretensión de describir, y por
consiguiente fijar, una escena cambiante, sino de poner en evidencia aquello
que, desde nuestro punto de vista, pueda volver necesario lo que por otra parte
hemos dado en llamar, «gestos especulativos»3. Una proposición no tiene voca-
ción descriptiva alguna, mucho menos normativa, sino que da cuenta de aque-
llo que Whitehead denominó una «carnada para los sentires», una manera de
suscitar posibles.
La coerción pragmática
2 «L´Arrêt du monde» en E. Hache (ed.), De l´univers clos au monde infini, Editions Dehors,
Paris, 2014.
3 Tal fue el título del coloquio que organizamos en Cerisy en el verano de 2013 y del que nació
Gestes spéculatifs, Les presses du réel, Dijon, 2015.
56 Didier Debaise e Isabel Stengers
que habría un nuevo peligro o una nueva tentación que animaría a la filosofía,
y a la cual pretende resistir. Este peligro, lo expresaremos en una fórmula: el
gusto inmoderado por los falsos problemas, las alternativas infernales, una suerte
de pereza del pensamiento o tontería que se presenta «naturalmente» en toda
situación: verdad o creencia, experiencia o representación, hechos o valores,
subjetivo u objetivo, etc. Estas alternativas, de aspecto tan inocentemente teó-
rico, son de hecho verdaderas máquinas de guerra, que giran en el vacío y
producen una desertificación de todos los modos de existencia: reducción de
seres psíquicos a simples representaciones, de ficciones a realidades imagina-
rias, reducción de los valores a proyecciones subjetivas sobre la naturaleza. Se
nos dirá que la filosofía nunca dejó de poner en escena dualidades de este tipo,
bifurcaciones, pero pocas veces fueron tan celebradas, dramatizadas, puestas
en escena en todos los niveles de la experiencia como durante la época moder-
na. Habría que plantear a estos problemas, como a todo falso problema, pre-
guntas cada vez más pragmáticas: ¿Qué fuerza los trabaja? ¿Cuáles son los
efectos? ¿Qué intentan descalificar en esta ocasión?
No excluir nada, implica resistir a los términos de alternativas que ine-
vitablemente parecen imponérsenos acarreando falsas elecciones. Es entonces a
problemas de un nuevo género que nos enfrentamos y a primera vista White-
head lo expresa de una forma críptica: «La filosofía no podría descuidar las mil
facetas del mundo- las hadas bailan y el cristo está clavado en la cruz»4. Así, es
a una exploración de los modos de existencia5 en su propia realidad, en su
modo de consecución, en sus exigencias inmanentes que el pensamiento espe-
culativo llama. Frente a la desertificación de los modos de existencia, encontra-
mos un llamado similar en E. Souriau cuando anuncia como un verdadero
programa de investigación, como un nuevo impulso filosófico: «Por ahora te-
nemos que señalar y estudiar, esos diferentes planos, esos diferentes modos de
existencia sin los cuales no habría existencia en absoluto -no más de lo que
habría Arte puro sin las estatuas, los cuadros, las sinfonías, los poemas-. Pues el
arte, son todas las artes. Y la existencia, es cada uno de los modos de existen-
cia».6
7 W. James, Essais d’empirisme radical, trad. fr. M. Girel et G. Garreta, Champs Flammarion,
Paris, 2007, p. 58. Hay traducción al castellano del capítulo 2: Williams James, Un mundo de
pura experiencia, traducción castellana de Oihana Robador (2004), http://www.unav.es/gep/
PuraExperiencia.html
58 Didier Debaise e Isabel Stengers
cho considerado»8. De esta manera, toda experiencia, tan fáctica como fuere,
está saturada de interpretaciones, de ideas y de enlaces múltiples.
El llamado de Whitehead se reúne entonces con el empirismo radical de
James en su rechazo al empirismo clásico como epistemología que trata de las
condiciones del conocimiento en general. Para Whitehead, el drama de la filo-
sofía moderna ha sido reemplazar la pregunta «¿qué sabemos?» por la pregunta
soberana, alejada del suelo, «¿qué tenemos el derecho de saber?»9 La posición
que Whitehead propone a la filosofía le quita toda soberanía. Ella misma está
situada, y situada por una tarea a la que no corresponde ningún derecho. Si el
pensamiento especulativo fue acusado por Kant de incurrir en el mismo error
que una paloma que se imaginara que sin la fricción del aire podría volar me-
jor10, la filosofía especulativa de Whitehead apunta a maximizar la fricción con
la experiencia, a rechazar el derecho que se otorga todo saber especializado, el
de explicar eliminando todo aquello que no se pliega a la explicación.
sión francesa «de grande portée» («de largo alcance»), mientras que cuando la
misma palabra aparece en la última frase del libro, sea «emprise» («influencia»)
la palabra que la reemplace. Ello es aún más sorprendente puesto que el grito:
«es importante», está presente en todas partes en Whitehead. «La noción de
importancia es como la naturaleza: aunque la expelamos con un aventador,
siempre retorna»12, escribe. La incomodidad de los traductores proviene sin
dudas del hecho de que, con esta palabra, se afirma el fuerte vínculo entre el
pensamiento especulativo de Whitehead y el pragmatismo de William James,
un pragmatismo tan frecuentemente reducido a una filosofía de la utilidad,
filosofía del businessman que no marcaba la diferencia entre el esfuerzo filosófi-
co que busca lo verdadero y un sentido común miope.
Y, sin embargo, la fuerza del vínculo entre Whitehead y James no debe-
ría ser subestimada. Para Whitehead, James es quien inaugura una nueva etapa
de la filosofía como Descartes inauguró la etapa moderna. Como Descartes en
1637 con el Discurso del Método, James en 1904 con Does Consciousness Exist?
«despeja la escena suprimiendo los atavíos antiguos, o mejor dicho, cambió
por completo su iluminación»13. Pero el barrido no es nada si no se traduce en
la urgencia de nuevas preguntas. Pocas veces fue evocado con tanta fuerza como
en James el hecho de que las ideas tienen consecuencias prácticas, que las
posibilidades que introducen en una experiencia son aquello que las verifica.
Así, en «El dilema del determinismo», James se sorprende de la tranquilidad
con que sus colegas pueden considerarse deterministas, sin preocuparse un
instante de las consecuencias literalmente invivibles de esta doctrina que redu-
ce a la ilusión todo aquello que nos importa; incluso el pesar se vuelve irracio-
nal. Los colegas de James son, en este sentido, peores que la paloma kantiana,
persuadidos de que cuanto más se desprenden de aquello que teje nuestras
vidas, más fieles son a lo único que les importa, la definición de un mundo
pensable a la luz de aquello que llaman racionalidad.
No exageramos al decir que en la filosofía de Whitehead encontramos
una amplia tentativa por preservar aquello que la experiencia hace que importe.
Tentativa eminentemente ética y política: ¿Cómo articular la multiplicidad de
áreas de importancia, humanas y no humanas, en una situación determinada?
Así, bajo la forma de una máxima, escribe: «nuestra acción es moral si hemos
salvado mediante ella la importancia de la experiencia tal como se ofrece en un
17 Ver D. Debaise, D., Un empirisme spéculatif. Lecture de Procès et réalité d’A. N. Whitehead,
Vrin, Paris, 2006.
18 Señalaremos, junto con Donna Haraway, la fuerte relación entre el tipo de ciencia ficción
«especulativa» de la que Ursula Le Guin fue pionera a comienzos de la década de 1970 y el
feminismo de la llamada segunda ola. Para este feminismo, la ciencia ficción fue un campo de
experiencias de pensamiento que resisten a las razones que justificarían que el mundo, tal
como lo conocíamos, debía ser así y no de otra manera, es decir, a los grandes relatos modernos
de progreso y desarrollo. Ver sobre este tema Johanna Russ, To Write Like a Woman. Essays in
Feminism and Science Fiction, Indiana University Press, 1995, asi como Emilie Hache, « The
Future Men Don’t See », in D. Debaise et I. Stengers (eds.), Gestes spéculatifs, op. cit.
62 Didier Debaise e Isabel Stengers
20 W. James, Le Pragmatisme, trad. fr. N. Ferron, Flammarion, Paris, 2007, p. 268-270. Hay
traducción al castellano : Williams James, Pragmatismo, Alianza, Madrid, 2000.
21 I. Stengers, « La Guerre des sciences », reeditado en 2003 en Cosmopolitiques I, Paris, La
Découverte, p. 20. Ver también I. Stengers, La Vierge et le neutrino, Les Empêcheurs de penser
en rond/Le Seuil, Paris, 2006, capitulo I y passim.
64 Didier Debaise e Isabel Stengers
22 Gilles Deleuze, «¿Qué es el acto de creación?» en Dos Regímenes de locos, textos y entrevistas
(1975-1995), Pre-textos, 2008, p. 284.
23 El pensamiento de una vida entre ruinas se debe a Anna Tsing, The Mushroom at the End of
the World. On the Possibility of Life in Capitalist Ruins, Princeton University Press, Princeton,
2015.
65
http://www.abortolegal.com.ar/wp-content/uploads/2017/05/recorte-para-web.jpg
1 Tomo prestado este título del libro de Vinciane Despret, Isabelle Stengers, Les faiseuses
d´histoires. Que font les femmes à la pensée?, París, Editions la Découverte, 2011. Este artículo
fue publicado en L’unebévue 45, L’asile-du-dedans, enero 2018.
66 Anne Marie Ringenbach
Tomar el relevo
Hace cuatro años. Algunos días después de Seattle, una amiga norteamericana
me envía un texto que confirma de entrada aquello de lo que yo estaba persua-
dida: «ellas», esas brujas neopaganas que el libro de Starhawk Rêver l´oscur.
Femmes, Magie et Politique6 me había hecho descubrir, estaban evidentemente
en Seattle. Y luego pasó otra cosa, que corresponde precisamente a lo que
Stahawk definía como «magia». Al leer su relato supe que debía, dejando
todos mis asuntos, tomar el relevo: traducirlo y enviárselo a todos y a todas a
quienes pudiera interesarles. Y otros sintieron el mismo efecto, la misma orden,
porque después encontré otras traducciones del mismo texto circulando en la
red y publicadas en revistas7.
Visión y espíritu.
El arte, la danza, las celebraciones, los rituales, la magia, integraban la acción.
Más que una protesta, la acción era creación de una visión de abundancia
verdadera, celebración de la vida, de la creatividad y de la conexión, ella
permaneció plena de alegría frente a la brutalidad y dio vida a las fuerzas
creativas que pueden verdaderamente oponerse a las de la injusticia y el con-
5 Starhawk, Parcours d´une altermondialiste, de Seattle aux Twin towers, título de la traducción
francesa, París, Les empêcheurs de penser en rond/Le Seuil, 2003. La presentación de Isabelle
Stenger es retomada, en forma aumentada, en la aparición de este libro, bajo el título Croniques
altermondialistes, tisser la toile du soulèvement global, en las éditions Cambourakis en 2016.
6 Starhawk, Rêver l´oscur. Femmes, Magie et Politique, Éditions Cambourakis, 2015. Notemos
que el título original en inglés es: Dreaming the Dark. Magic, Sex & Politics, sin más comentarios.
7 Starhawk, Parcours d´une altermondialiste, Presentación de Isabelle Stanger, op. cit., pp. 7-8.
68 Anne Marie Ringenbach
Isabelle Stengers retuvo perfectamente de las brujas que ellas saben que
8 Starhawk, Parcours d´une altermondialiste, de Seattle aux twin towers, op. cit., p. 22.
9 Starhawk, Parcours d´une altermondialiste, Presentación de Isabelle Stengers, op. cit., p. 9.
10 El diario de esta jornada puede encontrarse en el sitio de Starhawk: http://www.starhawk.org.
11 Palabras de Starhawk citadas en la Presentación de Isabelle Stengers, Parcours d´une
altermondialiste, op. cit., p. 11.
Las que hacen historias 69
Trayecto de aprendizaje
15 Ibid., p. 47.
16 Ibid., pp. 106-110.
Las que hacen historias 71
17 Ibid., p. 128.
18 Ibid., p. 131.
19 Gilles Deleuze y Claire Parnet, Conversaciones, Valencia 1996, pp. 204-205.
72 Anne Marie Ringenbach
piensa así porque es una mujer); minoritarios son los grupos a los que no
podría ocurrírseles la idea de que todo el mundo sea como ellos22. Los que
pertenecen a la minoría conocen el lazo entre pertenencia y devenir.
Contrariamente a la toma de conciencia, la experiencia del devenir no
lleva en sí el sueño de su generalización. Demos sus ejemplos: aquellos que
conocieron un devenir-alpinista o un devenir-matemático no sueñan con un
mundo poblado de alpinistas o de matemáticos. Si piensan en los otros, será
con otras minorías, por conexiones, encuentros y alianzas que no homogeini-
cen lo heterogéneo sino que den a cada uno nuevas potencias para actuar e
imaginar, para fabular.
Notemos que este término «fabular», puesto aquí por Stengers y Pigna-
rre, es un término fuerte de Donna Haraway. Para Haraway, hacer historias,
ficciones, fabulación especulativa, no es explicar; las historias se responden,
expresan una acción «en devenir y siempre abierta(s), sujeta(s) a revisiones23»,
configuran mundos posibles y tiempos posibles24.
El intersticio
22 Gilles Deleuze y Félix Guattari, Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, Pre-Textos, España,
2002, en particular pp. 291-292.
23 Vinciane Despret, «En finir avec l´innocence: dialogue avec Isabelle Stengers et Donna
Haraway», in Penser avec Donna Haraway, bajo la dirección de Elsa Dorlin y Eva Rodriguez,
París, Presses universitaires de France, 2012, p. 39, dando cuenta del debate que tuvo lugar
entre ellas tres durante el coloquio organizado en Cerisy La Salle, del 2 al 9 de julio de 2010,
sobre el tema: «Que savons-nous des animaux»?
24 Donna Haraway, «Simpoiesis,CF, embrollos multiespecíficos», en este número.
25 Philipe Pignarre, Isabelle Stengers, La sorcellerie capitaliste, op. cit., p. 149.
74 Anne Marie Ringenbach
¿Por qué les gusta la imagen del intersticio? El grado cero de la política,
su forma mayoritaria, es la reivindicación de que el Estado cumpla con sus
responsabilidades. Abandonar ese grado cero es pasar de una proposición de
vocación mayoritaria, neutra, a la construcción minoritaria de un problema.
Pero no fiarse del Estado no significa la salvación por medio de lo que escapa al
Estado. La noción de intersticio llama a lo plural.
Hacen un llamado a la «belleza de la ciencia de los materiales» que
volvió indecidible las grandes relaciones de causa-efecto, dirigiéndose a los
materiales como medio para los intersticios, fallas o fisuras. Saber de qué es
capaz un material cuando se le aplica una tensión –recuperar inmediatamente
su forma original, permanecer plegado, romperse– depende de los intersticios,
pero ningún intersticio tiene, en sí mismo, el poder de causar lo que fuere. El
intersticio no da una respuesta independientemente del proceso concreto que
define el bloque como medio para los intersticios26. Es ese no poder decidir lo
que les interesa porque se opone a los juicios a priori, los «o bien... o bien» de
los dilemas ineludibles. Plantear preguntas tales como ¿dónde se detiene un
intersticio?, o ¿dónde se encuentra la indiferencia del bloque que los separa?, es
aprender «a pensar por el medio27».
Es necesario insistir en esta noción de medio:
y precisan: un intersticio nace a menudo de una ruptura. Eso nos lleva a otra
conexión entre Isabelle Stengers y Starhawk. En el capítulo subtitulado «Afin
que cela existe: instructions pour une initiation, Seattle 1999», Starhawk relata el
miércoles 1º de diciembre: segundo día de la acción OMC:
26 Ibid., p. 149.
27 Ellos retoman la expresión y «un poco del pensamiento de Gilles Deleuze»: Gilles Deleuze
y Claire Parnet, Conversaciones, Valencia, 1996.
28 Ibid., p. 152.
Las que hacen historias 75
poder, llamen a los elementos que existen en su cuerpo, incluso si ese lugar ha
sido concebido para neutralizarlos. Su compañera de celda masajea sus pies,
los refresca con un paño húmedo. El aire es pesado pero el fuego en ustedes
aviva un fuego más profundo. Cierren los ojos. Un lago de luz ardiente sube,
hace ceder el hormigón. Se tejen telas, la hierba disloca el cemento. Las estruc-
turas que parecían invencibles se desploman. ¡Sí, se puede! *
Iniciación. No un cumplimiento, sino un comienzo29.
Las palabras inventadas por las brujas contemporáneas, más que proclamar las
reivindicaciones legítimas, las justas luchas, los derechos inalienables, hacen
existir el desgarro del mundo, su dolor, y las fuerzas, pequeñas, obstinadas,
que solas, como las hierbas que crecen en los menores intersticios, son capaces
de dislocar el cemento, de hacer ceder el hormigón30.
* En español en el original.
29 Starhawk, Parcours d’une altermondialiste. De Seattle au Twin Towers, op. cit., p. 32.
30 Philippe Pignarre, Isabelle Stengers, La sorcellerie capitaliste, op. cit., p. 185.
76 Anne Marie Ringenbach
gerenciales que fragilizan y aíslan cada vez más y que se relacionan directamen-
te con «la elección libre y responsable» de suscribir... a un fondo de pensión, a
trabajar 70 horas por semana, etc. Las activistas no violentas, los libros de
Starhawk, sus crónicas, el libro Rêver l´obscur. Femmes magie et politique, sus
escritos en su sitio de internet, dan cuenta de las técnicas muy sofisticadas
utilizadas por la acción directa31, que ponen en juego la eficacia de la otra
vertiente del empowerment. Por ejemplo, Starhawk habla de personas habilita-
das (empowered) en la organización de las acciones durante las manifestaciones;
son personas que se sienten libres de decidir por ellas mismas para ocupar un
puesto u otro; no hay ninguna organización centralizada en «la acción directa
de empowerment» y, sin embargo, se produce ineludiblemente un tejido colec-
tivo.
Durante las semanas y los días que precedieron al bloqueo, miles de personas
recibieron un entrenamiento de no-violencia, un curso de tres horas que
combinaba la historia y la filosofía de la no-violencia con prácticas reales que
implicaban juego de roles, en las que se trataba de permanecer tranquilos en
situaciones tensas, utilizar tácticas no violentas, responder a la brutalidad y
tomar decisiones juntos.
Del mismo modo, miles de personas siguieron un entrenamiento de segundo
nivel sobre la preparación para una estadía en prisión, las estrategias y las
tácticas de solidaridad, los aspectos judiciales. Igualmente, hubo entrenamientos
de primeros auxilios, técnicas de bloqueo, de teatro callejero, de «facilitación»
de encuentros, además de otras capacitaciones32.
Stengers y Pignarre citan el «círculo las brujas» así como los grupos de
mujeres que en los años 1970, una por una, contaban incansablemente una
versión nueva de lo que les había pasado a todas, no bajo un modo teorizado
sino fabricando «un sonido que se reflejaba de cuerpo vibrante en cuerpo vi-
brante»: se trataba de un devenir, de una recreación de la potencia de pensamiento
y de acción allí donde sólo existían víctimas. Esas técnicas no suscitan adhesión.
31 Las técnicas llamadas de empowerment se transmiten, ante todo, por internet. Para evitar la
literatura gerencial, agregar «direct action» a empowerment y a «consensus» «orientarse por
motor de búsqueda».
32 Starhawk, Parcours d´une altermondialiste, op. cit., pp. 15-16.
Las que hacen historias 77
33 Philippe Pignarre, Isabelle Stengers, La sorcellerie capitaliste, op. cit., pp. 178-179.
34 Gilles Deleuze y Felix Guattari, Mil Mesetas, op. cit., p. 392.
35 Vinciane Despret, «Rencontrer avec Donna Haraway un animal», in Revue Critique, Libérer
les animaux, nº 147-148, 2009, p. 39.
36 Reclaim, recueil de textos écofénistes, elegidos y presentados por Émilie Hache, París,
Cambourakis, 2016.
37 Philippe Pignarre, Isabelle Stengers, La sorcellerie capitaliste, op. cit., pp. 182-183.
78 Anne Marie Ringenbach
toca, cambia38». Este ritornelo tiene la eficacia de atribuirle el poder del cam-
bio, para no, sobre todo no, atribuírselo a sí mismo, honrar el cambio como
creación39 [...].
38 Vinciane Despret, «Rencontrer avec Donna Haraway un animal», in Revue Critique, Libérer
les animaux, op. cit., p. 126.
39 Philippe Pignarre, Isabelle Stengers, La sorcellerie capitaliste, op. cit., p. 189.
40 Gilles Deleuze, Félix Guattari, Mil Mesetas, op. cit., pp. 346/347. Ellos distinguen los
ritornelos «cósmicos», que captan y vuelven perceptibles fuerzas «no visibles», «no pensables»,
irreductibles a una identidad mítica, y señalan que esta distinción no es más que técnica.
41 Philippe Pignarre, Isabelle Stengers, La sorcellerie capitaliste, op. cit., p. 110.
Las que hacen historias 79
nia Woolf y su libro Tres guineas42, publicado en 1938. Este encuentro con una
«obra de resistencia en el límite de la desesperación», revolucionó al «nosotros.a.s»
más bien abstracto del comienzo, y que reunía a aquello.a.s que «juntos» de-
fenderían la investigación e impedirían al mercado servirse de la universidad.
Puntualizan que este encuentro con Virginia Woolf es el fruto de una
toma de relevo hecha con la alegría de considerarse deudoras, que no habría
ocurrido en este mundo sin la intercesión de María Puig de La Bellacasa y
otros del GECo43. En 2004-2005 tuvo lugar «Think we must, Politiques fémi-
nistes et constructions des savoirs», la tesis de doctorado de Maria Puig de la
Bellacasa bajo la dirección de Isabelle Stengers. María Puig de la Bellacasa es
calificada como «nuestra mestizadora» por Bénedikte Zitouni, otra miembro
activa del GECo, que indica que en tanto «filósofa nómade, madrileña y luego
bruselense» ella nutrió la escena filosófica belga, particularmente la parte que
se interesaba en la construcción y el carácter performativo de las ciencias, im-
portando textos de Norteamérica44. La lista de agradecimientos dirigidos en
2008 por Donna Haraway al comienzo de su libro When Species meet45 a los
graduate students and visiting post dock, entre ellos Maria Puig, que habían asisti-
do a sus seminarios en la universidad de Santa Cruz, confirma, si fuera necesa-
rio, la fuerte introducción de la obra de Donna Haraway en ese grupo del
GECo. Isabelle Stengers da cuenta de su dificultad para leer a Donna Ha-
raway, atemorizada por el desfasaje entre su celebridad entre las feministas
americanas y la dificultad de sus textos. El trabajo de Maria Puig permitió
superar esa dificultad creando, entre otras, una conexión entre las trayectorias
feministas enfrentadas con el mundo académico y su consigna de objetividad,
y la Virginia Woolf de Tres guineas46. El GECo organizó luego una toma de
relevo preparando un taller de una jornada semi-abierta: «Penser aujourd´hui à
partir des Trois guinées de Virginia Woolf».
47 El Think we must traducido se encuentra en muchos textos del GECo, de Dona Haraway,
Bruno Latour, in Gestes Spéculatifs, Didier Debaise, Isabelle Stengers Editeurs, colloque de
Cerisy, op. cit.
48 Frédéric Pagès, Comment clouer le bec aux femmes, París, Mille et une nuits, 2006.
49 Vinciane Despret, Isabelle Stengers, Las faiseuses d´histoires, op. cit., p. 54, nota 2.
50 Ibid., p. 55.
Las que hacen historias 81
tejido pasivo de lo «vivido», de buscar hacer algo con eso. Esto es lo que dicen:
Es por eso que pensamos en la eficacia del grito de Woolf, respecto del cual
experimentamos la posibilidad, como de una inducción, de hacernos el rele-
vo. Ese grito indujo una experiencia que llevaba en ella la cuestión de ese
relevo a tomar, de esa experimentación a intentar51.
Hablar «de otro modo de nuestro hacer», de nuestros rechazos, pero también
de esos sentimientos de ser desplazadas, de esos malestares que esperan siem-
pre a la vuelta de la esquina, no surge ya del parloteo sino de una «puesta en
común»: poder sentir y decir juntas: «esto importa. Poder hacer de eso toda
una historia. [...] Ya no éramos más dos singularidades, más bien casos particu-
lares de un «nosotras» fabulado53.
51 Ibid., p. 57.
52 Ibid., pp. 58-59.
53 Ibid., pp. 59-60.
82 Anne Marie Ringenbach
Para poder aceptar lo inaceptable de una manera que permita otra cosa
que la inercia, y para no quedar pegado a las alternativas infernales desencade-
nadas por argumentos pseudo-consensuales, Isabelle Stengers indica la expre-
sión de Donna Haraway, «Staying with the troubles58»:
54 Para profundizar en la escritura de Donna Haraway, cf. Vinciane Despret, «En finir avec
l´innocence. Dialogue avec Isabelle Stengers et Donna Haraway», in Penser avec Donna Haraway,
bajo la dirección de Elsa Dorlin y Eva Rodriguez, op. cit., capítulo «Les mots deviennent
chair», pp. 30-33.
55 Isabelle Stengers, «Fabriquer de l´espoir au bord du gouffre, à propos de l´œuvre de Donna
Haraway», op. cit.
56 Isabelle Stengers, «Penser à partir du ravage écologique», in De l´univers clos au monde
infini, éditions Dehors, 2014.
57 Ibid., p. 149.
58 Donna Haraway, Staying with the Trouble: Making Kin in the Chthulucene. Duke University
Press, 2016.
Las que hacen historias 83
60 Donna Haraway, «The contact zone», in When Species meet, op. cit., pp. 214-250.
Las que hacen historias 85
65 L. Margulis, De. Sagan, Acquiring Genomes: A theiry of origins of species, Nueva York, Basic
Books, 2002.
66 Donna Haraway, The companion Species Manifesto, Dogs, People and significant otherness,
Prickly paradig press, 2003, p. 1.
67 Vinciane Despret, «Rencontrer avec Donna Haraway un animal», in Revue Critique, Libérer
les animaux, op. cit., p. 748.
Las que hacen historias 87
venir. Trabajo con juegos de cuerdas como tropo teórico, como una manera de
pensar con una multitud de compañeros68 [...].
Estas historias son un «cebo», que propone al Chthuluceno como otra histo-
ria, un relato que necesitamos, un cesto que nos servirá para recolectar lo que es
crucial para continuar, para recolectar y para cultivar lo que nos perturba [...].
Múltiples jugadores humanos y no humanos son requeridos en las historias a
las que llama el Chthuluceno. Los papeles principales no están reservados a los
jugadores demasiado grandes, a las grandes narraciones, a las historias que
invitan a extraños pánicos apocalípticos y a otras denuncias desconectadas
aún más extrañas, sino más bien a los jugadores, a las narraciones e historias
que invitan a prácticas atentas de pensamiento, de amor, de rabia y de cuida-
do69.
71 Donna Haraway presenta al GECo como el planeta natal de Setengers, Maria Puig,
Bénedikte Zitouni, Émilie Hache y muchas otras, donde la CF se practica como «debemos
pensar», en «Simpoiesis, CF, embrollos multiespecíficos», en este número.
72 Donna Haraway, «Jeux de ficelles avec les espèces compagnes», en Les animaux, deux ou
trois choses que nous savons d´eux, op. cit.
73 Donna Haraway, «Simpoiesis, CF, embrollos multiespecíficos», en este número (ese pasaje
vuelve a encontrarse en «Jeux de ficelles avec les espèces compagnes», in Les animaux, deux ou
trois choses que nous savons d´eux, op. cit., pp30-31).
Las que hacen historias 89
74 Ibid.
75 Donna Haraway, Science fiction, speculative fabulation, string figures, so far, op. cit.
76 Isabelle Stengers, «Fabriquer de l´espoir au bord du gouffre, à propos de l´œuvre de Donna
Haraway», op. cit. Las palabras citadas concluyen el « Manifiesto para Cyborgs » en Ciencia,
ciborgs, y mujeres. La reinvención de la naturaleza, Cátedra, Madrid, 1991, p.311.
77 Isabelle Stengers, «Fabriquer de l´espoir au bord du gouffre», op. cit.
78 Donna Haraway, «Simpoiesis, CF, embrollos multiespecíficos», en este número.
90
https://latinta.com.ar/2018/07/juarez-celman-vecinos-desalojados-denunciaron-juez-policia/
Anne Querrien
Crítica a la representación
Estoy aquí
Soledad Vargas
Existen libros que no alcanza con abrirlos, sino que hace falta que ellos se abran
a ustedes… Instantáneas fotográficas…quizá sería hacia el lado técnico a don-
de habría que empujar la metáfora. Antes de la era digital (todas las obras
maestras del género aún se remontan a esta época), algo llegaba para impactar
la película- se trataba por lo tanto de revelarlo más que de fijarlo. Así procede,
analógicamente, Anne-Marie Norgeu, cámara y laboratorio todo junto- una
especie de Polaroid si se quiere: algo fugaz, digamos experimentado, viene a
impactar la placa sensible de lalengua, en donde la imagen se elabora, se revela
para fijarse finalmente en una forma escrita. […]
[…]Se trata de momentos de la vida cotidiana para leer como se hojea un álbum de
fotos reunidas por un amateur, sin proyecto de demostrar qué es lo que eso sea.
Usted no se cruzará casi nunca con citas adornadas con firmas famosas.
Mis referencias principales son la palabra de los psicóticos, algunas líneas encontra-
das en sus escritos, la lectura de sus diarios. Estas palabras son puestas en el principio
de cada capítulo y en negrita.
Ellas podrían quizá incomodar un modo de pensamiento que consiste en permitir
sobre todo el silencio en los que son minoría1.
1 Anne-Marie Norgeu, La Borde: la château des chercheurs de sens. La vie quotidienne à la clinique
psychiatrique de La Borde, Toulousse, Éditions érès 2009 (1ere édition 2006), p.11, Soledad
Vargas (trad.).
104 Soledad Vargas
¿Un café?
Una de las primeras guardias como residente de Psiquiatría, traía una de las
sorpresas inaugurales, junto al frío invernal, a la infraestructura dolorosa de un
neuropsiquiátrico casi olvidado en el organigrama sanitario, y a un compañero
ávido, sensible, dispuesto y presente. La escena se compone de una mujer en
una habitación del internado, el frío que es mayor adentro de la habitación
que en el patio (ya que los vidrios de la ventana están rotos), está casi desnuda,
«porque doctora se saca la ropa, no la tolera», despeinada, sola, absolutamente
sola, aunque acompañada por lo gélido que parece no tocarla. Somos tres, dos
residentes, y la médica psiquiatra al mando. Cuando nos acercamos a la puer-
ta, veo que la mujer mantiene un diálogo con una de las paredes, realmente
está respondiéndole algo a esa pared, está interesada, pero se entiende poco lo
que dice; aún terminando de ingresar, ella no nos registra; la saludamos, nos
presentamos; se da vuelta, muy cortés, hasta atenta con la visita, mira a mi
compañero, y le dice: «¿un café?». Realmente se trataba de una visita, y ella
salía de ese clima lejano donde estaba, para recibirnos. Mi compañero, sería
amable, y diría que prontamente, le responde: «no, le agradezco, por mí no».
Y ella acepta esa negativa, se da media vuelta y sigue en su asunto con la pared.
Recuerdo que luego la médica psiquiatra le dijo que taparíamos con cartones la
ventana, si ella estaba de acuerdo, ya que la habitación tenía los vidrios rotos.
Ella, ya no respondió. Cómo responder eso a sus invitados, que se tomaban ese
atrevimiento. Luego de «parchar» la ventana, salimos. Había sido una guardia
larga, llena de urgencias, y demás situaciones típicas de guardia, sin embargo,
algo de ese puente, de ese café, y de esa respuesta, me entregaron un detalle
que aún quiere decirme algo.
«También está siempre presente el riesgo de ser tomado por esta vieja enferme-
dad que hace creer que le haremos bien al otro llevándolo a convertirse (en
alguien) como todo el mundo»
Nosotros ocupamos un largo rato para limpiar su habitación, barrer debajo de su
cama, regar las plantas verdes, vaciar los ceniceros, lavar sus vasos…
Ahora, ella está instalada, sola en la mesa, delante del bar del Gran Salón. La
aristócrata, venida a menos, lleva puesto viejos anillos y fuma largos cigarrillos,
intercambiando alguna observación con un interlocutor invisible. Ella conservó
una manera elegante de cruzar las piernas, y su traje sastre tipo Chanel, indica
todavía mientras puede, su pertenencia a una cierta clase.
Estoy aquí 105
A pesar de sus cabellos un poco desordenados y del deterioro de su rostro, por todos sus
bellos vestigios, por la distancia que ella guarda con los otros en su dignidad desfigu-
rada, ella intenta permanecer en la coherencia de tiempos mejores. Ella era atracti-
va e inteligente; aquí se lo recuerda con una ternura consternada.
Me siento cerca de ella:
- ¿Usted quiere que vayamos a charlar un poco debajo de los árboles?
- La verdad que no.
- Ah bueno, ¿por qué no? hace un lindo día afuera.
- Yo tengo mis razones.
- Sí, sin duda, imagino.
- Entonces bien, imagine, mi querida, imagine.
Y en medio de esta respuesta hiriente, ella se da vuelta de una manera altiva,
reenviándome al lugar que yo no debería haber dejado: yo sería algo así como una
doméstica a la que esto no le sorprende.
Y ella retoma su conversación interrumpida con este interlocutor que permanece,
ciertamente, invisible: al menos ellos son, ella y él, del mismo mundo.2
2 Ibid, p.26.
106 Soledad Vargas
el diario La voz…para tener una cita, y canta la canción, textual: Puse un aviso
en el diario La voz, para tener una cita, con alguien que tuviese ganas de amar
hasta con la luz prendida. Me toma las manos y me invita a bailar cuarteto,
acepto, y bailamos un poco. Él lleva el mismo nombre del cantante que cita.
«Profe»
¿Qué medicación toma? podría ser la pregunta más recibida, pero no, tam-
bién, en poquito tiempo que llevo transitando por un centro educativo tera-
péutico, he recibido otras preguntas y otras respuestas…
«Somos todos profes», una de las primeras aseveraciones que me llama la aten-
ción, ¿eso implica que enseñamos algo? La segunda es que le digan merienda al
desayuno, pregunto por ambas «¿Le dicen merienda al desayuno?» (¡una me-
rienda a las 10 am!). Uno de los profes explota en una carcajada. Intenta dar
una explicación «creo le decimos merienda porque los chicos desayunan en su
casa. Luego a media mañana ya sería merienda.»
Cuento en el gabinete que mi primera entrada a una sala es frenada por Flor.
Me dijo «profe», y creo que yo ya había escuchado que ella pedía por médicos,
3 Ibid, p.34.
Estoy aquí 107
[…]Si usted viene a La Borde, usted no podrá instalarse como espectador, en estu-
diador del sufrimiento del otro. Ellos no lo dejarán hacerlo, ya que rápidamente
usted será captado para convertirse, en un primer momento, en el cómplice de tal o
cual enfermedad, de tal o cual buscador de sentido.
Su libertad no será acordada más que a precio de su propia palabra, del intercam-
bio de su auténtico nombre.
En primer lugar, diga quién es usted.
Su nombre adquiere una nueva sonoridad. Usted lo escucha, aquí, pronunciado con
frecuencia. ¿Está bien para usted que se lo trate por un nombre dicho así? El cual
tomaría un nuevo sentido. Y la increíble pregunta, a la vez irónica y conmovedora,
insiste sin descanso: ¿Yo quién soy?
Es que desde el primer día, usted se somete a la pregunta hostigadora. Todo el mundo
se la hace: los pacientes, los médicos, el cocinero, la lavandera, el jardinero…
Como una piedra de toque para verificar la autenticidad de su ser.
La única respuesta que yo pude encontrar fue decir: «Yo estoy acá», intentando estar
ahí de verdad, plenamente. Es sin duda, ahí, donde todo comienza. Pero tómese su
tiempo, usted terminará por comprender. […]4
4 Ibid, p.13.
108 Soledad Vargas
Pero no, ahora que lo pienso, yo llegué antes. Asisto a una entrevista para
valorar si trabajaría allí. Ese mismo día conozco el patio, y a Javier, un asistente
de una de las aulas; me da como palmaditas en la cabeza con una gran sonrisa.
Me bienviene. También ese primer día veo de lejos a Mile, descalza en el patio,
se la veía contenta; descalza en junio. Pasados los meses, elucubro que Mile
había comenzado a armar su cuerpo desde los pies y las manos, se calma cuan-
do pisa la tierra descalza y cuando agarra guantes de látex rellenos con agua.
Comenzó por ahí, pienso. Ella convierte la fiesta de la pachamama en su fiesta,
además de disfrutarla, porque es el día de la tierra, (ella y sus pies lo saben),
también tenemos que agarrarla cuando quiere meterse al pozo junto con la
ofrenda. Ama la hamaca que está en el patio, ese lugar potente donde todos
nos calmamos; Mile se mece, se mece, parece que ahí encuentra el ritmo, se ríe
a carcajadas, yo siento que me mira, le hago caras, pero en ese momento siento
que no me mira más. Mile baja del transporte a los gritos, una postal, es todo
un acontecimiento la llegada de los niños a esa sala.
Otro día, de esos de patios y mandarinas, Brisa me muestra la boca, me pre-
gunta si tiene sangre, le digo que tiene «apenitas» lastimado, le pregunto ¿cuán-
do pasó eso? me dice que ayer, sin embargo parece lastimado hace segundos.
Los tiempos, pienso yo. Brisa es la misma que en mi primer día en este CET,
mientras se hamaca, mirando a uno de los profes mientras éste hablaba con
5 Ibid, p.15.
Estoy aquí 109
una compañera los interrumpe y les dice: «¿vos la amás a ella?» y él responde:
«No Brisa, ¿por qué decís eso?». «Ah porque te ponés feliz cuando hablás con
ella». Dicen de Brisa que tiene una madre loca que gusta de un compañero de
sala de Brisa, que lo acosa, que lo busca, dicen que Brisa reproduce lo que su
madre. ¿Brisa habla del «entre»?, Brisa habla, y yo quiero estar ahí para escu-
charlo.
6 Ibid, p.111.
7 Ibid, p.14.
110 Soledad Vargas
«Los medicamentos participan con nosotros para sacar, de una vez por todas,
nuestra pena de la vida…»
Inteligencia de la situación: con ese «participan», aquel quien llegó a curarse aquí
firma su conocimiento de lo institucional; los medicamentos no serán suficientes.
Habrán estas otras cosas que se trabajan en el Club: esos lazos que inscriben, conec-
tan a las personas, los tiempos, los espacios, los hábitos y las tareas.
«Ingerir medicamentos, es tragar a su psiquiatra.
Nos podemos preguntar por qué toma notas. Es quizás para cuando él esté muerto,
para que otro pueda retomar después de él. Pero está tan mal escrito que nadie puede
leer, incluso él…Es eso el secreto médico.»
[…]8
Una tarde participo de la clase de folclore, sólo porque la puerta está abierta,
aunque creo que no hay puerta, ¿por eso siempre estará abierta?, Jeni me abra-
za, solamente esa pequeña puede tirar a una psiquiatra en cuclillas, psiquiatra
distraída por supuesto, luego de eso, uno de los super bombos creados por el
taller, se nos cae en la cabeza de ambas, Jeni queda en mutismo, le pregunto:
«¿te duele?» ella mueve la cabeza diciendo «Si», a lo que replico: «entonces ¿por
qué no llorás?» y ella levanta ambos hombros, eso que en lo universal del gesto
entendemos como un No sé. Y si, a veces no lloramos cuando nos duele. A
veces no sabemos.
El día que acompaño a un profe en una sala me encuentro con Franco, quien
esa mañana, necesita tres veces cambiarse el pantalón, muy de repente me
encuentro limpiando a un muchachito en el baño que tiene unos agudos que
todavía intento descifrar. Me siento desbordada ante esa postal, quiero volver a
ser psiquiatra. Esto me lleva a leer La función del pañal, ese bienaventurado
objeto transicional, la alfombra mágica le dicen otros, lo que te permite salir
de casa, y Franco está conociendo esa alfombra, y nosotros…no lo sé.
8 Ibid, p.35.
Estoy aquí 111
9 Ibid, p.87.
112 Soledad Vargas
realmente se suma, a la medicación vía oral que toma cada quien. Después de
haber recorrido internaciones de algunos establecimientos, supe que en la jer-
ga casi todos tienen su «trago de la casa», producto de lo que se anquilosa para
adentro, pero también de la medicación que proveen de afuera.
Aparentemente esta señora, flaquita, de pelo corto, con una sonrisa hermosa,
sin necesitar dientes para hacerla, tiene una reacción adversa durante la salida
de permiso, un extrapiramidalismo; sufre una contractura maxilar y su familia
la lleva a ser atendida por guardia en el Neuro, finalmente queda internada.
No supe por qué la internaron, quizá escucharon alguna idea delirante, pero
Norma era más bien una buena paciente, no hacía ruido; ni crisis de excitación
psicomotriz, no molestaba al servicio de enfermería, pero de algún modo, cuan-
do me encuentro con ella, siento que tuvo suerte de tener esa reacción adversa
que le posibilitó salir de una medicación de depósito que iba de suyo, de ser
simplemente alguien más que vivía hace 10 años en un pabellón de crónicos.
Como buena residente, esperaba algo de ella, pensaba que no pasaba nada, que
ni siquiera había algo que curar. Una mañana luego de la sesión en un consul-
torio del internado, en donde, quizá por primera vez, atiendo a que siempre
estaba acompañada de un perrito, y antes de entrar al consultorio, me pide
expresamente si él puede pasar con ella, a lo que me muestro de acuerdo;
hablamos como todas las sesiones, sin ningún sobresalto, yo le pregunto sobre
su vida, esforzándome ingenuamente para que algo suceda, al final me levanto,
me despido, el perrito la sigue, el perrito no me mira con mucho cariño, creo
que Norma siente esto, como un pequeño temor, y algo desencajado dentro
mío, por haber permitido que el perro ingrese, Norma me dice «Hasta luego
doctora», y sale, pero se vuelve inmediatamente y me aclara: «Usted le cae muy
bien a él.» Yo le respondo sin pensar demasiado: «bueno, que bien, que suer-
te». Norma me mira muy seria, como si con esa seriedad intentara hacerme
sentir la importancia de ese momento, y agrega: «él me lo dijo». Siguió un
silencio.
Norma, muchos meses después, partió a vivir a un hogar, que ya nada tenía
que ver con un asilo, seguramente tenía que ver (con) otras cosas, entre esas
nuevas cosas, no le permitían llevarse al perro. La despedida fue tristísima, y
me hizo prometerle que le encontraría dueño, el cual creo le encontré, ya que
lo adoptó otra paciente del hospital que un poco vivía en la calle, pero en la
calle cercana al hospital. Pasaron años para que yo acomode, o intente com-
prender que -hacer pasar- a su compañero a la consulta fue importante para los
Estoy aquí 113
tres, ella había encontrado un lugar, y ese día me lo hizo saber sin tanta sonri-
sa.
10 Ibid, p.28.
114
El teorema de Lacan,
topología de los procesos
de subjetivación*
Claude Mercier
Me encontré aspirado en ese discurso que Freud había fundado [...] los psi-
coanalistas de entonces estaban tomados en ese vacío, en ese agujero que
Freud había producido en ese mundo (finales del siglo XIX), y es por haber
sido, él, aspirado por no sé qué, por haber sabido hacer agujero, que los
psicoanalistas estaban allí en el maelstrom, en el torbellino, debatiéndose como
diablos, hay que decirlo, simplemente para agarrarse de alguna parte al cono
de aspiración. [...] Entonces me encontré aspirado en el agujero freudiano.
Dejo por vuestra cuenta pensar que yo también intento asirme a un borde. La
lógica es un borde. [...] Lo que yo pienso es que, en efecto, si hay un agujero,
es el agujero donde estamos todos arremolinándonos simplemente por el he-
1 M. Foucault, Las palabras y las cosas, México, Siglo XXI editores, 1997, p. 352.
2 M. Viltard, «Foucault-Lacan: La lección de las Meninas», en Litoral, nº 28, Córdoba, Edelp,
octubre 1999.
116 Claude Mercier
cho de habitar el lenguaje. [...] La situación es esta: si me sostengo de un borde
que es el de la lógica, es porque es, propiamente, el borde del agujero. Sujetarse
como punto de apoyo, como baranda para no ser arrastrado en el torbellino,
siempre fue antes de mí sujetarse a otros discursos, encontrarse consagrado a
que se hable del psicoanálisis con benevolencia, allí donde no se tiene ninguna
especie de idea; en lugar de eso, a lo que los llevo es a esto: no hay más que un
borde para definir el agujero en el que todos estamos aspirados; ese borde es el
lenguaje, y se entiende, me sujeto bien al borde, pero con eso entiendo soste-
nerse al borde real, aquel gracias al cual hay el maelstrom en cuestión3.
5 Ibid.
6 Donna Haraway, «Conocimientos situados: la cuestión científica en el feminismo y el
privilegio de la perspectiva parcial», en Ciencia, ciborgs y mujeres. La reinvención de la natura-
leza, Cátedra, 1995.
118 Claude Mercier
de que una máquina podría hacer esa actividad y reemplazarlo. De esa situa-
ción, Lacan había hecho CF en la sesión de 23 de diciembre de 1959:
Lacan va a hacer jugar como polo de tensión las rectas infinitas con la
geometría arguesiana:
7 J. Lacan, Seminario La ética del psicoanálisis, sesión del 23 de diciembre de 1959, Buenos
Aires, Paidós, 1988, p. 96. Transcripción disponible en el sitio de la ELP.
8 J. Lacan, Seminario Le sinthome, sesión del 9 de marzo de 1976. Traducción tomada de la
transcripción de J.H. Paquot.
El teorema de Lacan, topología de los procesos ... 119
Vemos construirse los polos de tensiones entre la mostración de Lacan
con las rectas infinitas y el estatus particular que Lacan dará al punto al infini-
to, y el otro polo de tensión con exhaución combinatoria y demostración de
Soury y Thomé. La problemática desarrollada por Lacan concierne a «ese pun-
to llamado al infinito» y tendrá una repercusión sobre la llamada cadena signi-
ficante. Desargues no aclaró si las rectas llamadas infinitas hacen cadena o
hacen nudo. Lacan nos precisa que ya evocó ese problema en seminarios ante-
riores.
Para desplegar este punto, vamos a tomar fragmentos de dos sesiones, la
del 13 de mayo de 1975 de RSI, y la del 9 de diciembre de 1975 de Le
Sinthome, y vamos a fabricar un montaje de esas dos sesiones. Comencemos
por un fragmento de la sesión del 13 de mayo de 1975:
Esa recta al infinito, todos saben su relación con lo que llamo simplemente el
redondel de consistencia [Imaginaria]. Un tal Desargues, el arguesiano como
se lo llama, advirtió desde hace mucho tiempo que la recta infinita es en todo
homóloga al círculo, en lo que se adelantó al llamado Riemann.
Es preciso que el punto al infinito sea tal que las dos rectas no hagan cadena, para
que eso haga nudo9.
Lacan dibuja tres rectas paralelas rojas y tres anillos concéntricos rojos,
con un punto marcado sobre cada anillo.
Desargues, autor de una obra oscura, que Lacan nos pide sentir, sentirla men-
talmente, como un sentir-mental.
Desargues, el arguesiano
13 Estas son algunas referencias que permiten entrar en la obra de Girard Desargues: René
Taton, L’oeuvre mathématique de G. Desargues, Vrin, 1951, y La Géométrie projective en France de
Desargues à Poncelet, PUF, 1951; Judith V.Field, The Geometrical Work of Girard Desargues, New
York-Berlin, Springer, 1987 y The Invention of infinity and Art in the Renaissance, Oxford, 1997;
Desargues en son temps, actas del coloquio bajo la dirección de J. Dhombres y J. Sakarovitch,
Edition Albert Blanchard, 1994. Ver también los libros de Jurgis Baltrusaïtis, Anamorphoses ou
perspectives curieuses, 1955, Les perspectives dépravées, 1957. Lacan, en múltiples ocasiones, hará
referencia a Baltrusaïtis.
14 A diferencia de Pascal (cicloide) y de Leibniz, (Deleuze utilizará ampliamente a Desargues
y la geometría proyectiva en su libro El pliegue. Leibniz y el barroco en 1988) Deleuze retomará
su lectura de la Ética de Spinoza con Desargues, lectura que no debe más nada al more
geometrico.
124 Claude Mercier
sión de «ir más rápido», sino como las potencias de un nuevo orden de pensa-
miento que conquista una velocidad absoluta15.
[...] esas dos consistencias pueden ser rectas al infinito, pero lo que hay que
precisar bien, es que de cualquier manera que se conciba ese punto al infinito
que fue soñado por Desargues como específico de la recta...19
17 Son las sesiones del seminario RSI del 10/12/74, del 11/3/75, del 8/4/75, del 13/5/75 y la
sesión del 9/3/76 del seminario Le Simphome. Hay como un entrelazamiento entre estas
sesiones y aquellas en las que Lacan habla explícitamente de la problemática del agujero sin
borde: 18/2/75, 15/4/75, 18/11/75, 9/12/75, y la sesión del 9/3/76 del seminario Le Sintho-
me; esta última sesión del 9/3/76 anuda a Desargues con el agujero sin borde. Para las sesiones
del seminario RSI, el autor sigue la transcripción del sitio de la ELP. La traducción es nuestra.
18 J. Lacan, seminario RSI, sesión del 10 de diciembre de 1974, p. 10 de la transcripción en
el sitio de la ELP. La traducción es nuestra.
19 J. Lacan, seminario RSI, sesión del 11 de marzo de 1975, p.9 de la transcripción en el sitio
de la ELP. La traducción es nuestra.
126 Claude Mercier
Hay alguien así, un hombre de genio que se llamaba Desargues, al que ya hice
alusión en su momento, a quien le había arribado la idea de que toda recta
infinita hacía cierre, hacía bucle en un punto al infinito. Es una idea absoluta-
mente sublime, en torno a la cual construí todo mi comentario de las Meninas20.
Si pensamos una recta como haciendo círculo desde un punto único al infini-
to, cómo no ver que esto tiene un sentido, que ella no se anuda. No sólo tiene
el sentido de que no se anuda, sino que por no anudarse, es que se anudarán
efectivamente al infinito, punto que, a mi entender, Desargues, Desargues a
quien utilicé en el momento en que, en otra parte, en la Normal Sup, hacía mi
seminario sobre Las Meninas de Velázques, donde aproveché para vanaglo-
riarme de situar dónde estaba esa famosa mirada, que evidentemente es el
sujeto del cuadro. La situaba en alguna parte en el mismo intervalo que esta-
blezco aquí en el cuadro bajo otra forma, es decir, en el que defino a partir que
las rectas infinitas en su punto supuesto de infinito no se anudan en cadena21.
20 J. Lacan. Seminario RSI, sesión del 8 de abril de 1975, pp. 7-8 de la transcripción en el sitio
de la ELP. La traducción es nuestra.
21 J. Lacan. Seminario RSI, sesión del 13 de mayo de 1975, pp. 8-9 de la transcripción en el
sitio de la ELP. La traducción es nuestra.
El teorema de Lacan, topología de los procesos ... 127
padamente a esta pregunta, no podemos hacer otra cosa que invitar al lector a
retomar una vez más el análisis de Las Meninas.
La intuición soñada
Para captar mejor esa intuición soñada por Desargues del punto al infi-
nito, vamos a continuar nuestro análisis con el filósofo-matemático Gilles Châte-
let. Es urgente rearticular la intuición y la operación bajo pena de ver la ciencia
sometida a la demanda tecno-social, y la filosofía reducida a un catecismo
ético-deontológico o ético-humanitario; se habría pasado insensiblemente de
la pop-filosofía a la filosofía low cost. Para Gilles Châtelet,
Aún queda un último punto para estudiar con Gilles Châtelet, que con-
cierne a la metáfora. Lacan, en la sesión del 9 de diciembre de 1975, nos
precisa las apuestas:
No es por nada que en una cuerda, la metáfora venga de lo que hace nudo. Lo
que intento, es encontrar a qué se refiere esa metáfora26.
Aquí, tenemos que volver a Les enjeux du mobile, y retomar con Châtelet
su análisis del electromagnetismo de Maxwell y Faraday:
Esta recta infinita se opone, por el hecho de su ruptura (ruptura afín a algo
que es lo esencial del nudo) a lo que hace anillo, como lo que he llamado la
consistencia, a algo, otra parte, sobre lo que no me apoyé la última vez, y que
es lo que hace lo esencial de lo que llamamos un anillo, y especialmente un
anillo de hilo, es decir, el agujero que está en el medio. De donde proviene la
interrogación que planteé la última vez, de saber si no había correspondencia,
correspondencia de la consistencia, de la ex-sistencia y del agujero en cada uno
de los términos mismos que adelanto como Imaginario, Simbólico y Real. Si la
consistencia es, como lo enuncié la última vez, del orden del imaginario,
puesto que también es hacia ese punto de fuga de la línea matemática que la
cuerda va, tenemos que interrogarnos sobre aquello de lo que se trata en lo que
hace al anillo de hilo como tal y que, si decimos que es el agujero, es un hecho
que no quedamos satisfechos. ¿Qué es un agujero si nada lo cerca? Ahora bien, la
última vez había marcado que la ex-sistencia, que la ex-sistencia, a saber, eso
31 J. Lacan, séminaire R.S.I., sesión del 18 de febrero de 1975, pp. 7-8 de la transcripción en
el sitio de la ELP. La traducción es nuestra.
132 Claude Mercier
de la que se trata.
Lo que hace agujero es el conjunto plegado, uno sobre otro, de esos dos círculos. Aquí,
como lo figuró bastante bien un tal Soury [...], es necesario enmarcar con algo
que parezca una sopladura, lo que llamamos en la topología, un toro. Es
necesario cercar cada uno de esos agujeros con algo que los haga sostener
juntos para que tengamos aquí algo que pueda ser calificado de verdadero
agujero. Es decir que es necesario imaginar para que esos agujeros subsistan, se
mantengan. Supongan simplemente aquí, una recta, ella cumplirá el mismo
papel, una recta, por poco que sea infinita [...] el hecho de que podamos, en ese
falso agujero hacer la añadidura de una recta infinita que por ella sola haga de
ese falso agujero un agujero que subsiste borromeanamente, es el punto sobre
el cual me detengo hoy32.
¿Qué es un agujero? Sería curioso, sin embargo, que tuviera relación con la
función fálica. En todo caso, no es ciertamente un significante de primera
mano. Evidentemente, la palabra agujero es un significante, pero justamente,
es un significante del que nadie sabe qué puede querer decir. Quizás sería
necesario impulsar un poco las cosas a ese respecto34.
1
Kenzaburo Oé, Cartas a los años de nostalgia, Anagrama, Barcelona, 1997, p. 298.
Una experiencia de posesión colectiva transcultural en Japón 135
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Una experiencia de posesión colectiva transcultural en Japón 137
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Una experiencia de posesión colectiva transcultural en Japón 141
descubrió, abandonado ahí para que muriese, un gatito (de sexo femenino).
No sabiendo qué hacer –llevarlo con él le parece una locura–, puesto que esta-
ba perdido tan lejos de su casa y con muchos kilómetros aún por hacer a pie,
decidió en un primer tiempo dejarlo «vivir su vida» –dicho de otro modo,
abandonarlo a su suerte. Pero el gatito no lo entendió de ese modo y se puso a
seguirlo. Así es como, por lástima ante esa pequeña cosa abandonada en un
bosque salvaje (el bosque de Shikoku aún tiene ese carácter, basta leer las des-
cripciones que hace el escritor Kenzaburô Ôe)17, lo puso en su morral y conti-
nuó así el trayecto de a tres (de dôgyô ninin, pasaje a dôgyô sannin, un mismo
camino, tres viajeros). De este modo el pequeño animal se volvió su acompa-
ñante de ruta, no sin provocar un cierto asombro en los japoneses que cruza-
ban su camino, y eso hasta la pensión siguiente donde al caer la tarde, durmió
con él. Al día siguiente, los tres (Kûkai, el henro occidental y el gatito) visita-
ron el Byôdoji (templo n° 22) y la idea de que no terminaría solo ese viaje y que
tendría que cumplir la primera parte de la peregrinación con el gatito para
traerlo de regreso a Francia se impuso al henro. En todo caso, así es como
interpretó la demanda del animal que, como si estuviera domesticado, acepta-
ba quedarse tranquilo en el morral y comía amablemente los alimentos que le
proponía su nuevo amo. Pero, tres kilómetros después de ese templo, el gato
empezó a cambiar de comportamiento: agresivo, quería a toda costa abando-
nar su nuevo hogar, y no dejaba de luchar dentro del bolso. En varias ocasiones
fue rescatado in extremis mientras se escapaba hacia el bosque y, al lado de un
estanque rodeado de juncos donde los carteles en japonés indicaban el peligro
de aproximarse debido a las serpientes, el animal vuelto salvaje se dio a la fuga
y desapareció entre la maleza. Pero el nuevo amo se rehusaba a su huida y
aterrado por la idea de que ese pequeño gatito no pudiera sobrevivir en ese
medio hostil, se le puso en la cabeza, en una suerte de trance donde desapare-
ció toda razón, encontrarlo siguiendo los maullidos que interpretaba como
gritos de socorro. Con los juncos hasta la cintura, y rompiéndolos con su bas-
tón, intentaba, en vano, encontrar –y recuperar- el animal que se había vuelto
invisible. En esta locura, con lágrimas en los ojos, rompió su bastón y tuvo que
rendirse ante la evidencia: con el gato que se había ido y Kôbô Daishi roto, se
encontraba solo en el bosque de Shikoku - dôgyô ichinin: un solo viajero en un
mismo viaje… El resto del viaje fue habitado por la imagen del gato, y el
17
K. Ôe, M/T y la historia de las maravillas del bosque, Seix Barral, Barcelona, 2009.
142 Major Murasawa, Stéphane Nadaud
trayecto, que se hizo más difícil porque el bastón, aunque reparado provisoria-
mente con una toalla atada alrededor, se había vuelto inútil, se prestó entonces
a una profunda melancolía. Los pies hasta entonces indoloros, se volvieron tan
pesados que las pausas tuvieron que multiplicarse. Los paisajes, hasta aquí
cálidos compañeros de viaje, se tornaron opacos y en las últimas noches, apare-
cieron extraños acontecimientos: despertado en pleno sueño, vio bajo las sába-
nas aparecer una bola, que parecía moverse o dormir con él –al levantarlas, por
supuesto, no vio nada; los maullidos oídos, los atribuyó a su fatiga, a su aisla-
miento y a su desesperanza. Llegado al final de su periplo, agotado, encontró,
mientras esperaba al pie del último templo de esta primera parte del periplo a
su amigo japonés que debía buscarlo para conducirlo a la civilización, a un
monje budista de edad con quien habló de su aventura desde un profundo
sentimiento de desesperanza. De la charla con este último, mezclando inglés y
japonés, no retiene más que una sola cosa que le dice este desconocido: «si me
volví bonzo en Shikoku es porque pienso que un hombre no tiene más que una
cosa por la cual debe preocuparse: el lugar adecuado para morir». Fue entonces
cuando su amigo japonés acompañado de su pequeño hijo de seis años, llegó
en su auto.
«Yo, Mahoro, fui a Shikoku con Amané, mi primer hijo de cinco años a
buscar a Stéphane. Tomó cuatro horas en auto desde mi casa para llegar al
lugar donde Stéphane terminaba su primer recorrido de henro en Shikoku.
Amané estaba muy contento de hacer ese corto viaje a Shikoku y de ver a
Stéphane. Cuando llegamos y lo encontré, me parecó muy cansado, en estado
de barbarie, salvaje. En ese momento, me dije que la razón era que su barba
había crecido mucho en una semana. Pero después que Stéphane entró en mi
auto, sentí algo raro, como si en ese auto, yo hubiese estado con Amené, Stépha-
ne y un otro, muy salvaje.
Después de haber conducido durante una hora, eran casi las 19hs, cuando
aún estábamos en Shikoku, antes de entrar a la autopista que debía conducir-
nos a Kyôto, tuvimos hambre y nos detuvimos para comer algo. Vi un peque-
ño restaurante sobre la ruta, pero Amané se negó firmemente a entrar: se puso
Una experiencia de posesión colectiva transcultural en Japón 143
a gritar y a llorar gritando: «quiero comer ramen»18. Es muy extraño que Ama-
né haga caprichos así. Entonces buscamos un restaurante de ramen en los
alrededores. Encontramos uno y mientras esperábamos el ramen, Amané hizo
un dibujito sobre el mantel de papel: era el dibujo de un hombre con un
sombrero budista que lloraba.
Pregunté a Amané:
-¿Quién es?
-No sé –me respondió.
-¿Por qué llora?
-No sé.
Amané estaba contento de terminar el ramen, y nos fuimos del restau-
rante. Tomamos la autopista y en el auto, Amané y Stéphane se durmieron
inmediatamente. Conduciendo el auto en la noche, y escuchando las respira-
ciones que parecían gruñidos, y no tenían mucho de humano, sentí angustia,
como si transportara el cuerpo de dos muertos. O más bien, tenía la impresión
de estar con dos animales salvajes, uno a mi izquierda y el otro detrás. Y, de
repente, encontré la palabra para explicar mi angustia: posesión (tsukimono).
Cuando llegué a casa se despertaron. Dejándolos en la puerta de entra-
da, llamé a mi mujer y le pedí que trajera sal. «¿Por qué?» Me respondió con
desconfianza. Pero, viendo los ojos de Amané y la cara de Stéphane, compren-
dió inmediatamente la necesidad: se trataba de desconmutar19* algo que los
18
Especie de fideos japoneses en caldo, muy populares en Japón, hechos con harina de trigo e
importado de China a principios del siglo XX.
19
El autor japonés de este artículo utilizó intuitivamente, en francés, el término débrayer
(traducido aquí por desconmutar*) en lugar de exorcizar (harau, 祓う). La razón, es que el
término japonés no se superpone exactamente al de exorcizar: como justamente lo dice
Michel Leiris, citando a Oesterreich, en lo referente a la posesión por los espíritus Zâr en
Etiopía, se trata, gracias a estos rituales, de hacer un pacto con los espíritus antes que de
expulsarlos. M. Leiris, La possession et ses aspects théâtraux chez les Ethiopiens de Gondar, Plon,
Paris, 1958, p.34. Los dos autores de este artículo decidieron, juntos, conservar el término
débrayer para traducir el verbo harau (por lo general traducido como «exorcizar»), pues ese
verbo, que significa en francés tanto «dejar de trabajar» (en una huelga por ejemplo) como
«dejar que una máquina funcione libremente» (en un cambio de velocidad en un auto por
ejemplo), les parece interesante en este contexto. El hecho de que el concepto lingüístico de
Jakobson shifter (palabra cuyo sentido varía con la situación de comunicación y permite
entablar un nuevo modo de comunicación) sea traducido en francés por «embrayeur» (siguien-
do en esto al término de Benveniste) les confirmó su elección. R. Jakobson, Ensayos de
lingüística general, Planeta de Agostini, Barcelona, 1985.
*En español el shifter jakopsoniano ha sido traducido por conmutador. Es por eso que opta-
144 Major Murasawa, Stéphane Nadaud
mos por la palabra desconmutar para la traducción de débrayer. Entendemos que si bien este
término no recubre en su totalidad el campo semántico de débrayer, sí explicaría el proceder
ceremonial ante un fenómeno de posesión en Japón tal como los autores lo describen, y que
según la hipótesis que sostienen, vendría a dar cuenta de la condición colectiva de la subjeti-
vidad. A diferencia de un exorcismo, donde la acción es expulsar o ahuyentar, la desconmuta-
ción posibilita «recobrar una señal simple, extrayéndola de una señal compuesta» (instituto de
verbología hispánica http://www.verbolog.com/0501.htm). Recordemos que la conmutación
implica un doble movimiento simultáneo de conexión y separación: (para Jakobson la combi-
natoria de recubrimiento C/M, concordante con la de símbolos-índices en Peirce, y en Lacan,
conecta y separa al sujeto del enunciado del sujeto de la enunciación). De este modo, descon-
mutar, no deja de remitir al procedimiento maquínico del deseo que plantean Deleuze y
Guattari, en quienes los autores encuentran apoyatura: («El deseo no cesa de efectuar el acopla-
miento de flujos continuos y de objetos parciales esencialmente fragmentarios y fragmentados, El deseo
hace fluir, fluye y corta» el Antiedipo, op. cit., p. 15). N. de T.
20
En Japón, se utiliza la sal después de las ceremonias fúnebres o las ceremonias de des-
conmutación para desconmutar las almas de los muertos o de los malos espíritus. La historia
de la utilización religiosa de la sal, se remonta al siglo VIII. Aún hoy, después de las ceremonias
funerarias, se esparce sal (o se hace un pequeño montículo frente a la puerta de la casa) para
prohibir la entrada a los espíritus de los muertos. Se acostumbra también pedirle a alguien
arrojar sal sobre los hombros para liberar (purificar) los espíritus de los muertos que lo poseen.
Nihon Daihyakkazensho (Nipponika), Shogakkan, Tôkyô, 2001.
Una experiencia de posesión colectiva transcultural en Japón 145
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Una experiencia de posesión colectiva transcultural en Japón 151
33
Otra etimología anticipa que el hielo se asocia al caballo para dar un caballo loco: es el
corazón que actúa como un caballo loco.
34
Chevaucher: también imbricar, traslapar. N. de T.
35
M. Kishimoto, Naruto, Kana, Paris-Bruxelles 1999.
36
M. Leiris, op. cit.
152 Major Murasawa, Stéphane Nadaud
viduo, marcándolo como por un halo que lo llena por completo (pensaremos
en las marcas de las fotos tomadas de los poseídos en el film Ring de Hideo
Nakata, que permiten saber quién está poseído verdaderamente). Dentro del
sujeto o sobre el sujeto, no es esa verdaderamente la cuestión pues la expansión
del campo de la subjetividad que efectuamos y que nos permitió superar una
visión cartesianocentrada (si se nos permite ese neologismo), que nos posibili-
tó no reintegrar esta subjetividad en el sujeto occidental individualizado, esta
operación entonces nos dio las llaves para proponer una interpretación de la
experiencia transcultural de posesión que vivimos en la isla de Shikoku y que
vamos ahora a exponer, a modo de conclusión.
37
Op. cit.
Una experiencia de posesión colectiva transcultural en Japón 153
38
Vamos a precisar y completar esta fórmula en pocas líneas.
154 Major Murasawa, Stéphane Nadaud
el henro occidental habrá sido montado por el kami (sentido japonés, animis-
ta, de la posesión) y, cuando entra en contacto con los dos japoneses, habrá
formado una entidad colectiva (subjetividad colectiva) en la cual (sentido occi-
dental, moderno y cartesiano, de la posesión) el espíritu se encontró como un
posesor que la entidad colectiva en cuestión poseía en su seno. Pero esta lectura
es aún demasiado simplista y alejada de una precisa concepción colectiva de la
subjetividad: en efecto, sería más preciso decir que un agenciamiento se puso
en juego, que reemplaza la fórmula que propusimos algunas líneas más arriba:
niño-japonés-adulto-japonés-henro-extranjero-kami-gato.
Como sea, la posesión tal como intentamos definirla (y que después de
todo no es más que otro nombre de este agenciamiento subjetivo colectivo) no es
tanto una cuestión de idea como de cuerpo: el japonés adulto expresaba más
arriba una reacción corporal, física, cuando conducía de regreso en su coche
fúnebre los cuerpos de los otros (niño japonés, henro extranjero, kami); lo
mismo el desconmute implementado al llegar, ayudado por la mujer japonesa,
parece una inmunización, es como una suerte de reacción somática a la inva-
sión de una entidad exterior que no hay que expulsar sino integrar, digerir, con
la cual hay que hacer. Ese carácter corporal –que se opone a una visión pura-
mente intelectual- nos invita a tomar con prudencia la interpretación de esta
experiencia de posesión transcultural en Japón –demasiado racional- que pro-
ponemos. El carácter enigmático – incluso perturbador – de este tipo de expe-
riencias es igualmente útil para captarla, a falta de comprenderla. No hemos
insistido lo suficiente sobre la vivencia subjetiva individualizada de cada uno
de los actores de esta experiencia. Por ejemplo, al día siguiente del regreso del
henro occidental a la casa de la familia japonesa, cada uno estaba subjetivamen-
te muy mal. La madre japonesa evidentemente se inquietaba por lo que había
vivido su hijo, y la pareja se negaba a creer en fenómenos paranormales pero no
podía impedir estar aterrorizada por ellos. El sentimiento de cada uno proce-
día de la angustia – tanto más dolorosa cuanto que vivida de manera solitaria a
partir de una subjetividad individualizada difícilmente compartible -, y no se
parecía en nada a la vivencia plácida de una subjetividad colectiva. Dicho de
otro modo, lejos de considerar esta experiencia como un ideal, queremos insis-
tir en especial sobre su carácter bastante común, en el sentido freudiano de
una inquietante extrañeza. La experiencia que hemos presentado es, para reto-
mar –y desplazar- la célebre frase de Descartes, la cosa del mundo mejor compar-
tida. A cada instante, los agenciamientos subjetivos ponen en juego a los suje-
Una experiencia de posesión colectiva transcultural en Japón 155
tos individualizados (cartesianos) –que todos somos –lo que es, en nuestro
país, la parte visible de este agenciamiento-, pero también una multitud de
espíritus –quizás invisibles para la mayoría pero a veces visibles en Japón, o en
otras culturas animistas, y sin dudarlo, también en Francia. La posesión como
otro nombre de este agenciamiento colectivo, entonces no es un ejercicio fijo
sino algo siempre cambiante: expresa un sistema constante de digestión de
elementos visibles e invisibles que componen la subjetividad colectiva incons-
ciente. Cuando una sociedad está completamente cerrada sobre sí misma, el
fenómeno de posesión parece imposible, y en ese momento emergen interpre-
taciones como las que propone Leiris y pueden parecer justas. Muchas ilusio-
nes son alimentadas por numerosos antropólogos, sociólogos o psiquiatras y
que consisten en pensar los fenómenos de posesión como un teatro físico o una
dramaturgia clásica, sólo porque esos especialistas presuponen al sujeto y a la
sociedad como entidades individualizadas y fijas. Pero tal fijeza no es válida
más que para sociedades ideales, petrificadas. Sociedades que sólo existen en la
cabeza de individuos también petrificados e ideales.
Cuerpo y
entorno
Juan Zavala
5 Jean Oury et Marie Depusse, A quelle heure passe le train ? Conversations sur la folie, Calmann-
Lévy, 2003, Paris. Ver también : Préalables à toute clinique des psychoses, Jean Oury et Patrick
Faugeras, érès, 2016, Toulouse.
6 Ver: nota 5.
7 Sigmund Freud, Proyencto para una psicología, en Obras completas, vol. 1, Amorrortu, 1976,
Buenos Aires.
Cuerpo y entorno 159
8 Giorgio Agamben, ¿Qué es un campo?, texto presente en Mezzi sensa fine. Note sulla política,
Bollati Boringhieri, pp. 35-41, 1996, Torino.
9 Jean Oury, Lo colectivo, op. cit., p. 24.
160 Juan Zavala
ples como «¿Qué estoy haciendo acá?» y «¿Qué estás haciendo vos acá?». Co-
rrespondencia que, sin embargo, no es reciprocidad, sino una disparidad a
partir de la cual habría un mundo allí atravesando a quien llega a decir.
La tendencia cotidiana a caer en relaciones alienantes llega a enlodar un
poco más la nata del «emprendedurismo», tal como aparece el emblema actua-
lizado, en el que se hunden los establecimientos. Ya Martínez de Hoz propo-
nía, con el nombre de «cuentapropismo», una ética liberal que ahora se pro-
mueve como neo, y que se suma a la uniformización, la homogeneización, la
no inscripción, la falta de iniciativa, y el estancamiento10. Se universaliza por
definición, se generaliza por comodidad, se normativiza por «utilidad», para
«abaratar costos». La «eficacia» se estandariza en una escala de merecimientos,
capacidades, o su ausencia. Existencias estalladas y explotadas bajo el lema
ideológico del american way of life que impele a readaptarse a la normopatía,
esa patología hegemónica con manifestaciones fóbicas hacia la locura.
Implicarse en la libertad de una vida colectiva activa, atender al ambien-
te hostil, abstenerse de inmiscuirse en la opacidad del otro, permite, siguiendo
a Oury, suprimir los encasillamientos, las segregaciones… Si hay libertad de
circulación, habrá posibilidad para cada quien de emprender su camino, sin
que se pretenda preverlo ni asimilarlo, y que cuente con la posibilidad azarosa
de los encuentros. Para que pueda haber encuentro es necesario que haya una
suerte de ruptura en el continuum de la vida cotidiana. Algo que sorprenda, a
partir de lo cual haya posibilidad de entrar en esta lógica de función escriba.
Hay correlación entre función escriba en el plano del «Leib» y una posi-
bilitación. ¿Cómo es la transferencia en una institución? ¿Cómo promover la
libertad de circulación, para que pueda haber encuentro y que este encuentro
sea una posibilitación para reactivar la función escriba? Para sostener algo de la
transferencia en los establecimientos, sus modalidades necesitan sostenerse con
vigilia y presencia.
Trabajo de apertura
Citando a Nathalie Zaltzman, Oury destaca una palabra usada por Freud
para advertir sobre las dificultades de traducción de Kulturarbeit. A partir de
10 Ibidem, p. 99.
Cuerpo y entorno 161
«Das Ich und das Es11», «Das Unbehagen in der Kultur12», «Der Mann Moses
und die monothehtische Religion13», etc., cuando dice «Kultur» erróneamen-
te se traduce por «cultura» o «civilización»… Freud señala que cada análisis
singular ingresa en la órbita de «Kulturarbeit». Es decir que no está encerrado
en el «yo» especular, ni se trata de presuntos «problemitas personales». Un
verdadero análisis se abre sobre sí mismo y sobre las relaciones con otros…
Hay un exhaustivo trabajo de puesta en juego de Kultur. Y agrega:
Dice Oury que para Peirce, además del mensaje susceptible de descifra-
miento, hay un conocimiento colateral del lado de la experiencia… Por el hecho
de hablar una misma lengua, se da por sentado que se comprenderá… pero las
frases toman significaciones y no necesariamente se comprende. Por lo tanto
hay algo preliminar en toda conversación. Se puede decir que hay algo del
dominio de un lazo, presente incluso sin palabras, con un gesto alcanza… Pero
también hay afecciones que perturban las pre-formas. Hay cosas que pueden
tomar forma aunque no lo hayan hecho aún, que lleguen a «formarse» no va de
suyo, porque hay personas en dificultades por encontrarse en mundos donde
no se accede a esta suerte de cotidianeidad de la preforma.
Tosquelles insiste en el hecho de que no será posible hablar de transfe-
rencia, ni de función escriba, si no se implementa un análisis institucional
permanente. Esto no quiere decir «psicoanálisis» institucional. El análisis ins-
titucional es el análisis de la alienación social masiva que a todos nos impregna
e impide acceder al universo de preforma. Mundo de preforma caracterizado a
veces por cierta complicidad, aun en ausencia de palabras, que Oury llama
connivence.
Para poder delimitar cierto espacio de análisis, se abren así dos vías a
tener en cuenta: por un lado la sobre determinación inconsciente, y por otro,
una sobre-determinación social de muy difícil discernimiento, por encontrar-
nos sumergidos en ella.
A propósito de la función escriba es necesario que haya una posibilidad
de inscripción suficientemente libre, independiente, una tesela llega a decir
Oury. El cuerpo estaría en correlación con el lugar del olvido principiante. No
se podría recordar sin olvido. La existencia misma no existe sin olvido. El pro-
blema se presenta cuando hay fuga de olvido. Ahora, la articulación entre
olvido y espera no puede manifestarse –y es allí, quizás una de las articulacio-
nes posibles de la función escriba. Es decir, al nivel de esta energía absoluta
(energeia) que permite la cohesión. Esta emergencia, requiere implicación de
un entorno despabilado de la indolencia.
163
http://pensandoencordobes.blogspot.com/2012/11/mi-cara-no-es-tu-trabajo.html
el psicoanálisis, el problema de lo que pasa con el ser del sujeto (lo que debe ser el ser
del sujeto para tener acceso a la verdad) y la cuestión, a cambio, de lo que puede
transformarse en el sujeto por el hecho de tener acceso a la verdad, pues bien, estas
dos cuestiones, que son cuestiones absolutamente características de la espiritualidad,
podemos encontrarlas en el corazón mismo o, en todo caso, en el principio y la
culminación de uno y otro de esos saberes.»2 Y continúa: «Y me parece que todo el
interés y la fuerza de los análisis de Lacan radican precisamente en esto: que él fue,
creo, el único desde Freud que quiso volver a centrar la cuestión del psicoanálisis en
el problema, justamente, de las relaciones entre sujeto y verdad.»3
Podríamos ilustrar lo que allí dice de la siguiente manera:
curso de un análisis
α Ω
sujeto-verdad sujeto-verdad
O también así:
Sujeto-Verdad
FILOSOFÍA Y VERDAD
4 Cf. Guy Le Gaufey, «Un cuidado que me tiene sin cuidado», me cayó el veinte, revista de
psicoanálisis, N° 14: Prácticas de la ironía, otoño 2006, México, D.F., pp. 175-184.; o Guy
Casadamont, «Sobre la disparidad Lacan/Foucault. A partir de una observación de Jean
Allouch», Pagina literal, 2006, N°: 5-6, pp. 19-25.
5 Sin duda, la verdad, no ha sido solamente una cuestión filosófica. También religiosa y, en
particular, cristiana: «La verdad os hará libres» (Jn 8, 32), «Yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida»
(Jn 14, 6).
6 Para ello, seguiremos las pistas de, Hervé Couchot, «Philosophie et vérité: quelques remar-
ques sur un chassé-croisé», Concepts : Gilles Deleuze-Michel Foucault. Continuité et disparité, 8,
Sils Maria, Paris, 2004, pp. 27-51.
166 Marcelo Real
Deleuze a menudo me hablaba de esto: ‘Jacques, ¿qué piensas? Michel está total-
mente loco. ¿Qué es esta vieja idea [vieille lune] de la verdad? Él nos hace volver a
la vieja idea de la veridicción. ¡Ah! No es posible’.»7
Esta breve anécdota extraída del libro de François Dosse, señala de for-
ma directa la divergencia que se produjo entre Deleuze y Foucault a propósito
de este tema. Según lo que Donzelot cuenta a Dosse, Deleuze no podía creer-
lo, le parecía una locura que Foucault hubiera recuperado aquella idea perimi-
da de la veridicción. Pero si nos contentáramos con la anécdota nos quedaría-
mos demasiado cortos, correríamos el riesgo de fabricar una confrontación que
nos obligaría quizá a tomar partido rápidamente, a riesgo de caer en la crítica
fácil (en este caso, a Foucault). Afinemos pues esta discrepancia, adentrémonos
en este debate a través de los distintos textos y entrevistas disponibles de am-
bos pensadores.
La voluntad de saber
En 1977, al año siguiente de la publicación de La voluntad de saber,
Deleuze escribe a Foucault en una carta que será publicada bajo el título Deseo
y placer: «Me parece que hay tres nociones que Michel toma en un sentido completa-
mente nuevo, pero sin haberlas desarrollado aún: relaciones de fuerza, verdad, pla-
ceres.»8 Es así evidente que el punto de debate no se reduce a la cuestión del
deseo y el placer, como en cambio el título de la carta abierta lo sugiere: los
puntos de discusión son entonces variados y múltiples, abarcan no sólo las
concepciones del placer, sino también las del poder y la verdad. En este senti-
do, la cuestión de la verdad –ligada sin duda a la de las relaciones de fuerza–
constituye un punto mucho más decisivo y radical, en el sentido que toca al
modo mismo en que ambos filósofos conciben la filosofía (por esos años Foucault
no encuentra mejor manera de definir la filosofía más que como «política de la
verdad»9; mientras que, como lo veremos más adelante, para Deleuze es «crea-
ción de conceptos»).
7 F. Dosse, Gilles Deleuze y Félix Guattari. Biografía cruzada, FCE, Bs. As., 2009, p. 414. La
traducción del libro de Dosse, al menos en este pasaje es imprecisa, omite palabras y, lo que es
peor, traduce «véridiction» por «lo verídico».
8 G. Deleuze, Deseo y placer, Archipiélago, Cuadernos de crítica de la cultura, Barcelona, nº
23, 1995.
9 M. Foucault, Seguridad, territorio y población. Curso en el Collège de France (1977-1978), 11
de enero 1978, Bs. As., FCE, 2006, p. 17.
De la verdad por fin cuestionada 167
Continúa Deleuze: «V. S. [La voluntad de saber] supone un nuevo paso,
en relación a V. y C [Vigilar y castigar]. El punto de vista permanece idéntico: ni
represión ni ideología. Pero, dicho brevemente, los dispositivos de poder ya no se
limitan a ser normalizadores, tienden a ser constituyentes (de la sexualidad). Ya no
se limitan a formar saberes, son constitutivos de verdad (verdad del poder). Ya no se
refieren a «categorías», negativas a pesar de todo (locura, delincuencia como objeto
de encierro), sino a una categoría considerada positiva (sexualidad)10. Este último
punto es confirmado por la entrevista de la Quinzaine.411, al comienzo de la pági-
na 5. A este respecto, creo que se puede ir más lejos en el análisis de V. S. El peligro
es: ¿Michel vuelve a un análogo del «sujeto constituyente»?, y ¿por qué experimenta
la necesidad de resucitar la verdad, incluso si hace de ella un nuevo concepto? No es
que yo plantee estas preguntas, pero me parece que estas dos falsas preguntas se
plantearán, en la medida que Michel no las ha explicado suficientemente.»12 El
peligro señalado por Deleuze se refiere en principio a los malentendidos que
podrían suscitar los nuevos avances de La voluntad de saber, al faltar explicacio-
nes más amplias. Aunque según la anécdota de Donzelot, también él se plan-
teará finalmente la segunda de estas («falsas») preguntas, principalmente cuando
el problema se presente en términos de veridicción.
Los reparos de Deleuze muestran que la forma en que por esos años
Foucault plantea la política de la verdad presenta lagunas, imprecisiones, pun-
tos de problematicidad. Sucede que la «verdad» es un concepto polivalente,
que Foucault lo emplea para referirse a cosas muy distintas. En efecto, al insis-
tir con la cuestión de la verdad, Foucault deberá inventar o echar mano a toda
una batería de nociones, que sería imposible desarrollar aquí de forma cabal, y
que van desde la «voluntad de verdad», el «régimen de verdad»13, los «juegos
14 Cf. J. Revel, op. cit., p. 132. Según cuenta Dosse en la biografía de Deleuze y Guattari,
Canguilhem relataba que respecto a los «juegos de verdad» Foucault decía que dicha noción
era extraña tanto para los filósofos dogmáticos como para los críticos. Noción que en Foucault
parece no sólo remitir a Wittgenstein sino también a Searle, con quien tuvo intercambios a
finales de los 70. Cf. Philippe Chevallier, Vers l’éthique. La notion de « régime de vérité » dans
le cours du Gouvernement des vivants, en D. Lorenzini, A. Revel et A. Sforzini (dir.), Michel
Foucault: étique et vérité. 1980-1984, Paris, Vrin, 2015, p. 64.
15 Cf. J. Revel, op. cit., p. 132.
16 Ídem. Cf. el análisis del doble sentido de la veridicción en Thamy Ayouch, Foucault pour
la psychanalyse : vérité, véridiction, pratiques de soi, en Laurie Laufer et Amos Squverer,
Foucault et la psychanalyse. Quelques questions analytiques à Michel Foucault, Hermann éditeurs,
París, 2015, p. 105. Cf. también Michel Foucault, Historia política de la verdad. Una genealogía
de la moral. Breviarios de los cursos del Collège de France, edición de Jorge Álvarez Yágüez,
Biblioteca Nueva, Madrid, 2016, pp. 95 y ss.
17 Cf. Ph. Chevallier, op. cit., p. 54; Orazio Irrera, Satyagraha : Une alèthurgie décoloniale face
au Gouvernement colonial des vivants, en D. Lorenzini, A. Revel et A. Sforzini, op. cit., p. 199.
De la verdad por fin cuestionada 169
rior de las cuales por el momento ella funciona […]»18. Por su parte, Deleuze
comenta: «si los dispositivos de poder son constitutivos de verdad, si hay una verdad
del poder, debe haber como contra-estrategia algún tipo de poder de la verdad
contra los poderes. De aquí el problema del papel del intelectual en Michel; y su
forma de reintroducir la categoría de verdad, pero, al renovarla completamente
haciéndola depender del poder, ¿encontrará en esta renovación una materia que se
pueda volver contra el poder? No veo cómo. Hay que esperar a que Michel hable de
esta nueva concepción de la verdad, en el nivel de su micro–análisis»19
Ese poder de la verdad que estaría del lado del contrapoder, del lado de
la resistencia, tal vez podría vincularse con la producción de enunciados del
Grupo de Información de las Prisiones (GIP)20. En efecto, contrariamente al
existencialista francés: «Foucault tenía una concepción, una manera de vivir la
posición política del intelectual muy distinta de la de Sartre, y no en un respecto
teórico. Sartre, a pesar de su fuerza y su genio, tenía una concepción clásica del
intelectual. Intervenía en nombre de los valores superiores, el Bien, lo Justo, lo Ver-
dadero. […] Foucault era mucho más funcional, siempre fue un funcionalista. Pero
inventó un funcionalismo particular. Y este funcionalismo consistía en ver y decir.
¿Qué es lo que hay que ver aquí? ¿Qué es lo que hay que decir y que pensar? No
era el tipo de intelectual garante de ciertos valores. Ya sé que, después, se expresó en
nombre de su concepción de la verdad, pero ahí se trataba de otra cosa. ‘Infor-
mación’ [Deleuze se refiere al GIP] no era en absoluto un término adecuado. No se
¿Qué es la filosofía?
Por ello, según Hervé Couchot22, la reanimación sorprendente de la
verdad por parte de Foucault no equivale para Deleuze a un retorno de la vieja
imagen dogmática del pensamiento, puesto que filosofía del decir veraz (vrai-
dire)23 no es igual a filosofía de la verdad. No es contradictorio entonces reto-
mar la filosofía desde el punto de vista del decir veraz al mismo tiempo que se
desarrolla una crítica radical de los presupuestos metafísicos y morales de la
voluntad de verdad. Pienso que la advertencia de Deleuze es la siguiente: ¿al
centrar allí la cuestión no se corre el riesgo de reavivar tales presupuestos?
Sucede que para Deleuze, la cuestión de la verdad no es ni la más anti-
gua ni la más constante preocupación de los filósofos24. Hay siempre proble-
mas menos visibles y más precisos que, en cada época, se plantean al pensa-
miento incluso cuando la voluntad de verdad parecer servirles de telón de
fondo: en el siglo XVI, ¿cómo impedir el error?; en el XVIII, ¿cómo disipar las
ilusiones?; en el XIX, ¿cómo conjurar la necedad (o estupidez, bêtise)? De este
modo, la filosofía no tiene nada que ver con lo verdadero y lo falso, con la
ocupación por la verdad, sino con la creación de conceptos25. «Y si se trata de
crear conceptos: ¿qué se quiere decir? ¿Y constituir un problema? No es un asunto de
verdad o de falsedad, ¡es una cuestión de sentido! En fin, es preciso que un problema
tenga sentido. Hay problemas que no tienen sentido, sí, y hay problemas que sí lo
tienen. Hacer filosofía es constituir problemas que tienen sentido y crear los concep-
tos que nos hacen avanzar en la comprensión y la solución del problema.»26 Así
como con la cuestión de Foucault y la verdad, hay que precisar que si Deleuze
se refiere aquí al sentido, está en las antípodas de reconstituir el sentido según
la imagen dogmática del pensamiento que opone sentido a sinsentido27. «Lo
que se denomina «el sentido de una proposición» no es más que el interés que suscita.
No existe otra definición de sentido, el sentido es lo mismo que la novedad de una
proposición. […] nunca se trata de que sea falso, simplemente es estúpido o carece de
importancia. […] Las nociones de importancia, de necesidad, de interés [también
de singular, de notable o destacable, de lo nuevo, es decir, de lo que no está ya
mil veces dicho], son infinitamente más decisivas que la noción de verdad. No
porque ocupen su lugar, sino porque miden la verdad de lo que decimos.»28
Lo mismo podría decirse de su uso del concepto. Si Deleuze denuncia el
clisé de quienes hablan del derrumbamiento de los sistemas, su imposibilidad
de construir un sistema del tipo que se construía en el siglo XIX a causa de la
actual diversidad de los saberes, es porque dicha idea lleva tanto a la hiperespe-
cialización en temas aislados como a la idea de que finalmente todo el mundo
puede decir cualquier cosa. Ahora bien, dicha crítica no la hace evidentemente
en nombre de un sistema de tipo hegeliano, sino que invoca los sistemas abier-
tos de la ciencia y la lógica contemporáneas fundados en interacciones, que
rechazan la causalidad lineal y que transforman la noción del tiempo. El «espa-
cio literario» de Blanchot29 o el rizoma que construyen con Guattari30 pueden
26 Cf. G. Deleuze, Abecedario. H, como en Historia de la filosofía, Entrevistas con Claire Parnet.
Disponible en: http://estafeta-gabrielpulecio.blogspot.com.uy/2009/08/gilles-deleuze-abece-
dario-h-i-j-k.html
27 Es toda la apuesta de G. Deleuze, Lógica del sentido, Paidós, Barcelona, 2005.
28 «Incluso en la matemática: Poincaré decía que muchas teorías matemáticas no tienen ninguna
importancia, carecen de interés. No decía de ellas que fuesen falsas sino algo peor.» G. Deleuze,
Conversaciones, op. cit., p. 111. Cf. también G. Deleuze y F. Guattari, op. cit., p. 84. Cf. también
G. Deleuze, La subjetivación. Curso sobre Foucault, III, Cactus, Bs. As., 2015; G. Deleuze,
Carta a Uno: cómo trabajamos juntos, Dos regímenes de locos, op. cit., p. 217; G. Deleuze y F.
Guattari, op. cit., p. 112. Cf. también G. Deleuze, Respuesta a una pregunta sobre el sujeto,
Dos regímenes de locos, op. cit., p. 314. La noción de «importance» es clave en la filosofía de
Whitehead. Cf. Alfred North Whitehead, Modos de pensamiento (conferencias y lecciones), Taller
de Ediciones Josefina Bentancor, Madrid, 1973.
29 M. Blanchot, El espacio literario, Editora Nacional, Madrid, 2002.
30 G. Deleuze, F. Guattari, Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, Pre-textos, Valencia,
1994.
172 Marcelo Real
tal como lo planteará Foucault. Puesto que la verdad siempre fue definida por la
conformidad, conformidad entre la cosa y la representación, conformidad entre el
decir y el ver.»38 Pero para Foucault: lo que se ve no reside en lo que se dice, y
viceversa.
A partir de este pensamiento paradojal de la no-relación entre lo visible
y lo enunciable39, Foucault forja un nuevo concepto de la verdad. Se trata pues
de pensarla de otra forma a partir de los dispositivos de enunciación y visibili-
dad, y de las prácticas de subjetivación: «los dos, ver y hablar, es decir los visibles
y los enunciados, constituyen lo que Foucault llama un ‘saber’. ‘Saber’ es siempre
efectuar la no-relación entre lo visible y lo enunciable, es combinar lo visible y lo
enunciable, es operar las capturas mutuas entre lo visible y lo enunciable. Y allí se
juega el problema de la verdad.»40 Y Deleuze termina diciendo: «[…] lo visible
remite a un proceso y lo enunciable remite a un proceder. ¿Qué es combinar el
proceso de visibilidad y el proceder de enunciabilidad, el proceder de la creación de
los enunciados? El proceso más el proceder es un procedimiento. El saber es un
procedimiento. La verdad no existe independientemente del procedimiento, y el pro-
cedimiento es la combinación del proceso visible y del proceder enunciativo.»41 No
hay por supuesto aquí primacía alguna de lo simbólico.
De este modo, «El uso de los placeres [segundo tomo de la Historia de la
sexualidad escrita por Foucault] saca la conclusión de todos los libros precedentes
cuando muestra que lo verdadero sólo se presenta al saber a través de las «problema-
tizaciones», y que las problematizaciones sólo se hacen a partir de «prácticas», prác-
ticas de ver y prácticas de decir. Esas prácticas, el proceso y el método, constituyen los
procedimientos de lo verdadero, «una historia de la verdad». Pero es imprescindible
que las dos mitades de lo verdadero [los enunciados y las visibilidades] entren en
relación, problemáticamente, en el mismo momento en que el problema de la ver-
dad excluye su correspondencia o su conformidad.»42
Deleuze pone el ejemplo de Schreber: «¿el hombre que podemos ver en un
manicomio es el mismo que podemos enunciar como loco? Por ejemplo, resulta fácil
38 G. Deleuze, El saber. Curso sobre Foucault, II, clase del 22 de octubre de 1985, Ver y hablar.
Arqueología, archivo, saber, Cactus, Bs. As., p. 31.
39 En esto se aproxima a Blanchot. Cf. Maurice Blanchot, III. Hablar no es ver, La conversa-
ción infinita, Arena, Madrid, 2008, pp. 31-40.
40 Ibíd., p. 33.
41 Ibíd., p. 34.
42 G. Deleuze, Foucault, op. cit.
De la verdad por fin cuestionada 175
El pliegue de la verdad 45
Como habrá podido apreciarse, Deleuze no excluye radicalmente el pro-
blema de la verdad. ¿Podría decirse que hace de ella más bien un pliegue? En
efecto, según Deleuze, Foucault reconoce cuatro pliegues principales de la
subjetivación (o relación de sí consigo mismo): «el pliegue que constituye nuestro
cuerpo (nuestro cuerpo si somos griegos, nuestra carne si somos cristianos, y aún hay
muchas variaciones posibles en cada pliegue), el pliegue realizado por la fuerza que
se ejerce sobre sí misma en lugar de aplicarse a otras fuerzas, el plegado que consti-
tuye la verdad en relación con nosotros mismos, y finalmente el último pliegue, el de
la línea del Afuera, el que constituye una ‘interioridad de espera’» 46. Deleuze siste-
PLIEGUE CAUSA
parte del cuerpo:
aphrodisia (griegos), carne (cristianos), material
sexualidad (modernos)
relación de fuerzas:
fuerza que se ejerce sobre sí misma según una eficiente
regla natural, divina, estética, o racional
verdad:
relación de lo verdadero con nosotros mismos, formal
con nuestro ser, es decir, con el ser del sujeto
(distinta en Platón, San Agustín, Descartes)
Afuera:
“interioridad de espera” (lo que se espera puede final
ser: inmortalidad, eternidad, salud, libertad,
muerte, renuncia)
PSICOANÁLISIS Y VERDAD
53 Sigmund Freud, Esquema de psicoanálisis (1938), Obras completas, vol. XXIII, Amorrortu,
Bs. As. 1991, p. 175. Los términos en alemán los tomamos de S. Freud, Abriss der Psychoanaly-
se, Gesammelte Werke, Siebzehnter Band, Scriften Aus Dem Nachlass (1892-1938), London,
Imago, 1955, p. 99.
54 Cf. El juego de Michel Foucault, Entrevista publicada en la revista Ornicar, núm. 10, julio
1977, p. 62. Fue traducida al castellano por Javier Rubio para la Revista Diwan, Nros. 2 y 3,
1978, pp. 171-202.
180 Marcelo Real
****
71 Cf. Marcel Detienne, Los maestros de la verdad en la Grecia arcaica, Taurus, Madrid, 1983.
72 Al respecto un lapsus calami del editor francés del curso Herméneutique du sujet puede
servirnos como advertencia: Allí se lee como texto de Lacan «Du sujet enfin la question» («Del
sujeto por fin la cuestión»), mientras que el texto de Lacan lleva por título «Du sujet enfin en
question» («Del sujeto por fin cuestionado»). Lo mismo entiendo vale para la verdad. Cf. M.
Foucault, Hermenéutique du sujet, op. cit., cours du 6 janvier 1982, Deuxième heure, nota 6, y
J. Lacan, Del sujeto por fin cuestionado, Escritos I, op. cit., pp. 51-58.
187
1 Sigmund Freud, Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904), «Carta del 1 de marzo de 1896 de
Sigmund Freud a W. Fliess», Amorrortu, Argentina, 1986, p. 186.
2 Petronio, El Satiricón, Cátedra, Madrid, 1991, p. 54.
188 Gonzalo Percovich
3 Michel Foucault, Lecciones sobre la voluntad de saber. Curso en el Collège de France (1970-
1971), Clase del 17/3/71 y El saber de Edipo, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires,
2012, pp. 205-250.
4 Michel Foucault, La verdad y las formas jurídicas, «Segunda Conferencia», Gedisa, Barcelona,
1991, p. 39.
5 Michel Foucault, Del gobierno de los vivos. Curso en el Collège de France. (1979-1980), Clases
9/1/80; 16/1/80; 23/1/80 y 30/1/80, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2014, pp.
17-113.
¡Ni soñar coger con la madre! Cuando Foucault ... 189
9 Ibid., p. 67.
10 Véase los volúmenes de La Historia de la sexualidad: 1- La voluntad de saber, Siglo XXI,
1977, México; 2-El uso de los placeres, Siglo XXI, 1986, México; 3-La inquietud de sí, Siglo
XXI, 1987, México; 4- Les aveux de la chair. Édition établie par Frédéric Gros, NRF, Galli-
mard, 2018; así como especialmente el curso Subjectivité et vérité. Cours au Collège de France.
1980-1981, Gallimard Seuil, Mai 2014.
11 Al respecto, Gilles Deleuze declara: «La última vez que nos vimos, Michel me dijo, con
mucha amabilidad y afecto, más o menos esto: no puedo soportar la palabra deseo; incluso si
usted lo emplea de otro modo, no puedo evitar pensar o vivir que deseo=falta, o que deseo
significa algo reprimido. Michel añadió: lo que yo llamo ‘placer’ es quizás lo que usted llama
‘deseo’, pero de todas formas necesito otra palabra diferente a deseo». En Gilles Deleuze,
Deseo y placer, Alción, Córdoba, 2004, p. 28.
¡Ni soñar coger con la madre! Cuando Foucault ... 191
los cuidados del cuerpo, y especialmente aquellos que hablaban de las prácti-
cas amatorias. Los diálogos platónicos, la Política de Aristóteles, las Epidemias
de Hipócrates, los Diálogos sobre el amor de Plutarco, y en el discurrir de dicha
tarea, la Onirocrítica (del siglo II D.C) de Artemidoro cae en sus manos. Un
libro sobre los sueños en los tiempos de la Antigüedad tardía que rápidamente
pondrá en tensión con el libro de los sueños (Die Traumdeutung) de la expe-
riencia moderna de la sexualidad y sorpresivamente, una vez más, la referencia
a Edipo viene al comentario de Foucault. Detengámonos entonces en ese en-
cuentro sorpresivo, no sin antes apreciar de qué modo el oniromántico antiguo
hace uso de los sueños.
Sueños afrodisíacos
14 Este capítulo se refiere únicamente a la relación entre madre e hijo. Las relaciones entre
padre e hija o hijo están comprendidas dentro del capítulo general de los sueños afrodisíacos
(Libro I cap.78).
15 Artemidoro, Capítulo 79, Relaciones sexuales con la madre (Peri metros logos peri aphro-
dision). En Onirocrítica. Biblioteca básica Gredos. Madrid. 2002. p.116.
16 Ibid., p. 117.
194 Gonzalo Percovich
17 Ibid., p. 117.
18 Ibid., p. 119.
19 Ibid., p. 119.
¡Ni soñar coger con la madre! Cuando Foucault ... 195
20 Ibid., p. 121.
21 Ibid., p. 121.
22 Michel Foucault, Subjectivité et vérité. Cours au Collège de France, 1980-1981. Leçon 21
janvier 1981. Gallimard Seuil, Paris, 2014.
196 Gonzalo Percovich
¿Sueños incestuosos?
25 Francoise Héritier-Augé, Mètis. Antropologie des mondes grecs anciens, vol. 9-10 « L’inceste
dans les textes de la Grèce classique et post-classique », 1994, pp. 99-115.
26 F. Héritier-Augé afirma que no hay en griego una expresión precisa para nombrar el incesto.
Jean Bollack hará un análisis exhaustivo del término utilizado en la tragedia sofocleana Edipo
tyrannos. El término en griego para dar cuenta del incesto es haima emphylion, que podría ser
traducido como: De la sangre de tu tribu. En Jean Bollack, L’Oedipe Roi de Sophocle. Le texte et
ses interprétation, Tome 3, Cahier de philologie, Presses Universitaires, France, 2010, p. 636. Y
Fernando García Tabeira y Damián Baccino, Haima Emphylion. De Eros y philia, Ediciones de
la fuga, Montevideo, 2013, p. 53.
27 Al mismo tiempo Jean Pierre Vernant advierte que en la Grecia clásica identificar rápida-
mente apego afectivo familiar y deseo incestuoso, sin tener en cuenta las indicaciones especia-
les en cada texto es confundir dos tipos de sentimientos (philia y eros) que los griegos distin-
guían muy cuidadosamente. En «Œdipe» sans complexe. Mythe et tragédie en Grèce ancienne, F.
Maspero, Paris, 1973, p. 89.
28 Es también el caso en el sueño de Hipias. En Herodoto VI, 107.
198 Gonzalo Percovich
29 Paul Veyne, La société romaine, « La famille et l’amour sous le Haut-Empire romain », Seuil,
Paris, 1991, p. 108.
30 Del mismo modo con el parricidio. Ver de Yan Thomas, La mort du père. Sur le crime de
parricide à Rome, Albin Michel, France, 2017.
¡Ni soñar coger con la madre! Cuando Foucault ... 199
31 Los sueños sexuales de Artemidoro terminan siendo publicados por dicho traductor en el
periódico Anthropophyteia bajo el auspicio de Freud. Al respecto leer Sigmund Freud, Obras
completas, «La interpretación de los sueños», (Segunda parte) Volumen V, la Nota 16 en El
proceso primario y el proceso secundario, La represión, Capítulo VII, Sobre la psicología de
los procesos oníricos, Amorrortu, Buenos Aires, 1979, p. 595.
32 Traducido al español la mayoría de las veces como autoanálisis.
33 El término alemán «allgemein» fue traducido como universal, pudiendo también entender-
se como «general» o «total».
34 Los términos en alemán fueron extraídos de S. Freud, Briefe: Über 1600 Briefe von und an
Freud (German Edition), Heptagon, Berlin, 2013 (versión Kindle).
35 Ibid,.
36 Sigmund Freud, Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904), Carta del 15/10/1897 a W. Fliess,
Amorrortu, Argentina, 1986, p. 293.
200 Gonzalo Percovich
49 Sigmund Freud, Obras completas, Volumen XVI 21. Conferencia. Desarrollo libidinal y
organizaciones sexuales. Conferencias de introducción al psicoanálisis. (1916-1917), op. cit., 1979,
p. 302.
50 Op. cit. p. 302.
51 Op. cit., p. 271.
52 Dicha concepción de la naturaleza es de clara raigambre estoica.
204 Gonzalo Percovich
53 Asi lo hace saber Freud en una nota agregada a la Traumdeutung en 1914. Freud expresa:
«Ninguno de los descubrimientos de la investigación psicoanalítica ha provocado una oposi-
ción tan acerba, una negativa tan feroz ni unos malabarismos tan divertidos por parte de la
crítica como esta referencia a las inclinaciones incestuosas infantiles, conservadas en lo incons-
ciente», Sigmund Freud, Obras completas, Volumen IV, Los sueños de la muerte de personas
queridas en La interpretación de los sueños, p. 272. Y también referirse a Capítulo II. Bergasse
19 en Ines Rieder y Diana Voigt, Sidonie Csillag. La ‘joven homosexual’ de Freud, Cuenco de
plata-Ediciones literales, Córdoba-Buenos Aires, 2014, p. 60.
54 De haber asesinado a Layo sin saberlo y consecuentemente haber cometido incesto.
55 981 Edipo tyrannos. La expresión Polloí […] broton podría traducirse como: muchos de
los mortales o muchos entre los mortales. Brotos refiere a la sangre que corre en una herida,
es decir, aquel que se desangra no tiene retorno, es un mortal. Agradezco la referencia a
Fernando García.
56 Op. cit., p. 272.
57 Freud cita dicho parlamento de Yocasta en la Traumdeutung.
¡Ni soñar coger con la madre! Cuando Foucault ... 205
58 Jean Pierre Vernant, «Oedipe» sans complexe. Mythe et tragédie en Grèce anicenne, op. cit., p.
98.
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