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anunciada
d) Los personajes.
f) Lengua y estilo.
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1. La narrativa hispanoamericana del siglo XX a partir de los años 60.
En 1962 se publicó en España La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa, peruano;
en 1967, Cien años de Soledad de Gabriel García Márquez, colombiano. Por esas fechas,
aparecieron Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato, argentino; El astillero de Juan Carlos
Onetti, uruguayo; El siglo de las luces de Alejo Carpentier, cubano; La muerte de Artemio Cruz
de Carlos Fuentes, mexicano; Rayuela de Julio Cortázar, argentino. Hubo, en muy pocos años,
un aluvión de novelas hispanoamericanas importantísimas que produjo un gran asombro en los
lectores. Fue lo que se denominó “el boom de la novela hispanoamericana de los sesenta”. Sin
duda, ha sido uno de los mayores acontecimientos literarios de las últimas décadas. Su
aparición coincidió con el interés de las editoriales españolas (como Seix Barral) y argentinas
por recuperar el mercado hispanoamericano. Las obras de estos autores se tradujeron a
muchos idiomas; se les dedicaron estudios y monografías en revistas y periódicos; se
realizaron adaptaciones para el cine; sus autores organizaron coloquios para promocionarse. Y,
aunque no formaron una “generación”, se identificaron ideológicamente con la revolución
cubana. Al menos en sus comienzos, fueron todos revolucionarios de izquierdas. Luego, con el
paso de los años, algunos modificaron su postura política.
2. Gabriel García Márquez (Fuente: Crónica de una muerte anunciada, Gabriel García
Márquez, Análisis y estudio sobre la obra, el autor y la época, Toisón Ediciones, UE, 2007.)
“Gabriel García Márquez nació en Aracataca. Sus padres, Eligio García y Luisa Santiago
Márquez Iguarán, se trasladaron a Riohacha dejándolo a cargo del coronel Nicolás Márquez y
Tranquilina Iguarán, sus abuelos maternos.
En 1936, cuando García Márquez tiene 8 años, fallece su abuelo, por lo que se trasladó
a Barranquilla para preparar sus estudios de secundaria en el colegio jesuita de San José. El
Bachillerato lo curso en el Liceo de Zipaquirá gracias a una beca que consiguió por concurso.
Seguidamente, después del Bogotazo (asesinato del dirigente liberal Jorge Eliécer y la
desproporcionada represión de las manifestaciones por dicho crimen), empezaron sus
colaboraciones en el periódico liberal El Universal, que había sido fundado, por Domingo López
Escuariaza ese mismo año.
Durante su residencia en Sucre, donde había ido por motivos de salud, entró en relación
con el colectivo de intelectuales de Barranquilla, entre los que se encontraba Ramón Vinyes, a
quien se le conocía con el mote de el Catalán, el mismo que aparece en las últimas páginas de
la obra Cien años de soledad (1967) ex propietario de una librería que desplegaría una notable
influencia en la vida intelectual.
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Entre 1959 y 1961, trabajó para la agencia cubana de noticias, La Prensa, en su país,
en La Habana y en Nueva York.
Su carrera de escritor empezó con una novela corta, que demuestra la fuerte influencia
del escritor norteamericano William Faulkner, La hojarasca en 1955. La trama se desarrolla
entre los años 1903 y 1928 en Macondo, mítica y legendaria villa creada por García Márquez.
Tres personajes, representantes de tres generaciones distintas, desembocan —cada uno por su
lado— en un monólogo personal basado en la muerte de un médico que acaba de suicidarse.
En la narración aparece la premonitoria imagen de un veterano coronel, y la hojarasca es el
emblema de la empresa bananera, componentes ambos que serían tomados de nuevo por el
autor en obras siguientes.
En 1961 editó El coronel no tiene quien le escriba, relato en el que surgen ya los temas
recurrentes de la lluvia incesante, el coronel dejado a una soledad demoledora, apenas
acompañado por su esposa, un gallo, el recuerdo de un hijo difunto, la nostalgias de las
batallas pasadas y la miseria. El estilo lánguido, hosco y efímero, causa unos resultados
sumamente efectivos.
En 1962 aglutina algunos de sus cuentos con el título de Los funerales de la Mamá
Grande, y publica también su novela La mala hora.
Pero todo el trabajo anterior a Cien años de soledad es sólo una aproximación al
propósito global y mucho más deseoso que será, justamente, esta excelente novela. Muchos
de los iconos de sus novelas adquieren un beneficio insólito al ser incluidos en Cien años de
soledad. Y en ella, García Márquez construye y da vida al pueblo ficticio de Macondo y la
antigua saga de los Buendía. Una zona irreal, donde lo asombroso y mágico no es menos
palpable que lo frecuente y racional. Esta es la premisa fundamental de lo que luego será
denominado como realismo mágico.
Tras este libro, Gabriel García Márquez editó la que, en sus propios términos,
constituiría su novela predilecta: El otoño del patriarca, en 1975. Una historia oscura y repleta
de tintes soñadores acerca del paradójico viaje de un tirano ermitaño y caricaturesco.
Su destacada siguiente obra, El amor en los tiempos del cólera, se editó en 1987. Su
argumento es la historia de amor que surca las épocas y las edades, tomando el carácter
mítico y asombroso. Una original y estupenda novela de amor, que desvela un hondo
conocimiento del alma humana. Pero es mucho más que eso debido a la cantidad de hechos
que se entrelazan con la historia principal, y en los que resplandece hasta lo inesperado la
imaginación de García Márquez.
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1994 y Noticia de un secuestro en 1997. Ha publicado también libros de crónicas, guiones
cinematográficos y varios tomos de recopilación de sus artículos periodísticos, como Textos
costeños, Entre cachaos, Europa y América y Notas de prensa.
Estas novelas (algo parecido ocurrió en España), siguiendo la corriente inaugurada por
escritores de habla anglosajona como William Faulkner, James Joyce y Lawrence Durrell, o el
francés Marcel Proust, se caracterizaban fundamentalmente por superar los márgenes del
realismo literario, que se basaba en una concepción de la novela en la que la
descripción exhaustiva y la linealidad cronológica en torno a la vida de un personaje
principal, relatada por un narrador omnisciente, eran los rasgos dominantes. Para ello, se
recurrió a nuevos procedimientos narrativos, que podemos observar en Crónica de una muerte
anunciada (publicada en 1981). Entre ellos destacan:
Esta especial posición del narrador hace que la novela se desarrolle en dos planos. Uno,
es el relato de lo que sucede desde la boda de Ángela y Bayardo hasta el momento del crimen;
el otro, lo constituye la investigación del narrador, que incluye sus pesquisas en el Palacio de
Justicia y las entrevistas que mantiene, entre ellas, la que realiza a Ángela Vicario 23 años
después de la tragedia.
En Crónica de una muerte anunciada el narrador “se hace pasar” por Gabriel García
Márquez, pero no es él: el narrador nunca es el autor. También incluye a su familia en la obra
como personajes, pero no es verdad que todo eso fuera así como lo cuenta. Lo veremos al
final de estos apuntes.
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En nuestra novela no. El argumento está claro, es evidente, pero sí que se infla con
anécdotas que superan el realismo, dando entrada a lo imaginativo, lo alucinante, lo
irracional, la desmesura: la magia. Como el alcalde que oficia misas espiritistas, la
infección venérea de Pedro Vicario o la diarrea descomunal de su hermano Pablo, el espíritu
de la mujer del viudo Xius que baja para llevarse al cielo los objetos de su casa, las dos mil
cartas que escribió Ángela Vicario a Bayardo San Román, una pistola que dispara balas
capaces de partir a un caballo en dos y de atravesar varias paredes de la casa y de otras
contiguas y pulverizar una estatua del altar mayor de una iglesia al otro lado de la plaza del
pueblo, peces que salen por los sumideros cuando sube la marea. A veces, la anécdota se
carga de significación simbólica: de madrugada, un fantasmal y bramante barco transporta a
un obispo del que sólo sabemos que come sopas de crestas de gallo.
Lo que hemos señalado en el párrafo anterior son rasgos propios del realismo mágico,
mediante el cual se rebasan los límites del realismo para ofrecer una visión mucho más
compleja de la realidad, que se presenta en dos órdenes: el natural y el sobrenatural, unidos
en perfecta armonía. El escritor tiene el convencimiento de que el mundo es mucho más
complejo de lo que a simple vista se alcanza. Lo racional y lo irracional se funden, y fruto de
esa perfecta simbiosis se configura la realidad. El realismo queda trascendido de una
dimensión irreal que se añade a la narración de hechos cotidianos de una manera tan natural
que se convierte en algo completamente lógico dentro del mundo que se describe.
Pero aun cuando eso tenga cierto interés, lo realmente importante son los nuevos
procedimientos de estructuración interna que aporta la nueva narrativa. Es decir, cómo se
desarrolla y organiza el relato. En este sentido, el desorden cronológico es uno de los
rasgos estructurales más característicos de la gran novela del siglo XX. A veces,
porque el autor intenta reproducir los mecanismos de la memoria humana que no funciona de
manera lineal, sino, más bien, caprichosa. En otras ocasiones, el novelista se inspira en
técnicas cinematográficas, como el flash back. Incluso, se puede llegar al desorden o caos total,
creando un laberinto o rompecabezas temporal.
En Crónica de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez se vale del recurso a la
entrevista para desordenar el tiempo. Metafóricamente lo declara en el primer capítulo:
“…volví a este pueblo tratando de recomponer con tantas astillas dispersas el espejo roto de la
memoria”. Indaga en los documentos del sumario, pregunta, y la novela es la mezcla
desordenada de lo que él recuerda, lo que descubre, y lo que los otros le responden.
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primer momento como algo inevitable, y efectivamente, el capítulo acaba con la expresión
inapelable: “Ya lo mataron”. Momento de tensión que pone de relieve la inutilidad de la carrera
de Luisa Santiago, la madre del narrador, para avisar a Plácida Linero, la madre de la víctima.
El destino trágico, la fatalidad que siempre acaba por cumplirse. Podemos decir que el tiempo
de la acción transcurrido va desde las 5.30 hasta aproximadamente las 7.00 de la
mañana de un lunes de febrero.
Por todo el capítulo hay dispersos detalles relacionados con la muerte de Santiago
Nasar, detalles que sin embargo no adquieren toda su significación hasta más adelante: la
mención de la 357 Magnum, que había de resultar tan inútil a Cristo Bedoya en el capítulo final;
las tripas de los conejos que Victoria Guzmán arroja a los perros, que querrán comerse las de
Santiago Nasar en el capítulo cuarto; la descripción que se hace de la casa, especialmente de
la disposición de las puertas que dan a la calle, de enorme importancia a la hora del crimen.
Indicios sueltos que se recogen y explican cuando se acaba de leer el libro. Esto refuerza la
circularidad de la estructura. El sentimiento en el lector de haber leído una novela completa y
cerrada, pese a no averiguar definitivamente si Santiago Nasar había tenido o no relaciones
con Ángela Vicario.
El segundo capítulo tiene como protagonistas a los novios y comienza con la llegada
de Bayardo San Román al pueblo, “… en agosto del año anterior: seis meses antes de la boda”.
Se nos presenta, pues, en primer lugar a este personaje (su llegada al pueblo, los comentarios
que suscita, la llegada de su familia…) y luego a Ángela Vicario (su familia, su pérdida de la
virginidad…). A continuación la boda, para terminar con un momento de tensión: la devolución
de la novia a su madre por parte del novio y, sobre todo, la humillación de Ángela:
Esto sucede alrededor de las tres de la madrugada. El segundo capítulo, por tanto,
es cronológicamente anterior al primero.
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de tres años para terminar, uno casado con Prudencia Cotes y el otro como soldado; en el
resto de la familia Vicario, que se va del pueblo; en Bayardo San Román que se alcoholiza
hasta que sus hermanas y su madre van a rescatarlo y se lo llevan en una camilla; en la casa
del señor Xius, de la que, asombrosamente, el espíritu de su difunta esposa se lleva objetos.
Respecto al final, diremos que la trama tiene dos aspectos diferentes relacionados con
los dos planos temporales en que hemos estado haciendo hincapié: la muerte de Santiago
Nasar (en el capítulo quinto) y el reencuentro de los esposos (en el capítulo 4).
Si nos fijamos, estos dos planos se alternan en los capítulos de la novela descubriendo
un cierto orden bajo el aparente desorden. El primer capítulo gira en torno a la víctima justo
antes de morir, el tercer capítulo en torno a los verdugos justo antes de matar, en el quinto se
reúnen en un momento preciso víctima y verdugos. El centro de los tres es el crimen cometido,
el primer plano del argumento. Mientras tanto, los capítulos segundo y cuarto, tienen como eje
a los novios y desarrollan el segundo plano del argumento.
Ya vimos que el narrador no interfiere con sus juicios en el desarrollo del relato. Por
esta razón, en las novelas a que nos estamos refiriendo, los personajes no son juzgados. Se
los presenta tal como aparecen a los ojos del narrador, con descripciones escuetas pero
certeras, seleccionando cuidadosamente sus rasgos. Se deja que el lector extraiga sus
conclusiones. Lo hemos visto en Crónica de una muerte anunciada. No se indaga en el alma o
la psicología de los personajes, como sí sucedía, por ejemplo, en las obras de Fedor
Dostoievski, maestro ruso de la novela psicológica del siglo XIX, autor de Crimen y castigo,
genial análisis del remordimiento. Sin embargo, no debemos pasar por alto que el punto de
vista del narrador es subjetivo. Veremos el mundo novelado a través de sus ojos.
Santiago Nasar es de origen árabe, de familia de inmigrantes, rico, con finca y buena
herencia, hijo único y huérfano de padre. Se lo describe frecuentemente como una persona
obsesivamente preocupada por su imagen personal (hasta el punto de limpiarse los intestinos
colgantes y andar elegantemente tras ser acuchillado), por sus trajes inmaculados de lino, sus
armas, su afición a la cetrería, por cumplir con las ceremonias y el aparentar nobleza y
dignidad; pero, por otro lado, abusaba sexualmente de las jóvenes y se enamoró
perdidamente de la prostituta principal del pueblo, María Alejandrina Cervantes.
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asfixiante, beben de una forma inhumana y repiten obsesivamente su deber absurdo de matar
a Santiago Nasar para limpiar su honor. Idiotas y borrachos, lo hacen para que se lo impidan,
sin darse cuenta de que no había necesidad de pregonar su deshonra a los cuatro vientos. Lo
único que hacen con profesionalidad es afilar sus cuchillos de matarife. El hecho de que sean
criadores de cerdos y carniceros especializados es simbólico. Señala directamente al horror
animal del crimen.
Bayardo san Román es un hombre rico, de familia muy notable en el país. No sólo eso.
Es guapo, viril, bien formado, deportista, buen bebedor y conversador. Por otra parte, se le ve
como a una persona prepotente y orgullosa acostumbrada a conseguir lo que se propone,
avasallando, no sólo a Ángela y su familia, sino también al viudo Xius de cuya casa se había
encaprichado. Luego, incapaz de sufrir la herida en su orgullo de marido estafado, se
derrumba y se alcoholiza, y la gente lo considera la víctima de la tragedia. Finalmente,
reaparece en el capítulo cuarto despojado de la belleza y la virilidad triunfante de su juventud,
gordo y calvo.
Desde la mitad del siglo XX, son frecuentes las novelas de personaje colectivo. Tal
ocurre en La colmena de Camilo José Cela, en las obras del estadounidense John Dos Passos, o
en Cien años de soledad, del propio García Márquez, en la que el personaje es la familia
Buendía y quienes se relacionaron con ella; digamos: el pueblo de Macondo. Debemos pensar
que el protagonista de Crónica de una muerte anunciada es Santiago Nasar, que es de quien
más se habla en la novela, el hombre asesinado, en torno a cuya muerte se desarrolla el relato.
Pero, ¿por qué no los hermanos Vicario, los asesinos, que ejemplifican la barbarie y la
irracionalidad de un sentimiento del honor mal entendido? ¿O Ángela Vicario, la que enciende
la mecha de una tragedia que no es posible impedir, y que termina su vida bien casada con
Bayardo San Román? ¿O el propio narrador? Desde cierto punto de vista teórico se diría que el
protagonista es el personaje que más tiempo ocupa en la narración, o sea, Santiago Nasar; sin
embargo, también podemos pensar que esta novela es el retrato de una colectividad, de un
conjunto de personas dominado por una idea corrupta, invertida, del honor. García Márquez
escribió en una ocasión que lo que deseaba con Crónica era hacer un estudio de la
responsabilidad colectiva. De hecho, los personajes, los testigos, más de ochenta, se van
sucediendo uno tras otro, mostrando su incapacidad, su cobardía, y, en contados casos, su
nobleza y humanidad. Con todo, es necesario establecer dos planos: el de los directamente
implicados, los actores —Santiago, Ángela, Bayardo, los gemelos—, y el del resto de
espectadores —el pueblo entero—, el coro de la tragedia.
A partir de los años sesenta, deben destacarse, como novedad, ciertas descripciones
que abandonan su tradicional función ambientadora para adquirir un valor en sí. En algunas
novelas hay descripciones tan minuciosas que la acción o los personajes pasaban a un segundo
plano. Lo mas frecuente, no obstante, es que la descripción sirva para trasmutar poéticamente
la realidad y así acentuar el problema presentado. Esa trasmutación suele hacerse en sentido
negativo cuando se trata de denunciar un comportamiento social. Hay que tener presente que
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en una descripción intencionada se seleccionan los elementos que al escritor le interesan para
intensificar un sentimiento concreto.
f) Lengua y estilo.
El recurso a la ironía como modo de crítica social es también evidente. Esto se hace
especialmente visible en el tratamiento que se da en la novela a los personajes revestidos de
alguna autoridad como el espiritista coronel Lázaro Aponte o al “lírico y primíparo” juez
instructor, a los que se ridiculiza de forma evidente; pero, sobre todo, es notable el sarcasmo
con que se alude a todo lo que tenga que ver con la Iglesia: el pomposo obispo, que no se baja
del barco, dejando al pueblo de la mano de Dios, como suele decirse; el cura, que realiza una
autopsia de vergüenza, esperpéntica, y que absuelve inmediatamente a los culpables de un
asesinato horrendo; el pueblo, tan devoto de su obispo, por un lado, y por el otro, tan
miserable, que asiste al espectáculo de la tragedia sin impedirlo. Es también curiosa la
frecuente presencia de personajes con nombres bíblicos o religiosos: Santiago, Cristo, Pedro y
Pablo, Ángela, Poncio, Divina Flor, Lázaro, Purísima del Carmen, Vicario...
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Otros temas laterales que considerar son: la inversión de los valores morales, el honor
perversamente concebido, el machismo asumido, el destino trágico de una sociedad de
creencias irracionales, la violencia, la soledad de las víctimas, la muerte, las extrañas maneras
del amor, la hipocresía religiosa, la nunca satisfecha búsqueda de la verdad. Cada uno de ellos
sería motivo de un estudio completo. Aquí sólo podemos apuntarlo como pistas para un futuro
comentario.
Resulta imprescindible leer Vivir para contarla, obra en la que el autor repasa los
acontecimientos significativos de su vida para entender cómo realidad e imaginación se funden
en su obra. Él mismo asegura que todas sus novelas están basadas en la realidad. Pero esta
realidad, como hemos visto, se trasciende con los hechos maravillosos con que la fantasía de
autor la transfigura, dotando a cualquier anécdota de una dimensión mítica.
Así ocurre con Cien años de soledad y así ocurre con Crónica de una muerte anunciada.
En Cien años de soledad el autor recrea sus años de la infancia y convierte a su propia familia
y a su pueblo en una representación simbólica de la sociedad hispanoamericana, cruzando la
realidad con la más libre fantasía.
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APÉNDICE I
Santiago Nasar.
"Había cumplido 21 años la última semana de enero, y era esbelto y pálido, y tenía los
párpados árabes y los cabellos rizados de su padre... hijo único... parecía feliz con su padre
hasta que éste murió de repente, tres años antes, y siguió pareciéndolo con la madre
solitaria... La muerte de su padre lo había forzado a abandonar los estudios al término de la
escuela secundaria, para hacerse cargo de la hacienda familiar...era alegre y pacífico, y de
corazón fácil."
El obispo.
Llega en barco al pueblo la mañana del crimen, pero no se baja, saluda desde cubierta
y se aleja. El barco, con su bramido es un motivo simbólico recurrente en la obra.
Plácida Linero.
Dueña de una casa de prostitutas. "... fue la mujer más elegante y la más tierna que
conocí jamás, y la más servicial en la cama, pero también la más severa".
Victoria Guzmán.
"La cocinera...A pesar de la edad...se conservaba entera." "Había sido seducida por
Ibrahim Nasar en la plenitud de la adolescencia. La había amado en secreto varios años en los
establos de la hacienda, y la llevó a servir en su casa cuando se le acabó el afecto." Se
muestra como un personaje vengativo que no quiere revelar las intenciones de los hermanos
Vicario a la madre de Santiago.
Divina Flor.
Ibrahim Nasar.
Padre de Santiago Nasar. "...vino...con los últimos árabes, al término de las guerras
civiles". Enseñó a su hijo "el dominio de las armas de fuego, el amor por los caballos y la
maestranza de las aves de presa altas...también las buenas artes del valor y la prudencia".
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Juez instructor.
Clotilde Armenta.
Dueña de la tienda de leche en la plaza frente a la casa de Santiago Nasar. Quizá unos
de los personajes dibujados con más humanidad, es quien más esfuerzos hace por evitar el
crimen.
Pedro Vicario.
Pablo Vicario.
Margot.
Carmen Amador.
Párroco del pueblo, practica la autopsia en el cuerpo de Santiago Nasar. "... había
hecho la carrera de medicina y cirugía en Salamanca, pero ingresó en el seminario sin
graduarse".
Cristo Bedoya.
Amigo íntimo de Santiago Nasar. "... era estudiante de medicina". Fue incapaz de
impedir el crimen.
Flora Miguel.
Novia de Santiago Nasar. "... gozaba de una cierta condición floral, pero carecía de
gracia y de juicio". Sabiendo lo que le podía pasar al hombre con quien se iba a casar lo
despide de su casa diciéndole: “ojalá te maten”.
Luisa Santiaga.
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Lázaro Aponte.
"Coronel de academia en uso de buen retiro y alcalde municipal desde hacía once años"
"...un hombre feliz, aunque un poco trastornado por la práctica solitaria del espiritismo
aprendido por correo." Un tipo ridículo, engreído y negligente.
Ángela Vicario.
"...era la hija menor de una familia de recursos escasos". "...era la más bella de las
cuatro (hermanas)... Pero tenía un aire desamparado y una pobreza de espíritu que le
auguraban un porvenir incierto." En el fondo, es la que desencadena el drama, la que firma la
sentencia de muerte de Santiago Nasar. Hecho del que no se arrepiente nunca. Por el contrario,
acaba enamorándose de Bayardo San Román después de que la despreciara, justamente por el
hecho de despreciarla, y se arrastra hasta la humillación más insólita enviándole dos mil cartas
desesperadas a lo largo de más de una década.
Madre de Ángela. "... había sido maestra de escuela hasta que se casó para siempre.
Su aspecto manso y un tanto afligido disimulaba muy bien el rigor de su carácter." Le da una
paliza a su hija la noche en que la devuelve su marido y después la condena al olvido en
Manaure.
Jaime.
"...el hombre que devolvió a la esposa, había venido por primera vez en agosto del año
anterior: seis meses antes de la boda... Andaba por los treinta años, pero muy bien escondidos,
pues tenía una cintura angosta de novillero, los ojos dorados, y la piel cocinada a fuego lento
por el salitre." "...dio a entender...que era ingeniero de trenes". "...disponía de recursos
interminables". Para aquel pueblo de machistas fue la verdadera víctima, el varón deshonrado.
Se lo llevaron del pueblo, alcoholizado, sus hermanas. Al final reaparece calvo y gordo con la
misma ropa que llevaba antes y se reúne con Ángela.
Magdalena Oliver.
Telegrafista.
Médico militar.
Propietaria de la pensión.
Poncio Vicario.
Padre de Angela y de los gemelos. "... era orfebre de pobres, y la vista se le acabó de
tanto hacer primores de oro para mantener el honor de la casa".
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Mercedes Barcha.
"... se habían casado muy tarde". "...siempre iban juntas a todas partes, y organizaban
bailes de mujeres solas y estaban predispuestas a encontrar segundas intenciones en los
designios de los hombres".
Padre de Bayardo. "... héroe de las guerras civiles del siglo anterior, y una de las
glorias mayores del régimen conservador".
Alberta Simonds.
Madre de Bayardo San Román. "... una mulata grande de Curazao que hablaba el
castellano todavía atravesado de papiamento, había sido proclamada en su juventud como la
más bella entre las 200 más bellas de las Antillas."
Aureliano Buendía.
Gerineldo Márquez.
Viudo Xius.
Yolanda de Xius.
Esposa muerta del viudo de Xius que vuelve del más allá a llevarse sus pertenencias.
Dionisio Iguarán.
El médico del pueblo. Tiene el segundo apellido de la madre de Gabriel García Márquez.
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Primera amiga de Angela.
"...sus dos únicas confidentes, que la ayudaban a hacer flores de trapo junto a la
ventana... habían hecho creer que eran expertas en chanchullos de hombres".
Luis Enrique.
Abogado.
Defensor de los hermanos Vicario. "... sustentó la tesis del homicidio en legítima
defensa del honor, que fue admitida por el tribunal de conciencia".
Faustino Santos.
Leandro Pornoy.
Agente de policía.
Rogelio de la Flor.
Novicia.
Va todos los días a comprar leche para las monjas a la tienda de Clotilde Armenta.
Hortensia Baute.
Mujer del pueblo. "... abrió la puerta justo cuando ellos (los gemelos) pasaban frente a
su casa, y fue la primera que lloró por Santiago Nasar".
Prudencia Cotes.
Novia de Pablo Vicario con quien se casa cuando éste vuelve de la cárcel. Anima a los
gemelos a cumplir su honroso cometido.
Gobernador de la provincia.
"... el coronel Aponte había sostenido una conversación telegráfica urgente con el
gobernador de la provincia y éste lo autorizó para que hiciera las diligencias preliminares
mientras mandaban un juez instructor".
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Boticario.
Estudiante de medicina.
"Soñé que una mujer entraba en el cuarto con una niña en brazos, y que ésta ronzaba
sin tomar aliento, y los granos de maí a medio mascar le caían en el corpiño".
Suseme Abdal.
Empleada de correos.
Amiga de Angela Vicario en Manaure. "... iba los viernes en la tarde a bordar con ella
para llevarse las cartas".
Teniente de fronteras.
"Flora Miguel, la novia de Santiago Nasar, se fugó por despecho con un teniente de
fronteras que la prostituyó entre los caucheros de Vichada".
Aura Villeros.
Francis Drake.
Famoso corsario.
Meme Loaiza.
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Polo Carrillo.
Fausta López.
Indalecio Pardo.
Escolástica Cisneros.
Sara Noriega.
Celeste Dangond.
Yamil Shaium.
"Era uno de los últimos árabes que llegaron con Ibrahim Nasar, fue su socio de barajas
hasta la muerte, y seguía siendo el consejero hereditario de la familia". Como todos los
personajes árabes es presentado como alguien de sentimientos nobles y moderados.
Próspera Arango.
La "cachaca".
Nahir Miguel.
Árabe, padre de Flora Miguel, la novia de Santiago Nasar. "...con la barba colorada y la
chilaba de beduino que trajo de su tierra, y que siempre usó dentro de la casa... era inmenso y
parsimonioso, pero lo que más me impresionaba era el fulgor de su autoridad". Brinda la
protección de su casa a Santiago Nasar, pero éste, aturdido, no le hace caso.
Poncho Lanao.
Argénida Lanao.
Wenefrida Márquez.
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APÉNDICE II
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