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CUIDANDO DE MÍ

¿Cómo cuidar de mí  mismo cuando mi trabajo consiste en cuidar a los demás? 

 Aunque desde las épocas más primitivas el hombre ha experimentado la necesidad de


ser cuidado, el concepto y la forma de otorgar los cuidados ha sufrido pocas
trasformaciones básicas hasta la actualidad. Asociado hasta la Edad Media con “la mujer
que ayuda” a la supervivencia de la especie, evoluciona posteriormente hacia “la mujer
religiosa” que ayuda al enfermo que sufre, se identifica posteriormente en el siglo XX con
“la mujer enfermera” que lo incorpora en su ámbito profesional, pero no es hasta los años
setenta que se produce un giro histórico en la concepción del Cuidar y Ser Cuidado.

  “Cuidar” deja de ser patrimonio de las mujeres, con la revisión de los antiguos prejuicios
morales y la ruptura de los rígidos estereotipos históricos de hombre / mujer. Al mismo
tiempo, el acto de cuidar deja de ser entendido como una práctica que tan solo alivia el
sufrimiento en situación de enfermedad, minusvalía o vejez y se convierte en un acto
necesario en cualquier situación humana en la que se precise una ayuda suplementaria.
De esta forma, Cuidar se ha convertido en nuestros tiempos en un acto imprescindible
para la supervivencia de la humanidad.

 Por otro lado, el concepto “Ser Cuidado” también está en proceso de evolución. Desde
ser considerado como una experiencia humana que ayuda a reducir el sufrimiento, pasa
a ser reclamado como un derecho humano, que debe ser atendido desde una perspectiva
no solo  técnica sino también ética. Esta nueva visión no solo implica a los profesionales
de la salud, sino que lo convierte en una responsabilidad personal y social de todos los
individuos: Cuidarse unos a otros y cuidar de sí mismos.

 De esta forma, vivimos entre un derecho y una responsabilidad. Tenemos derecho a un
sistema sanitario que nos facilite los recursos, los instrumentos y los profesionales que
nos permitan recuperar y prevenir la enfermedad así como fomentar la salud, a la vez que
también tenemos la responsabilidad personal de cuidarnos a nosotros mismos para
mantenernos sanos.

 Por todo ello, a pesar de que seamos profesionales de la salud competentes, cuidar a
otros no es fácil. Tampoco lo es cuidarse a sí mismo cuando nuestras condiciones,
nuestra cultura o el modelo social no nos ha facilitado este aprendizaje. Pero la situación
se complica aún más cuando es uno mismo el que necesita ser cuidado y al mismo
tiempo tiene que cumplir con un rol profesional que consiste en cuidar a los demás.

 En estos casos podemos entrar en lo que llamamos conflicto de roles. Un conflicto entre
lo que demanda el rol profesional y lo que reclama nuestra propia necesidad personal.
Una situación que es responsable, en la mayoría de los casos, de que se origine el estrés
en los profesionales de la salud.

 
Si a este “conflicto de intereses” le asociamos las condiciones deficientes del medio
laboral y el exceso de tareas y de responsabilidades profesionales, la situación termina
por sobrepasar los niveles tolerables, colaborando entonces tanto en el desarrollo de
enfermedades físicas y mentales como en el establecimiento de otros nuevos conflictos,
que se convierten en algunas de las causas mas comunes de errores y accidentes de
trabajo, incrementando de esta forma los riesgos laborales.

 Puestas así las cosas, no es de extrañar por tanto, que los profesionales de la salud
tengamos tantas dificultades. El cuidador está sometido a demasiadas presiones: las
propias (personales, familiares, sociales...), las del medio laboral (horarios disfuncionales,
exceso de tareas, falta de personal, clima enrarecido.....) y las profesionales (complejidad
de las nuevas tecnologías, sobrecarga de responsabilidades, conflictos de rol, ....). Sin
olvidarnos de una de las presiones mas difíciles de canalizar y que se encuentra
representada por una de las cartas mas duras que nos reparte la vida: el contacto íntimo
y continuado con el dolor, el sufrimiento y la muerte.

 Así que, en este contexto, el cómo cuidar de mi mismo cuando mi trabajo consiste en
cuidar a los demás parece ser aparentemente una pregunta con difícil respuesta si no
contamos con recursos “extra” que nos permitan contrarrestar los puntos débiles del
sistema de cuidados.

 En la actualidad, disponemos de diversos recursos que implican diferentes maneras de


abordar el fenómeno del estrés. Los mas conocidos y extendidos son las técnicas que
frenan el mecanismo de estrés en el cuerpo humano, incidiendo de esta forma en la
disminución de sus efectos perniciosos, o sea, en la reducción de la sintomatología física
y cognitiva, resultado evidente de este proceso disfuncional. 

Entre las técnicas mas utilizadas en esta forma de abordaje, se encuentran el ejercicio
físico, la relajación, la visualización, el yoga, las técnicas de reorganización corporal y las
técnicas de respiración, solo por enunciar algunas de entre todas las que pueden ser
utilizadas con eficacia en la reducción de la sintomatología.

 Pero si queremos resolver definitivamente el tema del estrés, es imprescindible “hacer


diana” sobre las causas que lo originan. Para conseguirlo, es preciso conocer los
procesos internos de las personas con el objetivo de valorar la forma que tienen de
adaptarse a las presiones que viven y emplear sistemas que resuelvan las fuentes
principales de estrés en sus orígenes mas profundos. Me refiero a utilizar métodos que
estimulen las respuestas humanas saludables frente a los elementos estresores y que
modulen los efectos perniciosos que se producen cuando la persona sufre presiones.

 En este sentido, hemos desarrollado un método de gestión del estrés basado en cuatro
grupos de recursos que favorecen la adaptación funcional de la persona a la situación
estresante. Se trata del Desarrollo de Habilidades Antiestrés como Método de Reducción
de las Presiones.

 
Cuando hablamos de desarrollar habilidades antiestrés, no nos referimos tanto a la
utilización de técnicas de apoyo como las descritas anteriormente, sino al aprendizaje de
formas más funcionales de gestionar la vida y sortear sus dificultades sin perecer en el
intento. Estas habilidades, que son las que nos ayudan realmente a “estar” y a “sentirnos”
bien cuidados, en profundidad, pueden enmarcarse en cuatro categorías.

 La primera, se basa en el aprendizaje de recursos internos personales, como son:


Conocerse a sí mismo apoyándose en los propios puntos fuertes para superar los puntos
débiles. Aprender a reconocer, valorar y cubrir las propias necesidades físicas,
psicológicas y espirituales. Utilizar el placer y los sistemas de reconocimientos e
incentivos como nutrición personal. Usar la motivación y la creatividad como fuente de
satisfacción y de eficacia.

 Por otro lado, en la segunda categoría, resulta imprescindible aprender a gestionar


adecuadamente el poder. Estimular la asertividad que nos ayuda a saber lo que
queremos, a dirigirnos hacia ello y a conseguirlo sin dañar al otro y sin dañarse a sí
mismo. Usar los cinco estilos de negociación para llegar a acuerdos o cumplir objetivos.
Emplear la comunicación eficaz para favorecer las relaciones interpersonales. Y también,
valerse de las técnicas de resolución de problemas y de las técnicas de resolución de
conflictos para facilitarnos la vida y aumentar nuestra eficiencia.

 Otras habilidades que reducen las presiones, pertenecientes a la tercera categoría,


consisten en : Disponer de métodos para mejorar la organización personal y profesional y
optimizar la  administración del tiempo. Gestionar los cambios que inevitablemente se
producen en la vida, los que se generan de forma vertiginosa en la actualidad y los que
queremos producir para adaptarnos mejor a nuestra realidad y nuestras circunstancias.
Así como crear sistemas de apoyo que nos refuercen frente a la dificultad.

 Por último, la cuarta categoría se centra en aprender a ejercer la propia Autonomía. O lo


que es lo mismo, aprender a desplegar el propio poder personal, ese poder que surge del
uso conveniente de todas nuestras capacidades para conseguir cosas adecuadas, en el
momento mas apropiado y de la forma mas correcta posible.

 Aprender a utilizar estos recursos convenientemente, permite desarrollar fuertes y


profundas habilidades antiestrés que eliminan directamente las causas que precipitan a la
persona a una situación de estrés pernicioso, lo que por otro lado, representa la mejor
forma de cuidarse y de fomentar la salud. Con este método, el cuidado de uno mismo no
solo revierte en beneficios para la propia vida sino que también se convierte en una de
las mejores garantías de calidad para un trabajo bien hecho al cuidar de otras personas.
Porque cuando sé cuidar bien de mí, resulta mucho mas fácil cuidar bien a los demás.

A pesar de ser la era en la que se venera el bienestar propio, mucha gente lo sigue
viendo como un trabajo, sin ser conscientes de todos sus beneficios.
En infinidad de ocasiones escuchamos o incluso pronunciamos la expresión “cuídate”.
Algo que en principio todo el mundo reconoce como una obviedad, en la práctica real se
convierte en una tarea postergada cuando en verdad y dado que tenemos un solo cuerpo
y una sola mente para el resto de nuestra vida, deberíamos priorizarla al máximo. Los
quehaceres diarios, las imposiciones sociales y la inadecuada gestión deltiempo son
nuestros peores enemigos.

La mente y la forma de pensar

Nuestro cerebro recibe millones de impactos con diversa información diariamente. Como


cualquier colador o filtro, de vez en cuando conviene limpiar los posos que allí puedan
quedar. Esto se puede lograr con el simple hecho de mantener nuestros hobbies como ir
al cine, construir maquetas o ser fan de un equipo deportivo. Así mismo debemos integrar
que algunos hechos del pasado pertenecen a ese tiempo, y que por tanto no es
aconsejable que sean recuperados hasta el presente. Debemos ser tolerantes con
nosotros mismos y mantener una congruencia entre nuestros actos y forma de actuar, así
como evitar compararnos con otros. Por otra parte, siempre es recomendable expresar o
exteriorizar nuestras emociones, dado que de lo contrario, podríamos encontrarnos con el
temido efecto de la “olla a presión”, causante de diversostrastornos psicológicos.

Dormir lo suficiente y relajarse

La falta de sueño suele producir estados de ansiedad, falta de atención e irritabilidad.


Nuestro complejo organismo necesita un estado de reposo prolongado en el que reparar
los daños y recuperar la energía perdida. Para relajarse durante el día, bastará con
pararse a mirar por la ventana de vez en cuando, practicar ejercicios de respiración o
tomar un baño caliente de 20 minutos.

Hacer ejercicio

Pasear, salir a comprar, montar en bicicleta o nadar, son actividades que mejorarán
nuestra movilidad a la par que controlarán nuestro peso ideal y mejorarán el aspecto
físico. Con la práctica del deporte se liberan endorfinas, evitando así ser más propensos
a caer en una depresión y haciéndonos sentir más relajados.

Evitar el aislamiento

Otro factor importante que nos ayuda a despejar la mente y sentirnos a gusto con
nosotros mismos, es mantener las amistades y relacionarse socialmente, dado que éstas
refuerzan nuestro autoestima al sentirnos apreciados. Los verdaderos amigos suelen ser
personas con las que podemos hablar de nuestros problemas, suponiendo esto una
descarga emocional siempre necesaria.

Organizar bien el tiempo

Una de las quejas más comunes es la falta de tiempo cuando en realidad, debería ser la
mala administración del mismo. Hacer un plan de actividades con el tiempo que nos
ocupan las tareas que se deben hacer y las que nos gustaría hacer, puede ayudar a
materializar y hacer más factibles estas últimas, puesto que las tendremos físicamente
colocadas con un horario establecido y reservado.

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Vigilar las comidas

Todo el mundo ha experimentado que es mejor levantarse con un poco de hambre que
con la sensación de estar lleno. No abusar de copiosas cenas y comer de forma
saludable será beneficioso para nuestra salud y para nuestro estado anímico, dado que
nos encontraremos mucho más ligeros para afrontar el día.

Visitar al médico periódicamente

No se deben descuidar los pequeños síntomas que nos generen malestar físico o mental.
En muchas ocasiones, la detección precoz de diversas enfermedades puede suponer una
ventaja para su cura.

Actitud optimista ante la vida

Uno de los factores más importantes para ser feliz en la vida y por tanto de encontrarse
bien, es el filtro que usemos para integrar todos los sucesos que acontecen en nuestra
historia vital. Si determinados hechos son percibidos como graves, tendremos más
posibilidades de generar una respuesta de estrés en nuestro organismo, que si los
interpretamos como leves. Por tanto, deberemos procurar ser más optimistas, evitar los
pensamientos negativos, pensar en momentos buenos que nos reporten alegría,
regalarnos elogios y momentos de disfrute personal como puedan ser los obtenidos tras la
simple compra del perfume favorito, escuchando la última canción de nuestro artista
preferido, o con la simple colocación de una hermosa planta en un sitio visible que nos
agrade la vista al pasar por allí.

Siguiendo estas pautas en la medida de lo posible, además de comenzar a notar los


beneficios físicos que nos reportan, obtendremos en el placer psicológico que produce el
haber cumplido con los objetivos marcados.

Como acabamos de ver, nuestro cuerpo es un mecanismo valioso que nos permite estar
en contacto con otras personas y con todos fenómenos que se presentan en la
naturaleza. Si no fuera por nuestros sentidos, no tendríamos la posibilidad de recibir los
estímulos y la información que nos enriquecen todos los días. Por eso es vital propiciar la
buena salud de nuestro organismo.

Aunque en la actualidad se habla mucho de estar en forma y saludable, muchos de los


métodos que la mercadotecnia nos ofrece para esto fines son engañosos o proporciona
solo una buena salud aparente. Se ha generado la idea de que alguien saludable es
alguien delgado (muy delgado), lo que se asocia también con la belleza. Entonces, con
tal de alcanzar estos parámetros socialmente aceptados, se pone en riesgo la salud, por
paradójico que parezca. No siempre una persona delgada es una persona sana.
Seguramente has oído hablar de enfermedades como la anorexia o la bulimia, las cuales
afectan a hombres y a mujeres de todas las edades, aunque particularmente se presente
en personas jóvenes. Estas enfermedades son difíciles de tratar y curar, ya que afectan
aspectos tanto físicos como psicológicos de las personas y se necesitan varios
especialistas para superarlas con resultados favorables. Estas prácticas se han vuelto tan
comunes que se han convertido en un problema complejo a nivel nacional e internacional.

En el otro extremo encontramos también un serio problema de obesidad en varios países,


sobre todo en Estados Unidos. En México también se observa que los hábitos
alimenticios y la falta de actividad física están generando una gran cantidad de personas
con problemas de sobrepeso y obesidad, con las consecuentes enfermedades
relacionadas: diabetes, enfermedades cardiacas, problemas renales o circulatorios, etc.

Los adolescentes son particularmente vulnerables este tipo de problemas, ya que en su


afán de ser aceptados socialmente suelen probar de todo con tal de cumplir con lo que
los medios de comunicación establecen como lo que está de moda. Pero es justamente
en esta etapa cuando el cuerpo sufre grandes cambios y cuando se deben prestar
cuidados especiales para que el desarrollo se dé satisfactoriamente y así tener un cuerpo
saludable al llegar a la adultez.

Por esto, las dietas sin supervisión médica y los tratamientos milagrosos pueden provocar
grandes problemas de salud, e incluso afecciones psicológicas, ya que el deseo de
cumplir con lo que la publicidad muestra como bello o saludable puede llevar hasta la
obsesión o a la depresión al no ver los resultados esperados.

En otras épocas, la salud era vista desde otros puntos de vista.

Juliana González, filósofa contemporánea mexicana, en su obra El ethos, destino del


hombre, habla de cómo los griegos concebían la salud y la función de la medicina:
“Hipócrates (460–377 a. C.), el más famoso de los médicos de la antigüedad,
consideraba que la ciencia médica se define, no sólo como medicina curativa, sino
preventiva, hacedora de salud, destinada no sólo a curar sino a preservar e incluso
perfeccionar o edificar la salud. El médico griego fue más médico de sanos que de
enfermos. La ciencia médica estaba, de hecho, íntimamente ligada a la gimnasia y a la
música (lo relativo a las musas), los dos pilares de la cultura griega para la cual son
inseparables el cuidado del cuerpo y el cuidado del alma, y para la cual, en suma, la vida
misma es algo digno de ser cuidado (…). Lo esencial es la convicción de que la salud no
es un estado meramente cultural y moral. Hay una participación activa del hombre en su
propia salud o enfermedad, pues éstas no son estados que nos pasan sin que haya una
participación real de nuestra voluntad y de nuestra acción”.

Así que para conservar tu salud y cuidar tu cuerpo es necesario que pongas de tu parte y
seas consiente que las opciones milagrosas que se ofrecen son sólo apariencias y
engaños. La salud exige esfuerzo y responsabilidad, sin que te obsesiones por obtener
una determinada talla o por lucir como los estereotipos que ves en la publicidad. Lo más
importante es que te sientas bien y que tu organismo funciones adecuadamente, con el
fin de prevenir futuras enfermedades.

Como cuidar de ti mismo cuando estás deprimido

Esto parece más fácil de decir que de hacer cuando estás atravesando un momento de
profunda depresión, pues parece una piedra más que agregarle a tu pesada carga.
¿Cuidar de mí misma? ¿No se supone que los demás deben cuidar de mí en estos
momentos?

La depresión puede ser dolorosa y exhaustiva. A veces, la depresión parece ser el final.

Y cuando te empiezas a sentir mejor, dejas a un lado justamente aquellos hábitos que
pueden hacer que te sientas mejor la próxima vez que tengas un episodio depresivo.

Por ejemplo, dejas de ir a terapia, dejas de tomar tus medicamentos, dejas de comer
sano o hacer ejercicio… para cuando regresan tus episodios depresivos, no eres capaz
de detectarlos, estás un poco peor y sufres más la recaída.

Mediante estos consejos, la autora nos proporciona, a grandes rasgos, técnicas efectivas
para crear un ambiente sano a tu alrededor.

1. Acude de forma regular a tus sesiones terapéuticas.  Cuando comenzamos a sentirnos


mejor, la tendencia es dejar de asistir a nuestras sesiones de terapia, primero una, luego
dos y luego… todas. En lugar de esto, platica con tu terapeuta porque estas deseoso de
interrumpir tus sesiones. Refuerza tu relación con tu terapeuta y entre los dos pueden
hacer los ajustes necesarios.

Generalmente, cuando lo hablamos, surgen importantes descubrimientos. Las veces que


nos saltamos sesiones o dejamos de asistir, se debe, comúnmente a que estamos
evitando ciertos temas o indagar en situaciones que son difíciles para nosotros y la
manera que utilizamos para defendemos de algo que no nos gusta es: EVITANDOLO.
Hablarlo en lugar de alejarnos es una poderosa herramienta para enfrentar los miedos ya
que siempre será mejor trabajarlos, disminuirlos y finalmente desaparecerlos.

2. Toma tus medicamentos como te lo ha indicado el especialista.  Si comienzas a


disminuir o evitar tus dosis, esto impacta directamente en la efectividad del medicamento
y del tratamiento en general: ¡al final siempre regresarán los síntomas!  Alcohol y  otras
sustancias también afectan el tratamiento. Y algo peor, cuando nos quitamos de golpe los
medicamentos, se observa el “síndrome de evitación” que puede tener consecuencias
negativas a nivel físico y emocional, ya que se observan reacciones en el cuerpo
bastante desagradables. Siempre platica con tu médico antes de tomar una decisión
acerca de tus medicinas.

Hay personas que requieren tomar medicamento de por vida, pero su vida no tiene
porque girar alrededor de esto; hay muchos niños diabéticos que deben su vida a la
insulina, muchos con epilepsia que requieren antiepilépticos y otros más con miopía que
requieren anteojos… todos ellos requieren algo especial que les proporciona CALIDAD
de vida y aquellos que deciden encontrar más satisfacción en agradecer por esto que
estarse lamentando, viven más felices.

3. Duerme suficiente.  Dormir tiene un gran impacto en las alteraciones del estado de


ánimo. Poco o mucho sueño desencadena exceso o disminución de actividad y por ende,
manía o depresión. Trata de ser consistente en tus horas de sueño y en el horario en el
cual vas a la cama para mejorar tu salud física y mental.

Si debes hacer ajustes en tu medicación, platica con tu medico. A veces el efecto


secundario de algunos medicamentos psiquiátricos es el insomnio o la incapacidad para
dormir. Si es necesario que tomes tu medicación por las mañanas para evitar esto,
sugiérelo a tu medico… ¡así de fácil! Si es necesario que tomes siesta, ayuda a tu
organismo de esta forma: organízate y tómalas con horario y tiempo de duración. O bien,
trata de no llevarte problemas o conflictos a la cama los cuales eviten que concilies el
sueño regularmente.

4. ¡Muévete!  Algunos de los efectos de la depresión son el debilitamiento y el


agotamiento. Esto provoca una gran dificultad para movernos o incluso salir de la cama.
El letargo que sentimos hace casi imposible que nos ejercitemos, incluso a veces es toda
una hazaña simplemente bañarnos o salir de casa. Nos sentimos pesados, cansados,
como pájaros heridos…

Movernos puede ayudarnos grandemente. Comienza con pequeños movimientos,


estírate, respira, haz algunos quehaceres menores, toma una ducha caliente y así, poco
a poco comienza a hacer más cosas: camina, juega, baila, etc. sobre todo cosas que
disfrutes y en menos de lo que te esperas, ya estarás activa y con un estado de ánimo
diferente.

Y obviamente, si acompañas tus actividades con otros, será más sencillo. Si puedes,
invita a alguna vecina o amiga a caminar contigo, ofrécete a ayudar a la servidumbre con
alguna tarea sencilla o incluso puedes cocinar con alguien que te guste su compañía!

5. Come bien. Una de las claves de la salud en general es proveer a nuestro cuerpo de


los nutrientes que necesita: vitaminas, minerales, proteínas, etc. Lo mismo ocurre cuando
padecemos depresión: una mala o deficiente alimentación puede limitar nuestra energía
natural e incluso alterar nuestro cerebro a nivel de pensamientos (distorsiones cognitivas)
y por consiguiente, nuestro estado de ánimo.

Si no te sientes con ganas de ir al súper o al mercado a comprar víveres, busca


establecimientos que entreguen a domicilio y así puedes salir de este círculo vicioso. Otra
opción es pedirle a alguna persona de tu confianza que te ayude de vez en cuando a
cocinar algunos platillos. La idea es que no permitas que la falta de energía haga que
comas menos o deficientemente, busca alternativas para que la alimentación siga siendo
un pilar importante para salir de la depresión.
6. Identifica lo que desencadena tus episodios depresivos.  Esta es una de las cosas más
importantes que debes conocer de ti mismo para evitar las recaídas. Por ejemplo, debes
tener muy en mente que tipo de personas desencadenan ciertas reacciones en ti, qué
tipo de actividades te ayudan y cuáles no. Si vas a ver una película o programa de
televisión, escoge los te hacen sentir bien y no los que te provoquen angustia o ansiedad.
Si sabes que debes acudir a algún lugar que tenga ruidos estruendosos o algún ambiente
donde se sobre estimulen tus sentidos, prepárate adecuadamente… solo tú sabes que es
lo que te ayuda y lo que no, así que respeta estos límites y hazle saber esto a los que te
rodean. ¡Honra tus propios límites y los demás lo harán!

7. Evita personas “toxicas”.  Existen. De que las hay, las hay. Son personas que extraen
toda tu energía, son esas personas envidiosas, competitivas o demasiado juiciosas.  Si te
es imposible librarte de ellas, trata de limitar la convivencia y en su lugar elige personas
más saludables y que le aporten cosas positivas a tu vida. Tu cuerpo y tu mente te lo
agradecerán.

8. Trata de estar en contacto con otras personas. El aislamiento es tu peor enemigo. 


Trata de agendar reuniones con amigos, familiares, vecinos. Trata de conocer lugares
nuevos, diferentes, estimulantes, busca recursos en tu ciudad o bien si no puedes quedar
con nadie, busca actividades que estimulen tus sentidos como leer o armar un
rompecabezas, la idea es tener la mente ocupada con actividades que traigan algo
saludable a tu vida.  Las actividades de voluntariado o los grupos de autoayuda también
proporcionan una sensación de pertenencia bastante benéfica para tu salud física y
mental.  ¡Y nunca dejes de pedir ayuda a tus seres queridos, para que te incluyan en
actividades de convivencia!

9. Trata de crear un espacio personal saludable  Deborah Serani nos recuerda que, “…


se trata de crear un espacio que te nutra de cosas buenas, que te revitalice, tanto la
mente, cuerpo y espíritu” Ella nos sugiere, por ejemplo, abrir las persianas para dejar
entrar la luz natural del sol. Así de sencillo. Prender velas aromáticas o algún tipo de
aparato de aromaterapia: las esencias funcionan maravillosamente para el estado de
ánimo: reducen el estrés, te ayudan a lograr un sueño reparador y pueden incrementar tu
capacidad natural inmunitaria. Los aromas cítricos o de lavanda han demostrado ser
efectivos en tratamientos de depresión.

Estos aromas puedes usarlos tanto en aceites, velas o incienso. Ella en especial usa
lavanda, lilas, vainilla y mango, pero tú puedes escoger lo que más te guste, lo que te
motive. Si eres sensible a las fragancias, usa aceites, flores naturales o frutos secos,
cualquier cosa es buena para estimular tu sentido del olfato.

La música es otro elemento sanador bastante efectivo, así como ayudarte de ella para
meditar, usar la imaginación guiada, practicar yoga incluso ordenar tu hogar o
remodelarlo. La música puede ser suficiente para cambiar tu estado de ánimo. ¡Pruébalo!

Por último, Serani hace hincapié en potenciar tus virtudes y recuperar tu estado natural
de salud.
En sus palabras: “Aprende acerca de tu propia biología a través de tu biografía: ¿Qué
tanto sabes de ti? Sigue al pie de la letra tu tratamiento psiquiátrico y psicológico, crea tu
propio espacio saludable y no permitas que nada ni nadie minimice tus necesidades de
salud mental. Deja ya de luchar contra tu enfermedad, aprende de todo esto que te está
sucediendo: confía en tus instintos y habilidades.

Una vez que logres estabilidad, lo que va a suceder es que serás capaz de ayudar a
otros en base a tu experiencia y compartiendo la manera como saliste adelante.  Y si
alguna vez la ignorancia o el estigma se presentan ante ti en forma de persona o
circunstancia, disípala mediante tus conocimientos de ti mismo.

El cuidado de sí mismo y la personalidad sana

Se presenta un concepto de salud mental como patrón secuencial de acción que


contribuye a una experiencia satisfactoria de la vida. En relación con ello, la personalidad
psicológicamente sanase define por la capacidad y la disposición para cuidar de sí misma
en orden a esa experiencia.

PALABRAS CLAVE: salud mental, personalidad sana, sí mismo, autorregulación

Lady Macbeth ha sido inductora enel asesinato del rey Duncan y ahora, tiempo después,
está en trance de muerte mientras el bosque de Birnam, cortado y a lomos de soldados,
asciende resueltamente hacia la fortaleza de Dunsinane. No sabemos de qué muere,
pero ha perdido la razón, delira, ve visiones, fantasmas. Ni siquiera es seguro que
agonice consumida por el remordimiento. Shakespeare se alza por encima de un
conocimiento nada más diagnóstico y también por encima del bien y del mal. Lord
Macbeth, al que va a alcanzar la espada para morir como un caballero, «con la armadura
puesta», le ha preguntado al médico cómo va la paciente. El médico le ha dicho que las
visiones que la agitan no le permiten reposar y Macbeth le responde, le exige al médico:
ABSTRACT: Mental health is considered as a pattern ofbehavior that contributes to a
satisfactory experience in life. Healthyb personality is seen as capacity or disposition of
self-caring in order to thatexperience.

«En eso la paciente debe administrarse su propia Medicina» (Macbeth, acto V, escena 3)

«Curadla, pues. ¿O es que no podéis atender un mal del alma? ¿O arrancar de la


memoria una pena arraigada... y limpiar del pecho con antídoto de olvido esa peligrosa
materia que abruma el corazón?». Sabe el médico y dice que la señora está perdida de
cuerpo y alma: «En estos casos el paciente ha de ser su propio médico». Lady Macbeth
es ahora una enferma mental: no hay que tener repugnancia a esa palabra -y sí
cauteloso respeto, prudente temblor ante la condición que yace detrás de ella- a
despecho tanto de las censuras merecidamente recaídas sobre el modelo médico de los
trastornos psico-patológicos, cuanto del reciente énfasis en destacar que salud no hay
más que una, la corporal y física, y que esos trastornos son tan materiales como los del
cuerpo, al ser Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 2000, vol XX, n.o 76, pp. 35-47(36) 674
función del cerebro (1). Shakespeare ya sabía eso; ya sabía que al «alma» (jes un decir!)
le afecta la materia (¡otro decir!). Lady Macbeth es a la vez una asesina y se halla ahora
trastornada, pero no es lo mismo haber asesinado que haber perdido la razón. Es a la
vez una demente y una moribunda, mas no es lo mismo delirar que agonizar. Es una
paciente en lo «físico» y en lo «mental», pero una «enfermedad» no se confunde con la
otra, igual que por muy unitaria e indivisible que seala salud una cardiopatía no se
confunde con una enfermedad renal. Aviados estaríamos con tratamientos y enfoques
sólo holísticos para atajar una peritonitis. Por boca del médico, Shakespeare compendia
toda la sabiduría antigua sobre el caso: en esta condición, en estos trances sólo el
paciente puede administrarse su propia medicina. Claro que ése justo es el problema: el
paciente -el «cliente», dicho en lenguaje comercial y conductistamente correcto- no
puede curarse a sí mismo, es incapaz de ser su propio médico o farmacéutico. Es esta
incapacidad la que aquí se va a tomar como esencial característica de la «enfermedad
mental» -o, en rigor, de los trastornos de la personalidad- bien a conciencia, como alguna
vez ironizó Szasz (2), de que las enfermedades mentales ni son enfermedades ni son
mentales No son mentales, desde luego, si por «mente» se entiende un alma o «mind»,
sobre cuya falacia conceptual han disertado Ryle (3) y otros filósofos (4). Sin embargo, de
suyo y pese a derivar del latino «mens», el adjetivo «mental» hoy tiene tan poco que ver
con una noción mentalista como los propios nombres de «psicología» y «psiquiatría»,
derivados de «psyché», que en griego es alma. Al igual que lo «psiEl cuidado de símismo
y la personalidad sana

¿No son enfermedades?

Al llamarlas así, se trata por cierto de un lenguaje metafórico. Si se utiliza, hay que
hacerlo a sabiendas de estar usando una metáfora. Todo el asunto estriba en si,
confrontada con las de «alteración», «desviación» o «anomalía», la metáfora de
enfermedad es de todos modos aceptable e incluso preferible: en si lo es al menos para
aquellos casos, como el síndrome de Alzheimer, donde el grave deterioro cognitivo forma
parte de un hundimiento general de la persona. La desafección a hablar de enfermedad
mental, por otro lado, no entraña por fuerza desistir de hablar al menos de «salud
mental». Las metáforas, en cualquier caso, pueden convivir; no son incompatibles.
Cualesquiera sean las metáforas o modelos utilizados, sí que importa puntualizar desde
el principio que son difusos los límites de la construcción así levantada. El Manual del
DSM-IV (5, pág. XXI) lo reconoce en las páginas de introducción: «Noexiste una
definición satisfactoria que especifique límites precisos del concepto de 'trastorno mental'
(... y salud física y mental)>> . Ese carácter difuso se relaciona a su vez con la
multiplicidad de criterios que los tratadistas de la psicopatología concuerdan en señalar
en el trastorno o anomalía mental o psicopatológica (6-8). Modelos de vida humana La
sabiduría clásica, griega y latina, forjó una máxima y un tema que subyace a posiciones y
doctrinas -»mora-El cuidado de símismo y la personalidad sana,

ORIGINALES Y REVISIONES
Es la ética y la sabiduría del «¡cuida de tí mismo»!; es, en latín, la «cura sui», el
autocuidado. Sabio es aquél que sabe cuidar de sí mismo. Sabiduría es entonces la
figura combinada -yen sazón- resultante del cumplimiento de dos exhortaciones también
clásicas: el «¡conócete a tí mismo!» de la inscripción en el frontispicio de la entrada al
oráculo de Delfos; y el «¡sé el que eres!» de Píndaro, luego tan caro a Goethe. Es una
tradición que bajo la lente de «tecnologías del yo» ha expuesto recientemente el filósofo
Foucault (9). ¿Puede esa tradición recibir carta de naturaleza empírica en una ciencia del
comportamiento? No es meterse en camisa de once varas. Hay varias líneas de análisis y
de conocimiento que permiten afirmarlo en enfoque no ya sólo de clínica, sino de ciencia
básica de la acción y de la personalidad, con el respaldo de sólida investigación ya
existente acerca del bienestar personal y en el marco de una teoría -y entronque en una
práctica- focalizada en la autoeficacia y la autorregulación. Existen resonancias del tema
clásico del autocuidado, ante todo, en una psicología de orientación humanista o
personalista, que ha perfilado los rasgos de la «personalidad saludable» (10) ,y todavía
más, con ambición mayor, los de un nivel superior de excelencia y plenitud en la
existencia -«modelos ideales de vida humana» los llama DiCaprio (11)-, que es la
madurez, la autorrealización o el pleno devenir actualizado de la potencialidad de la
persona. Da que pensar el hecho de que, en sus dos libros pioneros de psicología de la
675 (37) personalidad, Allport (12-13) dedicara sendos capítulos amplios al tema de la
personalidad madura. En el perfil de excelencia que dibuja, Allport caracteriza la madurez
personal por la ampliación del «yo», su relación afectuosa con los demás, la seguridad
emocional, una percepción conforme a la realidad, aptitudes ante las tareas,
conocimiento de sí y visión unificadora de la vida. No es muy distinta la caracterización de
Maslow (14) de las personas «autorrealizadas»: con percepción eficaz y cómoda de la
realidad, aceptadoras de sí mismas, de los demás y de la naturaleza, espontáneas,
centradas en los problemas, autónomas, con buenas relaciones personales y sentido del
humor. Y se asemeja a ambos lo que Rogers (15) presenta como meta del deseable
«proceso de convertirse en persona» y a lo que invita en eco de Píndaro: llegar a «ser el
que uno es», consistente en autodirección, deseo de progreso, apertura a la experiencia,
confianza en uno mismo, sentimiento de libertad, espontaneidad. Ha sido sin duda esta
psicología personalista y de vocación pedagógica la que más ha contribuido a abrir un
espacio compartido por la ciencia y por el sentido común ilustrado, un espacio donde
prospera una amplia literatura divulgativa sobre bienestar, salud y trastorno mental (así,
entre otras, las colecciones «Autoayuda y superación» de Grijalbo, «Ojos solares» de
Pirámide y «Serenpidity» de Desclée de Brouwer). Es literatura de desigual calidad y
valor cientí- fico, pero a menudo con juiciosas apreciaciones sobre el tema incluso
cuando los autores hablan desde la experiencia profesional o el sentido común y no
desde el método científico.(38) 676 Los temas predilectos de los humanistas -
personalidad madura, cabal, realizada- suscitan extrema reserva, por no decir repudio, a
quienes se atienen a enfoques metodológicos experimentalistas o bien a posiciones
teóricas como las del conductismo radical. Ahora bien, ni conductismo ni tampoco la
experimentación poseen el monopolio de una ciencia objetiva del comportamiento o de la
personalidad, ni tampoco de la salud y madurez mental y, respectivamente, del trastorno.
De hecho es posible una aproximación científica a la madurez humana más plena, la que
se manifiesta en la sabiduría, tal como hace un sugestivo volumen coordinado por
Sternberg (16). Es éste un tema, por cierto, filosófico y moral en la tradición, al que sin
embargo cabe asociarle hoy conocimientos empíricos, de ciencia: sobre el desarrollo
humano a lo largo del ciclo vital, sobre la madurez personal y sobre los procesos
cognitivos y el manejo de saberes en que la sabiduría consiste.b Lo que a continuación
se ensaya obedece al modesto propósito de hacer otro tanto -en bosquejo- sobre un
asunto bastante más limitado y en un listón no tan alto de los propósitos y tareas de la
existencia humana: sobre la consigna práctica y moral del cuidado de uno mismo; sobre
la invitación a cuidarse como consejo que trasciende el testimonio de afecto personal y
que se configura como exhortación dictada desde la sabiduría, desde el conocimiento. Se
va a proponer que la capacidad de autocuidado es justo lo que caracteriza no ya a la
sabiduría, sino pura y simplemente a la «salud mental» propia del adulto: a la integridad
personal bajo condiciones ordinarias de la vida, con las dificultades normales del vivir, y
no ante la El cuidado de sí mismo y la personalidad sana tragedia o la adversidad
extrema. El análisis tomaría otro cariz al contemplar la infancia, cuando la capacidad de
autocuidado aún no se ha adquirido, y también en el caso de minusvalías graves, donde
esa capacidad puede hallarse limitada por circunstancias físicas o mentales. También
estos casos pueden ser clarificados desde las claves propuestas a continuación, pero no
es posible ahora ni siquiera bosquejar la correspondiente clarificación. Autocuidado en el
sistema de «sí mismo» Al hablar de la acción y de la capacidad de autocuidado se
entiende aquí auto cuidarse en orden a una experiencia satisfactoria de la vida. Se
sobreentiende además: estilo o repertorio de conducta habitual, capacidad o disposición
en orden a gestionar bien esa experiencia, y no siempre conducta concreta aisladamente
ejecutada. La persona más capaz puede cometer errores y el más inteligente incurrir en
actos estúpidos. Por «mentalmente sano» que alguien sea, puede errar más de una vez
en su autocuidado o incluso renunciar a él, hasta con riesgo de la vida, en acto heroico
por el bien de otros. Del mismo modo, sin embargo, que no se llamará inteligente a quien
sólo realiza conductas estúpidas, de quien jamás lleva a cabo acciones de autoprocura
que redunden en su propio bienestar difícilmente será posible mantener que goza de
buena salud mental. El trastorno mental en sentido propio (y no ya el tener problemas,
conflictos, crisis o sufrimientos morales: ¿quién no los tiene?) ha de verse en
consecuencia como un curso de acción o una práctica de autocuidado deficiente. Y si se
solicitan (40) 678 cial determinado-, como apetecible o como indeseable, como positiva,
satisfactoria o, por el contrario, negativa, frustrante. Esta conciencia de sí
-autopercepción con intensas connotaciones afectivas- tiene también, ella misma, una
raíz que trasciende al individuo: se elabora, sin duda, a partir de la imagen social de lo
deseable y de la percepción que cada cual encuentra en otros acerca de sí mismo; se
genera a partir de un aprendizaje social y de reacciones sociales ante la conducta del
sujeto. Pero, no menos cierto, incluso en una reducción completa a socio génesis, aquella
autopercepción posee su relativa autonomía, su razón de ser y su derecho a atención
práctica y teórica. El caso es que tanto el enfoque descriptivo de las alteraciones de
personalidad o de comportamiento, como el de terapia e intervención psicológica, al
atender al contraste trastorno / salud mental, contemplan componentes
Georges Mead escribió que el individuo, pese a todo, y con razón, es capaz de hacer
frente a la entera sociedad: «Una persona puede llegar a un punto tal en que ha de ir
contra todo lo que le rodea; pero para poder hacer eso ha de hablarse a sí mismo con la
voz de la razón» (19). Cabe decirlo en otras palabras más próximas al presente
argumento: la dimensión de bienestar, de vivencia satisfactoria, de capacidad para ella
por parte del sujeto constituye una garantía y salvaguardia tanto para sí mismo cuanto
para la noción teórica y la meta práctica de salud mental frente a su disolución en meros
términos de una adaptación que sea únicamente encaje o El cuidado de sí mismo y la
personalidad sana ajuste social. Una persona puede sentirse -y saberse a sí misma-
«sana», cargada de razón (y de emoción o experiencia positiva, de pasión), asistida por
la voz de la racionalidad (una razón práctica y una «inteligencia emociona!»: Goleman
(20), Mayer y Salovey (21) (si se quieren incluir una noción hoy justamente en boga)
frente a una sociedad entera que al sujeto le declara enfermo, inadaptado o desviado.
También, por cierto, y con frecuencia mayor, se da la situación contraria, la de quien,
pese a ser juzgado del todo normal por la sociedad, se considera a sí mismo en un
estado y vivencia cuyo mejor análogo son las heridas o la enfermedad: hundido en la
miseria de un malestar peor que cualquier mal orgánico. Pertinencia al bienestar y
capacidad de gozo Puede tomarse el bienestar (o a la felicidad) como el mejor referente e
hilo conductor para cualquier propuesta relativa a la dimensión de trastorno / salud mental
e igualmente, en otro plano más de raíz, a la de trastorno de personalidad / personalidad
sana. Ningún otro tópico relativo a esa dimensión ha sido tan estudiado como el
bienestar, la satisfacción personal, la felicidad (22-26). La única línea comparable al
respecto es la de la adaptación, tal como se da, en concreto, en las conductas de
afrontamiento y en sus consecuencias. Pero aun esa línea viene a reducirse a la otra,
justo al resaltar que el bienestar -junto con la adaptación y la salud física- resulta de un
afrontamiento logrado, mientras que malestar, inadaptación yenfermedad son los tres
resultados típicos sea delEl cuidado de símismo y la personalidad sana estrés sea de un
malogrado afrontamiento (27-28). No es asimilar salud a bienestar (o felicidad) y trastorno
a malestar (o desdicha). Es postular como hipótesis conceptual orientadora que se
relacionan, aunque no son idénticos. La suya es una relación no de identidad, sino de
pertinencia en un nexo cuya naturaleza es preciso esclarecer. Parece ser la hipótesis
sobre la que en sus últimas versiones la introducción del Manual DSM realiza su propia
formulación del trastorno, una formulación por cierto biopsicológica y no reductora a lo
social o a pautas colectivas de valor: «se trata de una disfunción biológica, psicoló- gica o
conductual»; y «esta alteración no sólo está referida a la relación entre el individuo y la
sociedad» (6). Se añade una precisión esencial: «asociada a un malestar, a una
discapacidad o a un riesgo significativamente aumentado de morir o de sufrir dolor,
discapacidad o pérdida de libertad». En esas breves frases es patente la redundancia en
dos unidades semánticas: en primer lugar, malestar o sufrimiento, y junto con ello,
discapacidad. Si se colocan juntos esos dos elementos, la figura compuesta que aparece
es la del trastorno mental como cierta incapacidad de bienestar o fracaso de hecho en
conseguirlo. Se halla eso muy cercano a Freud (29), quien señaló a la terapia la finalidad
de restablecer en el sujeto la capacidad de trabajo y de goce; y a Fromm (30), cuando en
análogo emparejamiento apunta a la capacidad de amor y de trabajo, capacidad
productiva y creativa, como núcleo del arte humano de vivir. Es éste un punto de vista
apenas o en nada exclusivo de la teoría freudiana; es inteligible y asumible desde
cualquier posición, incluida la 679 (41) conductista, con tal de suavizar el término
«capacidad» y sustituirlo por algún otro que despierte menos reticencias: hábitos,
repertorios aprendidos, quizá disposiciones. Salud mental no es cualquier bienestar, ni
tampoco el bienestar en sí. Trastorno mental no es tampoco, de suyo, el estado de ánimo
deprimido, ansioso, de terror, o de desconexión respecto a la realidad. No es trastorno
mental el estado de alucinación tras haber ingerido ciertas sustancias, ni la extrema
melancolía tras la pérdida del ser más querido. En general, no se trata del trastorno
mental transitorio, eximente o atenuante en los códigos penales, ni tampoco el trastorno
no tan transitorio pero deliberadamente inducido y controlado por la persona. El trastorno
comienza cuando el sujeto no emprende el curso de acción apropiado para salir de ese
estado. No lo emprende porque es radicalmente incapaz de ello o porque no se siente en
disposición para ello. El trastorno comienza con la incapacidad, indisposición, mera
inercia, inacción o acción disfuncional en orden a modificar tal estado indeseable. Por
otra parte, la capacidad o disposición de que se habla en orden a ser feliz no es la de un
goce sólo pasivo; no es la del niño de pecho, a cuya imagen, por otro lado, la sociedad de
consumo tiende a reducir al ciudadano consumidor. También esto se halla en juego, por
cierto: el gozo recibido. Ser incapaz incluso de gozos y alegrías por otros procuradas es
precisamente y sin duda el colmo del trastorno de personalidad, el de quien no sabe
disfrutar ni de lo que le viene gratuitamente dado. Pero más allá de esto se está hablando
de una capacidad de -y un curso de acción en(42) 680 orden a- un gozo activo, auto
procurado, y esto no necesariamente por la busca directa de la felicidad, búsqueda sobre
la que Russell (31) advierte que quizá no lleva a ninguna parte, sino como algo que le
sobreviene a la acción operante, al vivir activo, aún sin necesidad de proponérselo y
como por añadidura. La salud mental tiene que ver con experiencias, la de bienestar
personal o satisfacción en la vida, pero propiamente consiste en comportamientos
ordenados a esas experiencias. La cualidad de «psicológicamente sano» o saludable, en
rigor, es pertinente no en toda actividad psíquica, de suyo no en la percepción o la
memoria, no en las reacciones de placer o dolor, de entusiasmo o de miedo; lo es sólo en
el comportamiento operante e instrumental, en la acción propiamente dicha (17), aquella
que opera cambios en el entorno o en el propio organismo del agente, cambios capaces
de redundar a su vez en experiencias (estimulación, refuerzos, emociones, sentimientos,
estados de ánimo) positivas o negativas, gozosas o dolorosas. Dicha dimensión, además,
se ensancha en cierto espesor diacrónico, de duración; acontece y se manifiesta en el
tiempo, en la sucesión de acciones y de experiencias de las personas. No el espanto
momentáneo en medio de una catástrofe, ni la embriaguez ocasional en una noche loca,
sino el cepo duro de una fobia resistente o de una adicción dañina e invencible, donde el
sujeto está atrapado y que le incapacita para vivir, es lo que constituye referente de las
nociones psiquiátricas y psicopatológicas, así como objeto de tratamiento, psicoterapia o
prevención.El cuidado de símismo y la personalidad sana Salud mental y personalidad
sana Por salud psicológica, mental o comportamental, ha de entenderse, pues, la gestión
habitual de una experiencia grata de la vida por y para el propio sujeto agente. Esta
experiencia, a su vez, incluye las sensaciones más a flor de piel, las procuradas por los
sentidos externos, y también aquellas otras más profundas, asociadas al sensorio interno
y que se organizan en emociones y sentimientos. La salud mental, sin embargo, no es la
experiencia vital grata en sí misma -o la dicha, o la felicidad-, sino la acción, la conducta
operante, la práctica de gestionársela para uno mismo. No es en sí la experiencia
satisfactoria de la vida, porque son muchas las circunstancias externas que pueden
generar desdicha o sufrimiento. Exceptuando fakires y estoicos acaso, los humanos no
son invulnerables o inmunes a ellas. Por otro lado, la tradición aristotélica, eudemonista y
aún más la estoica, senequista, asocia la felicidad a la sabiduría y a la virtud, al obrar
acertado: el hombre virtuoso es el hombre feliz, aunque no está del todo claro si se llama
felicidad a la acción virtuosa por ella misma o se piensa que de la virtud se sigue siempre
y con toda naturalidad la vida feliz. El caso es, sin embargo -y Kant ha puesto el dedo en
esa llaga de la condición humana-, que la dicha no le ha sido prometida a la virtud.
Sabiduría y virtud -o salud mental si se atiene el análisis a términos comportamentales-
no es lo mismo que felicidad o dicha; pero sí que es capacidad de «cura sui», de cuidado
de sí mismo, de autoprocura de felicidad en la medida –a veces mínima- en que eso se
halla en pro-El cuidado de símismo y la personalidad sana pias manos. Es, a la postre,
«saber vivir» o, si se prefiere «amar la vida», pero amarla eficazmente, es decir, ponerla y
guardarla a salvo. Conviene reservar el término de trastorno psicopatológico para el caso
y el momento en que la persona no llega a velar por ella misma, a afrontar con mínima
eficacia las circunstancias adversas, al menos aquellas dificultades del vivir que forman
parte del programa biológico y social de la existencia humana. Otra cosa es la tragedia.
La gravedad trágica de la adversidad puede llegar a trastornar, pero también
sencillamente a hacer del todo imposible cualquier forma de afrontamiento logrado o
eficaz. Bajo circunstancias negativas extremas es difícil mantener no ya el tipo, sino el
sano juicio. Buena salud psicológica han mostrado quienes han salido enteros de la
tortura, del secuestro, del campo de concentración o del de refugiados, máquinas y
espacios psicopatógenos como ningún otro. Las categorías de salud / trastorno mental,
sin embargo, tienen su foco central de pertinencia no en los extremos paroxísticos, sino
en las zonas templadas medias de la condición humana: en el modo de habérselas con
las adversidades y dificultades ordinarias de la vida, en la forma de cuidar de sí en medio
de ellas y de procurarse incluso entonces una experiencia vital positiva, de calidad. El
trastorno psicopatológico es una carencia o insuficiencia comportamental en relación con
la felicidad y el bienestar, con una experiencia satisfactoria de la vida. En el polo opuesto,
el comportamiento saludable -o psicológicamente sano- es aquel que a largo plazo
produce la más positiva experiencia para el propio agente. Lo que en un nivel de análisis
se 681 (43) formula como comportamiento psicológicamente saludable puede y debe ser
trasladado también a otro plano, el de la personalidad. Puede y debe producirse ese
cambio de plano porque la estructura, procesos y funciones de la personalidad son
difícilmente reducibles a los de comportamiento. La personalidad no es una mera suma o
conjunto de conductas, de estilos o pautas de conducta. Es potencial de comportamiento,
posibilidad activa y probabilidad de comportamiento: es, primero, capacidad y luego
también propensión, disposición o predisposición. La personalidad tiene que ver, como no
puede ser menos, con lo que el sujeto hace y ha hecho, pero asimismo con lo que es
capaz o no de hacer, con lo que está o no dispuesto a hacer, predispuesto, propenso a
realizar. Este punto de vista permite entender bien cuál es la naturaleza específica de los
trastornos de personalidad frente a los de solo el comportamiento. Son trastornos o
déficits no ya de la acción, sino -más grave- de la capacidad o de la predisposición a ella.
Así entendidos, los trastornos de la personalidad, dentro de los psico-patoló- gicos en
general, consisten a fin de cuentas en cierta incapacidad, incompetencia o indisposición
para vivir. Los distintos trastornos son variedades funcionales o estructurales (32) de esa
incapacidad, menor capacidad o indisposición. Hay grados de severidad en ello. Los hay
en las variedades de trastorno que, sin perjuicio de su perfil cualitativo, por otra parte se
extienden a lo largo de un espacio dimensional continuo de gravedad, sin corte
categórico que permita colocar en un lado y hasta un cierto límite la salud mental y en
otro el trastorno. Tampoco hay corte categórico entre el simple trastorno de conducta y,
(44) 682 más allá y más grave, el de personalidad, o entre los déficits funcionales de
personalidad, los de un funcionamiento deficiente, y aquellos déficits estructurales, como
la esquizofrenia, que consisten no tanto en que la personalidad funcione mal, sino que en
rigor y en realidad no existe, no se halla estructurada. Psicoterapia yautorregu[ación
Autocuidado no es autocontrol en el sentido vulgar, más bien peyorativo, de bloqueo o
inhibición, ni es obsesión o preocupación por uno mismo, ni tampoco pertinaz
introspección que retorna a la interioridad como a núcleo o fuente de vida auténtica o
como a presunto paraíso perdido y recuperable en orden a una liberación por el
«espíritu». El exceso de autoanálisis, de autoatención, suele ser insano casi siempre. La
capacidad de autocuidarse, aquí equiparada a la personalidad saludable, comporta en
cambio, esto sí, ejercicio de un comportamiento de control por uno mismo o -por mejor
deciruna actividad de autorregulación. Los primeros análisis del sistema comportamental
de autorreferencia y autorregulación datan de los años 70. En esos años surgen
propuestas prácticas de introducción de técnicas de autocontrol en el tratamiento y
modificación de conducta (33-34). La consagración analítico-teórica de las propuestas
clínicas desde entonces en auge se debe, sobre todo, a Bandura (35-36) con un doble
postulado: el de un determinismo recíproco entre situación, conducta y persona, a cuyo
sistema de «sí mismo» reconoce así una función; y el del principio de autoeficacia como
mecanisEl cuidado de símismo y la personalidad sana mo mediador del resultado positivo
que diferentes técnicas conductuales y de psicoterapia llegan a procurar. Desde
entonces, la investigación y análisis de la autorregulación ha puesto de relieve el carácter
deseable y benéfico de situaciones y acciones en las que el sujeto «controla» o al menos
«maneja» algunas de sus contingencias y, por tanto, es «dueño» en algo de la propia
vida. Es un control que implica tomar decisiones sobre uno mismo, autodeterminarse, 10
que a su vez constituye una de las manifestaciones de la libertad, empírica y no
metafísicamente entendida. En ese marco de investigación y teoría básica adquieren
pleno sentido las prácticas de autocuidado, los comportamientos de autogestión de la
propia experiencia a largo plazo. Estos constituyen un factor esencial en todo el ancho
ámbito de 10 que han sido o son la medicina psicosomática, la medicina comporta-mental
y también, más reciente, la psicología de la salud. Esos comportamientos desempeñan
funciones sustanciales en la conservación y recuperación de la salud tanto física como
psíquica o comportamental, en la perseverancia dentro de unos hábitos saludables de
vida, en la adherencia al tratamiento, de cualquier naturaleza que éste sea.
VIDA SALUDABLE

¿QUÉ ES VIDA SALUDABLE?

La globalización conlleva innumerables beneficios desde diversos puntos de vista


(económicos, comunicacionales, académicos, etc.) pero, desde el punto de vista de la
salud, ha traído consigo varios problemas. La velocidad en que vivimos hoy en día, las
mayores exigencias de productividad y la concentración población en grandes urbes hace
que la mayoría de la población a nivel nacional e internacional tienda al sedentarismo,
alimentación desbalanceada (en general, rica en calorías) y problemas psicosociales
(abuso de sustancias, violencia, disgregación familiar, etc.). Las estadísticas nacionales
hablan de un 67% de la población con exceso de peso (25% son obesos) y el
sedentarismo alcanza a un 87%, lo cual contribuye al riesgo de desarrollo de patologías
crónicas no transmisibles como la Hipertensión Arterial, Diabetes Mellitus y Dislipidemias
(alteraciones de colesterol y triglicéridos), lo cual genera un evidente aumento en el
riesgo cardiovascular de la población; a su vez, nuestra estadística país habla de un 41%
de fumadores, 40% de bebedores problema y 17% de pacientes con depresión.

Vida saludable es más que un mero concepto mediático que surge de tanto en tanto
intentando buscar soluciones facilistas a esta compleja problemática que está instalada
de manera sólida en la sociedad occidental. Vida saludable es un proyecto de vida
permanente -que debe trabajarse diariamente con actitudes y hechos concretos-, el cual
se basa en acciones individuales que, al sumarse a las efectuadas por el resto de los
miembros de la sociedad, promueve cambios en la forma de ver y vivir la vida, los cuales
tienden a perpetuarse a través de generaciones.  Países como Finlandia e Islandia
desarrollaron políticas de vida saludable globales, utilizando diversos métodos y recursos
disponibles, logrando exitosos resultados que se vienen visualizando desde hace varios
años. Esto demuestra que, con el compromiso de todos los integrantes de una institución
o sociedad, iniciativas de este tipo pueden mejorar la calidad de vida de las personas.

Entendiendo la importancia que tiene actualmente el concepto de Calidad de Vida para


nuestra sociedad (siendo Chile uno de los países firmantes del Pacto Internacional por
los Derechos Económicos, Sociales y Culturales) y, más aún, observando la creciente
preocupación de las empresas por el concepto de Calidad de Vida en el Trabajo (que trae
consigo el reconocimiento social y certificaciones de calidad), es que Vital Chile desea
apoyar a su empresa o institución mediante el diseño e implementación de programas de
Vida Saludable, aplicables a sus trabajadores, colaboradores, alumnos, etc., de forma tal
que, en el mediano y largo plazo, se genere un cambio de actitud en las personas,
adoptando conductas beneficiosas en sus hábitos de vida diaria (alimentación saludable,
práctica regular de ejercicio, evitación de conductas de riesgo, mejorar la resiliencia, etc.),
las cuales sea susceptibles de reproducir en el resto de su entorno.  Piense en sus
trabajadores y sus familias, invirtiendo en ellos y en su propia institución, a través de los
programas de vida saludable que Vital Chile tiene disponibles para Usted.
Aunque practicar buenos hábitos de salud no garantiza el gozar de una vida más larga,
definitivamente puede mejorar su calidad. Si se practican con regularidad, unas cuantas
cosas simples pueden ayudar a minimizar el riesgo de enfermedad y enriquecen la vida:

Hacer ejercicio en forma regular y controlar el peso

No fumar ni consumir drogas

No tomar mucho alcohol y evitarlo por completo en caso de tener antecedentes de


alcoholismo

Consumir una dieta saludable y balanceada

Cuidar los dientes

Controlar la hipertensión arterial

Seguir buenas prácticas de seguridad

EJERCICIO

El ejercicio es un factor clave para mantenerse saludable. El ejercicio fortalece los


huesos, corazón y pulmones, tonifica los músculos, mejora la vitalidad, ayuda a conciliar
mejor el sueño y alivia la depresión.

Si la persona está apenas comenzando un programa de ejercicios y tiene alguna afección


de salud preexistente, como obesidad, hipertensión o diabetes, debe preguntarle al
médico acerca de una prueba de esfuerzo con el fin de ayudar a establecer los límites
seguros para el programa de ejercicios.

Consejos para realizar ejercicio saludable:

Se debe comenzar el ejercicio gradualmente (quizás con una caminata rápida) y no se


debe esperar estar "en forma" de la noche a la mañana. A los tres meses de esfuerzo
constante, el estado físico comenzará a mejorar.

La persona se debe ejercitar lo bastante como para sudar durante cada período de
ejercicios, pero no tan fuerte que no pueda sostener una conversación.

Planear una rutina de ejercicios de 20 a 30 minutos, por lo menos tres o cinco días a la
semana. Se debe incluir estiramiento antes y después del ejercicio, lo cual ayudará a
evitar lesiones. Se debe comenzar lentamente y escuchar al organismo. Si duele mucho,
la persona probablemente se ha excedido.

Los ejercicios aeróbicos fortalecen los pulmones y el corazón y deben ser parte de la
rutina para ponerse en forma. Ejemplos de estos ejercicios son, entre otros: caminar,
correr, trotar, nadar, esquiar a campo traviesa, remar, saltar cuerda, bailar, deportes de
raqueta y ciclismo. Para lograr el mayor beneficio, los ejercicios aeróbicos deben
realizarse por períodos ininterrumpidos de por lo menos 10 a 12 minutos.
Los ejercicios de fortaleza y flexibilidad son importantes y ayudan a que la persona
mantenga la capacidad de realizar las actividades diarias y mantener el equilibrio a
medida que crece.

Es necesario realizar ajustes en el programa de ejercicios de niños, mujeres


embarazadas, adultos obesos, personas de edad avanzada, personas discapacitadas y
sobrevivientes de ataques cardíacos. Los programas también se deben modificar para
grandes altitudes y condiciones de extremo calor o frío.

Ver: actividad física

TABAQUISMO

Se estima que el consumo de cigarrillo es la causa de más de 400.000 muertes por año
en los Estados Unidos y es la mayor causa evitable de muerte prematura en ese país.
Una de cada cinco muertes en los Estados Unidos cada año es el resultado directo o
indirecto del tabaquismo.

La exposición indirecta al cigarrillo causa aproximadamente 3.000 muertes por cáncer


pulmonar en adultos no fumadores en los Estados Unidos cada año. Los estudios
también han vinculado la exposición indirecta al tabaco con enfermedades cardíacas.

Las enfermedades graves causadas con mayor frecuencia por el tabaquismo son:

Angina

Bronquitis crónica

Enfisema

Ataque cardíaco

Dolores en las piernas como resultado de las obstrucciones en las arterias de las
extremidades inferiores (claudicación)

Cáncer de pulmón (el riesgo de los fumadores es 10 veces mayor que el de los no


fumadores)

Accidente cerebrovascular (el riesgo de los fumadores es casi tres veces mayor que el de
los no fumadores)

Nunca es demasiado tarde para dejar de fumar. Dos años después de dejar el cigarrillo,
el riesgo de ataque cardíaco regresa al valor promedio y el riesgo de cáncer de pulmón
disminuye alrededor de un tercio. Después de 10 años de no fumar, el riesgo de cáncer
de pulmón vuelve a ser casi normal.

Ver: tabaco para fumar y para mascar.

CONSUMO DE ALCOHOL
El consumo de alcohol inhibe gradualmente la función cerebral y afecta en primera
instancia las emociones, los procesos de pensamiento y el juicio. Con la ingestión
continua de alcohol, se altera el control motor, produciendo mala pronunciación al hablar,
reacciones más lentas y pérdida del equilibrio. Tanto el aumento de la grasa corporal
como el hecho de beber con el estómago vacío aceleran la tasa de intoxicación por
alcohol.

Ver también: alcoholismo y consumo de alcohol.

Las enfermedades causadas con mayor frecuencia por el alcoholismo son:

Pancreatitis crónica y aguda

Várices esofágicas sangrantes

Cáncer de laringe, esófago, estómago y páncreas

Miocardiopatía

Cirrosis del hígado

Hepatitis

Impotencia

Desgarro de Mallory-Weiss

Irregularidad menstrual

Trastornos del sueño

Síndrome de Wernicke-Korsakoff

Se debe evitar el consumo de alcohol durante el embarazo. El síndrome de alcoholismo


fetal es la causa más conocida de retardo mental.

Los padres deben hablar con sus hijos acerca de los efectos peligrosos del alcohol y
establecer una comunicación de confianza con ellos, de forma que puedan discutirse los
temas delicados. No se debe permitir que los hijos sean guiados completamente por sus
amigos. Los hijos necesitan una guía firme y amorosa.

Ver: grupos de apoyo para el alcoholismo

CONSUMO DE DROGAS Y DROGADICCIÓN

Toda persona reacciona en forma diferente a los medicamentos. Siempre se le debe


comentar al médico acerca de los medicamentos que se estén tomando, incluyendo
medicamentos de venta libre y vitaminas.
Las interacciones con los medicamentos pueden tener consecuencias graves para la
salud. Las personas adultas deben ser particularmente cuidadosas acerca de dichas
interacciones con múltiples medicamentos y deben vigilar de cerca esta situación si es
del caso. Se recomienda llevar una lista de los medicamentos que se estén tomando en
el momento, especialmente cuando la persona visita varios médicos para el tratamiento
de problemas diferentes.

Debe evitarse el consumo de alcohol mientras se estén tomando medicamentos, debido a


que esta combinación puede ser muy peligrosa, en especial con los tranquilizantes y los
analgésicos.

Las futuras madres deben evitar tomar cualquier tipo de droga no prescrita durante el
embarazo, especialmente durante el primer trimestre cuando el feto está muy sensible a
las drogas en el cuerpo de su madre. Si la madre ha estado tomando cualquier droga
antes del embarazo, debe informar al médico.

Siempre se debe tomar un medicamento en la forma como fue recetado: tomar cualquier
droga con propósitos diferentes a los que le son propios, o de una manera o en
cantidades diferentes a las indicadas, se considera drogadicción. El abuso y la adicción
no están únicamente asociados con las drogas psicoactivas ilegales. Drogas legales
como laxantes, analgésicos, aerosoles nasales, píldoras para adelgazar y medicinas para
la tos también son a veces usadas de forma indebida, causando graves problemas de
salud.

La adicción se define como el uso compulsivo de una sustancia a pesar de las continuas
consecuencias negativas. El hecho de necesitar una droga (como un analgésico o un
antidepresivo) y tomarla en la forma como fue prescrita no se considera una adicción.

Los síntomas y signos de la adicción varían según la persona y el tipo de droga, pero
pueden incluir:

Agitación

Ojos inyectados en sangre

Apariencia aturdida

Sudoración excesiva

Enrojecimiento de la piel

Insomnio

Rinorrea persistente

Cambios en la personalidad

Pérdida de peso inexplicable


Estado de ánimo impredecible

Los signos de drogadicción en los adolescentes son: apatía, rabietas, inasistencia a


clases, descuido en el vestido, falta de interés en los estudios, exigencia exagerada de
privacidad y confidencialidad, y cambio de grupo de amigos. Sin embargo, es posible que
algunos adolescentes con este problema no muestren ninguno de estos síntomas.

Ver drogadicción

MANEJO DEL ESTRÉS

El estrés es normal. Puede ser un gran motivador para lograr hacer las cosas y en
pequeñas dosis, puede incluso mejorar la salud. Sin embargo, el estrés en exceso puede
ocasionar síntomas como insomnio, dolores de cabeza, problemas estomacales,
problemas con el estado de ánimo y otros.

Es importante que la persona aprenda a reconocer los factores que más probablemente
le ocasionan estrés en su vida. Si bien quizás no es posible evitarlo, la persona puede
sentirse más segura al conocer la fuente de su estrés y eso le ayuda a tener "más
control" sobre la situación. Cuanto más control la persona crea que tiene sobre su vida,
menor será el daño causado por el estrés.

Ver: estrés y ansiedad

OBESIDAD

La obesidad es una preocupación de salud grave que le agrega estrés al corazón, huesos
y músculos e incrementa el riesgo de hipertensión arterial, accidente
cerebrovascular, venas varicosas, cáncer de mama y enfermedad de la vesícula biliar.

Comer en exceso, una dieta poco saludable y la falta de actividad física pueden llevar a la
obesidad. Los antecedentes familiares también juegan un papel.

Ver: obesidad

DIETA

Como regla general, se deben escoger alimentos bajos en grasas saturadas y grasas
trans, al igual que bajos en colesterol. Asimismo, se debe limitar la ingesta de azúcar, sal
(sodio) y alcohol. Se recomienda consumir más fibra, que se puede encontrar en frutas,
verduras, legumbres, productos de granos enteros y nueces.

Ver: dieta balanceada

CUIDADO DENTAL

La buena higiene dental es esencial para mantener los dientes toda una vida y es
importante que los niños adquieran buenos hábitos dentales desde temprana edad. Una
buena higiene comprende:
Lavarse los dientes dos veces diarias y utilizar el hilo dental diariamente.

Utilizar una pasta dental con fluoruro.

Hacerse chequeos dentales regulares.

Limitar el consumo de azúcar.

Usar un cepillo de dientes con cerdas suaves (el cepillo dental debe reemplazarse
apenas las cerdas comiencen a doblarse).

Pedirle al odontólogo instrucciones sobre el correcto cepillado y uso del hilo dental.

Tener una vida activa y saludable significa aprovechar al máximo todo lo que la vida nos
ofrece.

Significa preocuparse por la salud y el bienestar, y realizar pequeños cambios para lograr
una vida saludable. Significa descansar lo suficiente, controlar el estrés y tomarse tiempo
para disfrutar de la familia y los amigos.

Consiste, además, en tener la información básica sobre nutrición, actividad


física, hidratación yequilibrio de energía para tomar decisiones correctas que promuevan
la salud. Esto incluye hacerse tiempo para una actividad física regular, elegir una dieta
rica en frutas, verduras, carne magra, productos lácteos de bajo contenido graso,
pescado y cereales integrales. También incluye conocer las necesidades de energía para
desarrollar un plan de alimentación que equilibre las calorías consumidas con la actividad
física para mantener un peso saludable y utilizar las etiquetas de los alimentos para
tomar decisiones informadas sobre los alimentos y be
¿Cuáles son los ingredientes de una Vida Saludable?

1. Alimentación
Aprende a comer correctamente, en las porciones
adecuadas.
Recuerda equilibrar la alimentación y el ejercicio
 

2. Ejercicio
Integra el ejercicio a tu vida.
Diviértete y goza de sus beneficios físicos, mentales y
emocionales.

3. Actitud
Elige una actitud positiva. 
Aprende a manejar el estrés disfrutando de las cosas que
haces para cuidar tu salud en armonía.

 
4. Convivencia
Cuida tu salud en compañía de los tuyos.
Es más fácil y entretenido. 
Camina, corre, salta y comparte la mesa.
 
5. Descanso
Relájate y repón toda tu energía.
Respeta tus horarios para dormir y disfruta de actividades
placenteras.

Estilo de vida
Estilo de vida o forma de vida son expresiones que se designan, de una manera
genérica, al estilo, forma o manera en que se entiende la vida; no tanto en el sentido de
una particularconcepción del mundo (poco menos que una ideología -aunque sea esa a
veces la intención del que aplica las expresión, cuando se extiende a la totalidad de la
cultura y el arte-),1 como en el de una identidad, una idiosincrasia o un carácter,
particular o de grupo (nacional, regional, local, generacional, de clase, subcultural...),
expresado en todos o en cualquiera de los ámbitos
delcomportamiento (trabajo, ocio, sexo, alimentación, indumentaria, etc.),
fundamentalmente en las costumbres o la vida cotidiana, pero también en la vivienda y
el urbanismo, en la relación con los objetos y la posesión de bienes, en la relación con el
entorno o en las relaciones interpersonales.

Los Estilos de Vida son “formas de ser, tener, querer y actuar compartidas por un grupo
significativo de personas”.

Cada persona tiene un Estilo de Vida determinado y, a partir de este, se puede identificar
cómo se gasta, qué tanta importancia se le asigna al dinero, la orientación al ahorro o
gasto, las elecciones racionales o emocionales, la tendencia a la búsqueda de
información, etc.

Esta forma de ver a la sociedad ayuda mucho en la creación e implementación de


estrategias de marketing, pues permite la adecuada orientación de los productos y
servicios a las necesidades específicas de los distintos grupos de consumidores. A
diferencia de la clásica clasificación por Niveles Socioeconómicas, que se basa en lo que
las personas tienen, los Estilos de Vida se basan en lo que las personas quieren.

Actualmente, en el Perú existen seis Estilos de Vida, cada uno con características
diferentes (dos Estilos de Vida masculinos, dos femeninos y dos mixtos):

1. Afortunados (mixto, 8% de la población)

Son hombres y mujeres jóvenes y de mediana edad, innovadores, luchadores por


naturaleza y confiados en si mismos.

Son independientes, de mentalidad moderna y muy sociables. Cuidan mucho su imagen.


Suelen ser líderes de opinión.

La insatisfacción es un mecanismo de superación; su ideal es vivir con comodidad y lujo.

Su nivel de ingreso es alto y pertenecen a los NSE A, B y C.

Su nivel de instrucción también es alto.

Les gusta comprar, pero no son compradores compulsivos. Tienen una percepción de
riesgo menor ante productos nuevos. Para ellos el precio es indicador de calidad y la
marca es un símbolo de diferenciación.

Son los primeros adoptantes de nuevos productos y servicios.

El dinero es muy importante para ellos.

2. Progresistas (hombres, 21% de la población)


Son hombres de carácter activo, pujante y trabajador.

Sus edades oscilan principalmente entre los 36 y 45 años optimistas, con muchas
expectativas en su futuro. Confían en si mismos, siendo exigentes y autocríticos.

Su nivel de ingreso es variado, y se encuentran en todos los NSE.

Su nivel de educación es promedio.

Consideran al estudio y al trabajo como los medios para autorealizarse.

Son modernos en su consumo y muy racionales al momento de decidir la compra. Suelen


informarse bien y no son fácilmente influenciables.

El dinero es muy importante para ellos. Valoran mucho el ahorro y están dispuestos a
mayores sacrificios por un menor precio.

3. Modernas (mujeres, 25% de la población)

Son mujeres de carácter pujante y trabajador, que ven con optimismo su futuro.

El hogar no es el principal espacio para su realización personal. Por el contrario el trabajo


sí lo es.

Les gusta verse bien por lo que suelen maquillarse y vestirse a la moda. Muchas son
líderes de opinión en sus barrios.

Su nivel de ingreso no es alto, pero se les puede encontrar en todos los NSE.

En su nivel de instrucción predominan las carreras técnicas.

Dan prioridad a la calidad de lo que compran y ponen en segundo lugar al precio. Dan
gran importancia a las marcas.

Muestran preocupación por la salud.

El dinero es muy importante para ellas.

4. Adaptados (hombres, 20% de la población)

Son hombres menos ambiciosos y con menores aspiraciones que los de otros estilos. No
son totalmente conformistas pero su comportamiento expresa cierta pasividad.

Sus edades oscilan principalmente entre los 46 y 55 años, y entre los 25 y 35 años.

Tienen una mayor aversión al riesgo y hacen sólo lo indispensable para mantener su
nivel de vida.

Su nivel de ingreso es variado y se encuentran en todos los NSE.

Su nivel de instrucción es promedio.

Tienen una auto percepción de bienestar relativo.

Aspiran a ser honrados y respetados.


Son tradicionales en su consumo y les interesa ahorrar y educarse.

5. Conservadoras (mujeres, 19% de la población)

Son mujeres pacíficas y calmadas. Tienen una moral rígida y constituyen el segmento
más creyente.

Su hogar e hijos son su centro de atención y es el espacio donde se realizan


personalmente. Son buenas madres y muy responsables en las labores del hogar.

Su ideal es el bienestar de la familia.

Su nivel de ingreso es variado y se les puede encontrar en todos los NSE.

No poseen mucha educación, pero para ellas el estudio es un factor de éxito en la vida,
sobre todo para sus hijos.

Son tradicionales en su consumo. No suelen adquirir productos de marca ni de lujo. Lo


más importante para ellas es el precio y en segundo lugar la calidad.

Son ahorrativas. Consideran al dinero un medio para conseguir ciertos logros.

6. Modestos (mixto, 7% de la población)

Son hombres y mujeres, básicamente migrantes y de razas mestiza o andina.

Llevan una vida de sacrificio, miran el futuro con temor y resignación; creen que uno no
es dueño de su propio destino.

Son fatalistas pero a su vez creen que para conseguir algo hay que esforzarse, lo que les
hace mantener una moral y disciplina rígidas.

Su nivel de ingreso es bajo y pertenecen básicamente a los NSE C/D/E. Su nivel


educativo también es bajo.

Hacen sus compras diariamente, buscando productos nutritivos y baratos. Son


tradicionales en su consumo. Tienen poco interés en comprar productos de marca.

El dinero es muy importante para ellos, siendo este un medio para subsistir y mantener a
su familia.

OPTANDO POR LA VIDA


Siempre me he preguntado por qué hay personas que viven cerca de los volcanes. Varias
reflexiones han tratado de calmar mi curiosidad sin satisfacer la necesidad de encontrar
una respuesta científica a la vieja interrogante. 

Para muchos, la razón fundamental está en la fertilidad de los terrenos ubicados en esas
zonas, lo cual favorece el desarrollo de la agricultura, otros creen que la motivación está
en la prosperidad de los negocios en esos sitios, regularmente turísticos, que se
convierten en importantes fuentes de empleo y dejan en un segundo plano las
costumbres, el sentido de pertenencia, las posibilidades económicas para emigrar y la
falta de percepción del riesgo.

Ahora después de los estragos provocados por el huracán Sandy en el oriente del país,
se me ocurre comparar lo peligroso que resulta vivir en algunas regiones de una isla
caribeña, en las cuales las temporadas ciclónicas parecen haber concentrado su
incidencia, con las eventualidades a que se exponen los habitantes de las proximidades
de un volcán.

Lo cierto es que son múltiples las razones que nos llevan a todos a aferrarnos al terruño,
amén de los peligros que ello acarree, lo importante es conocer mejor estos fenómenos y
adoptar todas las medidas organizativas para prevenir los daños que puedan causarnos,
mantener la disciplina y ser solidarios para que las afectaciones materiales y humanas
sean mínimas.

Por ello ahora a todos los cubanos nos corresponde continuar apoyando a los habitantes
de las zonas más arruinadas por el evento meteorológico, que trajo la pérdida de vidas
humanas y daños a la agricultura, el fondo habitacional y los servicios eléctricos y
telefónicos, entre otros.

Nosotros, aunque no fuimos afectados, directamente, por los embates de Sandy, también
debemos tener en cuenta que la humedad y las lluvias son caldo de cultivo ideal para la
contaminación de las aguas y la propagación del mosquito Aedes aegypti, transmisor de
peligrosos males, tales como el dengue y la fiebre amarilla. 

De igual modo, existen condiciones para que proliferen otras enfermedades


transmisibles, que son aquellas causadas por un agente infeccioso específico o por sus
productos tóxicos en un huésped susceptible. 

Entre estas figuran las Enfermedades Diarreicas Agudas, las cuales —según varios
especialistas— son casi siempre infecciosas, los agentes causales, generalmente, se
transmiten por vía fecal-oral y adoptan diversas modalidades, según los vehículos y las
vías de transmisión. 

Estas pueden transmitirse por la ingestión de alimentos contaminados o de agua, además


de otras bebidas o hielo, no expuestas a algún proceso de purificación. 

Algunos factores de riesgo lo constituyen el estado nutricional del paciente,


enfermedades previas, el saneamiento deficiente, la falta de hábitos higiénicos, la
ignorancia o patrones culturales adversos que impiden la aceptación de las medidas
sanitarias y de tratamiento oportuno del paciente y el desorden ambiental.

Como es natural, por estos días aumentará el flujo de personas desde y hacia las
provincias orientales, lo cual hace necesario que se extremen las precauciones para
evitar la propagación de enfermedades transmisibles de cualquier tipo, por lo cual es
recomendable hacer más frecuente el lavado de las manos.

Las autoridades sanitarias de la provincia insisten en la necesidad de extremar la


vigilancia en las terminales de Ómnibus y de Ferrocarriles, y la inspección de los lugares
donde se elaboren alimentos masivamente, ya sean estatales o privados, entre otras
disposiciones, al tiempo que instan a las personas que lleguen a Ciego de Ávila, con
cualquier síntoma de alguna de estas patologías, a acudir de inmediato a las instituciones
médicas. 

Asimismo, es necesario precaver para evitar las infecciones relacionadas con la atención
en las instituciones asistenciales, que pueden ocasionar afecciones más graves,
hospitalizaciones más prolongadas y discapacidades de larga duración, lo que representa
un alto costo imprevisto para los pacientes, sus familias y una enorme carga económica
adicional para el sistema de salud. 

La naturaleza humana muchas veces nos protege del temor y ello hace que no
percibamos el peligro que nos asecha de manera sutil. La protección de todos en caso de
una erupción volcánica, del paso de un huracán, o ante la posibilidad de adquirir
enfermedades como el dengue o el cólera, pueden marcar la diferencia entre la vida y la
muerte. 

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