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cambio
Teresa Morales
Mg. en Economía / Exministra de Desarrollo Productivo de Bolivia
Guillermo Oglietti
Dr. en Economía
Para que esta “mano invisible” opere adecuadamente, una condición básica es el
funcionamiento libre del mercado es o, lo que es lo mismo, la no intervención o
regulación del Estado en los mercados.
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concentrado la propiedad de todos los bienes generando una opulencia ya grosera
en pequeños sectores de la población, a costa del hambre y la miseria en la gran
mayoría.
La regulación de precios
Pero estos gobiernos deben considerar que, para diseñar un nuevo modelo
económico que se proponga echar abajo las lógicas capitalistas vigentes, se debe
cambiar radicalmente la lógica de la definición de precios así como determinar una
metodología con principios distintos para su cálculo. Incluso, se debe asumir que el
tema precios es la piedra angular del nuevo modelo económico planteado por los
procesos de cambio latinoamericanos porque, en definitiva, es el instrumento
principal que fijará qué porción del producto social le corresponde obtener a cada
grupo social y económico; la forma y método de fijación de precios es un asunto
medular para la cuestión distributiva en las sociedades del cambio. La lógica que se
aplica a la hora de calcular los precios que deben tener los bienes o servicios
responde a una visión política, económica y social; visión que expresa el tipo de
sociedad que se busca construir. A diferencia de lo que defiende el sentido común
en el capitalismo, el cálculo de precios no es un tema estrictamente técnico-
económico: es un tema que, si bien tiene una dimensión técnica, es
fundamentalmente político, y su análisis se enmarca en un debate ideológico.
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existen muchas empresas que tengan una integración industrial productiva vertical.
En esta región sucede, generalmente, que cada eslabón de la cadena productiva esta
manejada por diferentes unidades productivas o empresariales y, por lo tanto, cada
eslabón supone la participación de cierto tipo de sujetos sociales que intervienen en
el proceso productivo o comercial. La cantidad de participantes en cada eslabón de
la cadena depende mucho de las barreras de entrada que tenga la actividad
económica, las dificultades que tiene cada actividad en cuanto a la inversión
necesaria requerida para desarrollarse, la dificultad tecnológica, etc.
¿Cómo se fija el precio de cada compra venta? La cuestión está aquí en el poder de
negociación que tienen los actores de cada eslabón de la cadena, y este poder de
negociación depende de la cantidad de empresas o productores que integran cada
eslabón y, también, de la cohesión o dispersión que haya entre los sujetos que
participan en el mismo. Cuando los participantes en un eslabón de la cadena son
pocos y negocian frente a muchos a los que tienen que comprar o vender, entonces
existe un mayor poder de negociación en ese eslabón. Por el contrario, cuando son
muchos y están dispersos, entonces tienen poco poder de negociación.
El precio de cada proceso de compra-venta será, pues, más favorable al sector que
tenga mayor poder de negociación. En el caso de la leche, si son muchos ganaderos
que compiten por vender la leche cruda a pocas industrias lácteas, el precio de
compra-venta de leche cruda será desfavorable para los ganaderos y favorable para
las industrias. Como las utilidades dependen del precio que consiguen los
integrantes de cada eslabón de la cadena, resultará que la ganancia de los ganaderos
se verá disminuida a cambio de una ganancia industrial incrementada o mayor. Si se
supone que un nivel considerado razonable para un sector como este sería del 15%
sobre la inversión, los ganaderos obtendrán una ganancia menor al 15%, y los
industriales una ganancia mayor a ese 15%.
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pocas empresas, puede deberse a que las barreras de entrada a esa actividad son
difíciles de remontar, principalmente por el alto nivel de inversión que demanda, lo
que restringe el, esto supone que quienes accedan a esas actividades será gente
poseedora de los recursos financieros, gente capitalista. Los pobres quedan fuera de
esos eslabones.
La única manera que tienen los pobres para lograr un comportamiento de los
precios más justo en cada eslabón de la cadena es dejar a un lado la competencia
entre todos los productores del eslabón por vender el producto; es lograr la
cohesión, la organización de productores. Las organizaciones de productores
generan la posibilidad de lograr una negociación colectiva de precios unificando las
voluntades de los compradores o vendedores de un eslabón de la cadena y logrando
mayor poder de negociación del precio. Sin embargo, la ventaja lograda
desaparecerá ni bien la unidad y cohesión entre los asociados se resquebraje.
Cuando un gobierno se pone a regular los precios de una cadena productiva, debe
lograr que la vieja “mano invisible” vigente en el mercado (que ha generado esos
precios inequitativos basados en distintos poderes de negociación ya señalados),
deje de funcionar. Debe lograr que esos términos de intercambio estructuralmente
inequitativos se modifiquen en procura de lograr precios equitativos, o precios
“justos”.
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Existen también otros mecanismos de regulación o intervención que son
complementarios a la regulación por tasa de ganancia. En Brasil, por ejemplo, tras
la devaluación de 1999 el gobierno creó una Agencia de Seguimiento de Precios cuya
actividad era básicamente la de monitorear los precios de productos priorizados, no
solo de la canasta básica sino también de precios estratégicos por su influencia en la
estructura de costos. El objetivo principal de esta agencia estaba orientado a evitar
que las empresas monopólicas -el grueso de ellas empresas internacionales-
indexaran los precios finales de acuerdo al valor del dólar devaluado. A pesar de que
en el contexto de una devaluación muchos servicios y bienes no experimentan
ningún aumento de costos o aumentos marginales - básicamente porque el salario
no aumenta a la par que el dólar- las empresas pretenden indexar sus precios de
acuerdo a la variación del dólar. Esta pretensión refleja el poder de mercado de las
empresas y no una situación justificada por el aumento de costos. Para evitar esta
tendencia recurrente en nuestras economías dolarizadas, la agencia creada en
Brasil, tenía la potestad de solicitarle información a las empresas y, en caso de que
los aumentos no estuviesen justificados, les aplicaba las leyes de defensa de la
competencia, del consumidor y trataba de negociar una salida consensuada para
evitar el aumento innecesario y recesivo de precios.
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inconvenientes, por no mencionar la resistencia a la producción pública de bienes y
servicios que ha pregonado con éxito el modelo neoliberal de organización
económica desde los 70s. En relación a la determinación de los precios, las ventajas
consisten, básicamente, en que el Estado -incluso como monopolista- no abusa de su
poder de mercado. Por otro lado, le permite aumentar la competencia con el sector
privado ya que, como productor, accede a información privilegiada a la que no
tendría acceso si no participase directamente como productor, distribuidor o
comercializador. Los inconvenientes están vinculados a las habituales críticas sobre
la ineficiencia del sector público que. por cierto, suelen ser muy exageradas y están
basadas en la presunción injustificada acerca de la eficiencia de la empresa privada.
La inflación
Rara vez se tiene en consideración el efecto que el tamaño del país tiene sobre los
precios. En contraste con un país grande, cuando el tamaño del mercado es pequeño,
apenas con unas pocas plantas fabriles con la escala técnica óptima - aquélla que
permite producir al coste mínimo- se alcanza a cubrir la totalidad de la demanda
(este es un fenomeno cada vez más relevante debido a que el tamaño de escala
óptimo no ha cesado de crecer). Ello quiere decir que antes de realizar una nueva
inversión en la escala técnica óptima, los empresarios esperarán que el mercado
crezca lo suficiente para justificar la inversión. Mientras tanto, la economía tendrá
que asumir un cuello de botella en el sector, que si está liberado a las fuerzas del
mercado, se resolverá indefectiblemente con mayores precios porque el
estrangulamiento eleva el poder de mercado de los oferentes. Así, mientras más
pequeña sea la economía, más sectores habrá en estas condiciones: existirán más
cuellos de botella en la producción, lo que representa una fuente inagotable de poder
de mercado para las empresas y, por supuesto, de inflación.
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La única manera de resolver este desafío es a través de la regulación Estatal de
precios o de la apertura indiscriminada. Es decir, los países de pequeñas
dimensiones como todos los de América Latina con excepción de Brasil, deben
enfrentar el dilema de abrir sus economías sin discriminación, condenándose al
subdesarrollo o hacer un uso extensivo de la regulación.
Otra causa de la inflación según el pensamiento estructuralista tiene que ver con el
“estrangulamiento” del sector agrario debido a las estructuras de propiedad y de
explotación de la tierra. En este caso, el problema no radica en la falta de elasticidad
de la demanda sino en la rigidez de la oferta. La producción agrícola, por su
estructura, es muy inelástica respecto a los precios. El crecimiento de la población
urbana y el consecuente aumento de la demanda de productos alimenticios y
agrícolas no se traduce entonces en aumentos de producción sino en aumentos de
precios.
El papel del dólar como indexador de los precios de la economía es igualmente una
variable destacada que no solo propaga la inflación sino que la desencadena. El valor
del dólar es utilizado por los formadores de precios -en muchos casos empresas
transnacionales que pretenden mantener sus tasas de ganancias en dólares y
desvinculadas de la realidad económica doméstica- como la variable con la cual se
indexan los precios internos. Este fenómeno está presente en distintos grados en
toda América Latina, lo que termina haciendo que el tipo de cambio no sólo sea un
instrumento de la política cambiaria sino también de la política antinflacionaria. Así,
la política de determinación del tipo de cambio con fines competitivos, proclives a la
inversión y el desarrollo, termina con frecuencia subordinándose a la necesidad
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política de determinación del tipo de cambio orientado a fines antinflacionarios, un
dilema del que sin duda sólo puede salirse con más regulación y una paulatina
desdolarización de la economía.
Por otro lado, debe tenerse en cuenta que el tamaño pequeño del mercado agrava
una tendencia que está presente en la economía global, que es el control de los
precios por parte de grupos económicos concentrados. Como lo han demostrado
varios autores, existe una especie homogénea de clase capitalista transnacional,
cuyos vínculos son cada vez más estrechos gracias a sus intereses comunes y a la
organización de eventos como el Club Bilderberg y el Foro Económico Mundial,
entre otros, que sirven como plataformas de vinculación y facilitan la acción
coordinada a escala internacional.1 Esta clase capitalista global está integrada
también por grandes capitalistas de países emergentes y, gracias a las pequeñas
dimensiones de nuestros países, la coordinación y vinculación de estos agentes es
más fluida aún que a escala internacional. Ello facilita que esta clase capitalista
adopte medidas que atenten específicamente contra los gobiernos progresistas de
América Latina que tienen entre sus prioridades avanzar en prácticas regulatorias y
de extracción de sus rentas extraordinarias.
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este autor expone para el caso del gobierno del Frente Popular francés de León Blum
entre 1936 y 1938, pero que puede extenderse para el análisis de experiencias como
la venezolana y la argentina2.
En casos como estos, los gobiernos progresistas empiezan una activa política
presupuestaria para reactivar la economía y reducir el desempleo. Dicha política
comienza a dar frutos, lo cual se expresa en un aumento del poder adquisitivo de la
población por mejores salarios, ampliación de derechos sociales y laborales e
incremento de las tasas de empleo; y ello eleva, a su vez, el consumo. Los
comerciantes y productores también se ven beneficiados, pues el aumento del poder
adquisitivo se traduce en mayores ventas y ganancias. Sin embargo, en un momento
determinado, los capitalistas -en particular los más grandes y concentrados, y
simultáneamente los más beneficiados por la política inclusiva- comienzan a
especular con los precios, no solo ante la posibilidad de elevar los márgenes sin
hacer lo propio con la inversión sino también –y para Kalecki esto es lo fundamental-
por razones políticas.
Tres son las razones políticas -mutuamente incluyentes- que enumera Kalecki. La
primera tiene que ver con el hecho de que en un sistema de no intervención del
gobierno, el nivel del empleo depende la voluntad de los capitalistas: si estos así lo
deciden, cae la inversión privada, lo que se traduce en una baja de la producción y el
empleo. Por tanto, decía Kalecki, sin intervención los capitalistas disponen de un
poderoso control indirecto sobre la política gubernamental: como todo lo que pueda
incomodarles y deteriorar “su” voluntad debe evitarse para que no se provoquen
crisis, resulta que los gobiernos deben someterse constantemente a sus preferencias
y dictados. Sin embargo, dice Kalecki, “en cuanto el gobierno aprenda el truco de
aumentar el empleo mediante sus propias compras, este poderoso instrumento de
control perderá su eficacia”.
Pero no termina ahí el asunto. Aun si los capitalistas superasen estas dos reacciones
adversas, se enfrentarán a la política que puede conseguir el pleno empleo por otra
razón fundamental: el desempleo dejaría de ser un medio de disciplinar a los
trabajadores y de limitar su capacidad reivindicativa: “La posición social del jefe se
minaría, y la seguridad en sí misma y la conciencia de clase de la clase trabajadora
aumentaría. Las huelgas por aumentos de salarios y mejores condiciones de trabajo
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crearían tensión política” (recuérdese lo que decía Marx sobre la utilidad política del
ejército industrial de reserva).
A todos los temas que explican la inflación se suma esta argumentación sobre el uso
político de los precios por parte de los empresarios capitalistas en las economías
Latinoamericanas.
1 Ver por ejemplo William Carroll, The Making of a Transnational Capitalist Class,
Zed Books, 2010 y, Stefania Vitali, James B. Glattfelder, and Stefano Battiston,
“The Network of Global Corporate Control”, PLoS ONE, October 26, 2011.
2 Ver Kalecki, Collected Works, vol. 1, 283–84, 326–41, 563–65; Selected Essays on
Economic Planning, 23–24.
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