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El trauma de la conquista y el problema de la otredad ante las culturas en colisión: las culturas amerindias,
la cultura del colonizador, la cultura afroamericana. La ratio eurocéntrica y las fronteras lingüístico-
territoriales. Del Mestizaje a la Transculturación: pasaje de la antropología a la narrativa; la diferenciación
con sincretismo, hibridismo y heterogeneidad; la figura del escritor transculturador vs el escritor
regionalista. La categoría de región como espacio geocultural y la extraterritorialidad lingüística: diglosia,
heteroglosia, bilingüismo, dialectos. Los riesgos de la categoría de otredad como proceso privilegiado de
la identidad: yo y el otro, nosotros y ellos, nos y los otros. La categoría de transculturación y sus
extensiones a otros géneros.
Corpus:
Los comentarios reales de los incas (pub 1609) del Inca Garcilaso de la Vega.
A pesar de los efectos devastadores que tuvo la conquista de América sobre los pueblos
originarios el legado de sus cosmovisiones encontrará diferentes formas de supervivencia, ya sea
desde la mirada del conquistador –que no podrá evitar la contaminación de sus propios códigos
dominantes– como en las expresiones, costumbres y cultos que persisten en rebeldía o bajo la
máscara del acatamiento en las diversas manifestaciones del sincretismo o mestizaje cultural. La
escritura también funcionó como un instrumento de sometimiento de las culturas
predominantemente orales. La dualidad, la heterogeneidad se encuentran en la base del
imaginario latinoamericano –cuyas tradiciones fueron avasalladas o trasfundidas a la escritura
siguiendo modelos o patrones foráneos por parte de los “traductores”–, de allí la tensión entre las
concepciones que provienen de la Historia y las visiones que culminarán en “realismo mágico”.
Aunque la emancipación y la identidad tardarán mucho tiempo en asumirse plenamente en la
producción estética, tanto las escuelas poéticas y/o narrativas predominantes en el siglo XIX
importadas a estas latitudes (romanticismo, realismo, naturalismo) como las vanguardias
históricas de comienzos del siglo XX se manifestaron con rasgos específicos propios en América
Latina, muchas veces en forma divergente respecto de los modelos europeos. Sin embargo,
podemos decir que recién el Modernismo marcará un punto de inflexión e independencia en la
literatura latinoamericana: por primera vez un movimiento poético surgido en nuestro continente
se trasladará a Europa.
Asimismo, aquellas manifestaciones derivadas del legado de los pueblos originarios
(indianismos, indigenismos, nativismos, regionalismos) habrán de devenir en fecundos procesos
transculturadores que harán su eclosión productiva hacia los años 50 y 60 con el fenómeno
editorial conocido como el boom latinoamericano y que, más allá del marketing, significó una
verdadera conquista planetaria de nuestras expresiones estéticas y culturales.
El indianismo: aquí se percibe al indio como un bárbaro salvaje y cruel o se adolece de una
idealización del indígena con fuerte influencia del romanticismo europeo (Atalá de
Chateaubriand), ejemplos de poemas épicos: La cautiva (1837) de Esteban Echeverría y Tabaré
(1888) de Zorrilla de San Martín. Novela: Cumandá (1879) de Juan León Mera (ecuatoriano).
El indigenismo: mayor empatía e interés por las costumbres y el relegamiento del indígena, se
propone denunciar su exclusión y maltrato a manos de gamonales blancos o mestizos pero sigue
manteniendo una mirada prejuiciosa y distante, ignorando su cultura e idiosincrasia. Aunque aún
con resabios románticos prevalece el realismo incluso con tonos naturalistas. Ejemplos
narrativos: Aves sin nido (1889) de Clorinda Matto de Turner; Raza de bronce (1919) de Alcides
Arguedas; Huasipungo (1934) de Jorge Icaza.
Superación del Indigenismo: Aunque algunos autores los ubican como culminación del
movimiento indigenista Alegría y Arguedas están en otro nivel respecto de sus antecesores
indigenistas, de hecho ya hay en El mundo es ancho y ajeno (1941) de Ciro Alegría una definitiva
interiorización, conocimiento y defensa del mundo indígena. Ese mismo año Arguedas publica
Yawar Fiesta lo cual significó también el inicio de una amistad entre ambos escritores. José
María Arguedas aprende el quechua desde pequeño, incluso antes de hablar español, y se educa y
se forma en contacto primario con la cultura indígena. Los ríos profundos (1958) es tomado por
Ángel Rama como el gran ejemplo de transculturación.
La transculturación narrativa
La idea de la “transculturación” procede del antropólogo cubano Fernando Ortiz, quien la
enunció en 1940 en su libro Contrapunteo cubano del tabaco y del azúcar. Ortiz distinguía
netamente entre la “aculturación” y la “transculturación”. La primera sería el proceso por el cual
una cultura dominada recibe pasivamente ciertos elementos de otra, sometimiento en el que se
resigna lo propio, habría una “desculturación”. En cambio, la “transculturación” es el proceso por
el cual una cultura adquiere en forma creativa ciertos elementos de otra pero sin abandonar sus
propias tradiciones, generando algo nuevo producto de esa mezcla denominado "neoculturación".
Angel Rama tomó la idea de la “transculturación” y la empezó a desarrollar en su artículo
de 1974 “Los procesos de transculturación en la narrativa latinoamericana”. Aquí entendía la
transculturación narrativa como una alternativa al regionalismo que se acantona en los productos
ya alcanzados de la propia cultura rechazando todo aporte nuevo foráneo, y el vanguardismo,
caracterizado por la vulnerabilidad cultural. Frente a estas opciones, la transculturación narrativa
opera según Rama gracias a una “plasticidad cultural” que permite integrar las tradiciones y las
novedades: incorporar los nuevos elementos de procedencia externa a partir de la rearticulación
total de la estructura cultural propia, “apelando a nuevas focalizaciones dentro de su herencia”.
Los ejemplos que ponía el autor de narradores de la transculturación eran: José María Arguedas,
Juan Rulfo, J. Guimaraes Rosa y G. García Márquez. En un artículo publicado póstumamente
estudió también el caso de Augusto Roa Bastos (que hará algo muy similar con el Guaraní a lo
que hizo Arguedas con el Quechua y que nosotros estudiaremos particularmente en otra unidad
más adelante). Años después, en 1982, Rama amplió considerablemente su artículo de 1974,
agregó otros textos del mismo año y un poco posteriores, y escribió otros nuevos para la parte
final del libro, con lo que compuso el volumen Transculturación narrativa en América Latina.
Allí se refirió inicialmente al concepto de transculturación de Ortiz introduciendo algunas
correcciones. Su visión le parecía “geométrica según tres momentos”: 1) la “parcial
desculturación”, 2) las incorporaciones procedentes de la cultura externa y, finalmente, 3) el
producto logrado por el esfuerzo de recuperación manejando los elementos supervivientes de la
cultura originaria y los procedentes de afuera.
En su opinión, en este diseño no se atendía suficientemente a los criterios literarios de
selectividad y de invención que son propios de la “plasticidad cultural”. En cuanto a la
selectividad no sólo se aplica según Rama a la cultura extranjera, sino sobre todo a la propia. En
verdad, las principales operaciones que se efectúan en la transculturación son cuatro: pérdidas,
selecciones, redescubrimientos e incorporaciones. “Estas cuatro operaciones son concomitantes y
se resuelven todas dentro de una reconstrucción general del sistema cultural, que es la función
creadora más alta que se cumple en un proceso transculturante”. Y a continuación el autor
ilustraba cómo se cumplían estas operaciones en tres categorías básicas aplicables a la literatura:
la lengua, la estructura literaria y la cosmovisión –antes, en 1974, Rama había explicado cómo al
lado del sistema social existe el sistema literario y que éste puede analizarse en tres niveles: el del
discurso lingüístico, el del sistema literario y el del “imaginario social”. En la segunda y tercera
parte del libro, Rama se concentró en el análisis de la región surandina peruana y en la obra de
José María Arguedas Los ríos profundos. Se refirió así en esta área, a la categoría del mestizo y a
la inteligencia mítica. Y finalmente mostró cómo en su novela Arguedas recreó la lengua
española a fin de sugerir la sintaxis quechua, elaboró una estructura literaria con dos narradores
principales con dos registros lingüísticos propios: la historia y el mito y, por último, puso en
evidencia la coherencia y belleza del mundo andino y de manifiesto sus propias convicciones
políticas: su adhesión al socialismo en la línea del pensamiento de José Carlos Mariátegui.
Resaltar de la novela:
1) trasposición de la sintaxis quechua al español (ejemplos). El quechua como lengua materna.
a) sistema analógico (ricas asociaciones estimuladas por los sonidos de la lengua); b) en el
universo infantil (Ernesto) la fuerza, la energía de las palabras quechuas poseen un peso
equivalente al ser y al objeto, es decir, hay una tríada en ese universo que incluye al lenguaje; c)
poder imantatorio de la musicalidad léxica que relaciona metonímicamente elementos, recuerdos
distantes. Al igual que en Vallejo la palabra arguediana pareciera querer salirse de los renglones,
de la escritura para recuperar el énfasis sentimental de la palabra hablada, propia de las
comunidades ágrafas previas a la conquista. Esta palabra tiene una carga sensible mucho mayor
que la escritura del español. Fascinación del canto (yaravíes y huaynos).
Contrapunto entre personajes individuales y corales (chicheras, colonos y soldados).
Novela secuencial, cronológica (marcas temporales) y, por lo general, las acciones acompañan la
perspectiva del personaje protagónico de manera lineal. Pluralidad de registros: el popular de las
voces de los personajes que incluye términos quechuas, el informativo neutro, el poético que
describe la belleza del paisaje mediante comparaciones y metáforas, los cantos. Toda la acción de
la novela transcurre en la pobreza, en los pisos de tierra, en las chicherías de los indios, letrinas
de colegio, baldíos o la naturaleza desnuda. Las orquestas son de indios (arpa, violín, charango),
la música también o las bandas de regimientos, sin embargo esa pobreza posee una energía vital,
una belleza autóctona, no contaminada.
2 narradores: 1) el Narrador principal que es como un doble de Ernesto (adulto, median 30 años
con las vivencias de su infancia y en su retrospección predomina el pretérito indefinido). 2)
narrador más pertrechado intelectualmente que informa sobre costumbres, lugares geográficos,
fauna y flora, cumpliendo una función pedagógica de carácter etnológico, antropológico. Ej. cap
VI: intro del zumbayllu; el K'arwarasu (cernícalo: halcón pequeño que se le anima a los
cóndores): punto de unión entre ambos narradores.
Contrapunto entre la historia y el mito. Así se narra lo ocurrido que ya no volverá a
repetirse y a la vez se informa sobre lo permanente, lo constitutivo de una cultura, lo propio de la
materia de los mitos.
Lo sexual: aunque reprimido por la educación religiosa, el sexo aparece ligado a la
violencia (con la Opa) o idealizado con las señoritas (Salvinia o Alcira): sexo-violencia-
propiedad son la misma cosa en el sistema de dominio de esta cultura jerárquica y patriarcal.
El mundo adulto está signado por la degradación del Poder. El sometimiento de los más
débiles (menores, pobres, indios, negros, mujeres). Aunque no protagonice ningún cambio radical
en la situación es en la conciencia del personaje Ernesto donde se producen las interpretaciones a
veces racionales y otras mágicas (penetración fulgurante de la realidad, expresionismo) lo que
hace del personaje un agente mediador entre ambas culturas, un transculturador.
Al igual que Vallejo y Mariátegui la formación de Arguedas en la cultura comunitaria del
ayllu andino encontró en el marxismo socialista una doctrina eficaz para religar ambos
hemisferios culturales. La rebeldía contra los abusivos sigue dos líneas: en el colegio, la de los
más chicos contra los "malditos" mayores; en la sociedad, el motín de las chicheras y el
levantamiento de los indios "colonos" atacados por la peste. El mito de Inkarri se articula con la
utopía socialista en esa lucha contra la injusticia y la exclusión.
Sería interesante que el alumno considerara al Zumbayllu (central en el texto) como algo
más que un episodio de la novela, como un valor icónico. Además de unirse en el nombre la
marca del español con la desinencia quechua, lo cual nos habla de la mezcla transculturadora, la
hechura artesanal que lo hace único. El comportamiento musical del trompo que recorre bailando
las diferentes superficies por duras que sean y que configura la ofrenda capaz de unir a los
enemigos; la trascendencia del objeto que se comporta como un talismán podría hacernos pensar
en una mise en abyme del proyecto literario de Arguedas, en la representación o, mejor, en la
presentación figurada de la propia novela. El zumbayllu sería la cifra del propio texto narrativo
que apela al legado originario para defenderlo y difundirlo con sus huaynos y sus mitos aunque
también utilice las armas (el lenguaje) del conquistador.
Cornejo Polar, Antonio. “Mestizaje, transculturación, heterogeneidad”. En: Revista de Crítica Literaria
Latinoamericana. 20/40, 1994.
González Vigil, Ricardo. “Configuración y sentido de Los ríos profundos”. En: Edición de Cátedra de Los
ríos profundos, Madrid, 1995.
Graziano, Silvia: "Para una relectura de “El sueño del pongo” (1965) de José María Arguedas".
González, Echevarría. “El contrapunteo y la literatura”. En: Actual 37. Edición especial sobre Cultura y
Literatura de Cuba. Septiembre-Diciembre 1997, Mérida, Venezuela, pp.151-162.
Lienhard, Martin. La voz y la huella. Escritura y conflicto étnico-social en América Latina 1492-1988. La
Habana, Casa de las Américas, 1991. Caracas, Monte Ávila, 1992. (en particular cap. I: La irrupción
de la escritura en el escenario americano (pp. 22-55); VI (pp. 189-217) y sobre poesía quechua (pp.
348-362).
Rengifo de la Cruz, Elías. “Una narrativa escrita en quechua: El sueño del pongo o la culminación de un
proyecto literario”.
Zanetti, Susana. “La definición en Los ríos profundos”. En: Celehis, Homenaje a José Carlos Mariátegui
[1894-1994], 1994.
Todorov, Tzvetan, "Colón hermeneuta" en La conquista de América. El problema del otro, México, Siglo
XXI, pp. 23-41.