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APUNTES EN BASE A TEMARIO ASIGNATURA “MUNDO ACTUAL” CURSO 2012-13.

GRADO HISTORIA DEL ARTE.


Libro “Historia Mundo actual”. UNED 2010.

TEMA 1: LA DESAPARICIÓN DEL BLOQUE SOVIÉTICO (GORBACHOV Y LA CRISIS DEL


MODELO SOVIETICO).
INTRODUCCIÓN
A mediados de los 80 la solidez del modelo mantenido en la URSS hasta ese momento así
como su influencia en el exterior tanto en los países occidentales como en el monolítico Bloque
del Este ni en el resto de Estados que seguían el modelo soviético, no hacía presagiar un cambio
rápido de esta realidad mantenida durante 40 años de Guerra Fría. Sin embargo en los años
posteriores se produjo una suerte de segunda revolución rusa, cuyo impacto alcanzó toda Europa
y acabó reformulando las bases del S. XX.
Las causas fundamentales que desencadenaron estos acontecimientos comenzaron por la crisis
económica y el agotamiento del modelo de desarrollo soviético. Cada día resultaba más difícil
encubrir las disfuncionalidades del sistema y el descenso del nivel de vida, distanciándose del
desarrollo occidental. Las rígidas estructuras políticas y la identificación entre Estado y Partido
fueron imposibles de sostener una vez que en el interior del PCUS (y resto partido comunistas
Europa del Este) surgieron enfrentamientos internos entre quienes pretendían reaccionar ante
los problemas existentes y aquellos aferrados al mantenimiento del dogma ideológico. La eclosión
nacionalista fue el problema más grave al que se debió enfrentar, multiplicándose en la periferia
interior los movimientos identitarios que fundamentaron los movimientos secesionistas e
independistas ante la debilidad del Estado Central. Por último la individualidad jugó un papel
fundamental en la etapa final de la Unión Soviética. Mijaíl Gorbachov trató de transformar el
sistema soviético, haciéndolo inviable; Boris Yeltsin acabó sepultando la Unión Soviética.

1.1. CRISIS ESTRUCTURAL DEL MODELO SOVIÉTICO


Parálisis política e ineficacia económica conformaron la realidad política de la URSS a lo largo de
los años sesenta y ochenta. Pero ni una ni otra resultaban evidentes para nacionales y
observadores exteriores, debido a la solidez del sistema y a la exhaustiva propaganda. Durante
la época de Bréznev, se fue consolidando el estancamiento, confundido con el mantenimiento del
status quo. Las prácticas aperturistas de Nikita Kruschov se superaron, reforzándose el control
sobre los países europeos del Este, pero se aceptó el principio de la defensa de los derechos
humanos en la cumbre de Helsinki, sobre la base de no interferencia en asuntos internos de
terceros países. Hasta su muerte en Noviembre de 1982, Bréznev fue partidario del consenso
para evitar confrontaciones dentro del sistema, dando como resultado el estancamiento de una
gerontocracia (Kosiguin, Kirilenko, Ustinov, Andropov) dirigente no preparada para afrontar los
desafíos que aparecieron en el mundo soviético desde mediados de los 70.
La crisis del petróleo de 1973 en principio fue beneficiosa para la URSS al ser uno de los
mayores productores y exportadores, pero el incremento de los intercambios comerciales en el
interior del COMECON y la apertura matizada a los circuitos internacionales de mercado le
hicieron sentir los efectos de la crisis y a todo el bloque del Este.
La internacionalizada economía soviética presentaba cinco fallas estructurales:
La primera y fundamental era el atraso de la industria de bienes de consumo respecto de la
industria pesada, teniendo consecuencias negativas en el nivel de vida, a la vez que el déficit de
producción agraria repercutía en la balanza comercial con grandes desequilibrios.
El segundo problema era el conjunto derivado del férreo mantenimiento del sistema de
planificación centralizada, que burocratizaba toda la gestión productiva y comercial y debilitaba
los estímulos a la productividad.
El tercer factor explicativo era el déficit de innovación tecnológica, afectado por la limitación
de recursos, ocasionando una pérdida de competitividad y estancamiento del nivel de vida.
La sobredimensión del sector militar y los costes de su presencia exterior afectaron de forma
directa la economía soviética.
Por último, cabe destacar el alto coste medioambiental que tuvo la aplicación sistemática del
crecimiento expansivo.
Durante los años setenta gracias sobre todo a las exportaciones de productos energéticos,
petróleo y gas, la economía soviética se mantuvo en un modesto crecimiento, pero a partir del
1979 se produjo un estancamiento y posteriormente un recesión, sintiéndose esto en el nivel de
vida de la población. Estos problemas conocidos por el PCUS, intentaron ser resueltos por Yuri
Andropov que sucedió a Bréznez a su muerte en 1982, pero su fallecimiento en febrero de 1984
y la llegada de Constantin Chernienko al poder ralentizó el desarrollo de las reformas.

1.2. GORBACHOV Y LA PERESTROIKA.


Mijaíl Gorbachov se hizo con la Secretaría General del PCUS el 11 de Marzo de 1985 a la
desaparición de Chernienko y durante los 6 años que duró su gobierno, puso en marcha un
programa de reforma y transformación del sistema denominado Perestroika que revolucionó la
URSS y el bloque de países bajo su hegemonía. Gorbachov introdujo nuevas fórmulas y
procedimientos y un estilo más directo.
Incorporó una nueva generación de políticos, que le ayudaron a conquistar el poder y que a su vez
obtuvieron puestos de responsabilidad. En sus primeros años de gobierno apareció como un
reformador continuista, en la línea de su mentor Andropov y su objetivo inicial fue superar la
inercia paralizante heredada del período Bréznev y tratar de devolver a la URSS su anterior
dinámica y su capacidad resolutiva.

Fases de la Perestroika.
Gorbachov sintetizó sus ideas reformistas en el concepto perestroika (reestructuración,
transformación), pero ésta nunca fue un programa mínimamente definido, sino una explícita
voluntad de cambio, que Gorbachov fue adaptando según las necesidades, exigencias y
oportunidades que aparecieron a lo largo de su mandato. Pueden señalarse tres fases bien
definidas:
- La primera que abarcó los dos primeros años de gestión, que permitieron superar la resistencia
del núcleo continuista, consolidar la nueva generación de dirigentes y diagnosticar los principales
problemas del sistema. Las iniciativas se pusieron en marcha de forma moderada con una política
interior en la que comenzaba a suavizarse el control de la información mediante la glásnost
(transparencia informativa) y la exterior inició una dinámica claramente negociadora.
- La segunda fase que abarcó desde 1987 hasta mediados de 1990, y se pusieron en marcha los
más ambiciosos planes de transformación del sistema, siempre con el objetivo de mantener su
plena vigencia. Se profundizó en la democratización del sistema, se acercó la sociedad a los
asuntos del Estado y reconoció la pluralidad ideológica y territorial existente en la URSS. En el
ámbito económico se reconoció la magnitud del diferencial con los sistemas no centralizados y se
fueron abriendo posibilidades a la iniciativa privada, y en la política exterior se mantuvo el
empeño negociado hasta alcanzar una clara distensión.
La tercera fase, de poco más de un año, hasta el golpe de estado de Agosto de 1991, se
caracterizó por el incremento de las tensiones internas. Dentro del PCUS los sectores más
conservadores entraron en confrontación y al sentirse incapacitados para utilizar las vías
estatutarias, comenzaron una conspiración para apartar del poder a la fuerza a Gorbachov. Al
mismo tiempo, las diferencias territoriales propiciaron la articulación de movimientos ya
explícitamente secesionistas.
La Perestroika produjo una convulsión dentro del sistema, ya que el propio éxito del mensaje
reformista desbordó a sus promotores y la transparencia informativa hizo aflorar ante la opinión
pública las disfunciones del sistema así como las tensiones territoriales, condujeron a la
implosión (ruptura) de la propia URSS.

Los intentos de reflotación económica.


En un principio los objetivos básicos de la Perestroika incidían en el campo económico buscando
una recuperación acelerada, para ello era necesario mejorar los medios empleados con un reparto
más adecuado de los recursos, la descentralización de la toma de decisiones dejando libertad a
las empresas, incentivando la productividad y la responsabilidad a la vez que reducir
drásticamente la burocracia, la ineficacia y la corrupción. Se pusieron en marcha inicialmente
dos programas económicos: entre 1985-1987 y entre 1988-1989, su objetivo no era producir una
transformación del sistema económico soviético sino conseguir una mayor efectividad de la
maquinaria planificadora estatal. Sin embargo, las enormes tensiones introducidas en los rígidos
mecanismos de la economía planificada condujeron al fracaso de tales reformas, sembrando de
dudas improvisaciones y contradicciones la economía soviética.
A lo largo de 1990 se presentaron dos nuevos programas económicos, el primero previa una lenta
transición de la planificación a la economía de mercado. La inestabilidad gubernamental hizo que
se presentara uno nuevo en el que se reconocía que la introducción de una economía de mercado
sólo era viable permitiendo la autorregulación de la oferta y la demanda. La ruptura con la
práctica de la histórica economía planificada era tan drástica que la oposición lo sepultó antes de
nacer.
Ninguno de estos planes alcanzó sus objetivos, pero desestabilizó el sistema económico
produciendo un enorme caos. Se identificó la crisis económica con las reformas de la perestroika
y empezaron a producirse movilizaciones sociales. Para la dirección de la clase política se fue
haciendo claro que la salida de la crisis debía llevarse a cabo con la transformación completa del
sistema del socialismo real.

Las reformas políticas.


La perestroika económica acabó exigiendo una reforma política cuyo objetivo fundamental era la
mejora del funcionamiento del sistema y la separación entre Estado y Partido. Gorbachov
desarrolló una política reformista pero dubitativa que le generó crecientes tensiones entre la
nomenclatura comunista y los sectores más aperturistas.
La primera fase de esta reforma del sistema político fue en 1988 aprobándose la modificación
constitucional y la nueva ley electoral, se mantenía al PCUS como partido único pero se iniciaba
un cierto pluralismo político al permitir la presentación de candidatos no oficialistas e
independientes. En las elecciones de 1989 se evidenció, en especial en las grandes ciudades, con
pérdida de escaños de importantes dirigentes del Partido y una creciente hostilidad hacia la
política del PCUS en el apoyo a independientea e incluso militantes no oficialistas (escritor
Andrei Sájarov)
La segunda fase se desarrolló entre Febrero y Marzo de 1990, donde el Comité Central de PCUS
renunció a mantener el monopolio del Partido en la vida política, permitiendo una reforma
constitucional y la rápida aparición de diferentes partidos políticos. Las diferencias dentro del
partido se hicieron insalvables entre ortodoxos y aperturistas, debilitando la posición de
Gorbachov. Las elecciones de 1990 a soviets y parlamentos republicanos permitieron el triunfo
de tendencias secesionistas, que fue lo más grave en la periferia.
El problema de las nacionalidades.
La Unión Soviética se construyó sobre la base del imperio ruso, el más extenso de la historia en
cuanto a continuidad geográfica. Con una gran multiplicidad de etnias, culturas y religiones. Los
procesos de construcción nacional bajo el principio de centralización e imposición de unos usos
culturales comunitarios basados en la costumbre rusa no se aplicaron hasta el triunfo de la
revolución soviética. Stalin en los años treinta reinterpretó el tradicional nacionalismo ruso
dando origen al concepto de la “gran patria soviética”. Durante las cuatro décadas siguientes, el
teórico reconocimiento constitucional de las peculiaridades de los distintos territorios fue
sistemáticamente cercenado por un intenso programa de rusificación, bajo la interpretación de
modernidad y triunfo revolucionario. A lo largo de los años setenta, sin embargo, se produjo un
movimiento contrario de recuperación de las raíces tradicionales y religiosas.
La llegada de Gorbachov y el desarrollo de la perestroika y la glásnost, trasformaron el proceso
de recuperación de la tradición en movimiento nacionalista. En buena parte de las repúblicas de
población distinta a la rusa se extendieron con rapidez la exigencia de la práctica del derecho de
autodeterminación y posteriormente las posiciones nacionalistas. Utilizando las posibilidades de
la transparencia informativa, se recuperaron las lenguas locales, se reinterpretó el pasado y se
formularon opciones de futuro que apostaban por la independencia.
Las elecciones de 1990 dieron el triunfo a candidatos independistas en los parlamentos de
Estonia, Letonia, Lituania, Georgia, Armenia y Moldavia que junto con la fractura del PCUS y la
debilidad de Gorbachov desestabilizaron definitivamente la URSS.

1.3. TEMA 2. REPERCUSIONES DE LA PERESTROIKA EN EL BLOQUE DEL ESTE. (EL


HUNDIMIENTO DEL COMUNISMO Y LA DESAPARICION DE LA URSS).
De Polonia a Bulgaria, la dependencia respecto a la Unión Soviética de los países que
conformaban el bloque del Este hizo que la crisis interna de la URSS tuviera en ellos una
repercusión directa. La llegada de Gorbachov al poder y el cambio de relaciones entre socios del
COMECON repercutió en la ruptura de la anterior coherencia del bloque y la desestabilización
de los regímenes de tipo soviético. Entre 1989 y 1991 se produjo la crisis terminal y el
derrumbamiento de los regímenes comunistas. La desintegración del sistema socialista soviético
fue causada por un conjunto de factores, dentro de un contexto de deterioro económico,
degradación de las condiciones de vida y corrupción de la actividad administrativa y productiva.

Factores de desestabilización de los regímenes comunistas en Europa del Este.


Aun con diferencias apreciables entre unos países y otros, pueden señalarse una serie de
factores internos y externos que ayudaron a desestabilizar los regímenes del bloque. Entre los
factores internos destaca la creciente debilidad de los partidos comunistas que asimilaron con
dificultad las exigencias de adaptación de Gorbachov, produciéndose una división interna entre
continuistas y reformadores y decayendo su influencia en la opinión pública. El segundo factor
fue el rápido incremento de la disidencia política articulada entorno a agrupaciones y
plataformas gestándose a su alrededor los nuevos partidos políticos. Todo ello no habría sido
posible, en tercer lugar, sin el despertar de la sociedad civil que apoyó a los sectores políticos
más aperturistas. Por último, un factor singular fue la diferente implicación de las Iglesias
nacionales siendo fundamental en Polonia y casi nulo en Rumanía y Bulgaria.
Tan importante como los anteriores fueron los factores económicos. A partir de los años
setenta comenzaron a aparecer serias grietas en el bloque del Este, con la independencia en
política exterior de la Rumania de Ceaucescu o ciertas permisividades sociales y económicas en
Polonia, Hungría y en la RDA. Sin embargo, las mayores dificultades se encontraron en los
crecientes problemas económicos y en el alejamiento de las burocracias dirigentes de las
sociedades nacionales. La crisis energética de los setenta tuvo amplias repercusiones en estos
países. El incremento del déficit energético llevó consigo una disminución del crecimiento
económico, un crecimiento incontrolable de la inflación y un aumento del déficit en los
presupuestos públicos y en la balanza exterior.
Cuando Gorbachov dio por finalizada la doctrina de soberanía limitada y auspició el
establecimiento de reformas semejantes en estos países del bloque, la evolución de los
acontecimientos condujo a la ruptura del sistema soviético. Los países occidentales apoyaron los
procesos de transformación pero se vieron superados por la rapidez de los acontecimientos.
Aunque las peculiaridades nacionales hicieron variar los ritmos, en todos los países de régimen
socialista, excepto en Rumania, el proceso de fue muy similar: la crisis económica y el fracaso de
las reformas obligaron a los distintos partidos comunistas a compartir la carga dirigente con
otros agentes políticos y sociales que incentivó la organización de la oposición que, al reclamar y
conseguir una rápida transformación del marco constitucional, acabó imponiendo la ruptura con el
anterior sistema político y la salida del país del bloque soviético.

La crisis en Polonia y Solidaridad. En Polonia la inestabilidad comenzó en 1970, antes de la


crisis energética, como consecuencia de graves incidentes en Gdanz y Gdynia como consecuencia
de la elevación del coste de la vida y la ruinosa situación de la economía nacional. Las reformas
del nuevo gobierno, al no contar con un respaldo estructural sólido, provocaron una creciente
inflación y el incremento de las importaciones. Cuando a este endeudamiento exterior se sumo la
crisis energética, Polonia pasó a una fase de recesión. Las erráticas medidas gubernamentales, el
crecimiento de la inflación, el endeudamiento público y en general, la descomposición del sistema
económico produjeron una masiva movilización de trabajadores. En 1976 se crea el Comité de
Defensa de los Trabajadores (KOR) que impulsó el sindicalismo y defendió a los obreros
represaliados o encarcelados.
En Octubre de 1978 el cardenal de Cracovia era elegido Papa con el nombre de Juan Pablo II.
Una nueva oleada de huelgas y movilizaciones bien organizadas (sindicalista Lech Walesa) en el
verano de 1980 apoyada por la Iglesia, sindicalistas e intelectuales provocó que el gobierno
atendiera a sus peticiones, fundándose el sindicato Solidaridad y convirtiéndose en la principal
fuerza social del país. En 1981 el retorno al poder unipersonal al ocupar Jaruzelski la máxima
autoridad en el Partido fue contestado por Solidaridad dando lugar a que la URSS reuniera a los
miembros del Pacto de Varsovia para estudiar el caso polaco. Finalmente, Jaruzelski dio un golpe
de Estado e ilegalizó a Solidaridad. El régimen socialista había sido sustituido por una dictadura
militar. La sociedad apoyó la recuperación de la Iglesia como principal interlocutor social y al
clandestino Solidaridad el resto de los ochenta.
La derrota en referéndum en 1987 del proyecto de reforma del gobierno obligó al
establecimiento de una negociación permanente con dirigentes de Solidaridad consiguiendo el fin
del monopolio del poder del Partido Comunista, libertad religiosa y de expresión, reformas en
economía, educación y cultura y la apertura del multipartidismo.
En 1989 Solidaridad obtuvo todos los escaños reservados a la oposición en la cámara baja y el
99% en el Senado. y, fue llamado a formar gobierno iniciándose con ello la transición y
aprobándose un plan de choque que a pesar de su dureza, consiguió la reducción espectacular d
ella inflación En diciembre 1990 primeras elecciones presidenciales, siendo elegido Lech Walesa.
las primeras elecciones libres en 1991 arrojaron gran dispersión de voto, los ex comunistas tan
sólo alcanzaron el 11.5% del sufragio.
Checoslovaquia y la Revolución de Terciopelo . Tras dura represión de la Primavera de Praga en
1968, la evolución política se caracterizó por el afianzamiento del Partido, fuertemente
intervenido por la dirección de Moscú, contra todo “rebrote liberal”. La reestructuración de la
Federación, que quedó formada por dos Estados, las Repúblicas socialistas Checa y Eslovaca, se
produjo en 1971 con la proclamación de la nueva Constitución.
En 1989, la depauperada economía mermaba la capacidad del Partido de mantener el control
social. Un gobierno a la defensiva se vio obligado a iniciar conversaciones con el Foro Cívico a
cuyo frente se situó Václav Havel que unificaba los distintos grupos opositores y este mero
hecho fue suficiente para precipitar los acontecimientos. El PCCH renunció al monopolio de la
actividad política y se formó un Gobierno de unidad nacional con mayoría no comunista. Las
elecciones de 1990 otorgaron la mayoría absoluta en la asamblea Federal a Foro Cívico y a
Público Contra la Violencia, culminando la Revolución de Terciopelo caracterizada por la rápida
descomposición del Partido y la pacífica transición hacia el Estado de derecho.

La caída del Muro de Berlín y el final de la RDA .


El gobierno de Eric Honecker que fue nombrado en 1976 presidente del Gobierno centró su
programa en dos objetivos: en el reconocimiento internacional de la RDA y la normalización de
relaciones con la RFA y la vertebración de una economía nacional que fuera el modelo del mundo
comunista. Los dos primeros objetivos se cumplieron, pero a finales de los años setenta el
déficit comenzó a crecer llegando a niveles insostenibles en la segunda mitad de los ochenta,
motivando un mayoritario descontento social que desencadenó complejos fenómenos que
propiciaron la desintegración del Estado.
La crisis económica, la debilidad del Partido Comunista y la decidida actuación del canciller de la
RFA, Helmut Kohl, propiciaron una rápida y peculiar transición. En 1989 los movimientos de
protesta fueron articulándose como grupos de oposición al sistema. En el verano y otoño se
produjeron crecientes manifestaciones en las principales ciudades de la RDA, al tiempo que se
multiplicaba el éxodo de población hacia la RFA. Los acontecimientos se precipitaron, el 17 de
Octubre Honecker dimitió, siendo sustituido por un gobierno que cesó en sus funciones el 7 de
Noviembre y el 9 de Noviembre 1989 se anunciaba la apertura del Muro de Berlín que tuvo un
enorme carácter simbólico, desaparecía el elemento más señero del Telón de Acero y surgía la
voluntad de superar la división de las dos Alemanias. El canciller Helmut Kohl hizo público el 28
de Noviembre un programa cuyo objetivo era la reunificación.
En diciembre el Partido Comunista renunciaba al papel dirigente y se transformaba en el Partido
del Socialismo Democrático, favoreciendo la creación de un Gobierno de unidad nacional con
mayoría de miembros de la oposición que convocó elecciones y donde el Gobierno salido de las
urnas inició rápidamente los conversaciones conducentes a la reunificación, firmándose una serie
de tratados bilaterales (el más importante fue el Tratado de Unificación) que prepararon los
cambios constitucionales, económicos y sociales par la incorporación de la extinta RDA a la
República Federal Alemana el 3 de Octubre de 1990.

Crisis y transición en Hungría.


En Hungria se realizaron una serie de reformas dirigidas por Janos Kadar (el hombre fuerte del
comunismo húngaro durante mas de 30 anos) caracterizadas por una creciente tolerancia con
corrientes criticas al sistema y centradas en las estructuras sociales y económicas, que acabo
denominándose “socialismo a la húngara”.
Las nuevas medidas que simplificaban la burocracia y descentralizaban la toma de decisiones, se
ejecutaron especialmente en el sector agrario y en servicios . La mezcla de planificación
económica y seguimiento de las pautas de mercado produjo un creciente desorden económico
agravado en extremo con la crisis energética de los setenta paralizándose el desarrollo
económico. Fue el descontento social a la crisis, incluyendo una alta inflación, lo que favoreció la
fragmentación del Partido Comunista y la aparición en 1988 del grupo de reformistas que se
hicieron cargo del Politburo y desplazaron a Kadar del poder. Se iniciaron profundas reformas
económicas y políticas en la política exterior y políticas. En las primeras elecciones libres de
1990 vencieron los partidos de la oposición y se logro un gobierno de coalición que llevo a cabo la
reforma constitucional e inicio la transformación de las estructuras socioeconómicas con el país
a la Unión Europea.

Bulgaria: de las “décadas tranquilas” a la crisis del sistema .


Las “décadas tranquilas” en Bulgaria tan sólo lo fueron en lo político. Esta tranquilidad ocultaba
en lo económico un paulatino declinar en la productividad, tanto por el mantenimiento de las
prácticas planificadoras como por el extendido absentismo laboral, llegando incluso al
desabastecimiento de productos básicos en las ciudades. Este deterioro de la situación condujo
a la vertebración de una minoritaria oposición. La regeneración del sistema emprendida en la
segunda mitad de los años ochenta tuvo como efecto el crecimiento opositor y frecuentes
manifestaciones que impidieron la apertura controlada del régimen y precipitaron su final.
El Gobierno de Jivkov trató de poner en práctica una perestroika búlgara, pero su fracaso
propicio un cambio de dirigentes que efectuaron transformaciones en todos los niveles, con la
renuncia del Partido al monopolio del poder, la concesión de una amplia amnistía y la convocatoria
de elecciones libres en junio de 1990, donde el Partido renombrado como Partido Socialista
(PSB), ganó las elecciones. Su líder Mladenov fue obligado a renunciar a todos sus cargos y la
Asamblea nombro a su principal opositor presidente de la República. El gobierno de coalición
formado puso en marcha una amplia reestructuración económica y un duro plan de ajuste
mientras el Parlamento daba en 1991 una nueva Constitución que definía a Bulgaria como un
Estado de Derecho.

El final del régimen de Ceaucescu en Rumania.


En Rumanía se produjo el caso más grave de degeneración del sistema comunista; la general
identificación entre Estado y Partido aquí fue superada por la patrimonialización del Estado por
parte de Ceaucescu, y su familia a través de un extenso culto a la personalidad. En el poder
desde 1965, desarrolló en los años setenta un poder totalitario y personalista mediante una
“revolución cultural” de corte chino, utilizando la educación como instrumento en su política y un
completo control sobre la información y la cultura. Haciendo gala de una política internacional
autónoma y negándose al establecimiento del Ejército Rojo en territorio nacional le valió ser
reconocido en Occidente lo que produjo un fácil acceso a los créditos internacionales con los que
pretendió una modernización del país. La mayor parte del programa quedó sobre el papel y los
créditos fueron utilizados en gastos militares y policiales o bien al patrimonio familiar del
dirigente. La crisis energética agravó la economía del país, aumentando la deuda externa y
obligando a racionar la distribución de energía. La degeneración de la economía iba paralela a la
del sistema político. A pesar de ser reeligido en 1984, durante la segunda mitad de los años
ochenta se produjeron reiteradas protesta y movilizaciones. La revuelta obrera más importante
se produjo en 1987 siendo duramente reprimida, inició el aislamiento internacional del régimen y
el fin de las ayudas económicas.
Todo ello motivó el caso más complejo y virulento de transición de los países del bloque del Este.
La primera fase estuvo marcada por la intransigencia del clan Ceaucescu. Este aislamiento del
régimen propició una corriente contraria dentro del Partido apoyada por Moscú. Ante las
movilizaciones en Bucarest y Timisoara (protestando contra los abusos de poder y la represión
de la policía secreta Securitate), se decretó el estado de excepción en diciembre de 1989. La
tensa situación fue instrumentalizada para llevar a cabo un golpe de estado que acabó con la
sublevación de la capital. El vacío de poder, aumentado por la captura y ejecución del matrimonio
Ceaucescu, fue llenado el Frente de Salvación Nacional, controlado por los comunistas contrarios
al dictador, permitiéndoles alcanzar la mayoría absoluta en 1990. Pronto se evidenciaron las
actitudes intransigentes de las nuevas autoridades y se formó una gran coalición opositora,
Alianza Cívica. Su actuación hizo que los programas reformistas fueran realmente
transformadores y que la nueva Constitución, diciembre de 1991, tuviera un inequívoco sentido
democrático.

La desaparición institucional del Bloque del Este.


Gorbachov ante la Asamblea General de la ONU en otoño del 1988, ante el Consejo de Europa en
Estrasburgo en 1989 y en el mismo año en la Asamblea Helsinki defenció explícitamente el
principio de libertad de régimen político en cada Estado, reconociendo que existían distintas vías
para el desarrollo del socialismo real. Renunciando al uso de la fuerza para mantener la cohesión
del bloque aliado soviético llevando consigo este hecho a un replanteamiento radical de la política
exterior mantenida desde la Segunda Guerra Mundial.
Los acelerados cambios políticos en los países de Europa Oriental condujeron a la ruptura del
entramado institucional que había cohesionado el bloque del Este. Tras 40 años de existencia, el
1 de Abril de 1991 fue disuelto oficialmente el Pacto de Varsovia. Unos meses después, el 28 de
Junio, fracasados los intentos de refundarlo sobre nuevas bases, fue acordado en Hungría la
disolución del COMECON.

1.4. FRAGMENTACIÓN Y DESINTEGRACIÓN DE LA URSS.


En 1991 los problemas soviéticos presentes a la llegada al poder de Gorbachov en 1985 no habían
sido solucionados y la crisis económica había multiplicado sus efectos y llevado a una degradación
de las condiciones de vida de la mayor parte de la sociedad. El prestigio de las instituciones no
se había conseguido recuperar, afectadas por la burocracia, la corrupción y la desaparición de la
ética laboral. La sociedad evidenciaba una clara degradación moral, con la expansión del
alcoholismo y la drogadicción, un mayor número de divorcios, abortos, el incremento de la
delincuencia organizada y la práctica pública de la prostitución.

El problema nacional.
El conflicto nacional era el problema más importante para el futuro de la URSS. La causa del
problema radicaba en los teóricos principios federalistas e igualitarios que sostenían la compleja
conformación territorial soviética. El estricto control ejercido por el PCUS, cuyo centralismo
estaba respaldado por un falso federalismo, había reprimido las tensiones territoriales. A
finales de los ochenta el debilitamiento del PCUS tuvo como efecto el resurgir de las
identidades nacionales y el estallido de conflictos interterritoriales, en especial en tres amplias
zonas: las repúblicas bálticas, Asia Central y Transcaucasia.
Estonia, Letonia y Lituania (estados independientes entre 1918-39) eran repúblicas
industrializadas y con el nivel de vida más alto de la URSS y muy relacionadas con Centroeuropa
y Escandinavia. Desde 1986 el proceso de recuperación de las identidades culturales generó
movimientos ciudadanos que incluían el propósito de recuperar la soberanía. En contraposición las
repúblicas de Asia central (5 de siempre) eran las más pobres de la Unión, a pesar de sus
grandes recursos. Esta pobreza unida a la permisividad religiosa, hizo que el Islam se convirtiera
en el lazo de identificación y diferenciación respecto Moscú. El problema nacional en las
repúblicas transcaucásicas, Armenia, Azerbaiyán y Georgia, radicó en la disputa por el control
del enclave de Nagorno-Karabaj entre armenios (cristianos), y azeríes, (musulmanes), que
desembocó en una guerra civil obligando al Ejército Rojo a intervenir en Bakú.
El tratamiento dado a estos problemas nacionalistas por las autoridades tan sólo consiguió
aumentar el respaldo de las sociedades civiles a los programas independentistas. De ese modo,
las elecciones de 1990 ratificaron la hegemonía de sus tesis en estas y en otras repúblicas. El
punto de inflexión definitivo se produjo al apoyar los presidentes de Georgia, Moldavia y
Bielorrusia los derechos soberanos de las repúblicas bálticas. El país de los sóviets se
fragmentaba mediante la aplicación estricta de la letra constitucional. Gorbachov propuso una
Confederación de Estados Soberanos, pero las repúblicas bálticas ni siquiera acudieron a las
negociaciones y Armenia, Moldavia y Georgia se descolgaron de las mismas. Las nueve repúblicas
restantes presionaron a Gorbachov para alcanzar a un nuevo Tratado de la Unión que, eludiendo
cualquier llamada al socialismo, concedía amplios poderes a las republicas.

El golpe de Estado de agosto de 1991.


Desde el invierno de 1990, integrantes de la nomenclatura, que nunca habían apoyado el proceso
democratizador y se habían opuesto a la pérdida del control político por el PCUS, comenzaron a
barajar la posibilidad de apartar a Gorbachov del poder, utilizando un golpe de fuerza si fuera
necesario. Los conspiradores pensaron que la desastrosa crisis económica, el proceso de
fragmentación territorial y la debilidad internacional de la URSS, les permitiría sumar apoyos en
la sociedad que veía como el derrotero de la perestroika era negativo. Pretendían relevar a
Gorbachov de la Secretaría General del PCUS y de la presidencia, poner fin a las reformas de la
perestroika, bloquear el sistema autonómico de las repúblicas y reforzar el papel internacional
de la URSS retomando la posición de negociaciones duras con EEUU y recuperar la influencia en
los países del Bloque del Este. La conspiración nunca tuvo una estructura organizativa lo
suficientemente amplia para abarcar todos los niveles del Estado y la sociedad.
Tomando como inspiración el sistema utilizado para apartar del poder a Nikita Kruschov en 1964,
los conspiradores aprovecharon la estancia vacacional de Gorbachov en Crimea para bloquear su
contacto con el exterior. Así pues el 16 de agosto de 1991, se formó un “Comité de emergencia”
secuestrando al sec. Gral. en su residencia, ante la negativa de Gorbachov de declarar el estado
de emergencia y la dimisión de sus cargos se le aisló del mundo exterior y se decretó
oficialmente su incapacidad por enfermedad. El día 19 se informó a la población, se decretó el
estado de excepción y se movilizó al ejército en las principales ciudades del país. Pero el
movimiento social, los titubeos de los golpistas, la división del ejército, la presión internacional y
la reacción del pueblo moscovita que junto con las autoridades de la República de Rusia, con
Yeltsin a la cabeza, consiguieron frenar la iniciativa e hicieron fracasar el intento de golpe. La
liberación de Gorbachov permitió su retorno a Moscú, el 22 de Agosto, pero los acontecimientos
le habían superado y su autoridad ya no fue reconocida. Los sectores más conservadores del
PCUS fueron derrotados, pero también la el propio Gorbachov y su perestroika. El fracaso del
golpe de estado también supuso la deslegitimización del PCUS y la desaparición de la Unión
Soviética.

La implosión de la Unión Soviética.


Las repercusiones del golpe fueron mucho más allá de la mera restitución de Gorbachov;
permitieron realizar una completa demolición de todo el sistema soviético, liquidando las
instituciones comunistas y precipitando la desintegración de la URSS el los días finales de
agosto de 1991, recayendo el protagonismo en Boris Yeltsin apoyado por la masa popular y por el
entusiasmo de la opinión pública internacional. Yeltsin aprovechó el vacío de poder para
transferir todas la instituciones centrales soviéticas a la jurisdicción rusa y asumió la jefatura
del ejército en territorio ruso, de una manera constitucionalmente dudosa, pero que nadie
rebatió. Gorbachov se plegó a las exigencias del presidente ruso, pero no dimitió de su cargo de
presidente de la URSS. El día 27 agosto las repúblicas bálticas eran reconocidas como Estados
independientes por la Comunidad Europea y el 29 Rusia y Ucrania firmaban un tratado bilateral
de cooperación, reconociendo implícita y recíprocamente su independencia, lo que de facto hacía
ya inexistente la URSS. Finalmente, el 2 de Septiembre se disolvió el Congreso de Diputados
Populares, el Soviet Supremo y el Gobierno de la URSS. Fracasado su intento de hacerse con la
presidencia soviética, Yeltsin articuló la Comunidad de Estados Independientes (CEI) creada por
Rusia, Ucrania y Bielorrusia, a la que se unieron 8 rep. Centroasiáticas y transcaucásicas
(excepto Georgia). Abandonado a su suerte, Gorbachov dimitió de la Presidencia de una ya
inexistente URSS el 25 de diciembre.
Desaparecía la gran alternativa al modelo político de la democracia liberal y al modelo económico
capitalista, la superpotencia que había sostenido la bipolaridad en el mundo.
La implosión de la Unión Soviética liberó y transfirió el protagonismo a los nacionalismos
produciéndose una redefinición de las fronteras y el surgimiento o resurgimiento de nuevos
Estados; sólo en Europa, EST LET LIT BIE UKR MOL, división TCH y fragmentación YUG.
Boris Yeltsin se convirtió en el hombre fuerte del nuevo Estado con el triunfo en las elecciones
presidenciales de 1992 y 1996. Formalmente la URSS se convirtió en la Comunidad de Estados
Independientes (CEI). Rusia heredó el protagonismo internacional de la fenecida URSS y tuvo
que hacer frente a tres desafíos; de crear un nuevo Estado, al de la vertebración de una
economía de mercado y a la transformación de una sociedad acostumbrada al dirigismo y al
paternalismo del Estado.

TEMA 3: LAS RELACIONES INTERNACIONALES Y CONFLICTOS EN LOS AÑOS


NOVENTA.
INTRODUCCIÓN:
El largo enfrentamiento indirecto entre EE.UU. y la URSS que había fundamentado la Guerra
Fría acabó definitivamente con la implosión de URSS, dejando sin funcionalidad los esquemas y
las prácticas políticas que se habían mantenido inalterables desde el fin de la Segunda Guerra
Mundial. La repercusión de estos cambios alcanzó a todo el mundo, aunque en Europa se
produjeron las consecuencias más directas con la disolución del bloque del Este y la transición de
los países que lo integraban hacia regimenes políticos distintos.
La propia implosión de la URSS dio origen a quince Estados independientes. Incluso dentro de
Rusia, algunos territorios pretendieron seguir el camino de la autodeterminación lo que multiplicó
las tensiones y llevó al enfrentamiento abierto en Chechenia. Aunque el conflicto más
trascendental se produjo como consecuencia de la descomposición de Yugoslavia que devolvieron
los fantasmas de la guerra y de la limpieza étnica al corazón de Europa.
La ONU se vio muy reforzada con el fin de la Guerra Fría, reestructurando su sistema de
intervención en la resolución de conflictos y generando nuevos conceptos y programas de
actuación.

2.1. POSTGUERRA FRIA: EL NUEVO MARCO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES.


En septiembre de 1990 George Bush ante el Congreso norteamericano, advirtió de la redefinición
del sistema internacional, describiéndolo como un Nuevo Orden Internacional.

El final de la Guerra Fría.


La necesidad de reconducir la economía de la URSS, lastrada por la dimensión de su presupuesto
de defensa, obligó a Gorbachov a suavizar la tensión que sus predecesores habían mantenido
hacia EEUU. Reagan aceptó la mano tendida de su homólogo soviético y avanzaron rápidamente
hacia acuerdos prácticos. La cumbre de Reykiavik, octubre 1986, señaló el punto de inflexión.
Fruto de las negociaciones fue el Tratado de Washington (diciembre 1987), que suponía el
primer compromiso de desmantelamiento verificable de misiles de medio y corto alcance
desplegados en Europa. A lo largo de 1988 se dieran los primeros pasos de lo que acabó siendo el
principal compromiso de reducción de armamento nuclear: el Tratado de Reducción de Armas
Estratégicas (START), firmado el 31 de julio de 1991. Paralelamente se llevaron a cabo
conversaciones para la reducción de las fuerzas convencionales desplegadas en Europa. El
acuerdo final fue firmado en Ottawa (febrero 1990) por los representantes de los países
miembros de la OTAN y el Pacto de Varsovia.
Por su parte, la Unión Soviética llevó a cabo un paulatino repliegue unilateral de tropas en otros
escenarios. En América Latina, redujo hasta hacer desaparecer, su apoyo militar y económico al
Gobierno de Castro en Cuba y a los sandinistas en Nicaragua. En África forzó la repatriación de
las tropas que Cuba mantenía en Angola y Mozambique y cortó la ayuda al régimen de Mengistu
en Etiopía. En Asia dejó de prestar apoyo a Vietnam en su despliegue militar en Camboya y en
febrero de 1989 anunció su retirada de Afganistán.
Mientras, en 1989 se produjeron cambios revolucionarios en el interior de los países del bloque
del Este, que culminaron con la caída del Muro de Berlín y la reunificación de Alemania en
octubre de 1990. El 2 de agosto de 1990, Saddam Hussein inició la invasión de Kuwait,
desencadenando una respuesta internacional y una movilización sin parangón desde la Segunda
Guerra Mundial con una participación activa de la ONU.
La reacción de China a las tensiones internas fue radicalmente contraria a la desarrollada en
Europa: inmovilizó su sistema político y negó cualquier posibilidad de distensión lo que provocó la
matanza de Tiananmen en 1989, pero abrió su sistema económico a la participación internacional.
En enero del 91 entró en funcionamiento MERCOSUR, el mercado común sudamericano, y durante
todo ese año se debatió el nuevo tratado de la Unión Europea, ratificado en Maastricht en
febrero del 92, meses antes, Bush había lanzado el proyecto de Tratado de Libre Comercio con
Canadá y México. En agosto del 91 se produjo un intento de golpe de Estado en Moscú, cuyas
consecuencias culminaron con la desaparición de la URSS.
Todos estos acontecimientos evidenciaban el final del orden bipolar y su desaparición produjo
una gran inestabilidad, tensiones entre los agentes de la nueva política internacional y una amplia
reconfiguración del mapa político europeo. El sistema de relaciones internacionales de la Guerra
Fría no fue sustituido por ningún otro, creciendo la incertidumbre, rompiéndose las estructuras
de respuesta, multiplicándose los discursos interpretativos y se desbordaron las fronteras
hegemónicas.

El nuevo orden internacional. La característica fundamental del nuevo sistema de relaciones


internacionales fue, durante la última década del s. XX, la inexistencia de un “orden”: conceptual,
jerárquico o por ámbitos o áreas. Durante los años noventa, ningún país, comunidad u
organización, tuvo la fortaleza y la determinación para construir ese orden nuevo. Sin embargo,
existen unos elementos que ayudan a caracterizar el sistema internacional de ese periodo que se
agrupan en tres bloques:
a- Ninguna potencia por sí sola podía garantizar la estabilidad y el equilibrio internacional, ni
tenía capacidad para imponer una agenda internacional en beneficio propio. La nueva
jerarquización del sistema internacional quedó conformada por el liderazgo de la única
superpotencia mundial: EEUU, con una gran fortaleza económica, una amplia capacidad militar y
una importante influencia político-ideológica. Sin embargo, los problemas presupuestarios y las
políticas exteriores dubitativas hicieron que durante los años noventa no alcanzara la influencia
imperante durante las décadas precedentes. Le seguía a gran distancia, Rusia, heredera del
potencial de la URSS, pero condicionada su política exterior por los graves problemas internos;
su dependencia de la ayuda económica exterior coartaba toda posibilidad de ejercer la política
de superpotencia que hubiera deseado mantener. Inmediatamente después, le seguían cinco
grandes potencias: China, Francia, Gran Bretaña, Japón y Alemania; las tres primeras miembros
permanentes en el Consejo de Seguridad de la ONU e integrantes del “club” nuclear, con amplios
recursos económicos y cierta capacidad de influencia internacional; las dos últimas, con grandes
recursos económicos y comerciales, lo que hacía que sus opiniones se tuvieran en cuenta. Con una
capacidad muy alejada de las anteriores, se encontraba un conjunto variable de potencias
medias: España, Italia, México, Argentina, Brasil, Israel, Arabia Saudí, Turquía, Egipto, Irán,
India e Indonesia, con recursos materiales, influencia, capacidad y voluntad de intervenir en la
política internacional, especialmente en ámbitos regionales. El resto de los Estados del mundo
mantenían poca capacidad o voluntad de movilización de recursos o nula influencia internacional.
b- La aparición de nuevos agentes como actores internacionales y el incremento de la
importancia de las organizaciones internacionales en la toma de decisiones ante los cambios,
conflictos y retos de la sociedad global. La desaparición del orden bipolar hizo ganar
protagonismo a las organizaciones internacionales. Estas organizaciones no eran de nueva
creación y respondían a una gran variedad de ámbitos, dimensiones y configuración.
La ONU se convirtió en el principal foro de la política internacional. Sus nuevos y más extensos
cometidos, abrieron el debate sobre su reorganización, frenada en sus extremos más ambiciosos
por la falta de recursos y los deseos de las potencias de preservar sus cuotas de influencia.
A nivel regional, destacaron las organizaciones económicas y de defensa: en Europa, la UE
trataba de unir ambas dimensiones, si bien, la OTAN persistía como pilar de la política de
defensa; el Consejo de Europa desempeñaba un papel clave en la definición de la identidad
continental y la Organización para la Seguridad y Cooperación Europea (OSCE) reunía a todos los
Estados europeos desde el Atlántico al Pacífico. En América, la Organización de Estados
Americanos (OEA), con la exclusión de Cuba desde 1962, persistía como el marco diplomático y
de colaboración de todo el continente; el Tratado de Libre Comercio y MERCOSUR se
constituyeron en las dos más importantes agrupaciones económico-comerciales. En África y
Oriente Próximo, la Organización para la Unidad Africana reunía a 51 Estados y la Liga de Países
Árabes a 22. En Asia comenzaba a destacar la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático
(ASEAN), impulsora de un área de libre comercio y cooperación regional; el Foro de Cooperación
Económica Asia-Pacífico (APEC), creado en 1990, contribuyó a la aceleración del desarrollo
económico de esta región. Dentro del nuevo orden internacional, uno de los fenómenos más
relevantes ha sido la aparición de ONG’s que han multiplicado su número y han tenido un
protagonismo creciente. Un tercer grupo de agentes en la política internacional lo conforman las
multinacionales o empresas transnacionales que controlan dos terceras partes del comercio
internacional, con poder e influencia, tanto en el país de la casa matriz, como en los que invertían
sus capitales y asentaban sus factorías. El cuarto grupo lo formaban los grupos religiosos, que
por la influencia esencialmente transnacional de su fe y por su capacidad de movilización de
recursos financieros y humanos, influían de forma determinante en la orientación exterior de
muchos Estados.
c- Transformación de las amenazas a la seguridad internacional y desafíos al desarrollo de la
sociedad mundial. La nueva distribución del poder mundial, la relajación de los altos niveles de
integración en los antiguos bloques, el desarrollo científico-militar, la explosión demográfica y la
inestabilidad financiera contribuyeron a configurar nuevos problemas en la política internacional.
La desaparición del sistema internacional basado en el bipolarismo dio paso a una
multipolaridad asimétrica, con más incertidumbres, más necesidad de consensos y las amenazas,
alejado el fantasma nuclear, se presentaban más numerosas y difíciles de controlar.

2.2. LOS GRANDES CONFLICTOS DE LOS AÑOS NOVENTA


La Segunda Guerra del Golfo (2-08-90 A 28-02-91).
El final de la guerra entre Irán e Irak, Primera Guerra del Golfo (1980-1988), dejó a Irak con
enormes deudas de guerra, contraídas fundamentalmente con EEUU, Arabia Saudí y Kuwait.
Saddam Hussein solicitó la condonación de la deuda o el aplazamiento de su amortización,
recibiendo una respuesta positiva de EEUU, más tibia de Arabia y negativa de Kuwait. Irak
reclamaba el territorio kuwaití, al que denominaba su decimonovena provincia, bajo el argumento
de su dependencia durante el imperio otomano pero, además existían fuertes motivaciones
económicas: depósitos de petróleo que se extendían a ambos lados de la frontera y que Irak
sostenía que eran drenados de forma abusiva por Kuwait y que con su sobreproducción, hacía que
se mantuviese el precio del crudo por debajo de los deseos de Irak. Consecuencia de este
planteamiento fue el proyecto de anexión por la fuerza, presentado como la conquista de una
reivindicación histórica y como la liberación de una población sometida al gobierno absolutista
del emir.
Saddam Hussein contaba con la pasividad internacional y que EEUU no se enfrentaría con su
principal aliado en la región. Incluso los países vecinos tenían poco que ganar defendiendo al
pequeño Estado del Golfo: Irán necesitaba recuperarse de las consecuencias de la guerra y
Arabia Saudí no veía amenazado su statu quo. Estando la atención mundial concentrada en las
transiciones en Europa, Saddam esperaba que su actuación fuese contemplada exclusivamente
como una disputa bilateral. Por su parte, EEUU y Arabia Saudí, incluso Kuwait, contemplaron la
escalada de amenazas e intimidaciones como un gesto de fuerza de Saddam para reforzar sus
posiciones negociadoras, dada la debilidad de su país, pero se equivocaron.
En la noche del 2 de agosto de 1990 columnas blindadas iraquíes cruzaron la frontera y tomaron
posiciones estratégicas. En pocas horas había ocupado los centros neurálgicos del país. La
respuesta internacional fue inmediata: el 3 de agosto el Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas exigió a Irak la retirada inmediata de Kuwait y seis día después decretó el bloqueo
mundial a su comercio exterior. Si Saddam no abandonaba Kuwait debía ser expulsado con el
empleo de la fuerza. Comenzaba la Segunda Guerra del Golfo.
El desarrollo de las operaciones se dividió en dos partes. La primera fue defensiva, la operación
Escudo del Desierto, cuyo objetivo era impedir la invasión de Arabia Saudí, mientras se reunía un
ejército de casi 700.000 efectivos pertenecientes a 31 países y el Consejo de Seguridad
aprobaba el uso de la fuerza si Irak no abandonaba el territorio kuwaití antes del 15 de enero.
Saddam Hussein reforzó sus posiciones con un ejército de 300.000, mostrando así su negativa a
cumplir el requerimiento de la ONU. En consecuencia, se puso en marcha la segunda fase de las
operaciones, la ofensiva Tormenta del Desierto, iniciada inmediatamente después de concluir el
ultimátum del Consejo de Seguridad. Durante las primeras semanas, las tropas de la coalición
lideradas por EEUU, realizaron sobre todo operaciones aéreas que castigaron los puntos
neurálgicos iraquíes y las posiciones de sus tropas; la segunda parte de la ofensiva se produjo
por tierra, ocupando por completo Kuwait y atacando por la retaguardia a unas tropas que casi no
opusieron resistencia. La defensa iraquí estaba totalmente rendida a finales de febrero. Dado
que la resolución de la ONU tan solo apelaba a la liberación de Kuwait, las tropas apenas
penetraron 200 Km. en territorio iraquí, lo que permitió la supervivencia del régimen de Saddam
Hussein.
La campaña militar desatada contra Irak a consecuencia de la invasión de Kuwait fue singular por
varios motivos. Fue el primer conflicto tras el fin de la Guerra Fría, todavía con una URSS
perviviente. Los ejércitos que tomaron parte en la contienda eran los más numerosos desde el
final de la Segunda Guerra Mundial y además disponían de una tecnología de vanguardia que por
primera vez se puso en uso. La gran novedad fue el tratamiento informativo, que permitió a los
espectadores de todo el mundo ver la guerra en directo, pero con consecuencias perversas por la
manipulación informativa. Por último, la gran coalición liderada por EEUU se conformó por un
mandato de la ONU; no era la primera vez que esto ocurría, pero nunca como entonces una
resolución del Consejo de Seguridad había tenido tal capacidad de enganche.
Liberado Kuwait y decretado el cese de operaciones el 28 de febrero de 1991, se debió encarar
una dura postguerra. La orden de retirada de las tropas iraquíes de territorio kuwaití fue
acompañada de la destrucción de los pozos e instalaciones petrolíferas, provocando una
catástrofe ecológica y enormes pérdidas económicas. El régimen de Saddam sobrevivió
empleando una extrema dureza en la represión de los levantamientos populares del norte kurdo y
el sur chiíta. La ONU impuso a Irak sanciones económicas para reparar los daños de la guerra,
exigió la eliminación de todo el armamento de destrucción masiva y limitó su soberanía,
estableciendo amplias áreas de exclusión aérea a la aviación iraquí más allá de los paralelos 33º y
36º N. La posición no colaboradora de Saddam hizo que durante toda la década de los noventa se
tutelara y vigilara a Irak.

La descomposición de Yugoslavia y las guerras nacionalistas.


A lo largo de toda su historia el Estado yugoslavo estuvo bajo la tensión de dos pulsiones
antagónicas: su vocación de comunidad federal y la fortaleza de los nacionalismos que cobijó en
su seno.
Su territorio había estado dominado en siglos anteriores por los imperios otomano y
austrohúngaro y su población reunía la mayor pluralidad del continente. Tras la Segunda Guerra
Mundial se proclamó la República Democrática Federal de Yugoslavia (1945) acaudillada por Josip
Broz “Tito”, que al año siguiente vio nacer su Constitución y pasó a ser la República Popular
Federal de Yugoslavia, con un régimen socialista pero una clara autonomía respecto a Moscú,
reforzada posteriormente por el liderazgo de Tito dentro de los Países No Alineados. La
RepPopFedYug se conformó con las repúblicas de Croacia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina,
Macedonia, Montenegro y Serbia, que además tenía en su interior dos regiones autónomas en su
interior: Kosovo y Voivodina. El carácter federal del Estado no encontraba obstáculos de
oposición interna, ni identidades alternativas a consecuencia del monolítico funcionamiento del
Partido Comunista. La nueva Constitución de 1974 reforzó los poderes de las repúblicas y las
provincias que componían la Federación, sin alterar la sólida unidad impuesta por la férrea mano
de Tito y el control absoluto del Partido Comunista. Cuando éstos desaparecieron, comenzaron
los problemas.
La muerte de Tito en 1980 dejó un vacío en la dirección de la Federación y abrió el proceso de
enfrentamiento en el interior del Partido Comunista, con el telón de fondo de una crisis
económica que hacía incrementar las tensiones entre las zonas más desarrolladas y aquellas en
que se habían mantenido unos sistemas de producción arcaicos (en 1945 la renta de Eslovenia era
tres veces superior a la de Kosovo, pero 25 años después, era 6 a 1). Incapaz de encontrar un
líder aceptado por todas las partes, la Liga de Comunistas de Yugoslavia determinó el carácter
rotatorio de la presidencia; pero incapaces los dirigentes locales de mantener la vinculación
afectiva del partido, fueron descartándose progresivamente por su discurso nacionalista. Ambos
procesos condujeron a una situación que hacía inviable la continuidad de la Federación.
En Kosovo fue donde primero saltaron las tensiones nacionalistas. La crisis económica produjo en
toda Yugoslavia una fuerte migración de las zonas rurales hacia las grandes ciudades; lo que en
Kosovo tuvo como consecuencia la retirada de la población serbia, incrementándose el peso de los
albaneses, que demandaron más autonomía, negada por Belgrado. Por el contrario, el nacionalismo
serbio denunció la persecución a que estaban siendo sometidos los serbios en Kosovo, achacando
la disminución de esa población a una política de limpieza étnica llevada a cabo por las
autoridades autónomas kosovares. Coincidiendo con los 600 años de la Batalla de Kosovo (que
para el nacionalismo serbio representa el símbolo de sometimiento a una potencia exterior y la
pérdida de soberanía), el entonces presidente del Comité Central de la Liga de Comunistas de
Yugoslavia, Slobodan Milosevic, pronunció un histórico discurso en el que, identificando
Yugoslavia con Serbia, proclamaba la superioridad de ésta sobre otras comunidades federadas y
el derecho a dirigir Yugoslavia (Discurso de Gazimestán, 28 de junio de 1989). Esta intervención
fue el trampolín en la ascendente carrera de Milosevic y sirvió para identificar a todos los
serbios con la causa común nacionalista. Esto hizo que las minorías serbias en Croacia y Bosnia
exigieron su reconocimiento identitario, demandando territorios autónomos. Mientras desde
Belgrado se empujaba al reconocimiento de estas minorías, negándose a hacer lo propio con
Kosovo y en el resto de las repúblicas se denunciaba el expansionismo de la Gran Serbia.
El XIV Congreso extraordinario de la Liga de los Comunistas de Yugoslavia, enero 1990,
evidenció un enfrentamiento entre las distintas delegaciones. Las delegaciones de Croacia y
Eslovenia abandonaron el Congreso y se convocaron en ambas regiones elecciones legislativas que
se celebraron en abril y mayo de 1990 donde triunfaron dirigentes ex comunistas reconvertidos
en líderes nacionalistas.
La comunidad federal se veía crecientemente sometida a la pulsión nacionalista. Cuando el recién
elegido presidente de Serbia, Slobodan Milosevic, recibió el rotatorio poder presidencial de la
Federación, los procesos se aceleraron. Transformó la Liga de los Comunistas de Yugoslavia en el
Partido Socialista Yugoslavo (1989), cambió la doctrina del Ejército Popular de Yugoslavia,
centralizando la dependencia y eliminando la autoridad de los presidentes de las repúblicas en
temas de defensa, redujo la autonomía de Kosovo y entró en conversaciones con el presidente de
Croacia, Franjo Tudjman, para repartirse Bosnia entre Serbia y Croacia. Este proyecto fracasó
por el inicio del enfrentamiento entre independentistas croatas y milicias serbias, a lo que
Milosevic respondió con la petición de anexión a Serbia de la región croata de Krajina, lo que
condujo al definitivo desarrollo de la guerra.
Entre 1991 y 2001 se encadenaron en la antigua Yugoslavia conflictos interconectados; se
enfrentaron unas repúblicas con otras, incluso comunidades minoritarias dentro de los recién
creados Estados con dramáticas consecuencias para sus habitantes. Murieron unas 300.000
personas y entre 2,5 y 4 millones fueron desplazados. Los daños económicos fueron
extraordinarios, al destruirse ciudades completas, infraestructuras de transporte e
instalaciones industriales. Destacar también los múltiples sucesos de limpieza étnica, por lo que
al final de las guerras, sus principales protagonistas fueron acusados de genocidio y juzgados
como criminales de guerra. La sucesión de conflictos puede agruparse en dos bloques espacio-
temporales: El primero afectó al norte y centro de la Federación y se extendió de 1991 a 1995,
con el resultado de la desmembración de Yugoslavia y la aparición de las nuevas repúblicas
independientes. El segundo periodo, entre 1999 y 2001, se centró en Kosovo.

La guerra de Eslovenia.
De las distintas repúblicas de la antigua Yugoslavia, la más desarrollada era la pequeña región de
Eslovenia, de apenas 2 millones de habitantes y fronteriza con Italia y Austria. En las elecciones
de 1990 se había impuesto un conglomerado de nacionalistas, cuyo punto en común era la
consecución de la independencia. A través de los procedimientos establecidos por la Constitución
y contando con la aquiescencia de sus vecinos europeos, Eslovenia proclamó su independencia el
25 de junio de 1991. El Gobierno federal, presidido por el serbio Milosevic que negaba la
posibilidad de la proclamación unilateral de secesión, dio órdenes al Ejército federal de ocupar
los puntos neurálgicos de la República y se desencadenó un conflicto irregular que apenas dio
tiempo a articular los frentes. Varios países europeos reconocieron al nuevo Estado. Fue la
Guerra de los Diez Días que acabó con la retirada del Ejército federal y el reconocimiento de
facto de la independencia de la República de Eslovenia.

La guerra de Croacia.
El proceso de segregación de Croacia fue más complicado por la pluralidad comunitaria y la
mezcla de croatas y serbios en el mismo territorio. En las elecciones de 1990 se impuso el
partido nacionalista liderado por Franjo Tudjman y quedaban en minoría un reformado Partido
Comunista y el nuevo Partido Socialdemócrata, ambos mayoritarios en la región de la Krajina de
una abundante población serbia. Siguieron cambios legislativos que profundizaron en la
nacionalización de la República, mientras, las minorías serbias en el interior de Croacia se
organizaban. El 22 de diciembre de 1990 fue proclamada la nueva Constitución de Croacia y al día
siguiente se celebró un referéndum por la independencia que encontró el respaldo del 88% de la
población. Durante los meses siguientes, milicias serbias se enfrentaron a las autoridades
croatas promoviendo la separación de la Krajina. Tudjman reforzó y transformó las fuerzas
especiales de la policía en un verdadero ejército croata diferenciado del federal. Un nuevo
plebiscito por la independencia celebrado el 19 de mayo obtuvo el 94,4% a favor, proclamando
finalmente el Parlamento la independencia el 25 de junio de 1991, casi al tiempo estalló la Guerra
de independencia de Croacia.
El ejército federal era más numeroso y se encontraba mejor dotado, si bien se produjo una
amplia deserción de militares croatas, eslovenos y montenegrinos, lo que hizo que quedara
esencialmente constituido como un ejército serbio. En agosto de 1991 controlaba
aproximadamente una cuarta parte del territorio croata, donde la población serbia era
mayoritaria. La ONU decretó un inútil embargo de armas. La ofensiva federal se produjo sobre
la región oriental y la costa dálmata, en concreto contra las ciudades de Vukovar y Dubrovnik. La
población de origen croata abandonó las ciudades fronterizas con Serbia y Bosnia, comenzando
una limpieza étnica que persistió durante todo el conflicto. Los rebeldes serbios de Croacia
proclamaron la independencia de la República Serbia de Krajina (RSK). Las crueldades cometidas,
especialmente el asalto a Vukovar y la deportación de su población a un campo de concentración,
hicieron que la opinión pública europea fuera consciente de la gravedad y los responsables
comunitarios empezaron sus presiones diplomáticas. Las sanciones económicas contra Serbia, el
reforzamiento de las posiciones croatas y la aprobación por la ONU del despliegue de un
contingente armado (UNPROFOR) hicieron que se alcanzara un alto el fuego en enero de 1992 y
el ejército federal se retirara hacia Bosnia. Sus posiciones fueron ocupadas por paramilitares
serbocroatas que mantuvieron el conflicto durante los años siguientes, defendiendo la
independencia de la Krajina, sólo reconocida por Serbia. El 14 de enero Croacia fue reconocida
por la Comunidad Europea y en mayo de 1992 entró en la ONU.
En 1995, las presiones internacionales hicieron que Serbia retirara su apoyo a la RSK y el
ejército croata lanzó una última operación ocupando en apenas una semana todos los territorios
que permanecían fuera de su control; unos 200.000 serbocroatas fueron desplazados hacia
Serbia. Los compromisos de paz definitivos se alcanzaron a consecuencia de la presión
internacional a través de los Acuerdos de Dayton (noviembre 1995) firmados solemnemente en
París el 14 de diciembre, por los que se reconocían oficialmente las repúblicas de Croacia,
Bosnia-Herzegovina y Serbia.

La guerra de Bosnia.
El tercer conflicto que produjo la desmembración de Yugoslavia tuvo como escenario Bosnia-
Herzegovina. Bosnia estaba conformada por tres comunidades distintas entremezcladas,
definidas por criterios culturales y religiosos: las de origen serbio (ortodoxos), croata
(católicos) y los musulmanes bosnios. En las elecciones de 1990 se habían impuesto los partidos
nacionalistas, identificados con las tres comunidades. Los representantes serbios eran
favorables a la continuidad federal, mientras croatas y musulmanes favorecieron un movimiento
secesionista. En octubre de 1991 el Parlamento realizó una solemne declaración de soberanía y en
febrero de 1992 se realizó un referéndum a favor de la independencia. La proclamación oficial
de la independencia se hizo el 1 de abril, la guerra ya había empezado. Con la ayuda del ejército
federal los serbios crearon la República Srpska (VRS), presidida por Radovan Karadzic, con
capital en Banja Luka. Durante los siguientes tres años se desarrolló un conflicto singularmente
dramático con episodios de limpieza étnica y destrucción de ciudades. El impacto en la opinión
pública internacional motivó la intervención de los organismos internacionales, de la UE y EEUU.
La presión internacional sobre Serbia hizo que redujera su ayuda, lo que debilitó el frente
serbobosnio. El final de la guerra con Croacia ayudó a alcanzar un alto el fuego. En los Acuerdos
de Dayton, que sellaron la paz entre Croacia y Serbia, también se reconoció la independencia de
Bosnia, con el acuerdo entre las comunidades para la conformación constitucional de una
República Federal, integrada por una república serbobosnia y una bosniocroata.
El programa de construcción nacional de la Gran Serbia desarrollado por Milosevic, había
deparado finalmente la reducción a la Pequeña Serbia. Pero los problemas no habían acabado. Una
década después de haber encendido la hoguera de los Balcanes, en Kosovo volvió a reproducirse
la violencia. La abolición del estatuto autonómico en 1989 y la introducción de medidas legales y
administrativas a favor de la minoría serbia, causaron una profunda depuración en la
administración del territorio. Al frente de una oposición crecientemente cercada se situó
Ibrahim Rugova, contrario a desarrollar una resistencia violenta que reprodujese en Kosovo las
dramáticas consecuencias de Croacia y Bosnia. En los Acuerdos de Dayton no se abordó la
situación de Kosovo por deseo de Milosevic, que la consideraba una situación interna serbia. Esto
produjo una radicalización de la oposición y la aparición del Ejército de Liberación de Kosovo
(ELK), que operaba más bien como grupo terrorista, con la consiguiente respuesta dura de las
autoridades serbias, lo que incrementó la unión interior y las simpatías hacia la causa kosovar en
la comunidad internacional. La quiebra del estado en Albania (1998) permitió que muchas de las
armas de su ejército acabaran en posesión del ELK, que tuvo suficiente capacidad para realizar
una guerra de guerrillas contra el ejército serbio, lo que generó también una marcha de entre
100.000 y 300.000 refugiados albanokosovares hacia Macedonia.
La extensión del conflicto kosovar a Macedonia podía desestabilizar toda la región, por lo que la
UE y la OTAN se implicaron. A finales de enero de 1999 la OTAN acordó el envío de una fuerza
de interposición a Kosovo si Serbia seguía con la limpieza étnica; además amenazó con atacar
posiciones serbias en caso de que su ejército actuara contra tropas de la Alianza. Esta presión
internacional obligó al gobierno serbio a aceptar la apertura de conversaciones entre las partes
(Conferencia de Rambouillet, febrero-marzo 1999), que fracasaron ante la exigencia serbia de
impedir la presencia de tropas de la OTAN en su territorio, lo que llevó a la intervención militar
de la OTAN, inicialmente sin el respaldo de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU,
radicalizándose la represión serbia sobre la población albanokosovar. Una segunda ola de más de
300.000 refugiados, huyeron o fueron deportados a Albania y Macedonia. La dureza de los
ataques aéreos y la preparación de una ofensiva terrestre, junto con la pérdida del apoyo de
Rusia, convencieron a Milosevic para aceptar las peticiones de la OTAN, que dio por finalizada su
campaña el 10 de junio de 1999. Ese mismo día el Consejo de Seguridad constituyó la KFOR con
fuerzas de la Alianza y de Rusia, con el objetivo de mantener la paz; comenzó entonces el masivo
retorno de refugiados albanokosovares, lo que hizo que huyeran unos 100.000 serbios, por temor
a las represalias.

Independencia de Macedonia y Montenegro. La independencia de la República de Macedonia en


septiembre de 1991 había sido la única pacífica de todo el proceso de desintegración yugoslavo.
El último acto de segregación se produjo ya en 2006. La República de Montenegro celebró un
plebiscito en el que por estrecho margen se aprobó la independencia, proclamada oficialmente el
3 de junio del 2006.

2.3. NACIONES UNIDAS Y LAS NUEVAS CONCEPCIONES EN SEGURIDAD


INTERNACIONAL
A mediados de la década de los setenta del S. XX el modelo de Estado occidental se había
expandido sobre los más diversos territorios y pueblos. A pesar del antagonismo ideológico entre
las dos superpotencias este modelo de Estado se aclimataba sin problemas a los mas variados
sistemas políticos. El rápido reconocimiento de los nuevos Estados surgidos de los grandes
procesos de descolonización europeos, culminando con su ingreso en la ONU, ratificó lo que
parecía ser el definitivo triunfo del modelo occidental de construcción estatal (State Building).
Cuando a finales de los ochenta se derrumbó la interpretación soviética de ese Estado, se
extendió la creencia en la definitiva imposición de una correlación obligada entre Estado
nacional, democracia liberal y economía de mercado; lo que Fukuyama denominó “fin de la
Historia”.
Desde finales de los setenta, se empezaron a manejar categorías interpretativas sobre ese
modelo estatal, con análisis que mostraban las enormes deficiencias que su aplicabilidad tenía en
buena parte de esos nuevos Estados. Pero fue en los noventa cuando se evidenciaron las mayores
carencias como consecuencia de las repercusiones de ese conjunto de grandes transformaciones
al que sintéticamente acabó designándose como globalización, y supuso la potenciación de la ONU
como entidad legítima para poner un orden humano en un mundo crecientemente complejo.

Naciones Unidas: de los “dividendos de la paz” a los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
El final de la Guerra Fría supuso la gran oportunidad para la ONU. A su vez, los discursos
pacifista y antimilitarista alcanzaron en la última década del S. XX una gran notoriedad y una
profundización de su discurso. Más allá de los criterios estrictamente ideológicos, la
desaparición de la contienda entre las superpotencias multiplicó las voces que pedían un recorte
sustancial de los presupuestos militares.
Con la expresión “dividendos de la paz” se apela a los resultados que podrían ser alcanzados a
través de la transferencia presupuestaria desde las partidas dedicadas a la defensa hacia las de
los gastos sociales, fundamentalmente educación y sanidad, tanto a escala nacional como a través
de la cooperación, en su dimensión internacional. La ausencia de conflicto no garantiza por sí solo
la paz. Las amenazas económicas, humanitarias y medioambientales son un acicate para el
surgimiento de conflictos. De la cumbre de la ONU que reunió en 1992 por primera vez a los
jefes de Estado miembros del Consejo de Seguridad, salió el mandato para que el secretario
general preparara una “Agenda para el desarrollo de la Paz” que debía recoger los instrumentos
necesarios para desarrollar una política diplomática preventiva, que garantizara la seguridad
internacional y el desarrollo de los pueblos.
El final de la Guerra Fría permitió a la ONU involucrase en la prevención y resolución de
conflictos en un marco no restringido exclusivamente al enfrentamiento entre Estados. La
fragmentación de Yugoslavia o el genocidio en Ruanda motivaron la aparición enfática en la
opinión pública internacional de una obligación moral de intervenir para impedir la repetición de
tales atrocidades, legitimándose la ampliación de la capacidad intervencionista de la ONU.
Los programas de prevención y resolución de conflictos aparecieron como una responsabilidad de
la comunidad internacional presentándolos como política estratégica de la ONU. Demandando a la
comunidad internacional un incremento de los esfuerzos para prevenir la violencia antes que las
tensiones y los conflictos erosiones a los sistemas políticos y económicos hasta colapsarlos. Este
colapso, fracaso o quiebra del Estado, se conceptualizó “Estado fallido”. La tipología de
prevención de conflictos se han diferenciado los de prevención operativa, la misión central de la
ONU en su conjunto, ejecutada a través de la persuasión, la negociación y la mediación;
sanciones, amenazas e incentivos, políticas de transformación que hagan visualizar a los actores
en conflicto las alternativas de que disponen y los de prevención estructural, abordar las raíces
del conflicto con medidas encaminadas a reducir el riesgo de conflictos en espacios concretos,
Estados o regiones.
La segunda parte de la Agenda para la Paz incidía sobre las causas estructurales de los
conflictos, englobadas genéricamente en las dificultades de acceso al desarrollo. Esto abrió un
debate en la comunidad internacional, que al final de la década se sintetizó en la declaración del
Milenio, aprobada por todos los Estados miembros en la Asamblea General de septiembre de
2000. En esta declaración se encuentran determinados los Objetivos de Desarrollo del Milenio,
un conjunto de metas que pretenden la erradicación de la pobreza extrema y el hambre, la
expansión universal de la educación primaria, la consecución de la igualdad de los géneros, la
disminución de la mortalidad infantil y materna, la detención y la erradicación de las grandes
enfermedades contagiosas, la protección del medio ambiente y fomentar una asociación mundial
para el desarrollo, marcándose la fecha de 2015 para su conquista.

Los nuevos conceptos de seguridad humana y responsabilidad de proteger.


La revalorización del individuo en comunidad acabó conceptualizándose como seguridad humana.
Las instituciones del Estado tienen la responsabilidad de proteger a los ciudadanos de las
agresiones exteriores. Resulta significativo que durante el siglo XX, el periodo con las más
terribles contiendas bélicas de la Historia de la Humanidad, se produjeron más muertes en
conflictos internos o en depuraciones y por limpieza étnica de los propios gobiernos, que las
causadas por fuerzas enemigas externas. No se puede tampoco olvidar que todas las muertes
causadas por las guerras, genocidios y actos terroristas, no alcanzan a las que han provocado el
hambre, las epidemias y los desastres naturales sobre pueblos cuyas instituciones y gobiernos
fueron incapaces de responder a las necesidades básicas de sus sociedades. Por esta razón, se
puso especial énfasis en incluir estos temas en la concepción de la seguridad internacional
(informe de la Comisión de Seguridad Humana de la ONU: Human Security Now 2003).
Seguridad humana y seguridad nacional eran dos conceptos que debían reforzarse mutuamente.
La seguridad humana era un concepto que trataba de sintetizar la compleja interrelación de
amenazas presentes en los escenarios de guerra civil, genocidio y desplazamiento de población
motivado por ellos; su centro de interés no es tanto la seguridad del Estado ante un ataque
externo, como la seguridad de individuos y comunidades frente a cualquier tipo de violencia
política.
Junto a la concepción de la seguridad humana y de forma inseparable se encuentra el principio de
la responsabilidad de proteger. El tradicional concepto de soberanía comenzó a ser interpretado
no como un ejercicio de autonomía absoluta de los gobiernos estatales o como principio de
protección frente a las amenazas externas, sino como un conjunto de obligaciones y
responsabilidades de los poderes públicos para garantizar la seguridad y los derechos de los
ciudadanos. Si los responsables máximos de la seguridad de la sociedad nacional por dejación,
incapacidad, incompetencia o beneficio propio no pueden garantizarla, la comunidad internacional
recibe directamente esa responsabilidad.
Esta ampliación de la implicación de la ONU en la prevención y resolución de conflictos, unida a
las nuevas concepciones en seguridad internacional relacionadas con la seguridad humana y la
responsabilidad de proteger, dibujaban un nuevo paradigma en las relaciones internacionales,
limitando el anteriormente sacrosanto principio de la soberanía nacional y superponiendo al
derecho de los Estados, los de la ciudadanía. Al mismo tiempo se sientan las bases de un nuevo
ejercicio de la responsabilidad global, legitimando las intervenciones humanitarias, tengan o no
carácter militar, y dotando de medios operativos a la ONU y otras organizaciones
internacionales para alcanzar esos fines.
Uno de los fundamentos más trascendentes de este cambio es la apuesta por los programas
preventivos para impedir la degradación de una situación nacional o regional que obligue a una
intervención.

Cuando el Estado desaparece: procesos de ingobernabilidad y Estados fallidos.


Tras la desaparición de la URSS y el final de la disputa ideológica global, los conflictos debieron
ser analizados desde perspectivas nuevas. Entonces surgió la evidencia de que la debilidad
estatal suponía un elemento de perturbación en la convivencia y la seguridad internacional.
Desde comienzos de la década de los noventa se multiplicaron las misiones internacionales de
pacificación. Durante la primera parte de la década, los conflictos que hacían necesaria la
intervención se percibieron como casos excepcionales. El optimismo que producía el final de la
Guerra Fría y la confianza en los beneficios de la globalización, hacían que fueran interpretados
como epifenómenos puntuales que el desarrollo universal no tendría dificultades en solucionar.
Sin embargo, al finalizar la década, la persistencia de estos conflictos, tan dramáticos como
anárquicos, obligaron a interpretarlos desde un prisma menos optimista percibiéndose que la
debilidad del Estado era fuente de conflictos. La debilidad del Estado, la ausencia de
instituciones fuertes y una administración responsable se convirtieron en un asunto fundamental
en el orden internacional y el fenómeno de los Estados fallidos pasó a analizarse bajo el prisma
de la seguridad. Al finalizar la década de los noventa, se evidencian procesos conexos de Estados
fallidos con la proliferación de lucrativas prácticas ilícitas. Además, los Estados fallidos reunían
un conjunto de degeneraciones estructurales igualmente preocupantes: permitían dotar de facto
de una soberanía territorial a actores violentos; fragmentaban y enfrentaban sociedades con un
creciente grado de pobreza; eran incapaces de controlar internamente los efectos más nocivos
de la globalización y deshabilitaban todo rasgo de identificación nacional entre amplias
comunidades y vastas culturas. Todos estos procesos podían provocar implosiones estatales,
produciendo grandes movimientos de población y millones de víctimas, tanto en el territorio
interior, como en los países vecinos. Se evidenció que cuanto más débil era un Estado, más podía
afectar a la paz y seguridad internas e internacionales.
También se generó un amplio consenso sobre los índices que podían emplearse para medir los
procesos degenerativos de gobernabilidad estatal. El primer nivel de atención radica en las
causas que provocan el fracaso estatal, motivadas bien por las incapacidades gubernamentales
(falta de recursos materiales y humanos, dificultades físicas extremas, impacto de una
hecatombe sanitaria o climática) o causadas por la voluntad gubernativa o del conjunto de la
clase política (autoritarismo, dictaduras, persecución de minorías, corrupción…).
Dada la centralidad del agente gubernamental en todo proceso de degeneración institucional, se
han fijado tres parámetros esenciales que permiten medir el cumplimiento de las obligaciones y
el mantenimiento de las funciones de los Gobiernos estatales: garantizar la seguridad, garantizar
los servicios básicos y garantizar las libertades ciudadanas que legitimen el sistema político.
La inestabilidad producida por la falta de alguno de los componentes de estas garantías y la
presencia de los déficits de seguridad, servicios y legitimidad, hacen que el sistema se vaya
debilitando hasta ser susceptible de alcanzar la ingobernabilidad.

TEMA 4. LA GLOBALIZACIÓN.
INTRODUCCIÓN
A partir de la caída del comunismo que puso fin a la división del mundo en dos sistemas
contrapuestos, se ha abierto paso un nuevo término; “globalización” para definir la situación
mundial. El termino describe el proceso de creciente interacción entre los distintos paises del
mundo en el plano económico, social, politico y cultural. Dos fechas simbólicas, la del 9/Nov/1989
con la caída del Muro y la del 9/Agosto/1995 en el que Netscape comenzó a cotizar en bolsa,
destacan como punto de partida de esta nueva era y atestiguan el hundimiento del comunismo, el
retorno de China a la economía de mercado y la liberalización de la economía india que combinado
con los ordenadores personales, los modems, los navegadores (Netscape, símbolo del sistema en
el antiguo bloque soviéticomundial de telecomunicaciones), el tendido masivo de cables de fibra
óptica y otras numerosas innovaciones han llevado al nacimiento de una comunidad virtual de
internautas que accede al inmenso flujo de información que representa internet.
La globalización constituye un fenómeno multiforme, ha incrementado la interconexión
mundial en el terreno económico, que desempeña el papel central y también, en el informático, el
científico, el deportivo o el del entretenimiento. Se puede decir que la globalización consiste
fundamentalmente en la creciente interdependencia económica de los países del mundo, causada
por el incremento del comercio mundial y de los flujos de capitales y por la cada vez más rápida
difusión de la tecnología. El progreso tecnológico ha abaratado los transportes y las
comunicaciones pero la globalización es también resultado de una opción política de los gobiernos
que han decidido abrir sus economías. Así la globalización tiene un componente casi irreversible,
como es el progreso tecnológico y otro que no lo es, ya que los gobiernos podrían renunciar a la
apertura de sus economías a la competencia internacional
La recesión económica iniciada en 2008 ha consolidado la globalización, en la medida en que
parece haber un consenso en que las respuestas deben ser globales y no nacionales.
La globalización tiene sin embargo una mala imagen en algunos sectores intelectuales y
mediáticos, acusándola de reducir la soberanía económica de los estados, de reducir el Estado
del bienestar, perjudicando a los trabajadores de los países desarrollados y de representar la
dominación mundial de las organizaciones económicas internacionales y de las grandes empresas
internacionales.

3.1. EL DEBATE SOBRE LA GLOBALIZACIÓN


Los defensores de la globalización.
Los economistas profesionales están convencidos de las ventajas de la globalización. En La
Tierra es plana (2006), Thomas Friedman expone la tesis de que el terreno de juego global se
está nivelando, cada vez cuentan menos las ventajas adquiridas y por tanto más y más países,
empresas e individuos pueden sacar provecho de los beneficios que ofrece el mercado mundial a
quienes sean capaces de competir en él, aunque amplios sectores todavía quedan al margen de
tales oportunidades. Jagdish Bhagwati (economista indio) en su libro In Defense of Globalization
(2004), sostiene que quienes desean defender los derechos de los pobres, de las mujeres y de
los trabajadores no deben ver en la globalización un enemigo, sino un aliado, porque el libre
comercio fomenta el desarrollo económico y la reducción de la pobreza, sobre todo si se
complementa con políticas económicas y sociales adecuadas.

Los críticos.
Existen también un gran número de obras críticas. Naomi Klein en No Logo (1999) se muestra
muy crítica hacia las grandes marcas comerciales, que según ella fomentan un consumismo
irracional al tiempo que se explotan a los trabajadores de aquellos países en los que se fabrican
sus productos.
Hay que distinguir un sector crítico radical minoritario para el que la lucha contra la
globalización representa una continuación de la vieja lucha contra el capitalismo, y otro sector
más amplio, que teme que la globalización pueda contribuir a un deterioro de las condiciones
sociales. La mayoría de los críticos no son anticapitalistas y les preocupa que la globalización
pueda perjudicar a los países pobres, dañar el medio ambiente o poner en peligro la pervivencia
del Estado del bienestar en los países desarrollados. Los sindicatos occidentales se sienten
preocupados por el fenómeno de la deslocalización y hay que señalar que también existe una
crítica de la globalización por parte de sectores conservadores y nacionalistas favorables al
proteccionismo económico, que ven en peligro la soberanía nacional y a menudo caen en actitudes
xenófobas.

La opinión pública mundial.


Diversos sondeos indican que el conjunto de la población mundial en general se muestra favorable
a la globalización. Una encuesta realizada por la fundación norteamericana Pew en 2003 refleja
los porcentajes más altos de conformidad en países en desarrollo de Asia y África. Entre los
países europeos, la opinión favorable va de un 78% en Italia al 90% en Ucrania. En Asia va de un
69% en la India a un 90% en China favorables. En EEUU las respuesta favorables se situaron en
del 78%. En los grandes países latinoamericanos la respuesta afirmativa va de un 86% en
Venezuela a un 60% en Argentina, que atravesaba un periodo de dificultades económicas.

3.2. DESARROLLO Y GLOBALIZACIÓN


La medición del desarrollo humano.
El mundo sigue caracterizado por la extrema desigualdad entre los niveles de desarrollo de los
distintos países, cualquiera que sea el índice que se utilice para medirlo. El índice más empleado
es el Producto Nacional Bruto (PNB) por habitante que es conveniente medirlo de acuerdo con la
Paridad de Poder Adquisitivo (PPA), es decir teniendo en cuenta el nivel de precios internos (no
el valor del cambio internacional), para evaluar lo que cada ciudadano puede adquirir en el país
que vive. También se puede tomar en consideración la esperanza media de vida, que representa el
índice más elocuente del nivel de bienestar de una población. Los países más desarrollados tienen
una esperanza de vida de casi 80 años y un producto por habitante de más de 20.000 $, medido
según la paridad de poder adquisitivo. Por el contrario, los países menos desarrollados como los
del África subsahariana tienen una esperanza de vida de poco más de 40 años y un producto por
habitante de mil dólares o menos. (fig. 3.1.)
Lo más importante es comprobar hasta que punto los países en desarrollo están logrando reducir
la brecha que les separa de los más desarrollados. Comparando la esperanza de vida a comienzos
del siglo XXI con la de hace treinta años, se observa que el avance ha sido muy notable, sobre
todo en países de desarrollo medio, como Indonesia, Vietnam, Egipto o Marruecos en los que la
esperanza de vida ha aumentado en casi 20 años. En cambio se ha estancado e incluso descendido
en Rusia y Ucrania, como resultado de la profunda crisis que acompañó al hundimiento del
comunismo, así como en varios países del África subsahariana como resultado del pavoroso
impacto del sida. (fig. 3.2.)
Para profundizar en el tema se puede recurrir al Índice de Desarrollo Humano elaborado por el
Plan de Naciones Unidas para el Desarrollo que combina datos de producto por habitante,
esperanza de vida y nivel educativo. (fig 3.3 ver libro) La conclusión es que el nivel de desarrollo
humano de países como Rusia o Brasil es hoy superior al que tenían EEUU o Gran Bretaña hace un
siglo, mientras que la India se encuentra a un nivel similar al de Italia de entonces.

El impacto de la globalización. (interesante ver Libro, pag. 73)


Si bien las condiciones de vida de buena parte de la humanidad son deplorables, estas sólo se
están deteriorando en algunos países, especialmente los más afectados por el sida. El índice de
globalización que publica anualmente la revista Foreing Policy toma en cuenta los aspectos
económicos e incluye la medida en que un país está conectado con el resto del mundo a través de
los contactos personales, el uso de Internet y la cooperación política internacional. Comparando
este índice con el desarrollo humano puede observarse como los países más desarrollados de
América del Norte, Europa y Asia Oriental, son también los más globalizados, por lo tanto
resulta bastante difícil argumentar que la globalización tiene un efecto perjudicial sobre la
calidad de vida, más bien lo que resulta perjudicial es vivir en un país que ha quedado al margen
de ella.

3.3. EL AVANCE DEL LIBERALISMO ECONÓMICO


La liberalización económica y las funciones del Estado.
Globalización y liberalización económica son fenómenos interrelacionados. No habría sido posible
la expansión de los intercambios que implica la globalización si no se hubieran suprimido las
trabas que los obstaculizaban, tales como las elevadas tarifas aduaneras o las restricciones a la
inversión extranjera. El deseo de aprovechar las oportunidades que ofrece el mercado
internacional en expansión ha motivado la adopción de políticas liberales que también han tenido
una importante dimensión doméstica, suprimiéndose muchas restricciones internas, como los
monopolios o las regulaciones de precios, para estimular la competencia y el crecimiento. Al
mismo tiempo se han privatizado muchas empresas estatales para que resultaran más eficientes.
Sin embargo, la función económica del Estado no ha dejado de ser importante. La libertad
económica exige que la propiedad esté debidamente protegida, que los contratos se cumplan y
que exista un clima de confianza, garantizándose con un Estado eficiente. Ciertas inversiones en
infraestructuras tan solo pueden ser financiadas por el Estado y hay actividades tales como la
enseñanza o la sanidad, en las que el papel del sector público es fundamental.
Fukuyama (intelectual conservador norteamericano) mantiene en su libro State Building (2004)
que al analizar las funciones del Estado es necesario tener en cuenta dos dimensiones. Por un
lado su alcance, es decir si el Estado se limita a realizar tareas básicas como defensa, ley y
orden y salud pública, o aborda otras más ambiciosas y su eficacia en realizarlas, que depende de
su admón. pública. Un exceso de alcance puede resultar perjudicial si se traduce en una
restricción de la libertad económica, pero no hay consenso sobre los límites óptimos, los
europeos prefieren un Estado de más alcance que los norteamericanos. En todo caso, para
Fukuyama lo más importante para el desarrollo es la eficacia del Estado. El mercado no impulsa
por si solo el desarrollo si no existe un Estado de derecho que garantice la libertad económica,
proporcione las infraestructuras necesarias y fomente la educación.
Un Estado eficaz ha de basarse en una administración honesta y competente cuyo modelo no
resulta fácil traspasar pues se basa en un sustrato cultural que se modifica lentamente.
La medición de la libertad económica.
La fundación Economic Freedom of the World publica anualmente un índice de la libertad
económica en el mundo que combina datos relativos al volumen del sector público, a las garantías
jurídicas y la seguridad de los derechos de la propiedad, a la estabilidad monetaria, a la libertad
de comercio internacional y a la regulación del crédito, el trabajo y los negocios. Hong Kong,
Singapur y Nueva Zelanda resultaron ser los países más libres en el 2002 entre los 123
analizados. Algunos países de la Europa Occidental con un gran sector público obtienen por el
contrario una posición muy elevada en la clasificación, como es el ejemplo de Suecia (22).
Mediante este índice (Fig. 3.5) se puede comprobar el considerable avance de la libertad
económica durante las dos últimas décadas del siglo XX. Entre los países que más han avanzado
se encuentran algunos muy desarrollados como Gran Bretaña e Italia y otros de desarrollo medio
como Brasil, Irán o Bangladesh. Alemania tiene un índice elevado aunque apenas aumentó durante
el periodo. España incrementó la libertad económica.

Los efectos de la liberalización.


La liberalización ha tenido en los últimos años un impacto positivo sobre el crecimiento
económico. La ventaja de la libertad económica es que permite a los agentes especializarse en
aquellas actividades en las que se pueden obtener mejores resultados. Ello también ocurre en el
ámbito del comercio internacional, que constituye un elemento clave de la globalización. La teoría
económica sostiene que un país siempre saldrá ganando si se abre al exterior y se especializa en
los sectores en que mejores resultados puede obtener, con lo cual el intercambio comercial
promueve el desarrollo de todos los implicados (es un juego de suma positiva).
Para examinar la relación entre liberalización y desarrollo, fig. 3.6 combinamos los datos
relativos al crecimiento del PIB por habitante de los países más poblados durante la última
década del siglo XX con los datos relativos al incremento de su libertad económica durante las
últimas dos décadas del mismo comprobándose que los países con mayor crecimiento,
encabezados por los países asiáticos de desarrollo medio, China, India y Bangladesh, han
experimentado una importante liberalización. Otros países que también han liberalizado sus
economías han tenido resultados mucho peores, como es el caso de Nigeria y Kenia, cuya tasa de
crecimiento ha sido negativa. En tales resultados han influido diversos factores, algunos de
índole no económica, como los conflictos internos que han perjudicado a Colombia y Argelia, o la
elevada incidencia del sida, que ha afectado muy negativamente a Tanzania, Nigeria y Kenia.
Respecto al supuesto declive del Estado de bienestar que la globalización estaría provocando, es
necesario hacer algunas observaciones. En primer lugar, los ingresos del Estado en la mayoría de
los países han aumentado ligeramente en porcentaje del PIB (sólo Japón de los países G-7,
disminuyó entre 1990 y 2000). En segundo lugar, las diferencias al respecto entre unos países y
otros siguen siendo muy considerables. Entre las grandes potencias occidentales los dos
extremos están representados por EEUU donde los impuestos suponían en 2000 un 1/3 del PIB y
Francia donde suponían la mitad del PIB. En SWE o DIN el porcentaje el más elevado, sin
embargo tanto FRA como países escandinavos tienen economías muy abiertas al exterior. Es
decir, la globalización no obliga a los gobiernos a seguir una política de reducción de gasto
público y cada gobierno asume un coste por el tipo de política económica que lleva. Una política
que no promueva la competencia no estimulará el aumento de productividad y conducirá a un
menor crecimiento.
Aunque sea en pequeña medida es cierto, que los países están perdiendo capacidad de regular su
propio mercado laboral debido al fenómeno de la deslocalización, que destruye puestos de
trabajo en unos países y los crea en otros. La globalización hace que los países desarrollados se
especialicen cada vez más en sectores de alta tecnología, con lo que crece el número de mano de
obra cualificada, mientas que se pierden puestos de baja cualificación. La globalización opera en
el mismo sentido que el progreso tecnológico, perjudicando a los trabajadores poco cualificados,
lo que representa el principal factor de incremento de la desigualdad salarial en los países
desarrollados.
Ganan en cambio los consumidores que se benefician del abaratamiento de los productos y ganan
las economías de los países en desarrollo. La deslocalización implica pagar salarios más bajos de
los que se pagaban en el país de origen pero estos nuevos empleos están mejor pagados que los ya
existentes en el país de destino.

3.4. LA PERSISTENCIA DE LA POBREZA


La tragedia de la desnutrición.
Todos los progresos no han evitado que una parte muy importante de la humanidad siga viviendo
en condiciones de pobreza e incluso de extrema miseria. La mayor parte de la población mundial
ha sufrido tradicionalmente de malnutrición crónica y si hoy este problema ha desaparecido casi
totalmente en los países desarrollados, sigue presente en muchos países en desarrollo. La falta
de peso en las madres y de los niños pequeños debida a la desnutrición, representa el mayor
factor de riesgo para la salud mundial. En los países en desarrollo los dos factores de riesgo que
le siguen en importancia son la práctica del sexo no seguro, que incide en la difusión del sida, y
las malas condiciones en el suministro del agua, el saneamiento y la higiene, que facilitan la
difusión de infecciones. En el mundo desarrollado en cambio, los principales factores de riesgo
son el tabaco, la tensión alta y el alcohol.
La FAO estima que casi un 20% de los habitantes del mundo en desarrollo, sufren desnutrición
(800 millones) y según la OMS, el 30% de los niños están severamente desnutridos. La
desnutrición favorece el desarrollo de enfermedades e impide un crecimiento adecuado que
limita las posibilidades del niño en la edad adulta. La desnutrición no es sólo una consecuencia de
la pobreza, sino un factor de pobreza. Esta afecta no solo a la fuerza física sino al desarrollo del
cerebro y a la inteligencia. Para luchar contra la desnutrición resulta de vital importancia la
educación, muy especialmente la de las mujeres. Y no hay que olvidar la importancia de los
factores políticos en la lucha contra el hambre.

Natalidad y Mortalidad.
En los últimos años se ha producido una mejora en las condiciones de la alimentación, salud e
higiene con el consiguiente aumento de la esperanza de vida. Al reducirse la tasa de mortalidad
se ha producido un fenómeno importante: la caída generalizada de la natalidad. Esto se observa
en la figura 3.7, representa la evolución tasa de natalidad. Probablemente estamos ante un
ajuste en las pautas de reproducción humana; en el pasado una elevada tasa de natalidad
resultaba indispensable para la supervivencia de los grupos, debido a las elevadas tasas de
mortalidad, hoy en día, al reducirse éstas últimas, la disminución de la natalidad viene a
restablecer el equilibrio.
En algunos países, donde se incluyen la mayoría de los desarrollados, la fertilidad ha descendido
notablemente, traduciéndose en un envejecimiento de la población que resulta perjudicial para el
dinamismo económico. En otros, como el África subsahariana, las tasas se mantienen muy
elevadas, de manera que resulta difícil que el crecimiento económico se mantenga por encima del
demográfico. Por último en los países en los que sólo recientemente se ha reducido la fertilidad
existe un elevado porcentaje de población adulta joven que encuentra dificultades en obtener un
empleo satisfactorio.
El concepto de Tercer Mundo homogéneo de hace 30 años ya no es válido. El fenómeno más
importante es que algunos países en desarrollo están experimentando un importante crecimiento
económico, mientras que otros permanecen estancados, como puede observarse en figura 3.8
ciertos países como China, Corea del Sur, Tailandia, Indonesia, la India y algunos más están
teniendo crecimientos del PIB superiores al 3% anual. mucho mayor que la mayoría de países
desarrollados en torno al 2%, mientras que se constata el estancamiento durante el último
cuarto de siglo XX de Sudáfrica, Nigeria, Irán, Argelia, Congo y muchos más.

La desigualdad en el mundo.
Cabe preguntarse si a nivel mundial, la desigualdad entre personas ricas y pobres está
aumentando, o disminuyendo. A la vista de las elevadas tasas de crecimiento en países en
desarrollo más poblado como China y la India, cabría suponer que está disminuyendo.
Pero hay que tener en cuenta que la desigualdad parece estar aumentando en dichos países.
Medir la desigualdad global de ingresos entre todas las personas del mundo no es empresa fácil.
Los diferentes estudios publicados apuntan hacia un descenso de la pobreza por lo que resulta
difícil de sostener que la globalización esté generando pobreza. El crecimiento de China e India
ha ido acompañado de su apertura hacia el exterior, mientras que el África subsahariana, la
región más atenazada por la pobreza, está muy poco integrada en el mercado mundial.

3.5. DESARROLLO Y CONFLICTO


El impacto mundial de los conflictos.
El África subsahariana es la región más pobre del mundo y también la más afectada por las
guerras en las últimas décadas y con la excepción de las guerras que se produjeron en Europa a
raíz de la desintegración de la Unión Soviética y de Yugoslavia, las guerras de hoy se combaten
en países pobres. Fig. 3.9.

Guerra y pobreza.
La relación entre guerra y pobreza es un círculo vicioso, porque la guerra produce pobreza y
pobreza genera guerra. En el mundo actual la mayoría de guerras son civiles y tiene lugar en
países pobres. El profesor Paul Collier (Uni. Oxfod) ha resumido las conclusiones de sus estudios
en el libro El club de la miseria (2007). Ni la desigualdad económica, ni la diversidad étnica, ni la
represión política muestran tener relación estadística alguna con el riesgo de que estalle una
guerra civil. En cambio hay una clara correlación estadística entre nivel de desarrollo, tasa de
crecimiento y riesgo de guerra civil. El típico país atrapado en la pobreza tiene una probabilidad
del 14% de sufrir una guerra civil en cada quinquenio, porcentaje que aumenta o disminuye en
relación inversa a la tasa de crecimiento económico.
En un país pobre en el que además no hay crecimiento económico, unirse a una banda rebelde
representa una opción relativamente atractiva de ganarse la vida y con suerte, de enriquecerse.
Si además el país dispone de algún recurso bien cotizado en el mercado internacional, el grupo
rebelde puede conseguir con facilidad financiación. Las guerras civiles en los países pobres son
largas, de unos 6 años de duración media y se reinician con facilidad, teniendo el doble de riesgo
de caer en otra si ya han experimentado una.

El factor demográfico.
Los investigadores han identificado también un factor demográfico en la aparición de conflictos
armados, propio de la etapa intermedia de la transición demográfica en que se encuentran hoy
muchos países pobres, es decir, el momento en que la mortalidad se ha reducido
significativamente, pero la fertilidad sólo ha comenzado a declinar. Durante esa etapa el
porcentaje de jóvenes adultos (15-29 años) resulta extraordinariamente elevado representando
entre el 40 y el 50% del la población, generando graves problemas de desempleo juvenil y de
falta de perspectivas para los jóvenes que se sentirán más tentados de unirse a grupos rebeldes.
Estos países con más del 40% de jóvenes tienen el triple de posibilidades de vivir un conflicto
civil armado que aquellos con menos del 30% de jóvenes.

TEMA 6: EL AVANCE DE LA DEMOCRACIA


INTRODUCCIÓN
El hundimiento del Comunismo en Europa a partir de 1989, representó el episodio culminante del
avance de la democracia en todo el mundo durante último cuarto s. XX. La democracia se ha
convertido en el sistema de gobierno más difundido y en la norma casi universal de legitimidad
política. El hundimiento del ideal comunista ha llevado a que no exista en el mundo de hoy ninguna
doctrina con un poder de atracción comparable al de la democracia. El islamismo, (pretensión de
que el Estado y sociedad se rijan por las supuestas normas del Islam primigenio), tiene un
atractivo demasiado limitado para ser considerado como un desafío global. Sin embargo, el
modelo de economía de mercado, dictadura de partido y promoción del patriotismo que ha
impulsado el desarrollo de China pudiera resultar atractivo para muchos líderes de países
emergentes.

6.1. EL CONCEPTO DE DEMOCRACIA


Término de origen griego que significa gobierno del pueblo. La moderna democracia
representativa surgió a partir de las revoluciones americana y francesa de finales del siglo
XVIII. Las definiciones clásicas se han centrado en tres aspectos: La fuente de legitimidad del
gobierno, que en una democracia estriba en la soberanía popular, el propósito del gobierno, que
debe ser el bien común y finalmente los procedimientos para formar el gobierno. Joseph
Schumpeter en su libro Capitalismo, socialismo y democracia (1942) criticó la solidez de la teoría
clásica de la democracia, que la definía en términos de su fuente de legitimidad, “la voluntad del
pueblo” ysu propósito, “el bien común”, y propuso definirla en términos de procedimiento, es
decir en la competencia por el voto del pueblo entre quienes aspiran a gobernar. Samuel
Huntington en su libro La tercera ola (1991) precisa que un sistema democrático es aquel en el
que el poder se basa en elecciones “limpias, honestas y periódicas” en las que los candidatos
compiten libremente por los votos y virtualmente toda la población adulta tiene derecho al voto.
Esto implica la existencia de libertades de expresión, reunión y asociación que hagan posible el
debate político y permitan la organización de campañas electorales.
Una definición basada en los procedimientos democráticos tiene la ventaja de que permite
identificar con cierta facilidad si un determinado sistema político es o no una democracia,
aunque también se dan casos dudosos, pero en último término una democracia implica también un
consenso general sobre ciertos principios éticos fundamentales. Puede afirmarse que la base
ética de la democracia se halla en una concepción de la dignidad humana que postula la libertad y
la igualdad de todos los hombres y mujeres. La declaración de Independencia de los EEUU ya lo
planteó así en 1776 al afirmar que”todos los hombres son creados en la igualdad y dotados por su
Creador de ciertos derechos inalienables entre los que se encuentran la vida, la libertad y la
búsqueda de la felicidad” y que para asegurar esos derechos crean los hombres gobiernos “que
derivan sus justos poderes del consentimiento de los gobernados”.
Ronald Dworkin en su libro La democracia posible (2006) define los dos principios básicos
de la dignidad humana en los que se basa el consenso democrático como el “principio del valor
intrínseco” que responde al ideal de igualdad, implica que todas las vidas humanas tienen un valor
y que es importante que todas las personas tengan la oportunidad de desarrollar su potencialidad
y el “principio de la responsabilidad personal” que responde al ideal de libertad, implica que
corresponde a cada persona la responsabilidad de desarrollar su propia potencialidad de acuerdo
con sus propios valores personales.

6.2. LA DEMOCRATIZACIÓN A FINALES DEL SIGLO XX.


El avance histórico de la democracia.
Según la tesis de Huntington en su libro La tercera ola el avance de la democracia en el mundo se
ha producido a través de tres periodos u olas sucesivas de expansión, interrumpidas por dos
periodos de retroceso. La primera ola arrancó de las revoluciones americana y francesa de
finales del siglo XVIII y condujo a mediados del siglo XIX a la aparición de los primeros
sistemas políticos que satisfacían los criterios mínimos de la democracia, definidos como un
gobierno responsables ante un parlamento que a su vez es elegido periódicamente por un cuerpo
electoral suficientemente amplio. Huntington sitúa en 1828 la aparición de la primera democracia
basándose en el criterio discutible de la realización en EEUU de las primeras elecciones en que
pudieron votar al menos la mitad de los varones blancos. Utilizando el criterio más estricto del
sufragio universal, masculino y femenino, el primer Estado independiente que adoptó la
democracia fue Noruega en 1913. Poco después, la derrota de los imperios centrales en la
Primera Guerra Mundial condujo al punto más alto de esta primera oleada. El retroceso se inició
casi inmediatamente con la llegada al poder de Mussolini en Italia en 1922, produciéndose a
partir de entonces el auge de las dictaduras que culmina con la conquista alemana de gran parte
de Europa en la Segunda Guerra Mundial. La derrota del Eje cambió las tornas e inició al final de
la guerra una segunda ola democratizadora que se vio potenciada por la descolonización. Pero esa
ola duró poco tiempo, pués el retroceso se inició a comienzos de los años sesenta, con el avance
de las dictaduras en Asia, África y América Latina. La tercera ola democratizadora comenzó en
1974 con la “Revolución de los claveles” en Portugal.

La tercera ola.
Se inició en el sur de Europa, donde a mediados de los años setenta desaparecieron
sucesivamente las dictaduras conservadoras de Portugal, Grecia y España. El fenómeno se
extendió a América Latina, donde entre 1977 y 1985 se produjeron transiciones democráticas
en bastantes países. En Asia oriental la ola democratizadora cobró fuerza a finales de los años
ochenta, con transiciones en Filipinas, Corea del Sur y Taiwán. Finalmente en la Europa comunista
la transición empezó en Hungría en 1988 y en apenas dos años se extendió a todo los países que
integraban el bloque soviético. A partir de entonces, el avance de la democracia ha sido más
lento, con éxitos importantes, como la transición democrática Indonesia iniciada en 1998, pero
también con fracasos, como el del movimiento democrático chino, brutalmente reprimido en
1989.
La mejor fuente para seguir el estado de la democracia en el mundo son los informes
anuales de Freedom House, organización norteamericana fundada en 1941 con el objetivo de
promover la libertad. Sus informes examinan el grado en que los Estados respetan las distintas
libertades civiles y políticas y los clasifican en las categorías de libres, parcialmente libres y no
libres. Aunque las clasificaciones de F. H. son discutibles, la tendencia general al avance de las
libertades en los últimos treinta años parece indudable y el mapa del mundo en 2006 que ofrece
Freedom House muestra el predominio de la libertad en América, Europa, Australia y Nueva
Zelanda, en países asiáticos como Corea del Sur, India, Indonesia o Japón y en algunos otros
países del mundo, mientras que los Estados no libres incluyen a China, a Rusia, a la mayoría de
países musulmanes, otros países asiáticos y africanos y a Cuba. El caso de Rusia resulta
particular, pues ha retrocedido respecto años noventa.
Más interesante que el número de Estados libres resulta el de las personas que viven en
ellos, que se acerca ya a la mitad de la población mundial. Se puede afirmar, como conclusión, que
el gran avance de la democratización se produjo desde mediados de los años setenta hasta
mediados de los noventa, mientras que desde entonces el ritmo de avance es más lento.

Factores de la democratización.
En cuanto a los factores que han impulsado la tercera ola democratizadora, Huntington cita en su
libro algunas sugerencias interesantes; observa que en muchos casos la democratización afectó a
países que ya habían tenido experiencias democráticas previas (España y varios países
latinoamericanos) lo que demostraría que la tercera ola representa la reanudación de un proceso
secular. En algunos países ha existido un modelo cíclico, en que Gobiernos civiles y dictaduras
militares se han sucedido a medida que unos y otros se iban desprestigiando. Sin embargo ese
ciclo parece haberse interrumpido y en su gran mayoría las democracias surgidas en la tercera
ola se han consolidado. Ello implica que en la tercera ola han influido factores nuevos, entre los
que Huntington destaca cinco; la difusión de los valores democráticos que se han ido
convirtiendo en la base de la legitimad del Estado, el desarrollo económico experimentado en los
años 50 y 60 ha generado un entorno más favorable a la democracia a través el aumento del nivel
de vida, la expansión de la educación y la ampliación de las clases medias, el cambio en la actitud
católica simbolizado por el Concilio Vaticano II (62-65) implica un apoyo a la democratización en
oposición a los regímenes autoritarios, el apoyo internacional a la democratización por parte de
las grandes potencias sin la actitud de Gorbachov de la URSS no habría sido posible la
democratización de la Europa central y oriental, y el efecto demostración es el impulso de un
proceso social recibe en un país cuando sus ciudadanos han podido informarse de sus efectos en
otro país. El avance de la globalización informativa hacía posible. La tercera ola de la
democratización adquirió una dimensión global debido a que el auge de los medios de
comunicación ha llevado a una creciente interconexión entre las opiniones públicas de los
distintos países. Cada vez resulta más difícil para una dictadura evitar que sus ciudadanos sepan
lo que ocurre en el resto del mundo

La opinión pública mundial y la democracia.


El éxito de la tercera ola democratizadora ha llevado a que la mayoría de la población mundial se
identifique con los valores democráticos. Una encuesta del Pew Center de EEUU realizada en
2007 en 35 países demuestra que la mayoría de los ciudadanos confía más en la democracia que
en un líder fuerte para resolver los problemas de su país. Según los resultados de esta encuesta
casi la mitad de la población de China, país sometido a una dictadura y que ha experimentado un
gran progreso económico, preferiría un sistema democrático. En cambio, en Rusia y Ucrania ha
descendido el apoyo a la democracia. En 2008 la democracia parece consolidada en Ucrania, pero
en Rusia la presidencia de Putin se ha caracterizado por un fuerte retroceso de las libertades y
no parece que esa tendencia se vaya a invertir en los próximos años. El éxito de Putin se ha
traducido en el regreso a la tradicional confianza rusa en los líderes autoritarios. Ver gráfico.

TEMA 7. DEMOCRACIA, DESARROLLO Y ESTADO DEL BIENESTAR.


Libertad y desarrollo.
El desarrollo económico ha sido un factor fundamental del avance de la democracia en el mundo,
pero a su vez las libertades democráticas han favorecido el desarrollo humano, al permitir que
los ciudadanos presionen a favor de sus interesasen materias como la educación, la salud y la
seguridad social. La fuerte correlación estadística que existe entre libertad y bienestar social
se puede comprobar mediante una comparación entre el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de
la ONU (PNUD) con los índices elaborados por Freedom House. El IDH combina las cifras de
esperanza de vida, producto nacional y nivel educativo, mientras que Freedom House proporciona
sendos índices de derechos democráticos y libertades civiles. De la comparación de ambos
índices (Fig. 4.6) se puede concluir tres aspectos; que los países de desarrollo humano alto tienen
también un elevado índice de libertad; los países de desarrollo humano medio tienen un índice de
libertad muy variable, desde el elevado nivel de Sudáfrica al muy bajo de Birmania y Sudán y
finalmente, los países de un nivel de desarrollo bajo tienen un índice de libertad que oscila entre
medio y bajo.

El Estado del Bienestar.


El alcance que ha de tener la influencia del Estado democrático en la sociedad ha sido objeto de
debate en los últimos años. El incremento de las funciones del Estado ha hecho que a lo largo del
siglo XX, se haya elevado considerablemente el porcentaje del gasto público respecto al PIB. En
los países más desarrollados de Europa y América el porcentaje más alto se alcanzó a comienzos
de los años noventa y desde entonces de ha producido un leve descenso (fig 4.7) al imponerse la
convicción de que un nivel excesivamente elevado de gasto público se convierte en un freno para
la iniciativa privada y por tanto para el desarrollo económico. Sin embargo, existen grandes
diferencias entre los países. El gasto público nunca ha alcanzado en EEUU un nivel tan alto como
en otros países de la OCDE.
El incremento del porcentaje del PIB que gestiona el Estado ha permitido que aumente el
gasto público en sanidad, educación y seguridad social, que son los pilares del llamado Estado de
Bienestar que responde a la concepción de que entre las funciones del Estado se halla la de
asegurar unas mínimas condiciones de vida a todos los ciudadanos. Se estima que el gasto público
en España ha pasado del 10% del PIB en 1898 al 40% en 2000, y su distribución se ha modificado
radicalmente. En cambio los gastos en educación, sanidad y seguridad social representan el 8,5
del gasto público en 1898 y el 58% en 2000.
Sin embargo, a partir de los años ochenta ha cobrado fuerza en EEUU y en cierto modo
también en Europa, una corriente de pensamiento liberal-conservador que ha criticado los
principios y las implicaciones de este incremento de las funciones del Estado.
En España esta corriente crítica del Estado de Bienestar no ha tenido apenas influencia
en los programas de los partidos políticos; pero en EEUU los republicanos han defendido una
reducción de impuestos que ha beneficiado sobre todo a los ciudadanos más ricos. Sin embargo,
las rebajas fiscales de George W. Bush no se han acompañado de un recorte del gasto público,
por lo que el resultado ha sido un enorme incremento del déficit público. Algunos autores han
sostenido que los principios del Estado de Bienestar constituyen un corolario lógico de los
propios valores democráticos. El jurista Ronald Dworkin considera que el respeto al valor
intrínseco de toda vida humana obliga al Estado a preocuparse por las condiciones de vida de las
personas con menos ingresos, aunque el respeto a la responsabilidad individual excluye el recurso
a una política igualitarista que tratara de evitar que las personas resulten beneficiadas o
perjudicadas por sus propias decisiones en materia de estudios o de dedicación laboral. Se trata
de un planteamiento ético en el que el principio de la responsabilidad individual le lleva a
defender la libertad económica, mientras que el principio de la dignidad de toda vida humana le
lleva a defender las políticas sociales.

Gobernanza y desarrollo.
El neologismo “gobernanza”, del governance inglés, se emplea para referirse a la calidad de la
administración, a su responsabilidad (accountability) respecto a los ciudadanos y a la sumisión de
todos, gobernantes incluidos, al imperio de la ley. Los analistas económicos han destacado la
importancia que la gobernanza tiene para el desarrollo, en contraposición a la tesis “neoliberal”,
según la cual, lo más aconsejable para impulsar el desarrollo era reducir la intervención del
Estado en la economía. Esta reducción del sector estatal, al que se acusaba de asfixiar la libre
iniciativa, era la recomendación que daban instituciones internacionales como el FMI, el Banco
Mundial o el Gobierno de EEUU, a países en desarrollo y a los que se habían incorporado a la
economía de mercado tras la caída del comunismo y que se dio en llamar “consenso de
Washington”, entró en crisis cuando se comprobó que no era suficiente la adopción de políticas
económicas liberales para que la economía marchar bien, era además necesario que el Estado
funcionara.
Francis Fukuyama distingue dos dimensiones de la acción del Estado en su libro La
construcción del Estado (2004). Su alcance, se refiere a la extensión de las funciones que
desempeña el Estado, más amplias en el caso de los países europeos, que promueven el Estado de
Bienestar, que en el caso de EEUU y su eficacia que se refiere a la calidad de su gobernanza en
el sentido ya explicado. Esto permite clasificar a los países del mundo según el alcance y la
eficacia de sus instituciones estatales.
El primero tipo es el de aquellos Estados que tienen unas instituciones de alcance pequeño
y eficacia grande, representado por EEUU, tipo ideal para los economistas liberales. El segundo
el de aquellos Estados que tienen unas instituciones de alcance grande y eficacia elevada, cuyo
ejemplo típico es Europa occidental que es el tipo ideal para quienes consideran que el Estado
debe garantizar el bienestar social de todos sus ciudadanos. El tercer tipo es el de aquellos
Estados que tienen unas instituciones de alcance pequeño y eficacia pequeña, como sucede en los
países menos desarrollados, como los africanos. El cuarto es el de aquellos Estados que tienen
unas instituciones de alcance grande y eficacia pequeña que se da sobre todo en países de
desarrollo medio como Brasil o Turquía.
El llamado consenso de Washington de los años ochenta sostenía la necesidad de que el
Estado redujese el alcance de sus funciones, mientras que los promotores del concepto de
gobernanza se centran en la necesidad de que las instituciones del Estado aumentan su calidad,
su responsabilidad y su respeto al imperio de la ley. En países en que la calidad de la gobernanza
es mala, las políticas de austeridad promovidas por las instituciones económicas internacionales y
por los países donantes de ayuda contribuyeron muy poco al desarrollo. Se restringieron gastos
útiles mientras que se mantuvo el gasto destinado a favorecer a las clientelas de los gobernantes
y a las Fuerzas Armadas.
La crisis económica que sufrieron en 1997 y 1998 los países de Asia oriental y a
continuación Rusia y otros países ex comunistas, puso en cuestión la confianza en la liberalización
económica como solución suficiente. En 2001 el economista liberal Milton Friedman reconoció
haber cometido un error al recomendar a los gobiernos de los países salidos del comunismo que
dieran prioridad a las privatizaciones, cuando habría sido más necesario sentar las bases del
Estado de derecho. Fukuyama ha observado que si en los últimos cuarenta años el desarrollo
económico de Asia oriental ha sido muy superior al de América Latina, ha sido por la superior
calidad de sus instituciones estatales. El problema, observa sin embargo Fukuyama, es que la
calidad de las instituciones no es algo que un país pueda mejorar rápidamente, porque no se trata
de copiar modelos administrativos, sino de desarrollar una burocracia basada en la ética del
servicio a los ciudadanos y no en el intercambio de favores.
En este sentido el avance de la democracia puede jugar un papel importante, pero no
siempre es así. En principio ésta tiende a fomentar una mayor responsabilidad de los
gobernantes hacia el conjunto de los ciudadanos, pero una democracia puede también funcionar a
base de clientelas que apoyen a un sector político a cambio de favores. Por otra parte,
tradiciones culturales predemocráticas pueden favorecer la gobernanza, por ejemplo Japón y
Corea del Sur contaban tradicionalmente con una burocracia razonablemente honesta y eficaz,
que la democracia ha heredado. Por el contrario, el África subsahariana carece de una tradición
burocrática propia.
El convencimiento de la importancia de la gobernanza para el desarrollo ha llevado al
Banco Mundial a recopilar, desde 1996, indicadores que permitan medirla. Los seis indicadores
elegidos se refieren a la capacidad de los ciudadanos para expresarse libremente y elegir a sus
gobernantes, la estabilidad política y la ausencia de violencia, la eficacia del gobierno, la
regulación del sector privado, el imperio de la ley y el control de la corrupción. Estos indicadores
se calculan anualmente a partir de un gran número de fuentes. Ver gráfico 4.8 en el indicador
referente al imperio de la ley, los países más desarrollados de América de Norte, Europa Occ. y
Asia oriental son también aquellos que más se respeta la ley.

TEMA 8. DEMOCRACIA, VALORES MORALES Y MULTICULTURALISMO


Religión y política.
El auge del islamismo político en las últimas décadas del siglo XX ha llevado a que se
preste de nuevo una gran atención a las relaciones entre religión y política. La cuestión no afecta
sólo al islam, sino también a otras religiones, incluido el cristianismo. En EEUU por ejemplo, la
influencia de la derecha religiosa en el Partido Republicano ha sido notable en los últimos años, y
más en general, la actitud de los ciudadanos en el debate político sobre cuestiones como el
control de la natalidad, la libertad de orientación sexual, el derecho a una muerte digna o ciertas
líneas de investigación biológica ha estado muy condicionadas por sus convicciones religiosas.
La cuestión de fondo en el debate actual sobre el papel de la religión en la vida pública es
la de cómo conciliar el consenso ético básico en que se fundamenta la democracia con las
distintas convicciones religiosas y morales de los distintos grupos de ciudadanos. Pueden entrar
en conflicto dos principios democráticos básicos; el principio de que un Estado democrático ha
de respetar las convicciones morales y religiosas de los ciudadanos, y el principio de que los
ciudadanos están obligados a cumplir las leyes. Cuando en una sociedad existen grupos que se
diferencian entre sí por sus tradiciones culturales y su actitud ante cuestiones morales básicas,
el problema se complica y se plantea el debate del multiculturalismo, como sucede en Europa.
Podemos identificar el tipo de cuestiones en que las convicciones religiosas inciden en el
debate político actual. Algunas de ellas están relacionadas con la educación. Otro campo de
debate es el de la actitud ante la muerte y también polémico es el tema del matrimonio
homosexual.
Estas polémicas se inscriben en un marco de relaciones entre el Estado y las confesiones
religiosas que no es el mismo en todos los países democráticos. Según Dworkin todo Estado
democrático se caracteriza por la tolerancia hacia la diversidad de creencias, pero esto puede
traducirse en dos modelos distintos que ejemplifican Francia e Israel. Como resultado de una
larga historia de conflictos entre católicos y laicos, Francia es un Estado laico que reconoce la
libertad de religión, es decir, un Estado laico tolerante. Mientras que Israel, que nació como
hogar nacional de un grupo étnico definido por su tradición religiosa, es un Estado en que el
judaísmo es la religión oficial, pero que reconoce también la libertad religiosa, es decir, que es un
Estado religioso tolerante. España, no tiene hoy una separación tan neta del Estado y la Iglesia
como Francia, (en la dictadura de Franco no reconocía la libertad religiosa) pero se sitúa
claramente en el primer modelo.
Las actitudes ante cuestiones éticas cuyo carácter polémico las convierte en objeto de
debate político no se explican sólo por las convicciones religiosas, sino que responden a
arraigadas tradiciones culturales que pueden ser independientes de la religión. El rechazo a la
homosexualidad por ejemplo, está muy asociado a las convicciones religiosas, pero puede darse
también por motivos culturales no religiosos. Es interesante comparar las respuestas que en la
encuesta del Pew Center se dieron en los distintos países a las preguntas de si es posible ser
moral sin creer en Dios y de si se debe aceptar la homosexualidad. En general, (fig. 4.9) existe
una correlación en las respuestas a ambas preguntas, situándose en un extremo la muy laica
Suecia y en el otro el muy religioso Egipto, pero resulta que en países laicos ajenos a la tradición
liberal occidental, como China o Rusia, la convicción de que se puede ser moral sin creer en Dios
se combina con una escasa tolerancia hacia la homosexualidad, mientras que en Brasil, donde la
mayoría de la población piensa que la creencia en Dios es la base de la moral, hay sin embargo una
mayor tolerancia hacia la homosexualidad.

La cuestión del multiculturalismo.


Pueden surgir problemas políticos cuando en un país conviven grupos humanos con tradiciones
culturales distintas que chocan respecto a cuestiones morales importantes. El caso más evidente
es el de las polémicas surgidas en torno a los valores de las comunidades musulmanas europeas,
cuya concepción del papel de la mujer en la sociedad es muy distinta a la de sus conciudadanos no
musulmanes. Frente a ello hay quienes defienden una política orientada a la eliminación de las
actitudes culturales contrarias a la concepción democrática de los derechos humanos, lo que se
ha traducido por ejemplo en Francia en la prohibición del uso del velo islámico en las escuelas,
por entender que el velo representa un símbolo religioso que no se puede ostentar en una escuela
laica, o incluso un símbolo de sumisión de la mujer. Otros en cambio defienden el respeto e
incluso la promoción de los valores culturales específicos de las distintas minorías, un enfoque
que se denomina multiculturalismo y ha generado mucha polémica.
Para el filósofo Aurelio Arteta que aborda este tema en un ensayo sobre la tolerancia, el
multiculturalismo se basa en la convicción de que existen grupos culturales que definen la
identidad de los individuos y que deben ser protegidos, hasta el punto de que sus miembros
deben ser eximidos de algunas de las obligaciones generales de todos los ciudadanos. Esta
actitud puede parecer muy respetuosa, pero plantea el problema de poner en cuestión la
universalidad de los derechos humanos y la igualdad ante la ley, incluso puede llevar a una
reducción de los derechos individuales de algunos miembros del grupo, por ejemplo, de las
mujeres que forman parte de comunidades cuya cultura tradicional les atribuye una posición
subordinada respecto al varón. El multiculturalismo tiende a atribuir una misma validez a todas
las culturas y a todos los valores culturales, pero esto es incompatible con la adhesión a los
derechos humanos universales que constituyen el fundamento ético de la democracia. Así es que,
según Arteta, los principios democráticos conducen al respeto de las diferencias culturales, es
decir, a la aceptación del pluralismo cultural, pero no a la promoción de esa diversidad a expensas
de la igualdad de derechos de todos los ciudadanos, como proponen los partidarios del
multiculturalismo.
Por otra parte, hay que destacar que los líderes comunitarios que defienden el derecho de
sus comunidades a guiarse por unas normas propias, no suelen compartir el relativismo cultural
de los teóricos del multiculturalismo.

8.1. DEMOCRACIA Y NACIONALISMO


El hundimiento del comunismo en Europa no sólo condujo al avance de la democracia, sino
también a una eclosión de aspiraciones nacionalistas que provocaron la independencia de nuevos
Estados y en algunos casos conflictos violentos. Las 15 repúblicas que constituían la URSS
optaron por separarse, TCH se dividió en dos Estados y YUG entró en un periodo de conflictos
que condujo a su división en siete Estados. En muchos casos la separación ha sido pacífica o casi,
pero en YUG no, . Guerras entre AZE Y ARM, Chechenia con Rusia, Rusia interviene en Georgia
para apoyar la secesión de Abjasia y Osetia del Sur. En definitiva, todos los conflictos bélicos
que han tenido lugar en Europa tras la caída del comunismo han tenido su origen en aspiraciones
nacionalistas contrapuestas. A ello se suma que los dos movimientos terroristas que más arraigo
han tenido en Europa occidental en las últimas décadas, IRA y ETA, son de inspiración
nacionalista. Por todo ello, el nacionalismo tiende a ser visto como un factor de desestabilización
de la democracia.
El término nacionalismo se emplea en el lenguaje común con distintos sentidos. A veces se
entiende como el sentimiento de solidaridad entre los ciudadanos de un Estado y de adhesión a
los valores que dicho Estado representa, es decir, como sinónimo de sentimiento patriótico. En
este sentido el nacionalismo está presente en todas las democracias, ya que el consenso
democrático resulta difícil si los ciudadanos no se sienten partícipes en un proyecto común.
Conviene en cambio reservar el término para referirse a un concepto más preciso, que Luis
Rodríguez Abascal expone en su libro Las fronteras del nacionalismo (2000). El núcleo central
del pensamiento nacionalista en sentido estricto es la convicción de que la Humanidad está
dividida naturalmente en un tipo peculiar de comunidades básicas, denominadas naciones, a cada
una de las cuales corresponde la soberanía sobre determinado territorio.
En este sentido, el nacionalismo es una doctrina que surgió a fines del siglo XVIII, por
obra de pensadores como el alemán Herder. Sus orígenes temporales coinciden con los de la
democracia y no es extraño que sea así. Frente a las monarquías, la democracia parte del
principio de soberanía popular y a partir de ahí la identidad de los ciudadanos adquiere
relevancia política. Se plantean dos posibilidades. La primera es identificar sin más al pueblo, en
el sentido de sujeto de la soberanía popular, como al conjunto de los habitantes de un
determinado Estado. La segunda es la de atribuir esa soberanía a una nación definida por unos
supuestos rasgos culturales específicos, cuando no por un supuesto destino, cuyo territorio
puede coincidir o no con el de un Estado ya existente. Esta segunda opción es la propia del
nacionalismo y sus implicaciones son muy grandes, pues si en el primer caso el pueblo soberano
queda delimitado por unas fronteras que son el resultado de una sucesión de azares históricos,
en el segundo es el propio movimiento nacionalista el que se arroga la capacidad de identificar los
límites de la nación soberana.
Cuando la nación identificada por los nacionalistas coincide con un Estado preexistente, su
objetivo será esforzarse en crear una identidad cultural diferenciada y promover la
homogeneidad cultural en el interior de sus fronteras para diferenciarse de sus vecinos.
Cuando la nación identificada por los nacionalistas está dividida en varios Estados o
sometida a Estados que los nacionalistas consideran extranjeros, caso de los nacionalismos
alemán, italiano y polaco del siglo XIX o el vasco en la actualidad, el problema resulta más
complejo.
En todo caso, según Rodríguez Abascal, un movimiento nacionalista ha de plantearse
necesariamente tres cuestiones: cuáles son las fronteras de su nación, cuáles son los rasgos
culturales que diferencian a los miembros de esa nación respecto a sus vecinos y cuál es el grado
de autogobierno político que desean para su nación. La primera cuestión puede llevar a conflictos
entre nacionalismos contrapuestos.
El problema nacionalista no siempre ha llevado a atrocidades como las de Bosnia o
Chechenia. La República Checa y Eslovaquia, se separaron sin que surgiera el menor estallido de
violencia. Pero es cierto que las aspiraciones nacionalistas son difíciles de resolver por los cauces
democráticos. La democracia implica que la soberanía corresponde al conjunto de los ciudadanos
de un Estado, mientras que los movimientos nacionalistas definen unilateralmente quiénes son los
ciudadanos de ese Estado que integra su nación. Para ello suelen invocar el derecho de
autodeterminación, pero se trata de un equívoco. El “derecho de autodeterminación de los
pueblos” sólo es reconocido por la comunidad internacional en el caso de los pueblos sometidos a
una dominación colonial. Cuando la separación es aceptada por todas las partes implicadas, como
ocurrió cuando las quince repúblicas soviéticas optaron por separarse, o cuando se separaron la
República Checa y Eslovaquia, a la comunidad internacional no se le plantea ningún problema en el
reconocimiento de los nuevos Estados, pero la cuestión resulta más difícil cuando no se da ese
acuerdo, como sucedió en el caso de Yugoslavia. En todo caso el nacionalismo siempre plantea un
problema de fondo desde la perspectiva de los principios democráticos, en la medida en que
tiende a distinguir entre dos tipos de ciudadanos: los que se identifican con el ideal nacionalista
y los que no lo hacen.

TEMA 9: LAS RELACIONES INTERNACIONALES TRAS EL 11-S.(AL-QAEDA Y LOS


ATENTADOS DEL 11 DE SEPTIEMBRE DE 2011).
INTRODUCCIÓN
El 11-S fue un hito histórico por su espectacularidad escenográfica, por su trascendencia en las
políticas de la hiperpotencia mundial y por su universalidad, al ser contemplado en directo por
cientos de millones de espectadores de todo el mundo. El 11 de Septiembre se inició el S. XXI.
Los efectos más importantes del 11-S se produjeron en Estados Unidos, pero su
repercusión ha llegado a todo el mundo al variar de forma sustancial las anunciadas políticas
exteriores y de defensa de la nueva presidencia de George W.Bush. La nueva administración
desarrolló cambios legislativos (reforzamiento de la autoridad presidencial, endurecimiento
políticas de control, incremento presupuesto militar) y programas de acción exterior (aumento
presencia militar en el extranjero, participación activa en todos los escenarios, práctica de la
guerra preventiva) que fueron presentados como los elementos articuladores de la “Guerra
contra el terrorismo”.
Los daños producidos a la única superpotencia y, de forma aun más determinante, la
reacción de Estados Unidos a los ataques causaron un impacto global. La respuesta a los ataques
terroristas fue agresiva, lo que a su vez consiguió un incremento de legitimidad de los
planteamientos sustentados por los terroristas.

9.1. LOS ATENTADOS TERRORISTAS DE NUEVA YORK Y WASHINGTON.


El 11-S.
En la clara mañana del martes 11 de Septiembre de 2001 cuatro aviones comerciales
fueron secuestrados de forma sincrónica. Cuatro grupos de secuestradores, con un total de 19
miembros, tras amenazar a la tripulación con hacer explotar una bomba a bordo, se hicieron con
el control de los aviones, que habían partido de aeropuertos de la costa Este en dirección a
California (3 Los Angeles y 1 a San Francisco), con el propósito de dirigirlos contra edificios
emblemáticos de EE.UU. Dos de los aviones fueron estrellados contra las Torres Gemelas del
World Trade Center en Nueva York, el tercer avión impactó contra el edificio del Pentágono en
Washington y el cuarto avión no alcanzó el objetivo y se estrelló en una zona rural de Pensilvania,
al tratar los pasajeros de recuperar el control de la aeronave.
Si el primer impacto fue una completa sorpresa, mientras se especulaba con un fallo de
pilotaje, el segundo avión que se estrelló contra la Torre Sur del WTC, despejó todas las dudas
de que los ataques eran premeditados. Todos los edificios gubernamentales y emblemáticos
fueron desalojados, se pusieron en ejecución protocolos de emergencia y, por primera vez en la
historia, se cerró el espacio aéreo estadounidense. Lo peor se produjo cuando las estructuras de
las Torres Gemelas no aguantaron las altas temperaturas del incendio provocado por el
combustible de los aviones. El fallo de los soportes de las plantas afectadas hizo que los dos
enormes edificios se derrumbaran. 2973 personas y los 19 secuestradores murieron.
Por encima del drama del daño humano (pérdida de vidas, daños físicos y secuelas
psicológicas) y las perdidas económicas, la idea política imperante estaba en relación con la
vulnerabilidad de la hiperpotencia que tan solo habían recibido dos ataques directos sobre su
territorio; el primero en la Guerra de 1812 y el 2º en las islas Hawai, lo que supuso su entrada en
la II G.M.. Los acontecimientos del 11 de Septiembre afectaban al centro neurálgico del país,
tanto político (Washington) como económico (N. York). Los actos terroristas del 11-S fueron
interpretados por la administración Bush, como ataques bélicos y en consecuencia se declaró al
país en estado de guerra.

Las consecuencias económicas.


Los atentados terroristas del 11-S tuvieron su balance más dramático en los casi tres
millares de personas que perdieron la vida. La segunda consecuencia fueron las enormes pérdidas
que supusieron la destrucción del World Trade Center y la repercusión instantánea en la
economía internacional. En el plazo corto, esta incidencia fue muy negativa al provocar las
alarmas de los mercados bursátiles y enormes pérdidas en la industria aeronáutica y el turismo.
Sin embargo, la reacción de las autoridades financieras, la solidez del mercado global y la
capacidad de sustitución en sistemas de economías abiertas permitieron una rápida recuperación
en los años siguientes.
Wall Street suspendió el intercambio de valores y la Bolsa permaneció cerrada cinco días.
La Bolsa de Francfort perdió 10% del valor que sus acciones habían cotizado por la mañana,
mientras en Tokio su índice de referencia Nikkei se desplomaba al punto más bajo desde 1984.
De forma conjunta, la Reserva Federal de Estados Unidos, el Banco Central Europeo, el
Banco de Japón y el Banco Nacional Suizo acordaron otorgar más liquidez a las monedas para
evitar depreciaciones y proteger el dólar, dando una respuesta para frenar los efectos de los
atentados. También hubo ayudas para industria aeronáutica, por todo el mundo, las compañías
(Sabena, Swissair, etc) declararon suspensión de pagos o recortes de plantilla, se perdieron
130.000 empleos a consecuencia descenso pasajeros y subida primas de los seguros. El turismo
también fue un sector muy afectado, que además tardó años en recuperar sus índices anteriores.
Con antelación al 11-S ya existía en la economía global una tendencia a la desaceleración e
incluso se hablaba de crisis en ciertos sectores. El estallido de la “burbuja digital” y de la nueva
economía, unido a la crisis de las economías asiáticas y latinoamericanas (menor medida) habían
puesto final al periodo de crecimiento internacional más importante desde los años cincuenta. El
11-S tan solo introdujo una carga de incertidumbre suplementaria, haciendo dudar a los
mercados sobre la duración de la crisis.
Las consecuencias del 11-S también tuvieron un lado positivo, aceleraron los procesos de
concentración empresarial en algunos sectores (aerolíneas, cías de seguros, cías energéticas y
bancos comerciales) cuya escala respondía todavía a economías nacionales situándolos en un nivel
global. Los Gobiernos nacionales y las autoridades monetarias también tomaron medidas que
ayudaron a dinamizar una economía que corría peligro de desaceleración; EEUU incrementó los
gastos federales, bajó los impuestos y devaluó el dólar respecto a otras monedas.
Produciéndose a corto plazo un aumento de la inversión y el consumo y alejando el miedo a la
aparición de la recesión. Pero a medio plazo los resultados no ha sido positivos: el déficit fiscal y
el de cuenta corriente han alcanzado un record histórico, el presupuesto de EEUU sólo puede
conjugarse a través de la deuda pública, recortándose mucho los programas sociales e
incrementándose las diferencias entre rentas. Si bien esas medidas alejaron el fantasma de la
recesión .
Las consecuencias en las políticas exterior y de defensa.
La principal consecuencia política de los ataques terroristas fue la profunda transformación
estratégica de la agenda exterior de EE.UU. que cuyo Gobierno optó por replantear y reforzar
su actuación exterior con la ayuda de la fuerza militar.
Durante los primeros meses de la presidencia de George W. Bush se produjo la puesta en
marcha de una política exterior que presentaba una reducción de la presencia militar exterior,
abandono de los esfuerzos diplomático-militares de reconstrucción nacional, apuesta por la
revolución de los asuntos militares (reducción de personal, modificación en el diseño y la
conducción de operaciones), y culminación del nuevo sistema de defensa estratégico que
defendería a EE.UU. mediante la utilización de misiles. Un retorno a cierta Una política
neoaislacionista semejante a la mantenida con antelación a la II G. Mundial, bajo el argumento de
la no existencia de enemigos de una potencialidad mínimamente considerable. (Rusia lejos de lo
que fue, China una potencia emergente y Europa que carecía de unidad de acción exterior y
militarmente sin construir).
Los dramáticos sucesos del 11 de Septiembre de 2001 evidenciaron la errónea percepción
en la que estaban asentados tales presupuestos. Los planes de acción exterior de G.W.Bush
fueron sustituidos y, aunque no se abandonó el desarrollo del nuevo sistema de defensa
antibalístico, se aumentó el intervencionismo militar estadounidense en todo el mundo, con su
manifestación más dramática en las guerras de Afganistán e Irak.
Durante el primer mandato de Bush, la política exterior estadounidense fue formulada
por ideólogos y estrategas procedentes de dos escuelas de pensamiento, neoconservadurismo y
unipolarismo, dejando de lado la escuela realista, la de mayor importancia en el diseño de la
política exterior y de defensa de los EE.UU. a lo largo de todo el siglo XX.
Para los pensadores de la escuela de pensamiento realista, los objetivos de la política
exterior se reducen a erradicar las amenazas directas para la seguridad nacional y sostener los
intereses económicos de EE.UU. en todo el mundo. Para alcanzar estos objetivos, el medio más
eficaz es el fomento de la estabilidad internacional sustentado en un sistema de alianzas
previsibles con Estados soberanos independientemente de su régimen de gobierno ya que solo
tienen importancia sus actuaciones exteriores.
Una posición muy distinta es la mantenida por el neoconservadurismo que plantea una
visión más amplia y matizada del interés nacional. Los neocons sostienen que el mejor medio para
garantizar la seguridad y el desarrollo de EE.UU. es la expansión de la democracia, los derechos
humanos y el sistema de referencias estadounidense; un mundo democrático será más seguro
Pero los procesos democratizadores pueden encontrarse con la oposición de regimenes
autocráticos de países hostiles sobre los que debe realizarse una “destrucción constructiva” y
así transformar dichos regímenes. Esta promoción de la democracia no descansa, sin embargo, en
las instituciones internacionales, siendo más conveniente la legitimación de una actuación
unilateral. Los neoconservadores fueron el grupo que supo dar una respuesta más rápida,
armónica y ambiciosa a los atentados del 11-Sy fueron el motor intelectual de la política
estadounidense hacia Oriente Medio.
El unipolarismo, más que una escuela de pensamiento, es un conjunto de posiciones y
prácticas cuyo objetivo es el mantenimiento del indiscutido liderazgo mundial de EE.UU. siendo
partidarios de impedir la aparición de cualquier contrapoder. La memoria de la Guerra Fría
induce a evitar su reedición; EEUU gastó demasiados medios y presupuesto frente a la expansión
soviética. Como los realistas piensan que el poder debe ser ejercido por alguien, como los
neoconservadores son partidarios de una gran estrategia de supremacía estadounidense a nivel
mundial sustentada por un poder militar indiscutible. Son partidarios los unipolarcitas de
incrementar el presupuesto de defensa, puesto que el poder militar otorga credibilidad al resto
de poderes y son escépticos de las ventajas que pueda reportar a EE.UU. la exportación de la
democracia y el sistema de referencias estadounidense. Los unipolaristas alcanzaron puestos
muy destacados en la administración Bush, y tras el 11-S dirigieron la transformación de la
política exterior y de defensa de la hiperpotencia.
La política exterior de Bush durante su primer mandato estuvo directamente relacionada
con los atentados 11-S y lo que inmediatamente se denominó guerra contra el terrorismo, cuyas
principales manifestaciones fueron las guerras de Afganistán e Irak. Bush intentó rebajar las
diferencias ideológicas entre sus asesores, procedentes de las tres escuelas de pensamiento. De
ese modo, los realistas ejercieron una influencia dominante en la política dirigida hacia China,
Pakistán, Rusia y Arabia Saudí, mientras neoconservadores y unipolaristas, (conocidos
coloquialmente como “halcones”), fueron los principales impulsores del cambio de régimen en
Afganistán e Irak. Dividiéndose los halcones en facciones enfrentadas una vez finalizadas las
grandes operaciones militares, debido a los ambiciosos planes neoconservadores de Oriente
Medio que pretendía la transformación de los regímenes autoritarios de Mauritania hasta AFG.
El segundo mandato de Bush se caracterizó por un “giro realista” con el nombramiento de
C. Rice. Se pretendía dotar a su agenda de política exterior de una mayor armonía, dando
prioridad a la lealtad sobre la ideología, pero sobre todo se trataba de responder a las
limitaciones económicas y militares, puestas en evidencia en la guerra de Irak. Las consecuencias
de la intervención en Irak fueron las que marcaron la política exterior durante su segundo
mandato.

EL TERRORISMO YIHADÍ Y SUS RAÍCES


Islamismo y yihadismo.
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington demostraron la
gravedad de la nueva amenaza terrorista. Podemos definir el terrorismo como la realización de
actos de violencia por parte de un grupo clandestino para atemorizar a una población y/o forzar
la voluntad de un Gobierno o de una organización internacional con el fin de alcanzar unos
objetivos políticos. El impacto de los atentados en los medios de comunicación amplifica la
propaganda de los grupos que los cometen y estimula el reclutamiento de nuevos terroristas. En
cuanto al adjetivo yihadí, se suele utilizar para referirse a aquellos que tratan de justificar sus
atentados mediante la referencia a la yihad, es decir, de guerra en defensa del islam.
El terrorismo yihadí representa la facción extrema de un movimiento más amplio, el
islamismo, que pretende establecer un régimen político basado en el islam. Esto supone que toda
la legislación se base exclusivamente en la saría, la ley islámica tradicional, que al haber sido
supuestamente establecida por Dios, no puede ser modificada por los hombres. No todos los
islamistas son partidarios de la violencia.
El terrorismo yihadí se desarrolló inicialmente en los años noventa y estuvo dirigido
contra regímenes de países musulmanes que los islamistas consideraban apóstatas del islam,
como Egipto y Argelia. El caso más grave fue el de Argelia, donde después de que las Fuerzas
Armadas hubieron interrumpido en 19992 un proceso democratizador, grupos yihadíes se
lanzaron a la lucha armada. El más importante de esos grupos fue el GIA, célebre por las
matanzas a la población civil que perpetró. Tras una guerra civil que ha causado entorno a cien
mil muertes, el régimen argelino ha salido victorioso, aunque todavía operan en el país algunos
militante yihadíes que últimamente se han vinculado a Al Qaeda.
En contraste con esta yihad “contra el enemigo cercano” cuyas víctimas eran sobretodo
musulmanes, y no condujo a la caída de ningún régimen musulmán, la victoriosa lucha de los
muyahidines afganos contra los ocupantes soviéticos despertó un gran entusiasmo en todo el
mundo musulmán acudiendo miles de jóvenes árabes a los campos de entrenamiento de Pakistán
para colaborar con la resistencia afgana y entre ellos surgió Al Qaeda, organización fundada en
1988 por Osama bin Laden, miembro rica familia de Arabia Saudí y que contribuyó a la
financiación de la resistencia e incluso participó en combate contra los soviéticos. En 1996 AFG
se convirtió en la base de operaiones de Al Qaeda. En 1998 atentados simultaneos embajadas
americanas de Kenia y Tanzania. En 2001, el 11-S.

Las raíces del yihadismo.


Acerca del terrorismo yihadí global, existen dos interpretaciones contrapuestas. La primera,
parte del hecho de que los terroristas internacionales son hoy todos musulmanes, como también
son la mayoría de los terroristas locales, y concluye que se trata de un presunto choque de
civilizaciones entre el islam y Occidente y también entre el islam y otras culturas como la hindú.
La segunda parte del hecho de que las raíces del terrorismo se hallan en países en desarrollo
afectados por graves problemas socioeconómicos, y tiende a interpretarlo como una forma de
lucha contra un orden internacional injusto, un combate antiimperialista.
La tesis del choque de civilizaciones, popularizada por Huntington, aplicada al caso del
terrorismo de inspiración islamista, supone olvidar que en su origen éste representa un conflicto
civil dentro de las propias sociedades musulmanas. Los primeros teóricos de la yihad terrorista
postularon la necesidad de combatir fundamentalmente al “enemigo cercano”, es decir a los
Estados musulmanes supuestamente infieles al mensaje coránico, y fue el fracaso de esta
estrategia (Egipto y Argelia), el que condujo a que se impusieran las tesis de Al Qaeda, que
priman el combate contra el enemigo lejano, es decir los Estados no musulmanes.
La tesis del antiimperialismo implica una negativa a entender la importancia de los
factores ideológicos en los movimientos sociales. Una corriente interpretativa muy difundida en
Occidente, sostiene que la injusticia social genera rebeldía, mientras que las creencias religiosas
tienen escasas implicaciones para la vida real. En la génesis del terrorismo yihadí el factor
religioso no tendría tanta importancia como las circunstancias socioeconómicas y el impacto del
imperialismo occidental. Esto difícilmente permite entender el éxito del islamismo, que carece
de un programa socioeconómico propio y se centra en la imposición de la ley islámica tradicional y
unas estrictas normal morales supuestamente derivadas de la lectura literal del Corán..
La comprensión del actual terrorismo yihadí requiere superar esas tesis esquemáticas y
efectuar un análisis más específico de sus fundamentos ideológicos, de las circunstancias
sociales y culturales que lo favorecen y de sus estructuras organizativas. La ideología islamista
que inspira las acciones terroristas como el 11-S o 11-M se denomina salafismo yihadí. El término
salafismo, se utiliza para definir un movimiento que pretende devolver al islam la pureza de sus
orígenes, basándose en una lectura literal del Corán y de los dichos del Profeta, y rechazando
todas las innovaciones derivadas de la influencia occidental, posteriores al momento fundacional.
Se trata pues de una variante musulmana de un fenómeno más amplio como es el
fundamentalismo religioso. Su atractivo se basa en su simplicidad, ya que parece ofrecer una
respuesta unívoca a todos los dilemas morales que plantea la vida, y al no estar ligado a la
tradición cultural específica de ningún país, resulta atractivo para aquellos jóvenes musulmanes
desarraigados de sus culturas de origen por la emigración, a los que ofrece una integración en la
comunidad musulmana universal, (umma).
Algunos factores sociales facilitan el reclutamiento yihadí. Uno de ellos es de índole
demográfica. Actualmente la natalidad está bajando en casi todos los países musulmanes, por lo
que las generaciones de jóvenes que llegan a la edad laboral son muy numerosas y encuentran
dificultad para conseguir un empleo adecuado a sus aspiraciones. Esa falta de perspectivas
puede hacer a algunos más receptivos hacia ideologías radicales coma la yihadista. En segundo
lugar, hay que destacar que todos los grandes atentados cometidos en los últimos años en
Occidente, han sido obra de grupos terroristas que se reclutan en las comunidades musulmanas
de Occidente o las utilizan como refugio. Esto implica que en parte la radicalización que conduce
a la yihad terrorista se está produciendo en las sociedades occidentales. Y no se trata
necesariamente de inmigrantes recién llegados ni de gente que se encuentra en una situación
desesperada. Por último, es importante tener en cuenta la percepción, ampliamente difundida por
los medios de comunicación árabes, de que el islam se encuentra acosado y los musulmanes son
perseguidos por sus enemigos.
En el aspecto organizativo, la principal característica de la red yihadí global es la
flexibilidad. A menudo los atentados yihadistas son perpetrados por grupos locales que no
necesariamente tienen contacto con el núcleo central de Al Qaeda. La gran aportación de éste ha
sido la integración de un gran número de grupos locales en una lucha global. La facilidad de
comunicaciones que caracteriza al mundo actual ha simplificado esa tarea de integración.

Al Qaeda tras el 11-S.


Tras la caída del régimen de los talibanes, a fines de 2001, Al Qaeda perdió su base de
operaciones pero Bin Laden y sus principales lugartenientes lograron huir a Pakistán. A partir de
entonces Bin Landen y su colaborador Ayman Al Zawahiri se han concentrado en la propaganda
mediante cintas de vídeo difundidas a través de Internet, mientras que diversos grupos yihadíes
mantienen la lucha en varios países. Las zonas fronterizas de Afganistán y Pakistán se han
convertido en los últimos años en el área más peligrosa del mundo en cuanto a la actividad yihadí
se refiere. Irak, tras la invasión de 2003, se erigió en un foco de atracción para voluntarios
musulmanes deseosos de participar en la yihad, pero los atentados indiscriminados impulsados
por la rama local de Al Qaeda han terminado por desacreditarla incluso entre la población árabe
suní que inicialmente la apoyó. En Arabia Saudí Al Qaeda lanzó en 2003 una ofensiva terrorista,
sin embargo las autoridades se mostraron particularmente efectivas en combatirla. En Argelia
un grupo yihadí local se ha incorporado a Al Qaeda y ha protagonizado en los últimos años varios
atentados suicidas. Por otra parte la cooperación antiterrorista internacional se ha
incrementado mucho desde el 11-S y las detenciones de sospechosos han evitado varios
atentados importantes, algunos de ellos en Europa. En conjunto el terrorismo yihadí sigue
representando una amenaza.

TEMA 10. LAS GUERRAS DE AFGANISTÁN E IRAK.


La guerra de Afganistán.
Después de los atentados terroristas del 11-S se pusieron en marcha investigaciones paralelas
por parte de distintas agencias estadounidenses. El FBI muy criticado por no haber podido
evitar el ataque, organizó la operación Penttbom (7.000 agentes), cuyo primer fruto fue la rápida
identificación de los secuestradores. La responsabilidad de los ataques terroristas fue
adjudicada a la organización Al Qaeda, personificada en el saudí Osama bin Laden.
El 25 de Septiembre el fiscal general confirmaba con seguridad ante el Congreso la
autoría de los atentados. El 4 de Octubre Tony Blair presentó ante la Cámara de los Comunes un
documento en el que se reunían pruebas que implicaban a Osama bin Laden en lo satentados
contra las Torres Gemelas y el Pentágono. , La OTAN había activado el artículo V del Tratado de
la Alianza, el mecanismo de defensa mutua, para apoyar a EE.UU.
Determinados los culpables y con el respaldo de una oleada global de solidaridad, Bush
puso en marcha una ofensiva política y militar para capturar a los responsables. Washington
presionó al Gobierno talibán de AFG para que entregara a Bin Laden y sus principales
colaboradores, al negarse el régimen talibán a colaborar y tras conseguir el respaldo de
Naciones Unidas, el 7 de octubre de 2001 comenzó la operación militar Libertad Duradera,
liderada por Estados Unidos con la ayuda directa de Gran Bretaña y el respaldo de la Alianza del
Norte, una coalición heterogénea de afganos contrarios al régimen talibán. La intervención
norteamericana se materializó con bombardeos sistemáticos con misiles y cazabombarderos, que
eliminaron los campos de entrenamiento de Al Qaeda, los sistemas de comunicación talibanes y
las principales posiciones de su ejército. Las grandes operaciones militares se dieron por
concluidas dos meses después de su inicio (13 Nov.), una vez que Kabul y Kandahar (capital
espiritual talibán) cayeron en manos de la Alianza del Norte. Ni Osama bin Laden ni el líder
talibán, el mulah Omar Mohamed, fueron capturados.
El presidente Bush señaló en su discurso sobre el estado de la nación ante el Congreso
(Enero 2002) que la campaña de Afganistán debía entenderse tan sólo como la primera etapa de
la “Guerra contra el terrorismo”, señalando a Irak, Irán y Corea del Norte como amenazas a la
seguridad internacional e integrándolos en el llamado Eje del Mal. Sin embargo la gran
solidaridad internacional alcanzada tras ser victima de los atentados comenzó a reducirse al
interpretarse que el giro de la política exterior estadounidense respondía no tanto a un afán de
justicia como al deseo de reforzar su hegemonía en Oriente Medio.

La quiebra de la unanimidad: la batalla de la ONU.


La derrota de Irak al final de la Segunda Guerra del Golfo (1990-1991) no comprometió la
continuidad del régimen dictatorial de Saddam Hussein. El Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas le impuso una serie de obligaciones de aceptación incondicional entre las que se
encontraba la destrucción de sus arsenales de armas químicas, biológicas y de sus misiles
balísticos. La resistencia de Saddam a colaborar con las inspecciones de la ONU sufrió altibajos
a lo largo de los años noventa. En Abril de 1995 la ONU suavizó el embargo impuesto,
permitiendo la exportación de petróleo siempre que los beneficios fueran destinados a la compra
de alimentos, medicinas y productos esenciales para el bienestar de la población. El programa de
“petróleo por alimentos” administrado por N.U. fue utilizado para otras compras y para la
exportación de crudo de contrabando.
Tras el fin de la guerra de Afganistán y la aparición del concepto “Eje del Mal” la presión
sobre Irak se multiplicó concentrándose sobre el régimen de Saddam las acusaciones de gran
peligro para la seguridad internacional. Los argumentos esgrimidos por EEUU se centraron en los
enormes arsenales de armas de destrucción masiva que supuestamente atesoraba Saddam y en
su vinculación con Al Qaeda y el terrorismo yihadista (dos acusaciones que luego fueron
descartadas). La ambigua actitud del líder iraquí tensionó las relaciones internacionales, negándo
dichos argumentos pero comportándose en su desafía a la comunidad internacional como si
fueran ciertos. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas no encontró posturas unitarias en el
debate sobre las sanciones. Estados Unidos estaba dispuesto a atacar Irak por encima de
cualquier evidencia, en contra de la opinión de la mayor parte de sus aliados y haciendo oídos
sordos a la mayor movilización social de la historia. La radicalización de la postura
estadounidense acabó dividiendo a los europeos, la “Europa vieja” (liderada por Francia y
Alemania) y la “Europa joven y responsable” (en la que destacaba España y Polonia) que incluía la
alianza incuestionada de Reino Unido.
Un papel muy importante en la crisis internacional que precedió a la guerra fue
desempeñado por las inspecciones de la ONU. Saddam utilizó la presencia de los inspectores del
Consejo Internacional de la Energía para jugar un peligroso ejercicio de colaboración y oposición.
El Consejo de Seguridad otorgó un plazo de 30 días para que el Gobierno iraquí presentara la
relación completa de todos los programas del desarrollo de armas químicas, biológicas, nucleares
y misiles balísticos; que permitiría comprobar la inexistencia de armas de destrucción masiva; la
resolución finalizaba advirtiendo a Saddam que si no colaboraba “se expondría a graves
consecuencias”.
El secretario de Estado Collin Powell solicitó ante el Consejo de Seguridad la adopción de
inmediatas medidas de fuerza, utilizando en su argumentación pruebas, que después se
demostraron falsas. Utilizando el aún reciente dolor por los atentados terroristas,
neoconservadores y unipolaristas, coincidían en apuntar a Saddam como el peligro más inminente
de otro 11-S, pues podía activar “en horas” llegó a afirmar Blair, armas de destrucción masiva
sobre países vecinos.
Francia, Rusia y China miembros permanentes del Consejo de Seguridad defendían la
continuidad de las inspecciones, indicando que vetarían toda resolución que legitimase un ataque
militar sobre un Estado miembro. La respuesta de Washington fue la formación de una gran
alianza de respaldo político y militar a una campaña destinada a invadir Irak y derrocar el
régimen de Saddam Hussein. La administración de Bush inició conversaciones y consiguió el aval
de los gobiernos del Reino Unido, España, Portugal, Italia, Polonia, Australia y Hungría formando
una denominada Coalición de Voluntad. Aunque las sociedades de estos países, junto con las del
resto del mundo, se opusieran mayoritariamente a la guerra inminente, la decisión estaba
tomada. En las islas Azores (16 marzo 2003) cumbre líderes EEUU, GB, ESP y POR fue aprobado
el ultimátum a Saddam para proceder a su inmediato desarme.

La guerra de Irak.
Desde meses atrás Estados Unidos y Gran Bretaña estaban realizando la preparación de la
invasión sobre Irak, desplazando hombres y equipo. A diferencia de la Segunda Guerra del Golfo
(1990-91) EE.UU. no contó con el respaldo de los países árabes, salvo Kuwait, lo que dificultaba la
preparación militar, tampoco Turquía que no quería desestabilizar la región.
El 20 de marzo de 2003 comenzaron los ataques sobre Irak. Las primeras oleadas fueron
ejecutadas por misiles, seguidos de la actuación de cazas y bombarderos de largo alcance. La
aviación irakí fue incapaz de realizar una sola operación, el control absoluto del espacio aéreo
permitió una fácil ejecución de las operaciones de castigo. La invasión terrestre fue ejecutada
por divisiones acorazadas, que no encontraron apenas oposición, se tomó el puerto de Um Qasar,
de gran importancia para el desembarco de tropas y pertrechos. El rápido avance fue detenido
en la estratégica zona de Nasirya, Najaf y Kerbala, donde se produjeron las primeras bajas
importantes de la coalición. A continuación se desató una fuerte tormenta de arena que
inmovilizó el avance de las columnas de blindados. El 27 de marzo, un primer millar de
paracaidistas estadounidenses fueron lanzados en el norte kurdo, abriendo un segundo frente.
La mayor resistencia se esperaba en los alrededores de la capital, Bagdad, pero la resistencia
fue mínima, a consecuencia de los bombardeos sistemáticos y la deserción masiva de los soldados
iraquíes. El 1 de abril las tropas estadounidenses entraban en Bagdad y daban por derrocado al
régimen de Saddam, que había huído, si bien algunos combates proseguían en ciudades como
Tigrit. El 1 de Mayo el presidente George W.Bush proclamó el final de la guerra. Sin embargo, la
guerra distaba de estar concluida.
Terminadas las grandes operaciones militares, y derrocado el régimen de Saddam,
comenzaba una larga posguerra aún en curso. La disolución del ejército y la policía iraquíes
provocó una gran inseguridad pública, con la aparición de grupos terroristas que han asolado el
país desde entonces, causando gran número de bajas en las fuerzas de la coalición. A finales
2009, bajas mortales EEUU; 4.282. Sin embargo, el balance más dramático se ha producido
entre la población civil, entre 350 y 650 mil muertes. Diariamente se producen muertes en
atentados y represalias, que impiden el establecimiento de una convivencia pacífica.
La democratización de Irak, objetivo argumentado cuando se mostró la inexistencia de
armas de destrucción masiva, está lejos de conseguirse. La captura y enjuiciamiento de Saddam
Hussein (30-dic. 2006) no dieron paso a un Gobierno propio. El 28 de Junio de 2004 se entregó
formalmente la soberanía iraquí a un Gobierno provisional. Tras una Constitución aprobada por
referéndum, quedó configurado el régimen político de Irak como una República Parlamentaria
Federal. El 15 de Diciembre de 2005 fueron celebradas las primeras elecciones libres de la
historia de Irak que está fuertemente mediatizado por un conflicto interno étnico religioso
entre las tres principales comunidades, sunita, chiíta y kurda, apoyadas desde Irán y Arabia
Saudita y por otro externo, frente a las tropas extranjeras de ocupación.
Si en el momento de su triunfo sobre Saldan la popularidad de Bush alcanzó cotas de
sobresalientes en la sociedad estadounidense, la larga postguerra la hizo caer a mínimos
históricos.

TEMA 11 EEUU. (LA PRESIDENCIA DE GEORGE H. W. BUSH Y BILL CLINTON)


11.1 ELEMENTOS ESTRUCTURALES DE LA POLÍTICA ESTADOUNIDENSE.-
EE.UU. ha ido incrementando paulatinamente su poder a escala global debido a tres causas
fundamentales:
- El dinamismo de su economía y su ética del trabajo le permitieron alcanzar una acumulación de
capital y realizar unas inversiones exteriores que posicionaron sus intereses en la mayor parte
del mundo.
- La conformación de un sistema de seguridad y defensa de dimensiones y capacidades
inigualables.
- La consistencia de sus estructuras políticas y el consenso sobre los grandes principios e
intereses nacionales.
Contando con la más antigua constitución del mundo y con un sólido entramado normativo,
ha acabado desarrollando un sistema político sustancialmente diferente a los existentes en
Europa. La República Federal de régimen presidencialista se sustenta en una rigurosa división de
poderes entre las administraciones federal, estatal y local con grandes cuotas de autogobierno;
y entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, todos legitimados mediante elección directa
y fiscalización mutua.

El sistema de partidos en EE.UU.-


El singular sistema de partidos políticos resulta muy distinto al del resto de países occidentales;
dos únicas fuerzas políticas, los Partidos Republicano y Demócrata se reparten el control de
todos los niveles administrativos. La utilización de elecciones primarias para seleccionar
candidatos en el interior de los partidos y la búsqueda de financiación individual por los
candidatos hacen que las direcciones de los partidos no detenten el poder que es usual en
Europa. Se manifiesta con la amplia autonomía con la que cuentan los representantes populares y
la ausencia de lo que en Europa se denomina “obediencia de partido”.
El Partido Republicano fue reconstruido organizativa e ideológicamente en la década de
los años ochenta, recuperando las bases esenciales del moderantismo optimista de los cincuenta,
al que se sumó la práctica de un radical liberalismo económico y la defensa de unos valores que el
crecimiento de las Iglesias hacían socialmente rentables. La encarnación de esta reconstrucción
fue Ronald Reagan, el presidente republicano más influyente de las últimas décadas.
El Partido Demócrata que arrastró serios problemas de identidad desde finales de los
años sesenta, llegó al comienzo de la década de los noventa sin un programa claro y alternativo.
Su recomposición fue obra del Bill Clinton, que acercó el partido a posiciones de centro y supo
atraer tanto el voto de las clases medias como el de los trabajadores de bajo nivel de renta.
El retorno republicano al poder federal en el año 2000 obedeció al éxito de las políticas
socioeconómicas de Clinton que hizo a la sociedad estadounidense más conservadora y menos
dispuesta a contribuir a gastos sociales.
Fue precisamente el fracaso de la política fiscal y de la política internacional de Bush lo
que posibilitó el regreso al poder de los demócratas con la figura de Barack Obama.

Tendencias en la política exterior


Los estadounidenses son conscientes de la necesidad de liderazgo de la presidencia de su país y
cada vez son más conocedores de sus responsabilidades y costes -humanos y económicos- La
opinión pública estadounidense respecto a la política internacional ha oscilado en las últimas
décadas entre la tentación aislacionista, la defensa del multilateralismo y la práctica del
unilateralismo.
El aislacionismo es la tendencia de la política exterior estadounidense imperante en todo
el siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial. Tras ella, en los años 20 y 30 se retornó a una
ausencia del escenario internacional. Tras la participación en la Segunda Guerra Mundial y el
surgimiento de la Guerra Fría ya no hubo opción a volver por la senda del aislacionismo.
Al final de la Guerra Fría algunos círculos interpretaron el final de la Unión Soviética como el
triunfo de la democracia liberal y el mercado libre e intentaron de nuevo su aplicación, si bien
para entonces la globalización era un hecho definitivo que resultaba una clara contradicción.
La decidida apuesta por el multilateralismo tras el final de la 2ª Guerra Mundial y la fundación
de la Organización de las Naciones Unidas ha estado siempre contrabalanceada con una
prioritaria defensa de sus intereses. Esta práctica del unilateralismo ha contado con el apoyo
entusiasta de amplias capas sociales estadounidenses. En términos generales, hay una tendencia
del Partido Demócrata a confiar en la cooperación con otros países mediante el multilateralismo
y una tendencia del Partido Republicano a utilizar medios unilaterales, acentuándose esta
tendencia en las últimas dos décadas.

11.2 LA HERENCIA DE LA ERA REAGAN (1981-1989)


La radical oposición entre las opiniones de sus conciudadanos es la evidencia de la importancia
que la presidencia de Ronald Reagan tuvo para el desarrollo de los cambios ocasionados en los
años ochenta.

El triunfo del neoliberalismo


La política interior de Reagan supuso la introducción de programas neoliberales que incidieron en
la disminución de las políticas sociales, el aumento de la marginación y el incremento de la
desigualdad entre rentas. Tan trascendente como esto fue la estrategia seguida para controlar
el Tribunal Supremo y las más altas magistraturas cuyo objetivo era marcar un giro conservador
a la vida judicial.
La agenda doméstica de Reagan se vio marcada por la grave situación que había alcanzado
la economía nacional (12% inflación anual. 10% desempleo. Déficit comercial y financiero). La
receta aplicada fue un liberalismo radical cuyas máximas manifestaciones eran:
- La reducción de impuestos.
- La disminución del gasto público.
- La desaparición de la burocracia considerada innecesaria.
- El recorte de la inversión en los sectores prescindibles.
Su planteamiento era la reducción de la presencia del Estado en todas aquellas áreas que
el intervencionismo había invadido. El resultado de tales medidas fue el resurgimiento de la
economía estadounidense y el inicio de una nueva etapa de prosperidad.
Sin embargo, la situación en la política interior sólo a primera vista resultaba mejor. El
déficit público, a pesar de las promesas de control, aumentaba anualmente. La deuda exterior y
el déficit en la balanza de pagos crecían a un ritmo análogo como consecuencia de un dólar muy
caro que permitía comprar barato en el exterior y hacía difícil exportar. Estas razones fueron el
fondo del hundimiento de la Bolsa de Nueva York en octubre de 1987, condimentado con varios
escándalos financieros.

El endurecimiento de las relaciones internacionales .-


La presidencia de Reagan estuvo caracterizada por el endurecimiento de la posición
estadounidense en las relaciones internacionales. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial la
política exterior estadounidense ha tenido como grandes áreas de trabajo: las relaciones con la
URSS y las relaciones con el resto del mundo.
En cuanto a las primeras, era la confrontación entre dos superpotencias. La política exterior de
Reagan tuvo como objetivo imponerse de modo definitivo a su contrincante mundial. La etapa de
distensión había tocado a su fin años antes. Desde la celebración de la segunda Conferencia de
Seguridad y Cooperación en Europa en 1977 (Belgrado) la falta de entendimiento entre las dos
superpotencias era evidente y con la invasión de Afganistán en 1979 la ruptura fue total. Los
analistas de Washington detectaron en la rúbrica entre Carter y Bréznev del tratado SALT II
señales que anunciaban el agotamiento de las posibilidades de competencia armamentista
soviética. La administración Carter apostó por un rearme, ejecutado por Reagan. Esta fue la
etapa conocida como segunda guerra fría cuya característica era el incremento del gasto militar
hasta llevar a la URSS a una situación de quiebra técnica y presupuestaria. La URSS no podía dar
respuesta a la carrera de armamentos ni presupuestaria ni técnicamente, por lo que se impuso la
necesidad de negociar un desarme efectivo en 1987 con Gorbachov.
La política exterior hacia el resto del mundo complementó este endurecimiento. Su
objetivo fue convertir EE.UU. en garante de todo proceso de cambio o impedir que éste se
produjera si iba en contra de sus intereses. La línea de actuación se basaba en una exigencia
sobre la pacificación, el control del gasto y la lucha contra los sectores filocomunistas, el
sostenimiento de dictaduras de corte militar y la actuación directa para impedir la consolidación
de regímenes contrarios. Los asuntos internacionales que mayor importancia tuvieron fueron:
- El apoyo a la postura de Gran Bretaña en la invasión argentina de las islas Malvinas.
- La oposición a la consolidación de un nuevo régimen en Nicaragua tras el triunfo de la
Revolución sandinista.
- Apoyó a Israel y presión sobre al líder libio Gaddafi al que se acusaba de ser el instigador del
terrorismo internacional.
El balance final de la política exterior de Reagan resultó claramente positivo para los
intereses de EE. UU, acabando su mandato con el prestigio de haber devuelto el orgullo y la
seguridad a su país. El ejército soviético comenzó a retirarse de Afganistán, los vietnamitas de
Camboya y los cubanos de Angola. Las maniobras desestabilizadoras de Libia desaparecieron y en
Centroamérica fracasaron las iniciativas guerrilleras. Muy especialmente el Muro de Berlín había
desaparecido y el bloque del Este se encontraba en disolución.

11.3 CONTINUIDAD Y CRISIS: GEORGE BUSH (1990-1993).


George Bush había sido vicepresidente durante los ocho años de mandato de Ronald Reagan.
Favorecido por la popularidad del presidente saliente consiguió un fácil triunfo en las elecciones
de 1989. Buen conocedor de los mecanismos de la administración y de la mala situación interna
que atravesaba el país, su presidencia estuvo caracterizada por la constatación de la crisis
económica y los enormes desafíos de adaptación a un nuevo escenario internacional.
La economía estadounidense en crisis de crecimiento.
Los excesos cometidos por los sectores público y privado, hicieron que se acabara la década en
una delicada situación económica, que se fue agravando en los años posteriores. El origen del
problema radicaba en el déficit público generado durante la presidencia anterior, al que se unía
la baja productividad y el incremento de la de sus principales competidores (países europeos y
Japón). Las críticas minaban la confianza en la economía estadounidense y ponían en duda el
dogma neoliberal. El resultado final fue la peor crisis económica desde 1973 que obligó a
reconsiderar la promesa reiterada por el presidente de no subir los impuestos. En 1990 el
déficit de la Hacienda federal exigió un aumento de los impuestos y la desaparición de las
exenciones tributarias que se habían establecido. La incapacidad para frenar la crisis económica
y la ruptura de la promesa electoral de intangibilidad fiscal precipitaron la popularidad de Bush a
unos índices que ni siquiera los éxitos en el exterior pudieron enjugar.

La obligada adaptación al nuevo orden internacional.


La presidencia de George Bush debió hacer frente al mayor cambio operado en la escena
internacional desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, y a la desaparición del nucleo central
de la politica exterior de Estados Unidos en los últimos 40 años: la lucha indirecta contra la
Union Sovietica.
El arquitecto de la política exterior de Bush fue su secretario de Estado James Baker,
perteneciente a la corriente realista, que trató de reaccionar a los cambios que se operaban en
la escena internacional y de hacer consciente a la administración de los enormes desafíos que se
abrian para el país.
Las relaciones con la URSS estuvieron presididas por la prudencia y la continuidad. Bush
apoyó el proceso de reformas llevado a cabo por Gorbachov y la autonomía y posterior transición
en los países de la Europa oriental manteniendo un clima de colaboración con Moscú que evitara
cualquier utilización de la violencia. Los momentos más delicados se produjeron con la
proclamación de las independencias de los países bálticos y con el proceso de reunificación
alemana. Durante el proceso se notó una falta de iniciativa que hizo que EE.UU. fuera en muchas
ocasiones a remolque de los acontecimientos.
Una continuidad semejante respecto a la administración anterior se mantuvo en los
asuntos relacionados con América Latina. Mantuvo el apoyo estadounidense a la Contra en
Nicaragua y al bloqueo económico del Gobierno sandinista de Daniel Ortega y respaldó la
unificación de los sectores antisandinistas alcanzándose el cambio de régimen con la victoria en
las elecciones en 1990 de Violeta Barrios de Chamorro. La actuación más significativa se produjo
en Panamá. Manuel Antonio Noriega endureció el régimen y desarrolló un discurso populista que
tenía como principal objetivo la reivindicación nacionalista de la recuperación de la soberanía
sobre el canal. La escasa eficacia del bloqueo económico decretado por Bush empujó a
Washington a decidir una intervención militar en Diciembre de 1989 que provocó la huida de
Noriega.
La decisión exterior más trascendente fue el liderazgo internacional ante la invasión de
Kuwait por el Irak de Saddam Hussein (2 agosto 1990). Ante la posibilidad que Saddam acabara
controlando buena parte de las reservas de petróleo de O. Próximo, EEUU comenzó un despliege
de soldados para preparar una gran intervención militar. La política dilatoria de Saddam y los
esfuerzos diplomáticos hicieron que durante meses se fueran barajando distintas opciones,
comenzando por las sanciones económicas, mientras en la región se iban sumando fuerzas
militares de muy distintos países. Lo que el propio Saddam denominó como “la madre de todas las
batallas” comenzó el 17 de Enero de 1991 (Operación ofensiva Tormenta del Desierto). Dada la
superioridad en capacidades y potencia destructiva del mayor ejército reunido desde el final de
la Segunda Guerra Mundial, fundamentalmente basada en la fuerza aérea y el lanzamiento de
misiles, el conflicto acabó rápidamente. En Estados Unidos la guerra fue interpretada como un
conflicto nacional. La euforia por la victoria se evaporó rápido, el mantenimiento del régimen de
Saddam, el elevado coste económico de la participación estadounidense y la aparición de
denuncias sobre montajes informativos que desinformaron a la opinión pública, contribuyeron
poderosamente al descenso del apoyo a la Presidencia.

11.4 . LA VUELTA A LA PROSPERIDAD: BILL CLINTON (1993-2001).


La campaña presidencial de 1992 estuvo marcada por un enfrentamiento entre los éxitos en la
política internacional y la crisis económica interior. El Partido Demócrata eligió como candidato
al gobernador del Estado de Arkansas, Clinton, que al no disponer de formación internacional
baso su campaña en los asuntos domésticos. Los resultados finales también estuvieron influidos
por la presencia de un tercer candidato, el independiente Ross Perot, un empresario
multimillonario cuyo programa era aplicar la agenda neoliberal pero bajo un discurso populista
que alcanzó el respaldo de casi una quinta parte del voto popular que perjudicó a Bush (38%)
Clinton (43%).
William Jefferson Clinton fue investido presidente el 20 de Enero de 1993, con un
Gobierno que cumplió su promesa de salir de la crisis y sentó las bases de la etapa de
crecimiento más larga desde los años cincuenta. Con gran capacidad de trabajo y motivación
Clinton desarrolló un nuevo estilo de comunicación, más directo y persuasivo, basado en su
brillante oratoria y empatía. Utilizó los paralelismos con Kennedy, jugando su esposa una gran
influencia. Hillary Rodham Clinton fue una suerte de última consejera llegando a defender
iniciativas presidenciales ante el Congreso.
Clinton había basado su campaña en la necesidad de que “América volviera a pensar en sí
misma”. La presidencia de Clinton apostó por un liderazgo selectivo en política internacional, la
defensa de políticas sociales y el apoyo a las nuevas fórmulas empresariales de creación de
riqueza.

La salida de la crisis y el triunfo de la nueva economía.


La agenda doméstica de la administración Clinton estuvo dominada por superar la situación
económica heredada de Bush y alcanzar un consenso sobre las políticas sociales. El histórico
déficit público estadounidense mermaba su capacidad para superar la crisis económica. La
pérdida de competitividad de la economía (esp. Industria y agricultura) se vio agravada por la
salida de inversión al exterior y el comienzo de la deslocalización productiva que llevaba
emparejada la globalización. La solución encontrada se materializó en un paquete de medidas que
pueden agruparse en dos grandes bloques. El primero se basó en el recorte de los gastos
federales, con el objetivo de reducir a la mitad el gran déficit público. Se reestructuró la
administración, se recortó el número de trabajadores federales y se fue rebajando el gasto
militar. El segundo bloque se compuso de tres grandes iniciativas: se puso en marcha un sistema
fiscal más equitativo (subiendo los impuestos ligeramente, en especial los grandes patrimonios) ,
al tiempo que se incentivaban las inversiones públicas y sobre todo privadas (lo que redirigió la
inversión empresarial de nuevo al interior) y se reducían los costes laborales (incrementó la
creación de empleo). El resultado de este conjunto de reformas fue la rápida reducción del
déficit federal y la acumulación de un superávit histórico. De este modo EE.UU. recuperó el
liderazgo crediticio mundial y el dólar volvió a ser la moneda refugio.
Con estas sólidas bases la economía estadounidense desarrolló nuevos sistemas de
creación de riqueza, basados no tanto en el nº de trabajadores industriales como en la dotación
de capacidades tecnológicas que multiplicaban los índices de producción. Esta fue la revolución
de la nueva economía. La aplicación por parte de las empresas de las nuevas tecnologías a sus
procesos de producción y comercialización permitía aumentos considerables de la productividad
en todos los sectores, afectando positivamente al aumento de la competencia, el control de la
inflación y la reducción de la prima de riesgo en los mercados financieros.
El éxito de la nueva economía tuvo repercusiones directas en la economía estadounidense.
Su expansión se fundamentó en la disposición de nuevos sistemas de producción y
comercialización basados en la continua mejora de equipos informáticos y de su aplicación en red,
internet. A lo largo de los años noventa, EE.UU. era el principal país suministrador tanto de
equipos informáticos como de programas y aplicaciones. Aún más importante fue la repercusión
que su masiva difusión tuvo en el mundo empresarial. La expansión de la aplicación informática
posibilitó la creación de nuevos sectores empresariales y el aumento de la productividad en el
resto.
El saneamiento de las arcas federales y la socialización de los beneficios del incremento
de la economía hubieran podido ser utilizados para desarrollar la amplia reforma de las políticas
sociales que la administración Clinton pretendió introducir. Pero la oposición cerrada del Partido
Republicano, que desde las elecciones legislativas de 1994 contaba con la mayoría en las dos
cámaras, moderó y llegó a frenar la mayor parte de sus reformas levantando toda una
argumentación descalificatoria hacia la labor y el programa presidencial.
La radicalización y la inflexibilidad del Partido Republicano bloqueando durante meses la
aprobación de los presupuestos de 1996, acabó facilitando la estrategia de Clinton que con un
moderado programa se percibió como la candidatura más centrista y abierta al consenso ganando
la reelección en noviembre de 1996.
El segundo mandato de Clinton estuvo caracterizado por el sostenido crecimiento
económico, la moderación de los programas reformistas de las políticas sociales y, de forma
creciente, por los escándalos de todo tipo a los que debió hacer frente el matrimonio Clinton. Los
republicanos trasladaron la labor de acoso a los medios de comunicación primero, para acabar en
los tribunales y en las comisiones de investigación. Los tres asuntos más espinosos fueron los
relacionados con la búsqueda de financiación de la campaña, algunas operaciones inmobiliarias
realizadas con anterioridad a la ocupación de cargos públicos (Whitewater), y sobre todo las
relaciones extraconyugales del presidente. Su actuación en este asunto incrementó la presión de
los medios conservadores y el Senado inició un proceso de destitución por perjurio y obstrucción
a la justicia. El intento fracasó al no conseguir los dos tercios de apoyo requeridos, pero logro
oscurecer los últimos años de su mandato a pesar del elevado apoyo popular que conservó hasta
el final y que estaba motivado por el hecho de haber cogido el gobierno con el mayor déficit
fiscal de la historia y abandonarlo con el mayor superávit, a pesar de haber aumentado de forma
considerable los costes sociales.

El liderazgo selectivo.
La presidencia de Clinton fue la primera que articuló una política exterior que conscientemente
pretendía superar la herencia y los esquemas interpretativos de la Guerra Fría. La promoción de
la democracia en todo el mundo, el apoyo al desarrollo económico (basado en el libre comercio), el
control de armas de destrucción masiva y la confianza en las organizaciones internacionales, la
cooperación y el multilateralismo fueron las bases de su acción exterior.
Los secretarios de Estado de Clinton, Warren Christopher y Madelaine Albright
(reputados internacionalistas), ampliaron los criterios de intervención en la escena internacional
al tiempo que se encontraron con situaciones inéditas. La responsabilidad de ser la única
superpotencia exigía el mantenimiento de un sistema diplomático y un músculo militar que
capacitara al país para intervenir en las más variadas situaciones y afrontar muy distintos
conflictos. Dado que Clinton se esforzó por recortar los gastos en defensa, la necesidad obligó a
seleccionar los ámbitos y circunstancias en las que la intervención de EE.UU. debía ser aplicada.
Este fue el llamado liderazgo selectivo, la renuncia a desempeñar el papel de un gendarme
mundial pero la aceptación de la responsabilidad que llevaba consigo el mantenimiento del estatus
de superpotencia única.
No hubo áreas prioritarias de intervención. Desde Washington se siguió la evolución de la
nueva Rusia y se dio prioridad a los aspectos de estabilidad política y desarrollo económico.
También Europa vio disminuir la atención que le había prestado EE.UU. Sin embargo, su
intervención fue decisiva para la resolución de las guerras que siguieron a la fragmentación de
Yugoslavia, primero consiguiendo la pacificación de Bosnia (Acuerdos de Dayton, 1995), luego
limitando la agresiva política de Serbia, que culminó con la acción militar sobre Belgrado y la
ocupación de la región de Kosovo.
La degradación de las condiciones políticas en África y la aparición de fenómenos de
ingobernabilidad (estados fallidos, denominados posteriormente) requirieron un incremento de la
atención sobre el continente. En esta región se explicitaron las dudas existentes entre las
necesidades de intervención y las posibilidades de actuación. En Somalia, EE.UU. decidió retirar
sus tropas al no haber intereses nacionales en juego y la limpieza étnica (exterminio de 600 a
800 mil personas) contra la minoría tutsi en Ruanda motivó la autocrítica de M. Albright ante el
Consejo de Seguridad (“la ausencia de intereses nacionales no era óbice para mirar hacia otro
lado cuando se cometían crímenes de esa magnitud”).
Clinton puso en marcha un programa para conseguir la resolución del conflicto palestino-
israelí (con Rabin y Arafat), pero a pesar de la presión ejercida también se vio incapaz de
solucionar un conflicto enquistado durante medio siglo.
Se prestó menor atención política a las relaciones con América Latina, aunque el
crecimiento de los montos económicos encontró una institucionalización potenciadora en la
ampliación de los tratados bilaterales. De este modo, entró en vigor el Tratado de Libre
Comercio de Norteamérica (1994) y se comenzó a sondear el diseño de una gran unión aduanera
de todos los países de América. Ese mismo planteamiento se encuentra detrás del empuje al Foro
de Cooperación Económica Asia-Pacífico, observándose con preocupación el ascenso de las
economías asiáticas en tanto que cuestionan la hegemonía de EE.UU.
Uno de los campos más innovadores introducidos en el ámbito de la política exterior por la
administración Clinton fue la preocupación por el medio ambiente.El vicepresidente Al Gore fue
una de las más destacadas voces para incorporar esta causa en el debate político. La
ratificación institucional de esta preocupación fue el apoyo de EE.UU. al recorte de las emisiones
de gases contaminantes y la firma del Protocolo de Kioto, a sabiendas que el Senado no iba a
ratificarlo.

11.5 LA VOLUNTAD IMPERIAL: GEORGE W. BUSH (2001-2009).


El periodo presidencial de George W. Bush estuvo marcado por la enfática respuesta dada a los
ataques terroristas del 11 de Septiembre de 2001. Acontecimiento excepcional que exigió
medidas excepcionales, dependiendo el éxito o fracaso de esas medidas la suerte de su
presidencia. Un balance de sus dos mandatos; Bush ocupó la Casa Blanca para gobernar un país en
la cima de su poder, ejerciendo una hegemonía pacífica y con el mayor superávit fiscal de la
historia; al final de su mandato EEUU estaba empantanado en dos guerras simultaneas,
seriamente cuestionado su liderazgo mundial y el mayor déficit fiscal que nunca había tenido la
Hacienda federal, debiendo aceptar ayuda crediticia de países directamente competidores y
habiendo hecho desaparecer buena parte políticas públicas puestas en marcha por el Estado en
décadas anteriores.
Las elecciones presidenciales del año 2000 fueron las más reñidas de la historia de
EE.UU. George Bush (Gob. Texas) tuvo que enfrentarse al durante ocho años vicepresidente, Al
Gore, que consiguió la mayoría en el voto popular. Bush ganó en número de Estados y votos
electorales.
Su programa electoral fue el compendio de todas las tendencias que el conservadurismo
había generado durante los años noventa, integrando el recorte de impuestos y gastos federales,
la reducción de la presencia militar exterior y la participación de organizaciones religiosas en el
reparto de ayudas públicas. Poco de lo programado inicialmente pudo llevarse a cabo. La
conmoción causada por los atentados terroristas del 11 de septiembre obligaron al gobierno a
poner en marcha políticas inicialmente no contempladas.

Seguridad, déficit y crisis.


La política interna de George W. Bush pretendió caracterizarse inicialmente por una vuelta a los
planteamientos neoliberales del periodo Reagan, aunque aprovechando las ventajas de la
globalización económica, con un muy ambicioso recorte de los impuestos, apoyo ala actividad
empresarial y desregularización de los mercados laboral y financiero. La elección de un gabinete
marcadamente conservador y la explícita oposición a aceptar la presión de los grupos liberales
marcaron su político social, cuyos puntos más sensibles fueron el endurecimiento frente a la
inmigración, recorte ayudas a los desfavorecidos y apoyo a sectores religiosos. Sin embargo, los
ataques terroristas hicieron el reforzamiento de la seguridad fuera una prioridad gubernamental
adoptándose medidas institucionales y legislativas:
- La innovación más significativa fue la creación del Departamento de Seguridad Nacional
sobre el que recayó la responsabilidad de hacer frente a las nuevas amenazas.
- También fue creada la Dirección General de Inteligencia para facilitar la integración y
coordinación de las numerosas agencias de investigación e inteligencia.
- En el ámbito legislativo se introdujeron nuevas leyes que permitían la actuación de los
organismos federales con una amplitud que motivaron las protestas de los grupos
defensores de los derechos civiles.
El segundo campo prioritario de actuación fue el económico. En el momento de su toma de
posesión recibió el superávit fiscal más amplio de la historia e inmediatamente presentó un plan
de recortes de impuestos que se completaba con el anuncio de un sostenido recorte impositivo
durante toda una década mientras se pretendía cancelar un tercio de la deuda pública. Este
recorte se puso en marcha coincidiendo con el agotamiento del ciclo de crecimiento de la nueva
economía y el incremento de los gastos federales ocasionados por las guerras de Afganistán e
Irak. El resultado fue que tres años después del comienzo de su gestión el déficit fiscal
alcanzaba la peor situación de todos los tiempos. En condiciones ordinarias, ésta no habría sido la
mejor tesitura para afrontar unas elecciones, pero el protagonismo de las guerras en Afganistán
e Irak (victoria rápida contra Saddam Hussein), hizo que las elecciones de noviembre de 2003
fueran muy distintas a las de cuatro años antes y recibió el apoyo mayoritario del electorado.
El segundo mandato resultó una prolongación crecientemente desfavorable del primero.
Mientras las cuentas públicas sumaban rendimientos negativos, empresas y particulares se
beneficiaban de la mejora de la situación y del incremento del consumo, todo ello favorecido por
un precio del dinero históricamente bajo que permitía endeudamientos prácticamente gratuitos.
Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, fue el arquitecto de una política monetaria
que consiguió aumentar la actividad económica y combatir los efectos de la depresión de la nueva
economía, a través del abaratamiento del crédito, dejaba en manos de empresas y particulares
un mayor efectivo para la inversión y consumo, desincentivando el ahorro y promoviendo la
adquisición de créditos cada vez mayores. Los grandes bancos contemplaron la constitución de
hipotecas como el principal medio para incrementar sus cuentas ampliando su cartera de clientes
incluso entre los que no disponían de los recursos para su devolución, al mismo tiempo, los bancos
de inversión desarrollaron nuevos productos con rendimientos más atractivos, pero con un alto
grado de especulación y con una gran opacidad para el inversor final. Los créditos baratos
tuvieron en el mercado inmobiliario un efecto positivo, promoviendo la construcción y
permitiendo el acceso o mejora de la vivienda y un efecto negativo, el incremento del valor
inmobiliario por encima del valor real del mercado. Aunque las primeras señales de crisis se
mostraron en Agosto de 2007, fue un año más tarde cuando se evidenció la gravedad de ésta. El
incrementó simultáneo del interés bancario y la bajada del precio de la vivienda y la combinación
especulativa de los créditos subprime y los bonos de alto riesgo pusieron en grave riesgo la
estabilidad de todo el sistema financiero. El crédito se contrajo, las empresas vieron cortadas
sus posibilidades de inversión y los particulares las de adquisición. Se declararon en quiebra las
dos principales empresas hipotecarias del país, mientras los grandes bancos de inversión
entraban en la suspensión de pagos, e incluso algunos de ellos verían comprometida su
pervivencia. El resultado de todo el proceso fue una crisis económica que a consecuencia de la
interoperatividad de la economía internacional se extendió por todo el mundo: la primera crisis
global. La respuesta de la administración Bush se centró prioritariamente en salvaguardar su
sistema financiero. Al cierre de su presidencia, Bush aprobaba un giro respecto al neoliberalismo
que había llevado a la Casa Blanca, haciendo partícipe al Estado no sólo de las grandes políticas
económicas sino también de la dirección de las grandes empresas nacionales.

Las consecuencias exteriores del 11-S.


La política exterior y de defensa de la presidencia Bush estuvo marcada por la reacción ante los
atentados del 11 de Septiembre de 2001.
En la campaña electoral de 2000 la candidatura republicana prestó una atención muy secundaria
a la política exterior. La principal asesara de Bush en la campaña y posterior Secretaria de
Estado Condoleezza Rice. Las líneas maestras de la proyección exterior que se trataron de
materializar durante los primeros meses de la nueva administración afectaban a la composición y
despliegue de las Fuerzas Armadas; había que reducir su dimensión, mejorar su tecnología y
recortar su presencia exterior, recomponer el mapa estratégico, priorizando el seguimiento de
potencias asiáticas emergentes (especialmente China) o con armamento nuclear (Rusia)otorgando
a Europa una atención en ámbitos económicos y apuntando un incremento de relaciones con
América Latina. EEUU tras una década postguerra fría no había definido su papel en el
escenario mundial, trataba de afianzar una identidad singular, consciente de un liderazgo
incuestionable basado en su superioridad militar y hegemonía económica. La reinterpretación de
la política exterior realista aparecía como la línea fundamental del diseño de la política exterior.
Sin embargo, los atentados afectaron el diseño previo. Desde el día siguiente, una vez
determinados como ataques predeterminados, EE.UU. se declaró en estado de guerra. Antes de
un mes esa guerra era una realidad en el territorio de Afganistán, y en marzo de 2003 se abrió
una segunda contienda en Irak. El desencadenamiento de estas guerras y la persistencia de los
conflictos modificaron profundamente tanto la política exterior como la percepción de su
actuación en el resto del mundo.

11.6. CAMBIO Y REFUNDACIÓN: BARACK OBAMA (2009).


Con el lema “Yes, We Can”, un joven e inexperto senador por Illinois, consiguió ganar la más
original y seguida campaña electoral de las últimas décadas. Barak Hussein Obama se impuso
contra todos los pronósticos utilizando herramientas del siglo XXI frente a criterios y métodos
aún anclados en la tradición, con un discurso que enfatizaba la denuncia de los problemas más que
realizando promesas de resolución.
La campaña de Obama se centró en presentar la necesidad de un cambio profundo,
realizando una llamada a la ciudadanía y utilizando una capacidad de movilización, motivación y
convicción incontestables. Obama obtuvo una mayoría de votos que evidenció el deseo y la
voluntad de un país agobiado por la crisis económica y cansado de campañas bélicas.
Sobre el nuevo presidente se habían concentrado un enorme número de expectativas
desde todos los sectores, tanto internos como internacionales. Con dos guerras enquistadas y
una crisis económica debía hacer frente a una reconciliación social al tiempo que trataba de
recomponer el sistema de alianzas exteriores dañado por las políticas unilateralistas de la
administración anterior,
En política interior la prioridad fundamenta se encontraba en hacer frente a la grave
situación económica motivada por la crisis financiera y la quiebra del mercado hipotecario. En el
segundo año de su mandato, con las primeras cifras que señalaban el final de la crisis,
incrementó los sistemas de control de las direcciones empresariales y financieras tanto por los
accionistas de las mismas como por las autoridades gubernamentales. Sin embargo, en la agenda
doméstica el primer gran triunfo de su administración fue sacar adelante la reforma sanitaria.
Obama sorprendió al proponer la continuidad del secretario de Defensa Robert Gates, para
reducir la presencia militar estadounidense en Irak y acabar la pacificación de Afganistán.
Recomponer consensos, recuperar el liderazgo y adoptar posiciones positivas en los grandes
temas globales fueron los objetivos de la política exterior encargada a Hillary Clinton. El cambio
de estrategia se visualizó en la lucha contra el cambio climático o la reducción de las armas
nucleares. Sin embargo, los logros fundamentales radicaron en una mejora en las relaciones con
sus aliados tradicionales (nueva interlocución con la Unión Europea, dotación nueva estrategia
para la OTAN, incremento de la atención a América Latina), una reformulación de las relaciones
bilaterales con otras potencias (esp. China, Rusia, Japon y India) y una sustancial mejora de la
imagen exterior ante la opinión pública internacional, razones argumentadas para otorgar a
Obama el Premio Nobel de la Paz en 2009.

TEMA 13: DEMOCRACIA Y DESARROLLO EN AMÉRICA LATINA.


INTRODUCCIÓN
A pesar de su gran heterogeneidad, pueden señalarse unas características generales para el
conjunto de los países latinoamericanos, cuya evolución contempla vectores muy semejantes a los
largo de los últimos veinte años. Políticamente, los sistemas autoritarios y dictatoriales de las
últimas décadas dejaron paso a regímenes democráticos, aún con limitaciones y tensiones que no
permiten considerarlos plenamente consolidados. En el campo económico, tras el retorno a la
ortodoxia de las instituciones financieras internacionales (década años 90) y la liberación
económica en la década de los 2000 supuso una vuelta a las “tentaciones” intervencionistas y
proteccionistas , en parte por el fracaso estrepitoso de las experiencias liberales mas señeras
anteriores, como la Argentina. Este último ciclo se caracteriza por la reiteración de las crisis y
el mayor crecimiento del conjunto de las economías latinoamericanas, gracias al incremento de
los precios de las materias primas. Las dos últimas décadas las sociedades de la región se han
visto transformadas de forma acelerada, destacando en sus aspectos menos favorables el
incremento del proceso urbanizador, la profundización de las diferencias sociales al agravarse el
diferencial de riqueza o la ruptura de las raíces tradicionales y la aculturación, pero al mismo
tiempo se ha producido un salto cualitativo en todos los niveles educativos, se ha incrementado
considerablemente el papel de la mujer y han descendido los prejuicios étnicos.

13.1. LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA


La oleada democratizadora.
A mediados de los años setenta en Ame. Latina existía una minoría de países gobernados por
Gobiernos democráticos y una amplia variedad de regímenes autoritarios y dictatoriales. La
pervivencia del Estado de derecho en la región fue difícil a lo largo del siglo XX, alcanzando su
peor situación a mediados de los años setenta en que existían en América Latina una amplia
variedad de regímenes autoritarios y dictatoriales. Respondiendo a dinámicas internas, a lo largo
de los años ochenta, se produjo un cambio de tendencia que posibilitó la emergencia de
Gobiernos democráticos.
La expansión de la democracia en América Latina se insertaría, según la influyente obra
La tercera ola. La democratización a finales del siglo XX de Samuel Huntington, en una tercera
oleada que comenzó en la Península Ibérica a mediados de los años setenta, se multiplicó al otro
lado del Atlántico a lo largo de los ochenta y culminó a comienzos de los años noventa en los
antiguos países de Europa del Este.
En la mayor parte de los casos el paso de Gobiernos autoritarios a regímenes
democráticos se produjo a través de un traspaso formal de competencias. En ningún país de la
región se produjo el cambio de régimen como consecuencia de revoluciones, levantamientos o
golpes de Estado. A pesar de su sincronía, las motivaciones de la transferencia de poder se
debieron a dinámicas internas que impidieron la continuidad de los Gobiernos militares. En los
países centroamericanos se produjeron como consecuencia de una búsqueda de solución al
conflicto armado motivado por la pervivencia de las guerrillas. En Brasil fue la propia junta
militar la que propició una progresiva transición. La humillante derrota en la campaña por la
recuperación de las Malvinas motivo que la junta militar que gobernaba en Argentina, depusiera
sus poderes y diera el paso de Gobiernos civiles en Argentina. La junta militar chilena presidida
por A. Pinochet, fracasó en su intento de perpetuación en el poder, propiciando un plebiscito
sobre cambios constitucionales que motivó el comienzo de una transición tutelada. En el fondo de
todos estos procesos se encuentra el impacto de la crisis económica de comienzo de los ochenta
y el cambio de coyuntura financiera mundial que multiplicó los intereses de la deuda (década
perdida).
Los sistemas democráticos se consolidaron a lo largo de los años noventa con el desafío de
la recuperación socioeconómica y el establecimiento de sólidas bases para la profundización de la
gobernabilidad democrática. Sin embargo la región no ha estado exenta de procesos abruptos
que han roto la continuidad institucional.
La mejora de la coyuntura económica durante los años noventa y el largo ciclo alcista de la
primera década del siglo XXI han permitido el mantenimiento de la fidelidad ciudadana hacia la
democracia, si bien en las coyunturas de crisis la tentación de búsqueda de atajos en la
recuperación ha propiciado el ascenso de prácticas políticas no siempre acordes con la
gobernabilidad democrática.

La oleada populista.
En la historia de América Latina es posible encontrar numerosos ejemplos de la utilización de la
supuesta voluntad popular para legitimar a través de cauces no institucionales la ejecución de
medidas o programas que ayuden a transformar una realidad establecida. El populismo es la
promesa de satisfacción inmediata de las demandas sociales por medio de la acción todopoderosa
de un líder político; la desconfianza en los partidos políticos clásicos, la impaciencia ante los
procedimientos institucionales y la vinculación afectiva a un líder carismático son las bases
estructurales de su respaldo social. El populismo forma parte inherente en la vida política
latinoamericana y sus prácticas se han extendido a todo el espectro político en la mayor parte de
los países de la región en las últimas décadas.
A lo largo del último siglo se han producido tres oleadas populistas en el subcontinente.
- La primera se encuentra con antelación a 1930, vinculada a la figura del caudillo decimonónico;
la etapa clásica del populismo latinoamericano se produjo en la mitad del siglo XX, con figuras
como Juan Domingo Perón en Argentina y Getulio Vargas en Brasil. La más reciente oleada se ha
extendido a lo largo de las últimas dos décadas con dos versiones bien distintas.
- En los años noventa se impuso un neopopulismo conservador, los casos más significativos son
Carlos Menem en Argentina y Alberto Fujimori en Perú.
- En la primera década del siglo XXI se desarrolló un populismo de izquierdas antagónico al
anterior. Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Néstor
Kirchner en Argentina han sido los ejemplos más destacados de la última oleada populista.
Existen sustanciales diferencias entre las distintas oleadas populistas. Mientras que en
las dos primeras fases el ejercicio del poder de los gobernantes populistas se asentó sobre
procedimientos autoritarios, en la más reciente se han utilizado los procesos electorales libres,
estructurando partidos políticos y movimientos sociales de respaldo y legitimando desde un
primer momento su ejercicio del poder por el triunfo de las urnas. A diferencia del populismo de
los años noventa, con prácticas neoliberales, el populismo del periodo clásico y de comienzos del
siglo XXI ha utilizado planteamientos nacionalistas y autárquicos, oponiéndose a las tesis
generales de la economía de mercado y a las corrientes de integración económica internacional.

El limitado desarrollo económico.


Desde finales de los años setenta América Latina entró en la peor crisis de su historia. México y
Venezuela, ambos productores de petróleo dilapidaron los beneficios de su exportación por la
especulación, la huida de capitales y la corrupción de las élites políticas. La crisis afectó
plenamente a los países de América Latina como consecuencia de la elevación de los tipos de
interés aplicados a la deuda externa y el fin del ciclo desarrollista basado en las exportaciones.
Los Estados se endeudaron masivamente para pagar los créditos antes suscritos y para reflotar
los créditos privados de empresas que eran nacionalizadas ante su declaración de quiebra
viéndose incapaces de pagar los intereses, por lo que el bloqueo económico fue total. Se generó
un estancamiento generalizado y esta gran depresión ha sido denominada como la Década
perdida.
Durante los años noventa se conjugaron políticas económicas que tendían a la
homologación con los criterios de las instituciones financieras internacionales. La liberalización
del mercado comercial y laboral, las reformas fiscales y la privatización de empresas públicas
tuvieron un efecto macroeconómico muy positivo. El aumento de las exportaciones y la
reanudación de la entrada de capitales aumentaron posibilitaron una balanza de pagos más sólida,
pero de nuevo dependiente de flujos externos.
Esta dependencia exterior y la fragilidad de las bases sobre las que se sustentaba el
crecimiento explican que los indicadores macroeconómicos positivos fueran alcanzados al mismo
tiempo que se sucedían crisis de gran profundidad. En 1994 México padeció una inesperada crisis
(inestabilidad creada por la revolución zapatista) que se extendió al resto del continente, el
efecto tequila. Las inversiones norteamericanas y europeas fueron sustituidas por capitales
españoles. La caída de los mercados del Sureste asiático en 1998 que repercutió negativamente
en América Latina, también la crisis de 1999 ocasionada por devaluación de la moneda brasileña.
Sin embargo, la más dramática crisis fue en Argentina entre 2001 y 2003 con el secuestro
gubernamental del los ahorros privados, el fin de la paridad peso-dólar y la quiebra de numerosas
entidades que tuvo un efectos devastador en el tejido industrial, el mercado de trabajo y el
consumo interno.
La primera década del siglo XXI fue de gran dinamismo en el campo económico. La
superación de los efectos de la crisis, la rentabilidad de las políticas de reajuste, el
mantenimiento de la inversión exterior, favorecido por la estabilidad institucional, el entorno
externo favorable y sobre todo al incremento del precio de las materias primas, especialmente
hidrocarburos y productos alimentarios produjeron una mejora sustancial en todos los índices. El
impacto de la crisis global truncó esta dinámica, contrajo el crecimiento hasta alcanzar la
recesión. Sin embargo, esta crisis encuentra a la región mejor preparada que en décadas pasadas
e incluso países como Brasil, Perú y Chile mostraban el retorno al camino del crecimiento desde
el primer semestre de 2010.
A nivel global América Latina tan sólo tiene trascendencia como suministrador de
materias primas y su crecimiento actual está lejos del que sostienen otros países y regiones en
vías de desarrollo. En conjunto su importancia en el mercado global está disminuyendo de forma
constante desde los años setenta. El éxito de las economías de algunos países no puede
compensar la pérdida de competitividad e influencia a nivel mundial de la economía
latinoamericana.

Crecimiento demográfico y conflictividad social.


Uno de los rasgos más sobresalientes de América Latina ha sido el crecimiento demográfico de
la zonaque ha sido motivado por el descenso de la mortalidad gracias a la mejora de las
condiciones de vida y la mejora de la sanidad. (A comienzos siglo XX tenía 60 millones hab., a
mediados 159 mill., y a final de siglo 540 mill. hab.) La población se encuentra muy desigualmente
repartida, con altas densidades en el centro de México, el este brasileño y el estuario del río de
la Plata, frente a la práctica despoblación amazónica o del norte de Chile. El rasgo más
significativo ha sido el abandono de las zonas rurales y el crecimiento de las ciudades, que en
casos puntuales han conformado algunas de las megalópolis más grandes del mundo. Esto ha
tenido consecuencias negativas ante la imposibilidad de atender las necesidades de
infraestructuras y viviendas, incrementar el mercado laboral al mismo ritmo y conseguir integrar
a la nueva población; con el resultado de la ampliación constante de barrios marginales, con una
población desempleada o subempleada y con pésimas condiciones de vida, estallando en ocasiones
conflictos sociales y con proliferación de la delincuencia organizada.
La conflictividad social no sólo responde a la degeneración del crecimiento urbano; sino
que ahonda sus raíces en la oposición campo-ciudad, la diversidad étnica y cultural, en los altos
niveles de analfabetismo y especialmente en el muy desigual reparto de la riqueza.

Procesos de integración.
Durante la década de los años noventa se materializaron los procesos de integración económica
más ambiciosos y efectivos de la historia latinoamericana. Desde 1969 persiste la Comunidad
Andina de Naciones (CAN, integrada por Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y hasta 2006,
Venezuela) pero con resultados bastantes parcos. Más alcance tuvo el proyecto de un mercado
unificado de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay que tomó el nombre de Mercado Común del
Sur (MERCOSUR). Desde 1999 forman los países integrados un área sin arancel aduanero, salvo
en los sectores del azúcar y automovilístico. A lo largo de la última década se han profundizado
los programas de cooperación y se ha producido una institucionalización de mayor nivel y desde
2006 cuenta con un Parlamento con sede en Montevideo. Venezuela solicitó ese mismo años su
integración, Bolivia comenzó los tramites de incorporación al año siguiente y los países de la CAN
y Chile son miembros observadores.
En la primer década del siglo XXI los gobiernos del subcontinente lanzaron el proyecto
más ambicioso de cooperación e integración, la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR),
vertebrando un espacio geográfico muy definido y muy variado social y económicamente que
presenta la necesidad de una urgente cooperación supranacional que ayude la establecimiento de
instituciones fuertes y responsable que garanticen la gobernabilidad y el desarrollo de la región.
Ninguno de los doce países ha querido quedarse al margen de este proyecto.
La creación y el desarrollo de UNASUR es fruto de cambios estructurales en las políticas
exteriores nacionales y las relaciones internacionales de Suramérica. Emerge una agenda que
prioriza las dimensiones sociales, políticas y de seguridad centrando los aspectos económicos en
los campos de la energía y las infraestructuras. UNASUR visualiza una unidad geográfica muy
definible y con gran homogeneidad. Este proyecto coincide con un ciclo político inaugurado por
nuevos Gobiernos de izquierdas y con liderazgos regionales que promueven una mayor autonomía
de la región frente a EE.UU. La capacidad de actuación de la que ya ha hecho gala UNASUR en la
gestión de crisis parece haber relegado a un segundo plano a la OEA y evidenciado el liderazgo
brasileño en su seno.

La geopolítica latinoamericana.
Tradicionalmente la geopolítica latinoamericana ha tenido dos vectores fundamentales: el
indiscutible liderazgo estadounidense y la percepción de desconfianza de un país sobre las
capacidades de su vecino. A lo largo de la primera década del siglo XXI la geopolítica
suramericana se caracterizó por las notables ausencias de actuación estadounidense ante los
acontecimientos que en Suramérica que protagonizaron algunos países de la región y la incidencia
sobre las relaciones suramericanas de proyectos antagónicos de proyección exterior (ejem. La
revolución bolivariana). Pero por encima de todo ello, se evidenciaron tres dinámicas
estructurales que fundamentaban las agendas exteriores: la primacía de las políticas bilaterales,
más allá de los esfuerzos de integración; la pervivencia de las referencias tradicionales,
persistiendo la apreciación del vecino como principal amenaza potencial y el incremento
sustancial de las tensiones bilaterales y el aumento de los presupuestos de defensa.
La disminución del interés de EE.UU. en la región ha propiciado a un cambio de correlación
de fuerzas regionales, emergiendo proyectos alternativos de proyección exterior y dando lugar a
políticas activas de captación de intereses. Brasil, Argentina, Chile, Colombia y Venezuela, se
disputan el liderazgo regional si bien la actuación más sistemática, coherente y convincente es la
de Brasil. Los proyectos de cooperación interestatales más ambiciosos fueron auspiciados por
Brasil que sin embargo, mantiene una política de negación ante concesiones de soberanía. Los
elementos más innovadores y a la vez más desestabilizadores son la vocación de expansión
continental de la revolución bolivariana, lanzada por Hugo Chávez y la creciente articulación
política de las poblaciones indígenas autodenominadas “pueblos originarios”.
El alcance de estas transformaciones está en relación directa de las capacidades
nacionales y la ambición de las políticas exteriores y de defensa. Las políticas exteriores de
mayor proyección en el conjunto de América Latina han sido las de Venezuela y Brasil, con la gran
diferencia entre sus objetivos prioritarios, mientras Brasil buscaba mercados, Venezuela
buscaba aliados. El tercer proceso en marcha es el indigenista, que ya alcanzó el poder en Bolivia
y cuenta con apoyo sustancial en Perú y Ecuador.
Inseguridad y crimen organizado como amenazas de la gobernabilidad.
En América Latina, aunque buena parte de sus ejércitos participa en misiones internacionales, no
se ha producido una verdadera reforma en la concepción estratégica y en las políticas de
seguridad y defensa. La principal razón de esta permanencia es la persistencia de unas amenazas
tradicionales que distan mucho de ser meramente formales (mediados 90 guerra Perú-Ecu. 94
F.Armadas Colombia penetraron en territorio ecuatoriano, atacar asentamiento FARC.
Los conflictos tradicionales pueden surgir con fuerzas a consecuencia de disputas por
causas de límites y reclamaciones territoriales.
El nacionalismo irredentista ha sido siempre utilizado como instrumento de vertebración
interior y anulación de presiones sobe el Ejecutivo, y su alto valor como arma política puede
resultar muy útil en coyunturas de crisis. En manos de líderes populistas es manejado
habitualmente en el discurso y puede ser la salida ante una situación compleja. En la actualidad
las reclamaciones territoriales mantienen tensiones que pueden ser utilizadas para los mismos
fines.
El final de los gobiernos autoritarios explica el nuevo ascenso de las tensiones bilaterales,
se cambió el discurso de enemigo interno por el de enemigo externo y este era el vecino más
cercano.
Las dos principales amenazas a la seguridad en América Latina son la amenaza terrorista
que proveniente fundamentalmente de la antigua guerrilla reconvertida en cartel del
narcotráfico y de las grandes organizaciones transnacionales de delincuencia organizada y la
descomposición institucional susceptible de degenerar en Estado fallido, como lo muestra la
cruda realidad de Haití y el incremento de las muestras de incapacidad institucional para frenar
la inseguridad y la acción del crimen organizado (Guatemala y Honduras). Mientras, en Bolivia
crecen las tensiones regionales y étnicas.
El conjunto de América Latina padece unos extraordinarios niveles de inseguridad, en
buena parte motivados por una delincuencia común que ha escalado niveles hasta conformar
organizaciones transnacionales dedicadas al tráfico ilícito de todo tipo de bienes (drogas, armas
y seres humanos). Las riquezas generadas por estos comercios ilícitos de estas actividades,
insertadas en el mercado financiero tiene como consecuencia el incremento de la corrupción de
las instituciones y el aumento de la ingobernabilidad estatal. Varios países suramericanos han
padecido en la última década episodios de extrema gravedad, con movimientos sociales, capaces
de derrocar sucesivos presidentes constitucionales (ARG, BOL, ECU) golpes de Estado cívico-
militares (VEN-HON) actuación organizaciones narcoterroristas (COL-PER-MEX) y emergencia
organizaciones criminales (BRA-GUA-EL Sal)
El combate al crimen organizado y los tráficos ilícitos (especialmente el narcotráfico) ha
dejado de ser una misión policial exclusiva en América Latina, para centralizar buena parte de la
actuación de las Fuerzas Armadas. El problema está extendido por toda la región y en Brasil y
México los cárteles monopolizan la introducción de cocaína y heroína a EE.UU. con unos
beneficios que les permite sostener amplias redes clientelares y corromper las instituciones, El
crimen organizado y el narcotráfico se han convertido en una amenaza directa a la seguridad de
todo el continente.
TEMA 13: ALEMANIA, GRAN BRETAÑA Y FRANCIA DESDE 1989.
INTRODUCCIÓN
La Unión Europea (UE) es una experiencia de integración única en el mundo, pero sigue estando
compuesta por un conjunto de Estados soberanos que mantienen su propia identidad cultural y
política.

13.1. ALEMANIA: UNIÓN, RECONSTRUCCIÓN Y LIDERAZGO.


La reunificación de Alemania separadas durante cuatro décadas y la reunión de las dos Europas
escindidas durante la Guerra Fría dibujaron una nueva realidad continental. Utilizando como base
su sólida economía, la hábil y eficaz diplomacia consiguió reaccionar rápidamente a los tambaleos
del Este y tomar la iniciativa para realizar la unificación con la que pasó a ser el corazón de
Europa. El proceso de reunificación fue muy rápido, de mayo a setiembre de 1990 una serie de
tratados bilaterales prepararon los cambios constitucionales, económicos y sociales para la
incorporación de la RDA a la RFA el 3 de octubre de 1990.
La Alemania reunificada por su mayor demografía, su ubicación geográfica y su gran
desarrollo económico pasó a ejercer un claro liderazgo dentro de una Europa inmersa en un
proceso de transformación institucional y política. La fortaleza alemana tuvo mucho que ver en
las transiciones hacia la democracia de los países del Este y la apertura de negociaciones para la
integración en la UE. Las diferencias socioeconómicas entre ambos lados del muro fueron más
difíciles de solventar que los obstáculos constitucionales o de influencia exterior. Mientras los
alemanes occidentales manifestaban su preocupación ante el precio económico que suponía la
anexión, los ciudadanos de la antigua RDA denunciaban la falta de solidaridad y la permanencia
de prejuicios. A pesar del alto coste económico, la mayor parte de la población respaldó la
decisión política.
Es necesario reconocer el liderazgo ejercido por el Gobierno de Helmut Kohl que había
alcanzado el gobierno en octubre de 1982. En 1989 Kohl era uno de los principales líderes
europeos y su gestión en la unificación le consagró definitivamente. La democracia cristiana
(CDU) venció en las primeras elecciones de la nueva Alemania, diciembre de 1990, e inició su
cuarto como canciller, el más complicado hasta la fecha a consecuencia del estallido de la crisis
económica (1993), el incremento del desempleo y las críticas internas a la nueva política exterior
(misiones soldados ALE en el exterior). Las muestras de recuperación y creación de riqueza
previas a las elecciones de octubre de 1994, junto a la mala campaña del partido socialdemócrata
le permitieron volver a imponerse. La quinta legislatura del Gobierno Kohl se caracterizó por un
mayor protagonismo de la política exterior, las dificultades para cumplir los requisitos de su
incorporación a la nueva moneda común, el euro, y la salida a la luz de escándalos que minaron la
popularidad del canciller. Su voluntad de persistir en el cargo hizo que en las elecciones de
septiembre de 1998 con un discurso innovador y un nuevo líder, Gerard Schroeder, el Partido
Socialdemócrata (SPD) consiguiera la victoria electoral y formara Gobierno en coalición con Los
Verdes. El Gobierno de Schröder incrementó la participación del Estado en la conducción
económica, realizó una reforma fiscal y de las pensiones, reformó el código de nacionalidad e
introdujo importantes medidas de protección ecológica, ahorro energético y apuesta por las
energías renovables. En política exterior mantuvo una gran continuidad, reforzando el liderazgo
de Alemania en Europa y aumentando sus responsabilidades en la seguridad internacional. A
pesar de continuar defendiendo posturas atlantistas y de participar en la intervención de
Afganistán, las relaciones con EE.UU. sufrieron un giro, en contra de la agresiva política de Bush.
La trascendencia de este posicionamiento hizo que el SPD se impusiera en las elecciones de
septiembre de 2002. Durante el segundo mandato, también en coalición con Los Verdes, se puso
en marcha un ambicioso programa socioeconómico, Agenda 2010, centrado en la creación de
empleo, la reforma sanitaria y de las pensiones y la mejora para la integración de los inmigrantes.
La persistencia del desempleo y los resultados electorales regionales, le hicieron adelantar las
elecciones a setiembre de 2005, y la CDU se impuso por un estrecho margen.
La apretada victoria de Angela Merkel en 2005 impuso La Gran Coalición, una coalición
entre los dos grandes partidos. El SPD tendría más ministros a cambio de respaldar el
nombramiento de Angela Merkel, del CDU, como canciller que convirtiéndose en la primera mujer
canciller y el primer gobernante federal procedente de la extinta RDA. La primera legislatura se
caracterizó por la necesidad de consenso con sus socios de Gobierno, una nueva reforma
tributaria redujo la progresividad fiscal y se mantuvo el programa de cierre de centrales
nucleares para 2020. Durante su semestre de presidencia europea, Merkel impulsó la superación
de la parálisis producida por la no aprobación del Tratado Constitucional lanzando la iniciativa
que concluyó con el Tratado de Lisboa. Esta recuperación del liderazgo en la UE junto con la
mejora de las cifras macroeconómicas y la creación de empleo condujo a que en las elecciones de
septiembre de 2009 la CDU consiguiera una amplia victoria, manteniéndose Angela Merkel en la
Cancillería apoyada en una coalición de Gobierno con los liberales.

13.2. GRAN BRETAÑA: RECUPERACIÓN Y PECULIARIDAD


En Gran Bretaña en 1987, tras tres mandatos consecutivos Margaret Tatcher se encontró con
fuertes disputas dentro de su partido. El fondo del problema radicaba en la escisión dentro del
Partido Conservador de dos corrientes antagónicas respecto a Europa, los euroescépticos que
pretendían retrotraer la incorporación de Gran Bretaña al proyecto europeo y los partidarios de
una integración efectiva eficiente en la Comunidad Europea. Por otro parte, el deseo de hacer
recaer los gastos de las administraciones locales y regionales sobre los ciudadanos respectivos
hizo que se aumentaran los impuestos provocando movilizaciones y la caída de popularidad de la
Primer Ministro. Esta situación, unidad a la incidencia en Gran Bretaña de la crisis económica
internacional y las tensiones generadas en el interior de su propio Gobierno hizo anunciar su
retirada en noviembre de 1990. Su ministro de Hacienda, John Major, fue elegido para
sucederla.
El Gobierno del conservador John Major (1990–1997) mantuvo un discurso
aparentemente crítico con el proceso de conformación europea, pero supo hacer partícipe a Gran
Bretaña de los grandes pasos de construcción europea (Tratados de Maastrich y Amsterdam),
aun manteniendo a la libra esterlina fuera del proceso de fusión en el euro. Un proceso
semejante se siguió con el IRA, se mantuvo un firme discurso público, pero se negoció con
representantes de la organización hasta lograr en 1994 un alto el fuego que abría posibilidades
de diálogo. Semanas después siguieron el ejemplo los grupos paramilitares de carácter contrario,
pacificando Irlanda del Norte. Fueron los grandes triunfos de Major, sin embargo, los problemas
de liderazgo y de división interna ocasionaron la derrota conservadora en las elecciones de 1997.
El laborismo británico había transformado profundamente el partido. Una nueva
generación de políticos había renovado el discurso y los objetivos del partido abriéndose a
nuevos nichos electorales. Era el nuevo laborismo o tercera vía, una renovación de la
socialdemocracia que optaba por usar la experiencia de la gestión del mercado y los logros de la
globalización para conseguir un más extenso, equitativo y eficaz reparto de la riqueza. Al frente
de esta generación se encontraba desde 1994 Tony Blair y en las elecciones de mayo de 1997 el
Partido Laborista se impuso por mayoría absoluta. Su gestión política durante la primera
legislatura se centró en definir el papel de Gran Bretaña en la UE, alcanzar una pacificación
definitiva en Irlanda del Norte, trabajar para recuperar los sistemas públicos de salud y
educación y abordar reformas institucionales, creación de las asambleas de Escocia y Gales,
anulación del carácter hereditario de permanencia a la Cámara de los Lores y creación del
alcalde de Londres.
La negociación entre los diferentes actores políticos norirlandeses condujeron al acuerdo
del Viernes Santo en el castillo de Stormont y aunque el proceso tuvo periodos de tensión que
amenazaron con la ruptura ha sido un éxito relativo: en 2005 el IRA anunció el cese de la lucha
armada, dándose por disuelto en 2008, y los grupos paramilitares protestantes desaparecieron.
Blair convocó elecciones en junio de 2001. La buena situación económica, la mejor proyección
exterior y la resolución del problema norirlandés hicieron que el Partido Laborista se impusiera
de nuevo por mayoría absoluta. La segunda legislatura se caracterizó por el apoyo inquebrantable
de Blair a la política exterior de EE.UU., especialmente en la implicación de Gran Bretaña en las
guerras de Afganistán e Irak, en contra de la opinión pública mayoritaria. El éxito inicial de
estas campañas y el importante crecimiento económico de mediados de la década hicieron
posible la tercera victoria laborista por mayoría absoluta en 2005. Sin embargo, la actuación
exterior pronto se volvió en su contra y aparecieron figuras dentro del partido que exigían
responsabilidades por la implicación de Gran Bretaña en la guerra ilícita de Irak. Blair facilitó la
renovación de su Gobierno y fue elegido primer ministro Gordon Brown, ministro de Hacienda
durante todo su mandato y su principal compañero en la reforma del laborismo.
El mandato de Gordon Brown debe ser visto como una continuidad. Lo más importante de
su mandato fue su coincidencia con el estallido de la crisis global. El importante crecimiento de
los años anteriores impidió una reacción decidida del que había sido el director de la economía
británica. El mantenimiento de los gastos, el recorte de los ingresos fiscales y la reducción de
los ingresos por la bajada del comercio hicieron que en el 2009 se incrementara el déficit
público considerablemente. Las resultados lectorales de las elecciones de 2010 dieron el triunfo
al Partido Conservador, con David Cameron como líder, necesitando de una coalición de Gobierno
con el Partido Liberal, cuyo líder, Nick Clegg ocupó el cargo de viceprimer ministro. La prioridad
del Gobierno conservador-liberal era mejorar la acuciante situación económica y rebajar el
déficit público.

13 .3. FRANCIA: LAS DIFICULTADES DE LA GRANDEUR


La V República Francesa vivió su mayor cambio de poder en mayo de 1981 cuando el líder del
Partido Socialista (PSF) François Mitterrand entró en el poder. El poder ejecutivo de la V
República francesa se encuentra dividido entre un poderoso Presidente de la República, que
ostenta competencias exclusivas, y un Gobierno responsable ante la Asamblea Legislativa. Las
elecciones legislativas de 1986 dieron el triunfo a una coalición de fuerzas conservadoras y la
mayoría en la Asamblea Francesa aprobó la conformación de un gobierno presidio por Jacques
Chirac. Por primera vez el presidente de la República, François Mitterrand líder del Partido
Socialista, y el presidente del Gobierno pertenecían a partidos distintos e ideologías antagónicas
obligando a la introducción de nuevos procedimientos de armonización gubernamental que acabó
denominándose cohabitación. El Gobierno de centroderecha reprivatizó algunas empresas
anteriormente nacionalizadas, pasó a gestión privada el primer canal de TV pública (RTF),
introdujo reformas fiscales de bajada de tipos y lanzó un programa de reforma universitaria. En
mayo 1988 se celebraron nuevas elecciones presidenciales y los resultados fueron favorables a
Mitterrand.
En 1989 Mitterrand supo convertir el centenario la Revolución Francesa en un acto de
reafirmación nacional y proyección de la imagen de modernidad al exterior consiguiendo
reivindicar las aportaciones de Francia al mundo contemporáneo y relanzar la imagen de un país
que había visto disminuir su capacidad de influencia.
Tras conseguir el triunfo electoral, Mitterrand disolvió la Asamblea y convocó elecciones
legislativas, en las que PSF obtuvo una mayoría relativa que obligó a la búsqueda de apoyos
puntuales durante toda la legislatura. Al frente del ejecutivo se sucedieron Michel Rocard, Ëdith
Cresson y Pierre Bérégovoy. La escasa mayoría y las tensiones dentro del PSF caracterizaron
este periodo por la inestabilidad. En las elecciones de 1993 se impuso la coalición RPR–UDF,
produciéndose la segunda cohabitación. La Asamblea eligió como Presidente de Gobierno a
Édouard Balladur. Su programa se centró en la liberalización económica, tratando de insertar a
Francia en el mercado internacional, la formación técnica, las infraestructuras y la flexibilidad
en el empleo.
Las elecciones presidenciales de 1995 las ganó Jacques Chirac volviendo la derecha
gaullista al Eliseo. Propuso un desarrollo económico vinculado a la justicia, recuperó la visión del
Estado republicano y la cohesión nacional, recuperó un nacionalismo proyectivo y la permanencia
de un franco fuerte en el momento más álgido de construcción europea y de fortalecimiento del
sistema monetario común y se reanudaron las pruebas nucleares en una época de recortes en
defensa. La política exterior de Chirac persiguió reincorporar a Francia al liderazgo de la
construcción europea y relanzar una política exterior de relieve e independencia. Incrementó la
participación militar para acaba con la guerra civil en Bosnia, anunció la paulatina incorporación
en la OTAN y trató de reducir la influencia de EE.UU. en Europa. Y se opuso a la presión que
Washington ejerció en Naciones Unidas para conseguir el respaldo a la decisión del Gobierno
Bush de atacar Irak en 2003. El eje franco-alemán también se resintió de los cambios de
orientación en la política exterior cambiando la capacidad de influencia entre ambas partes.
Alain Juppé al frente del Gobierno puso en marcha un plan de austeridad económica con
una reforma fiscal con incrementos impositivos, una congelación salarial para los funcionarios y
una reforma de la cobertura social. Estas reformas suscitaron una amplia protesta, pero
resultaban imprescindibles para reducir el déficit y cumplir las exigencias para la incorporación
al euro. Para legitimar estas políticas, Chirac anticipó la convocatoria de elecciones a junio de
1977, imponiéndose el Partido Socialista con Lionel Jospin que supo aunar a su alrededor el
descontento mayoritario y realizar una labor pedagógica sobre la necesidad de un giro social en
las políticas económicas y en el proceso de construcción europea. Jospin formó un Gobierno en el
que participaron un conglomerado muy amplio de partidos y agrupaciones que redujo el IVA,
canceló el programa de privatizaciones, puso en marcha un plan de empleo juvenil y redujo la
jornada laboral a 35 horas semanales. La aplicación del programa en Francia produjo un sostenido
crecimiento de la producción del 3%, la creación de puestos de trabajo y el descenso del
desempleo. En las elecciones presidenciales fue elegido para un segundo mandato Jacques
Chirac, produciéndose la creación de una nueva fuerza política que trataba de unificar las
distintas agrupaciones de centroderecha y que se impuso por mayoría absoluta en las siguientes
elecciones legislativas. El primer ministro, Jean-Pierre Raffarin, introdujo una política económica
liberal y reformó el sistema fiscal y de pensiones. También incrementó la atención sobre la
seguridad. Sin embargo, la política exterior fue la gran protagonista, en manos de Chirac. La
oposición a la guerra de Irak afectó seriamente a las relaciones con EE.UU. El resultado negativo
de la consulta plebiscitaria para aprobar el Tratado Constitucional Europeo conllevó la dimisión
de Raffarin, que fue sustituido por Dominique de Villepin que profundizó en las medidas
liberales. En las elecciones presidenciales se impuso en segunda vuelta la candidatura de
centroderecha de Nicolas Sarkozy frente a la socialista Ségolène Royale.
El programa presidencial de Sarkozy pretendió abrir a nuevas generaciones y modos de
ejercer la gestión pública el control de la República. Con François Fillon como primer ministro y
una amplia mayoría en la Asamblea, la gestión de Sarkozy se caracterizó por el ejercicio de un
vehemente nacionalismo republicano, un explícito giro pro atlantista, una firme voluntad de
integración europea, una política económica liberal y un endurecimiento de la política
inmigratoria. El impacto en la economía de la gran crisis global produjo un descenso de la
popularidad del presidente.

TEMA 15. RUSIA DURANTE LA PRESIDENCIA DE YELTSIN 1991-1999.


15.1 LA RUSIA DE YELTSIN: TRANSICION Y CAOS.
La primera década de existencia independiente de Rusia, puede ser considerada desde un
punto de vista optimista, como un periodo en que se produjo la transición del sistema económico
basado en la propiedad estatal a una economía de mercado, y de una dictadura de partido único a
una democracia electoral. Desde una perspectiva negativa, el estilo del gobierno de Yeltsin fue
opuesto al espíritu democrático, con una economía de mercado minada por la corrupción, y que la
mayoría de los ciudadanos se vieron perjudicados por un proceso de cambio que se gestionó de
manera caótica.

El ascenso de Yeltsin.
Boris Yeltsin fue el principal promotor de la independencia de Rusia y su presidente en los años
noventa, en los que se produjo la transición hacia la economía de mercado, en un país con más de
70 años de experiencia comunista. Nacido en 1931, realizó una brillante carrera política y en
1985 se convirtió en el primer secretario del Partido Comunista en Moscú. Fue destituido de su
cargo en 1987 tras un enfrentamiento con Gorbachov, a quien acusó de falta de decisión al
abordar las reformas necesarias. Este enfrentamiento con la cúpula soviética, cada vez más
desprestigiada, incrementó su popularidad, quien a partir de 1989 se convirtió en impulsor de la
soberanía rusa, frente a los intentos de Gorbachov de defender el poder central. En 1990
abandonó el partido Comunista y en junio de 1991 venció en las primeras elecciones
presidenciales democráticas que se celebraron en Rusia. En agosto de 1991, se puso al frente de
los manifestantes en Moscú que se opusieron al intento de golpe de Estado protagonizado por
quienes deseaban poner fin a las reformas democratizadoras. En diciembre de 1991, junto a los
presidentes de Ucrania y Bielorrusia, acordó la disolución de la URSS y Rusia se convirtió en un
Estado independiente.

El nuevo Estado ruso.


La desaparición de la URSS fue poco lamentada por la población rusa. La ciudadanía rusa
correspondía a todos los habitantes del Estado independientemente de la etnia a que
perteneciera y la lengua que hablaran. El hecho que muchos ciudadanos de etnia rusa hubieran
quedado en el territorio de otros Estados no generó un conflicto. Únicamente en Moldova (entre
Rumanía y Ucrania) se produjo la secesión violenta de una franja de población (Transdniéster)
mayoritariamente rusa.
Al igual que el propio Yeltsin, la mayor parte de los líderes y cuadros de la nueva Rusia
habían pertenecido a la burocracia soviética y no existía un diseño institucional que pudiera
sustituir fácilmente la dictadura de partido. No estaban bien definidas las relaciones entre el
presidente y el Parlamento y existía el complejo problema de las relaciones entre el poder
central en Moscú y las 89 entidades territoriales que integraban la Republica Federal Rusa.
Yeltsin no prestó gran atención a estas cuestiones en la etapa inicial porque consideró prioritaria
la reforma económica.

Las reformas económicas.


Yeltsin optó por transformar el sistema soviético en una economía de mercado en el menor
tiempo posible. El coste social fue muy alto y en los primeros años de la reforma se deterioró el
nivel de vida de buena parte de la población. El primer problema fueron los precios, que en
periodo soviético eran fiados por la administración, y a finales del 1991 resultaban
artificialmente bajos. En enero de 1992 Yegor Gaidar (1er ministro, “arquitecto” de la reforma”)
liberalizó los precios de muchos artículos de consumo que se duplicaron o triplicaron, aumentado
su oferta rápidamente y elevándose la inflación hasta 1995.
Se aceleró la privatización de las propiedades estatales, tales como viviendas y empresas.
El proceso fue tan rápido que en 1996 el 90% de los trabajadores de la industria estaban
empleados en el sector privado. Las empresas privatizadas en buena medida siguieron bajo el
control de sus directivos durante el periodo soviético, haciéndose con importantes paquetes de
acciones y esforzándose en evitar la entrada de inversores ajenos, una estrategia que frenó la
innovación empresarial. Surgieron empresas nuevas y se desarrolló la banca privada. En el sector
agrario el ritmo del cambio fue más lento, pero se redujo gradualmente el papel de las granjas
colectivas y aumentó el de los productores privados.
A finales del 1995 las mayores empresas en manos del estado fueron cedidas a buen
precio a banqueros rusos que habían financiado al Estado y ofrecido su apoyo a Yeltsin. El poder
económico y político de los siete mayores oligarcas se convirtió en el rasgo distintivo de la etapa
final de Yeltsin.

Una economía de mercado poco institucionalizada.


En contraste con el ritmo acelerado de la privatización, fue lento el desarrollo de compañías de
seguros, empresas de auditoria y sobre todo órganos de regulación estatal sin las cuales una
economía de mercado no puede funcionar correctamente. El nuevo Estado ruso se mostró incapaz
de desempeñar adecuadamente funciones básicas como asegurar que los contratos se cumplieran,
recaudar los impuestos necesarios, evitar la inflación y ofrecer una red de protección social.
Los límites entre legalidad e ilegalidad se hicieron muy difusos y la confianza en los
negocios sólo podía basarse en contactos personales, facilitando el ascenso del crimen
organizado, que adquirió una influencia económica considerable. No existía una mafia rusa en el
sentido de una organización criminal centralizada, sino múltiples organizaciones locales cuyas
principales fuentes de ingresos incluyen la extorsión y la exportación ilegal.
Para el empresario medio, los obstáculos principales venían de la burocracia arbitraria y
corrupta. Las mayores empresas podían obtener exenciones fiscales (Gazprom) gracias a su
influencia política, mientras que otras escapaban de la presión fiscal mediante el falseamiento de
su contabilidad. Era casi imposible que una empresa subsistiera dentro de la legalidad. La salida
de capital al extranjero ha sido también importante , en cambio, la falta de seguridad jurídica y
la arbitrariedad burocrática han frenado la inversión extranjera, a pesar del atractivo que
representan las riquezas naturales de Rusia, su amplio mercado, sus trabajadores cualificados y
sus bajos salarios.

Los costes sociales de la reforma.


Las reformas de los años noventa permitieron a algunos rusos acumular grandes fortunas, pero
perjudicaron a amplios sectores sociales. Sin embargo, era necesaria una reforma drástica y
acelerada para sentar las bases de un desarrollo económico protagonizado por la iniciativa
privada.
El descenso de los salarios reales se mantuvo durante todos los años noventa, en los que la
productividad del trabajo se redujo, aunque si embargo el desempleo no aumento mucho. La
desigualdad de ingresos se incrementó y un 20% de la población se vio reducida a la pobreza. La
economía sumergida adquirió importancia, y aumentó el consumo. Por otra parte no ha habido
protestas sociales significativas, desinteresándose la gente de los problemas generales.

La crisis política de 1993.


El malestar social generado por el inicio de las reformas y la ausencia de un reparto de poder
bien establecido entre el presidente y el Parlamento contribuyeron a que en 1993 se produjera
una grave crisis política. En diciembre del 1992 el Congreso, mayoritariamente contrario a la
gestión económica del Gobierno, forzó la dimisión de Gaidar, sustituido por Victor Chernomirdin
(1er Ministro). Cuando en marzo de 1993 Yeltsin anunció que se disponía a asumir plenos poderes,
el Congreso Diputados) intento destituirle, pero no alcanzó la mayoría cualificada de 2/3.
Yeltsin anunció que se proponía disolver el Congreso y que gobernaría por decreto hasta que
fuera elegido un nuevo Parlamento. Ante ello el Soviet Supremo acordó su destitución pero
Yeltsin logró el apoyo de las Fuerzas Armadas y mantuvo el control del Estado, recurriendo a la
fuerza y envío carros armados para que bombardearan el Parlamento ocupado por los
parlamentarios que se habían negado a abandonar el edificio. Los enfrentamientos causaron
centenares de muertes.
Yeltsin salió reforzado y en diciembre del 93 se eligió un nuevo Parlamento que retomo su
antiguo denominación de Duma, aprobando en referéndum una nueva constitución que incrementó
los poderes presidenciales. Tras ello el Gobierno de Yeltsin se hizo más arbitrario y corrupto y
tendió a apoyarse en los grandes magnates de las empresas privatizadas, los llamados oligarcas,
que asumieron el control de los principales medios de comunicación.
Los débiles partidos políticos no han logrado convertirse en representantes de la voluntad
popular del conjunto de Rusia. A diferencia de lo ocurrido en otros países, en Rusia el
hundimiento del comunismo fue el resultado del cambio por el que optó la dirección comunista, no
fue un resultado de una movilización popular. El incipiente movimiento democrático surgido no
llegó a formular un programa coherente y los niveles de afiliación cayeron. Ninguno de los
partidos surgidos del movimiento democrático tuvo resultados satisfactorios en las elecciones
de 1993, en las que surgió una Duma muy fragmentada en la que destacaba, en la oposición, la
importancia de los comunistas y los ultra nacionalistas (Zirinovski).

Los problemas de la federación.


Rusia no era un Estado unitario, era una federación integrada por 89 entidades de diverso tipo,
21 de las cuales tenían estatus de republicas autónomas que comenzaron a asumir a partir de
1990 amplios poderes. La relación entre estas entidades y el Gobierno central se basaba a
menudo en acuerdos bilaterales. Con todo, se evitó que la federación se disolviera,
suscribiéndose en diciembre de 1992 un Tratado de la Federación con 19 republicas al que se
sumó Tatarstán mediante un tratado bilateral. Sólo la Republica de Chechenia, de mayoría
musulmana, optó por la secesión. El poder central se debilitó y se incrementó la desigualdad
económica entre las distintas republicas.

La primera guerra de Chechenia.


Por un tiempo, pareció que Rusia iba a aceptar la secesión de Chechenia (Cáucaso), un territorio
de apenas un millón de habitantes, pero en 1994 Yeltsin se decidió a actuar. Los chechenos eran
uno de los pueblos incorporados al imperio ruso en las guerras del siglo XIX y durante la II
Guerra Mundial fueron deportados por orden Stalin a Asia central, de donde no se les permitió
volver hasta el periodo de Khruschev. En el momento de la disolución de la URSS los
nacionalistas chechenos pretendieron obtener la independencia, al igual que lo hicieron las 15
Rep. Soci. Sov. que integraban la Unión a las que la Constitución soviética reconocía el derecho a
la secesión. No era el caso de los chechenios y los vecinos inguses que integraban la República
Autónoma de Chechenia-Ingusetia.
A finales del año 1991, los nacionalistas radicales encabezados por Dzochar Dudaiev (ex
general de aviación ejército soviético) se hicieron con el poder en Chechenia mediante un golpe
de mano, convocando elecciones que ganó y proclamó la independencia. Su régimen se caracterizó
por sus tendencias autoritarias, la ilegalidad generalizada y por el colapso de los servicios
públicos lo que dio lugar al desarrollo de una oposición interna.
Para el Gobierno ruso, Chechenia se convirtió en un grave problema, por motivos políticos
(la secesión unilateral creaba mal precedente), económicos (ppal. Oleoducto desde yacimientos
Caspio pasaba por allí) y de seguridad (criminales chechenos 1994 secuestraron varios aviones).
En una primera fase Rusia se limitó a suministrar armas a los enemigos internos de Dudaiev que
iniciaron una insurrección con escaso éxito y Rusia decidió atacar la capital Grozny. El ataque
fracasó y los rusos tuvieron importantes bajas. Era el comienzo de una guerra que se prolongó
durante casi dos años, fue impopular en Rusia y desacreditó a Yeltsin. El bombardeo masivo de
Grozny causó miles de muertos entre la población civil y en marzo de 1995 fue ocupada. La
resistencia chechena adoptó técnicas guerrilleras en las montañas fronterizas, recurriendo a
tácticas terroristas y se desacreditó por completo en los medios de comunicación rusos al
ocupar un hospital ruso tomando más de mil rehenes. Tras la muerte de Dudaiev por un misil ruso
en 1996, ambas partes acordaron una tregua. En 1997 se celebraron en Chechenia elecciones que
dieron amplia mayoría al nuevo líder independentista Aslan Maschadov, pero siguió sin alcanzarse
un acuerdo sobre el futuro de Chechenia.

Las elecciones presidenciales de 1996.


En 1996 Yeltsin se encontraba delicado de salud, con una popularidad que descendía y una
oposición al alza de los comunistas (Genadi Zjuganov), pero finalmente se impuso 54% votos. El
apoyo de los grandes medios de comunicación, vinculados a los principales grupos económicos,
favoreció a Yeltsin que dominó la publicidad televisiva. El resultado electoral mostró que a pesar
del descontento la mayoría de los rusos respaldaba la opción de la economía de mercado.

El segundo mandato de Yeltsin.


Los últimos años de gobierno de Yeltsin, también estuvieron marcados por dificultades
económicas y políticas. En 1998 Rusia sufrió una grave crisis financiera y en 1999 se produjo una
fuerte tensión con las potencias occidentales, debido a la intervención de éstas en Kosovo.
En agosto de 1999 Yeltsin designó Vladimir Putin como nuevo primer ministro y en
diciembre le encomendó la presidencia interino hasta las próximas elecciones, tras anunciar su
propia dimisión.

TEMA 16. RUSIA DURANTE LAS PRESIDENCIAS DE PUTIN Y MEDVEDEV.


(LA HERENCIA SOVIÉTICA: RUSIA Y UCRANIA)
INTRODUCCION
El mantenimiento de la URSS sin el recurso de la fuerza se hizo imposible cuando en diciembre
de 1991 el pueblo ucraniano ratificó en referéndum la opción por la independencia y el presidente
de Rusia apoyó el proceso. Boris Yeltsin se reunió con sus colegas de Ucrania y Bielorrusia, que
constituían el núcleo central de la Unión Soviética, acordando su disolución y dando paso a la
Confederación de Estados Independientes.
En la historia de Rusia desde 1991 se pueden distinguir fácilmente dos etapas. La primera,
la de los años noventa bajo la presidencia de Yeltsin, en la que se produjo una transición rápida
hacia la economía de mercado que generó una situación de caos y un retroceso inicial del nivel de
vida, y se estableció un sistema político inspirado en los principios democráticos, aunque su
funcionamiento real se alejaba a veces de tales principios. La segunda es la de comienzos del
siglo XXI, en los que con la presidencia de Putin se produjo un crecimiento económico importante
y se ha consolidado el nuevo sistema político que, bajo una fachada democrática, se caracteriza
por rasgos autoritarios.
La transición a la economía de mercado se realizó de manera mas lenta en Ucrania, donde
las dificultades fueron mas graves que en Rusia. Tras la “Revolución naranja” de 2004 Ucrania se
acercó mas al modelo democrático europeo, por lo que hoy es un país más libre que Rusia. En
cuanto a Bielorrusia, la transformación económica ha sido menor y su sistema político es el más
autoritario de Europa.
16.1. VISION DE CONJUNTO
No es fácil cuantificar los fenómenos y por tanto las cifras tienen cierto margen de error,
aunque ello no les priva de utilidad.

La demografía.
Los tres países analizados difieren considerablemente en su cifra de población. Rusia tiene tres
veces más habitantes que Ucrania y casi quince veces más que Bielorrusia, sin embargo, los tres
coinciden en su estancamiento demográfico que ha sido en parte producto del descenso de la
natalidad. A comienzos de siglo XXI la tasa de fecundidad (nº de hijos por mujer) es en los tres
países muy similar a la de España, donde también esta muy por debajo para asegurar el relevo
generacional. Pero la diferencia mas notable estriba en el comportamiento de la esperanza de
vida que desde hace treinta años se ha reducido. En Rusia se ha dado el retroceso más marcado.

La economía.
Las cifras sobre el producto interior bruto se han calculado mediante dos métodos distintos. De
acuerdo con el método tradicional del PIB, se mide de acuerdo con el tipo de cambio de las
respectivas monedas respecto al dólar, España parece tener un PIB total muy superior al ruso y
la tasa de crecimiento anual desde 1990 ha sido negativa en Rusia y aún más en Ucrania. De
acuerdo con la paridad de poder adquisitivo PPA, es decir teniendo en cuenta el nivel de precios,
más usado en los últimos años, ocurre lo contrario y España parece tener un PIB total inferior al
ruso. El producto por habitante, se muestra solo en términos de poder adquisitivo, es casi tres
veces inferior al español. El índice de libertad económica tomado de la publicación anual
Economic Freedom of the World refleja lo mucho que ha avanzado Rusia y Ucrania hacia un
sistema económico liberal tras la caída del comunismo, aunque todavía no han alcanzado el nivel
de España.

El bienestar social.
El índice de desarrollo humano que elabora anualmente el PNUD, combinando datos de PIB por
habitante, esperanza de vida y nivel educativo, sitúa a los tres países considerados en torno al
limite entre el nivel de desarrollo alto y nivel medio. El nivel de alfabetización es muy elevado.
Más difícil es tener datos precisos sobre la desigualdad económica. Según los resultados
de los estudios que en cada país han analizado la desigualdad de los niveles de ingreso o de gasto,
el resultado de los tres países es bastante cercano al que se da en la mayoría de los países
desarrollados, aunque Ucrania y Bielorrusia son sociedades algo más igualitarias que Rusia
El porcentaje del PIB que estos países dedican al gasto público en salud, un componente
esencial del Estado de bienestar, es mas bajo que en la mayoría de los países desarrollados, lo
que explica en parte su baja esperanza de vida en la que también incide un estilo de vida poco
saludable, sobre todo entre los varones.
Transparencia Internacional elabora un índice a partir de los resultados de los diversos
sondeos para comparar el nivel de corrupción a nivel mundial y en este aspecto la situación de los
tres países es desastrosa y parece que no está disminuyendo.
Corrupción y crimen suelen ser fenómenos interrelacionados y las cifras publicadas por el
PUND confirman la gravedad del problema, sobre todo en Rusia, pero también en Ucrania y
Bielorrusia. La tasa de reclusión depende tanto de la severidad del sistema penal como del nivel
real del crimen y Rusia tiene unas de las tasas más altas del mundo y al igual que ocurre con la
tasa de homicidios.

La política.
Según el índice tomado de los informes de Freedom House que representa una aproximación al
grado en que un Estado se acerca al modelo de la democracia liberal, Ucrania avanza hacia la
libertad política mientras Rusia y sobre todo Bielorrusia están lejos de ella. La reducción del
porcentaje del PIB que Rusia destina a defensa, tres veces menor que en 1990, resulta muy
significativo del grado en que se siente amenazado o desea respaldar su política exterior con el
poderío militar.

16.2 LA RUSIA DE PUTIN: ESTABILIDAD Y AUTORITARISMO.(1999-2008)


Cuando Yeltsin le designó como sucesor en 1999 Putín era un desconocido para la mayoría de los
rusos y sus posibilidades de ser elegido presidente parecían reducidas. Pero la popularidad de
Putin no tardó en crecer debido a la imagen de hombre enérgico, sobre todo en relación con
Chechenia. Popularidad que se mantuvo siempre muy alta a lo largo de los dos mandatos
presidenciales, en los cuales Rusia gozó de estabilidad política y desarrollo económico. El
distanciamiento respecto a los principios de la democracia liberal preocupó poco a la mayoría de
ciudadanos. Además, en la opinión pública rusa se desarrollo un sentimiento antioccidental, sobre
todo a partir de la guerra de Kosovo de 1999. la política exterior de Putin, que parece orientada
a que sea de nuevo temida, ha contribuido a su popularidad. El problema es la tendencia al
autoritarismo en el interior y la confrontación en el exterior dificulta la modernización de las
instituciones rusas y lleva a innecesarios choques de Rusia con sus vecinos.

Putin: del KGB a la política.


Vladimir Putin nació en 1952 en Leningrado (S.P.) donde concluyó sus estudios de Derecho
internacional en 1975. Al año siguiente se incorporó al KGB. Su carrera política, iniciada tras la
independencia, se desarrolló en el ayuntamiento de San Petersburgo hasta que en 1997 se
incorporó al equipo de Yeltsin en la presidencia. En 1998 Yeltsin le puso al frente del FSB, el
nuevo servicio secreto, puesto que dejo para convertirse en primer ministro en 1999.
Putin ha situado en puestos políticos decisivos a hombres provenientes de los servicios
secretos. Y es que los miembros de la KGB tenían la reputación de hallarse entre los funcionarios
mejor informados y más disciplinados del Estado soviético, aunque no favorables a la democracia
liberal ni a una política exterior basada en el compromiso.

La segunda Guerra de Chechenia. (1999)


La dureza de Putín se manifestó con claridad cuando en 1999 reanudó la guerra con Chechenia.
En contraste con la primera fase del conflicto, que fue muy impopular en Rusia, la opinión publica
apoyo la actuación del Gobierno a lo que contribuyó sobre todo la actuación de los propios
chechenos.
El acuerdo firmado en 1997 por Yeltsin y Maskharov había dado un plazo de cuatro años
para llegar a una solución definitiva. Entre tanto, Chechenia mantuvo una independencia de hecho
y se hundía en el caos mas completo. Bandas armadas se dedicaban al negocio del secuestro y por
otra parte, creció la influencia del islamismo y se adopto la saría (ley islámica tradicional). Que
implicaba castigos corporales, amputaciones y ejecuciones públicas. Algunos islamistas radicales
acudieron a Chechenia para continuar la yihad querrera iniciada en Afganistán y reforzaron al
sector encabezado por Basaiev que islamizó su discurso nacionalistay aspiraba a crear un Estado
islámico en todo el norte del Cáucaso. En Agosto 1999 una columna chechena con Basaiev a la
cabeza invadió la vecina región de Dagestán de la que fueron desalojados por los rusos tras
duros combates. Sin embargo, lo que más indigno a la opinión pública rusa fueron varios
atentados terroristas indiscriminados en Moscú, (más de 200 muertes, y probable obra grupo
checheno) que justificaron el ataque sobre Chechenia que ordenó Putin. Las tropas rusas
actuaron con más eficacia, tomaron Grozny (oct. 99) e instalaron un Gobierno favorable a Rusia.
El conflicto se prolongó sin embargo durante varios años en los que los chechenios recurrieron a
métodos terroristas copiados de Oriente Medio, como atentados suicidas. Los ataques
terroristas que tuvieron más eco fueron la toma de rehenes en un teatro de Moscú en 2002 y el
atentado a una escuela de Beslán en 2004 con numerosas víctimas. Los drásticos métodos
antiterroristas rusos terminaron por ser eficaces y una cierta paz ha retornado a Chcechenia
bajo el despótico Gobierno local fiel a Putin.

Apoyo popular y tendencias autoritarias.


Putín ganó las elecciones presidenciales en marzo 2000. Cuatro años después obtuvo otro
triunfo rotundo con 71% votos. En el 2007 Rusia Unida (Putin) ganó de nuevo las parlamentarias
con el 62%.
Este continuado apoyo popular obtenido por Putin en las elecciones celebradas responde
al genuino apoyo de los ciudadanos que muestran escasa confianza en la oposición, pero que
también se ha visto perjudicada por el creciente autoritarismo del régimen. Un claro ejemplo de
ello es el retroceso de la libertad de prensa. Las cadenas de televisión contrarias han pasado a
manos de propietarios afines al poder y los periodistas que tratan de sacar a la luz temas como
corrupción y atrocidades de la guerra de Chechenia han encontrado graves dificultades. Algunos
han sido asesinados (Politovskaia )
El reforzamiento del aparto central del Estado no significa un efectivo control del poder local.
En los años noventa se avanzó de manera caótica hacia el federalismo y los Gobiernos regionales
adquirieron una gran autonomía real, que en algunos casos favorecía la corrupción y la
arbitrariedad de los gobernantes locales. Desde el primer momento Putin se propuso reducir
esta descentralización y ya en el año 2000 dividió el territorio ruso en siete grandes distritos,
nombrando delegados del poder central para supervisar las autoridades regionales. A diferencia
de Yeltsin, Putin no necesita del apoyo de los gobernantes locales y se negó a suscribir tratados
bilaterales con las repúblicas autónomas. Con ocasión del atentado de Beslan en 2006, para
gobernar, suprimió la elección directa de los gobernantes locales.
La corrupción y la ausencia de una justicia imparcial representan también graves límites
para la efectiva consolidación de la democracia en Rusia. La mayoría de observadores
extranjeros llegan a la conclusión de que el sistema político ruso no es democrático, sino
autoritario. Los nuevos dirigentes rusos piensan que la democracia liberal al estilo de Occidente
representa un modelo obsoleto y que en el siglo XXI se impondrán aquellos Estados que adopten
sistemas políticos que permitan una mayor eficacia la acción del Gobierno. Con todo hay que
destacar que la Rusia de Putin es un país más libre que la antigua URRS.

Desarrollo económico y declive demográfico.


La popularidad de Putin debe mucho al crecimiento económico sostenido que se produjo durante
sus dos mandatos presidenciales. Tras la crisis del 1998 la economía se recuperó con rapidez,
desde 1999 a 2007 el PIB ha crecido una media anual de 7%. El principal estimulo para este
desarrollo ha venido de la empresa privada, pero la estabilidad política ha creado también un
entorno favorable. El alza del precio del petróleo en el mercado mundial ha favorecido también a
Rusia. (3/4 de sus exportaciones son petróleo, gas y metales)
Sin embargo, este crecimiento económico no ha resuelto los problemas estructurales de
Rusia. La población rusa ha comenzado a disminuir como resultado de una natalidad baja y
también de una esperanza muy baja de vida (insólito en un país desarrollado) La esperanza media
de vida masculina, que es de 60 años, se sitúa entre las más bajas del mundo, debido sobre todo
a la incidencia de enfermedades relacionadas con el estilo de vida, como las cardiovasculares y
las respiratorias, además de contar con un sistema sanitario peor que el de occidente.
Destructivo es el consumo de alcohol (30% muertes masculinas y 15% femenino).
A medio plazo la única solución al declive demográfico está en la inmigración, pero los
trabajadores extranjeros no son bienvenidos en Rusia, donde se manifiesta una fuerte tendencia
xenófoba.

El problema de la corrupción.
La magnitud que la corrupción alcanzó en los años noventa fue uno de los problemas de la nueva
Rusia, y cuando llegó a la presidencia Putin anunció que estaba dispuesto a atajarlo. Las medidas
más espectaculares fueron dirigidas contra algunos de los más destacados oligarcas de la era de
Yeltsin, cuyas fortunas tenían orígenes dudosos.
En todo caso, la corrupción sigue estando muy extendida en la Rusia de hoy, debido a la
falta de transparencia con la que operan las empresas y la ausencia de una justicia imparcial.
Los jueces rusos, que en tiempos comunistas no eran más que funcionarios públicos cuyo
deber era servir al Estado y no a los ciudadanos, gozan de escasa independencia. Rusia se ve
afectada por una elevada tasa de delincuencia y en particular su tasa de homicidios es una de las
más altas del mundo. Con la sospecha de que algunos asesinatos de personajes incómodos hayan
gozado con el beneplácito de las autoridades. Alexander Litvinenko antiguo agente secreto ruso
exiliado en GB que acusó de graves crímenes a colegas del KGB, su muerte tras ingerir polonio
210 arrojaron sospechas sobre dos rusos, pero la pretensión británica de que fueran
extraditados para juzgarlos generó fuerte indignación en Moscú, con el deterioro de relaciones
ambos paises.

Exaltación patriótica y política exterior.


La reacción en el caso Litvinenko es un ejemplo de la actitud agresiva que ha predominado en la
política exterior de Moscú bajo el mandato de Putin. En Rusia existe un deseo de recuperar el
papel de gran potencia perdido tras la desmembración de la URSS y se culpa a Occidente de lo
ocurrido. El patriotismo se ha convertido en el fundamento ideológico del régimen de Putin. La
tendencia es a percibir las relaciones internacionales en términos de confrontación en contraste
con la tendencia a la cooperación y el compromiso que predomina en la UE. La expansión de la
OTAN hacia el Este ha sido vista como una amenaza. El antioccidentalismo de la opinión pública
se agravó a raíz de la intervención de la OTAN en Kosovo en 1999 y se reforzó tras la invasión
de Irak en 2003.
La ideología patriótica impulsada por el régimen de Putin ha reivindicado el pasado ruso,
incluida la figura de Stalin (cruel pero efectivo que condujo a Rusia a la victoria IIGM). Esto no
quiere decir que exista nostalgia por volver al antiguo régimen comunista, sino que responde al
deseo de reafirmar la posición rusa en la escena internacional. El resultado ha sido que el temor
a Rusia se ha extendido por los antiguos países del bloque soviético e incluso en varias republicas
ex soviéticas (relaciones tensas con Estonia, Ucrania y Georgia).

Putin y Medvedev.
Cumplido su segundo mandato presidencial, Putin no podía presentarse a un tercero sin modificar
la Constitución y optó por apoyar la candidatura de un colaborador suyo, Dimitri Medvedev, quien
ganó en las elecciones presidenciales de 2008. Como había anunciado previamente, el nuevo
presidente designo a su antecesor como primer ministro y los analistas dudan en manos de quien
está el poder efectivo en la actualidad
Los hechos más importantes que se han producido en los primeros meses de Gobierno de
Medvedev han sido la intervención militar contra Georgia en agosto del 2008 y el contagio de la
crisis financiera internacional que comenzó a hacerse notar en septiembre. La Republica de
Georgia, con casi cinco millones de habitantes de tradición cristiana, se separo en 1991 de la
URSS poco antes de la disolución de esta. El principal factor de conflicto han sido las
aspiraciones nacionalistas impulsadas por la marcada diversidad étnica de la zona. Tras duros
combates, las regiones de Osetia del Sur y Abjazia, fronterizas con Rusia adquirieron una
independencia de hecho en los primeros años noventa al igual que Chechenia la logró durante un
tiempo.
Los acuerdos de alto el fuego en ambas regiones estipularon el despliegue en ellas de
fuerzas de paz, fundamentalmente rusas. De hecho Rusia, que aspiraba a seguir ejerciendo una
influencia determinante en el Cáucaso, dio un gran apoyo a las republicas secesionistas, aunque
no reconoció oficialmente su independencia. Las relaciones entre Rusia y Georgia se deterioraron
tras la “Revolución rosa” de 2003 en la que manifestaciones masivas en protesta por fraude
electoral forzaron la dimisión de Shevardnadze. El nuevo presidente de Georgia M. Saakashvili,
elegido en 2004, adoptó una política encaminada a librarse de la hegemonía rusa, a lograr el
apoyo de Occidente, especialmente de EE.UU. y a recuperar el control de las regiones
secesionistas. Ello implicaba el cierre de las bases militares rusas en Georgia que databan de la
época soviética.
En agosto de 2008 las Fuerzas Armadas de Georgia intervinieron en Osetia del Sur para
poner fin a la secesión. La respuesta rusa fue una inmediata ofensiva militar derrotando
rápidamente a las tropas georgianas, atacando también desde Abjasia.. Por mediación del
presidente francés Sarkozy, que ejercía la presidencia de turno de la UE, ambas partes
firmaron la paz. Días después Rusia reconoció la independencia de ambos territorios. Desde la
perspectiva de Moscú, ello representa una adecuada respuesta a la actuación occidental en
Kosovo, pero desde la perspectiva europea supone una inquietante demostración de que Rusia
esta dispuesta a actuar con dureza para restablecer su hegemonía en su antigua zona de
influencia.
Unos meses después, en enero del 2009, una disputa con Ucrania por el precio del gas,
llevó a Moscú a cortar por unos días el suministro a través de un gaseoducto que suministra no
solo a Ucrania sino a bastantes países europeos. Esto mostró una vez más la tendencia del
Gobierno ruso a una política exterior agresiva, pues el corte de suministro de gas a millones de
ciudadanos europeos, en pleno crudo invierno, no es un método habitual para resolver disputas
comerciales. Por otra parte, tanto Rusia como Ucrania se han visto afectadas por la crisis
económica internacional, en Rusia tras 8 años fuerte crecimiento económico, hubo ciertas
dificultades tras la bajada del petróleo. En 2010, sin embargo. la recuperación ha comenzado

TEMA 17: ASIA ORIENTAL: CHINA, JAPON Y COREA.


INTRODUCCIÓN
El extremo oriental del continente asiático que incluye a China, Corea, las distintas naciones de
la Península Indochina, Japón, Filipinas e Indonesia, es el hogar de algo más de 2 mil millones de
personas y en las últimas décadas ha alcanzado una gran relevancia económica debido a sus
elevadas tasas de crecimiento económico. Japón fue el primer país de cultura no occidental que
se incorporó, ya a fines del siglo XIX, al proceso de modernización económica. Los demás países
lo hicieron a lo largo del siglo XX, excepto Corea del Norte que sigue siendo un país cerrado en sí
mismo y aferrado a los principios comunistas.
Las economías emergentes de Asia Oriental han tenido en las dos últimas décadas una
tasa de crecimiento más elevada que la de cualquier otra región del mundo. A finales de 2008 la
región se ha visto afectada por la crisis económica de alcance global. En países orientados hacia
la exportación como Singapur o Taiwan, importante caída de su PIB, pero también ha alcanzado a
Japón y en menor medida China, que se ha recuperado muy pronto sus tasas de crecimiento.
Las transformaciones políticas han sido menos amplias que las económicas, hay que
destacar el avance de la democracia en varios países. La democracia llegó a Japón tras la
Segunda Guerra Mundial, pero en Filipinas, Corea del Sur y Taiwán no se produjo hasta finales de
los años ochenta y en Indonesia tuvo lugar en 1998. En China, las aspiraciones democráticas
fueron truncadas en 1989 y regimenes dictatoriales se mantienen también en Corea del Norte,
Vietnam y Myanmar. El estatus de Taiwán sigue sin resolverse.

17.1. VISIÓN DE CONJUNTO


Algunos datos numéricos permiten una breve panorámica de las distintas naciones de la región.

La demografía.
En los países de Asia Oriental se ha reducido en los últimos años la tasa de fecundidad y ha
aumentado espectacularmente la esperanza de vida. El caso más notable es el de Vietnam donde
el numero de hijos por mujer se ha reducido en tres décadas de casi siete a poco menos de dos.
Japón y Corea del Sur se enfrentan a una bajísima natalidad que no garantiza el reemplazo
generacional. La esperanza de vida japonesa es la más elevada del mundo.

La economía.
La espectacular tasa de crecimiento económico de China le ha convertido en el segundo país del
mundo por el volumen de su PIB, medido en términos de paridad del poder adquisitivo. Esto sitúa
a Japón en el tercer lugar del mundo. En términos de producto por habitante las diferencias son
grandes entre Japón y Singapur, entre los más prósperos del mundo y la mayoría de los
restantes Estados, cuyo nivel de desarrollo es todavía medio. China se sitúa en cabeza de la tasa
de crecimiento económico. Singapur es uno de los países del mundo con mayor grado de libertad
económica. La tendencia general de la mayoría de los Estados es hacia la liberalización
económica, las excepciones de Myanmar y Corea del Norte.

El bienestar social.
De acuerdo con el índice de PNUD, Japón, Corea del Sur y Singapur son países con un gran
desarrollo humano, mientras que los restantes países se sitúan a un nivel medio. Una de las claves
del desarrollo ha sido el esfuerzo educativo, que se traduce en un nivel elevado de
alfabetización, excepto en los países más atrasados como Laos y Camboya. Las reformas
económicas en China han provocado una notable desigualdad en la distribución del ingreso,
mientras que tanto Japón como Corea del Sur son países bastante igualitarios. El gasto público
en salud en porcentaje del PIB es elevado en Japón, mediano en Corea del Sur, Malasia y
Tailandia y bajo en los demás países.
De acuerdo con los datos de Transparencia Internacional, Singapur es uno de los países
menos corruptos, Japón y Corea del Sur tienen un índice similar al español, China y Tailandia
tienen bastante corrupción y el resto de países son más corruptos aún. Japón tiene una de las
tasa de homicidio más bajas y en los restantes países de los que hay datos las tasas no son muy
altas, salvo Tailandia. Entre las tasas de reclusión llama la atención lo elevada que es la de
Singapur, un singular país con un sistema económico muy libre y transparente, pero cuyo sistema
político es bastante autoritario y muy duro en su derecho penal.

La política.
El contraste es muy fuerte entre países muy libres como Japón y Corea del Sur y dictaduras
como las de China o Vietnam. Indonesia puede considerarse un país libre, mientras que la mayoría
de los restantes países se sitúa en la categoría de los semilibres. Corea del Norte y Myanmar son
dos de los regimenes más autoritarios del mundo.
El desarrollo económico ha permitido a China modernizar sus Fuerzas Armadas
disminuyendo el porcentaje del PIB dedicado a gastos de defensa. Corea del Sur destina a
defensa un porcentaje del PIB más elevado debido a la amenaza que supone sus vecinos del
norte. En la mayoría de los demás países el porcentaje del gasto en defensa es bajo.

17.2. JAPÓN, UNA CRISIS DE MADUREZ.


La prosperidad actual de Japón tiene orígenes lejanos. La modernización de la era Meiji le
convirtió en el primer país asiático que se incorporó a la Revolución industrial con la que Japón se
convirtió en el primer país asiático que se incorporó a la Revolución industrial. Desde entonces, el
rasgo más notable ha sido su capacidad de asimilar las innovaciones occidentales al tiempo que
mantenía su identidad cultural. En los años treinta, en pleno auge del nacionalismo y el
militarismo los dirigentes japoneses trataron de crear un gran imperio asiático mediante la
conquista de China y la expulsión de las potencias coloniales occidentales, al tiempo que
repudiaban los valores liberales que habían comenzado a penetrar en la sociedad japonesa.
La derrota de 1945 puso fin a esta vía y demostraron su capacidad de adaptación al
aceptar las reformas estructurales impulsadas por los ocupantes americanos, incluida la
Constitución que consagró la democracia parlamentaria. El país centró sus esfuerzos en el
desarrollo económico. En los años ochenta Japón se había convertido en un centro de innovación
tecnológica y era común el temor a la competencia japonesa, algunos analistas decían que el
modelo japonés de capitalismo era el más eficaz. Pero a partir de la gran crisis bursátil de 1990,
Japón entra en una etapa de dificultades económicas que se agudiza con la crisis financiera
asiática de 1997.
Lo ocurrido representa una crisis de madurez (ni eran las mejores empresas que iban a
dominar el mundo a los 80, ni se entró en una crisis irremediable en los 90). Japón es un país
altamente desarrollado en el que los aspectos del modelo económico que le habían permitido
desarrollarse se han convertido en obsoletos, adoptando una política de reformas que están
transformando su estructura económica para adaptarla a las nuevas tendencias internacionales.
Al tiempo se está produciendo un cambio de mentalidad con un creciente individualismo.

Las Transformaciones económicas.


Japón aparece como la tercera potencia económica mundial si su PIB se mide de acuerdo con la
paridad del poder adquisitivo. Su producto por habitante se sitúa entre los más elevados del
mundo. El elevado nivel de bienestar básico se traduce en la esperanza de vida más elevada del
mundo, pero con algunos aspectos a mejorar; millones de japoneses viven en apartamentos muy
pequeños y el desplazamiento al trabajo les obliga a emplear mucho tiempo en transportes,
atestados, Por otro lado, las tasas de crecimiento anual han dejado de ser característica de su
economía, si en los 70 la media crecimiento del PIB era 5%, y en los 80 del 4%, entre 1990y
2005 se redujo al 0,8%, lo que ha convencido a los japoneses que el modelo económico basado en
las exportaciones, con un mercado interior muy protegido y con poca competencia, ha dejado de
resultar efectivo y ya no estimulaba el crecimiento económico en un periodo de cambio
tecnológico acelerado como el de finales del siglo XX.
La única manera era incrementar la flexibilidad y las empresas japonesas lo han hecho. Su
estilo de dirección se ha acercado al modelo internacional y sus inversiones en el extranjero han
aumentado. El empleo vitalicio ha dejado de ser un ideal y el creciente individualismo hace que
los empleados se sientan menos vinculados a sus empresas. La flexibilidad laboral se ha
conseguido como en otros países, mediante contratos temporales con salarios más bajos que en
2005
Los sucesivos Gobiernos no han planteado nunca una reforma drástica, pero han llevado a
cabo medidas para estimular la competencia. Durante los 90 se liberalizaron las
telecomunicaciones, el transporte, el suministro de energía, las finanzas y el comercio menor,
siendo todo ello muy beneficioso para los consumidores. La crisis de 2008 trajo de nuevo la
incertidumbre y la recuperación en 2010 no es tan vigorosa como en los países emergentes.

La estabilidad política.
A pesar del fuerte impacto de las dificultades económicas, los rasgos básicos de la política
japonesa (menos competitiva que la occidental) apenas se han modificado. El Partido Liberal
Democrático (PLD) se ha mantenido al frente del gobierno, excepto un breve intervalo a
mediados de los años noventa, desde 1955 y hasta su derrota electoral en 2009. El PLD ha
evitado que se formasen liderazgos duraderos, así es que los jefes de Gobierno se sucedían con
rapidez, pero rara vez producen grandes cambios de línea política, no afectando a la estabilidad
política básica.
En el verano de 1993, en plena crisis económica, el gobierno de PLD perdió la mayoría
parlamentaria y fue sustituido por un Gobierno de coalición que solo duró ocho meses y en 1994
el PLD regresó al Gobierno. Bajo el impacto de la crisis económica la oposición ha vencido en las
elecciones de 2009.
Entre los líderes japoneses de los últimos años destaca Junichiro Koizumi, jefe de
gobierno de 2001 a 2006, que se singularizó por una gran capacidad de iniciativa. Llegó al
gobierno en plena crisis bancaria y su primera tarea fue abordarla. En 2005 planteó la
privatización de la caja postal de ahorros y ante el rechazo parlamentario, planteó el tema
directamente a los ciudadanos en unas elecciones en las que obtuvo un triunfo arrollador. Koizumi
dio paso a otro jefe de Gobierno y la privatización se llevaría a cabo de manera gradual.
En política exterior, Japón ha mantenido su alianza con EE.UU. formalizada en el tratado
de seguridad suscrito por ambos países en 1960. Tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial
el sentimiento pacifista es muy fuerte en el país y la denominación oficial de sus Fuerzas
Armadas es la de fuerzas de autodefensa. Japón se siente inquieto por el programa nuclear de
Corea del Norte y también por el creciente poderío de China y mantiene muy buenas relaciones
con EE.UU., Australia e India.

17.3. CHINA, EL NUEVO GIGANTE


China desea dar la imagen al mundo de una gran nación que combina tradición cultural milenaria
con el dominio de las nuevas tecnologías, pero no es un país libre.
China era ya un gran imperio cuando Roma dominaba el Mediterráneo. Durante los siglos
de gran expansión europea China quedó retrasada frente a Occidente, pero su reciente
desarrollo la ha convertido en uno de los principales actores del mundo de hoy. Sin embargo el
siglo pasado no fue fácil para China, que sufrió los horrores de la invasión japonesa y de la
guerra civil. El triunfo comunista dio lugar en 1949 a la fundación de la República Popular China,
que bajo el liderazgo de Mao experimentó utopías con consecuencias catastróficas, (durante los
años 60, Japón, Corea del Sur y territorios como Hong Kong y Singapur entraban en el desarrollo
económico acelerado, China sufrió sangrientos desórdenes de la Revolución Cultural , promovidos
por Mao) pero con su muerte en 1976, el cambio no tardó en producirse.
En la reunión del Comité Central del Partido Comunista de 1978 triunfaron las tesis
pragmáticas y reformistas de Deng Xiaoping sobre la ortodoxia maoísta. Fue el inicio de una
transición gradual hacia la economía de mercado que ha conducido a China a un éxito económico
sin precedentes en el mundo, con una tasa media de crecimiento del PIB durante treinta años de
casi 10% anual. Que ha supuesto una gran elevación del nivel de vida y una drástica reducción de
personas que viven en el umbral de la pobreza. Exitos que los dirigentes chinos muestran
satisfacción, sin embargo en 2009 se cumplieron 20 años (1989) de la matanza de la Plaza de
Tiananmen, cuando el comunismo se hundía en la Europa del Este, los deseos de libertad y
democracia fueron ahogados en sangre.

Deng Xiaoping, el reformador.


La figura más importante de la historia de China de los últimos treinta años. Tras la muerte de
Mao en 1976 y la rápida derrota del maoísmo radical posterior se impusieron sus tesis
reformistas en una histórica reunión del comité central del partido 1978, iniciándose la
liberalización económica. Deng no quiso asumir directamente los cargos más importantes, a pesar
de ello fue durante los años ochenta y primeros noventa el personaje más influyente de la
política china.
Su estilo era el de promover cambios graduales y permitir que se generalizaran tras
haberse demostrado que resultaban útiles. Su pragmatismo le llevó a pensar que los principios
socialistas y los mecanismos de la economía de mercado no eran incompatibles. La supresión, en
los años ochenta, de las comunas agrícolas, la liberación de precios, la apertura económica, el
impulso a las industrias y el fomento de la competencia supusieron una transformación radical de
la economía china.
En la crisis de Tiananmen, Deng demostró que seguía apegado al principio leninista a la
dictadura de partido, que había que defender a toda costa, reanudando, a partir de 1992, las
reformas económicas. Murió en 1997.

La matanza de Tiananmen.
El avance hacia la economía de mercado no ha ido acompañado por una transición hacia la
democracia. A diferencia de lo ocurrido en Rusia y en Europa centro-oriental, China ha dejado de
ser una sociedad comunista pero la dictadura de partido se ha mantenido. El año crucial fue
1989, donde en Polonia, Hungria, Checoslovaquia y Alemania oriental una revolución pacífica puso
fin a décadas de dictaduras, mientras que en China eran ahogadas en sangre las aspiraciones a la
libertad.
A lo largo de los años ochenta la libertad de expresión había ganado terreno en China. El
secretario general del partido, Hu Yaobang, era criticado por su actitud tolerante, fue forzado a
dimitir en 1987, convirtiéndose en héroe para quienes aspiraban a un cambio político. El
movimiento de protesta en la plaza de Tiananmen de Pekín comenzó en abril de 1989 cuando él
murió y algunos estudiantes comenzaron a reunirse para honrar su memoria. En los días
siguientes miles de estudiantes se unieron al movimiento que no tenía un liderazgo organizado ni
unos objetivos claramente definidos, pero que aspiraba a una reforma política que acabara con la
corrupción y la arbitrariedad del partido y concediera más posibilidades de participación libre a
los ciudadanos. Su principal demanda era iniciar un diálogo con las autoridades y al no lograrlo, el
13 de mayo cientos de estudiantes iniciaron una huelga de hambre en la plaza. Las dificultades
económicas y el descontento por la corrupción llevaron a buena parte de la población a simpatizar
con la protesta. El movimiento se extendió a otras ciudades. El secretario general del PCCh Zaho
Ziyang, cuya posición aperturista quedó en minoría entre los máximos dirigentes, acudió a la
plaza para iniciar un diálogo y pidió a los estudiantes que cesaran huelga de hambre, poco
después fue desplazado de todos sus cargos y sometido a arresto domiciliario
Tras unas semanas de indecisión, Deng y los principales dirigentes, que no estaban
dispuestos a renunciar al poder del partido y veían la protesta como una amenaza para la
estabilidad del país, optaron por reprimir las protestas mediante la fuerza armada.. El 20 de
mayo declararon la ley marcial.
La entrada de tropas enviadas a Pekín para acabar con la protesta se vio frenada por la
acción de muchos ciudadanos. El ataque final se produjo el 4 de junio. La acción del ejército
acabó con toda resistencia a un coste de víctimas no establecido (varios cientos, quizás miles). A
ello siguió una oleada de detenciones y juicios y el movimiento por la libertad quedó anulado. La
dictadura del Partido Comunista no se ha visto nuevamente desafiada.

Economía de mercado y desarrollo acelerado.


Las reformas emprendidas desde 1979 se centraron en la liberalización económica y la apertura
al exterior, empleando un enfoque gradualista que no ha supuesto el fin abrupto del sector
estatal. La apertura al exterior ha sido extraordinaria , de un país casi cerrado con Mao y se ha
convertido en 2007 en el segundo exportador del mundo y el tercer importador. En 2001 se
incorporó a la Organización Mundial del Comercio. La inversión extranjera ha contribuido a la
modernización económica y a comienzos del siglo XXI ha empezado a cobrar fuerza la inversión
china en el extranjero. El resultado ha sido el crecimiento del PIB en una tasa media anual del
10% en los últimos treinta años.

El liderazgo político, de Jiang Zemin a Hu Jintao.


Es frecuente referirse a cuatro generaciones de líderes. La primera fue la de Mao, la segundo
tuvo a Deng como principal dirigente, la tercera ha sido la de Jiang Zemin y la cuarta es la del
actual Hu Jiantao. Jian Zemin se convirtió en el líder efectivo de China desde que la avanzada
edad de Deng hizo que su influencia declinara y asumió la presidencia de la República de 1993 a
2003. Nunca ha tenido tanta autoridad como Deng y su Gobierno ha tendido a basarse en el
consenso entre los principales lideres.
El siglo XXI ha presenciado el ascenso de la cuarta generación de líderes. Hu Jiantao,
sucedió Jiang en la presidencia en la Secretaria general del Partido y en la presidencia de la
República. Defiende la tesis de una sociedad armoniosa, que promueva el desarrollo económico y
el bienestar social, con mayor atención a los problemas de desigualdad social y el deterioro
medioambiental. También ha lanzado una campaña para promover una conducta basada en valores
morales. La prensa ha recibido una mayor permisividad pero dentro de unos límites estrictos que
excluyen la oposición al Gobierno. El debate político en Internet está también muy censurado.

La recuperación de Hong Kong.


Colonia británica desde 1842, se convirtió desde mediados del siglo XX en un de los principales
centros financieros del mundo. En 1984 el Reino Unido y la República Popular China llegaron a un
acuerdo para su retorno a la soberanía china que se produjo en 1997. El acuerdo preveía la
conservación de su sistema legal y una amplia autonomía. La ley básica de Hong Kong, aprobada en
1990 por el Congreso de la República, garantiza a la región unas instituciones más libres que el
resto del país. El mantenimiento del sistema legal ha facilitado que mantenga su tradicional
importancia como centro financiero.

La cuestión de Taiwán.
La aspiración de recuperar la soberanía sobre Taiwán es un caso más complejo. Taiwán,
conquistada por Japón en 1895, revirtió a China finalizada la Segunda Guerra Mundial. En 1949
se convirtió en el último refugio de Chiang Kaishek y su partido Kuomintang, vencidos en la
guerra civil. Nunca se firmó un armisticio y a partir de 1949 las dos entidades se consideran le
legítima expresión del estado chino. Hasta 1971 la República de China mantuvo el escaño en las
Naciones Unidas y su puesto permanente en el Consejo de Seguridad que pasó en esa fecha a la
República Popular. Los sucesivos intentos del Gobierno de Taiwán de ser admitido en Naciones
Unidas han fracasado y su reconocimiento diplomático se ha visto reducido, aunque de manera
oficiosa mantiene relaciones con los principales Estados.
Durante casi cuarenta años Taiwán tuvo un régimen dictatorial de partido único, el
Kuomintang que pretendía la reconquista de China, aunque careciendo de los medios para
intentarlo. Los dirigentes de Pekín consideraban a Taiwán como una provincia rebelde a la que la
protección de los EE.UU. les impedía ocuparla. Taiwán experimentó a partir de los años sesenta
un importante desarrollo económico y al fallecer Chiang Kaishek en 1975, su hijo y sucesor Chian
Ching-kuo (1975) inició gradualmente la transición a la democracia. Las elecciones de 2000
impusieron a Chen Shui-bian, deteriorándose las relaciones con la República Popular al aspirar a
convertir a Taiwán en un Estado independiente y proclamando Pekín su disposición a utilizar la
fuerza para evitar la secesión de Taiwán.
Las relaciones económicas entre los dos Estados chinos son muy intensas y el triunfo del
candidato del Kuomintang en las elecciones presidenciales de 2008, dispuesto a mantener el
status quo por muy confuso que sea y favorecido por la actitud pragmática de Hu Jintao, ha dado
lugar a una notable mejora de las relaciones con Pekín.

Política exterior y defensa.


A partir del inicio de las reformas, la política exterior china adquirió también una orientación
muy pragmática, retirando el apoyo a los rebeldes maoístas de otros países y centrándose en las
relaciones económicas. La matanza de Tiananmen de 1989 perjudicó gravemente la imagen
internacional de China. El aumento de su influencia económica ha llevado gradualmente a una
política exterior más activa. A comienzos del siglo XXI las relaciones con Occidente se
enturbiaron al percibir el gobierno chino como una amenaza la promoción de la democracia en el
mundo por parte de Washington y sus aliados, ello unido a los intereses económicos, ha llevado a
China a erigirse como protector de dictaduras como Sudán o Zimbabwe. La actitud China se ha
vuelto algo más constructiva en estos temas a partir de 2006, jugando un papel activo en el
esfuerzo internacional para frenar las aspiraciones nucleares de Corea del Norte.
El esfuerzo de modernización de sus Fuerzas Armadas a partir de los años noventa, con
importantes compras de armamento sobre todo a Rusia, causa gran preocupación en Taiwán y
también en otros países, como Japón, que por otra parte cuentan con la protección de los EE.UU.

17.4 LAS DOS COREAS


Corea es una antigua nación hoy separada en dos por la zona desmilitarizada desde el armisticio
de 1953, una banda de cuatro kilómetros de ancho. Al norte, la República Popular Democrática de
Corea, uno de los Estados más autoritarios y cerrados del mundo, la mayoría de cuyos habitantes
viven en la pobreza. Al sur, la República de Corea, un país que durante los últimos cuarenta años
ha experimentado un desarrollo económico espectacular:

La división de Corea.
Durante 35 años, a partir de 1910 Corea estuvo sometida a la dominación colonial japonesa. Tras
la derrota japonesa de 1945, la URSS y EE.UU. acordaron la ocupación del país, apareciendo dos
Estados, que declararon su independencia en 1948. El régimen comunista que se estableció en el
Norte bajo Kim Il-sung se opuso a la partición del país y en 1950 invadió el Sur. Tras tres años
de guerra, en el que Corea del Sur tuvo el respaldo de una coalición aprobada por Naciones
Unidas y liderado por EE.UU., mientras que la china de Mao apoyaba el Norte, se firmó un
armisticio en 1953, que consolidó la división del país. Puesto que nunca se ha firmado un tratado
de paz, ambos Estados coreanos siguen teóricamente en guerra y EEUU mantiene una fuerte
presencia militar en el Sur.

El despliegue económico del Sur.


En los años cincuenta Corea del Sur era un país tan pobre como su vecino del Norte, inició un
desarrollo espectacular a partir de los sesenta. El general Park Chung-hee, cuya dictadura se
prolongó desde 1961 a 1979, fue el gran impulsor del despegue económico que siguió el modelo
japonés. Se basaba en una fuerte intervención estatal que protegía el mercado interior y
favorecía las grandes empresas exportadoras, dando lugar a grandes conglomerados industriales.
Al igual que el caso japonés, restringía la entrada de capital y de mercancías extranjeras en el
mercado interior (muy restringido y poco competitivo) mientras que las grandes empresas
exportadoras gozaban de subsidios gubernamentales y créditos muy favorables.
El modeló funcionó y Corea del Sur, al igual que Taiwan, mantuvo durante un largo periodo
tasas de crecimiento que le permitieron pasar de la pobreza a la prosperidad en un cuarto de
siglo. Sin embargo dejó una herencia de intervencionismo estatal y falta de competencia en el
mercado interno, que solo lentamente comenzaría a ser corregida.

La democratización.
Park fue asesinado en 1979 por el jefe de su propio servicio secreto. Al año siguiente, un nuevo
golpe llevó al poder a otro general, Chun Doo-hwan que fue menos autoritario que Park. Aunque el
desarrollo económico mantuvo un ritmo muy satisfactorio en los años ochenta, el régimen de
Chun nunca logró una gran popularidad y en 1987 optó por hacer concesiones y el general Roh
Tae-woo fue elegido como primer presidente democrático, iniciándose su mandato.
El ingreso de Corea del Sur en la OCDE en 1996 supuso el reconocimiento internacional de
que el país se había incorporado al mundo desarrollado. Un año después, la grave crisis financiera
asiática afectó gravemente al país y puso de relieve la necesidad de impulsar las reformas
económicas que se habían iniciado desde el establecimiento de la democracia. Kim Dae-jung,
elegido presidente en 1988, tuvo que hacer frente a la crisis y puso en marcha importantes
reformas. El sector financiero se abrió a los inversores extranjeros y el sector público asumió
temporalmente el control de algunas de las mayores empresas. En 1999 la economía surcoreana
recuperó su crecimiento.

El Norte: la dictadura de Kim Il-sung.


Kim Il-sung, (“puesto” por los soviéticos al frente de un gobierno provisional en la zona de
ocupación) supremo líder de la República Democrática Popular de Corea desde 1948 hasta su
muerte en 1994, estableció un sistema totalitario centrado en el culto a la personalidad,
inspirado en el modelo estalinista. En 1950 lanzó la invasión al Sur, pero el contraataque de las
fuerzas lideradas por EEUU le obligó a refugiarse en China con su Gobierno, hasta que la
intervención militar china le devolvió el control sobre Corea del Norte. Tras el armisticio en
1953 promovió una rápida colectivización de la economía norcoreana.
Kim Il-sung cerró el país la exterior tanto en el plano económico como en el cultural.
Corea del Norte apenas tienen comercio exterior y nunca ha tratado de imitar las reformas
económicas que impulsaron el desarrollo chino a partir de 1979. El colapso soviético en 1991
completó el aislamiento del país, exaltando el nacionalismo autárquico basado en el concepto
juche. Una de sus últimas decisiones fue la de impulsar un programa para la producción de armas
nucleares que generó una grave preocupación internacional.
Corea del Norte en el siglo XXI.
A su muerte en 1994, le sucedió su hijo Kim Jong-Il, manteniéndose el carácter dictatorial y el
aislamiento del régimen. Los primeros años la población padeció una terrible hambruna (en parte
por problemas meteorólogicos, y por que el sistema económico ha arruinad la agricultura) que
causó numerosas muertes. La ayuda alimenticia proporcionada por N.U. sirvió para paliar loe
efectos, pero la desnutrición sigue estando muy extendida.
El régimen se esfuerza en censurar a su población toda información sobre el alto nivel de
vida del Sur y se mantiene estrictamente el modelo comunista de propiedad estatal de los
medios de producción, sin embargo se han extendido las actividades económicas informales y el
mercado negro suministra muchos productos a la población, con el consiguiente aumento de la
corrupción. El Gobierno no interviene con energía contra la economía informal, para evitar una
miseria mayor. Algunos empresarios chinos han comenzado a invertir, pero el volumen de
comercio sigue siendo minúsculo.
El país sigue manteniendo unas Fuerzas Armadas con 1 millón de hombres, a un tremendo
coste presupuestario. Si bién, la superioridad tecnológica de las FAS surcoreanas y sus aliados
estadounidenses es manifiesta

Corea del Sur en el siglo XXI.


La posibilidad de una guerra con el Norte es una amenaza constante pero también es
preocupante la perspectiva de un colapso del régimen norcoreano, que condujera a una súbita
reunificación del país que se mantiene como un objetivo irrenunciable para ambos países. Los
Gobiernos de izquierdas entre 1998 y 2008 impulsaron una mejora de las relaciones con Corea
del Norte que ha tenido muy pocos resultados positivos. El conservador Lee Myung-bak se ha
mostrado menos dispuesto a hacer concesiones a Corea del Norte y ha establecido como
prioridad impulsar el desarrollo económico del país.
Superada la crisis financiera de 1997-98, la economía ha crecido a un ritmo satisfactorio,
pero lejos de los niveles alcanzados en las últimas décadas del siglo XX. Los grupos industriales
se han reestructurado y las exportaciones tienen un mayor componente de alta tecnología. La
crisis económica mundial de 2008 ha tenido gran impacto en Corea, pero la recuperación ha sido
vigorosa.

La amenaza nuclear.
En los últimos quince años Corea del Norte se ha convertido en uno de los protagonistas en la
proliferación de armas nucleares. En 1994 firmó con EE.UU. un acuerdo renunciando a la
producción de plutonio a cambio de ayuda económica, pero el complejo proceso diplomático no ha
conseguido hasta ahora la efectiva renuncia de Corea del Norte a este tipo de armas. Al
contrario, en 2006 anunció que había realizado una primera prueba nuclear.

TEMA 18: INDIA Y PAKISTAN


INTRODUCCIÓN
Asia meridional incluye la India, dos Estados musulmanes, Pakistan y Bangladesh, dos estados
montañosos del Himalaya, Nepal y Bután y un estado insular, Sri Lanka. En conjunto tiene una
población de 1700 millones de habitantes, más de un cuarto del total mundial. Se trata de países
de desarrollo medio. India, sin embargo ha logrado un crecimiento satisfactorio tras las
reformas liberalizadoras de los años noventa. Tanto India como Pakistán son abiertamente
potencias nucleares desde 1998, lo que otorga especial gravedad a tradicional tensión entre
ambos países que se remonta a la independencia y la partición de 1947.
18.1. VISIÓN DE CONJUNTO
La demografía.
India, tras China) es el segundo país más poblado del mundo (1.140 mill. hab.) y Pakistán tiene una
población de más de 160 millones de habitantes. La tasa de fecundidad se ha reducido en las
últimas décadas, pero todavía se sitúa en tres hijos por mujer en India y cuatro en Pakistán,
traduciéndose en un importante crecimiento demográfico que plantea el desafío de proporcionar
educación y empleo a unas generaciones numerosas. La esperanza de vida está aumentando y se
sitúa en más de los sesenta años.

La economía.
El PIB de India supone menos de la mitad que el de China, mientras el de Pakistán representa
menos de un tercio del de España, medidos en función de la paridad del poder adquisitivo. India
está más desarrollada que Pakistán y su economía es la que ha alcanzado una tasa de crecimiento
más elevada en los últimos quince años. Las reformas de los años noventa han a que su índice de
libertad económica sea el más elevado de Asia meridional.

El bienestar social.
De acuerdo con el índice de desarrollo humano que elabora el PNUD, todos los países de Asia
meridional se sitúan en un nivel medio con diferencias significativas entre ellos. India se coloca
por delante de Pakistán y Bangladesh, mientras que Sri Lanka destaca como el más desarrollado.
El índice de desigualdad económica se sitúa a nivel medio. En el terreno educativo, India tiene
buenas instituciones de educación superior pero ha descuidado la educación primaria,
traduciéndose en un bajo nivel de alfabetización y la situación es peor en Pakistán y Bangladesh,
mientras que en Sri Lanka es más satisfactoria. El escaso porcentaje del gasto público que se
destina a sanidad prueba lo alejados que están del desarrollo de un Estado de bienestar, aunque
existen diferencias que sitúan a Sri Lanka en un extremo y Pakistán en el otro. La corrupción es
muy elevada en India y todavía más en Pakistán y Bangladesh como muestra el índice de
transparencia. La tasa de homicidios es bastante más elevada que en España, mientras que la
reducida tasa de reclusión parece deberse más a los escasos recursos del Estado que a un bajo
nivel de delincuencia.

La política.
India ha mantenido sus instituciones democráticas desde la independencia y puede considerarse
un país libre aunque no alcance los niveles de libertad propios de los países más desarrollados.
Pakistán ha pasado por repetidas experiencias autoritarias restableciéndose la democracia en
2008. Los demás países de la zona deben considerarse como semilibres. El enfrentamiento entre
India y Pakistán es el motivo de unos gastos en defensa elevados respecto al PIB. En los años
recientes, la violencia política ha afectado con distinta intensidad a los diversos Estados. Sri
Lanka ha padecido durante las tres últimas décadas una insurrección protagonizada por los
Tigres Tamiles, fundado en 1976 tiene su base de apoyo en la comunidad étnica tamil de religión
hinduista que se sitúa en el noreste del país. A partir de 2008 el Gobierno lanzó una ofensiva
militar que ha concluido con la derrota completa de los insurgentes en 2009. En Nepal parece
haberse consolidado el acuerdo de paz de 2006 que puso fin a la insurrección iniciada diez años
antes por el Partido Comunista de Nepal. Este partido fue el más votado en las elecciones de
2008 y su líder pasó a encabezar un Gobierno de coalición. India se ha visto afectada por
diferentes tipos de conflictos; una insurrección separatista en Cachemira, varias al noreste del
país, una insurrección rural maoísta en Estados del este y la acción del terrorismo yihadí; es el
principal componente de la violencia que ha afectado a Pakistán.
A efectos comparativos, de las cifras de muertes en conflictos armados o terrorismo en
2008 se puede observar la intensidad alcanzada por el conflicto en Sri Lanka y la gravedad de la
situación en Pakistan. Los conflictos indios son relativamente de menor intensidad.

18.2. INDIA, LA MAYOR DEMOCRACIA.


La herencia de Nehru.
La pobreza en la que viven buena parte de los ciudadanos, la corrupción de las instituciones, los
estallidos de violencia provocados por diferencias étnicas o religiosas y la dificultad por diseñar
un modelo económico que garantice el desarrollo son otros tantos problemas que India padece.
Su logro, por otra parte, ha sido el haber mantenido las instituciones democráticas desde su
independencia en 1947, sin más interrupción que dos años de estado de excepción a mediados de
los setenta.
Hasta 1989 la estabilidad democrática fue acompañada por el gobierno del Partido del
Congreso y de una misma familia. El fundador de esta familia política, la de los Nehru–Gandhi,
fue Jawaharlal Nehru, que gobernó desde la independencia hasta su muerte en 1964. Su hija,
Indira Gandhi, gobernó desde 1966 a 1977, fue derrotada por la oposición y regresó tras su
triunfo de 1980 a 1984, año en que fue asesinada por separatistas sijs, sucediéndola su hijo,
Rajiv Gandhi que gobernó de 1984 a 1989. Dos años después fue también asesinado en un
atentado terrorista perpetrado por los rebeldes tamiles de Sri Lanka. Su viuda, Sonia Gandhi,
asumió la dirección del Partido del Congreso en 1998.
Desde su derrota electoral en 1989, el Congreso ha iniciado una etapa de alternancia en el
poder entre coaliciones encabezadas por el propio Congreso (PC) o por su principal rival, el
Bharatiya Janata Party (BJP). Los principales gobernantes indios de estos últimos años han sido
P.V. Narashima Rao, del partido del Congreso que gobernó de 1991 a 1996, Atal Bihari Vajpayee,
del BJP que gobernó de 1998 a 2004 y Manmohan Singh, del PC jefe del Gobierno desde 2004.
Además se ha producido una puesta en cuestión de algunos de los elementos básicos del
modelo de país que se diseñó en tiempos de Nehru. El sistema económico, basado en el
proteccionismo comercial y una gran regulación estatal ha dado paso a un sistema más liberal y
abierto al exterior. El secularismo de Nehru sigue siendo la base de la convivencia, pero el
ascenso del BJP demuestra la creciente fuerza de un movimiento nacionalista indio basado en el
hinduismo. La política exterior de no alineación promovida por Nehru ha dado paso a una mejor
relación con EEUU. El tema de las castas que había perdido relevancia con la igualdad ante la ley
ha reaparecido con el surgimiento de partidos basados en las antiguas castas de intocables
(dalit) o intermedias, que se siente victimas de una discriminación económica y social.

El gobierno de Rao y las reformas económicas.


El éxito del Congreso en las elecciones de 1991 permitió a P.V. Narashima Rao impulsar una
importante transformación del sistema económico. Largos años de crecimiento mediocre
mantenían en la miseria a buena parte de la población india. El modelo económico basado en el
aislamiento respecto al mercado exterior, surgido en parte del rechazo hacia el colonialismo, y
desconfianza en la iniciativa privada y un sector público que monopolizaba los sectores
estratégicos de la economía no permitía el despegue económico del país.
Las reformas del Gobierno Rao implicaron la apertura a la inversión extranjera, la
reducción de los obstáculos a la importación, la desregularización de la actividad empresarial, la
privatización de empresas públicas y la inversión en infraestructuras que estimularon la
competitividad de la economía. Resultados especialmente notables se obtuvieron en el sector
informático que han convertido a la ciudad de Bangalore en uno de los principales centros
informáticos del mundo. La industria productora de componentes de automóviles ha
experimentado también una gran expansión.
Esta primera fase de reformas encontró la oposición de intereses creados y solo
transformó parcialmente la economía. La productividad siguió siendo baja y grandes regiones del
país quedaron al margen del nuevo dinamismo económico. Sectores cruciales para el desarrollo
como la sanidad, la enseñanza primaria y la red de transportes, no han recibido la atención
debida.
En política exterior Rao favoreció un incrementó de las relaciones con EE.UU., Europa
occidental y China y se estableció plenas relaciones diplomáticas con Israel. En el plano interior
se puso fin a la actividad insurgente de los separatistas sijs del Estado indio de Punjab, pero
cobró fuerza una insurrección musulmana en Cachemira.
El Partido del Congreso sufrió una severa derrota en las elecciones de 1996 y Rao se vio
forzado a dimitir.

El nacionalismo hinduista y el Gobierno de Vajpayee.


La diversidad religiosa, étnica y lingüística es uno de los rasgos característicos de India y desde
la independencia ha existido el propósito de respetarla. En el terreno religioso se ha traducido
en el secularismo, el Estado no reconoce a ninguna religión la peeminencia.
En los últimos años ha cobrado fuerza una corriente nacionalista que propugna la
“hindutva”, hinduidad, la afirmación de una identidad india basada en la religión hinduista. Desde
su punto de vista, sijs y budistas son corrientes dentro del hinduismo mientras que el islam y el
cristianismo representan una amenaza extranjera. Esta corriente tiene su origen en la
organización Rashtriya Swayamsevak Sanhg una organización cultural a la que pertenecen muchos
de los dirigentes del Bharatiya Janata Party (BJP) fundado en 1980 y que alcanzó por primera
vez la jefatura de gobierno a finales de los noventa.
El Gobierno de Atal Bihari Vajpayee, entre 1998 y 2004, se mostró más moderado de lo
que hacían temer los antecedentes de su partido y supo resistir las presiones del ala más radical,
en parte, porque gobernaba al frente de una coalición. Durante su gobierno se produjo un caso
grave de violencia intercomunitaria en el Estado de Gujarat gobernado por el BJP.
La política económica del Gobierno de Vajpayee, siguió la línea liberal iniciada por el
Gobierno Rao e impulso la privatización de empresas. Los resultados fueron satisfactorios
alcanzando las tasas de crecimiento más elevadas de su historia. Se ha producido un despegue
industrial, en sectores como el farmacéutico, el automóvil, el acero, el cemento, el aluminio y la
expansión de los servicios informáticos ha seguido su espectacular curso. La inversión
extranjera ha contribuido a la modernización de la economía. En 2001 el Gobierno lanzó un
importante plan para la mejora de la enseñanza primaria y secundaria.
En política exterior y defensa, en 1998, al poco de haber formado Gobierno, realizó su
primera prueba nuclear subterránea, ejemplo seguido inmediatamente por Pakistán. Fuertemente
criticada por la comunidad internacional, las principales potencias occidentales impusieron
restricciones a la venta de armamento y tecnología de alto nivel tanto a India como a Pakistán.
Por otra parte, Vajpayee inició un proceso de dialogo con Pakistán que pareció abrir la vía a una
solución negociada de las diferencias entre ambos países. Sin embargo, la infiltración de
soldados pakistaníes en 1999 en territorio cachemir dio lugar a combates. En el 2000 una visita
oficial de Clinton supuso un acercamiento ente ambas naciones, sobre todo en el terreno
económico. En 2001, la visita del presidente pakistaní Musharraf condujo a la reanudación del
diálogo, aunque con escasos resultados inmediatos.
Tras una severa derrota de su partido en las elecciones de 2004, Vajpayee dimitió como
jefe de gobierno y al año siguiente se retiró de la política activa.

El retorno del Congreso y el Gobierno de Singh.


Tras las elecciones de 2004 la extrema fragmentación del nuevo Parlamento respondía a que, con
la excepción del partido del Congreso, no existen partidos con implantación en el conjunto del
país. El partido del Congreso y sus aliados obtuvieron el triunfo y resulto elegido jefe de
Gobierno Manmohan Singh a propuesta de la líder del Partido del Congreso, Sonia Gandhi, que no
quiso asumir la jefatura. El economista que coordinó las reformas de los noventa se convirtió en
el primer jefe de Gobierno de religión sij.
Durante su mandato el PIB ha crecido a una tasa de casi el 9% anual que ha permitido
reducir la pobreza en la que todavía permanece el 40 % de la población. La crisis mundial de
2008 ha provocado una fuerte caída de la bolsa, pero no ha afectado tanto a India porque su
economía depende menos de las exportaciones a los países occidentales. La industria ha
alcanzado un auge y es capaz de ofrecer productos atractivos para el mercado interior y
exterior.
La deficiencia de las infraestructuras sigue siendo un grave obstáculo para el desarrollo.
Las condiciones de saneamiento son lamentables, se estima que 700 millones de indios carece de
retrete adecuado. Un plan de mejora de la salud en zonas rurales, lanzado en 2005 puede hacer
mucho bien. El comercio interior se ve frenado por la escasa calidad de la red de carreteras,
mientras que puertos y aeropuertos requieren también fuertes inversiones. El Gobierno ha
impulsado la firma de acuerdos para la construcción de carreteras y aeropuertos. El esfuerzo de
los últimos años ha permitido que el 95% de la población en edad asista a la escuela, pero la
calidad de la educación es a menudo desastrosa. Sólo 2 universidades indias figuran entre las
500 mejores del mundo.
La política exterior india ha conseguido algunos éxitos. Las relaciones con Pakistán han
mejorado, aunque sigue estando lejos un acuerdo sobre Cachemira. China se ha convertido en su
principal socio comercial. Se ha alcanzado un importante acuerdo de cooperación nuclear con
EE.UU. En el terreno de la defensa, se ha producido un acercamiento a Israel, que ha pasado a
ser un importante suministrador de armamento en competencia con Rusia.
El balance favorable del Gobierno Singh ha conducido a un buen resultado del partido del
Congreso y Sing se ha mantenido como jefe de Gobierno, elecciones parlamentarias 2009.

Insurrecciones y terrorismo.
La democracia india ha sido capaz de ofrecer vías de participación política a las múltiples
tendencias que han surgido en un país tan grande y con tanta diversidad religiosa, lingüística y
étnica, pero ello no ha impedido que se desarrollen focos de conflicto armado. El caso más grave
ha sido el de Cachemira. El Estado de Jammu y Kashmir, de población mayoritariamente
musulmana, estaba regido en 1947 cuando concluyó el dominio británico por un maharajá
hinduista que inicialmente quiso optar por la independencia, pero que tras desencadenarse una
insurrección apoyada por Pakistán, decidió la incorporación de su Estado a la India. Ése fue el
origen de la primera guerra indo-pakistaní, que concluyó con un alto el fuego en 1949. Desde
entonces, la línea de control del alto el fuego se ha convertido en la frontera de hecho entre
ambos países. India ha mantenido su dominio sobre la mayor parte de dicho territorio, que
representa el único Estado de mayoría musulmana de su federación, y es favorable al
mantenimiento de la situación actual, mientras que Pakistán preconiza un referéndum. Esta
cuestión constituye el principal obstáculo para la normalización de relaciones entre ambos países.
A finales de los ochenta se desencadenó de nuevo la violencia con la aparición de grupos
insurgentes que han gozado de apoyo pakistaní y que han recurrido a medios terroristas de
influencia yihadí. India ha respondido con el envío de tropas y con medidas represivas que han
implicado frecuentes violaciones de los derechos humanos. La intensidad del conflicto se ha
reducido desde el comienzo del siglo XXI.
La segunda región más conflictiva es el noreste, una triangulo delimitada por China,
Birmania y Bangladesh, que representa una gran diversidad étnica y se halla integrado por siete
Estados donde han surgido numerosos grupos rebeldes de base étnica, opuestos al dominio indio
y a la llegada de inmigrantes de BNGDesh y otros estados indios. El Gobierno de Delhi ha
respondido con medidas represivas y con diversos acuerdos de paz, pero algunas áreas la vida
cotidiana está controlada por los insurgentes.
La extrema izquierda maoísta mantiene una insurrección en un cinturón de áreas rurales
deprimidas de la mitad este del país, desde Bihar (norte) hasta Andra Pradesh (sur).
Junto a estos conflictos localizados en ámbitos geográficos concretos, hay que mencionar
la oleada de atentados yihadíes que en los últimos años ha afectado a diversas ciudades indias.

18.3. PAKISTAN: DEMOCRACIA, MILITARISMO E ISLAMISMO


Las dos particiones.
El Pakistán de nuestros días es un país surgido de una doble partición. La primera tuvo lugar en
1947 cuando las tierras mayoritariamente musulmanas de la antigua India se separaron para
fundar un nuevo Estado independiente, un proceso acompañado de matanzas comunitarias y
desplazamientos masivos de población.
El nuevo estado presentaba la singularidad de estar integrado por dos territorios
situados en ambos extremos de la India septentrional, Pakistán occidental y Pakistán, que tenían
poco en común, salvo su religión mayoritariamente musulmana. Está particularidad acabó en la
segunda partición, la de 1971, cuando el territorio oriental se separó para convertirse en
Bangladesh (Bengala libre). Pakistán es el segundo país musulmán más poblado del mundo, tras
Indonesia, donde el 80% de la población es suní. Existe una notable diversidad étnica y la lengua
oficial es el urdu.

Civiles y militares.
El diseño básico de las instituciones políticas de Pakistán responde a la influencia británica, pero
la hegemonía civil no se ha consolidado. En parte por la larga rivalidad con el poderoso vecino
indio, Las Fuerzas Armadas han desempeñado un papel decisivo en su historia que durante
muchos años ha estado bajo gobierno militar. La Constitución en 1973, adoptada tras la
separación de Bangladesh, ha sido enmendada varias veces al dictado de los sucesivos
gobernantes.
La pauta de la política ha sido la de la alternancia entre Gobiernos militares y etapas
democráticas caracterizadas por la inestabilidad. Buena parte de la historia del país se resume
en el Gobierno de cuatro generales, Ayub Khan de 1958 a 1969, Yahya Khan de 1969 a 1971, Zia-
ul-Hak de 1977 a 1988 y Musharraf de 1999 a 2008. En los primeros años setenta, en cambio,
gobernó un político civil de fuerte personalidad y orientación populista, Zulfikar Ali Bhutto,
derrocado en 1977 por el general Zia-ul-Hak, fue condenado por su supuesta implicación en el
asesinato de un oponente político y ejecutado.
Ali Bhutto había adoptado medidas favorables a la islamización de las costumbres pero
Zia-ul-Hak fue mucho más lejos, estableciendo una comisión encargada de velar porque toda la
legislación se ajustara a la saría (ley islámica tradicional). Zia-ul-Hak murió en un accidente de
aviación en 1988. Su mandato coincidió con una etapa de crecimiento económico, aunque el nivel
de desarrollo alcanzado seguía siendo bajo.
La década de los 90: Benazir Bhutto y Nawaz Sharif.
La muerte de Zia en 1988, condujo a una rápida restauración del gobierno civil y durante una
década se alternaron en el Gobierno los líderes de los dos principales partidos del país, el
Partido del Pueblo de Pakistán (PPP), relativamente secular y encabezado por Benazir Bhutto, la
primera mujer que ha gobernado un país musulmán, y la Liga Musulmana de Pakistán (LMP),
encabezada por Nawaz Sharif. Las relaciones entre ambos partidos fueron bastante
turbulentas.
Bhutto realizó sus estudios universitarios en Occidente. Tras la ejecución de su padre
hubo de exiliarse, pero heredó la dirección del PPP. Su triunfo en las elecciones de 1988 le
permitió convertirse en jefa del Gobierno. Su primera etapa de gobierno fue breve siendo
destituida por el presidente en 1990.
Tras las elecciones de 1990, formó Gobierno Nawaz Sharif, de la Liga Musulmana de
Pakistán, quien chocó con el presidente, Ghulam Isaac Khan, que trató de destituirle y disolver el
Parlamento en 1993. El Tribunal Supremo desautorizó al Presidente y la crisis institucional
concluyó con la dimisión de ambos y la celebración de nuevas elecciones, en las que el PPP triunfó
sobre la LMP.
El segundo mandato de Benazir Bhutto estuvo de nuevo marcado por las acusaciones de
corrupción y concluyó en 1996 con su destitución por el nuevo presidente, Farooq Leghari. Las
elecciones de 1997 dieron la victoria a la LMP, permitiendo a Sharif contar con una mayoría
parlamentaria suficiente para iniciar reformas constitucionales, que limitaron los poderes del
Presidente y reforzaron la influencia de la saría. La tensión con India se incrementó y el
enfrentamiento armado que se produjo en Cachemira condujo a que el general Pervez Musharraf,
jefe del Ejército le derrocara en 1999 en un golpe incruento.

La radicalización islamista.
El auge de los grupos islamistas radicales se ha manifestado también con fuerza en Pakistán. A
ello han contribuido los conflictos en Cachemira y Afganistán donde luchan numerosos
voluntarios pakistaníes.
Los diversos partidos de orientación islamista nunca han alcanzado resultados electorales
significativos, pero tienen una notable influencia social a través de las mezquitas y de las
madrasas. Lo más grave ha sido la aparición de grupos terroristas, a menudo ligados a
organizaciones legales. Se sospecha que los servicios de inteligencia militar han promovido
algunos de estos grupos. El terrorismo de inspiración yihadí también ha causado víctimas
pakistaníes entre la minoría chií y los adversarios políticos del islamismo.
El grupo más conocido es Lashkar-e Taiba, (ejército de los puros), cuyo origen está en un
centro de predicación que promovió una red de escuelas extendida por todo el país, en la que los
alumnos se forman en la convicción de que la yihad, o guerra santa, es indispensable para
defender al Islam de sus enemigos. Fue el grupo más activo en enviar voluntarios a Cachemira y
ha adoptado la táctica de los atentados suicidas. Fue prohibido legalmente en 2002 pero ha
seguido operando.

El Gobierno de Musharraf.
El general Pervez Musharraf llegó al gobierno tras el golpe de Estado de 1999 que derribó al
Gobierno de Nawaz Sharif. Para consolidar su posición promovió una reforma constitucional y
creó un partido político a su medida, la Liga Musulmana de Pakistán (Q) que en 2002 venció en las
elecciones al PPP. Sharif y Bhutto se vieron obligados al exilio.
Tras los atentados del 11-S, plantearon un grave dilema a Pakistan, que había apoyado al
régimen de los talibanes, pero se vio obligado a cambiar de posición cuando éstos se negaron a
entregar a Bin Laden. Musharraf se convirtió en un aliado de los EE.UU. en la “guerra contra el
terror” lo que ledió respeto internacional, aunque irritó a los islamistas pakistaníes. Tras la caída
de los talibanes, Pakistán se convirtió en refugio para muchos militantes islamistas (incluidos
líderes Al Qaeda) y las áreas tribales de la provincia del noroeste se convirtieron en un foco de
conflicto (zona poco controlada por el Gobierno, y de mayoría pashtunes, etnia que había apoyado
a los talibanes). La intervención del ejército ha permitido la detención de bastantes miembros de
Al Qaeda. Musharraf ha sido objeto de varios intentos de asesinato por parte de militantes
yihadíes.
Musharraf ha frenado la islamización iniciada por Zia-ul-Hak, aunque ha buscado en
ciertos momentos el apoyo de una coalición de partidos islamistas.
La economía pakistaní, se ha recuperado durante su mandato, alcanzándose elevadas tasas
de crecimiento, pero un tercio de la población vive en la pobreza .La ayuda económica de EE.UU.
ha sido importante, pero la nueva etapa de crecimiento se debe sobre todo a la adecuada política
económica que el Gobierno ha seguido. La inversión extranjera ha aumentado, aunque la violencia
yihadí frena su incremento. El sistema educativo sigue siendo lamentable y la tasa de
analfabetismo es muy alta.
En 2007 Musharraf entró en conflicto con el Tribunal Supremo y destituyó a su
Presidente, provocando una campaña de protestas. Finalmente, autorizó el retorno de los líderes
exiliados Benazir Bhutto y Nawaz Sharif. Bhutto fue asesinada al poco de su regreso en un
atentado atribuido a los militantes yihadíes. La dirección del PPP fue asumida por su viudo Asif
Ali Zardari.
Tras las elecciones de 2008, en las que el PPP fue el partido más votado, formó un
Gobierno de coalición con la LMP(N) dirigido por Nawaz Sharif. El acuerdo ha sido de muy breve
duración y ambos partidos se encuentran en permanente disputa. Lograron sin embargo un
acuerdo para forzar la dimisión de Musharraf como presidente y Zardari fue elegido presidente,
lo que parece indicar un propósito de mantener un sistema presidencialista.
A comienzos de 2009 la economía se había visto gravemente afectada por la crisis
internacional, las encuestas revelan la impopularidad del presidente y la violencia de los yihadíes
amenaza la convivencia. Sin embargo, se ha iniciado la recuperación económica y dos ofensivas
militares han debilitado a los grupos talibanes que además sufren ataques selectivos por parte
de EE.UU.

TEMA 19: ORIENTE MEDIO Y EL MAGREB


INTRODUCCIÓN
Desde las riberas del Nilo hasta las montañas de Irán se extienden un conjunto de países que se
suelen agrupar bajo el concepto de Oriente Medio. Más específico es el término de Magreb, que
en árabe significa Occidente y se aplica a los países norteafricanos, desde Libia hasta
Marruecos y Mauritania. La región es mayoritariamente musulmana, aunque hay comunidades
cristianas en varios países e Israel es mayoritariamente judío. La rama chií del islam es
mayoritaria en Irán e Irak, mientras que los demás países predomina el islam suní, El árabe se
habla en un extenso territorio que va desde Marruecos hasta Irak, pero en la región existen
otras lenguas importantes, como el turco, el iraní y el hebreo. Tb hay comunidades kurdas en
Irak y Turquía y de lengua bereber en el Zagreb.
Se trata de una región de desarrollo medio, no muy poblada, cuya considerable
importancia en el panorama mundial deriva de sus enormes yacimientos de hidrocarburos, sobre
todo en el área del Golfo, y de los conflictos que en las últimas décadas han afectado a diversos
países (conflicto árabe-israelí o sucesivas guerras del Golfo)..
19.1. VISIÓN DE CONJUNTO
La demografía.
No existe en Oriente Medio ningún gigante demográfico, pero Turquía, Egipto e Irán tienen
unas cifras de población importantes. El crecimiento de la población en los últimos treinta años
se ha situado en torno al 2 % anual y la tasa de fecundidad se ha reducido mucho, salvo en
Arabia Saudí y Yemen, donde ha sido más elevado. La tasa de fecundidad se ha reducido mucho,
salvo en algunos países en los que la modernización de las mentalidades se está produciendo más
lentamente, como es el caso de Arabia Saudí y Yemen. Puesto que el retroceso de la natalidad ha
sido reciente, se trata de países con un alto porcentaje de población joven, con todas las
ventajas que ello implica en términos de dinamismo y todas las dificultades que ello supone en
términos de creación de empleo. La esperanza de vida es relativamente elevada, aunque no ha
alcanzado los niveles de los países más desarrollados.

La economía.
A pesar de la riqueza petrolífera de algunos de ellos, ninguno de estos países se ha convertido en
una potencia económica importante. Por el volumen total de su producción destaca Turquía, pero
su PIB, sólo representa un tercio del español, según la tasa de cambio de sus respectivas
monedas, o poco más de la mitad si lo calculamos de acuerdo con la paridad de poder adquisitivo.
Su PIB por habitante muestra que sólo Israel puede considerarse un país muy desarrollado.
Particularmente pobre es Yemen. El desempeño económico de los últimos años no ha sido
satisfactorio, ya que las tasas de crecimiento del PIB por habitante resultan bajas para unos
países de desarrollo medio y no garantizan un progreso significativo. El índice de libertad
económica se sitúa en general a niveles medios, inferiores en todo caso a los españoles. Israel
tiene la economía más libre y Argelia la menos libre.

El bienestar social.
De acuerdo con el índice elaborado por el Plan de las Naciones Unidas para el Desarrollo, todos
estos países, salvo Israel y Arabia Saudí, tienen un nivel de desarrollo humano medio, aunque
Turquía se acerca al grupo de desarrollo alto y Yemen se sitúa en el límite entre los países de
desarrollo medio y los de desarrollo bajo. La desigualdad social es en general mayor que la
española. El atraso es muy acusado en el campo de educación. Al margen de Israel, Turquía es el
país con una tasa de alfabetización más alta. El nivel de corrupción es muy elevado y de nuevo en
este campo destacan positivamente los casos de Israel y Turquía. Las tasas de homicidio revelan
unos niveles de violencia interpersonal más elevada que en España. Las tasas de reclusión se
sitúan en un nivel medio.

La política.
La falta de libertad política caracteriza a casi todos los países de la región. Israel puede ser
considerado un país plenamente libre, si nos referimos a la situación del territorio israelí
propiamente dicho. Turquía es un país sólo parcialmente libre, experimentando en los últimos
años un gran avance hacia la libertad. Los otros países son muy autoritarios y en ellos no avanza
la libertad. El gasto en defensa es en general muy alto, debido al carácter conflictivo de la
región.

19.2. LOS PRINCIPALES ESTADOS DE LA REGIÓN


Arabia Saudí, petróleo e integrismo.
Su denominación se adopta en 1932, y alude a la Casa de Saúd, la dinastía que se hizo con el
control de su territorio en 1932. Los recursos petroleros de Arabia Saudí se estiman en un 20%
del total mundial. Esta riqueza petrolera explica la estrecha relación entre Arabia Saudí y
Estados Unidos. Sin embargo, la cultura saudí presenta un marcado contraste con los valores
occidentales. Se trata posiblemente del único país del mundo en que no se tolera el culto de
ninguna otra religión salvo la oficial, y la imposición de las costumbres supuestamente acordes
con el islam, incluida la segregación estricta de las mujeres, se efectúa con una vehemencia que
sólo fue superada en el Afganistán de los talibanes.
El integrismo saudí se remonta a los orígenes de su poder en el siglo XVIII, cuando la
Casa de Saúd, selló una alianza con Ibn Abdel Wahhab, un predicador que reclamaba el retorno
al islam primigenio y la eliminación de todas las costumbres y prácticas tradicionales que
consideraba paganas. Los recursos generados por el petróleo permitieron a los saudíes exportar
a partir de los años setenta su visión del islam al conjunto del mundo musulmán, contribuyendo
así al auge del islamismo integrista.
La invasión iraquí de Kuwait en 1990 generó sin embargo una cadena de reacciones que
condujo al repudio del régimen saudí por parte de los sectores islamistas más radicales. Frente a
la amenaza que suponía Saddam Hussein, los gobernantes saudíes permitieron el despliegue de
fuerzas americanas en su territorio y apoyaron el ataque occidental contra un país musulmán
como era Irak. El lujoso tren de vida de los príncipes saudíes se prestaba también a las críticas
de los islamistas radicales. El mensaje de Bin Laden, basado en la oposición a Occidente, en la
crítica a la corrupción e incompetencia de los líderes saudíes y en la denuncia del sufrimiento de
los palestinos, tuvo una buena acogida en el país. Sin embargo, los atentados terroristas que se
sucedieron a partir de ese año generaron un gran rechazo entre los ciudadanos y Al Qaeda no
representa ya una amenaza para la Casa de Saúd.
La riqueza petrolera ha conducido a un gran aumento del nivel de vida y hoy goza de un
índice de desarrollo humano elevado. Sin embargo no se ha logrado impulsar otras ramas de la
economía, por lo que el estancamiento o la baja del precio del petróleo se traducido en un
estancamiento económico. La economía saudí depende mucho del trabajo de los inmigrantes
extranjeros, mientras que muchos saudíes prefieren vivir de las rentas.
El sistema político no favorece las reformas ni la participación ciudadana y el poder sigue
concentrado en manos de la familia reinante. Desde la muerte del fundador Ibn Saúd en 1953,
todos sus sucesores han sido hijos suyos y los principales puestos del Gobierno vienen siendo
ocupados por otros príncipes de la casa de Saúd.

Egipto, el régimen de Mubarak.


Egipto es el país árabe más poblado, ocupa una posición geoestratégica crucial, controla el canal
de Suez y ha ejercido tradicionalmente una gran influencia política en su entorno. Se trata de un
país de desarrollo medio en el que la pobreza sigue teniendo una presencia importante pero en el
que ha habido un progreso social indiscutible (en 30 años, le esperanza de vida ha aumentado de
50 a casi 70 años). Su régimen político es básicamente autoritario pero tolera cierto grado de
pluralismo. Se celebran por ejemplo elecciones a las que se presentan varios partidos, pero con la
garantía de que el partido del régimen obtiene siempre una mayoría abrumadora.
El origen del actual régimen egipcio está en el golpe militar que derribó a la monarquía en
1952, dos años después uno de sus protagonistas, Gamal Abdel Nasser, se convirtió en
presidente de la República y estableció un partido único, la Unión Socialista Árabe. A su muerte
en 1970 le sucedió el entonces vicepresidente Anuar el Sadat, quien impulsó un cambio de
orientación en varias cuestiones y en sustitución del antiguo partido único, se fundó el Partido
Nacional Democrático, de centro-derecha, autorizándose el funcionamiento de otros partidos. En
1978 Egipto fue el primer país árabe que firmó la paz con Israel. Tres años después, Sadat fue
asesinado por un grupo yihadí y le sucedió el vicepresidente Hosni Mubarak.
Tres décadas después Mubarak, debidamente reelegido durante cinco mandatos
consecutivos, sigue en el poder, permite la existencia de una prensa libre y de unos partidos
políticos minoritarios. Tolera a los Hermanos Musulmanes, que no han sido reconocidos como
partido político, pero que además de su actividad religiosa y social pueden presentar candidatos
a las elecciones. Los límites del pluralismo son estrictos, y un poderoso aparato de seguridad se
encarga de mantenerlos. La oposición sólo logra obtener un pequeño número de escaños, en parte
porque las autoridades recurren a diversos medios fraude electoral. La tasa de abstención
electoral es muy elevada y la política consiste fundamentalmente en un intercambio de favores.
La corrupción está muy generalizada en todos los ámbitos de la vida.
La islamización de las costumbres es promovida por los islamistas y por el propio régimen.
En las elecciones parlamentarias de 2005 los Hermanos Musulmanes obtuvieron el mejor
resultado de su historia, con un 20% de los escaños, pero no representan una gran amenaza para
el régimen. Recientemente se han tomado también medidas para limitar las posibilidades de
acción de las organizaciones no gubernamentales defensoras de los derechos humanos.
La estabilidad del régimen pudiera verse amenazada por el descontento social. De ahí que
resulte crucial promover el crecimiento económico, que en los últimos años ha sido mayor que en
el pasado, pero sin acercarse a las tasas que permitirían una rápida transformación del país. La
economía egipcia está muy ligada a la de los países del Golfo, donde trabajan muchos emigrantes
egipcios, cuyas remesas son un componente importante de los ingresos de divisas, y de donde
proceden la mayor parte de los turistas. Para los yihadíes el turismo representa una fuente de
corrupción moral y lo han hecho objeto de sus ataques. La amenaza terrorista parece sin
embargo haber sido controlada por el efectivo aparato de seguridad del Estado.

Marruecos, monarquía y pluralismo.


La monarquía marroquí no se apoya en un partido del régimen y ha consolidado en los últimos años
cierto grado de pluralismo político, aunque el poder de decisión permanece firmemente en manos
de la Corona y los gobiernos suelen integrar a diversos partidos, al tiempo que incluyen algunos
ministros directamente ligados a la corona. Aunque no se trata de una democracia, el sistema
político marroquí es uno de los más libres del mundo árabe. La política exterior de Rabat se ha
caracterizado siempre por las buenas relaciones con Occidente y sobre todo con EE.UU.
Marruecos es un país de desarrollo medio con un crecimiento anual demasiado modesto
para garantizar una rápida transformación del país. El atraso es particularmente marcado en el
campo de la educación, de manera que a comienzos del siglo XXI casi la mitad de los ciudadanos
adultos son analfabetos.
La etapa colonial en Marruecos fue breve. En 1912 el país quedó sometido al protectorado
de Francia y de España, que dio paso a la independencia en 1956. Desde entonces tres monarcas
se han sucedido en la jefatura del Estado: Mohamed V, su hijo Hassan II (1961-1999) y
Mohamed VI que sucedió a su padre en 1999 cuando falleció. La consolidación de la monarquía en
Marruecos no ha sido fácil, y en las primeras décadas de la independencia hubo también diversas
rebeliones y conspiraciones.
La monarquía podía haber caído en Marruecos, pero Hassan II logro evitarlo gracias a una
sutil política que combinaba la captación con la represión. La etapa más difícil se produjo en los
primeros años setenta, donde tuvo que hacer frente a dos intentos sucesivos de golpe militar. La
marcha verde de 1975, condujo a la ocupación marroquí del Sáhara occidental, hasta entonces
bajo dominio colonial español, fue un éxito basado en el sentimiento nacional. Sin embargo,
supuso el inicio de una larga guerra contra las guerrillas independentistas del Frente Polisario,
apoyadas por Argelia. En 1991 se llegó a un acuerdo de alto el fuego, pero el conflicto todavía no
ha hallado una solución aceptable para todas las partes implicadas.
Tras el fin de la Guerra Fría, el régimen de Hassan II comenzó a ser criticado debido a
sus deficiencias en materia de derechos humanos. También se produjo un auge del islamismo.
Hassan II respondió a la nueva situación con una limitada apertura, que condujo a la liberación de
presos políticos, al retorno de exiliados y a una reforma constitucional que en 1993 afirmó los
derechos humanos. Por otra parte las relaciones con Argelia se deterioraron gravemente a partir
de 1994 permaneciendo desde entonces la frontera entre los dos países cerrada.
El joven rey Mohamed VI despertó grandes esperanzas al acceder al trono. La destitución
de Basri, ministro del interior desde 1979, y la formación de una comisión encargada de
investigar los excesos represivos de los “años de plomo”, anunciaron una etapa de mayor
apertura. La prensa es ahora más libre. Por otra parte la Corona conserva el control del
Gobierno. La eclosión en Marruecos del terrorismo yihadí, con los atentados de Casablanca de
2003, condujo a tomar medidas para reducir la influencia pública de los islamistas, que había ido
aumentando en los años anteriores. La reforma del código de la familia otorgó en 2004 mayores
derechos a la mujer.
Tras las elecciones de 2007, el rey designó primer ministro a Abbas el Fassi, secretario
general del Istliqal, el partido nacionalista y conservador que había encabezado medio siglo antes
la lucha por la independencia. Por el momento, el régimen marroquí parece estable. Los islamistas
han sido contenidos y existe un cierto pluralismo político. Muchos marroquíes permanecen en la
pobreza y las tasas de crecimiento económico son mediocres.

La República Islámica de Irán.


El auge general del islamismo, es decir el movimiento que pretende establecer un Gobierno
basado en los supuestos principios originales del islam, tuvo su primera gran manifestación con
la Revolución iraní de 1979, que condujo a la caída de la monarquía y al establecimiento de una
república controlada por el clero chií y en especial por el líder carismático de la revolución, el
ayatollah Jomeini. De acuerdo con la Constitución aprobada ese mismo año, en la cúspide del
nuevo régimen se hallaba el guardián de la ley, posición que asumió el propio Jomeini, mientras
que un consejo de guardianes, no electivo, adquirió importantes poderes para garantizar la
orientación islámica de las leyes e instituciones. El componente democrático de las instituciones
iraníes es el Parlamento, se ve limitado por la acción del consejo de guardianes, controlado por el
clero, que puede prohibir la participación de candidatos y vetar leyes.
Al triunfo revolucionario le siguió una fuerte represión, dirigida contra los responsables
de régimen pasado y contra las fuerzas laicas que inicialmente la habían apoyado. Los derechos
de las mujeres fueron reducidos y se les impuso un estricto código de vestimenta. En el terreno
internacional, el régimen de Jomeini adquirió una orientación antioccidental. La guerra con Irak,
iniciada por Saddam Hussein fue prolongada por la pretensión iraní de provocar su caída, causó
en torno a 200.000 muertes en Irán y tuvo un gran coste económico.
Tras la muerte de Jomeini, que se produjo en 1989, el puesto de supremo guardián fue
asumido por Alí Jameneí, un clérigo de rango medio que carecía de la autoridad carismática de su
predecesor. Como presidente del Gobierno fue elegido otro clérigo, Akbar Hashemi Rafsajani,
quien impulsó una política algo más pragmática. Se dio prioridad a la recuperación de la economía
y se adoptó una política exterior menos dada a la confrontación. La política demográfica
experimentó un cambio radical y dio paso a la promoción del control de la natalidad. La situación
de los derechos humanos no mejoró y en el exterior Irán siguió tratando de impulsar el
islamismo mediante el apoyo a grupos radicales (como la organización chií libanesa Hamás).
Las elecciones presidenciales de 1997 dieron la victoria a un clérigo de orientación
moderada, Mohamed Jatamí (Tb. ganó 2001), que impulsó una política reformista, basada en la
liberalización interior y en la mejora de las relaciones internacionales de Irán. Fue el primer
líder mundial en proponer “un diálogo de civilizaciones”, aunque no tuvo el apoyo de Bush que
incluyó a Irán, junto a Irak y Corea del Norte, en un supuesto eje del mal. El principal problema
que encontró la política reformista de Jatamí fue la oposición de lo sectores más duros del
régimen, que controlaban el consejo de guardianes y tenían el apoyo del guardián supremo Alí
Jameneí. El impulso dado a la libertad de prensa se frustró porque los tribunales suspendieron la
publicación de periódicos reformistas. Las manifestaciones estudiantiles en favor de las
reformas fueron reprimidas y algunos destacados aliados de Jatamí fueron encarcelados. La
esperanza de cambio que su triunfo había suscitado inicialmente en amplios sectores de la
sociedad dio paso a la decepción.
En las elecciones presidenciales de 2005, los sectores más conservadores encontraron un
buen candidato en Mahmud Ahmadineyad (alcalde de Teherán). Su presidencia ha estado
marcada por un nuevo radicalismo en política exterior y por una política económica populista,
basada en la subvención del consumo mediante los ingresos que proporciona la exportación del
petróleo. En el plano interno los rasgos autoritarios del régimen se han acentuado y de nuevo se
aplican con el máximo rigor las disposiciones sobre la vestimenta femenina. Los amplios indicios
de que el programa nuclear desarrollado en los últimos años por Teherán tiene por objetivo la
construcción de armas atómicas han provocado una importante crisis internacional y las grandes
potencias tratan de impedir que Teherán se dote de armamento nuclear. En 2009 Ahmadineyad
triunfó en unas elecciones presidenciales que han sido denunciadas como fraudulentas por la
oposición con importantes protestas en la calle severamente reprimidas.
Hasan Rouhaní, actual presidente iraní.

Turquía: islamismo y democracia.


Turquía (e Irán) es un país musulmán pero no árabe que se encuentra entre las mayores
potencias de Oriente Medio. Con un extenso territorio, una población importante, un nivel de
desarrollo medio y una modesta tasa de crecimiento económico, se ha logrado un progreso social
significativo. Turquía es un aliado tradicional de Occidente, que se integró en la OTAN en 1951 y
ha iniciado en 2005 negociaciones para el ingreso en la Unión Europea.
Turquía optó por el laicismo y la occidentalización durante el régimen de Mustafá Kemal
Ataturk, fundador de la República, presidente desde 1923 a 1938 y todavía hoy reverenciado
como padre de la patria. A partir de 1945 el régimen turco se abrió al pluralismo político, pero su
historia ha estado marcada por sucesivos golpes militares (1960, 1971 y 1980). Hoy es uno de los
países más democráticos del mundo musulmán y las libertades civiles y políticas van en aumento,
aunque no se hayan homologado a las europeas. El gran cambio de estos últimos años ha sido el
avance del islamismo político que choca con los principios laicos establecidos.
El último golpe militar, 1980, se produjo en el contexto de una aguda crisis económica y de
una grave violencia política, protagonizada por grupos de extrema izquierda y sobre todo
extrema derecha. La cúpula militar asumió el poder político, disolvió el Parlamento y prohibió la
actividad de la mayoría organizaciones políticas y sindicales. En 1983 promovió el retorno a una
forma de democracia controlada, mediante unas elecciones parlamentarias a las que sólo
pudieron concurrir partidos nuevos aceptados por los militares. Los resultados electorales no se
ajustaron sin embargo a sus expectativas. Un partido de centroderecha encabezado por Turgut
Ozal obtuvo la mayoría absoluta en el Parlamento.
Ozal, un tecnócrata con buena preparación económica, fue presidente desde 1983 a 1989,
bajo su mandato la economía turca se recuperó y el país retornó a la normalidad democrática,
aunque se produjo un nuevo estallido de violencia cuando un partido kurdo, el PKK, desencadenó
en 1984 una insurrección armada que provocaría cerca de 40.000 muertes en los siguientes
quince años. Tras las elecciones de 1991, ser formó un Gobierno de coalición presidido por el
conservador Suleiman Demirel. Su Gobierno se vio mediatizado por presiones de la cúpula militar,
que vetó en especial cualquier tipo de concesión a las aspiraciones particularistas de la minoría
Kurda. En 1993 asumió la presidencia de la República y cedió la jefatura del Gobierno a su
colaboradora Tansu Çiller que se convirtió en la primera mujer que presidía un Gobierno turco.
En 1995, las elecciones legislativas dieron por primera vez la victoria relativa a un partido
islamista, el Partido de la Prosperidad (Refah). El líder islamista Necmeddin Erbakar formó un
Gobierno de coalición, con Çiller como vicepresidenta. La cúpula militar no estaba dispuesta a
aceptar un Gobierno islamista y forzó su dimisión en 1997. Al año siguiente la justicia disolvió el
partido Refah, porque sus pincipios islamistas eran contrarios a los de la República. Las
elecciones de 1999 dieron la victoria a los partidos laicos.
La tradición kemalista en que se basa la República implica una concepción nacionalista que
niega la diversidad de la población turca. Se supone que al margen de las minúsculas minorías
cristianas, griega, armenia y judía, todos los turcos han de ser musulmanes, aunque la Repúbica
sea laica, y de lengua turca. Ese nacionalismo que niega la diferencia ha llevado a dificultades en
relación con dos minorías, una religiosa, la aleví y otra étnica y lingüística, la kurda.
El gran foco de conflicto a partir de los años ochenta es el relacionado con la minoría
kurda, y que habita en las regiones montañosas del este de Turquía y el norte de Irak. Durante
décadas el uso público de la lengua kurda ha estado prohibido y los militantes kurdos de extrema
izquierda que integran el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, PKK, duramente
represaliados, durante el régimen militar de 1980. Tras reorganizarse en el exilio, en Siria y
Líbano, el PKK lanzó en 1984 una ofensiva guerrillera que se mantuvo durante quince años. La
represión fue muy dura incluyendo el desplazamiento forzoso de millones de kurdos y el
asesinato de cientos de intelectuales y políticos kurdos, no necesariamente ligados al PKK.
Abdullah Ocalan, líder del PKK fue capturado en 1999 en Kenia, suponiendo un duro revés para el
PKK, que renunció a la lucha armada al año siguiente. Aunque posteriormente se han producido
algunos ataques violentos, la fase más aguda del conflicto ha concluido.
Las elecciones de 2002 dieron el triunfo a un nuevo partido islamista moderado. El
Partido Justicia y Desarrollo, AK, dirigido por Recep Tayyip Erdogan, revalidó su éxito en las
elecciones de 2007, gracias a una gestión en conjunto muy positiva. El crecimiento económico ha
alcanzado durante su Gobierno unas tasas muy satisfactorias, aunque el impacto de la crisis
internacional comenzada en 2008 ha provocado una caída del PIB.
En política internacional Erdogan ha conseguido un éxito importante, al haber aceptado la
Unión Europea que en 2005 se iniciaran negociaciones para el ingreso de Turquía, que podría
convertirse en el primer país musulmán de la UE. El nivel de desarrollo económico de Turquía es
sólo levemente inferior al de países miembros de la UE como Bulgaria y Rumanía, y el nivel de
corrupción, bastante elevado, es también similar al de ambos países. Para ingresar en la UE
Turquía debe también mejorar en lo referente a derechos humanos, respeto a las minorías y
reducción de la influencia política de las Fuerzas Armadas, materias en las que Erdogan ha
impulsado avances significativos. En el plano interior no se ha producido una imposición de los
valores islámicos, como temían las fuerzas laicas, que sin embargo siguen temiendo que la
moderación de Erdogan no sea más que un disfraz temporal bajo el que se oculta un programa
radical.

TEMA 20. AFRICA SUBSAHARIANA.


INTRODUCCIÓN
África es un gran continente, con casi 900 millones de habitantes, que rara vez se analiza en su
conjunto. Egipto y el Magreb forman parte del mundo árabe e islámico y cuando nos referimos a
África pensamos sobre todo en las grandes extensiones del mundo subsahariano. La gran barrera
desértica del Sahara separa ambos mundos, salvo en el valle del Nilo, cuya mitad meridional
corresponde a Sudán. Sudán, habitado al norte por gentes de lengua árabe y religión musulmana,
y al sur por poblaciones no árabes, cristianas o animistas, ha sido durante largo tiempo el único
Estado que se extendía por ambos mundos.
VISIÓN DE CONJUNTO
La demografía.
El África subsahariana, poblada por 700 millones de personas, se caracteriza por un fuerte
crecimiento demográfico, como resultado de una elevada tasa de fecundidad y por una esperanza
de vida muy reducida.
El los últimos treinta años el crecimiento demográfico de los países subsaharianos ha sido
muy elevado, con una tasa anual que se sitúa en el 2% o el 3% anual y se prevé que esa tendencia
se vaya a mantener en las próximas décadas. La elevada tasa de fecundidad se sitúa en la
mayoría de los países en torno a cinco o seis hijos por mujer y es incluso más elevada en las áreas
rurales más pobres. No hay apenas programas estatales para promover el control de la natalidad
(salvo Sudáfrica) y las costumbres sociales siguen siendo favorables a las familias numerosas.
La caída de la mortalidad está siendo también muy lenta. En los años setenta del siglo XX
la esperanza de vida se situaba entre los 40 años de Mozambique y los poco más de 50 de
Sudáfrica y Kenia. Durante los treinta últimos años, la esperanza de vida ha registrado un
considerable aumento en casi todos los países del mundo, esta tendencia se ha manifestado de
manera mucho más débil en África.
Los escasos resultados obtenidos en la lucha contra la mortalidad en África se deben el
débil desarrollo de la atención sanitaria, a los problemas de nutrición y en particular al
devastador impacto del sida. Los países subsaharianos han sido los más afectados por esta
epidemia (concentra el 60% de los casos registrados en el mundo, es decir unos 25 millones de
africanos son seropositivos). En los últimos años la epidemia parece haberse estabilizados, pero
su impacto sigue siendo gravísimo. Afecta sobre todo a la población joven y sobre todo a las
mujeres. En parte esto es el resultado de las deficiencias higiénicas y sanitarias que aumentan el
riesgo de contagio por vía sexual de las mujeres y en parte a la sumisión sexual que sufren
muchas africanas. Los conflictos armados han contribuido a la extensión del sida debido a las
numerosas violaciones cometidas por los combatientes. La falta de recursos económicos ha
dificultado la lucha contra la enfermedad, y la difusión de preservativos se ha visto frenada por
la hostilidad de algunos grupos religiosos. Algunos Gobiernos, se han negado durante años a
admitir la evidencia científica de que se trata de una enfermedad de transmisión sexual, lo que
ha agravado el problema.

La economía.
El África subsahariana tiene un peso mínimo en la economía mundial. Al margen de algunas
exportaciones importantes, sobre todo petróleo y minerales, el continente ha quedado casi por
completo al margen de la globalización. La gran potencia económica subsahariana es Sudáfrica,
pero su PIB, medido según el tipo cambio de su moneda, representa poco más de una quinta parte
del español. A partir de los años ochenta, las instituciones económicas promovieron la adopción
de políticas de ajuste del gasto público y de liberalización económica, lo que ha llevado a que el
índice de libertad económica se sitúe hoy a niveles medios o incluso altos. Las medidas de
liberalización no han impulsado sin embargo un despegue económico y en algunos países se
hicieron impopulares debido a la reducción del gasto público que implicaban. Por otro parte, el
peso de una burocracia corrupta e ineficaz sigue frenando la iniciativa empresarial.
Países como Mozambique o Sudán han tenido en los últimos años unas tasas de
crecimiento del PIB por habitante relativamente elevadas, pero otros se han estancado, como
ha sido el caso de Kenia, o incluso han retrocedido, como ha ocurrido con Congo, afectado por
gravísimos conflictos.
Entre las tendencias más importantes de la economía africana a comienzos del siglo XXI
hay que destacar el auge de la producción de petróleo y la penetración china. Algunos países
como Sudán, Nigeria y Angola ya eran importantes productores y exportadores de petróleo, pero
últimamente se han encontrado nuevos yacimientos, sobre todo en perforaciones submarinas en
las costas del golfo de Guinea. En la actualidad el principal productor subsahariano sigue siendo
Nigeria, seguida de Sudán, Angola y de Guinea Ecuatorial, cuya industria petrolera acaba de
despegar. Las exportaciones subsaharianas se han visto favorecidas por la calidad de sus crudos,
por el alza de precios que se produjo a comienzos del sigo XXI y por el desarrollo de China como
destacada importadora. Sin embargo, no se debe exagerar el potencial petrolífero de África
subsahariana.
Los principales socios comerciales de África, siguen siendo los países occidentales, sobre
todo las antiguas metrópolis coloniales, pero la gran novedad es el creciente papel de China que
ha encontrado en África una fuente de aprovisionamiento de productos energéticos y materias
primas, y un mercado para sus productos de consumo a bajo precio. Las inversiones chinas se
están incrementando y Pekín no condiciona su cooperación económica a las medidas contra la
corrupción o a favor de los derechos humanos que requieren los occidentales. Pero en conjunto,
el volumen de la inversión extranjera en África es muy reducido.

El bienestar social.
El índice de desarrollo humano del PNUD sitúa a los países subsaharianos en los últimos lugares.
Según los datos correspondientes a 2005, los 22 países clasificados como de desarrollo humano
bajo eran todos ellos subsaharianos. Cerca de la mitad de los africanos quedan por debajo del
nivel de pobreza absoluta. Los problemas de desnutrición infantil y la falta de un sistema
educativo apropiado comprometen el futuro de millones de niños. La desigualdad de ingresos es
bastante elevada y especialmente significativa en el país más próspero de la región, Sudáfrica,
en donde se manifiestan todavía los efectos de largos años de segregación racial.
El gasto público en salud representa un porcentaje pequeño respecto a un PIB que a su
vez es muy bajo, lo que se traduce en una insuficiencia de recursos para hacer frente a los
problemas sanitarios de un continente muy afectado por las epidemias. El atraso educativo se
refleja en bajas tasas de alfabetización. Las dotaciones para la escuela primaria no han seguido
el ritmo del crecimiento demográfico, así es que hay un porcentaje significativo de niños que no
están escolarizados. A menudo los profesores están mal formados y poco motivados. Muy pocos
estudiantes concluyen los estudios de secundaria, mientras que la enseñanza universitaria
presenta una baja calidad.
La corrupción es un problema grave en el África subsahariana, lo mismo que en otros
países poco desarrollados. La gran corrupción es protagonizada por los dirigentes políticos, que
cobran cuantiosas comisiones para la firma de contratos con compañías extranjeras y en
ocasiones derivan hacia sus cuentas bancarias parte de la ayuda exterior recibida. La falta de
transparencia en la gestión del gasto público facilita la corrupción y ésta se ve también
favorecida por las extensas redes clientelares en las que se apoya el poder político.
Aunque la documentación estadística de que se dispone sobre el tema es escasa, hay
indicios de que en los últimos años el nivel de delincuencia ha aumentado. La tasa de homicidios
de Sudáfrica, es una de las más elevadas del mundo. El rápido crecimiento de ciudades enormes,
la escasez y corrupción de las fuerzas policiales, la abundancia y la baratura de las armas de
fuego, potenciada por los conflictos, y la ineficacia de una justicia mal dotada son otros tantos
factores que contribuyen el auge de la criminalidad.
La política.
La mayoría de los Estados africanos se convirtieron tras la independencia en regímenes de
partido único o dictaduras militares, que ignoraban los derechos humanos, perseguían a la
oposición e impedían la alternancia política. En el contexto de la Guerra Fría, las potencias
extranjeras los apoyaron en función de sus intereses estratégicos. El recurso a la fuerza se
convirtió en el principal medio de acceder al poder y de mantenerse en él.
La oleada democratizadora que acompañó el final de la Guerra Fría se hizo notar también
en África. El cambio más espectacular se produjo en Sudáfrica, donde una transición negociada
hizo posible el paso de un régimen de brutal segregación racial a una democracia multiétnica.
Nelson Mandela, héroe de la lucha contra la segregación, fue puesto en libertad en 1990 y cuatro
años después ganó las primeras elecciones basadas en un sufragio universal sin discriminación. En
varios países, los Gobiernos, desacreditados por los malos resultados económicos de la década
anterior y presionadas por protestas en la calle, aceptaron negociar la transición mediante
conferencias representativas de los distintos sectores de la sociedad. En pocos años, la mayoría
de los países subsaharianos habían adoptado, al menos parcialmente, los principios democráticos.
Los medios de comunicación son más libres, la sociedad civil tiene más posibilidades de
organizarse, se celebran elecciones multipartidistas y el Parlamento tiene un mayor papel. Sin
embargo, el autoritarismo y el clientelismo siguen arraigados en la cultura política y pocos países
africanos pueden considerarse democracias plenas. La consolidación de la democracia en
Sudáfrica tras décadas de segregación racial ha sido una de las sorpresas más positivas de los
últimos años.
Sudáfrica es también, la principal potencia militar subsahariana. Los demás países tienen
un presupuesto militar reducido en términos absolutos, aunque en algunos casos es elevado en
relación al PIB. Durante los últimos años la tendencia en varios países ha sido la reducción del
gasto militar, lo que a su vez refleja una tendencia a la disminución de los conflictos armados. La
principal misión de los ejércitos africanos desde la independencia no ha sido la defensa de las
fronteras exteriores de sus países, porque afortunadamente ha habido relativamente pocas
guerras internacionales, sino la participación en los conflictos internos. Los Gobiernos se han
apoyado en las Fuerzas Armadas para mantenerse en el poder y en ocasiones han sido derribados
por un golpe militar.

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