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Otro de los rasgos peculiares del gobierno de Yrigoyen fue la lucha por el
control partidario entre los grupos de clase media y los grupos de la élite
que habían apoyado al radicalismo desde la década del ´90. La
oposición a Yrigoyen del ala aristocrática cristalizó en la forma de un
ataque a su “personalismo” y la exigencia de que no se confundiera al
Estado con el partido. Cuando en 1919 el movimiento opositor terminó
en el fracaso, la relación entre Yrigoyen, como fuente de patronazgo, y
los comités del partido, como fuente de apoyo electoral, pasó a ser el
rasgo predominante.
Problemas regionales.
En la provincia de Buenos Aires era la que tenía mayor electorado, y en
ella se concentraban también los sectores más poderosos de la élite. Las
demás provincias ocupaban un triste segundo lugar en cuanto a las
respuestas que obtenían del gobierno y a su influencia en el partido en
el plano nacional.
En las elecciones de 1916 los radicales se fijaron por primera vez como
uno de sus objetivos principales obtener el apoyo de los obreros. Para
ello, organizaron su campaña siguiendo las líneas tradicionales del
paternalismo de los caudillos de barrio y la beneficencia de los comités.
Lo que les dio la victoria en 1916 fue la desaparición de sus rivales
conservadores de años anteriores, y a la división de los socialistas (Justo
y Palacios).
Pero todo lo que los obreros obtenían era aliento moral, pocas veces el
gobierno superó este estrecho marco, y cuando lo hizo fue por la medida
de cálculos electorales o combatir al PS. Asimismo, el gobierno tendía a
declararse en favor de los huelguistas solamente cuando el movimiento
de fuerza afectaba a los sectores dominados por el capital extranjero,
para evitar enajenarse las simpatías de los empresarios nacionales.
Tampoco eran apoyados cuando el Estado o una empresa dependiente
de él, se veía directamente envuelta en la huelga como empleador.
Después de la Primera Guerra Mundial los salarios reales comenzaron a
crecer, resultado de la demanda de mano de obra, y no de políticas
establecidas por el gobierno.
Hasta abril de 1918 hubo otros estallidos en los ferrocarriles, cuyo efecto
fue unificar aún más la oposición y socavar poco a poco la capacidad del
gobierno para seguir una línea de acción independiente.
7- La Semana Trágica.
En 1919, las tensiones generadas por las huelgas entre el gobierno y la
élite conservadora dieron lugar a una serie de complicadas situaciones.
Por primera vez, las Fuerzas Armadas se vieron envueltas en la política,
en calidad de árbitros de los destinos del gobierno civil.
El proceso de movilización.
La huelga declarada fue en gran medida una reacción ante estos
acontecimientos. Los sindicatos comenzaron a mostrar señales de
división decisiva. Unos pocos sindicatos resolvieron movimientos de
fuerza en homenaje a las víctimas, mientras que otros emitieron
simplemente declaraciones de protesta (entre ellos la FORA y FOM).
El proceso de contramovilización.
El rápido colapso de la huelga representó su fase verdaderamente
trágica. Apareció un movimiento paramilitar integrado por civiles de
clase media y alta. En una reunión en la zona céntrica de Buenos Aires
con gran asistencia de público, un grupo de civiles armados organizó
patrullas y comenzó a acompañar a la policía y a las tropas del ejército.
De este modo hizo su aparición en la escena un movimiento
contrarrevolucionario de derecha, cuyo rasgo más peculiar era que no
estaba particularmente dirigido contra los huelguistas ni se centró en el
foco original de los disturbios, sino que apuntó fundamentalmente a la
comunidad ruso-judía que vivía en la zona de Villa Crespo.
8- 1919.
En enero el gobierno radical estuvo casi al borda de ser derrocado por
un golpe de Estado militar.
El paro marítimo.
Luego de la Semana Trágica el gobierno hizo cuanto pudo para
recuperar a corto plazo su predicamento entre los obreros, con vista a
elecciones. En contraste con la agremiación de otros grupos obreros, los
trabajadores marítimos estaban en 1919 sólida y ampliamente
organizados.
Los abogados de las compañías, junto con la Asociación del Trabajo y los
empresarios navieros, prestaban apoyo a la antigua idea de declarar un
boicot de fletes. El problema del boicot constituyó un ejemplo de la
creciente rivalidad entablada respecto de la Argentina entre los ingleses
y los norteamericanos luego de la Primera Guerra Mundial.
El papel de la Iglesia.
La Iglesia Católica Romana se vio envuelta en la cuestión de la huelga.
Organizó una Gran Colecta Nacional para impulsar, se decía, “la gran
obra de independencia de los obreros”. A una semana de su iniciación la
colecta había reunido más de 10 millones de pesos.
Desde 1919 las provincias que hasta ese momento habían escapado al
control oficial fueron cayendo una tras otra en rápida sucesión. Al
terminar las huelgas en la Capital Federal, el gobierno tuvo un respiro
para recobrarse de los sucesos de 1919.
El único aspecto del problema del costo de vida en que el gobierno tuvo
éxito fue su apoyo al control de los alquileres en la Capital Federal. El
Congreso adoptó una serie de medidas temporales que impusieron la
congelación de los alquileres, restringieron los desalojos y liberaron de
aranceles los materiales de construcción importados.
Se declaró huelga general (con poca adhesión real y por poco tiempo) la
policía montó también contra ella. Cuando finalizó la huelga y cesaron
las actividades de la Liga Patriótica, se permitió a la FOM reabrir su local
sindical, y se dejaba en libertad a los detenidos. Pero el daño ya había
sido hecho: el gobierno ya no podía fingir más que seguía protegiendo a
los sindicatos.