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Rock David

El radicalismo argentino (1890-1930)


A pesar del triunfo electoral del radicalismo en 1916, la oligarquía
tradicional mantenía su poder e influencia. Se diría que simplemente
había cambiado de ropaje.

Gran parte de los funcionarios de la nueva administración pertenecían a


esta oligarquía. Los radicales parecían estar guiados, en muchos
sentidos, por los mismos objetivos que ellos y ser merecedores de
continuar el proceso que había sido iniciado por Sáenz Peña.

En casi todas las provincias los radicales seguían siendo oposición, y


también estaban en minoría en el Congreso. La posición de Yrigoyen era
bastante débil, y sus medidas de gobierno estaban fuertemente
condicionadas por su relación con la élite.

El gobierno radical evaluó sus propios éxitos en términos de su


capacidad para expandir y consolidar, más bien que para modificar, la
economía primaria-exportadora. Por ser una coalición de terratenientes
y de grupos de clase media no vinculados a la industria, ellos mismos
eran beneficiarios inmediatos.

La tendencia de alinearse demasiado con los grupos urbanos, comenzó a


poner en peligro la relación de la élite con el capital extranjero y los
mercados de ultramar, desencadenó ominosas expresiones de conflicto
político. Las dos crisis fundamentales que sufrió el gobierno radical, en
1919 y 1930, se vinculan directamente a un proceso de esta índole.

Las técnicas del liderazgo popular


La atmósfera cerrada y formal de la oligarquía fue muy pronto barrida
por una nueva oleada de euforia popular. Sostuvo un carácter
marcadamente personalista, en la figura de Yrigoyen. Asimismo, los
ataques más mordaces de la oposición estaban reservados al
presidente.

Yrigoyen no pronunciaba discursos públicos, abandonó la costumbre de


abrir las sesiones del Congreso, sus presentaciones en público eran
limitadas. Esto sumado a un cierto misticismo, que cumplió algún papel
en la movilización de apoyo a los radicales en las zonas más atrasadas
del país.
Este nuevo estilo de política popular iba acompañado de una
participación mucho mayor de los grupos urbanos, que antes habían
sido relegados a un papel indirecto o sólo ocasional.

Esto contribuyó a acelerar la lenta transformación que venía


produciéndose en los partidos políticos desde la década del ´90. En
todos los planos de la política, introdujo nuevas pautas y estilos de
contacto entre los políticos y el electorado.

Las disparidades regionales impidieron al radicalismo cobrar la forma


“orgánica” a que habían aspirado los reformadores de 1912.
Conservaron asimismo, muchas de las características de los partidos
oligárquicos.

La economía argentina durante la Primera Guerra Mundial


Se puede visualizar dos etapas

. 1913-1917 etapa de depresión, considerable desempleo vinculado al


sector exportador

. 1918-1921 período de auge con creciente demanda de exportaciones


argentinas.

El efecto más marcado en el segundo período, fue la rápida inflación. El


aumento de precios incidió tanto en los artículos importados como en los
nacionales. La guerra produjo un aumento de los costos de los fletes
internacionales y elevó el precio de las importaciones, las cuales se
vieron disminuidas.

Luego de 1917 se generaron nuevas presiones inflacionarias a causa del


aumento de la demanda externa de productos agropecuarios.

La inflación fue uno de los factores preponderantes entre los que


rigieron la relación entre la élite terrateniente y los sectores urbanos
durante el primer gobierno radical. Mientras que los terratenientes se
beneficiaron con la inflación a causa de los mayores precios, el costo de
vida urbano aumentó alrededor de un 65%.

La estrategia política del gobierno.


En 1916, los efectos de la inflación sobre los consumidores llevaron al
gobierno radical a una posición bastante difícil. No podía evitar que los
terratenientes sacaran provecho del auge generado por la guerra, pero
si no intentaba mitigar los efectos de la inflación, corría el riesgo de
perder los vínculos establecidos con los grupos urbanos. Tampoco podía
trastocar los beneficios de los terratenientes cobrando impuestos sobre
la tierra. La única forma de lograrlo fue la readopción de los mecanismos
tradicionales de patronazgo político y sus consecuencias a largo plazo,
aumentando la cantidad de cargos burocráticos y profesionales,
utilizados a su vez, como principal dispositivo para la movilización del
electorado.

Desarrollo del sistema de patronazgo.


La imposibilidad de sancionar leyes ilustra la renuencia de la mayoría
conservadora en el Congreso a respaldar con concesiones tangibles las
reformas que habían hecho en 1912.

Entre 1919 y 1922 el uso de cargos públicos con fines políticos se


convirtió en el nexo principal entre el gobierno y la clase media. En ese
lapso, la posición personal de Yrigoyen como jefe del gobierno y del
partido pasó a depender casi exclusivamente de su habilidad para
manejar el patronazgo estatal.

Los principales beneficiarios eran los hijos de inmigrantes


pertenecientes a la clase media “dependiente” de Buenos Aires, y en
menor medida de las demás ciudades importantes del litoral atlántico.
Estos eran los núcleos primordiales de la organización en comités de la
UCR, habiéndose sumado al partido en número creciente luego de 1900.

No debe sorprender que el PS se opusiera enérgicamente al sistema, el


cual ofrecía muy poco a sus principales adeptos.

Otro de los rasgos peculiares del gobierno de Yrigoyen fue la lucha por el
control partidario entre los grupos de clase media y los grupos de la élite
que habían apoyado al radicalismo desde la década del ´90. La
oposición a Yrigoyen del ala aristocrática cristalizó en la forma de un
ataque a su “personalismo” y la exigencia de que no se confundiera al
Estado con el partido. Cuando en 1919 el movimiento opositor terminó
en el fracaso, la relación entre Yrigoyen, como fuente de patronazgo, y
los comités del partido, como fuente de apoyo electoral, pasó a ser el
rasgo predominante.

Problemas regionales.
En la provincia de Buenos Aires era la que tenía mayor electorado, y en
ella se concentraban también los sectores más poderosos de la élite. Las
demás provincias ocupaban un triste segundo lugar en cuanto a las
respuestas que obtenían del gobierno y a su influencia en el partido en
el plano nacional.

Sobre todo después de 1919, se recurrió con creciente asiduidad a la


antigua práctica de la intervención federal, mediante la cual el gobierno
central asumía el control directo de una provincia para corregir los
abusos locales de poder, pero con el propósito inmediato de establecer
regímenes serviles, regidos por politicastros, que estuvieran en
condiciones de asegurar el triunfo en las elecciones de senadores
nacionales. Efecto a largo plazo fue la aceleración del proceso de
centralización del poder y la riqueza en la ciudad de Buenos Aires.

Entre muchos ejemplos, pueden mencionarse las expropiaciones de


azúcar del 1920, flagrante tentativa de establecer una discriminación
contra los productores del interior y en favor de los consumidores
urbanos. Como respuesta, se imponían regímenes clientelísticos
corruptos, que dieron como resultado en algunas provincias (San Juan,
Mendoza, Tucumán) una fuerte tradición “antiyrigoyenista”.

La Reforma Universitaria de 1918,


Es el hecho que más asociado ha quedado a los logros del gobierno
radical a favor de la clase media.

En 1918, primero en la Universidad de Córdoba y luego en otras casas


de altos estudios, hubo una sucesión de huelgas estudiantiles, algunas
de las cuales alcanzaron violentas proporciones. Su objetivo era que se
modificaran los planes de estudio y se pusiera fin a la influencia
escolástica y clerical en la educación superior. Los reformadores
presentaron sus ideas en términos de una filosofía de la educación y la
sociedad marcadamente distinta de la del pasado, popularizando por
primera vez la democracia educativa y la participación de los
estudiantes en el gobierno de las universidades.

Tras prolongadas negociaciones, se simplificaron los criterios de ingreso,


y los planes de estudio sufrieron importantes modificaciones; pero el
paso más importante fue la ampliación de las posibilidades de recibir
educación para la clase media a través de la creación de nuevas
universidades.
Lo que estaba ocurriendo era un efecto previsible de la ampliación del
sufragio de 1912.

El radicalismo y la clase obrera.


Antes de 1916, los radicales prestaron escasa atención al problema
obrero. No había en su posición muchos elementos que permitieran
hablar de una orientación reformista. Uno de sus cargos contra la
oligarquía era que el autoritarismo de esta última había llevado a la
aparición de sentimientos clasistas. La antipatía por la idea de clase fue
uno de los rasgos salientes de la doctrina e ideología de la UCR, que
perduró luego de 1916.

Otro de sus rasgos fue su actitud reaccionaria, casi paranoica, contra


todo lo que tuviera apariencia de “socialismo”, porque se percibía como
amenaza a la propiedad privada. Esto iba acompañado de una
afirmación exagerada y dogmática de las posibilidades de movilidad
social que ofrecía la sociedad argentina. La preocupación sobre la
cuestión obrera era esencialmente electoralista y la lucha que
emprendió a partir de 1916 para lograr la supremacía en el Congreso. Su
voto era una de las llaves maestras para el control político de la ciudad
de Buenos Aires.

Era un modo de poner coto al crecimiento del PS e impedir que se


expandiera más allá de la Capital Federal.

En las elecciones de 1916 los radicales se fijaron por primera vez como
uno de sus objetivos principales obtener el apoyo de los obreros. Para
ello, organizaron su campaña siguiendo las líneas tradicionales del
paternalismo de los caudillos de barrio y la beneficencia de los comités.
Lo que les dio la victoria en 1916 fue la desaparición de sus rivales
conservadores de años anteriores, y a la división de los socialistas (Justo
y Palacios).

En un momento de aguda inflación, el gobierno se embarcó en un


proyecto tendiente a establecer estrechos vínculos con el movimiento
sindical, único baluarte que quedaba contra el influjo del PS. El
movimiento sindical estaba experimentando grandes cambios; los
radicales habrían tenido esperanzas de conquistar el apoyo obrero si los
anarquistas hubiesen conservado su antigua primacía. Con el reemplazo
del anarquismo por los sindicalistas, fue desapareciendo la postura
antiestatal extrema de los sindicatos.
El problema capital que planteaban los beneficios a distribuir entre los
sindicatos y los obreros derivaba de sus efectos potenciales sobre la
situación de la élite conservadora. Más que cualquier otro factor, este
complicado conflicto de intereses y objetivos entre el gobierno y la élite
fijó el carácter y el destino del primer gobierno radical.

6- Las huelgas, 1916-1918.


Como ni los radicales ni muchos obreros se preocupaban demasiado por
las leyes, y como el gobierno no controlaba el Congreso, el contacto con
los trabajadores se establecía casi exclusivamente durante las huelgas.

En sí mismas, las huelgas fueron, sobre todo, consecuencia de los


efectos de la inflación sobre los salarios reales, durante la guerra y la
posguerra inmediata. Otra característica es que afectaron
principalmente a los sectores de la economía controlados por el capital
extranjero, con especial incidencia en aquellas áreas que dependían de
materias primas y combustibles importados.

La participación del gobierno en las huelgas derivó de su facultad de


recurrir a su poder de policía para favorecer a uno y otro bando. La
política del gobierno se sintetizó en esta decisión: utilizar a la policía (o a
las tropas del ejército) en favor o en contra de los huelguistas.

Otro elemento fue que se otorgó a los sindicatos un acceso y


comunicación preferenciales con los agentes decisorios del gobierno. El
Estado cumplía un papel esencial como árbitro de los conflictos e
instrumento de unión entre los obreros y el resto de la sociedad.

Yrigoyen pensaba que un sistema abierto de comunicación entre los


obreros y el Estado podría llevar a lograr la “justicia distributiva” y la
asimilación e integración política de los trabajadores.

Pero todo lo que los obreros obtenían era aliento moral, pocas veces el
gobierno superó este estrecho marco, y cuando lo hizo fue por la medida
de cálculos electorales o combatir al PS. Asimismo, el gobierno tendía a
declararse en favor de los huelguistas solamente cuando el movimiento
de fuerza afectaba a los sectores dominados por el capital extranjero,
para evitar enajenarse las simpatías de los empresarios nacionales.
Tampoco eran apoyados cuando el Estado o una empresa dependiente
de él, se veía directamente envuelta en la huelga como empleador.
Después de la Primera Guerra Mundial los salarios reales comenzaron a
crecer, resultado de la demanda de mano de obra, y no de políticas
establecidas por el gobierno.

Las huelgas marítimas de 1916 y 1917.


No obstante, el gobierno recientemente electo (1916) veía en sus tratos
con la clase obrera una de sus grandes prioridades. Ese mismo año, las
compañías navieras de cabotaje que estaban afiliadas a la FOM,
entraron en huelga, afectando la navegación de ultramar. Tenía como
finalidad un aumento de la paga para compensar el creciente costo de
vida. El gobierno tuvo la oportunidad de presentarse como bando
neutral, árbitro de las negociaciones, permitiendo a los huelguistas
organizar con eficacia sus piquetes. Esta medida dio la victoria a los
obreros. Lo mismo sucedió meses después al declararse una nueva
huelga en el Riachuelo.

La huelga de los obreros municipales.


Pero la conducta hacia otros grupos era a menudo muy distinta. En
marzo de 1917, durante una huelga de los basureros municipales,
también originada por un problema de salarios, que se habían rebajado
por escasez de fondos. Los socialistas hicieron suya la causa en el
Congreso, por lo que los radicales sacaron la conclusión de que habían
sido éstos quienes habían organizado las manifestaciones. Se dio carta
blanca a las autoridades municipales para que aplicaran mano fuerte
contra los huelguistas. Todos los obreros fueron despedidos y se hizo un
uso generoso de las fuerzas policiales para impedir que organizaran
piquetes. Lo mismo sucedió en una huelga de trabajadores de correos
en setiembre de 1918, en la cual controló minuciosamente la filiación
partidaria de los empleados calificados reincorporados luego del
conflicto.

Estas huelgas mostraron: que el gobierno se mostraba mucho menos


complaciente en casos como este (un servicio público); la hostilidad
entre radicales y socialistas; que los radicales hacían lugar a sus adeptos
y que Yrigoyen tenía precaución al actuar para no implicar un perjuicio a
su relación con los “sindicalistas”.

Las huelgas ferroviarias, 1917-1918.


Fueron los movimientos de fuerza más significativos. Las causas de las
huelgas ferroviarias deben buscarse en los efectos económicos de la
guerra. Se interrumpieron las nuevas construcciones, y la contracción de
las exportaciones argentinas, disminuyendo la recaudación de las
empresas ferroviarias. Cesaron las adquisiciones de material rodante y
fueron disminuyendo las condiciones y mantenimiento de las vías. El
rubro en el que hicieron mayor economía estas empresas fue en su
fuerza de trabajo, tanto por despidos o por merma de salario.

Las huelgas en el Ferrocarril Central Argentino.


Frente a la proyección de una huelga general, se produjeron huelgas
espontáneas resultado directo del intento de la compañía de bajar los
salarios y reducir su personal.

La tentativa por parte del Central Argentino de mantener los trenes en


funcionamiento impulsó a muchos huelguistas a actos de sabotaje. La
falta de control y el hecho de que la huelga se extendiera, obligó a los
sindicatos a abandonar sus intentos de fijar límites a los huelguistas y de
darles su apoyo. Se declaró así en el Central Argentino una huelga
general. Se amplió la queja argumentando que el capital se utilizaba
para financiar el esfuerzo bélico de Gran Bretaña. El gobierno se alistó al
lado de los obreros y en contra de la empresa, y se envió tropas pero se
les ordenó no actuar contra los huelguistas, forzando concesiones a
favor de los trabajadores.

Esto fue manifestado como debilidad del gobierno por la oposición.

La huelga general en los ferrocarriles, set-oct de 1917.


Pero el problema salarial no se había resuelto. Se declaró una huelga
general, pero dio por tierra la posibilidad de cooperación entre la FOF
(Federación Obrera Ferroviaria) y la Fraternidad Ferroviaria, y la FOF
evidenció signos de desintegración y atomización. La actitud del
gobierno fue no tomar medidas efectivas a favor de los obreros. Las
líneas ferroviarias estaban bien custodiadas por la policía y la prensa
oficial evitó pronunciarse a favor de uno y otro bando. Quedó
demostrado que mientras más intentaban los radicales ampliar su red
de apoyo entre los obreros, más insostenible resultaba su posición en
otras esferas decisivas. Los empresarios nacionales ahora estaban
unidos en contra de la huelga. Y un posterior aumento de los fletes les
llevó a culpar al gobierno y los sindicatos.
Escándalo de Luxburg, cuyo propósito era presionar a Yrigoyen para que
abandonase la neutralidad, provocó una moción en el Senado para que
se rompieran relaciones con el Imperio Alemán. Con ello se daba un
poderoso argumento a las compañías ferroviarias para negociar con el
gobierno, afirmando que las huelgas eran influencia de elementos
alemanes “agitadores”.

Durante el paro de ferrocarriles hubo un cese de actividades en una


compañía alemana de electricidad de Bueno Aires, y el gobierno envió
allí tropas para poner en funcionamiento la planta. Esto provocó furor.

Hasta abril de 1918 hubo otros estallidos en los ferrocarriles, cuyo efecto
fue unificar aún más la oposición y socavar poco a poco la capacidad del
gobierno para seguir una línea de acción independiente.

El fin de las huelgas ferroviarias.


Se habían iniciado negociaciones para la venta de toda la cosecha de
cereales con los aliados para las tropas del frente occidental, y se
declaró una repentina huelga en los ferrocarriles. Esto obligó a Yrigoyen
a sacar un decreto por el cual virtualmente se prohibía cualquier nueva
huelga en los ferrocarriles.

A partir de entonces se recurrió generosamente a la policía y el Ejército


para hacer frente a cualquier signo de perturbación. Ya no hicieron más
concesiones en materia de salarios, y se las ingeniaron para despedir a
la mayoría de los que habían actuado como delegados sindicales. La
Fraternidad pudo sobrevivir, pero la FOF se disolvió.

Las huelgas en los frigoríficos, 191-1918.


Se produjeron una serie de huelgas en frigoríficos de propiedad
norteamericana, y el gobierno envió soldados a los frigoríficos. Estos
obreros no tenían la misma importancia política que los ferroviarios,
cuyos votos carecían de significación. Además, el PS tenía mínima
influencia. Además, la gran mayoría de estos obreros eran inmigrantes
de los Balcanes, y carecían de derechos políticos.

7- La Semana Trágica.
En 1919, las tensiones generadas por las huelgas entre el gobierno y la
élite conservadora dieron lugar a una serie de complicadas situaciones.
Por primera vez, las Fuerzas Armadas se vieron envueltas en la política,
en calidad de árbitros de los destinos del gobierno civil.

El gobierno debió abandonar los aspectos auténticamente progresistas


de su política con el objeto de sobrevivir. En relación con el capital
extranjero, debió volver a los moldes preestablecidos del pasado. Se vio
forzado a retornar a un sistema de control regido por el patronazgo, el
aumento del gasto público y un estilo de conducción popular en gran
medida simbólico.

La cuestión cardinal pasó a ser el vínculo de los radicales con la clase


media urbana.

Los salarios y las tendencias a la agremiación.


El papel de los obreros en la Semana Trágica tuvo otra vez como causa
fundamental el incremento del costo de vida provocado por la guerra. El
auge de la demanda externa de artículos alimenticios primarios
aumentó las cargas que soportaban los consumidores urbanos. La
industria había comenzado a diversificarse por la sustitución de
importaciones. Pero el alto nivel de empleo tuvo escaso efecto sobre la
tendencia descendente de los salarios reales. El aumento del empleo
tuvo como efecto inicial una tendencia a la sindicalización.

En 1917-1918 el número de gremios afiliados y el de sus miembros que


abonaban cuotas aumentó vertiginosamente. El proceso de agremiación
comenzó a llegar hasta las pequeñas industrias y las actividades de
servicios. Un gran número de pequeños gremios se sumaron a la FORA.

Los sindicatos estaban controlados por elementos moderados y los


extremistas tradicionales perdían rápidamente apoyo.

El origen de la huelga general debe buscarse en la combinación de dos


circunstancias. Primero, la inflación y el costo de vida, y su fomento de
un clima combativo; segundo, que si bien los sindicatos crecían a un
ritmo veloz, a fines de 1918 solo una quinta parte o menos de los
trabajadores estaban agremiados. La mayoría de los participantes en la
huelga general fueron estos grupos no agremiados.

Esto explica en gran medida su falta de estructura y organización.


La huelga de los talleres Vasena.
En diciembre de 1918 se declaró una huelga en el establecimiento
metalúrgico Pedro Vasena e Hijos. La industria metalúrgica había sido
gravemente afectada por la guerra. Por abaratar los costos, la empresa
ya era conocida por sus salarios de hambre y por las medidas policiales
que acostumbraban a tomar a fin de prevenir posibles huelgas.

En enero de 1919 se aflojó el control policial y los huelguistas cobraron


más fuerza, haciendo que el gerente reclamara refuerzos al Ministro del
Interior; la violencia fue en aumento, se produjo un enfrentamiento
armado entre la patrulla policial y los obreros, en el cual murió un joven
oficial. La policía organizó una emboscada dos días más tarde,
disparando contra los huelguistas, con un saldo de cuatro muertos.

El proceso de movilización.
La huelga declarada fue en gran medida una reacción ante estos
acontecimientos. Los sindicatos comenzaron a mostrar señales de
división decisiva. Unos pocos sindicatos resolvieron movimientos de
fuerza en homenaje a las víctimas, mientras que otros emitieron
simplemente declaraciones de protesta (entre ellos la FORA y FOM).

Pero aunque los sindicatos no apoyaban la huelga, la masa obrera sí. El


día del funeral hubo movilizaciones, paro de obreros industriales y de las
líneas de tranvías. Se lanzó un asalto contra las oficinas de la compañía
que duró hasta la llegada de la policía y el ejército.

Durante el funeral hubo nuevos incidentes; se incendiaron automóviles,


se tomó una estación de tranvías, se saqueó un asilo de huérfanos y
hubo intentos de robar armas. Al llegar la caravana al cementerio hubo
un nuevo enfrentamiento con la policía con un saldo de una veintena de
muertos huelguistas.

La huelga estuvo estrechamente condicionada por la privación


económica de trabajadores. La refriega del 7 de enero determinó que la
huelga tuviera un carácter espontáneo, emocional y carente de objetivos
precisos.

Una vez que las tropas ocuparon la ciudad y comenzaron a organizar


patrullas en los barrios obreros, la resistencia que quedaba hacia el día
12 se esfumó. La segunda mitad de la Semana Trágica estuvo signada
por tumultos secundarios en procura de alimentos, al agudizarse la
escasez de estos últimos. Fue más bien una sucesión de revueltas
desarticuladas que una genuina rebelión obrera.

El proceso de contramovilización.
El rápido colapso de la huelga representó su fase verdaderamente
trágica. Apareció un movimiento paramilitar integrado por civiles de
clase media y alta. En una reunión en la zona céntrica de Buenos Aires
con gran asistencia de público, un grupo de civiles armados organizó
patrullas y comenzó a acompañar a la policía y a las tropas del ejército.
De este modo hizo su aparición en la escena un movimiento
contrarrevolucionario de derecha, cuyo rasgo más peculiar era que no
estaba particularmente dirigido contra los huelguistas ni se centró en el
foco original de los disturbios, sino que apuntó fundamentalmente a la
comunidad ruso-judía que vivía en la zona de Villa Crespo.

Los incidentes de este tipo se intensificaron cuando la policía dio a


conocer la noticia de la existencia de una célula bolchevique entre los
inmigrantes rusos.

La Semana Trágica mostró significativamente la neurosis de clase que


experimentaban las capas altas y medias, y su asociación automática de
las huelgas con las conspiraciones políticas. En las manifestaciones
externas del movimiento “patriótico” se reflejaba la difundida creencia
de que, tal como ocurriera con los ferroviarios en 1917, el gobierno
radical no haría nada para contener la huelga, dejando así el camino
abierto a una revolución de los obreros inmigrantes.

Reacciones del gobierno.


El gobierno ya no se sentía capaz de adoptar la posición neutral del
pasado. Durante las semanas finales de la guerra se lo había presionado
para que se declarase a favor de los aliados.

A ello se añadía la cada vez mayor oposición militar al gobierno dentro


de la élite. También tenía dificultades con el rebelde Grupo Azul de su
propio partido; había envueltos en las intrigas algunos miembros del
gabinete, y parecía que cada una de ellas hacía correr al partido cada
vez mayor peligro de desintegrarse.

El 11 de enero el gobierno llegó a un acuerdo con los “sindicalistas”: a


cambio de la libertad de los prisioneros que había hecho la policía y de
aumentos de salarios para los trabajadores de Vasena, la FORA
anunciaría el levantamiento de la huelga. Pero para entonces el
gobierno había perdido casi por completo el control de los
acontecimientos.

Pero aunque parte de la responsabilidad moral por los sucesos de la


Semana Trágica corresponde al gobierno y a muchos de sus adeptos, lo
cierto es que el radicalismo había caído en una trampa política. La
rapidez con que surgió el movimiento “patriótico” demostró que la
política laboral del gobierno carecía de respaldo en la opinión
conservadora o de la clase media..

8- 1919.
En enero el gobierno radical estuvo casi al borda de ser derrocado por
un golpe de Estado militar.

Oficialmente la Liga patriótica se financiaba con suscripciones


individuales, pero tenía gran respaldo financiero de los clubes
aristocráticos y de las principales empresas extranjeras. Se fundaba en
la aceptación de la economía primario-exportadora; por este motivo, los
grupos económicos extranjeros podían adherir a ella sin que su
presencia fuera considerada en absoluto anómala.

Las relaciones con el gobierno fueron ambiguas desde el comienzo. El


problema radical era el vínculo con los obreros; si estos declaraban una
vez más la huelga masiva y el gobierno intentaba protegerlos, era más
que probable que la Liga se enfrentara a Yrigoyen. Recién en agosto el
gobierno reunió el coraje suficiente para prohibir que celebrara sus
reuniones en las comisarías locales.

El paro marítimo.
Luego de la Semana Trágica el gobierno hizo cuanto pudo para
recuperar a corto plazo su predicamento entre los obreros, con vista a
elecciones. En contraste con la agremiación de otros grupos obreros, los
trabajadores marítimos estaban en 1919 sólida y ampliamente
organizados.

También desde el punto de vista financiero la posición de la FOM era


sólida. Las demandas a las compañías navieras hicieron que, tras un
intento de negociación, los empresarios declararan un lockout general a
comienzos de enero. Tuvieron una enorme organización, se hicieron
planes para la distribución gratuita de alimentos y se montó un comedor
ambulante con capacidad para más de 700 personas.

Esto ofreció al gobierno una oportunidad de favorecer a los obreros sin


verse importunado por el problema de la violencia recurrente. Durante
largo tiempo, la piedra angular de las discusiones fueron los reclamos de
los trabajadores para que se les abonaran las jornadas de lockout,
polémica que el gobierno resolvió imponiendo a los dueños de los barcos
un derecho portuario suplementario con el que se indemnizó a los
trabajadores.

Asimismo, el hecho de que no se produjesen altercados violentos


impedía movilizar un apoyo externo invocando el peligro de los
“agitadores profesionales”. No obstante, la Asociación del Trabajo hizo
cuanto pudo para que el gobierno no cosechara beneficios políticos del
conflicto. Los parlamentarios conservadores que simpatizaban con la
Asociación procuraron desacreditar al gobierno frente a los votantes de
clase media.

Los abogados de las compañías, junto con la Asociación del Trabajo y los
empresarios navieros, prestaban apoyo a la antigua idea de declarar un
boicot de fletes. El problema del boicot constituyó un ejemplo de la
creciente rivalidad entablada respecto de la Argentina entre los ingleses
y los norteamericanos luego de la Primera Guerra Mundial.

Empero, las elecciones no mostraron indicios de que su manejo del


conflicto marítimo gravitara significativamente en los resultados. Los
radicales triunfaron, pero por escaso margen. Los votos obtenidos por el
Partido Demócrata Progresista sugerían que una porción de la clase
media se apartaba de los radicales, y eran en gran parte una censura
contra el gobierno por su comportamiento en las huelgas.

Las lealtades de la clase obrera estaban divididas: tendían a apoyar a los


“sindicalistas” en los sindicatos y a los socialistas en las elecciones, a
despecho de la hostilidad a menudo extrema entre ellos. Sin duda, no
había ninguna evidencia concreta de que los radicales hubieran hecho
algún progreso en sus esfuerzos por captar los votos obreros.

Las huelgas de mediados de 1919.


Se habían producido más de 250 huelgas, íntimamente vinculadas a la
inflación y al rápido aumento de la cantidad de sindicatos y su
influencia.
Luego de una huelga de obreros y empleados telefónicos en marzo, en
abril se vio seriamente afectada la industria textil. En mayo pareció
producirse una epidemia de huelgas en los servicios y las industrias;
pararon los metalúrgicos, que arrastraron consigo a los tranviarios, a
peluqueros, periodistas, mozos, electricistas, etc.

El 9 de mayo había 25.000 obreros en huelga. Involucraba a grupos que


jamás los habían declarado antes, y que participara un importante
contingente de grupos de baja clase media, entre los cuales los más
notorios eran los bancarios.

Las huelgas generaron una atmósfera de crisis aguda que tuvo


importantes efectos en la posición del gobierno. La Asociación del
Trabajo organizó un sistema de rompehuelgas y una red de guardias
armados para protegerlos.

La fuente de la crisis política de mediados de 1919 fue, sin embargo, el


temor de una huelga general y de una conspiración revolucionaria. Con
posterioridad a abril, la Liga Patriótica se convirtió en un movimiento de
masas que incluía no sólo a miembros de la alta burguesía sino a
oficinistas y pequeños comerciantes. Además, su influencia en los
círculos militares creció velozmente.

Reacciones del gobierno.


La aprensión del gobierno lo llevó a adoptar las francas medidas
represivas que antes había evitado.

Al poco tiempo el gobierno comenzó a actuar. El 5 de mayo se dio a


conocer un edicto policial ordenando la aplicación de la Ley de
Residencia y de la Ley de Defensa Social a todos los anarquistas; a ello
le siguió una ola brutal de arrestos en masa y deportaciones. Esta acción
estaba calculada para agenciarse el apoyo de los ingleses. Cuanto más
crecía la Liga, más tambaleaban la autoridad y la legitimidad del
gobierno. A ello se sumaba una intensificación de los ataques que
dirigían al gobierno distintos líderes políticos de la oposición. Lisandro de
la Torre, por ejemplo, publicó en La Prensa, un vasto enjuiciamiento de
la carrera personal de Yrigoyen.

En este momento se produjo un cambio decisivo en el carácter del


gobierno radical. Se libró una concertada batalla para recuperar la fama
personal de Yrigoyen: la particular naturaleza de las imágenes
simbólicas empleadas a tal fin es sumamente significativa. En segundo
lugar, comenzó a recurrir en forma masiva a su control del patronazgo
en la administración pública.

De modo que la principal explicación del auge del “personalismo” debe


buscarse en las huelgas de 1919.

El papel de la Iglesia.
La Iglesia Católica Romana se vio envuelta en la cuestión de la huelga.
Organizó una Gran Colecta Nacional para impulsar, se decía, “la gran
obra de independencia de los obreros”. A una semana de su iniciación la
colecta había reunido más de 10 millones de pesos.

9- Epílogo de la primera presidencia, 1920-1922.


La Gran Colecta fue la señal definitiva del resurgimiento de los grupos
conservadores en 1919. Ya a mediados de ese año habían estrechado
férreamente el cerco en torno del gobierno radical. El gobierno en sus
relaciones con el capital extranjero continuó obrando con extremo
cuidado, y sólo adoptó una línea crítica cuando estuvo absolutamente
seguro de contar con apoyo local.

En esos años, el gobierno radical se convirtió, en gran parte, en lo que


los conservadores buscaban desde 1912: un instrumento dócil y
estático, cuyo único atributo positivo residía en su capacidad para gozar
de cierto prestigio popular.

Desde 1919 las provincias que hasta ese momento habían escapado al
control oficial fueron cayendo una tras otra en rápida sucesión. Al
terminar las huelgas en la Capital Federal, el gobierno tuvo un respiro
para recobrarse de los sucesos de 1919.

En la Patagonia, en 1920, se produjo un levantamiento de los peones de


estancia por el colapso del mercado exterior de lanas. El gobierno, sin
preocuparse demasiado, dio rienda suelta al ejército para que actuara a
voluntad y exterminara implacablemente a los huelguistas,
aprovechando que la lejanía de la región y las malas comunicaciones
impedirían que el asunto se conociese en Buenos Aires hasta mucho
después. Es el episodio que mereció la mayor reprobación moral. Esa
zona no tenía atractivo electoral, ya que estaba integrada por territorios
nacionales en los que la población no tenía derecho al sufragio y
carecían de representación legislativa.
El problema del costo de vida en 1920.
A mediados de 1920 el aumento del boom de posguerra y la fuerte
demanda europea de alimentos argentinos dio como resultado precios
mayores que nunca, sobre todo en el trigo y la carne vacuna.

Procuró abaratar el costo del azúcar pidiendo autorización al Congreso


para expropiar 200.000 toneladas que, según sostuvo, estaban en poder
de especuladores. El azúcar era a la vez un símbolo y un chivo expiatorio
del afán del gobierno por aparentar que hacía algo a favor de los
consumidores urbanos, pero evitando al mismo tiempo tomar cualquier
medida que pudiera interpretarse como un ataque a los grandes
productores.

El único aspecto del problema del costo de vida en que el gobierno tuvo
éxito fue su apoyo al control de los alquileres en la Capital Federal. El
Congreso adoptó una serie de medidas temporales que impusieron la
congelación de los alquileres, restringieron los desalojos y liberaron de
aranceles los materiales de construcción importados.

Esto muestra que la campaña general contra el alza de precios fue un


fracaso. El gobierno en ningún momento intentó enfrentar el problema
de la carne y sus esfuerzos por controlar el precio del trigo fueron
infructuosos.

La crisis de mayo-junio de 1921.


Al boom le sucedió una merma de la actividad económica, como
consecuencia de la adopción de medidas antiinflacionarias en Europa.
Surgieron dos sindicatos de estibadores vinculados a la FOM. Volvió a
entrar en escena la Asociación Nacional del Trabajo, con el claro
propósito de forzar una reducción de los salarios de los estibadores. El
gobierno replicó cerrando el puerto, pero el 23 de mayo se emitió un
decreto anunciando la reapertura del puerto y que las autoridades
aduaneras recibirían tanto trabajadores agremiados como “libres”. Se
produjeron enfrentamientos entre distintos grupos de estibadores.
Siguieron otros estallidos violentos que llevaron a una aguda crisis
política. Un grupo de taxistas emitió un manifiesto acusando a la Liga
Patriótica por apoyar a la Asociación del Trabajo, por lo que su gremio
fue atacado, y se levantaron en huelga. Al mismo tiempo se suscitó una
oleada de apoyo a la Liga por parte de la élite y de la clase media.
Un ominoso toque final fue puesto por la noticia de que el ministro de
Guerra estaba recibiendo frecuentes visitas del general Uriburu. La
huelga generó una aguda polarización de clases, que a causa de la Liga
Patriótica y el ejército se convirtió de inmediato en una gran crisis
política.

Cuando el 30 de mayo la FORA se reunió para discutir las medidas a


adoptar, sus deliberaciones fueron interrumpidas por la policía, los
delegados arrestados y muchos trasladados a la isla Martín García.

Se declaró huelga general (con poca adhesión real y por poco tiempo) la
policía montó también contra ella. Cuando finalizó la huelga y cesaron
las actividades de la Liga Patriótica, se permitió a la FOM reabrir su local
sindical, y se dejaba en libertad a los detenidos. Pero el daño ya había
sido hecho: el gobierno ya no podía fingir más que seguía protegiendo a
los sindicatos.

Decadencia de los sindicatos.


Durante 1921 la FORA cambió de nombre pasando a denominarse Unión
Sindical Argentina (USA), que por la depresión disminuyó enormemente
la cantidad de afiliados que pagaban sus cuotas.

Finalmente los despidos afectaron a la propia FOM y en un brevísimo


lapso se vino a pique la gran unidad interna que había logrado mantener
desde 1916. Así, el PS reinició su campaña para apoderarse de los
sindicatos.

El movimiento sindical retornó a un estado similar al que lo caracterizó


entre 1910 y 1015. Era extremadamente reducido, y su unidad era
impedida de continuo por las disputas doctrinarias internas. En
consecuencia, dejaron de ser el centro más poderoso de las lealtades de
la clase obrera, que se volvieron fluctuantes y relativamente carentes de
vínculos firmes. La oleada de desempleo otorgaba nuevos atractivos a
las pequeñas dádivas y caridades representadas por la estructura de los
comités de la UCR. A partir de la campaña presidencial de 1922
comenzó a florecer un nuevo tipo de comité radical destinado a captar
los votos obreros. La organización en comités de la UCR, sutilmente
estructurada, remplazó lo que antes había hecho Yrigoyen merced a sus
contactos personales con los sindicatos, y pasó a ser el cimiento
fundamental de la supremacía política de que la UCR continuó
disfrutando durante la década del veinte.
10- El interludio de Alvear, 1922-1928.
La veloz inflación durante la guerra y la posguerra llegó a su fin con la
depresión de 1921. Aunque es 1925 hubo recesión, en promedio el
comercio exterior y las exportaciones alcanzaron en este período niveles
superiores al que tenían inmediatamente antes de la guerra.

La opulenta década del veinte trajo consigo un desplazamiento hacia la


carne, lo cual implicó el gradual remplazo de la producción cerealera por
la cría de ganado y la concomitante preponderancia de la explotación
pecuaria extensiva.

Las importaciones argentinas superaron a las exportaciones, pero el


déficit se cubrió con nuevas inyecciones de capital extranjero. Un cierto
número de empresas norteamericanas se establecieron por primera vez
en el país, orientando sus actividades hacia el campo de la energía y de
los bienes duraderos de consumo. La presencia de los norteamericanos
se vinculaba también al crecimiento industrial, con un crecimiento en las
importaciones de bienes de capital. El síntoma principal de una rivalidad
anglo-americana cada vez más evidente era la creciente competencia
entre los automóviles importados de Estados Unidos y los ferrocarriles
británicos. La Argentina siguió vendiendo a Gran Bretaña sus artículos
primarios, pero en materia de importaciones tendía a encaminarse hacia
Estados Unidos.

Los ingleses mostraban creciente inquietud en lo atinente a su déficit en


la balanza comercial con la Argentinam

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