Sostener proyectos institucionales en escuelas “patas arriba”1
Germán Cantero
Compartir reflexiones sobre lo que implica sostener proyectos institucionales en las
escuelas actuales de ésta provincia en escuelas técnicas implica, por lo general, entrar en tediosas y delicadas aclaraciones y de ahí, para despejar malos entendidos desde el inicio, se opta por decir “Patas arriba, a las escuelas del mundo al revés”, y deja muy en claro que se entiende por adversidad. Desde ésta aclaración previa se puede recordar diferentes acepciones sobre este concepto, no solo desde su significación canónica sino también desde distintas resonancias subjetivas en los docentes, se trata no solo de diferenciar acuerdos lingüísticos sobre diversos significados posibles, sino de mostrar como opciones personales al respecto (que se adoptan desde sentidos comunes fuertemente instalados y, a veces, desde resignificaciones criticas) que afectan sensibilidades y predisponen actitudes. En primer lugar, por adversas se entienden aquellas situaciones que parecen provocar cierto infortunio o desgracia en quienes las viven, es decir, un cierto impacto subjetivo, afectivo-moral en los individuos. Entonces, si desde esta concepción y representación de adversidad se aborda la problemática del texto, es posible que algunos docentes tiendan a subjetivar su situación laboral actual, como por ejemplo, la escuela que les tocó en suerte. De ahí, a naturalizar estas circunstancias como algo normal, hay un pequeño paso. Si a esto se agrega el hecho que muchos maestros y profesores comenzaron su carrera por la docencia en escuelas que no pudieron elegir (en sentido estricto), es posible que algunos hayan vivido esta experiencia como la desgracia de no haber podido elegir, como aquello que les tocó en suerte. La adversidad, desde esta perspectiva, seria también aquello sobre lo cual, en una sociedad determinada, hay consenso de que esta al revés de lo que debiera ser. En este sentido, la adversidad es algo reconocible por todos, antes de ser considerada como algo subjetivamente vivido, ya sea como padecimiento (“por qué a mí”) o como desafío (una opción reincidente). Ejemplo: Al entrar en el despacho de la secretaria de una escuela se observa, a manera de adorno, el cuadro de una canasta con cerezas; debajo decía “si la vida es una cesta de cerezas, porque a mí me habrá tocado vivir entre los carozos”. Aquella escuela estaba al lado de un basural. A los profesores, como a generaciones de compañeros, los Habían forzado respirar durante anos el humo de la quema y a muchos de sus alumnos a vivir con sus familias alrededor del basural, comiendo –literalmente- de lo que otros tiran. Nadie había preparado a esa docente para afrontar los problemas pedagógicos y de convivencia con aquellos chicos, excluidos del imaginario de la formación que recibió como maestra. Desde luego que tampoco le habían advertido que tenía que disponerse a aceptar condiciones insalubres de trabajo, hubiera implicado desnaturalizar lo que para muchos formaba ya parte de uno de los paisajes posibles del cotidiano escolar. Si se lo hubieran planteado al concursar su trabajo, habría sido, además, cínico y perverso. Otra docente, en cambio, que por elección estuvo diecisiete años en esa escuela, con un trayecto previo de formación, experiencias y militancia muy diferentes, recuerda aquella época como una de las más desafiantes y a la vez más tierna de su vida, proponiendo como uno de los logros de aquellas luchas a una de las alumnas, que con su padres y hermanitos vivía de la basura y hoy es también docente y militante gremial.