Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Citas Clase#1
1. La obscura visión del mundo [de Hobbes] es el resultado de su aceptación de los postulados
básicos del nominalismo, tal como éste fue recibido y transmutado por la Reforma [..]
Hobbes transformó este pensamiento de modo esencial. Lutero y Calvino buscaban mostrar
que nada de lo que hacemos en la tierra puede afectar nuestras posibilidades de salvación,
las que dependen solamente de la elección divina. Hobbes acepta esta doctrina de la
elección incondicional, pero la pone de cabeza. Si nada de lo que hacemos sobre la tierra
puede afectar a nuestra salvación, entonces no hay razón soteriológica alguna para realizar
una u otra acción terrenal. Entendida correctamente, la doctrina nominalista de la
omnipotencia divina y la noción calvinista de la elección que se sigue de ella termina
entonces por socavar la autoridad de la religión en asuntos seculares. Por lo tanto, no es el
rechazo de la religión lo que echa a andar las modernas ciencias de la naturaleza y de la
política, sino la demostración teológica de la irrelevancia de la religión para la vida en este
mundo (Gillespie 2008, 209-10).
3. Dios es Aquél para Cuya voluntad no hay causa ni fundamento que pueda establecerse
como su norma y su pauta; porque nada está a su altura ni por encima de ella, sino que ella
misma es la norma de todas las cosas. Si existiera para ella norma o pauta o causa o
fundamento, dejaría de ser la voluntad de Dios. Lo que Dios quiera no es bueno porque Él
tenga que quererlo o esté obligado a disponerlo así; por el contrario, lo que ocurre tiene que
ser bueno porque Él lo quiere así. Se establecen causas y fundamentos para la voluntad de
la criatura, pero no para la voluntad del Creador, ¡a menos que se ponga a otro Creador por
encima de Él! (Martín Lutero. Citado por Kolakowski, Leszek, Si Dios no existe…. Madrid:
Tecnos, 1982).
5. Para decidir la disputa que ha surgido acerca del criterio, debemos poseer un criterio
aceptado por el cual poder juzgar la disputa; y para poseer un criterio aceptado primero
1
debe decidirse la disputa acerca del criterio. Y cuando la discusión queda reducida así a una
forma de razonamiento circular, el descubrimiento del criterio se vuelve imposible, ya que
no les permitimos [a los filósofos dogmáticos] adoptar un criterio por suposición, mientras
que si se ofrecen a juzgar el criterio por otro criterio, los obligamos a regresar ad infinitum.
(Sexto Empírico, citado por Popkin, p. 25).
6. Esta disputa entre Erasmo y Lutero indica una parte de la estructura básica del problema del
criterio. Erasmo estaba dispuesto a reconocer que no podía afirmar con certidumbre lo que
era cierto, pero estaba dispuesto, per non sequitur, a aceptar la decisión de la Iglesia.· Esto
no demuestra que la Iglesia tuviese la autoridad en materia de fe; antes bien, indica la
cautelosa actitud de Erasmo: como era incapaz de distinguir con certeza la verdad de la
mentira, dejaba la responsabilidad a la institución que durante siglos había estado
estableciendo tal distinción; Lutero en cambio insistía en la certidumbre. Había demasiado
en juego para conformarse con menos. Y ningún ser humano podía dar a otra persona la
seguridad adecuada. Tan sólo la propia convicción íntima podía justificar la adopción de
cualquier opinión religiosa. Desde luego, un oponente podía preguntar por qué es verdad
aquello que nuestras conciencias están obligadas a creer por la lectura de las Escrituras.
Supongamos que nos encontramos obligados a creer en cosas conflictivas: ¿Cuál es la
cierta? Lutero insistía en que la verdad se nos impone, y en que el verdadero conocimiento
religioso no contiene ninguna contradicción. Así, la regla de fe para los reformadores parece
haber sido la certidumbre subjetiva, las obligaciones de la propia conciencia.
(Popkin, pp. 30-31).
7. Se veía a la gente como portadora de esa huella fosilizada de un arcaísmo social y cultural;
era tanto un indicador de su condición servil como la justificación de ésta. Las prácticas
populares, por lo tanto, representaban una era pasada, nada más que un repositorio de las
creencias erróneas de la humanidad y la infancia del hombre...Lo que se había denunciado
en nombre de la razón aceptada o del conocimiento científico era ahora invalidado al
etiquetarlo como el producto de un grupo social inferior...El dominio de lo popular era ahora
el mundo negativo de las prácticas ilícitas, una conducta excéntrica y errática, la
expresividad irrestricta y el enfrentamiento de la naturaleza contra la cultura.
(Revel, Jean-Francois, “Forms of Expertise: intellectuals and the ‘popular’ culture in France
(1680-1800)”, en Steven L Kaplan (comp,), Understanding Popular Culture. Citado por
Bauman, Zygmunt, Legislators and Interpreters. On modernity, post-modernity and
intellectuals, Polity Press, Cambridge & Oxford 1987, p. 86).