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El trastorno bipolar es una enfermedad bastante dura para las personas que lo
sufren y sus familiares, cuya característica definitoria es la alternancia entre
estados de ánimo antagónicos y extremos. Los pacientes fluctúan entre periodos
de depresión y de manía: mientras que durante los primeros se produce un
estado de ánimo muy negativo, incluyendo sensación de nulidad, falta de
energía, y pérdida de interés por cualquier actividad, durante los segundos la
energía se incrementa hasta tal punto que los pacientes pueden pasar días
enteros o incluso semanas sin dormir, hablan sin parar pueden llegar a padecer
delirios de grandeza, pensamientos religiosos exacerbados, e incluso sensación
de ser un dios. Durante el estado maníaco, las personas con trastorno bipolar
pueden sentirse agredidas por los demás y reaccionar de forma violenta. Sin
duda lo más peligroso es que el riesgo de que los pacientes atenten contra su
propia vida es muy alto en ambos estados.
Las causas del trastorno bipolar no se conocen bien, pero estudios en familias
confirman que es altamente heredable. Se ha rastreado el genoma en busca de
genes candidatos y sus variantes, de pequeñas mutaciones tal vez puntuales
(incluso de un único nucleótido, las “letras” que componen el ADN, entre
millones) que pudiesen contribuir al desarrollo del trastorno bipolar. Y se ha
encontrado que los genes candidatos muchas veces se hallan superpuestos con
otras enfermedades como la esquizofrenia o la depresión. Es más, poseer una
variante específica de un gen que confiera esta susceptibilidad no significa que
necesariamente se vaya a desarrollar una enfermedad. En el caso del trastorno
bipolar, como en el de otras muchas enfermedades, factores externos, como el
padecimiento de estrés crónico o traumas de diversa índole pueden ser factores
desencadenantes.
Sin una causa concreta, el primer problema al que se enfrentan los médicos es el
diagnóstico. La clasificación de las enfermedades mentales se ha establecido
bajo criterios fenomenológicos, es decir, los pacientes se evalúan según los
síntomas que presentan. Esto dificulta distinguir el trastorno bipolar de otras
enfermedades con las que comparte algunos síntomas. Así, este trastorno, que
algunos estudios colocan entre las 10 enfermedades mentales más debilitantes,
es frecuentemente mal diagnosticado: se estima que sólo el 20% de los pacientes
es diagnosticado con trastorno bipolar durante su primer episodio depresivo,
alrededor del 60% recibe el diagnóstico de depresión y hasta el 4% de
esquizofrenia.
De nuevo, sin una causa concreta a la que atacar, el tratamiento del trastorno
bipolar es particularmente complicado y se basa en aliviar los síntomas
emocionales. Pero vemos enseguida lo complicado que esto puede ser: tratar a
los pacientes con antidepresivos puede generar un brote de los síntomas
maníacos, tratar los síntomas maníacos puede hundir a los pacientes en la
depresión. En este contexto, se necesitan fármacos que estabilicen
estabilizadores el estado de ánimo de los pacientes, algo que consiguen dos
fármacos sorprendentes: el antiepiléptico valproato y las sales de litio.
Las sales de litio son el único fármaco específico para el tratamiento del
trastorno bipolar que se ha introducido en los últimos 60 años. En 1949, un
artículo aparecido en la revista Médica de Australia, firmado por John F.J.
Cade, reportaba los casos de diez pacientes aquejados de manía cuyos síntomas
habían mejorado gracias a la administración casi por serendipia de dichas sales,
que se utilizaban en el tratamiento de la gota. Aún a día de hoy, no se ha
encontrado otro fármaco más potente en la prevención del suicidio.
Curiosamente, este tratamiento ya podría haber sido vislumbrado por Sorano de
Éfeso en el siglo II, que recomendaba a sus pacientes tomar aguas alcalinas,
ricas en sales de litio.
Es posible que tras leer los párrafos anteriores se hayan quedado con la
impresión de que existen todavía más sombras que luces en nuestro
conocimiento sobre el trastorno bipolar. Desgraciadamente, esto es cierto para
casi todas las enfermedades mentales y neurológicas. Necesitamos encontrar
causas definidas1, marcadores biológicos específicos, establecer un diagnóstico
diferencial exacto. Necesitamos seguir investigando qué áreas cerebrales se
encuentran alteradas, para mapear los neurotransmisores y sus receptores y
poder desarrollar fármacos específicos. La medicina clínica y la investigación
biomédica básica deben ir de la mano, porque sin la segunda es muy probable
que la primera no pueda avanzar.
Referencias
Mahon K, Burdick KE, Szeszko PR. A role for white matter abnormalities
in the pathophysiology of bipolar disorder. Neurosci Biobehav Rev. 2010
Mar;34(4):533-54.
Schloesser RJ, Martinowich K, Manji HK. Mood-stabilizing drugs:
mechanisms of action. Trends Neurosci. 2012 Jan;35(1):36-46.
Strakowski SM, Adler CM, Almeida J, Altshuler LL, Blumberg HP, Chang
KD, DelBello MP, Frangou S, McIntosh A, Phillips ML, Sussman JE,
Townsend JD. The functional neuroanatomy of bipolar disorder: a
consensus model. Bipolar Disord. 2012 Jun;14(4):313-25.
Notas