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PRIMER EJERCICIO

GRUPO A.1: DERECHO CONSTITUCIONAL Y ADMINISTRATIVO

TEMA 1-A.1-7: Políticas de igualdad, violencia de género y atención a


personas discapacitadas y/o dependientes. Normativa
vigente.

1- INTRODUCCIÓN
2- POLÍTICAS DE IGUALDAD DE GÉNERO
2.1. Evolución
2.2. Normativa vigente
2.3. Plan Estratégico de Igualdad de Oportunidades
2014-2016
3- POLÍTICAS CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO
3.1. Evolución
3.2. Normativa vigente
3.3. La Estrategia Nacional para la Erradicación de la
Violencia contra la Mujer 2013-2016
4- POLÍTICAS DE ATENCIÓN A PERSONAS DISCAPACITADAS
5- POLÍTICAS DE ATENCIÓN A PERSONAS DEPENDIENTES
BIBLIOGRAFÍA

1. Introducción

La palabra igualdad proviene del latín aequalitas, formada por el término


aequus, que significa igual, llano, equilibrado. Hoy podemos definirlo por la
“conformidad de algo con otra cosa en naturaleza, forma, calidad o cantidad”,
según la Real Academia Española, que añade, como significado de igualdad
ante la ley, el “principio que reconoce a todos los ciudadanos capacidad
para los mismos derechos”.

La igualdad social es estudiada por diversas disciplinas, como la


Filosofía, la Sociología, la Antropología y la Política, que analizan la plasmación
del concepto de igualdad entre los miembros de una sociedad. De una forma
genérica se entiende que la igualdad social es un concepto relacionado con la
justicia social. La Declaración Universal de los Derechos Humanos afirma
que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y
derechos”.

Por su parte, la Constitución Española, en su artículo 1.1, coloca a la


igualdad como un valor preeminente en el ordenamiento jurídico español, al
que debe situarse en un rango central. Para luego complementarlo con la
fórmula del artículo 14, en el que se establece que “Los españoles son
iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por

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razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquiera otra
condición o circunstancia personal o social”.

Este artículo 14 constituye la regla general de la igualdad jurídica o


igualdad de los españoles ante la ley, que constituye, por imperativo
constitucional, un derecho fundamental de la persona a no sufrir discriminación
jurídica alguna, esto es, a no ser tratada jurídicamente de manera diferente a
quienes se encuentran en su misma situación, sin que exista una justificación
objetiva y razonable de esa desigualdad de trato (Sentencia 8/1986, de 21 de
enero, del Tribunal Constitucional).

Sin embargo, el concepto de igualdad como valor superior de nuestro


ordenamiento jurídico no se traduce exclusivamente en la mencionada
igualdad formal, que, en principio, parece implicar únicamente un deber de
abstención en la generación de diferenciaciones arbitrarias, sino asimismo en
la de índole sustancial recogida en el artículo 9.2 de la Constitución, que
obliga a los poderes públicos a promover las condiciones para que la igualdad
de los individuos y de los grupos sea real y efectiva.

El Tribunal Constitucional ha venido sosteniendo que el tratamiento


diverso de situaciones distintas puede incluso venir exigido, en un Estado
social y democrático de Derecho, para la efectividad de los valores que la
Constitución consagra con el carácter de superiores del ordenamiento, como
son la justicia y la igualdad, a cuyo efecto atribuye además a los podres
públicos que promuevan las condiciones que para la igualdad sea efectiva.

2. Políticas de igualdad de género

2.1. Evolución

2.1.1. La igualdad en el ámbito internacional

Durante décadas se usó el término “sexo” para referirse a las diferencias


existentes entre hombres y mujeres. Es a finales de los años 60, cuando se
comienza a utilizar la palabra “género” diferenciándose de “sexo” en que, no
sólo aludía a diferencias biológicas entre hombre y mujer, sino que, en un
sentido más amplio, abarcaría también las características culturales y la
idiosincrasia propia de cada grupo social. Pero no debe asimilarse género con
mujer. Las relaciones de género se construyen entre hombres y mujeres y
afectan a toda la sociedad. La perspectiva de género es una opción y un
compromiso por el cambio de un sistema de denominación y de
discriminación, que afecta a hombres y mujeres y les limita en sus
posibilidades de desarrollo humano.

Tanto la Comunidad Internacional como los propios Estados se plantean


la necesidad de adecuar la normativa vigente a la evolución de la sociedad en
este ámbito de igualdad y no discriminación. En el marco de la Organización de
Naciones Unidas (ONU), ese fomento de la igualdad se produce

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fundamentalmente mediante la aprobación de diferentes Pactos de derechos,
destacando la Convención para la eliminación de todas las formas de
discriminación contra la mujer del año 1979.

En un ámbito más específico, como la Organización Internacional del


Trabajo (OIT), define en su Convenio nº 111 la discriminación como cualquier
distinción, exclusión o preferencia basada en motivos de raza, sexo, religión,
opinión política, ascendencia nacional u origen social que tenga por efecto
anular o alterar la igualdad de oportunidades o de trato en el empleo y la
ocupación. La discriminación puede entonces ser directa e indirecta: la
discriminación directa existe cuando el trato desigual emana directamente de
las leyes, normas o prácticas y la indirecta se refiere a situaciones y prácticas
que parecen neutrales, pero que de hecho conducen a la marginación que
sufren las personas discriminadas.

En cuanto a las Conferencias de la ONU, se puede decir que la más


importante ha sido la última de las celebradas hasta el momento, la 4ª
Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer, que tuvo lugar
en Pekín en 1995, ya que en la misma se acuñó la expresión “feminismo de
Estado” y los Gobiernos se comprometieron a avanzar en términos de igualdad
real y a hacerlo mediante la aplicación de la perspectiva de género a todas sus
políticas, normas, programas y planes. Esta aplicación se ha plasmado en el
término mainstreaming, el cual ha sido traducido en España como
transversalidad.

La transversalidad se ha definido como el ejercicio de integración de la


perspectiva de género en todas las legislaciones y políticas para, antes de
adoptar las respectivas normas y decisiones, analizar las repercusiones de las
mismas en la condición jurídica y social de la mujer. Con ello, y a partir de
1995, la acción pública no se centra exclusivamente sobre la concreta situación
de la mujer, sino que asume el compromiso de revisar el contenido de todas las
políticas, sea cual fuere el instrumento utilizado, y de toda la organización de
los poderes públicos.

Desde entonces, cada cinco años se celebran evaluaciones de las áreas


principales identificadas en la Convención, llamadas Beijing+5, Beijing+10 y
Beijing+15. La última de ellas, celebrada en Cádiz en febrero de 2010, bajo el
semestre de Presidencia española de la UE, obtuvo pobres resultados, tanto a
nivel de compromisos, muy escasos, como por la falta de suficiente análisis en
torno a la situación existente en esa época, muy diferente a la de 15 años
atrás, y caracterizada por una crisis económica y financiera de los países
occidentales, por sucesivas crisis alimentarias y medioambientales, o por
nuevas formas de conflicto e inseguridad.

2.1.2. La igualdad en la Unión Europea (UE)

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Pasando al ámbito de la Unión Europea, la igualdad entre hombres y
mujeres forma parte de su política social. Aunque las Comunidades Europeas
nacieron, en los años 50 del pasado siglo, sobre la base de unos objetivos
económicos, hoy son numerosas las normas que regulan el principio de
igualdad de trato y prohíben la discriminación por razón de sexo.

El Tratado constitutivo de la Comunidad Económica Europea de 1957


únicamente contenía una referencia al principio de igualdad en su artículo 119,
al indicar que cada Estado debe garantizar “la igualdad de retribución
entre los trabajadores masculinos y femeninos por un mismo trabajo”.
Esta circunstancia condicionó las primeras políticas a favor de la igualdad,
especialmente en los años 70 y 80.

Si embargo, el cambio más profundo se produjo con el Tratado de


Amsterdam de 1997, que, junto a los principios económicos, colocó en el
derecho originario los principios sociales de la ya Unión Europea, entre ellos,
“la igualdad de trato entre el hombre y la mujer”. Desde entonces, y
apoyado por la nueva idea de la transversalidad, se desarrolló un Derecho
derivado con numerosas Directivas que hacen referencia a la igualdad de
hombres y mujeres en materias como el acceso al empleo, retribución salarial,
seguridad social, mejora de la seguridad y salud en el trabajo de las
embarazadas, etc.

En el año 2000 se produjo un significativo avance en este terreno de la


igualdad de sexos, mediante la proclamación de la Carta de los Derechos
Fundamentales de la UE, que dedica todo un título a la igualdad.

En la actualidad, los artículos 2 y 3 del Tratado de la Unión Europea


establecen que la Unión se fundamenta, entre otros valores, en los de respeto
a la dignidad, la igualdad y los derechos humanos, y que estos valores son
comunes a los Estados miembros en una sociedad caracterizada por la
igualdad entre mujeres y hombres, y que asimismo la Unión combatirá la
exclusión social y la discriminación y fomentará la justicia y la protección
sociales y la igualdad entre mujeres y hombres. Por su parte, el Tratado de
Funcionamiento de la Unión Europea establece, en su artículo 8, que “en
todas sus acciones, la Unión se fijará el objetivo de eliminar las desigualdades
entre el hombre y la mujer y promover su igualdad”, y en su artículo 10 que “en
la definición y ejecución de sus políticas, la Unión tratará de luchar contra toda
discriminación por razón de sexo”.

La Estrategia Europea para la igualdad entre mujeres y hombres


2010-2015 es el marco para la coordinación de las iniciativas en todos los
ámbitos de actuación de la UE, con la identificación de cinco áreas prioritarias:
igual dependencia económica; salario igual a trabajo igual y trabajo de igual
valor; igualdad en la toma de decisiones; dignidad, integridad y fin de la
violencia sexista; e igualdad en la acción exterior.

2.1.3. La igualdad en España.

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Centrándonos ya en nuestro país y pese al principio teórico de
equiparación de derechos entre ambos sexos, la realidad social y económica
no refleja aún dicha igualdad. Sigue habiendo desigualdades en empleo,
diferencia salarial, conciliación de la vida familiar y laboral y violencia de
género. Nuestro ordenamiento jurídico recoge en diversos artículos de la
Constitución, el principio de igualdad:

- La igualdad formal en el artículo 14 cuando dice que los españoles


son iguales ante la ley sin que pueda prevalecer discriminación
alguna por razón de sexo, entre otras.

- La igualdad material en el artículo 9.2 que impone a los poderes


públicos la obligación de promover las condiciones para que la
libertad e igualdad del individuo y los grupos en que se integra sean
reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su
plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida
política, económica, cultural y social.

- En el artículo 32 se establece que el hombre y la mujer tienen


derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica.

- Por último, la Constitución prohíbe en el artículo 35.1 la


discriminación por razón de sexo en el ámbito del empleo.

Partiendo por tanto de nuestra Constitución, que establece las directrices


generales en cuanto a la igualdad de sexos, y de la normativa comunitaria en la
materia, vamos a hacer una enumeración de los pasos que se han dado en
nuestra legislación sobre este tema de la igualdad. Así, en 1983 se creó el
Instituto de la Mujer, como organismo autónomo, hoy adscrito al Ministerio de
Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, que tiene por función la promoción y el
fomento de las condiciones que posibiliten la igualdad social de ambos sexos y
la participación de las mujeres en la vida política, cultural, económica y social.

Por la Ley 3/1989 se establecieron medidas para favorecer la igualdad


de trato de la mujer en el trabajo y se amplió a 16 semanas el permiso por
maternidad. Pero una de las actuaciones decisivas fue la Ley 39/1999 para
promover la conciliación de la vida familiar y laboral y la igualdad de
oportunidades y de trato, que estableció la ampliación de los supuestos de
reducción de jornada o excedencia por cuidado de familiares.

En el año 2000 se creó el Observatorio de la Igualdad de


Oportunidades entre mujeres y hombres, que se integró en el Ministerio de
Trabajo y Asuntos Sociales, que tiene entre sus objetivos proponer políticas
tendentes a mejorar la situación de las mujeres en distintos ámbitos.

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Posteriormente la Ley 30/2003, de 13 de octubre, sobre Medidas para
incorporar la valoración del impacto de género en las disposiciones
normativas que elabora el Gobierno, establece la emisión, con carácter
preceptivo, de un informe de impacto por razón de género para todos los
anteproyectos de ley y reglamentos que pretendan aprobarse, lo que modifica
los arts. 22 y 24 de la Ley 50/1997 del Gobierno.

Un hito importante se produce por Acuerdo del Consejo de Ministros


de 4 de marzo de 2005, por el que se adoptan medidas para favorecer la
igualdad entre hombres y mujeres, que se traduce en la adopción de una serie
de medidas y principios, proyectados a distintas políticas, para avanzar en las
diferente líneas de actuación que contribuyan a que disminuya la desigualdad
en todos los ámbitos de la vida cotidiana. Así, se introducen medidas, entre
otras, en políticas de empleo, de empresas, de investigación, de solidaridad,
deporte, etc.

En diciembre de 2011 se reestructuran los departamentos ministeriales,


creándose el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y la
Secretaría de Estado de Servicios Sociales e Igualdad, que asumen las
competencias de la extinta Secretaría de Estado de Igualdad. Se crea la
Dirección General para la Igualdad de Oportunidades, cuya titular asume la
Dirección General del Instituto de la mujer, lo que evitará la dualidad anterior y
permitirá el desarrollo de políticas integrales en el campo de la igualdad.

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En cuanto al ámbito concreto de la Función Pública, el desarrollo sobre
la igualdad y los principios de mérito y capacidad en el acceso a la función
pública, supuso un paso necesario para superar la situación de desigualdad
jurídica entre ambos sexos que existía anteriormente. Así, la Ley 30/1984 de
Reforma de la Función Pública, junto a la Ley de Conciliación de la vida familiar
y laboral han contribuido positivamente al desarrollo en nuestra Administración,
del principio de igualdad de género. Más recientemente, la Ley 7/2007, de 12
de abril, por la que se aprueba el Estatuto Básico del Empleado Público,
introduce mejoras en este campo, destacando el artículo 14 sobre derechos
individuales, el 20 de evaluación de desempeño, el 53 de principios éticos, el
61 sobre procesos selectivos, y el 95 sobre faltas disciplinarias.

Un paso importante ocurre en la reunión del Consejo de Ministros de 7


de marzo de 2005, en la que se aprobó un Acuerdo por el que se adoptaron un
conjunto importante de medidas para avanzar en las distintas líneas de
actuación que contribuyeran día a día a que disminuyera la desigualdad en
todos los ámbitos de la vida cotidiana. Estos Acuerdos dieron lugar a distintas
Ordenes Ministeriales en las que se adoptaron medidas para favorecer la
igualdad entre mujeres y hombres, la incorporación de las mujeres a las
Fuerzas Armadas y se aprobó el Plan para la igualdad de género en la
Administración General del Estado.

2.2. Normativa vigente

La evolución y desarrollo de las políticas de igualdad, tuvo su


culminación en la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad
efectiva de mujeres y hombres, que constituyó un instrumento jurídico
necesario para combatir las situaciones de discriminación, en particular
indirecta, que aún subsistían a pesar de los avances acaecidos en esta
materia. Se pretendía conseguir la igualdad real de trato y oportunidades entre
mujeres y hombres y por ello, la Ley obligaba por igual a todas las personas
físicas y jurídicas que se encontraran o actuaran en territorio español, con
independencia de su nacionalidad, domicilio o residencia

Esta norma dio una dimensión transversal al principio de igualdad para


proyectar su influencia sobre todos los ámbitos de la vida, y a estos efectos,
estableció principios de actuación de los Poderes Públicos.

La Ley se estructura en un título preliminar y 8 Títulos referidos a


distintos ámbitos en que debe operar el derecho a la igualdad y tutela del
mismo, que son los siguientes:

Título I: El principio de igualdad y la tutela contra la discriminación

El principio de igualdad de trato entre mujeres y hombres se define


como la ausencia de toda discriminación, directa o indirecta, por razón de
sexo, constituyéndose en un principio informador del ordenamiento jurídico.

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Se considera discriminación directa por razón de sexo la situación en
que se encuentra una persona que sea, haya sido o pudiera ser tratada en
atención a su sexo, de manera menos favorable que otra en situación
comparable, y en particular, todo trato desfavorable a las mujeres relacionado
con el embarazo o la maternidad. Se considera discriminación indirecta por
razón de sexo la situación en que una disposición, criterio o práctica
aparentemente neutros pone a personas de un sexo en desventaja particular
con respecto a personas del otro.

Se da igualmente definición del acoso sexual como cualquier


comportamiento verbal o físico, de naturaleza sexual, que tenga el propósito o
produzca el efecto de atentar contra la dignidad de una persona, en particular
cuando se crea un entorno intimidatorio, degradante u ofensivo. Por su parte,
constituye acoso por razón de sexo cualquier comportamiento realizado en
función del sexo de una persona, con el propósito o el efecto de atentar contra
su dignidad y de crear un entorno intimidatorio, degradante u ofensivo.

Título II: Políticas públicas para la igualdad

Se establece que la actuación de los Poderes Públicos debe estar


comprometida por el principio de igualdad y la perspectiva de género. Para
ello es necesaria la colaboración y cooperación entre las distintas
Administraciones Públicas.

Se debe fomentar la participación equilibrada de mujeres y hombres en


las candidaturas electorales y en la toma de decisiones. También en los
nombramientos y designaciones de los cargos de responsabilidad que
correspondan.

Deben adoptarse medidas que aseguren la conciliación del


trabajo y de la vida personal y familiar. Se establecen disposiciones concretas
para que las autoridades públicas integren el principio de igualdad en todos los
campos de actuación.

En los contratos de las AA.PP. se pueden establecer condiciones


especiales para promover la igualdad entre mujeres y hombres en el mercado
de trabajo. Asimismo, en los pliegos de cláusulas administrativas particulares
se podrá recoger la preferencia en la adjudicación a las empresas que
favorezcan la igualdad.

Título III: Igualdad y medios de comunicación

Los medios de comunicación social, y especialmente los de titularidad


pública, velarán por la transmisión de una imagen igualitaria, plural y no
estereotipada de mujeres y hombres en la sociedad y promoverán el
conocimiento y difusión del principio de igualdad. Se considerará ilícita la
publicidad cuando comporte una conducta discriminatoria de acuerdo con esta
Ley.

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Título IV: El derecho al trabajo en igualdad de oportunidades

Se determina como uno de los objetivos prioritarios en las políticas


de empleo, el de aumentar la participación de las mujeres en el mercado de
trabajo y avanzar en la igualdad efectiva entre mujeres y hombres. Así, se
establece que mediante la negociación colectiva se podrán establecer medidas
de acción positiva para la aplicación efectiva del principio de igualdad de trato y
no discriminación.

Se reconoce a los trabajadores los derechos de conciliación de la vida


personal, familiar y laboral, de forma que se fomente la asunción equilibrada
de las responsabilidades familiares, evitando toda discriminación basa en su
ejercicio.

Para que las empresas llevan a cabo todas estas medias, se crean los
planes de igualdad, que son un conjunto ordenado de medidas, adoptadas
después de realizar un diagnóstico de situación de la empresa. Se exigirán
para las empresas de más de 250 trabajadores, siendo en los demás casos
potestativo.

Serán nulas las órdenes de discriminar y las decisiones del empresario


que supongan un trato desfavorable de los trabajadores como reacción ante
una reclamación efectuada en la empresa, o ante una acción administrativa o
judicial destinada a exigir el cumplimiento del principio de igualdad de trato y
no discriminación.

Título V: El principio de igualdad en el empleo público

En este Título se enumeran una serie de criterios que han de observar


las AA.PP. en su actuación, como son: remover los obstáculos para ofrecer
condiciones de igualdad efectiva en el acceso al empleo público y en el
desarrollo de la carrera profesional; facilitar la conciliación de la vida personal,
familiar y laboral; fomentar la formación en igualdad; establecer medidas
efectivas de protección frente al acoso sexual y al acoso por razón de sexo;
establecer medidas efectivas para eliminar cualquier discriminación retributiva.

Se tendrá en cuenta en la configuración de los órganos de selección y


valoración la presencia equilibrada de mujeres y hombres, que supone que
las personas de cada sexo no superen el 60% ni sean menos del 40%.

El respeto al principio de igualdad se impone también para las Fuerzas


Armadas y Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.

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Título VI: Igualdad de trato en el acceso a bienes y servicios y su
suministro.

Este Título impone el deber a las personas físicas o jurídicas, dentro del
sector público o privado, que suministren bienes o servicios, al cumplimiento
del principio de igualdad de trato, evitando discriminaciones por razón de sexo.
Se prohíbe expresamente al contratante que pueda indagar sobre la situación
de embarazo de una mujer demandante de los bienes o servicios, salvo por
razones de protección de su salud.

En la celebración de contratos de seguros o servicios financieros


afines, se prohíbe considerar el sexo como factor de cálculo que genere
diferencias en las primas y prestaciones de las personas aseguradas. Su
incumplimiento otorgará al contratante perjudicado el derecho a reclamar la
asimilación de sus primas y prestaciones a las del sexo más beneficiado,
manteniéndose en los restantes extremos la validez y eficacia del contrato.

Título VII: La igualdad en la responsabilidad social de las empresas

Se determina que las empresas podrán asumir la realización voluntaria


de acciones de responsabilidad social, para promover condiciones de
igualdad entre las mujeres y los hombres en el seno de la empresa. Esto se
podrá concertar con la representación de los trabajadores, las organizaciones
de consumidores y usuarios, las asociaciones destinadas a la promoción de la
igualdad y los organismos de igualdad. Se aplicará la normativa laboral.

Título VIII: Disposiciones organizativas

Se crea la Comisión Interministerial de Igualdad entre mujeres y


hombres, como órgano colegiado responsable de la coordinación de las
políticas y medidas adoptadas por los departamentos ministeriales para
garantizar este derecho a la igualdad. Se dispone que en todos los Ministerios
se encomiende a uno de sus órganos directivos el desarrollo de las funciones
relacionadas con el principio de igualdad.

Asimismo se crea el Consejo de Participación de la Mujer, como


órgano colegiado de consulta y asesoramiento con el fin esencial de servir de
cauce para la participación de las mujeres en la consecución efectiva de este
principio.

Disposiciones finales

Destaca el establecimiento de un régimen de excedencias, reducciones


de jornada, permisos y otros beneficios a fin de proteger la maternidad y
facilitar la conciliación. Así, deteniéndonos en las novedades más significativas
que se introducen en la legislación para los empleados públicos están:

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- En maternidad, en los supuestos de recién nacidos prematuros u
hospitalizados a continuación del parto, se amplía el tiempo de
ausencia del trabajo a un máximo de 2 horas. También se reconoce
la posibilidad de disfrutar de un permiso de hasta 2 meses, con
percibo de las retribuciones básicas, para los supuestos de adopción
internacional que requiera el desplazamiento previo de los
progenitores al país de origen de la persona adoptada.

- Se podrá conceder licencia por riesgo durante el embarazo o


durante la lactancia natural.

- Se amplía el permiso de paternidad, por nacimiento, adopción o


acogimiento a 15 días y es independiente del disfrute compartido del
permiso por maternidad.

- Se establecen reducciones de la jornada laboral para el cuidado


directo de hijos y familiares enfermos.

- Durante los 2 primeros meses de la excedencia por violencia de


género, la funcionaria tendrá derecho a percibir las retribuciones
íntegras, y en su caso, las prestaciones familiares por hijo a cargo.

- Cuando el período de vacaciones coincida con un permiso por


embarazo, parto, lactancia natural o maternidad, la empleada tendrá
derecho a disfrutar de las vacaciones en fecha distinta, aunque haya
terminado el año natural al que corresponden.

2.3. Plan Estratégico de Igualdad de Oportunidades 2014-2016.

Se trata del sexto plan que elabora el Gobierno, aprobado en 2013 por
el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad con el objetivo de
impulsar la igualdad efectiva de trato y de oportunidades entre mujeres y
hombres. Incluye un análisis cuantitativo de la igualdad y desigualdad en
España, realiza un balance del plan anterior, define una serie de actuaciones y
fija los objetivos a alcanzar.

La principal novedad reside en el reforzamiento de su carácter


estratégico, con fijación de ámbitos de actuación, objetivos a conseguir, y
un Programa de Evaluación que se realizará durante la ejecución del plan.

Los objetivos son la reducción de las desigualdades en el ámbito del


empleo, especialmente las retributivas, el apoyo a la conciliación, la
erradicación de la violencia de género, la mayor participación de las mujeres en
los ámbitos político, económico y social, el impulso de la igualdad en el ámbito
educativo, y la plena integración del principio de igualdad de trato en todas las
políticas y acciones del Gobierno.

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3. Violencia de género

3.1. Evolución

Se trata de una de las consecuencias de la desigualdad y la


discriminación, y se debe a las relaciones de poder que algunos hombres creen
tener sobre las mujeres. Es la violencia que se ejerce sobre ellas por parte de
quienes sean o hayan sido sus cónyuges, o estén ligados por relaciones
similares de afectividad.

Nuestra Constitución incorpora en el artículo 15, el derecho de todos a


la vida y a la integridad física y moral, sin que en ningún caso puedan ser
sometidos a torturas ni a penas o tratos inhumanos o degradantes. Además, el
artículo 9.2, vincula a los poderes públicos para que adopten medidas de
acción positiva para hacer reales y efectivos dichos derechos.

En la realidad española las agresiones sobre las mujeres tienen una


especial incidencia, existiendo hoy una mayor conciencia que en épocas
anteriores sobre ésta, gracias, en buena medida, al esfuerzo realizado por las
organizaciones de mujeres en su lucha contra todas las formas de violencia de
género. Así, en nuestro país, la lucha contra este tipo de violencia se ha
desarrollado a través de diversas normas de rango legal y reglamentario.

- Ley 35/1995, de Ayuda a víctimas de delitos violentos y contra la


libertad sexual.

- Ley 27/2003, de 31 de julio, reguladora de la Orden de Protección.

- Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de medidas de


protección integral contra la violencia de género.

También las Comunidades Autónomas han aprobado leyes dentro de


su ámbito competencial.

Como consecuencia de esta Ley Orgánica 1/2004, se creó el Registro


central para la protección de las víctimas de la violencia doméstica, hoy
integrado en el Sistema de registros administrativos de apoyo a la
Administración de Justicia (Real Decreto 95/2009). Para agilizar la resolución
judicial de estos casos se dispuso la creación de juzgados exclusivos y fiscalías
especiales de violencia sobre la mujer.

En 2005 se creó la Delegación del Gobierno contra la Violencia de


Género, hoy adscrita al Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad a
través de la Secretaría de Estado de Servicios Sociales e Igualdad, y con el
objetivo de formular las políticas públicas en relación con la violencia de género
que desarrolle el Gobierno y que comprende todas aquellas actuaciones que
hagan efectiva la garantía de los derechos de las mujeres víctimas de esta
violencia.

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3.2. La Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de
Protección Integral contra la Violencia de Género.

Esta Ley abarca tanto los aspectos preventivos, educativos, sociales,


asistenciales y de atención posterior a las víctimas, como la normativa civil que
incide en el ámbito familiar o de convivencia, donde principalmente se
producen las agresiones, así como el principio de subsidiariedad en las AA.PP.
Igualmente se aborda con decisión la respuesta punitiva que deben recibir
todas las manifestaciones de violencia que esta Ley regula.

Las situaciones de violencia sobre la mujer afectan también a los


menores que se encuentran dentro de su entorno familiar, víctimas directas o
indirectas de esta violencia. La Ley contempla también su protección, no sólo
para la tutela de sus derechos, sino para garantizar de forma efectiva las
medidas de protección adoptadas respecto de la mujer.

La Ley se estructura en un título preliminar y cinco títulos.

En el Título preliminar se recogen su objeto y principios rectores.

En el Título I “Medidas de sensibilización, prevención y detección”,


se determinan estas medidas en diferentes ámbitos, destacando el educativo,
la publicidad y el sanitario.

En el Título II “Derechos de las mujeres víctimas de violencia de


género”, se garantiza el derecho de acceso a la información y a la asistencia
social integrada, a través de atención permanente y urgente. Con el fin de
coadyuvar a la puesta en marcha de estos servicios, se dota un Fondo al que
pueden acceder las CC.AA. Se reconoce la asistencia jurídica gratuita, se
establecen medidas de protección en el ámbito social, especialmente la
posibilidad de movilidad geográfica, y se garantizan ayudas sociales en casos
de falta de recursos económicos.

En el Título III “Tutela Institucional” se procede a la creación de dos


órganos administrativos: la Delegación Especial del Gobierno contra la
Violencia sobre la Mujer, analizada anteriormente, y el Observatorio Estatal de
Violencia sobre la Mujer, que sirve como centro de análisis de la situación y
evolución de la violencia sobre la mujer, con funciones de asesoramiento y
colaboración con la Delegación.

En el Título IV “Tutela Penal”, la Ley introduce normas de naturaleza


penal, mediante las que se pretende incluir, dentro de los tipos agravados de
lesiones, uno específico que incremente la sanción penal cuando la lesión se
produzca contra quien sea o haya sido la esposa del autor, o mujer que esté o
haya estado ligada a él por una relación de afectividad, aún sin convivencia.
También se castigarán como delito las coacciones leves y las amenazas leves
de cualquier clase cometidas contra estas mujeres.

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En el Título V “Tutela Judicial”, se garantiza un tratamiento adecuado
y eficaz de la situación jurídica, familiar y social de las víctimas de violencia de
género en las relaciones intrafamiliares. Conforme a la tradición jurídica
española, se ha optado por una fórmula de especialización dentro del orden
penal, de los Jueces de Instrucción, creando los Juzgados de Violencia sobre
la Mujer. Se han regulado expresamente las medidas de protección que podrá
adoptar el Juez de Violencia, y cuya duración podrá ser hasta que finalice el
proceso o incluso durante la ejecución de la sentencia.

Desde entonces se han producido ciertas modificaciones legislativas de


importancia. Así, se modificó el Código Penal para mejorar la definición de las
penas de pérdida de patria potestad; la Ley de Derechos y Libertades de los
Extranjeros, para facilitar la obtención del permiso de residencia a mujeres
extranjeras víctimas de violencia de género; y la Ley de Tasas en el ámbito de
la Administración de Justicia para reconocer a las víctimas el beneficio de la
asistencia jurídica gratuita.

3.3. La Estrategia Nacional para la Erradicación de la Violencia contra la


Mujer (2013-2016)

Se trata del instrumento vertebrador de la actuación de los poderes públicos


para luchar contra esta lacra social, dentro de un plan estable y duradero, y
mediante la puesta en marcha, de forma coordinada, de medios materiales y
humanos para la consecución del fin propuesto, que no es otro que la eliminación
de la violencia que sufren las mujeres.

El Plan incluye tres apartados:

El primero se titula “¿Qué es la Estrategia?”, y recoge la información sobre


las bases conceptuales de la misma, valores constitucionales en los que se asienta,
procedimiento para su elaboración, marco normativo con especial referencia al
ámbito internacional, tabla de principios que inspiran los contenidos y aspectos
relativos a su vigencia y evaluación.

El segundo lleva por nombre “¿Por qué la Estrategia?”, y en él se realiza


un diagnóstico sobre el problema, mencionando las razones que justifican su
necesidad, y aportando datos estadísticos y referencias a las realidades y
problemas detectados.

El tercero se denomina “¿Para qué la Estrategia?”, y expone los siete


objetivos que se persiguen y las doscientas ochenta y cuatro medidas, ya en
marcha o de nueva creación, para su consecución, debidamente ordenadas y
sistematizadas en función del área de trabajo al que se refieren y los órganos
competentes para su ejecución. Todo ello con pleno respeto al sistema de
distribución competencial y al amparo de lo dispuesto en el marco normativo
existente en nuestro país.

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4. Políticas de atención a personas discapacitadas

Los cambios sociales producidos en España y en Europa en las últimas


décadas han provocado una serie de avances políticos, económicos y sociales
importantes, pero también un cambio de conciencia de la ciudadanía. Uno de las
principales vertientes de dicho cambio se produce en el terreno de la discapacidad.
Así, se ha pasado de un enfoque basado en la protección y rehabilitación a otro
más activo y global, que incluya también la promoción de la capacitación para que
el individuo pueda controlar su propia vida. En relación a las políticas que se
han venido practicando en Europa en relación con la atención a la discapacidad,
existen cuatro pilares fundamentales, como son la legislación antidiscriminatoria,
el trato preferente, las medidas compensatorias y la integración de las
personas en la vida normal.

Partiendo de nuestra Constitución, el artículo 49, ubicado en el Capítulo III


del Título I, que contiene los principios rectores de la política social y económica,
conmina a los poderes públicos a la realización de “una política de previsión,
tratamiento, rehabilitación e integración de los disminuidos físicos, sensoriales y
psíquicos, a los que prestarán la atención especializada que requieran y los
ampararán especialmente para el disfrute de los derechos que este Título otorga a
todos los ciudadanos”.

Los derechos y libertades enumerados en la Carta Magna constituyen, por


tanto, uno de los ejes esenciales en la actuación sobre la discapacidad. Los
poderes públicos deben asegurar que las personas con discapacidad puedan
disfrutar del conjunto de todos los derechos humanos: civiles, sociales, económicos
y culturales. En realidad, las personas con discapacidad constituyen un sector de
población heterogéneo, teniendo en común que, en mayor o menor medida,
precisan de garantías suplementarias para vivir con plenitud de derechos o para
participar en igualdad de condiciones que el resto de ciudadanos en la vida
económica, social y cultural del país.

Por todo lo dicho, la atención a este colectivo se configura como un mandato


a los poderes públicos, que requiere de una respuesta firme, sostenida y adaptada
a la sociedad actual.

Un primer paso se dio con la Ley 13/1982, de 7 de abril, de Integración


Social de los Minusválidos, que desarrollaba el artículo 49 de la Constitución por
vez primera, con el objetivo de incidir en la completa realización personal e
integración social a los disminuidos en sus capacidades físicas, psíquicas o
sensoriales, así como procurar la asistencia necesaria a los disminuidos profundos.

El siguiente hito importante se produce con la Ley 51/2003, de 2 de


diciembre, de Igualdad de Oportunidades, no discriminación y accesibilidad
universal de las personas con discapacidad. Esta ley nace con el objetivo de
complementar la anterior, mitigar las enormes desigualdades todavía existentes, así
como introducir los nuevos enfoques en la materia.

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Se trata de diseñar y poner en marca estrategias de intervención que operen
simultáneamente sobre las condiciones personales y sobre las condiciones
ambientales. En esta perspectiva se mueven dos estrategias de intervención, en
aquel tiempo novedosas, que convergen progresivamente: la de la lucha contra la
discriminación y la de la accesibilidad universal. En definitiva, no discriminación,
acción positiva y accesibilidad universal constituyen la trama sobre la que se
conducen un conjunto de disposiciones que pretenden garantizar y reconocer el
derecho de las personas con discapacidad a la igualdad de oportunidades en todos
los ámbitos de la vida política, económica, cultural y social.

En relación con la normativa en vigor, merece se destacada, en primer lugar,


la Ley 26/2011, de 1 de agosto, de adaptación normativa a la Convención
Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. La
Convención fue aprobada el 13 de diciembre de 2006 por la Asamblea General de
las Naciones Unidas para recoger los derechos de las personas con discapacidad,
así como las obligaciones de los Estados Partes de promover, proteger y asegurar
tales derechos. Esta ley cumple el mandato de la Convención de adoptar las
medidas pertinentes para asegurar el pleno ejercicio de todos los derechos
humanos y las libertades fundamentales de las personas con discapacidad.

Finalmente, por Real Decreto Legislativo 1/2013, de 29 de noviembre, se


aprueba el Texto Refundido de la Ley General de derechos de las personas
con discapacidad y de su inclusión social. La norma consta de un título
preliminar y otros tres títulos referidos, respectivamente, a los derechos y
obligaciones de los discapacitados, la igualdad de oportunidades y no
discriminación, y el cuadro de infracciones y sanciones.

El Título Preliminar contiene el objeto, las definiciones, los principios


inspiradores, y el ámbito de aplicación. El principio básico en el ejercicio de los
derechos de los discapacitados es el de su libertad en la toma de decisiones. Se
garantiza el derecho a la igualdad de oportunidades y de trato.

El Título Primero se refiere a sus derechos y obligaciones. El derecho


básico es el de igualdad, y se establecen otros en los ámbitos social, económico, de
salud, de atención integral, educación, vida independiente, trabajo, protección
social, y participación en los asuntos públicos. En otro orden de cosas, se
establecen una serie de obligaciones de los poderes públicos.

El Título Segundo define el principio de igualdad de oportunidades y no


discriminación, estableciéndose garantías y adoptando una serie de medidas de
fomento y otras de defensa ante vulneraciones.

El Título Tercero recoge el régimen sancionador en la materia. Se trata de


un régimen común, con indicación de las infracciones y sus correspondientes
sanciones. También en este Título se indican una serie de normas específicas que
debe aplicar la Administración General del Estado.

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5. Políticas de atención a personas dependientes

La atención a las personas en situación de dependencia y la promoción de


su autonomía personal constituye uno de los principales retos de la política social
de los países desarrollados. El desafío no es otro que atender las necesidades de
aquellas personas que, por encontrarse en situación de especial vulnerabilidad,
requieren apoyos para desarrollar las actividades esenciales de la vida diaria,
alcanzar una mayor autonomía personal y poder ejercer plenamente sus derechos
de autonomía.

El reconocimiento de los derechos de las personas en situación de


dependencia ha sido puesto de relieve por numerosos documentos y decisiones de
organizaciones internacionales, como la Organización Mundial de la Salud, el
Consejo de Europa y la Unión Europea. Ésta, en 2002, bajo presidencia
española, dictaminó tres criterios que debían regir las políticas de dependencia de
los Estados miembros: universalidad, alta calidad y sostenibilidad en el tiempo de
los sistemas que se implanten.

Los cambios demográficos y sociales acaecidos en España en las últimas


décadas están produciendo un incremento progresivo de la población en situación
de dependencia. Por una parte, es necesario considerar el importante crecimiento
de la población de más de 65 años, a lo que debe añadirse el fenómeno
demográfico denominado “envejecimiento del envejecimiento”, es decir, el aumento
del colectivo de población con edad superior a 80 años. Por otra parte, debe
aludirse a la dependencia por razones de enfermedad y otras causas de
discapacidad o limitación, que se ha incremento en los últimos años por los
cambios producidos en las tasas de supervivencia de determinadas enfermedades
crónicas y alteraciones congénitas y, también, por las consecuencias derivadas de
los índices de siniestralidad vial y laboral.

La atención a este colectivo de población se convierte, pues, en un reto


ineludible para los poderes públicos. No hay que olvidar que, hasta ahora, han sido
las familias, y en especial las mujeres, las que tradicionalmente han asumido el
cuidado de las personas dependientes, constituyendo lo que ha dado en llamarse el
“apoyo informal”. Los cambios en el modelo de familia y la incorporación progresiva
de la mujer al mercado de trabajo introducen nuevos factores en esta situación que
han hecho imprescindible una revisión del sistema tradicional de atención para
asegurar una adecuada capacidad de prestación de cuidados a aquellas personas
que los necesitan.

La Constitución, en sus artículos 49 y 50, se refiere, en relación con


personas discapacitadas y mayores, a un sistema de servicios sociales promovido
por los poderes públicos. Fruto de ello se promulga la Ley 39/2006, de 14 de
diciembre, de promoción de la autonomía personal y atención a las personas
en situación de dependencia, que configura por primera vez en nuestro país el
Sistema de Autonomía y Atención a la Dependencia (SAAD), como cuarto pilar
del Estado de Bienestar (tras salud, educación y pensiones).

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El Sistema tiene por finalidad principal la garantía de las condiciones
básicas y la previsión de los niveles de protección a que se refiere la Ley. A tal
efecto, sirve de cauce para la colaboración y participación de las
Administraciones Públicas y para optimizar los recursos públicos y privados
disponibles. De este modo, configura un derecho subjetivo que se
fundamenta en los principios de universalidad, equidad y accesibilidad,
desarrollando un modelo de atención integral al ciudadano, al que se reconoce
como beneficiario su participación en el Sistema y que administrativamente
se organiza en tres niveles.
La competencia exclusiva del Estado para la regulación de las
condiciones básicas que garanticen la igualdad de todos los españoles en el
ejercicio de los derechos y en el cumplimiento de los deberes constitucionales
(artículo 149.1), justifica la regulación, por parte de esta Ley, de las condiciones
básicas de promoción de la autonomía personal y de atención a las personas
en situación de dependencia mediante la creación de un Sistema para la
Autonomía y Atención a la Dependencia con la colaboración y participación de
todas las Administraciones Públicas, y con pleno respeto de las competencias
que las mismas hayan asumido en materia de asistencia social en desarrollo
del artículo 148.1.20 de la Constitución.
La Ley establece un nivel mínimo de protección, definido y
garantizado financieramente por la Administración General del Estado.
Asimismo, como un segundo nivel de protección, la Ley contempla un
régimen de cooperación y financiación entre la Administración General del
Estado y las Comunidades Autónomas mediante convenios para el desarrollo
y aplicación de las demás prestaciones y servicios que se contemplan en la
Ley. Finalmente, las Comunidades Autónomas podrán desarrollar, si así lo
estiman oportuno, un tercer nivel adicional de protección a los ciudadanos.
Como puede apreciarse, la naturaleza del objeto de la norma requiere un
compromiso y una actuación conjunta de todos los poderes e instituciones
públicas, por lo que la coordinación con las Comunidades Autónomas es un
elemento fundamental. Para ello, se establecen una serie de mecanismos de
cooperación entre la Administración General del Estado y las Comunidades
Autónomas, entre los que destaca la creación del Consejo Territorial del
Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia. En su seno deben
acordarse, entre otras, la intensidad de los servicios del catálogo, las
condiciones y cuantía de las prestaciones económicas, los criterios de
participación de los beneficiarios en el coste de los servicios y el baremo para
el reconocimiento de la situación de dependencia. Se trata, en conclusión, de
desarrollar, a partir del marco competencial, un modelo innovador, integrado,
basado en la cooperación interadministrativa y en el respeto a las
competencias.

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El advenimiento de la crisis económica y financiera ha ralentizado, en
gran medida, el desarrollo de la norma. Así, los problemas de financiación de
los actores públicos que deben aplicar la ley, derivados de la crisis y las
políticas de austeridad, ha hecho imposible el cumplimiento del calendario
previsto. A nivel estatal, esto se ha traducido en una serie de cambios
legislativos.

El Real Decreto-Ley 8/2010, de 20 de mayo, por el que se adoptan


medidas extraordinarias para la reducción del déficit público, retrasa el derecho
de acceso a la prestación al momento de la resolución, que será de seis meses
tras la solicitud.

El Real Decreto-Ley 20/2011, de medidas urgentes en materia


presupuestaria, tributaria y financiera para la corrección del déficit público,
acomete un retraso del calendario de aplicación de la ley, lo mismo que
realizan posteriormente las leyes de presupuestos para 2012 y 2013. Estas
dos últimas, conjuntamente con los del 2014, también suspenden el nivel
acordado de aportación de la Administración General del Estado para la
aplicación del Sistema.

Pero las principales modificaciones se produjeron por Real Decreto-Ley


20/2012, de 13 de julio, de medidas para garantizar la estabilidad
presupuestaria y de fomento de la competitividad, que modifica obligaciones en
relación a la aportación de datos y documentos, la cartera de servicios, las
prestaciones económicas, el régimen de incompatibilidades, los baremos, la
financiación, y retrasa el calendario de aplicación del grado I de dependencia
hasta julio de 2015.

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BIBLIOGRAFÍA

Para ampliar la materia se recomiendan los siguientes manuales:

- GUIA DE SENSIBILIZACIÓN Y FORMACION EN IGUALDAD DE


OPORTUNIDADES ENTRE HOMBRES Y MUJERES. Autor:
Fundación Mujeres.

- LA SITUACION ACTUAL DE LA EDUCACION PARA LA IGUALDAD


EN ESPAÑA. Autor: Red2 Red Consultores.

- VIOLENCIA DOMESTICA, SU IMPACTO EN LA SALUD FISICA Y


MENTAL DE LAS MUJERES. Autoras: Patricia Villavicencio y Julia
Sebastián.

- LA CONSTRUCCION DE LA IGUALDAD Y LA PREVENCION DE LA


VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES DESDE LA EDUCACION
SECUNDARIA. Autoras: María José Díez Aguado y Rosario Martínez
Arias.

- LAS VIOLENCIAS CCOTIDIANAS CUANDO LAS VICTIMAS SON


LAS MUJERES. Autores: Esperanza Martín Serrano y Manuel Martín
Serrano.

- ORIENTACIONES PARA NEGOCIAR MEDIDAS Y PLANES DE


IGUALDAD DE OPORTUNIDADES EN LAS EMPRESAS ENTRE
MUJERES Y HOMBRES. Autor: Fundación Mujeres.

- LA IGUALDAD EFECTIVA ENTRE MUJERES Y HOMBRES. Autor:


José Rafael Rojas Juárez. Seguridad y Ciudadanía, revista del
Ministerio del Interior.

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