Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
La primera apendicectomía fue notificada en 1735 por el cirujano francés Claudius Amyand, que
identificó y extirpó satisfactoriamente el apéndice a un niño de 11 años que presentaba un saco
hemiario inguinal, perforado por una aguja. Aunque ulteriores hallazgos de autopsia compatibles
con una apendicitis perforada aparecieron espo rádicamente en la bibliografía, la primera
descripción precisa de este proceso patológico, incluidas sus características clínicas comunes y la
recomendación de extirpación inmediata del apéndice, fue publicada en 1886 por Reginald Heber
Fitz, de la universidad de Harvard. '
Entre los avances más notables de la cirugía de la apendicitis cabe citar la descripción de
McBurney de su incisión de división muscular y su técnica de extirpación del apéndice clásicas, en
1894, y la de la primera apendicectomía laparoscópica, a cargo de Kurt Semm, en 1982.3 Dicha
apendicectomía laparoscópica, convertida en método de referencia para abordar la apendicitis
aguda entre los cirujanos estadounidenses, se realiza utilizando diversos puertos de trocar
(habitualmente tres) o mediante técnicas laparoscópicas de incisión única. Por último, aunque
igualmente importante, cabe citar el uso de antibióticos de amplio espec- tro, las técnicas
radiológicas intervencionistas y la mejora de las estrategias de asistencia a pacientes críticos, que
han determinado sustanciales avances en el abordaje de la apendicitis perforada y sus
complicaciones.
Fisiopatología y bacteriología
La apendicitis se produce por obstrucción luminal.3 El apéndice es vulnerable a ella por su escaso
diámetro luminal en relación con su longitud. La obstrucción de la luz proximal del apéndice eleva
la pre- sión de su porción distal, por la secreción de moco y la producción de gas por bacterias en
su interior. Con la progresiva distensión del apéndice, el drenaje venoso se altera, lo que provoca
isquemia mucosa. Al continuar la obstrucción, sobreviene isquemia en todo el espesor del
apéndice, que, en última instancia, produce perforación. La proli- feración bacteriana en el
apéndice se debe a estasis bacteriana distal a la obstrucción.3 Ello resulta signifcativo, puesto que
la proliferación induce liberación de un mayor inóculo bacteriano en caso de apendi- citis
perforada (tabla 50-1). El tiempo transcurrido desde el inicio de la obstrucción hasta la perforación
varía entre pocas horas y pocos días. La presentación tras la perforación es asimismo variable. La
secuela más común es la formación de un absceso en la región periapendicular o la pelvis, aunque
a veces se produce perforación libre, que deriva en peritonitis difusa.3
Dado que el apéndice es una evaginación del ciego, su flora es similar a la del colon. Las
infecciones asociadas a apendicitis deben considerarse polimicrobianas, y su cobertura antibiótica
incluye fárma- cos contra bacterias gramnegativas y anaerobias. Entre los aislamientos frecuentes
se cuentan Escherichia coli, Bacteroides fragilis, enterococos, Pseudomonas aeruginosa y otros.6
La elección y duración de la cobertura antibiótica y las controversias sobre la necesidad de cultivos
se analizan más adelante en este capítulo.
Las causas de la obstrucción luminal son múltiples. Las más habitua- les son la estasis fecal y los
fecalitos, aunque también cabe mencionar otras, como hiperplasia linfoide, neoplasias, restos de
fruta y material vegetal, bario ingerido, y parásitos como los ascáridos. El dolor de la apendicitis
tiene componentes tanto viscerales como somáticos. La distensión del apéndice es responsable
del dolor abdominal difuso (visceral) inicial experimentado a menudo por el paciente afectado. Es
característico que el dolor no se localice en el cuadrante inferior derecho hasta que la punta
apendicular se infama e irrita el peritoneo parietal
Aerobias
Adaptado de Bennion RS, Thompson JE: Appendicitis. In Fry DE, editor: Surgical infections, Boston,
1995, Little, Brown, pp 241–250.
50 Apéndice 1297
Diagnóstico diferencial
La apendicitis ha de considerarse en cualquier paciente (sin apendicec- tomía previa) que presente
dolor abdominal agudo.7 El conocimiento de los procesos patológicos con síntomas y signos de
presentación simi- lares es esencial para evitar una intervención quirúrgica innecesaria o
incorrecta. La consideración de la edad y el sexo del paciente contribuye a restringir los
diagnósticos. En los niños se valoran otras posibilidades, no limitadas a la adenitis mesentérica
(frecuente tras una enfermedad vírica reciente), como gastroenteritis aguda, invaginación
intestinal, diverticulitis de Meckel, enfermedad intestinal infamatoria y, en los varones, torsión
testicular. La nefrolitiasis y la infección urinaria se manifestan en ocasiones con dolor en el
cuadrante inferior derecho en ambos sexos.3
En las mujeres en edad de procrear, el diagnóstico diferencial se amplía aún más. Los problemas
ginecológicos pueden confundirse con la apendicitis, y generan una tasa de apendicectomías
negativas superior a la de los hombres de edad equiparable. Algunos obedecen a quistes ováricos
rotos, dolor pélvico intermenstrual, coincidente con la ovulación hacia la mitad del ciclo
menstrual, endometrio- sis, torsión ovárica, embarazo ectópico y enfermedad infamatoria
pélvica.3,7
Hay otras dos poblaciones que merecen mención. En los ancianos se ha de prestar atención a la
diverticulitis aguda y la enfermedad maligna como posibles causas de dolor abdominal inferior. En
los pacientes neutropénicos, la tifitis (o enterocolitis neutropénica) debe incluirse en el diagnóstico
diferencial. La apendicitis en estas poblaciones especiales se trata posteriormente en este
capítulo.
Presentación Anamnesis Los pacientes con apendicitis aguda suelen referir dolor abdominal
difuso, habitualmente periumbilical en origen, que refeja la estimula- ción de las vías aferentes
durante la progresiva distensión del apéndice. Son frecuentes la anorexia y las náuseas, con o sin
vómitos. También se registran diarrea o estreñimiento. A medida que la afección progresa y la
punta apendicular se infama, con la consiguiente irritación peritoneal, el dolor se concentra en su
localización clásica, en el cuadrante inferior derecho. Este fenómeno continúa siendo el indicador
más fable de la apendicitis3,7 y sirve para elevar el índice de sospecha (fg. 50-1).
Exploración física
Es característico que los pacientes con apendicitis presenten aspecto enfermo. A menudo se
mantienen inmóviles, por la presencia de perito- nitis localizada, que hace que cualquier
movimiento sea doloroso. Son comunes la taquicardia y la deshidratación leve, en grados
variables. La febre es frecuente y oscila entre elevaciones de la temperatura poco signifcativas (<
38,5 °C) y aumentos más importantes de temperatura, dependiendo de la evolución de la
enfermedad y de la intensidad de la respuesta infamatoria. La ausencia de febre no descarta el
diagnóstico de apendicitis.1,3,7
Se han descrito numerosos signos que ayudan a establecer el diag- nóstico de apendicitis. Entre
ellos se cuentan el signo de Rovsing (dolor en el cuadrante inferior derecho en la palpación del
cuadrante infe- rior izquierdo), el signo del obturador (dolor en el cuadrante inferior derecho por
rotación interna de la cadera) y el signo del psoas (dolor por extensión de la cadera ipsolateral).1
Su interés es sobre todo his- tórico, y es importante el hecho de que se trata de simples
indicadores de peritonitis localizada, más que de medios para diagnosticar cua- dros patológicos
específcos. Sin embargo, son útiles al explorar a un paciente con sospecha de apendicitis y avalan
el diagnóstico en casos clínicamente sospechosos.
Los resultados del tacto rectal suelen ser normales. No obstante, a veces se notan una masa
palpable o sensibilidad en la palpación si la punta apendicular se localiza en la pelvis, o en
presencia de un abs- ceso pélvico. En las mujeres, la exploración de la pelvis es importante para
descartar la enfermedad pélvica. Sin embargo, la sensibilidad dolorosa ante el movimiento
cervicouterino, típicamente asociada a enfermedad infamatoria pélvica, puede registrarse en la
apendicitis, debido a la irritación de los órganos pélvicos por el proceso infama- torio adyacente.3
Pruebas analíticas
Los resultados analíticos han de interpretarse con precaución en caso de sospecha de apendicitis y
deben emplearse como apoyo del cuadro clínico, más que para corroborar o descartar el
diagnóstico de modo defnitivo. La leucocitosis, a menudo con «desviación a la izquierda»
(predominio de neutróflos y, a veces, aumento de cayados), está presente en el 90% de los casos.
No obstante, en el 10% el recuento de leucocitos es normal, dato que no debe utilizarse de modo
ais- lado para descartar la presencia de apendicitis.8 El análisis de orina también suele ser normal,
aunque el hallazgo de trazas de leucocito esterasa y de piuria no es inhabitual y, presumiblemente,
se debe a la proximidad del apéndice infamado a la vejiga o al uréter. Si la presentación es
altamente indicativa de apendicitis, un análisis de orina «positivo» no se emplea como prueba
aislada para excluir el diagnóstico. La prueba de embarazo es obligatoria en las mujeres en edad
de procrear. Se ha constatado que la proteína C reactiva no es sensible ni específca en el
diagnóstico (o la exclusión) de la apendicitis.1,8
Pruebas de imagen
Diversos estudios radiológicos pueden emplearse para diagnosticar la apendicitis. Cabe citar entre
ellos las radiografías simples, la tomografía computarizada (TC), la ecografía y la resonancia
magnética (RM).
Las radiografías simples se obtienen a menudo en el servicio de urgencia para evaluar el dolor
abdominal agudo, aunque carecen de sensibilidad y especifcidad en el diagnóstico de apendicitis,
por lo que rara vez resultan útiles. Entre los hallazgos que refrendan el diagnóstico se cuenta la
presencia de un fecalito calcifcado en el cuadrante inferior derecho que, sin embargo, ha de
encuadrarse en un contexto clínico adecuado y que solo suele presentarse en un 5%
50 Apéndice 1299
de los casos.9 El neumoperitoneo, si se aprecia, debe alertar al médico sobre otras posibles causas
de víscera perforada (úlcera o diverticulitis perforadas), ya que no suele registrarse en casos de
apendicitis, aun con perforación.
La TC, la prueba de imagen más común en el diagnóstico de apendicitis, es muy eficaz y precisa.9
La moderna TC helicoidal tiene la ventaja de no depender del operador y de ser fácil de
interpretar. La TC exhibe sensibilidad del 90-100%, especifici- dad del 91-99%, valor predictivo
positivo del 92-98% y valor predictivo negativo del 95-100%.9,10 El protocolo de imagen reco-
mendado por la Infectious Diseases Society of America (IDSA) y la Surgical Infection Society
comprende solo administración intravenosa de material de contraste. Los contrastes oral y rectal
no se aconsejan.11
El diagnóstico de apendicitis por TC se basa en la observación de un apéndice infamado y
engrosado con TC, con «trabeculación» (stranding) circundante, indicativa de infamación.
Habitualmente, el apéndice presenta un diámetro superior a 7 mm, con una pared inflamada y
engrosada y con realce mural o «signo de la diana» (fig. 50-2). El líquido o el gas periapendiculares
son altamente indicativos de apendicitis y perforación. En casos en los que el apéndice no se
visualiza, la ausencia de hallazgos infamatorios en la TC apunta a ausencia de apendicitis.12
Aunque no se recomienda la TC en casos de frme sospecha de apendicitis a partir del cuadro
clínico, la anamnesis y los datos físicos y analíticos, la información publicada sugiere que la TC en
casos equívocos reduce la tasa de apendicectomías negativas.13
TRATAMIENTO DE LA APENDICITIS
Apendicitis perforada
Tanto el abordaje abierto como el laparoscópico son acepta- bles para tratar la apendicitis
perforada. Aunque la técnica de la apendicectomía en caso de perforación es la misma que para la
apendicitis simple, el grado de difcultad inherente a la extirpación de un apéndice perforado
friable y gangrenoso supone un reto, incluso para el cirujano más experimentado, y requiere
manejo meticuloso y sutil, tanto del apéndice friable como de los tejidos periapendiculares
infamados, a fn de evitar lesiones tisulares. Los cultivos no son obligatorios, salvo que el paciente
haya estado expuesto al entorno hospitalario o haya recibido antibioterapia recientemente, ya
que tales factores aumentan la probabilidad de encontrar bacterias resistentes. No obstante,
nosotros solemos obtenerlos de manera sistemática, ya que a veces permiten detectar bacterias
resistentes y son útiles para ajustar individualmente el cambio a tratamiento oral al alta.11 Una
vez que el apéndice se ha extirpado satisfactoriamente, es preciso prestar atención a la
eliminación del abdomen del material infeccioso, incluidos restos de material fecal o fecalitos. Ello
puede hacerse mediante irrigación de alto volumen, con especial atención al cuadrante inferior
derecho y la pelvis. No se colocan drenajes de rutina, salvo en presencia de la cavidad de un
absceso aislada. En ese caso, se coloca un único drenaje de succión cerrado de Jackson-Pratt en su
base, dejándolo implantado varios días. En caso de cirugía abierta, la piel y los tejidos subcutáneos
se dejan abiertos durante 3 o 4 días para evitar la infección de la herida, tras lo cual se procede al
cierre de la misma en la cabecera del paciente, con suturas, grapas o suturas adhesivas (Steri-
Strips), según la preferencia del cirujano.
En ocasiones, los pacientes se presentan varios días, o incluso semanas, después del inicio de la
apendicitis. En estos casos, el tratamiento se individualiza en virtud de la naturaleza de la
enfermedad (fg. 50-6). Aunque de modo infrecuente, es posible que un paciente presente
peritonitis difusa. Más habitual es, en cambio, la presentación con dolor localizado en el cuadrante
inferior derecho y febre, con ante- cedentes compatibles con apendicitis. En niños o pacientes
delgados es a veces palpable una masa. En estos pacientes, la exploración y el intento de
apendicectomía inmediatos pueden generar una sustancial morbilidad, con imposibilidad de
localización del apéndice, absceso o fístula postoperatorios y extensión innecesaria de operación
llegando a la ileocequectomía, todos ellos debidos a la induración y friabilidad de los tejidos
implicados. Por ello, el tratamiento inicial en estos pacientes no suele ser quirúrgico.16-20 Se
comienza con reanimación con líqui- dos y antibioterapia de amplio espectro. Mediante TC se
confrma la presencia de apendicitis perforada con un absceso o un flemón localizado (fg. 50-7).
Cuando se identifca un absceso localizado, se procede al drenaje percutáneo dirigido por TC para
controlar su origen. Habitualmente, el catéter de drenaje se deja implantado entre 4 y 7 días,
durante los cuales el paciente es tratado con antibióticos, y se retira después. Si el drenaje guiado
por TC no es técnicamente viable, el drenaje quirúrgico puede efectuarse por abordajes trans-
rectal o transvaginal. Otra opción es el drenaje laparoscópico, que para nosotros ha resultado
excepcionalmente útil. Esta técnica se realiza mediante visualización de la masa infamatoria con el
laparos- copio, penetra a continuación en el absceso con una punta de succión laparoscópica,
evacua el material purulento y coloca un drenaje en el interior de la cavidad del absceso residual.
El abordaje postoperatorio es idéntico al de los pacientes sometidos a drenaje percutáneo satis-
factorio. En presencia de un femón periapendicular o si la cantidad de líquido presente no es
sufciente para ser drenada, el paciente puede ser tratado solo con antibióticos, habitualmente
durante 4-7 días, siguiendo las recomendaciones de la IDSA para el tratamiento de la infección
intraabdominal.11
o la reperforación del apéndice. Sin embargo, el riesgo real de apen- dicitis recurrente parece
escaso, con un 8% a los 8 años en un estudio de 6.400 pacientes pediátricos.21 Los hallazgos de
este estudio, así
50 Apéndice 1303
Una revisión sistemática publicada por Hall et al.,23 en la que se analizó la función de la
apendicectomía de intervalo, determinó que el riesgo global de apendicitis recurrente era del
20,5%. Todas las recidivas se registraron en un plazo de 3 años, y el 80% de ellas se pro- dujeron
en 6 meses. Por otra parte, la morbilidad de la apendicectomía de intervalo resultó signifcativa,
con complicaciones referidas en 23 estudios, con una tasa global del 3,4%. Otros autores han
comunicado tasas de una morbilidad asociada a apendicectomía de intervalo de hasta el 18%.24
Nosotros extirpamos habitualmente el apéndice normal por varias razones. En primer lugar,
muchas de las causas de dolor en el cuadrante inferior derecho antes mencionadas son
recurrentes, como en el caso de dolor por quistes ováricos rotos o adenitis mesenté- rica. La
apendicectomía es también aconsejable en la enfermedad de Crohn, cuando los hallazgos
quirúrgicos así lo indican, salvo que se vean implicados la base del apéndice y el ciego. En este
contexto, la apendicectomía se pospone para evitar la rotura del muñón infamado y la ulterior
formación de fístula. En tales cir- cunstancias clínicas, la apendicectomía es recomendable, ya que
excluye la apendicitis del diagnóstico diferencial cuando el paciente presenta dolor en el
cuadrante inferior derecho recurrente. Además, las anomalías del apéndice inaparentes en la
exploración macros- cópica en el momento de la operación a veces se identifcan en el examen
anatomopatológico.30,31
Aunque la apendicectomía urgente es el patrón terapéutico de referen- cia, varios estudios han
puesto en duda tal principio, abogando por la antibioterapia sola como tratamiento defnitivo de la
apendicitis aguda no complicada. Dos metaanálisis que analizaron los resultados de ensayos
controlados aleatorizados a este respecto concluyeron que el tratamiento no quirúrgico se
asociaba a menor riesgo de com- plicaciones (12% en el grupo no quirúrgico frente a 18% en el de
apendicectomía; P = 0,001).32,33 No obstante, la apendicectomía superó con creces al grupo no
quirúrgico en cuanto a tasas de fra- caso terapéutico (40% sin cirugía frente a 9% con
apendicectomía; P < 0,001). Los autores concluyeron que el tratamiento antibiótico era seguro
para la apendicitis no complicada, pero que, comparado con la apendicectomía, se asociaba a una
tasa de fracaso signifcativa, cuando no inasumible.32,33 Por ello, nuestra práctica habitual es
reservar el abordaje no quirúrgico para la apendicitis no complicada aguda en pacientes en los que
el riesgo quirúrgico es excesivo. Los fracasos del tratamiento no quirúrgico en estos pacientes de
alto riesgo se atenúan con medidas complementarias, como el drenaje guiado por TC de abscesos
periapendiculares.
Más problemático resulta el paciente con dolor sin evidencia radio- lógica de afectación
apendicular. En tales casos solemos abordar un estudio diagnóstico multidisciplinar, con
aportaciones de especialistas en gastroenterología y ginecología, así como en cirugía. La apendi-
cectomía no suele proponerse, salvo que la enfermedad se constate radiológicamente. No
obstante, cuando se efectúa una laparoscopia diagnóstica para investigar o descartar otra
enfermedad (generalmente a cargo de un ginecólogo), nosotros procedemos a la apendicectomía,
abordaje también defendido por otros.35 Hemos observado que, como en el tratamiento de
cualquier síndrome de dolor crónico, el abordaje de las expectativas es fundamental para la
atención a este complejo grupo de pacientes.
Apendicectomía profláctica
La apendicitis continúa siendo la urgencia no obstétrica más común durante el embarazo y, por
consiguiente, el motivo más frecuente de intervención quirúrgica general en este grupo de
pacientes.38 El diagnóstico de apendicitis durante el embarazo resulta especialmente delicado
para el cirujano. Como en las demás alteraciones durante la gestación, el cirujano debe considerar
el bienestar de dos pacientes, la madre y el feto, al proceder al estudio diagnóstico y el
tratamiento (fg. 50-8).
En el embarazo, la apendicitis tiene una presentación clási- ca en solo el 50-60% de los casos.38
Los síntomas habituales de apendicitis inicial, como náuseas y vómitos, son inespecífcos y se
asocian también al embarazo normal. La respuesta febril normal a la enfermedad puede atenuarse
en embarazadas. Asimismo, la explo- ración física de la paciente gestante es difícil y se ve alterada
por el efecto del útero grávido, que induce desplazamiento del apéndice a una posición más
cefálica en el abdomen. El dolor en el cua- drante inferior durante el segundo trimestre, por
tracción sobre los ligamentos suspensorios del útero, fenómeno conocido como dolor del
ligamento redondo, es frecuente y complica el cuadro clínico, ya que el 50% de los casos de
apendicitis en gestantes se producen en el segundo trimestre. Por último, los indicadores
bioquímicos y de laboratorio empleados para avalar el diagnóstico de apendicitis en ausencia de
embarazo no son fables en su presencia. Por ejem- plo, una leve leucocitosis fsiológica es normal
en el embarazo, en el que es posible también una elevación fsiológica de las concen- traciones de
proteína C reactiva. Además, el cirujano ha de estar alerta ante posibles urgencias obstétricas
como causas del dolor abdominal, como parto prematuro, desprendimiento placentario
o rotura uterina.38-40 Todos estos factores han contribuido a la alta tasa de apendicectomías
negativas en embarazadas, del 25-50%, basándose solo en la presentación clínica.38
que la apendicectomía negativa se asociaba a parto prematuro y pérdida fetal (10 y 4%,
respectivamente). Las menores tasas de parto prematuro y pérdida fetal (6 y 2%,
respectivamente) se registraron en casos de apendicitis no complicada.41 Por tanto, la exactitud
preoperatoria del diagnóstico resulta crucial en embarazadas con sospecha de apendicitis.
o lateral izquierdo, en vez del tradicional decúbito supino, aumenta las posibilidades de
visualización del apéndice. Los criterios de diagnóstico ecográfco son los mismos que en pacientes
no embarazadas, ya comen- tados. Desafortunadamente, la sensibilidad (78%) y la especifcidad
(83%) de la ecografía parecen disminuir durante el embarazo, por la presencia del útero grávido.42
Cuando los hallazgos ecográfcos son equívocos, la RM sin contraste de gadolinio, con excelente
resolución del contraste en tejidos blandos y ausencia de radiación ionizante, se mantiene como
alternativa segura para confrmar o descartar la apendicitis en embarazadas, conserván- dose
excelentes índices de sensibilidad y especifcidad (fg. 50-9). Una paciente con hallazgos de RM
normales probablemente no requiere apendicectomía. Se ha demostrado que el uso sistemático
de la RM en embarazadas reduce la tasa de apendicectomías negativas en un 47%, sin incremento
signifcativo de la tasa de perforación y con buena rentabilidad.42 Por tanto, abogamos por el uso
habitual de la RM en pacientes embarazadas con sospecha de apendicitis aguda sin peritonitis
manifesta. Sin embargo, la técnica no está disponible en algunos centros, y en otros lo está de
forma limitada o durante un tiempo restringido. La decisión del posible retraso de la apen-
dicectomía para obtener una RM resulta compleja y debe tomarse utilizando todos los datos
clínicos y de imagen disponibles, ante las graves consecuencias graves asociadas a la
apendicectomía negativa o la perforación apendicular.
Cuando la ecografía no es concluyente y la RM no está disponible de inmediato, se han referido
casos de uso de TC para diagnosticar la apendicitis durante la gestación. Un estudio publicado en
2008 determinó que la TC se asociaba a una tasa de apendicectomía negativa del 8%, menor que
la del 54% de la valoración clínica sola y la del 32% de la valoración clínica combinada con
ecografía. Los autores concluyeron que la TC puede emplearse cuando la ecografía es equí- voca,
argumentando que la cantidad de radiación aplicada en una TC limitada es inferior al umbral
requerido para inducir malformaciones fetales y que la mayoría de las apendicitis durante el
embarazo se regis- tran en el segundo o el tercer trimestre, cuando la organogenia es completa.42
Aunque los protocolos varían, cuando se usa la TC en gestantes con hallazgos equívocos, se debe
efectuar un estudio lo más limitado posible, evitando la administración intravenosa de contraste.
Se precisa más investigación antes de aceptar la sistematización de la TC en este entorno clínico.
50 Apéndice 1307
fácil de la localización del apéndice, muy variable, y una extirpación más expeditiva, y que favorece
la evaluación completa del abdomen para detectar cualquier otro proceso asociado. A fn de evitar
posi- bles lesiones del útero grávido, para la colocación inicial de trocares empleamos
sistemáticamente un abordaje de acceso abierto (técnica de Hasson).
Ante un paciente de edad avanzada con peritonitis difusa, se ha de proceder sin demoras
innecesarias a laparotomía inmediata. Con dolor localizado y en ausencia de peritonitis, se debe
realizar una TC abdomi- nal para confrmar el diagnóstico y evaluar otros cambios patológicos. La
apendicectomía laparoscópica en ancianos es segura y constituye la técnica de elección. Una de las
excepciones son los pacientes con miocardiopatía grave, en la que preferimos el abordaje abierto,
para evitar los efectos nocivos del neumoperitoneo en pacientes con función cardíaca
deteriorada.45 También hemos efectuado satisfactoriamente intervenciones de apendicectomía
abierta bajo anestesia raquídea en pacientes «discapacitados pulmonares», en los que el riesgo de
cirugía general es inasumible, debido al riesgo inherente de dependencia del respirador.