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1,
La etnograf ía es una de las escasas modalidades de la investigación cien- l'
tífica que admite en su seno las percepciones y sesgos subjetivos tanto de los
participantes como del investigador. Esta es una diferencia importante frente '1
a otras tradiciones. Como se ha indicado en el Capítulo 11, las orientaciones I
metateóricas de los etnógrafos, así como sus intereses personales, inspiran la 1,
formulación de las cuestiones iniciales y la elección de los participantes de ¡'
los estudios. Los etnógrafos comparan impl ícitamente sus propias culturas
,
con aquéllas que investigan, en un proceso que arroja luz sobre ambas, pues
tienen presente lo que están observando en un momento dado y lo que expe-
rimentaron con anterioridad (CAMPBELL, 1979). Esto no sólo ocurre cuando r
una actitud de indiferencia cortés. Paul WILLlS (1976), por ejemplo, pudo
analizar las pautas incipientes de estratificación social entre los escolares bri-
tánicos debatiendo con ellos las relaciones existentes entre los nombres que
daban a los distintos subgrupos y el comportamiento asociado a dichos nom-
bres. Sobre esta base, elaboró un estudio pormenorizado de las diferencias
existentes en la preparación de estos jóvenes para su diversa integración en la
vida laboral.
Los etnógrafos, ante todo, han de trabajar en escenarios donde los com-
portamientos se producen de forma natural. Deben ir hacia sus participantes;
no pueden recurrir a contextos de laboratorio para, la pureza del diseño, ni a
audiencias cautivas por razones prácticas. Durante un per íodo de tiempo
ininterrumpido, deben mantener una interacción constante con los partici-
pantes. A menudo, los investigadores no tienen otro rol que desempeñar ni
otra razón para permanecer en el escenario, que su deseo de estudiarlo. De-
penden de los participantes para hacer amistades, y también pueden necesi-
tarlos para algún servicio o para acceder a nuevos individuos o grupos.
Los primeros días pueden ser muy estimulantes, pues todo lo· que se
observa es algo nuevo que estudiar. Pero también pueden estar llenos de frus-
traciones, cuando la realización de los preparativos y arreglos necesarios para
el estudio avanza con una exasperante lentitud a través de los canales y pro-
cedimientos específicos de la cultura, que el antropólogo apenas entiende.
Normalmente el investigador suscita algunas reacciones de hostilidad, y asi-
mismo le resulta difícil eludir ciertos roles o el desarrollo de relaciones de
amistad que, debido a su carácter singular o a posibles aspectos estigmatizan-
tes, pueden sesgar su percepción o impedir su acceso posterior a importantes
fuentes de datos (ARGYRIS, 1952). Los etnógrafos pueden encontrarse con
que sus primeros informantes son individuos autoseleccionados, marginados
o de bajo status en el grupo estudiado, que buscan asociarse con ellos como
medio de aumentar su prestigio. POWDERMAKER (1966) por ejemplo, se vio
forzada a despedir a un informante clave en su primer trabajo de campo por-
que la necesidad que éste-ten ía des·u··aprobación hacía 'que exagerara'los
datos que le suministraba. La asignación de un rol inesperado a LECOMPTE
deformó el comportamiento de los participantes en su estudio de 1975;
éstos, alumnos de una escuela elemental, hab ían sido informados previamen-
te por su profesora de que LECoMPTE estaba escribiendo un libro acerca de
ellos (véase el Cap ítulo V I para una descripción más detallada). Inspirándose
en programas populares de televisión, los escolares se dedicaron a exhibir
comportamientos que, en su opinión, har ían la. lectura del libro más inte-
resante.
COMPROMISO
", ia comunidad; por otra parte, la emoción y los buenos momentos que supo-
nen los primeros hallazgos desaparecen para dar paso a la monoton ía coti-
diana de las anotaciones, las entrevistas y la observación de fenómenos cada
vez más conocidos. Es dif ícil mantener un nivel de interés y receptividad alto
cuando el aburrimiento se adueña del investigador; m~s importante aún, pue-
de resultar más complicado cada día conservar el equilibrio entre los senti-
mientos de amistad y una observación desapasionada e imparcial (MILLER,
1952). El extraño pasa a convertirse en amigo y miembro de la familia
(POWDERMAKER; 1966; WAX, 1971) del que, en cuanto tal, se espera que com-
parta los sentimientos y las crisis que experimenta el resto de los miembros
de la comunidad.
Al etnógrafo se le pide que se convierta en un aliado en las disputas fami-
liares o comunitarias, o que hable en nombre de la comunidad a los extraños.
A medida que aumenta la comprensión mutua crece-también el riesgo de
que los antropólogos pierdan la perspectiva, identificándose con sus partici-
pantes y dejando de documentar los aspectos más inusuales o censurables
de sus vidas. También se hace más difícil que mantengan una actitud com-
prensiva hacia prácticas que les repugnan. Estas no tienen que ser las obvias
de los hábitos de alimentación o higiene; pueden relacionarse con el trato
dado a las personas deficientes o a ciertos subgrupos de la comunidad, que
ofenda el sentido de equidad y de justicia del investigador. En los contexto's
escolares, por ejemplo, el etnógrafo se ve obligado a contemplar a veces
cómo los profesores o los administradores tratan a los alumnos de forma que
él considera inhumana o injusta.
MANTENIMIENTO DE LA PERSPECTIVA