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LUIS VITALE

La contribución

de BOLIVAR

a la Economía Política

Latinoamericana

Universidad Central de Venezuela


Taller "Pio Tomayo" de la
Escuela de Trabajo Social.
Facultad de Ciencias Económicas y Sociales
Caracas, 1984.
LA GESTA DE BOLIVAR

Para destacar el papel relevante cumplido por Bolívar en el proceso de la revolución por la
independencia, no es necesario convertirlo en héroe más allá de bien y del mal ni endiosarlo o petrificarlo en
una estatua, colocándolo por encima de su tiempo y de su clase, como ha ocurrido con la mayoría de los
escritores. La ciencia histórica no es una lección de instrucción cívica ni una fábrica de ditirambos
patrioteros, al servicio de ideologías encubridoras de la lucha de clases.

El artífice del proyecto histórico de unidad de América Latina fue un hombre de carne y hueso, cuyo
origen de clase era inequívocamente burgués. Nacido el 24 de julio de 1783 en el seno de una familia
esclavócrata - terrateniente, cuya cabeza era Juan Vicente Bolívar y Ponte, casado con la mantuana María
Concepción Palacios y Blanco, las haciendas de los Bolívar fueron desde el fondo de la colonia uno de los
soportes de cacaocracia caraqueña.

El mérito de Simón fue haberse elevado por encima del estrecho círculo clasista provinciano hasta
convertirse en el de demoburgués liberal más progresista de la fase independentista, en el más alto
representante de los intereses históricos de la burguesía criolla, adoptando medidas que se adelantaron a su
época, como la abolición de la esclavitud negra de la supresión de la servidumbre indígena, que abrían paso a
relaciones de producción capitalistas.

Bolívar no pudo ir más allá - hacia la revolución democrático-burguesa - porque la clase que
representaba nunca fue capaz de plantearse cambios profundos de estructura, como la reforma agraria y la
creación de una industria nacional, ya que prefería continuar profitando de una economía primaria
exportadora, dependiente del mercado mundial.

Dentro de los límites configurados por su clase, Bolívar a veces los desbordó, sin romper con su
medio, al combatir de manera consecuente por la unidad de América latina, el proyecto más audaz del
pensamiento político del siglo pasado, cuya vigencia, en otro contexto de clase, se proyecta hasta nuestros
días.

La Lucha Por La Unidad de América Latina

La genialidad de Bolívar fue haber llevado a la práctica con tenacidad y consecuencia la idea de la
unidad latinoamericana. Otros, como Miranda y Picornell, habían originalmente planteado el proyecto
continental, pero no pudieron ni siquiera dar los primeros pasos. Bolívar, en cambio, pudo realizarlo en gran
parte, a través de la Gran Colombia, que en un momento alcanzo a abrazar cinco países liberados. Más
todavía, llegó a proponer una fórmula concreta para lograr la factibilidad del proyecto unitario: una
Confederación de Estados del continente, proposición sin precedentes en la historia universal, ya que los
anteriores intentos de unificar naciones fueron sobre la base de la conquista y el sometimiento, como los
imperios egipcio, asirio, persa, griego, romano, carolingio, musulmán, otomano, español, ingles, francés,
holandés u otras variantes de imperios en Africa y Asia. Ni siquiera en Europa hubo un intento de unidad de
naciones; el de Napoleón estuvo basado, como los anteriores, en la expansión, conquista y dominación de
pueblos.

En contraste con esas experiencias, Bolívar proyectó confederar naciones de pueblos del mismo
origen, lengua, costumbre y tradición histórica comunes, sobre la base de acuerdos voluntarios y autónomos y
sin que desaparecieran los Estados Nacionales. Mistifican aquellos, como Jorge Abelardo Ramos,*(1) que
presentan un Simón Bolívar partidario de la eliminación de los Estados existentes en el momento de la
independencia y su reemplazo por un sólo Estado-Nación latinoamericano. Eso, además de ser un mito
fabricado para reforzar una "ideología", significa un menosprecio al realismo político de Bolívar, respetuoso
de la especificidad de cada región del continente y del derecho de autodeterminación de las nacionalidades.
El proyecto de Bolívar era constituir una Confederación de Repúblicas, en la que se respetara la
igualdad la autonomía de los Estados y el "utis possidetis juris", es decir, garantizar las nuevas naciones los
límites de los antiguos virreynatos, capitanías generales y gobernaciones.*(2) Bolívar era tan cuidadoso y
respetuoso de la autodeterminación de las naciones que cuando Sucre liberó al Ecuador aconsejaba insistir en
"que no es una sujeción lo que se intenta, sino la formación de un gran todo, compuesto por partes
completamente iguales".*(3)

Su plan de crear una Confederación de Repúblicas- y no una sola Nación- está diáfanamente
expresado en sus proclamas y cartas preparatorias del Congreso de Panamá, de 1822 a 1826. Si en algún
momento habló de una sóla Nación fue en un párrafo de la Carta de Jamaica, pero a renglón seguido
planteaba la imposibilidad práctica de configurar un sólo Estado-Nación. La prueba es que en la misma carta
piensa en una asociación de naciones para Centroamérica.

Otros autores como Torcuato Di Tella*(4) sólo han visto en Bolívar el político pragmático que
buscaba pactos y alianzas para la defensa territorial. En su afán de minimizar el papel de Bolívar, para realzar
el de San Martín, Halperin Dongui*(5) y otros historiadores argentinos no destacan como corresponde la
trascendencia del proyecto bolivariano. Pareciera que todavía perdurara en la historiografía Argentina la
influencia de Bartolomé Mitre, quien al referirse al Congreso de Panamá escribió en 1864: "Bolívar lo
inventó para dominar a la América".

No se trata de una disputa entre quien fue más héroe que otro, sino de comprender que en este
combate continental muchos patriotas y, sobre todo, el pueblo anónimo indígena, negro y mestizo
contribuyeron a la expulsión de los colonialistas e hicieron posible, liberando zonas ocupadas por los
españoles, tanto en el norte como en el sur, el proyecto concreto formulado por Bolívar. Por eso, la gesta de
Bolívar no fue la gesta de un sólo hombre sino de todo un pueblo.

Los primeros pensamientos de Bolívar acerca de la necesidad de luchar por la unidad de América
latina tuvieron como fuente de inspiración a Miranda y a Picornell, Gual y España. Los expresó por primera
vez por escrito en el "Morning Chronicle", el 15 de septiembre de 1810: los venezolanos no "descuidaran de
invitar a todos los pueblos de América a que se unan en Confederación". De regreso a su tierra, en momentos
en que la cacaocracia criolla vacilaba durante la "patria boba", Bolívar, junto a Miranda, Ribas y otros,
lograron radicalizar el proceso a través de la Sociedad Patriótica: "Unirnos- dijo Bolívar el 3 de julio de 1811-
para reposar, para dormir en los brazos de la apatía, ayer fue una mengua, hoy es una tradición. Se discute en
el Congreso lo que debiera estar decidido (...) Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas (...)
Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana. ¡Vacilar es perdernos!".

A pesar de la derrota transitoria en manos del general español Monteverde, el infatigable luchador
venezolano volvió a replantear la unidad, reafirmada por la praxis negativa del sistema federal. En el
manifiesto de Cartagena de 1812, manifestaba: "soy de sentir que mientras no centralicemos nuestros
gobiernos americanos, los enemigos obtendrán las más completas ventajas".*(6) En noviembre de 1814,
arengaba a los soldados de Urdaneta: " para nosotros la patria es la América".

Obligado a salir al exilio, luego del triunfo de Boves y la contrarrevolución en Venezuela, Bolívar
pudo reflexionar con un poco más de tiempo, a través de la Carta de Jamaica (1815): "Yo deseo más que otro
alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su
libertad y su gloria".*(7) Sin embargo, percibía inconvenientes para lograrlo: "Aunque aspiro a la perfección
del gobierno de mi patria, no puedo persuadirme que el Nuevo Mundo sea regido por una gran república;
como es posible, no me atrevo a desearlo, y menos deseo una monarquía universal de América".*(8) Páginas
más adelante, retornaba al tema: "Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Nuevo Mundo una sola
nación con un sólo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo (...) mas no es posible porque climas
remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes dividen a la América".*(9) Bolívar
era consciente de que la unidad no iba a venir sola, "por prodigios divinos, sino por efectos sensibles y
esfuerzos bien dirigidos".*(10)
El planteamiento bolivariano de unidad no era una mera aspiración de deseos o una fantasía genial,
sino que tenía sólidas y consistentes razones. Se fundamentaba en la tradición, lengua, origen y costumbres
comunes. La unidad de América Latina para Bolívar no era una unidad artificial ni impuesta, sino basada en
la historia común de sus pueblos, unidos por un "pacto implícito"- como gustaba decir- de todos los pueblos
que habían luchado y estaban luchando contra el colonialismo español. Era una unidad, un "pacto
americano", por encima de los gobernantes de turno y de las coyunturas políticas. Era un proyecto histórico,
estratégico.

Este proyecto comenzó a cobrar un carácter más social, luego de su visita a la primera república de
esclavos del mundo, que de hecho se había convertido en la primera república independiente de América
Latina. Bolívar platicó, observó y se decidió. No podría conquistarse la independencia y la unidad del
continente si no se luchaba por la libertad de los esclavos negros. Sus primeras derrotas y las de otros líderes
fueron el resultado de la ausencia de participación popular y, en numerosos casos, del apoyo de esclavos e
indígenas a los españoles que aparecían como contrarios a sus patrones. Petion, el presidente haitiano, no
sólo le sugirió la idea de liberar a los esclavos sino que le brindó, sin condiciones, ayuda militar, armas,
buques y también hombres para reiniciar la campaña que terminó con la dominación goda en Venezuela. A
su momento, Bolívar dijo sin embages: "Petion es el autor de nuestra independencia", destacando que
ninguna nación europea y menos Estados Unidos prestó ayuda efectiva a la independencia latinoamericana, y
que el triunfo fue logrado en gran medida por la ayuda de Haití, "la República más democrática del
mundo".*(11)

En reconocimiento a la primera república negra, Bolívar manifestaba ante los delegados del
Congreso de Angostura: "Tan grandes ventajas las debemos al la liberalidad sin límites de algunos generosos
extranjeros que han visto gemir la humanidad y sucumbir la causa de la razón, y no la han visto tranquilos
espectadores, sino que han volado con sus protectores auxilios y han prestado a la república cuanto ella
necesitaba para hacer triunfar sus principios filantrópicos. Estos amigos de la humanidad son los genios
custodios de la América, y a ellos somos deudores de un eterno reconocimiento".*(12)

En suelo patrio, Bolívar no olvidó sus promesas a Petion, declarando en 1816 y 1817 la liberación de
los esclavos, en un país abrumadoramente dominado por los esclavócratas "gran cacao". De este modo,
comenzó a ensamblarse la lucha por la liberación nacional con la lucha por la igualdad social. La guerra de la
independencia empezó a adquirir un carácter popular y la estructura clasista del ejército entró en crisis con el
ascenso de los pardos.

Uno de los más destacados fue Manuel Piar, hijo natural de una mulata, María Isabel Gómez, que
había colaborado en el complot revolucionario de Picornell, Gual y España. Nacido en Curazao en 1774,
Manuel emigró pronto a Haití, en plena revolución antiesclavista, convirtiéndose en uno de los pocos
latinoamericanos en vivir de cerca la experiencia revolucionaria mas importante de ese momento. Retornó a
Venezuela para incorporarse al proceso independentista. Derrotado transitoriamente, regresó a Haití en 1816,
donde se integró a la expedición de Bolívar, financiada por Petion. Invadió Venezuela por el este, avanzando
sobre Maturín y triunfando en El Juncal. Piar, junto a Mariño, liberaron la zona oriental y posteriormente la
Guayana. Fue uno de los primeros jefes en incorporar negros, mulatos e indígenas al ejército patriota, y en
comprender que la liberación de Venezuela había que hacerla desde el sur.

La ligazón de Piar con los oprimidos era no sólo con los pardos sino también con los negros.
Derrotó a los españoles en Guayana con una división de 800 negros, en su mayoría haitianos.*(13) Piar
también se preocupó de recuperar la confianza de los indígenas, especialmente de los Caribes, opuestos a los
republicanos por los atropellos cometidos por el ejército criollo al mando de Monagas y Cedeño. El 7 de
febrero de 1817, Piar lanzaba una proclama a los indios de Tupapuy en la que decía: "El gobierno español se
ha acabado: la Patria ya está libre y vosotros que sois sus hijos primitivos debeis ser los primeros que goceis
de la libertad, de sus privilegios y derechos. Hasta ahora habeis estado sujetos al capricho arbitrario de los
capuchinos que, no contentos en ejercer su ministerio espiritual, os oprimían reduciéndoos a esclavos (...)
nosotros os miramos como hermanos y como tales os concedemos los mismos derechos nuestros. Lo que
trabajeis será para vosotros".*(14)
Con estas medidas igualitarias, Piar logró incorporar al ejército patriota a vastos sectores de indígenas
y negros, hecho reconocido por el general español Morillo.*(15) Pero Piar cometió el error de provocar una
crisis de mando en plena guerra contra el enemigo español. Inició una campaña de desprestigio de Mariño,
Bolívar, Piñango y otros, llegando a decir "que era preciso acabar con ellos para poder formar Patria (...) que
era de absoluta conveniencia y necesidad deshacerse de Bolívar y de todos los blanquistos caraqueños que
querían mandarlos".*(16) En un abierto llamado a la rebelión, Piar proclamó en julio de 1817: "yo he sido
elevado a general en jefe por mi espada y por mi fortuna, pero soy mulato y no debo gobernar en la república
(...) me voy a Maturín, y al fin del mundo si es necesario, a ponerme a la cabeza de los que no tienen otro
apoyo que sus propias fuerzas".*(17) Consecuente con sus ideas, Piar incitó a varios jefes pardos a proclamar
una "república de hombres libres e iguales".

Bolívar vio un peligro en Piar y lo acusó de desobediencia. Es cierto que Piar había cometido algunos
actos de indisciplina, especialmente en Margarita, pero eso no era motivo para su encarcelamiento y posterior
fusilamiento. Bolívar trató de justificar la ejecución, acusando a Piar de atizar "los principios odiosos de la
guerra de colores". Piar incurrió en el error de insubordinarse en plena guerra, pero el fusilamiento fue
injusto. Muchos otros fueron perdonados o condenados a castigos menores por rebeliones peores. Por eso,
creemos que Bolívar ordenó la pena máxima por temor a la competencia de un general mulato, culto y bien
capacitado, que supo ganarse el apoyo de sectores pardos, negros e indígenas.

En los últimos años de su vida, Bolívar se dio cuenta que había cometido un grave error al ordenar el
fusilamiento de Piar. En cartas a Páez y Pedro Briceño Méndez, el Libertador decía: "Estoy arrepentido de la
muerte de Piar, de Padilla y de los demás que han perecido por la misma causa (...) lo que más me atormenta
es el justo clamor con que se quejarán los de la clase de Piar ".*(18)

Bolívar esbozó en 1817 los primeros diseños de su campaña continental, libertadora de los Andes.
En carta a Pedro Briceño y, por su intermedio a sus soldados, manifestaba: una vez lograda la independencia
de Venezuela " ¿no volarán ustedes a romper los grillos de los otros hermanos que sufren la tiranía enemiga?.
Sí, sí, ustedes volarán conmigo hasta el río Perú. Nuestros destinos nos llaman a las extremidades del mundo
americano ".*(19)

En un momento en que aún no estaba consolidada la independencia de su país, Bolívar, con visión
continental, escribía en 1818 a Pueyrredon, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata: "
Una sóla debe ser la patria de todos los americanos (...) cuando el triunfo de las armas de Venezuela complete
la obra de la independencia (...) nos apresuraremos en el más vivo interés a entablar, por nuestra parte, el
pacto americano que , formando de todas nuestras repúblicas un cuerpo político, presente la América al
mundo con su aspecto de majestad y grandeza sin ejemplo en las naciones antiguas".*(20) Esta y otras cartas
demuestran que Bolívar tuvo una estrategia unitaria en relación al cono sur, hecho ciegamente negado por los
sedicentes sanmartinianos.

Desde Angostura, dirigió en 1818 la proclama a los habitantes de las Provincias Unidas del Plata, en
la que manifestaba que Venezuela "os convidará a una sóla sociedad para que nuestra divisa sea Unidad de
América Meridional"*(21) El 4 de febrero de 1821 se reiteraba a Pueyrredón: "Ligadas mutuamente entre sí
todas las repúblicas que combaten contra España por el pacto implícito y virtual de la identidad de causa,
principios e intereses, parece que nuestra conducta debe ser uniforme y una misma".

Y comenzó su larga marcha hacia los Andes, derrotando a los realistas en Boyacá (7-8-1819), hecho
que le permitió plantear, sobre bases objetivas, la primera parte de su gran proyecto de Confederación
continental, en el Congreso de Angostura (1819). Allí, se aprobó una República federativa entre Venezuela y
Colombia, como el primer paso trascendental hacia la unidad de América Latina, luego de escuchar una de las
piezas políticas más magistrales del ya entonces Libertador.

Sin dar tregua a su caballo blanco, volvió a repasar los Andes, y una vez más venció al poderoso
ejército de Morillo en Carabobo (24-6-1821). Rumbo a Quito se detuvo ante el majestuoso Chinborazo,
inspirador de su famoso "Delirio": "Yo venía envuelto con el manto de Iris, desde donde paga su tributo el
caudaloso Orinoco, el Dios de las aguas. Había visitado las encantadas fuentes amazónicas, y quise subir al
atalaya del Universo (...). Ninguna planta humana había hollado la corona diamantina que pusieron las
manos de la Eternidad sobre las sienes excelsas del dominador de los Andes (...) la tierra se ha allanado a los
pies de Colombia, y el tiempo no ha podido detener la marcha de la libertad (...) Un delirio febril embarga mi
mente; me siento como encendido por un fuego extraño y superior. Era el Dios de Colombia que me poseía.
De repente se me presenta el Tiempo bajo el semblante venerable de un viejo (...) Observa - me dijo -
aprende, conserva en tu mente lo que has visto, dibuja a los ojos de tus semejantes el cuadro del Universo
físico, del Universo moral; no escondas los secretos que el cielo te ha revelado: di la verdad a los hombres.
La fantasma desapareció. Absorto, yerto, por decirlo así, quedé exánime largo tiempo, tendido sobre aquel
inmenso diamante que me servía de lecho. En fin, la tremenda voz de Colombia me grita; resucito, me
incorporo, abro con mis propias manos los pesados párpados: vuelvo a ser hombre, y escribo mi
delirio".*(22)

Estas emotivas palabras eran una manifestación de la identificación plena de Bolívar con el
continente latinoamericano, porque sus referencias a Colombia no están relacionadas con el actual país que
lleva ese nombre sino con la vieja " Colombeia", que fue la palabra usada por Miranda para referirse al
continente conquistado por Colón y para denominar una eventual América Latina unificada. "Colombeia" se
transformó así en el símbolo de la unidad del continente. Por eso, cuando Bolívar en su "delirio " habla del
"Dios de Colombia que me poseía", quería decir que la causa de la unidad latinoamericana lo había poseído
íntegramente.

Y siguió su marcha triunfal hasta derrotar a los españoles en Pichincha (24-5-1822), liberando a
Quito y Guayaquil e incorporando un nuevo país a la Gran Colombia. En esa región de la América india -
que recién conocía - se dio rápidamente cuenta de la necesidad histórica de terminar con las relaciones
serviles de producción e implantar el régimen del salariado. El 5 de julio de 1820, dispuso que se abolieran
todas las formas de servidumbre, y que se pagara íntegramente en dinero el salario de los obreros. Asimismo,
procuraba aplicar su concepción de justicia social disponiendo que se devolvieran " a los naturales, como
propietarios legítimos todas las tierras que formaban los resguardos, según sus títulos, cualesquiera que sea el
que aleguen para poseerla los actuales tenedores".*(23)

Entonces, se produjo la histórica entrevista de Guayaquil entre Bolívar y san Martín, los dos grandes
libertadores. Uno, de la zona norte, presidente de la Gran Colombia, integrada por Venezuela, Colombia (
incluida Panamá ) y Ecuador. El otro venía liberando pueblos desde el sur, sin cuya eficiencia hubiera sido
muy difícil para Bolívar el planteo concreto de una Confederación de Repúblicas Latinoamericanas. La
convocatoria al Congreso de Panamá y la posibilidad de lograr de manera factible la unidad de América
Latina fue facilitada en gran medida por la campaña libertadora llevada acabo por San Martín desde el cono
sur.

La Contribución de San Martín

José de San Martín (1778-1850), nació en Yapeyú (Corrientes), hijo de español y de criolla, había
regresado en 1812 de España, donde cursó la carrera de las armas. Adscrito a la Logia Lautaro, creada por
Miranda, organizó un cuerpo de granaderos a caballo, con el cual triunfo en el combate de San Lorenzo
(1813). No quiso aceptar ningún cargo político en Argentina para no verse envuelto en rencillas que
pudieran obstaculizar su proyecto central: la expulsión de los españoles de toda la América.

Su designación como Intendente de Cuyo, le sirvió para estructurar pacientemente el Ejército de los
Andes, demostrando sus extraordinarias condiciones de organizador y su sensibilidad social al incorporar a
los negros, indígenas y mestizos al Ejército libertador.

Contó, asimismo, con la inestimable colaboración de Bernardo O'Higgins, quien había dejado de
lado las posturas ambiguas de los primeros años de la revolución chilena, convirtiéndose en el abanderado de
la independencia política. La polémica entre carrerinos y o'higginistas ha conducido a magnificar o rebajar el
papel de estos líderes de la independencia, haciendo abstracción del condicionamiento propio de cada período
histórico -concreto, como si los hombres pudieran actuar por encima de las clases y de las condiciones
objetivas de su tiempo. Para los o'higginistas, los hermanos carrera eran unos elementos desorbitados,
ambiciosos y sedientos del poder. Para los carrerinos O'Higgins el prototipo del dictador, filo-monárquico y
extranjerizante. Nosotros creemos que desde 1811 a 1814, José Miguel Carrera se constituyó en la más alta
expresión política de la izquierda burguesa, porque fue el encargado de acelerar el proceso revolucionario.
O'Higgins, luego de superar la posición centrista que había adoptado desde 1810 hasta la reconquista
española, se convirtió hacia 1817 en el dirigente más capaz para consolidar la independencia política chilena.

San Martín tuvo asimismo la colaboración estrecha de Manuel Rodríguez en la llamada "Guerra de
Zapa", tendiente a minar la moral del ejército español en Chile. Disconforme con el curso moderado de la
burguesía criolla, Manuel Rodríguez se había enrolado con el ala izquierdista del movimiento carrerino,
llegando a formar parte de la Junta de Gobierno en 1814. Al igual que José Miguel Carrera, se mofaba de la
pacatería burguesa y de los títulos nobiliarios, como lo demuestra una de sus cartas a San Martín: "Es muy
despreciable el primer rango (la aristocracia). Más la plebe es de obra y esta por la libertad (...) la nobleza en
Chile no es necesaria por el gran crédito que arrastran en este reino infeliz las cartas y las barrigas (...) los
artesanos son la gente de mejor razón y de más esperanzas ".*(24)

La relación con el movimiento popular le permitió a Manuel Rodríguez llevar a adelante una lucha
coordinada con los objetivos que perseguía San Martín. La zona central fue el principal campo de
operaciones de las guerrillas, desde Melipilla hasta Talca. La táctica era ocupar ciudades medianas y pueblos,
requisar armas y dinero de los españoles y criollos colaboracionistas y luego retirarse. El objetivo de la
guerra de guerrillas - distraer las fuerzas españolas para facilitar el ataque del Ejército Libertador de los
Andes- fue cumplido con creces porque Marco del Pont tuvo que descentralizar su ejército y enviar cerca de
1500 hombres a la zona central par hacer frente a las guerrillas. Así surgieron numerosos jefes montoneros,
como Neira, Salas, Ramírez y Pedro Regalado Hernández. Arrieros y huasos baqueanos, entre los cuales se
destacó el campesino Justo Estay, contribuyeron a la guerra de Zapa, orientada por San Martín,
desinformando a los enemigos y recogiendo datos sobre las fuerzas realistas.

El respaldo de los campesinos fue la clave del éxito del legendario guerrillero Manuel Rodríguez.
Sus disfraces, su ocultamiento en los ranchos, sus increíbles fugas y su movilidad permanente eran, en cierta
medida, fruto de su genio guerrillero, pero su labor fue indiscutiblemente facilitada por el decidido apoyo del
movimiento campesino. Las capas populares y el artesanado santiaguino contribuyeron también al éxito del
guerrillero, suministrándole casas para ocultarse y ayuda material para su lucha clandestina. De este modo,
Manuel Rodríguez pasó a convertirse en uno de los personajes más queridos de la tradición popular por su
lucha junto a los pobres del campo y la ciudad.

Una vez que el terreno de la resistencia chilena estuvo abonado, San Martín dio orden de marchar a
sus huestes. En 1817, realizó una de las proezas mas grandes de la historia militar al cruzar con 3000
hombres la Cordillera de los Andes en las proximidades de uno de los picos más altos del mundo: el
Aconcagua. El 12 de febrero vencía en Chacabuco y entraba a Santiago. Fue luego sorprendido en Cancha
Rayada, pero volvía a triunfar en Maipú, acelerando la declaración formal de la independencia de Chile
(1818).

Para financiar el Ejército Libertador de San Martín, que se preparaba para continuar su campaña al
Perú, el Director Supremo de Chile, Bernardo O'Higgins impuso contribuciones forzosas a los españoles y a
los terratenientes criollos que habían traicionado la causa libertaria, colaborando con los godos durante la
Reconquista (Osorio y Marco del Pont). San Martín escribía en 1820: "Mañana debe decidir el Senado sobre
el proyecto del Solar, Peña y Sarratea para habilitar y transportar 4000 hombres para fines de diciembre;
piden 60 pesos por soldado y 70 pesos por caballo".*(25) Se ha calculado que el costo de la expedición
libertadora al Perú sobrepasó los 4 millones de pesos.

La industria artesanal criolla logró abastecer gran parte de las necesidades de ese ejército,
especialmente aparejos, monturas, mochilas, riendas, arneses, mantas y uniformes, además de la fabricación
de cañones, fusiles, bayonetas y municiones en las maestranzas dirigidas por Fray Luis Beltran.

Las contribuciones forzosas, decretadas por O'Higgins que ascendieron a más de 1 millón de pesos y
miles de caballos y cabezas de ganado, determinaron frecuentes "críticas de los terratenientes que miraban la
gestión de San Martín y O'Higgins con las anteojeras de sus mezquinos negocios, menospreciando la empresa
que culminaría con la independencia definitiva de América Latina".*(26) La burguesía criolla presionaba a
las autoridades para que apresuraran la partida al Perú del Ejército Libertador de los Andes. En tal sentido, el
latifundista Miguel Zañartu escribía al Ministro Echeverría el 4 de abril de 1820: "echen ustedes, por Dios, el
ejército fuera, para que viva a costa de otro país".*(27)

En un altercado con Monteagudo, el chileno José María Rosas manifestó que "el gobierno de Buenos
Aires no había gastado en la expedición de 1817 ni la cuarta parte de lo que Chile en la de 1820; que en
abono de esta deuda y como muestra de gratitud le había otorgado franquicias comerciales que el gobierno de
Cuyo había reconocido en numerosos documentos".*(28) Como puede apreciarse, la lucha de la burguesía
criolla por la libertad de otros países hermanos no era entusiasta ni desinteresada. La burguesía argentina por
su parte, reclamaba a la chilena el pago de los gastos de la expedición de 1817, y ésta a su vez iba
posteriormente, a exigir a la del Perú el reembolso de los gastos del Ejército Libertador. Ponemos de relieve
estos hechos para contrastar la mezquindad de la clase dominante con la actitud digna, altruista y plena de
ideales de los grandes, como Bolívar y San Martín.

Al fin, San Martín pudo zarpar en 1820 en las naves comandadas por Lord Cochrane, quien hizo una
eficaz labor de destrucción de la flota española, de despeje del litoral y bloqueo de los puertos del sur y del
Callao. San Martín partió con solo 4000 hombres cinco veces más fuertes. Su táctica de atacar por mar y
desembarcar en puntos claves fue decisiva para el éxito. Sus acciones provocaron el levantamiento criollo de
Guayaquil y del norte peruano (Trujillo). El frente español se hizo trizas al ser derrocado el virrey Pezuela
por el general español Lacerna, quien solicitó conversaciones a San Martín, basado en el cambio ocurrido en
España con el levantamiento de Riego (1820). En esas conversaciones, San Martín fue afinando su proyecto
de una monarquía constitucional para América Latina. En julio de 1821, entraba triunfante en Lima. En
calidad de protector del Perú decretó la abolición de los tributos indígenas, el trabajo forzoso y la liberación
de los esclavos, con una clara visión democrático - burguesa para liberar mano de obra en favor del desarrollo
capitalista. Obviamente, estas medidas les ganaron el odio de la oligarquía peruana, una de las más
conservadoras y reaccionarias del continente.

Meses después, se celebraba la entrevista de Guayaquil. Mucho se ha elucubrado en torno a esta


célebre reunión a puertas cerradas de los titanes de la libertad de un continente. Quizá tengan razón los que
opinan que allí triunfó la idea republicana de Bolívar sobre la variante de monarquía constitucional propuesta
por San Martín. Lo objetivo fue que este último decidió retirarse de la acción militar y política,
autoexiliándose en Inglaterra. Sin embargo, no se olvidó de su tierra; cuando fue necesario cuando ofreció su
espada para enfrentar el bloqueo extranjero anglo-francés del Río de la Plata.

El Alfarero de Repúblicas

Bolívar prosiguió la campaña del Perú y Bolivia, derrotando a los españoles en Junín (6-8-1824),
tarea que culminó Sucre en Ayacucho (10-12-1824), liquidando definitivamente el dominio colonial del
continente, con excepción de Cuba y Puerto Rico.

Bolívar se encontraba en Bolivia cuando llegó la noticia del arribo de una delegación argentina,
aprestándose a recibirla cordialmente, desvirtuando los corrilos que lo hacía aparecer como anti-argentino,
luego de la entrevista con San Martín en Guayaquil. La delegación de las Provincias Unidas del Río de la
Plata, encabezada por Carlos María de Alvear, llegó a Potosí el 7 de octubre de 1825. Su misión central,
además de felicitar al Libertador por sus servicios prestados a la causa de la unidad, era pedir el apoyo de los
ejércitos de Colombia y Perú para luchar, junto a la Argentina, contra las pretensiones expansionistas del
Emperador Pedro I de Brasil.

Bolívar lo escuchó atentamente porque ya había experimentado el expansionismo agresivo del


Emperador cuando las tropas brasileras ocuparon la provincia altoperuana de Chiquitos. Mientras consultaba
a Perú, Bolívar escribía al colombiano Santander: "Los señores Alvear y Días Véles me han dicho
terminantemente que yo debo ejercer el protectorado de la América (...) Les he dicho que haré por el Río de
la Plata cuanto me es permitido y que tomaré el mayor empeño el recomendar con todo influjo y con toda mi
alma los auxilios y aún sacrificios que ellos crean necesarios pedir a Colombia y al Perú para asegurar la
libertad de su patria".

Las proposiciones de las Provincias Unidas llegaron más allá de una simple alianza, por lo que puede
colegirse de otra carta de Bolívar a Santander, el 11 de noviembre de 1825: "El general Alvear desea ponerse
de acuerdo conmigo en todo , y por todo: ha llegado a proponerme la reunión de la República Argentina y
Bolivia, llevando toda ella mi nombre; él no abandona este proyecto por nada y menos de llamarme a fijar los
destinos del Río de la Plata". Y reiteraba a Santander el permiso para ir a combatir al Cono Sur: "El demonio
de la gloria debe llevarnos hasta Tierra del Fuego; y a la verdad ¿ qué arriesgamos? (...) las naciones del sur
necesitan para su reposo y para su libertad una parte de los vencedores de Ayacucho (...) Ruego a usted que
le pida al Congreso en mi nombre que me deje seguir mi destino y que me deje ir a donde el peligro de
América y la gloria de Colombia nos llama".

Bolívar, intranquilo porque la respuesta se demoraba, escribía a Santiago Costas el 3 de diciembre de


1825: "Ah señor ¡ojalá que el destino nos llevase al Río de la Plata! Tal vez pueda realizarse este deseo.
Nosotros no tenemos otra ambición que la del bien de la América y estos mismos sentimientos podrían
obligarnos a llevar nuestras armas a la Banda Oriental a combatir a un usurpador que violó los derechos del
pueblo argentino". En definitiva, Bolívar, no pudo realizar sus aspiraciones porque ni Colombia ni Perú le
dieron el visto bueno para marchar hacia el Cono Sur, pero lo fundamental para evaluar la estrategia
continental de Bolívar es que estaba decidido a llegar hasta Argentina para colaborar en una lucha contra el
Emperador Pedro I, que pudo haber incorporado Brasil al proyecto de unidad latinoamericana.

En el momento cumbre de su vida, en medio de la guerra, Bolívar seguía reflexionando sobre la mejor
forma de concretar la unidad latinoamericana. En 1822 invitaba, en nombre de la Gran Colombia, a los
gobiernos de México, Perú, Chile y Buenos Aires a formar junto con Ecuador, Bolivia, Colombia y
Venezuela, una Confederación y a congregarse en una gran asamblea a realizarse en Panamá, propuesta que
reiteraba en 1824, incluyendo además a Guatemala. En 1825, insistía en que para asegurar la independencia
efectiva de América Latina era fundamental reunirse en un Congreso de todos los Estados, formar un ejército
continental y tener una política exterior firme respecto de Estados Unidos e Inglaterra. En 1822, Perú había
firmado una alianza con Colombia y en 1823 siguieron el ejemplo México y Colombia.

Sin embargo, "el alfarero de repúblicas" - como Bolívar gustaba decir de sí mismo - no estaba
tranquilo, porque consideraba que su obra no estaría terminada si no contribuía también a liberar a Cuba y
Puerto Rico. Se ha discutido acerca de si Bolívar tuvo una estrategia para el Caribe. Nosotros creemos que
esbozó líneas generales para la liberación de Cuba y Puerto Rico. Una de las pruebas más tangibles fue su
respaldo a la expedición que en 1817 hicieron varios venezolanos, entre ellos Clemente Gual, junto a Codazzi
y el general escocés Gregorio Mac Gregor, de sobresaliente actuación en los campos de batalla. El 29 de
junio, un grupo de 150 personas, la mayoría venezolanos, ocupó el puerto de Fernandina, en la isla Amelia,
cerca de la parte oriental de la península de Florida, que era colonia española.

Proclamaron la República de Florida, izando el pabellón mirandino en la capital del nuevo Estado
libre: Fernandina. El objetivo táctico era distraer las fuerzas españolas, obligándolas a salir de México para
proteger a Cuba, con el fin de favorecer la independencia mexicana. Al mismo tiempo, servía de centro de
abastecimiento y de puente para la compra ilegal de armas norteamericanas, reactivar el comercio, y sobre
todo, para interceptar naves españolas que infringieran el bloqueo. Efectivamente, pronto fueron incautadas
dos goletas norteamericanas, cuya inmediata confiscación dispuso Bolívar. Estados Unidos protestó por la
ocupación de la isla, a sabiendas de que la Florida oriental era colonia española. Llegó a acusar a Venezuela
de potencia extranjera, invasora de la Florida, cuando en rigor era territorio español liberado por criollos de
ese imperio. A fines de diciembre de 1817, el gobierno norteamericano decidió expulsar a los patriotas
venezolanos.

Bolívar, que había intervenido para respaldar a los libertadores de la isla, rechazó firmemente la
agresión norteamericana. En mayo había tenido conocimiento del plan del general Lino de Clemente sobre
una pronta ocupación de toda la Florida.
Desde la isla Amelia, Gual escribía: "Aquí estamos haciendo algo en beneficio de Suramérica. Este
es el único y exclusivo objeto que nos une a todos (...) el establecimiento de una República de Florida
reclama la atención y el apoyo de todos los verdaderos amigos de Suramérica".*(29) En septiembre de 1817
llegó a la isla el comandante venezolano L. Aury, quién había combatido en México, ocupando el puerto de
Galveston en Texas. Además de Aury, la República de Florida se reforzó con la llegada del buque
venezolano "América libre", 130 pasajeros y 74 tripulantes. Ya mejor organizada la comunidad, se hicieron
elecciones en las que fue elegido "Gual como gobernador de la isla".*(30) No obstante, los norteamericanos
lograron desalojarlos y expulsarlos de la isla. Así terminaba una increíble experiencia libertaria que ilustra de
manera elocuente acerca de la imaginación política y la decisión de los hombres de aquella época de luchar
en cualquier parte por la liberación de América Latina.

Algunos autores dominicanos opinan que Bolívar no acudió en 1821 al pedido de ayuda de Núñez de
Cáceres para acelerar la independencia de Santo Domingo, porque tenía compromisos con el líder haitiano
Petion, que aspiraba a ocupar la zona oriental de la isla. Otros sostienen que Bolívar no quiso tomar posición,
basándose en una carta a Santander, en la que manifestaba que el problema haitiano es complejo en relación
al proyecto de unidad con Santo Domingo.

Cualquiera que fuese la posición de Bolívar, el echo objetivo es que Núñez de Cáceres solicitó la
incorporación de Santo Domingo a la Gran Colombia y que, posteriormente, cuando Boyer ocupó esa zona,
se planteó en 1824 una aproximación de toda la isla a la Gran Colombia.

En relación a Cuba y Puerto Rico, Bolívar tuvo contacto con los líderes del movimiento clandestino
libertario. En 1826 recordaba a sus agentes diplomáticos en Panamá, Pedro Gual y Briceño Méndez, que era
necesario actuar junto a México y Guatemala para "expedicionar contra la Habana y Puerto Rico".*(31)

El 14 de noviembre de 1823 había llegado a la Guaira una delegación "cubana integrada por José
Aniceto Iznaga, Gaspar Betancourt Cisneros, Fructuoso del Castillo, el licenciado José Agustín Arango y el
refugiado argentino José Antonio Miralla. Todos se hospedaron en el mismo sitio donde estaba alojado el
general Antonio Valero, natural de puerto Rico. Valero se había dirigido por escrito al gobierno de Colombia
para ofrecer el concurso de su brazo armado y, además, para solicitar de dicho gobierno la ayuda material
necesaria para la liberación de Cuba y Puerto Rico":*(32) Luego, se presentaron en Bogotá ante el general
Santander, en momentos en que Páez había ofrecido sus servicios para luchar por la independencia de Cuba y
Puerto Rico. Santander contestó en carta del 22 de febrero de 1824: "Sobre expedición a Cuba y Puerto Rico
no hay que hablar por ahora".*(33)

Detrás de estas indecisiones estaban las presiones de Estados Unidos, que había hecho
manifestaciones ostensibles de oposición a la independencia de Cuba y Puerto Rico, como rezaban las
instrucciones a los delegados norteamericanos al Congreso de Panamá: "Y si las nuevas Repúblicas o algunas
de ellas intentasen conquistarlas (a Cuba y Puerto Rico), Estados Unidos consideraría tal empresa opuesta a
su política de intereses (...) la fuerza marítima de los Estados Unidos, tal cual se halla o pueda hallarse en
adelante, estaría constantemente a la mira para salvarlas".*(34)

Bolívar insistió en sus instrucciones secretas del 15 de mayo de 1825 a los plenipotenciarios del
Perú para ayudar a liberar Cuba y Puerto Rico, y en caso de que se resolviese emanciparlas, atender a su
destino futuro: si deberían agregarse a algunas de las nuevas Repúblicas o dejar que se constituyan
independientes".*(35)

Estos documentos prueban que Bolívar tuvo una política definida en torno a la liberación de las islas
caribeñas, que eran las únicas colonias que restaban en manos de otrora imperio donde un día no se puso el
sol.

La Economía Política en el Universo de Bolívar


Simón Bolívar nació con la Revolución Industrial, en la fase de desarrollo de la manofactura y la
máquina a vapor en una Europa que culminaba el período de transición al capitalismo.

En su viaje de estudios por Europa, Bolívar fue testigo del proceso ascendente del capitalismo; junto
a su maestro Simón Rodríguez - observador comprometido con el cambio social - Bolívar presenció la agonía
de las relaciones de servidumbre, que se resistían a desaparecer del país donde hizo el juramento al pie del
Monte Sacro. Esta percepción del fenómeno de extinción de las supervivencias feudales y su reemplazo por
las relaciones de producción capitalistas, será decisiva para la praxis socio-económica del futuro Libertador.

También observará las transformaciones de la agricultura y de la crianza de ganado. En el último


viaje a Inglaterra, en 1810, pudo apreciar el desarrollo capitalista del agro, la modernización de las granjas y
de las empresas mecanizadas que utilizaban un concentrado proletario rural. Los cambios ocurridos en la
industria y en el campo, especialmente la reforma agraria implementada por la Revolución francesa, había
generado un vigoroso mercado interno, que contrastaba con la economía primaria exclusivamente
exportadora de la colonia donde había nacido. La admiración de Bolívar por Inglaterra no sólo estaba
determinada por su institucionalidad parlamentaria sino también por el avance industrial, que superaba de
lejos a Francia. La ampliación del mercado interno, capaz de absorber la producción industrial en
crecimiento, sólo fue posible mediante el reparto de tierras a los campesinos y el aumento del poder
adquisitivo de la población.

La fuerza de trabajo se hizo mercancía y los medios de producción pasaron a ser capital. Con las
nuevas máquinas, los empresarios textiles pudieron vender sus paños y telas a precios mas bajos que los
artesanos, conquistando así el mercado no sólo interno.

La organización política de la sociedad estuvo al servicio de este tipo de producción, de la clase


burguesa que lo implementaba y de la reproducción de la fuerza de trabajo asalariada. El Estado moderno
que vio funcionar Bolívar en Europa garantizaba la política económica librecambista, estimulaba la iniciativa
privada y la libre empresa. El Estado no intervenía en los negocios privados, pero aseguraba el
funcionamiento del sistema y básicamente la protección de las empresas y de la propiedad privada de los
medios de producción.

Simón Bolívar - lector de Locke, Montesquieu y otros, además de observador atento a la realidad
europea - comprobó que los empresarios rechazaban la intervención del Estado en la economía, como había
ocurrido bajo el régimen monárquico absolutista. "Los clásicos" de la moderna teoría económica, basados en
una filosofía individualista, exigían la prescindencia del Estado en la esfera económica fundamentalmente en
las reglas de la libre concurrencia. La ganancia, la acumulación de capital, el éxito empresarial, el ahorro, el
cálculo y la previsión se consagraron como valores del nuevo tipo de hombre, el hombre del mundo
burgués.*(36)

Bolívar visualizó en Europa que la ciencia se hacía cada vez más aplicada. El sistema capitalista,
necesitados de descubrimientos científicos en pos de un rápido despegue, propiciaba nuevas especialidades y
ramas científicas, como la química para la industria textil, la física y la ingeniería mecánica en función de la
industrialización. La ciencia aplicada, databa de muchos siglos, desde los griegos, pero logró un notable auge
con la revolución industrial. de ese modo, el hombre comenzó a sentirse dominador de la naturaleza,
concepción antropocéntrica que se remontaba a Descartes, quien en el Discurso del Método había
manifestado: podemos emplear los elementos de la naturaleza y "convertirnos así en señores y poseedores de
la naturaleza". La noción de progreso, que ya se asomaba a principios del siglo XIX, estaba estrechamente
vinculada con esta tendencia compulsiva al dominio de la naturaleza, sin advertir la crisis ecológica que
incubaba. El avance de la astronomía, que reafirmaba en el hombre burgués la convicción del dominio sobre
el universo, sentó las bases que faltaban para el cuestionamiento definitivo de la concepción teológica del
mundo.
La conciliación entre la razón y la fe, intentada por Tomás de Aquino, ya no bastaba, y el mundo
medieval que aún supervivía en la esfera ideológica se derrumbó estrepitosamente. Si un Descartes, podía
conciliar sus razonamientos con la teología, los científicos de mediados del siglo XVIII marcaron el punto de
inflexión de la ruptura. Voltaire y los enciclopedistas dieron el basamento filosófico de la nueva concepción
del mundo, adaptada a las necesidades de la nueva clase dominante.

Esta nueva "Weltanschauung", que Bolívar supo apreciar a través de sus lecturas de D'Alembert,
Rousseau, Condillac, Bentham y otros, comenzaba a ser integrada por los pioneros del despegue industrial, al
relacionar la iniciativa privada capitalista con la filosofía individualista que preconizaban los ideólogos de la
época. Razón, fe en un creador no ritualizado y libertad de pensamiento y de credo fueron las divisas que
levantó la burguesía para poder tener las manos libres en la construcción de su sociedad.

Si la naturaleza podía ser reducida a leyes, lo mismo podía ocurrir con la sociedad, consolidándose
así las ciencias económicas y sociales. Bolívar vivió entonces en un mundo en que la fe absoluta en la iglesia
secular entraba en crisis y la ciencia se habría paso a pesar de la contracorriente escolástica. Surgieron así
diferentes escuelas de pensamiento cuestionadoras, aunque no estrictamente ateas, de la iglesia católica, como
las logias masónicas, a una de las cuales adhirió Bolívar.

Los cambios socio-económicos tuvieron también un correlato político. Al régimen monárquico


absolutista le sucedió la monarquía institucional y parlamentaria inglesa y, sobre todo, la República Francesa.
Bolívar asistió al inicio de este proceso de transformación política en que se plasmaba a nivel superestructural
al cambio operado en lo más profundo de la sociedad. Las nuevas formas de representatividad, legitimidad y
generación del poder significaron un avance histórico sin precedentes en el derecho de los hombres a elegir y
ser elegidos.

Bolívar percibió que Estado y gobierno habían adquirido una nueva dimensión en la República
burguesa. Su conocimiento de la institucionalidad británica, en particular de sus sistema parlamentario, y del
funcionamiento del régimen republicano francés, no iba a tardar en aplicarlo creadoramente a su América
indo-afro-latina.

El pensamiento económico, conocido en parte por Bolívar, experimentó notables avances en el siglo
XVIII, rompiendo con el mercantilismo impuesto por el Estado absolutista y sus variadas formas de
monopolio comercial.

La realidad económica exigía una nueva teoría, una economía política distinta y emergente en el
proceso de industrialización. La política metalista, basada en la acumulación de oro y plata, había dejado de
ser el desiderátum de la política económica para mantener una balanza comercial favorable, porque esa
acumulación engendraba el aumento de los precios y del as importaciones, como paso en la España de los
Habsburgo. Paralelamente, se empezaba a cuestionar la teoría acerca de las tasas de interés, que
frecuentemente se fijaban de manera arbitraria, al margen de los mecanismos de la producción y de otras
leyes que regían el sistema capitalista naciente.

Los economistas del siglo XVIII reinterpretaron el papel del cambio, la moneda y la balanza
comercial - centros de atención de los mercantilistas - iniciándose en el estudio de los fenómenos
relacionados con la producción y el valor de lo producido. Comenzó así a esbozarse la teoría del valor,
trasfondo de los mecanismos del precio y la producción.

Se trataba entonces de poner el énfasis en el tratamiento del valor de la producción, especialmente de


la manofactura, para lo cual era fundamental investigar la incidencia de la mano de obra asalariada. "Es el
trabajo, en realidad, el que da a las cosas su diferente valor", decía John Locke. Ya no bastaba sacar la
diferencia entre el precio de compra y el de venta sino que era necesario estudiar a fondo si el beneficio era el
resultado de la inversión de capital, tanto en maquinaria como en salarios. Se observó que el beneficio era
proporcional al monto del capital, descubrimiento hecho por los economistas a base de la investigación
empírica y de la observación de las tendencias económicas del siglo XVIII.
La diferencia entre dinero y capital se hizo más clara que nunca. Para Hume la moneda sólo tenía
valor ficticio: "el dinero hablando en propiedad, no es una mercancía, y sí sólo un instrumento para el
negocio (...) Si consideramos cada reino en si mismo, es evidente que la mayor o menor cantidad de dinero
no es de gran consecuencia, puesto que el precio de las cosas se proporciona siempre a la cantidad de
dinero".*(37) No obstante, cometió el error de establecer una relación mecánica entre la masa de dinero y la
masas de mercancías, manteniéndose en los marcos de la teoría cuantitativa de la moneda.

Se comprendió que las tasas de interés eran reguladas por los beneficios del capital invertido, como
así mismo la diferencia entre el capital empleado en propiedades inmobiliarias y el utilizado en la producción.
Bolívar, como otros políticos de su tiempo, fue notoriamente influido por esta escuela de pensamiento que
inscribía claramente a la Economía en el campo de las ciencias sociales. Los fisiócratas trasladaron la
búsqueda de la ganancia del área del comercio a la producción, fundamentando el excedente en la aplicación
del trabajo a la agricultura. Fueron los primeros en avizorar la diferencia entre el trabajo productivo e
improductivo, antes que Smith, Ricardo y Marx. Su error fue haber considerado el trabajo productivo
solamente en la esfera agrícola.

Bolívar conoció el difundido "cuadro económico" de Quesnay, que pone de relieve la renta
territorial, como también el pensamiento de Turgot, que abogaba por la supresión de todas las relaciones
serviles de producción y la implantación de la libre competencia. Para Turgot, la propiedad no era de orden
natural sino el resultado de un proceso histórico-social, concepto que Bolívar trató de aplicar en nuestra
América, como base teórica para su planteamiento sobre el carácter social de la propiedad. Del mismo modo,
Bolívar tomó de los fisiócratas la idea sobre el impuesto sobre la propiedad territorial, imponiéndosela a los
latifundistas de la Gran Colombia.

Similar influencia recibió de Adams Smith, sobre todo de su concepción del trabajo como generador
de riqueza de la división del trabajo como base de la productividad, aunque no comprendió a cabalidad la
relación entre salario y fuerza de trabajo, identificando al salario con el producto del trabajo y al beneficio y
la renta como parte del precio de la mercancía. No obstante ser fervoroso partidario del "laissez faire",
laissez passer", Smith reconocía que el Estado debía intervenir para garantizar la propiedad, la defensa
exterior, la justicia, la educación, las obras públicas y el régimen impositivo. Bolívar tomó de Smith los
criterios para fijar impuestos: pago proporcional a los ingresos, puntualidad y tributación sobre la tierra.

Estas eran las ideas fundamentales de Economía Política que se difundían en los círculos políticos
frecuentados por Bolívar. No es posible decir cuáles de ellas fueron más estudiadas por él o más discutidas
entre los latinoamericanos en Europa, especialmente en la Logia masónica de Miranda, que era el más
entendido en la materia. En todo caso a través de los escritos y decretos del Libertador se puede comprobar
su conocimiento de los clásicos de la Economía Política.

El Continente de Bolívar

Bolívar vivió en una formación social distinta a la europea, caracterizada básicamente por una
economía primaria exportadora. el proceso de colonización había reemplazado la economía agraria aborigen
por la producción de metales preciosos y materias primas destinadas al mercado mundial. Las colonias
cumplían la doble función de exportadoras de productos mineros y agropecuarios y de importadoras de
artículos elaborados. El desarrollo industrial había sido trabado y, en la mayoría de los casos, obstaculizado
por la política de las monarquías ibéricas. Los productos manufacturados alcanzaban precios exhorbitantes
porque los comerciantes españoles, al no contar con una industria nacional capaz de abastecer la demanda,
adquirían las mercancías en Inglaterra y Francia y las revendían en las colonias.

Las colonias encontraron una válvula de escape al rígido monopolio comercial español con la
creación de marcados regionales, como el de Venezuela con México, que les permitieron una relativa
expansión de sus economías.
Bolívar, hijo de familia "mantuana", conocía por relatos de su padre Juan Vicente las protestas de los
criollos por el monopolio comercial español, expresados en el levantamiento armado de Juan Francisco de
León. Los "gran cacao", encabezados por los marqueses de Mijares, Toro y Torresaca y las familias de los
Bolívar, Solórzano y otros, habían apoyado a los rebeldes de Panaquire en contra de la compañía
Guipuzcoana por fijar precios bajos al cacao y especular con los artículos manufacturados importados de
Europa. No obstante su vacilación a la hora de las decisiones, los criollos acomodados lograron la
liquidación de dicha compañía dos años después del nacimiento de Simón.

La explotación inicua de los esclavos que trabajaban en las plantaciones de cacao fue una vivencia
imborrable para el adolescente Simón. A los doce años supo de la rebelión del negro José Leonardo Chirino,
líder del primer embrión de lucha independentista combinada con la liberación de sus hermanos esclavos.
Luego, se enteró de la conspiración de Picornell, Gual y España cuyo programa anticolonialista y de unidad
latinoamericana iba a recoger una década más tarde.

Estos brotes independentistas expresaban el profundo descontento de las familias criollas


acomodadas, como la de los Bolívar, que habían logrado presentar claramente sus demandas en la
Representación de los Hacendados de 1797.

Cuatro años después estallaba la rebelión de los Comuneros de San Cristóbal y Mérida, como la
prolongación de la iniciada en Socorro, Nueva Granada, en protesta por los impuestos abusivos de la Corona
española.

El joven Simón fue testigo de la profunda discriminación racial de su clase, no sólo contra los negros
sino también contra los pardos, agudizada por la Cédula de "Gracia al Sacar" dictada en 1795 a favor de los
mestizos.

Bolívar era hijo de esa clase que menospreciaba y explotaba a los negros y pardos. Pero su mérito
fue haberse elevado por encima del estrecho círculo clasista provinciano hasta convertirse en el demoburgués
liberal más progresista de la fase independentista.

La Contribución de Bolívar a la
EconomíaPolítica Latinoamericana.

La praxis económica del libertador surgió de sus estudios de los clásicos europeos, del análisis de la
realidad latinoamericana y de su concepción del Estado. Su pensamiento y acción estuvieron íntimamente
relacionados con una economía política adaptada a la especificidad de su tierra.

A nuestro modo de entender, la carta de Jamaica constituye uno de los primeros análisis económico-
sociales más importantes hechos por Bolívar. Allí expresaba con fluidez los conocimientos que había
adquirido en el área de la economía, de la historia y de la sociedad. Con un profundo conocimiento de la
realidad latinoamericana, apoyándose a veces en autores como Humboldt, hizo un análisis de las causas del
descontento por la dominación española.

Comenzaba su carta de jamaica reconociendo la denuncia hecha por el padre Bartolomé de las Casa
en relación a los abusos y arbitrariedades cometidas por los conquistadores. Luego, analizaba las principales
causas de la independencia: "se nos vejaba con una conducta que, además de privarnos de los derechos que
nos correspondían, nos dejaba una especie de infancia permanente con respecto a las transacciones públicas.
Si hubiésemos siquiera manejados nuestros asuntos domésticos en nuestra administración anterior,
conoceríamos el curso de los negocios públicos y su mecanismo".*(38)

En esta frase, Bolívar tocaba un problema importante en relación a la Economía Política, al sostener
que la dominación española ni siquiera dejó que los criollos se prepararan en el ejercicio de "las transacciones
públicas", es decir, en todo lo relacionado con el aprendizaje y mecanismo de las leyes económicas que
regían cada colonia. En algunas regiones del imperio hispanoamericano hubo Consulados de Comercio,
donde ciertos criollos - como Manuel de Sakas, Manuel Belgrano, etc. - comenzaron a conocer alguno que
otro funcionamiento de la economía colonial, pero este fenómeno no fue generalizado.

A continuación, Bolívar apuntaba otro problema económico fundamental: los americanos somos
"simples consumidores; y aún esta parte cuartada con restricciones chocantes: tal son las prohibiciones del
cultivo de frutos de Europa, el estanco de las producciones que el rey monopoliza, el impedimento de las
fábricas que la misma península no posee, los privilegios exclusivos del comercio hasta de los objetos de
primera necesidad, las trabas entre provincias y provincias americanas, para que no se traten, entiendan y
negocien; en fin, ¿ quiere Ud. saber cual era nuestro destino? Los campos para cultivar el añil, la grana, el
café, la caña, el cacao y el algodón, las llanuras solitarias para criar ganados, los desiertos para cazar las
bestias feroces, las entrañas de la tierra para excavar el oro que no puede saciar a esa nación avarienta.".*(39)

En este párrafo, Bolívar sintetizaba las causas principales del descontento de los criollos, aportando
una de las más densas críticas hechas a la economía colonial. Dejaba absolutamente en claro que lo único que
podían hacer los criollos era una economía primaria exportadora, al servicio exclusivo de la corona española.
No estaban autorizados a crear industrias, prohibición aparentemente absurda, ya que como dice Bolívar ni
siquiera existían en la metrópoli. El Libertador llama la atención sobre un tema económico aún poco
investigado: las trabas que imponía el imperio al comercio regional entre las colonias. A pesar de los estudios
de Arcila Farías sobre el comercio entre Venezuela y Nueva España y de otras investigaciones acerca del
intercambio triangular entre Nueva España, Perú y las Filipinas, falta aún mucho que develar del
planteamiento de Bolívar respecto de las prohibiciones para negociar, tratar y entenderse entre las mismas
colonias hispanoamericanas. En cambio, la denuncia que hizo Bolívar sobre el estanco del tabaco y de las
restricciones para el cultivo de frutos que producía España, ha sido científicamente comprobado.

En este pionero análisis sociológico de la realidad latinoamericana, Bolívar aplicó sus lecturas a los
clásicos europeos al señalar que el trabajo de los esclavos e indígenas constituía la base de la riqueza del
imperio español: "los tributos que pagan los indígenas; las penalidades de los esclavos; las primicias, diezmos
y derechos que pesan sobre los labradores". No sólo esbozó un análisis de clase sino también de etnia el
sostener que "no somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y
los usurpadores españoles". En su intento de enfocar la pugna entre las clases, manifestaba que "en Lima no
tolerarán los ricos la democracia, ni los esclavos ni pardos libertos la aristocracia", siendo el mayor peligro la
consolidación de una "oligarquía". El trasfondo de las guerras civiles - señalaba Bolívar - residía en las
diferencias "entre dos partidos: conservadores y reformadores. Los primeros son, por lo común, más
numerosos, porque el imperio de la costumbre produce el efecto de la obediencia a las potestades
establecidas; los últimos son siempre menos numerosos aunque más vehementes e ilustrados".*(40)

A diferencia del criterio parroquial de muchos de sus compatriotas. Bolívar tuvo una visión mundial
de la política. Sus primeras aprehensiones respecto de los Estados Unidos y las metrópolis europeas se
asomaron ya en la carta de Jamaica: "y la Europa civilizada, consciente y amante de la libertad, permite una
vieja serpiente, por sólo satisfacer su saña envenenada, devora la más bella parte de nuestro globo (...) no sólo
los europeos, sino hasta nuestros hermanos del norte se han mantenido inmóviles espectadores de esta
contienda".*(41)

A Bolívar no se le escapaba que esta falta de preparación en los asuntos económicos estaba
relacionada con el problema del poder: estábamos "ausentes del universo en cuanto es relativo a la ciencia del
gobierno y administración del Estado. Jamás éramos virreyes ni gobernadores, sino por causas muy
extraordinarias; arzobispos y obispos, pocas veces; diplomáticos nunca; militares, sólo en calidad de
subalternos; nobles, sin privilegios reales; no éramos, en fin, ni magistrados ni financistas, y casi ni aún
comerciantes".*(42) Era casi un programa de gobierno anticolonial, que demuestra que no bastaba analizar
las causas económicas de la independencia sino que era necesario ligarlas al problema del poder, porque la
burguesía criolla estaba consciente de que si no tomaba el aparato del Estado sus peticiones iban a ser
nuevamente postergadas.
El mérito del Libertador fue haber hecho una contribución a la economía política latinoamericana a
través de una praxis consecuente. Si bien es cierto que no fue un teórico de la economía, trató de hacer una
aplicación creadora a nuestro medio de sus lecturas de los fisiócratas, Hume, locke y otros ideólogos.

Sus ideas no fueron una copia mecánica del pensamiento económico europeo ni de los textos que
había leído en España, Francia, Italia e Inglaterra sobre el librecambismo. Bolívar a diferencia de otros
ideólogos de la burguesía criolla - trató de adaptar las teorías económicas en boga a las especificidades de
nuestra América.

Para ello, partió de la realidad concreta que atravesaba la economía de los países que iniciaban el
proceso independentista. La herencia colonial dejaba una economía primaria exportadora, subordinada a los
vaivenes del mercado mundial capitalista. Los españoles se habían llevado nuestros metales preciosos y
materias primas sin dejar siquiera un embrión industrial. "Todo es extranjero en este suelo, decía Bolívar en
1815, religión, leyes, costumbres, alimentos, vestidos eran de Europa y nada debíamos ni aún imitar". Las
ideas económicas de Bolívar parten, entonces, de donde debían partir: América Latina era dependiente de un
mercado mundial, fenómeno que condicionó una economía exportadora minera y agropecuaria y el
aplastamiento de todo intento de industrialización.

Bolívar también se basó en otro aspecto de esta realidad: las relaciones de producción serviles y
esclavistas, especialmente en el área del Caribe. Varios de sus escritos, proclamas y cartas estuvieron
dirigidos precisamente contra el esclavismo y el servilismo porque, como burgués-liberal avanzado de su
tiempo, comprendió que estas relaciones de producción constituían una traba para el desarrollo capitalista de
nuestra América. Por eso, una de sus primeras medidas de carácter social fue la abolición de la esclavitud
(1816), la supresión de las relaciones serviles indígenas (1821) y la implantaron del salariado.

En la carta de Jamaica (1815), Bolívar definió las características esenciales de nuestra condición
colonial: relaciones serviles de producción, monopolio comercial, estanco del tabaco, trabas e impedimentos
para desarrollar la industria y obstáculos para el comercio regional entre colonias. Conclusión, decía Bolívar,
nos obligaron a dedicarnos a la crianza de ganado, a la extracción de oro y a la agricultura y plantaciones, es
decir, nos impusieron una economía primaria de exportación.

El Libertador establecía una estrecha relación entre las leyes y las condiciones económicas
específicas del país. En el Congreso de Angostura (1819) afirmó que 2las leyes deben ser relativas a lo físico
del país, al clima, a la calidad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de vida de los pueblos, a
sus inclinaciones, a sus riquezas (recursos), a su número (población), a su comercio, a sus costumbres, a sus
modales".*(43) Se aferró a la especificidad de América Latina, expresada en la siguiente frase: "¡he aquí el
código que debíamos consultar, y no el de Washington!"*(44)

Estaba convencido de que la única manera de contrarrestar la influencia de las potencias europeas y
norteamericana y de no caer en una nueva dependencia era a través de una América Latina unida y capas de
industrializarse con su propio esfuerzo. Por eso, fue uno de los primeros políticos latinoamericanos en
promover el desarrollo de una industria nacional. El 21 de mayo de 1820, desde la villa del Rosario, expedía
el siguiente decreto: "Y no habiendo corporaciones que promuevan, animen y fomenten" la actividad
productiva se ordena crear una junta en cada provincia para "fomentar la industria proponiendo y
concediendo premios a los que inventen, perfeccionen e introduzcan cualquier arte o género de industria útil,
muy especialmente a los que establezcan las fábricas de papel, paño u otras, a los que mejoren y faciliten la
navegación de los ríos".*(45) Hay que promover "la prosperidad nacional por las dos más grandes palancas
de la industria, el trabajo y el saber", decía en Angostura.

En el decreto de 1820 planteaba "promover la agricultura en todos sus ramos y procurar el aumento
y mejoras en las crías de ganado caballar, vacuno y lanar". para Bolívar era fundamental que esta agricultura
y ganadería se modernizase, rompiendo con los moldes tradicionales y anticuados, para lo cual proponía la
intensificación de los conocimientos "de los principios científicos de estas artes y facilitando la adquisición
de libros y manuscritos que ilustren al pueblo en esta parte".*(46) También se daba cuenta de la necesidad de
crear una infraestructura que permitiera el desarrollo de la producción y la distribución, tanto para el mercado
interno como para el externo. por eso, manifestaba en ese mismo decreto: "Animar y dar acción al comercio
interior y exterior por medios semejantes a los anteriores, reparando o abriendo caminos cómodos y breves
por sí mismo o por contratas, facilitando el tráfico con el establecimiento de mercados".*(47)

Con un visionario criterio acerca de la importancia de los recursos naturales, reglamentaba la


explotación de los bosques en 1829: "Los prefectos de los departamentos marítimos cuidarán muy
particularmente de que se conserven las maderas, principalmente todas aquellas que puedan servir para la
marina nacional, quinas, palos de tintas".*(48)

Este decreto, expedido en Guayaquil, muestra que Bolívar estaba en conocimiento de la importancia
que había tenido Guayaquil, al convertirse en uno de los principales astilleros de la colonia. Postergado por
las autoridades españolas, bolívar quería transformarlo de nuevo en el gran astillero del Pacífico, para lo cual
era necesario conservar las maravillosas maderas de los bosques ecuatorianos. Este proyecto estaba
íntimamente ligado al plan de Bolívar de crear una poderosa marina mercante nacional de las repúblicas
federadas de América Latina, única manera de terminar con la dependencia que se tenía con los buques
extranjeros que transportaban nuestra materia prima, quedándose con una parte sustanciosa del excedente
económico por vía de los fletes arbitrarios que nos imponían.

Tanta importancia daba Bolívar al desarrollo de la industria forestal que en 1825 había propuesto
que el Estado corriera con los gastos de las plantaciones: "que se emprenda una plantación reglada a costa del
Estado, hasta el número de un millón de árboles, prefiriendo los lugares donde haya más necesidad de
ellos".*(49)

El ideario nacionalista de Bolívar también se expresó en la necesidad de resguardar para nuestros


países las riquezas minerales. El decreto del 24 de octubre de 1829, suscrito en quito, estableció
taxativamente que "las minas de cualquier clase pertenecen a la nación".*(50) De este modo, Bolívar intentó
que nuestra riquezas nacionales no fueran enajenadas por cualquier gobierno de turno, medida que fue
violada por quienes entregaron nuestra minas al capital extranjero.

Advirtió que para lograr un desarrollo agrícola no sólo bastaba conceder créditos a través de un
banco especialmente destinado a tal efecto, sino era fundamental la redistribución de la tierra. En decreto de
1825, emitido en el Cuzco, estableció: "Cada individuo, de cualquier sexo o edad que sea, recibirá una
fanegada de tierra en los lugares pingues y regados; y en los lugares privados de riego y estériles recibirá dos
(...) los terrenos destinados a pacer los ganados serán comunes a todos los individuos".***
Mediante este decreto, Bolívar aspiraba a generar una capa de pequeños propietarios que, como en Europa,
pudieran incentivar el mercado interno y, eventualmente, se transformara en compradora de los productos de
la industria nacional proyectada. bolívar ni hacía un transplante mecánico de la experiencia agraria europea
post-revolución francesa, sino que respetaba la especificidad y las costumbres de los campesinos e indígenas
latinoamericanos, al conservar lugares comunes de explotación, que venían del ancestral modo de producción
comunal de los aborígenes.

Este decreto se declaraba a los indios propietarios de los terrenos que trabajaban. A los que no
tenían tierras se les permitían parcelas que se subdividirían de las tierras comunales. Lo novedoso es que a
cada indígena, independientemente de su sexo, se le entregaba una parcela, con lo cual se ponía de relieve el
papel de la mujer en la producción.

Bolívar ya había hecho en 1817 otro intento de reparto de tierras. Sus soldados fueron favorecidos
con tierras confiscadas a los españoles y a los malos patriotas. Sin embargo, este reparto de tierras fue
rechazado por el Congreso de Angostura; se aprobó entonces, un sistema de compensación a los militares
consistente en bonos o vales, los que fueron vistos con desconfianza por los llaneros porque se entregaban sin
haberse definido las tierras por repartir. Los vales llegaron a ofrecerse por el 10% de su valor estimado, pero
nadie los quería comprar, a pesar de la insistencia de Bolívar ante el Congreso de Angostura para solucionar
un serio problema que "podría ocasionar grabes trastornos". Bolívar exigió la revisión de la medida y la
distribución inmediata de las tierras, pero el proceso se dilató y, en definitiva, Páez y los Monagas se
quedaron con la mayor parte de las tierras. En carta a Briceño Méndez, el Libertador manifestaba indignado:
esa medida "ha burlado y hecho nulo el objeto benéfico de la ley y ha cargado al Estado de una deuda
inmensa sin asegurar ni aliviar en ninguna manera el establecimiento y la subsistencia de los defensores de la
patria".*(52) En comunicación a Santander, bolívar reiteraba su protesta por el mecanismo de los vales: "la
ley de reparto de bienes era para toda Colombia, y ahora, bien y mal, es para todos. Me han hecho cierta
reforma en la ley, según se asegura, aunque no he visto la ley. se manda a entregar vales de bienes nacionales
a militares, para que los compren en remate en el mejor postor".*(53) El Libertador también pedía al
ministro Gual de Venezuela que "se suspenda la emisión y distribución de los vales para impedir la entera
destrucción de su crédito".*(54)

Este embrión de reforma agraria, planteado por Bolívar, derivaba de su pionera concepción sobre la
propiedad. Anticipándose a los tiempos, llegó a la conclusión de que la propiedad era 2social" y de que la
confiscación de bienes era procedente por "necesidad pública" u "utilidad general". En tal caso, el Estado no
estaba obligado a pagar de inmediato la indemnización, fijándola para "cuando las circunstancias lo
permitan".

Consciente de que la minería era el principal producto de exportación de los países andinos, el
Libertador expresaba en un decreto firmado en Quito: "conviene promover los conocimientos científicos de la
minería y de la mecánica, como difundir el espíritu de asociación y de empresa, para que la minería llegue al
alto grado de perfección que se necesita para la prosperidad del Estado". En el decreto del 19 de diciembre
de 1825, manifestaba: "que por falte de combustible no pueden hacerse o se hacen inexactamente o con
imperfección la extracción de metales y la confección de muchos productos minerales que por ahora hacen
casi la sola riqueza del suelo".*(55)

Bolívar sabía que América Latina necesitaba cambios profundos de estructura: "no es sólo Colombia
la que desea reformas, son todas las Repúblicas de América del Sur que cada día sienten más debilidad de su
estructura".*(56) Por eso proponía la reforma agraria, la industrialización y la unidad del continente.

Una de las medidas adoptadas por Bolívar para la reorganización administrativa de Venezuela fue la
supresión de supernumerarios en las oficinas de Hacienda pública y severas penas contra los defraudadores
de la renta del tabaco, que contrabandeaban este producto decisivo para las entradas fiscales. el artículo 1° de
su decreto establecía: "todo aquel que fuere convencido de haber defraudado los caudales de la renta nacional
del tabaco o vendiéndolo clandestinamente fuera del estanco, o dilapidándolos con robo y manejos ilícitos,
será pasado por las armas y embargados sus bienes para deducir los gastos y perjuicios que origine".*(57)

Consecuentemente con su lucha contra la corrupción y el saneamiento de la administración pública,


Bolívar manifestaba ante el Congreso de Perú: "las rentas nacionales estaban en un desorden lastimoso. Se
han incrementado y corregidos algunos abusos, se han puesto penas terribles contra los agentes del tesoro que
contribuyan a defraudar las rentas. Yo sé que las penas capitales participan de la crueldad; pero la existencia
del Estado es preferente a todo".*(58)

Ante las críticas de ciertas fracciones de la clase dominante sobre el funcionamiento de la


administración estatal, Bolívar retrucaba: "los amos de las minas, los dueños de los Andes de plata y oro,
están pidiendo millones prestados para pagar a sus pequeños ejércitos y a su miserable administración. Que
se diga todo esto al pueblo y que se reclame fuertemente contra nuestros abusos y nuestra inercia, para que no
se diga que el gobierno ampara el miserable sistema que nos arruina".*(59)

Las preocupaciones de Bolívar sobre los problemas de la renta estaban inspiradas en los fisiócratas y
en su concepción del papel del Estado adaptada a la particularidades latinoamericanas: "el medio más
adecuado para aumentar los rendimientos de las rentas para igualarlos a los consumos públicos es la buena
administración en el ramo de hacienda".*(60) Hacía permanente referencia a la necesidad de reformar el
sistema de Hacienda, "que es el objeto principal de mis cuidados en la administración".*(61)

Siguiendo el criterio del padre de la Economía Política, Adam Smith, el Libertador ponía énfasis en
la obligación de contribuir al Estado a través de los impuestos. Se quejaba de la indolencia de los
recaudadores que buscaban congraciarse con los contribuyentes. Se quejaba de que la ley de patentes no se
cumplía y de que el papel sellado se regalaba. Bolívar se atrevió en el Congreso de Cúcuta a crear un
impuesto directo a los bienes raíces, latifundios y capitales. Por ley de 1827 estableció en Colombia fuertes
impuestos de importación a las mercaderías de los buques en tránsito y a los aguardientes. Paralelamente,
eliminó los impuestos a las aduanas provinciales, como lo manifestaba en una de sus decretos: "con el fin de
estimular la producción y facilitar el tránsito de dinero, es eliminado el derecho de las aduanas interiores ( 5%
que debían pagar los frutos de una provincia a otra). se aumentan los impuestos de aduanas exteriores; se
utiliza el papel aduanero como instrumento de política económica. Se mantiene el estanco del tabaco, y se
grava su importación con un derecho de 50% suprimido después en 1823".*(62)

Como parte de este plan de saneamiento de la Hacienda, Bolívar se resistió a contraer empréstitos
extranjeros, que era la forma de penetración del capitalismo europeo en el siglo pasado, advirtiendo los
peligros de la deuda externa, como enajenante de la soberanía nacional.

La única manera de enfrentar a potencias para no caer en nuevas formas de dependencia era
conquistando la unidad de América Latina. Bolívar concebía este gran proyecto no solo como una
unificación política sino también como una integración étnica, cultural y económica.

La integración económica de los países latinoamericanos, a través de la Confederación, iba a


permitir, según el Libertador, "la mutua cooperación de todos ellos, y nos elevarán a la cumbre del poder y la
prosperidad".*(63) Esta idea de unidad política, estrechamente vinculada con la integración económica, sería
la clave para presentar "la América al mundo con su aspecto de majestad y grandeza sin ejemplo en las
naciones antiguas".*(64)

Bolívar se anticipó en un siglo y medio al proyecto de integración económica de Centroamérica, con


la ventaja de que su plan era nacionalista y autónomo. en su célebre carta de Jamaica - en 1815 - planteaba
un esbozo de integración centroamericana: "los estados del istmo de Panamá hasta Guatemala formarán quizá
una asociación. Esta magnífica posición entre los dos grandes mares podrá ser con el tiempo el emporio de
universo, sus canales acortarán las distancias del mundo, estrecharán los lazos comerciales de Europa,
América y Asia".*(65)

Su ideario social

Para llevar adelante el tipo de economía no dependiente al cual aspiraba, Bolívar se dio cuenta que
era necesario cambiar las obsoletas relaciones de producción que se heredaba de la colonia, dando paso a las
modernas formas de explotación capitalista. Su pensamiento sobre las cuestiones sociales lo inscriben entre
los pensadores políticos burgueses más connotados de la época. Con un avanzado criterio democrático-
burgués propició resueltamente medidas a favor de los esclavos negros y de los indígenas, a sabiendas de que
se ganaba el odio de la oligarquía esclavócrata y terrateniente. Dio el paso al frente, como lo había hecho en
mil combates, convencido de que la liberación de esa mano de obra esclava y servil iba a generar un sector de
trabajadores libres, dispuestos a vender su fuerza de trabajo por un salario a las modernas empresas que
surgieran. Atento observador de la Revolución Industrial y testigo, durante sus años mozos, de las ventajas
del régimen del salariado en las fábricas europeas, llegó a la conclusión de que era fundamental reemplazar
las relaciones esclavistas y serviles de producción por las modernas formas de explotación capitalista.

Fuertemente influenciado por la experiencia de la revolución haitiana y siguiendo las sugerencias de


Petion, que lo había ayudado de manera decisiva para reiniciar la campaña por la libertad de su Venezuela
querida, Bolívar planteó la liberación de los esclavos en 1816. Esta medida ya había sido adelantada en otras
naciones de América Latina, como Argentina, pero la gracia de Bolívar es haberla planteado en un país cuya
mano de obra esencial era la esclavitud. En carta de 1816, Bolívar exclamaba alborozado: "he proclamado la
libertad absoluta de los esclavos".*(66)

Su pensamiento social volvió a expresarse en la proclama a los caraqueños, en 1817: "Yo vuelo a la
cabeza de mis compañeros de armas a romper vuestras cadenas. ya no habrá más esclavos en Venezuela.
Todos los ciudadanos serán iguales ante la ley".*(67) La reacción de los marqueses y condes, Tovar y del
Toro, y de otros esclavócratas, "mantuanos" y miembros de la cacaocracia, no se hizo esperar. Comenzaron
muy pronto a intrigar contra Bolívar, temerosos de que se produjera en Venezuela un nuevo Haití, el
fantasma que recorría el Caribe para aquella época.

A pesar de la ola de insidias, Bolívar continuaba arengando a sus soldados en favor de la causa
igualitaria: "Vosotros lo sabeis. La igualdad, la libertad y la independencia son nuestra divisa (...) ¿Nuestras
armas no han roto las cadenas de los esclavos? ¿La odiosa diferencia de colores y clases no ha sido abolida
para siempre?"*(68)

Cuando llegó a Angostura a echar las bases de la Gran Colombia, los esclavócratas habían hecho
progresos en su campaña contra las ideas sociales de Bolívar. Sin embargo, esto no hizo mella para que el
Libertador volviera a jugarse una vez más por sus ideales, de manera cuasi dramática: "Yo imploro la
confirmación de la libertad absoluta de los esclavos, como imploraría mi vida y la vida de la República".*(69)
Sabiendo que su posición podría ser rechazada por la influencia de los "gran cacao", bolívar insistía:
"vosotros sabeis que no se puede ser libre y esclavo a la vez sino violando las leyes naturales, las leyes
políticas y las leyes civiles".*(70)

Durante sus campañas militares por Colombia y la región andina, el Libertador continuó
propugnando la libertad de los esclavos. Ante el Congreso de Bolivia, con ocasión del acto que iba a aprobar
la Constitución, Bolívar dijo solemnemente: "He conservado intacta la ley de las leyes: la igualdad; sin ella
perecen todas las garantías, todos los derechos. A ella debemos hacer los sacrificios. A sus pies he puesto,
cubierta de humillación, a la infame esclavitud".*(71) El Libertador prosiguió casi en un tono de invocación:
"Legisladores, la infracción de todas las leyes es la esclavitud. La ley que la conservará sería la más sacrílega
(...) ¡Un hombre poseído por otro! (...) Fundar un principio de posesión sobre sobre la más feroz
delincuencia no podría concebirse sin el trastorno de los elementos del derecho, y sin la perversión más
absoluta de las nociones del deber. Nadie puede romper el santo dogma de la igualdad. Y ¿habrá esclavitud
donde reina la igualdad? Tales contradicciones formarían más bien el vituperio de nuestra razón que el de
nuestra justicia".*(72)

Para darse cuenta de la trascendencia de estas proposiciones del Libertador, hay que tener presente
que en aquella época las naciones más "civilizadas y cultas" de Europa seguían practicando el tráfico negrero
y que la "avanzada y progresista" Norteamérica basaba su economía de plantación en el trabajo esclavo.

Otro indicador para apreciar la magnitud histórica del planteamiento de Bolívar es que los nuevos
gobiernos latinoamericanos, surgidos de la independencia, sólo se atrevieron a dictar leyes de libertad de
vientre, es decir, que los hijos de esclavos nacidos a partir de esa disposición serían libres. Mientras tanto, los
esclavos seguían siendo esclavos hasta su muerte o manumisión, si es que podían comprarse su libertad y si el
dueño estaba dispuesto a la transacción. Bolívar no hacía estas especulaciones, propias de un sector
gobernante timorato de las reacciones de los esclavócratas. Quería terminar de una vez por todas con la
esclavitud, por un principio social igualitario y por un criterio económico progresista que tendía a reemplazar
estas obsoletas relaciones de producción por el régimen del salariado.

Igual criterio lo condujo a eliminar las relaciones serviles de producción, que habían sido impuestas
especialmente a los indígenas y mestizos. En 1820, en Cúcuta, ordenó que nadie pudiera servirse de los
indios "sin pagarles el salario que antes estipulen en contrato formal celebrado a presencia y consentimiento
del juez político. El que infringiera este artículo pagará el doble del valor del servicio hecho".*(73)

En 1824, en Trujillo, ordenó entregar a los indios sus antiguas tierras, con la condición de que no las
enajenasen a favor del clero o de los conventos, medida que significó el odio de los gamonales peruanos y
bolivianos. En Bolivia, en 1825, en la antigua capital de los incas, volvió a legislar a favor de los indios,
estableciendo la prohibición de emplearlos a la fuerza y la obligación de pagarles un salario mediante un libre
contrato: "los jornales de los trabajadores en minas, obrajes y haciendas deberán satisfacerse según el precio
que contrataren en dinero constante, sin obligarles a recibir especies contra de su voluntad".*(74) Esta
disposición era clave para aquella época, porque los empresarios mineros o los hacendados contrataban por
un salario, pero luego pagaban en especies o en fichas, además de obligar a pagar en trabajo las deudas
contraídas por anticipo. Era el caso de los "naboríos" mexicanos y de muchos peones endeudados de otros
países latinoamericanos. Agudo conocedor de esta realidad, Bolívar estableció claramente las reglas del
salariado, para poner coto a un servilismo disfrazado.

En relación a esta trascendental medida para liquidar los lazos de servidumbre, Bolívar reflexionaba:
"La crisis de la República me convida a una reforma, que en el curso de los siglos, quizá, no volverá a
ofrecer".*(75) Pocos días más tarde, escribía a Santander desde el Cuzco: "Los pobres indígenas se hallan en
un estado de abatimiento verdaderamente lamentable. Yo pienso hacerles todo el bien posible, primero por el
bien de la humanidad y segundo, porque tienen derecho a ello!.*(76)

Los decretos del 8 de abril de 1824 y del 4 de julio de 1825, dictados respectivamente en Trujillo y
el Cuzco, inspirados por un claro criterio demoburgués liberal, promovieron la disolución de las comunidades
indígenas con el fin de eliminar el tributo y estimular la propiedad privada indígena. Esta liberación de mano
de obra indígena tendía a generar un proletariado que no podía ser obligado a trabajar "contra su voluntad".
Bolívar estableció, asimismo, que si los decretos no eran cumplidos, se prohibirían la enajenación de las
tierras indígenas durante 25 años. Al mismo tiempo, prohibió que esas tierras fueran enajenadas a favor de
las manos muertas.*(77) Esta resolución hizo acrecentar el odio que tenía la iglesia hacia Bolívar desde que
estableciera la libertad de culto y otras medidas contra los curas partidarios de la monarquía española.
Bolívar acotó en 1825: "Aunque la iglesia goza de influencia, está lejos de aspirar al dominio".*(78)

Los gamonales peruanos y bolivianos volvieron a protestar por esta disposición que afectaba sus
intereses privados. Criticando a la albocracia del altiplano, señalaba terminantemente que "el servicio
personal que se ha exigido por la fuerza a los naturales indígenas" por los jefes civiles, curas y hacendados,
debe terminarse, reafirmando su decisión de abolir el tributo indígena. La oligarquía terrateniente peruana
reiteró sus ataques contra el "zambo" Bolívar, así como se lanzaron contra San Martín. Por eso, Bolívar
decía: "en el Perú no nos quieren porque somos demasiado liberales y ellos no quieren la igualdad". En
numerosas ocasiones, Bolívar volvió al tema de la igualdad social, prometiendo "una absoluta igualdad de
derechos, y una regla de justicia, que no se inclina jamás hacia el nacimiento o fortuna, sino siempre a favor
de la virtud y el mérito".*(79)

Al color de la piel le llamaba "accidente", para mostrar su clara posición antiracista. Propugnaba
para nuestro continente la mezcla de las etnias para lograr la homogeneidad del pueblo. En el Congreso de
Angostura, manifestó: "la sangre de nuestros ciudadanos es diferente, mezclémosla para unirla".*(80)

Economía y Educación

Bolívar daba un papel relevante a la educación en el proceso del desarrollo industrial y agrícola,
como asimismo para generar personeros eficientes del Estado. Sus ideas acerca de la educación eran
revolucionarias para su tiempo, en que se daba prioridad a la teología y la abogacía. Para Bolívar, la
educación debería ser funcional y capaz de dar respuesta a las necesidades concretas del país. Por ello,
insistía en una enseñanza acorde con la época, formadora de hombres capacitados para la industria y una
agricultura moderna, para administrar un estado libre y autónomo.

Al plantear una enseñanza para los sectores populares, aspiraba a formar la mano de obra
especializada que necesitaba nuestra América. Dentro de esta concepción liberal burguesa, promotora del
capitalismo en ascenso, existía una estrecha relación entre las medidas antiserviles y antiesclavistas, que
daban paso al régimen del salariado, propuestas por Bolívar, y la formación de mano de obra calificada
mediante un vasto plan de enseñanza. Ya en el Congreso de Angostura, decía: "La educación popular debe
ser el cuidado primogénito del amor fraternal del Congreso".*(81)

Esta educación estaba también destinada a forjar ciudadanos capaces de administrar el Estado y, al
mismo tiempo, de controlar el desempeño de sus funcionarios. El Poder Electoral que propuso para la
Constitución boliviana de 1825 - considerado utópico por algunos - tenía un profundo sentido popular, de
ancha democratización, ya que de cada diez ciudadanos existiría un Elector, para lo cual "no se exigen sino
capacidades, ni se necesita poseer bienes (...) mas debe saber escribir sus votaciones, firmar su nombre y leer
las leyes. Ha de profesar una ciencia o un arte que le asegure un alimento honesto. No se le ponen otras
exclusiones que las del crimen, de la ociosidad y de la ignorancia absoluta. Saber y honradez, no dinero, es
lo que requiere el ejercicio del Poder Público".*(82)

La enseñanza debía estar orientada por el Estado, pensamiento progresista de Bolívar que remeció la
conciencia tradicional de quienes conservaban aún la herencia colonial y, sobre todo, afectó profundamente a
la jerarquía eclesiástica que hasta entonces tenía el monopolio del saber y la educación. Esta posición
padagógica de Bolívar derivaba de su concepción acerca del papel del Estado: "El gobierno forma la moral de
los pueblos, lo encamina a la grandeza, a la prosperidad, y al poder. ¿Por que? Porque teniendo a su cargo
los elementos de la sociedad, establece la educación pública y la dirige".*(83)

Este precursor de la enseñanza laica en América Latina señalaba claramente que el nombramiento de
los maestros debía estar a cargo del Estado, como acotaba en su escrito de 1825 sobre la instrucción pública:
"El gobierno debe proceder como hasta aquí: elegir entre la multitud, no un sabio, pero sí un hombre
distinguido por su educación, por la pureza de sus costumbres, por la naturalidad de sus modales, jovial,
accesible, dócil, franco, en fin en quien se encuentre mucho que imitar y poco que corregir".*(84)

Para esclarecer su pensamiento pedagógico laico, Bolívar apelaba a los clásicos: "Quintiliano
prefiere las escuelas públicas a la enseñanza privada, porque además de las ventajas que proporciona el roce y
el trato con gentes de distinto genio, aquí, dice, es donde se contraen las verdaderas amistades".*(85)

Consecuente con su criterio de estimular la formación de mano de obra calificada para el desarrollo
industrial, Bolívar recomendaba a su sobrino estudiar un oficio. En carta al director de un colegio
norteamericano donde estudiaba el hijo de su hermano Juan Vicente, exponía sus ideas sobre "el método que
se debe seguir en la educación de mi sobrino Fernando Bolívar: "teniendo mi sobrino más de doce años,
deberá aplicársele a aprender los idiomas modernos, sin descuidar el suyo (...) la historia, a semejanza de los
idiomas, debe principiarse a aprender por la contemporánea (...) jamás es demasiado temprano para el
conocimiento de las ciencias exactas, porque ellas nos enseñan el análisis de todo, pasando de lo conocido a
lo desconocido, y por ese medio aprendemos a pensar y raciocinar con lógica (...) la memoria demasiado
pronta, siempre es una facultad brillante; pero redunda en detrimento de la comprensión (...) la estadística es
un estudio necesario en los tiempos que atravesamos, y deseo que la aprenda mi sobrino. Con preferencia se
le instruirá en la mecánica y ciencia del ingeniero civil, pero no contra su voluntad".*(86)

Terminaba la carta con un claro deseo de que su sobrino adquiriera una profesión técnica para estar
en condiciones de contribuir mejor a las necesidades que tenían nuestras repúblicas en formación. Por eso,
decía: "siendo muy difícil apreciar donde termina el arte y principia la ciencia, si su inclinación lo decide a
aprender algún arte u oficio yo lo celebraría, pues abundan entre nosotros médicos y abogados, pero nos
faltan buenos mecánicos y agricultores que son los que el país necesita para adelantar en prosperidad y
bienestar".*(87)

Economía y Estado

El Libertador tenía una concepción bastante clara, para su época, de la relación entre Estado y
Economía. Aunque era partidario de las teorías librecambistas en boga, no preconizaba para nuestra América
un "laissez faire, laissez passer" tan libre de la tutela del Estado.

Bolívar conocía las ideas de los tratadistas europeos sobre el papel del Estado y el proceso histórico
que condujo a la formación de los Estados nacionales. Pero no hizo un transplante mecánico del pensamiento
de los clásicos, sino una aplicación creadora de los mismos, de acuerdo a las especificidades de nuestra
América y a la praxis de los primeros gobiernos de la independencia.
La idea de Bolívar de adaptar el pensamiento político europeo a las particularidades de América
Latina estaba inspirada en las enseñanzas de su maestro, Simón Rodríguez, quién señaló oportunamente que
"la América española es original. Original han de ser sus instituciones i su gobierno i originales los medios
de fundar uno i otro. Inventamos o erramos". Anticipándose en más de un siglo a varios ideólogos, el
maestro Simón postulaba un hombre nuevo para América Latina; en carta dirigida a Bolívar, el 30 de
septiembre de 1827, manifestaba: "Sólo Ud. sabe porque lo ve como yo, que para hacer repúblicas es
menester gente nueva". Y también, una centuria antes que Mariátegui, escribía: "La América no debe imitar
servilmente, sino ser original".*(88)

En lugar de elaborar constituciones calcadas de las de Inglaterra, Francia o Estados Unidos - como lo
hicieron en vano numerosos líderes de las primeras juntas de gobierno - bolívar se dedicó a extraer las
lecciones políticas del primer lustro independentista. Muy pronto se dio cuenta de la inoperancia del sistema
federal y de la necesidad de crear un estado nacional fuerte y centralizado. En el Manifiesto de Cartagena
(1812) sostenía: "lo que debilitó más el gobierno de Venezuela fue la forma federal (...) cada provincia se
gobernaba independientemente".*(89)

Bolívar no ignoraba las ventajas del régimen federal, considerado de manera general, pero opinaba
que no era conveniente implantarlo en esa época en nuestra América. Perspicazmente, se dio cuenta que las
oligarquías criollas locales optaban por el federalismo no por una convicción profunda sino para defender
mezquinos intereses parroquiales, estimulando el caudillismo regional de estrecha visión provinciana.
Bolívar fue uno de los pocos políticos burgueses del siglo XIX en establecer una clara distinción entre
liberalismo y federalismo. Mientras la mayoría de los líderes de la independencia identificaba ambos
conceptos, Bolívar hizo una praxis consecuente de su liberalismo y, al mismo tiempo, de su antifederalismo,
adaptando estas categorías políticas a la realidad de nuestro continente. Otro, en cambio, siendo
conservadores se hacían llamar federales (Juan Manuel de Rosas), a la par que los liberales actuaban como
unitarios (caso Argentina), o se pasaron sin transición del federalismo al centralismo (Guzmán Blanco en
Venezuela).

El Libertador opinaba que en América Latina había que implementar gobiernos liberales y
democráticos, pero no federalistas. Era un liberal centralista, pero opuesto a la dictadura. Su ideal era un
régimen centralista, civil y democrático, fundamentado en un Estado fuerte.

Sin embargo, este Estado debía garantizar la igualdad y los derechos del hombre, popularizados por
la Revolución Francesa. Poe eso, su crítica permanente a las dictaduras y a toda forma de tiranía. "El drama
- decía Bolívar - es que siempre los tiranos se han ligado y los libre jamás".*(90) Como manifestación
concreta de su rechazo a toda dictadura, escribía a Páez: "No soy Napoleón ni quiero serlo; tampoco soy
Iturbide". Respetuoso del juego democrático-burgués, afirmaba rotundamente: "Sólo la democracia es
susceptible a una absoluta libertad".*(91) "Nadie sino la mayoría es soberana".*(92) En el discurso de
Angostura reafirmaba de manera taxativa su oposición a las tiranías: "el imperio de lasa leyes es más
poderoso que el de los tiranos".*(93) "Por lo mismo que ninguna forma de gobierno es tan débil como la
democrática, su estructura debe ser de la mayor solidez; y sus instituciones consultarse para la
estabilidad".*(94)

Partidario de un Estado democrático-burgués, dirigido por civiles, Bolívar tuvo una posición
inequívoca respecto del papel de los militares: "Un militar - afirmaba - no tiene virtualmente que meterse sino
en el ministerio de sus armas".*(95), ya que "el sistema militar es el de la fuerza, y la fuerza no es
gobernar".*(96) En carta de 1829 a O'Leary, fechada en Guayaquil, manifestaba: "No puedo dejar de
convenir que es imposible el espíritu militar en el mando civil".*(97)

Las Constituciones más liberales y democráticas, propuestas por Bolívar, fueron las de Angostura
(1819) y Cúcuta (1821), llegando a considerar a esta última como "la Constitución más liberal de la tierra".
En rigor, el proyecto constitucional grancolombiano de Angostura era una variante de Federación
republicana, con vicepresidencias para Venezuela y Colombia, mientras que el de Cúcuta era más
centralizado, con cabeza de gobierno en Bogotá.
Las reiteradas alusiones de Bolívar a la forma de gobierno Inglés no significaban un culto al
autocratismo o una simpatía por el sistema monárquico constitucional - como han dicho sus críticos - sino el
rescate de lo mejor de la tradición democrática del parlamento británico, inspirado por Locke y Montesquieu,
de quienes era asiduo lector Bolívar.

El Estado republicano debía, según Bolívar, garantizar la libertad de culto y la enseñanza laica,
además de estimular el desarrollo de la industria nacional, la agricultura y la minería, creando la
infraestructura de caminos y puertos y promoviendo la marina mercante nacional. El Estado burgués,
concebido por Bolívar, no era de aquellos clásicos del "dejar hacer, dejar pasar", sino un Estado fomentista y
con cierta intervención en la economía y la reproducción de la fuerza de trabajo. "Moral y luces" fueron las
premisas del Estado que postulaba Bolívar, capaz de estimular la producción agropecuaria y minera, de
fomentar el desarrollo de la industria nacional y de preparar, a través del impulso a la educación, mano de
obra calificada, libre del esclavismo y la servidumbre, para abrir paso a las relaciones de producción
capitalistas.

En su afán de buscar una fórmula institucional que conservara la centralización, la estabilidad y la


permanencia del Estado, al mismo tiempo que la democracia y la igualdad, Bolívar propuso soluciones
discutibles en Bolivia 81825), como la Presidencia Vitalicia y el Senado hereditario, que en ningún caso
significaban una monarquía disfrazada, como han sostenido sus críticos, y menos una justificación del
"gendarme necesario". Tampoco son válidas las aseveraciones de que Bolívar pretendía, con esta fórmula
institucional, erigirse en dictador para pavimentar el camino hacia la implantación de la monarquía en nuestra
América. Tanto la letra de la Constitución boliviana de 1825 como la praxis política de Bolívar hasta su
muerte constituyen un rotundo mentís a los detractores el Libertador.

Ante todo, hay que analizar la Constitución de 1825 en el contexto histórico en el que se movía
Bolívar. Hacia la mitad de la década de 1820-30, la mayoría de los países latinoamericanos atravesaba un
período de cruentas guerras civiles. Argentina estaba sacudida por luchas irreconciliables entre unitarios y
federales, que repercutieron en Uruguay, desplazando a Artigas y retardando la consolidación del Estado
Nacional. En Chile, había comenzado la rebelión de las provincias contra la capital, luego de la abdicación
de O'Higgins, y su reemplazo por Freire. Perú era conmovido por rencillas intestinas ante la intransigencia de
la recalcitrante oligarquía gamonal. En Colombia y Venezuela habían surgido fuertes movimientos localistas
en contra de la unidad latinoamericana, que pronto condujeron a la desmembración de la Gran Colombia.
México no lograba consolidarse, luego de la caída de Iturbide, al igual que Centroamérica. Los únicos
Estados Nacionales en proceso de consolidación eran Paraguay y Haití.

Este alarmante cuadro de guerras civiles, que debilitaban los embriones de Estados Nacionales,
condujo a Bolívar a plantear un tipo de constitución para Bolivia distinto a sus anteriores proyectos, con el fin
de que sirviese de ejemplo al resto de los países hermanos. Por eso, los primeros párrafos de su discurso al
Congreso Constituyente de Bolivia comenzaban con una invocación dramática: "¡Legisladores! Vuestro
deber os llama a resistir el choque de los monstruos enemigos que recíprocamente se combaten, y ambos os
atacarán a la vez: la tiranía y la anarquía".*(98)

Para superar estos males, propuso, entonces, la Presidencia vitalicia y el senado hereditario, que de
hecho infringían los postulados demoburgueses. Por más que Bolívar tratara de adornar esta nueva
modalidad de estructura del Estado con la elección democrática de una Cámara de representantes, su proyecto
de constitución era objetivamente elitista y conducía a la perpetuación del Poder, ya que el vicepresidente era
nombrado por el Presidente Vitalicio. El Senado hereditario constituía una élite, integrada por ciudadanos
instruidos y preparados culturalmente para legislar, requisitos que solamente podían cumplir los sectores de la
clase dominante. Por lo demás, los senadores hereditarios "serán elegidos la primera vez por el
Congreso".*(99)

Con el fin de lograr una legitimación de este tipo de Estado, ante los sectores populares, Bolívar
propuso un poder Electoral, "que ha recibido facultades que no le estaban señaladas en otros gobiernos que se
estiman entre los más liberales (...) Los colegios electorales de cada provincia representan las necesidades y
los intereses de ellas y sirven para quejarse de las infracciones de las leyes, y de los abusos de los
Magistrados (...) De este modo se ha puesto nuevo peso a la balanza contra el Ejecutivo, y el gobierno ha
adquirido más garantías, más popularidad y nuevos títulos, para que sobresalga entre los más
democráticos".*(100)

En su afán de buscar un consenso, Bolívar trataba de conciliar lo inconciliable: un Ejecutivo fuerte


con los poderes regionales de las provincias, contradicción puesta al rojo vivo por las guerras civiles que
sacudían el continente. Bolívar llegó a proponer una medida altamente democrática para las provincias: uno
de cada diez ciudadanos podía ser miembro del Poder Electoral: "Y así se encuentra la nación representada
por el décimo de sus ciudadanos".*(101) se atrevió a cuestionar también el tradicional sistema censitario, que
ponía como condición para votar la posesión de bienes o rentas: "No se exigen sino capacidades - decía
Bolívar - ni se necesita poseer bienes".*(102) De todos modos, establecía como condición el saber leer y
escribir, además de una profesión, requisitos en aquella época imposibles de cumplir por la mayoría de la
población.

La Constitución boliviana de 1825 garantizaba la libertad civil y la seguridad personal, terminando


con "el uso del tormento y de las confesiones"*(103) También hacía una interesante disquisición, para la
época, en torno a la legitimación de la libertad de cultos. "En una constitución política - decía Bolívar - no
debe prescribirse una profesión religiosa" porque la religión es algo personal, al margen de la esfera del
Estado; "¿podrá un Estado regir la conciencia de los súbditos, velar sobre el cumplimiento de las leyes
religiosas y dar el premio o el castigo, cuando los tribunales están en el cielo, y cuando Dios es el Juez? La
inquisición solamente sería capaz de reemplazarlos en este mundo".*(104)

Numerosos autores han sostenido que esta Constitución era una monarquía disfrazada. Puesta en
práctica demostró lo contrario, a tal punto que el Presidente se encontró de la noche a la mañana que carecía
del poder suficiente. Antonio José de Sucre, cabeza del gobierno del altiplano, manifestaba: "no soy
partidario de la Constitución boliviana; ella da sobre el papel estabilidad al gobierno, mientras que de hecho
le quita los medios de hacerse respetar, y no teniendo vigor ni fuerza el Presidente para mantenerse, son nada
sus derechos y los trastornos son frecuentes".*(105) Ya Bolívar lo había dicho en su discurso de
presentación de la Constitución: en el presidente vitalicio "estaba todo nuestro orden, sin tener por esto
acción. Se le ha cortado la cabeza para que nadie tema sus intenciones, y se le han ligado las manos para que
a nadie dañe".*(106)

Este era el resultado del implacable equilibrio que quiso plantear Bolívar entre un ejecutivo fuerte y
un poder provincial de carácter popular. El proyecto aspiraba a garantizar los intereses de la clase dominante
y a legitimarse ante los sectores populares, especialmente mestizos, mediante una política paternalista que
pretendía contener el desborde de las masas urbanas y rurales.

El Congreso de Panamá

El proyecto de Bolívar, impulsado desde 1822, se concretó a medias en 1826; solamente alcanzó a
congregar los representantes de la Gran Colombia, México y Centroamérica, además de observadores de
Inglaterra. El delegado de estados Unidos no alcanzó a llegar; había sido invitado por Santander, en contra
de la opinión de Bolívar, quién manifestaba en carta del 27 de octubre de 1825, fechada en Potosí: "Me alegra
también mucho de que los Estados Unidos no entren en la federación".

El Libertador aspiraba a que el congreso de panamá diera nacimiento a una de las Ligas más
importantes del mundo, estableciendo 2la reforma social", bajo los auspicios de la libertad y terminando con
la "diferencia de origen y de colores". Bolívar quería también que el Congreso se pronunciase a favor del
reconocimiento de Haití y santo Domingo y que se tomarán medidas drásticas contra la corona española y
contra toda intervención extranjera. veía problemas para la incorporación de Haití y Buenos Aires por sus
luchas internas, por lo que se pronunciaba a favor de una Federación integrada por la Gran Colombia,
México, Guatemala, Perú, Chile y Bolivia.

Haití, la nación negra que tanto había ayudado a Bolívar, no fue aceptada por la Gran Colombia, que
no quería enemistarse con Francia. El general Francisco de Paula Santander llegó a decir que "siendo una
República de color, traería perjuicios a la causa americana ante la opinión de las potencias europeas". El
ministro peruano, Hipólito Unanue, alegaba que la presencia de los delegados haitianos 2daría margen a que
por el contacto de ese pueblo, los esclavos del continente concibieran darse la independencia, lo cual
provocaría una revolución de razas desastrosas".

Brasil fue invitado y designo como delegado al Vizconde salvador do Campo, pero no alcanzó a
llegar, lo mismo que el representante argentino, José M. Díaz Vélez, los bolivianos José María Mendizabal y
Mario Serrano y los chilenos Joaquín Campillo y José Miguel Infante, que de haber podido asistir al
Congreso hubieran respaldado acuerdos de mayor trascendencia. Paraguay no fue invitado, bajo el pretexto
de que estaba dirigido por un gobierno dictatorial.

La posición norteamericana comenzó a insinuarse unos meses antes, por intermedio de H. Allen,
diplomático en Chile, quien en carta del 20 de marzo de 1826 a Washington, manifestaba: "Uniformemente
he sostenido que semejante asamblea sería prematura y no produciría ningún bien".*(107) Los delegados
norteamericanos no alcanzaron a llegar, pero como lo admite Lester Langley "se les había dado instrucciones
de asistir a la conferencia no con el objetivo de promover algún tipo de federación panamericana, sino más
bien de impedir un ataque contra Cuba y Puerto Rico".*(108)

El delegado observador de Inglaterra tenía instrucciones de Cannig para recoger información y


disuadir a los Estados latinoamericanos de la idea de liberar a Cuba y Puerto rico, tratando al mismo tiempo
de que los acuerdos que se lograran en Panamá fueran anodinos".*(109)

El Congreso se inauguró el 22 de junio en el Convento de San Francisco de la ciudad de Panamá con


la asistencia de dos delegados de Perú, dos de la Gran Colombia, dos de Centroamérica, un observador de
Inglaterra y otro de Holanda. El cubano José Agustín Arango hizo de secretario.*(110) Los dos puntos
claves del temario habían sido adelantados por Bolívar: Estatuto de Relaciones entre las naciones mediante un
Congreso Plenipotenciario general y permanente y Reforma Social.

También fue discutida la proposición de Bolívar sobre la libertad de los esclavos negros y la
necesidad de una expedición conjunta de Colombia y México para liberar a Cuba.*(111) Pero no hubo un
acuerdo concreto para implementar la idea, sobre todo por la presión de potencias extranjeras. Tres años
después, es secretario de Estado norteamericano, Van Buren, comunicaba a Van Nese, diplomático
norteamericano en España, que Colombia y México pensaban independizar a Cuba: "Unieron una ocasión sus
fuerzas y levantaron su brazo para descargar un golpe, que de haber tenido éxito habría acabado para siempre
con la influencia española en esta región del globo, pero ese golpe fue detenido principalmente por la
oportuna intervención de este gobierno (...) a fin de preservar para su Majestad católica estas inapreciables
posiciones de sus posesiones coloniales".*(112)

La delegación de Bogotá llevaba instrucciones para concretar una Confederación, fijar las fuerzas
terrestres y marítimas de esa futura confederación, acordar tratados de comercio y navegación entre los
aliados y abolición del tráfico de esclavos, además de la determinación de límites territoriales de los nuevos
Estados, según el "uti possedetis juris" de 1810. Bolívar propuso, además, un plan coordinado contra España:
suspensión del comercio, confiscación de los productos de la tierra y la manofactura, secuestro de los bienes
españoles en América Latina, reconocimiento de los gobiernos de santo Domingo y Haití y, sobre todo,
rechazo a cualquier intervención en los asuntos de América latina.

El Congreso sesionó el 22 de junio al 15 de julio de 1826. La delegación peruana planteó solamente


la alianza defensiva y la negociación de sus límites por separado con Colombia. Los mexicanos objetaron la
libertad de comercio entre los futuros miembros de la Confederación. Do todos modos, se aprobó un Tratado
de Unión, Liga y Confederación entre las Repúblicas de Colombia, Centroamérica, México y Perú. En su
preámbulo reforzaba la idea de unidad latinoamericana, "cual conviene a naciones de origen común, que han
combatido simultáneamente por asegurar los bienes de la libertad e independencia".*(113)

El Congreso acordó continuar sus sesiones en Tacubaya, México, un año y medio después, pero
fracasó por la escasa concurrencia de delegados. Por otra parte, ningún gobierno, excepto Colombia, había
aprobado los acuerdos de Panamá.

Estados Unidos fue el primero en regocijarse por el fracaso del Congreso de Panamá. William
Tudor, cónsul norteamericano en Lima, informaba al Departamento de Estado el 3 de febrero de 1827: "la
esperanza de que los proyectos de Bolívar están ahora efectivamente destruidos es una de las más
consoladoras".*(114)

Ante la inoperancia del encuentro, Bolívar dijo con pena: "El Congreso de Panamá, institución que
debiera ser admirable si tuviera más eficacia, no es otra cosa que aquel loco griego que pretendía dirigir desde
una roca los buques que navegaban. su poder será una sombra y sus decretos consejos nada más".*(115)

A nuestro juicio, los responsables del fracaso del Consejo de Panamá fueron los dirigentes de las
burguesías criollas, que pusieron sus mezquinos intereses locales por encima del proyecto bolivariano de
unidad de los pueblos latinoamericanos. Obtenida la independencia política formal de cada "provincia",
derrotado el enemigo común, España, y desplazados los escasos dirigentes jacobinos de la revolución, las
burguesías criollas de cada país, estimuladas por el capitalismo foráneo, antepusieron sus intereses
específicos de clase y exacerbaron sus diferencias con los países vecinos, fragmentando el continente en una
docena de naciones. El fracaso del Congreso de Panamá aceleró el proceso de 2balcanización" de América
Latina, fomentado por las metrópolis capitalistas y sus ya socios menores en el reparto del excedente de la
economía primaria de exportación.

Los últimos años de Bolívar

A pesar del revés de Panamá, Bolívar continuó haciendo consultas para convocar otra conferencia.
Pero no alcanzó a concretarla porque se vio envuelto en conflictos intestinos fraccionales, especialmente en
Colombia y Venezuela. Su actuación en esta lucha contingente no estuvo a la altura de su praxis política
anterior.

Bolívar cometió el error de proclamarse de hecho dictador de Colombia en 1828, aliándose con
sectores conservadores y con la jerarquía eclesiástica. Protegió conventos y misiones, llegando a cometer,
por intermedio de su edecán Ferguson, abusos contra las imprentas que publicaban periódicos contra su
gobierno.

Se ha dicho que Bolívar se hizo partidario de la monarquía en los últimos años de su vida, pero su
praxis política y sus escritos desmienten tal aseveración. Un año antes de morir, escribía al general O'Leary:
"Yo no concibo que sea posible siquiera establecer un reino en un país que es constitutivamente democrático,
porque las clases inferiores y las más numerosas reclaman esta prerrogativa con derechos incontestables".

Aislado, criticado por el mismo pueblo al cual liberó, Bolívar hizo efectiva la renuncia a todos sus
cargos públicos en 1830, iniciando una lenta agonía a sus queridas costas caribeñas. El 17 de diciembre de
ese año se extinguía el hombre más consecuente en la lucha por la liberación y la unidad de América Latina.

Su constancia, tenacidad para enfrentar las peores adversidades, su energía inagotable, que lo llevó a
recorrer un escenario político-militar de 6 millones de kilómetros cuadrados, y su visión de futuro estuvieron
al servicio de la lucha por la unidad de un continente, fenómeno inédito en la historia universal.

Su concepción revolucionaria - dentro de los marcos democrático-burgueses - se expresó también en


el lenguaje, rompiendo con la prosa tradicional de la época, mediante un estilo directo, incisivo, sin artilugios
ni pomposidades. Culto, librepensador, doctrinario y analista político, entregó los primeros enfoques
sociológicos de nuestra realidad americana. Amado y amante sin par, burlón, agresivo e inestable, supo ser
afable y cálido. Racionalista riguroso, a veces caía en un optimismo romántico e idealista, producto de
voluntarismo corriente en los políticos audaces. Su carácter impulsivo le ocasionó más de un disgusto en su
corta pero intensa vida.

Odiado por la oligarquía terrateniente y los esclavócratas, supo enfrentarlos con decisión y sin dar
marcha atrás en la liberación de los esclavos e indígenas. Odiado por la jerarquía eclesiástica, se mantuvo
firme en la lucha por la libertad de cultos. Odiado por los norteamericanos, jamás cedió a sus presiones. No
por azar lo calumniaron y calificaron de loco, usurpador y dictador por haber agiotado las banderas del
antiesclavismo, tan peligrosas para los esclavistas norteamericanos del sur. Así se expresaba, en 1827, W.
Tudor, diplomático estadounidense en Lima: Bolívar ha estimulado el odio de los esclavistas, "leed su
incendiaria diatriba contra ella en la introducción a su indescriptible constitución (...) partidos muy opuestos
en Europa miraría con regocijo que esta cuestión se pusiera a prueba en nuestro país; y, luego, sin aducir
motivos ulteriores, júzguese y dígase si el "loco" de Colombia podría habernos molestado".*(116) Mejor
epitafio de nuestro enemigo secular no pudo haber tenido Bolívar.

Hijo de una familia "mantuana", Bolívar supo rebasar el limitado círculo de los intereses locales de
su clase acomodada para elevarse a la condición del demócrata burgués liberal más connotado de su tiempo,
capaz de concretar lo que parecía un sueño utópico de Miranda.

NOTAS AL PIE DE PAGINA

( 1) JORGE ABELARDO RAMOS: América Latina, un País, Ed. Octubre, Buenos Aires,
1949, e Historia de la Nación Latinoamericana, op. cit.

( 2) SIMON BOLIVAR: Obras Completas, T.I, p. 1045, Ed. Lex, La Habana, 1947.

( 3) ARISTIDES SILVA OTERO: La diplomacia hispanoamericanista de la Gran Colombia, p. 30,


UCV, Caracas, 1967.

( 4) TORCUATO DI TELLA: Ponencia al Congreso del Pensamiento Político Latinoamericano,


Caracas, 1983.

( 5) TULIO HALPERIN DONGHI: Historia Contemporánea de América Latina, op. cit.

( 6) SIMON BOLIVAR: Manifiesto de Cartagena (1812), en Escritos Políticos, p. 52,


Alianza Editorial, Madrid, 1969.

( 7) SIMON BOLIVAR: Carta de Jamaica (1815), en Escritos Políticos, op. cit. p. 76.

( 8) Ibid, p. 76.

( 9) Ibid, p. 81.

( 10) Ibid, p. 84.

( 11) SIMON BOLIVAR: Discurso ante el Congreso Constituyente de Bolivia, en Escritos Políticos,
op. cit., p. 131.
( 12) SIMON BOLIVAR: Discurso de Angostura, en Ibid, p. 122. Además,
PAUL VERNA: Petion y Bolívar, In, Caracas, 1969.

( 13) TOMAS SURROCA: La Guerra de la Independencia en Guayana, p. 197, Archivo de la Academia


Nacional de Historia, Vitrina 1, Caracas.

( 14) RAMON F. O'LEARY: Memorias del General O'Leary, T. XV, Imp. del Monitor, Caracas, 1883.

( 15) ASDRUBAL GONZALEZ: Manuel Piar, p. 125, Ed. Vadell Hermanos, Valencia, 1979.

( 16) BLANCO Y AZPURUA: Documentos para la historia de la vida pública del Libertador, VI, p. 110,
Imp. de la Opinión Nacional, Caracas, 1876.

( 17) Carta de J. F. SANCHEZ a BOLIVAR, Guayana, 26-7-1817, Proceso Piar, en O'LEARY: op. cit.,
XV, pp. 351 a 353.

( 18) SIMON BOLIVAR: Obras Completas, op. cit., III, p. 48.

( 19) VICENTE LECUNA: Cartas del Libertador, Nota del 1-1-1817 a Pedro Briceño, T. III, Lit. y Tip.
del Comercio, Caracas, 1942.

( 20) SIMON BOLIVAR: Obras Completas, op. cit., T. II, p. 294.

( 21) Ibid, II, p. 1122.

( 22) SIMON BOLIVAR: Mi delirio sobre el Chimborazo, en Documentos del Libertador, op. cit., pp. 51
a 54.

( 23) GUILLERMO HERNANDEZ R.: De lod Chibchas ..., op. cit., p. 310.

( 24) Citado por RICARDO A. LATCHAM: Vida de Manuel Rodríguez, pp. 150 y 152. Ed. nacimiento,
Santiago, 1932.

( 25) Citado por EDUARDO ASTESANO: San Martín y el origen del capitalismo argentino, p. 19,
Ed. Coyoacán, Buenos Aires, 1961.

( 26) LUIS VITALE: Interpretación marxista de la Historia de Chile, tomo III:


La independencia política, la rebelión de las provincias y los decenios de la burguesía comercial y
terrateniente, p. 52, Ed. PLA, Santiago, 1971.

( 27) FRANCISCO ENCINA: Historia ..., op. cit., T. VIII, p. 98.

( 28) Ibid, tomo VIII, p. 330.

( 29) Citado por J. L. SALCEDO BASTARDO: Historia Fundamental ..., op. cit. p. 143.

( 30) FRANCISCO PIVIDAL: Bolívar, precursor del antiimperialismo en América, p. 109, Quito, 1981.

( 31) SIMON BOLIVAR: Obras Completas, T. I, p. 1421.

( 32) FRANCISCO PIVIDAL: op. cit., p. 212.

( 33) Archivo de Santander, tomo XI, p. 314, Bogotá.


( 34) FRANCISCO PIVIDAL: op. cit., p. 221.

( 35) Ibid, p. 231.

( 36) BERNHARD GROETHUYSEN: La formación de la conciencia burguesa, pp. 238 y 257,


Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1941
ALFREDO WEBER: Historia de la Cultura, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1948.

( 37) DAVIS HUME: Escritos Políticos.

( 38) SIMON BOLIVAR: Carta de Jamaica, en Escritos Políticos, p. 70. Alianza Editorial
Madrid, 1969.

( 39) Ibid, p. 71.

( 40) Ibid,

( 41) Ibid,

( 42) Ibid,

( 43) SIMON BOLIVAR: Discurso de Angostura 1819, en Escritos Políticos, op. cit.

( 44) Ibid,

( 45) SIMON BOLIVAR: Decreto del 21 de mayo de 1820, fimado en Bogotá, subrayado nuestro.

( 46 Ibid,

( 47) Ibid,

( 48) SIMON BOLIVAR: Decreto del 31 de julio de 1829, en Guayaquil.

( 49) SIMON BOLIVAR: Decreto del 19 de diciembre de 1825.

( 50) SIMON BOLIVAR: Decreto de 1829, dictado en Quito.

( 51) SIMON BOLIVAR: Decreto del 14 de diciembre de 1825.

( 52) Citado por SIMON ALBERTO CONSALVI: Simón Bolívar, el reformador social y su tiempo, en
El Nacional, 29-7-83, Caracas.

( 53) SIMON BOLIVAR: Obras Completas, T. I. p. 444, Ed. Lex, La Habana, 1947.

( 54) DANIEL FLORENCIO O'LEARY: Memorias, XVIII, p. 395, Imp. de la Gaceta Oficial,
Caracas, 1879-87.

( 55) SIMON BOLIVAR: Decreto del 19 de diciembre de 1825.

( 56) SIMON BOLIVAR: Obras Completas, op. cit., T. II, p. 442, Ed. de 1950.

( 57) Citado por LUIS B. PRIETO F.: La probidad administrativa, en El Nacional, 24-7-83, Caracas.

( 58) LUIS B. PRIETO F.: El magistrado americano de Bolívar, segunda edición, p. 74,
Monteavila Editores, Caracas, 1981.
( 59) SIMIN BOLIVAR: Carta al doctor Hipólito Unanue, en Obras Completas, op. cit., T. I, p. 1140.

( 60) Ibid, T. II, p. 163.

( 61) Ibid, T. II, p. 181.

( 62) J. L. SALCEDO BASTARDO: Visión y revisión de Bolívar, pp. 139 y 140, VIII Edición,
Imprenta López, Buenos Aires, 1966.

( 63) Gaceta de Caracas, 6 de enero de 1814

( 64) SIMON BOLIVAR: Carta a Pueyrredón, 1818.

( 65) SIMON BOLIVAR: Carta de Jamaica, en Escritos ..., op. cit., p. 79.

( 66) SIMON BOLIVAR: Carta al General Marion, 27 de junio de 1816.

( 67) SIMON BOLIVAR: Proclama a los caraqueños, desde Barcelona (Venezuela), 9 de enero de 1817.

( 68) SIMON BOLIVAR: Arenga a sus soldados, 17 de octubre de 1817.

( 69) SIMON BOLIVAR: Discurso de Angostura 1819, en Escritos ..., op. cit., p. 120.

( 70) Ibid, p. 120.

( 71) Ibid, p. 136.

( 72) Ibid, pp. 136 y 137.

( 73) Decretos del LIbertador, Tomo I, p. 197, Sociedad bolivariana de Venezuela, IN, 1961.

( 74) IDALECIO LIEVANO AGUIRRE: Bolívar, p. 364, Ed. La Oveja Negra, Medellín, 1971.

( 75) SIMON CONSALVI: Artículo citado.

( 76) Ibid,

( 77) IDALECIO LIEVANO AGUIRRE: op. cit., p. 364.

( 78) SIMON BOLIVAR: Discurso ante el Congreso Constituyente de Bolivia, en Escritos Políticos,
op. cit, p. 132.

( 79) SIMON BOLIVAR: Obras Completas, Tomo II, p. 1007, Ed. Lex, La Habana, 1947.

( 80) Ibid, T. II., p. 1149.

( 81) SIMON BOLIVAR: Discurso de Angostura 1819, en Escritos ..., op. cit., p. 116.

( 82) SIMON BOLIVAR: Discurso ante el Congreso Constituyente de Bolivia (1825), en Escritos
Políticos,
op. cit., pp. 128 y 129.

( 83) SIMON BOLIVAR: La Instrucción Pública, escrito en 1825, en Documentos del Libertador, p. 55,
Ed. Culturales, INCE, Caracas, 1973. Subrayado nuestro.
( 84) Ibid, p. 58.

( 85) Ibid, p. 64.

( 86) SIMON BOLIVAR: El método que se debe seguir en la educación de mi sobrino Fernando Bolívar,
en Documentos del Libertador, pp. 67 a 69, Ed. Culturales, INCE, Caracas, 1973. Subrayado
nuestro.

( 87) Ibid, pp. 69 y 70, subrayado nuestro.

( 88) SIMON RODRIGUEZ: Escritos, IN, Caracas, 1954.

( 89) SIMON BOLIVAR: Manifiesto de Cartagena (1812), en Escritos Políticos, op. cit., p. 51.

( 90) SIMON BOLIVAR: Obras Completas, op. cit., I. p. 1001.

( 91) SIMON BOLIVAR: Escritos Políticos, op. cit., p. 99.

( 92) SIMON BOLIVAR: Obras Completas, op. cit., II. p. 1236.

( 93) SIMON BOLIVAR: Escritos Políticos, op. cit., p. 97.

( 94) Ibid, p. 113.

( 95) SIMON BOLIVAR: Obras Completas, op. cit., I. p. 1085.

( 96) Ibid, I, p. 222.

( 97) SIMON BOLIVAR: Escritos Políticos, op. cit., p. 165.

( 98) SIMON BOLIVAR: Escritos Políticos, op. cit., p. 128.

( 99) Ibid,

(100) Ibid, p. 128.

(101) Ibid, p. 128.

(102) Ibid, p. 129.

(103) Ibid, p. 135.

(104) Ibid, pp. 137 y 138.

(105) Ibid,

(106) Ibid,

(107) Citado por F. PIVIDAL: op. cit., p. 172.

(108) LESTER LANGLEY: The cuban policy of the United States, p. 18 New York, 1968, en MARX y
ENGELS: Materiales para la historia de América Latina, Cuadernos del Pasado y Presente, N° 30,
p. 119. Buenos Aires.
(109) CHARLES K. WEBSTER: Britain and the Independence of Latin America. 1812-1830,
T. I, pp. 403 a 409, Londres-New York-Toronto, 1938.

(110) ERNESTO CASTILLERO: Intimidades del Congreso de Panamá de 1826, Panamá, 1961;
DANIEL FLORENCIO O'LEARY: El Congreso Internacional de Panamá en 1926, Ed. América,
Madrid, 1920; RAUL PORRAS BARRENECHEA: El Congreso de Panamá, Archivo Diplomático
peruano, Lima, 1926.

(111) EMILIO ROIG DE LEUCHSURING: Bolívar: El congreso interamericano de Panamá en 1826 y la


Independencia de Cuba y Puerto Rico, Of. del Historiador de la Ciudad, La Habana, 1956.

(112) Citado por F. PIVIDAL: op. cit., p. 232.

(113) Citado por MANUEL MEDINA CASTRO: Estados Unidos y América Latina, Siglo XIX, Premio
Casa de las Américas, p. 173, segunda edición, Guayaquil, 1980.

(114) Ibid, p. 224.

(115) SIMON BOLIVAR: Obras Completas, T. II, p. 445.

(116) F. PIVIDAL: op. cit., p. 182.

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