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INTRODUCCION A LA HISTORIA
CONTEMPORÁNEA DE LA IGLESIA
CATÓLICA
Alfredo VERDOY, SJ
Septiembre, 2019.
2
PROGRAMA
1
FROESCHLÉ-CHOPARD, M-H., Religión en Diccionario de la Ilustración, FERRONE, V., y ROCHEM, D (Eds),
Alianza Editorial, Madrid 1998, 197-205, especialmente 204
2
BURLEIGH, M., Poder terrenal. Religión y política en Europa. De la Revolución Francesa a la Primera
Guerra Mundial, Taurus, Madrid 2005, 57 y PLONGERON, B., Arquetipo y repeticiones de una Cristiandad
1770 y 1830 en CONCILIUM 67 (1971), 89-103 aquí 99-100
4
3
Texto del filósofo D´Holbach, tomado del libro de Luigi MEZZADRI, La Rivoluzione francesa e la Chiesa,
Roma 2004, 35.
4
SCHWAIGER, G., La Ilustración desde una perspectiva católica en CONCILIUM, 27 (1967), 98
5
SCHWAIGER, G., La Ilustración … 102
5
¿En realidad era posible acometer un cambio como el que soñaban los
filósofos? Responder adecuadamente esta cuestión, nos obliga a presentar a
grandes rasgos la Iglesia del AR. No resulta nada fácil describirla. Más,
cuando la misma Iglesia y con ella el mundo entero se vieron muy afectados
por los efectos de la Reforma protestante y por la nueva configuración
territorial y nacional, tras los tratados de Westfalia (1648) y más adelante
Utrecht (1713). Por otra parte, tanto en el seno de las monarquías protestantes
como en el de las católicas se fueron estableciendo estrechas relaciones entre
el Estado y la Iglesia, entre el poder político y el poder eclesiástico. Con el
paso de los años, los gobiernos católicos y también los protestantes
orientarán su política hacia un mayor control de sus súbditos en lo espiritual
y en lo organizativo. El Galicanismo, el Patronato Regio español y el
Josefinismo eran algunas de sus manifestaciones. Añádase a esto que al
tiempo que los privilegios de la Iglesia y de los altos eclesiásticos en sus
respectivas naciones se mantuvieron e incluso se acrecentaron, el poder y los
privilegios de los papas fueron disminuyendo. A lo largo del siglo XVIII los
papas se convirtieron en modestos príncipes italianos; simples príncipes en
nada ayudados, más bien estorbados, por el resto de los gobernantes
italianos, príncipes la mayoría de ellos, sometidos, a su vez, a los intereses
familiares y territoriales de los todopoderosos intereses de los gobiernos
reinantes en Francia, España, el Imperio. Nada o muy poco se podía hacer
frente a una serie de doctrinas y prácticas, que, entre otras cosas, ponían en
cuestión la misma institución pontificia.
La más exitosa y trascendente de estas nuevas doctrinas y prácticas
resultó ser el galicanismo, interpretado muchas veces en clave jansenista, y
en su tanto el regalismo y en menor medida el episcopalismo.
El jansenismo y con él el galicanismo acabaron marcando el rumbo no
solo de la nación francesa sino también el de su Iglesia. El jansenismo,
nacido dentro del seno del catolicismo francés como una teología y una
corriente espiritual muy adaptadas a sus regiones septentrionales, acabó
convirtiéndose en todo un programa semipolítico; programa que será llevado
a término por un importante sector de la Iglesia francesa, por los más adictos
al sistema galicano. Los jansenistas eran como los puritanos dentro del seno
de la Iglesia católica. Personas selectas, severas y muy bien formadas;
contrarias a las prácticas religiosas populares y al barroquismo espiritual
jesuítico y por extensión a la espiritualidad proveniente de las distintas
órdenes religiosas, triunfadoras de la Reforma Católica. Los jansenistas
hostigaron todo lo que pudieron a los católicos tradicionales de Francia y
presentaron esquemas de funcionamiento tan lejanos de los de la Iglesia de
7
7
CONGAR, Y. Verdadera y falsa reforma en la Iglesia, Sígueme, Salamanca 2014, 220-221. BURLEIGH,
Poder terrenal… 50-55. Una bella recreación de los años finales de Port Royal puede verse en JIMÉNEZ
LOZANO, J., Historia de un otoño, Barcelona 1971, 222 pp
8
EGIDO, T., El regalismo en España en LA PARRA, E., Iglesia, Sociedad y Estado en España, Francia e Italia
(ss XVIII al XX), 193-217; COUSIN, B., El regalismo en Francia. De Luis XIV a Bonaparte, en LA PARRA…. 237-
250.
8
9
SCHATZ, K., Historia de la Iglesia contemporánea, Herder, Barcelona 1992, 13.
9
manifiesto10. Años más tarde en 1794 Pío VI las condenará por medio de la
bula Auctorem fidei11. Ideas y prácticas que se reforzaran en la llamada
puntualización de Ems (1786); en ella los príncipes arzobispos de Colonia,
Maximiliano Francisco de Austria, hijo de la emperatriz María Teresa; de
Tréveris, Clemente Wenceslao de Sajonia, arzobispo de Maguncia y el de
Tréveris reclamaban como suyos los derechos que habitualmente ejercían
por delegación pontificia, por lo que pedían que Roma renunciara a la
colación de oficios y que el papel del Nuncio quedara reducido a una simple
actividad diplomática12. L. J. Rogier considera que existe una relación directa
entre lo que estas posturas defendían y lo que la Revolución Francesa (en
adelante RF) llevaría a término más adelante, especialmente en todo lo
relacionado con los sacerdotes y con sus ministerios; vida y ministerios
mantenidos y vividos al modo de los funcionarios estatales13
10
FANTAPPIE, C., Per una rilettura del sinodo di Pistoya del 1786 en CRISTIANESIMO NELLA STORIA IX
(1980) 541-562; STELLA. P. (Ed), Atti e decreti del Concilio diocesano de Pistoya dell´anno 1786, Firenze
1986; SARANYANA, J. I., La eclesiología de la revolución en el Sínodo de Pistoya (1786) en ANUARIO DE
HISTORIA DE LA IGLESIA, vol 19 (2010) 55-71
11
STELLA, P., La bolla Auctorem fidei (1794) nella storia del ulramontanismo. Saggio introduttivo e
documenti, Roma 1995.
12
ROGIER, LJ, La Ilustración y la Revolución, Tomo IV. Nueva Historia de la Iglesia, Madrid 1984, 96-101.
13
LEMAITRE, N., Histoire des cures, Paris 2005, 250-255
10
“Han sido estos malditos curas los que nos han traído la Revolución”17.
14
NUEVA HISTORIA DE LA IGLESIA. Tomo IV. Madrid 1984, 549 pp. HALES, E. E. Y., Revolution and Papacy
(1769-1846), Eyre and Spottiswoode, London 1960, 320 pp, UPCo 1675/13 y La Iglesia católica en el
mundo moderno : desde la Revolución Francesa hasta el presente, Barcelona 1962. LATREILLE, A., L´Église
catholique et la Révolution française, tome 1 (1775-1799) et tome 2 (1800-1815), 295 y 290 pp. UPCo
1748/125-1 y 125-2. NICOLET, C., L´idée républicaine en France (1789-1924), Essai d´histoire critique,
Gallimard 1982, 528 pp. VARIOS (Bergeron, L., FURET, F., y KOSELLECK, R.), La época de las revoluciones
euorpeas, 1780-1848, Madrid 1986, 340 pp. TACKETT, T., La Révolution, l´Eglise, la France, Cerf, Paris
1986, 485 pp. UPCo 1748/190. FURET, F. y OZOUF, M., Diccionario de la Revolución Francesa, Alianza,
Madrid 1989, 918 pp, UPCo 5481/82. MORALES MOYA, A. y CASTRO ALFÍN, D., Ayer y hoy de la Revolución
Francesa, Barcelona 1989. 190 pp. UPCo 5451/52. RÉMOND, R., L´Antico Regime e la Rivoluzione francese
(1750-1815), Biblioteca Universale Rizzoli. Milano 1994, 194 pp. GONZÁLEZ PACHECO, A., La Revolución
Francesa (1789-1799), Ariel Practicum, Barcelona 1998, 282 pp. VAN KLEY, D.K., Los orígenes religiosos de
la Revolución Francesa: de Calvino a la constitución civil (1560-1791), Encuentro, Madrid 2003, 558 pp.
UPCo 5451/88. BURLEIGH, M., Poder terrenal. Religión y política en Europa. De la Revolución francesa a
la Primera Guerra Mundial, Taurus 2005, 600 pp. PLONGERON, B., Des résistances religieuses à Napoleón
(1799-1813), Paris 2006, UPCo 1748/256; FIORANI, L. e ROCCIOLO, D., Chiesa romana e Rivoluzione
Francese, Roma 2004, 904 pp en UPCo 5451/105. McPHEE, Peter, La Revolución francesa (1789-1799).
Una nueva historia, Barcelona 2013, 274 pp. TACKETT, T., El terror en la Revolución Francesa, Barcelona
2015, 521 pp UPCo 5451/124.
15
Juicio de F. GUIZOT (1787-1874) en HOBSBAWM, E., Los ecos de la Marsellesa, Barcelona 1992, 139
16
HALES, E.E.Y., La Iglesia católica… 36
17
ROGIER, L. J., Nueva Historia de la Iglesia. Tomo IV: La Ilustración y la Revolución, 156
18
JEDIN, H. (Ed), Manual de Historia de la Iglesia; tomo VII: La Iglesia entre la revolución y la restauración,
Editorial Herder, Barcelona 1978, 112
12
Francia vivió entre 1789 y 1801 una larga y densa etapa de crispación,
convulsión, cambio rápido y revolución. En 1801 apenas si quedaba en pie
la estructura arquitectónica que había sostenido el edificio habitado por la
hija mayor de la Iglesia en el largo período conocido como el Antiguo
Régimen.
Las ideas e ideales de la Ilustración, con la colaboración, a su pesar,
de los clérigos, se acabaron imponiendo; más aún, fueron más lejos de lo
que lógicamente se podía prever. La Iglesia pasó de ser rica, poderosa e
influyente a ser un pequeño reducto de fieles creyentes enfrentados entre sí
y divididos en dos mitades: la de los fieles, primero, a la Iglesia galicana,
más adelante, a la Constitución Civil del Clero (CCC), y la de los que en aras
de una vivencia de su fe más acorde con la tradición católica, con Roma y la
monarquía caída, se fueron alineando en medio de persecuciones y no pocos
martirios en torno a Roma.
En estos diez años, Francia se convirtió en un campo de misión, en el
que resultaba sumamente peligroso dar culto a Dios, recibir los sacramentos
y vivir como católico. A muchos no les quedó más remedio que emigrar y
mirar cada vez más confiadamente a Roma; en su esfuerzo por sobrevivir
nacía una Iglesia contraria a la Iglesia constitucional, a la Revolución y a sus
herederos naturales: la nueva burguesía.
Durante estos diez años el sueño político de los ilustrados se fue
encarnando en una República, inestable al principio e inclinada a todo tipo
de componendas políticas y golpes de Estado, al final. En el último golpe de
Estado, el de Brumario (1799), bajo la dirección de la mano del militar y
estadista de Napoleón Bonaparte, se logró imponer una nueva cultura: la
cultura democrática, basada en el respeto de las nuevas leyes de los derechos
humanos, fundamento de lo que más adelante será la cultura burguesa y su
estructura material y política: el nuevo Estado burgués.
Este nuevo Estado disolvió los vínculos que durante siglos ligaron la
política con la religión e instauraron el laicismo como modo de vida y como
fuente de pensamiento.
1. Nos interesa, ahora, conocer y sopesar las razones por las que una buena
parte de los párrocos se pasaron a las filas del tercer estado, del que por
origen familiar y social procedían. Los años previos a la Revolución fueron
pródigos y copiosos, excepto en lo que se conoce como el catolicismo
devoto, en panfletos y manifiestos a favor de casi todas las tendencias
sociales y políticas que se iban a encontrar en la palestra política años más
tarde19. Los sacerdotes de segundo orden, la mayoría de ellos párrocos,
tuvieron muy dignos defensores y apologistas. Maultrot, figura destacada de
la apologética jansenista y uno de los autores más prolíficos, dedicó al tema
más de diez trataditos. Los más sobresalientes fueron la Institution divine des
curés (1778) y La défense des droits du second ordre (1789); a ellos se sumó
L´ecclesiastique citoyen (1787), de autor anónimo. En todos ellos, muchos
de clara inspiración jansenista, se exaltaba, al tiempo que se condenaba a los
religiosos, la figura del cura párroco. Los regulares, tachados por los
párrocos de parásitos, eran denigrados como provenientes no de una
institución de origen divino sino puramente humana. Retomando ideas que
ya se habían popularizado con la publicación en 1776 de un panfleto, titulado
Droits des curés, salido de las manos de Henri Reymond, se acometió una
reforma general de la propiedad del clero, de su papel y ubicación en la
Iglesia. Muchos sacerdotes rurales y no pocos párrocos subsistían, en medio
de una creciente inflación, gracias a la porción congrua – una cantidad
mínima no siempre fija que recibían del clero catedralicio o monástico, más
privilegiado, que eran los que realmente poseían y recolectaban el diezmo-.
Ante una situación tan escandalosa como vergonzosa, elevaron fuertes
protestas contra la malversación del diezmo por parte del clero secular y
contra las excesivas limosnas y donaciones que recibía el clero regular;
tacharon de inadecuada y lamentable la mera existencia de la porción
congrua; criticaron con excesiva acritud la opulencia y hasta la misma
existencia de los beneficiados y se quejaron de la exclusión de los sacerdotes
de los despachos diocesanos que distribuían los diezmos. En general,
19
TACKETT, T., El terror en la Revolución francesa, Barcelona 2015, 54-60.
14
concluye Van Kley, eran muy contrarios a “la opresión aristocrática en todos
los ámbitos de poder, riqueza e influencia de la jerarquía eclesiástica”.
Mucho más peso tuvo en esta confrontación la justificación teológica
sobre la que se basaba: el dogma richerista del origen divino y apostólico del
sacerdocio. El richerismo, entre otras conclusiones prácticas, reclamaba para
los párrocos el poder ser jueces en los sínodos diocesanos y el designar sus
propios vicarios. Por otra parte, la filosofía fisiócrata consideraba a los
párrocos dentro de una Francia necesitada de líderes en el mundo rural, frente
a los religiosos, tachados de pasivos, como ciudadanos útiles y virtuosos.
Posición refrendada por el mismo Rousseau cuando consideraba que los
párrocos eran las únicas personas dignas de virtud y plenas de autoridad en
el mundo rural.
Cuando, finalmente, fueron convocados los Estados Generales, la
Asamblea General del Clero no estuvo a la altura de las circunstancias ni
tampoco satisfizo a los que veían una posibilidad de cambio social en la que
el clero, por razones obvias, tenía que implicarse. La Asamblea del Clero se
mostró muy tacaña a la hora de aportar la totalidad del don gratuit, suma que
al no pagar impuestos entregaba el clero cada año al rey, entregando
únicamente la cuarta parte de lo que se le había demandado. De muchísima
más gravedad fue el comportamiento del arzobispo de Paris, monseñor de
Juigne, quien intentó, por todos los medios a su alcance, persuadir y
convencer a la mayor parte de los párrocos que conformaban la Asamblea
General del Clero y sobre todo a los procedentes de la aristocracia para que
de ninguna de las maneras se sumaran a las pretensiones unitarias del tercer
estado, que deseaba constituir una única cámara para abordar el arreglo de la
causa nacional.
Finalmente, la tarde del 27 de junio de 1789, tras una reñida votación
entre los miembros procedentes de la nobleza e inclinados al Tercer Estado,
más de la mitad de los representantes del clero, 148 votos contra 136,
apostaron por la creación de una Asamblea Nacional, capaz de mirar por los
intereses generales frente a los intereses partidistas de los diversos
estamentos. Los esfuerzos de los obispos resultaron vanos ante el poder de
los sacerdotes de origen popular, que ansiaban sumarse al Tercer Estado y
que les hizo exclamar a algunos representantes del clero en contra de los
obispos: “no hay artificio que no usen los prelados para seducir a los curas;
han llegado a insinuar que queremos atentar contra la religión católica”20.
Finalmente, el que el Tercer Estado saliese fortalecido gracias a la
participación del clero, hizo gritar al panfletista d´Antraigues: “Han sido
estos malditos curas los que nos han traído la Revolución”21. Seguramente
este autor, conocía mejor nadie cómo una considerable proporción del clero
francés había actuado en las asambleas regionales para que sus
20
CASTRO, D., Robespierre … 117.
21
ROGIER, L. J. Nueva Historia de la Iglesia (NHI), tomo IV, 156.
15
22
TACKETT, T., La Révolution, l´Eglise … 164.
23
TACKETT, T., La Révolution, l´Eglise … 165-176.
24
VAN KLEY, D. K. Los orígenes… 495.
25
GODECHOT, J., Los orígenes de la Revolución Francesa: la toma de la Bastilla (14 de julio de 1789),
Barcelona 1985, 376 pp.
16
26
HUNT, Maurice, The Curés and the Third Estate. The ideas of Reform in the Pamphlets of the French
Lower Cleregy in the Periodo 1787-1789, en Journal of Modern History 8 (1957), 74-92.
27
La respuesta popular fue inmediata y entusiasta. “Por todas partes, por todas las calles y puentes,
empezó a congregarse la ciudadanía que hablaba de las nuevas y las vociferaba a los transeúntes. ´La
euforia y el júbilo se contagiaron rápidamente a todos los corazones. Nos felicitábamos los unos a los
otros…´escribía periodista Proudhomme en TACKETT, T., El terror… 77-78.
28
ROGIER, L.J., NHI, tomo IV, 156.
29
ROGIER, L.J., NHI, tomo IV, 159.
30
TACKETT, T., El terror … 80.
17
que no les fueran necesarios. Días más tarde, la Iglesia, en parte para aliviar
la quiebra de la Hacienda pública y, en parte, en consonancia con los
principios de la Revolución, renunciaba al diezmo. La Iglesia francesa perdía
80 millones de francos; por primera vez se defendía en la Asamblea Nacional
que “los bienes del clero pertenecían a la nación y que ella era la que los daba
en usufructo”31.
Con la llegada del otoño, el 10 de octubre, Talleyrand, obispo de
Auton32, solicitó la secularización de todos los bienes de la Iglesia; tan
trascendental medida, después de vivas y matizadas discusiones, quedaba
aprobada el 2 de noviembre de 1789. La secularización de los bienes de la
Iglesia fue aprobada por 568 votos frente a 386 que se manifestaron en
contra. El Estado se comprometía, por su parte, a velar por el culto y
asegurar a los párrocos un salario más que suficiente.
Con estas medidas el Estado se adueñaba de una suma, proveniente
fundamentalmente de los inmuebles eclesiásticos, cuyo valor ascendía a
unos tres mil millones de francos. Cantidad más que suficiente para que el
nuevo Estado sufragase sus gastos y el presupuesto del Estado fuese posible
durante diez años gracias a la venta de estos bienes, los bienes negros. Esta
medida y sobre todo las ideas que la alimentaron tendrán mucha
trascendencia en el futuro siglo XIX. Con la secularización de los bienes de
la Iglesia se debatía el derecho de propiedad de los eclesiásticos. Cuando se
hablaba del derecho de propiedad sobre todo de las grandes propiedades de
la Iglesia se decía: “Es evidente que el clero no es propietario en el mismo
sentido en que lo son otros, ya que los bienes de que hacen uso y de los que
no pueden disponer se les entregaron no para su beneficio personal sino para
que los empleasen en el desempeño de sus funciones”33.
Para Van Kley todas estas medidas no se podrían haber tomado ni
tampoco mantenido si no hubiesen estado respaldadas por lo que él mismo
denomina el peso de los “cinco principios”, principios todos ellos de matriz
jansenista. Dichos principios defendían los siguientes postulados: aunque la
administración de los bienes eclesiásticos corresponda a las jerarquías
eclesiásticas, su propiedad pertenece a la Iglesia francesa; la Iglesia no estaba
formada solamente por las jerarquías eclesiásticas, sino por toda la asamblea
de los fieles, coincidente e identificada ahora, tal como había acaecido en el
pasado con la Francia católica, con la nación. La Asamblea Nacional,
representante de la nación, se sentía, en consecuencia, autorizada para
declarar el carácter nacional de dichos bienes. Dado que solo el Estado tiene
poder de coacción y, por tanto, de jurisdicción sobre todos los asuntos
públicos, también en lo que atañe a la Iglesia, a él le corresponde determinar
qué hacer con dichos bienes. Sin que tenga que ver mucho con los principios
31
MEZZADRI, L., La Chiesa e la Revoluzione Francesa, Milano 1989, 60.
32
MADELIN, L., Talleyrand, Paris 2014, 592 pp.
33
BURLEIGH, M. Poder terrenal … 72
18
36
VAN KLEY, D. K. Los orígenes … 517.
37
TACKETT, T., La Révolution, l´Eglise, la France. Le serment de 1791, Paris 1986, 485 pp. MEZZADRI, L. La
Chiesa … 68-93. Muy sugerente y muy en línea con el galicanismo es la interpretación que B. Cousin hace
de la Constitución Civil del Clero, véase su El “Regalismo en Francia, de Luis XIV a Bonaparte… pp 247-249.
GONZÁLEZ PACHECO, A., La Revolución Francesa (1789-1799), Barcelona 1998, 60-64.
20
como los canónigos y los religiosos, quedaba abolido; 4ª para ser nombrado
obispo era necesario haber servido al menos durante quince años como
párroco; 5ª los obispos debían tener en cuenta la opinión de al menos doce
de sus sacerdotes diocesanos para gobernar sus diócesis; 6ª los sueldos de
los sacerdotes fueron elevados considerablemente, mientras los de los
obispos se vieron reducidos; 7ª los laicos serían los encargados, a nivel
departamental, de elegir sus obispos y párrocos dentro de las parroquias y 8ª
se prohibía que los obispos recién elegidos fuesen confirmados por el Papa38.
La Asamblea Nacional, como puede verse, estaba mezclando la tradición con
la renovación. Los tradicionales cánones de la Iglesia quedaban sometidos a
los derechos de la Nación y del Estado.
Aunque muchos historiadores afirmaron que la CCC pretendía destruir
el cristianismo, la historiografía más serena, opina que siendo la mayoría de
los miembros de la Asamblea Nacional católicos y monárquicos, lo que
deseaban era transformarla y ponerla al servicio de la nueva realidad
nacional. Sin embargo, el riesgo que se acabó corriendo con la aprobación
de la CCC estuvo en proporción directa con la novedad y radicalismo de
algunas de sus medidas. Los miembros de la Asamblea, en opinión de
Mezzadri, ignoraron “los límites de su acción”39.
Las reacciones, como es de suponer, no se hicieron esperar. Los
obispos desde un comienzo se mostraron en total desacuerdo. Boisgelin de
Aix (1732-1804) en su Exposition des principes sur la Constitution civile du
clergé la criticó duramente; defendía, por su parte, que la Asamblea
Nacional no tenía poder ni competencia para legislar sobre el clero; su entero
contenido, afirmaba, estaba en contra del concordato de 1516, que era un
acuerdo bilateral y, finalmente, manifestaba, que con la nueva constitución
se rompía la unión con el papa, unión y vínculos necesarios porque él era el
que confería la misión.
La Iglesia, con la aprobación de la CCC, quedaba dentro del Estado y
no el Estado dentro de la Iglesia. El sueño del emperador José II se cumplía
constitucionalmente. El clero francés era liberado de la tiranía del Papa, para
ser sometido a una nueva y más peligrosa dominación, la tiranía del Estado40.
El testimonio de Boisgelin fue refrendado, primero, con la firma de treinta
obispos miembros de la Asamblea Constituyente y más adelante con la firma
de otros noventa, es decir de la práctica totalidad del episcopado francés. A
estas firmas habría que sumar las de cientos y cientos de sacerdotes y fieles,
que, desde el principio, se mostraron contrarios a estas medidas. En medio
de este ambiente, Boisgelin, con la intención de rebajar algunas de estas
38
“El nuevo obispo, se leía en el art. 19 de la CCC, no podrá dirigirse al Papa para obtener confirmación
alguna, pero le escribirá como jefe visible de la Iglesia Universal, en testimonio de la unidad de la fe y de
la comunión que debe mantener con él”, en GONZÁLEZ PACHECO, La Revolución … 62.
39
MEZZADRI, L. La Chiesa ... 71.
40
DE VIGUERIE, Christianisme et Révolution… p 79 y ss
21
41
TACKETT, T., La Révolution … Del total de sacerdotes y obispos pertenecientes a la Asamblea Nacional,
la juraron el 4 de enero de 1791 tres y 44, respectivamente. Un elevado número de sacerdotes se negó a
hacerlo.
42
TACKETT, T., La Révolution … 309-317
22
43
PLONGERON, B., Les ´silences` de la papauté durant la Révolution français en Papes et papauté au XVIII
siecle, 299-317. Études reunis par P. Koeppel, Paris 1999. LANGLOIS, C, Concordato y sistema
concordatario: el caso francés, 413-26 en LA PARRA, E. Iglesia, Sociedad y Estado…
44
MEZZADRI, L. La Chiesa … 76
23
45
Los juicios de los historiadores coinciden, por una parte, en que una medida de este tipo era natural en
la Francia de la época y del momento y, por otra, en la dureza y rigidez de algunos de sus artículos. Schatz
afirma que la CCC era hija de la Ilustración; su novedad radicaba en que una gran nación consumaba
histórica y decididamente cambios que hasta ahora nadie se había atrevido a establecer. SCHATZ, K., 22-
23). Bernard Cousin defiende, por una parte, la necesidad de la nueva constitución del clero y, por otra,
el protagonismo, siguiendo las costumbres y prácticas galicanas, de la Asamblea Nacional que, de ninguna
manera, podía dejar de intervenir en asuntos tan importantes como el culto y el mantenimiento de la
religión. La Constitución Civil del Clero procedía al mismo tiempo de una visión tradicional de la religión
en perspectiva galicana y de una concepción nueva de la Asamblea como órgano regenerador de la nación.
Para Van Key la Constitución del Clero suponía, por una parte, la culminación de todos los sueños
jansenistas a favor de una reforma eclesiástica y, por otra, la radicalización de la Revolución.
46
CASTRO, Demetrio, Robespierre. La virtud del monstruo, Tecnos, Madrid 2013, 511 pp.
24
47
BURLEIGH, M., Poder … 85 y MEZZADRI, L., La Chiesa… 110.
48
TACKETT, T., El terror … 233
49
MENOZZI, D., 19
50
ROGIER, L., NHI, tomo IV, 165.
25
51
PIERRE, V., Le clergé français dans les états pontificaux (1789-1803), en Revue Historique 27 (1902) 103-
143. PLONGERON, B., Eglise et Révolution d´aprés les pretes emigrés a Rome et Londres (1792-1802), X
(1989), 273-306.
52
MEZZADRI, L. La Chiesa… 111-114. Pierre Dubreil-Chambardel, simpatizante de la Montaña, escribía
al respecto: “la perversa raza del clero refractario ha corrido la suerte que sus acciones merecen. Hay
razón es para creer que muy pronto la nación se habrá purgado de todos estos monstruos”, citado por
TACKETT, T., El terror … 253.
53
MENOZZI, D., 20.
54
DE LA VIGUERIE, J., … 154.
26
55
TACKETT, T., El terror en la Revolución Francesa, Barcelona 2015, 371-375.
56
MEZZARDI, L., La Chiesa 161-164 y 168-170. Para Rogier el culto al Dios Supremo era el triunfo del
deísmo, ROGIER, NHI, Tomo IV … 167.
57
BURLEIGH, M., Poder terrenal … 110-111.
27
58
Algo que vio y supo formular con exquisita precisión el joven Tocqueville: “Como la Revolución parecía
proponerse la regeneración del género humano más aún que la reforma de Francia, encendió una pasión
que las revoluciones políticas nunca habían sido capaces de inspirar. Produjo convulsiones y generó
propaganda. Asumió, al final, aquella apariencia de revolución religiosa que tanto asombró a sus
contemporáneos. O se convirtió ella misma, más bien, en un nuevo género de religión, una religión
incompleta, ciertamente, sin Dios, sin ritual y sin vida después de la muerte, pero una religión que sin
embargo, como el Islam, inundó la tierra con sus soldados, apóstoles y mártires” citado en BURLEIGH, M.,
Poder terrenal … 116.
59
BURLEIGH, M., Poder terrenal… 107 y MEZZADRI, L., La Chiesa… 120-122.
28
60
VOVELLE, M., La mentalidad revolucionaria, Barcelona 1989, 180-186.
61
MEZZARDI, L., La Chiesa… 128-129.
62
MEZZARDI, L., La Chiesa … 133-144
29
En esta región la mayor parte de sus habitantes, amén de por los factores
religiosos ya conocidos, estaba en contra de la Revolución. Sus tradiciones
y modo de vida se habían visto violentamente transformados; sus
propiedades agrícolas se habían visto arruinadas y lo que era mucho más
grave, cuando la Revolución necesitaba nuevas levas, sus hijos y no los
ciudadanos de las urbes, eran los primeros en ser alistados. La mañana del
12 de marzo de 1793 dio comienzo esta guerra civil francesa. Cientos de
bandas y grupos dispersos, encabezados por enseñas religiosas y portando
imágenes de la Virgen María y del Sagrado Corazón, no sólo rechazaron la
Revolución en el nombre de la tradición y de Dios, sino que ofrecieron sus
vidas para erradicarla para siempre. La guerra fue abierta y total. Hubo miles
de muertes; las represalias y las venganzas estuvieron a la orden del día. El
terror se fue adueñando de todo. Los jacobinos y sus comités de Salud
Pública63 al tiempo que sembraban los campos franceses de muerte y
violencia, propalaban el odio y la venganza política. “Matad a los bandidos
en vez de quemar las granjas, castigad a los huidos y a los cobardes y aplastad
totalmente esta humilde Vendée. Os ordeno entregar a las llamas todo lo que
pueda quemarse y de pasar a filo de bayoneta a cuantos habitantes encontréis
a vuestro paso. Se actuará del mismo modo con las mujeres, las jóvenes y
los niños. Todas las aldeas villas y pueblos y cuanto pueda quemarse, se
entregará a las llamas”. Así hablaba la Revolución. En Angers y Laval se
fusilaron en masa miles de personas, pereciendo un tercio de su población64.
Parecida suerte, corrieron los chuanes, monárquicos y cristianos. Lo que fue
el terror en las ciudades fue la Vendée en el campo.
63
RICHET, D., Comité de Salvación Pública en Diccionario de la Revolución Francesa editado por F. FURET
y OZOUF, M., Madrid 1989, 416-419.
64
BURLEIGH, M., Pode terrenal … 124-125 y 126.
30
y otros con consternación, pensaran que con Pío VI desaparecía, bajo los
golpes de los jacobinos franceses, incluso el pontificado como tal, es decir,
la clave de bóveda de la Iglesia católica”67. .
Las novedades ante los cambios que se estaban produciendo en París
comenzaron cuando el Directorio se sintió en la obligación de promulgar
ciertas leyes como las de la libertad religiosa, lo que permitió el retorno de
muchos emigrados. Sin embargo, con la vuelta de Napoleón y Augereau a
París los católicos eran, de nuevo, perseguidos. Situación que fue
empeorándose tras el golpe de Estado de Fructidor, septiembre de 1797; los
miembros del Directorio impusieron un nuevo juramento al clero;
exigiéndole, también, odio a la realeza. En caso de no hacerlo se les amenazó
con la deportación a Guinea. Muy pocos fueron los que alcanzaron estas
regiones africanas; la mayoría permanecieron varados en los puertos del sur
en lo que se llamó las “Bastillas flotantes” en las que murieron de peste unos
527 sacerdotes. Los eclesiásticos no podían vestir traje talar; las procesiones
se limitaron y se prohibió el culto al aire libre así como el voltear de las
campanas y la fabricación y creación de nuevas imágenes. Se impuso la
obligación de guardar el décad, sucedáneo del domingo cristiano, y hasta se
prohibió la venta de pescado los viernes.
De mayo de 1798 a junio de 1799 se acrecentaron las amenazas a los
sacerdotes y cristianos. El temor a un nuevo golpe de Estado, dirigido esta
vez, por fuerzas emigradas y monárquicas, hizo que más de nueve mil
sacerdotes en Bélgica y unos dos mil en Francia fueran amenazados con la
prisión y la deportación. Al final, apenas unos mil fueron arrestados y unos
doscientos fueron deportados a la Guayana. Cerca de cuarenta fueron
fusilados más por motivos políticos que religiosos.
Las cosas, sin embargo, no podían caminar durante mucho más tiempo
en esta dirección. La solución vendría una vez más de la mano de un nuevo
y certero golpe de Estado, el golpe de Estado del 18 de Brumario del año VII
(9 de noviembre de 1799). Con el golpe de Brumario, siempre en medio de
tensiones y reacciones de todo tipo, la situación religiosa se fue aclarando y
el clima pacificando. Todo aquel que lo desease podía participar en el culto
cristiano y recibir los sacramentos lo podía hacer sin peligro alguno para su
libertad o seguridad personal. Pero también en esta ocasión, la nueva
dirección política acabó imponiendo un nuevo juramento constitucional. La
mayor parte del clero, sobre todo el refractario, no prestó dicho juramento.
No obstante, a lo largo de 1800 fue ganando terreno el sentimiento
opuesto. El nuevo papa, Pío VII, y el primer cónsul, Napoleón Bonaparte,
parecían dispuestos a entenderse y hacer cuanto estuviese al alcance de sus
67
AUBERT, R., Historia de la Iglesia … 112.
33
manos para llegar a acuerdos mínimos que facilitasen una paz religiosa,
incierta siempre, pero más necesaria que nunca.
68
BERTIER DE SAUVIGNY, G., La Restauración (1800-1848), Nueva Historia de la Iglesia, Tomo IV, 247-271
y PLONGERON, B., Des résistences religieuses à Napoléon (1799-1813), 2006, 123-15, 173-184 y 185-215.
69
GODECHOT, J., Napoléon, Paris 1969, 331 pp.
70
ZIZOLA, G., Il Conclave. Storia e segreti, Roma 2005, 142-145.
35
71
NHI, tomo IV, 250-251 e Historia de la Iglesia editada por JEDIN, tomo VII, 116-118.
72
Se ordenó de sacerdote en 1822. Desde muy joven estuvo al servicio de la Iglesia romana; en 1799 fue
nombrado secretario para el cónclave. PIRRI, P., Il cardinale Ercole Consalvi nel primo centenario della m
orte en Civiltà católica, LXXV (1924/3) 97-114. Una actualizada biografía REGOLI, Roberto, Ercole Consalvi:
le scelte per la Chiesa, Roma 2006, 514 pp. UPCo 1702/67. También en nuestra biblioteca tenemos sus
memorias en su edición francesa de los años 1860. PLONGERON en el tomo X de la Histoire du
Christianisme dedica a Consalvi las pp 680-687.
73
NHI, tomo IV, 251. Texto que aparece en GODECHOT, J., Napoléon, Paris 1969, 171
36
74
NHI, tomo IV, 251
75
PLONGERON, B., Consciente religieuse en révolution, Paris 1989 y Théologie et politique au siecle des
lumieres, Ginebra 1973.
37
76
AUBERT, R., Historia de la Iglesia, tomo VII, 124.
77
D´ONORIO, J-B., Portalis: l´esprit des siecles, Paris 2005, 365 pp, UPCo 133/106, 243-278.
78
GODECHOT, J., Napoléon… 173
38
79
AUBERT, R., Historia de la Iglesia, Editorial Herder, tomo VII, p 129.
80
LANGLOIS, C., “Philosophe san impieté et religieux sans fanatismo”. Portalis et l´ideologie du systeme
concordataire, en Richerche di Storia Sociale e Religiosa, 1979, 37-57. En Archivador artículos de la UPCo.
D´ONORIO, J-B., Portalis: l´esprit des siecles, Paris 2005, 365 pp, UPCo 133/106
39
Ante esta situación, Pío VII tuvo que emplearse a fondo; fruto de su
empeño fueron el breve Tan multa, 15 de agosto de 1801, y la bula Qui
Christi Domini Vices, 29 de noviembre de 1801. En opinión de no pocos
historiadores se produjo un auténtico “apostolicidio”. Los obispos de Blois
y de la Rochela, los más fieles a su juramento monárquico, dieron lugar a la
Pequeña Iglesia83. Las dificultades como puede sospecharse fueron muy
grandes y muy graves. Napoleón, por una parte, no podía ceder ante los
81
Una muy buena presentación de las consecuencias de este nuevo regalismo y del imperante papel del
Ministro de Cultos, un laico que gobernaba con mano dura y con permanentes circulares las actividades
y hasta la manera de conducirse de los obispos … puede verse en tomo IV NHI pp. 261-262
82
MEZZARDI, L., La Chiesa … 171-182.
83
AUBERT, tomo VII, 132.
40
obispos nombrados por la monarquía y, por otra, estaba muy controlado por
la Cámara legislativa y por algunos miembros, Talleyrand y Fouché, de su
gobierno. Finalmente, prevaleció el buen juicio y la renuncia, por el bien
nacional y de la Iglesia, a los derechos adquiridos. “Fiel a la monarquía, tenía
a Bonaparte por usurpador, exclamaba el obispo Eugene de Mazenod, pero
como hijo de la Iglesia anteponía a todo el interés de la religión y de la
obediencia a la santa sede”84.
El nuevo episcopado francés, muy del gusto y de las necesidades de
Napoleón, consentido más que aprobado por Pío VII, resultó ser una
mezcolanza de procedencias y perfiles: 16 habían sido consagrados durante
el Antiguo Régimen; eran, en consecuencia, bastante ancianos; 12 eran
antiguos obispos constitucionales y el resto hasta 60 eran antiguos vicarios
generales. Todos se mostraron capaces y, pese a las muchas dificultades,
sacaron adelante sus compromisos con Roma y París. Muchas más
dificultades se presentaron a la hora de cubrir las nuevas parroquias. El ideal
del emperador de que un tercio de los nuevos sacerdotes fuesen
constitucionales no llegó a consumarse. En 1808 más de un veinte por ciento
de las parroquias quedaban por cubrir. Además de lo variado de sus orígenes,
la carencia de una cierta y mínima seguridad económica dificultaba el
reclutamiento del clero. Pese a todo, el número de ordenaciones fue
creciendo muy lentamente. Cuando en 1807 se asignó a los párrocos un
sueldo anual de 500 francos las cosas comenzaron a mejorar.
Finalmente, la riqueza espiritual y el ánimo religioso del pueblo
francés acabaron arrastrando a sus gobernantes. Estos no tuvieron más
remedio que reconocerlo: se aprobaron leyes, que ayudaron a fundamentar
una nueva espiritualidad, que con el paso del tiempo sembró Europa de
nuevas congregaciones religiosas. Recordemos estos hechos: por la ley del 1
de abril de 1803 se aconsejaba que todos los niños franceses llevasen
nombres de santos y santas; por decreto del 13 de julio de 1804 se ordenaba
que fuesen rendidos honores militares al santísimo sacramento llevado en
procesión y que los eclesiásticos fuesen colocados en puestos honoríficos en
los actos oficiales. A cambio, se les pedía que colaborasen con el orden y el
buen gobierno de la República. Las órdenes y congregaciones religiosas
empezaron a crecer muy tímidamente. Cuando el Gobierno percibió un cierto
renacer en el mundo de las congregaciones masculinas, emanó un decreto,
22 de junio de 1804, por el que se disolvían todas las congregaciones no
reconocidas, permitiéndose únicamente las de misioneros y las dedicadas a
la enseñanza. En el caso de las congregaciones femeninas se procedió con
mucha más benevolencia y amplitud. En 1800 las Hijas de la Caridad eran
ya conocidas; en 1807 tenían 274 casas abiertas. En 1802 se fundaron las
84
AUBERT, tomo VII, 133.
41
Nunca pensó el papa que una vez vuelto a Roma, sería molestado de
nuevo por el emperador. Napoleón, deseoso de expandir su Imperio, no
soportó que el papa no pusiese a su servicio los puertos de los Estados
Pontificios, decisión de la que se aprovecharon los ingleses. Como castigo
Roma fue ocupada por el ejército imperial el 2 de febrero de 1808 y pocos
meses incluida en el Imperio. La ciudad eterna era declarada ciudad imperial
y libre, la segunda del Imperio. La toma de Roma así como la de las
provincias de Ancona y Urbino ponían en peligro los Estados Pontificios y
suponían un serio anticipo de hasta dónde podían llegar los sueños y las
venganzas del emperador. El papa se resistió cuanto pudo. Lo primero que
hizo fue nombrar al cardenal Pacca gobernante de los Estados Pontificios;
pero no pudo impedir, en cambio, que el 17 de mayo de 1809 se firmase en
Viena, palacio de Schönbrunn, un decreto por el que Francia se anexionaba
los Estados de la Iglesia en Italia. El 10 de junio era izada la bandera francesa
en lo más alto del Castillo de Sant´Angelo. Frente a la impunidad francesa,
el papa promulga una bula por la que se excomulga a los franceses y a
cuantos les apoyasen. La situación empeoró de tal manera, que tomando muy
al pie de la letra los deseos del emperador, el general Radet, se presentó, la
noche del 5 al 6 de julio, ante las puertas del Quirinal. La soldadesca batió a
hachazos las puertas y Radet, por fin, pudo entrevistarse con el papa,
solicitándole la renuncia de la soberanía temporal de los Estados Pontificios.
No estaba en su mano conceder lo que no era suyo. Los Estados Pontificios
eran de la Iglesia y él no pasaba de ser un mero administrador90.
Un administrador que como castigo fue apresado y llevado al
destierro. Pasó por Florencia, Génova y Grenoble hasta quedar confinado
en Savona. Permanecerá allí hasta el 9 de marzo de 1812. Entre tanto, el
primer hijo de Napoleón de su matrimonio con María Luisa recibió el título
87
NHI, tomo IV, 260.
88
TICCHI, J-M., Le Voyage de Pie VII à Paris pour le sacre de Napoléon (1804-1805). Religion, politique et
diplomatie, Paris 2013, 599 pp.
89
PLONGERON, B., Des résistances... 257-278
90
PLONGERON, B., Des résistances… 329-336
43
91
Citado por HOBSBAWM, E., Los ecos de la marsellesa, Barcelona 1992, 35
44
92
FURET, F., Constitución Civil del Clero, 445
45
individuo para alcanzar, por sus propios méritos, los puestos más elevados
de la sociedad civil y del Estado”, reconocía el alemán Von Stein años
después.
Con el progreso y triunfo de las ideas revolucionarias y liberales se fue
desarrollando un primer laicismo. Un laicismo nacido, en no pocas
ocasiones, de un exagerado culto a la igualdad, así como de una reacción al
poder que la religión había tenido durante la etapa anterior.
Dentro de este primer esquema liberal, la Iglesia católica se vio con
frecuencia oprimida por los mismos gobiernos liberales. Las medidas
políticas y sociales de sus gobiernos hicieron que con el paso del tiempo
crecientes masas de ciudadanos prescindieran de la Iglesia y de todas sus
organizaciones e instituciones. Puede afirmarse que los nuevos estados
fueron muy conscientes de su soberanía a la hora de gobernar y conformar
la sociedad, comportamiento que en no pocas ocasiones les enfrentaba con
la Iglesia. Muy lentamente, la vida política fue conquistando su propia
autonomía, muy alejada de los fines sobrenaturales que, a su modo, habían
estado presentes en los distintos regímenes políticos y sociales salidos de la
Reforma. Esta autonomía, que en ningún momento fue aceptada por la
Iglesia, se transformó en un laicismo excluyente de lo religioso en la vida
política.
Desde el punto de vista de la oferta religiosa, con la Revolución
francesa se abrieron un abanico de posibilidades que van desde la
indiferencia y la hostilidad a la simpatía. Si a todo ello se une un cambio
general en lo ideológico, en lo administrativo y en lo vivencial, a nadie le
podrá extrañar que los dirigentes de la Iglesia de Roma “tardaran en caer en
la cuenta” que lo que estaba pasando no era otra cosa que la constatación de
un clima “de incompatibilidad entre los principios nuevos y la religión
antigua”93.
93
OZOUF, M., Descristianización en Diccionario de la Revolución francesa… 48
46
94
LEFLON, J., Restaurazione e crisi liberale (1815-1846), tomo XX/2 de la Storia della Chiesa, San Paolo,
1984. MENOZZI, D., Storia del cristianísimo, tomo IV, pp. 141-142.
95
Histoire du Christianisme, tomo 10, 690-705.
47
96
“En todos los sedientos del Puro Amor, el fenómeno de la conversión personal, por lo que de la infusión
del Espíritu significaba, encauzó la teología de lo sobrenatural y trazó la misión cristiana dentro del mundo
del panteísmo que el suyo” PLOGERON 693,1
97
RAMOS, T., Vida de San Clemente María Hofbauer de la Congregación del Santísimo Redentor, Madrid
1909.
49
99
OSÉS GORRAIZ, De Maistre… 87
100
CONGAR, Y. Eclesiología del siglo XIX, pp 259-260
101
KOSELLECK, R., La época de las revoluciones europeas (1780-1848), Siglo XXI, octava edición, Madrid
1983, pp 187-216. NICOLSON, H., El Congreso de Viena, Madrid 1985, 290 pp. EVANS, R., La lucha por el
poder. Europa (1815-1914), Barcelona 1917, 52-62.
51
102
SCHATZ, Klaus, Historia de la Iglesia contemporánea, Herder, Barcelona 1992, p 34.
103
REGOLI, Roberto, Ercole Consalvi. Le scelte per la Chiesa, Editrice Pontificia Universitá Gregoriana,
Roma 2006, 509 pp. UPCo 1702/67.
53
pero también hacía falta un clero que aceptara las nuevas estructuras
nacionales y a sus nuevos soberanos. Ante todo importaba erigir y dotar
nuevos obispados que correspondieran a la recién creada delimitación
política. Se repetía así lo sucedido en Francia dos décadas antes. La solución
sería la misma: la firma de concordatos o en su defecto de bulas de
circunscripción. Un concordato, lo recordamos, “es una convención de
derecho internacional entre un Estado y la Iglesia, que tiene como
presupuesto el reconocimiento mutuo de las partes como personas jurídicas
con derechos soberanos”. Dado que no en todos los nuevos países era posible
la firma de concordatos, se acudió a las llamadas bulas de circunscripción,
por las que se fijaban normas de “derecho administrativo”104.
El gran impulsor de estos primeros concordatos fue el Secretario de
Estado, el cardenal Consalvi. Dado que no era posible anular la
secularización, la Iglesia consideró que lo mejor que podía hacer era abordar
la reconstrucción de sus relaciones con la nueva situación política y social,
adaptándose a las circunstancias del momento para de esta manera, sin ceder
demasiado en sus principios, lograr su objetivo final, o lo que es lo mismo
ocupar el lugar que dentro de la civilización cristiana había ocupado no hacía
mucho tiempo.
La Iglesia gracias a la firma de los Concordatos volvía a estar presente,
como un estado más, en la nueva configuración política resultante del
Tratado de Viena. La Iglesia y sus derechos se apoyaban ahora en el derecho
internacional. Entre 1817 y 1827 se firmaron concordatos con Cerdeña,
Francia, Nápoles y Rusia y los pequeños estados alemanes105. La doctrina
concordataria, muy distinta según los diversos estados, ponía sus bases en la
Europa del XIX. En el caso de los estados alemanes, tras las vacilaciones de
Dalberg y Wessenberg, prevalecerá años más tarde la doctrina de Görres, la
llamada doctrina de la “coordinación”: en los países donde se mezclaban
varias confesiones y donde el derecho civil de origen francés había laicizado
el Estado y la sociedad, las libertades esenciales de la Iglesia serían
salvaguardadas no por un recurso a los imperativos abstractos del derecho
canónico, sino mediante acuerdos concretos y limitados, tendentes a limar
los puntos de fricción entre ambas potestades, la eclesiástica y la civil.
Con la Paz de Viena, la Iglesia recuperó “eficaz y efectivamente” los
Estados Pontificios. Su impulsor y garante, pese a los muchos inconvenientes
que la reposición de los Estados Pontificios trajo consigo y que más adelante
darán paso a lo que se ha llamado la Cuestión Romana, fue una vez más
Consalvi. Su recuperación supuso de hecho la liquidación de la Italia
napoleónica. Sin embargo, recuperados éstos, las primeras medidas que se
tomaron en Roma -- decreto del Cardenal Agostino Rivarola (1758-1842)
del 13 de mayo de 1814 --, miraron más al pasado que al presente y futuro.
104
FRANZEN, A., Historia de la Iglesia, Santander 2009, 338.
105
Sobre la firma del Concordato en 1817 con Baviera: NHI IV pp 332-333.
54
106
LEFLON, J., Restaurazione … 557-584.
55
107
LEFLON, J., Restaurazione ... 1009-1017 y 1043-1048; REGOLI, R., Ercole Consalvi… 399-412.
108
Recordemos que antes de la Revolución el número de monasterios benedictinos rondaba los 1520; tras
la Revolución, apenas quedaban en pie una treintena. LEFLON, J., Restaurazione … 1011
57
109
HAYWARD, F…. pp 55-107, COLAPIETRA, R., La Chiesa tra Lamennais e Metternich. Il pontificato di
Leone XII, Brescia 1963; ROEGIERS, J., Les années de formation de Léon XII. Le nonce della Genga et son
conseiller Feller en DELVILLE, J-P., pp 91-131.
58
111
NHI tomo IV, p. 281.
112
UGOLINI, R., (A cura), Gregorio XVI: tra oscurantismo e innovazione: stato degli studi e percorsi di
ricerca, Roma 2012, 432 pp.
113
ZAMBARBIERI, A., Trionfo della Santa Sede? Spunti ecclesiologici durante il papato di Gregorio XVI en
UGOLINI, R., Gregorio … 57-74
60
opinión, dañosa tanto para la Iglesia como para el Estado. Con esta encíclica
se ponía una de las bases de lo que la historiografía ha llamado el
utramontanismo católico. Todo esto hizo que no fuera fácil, al menos en los
ambientes eclesiásticos, distinguir entre lo justo y lo falso en las
proposiciones filosóficas y teológicas. Todas las teorías y concepciones que
parecieran peligrosas eran de antemano condenadas; todos los profesores
sospechosos eran suspendidos, alejados de sus cátedras y medios de
comunicación y desde luego evitados en los seminarios y centros de
formación.
Las consecuencias de esta manera de pensar fueron muy graves y
costosas para la Iglesia. Con este modo de proceder se rechazaba toda
tentativa de entendimiento entre la teología y las ciencias modernas; frente a
este entendimiento se proponía el retorno a la escolástica, cosa que se logrará
con relativo éxito mucho más tarde. Mientras tanto la Iglesia se alejaba de la
filosofía moderna, de las ciencias de la naturaleza y de las ciencias sociales
y políticas. La teología y la eclesiología romanas acabaron imponiéndose a
toda la Iglesia. Comenzaba con ello una nueva etapa en la historia de la
Iglesia. La Iglesia se separaba de los llamados intelectuales para vincularse
con la masa del pueblo sencillo; dando lugar con el paso del tiempo a una
Iglesia muy popular y muy cercana afectiva y espiritualmente al papa con
una teología muy modesta y, al mismo tiempo, muy jurídica, la teología del
Colegio Romano, la teología del padre Perrone.
¿Qué juicio conviene que emitamos sobre estos tres papas, los papas
de la Restauración católica? Nos quedamos con las sabias palabras de De
Bertier: “Se puede lamentar, retrospectivamente, que el papado no tuviera en
esta época el hombre genial que fuera capaz de percibir en las convulsiones
de su tiempo algo más que su faceta destructora: que en lugar de condenar
en bloque toda la obra de la Revolución, se adentrara sin miedo en la
corriente del siglo para potenciar todas sus virtualidades cristianas. Pero
estos son los sueños que no tienen en cuenta la realidad del contexto humano.
De 1800 a 1814 tuvo Pío VII que luchar por la supervivencia de la institución
eclesiástica, lo que ya es bastante mérito; de 1815 a 1831, la Sede de Pedro
estuvo ocupada por moribundos, cuya mentalidad arrancaba de una
formación antediluviana; Gregorio XVI, finalmente, no estaba preparado
para simpatizar con las corrientes dominantes de su tiempo ni por sus
antecedentes ni por las luchas que le impuso la defensa del Estado temporal.
No significa ningún agravio a la memoria de estos pontífices el admitir que,
a pesar de su piedad y de su celo sincero, su acción se queda muy corta las
más de las veces en relación con lo que exigían aquellas situaciones
excepcionales, que permaneció casi siempre demasiado confinada en los
61
114
Nueva historia de la Iglesia, IV, 400-401
62
“No fue por ambición personal por lo que Pío IX alentó, cada vez más abiertamente, los
progresos de la corriente ultramontana, sino porque veía en ello la condición para la
restauración y expansión de la vida católica allí donde las intervenciones gubernativas en
la vida de la Iglesia amenazaban con ahogar el ardor apostólico, y el mejor medio para
integrar todas las fuerzas vivas del catolicismo y que éstas pudiesen reaccionar contra la
ola ascendente del liberalismo anticristiano”116.
115
LIBROS BÁSICOS Y MANUALES PARA CONTINUAR LA REDACCIÓN DE ESTE IMPORTANTE CAPÍTULO.
Tomo 11 de la Storia del Cristianesimo: Liberalismo, industrializzazione, espansione europea (1830-1914),
Borla/Cittá Nova, Roma 2003. En las notas en la que aparezca será citado por el autor correspondiente y
BORLA
116
AUBERT, R., Pío IX y su época, Edicep, Valencia 1974, p. 320.
117
AUBERT, R., Le pontificat de Pie IX, Paris, 1952; MARTINA, G., Pio IX, PUG 1702/ 38, 51 y 58. LÖNNE,
K-E., Il cattolicesimo politico nel XIX e XX secolo, Il Mulino, Bologna 1991, 349 pp. CHIRON, Yves, Pío IX,
Palabra, Madrid en UPCO 1676/43. Para un estudio del Vaticano I puede verse el libro de PEREIRO, J., pp
283-311: preparando el Concilio y 313-370: Concilio Vaticano I. TOCQUEVILLE, Alexis, Recuerdos de la
Revolución de 1848, Trotta, Madrid 1994, 293 pp. LECOMTE, B., Histoire des papes de 1789 à nous juors,
Paris 2013, 65-91.
63
118
MARTINA, tomo I, 85. ZIZOLA, G., Il Conclave … 151-164.
65
En lo doctrinal
Sin embargo, prácticamente desde el principio, el nuevo papa no
estaba decidido a ir más lejos y más en la línea de lo esperado por los
liberales. En su primera encíclica Qui Pluribus, (9-11-1846), complementada
por otra dirigida a los superiores de las órdenes religiosas, la Ubi primun
arcano (17-12-1848), se atacaba dura y crasamente al liberalismo y se hacía
una presentación-síntesis de las grandes coordenadas de lo que la Iglesia
pensaba de sí misma y de su misión.
Recibía, confesaba sentidamente el nuevo papa, su ministerio “del
mismo Príncipe de los Pastores”. Era consciente de que en el futuro tendría
que “hacer las veces de San Pedro, apacentando y guiando, no sólo corderos,
es decir, todo el pueblo cristiano, sino también las ovejas, es decir, los
Prelados”. A los que animaba e instaba no sólo a velar sino a combatir “con
constancia y fortaleza episcopal al terrible enemigo del género humano,
como buenos soldados de Jesucristo” hasta construir “un firme muro para la
defensa de la casa de Israel”.
Hacer de la Iglesia un muro firme en defensa de la casa de Isarel,
oponiéndose, en primer lugar, a los liberales. Los describe como “hombres
unidos en perversa sociedad e imbuidos de malsana doctrina”; como
personas que prestan oídos sordos “a la verdad”; como activistas que “han
desencadenado una guerra cruel y temible contra todo lo católico”,
esparciendo y diseminando “entre el pueblo toda clase de errores, brotados
de la falsía y de las tinieblas”. Su empeño, reconoce el nuevo papa, consiste
“en apagar toda piedad, justicia y honestidad; en corromper las costumbres;
119
CHIRON, Yves, Pio IX, 117-123
120
Sin ninguna presencia de los laicos. La dirección le correspondía al Secretario de Estado, que era a su
vez ministro del Interior y de Asuntos Exteriores. Los ministros restantes, es decir los responsables de las
carteras de Industria y Comercio, Obras públicas, Justicia, Ejército y Economía, eran cardenales.
66
121
DUPONT, A., ¿Hacia una Internacional neo-católica? Trayectorias cruzadas de Louis Veuilllot y
Antoponio Aparisi y Guijarro en Ayer 95 (2014/3), 211-236.
69
122
Véase al respecto el juicio que le merecían al obispo integrista Parisis: “Ya hace tiempo que deploro
las ilusiones y los estragos de esta escuela de acomodamiento. Está compuesta en general por hombres
honorables, pero temerosos y a los que nuestro Señor llamó modicae fidei. Estos hombres tiemblan por
la Iglesia de Dios, cuando ven la potencia y la extensión del racionalismo, y se persuaden de que, por
prudencia ella debe hacer concesiones que nunca ha hecho a este enemigo, pretendidamente nuevo”.
123
“Numerosos católicos de provincia y principalmente la masa del clero, escribe Aubert, desposeídos de
ese sentido de los matices, necesario para descubrir la parte de verdad que se buscaba en el liberalismo,
no podían admitir que la Iglesia tuviese que renunciar a los derechos y privilegios que había poseído, sin
lugar a dudas, durante siglos. Por su simplismo tanto como por su preocupación por una rigurosa
ortodoxia, de la que ellos mismos aumentaban las exigencias, se acomodaban mejor a posiciones
intransigentes de doctrinarios como Pie o dom Guéranger, ya que éstas más que buscar las posibilidades
de adaptarse a posibilidades concretas eminentemente complejas, preferían centrarse en los principios
para deducir después las consecuencias lógicas”.
70
125
Algo que el liberal A. Conchin expresaba de esta manera: “Ha sorprendido esta demostración de
poder, la unión y la extensión de la Iglesia. Se comprende que no ha llegado la hora de los funerales por
un ser tan vivo, tan colosal. Los acontecimientos seguirán su curso; pero Dios acaba de iluminar el poder
espiritual con un rayo que deslumbra a los perversos”. Texto citado por CHIRON, Y. Pío IX… 265, nota 6
126
El papa pudo reunirse con todos ellos. Sus palabras quedaron recogidas en la Alocución Maxima
quidem (9-6-1862). En el posterior texto del Syllabus 19 nuevas proposiciones provenían de esta
alocución.
75
sin advertir que la libertad hacía muy distinta la vida política a la que se había
llevado hasta el presente. No tenía sentido que los católicos siguiesen
sirviendo a un régimen en el que no se “admitía ni la igualdad, ni la libertad
política, ni la libertad de conciencia”. Si “en una mitad de Europa la
democracia ya es soberana; mañana lo será en la otra”, enfatizaba a quien lo
quisiera oír. La teocracia, en suma, estaba enterrada y no cabía mantener
durante más tiempo la alianza entre el trono y el altar. “La simple apariencia,
decía, de una alianza demasiado estrecha entre la Iglesia y el trono basta para
comprometerla y debilitarla”. De paso, alababa la libertad de culto y la
libertad de conciencia, considerándola como “la más preciosa, la más
sagrada, la más legítima, la más necesaria”. El papa, pese al afecto que sentía
por Montalembert, condenaba, por medio de una carta redactada por el
Secretario de estado, Antonelli, sus tesis. Tesis que estaba “en contradicción
con las enseñanzas de la Iglesia católica y con los hechos emanados de
distintos Soberanos Pontífices”. Digamos para terminar, que los discursos de
Montalembert fueron recogidos y publicados en un libro con título
paradigmático: La Iglesia libre en el Estado libre. Texto que fue
inmediatamente contestado con la publicación de otro libro del integrista
belga el conde de Val Beaulieu y cuyo título rezaba: L´erreur libre dans
l´Etat libre, que gustó mucho en Roma.
Las jornadas de Malinas se complementaron con otras que en el mes
de septiembre de ese mismo año se convocaron, a instancias de Döllinger,
en Munich. Unos ochenta hombres de ciencia católica procedentes de
Alemania, Austria y Suiza demandaron, dirigidos en todo momento por el
convocante, entera libertad a la hora de estudiar e investigar en las ciencias
eclesiásticas. De paso, criticaron la decadencia de estas mismas ciencias en
los países latinos, “afirmando que únicamente Alemania era dueña absoluta
de ´los dos ojos de la teología, a saber la filosofía y la historia”.
Evidentemente y muy pronto, las propuestas de los alemanes fueron
condenadas. El mismo Pío IX en un escrito dirigido al arzobispo de Munich
lamentaba que en un congreso de la categoría del tenido no se hubiese
aludido lo más mínimo a “la autoridad y misión del poder eclesiástico”. De
paso, les recordaba a los asistentes que no bastaba con respetar el contenido
de los dogmas, era necesario “someterse, tanto a las decisiones doctrinales
que emanan de las congregaciones pontificias, como a los puntos de doctrina
que, de común y constante acuerdo, son considerados en la Iglesia como
verdades y conclusiones teológicas, tan ciertas que las opiniones contrarias,
aunque no puedan ser calificadas de heréticas, merecen, sin embargo, alguna
censura teológica”129.
Si a todo esto añadimos el escándalo que produjo en toda Francia y
en todos los países de cultura francesa la publicación de La Vida de Jesús de
129
CHIRON, Y. Pío… 274-277
77
130
Para el teólogo dominico lo que verdaderamente echó a perder todo su potencial intelectual fue su
inclinación y cultivo unidireccional de sus grandes descubrimientos intelectuales, convirtiéndolos en una
sistemática “abstracción intelectual”. CONGAR, Y. Verdadera… 222
78
131
RONDET, E., Vaticano I. El Concilio de Pío IX, Bilbao 1963, 191 pp.
80
132
SCHATZ, K., El primado del papa. Su historia desde los orígenes hasta nuestros días, Sal Terrae,
Santander 1996, 213
133
Texto tomado del libro de SESBOÜÉ, B. La infabilidad de la Iglesia. Historia y teología, Sal Terrae,
Santander 2014, 299-300.
81
134
SCHATZ, K., El primado…. 215
135
SCHATZ, K., El primado… 216
136
SCHATZ, K., El primado… 219
82
137
SCHATZ, K., El primado… 219
138
SCHATZ, K., El primado… 217
139
SCHATZ, K., El primado… 218
83
la una y la otra (DS 1795), se analizaba “la parte que toca a la razón en el
cultivo de la verdad sobrenatural” y se afirmaba: que “la razón ilustrada por
la fe, cuando busca cuidadosa, pía y sobriamente, alcanza por don de Dios
alguna inteligencia, y muy fructuosa, de los misterios, ora por analogía de lo
que naturalmente conoce, ora por la conexión de los misterios mismos entre
sí y con el fin último del hombre” (DS 1796). Proclama, dicho lo anterior, la
imposibilidad de conflicto entre la fe y la razón (DS 1797-98), para
desembocar y desarrollar en “la mutua ayuda de la fe y la razón y de la justa
libertad de la ciencia” (DS 1799). El Vaticano I no solo condenó el
racionalismo, sino también el fideísmo y el tradicionalismo, que ponen en
cuestión que la razón pueda significar algo en el acto de fe, en el
conocimiento de la verdad.
142
SCHATZ. K., El primado… 225-226
86
las antiguas reglas, frente “al relajamiento que se había introducido durante
la época moderna”, un mayor fervor y una devoción casi a flor de piel.
Desde prácticamente el comienzo mismo de su pontificado, Pío IX, así
se expresa en su encíclica Ubi primum arcano, intervino en el gobierno de
las órdenes religiosas. Sus primeras medidas afectaron a los redentoristas y
a su gobierno general; en 1850 su curia general se traslada de Nápoles a
Roma y en esa misma fecha su nuevo superior general es nombrado con la
anuencia y aprobación del papa. Algo parecido acaeció en el nombramiento
(1850) del nuevo general de los dominicos. Las congregaciones florecieron
en obras apostólicas de todo tipo, movidas por una vida espiritual muy
intensa.
Dentro de las congregaciones religiosas destacó la Compañía de Jesús.
Si la espiritualidad y la vida de piedad, afirma Aubert, se hicieron
individualistas, “se debe en parte a ellos”. Los jesuitas fueron muy
aficionados a la oración mental, según el método de San Ignacio,
interpretado por el padre Rothaan y muy inclinados a los retiros cerrados.
Otra de las grandes congregaciones religiosas históricas que se
recuperó fue la orden de Santo Domingo, muy sabiamente gobernada por el
padre Jandel. Los franciscanos y los benedictinos tuvieron muchas más
dificultades y tuvieron que esperar casi hasta el final de siglo para ver
asegurado su carisma y misión. Se crearon muchísimas congregaciones
nuevas y, finalmente, aparecieron los Institutos Seculares.
pasando de la indiferencia por la liturgia a una vida litúrgica cada vez más
viva. La influencia de la espiritualidad ignaciana parece que pesó mucho en
la lentitud con la que se procedió. El gran adalid fue dom Guéranger. La
influencia de su monumental Año Litúrgico (1854) fue transcendental. Los
más conspicuos enemigos de la Iglesia decían de ella. “He aquí una obra que
hará tanto mal como bien hicieron las narraciones de Voltaire”.
Con el comienzo del movimiento litúrgico se consolida en toda la
Iglesia romana el triunfo de su liturgia. El mérito se debe indistintamente y
a partes iguales al papa Pío IX, a las distintas congregaciones romanas y a
dom Guéranger. Poco a poco fueron desapareciendo los privilegios de las
iglesias particulares, especialmente en Francia, hasta la consecución de un
único culto; culto inspirado en la Iglesia de la antigüedad y con el latín como
lengua vehicular y básica.
Algo parecido aconteció en el muy variado mundo de la música
sagrada. En este punto, al decir de Husymans, todo parecía feo y desdichado
dentro de las iglesias y templos católicos. A lo largo de la segunda mitad del
siglo XIX se fue imponiendo una verdadera reforma que buscaba la belleza,
el equilibrio y la consonancia estética con los nuevos tiempos y
sensibilidades burguesas de la época. Por otra parte, la Iglesia se había
impuesto purificar su liturgia de todo rastro chabacano y mundano. La
Congregación de Ritos de 1884 escribía al respecto: “Ejecutar en la Iglesia
cualquier frase, por mínima que sea, o toda reminiscencia de obras teatrales,
partes de danza de cualquier género, como polcas, valses, mazurcas,
minuetos, rondós, escocesas…. Canciones populares eróticas o bufonas,
romances, etc y utilizar instrumentos de música demasiado ruidosos, como
tambores, bombos, címbalos y parecidos, como los instrumentos de
saltimbanquis”, debía conjurarse y liquidarse. La revolución en este campo
se logró gracias al triunfo de la música instrumental, de la música polifónica
y del canto gregoriano. Destacamos, entre los principales músicos de la
época a Nicolás Jacques Lemmens (1823-1881) y César Frank (1822-1890);
en la polifonía a F. C. Gounod (1818-1893). Las asociaciones cicilianas de
la música en Alemania, inspiradas en los trabajos del sacerdote F. X. Witte
(1834-1883), coadyuvaron y potenciaron cuanto estamos diciendo.
Amén de los progresos en la composición musical eclesiástica, durante esta
época se lo logró la restauración del canto gregoriano. Una vez más, dom
Guéranger fue clave. La importancia de los monasterios benedictinos de
Solesmes y Beuron, (Alemanía) resultaron determinantes. Poco a poco se
fue imponiendo el canto llano.
Privaban en las iglesias cristianas los espacios para las bodas y las primeras
comuniones. Estamos en la época del neogótico.
91
143
T´SERCLAES, Mgr de, Le Pape Léon XIII. Sa vie, son action religieuse politique et sociale, vol 1 y 2 , Paris
1894,576 y 636 pp en UPCo 1676/7. HAYWARD, Fernand, León XIII, Barcelona 1952, 352 pp. UPCo
1676/28. GALINDO GARCIA, A y BARRADO BARQUILLA, J. (Eds), León XIII y su tiempo. Publicaciones
Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca 2005, 697 pp. VIAENE, V. (Ed), La papauté et le nouvel
ordre mundial. Diplomatie vaticane, opinión catholique et politique internationales au temps de Léon XIII,
Leuven Universiyt Press, Leuven 2005, 514 pp. UPCo 1676/48. ZAMBARBIERI, A., I cattolici e lo stato
liberale nell´etá di Leone XIII, Venezia 2008, 287 pp. UPCo 1677/229; CHENAUX, Ph. (a cura di), Leone XIII:
tra moderntà e tradizione, Lateraum 10 (LXXCI) 2, 185-413 y CASAS, S., León XIII, un papado entre
modernidad y tradición, Pamplona 2014 210 pp. UPCo 1676/54.
144
CARCEL, V., Historia de la Iglesia. III. La Iglesia en la Época Contemporánea, Palabra, Madrid 1999, pp
209, 216, 219-220.
92
145
DE CESARE, R., Il Conclave di Leone XIII (Con documenti), Cittá di Catello, 1887; MELLONI, A., Le
conclave. Les clés de l´election du pape, Paris, 2003. VIAENE, V., La papauté… p. 49.
146
HAYWARD, F., León XIII, Barcelona 1952, pp 33-48.
147
BARBICHE, B., Le conclave de 1878 ou les déboires d´un ambassadeur de France, en Le Pontificat de
Léon XIII. Renaissances du Saint Siege?, Études réunies par Ph. LEVILLAIN et J-M. TICCHI, Collection de
l´Ecole Française de Rome (368), Rome 2006, 55-63, especialmente 61
93
148
CASAS, S., León XIII, un papado 37-53
94
149
He aquí cómo veía la explotación del hombre por el hombre: “Cuántas quejas y cuán gravemente nos
tocó escuchar también en países que son considerados cimas de la civilización, por las exhaustivas horas
de trabajo impuestas a los que han de ganar el pan con el sudor de su frente. Y los pobres niños conducidos
al agotamiento en medio de precoces fatigas, no contristan también al observador cristiano, no sacan
palabras de fuego de un alma generosa, y no obligan a los gobiernos y parlamentos a estudiar leyes para
poner obstáculos a este tráfico inhumano”. Citado por CASAS, S., León XIII, un papado… 47-48
150
Víctor Manuel Arbeloa nos describe con su buen estilo al nuevo papa: “en su sede arzobispal Mons.
Pecci se dedicó al estudio y a la meditación de modo infatigable. Entre los cardenales italianos pasaba por
ser el que más vasto, profundo y claro conocimiento tenía de los problemas de su tiempo. Ágil de cuerpo
y de espíritu, sin la cordialidad espontánea de su predecesor, pero mucho más dueño de sí y de sus
decisiones, tiene el sentido de lo posible y el genio que le sugiere las vías oportunas, a veces
desconcertantes, hacia el fin meticulosamente prefijado.” Socialismo y anticlericalismo, Taurus, Madrid
1973, p. 13.
151
La devoción, como era habitual entre los católicos de la época, le mantenía a sus ochenta y cuatro años
en pie desde las cuatro de la mañana. Escuchaba a muy buena hora, mientras se preparaba para la
celebración personal de su Misa, un pequeño sermón, predicado por un padre capuchino; celebraba la
Misa en la que consumía unos buenos tres cuartos de hora; asistía y seguía entre oraciones personales y
rezos devocionales la misa celebrada por uno de sus secretarios. En tiempo de Cuaresma visitaba una de
las capillas en las que hacía el “Via Crucis, meditando algún tiempo en cada Estación”. A las siete rezaba
en su oratorio el Rosario y los domingos y viernes, siempre en el tiempo de Cuaresma, oía un sermón
predicado por un capuchino. Diariamente visitaba el tabernáculo…” Datos tomados de un suelto titulado
Método de vida de S. S. León XIII durante la Cuaresma, publicado en LA CRUZ, tomo I (1894), 190-191.
95
por cuanto del mundo pudiera repercutir en la Iglesia. Parecía tener una clara
vocación política.
Estaba convencido, pese al equívoco de su primera bendición papal,
de la importancia y del papel regenerador de la Iglesia. León XIII se propuso
al día siguiente de su elección salir de la sacristía en la que los papas
permanecían encerrados desde la pérdida de los Estados Pontificios e hizo
todo cuanto pudo para ponerse en contacto con el pueblo. Esta clara
vocación apostólica y, en su tanto, política, supuso una innovación respecto
al modo de proceder de su predecesor. Estilo que sus más directos
colaboradores, como su familiar el conde Conestabili, advirtieron en las
primeras palabras que dirigió al nuevo Secretario de estado, Alejandro
Franchi: Quiero hacer una política grande.
F. Jankowiak, conocedor de la política llevada a cabo por el papa
Pecci, ha demostrado que León XIII desde un principio se propuso
reconstruir la Respublica christiana. Una Respublica en la que se debía
mantener, siguiendo los ejemplos y la trayectoria de papas tan autorizados
como fueron León Magno, Gregorio VII e Inocencio III, “la supremacía de
la Iglesia sobre el Estado no solamente en materia religiosa sino también en
el campo político y social”.
Si la Iglesia había sido fundada por Cristo y si la Religión católica,
siempre con mayúscula, eran las únicas verdaderas, lo único que cabía hacer
era elaborar un programa al servicio de lo que esto significaba. Programa,
que se adivina en sus más importantes y decisivas de sus encíclicas, y que se
hace patente en sus acciones diplomáticas y apostólicas. Un programa
encarnado en su persona y prolongados en sus más directos e inmediatos
colaboradores.
Un programa que de una u otra manera se llevó a término desde la
Curia y por la Curia. La Curia Vaticana se entiende. Conviene, pues, que
prestemos la debida atención a su curia, a la Curia Vaticana. .
Dentro de su Curia, Jankoviak, Tricia y Durand ponderan la
importancia que tuvo la creación, siguiendo el modelo de los gobiernos de la
época, del llamado gabinete secreto, los perugini. Mullidores de todo lo que
en ella y desde ella se decidía. Una de sus figuras claves fue Gabriele Boccali
(1843-1892), su hombre de confianza, intérprete de su mente y muñidor de
las audiencias pontificias. Otro de los habituales de este gabinete secreto será
su obispo auxiliar, monseñor Carlo Laurenzi. Junto a los perugini, fueron
claves en su largo pontificado obispos como Luigi Rotelli, pastor de
Montefiascone, el maestro de ceremonias Antonio Cataldi así como un
nutrido y compacto grupo de ayudantes de cámara y de secretarios secretos,
entre los que cabe destacar a V. van den Branden de Reeth, rector del Colegio
belga.
Este equipo, equipo de gabinete, se encargó de ir transformando desde
el punto de vista de la diplomacia, interior y exterior, no tanto desde el punto
96
el gobierno del mundo, sobre los gobernantes. Los registros de tal cometido
fueron desde la reclamación casi permanente de la devolución de los Estados
Pontificios al gobierno italiano a la instauración de los llamados derechos de
Dios, fuente y origen de todo tipo de derechos; derechos administrados,
indudablemente, por la Iglesia.
Para llevar a término esta nueva vocación de la Iglesia y como siempre
ha sucedido en su seno se fueron reforzando las antiguas las nunciaturas, y
constituyendo otras nuevas. La revitalización que supuso la nueva política
de las nunciaturas, posibilitó, al decir de Jankowiak, el que la Iglesia pasase
en un tiempo relativamente corto de la resistencia a la conquista. Una
conquista, más bien reconquista, al decir de Ph. Levillain, encarnada en una
sutil alianza entre la acomodación y la intransigencia. Acomodación,
actualizando los principios enunciados hacía tiempo por Consalvi;
intransigencia hacia quienes dentro del seno de la Iglesia no aceptaban dicha
política, tal como pudo percibirse en algunas fases de la política del
raillement en Francia y en el intento de una reconversión del integrismo al
constitucionalismo en España. Una política que con el paso del tiempo y
fortalecida por sus propios éxitos, no estuvo lo suficientemente activa para
velar convenientemente por sus asuntos, sobre todo por aquellos que
consideraba como menores y tuvieron que ser corregidos durante el
pontificado de Pío X.
Dentro de lo que hemos caracterizado como temporalismo vertical
habrá que situar en lo que respecta al gobierno interior de la Iglesia y también
en lo que hace a sus relaciones con el exterior, así lo han denominado algunos
estudiosos de Lovaina, la importancia concedida a la creación de la opinión
católica. Viaene la define “como el proceso por el cual la Iglesia y el
movimiento social católico son reproducidos en tanto que actores de la esfera
pública” católica152.
152
VIAENE, V., Réalité et image sous le pontificat de Léon XIII en VIAENE, V., La paupaté… 34 y DURAND,
J- D-. Léon XIII, Rome et le monde en VIAENE, V., La paupaté… 57-58
98
153
ACERBI, A., La chiesa nell tempo. Sguardi sui progetti di relazioni tra Chiesa se società civile negli ultimi
cento anni, Vita e Pensiero, Milano 1979. Este autor dedica el primer capítulo de este libro, Ver pp 11-93
a la encíclica y al comienzo del pontificado de León XIII. DE LAMBIER, P., Un idéal historique concret de
societé. Le projet de Léon XIII, en Revue thomiste, 86 (1978), 3, 385-412 y la obra de COURTNEY-MURRAY
que se indica en la nota 1 del cap 1 del libro de ACERBI
99
que por muy generalizadas que estén”, contradigan su doctrina. El ideal del
nuevo papa era el de conseguir la unidad total de todos los católicos con su
persona, con su modo de proceder y pensar hasta lograr “que todos los fieles
unidos en un solo espíritu y en un mismo sentir, piensen como Nos y hablen
como Nos” (ID 12). Dicha identificación exigía estar “por entero de acuerdo
con la fe católica tanto en las letras como en la ciencia, y sobre todo en la
filosofía, de la cual depende en gran parte la buena dirección acertada de las
demás ciencias” (ID 12).
Claves en el triunfo de la religión eran la educación cristiana de la
juventud, la vida ordenada de los hijos dentro de la familia cristiana (ID 13)
y “la creación y fomento de asociaciones piadosas, que, con extraordinaria
ventaja de los intereses católicos, han sido fundadas modernamente.” (ID
14).
Medio año después en su segunda encíclica, en la Quod Apostolici
Muneris (28-12-1878), presentaba y condenaba como uno de los más
grandes de lo que ansiaba que fuera la respublica christiana: el socialismo.
El socialismo era calificado como “el cáncer natural que está invadiendo las
articulaciones más íntimas de la sociedad humana, poniéndola en peligro de
muerte” y los socialistas eran tachados de “sectarios”, señalando que su
principal objetivo no era otro que el de “derribar los fundamentos de la
sociedad civil”.
Si perniciosos eran los socialistas y destructivas para el orden social
sus doctrinas, gravísimas y peligrosísimas eran sus consecuencias respecto
de Jesucristo: no lo consideraban como al “autor de la redención del género
humano”; razón por la cual deseaban que fuera desterrado de las
“universidades, de los institutos, de los colegios y de todo el ámbito público
de la vida humana”. Lo triste, gritaba el papa, era que el socialismo había
llegado a “los hombres de las clases bajas”; quienes, “hastiados de la pobreza
de su casa o de su taller, ansían lanzarse contra los palacios y el patrimonio
de los más ricos”. La presencia del socialismo en la vida social, afirmaba el
papa, traería la inseguridad y la ruina del mundo (QAM 2). Había, pues, que
luchar contra él y contra todo lo que le identificaba como era: una suerte de
derecho nuevo, “contrario a la ley natural y divina” (QAM 3), un
igualitarismo universal, una concepción natural del poder y de la propiedad
artificiales y no naturales y, finalmente, una acusada e interesada defensa de
la revolución como camino del cambio social.
Saquemos las consecuencias de sus dos primeras encíclicas: una
visión muy negativa y enfrentada con el mundo, en la que se destacaba el
rechazo de éste de la Religión; una defensa a ultranza de ésta y un intento de
reposición de la misma como una fuente de salvación religiosa y como causa
del orden en el mundo. Esto supuesto, el papa se confiaba en sus obispos y
pueblo cristiano para constituir una especie de ejército, en el que todos
pensasen y sintiesen de manera parecida, en el que la unanimidad fuera la
100
norma, con una misión concreta: la transformación del mundo en una suerte
de respublica christiana. Uno de sus principales enemigos eran el comunismo
y el socialismo; el otro será el liberalismo y otro tercero, hijo de ambos, el
secularismo.
Si en sus dos primeras encíclicas León XIII se enfrenta a un mundo
que camina hacia una apostasía social y más en concreto al comunismo y al
socialismo, en las que siguen su gran enemigo será el liberalismo.
En la Diuturnum illud (1881) se perciben las consecuencias del
asesinato del Zar Alejandro II en la Rusia de 1881 y las enseñanzas que del
triunfo de la religión pueden seguirse para el establecimiento y
mantenimiento del orden: “Al conocer el nefando asesinato de un
emperador” y frente a los peligros y amenazas del terrorismo “contra los
demás reyes de Europa”, la Religión, en opinión del papa, seguía siendo la
única institución que garantizaba la estabilidad y el orden de los Estados, la
única que armonizaba los mutuos deberes de gobernantes y gobernados (DI
1).
De aquí se concluía frente al derecho nuevo, defensor del origen
natural del poder, que Dios era “el principio natural y necesario y origen del
poder político” (3). Lo que quería decir que el gobierno por unos de “la
multitud” así como la obediencia a la autoridad proceden del poder que Dios
que se lo ha otorgado a algunas personas para que puedan desarrollar la
misión que les ha sido encomendada (DI 7). “El pacto, en consecuencia,
clave en el liberalismo, fuente de la soberanía popular, es una ficción
inventada”.
Cuatro años más tarde, León XIII dará un paso más con la Inmortale
Dei (1885). En esta encíclica, calificada como el código de la política
cristiana, se criticaba el iusnaturalismo, campo en el que la nueva política
cimentaba el origen del poder, y se denunciaba el que los Estados del llamado
derecho nuevo excluyesen a la Iglesia de la vida política. Frente a esta
realidad excluyente, el papa creía que seguía siendo necesario apelar a los
valores del evangelio y a la autoridad de la Iglesia para fundamentar la
doctrina del Estado y así asegurar la paz y el progreso en el mundo, por lo
que en la sociedad, como primera instancia, debían mantenerse el culto y la
religión (ID 4). La Iglesia y la Religión, afirmaba el papa, constituía una
“sociedad sobrenatural” y espiritual, distinta y diferente de la sociedad
política. “Una sociedad genérica y jurídicamente perfecta”. Dado que su
finalidad es la más “noble de todas”, la Iglesia en lo que respecta la autoridad
es superior a la autoridad civil.
Pero por mucho que el papa afirmase la superioridad de la Iglesia
como sociedad perfecta estaba obligado a reconocer la existencia de la
sociedad civil. Existían, pues, dos sociedades, dos poderes, el eclesiástico y
el civil, soberanos ambos en sus respectivas esferas.
101
154
Rerum Novarum. Écriture, contenu et réception d’une Encyclique. Actes du colloque international
organisé par l’École française de Rome et le Gréco nº 2 du CNRS (Rome, 18-20 avril, 1991), Rome 1997,
711.
155
Cf. G. JARLOT, La Iglesia ante el progreso social y político, Barcelona 1967. Cf. para todo el desarrollo
histórico, DEPARTAMENTO DE PENSAMIENTO SOCIAL CRISTIANO, Una nueva voz para nuestra época (PP 47),
Madrid 2006, 3-138; I. CAMACHO, Doctrina Social de la Iglesia. Una aproximación histórica, Madrid 1991.
156
Cf. M. TOSO, Welfare Society. L’apporto dei pontefici da Leone XIII a Giovanni Paolo II, Roma 1995, 41-
50.
104
paso del tiempo y con el fruto de su sudor, este pequeño propietario agrícola
incrementará su patrimonio y se aficionará todavía más al ahorro. No
olvidemos que en el pensamiento y en la tradición de la Iglesia el ahorro
equivalía a la más «equitativa distribución de las riquezas». Con ello se
garantizaban una mayor abundancia de los productos de la tierra y un mayor
apego de los proletarios a su tierra, factores que acercarían las clases. Todo
ello exigía que «la propiedad privada no se vea absorbida por la dureza de
los tributos e impuestos». En la práctica, de cara a la resolución de la
contienda, se reforzaba el derecho de propiedad; derecho que en la teoría ya
lo estaba. Al fin y al cabo, era un derecho natural, que nadie podía abolir (cf.
RN 33).
Finalmente, la Iglesia aceptó en la medida en la que pudo la puesta en
práctica del llamado derecho de asociación. Derecho que tendría que ser
impulsado por el Estado y que bien ejecutado podría acercar a las clases
contendientes, sueño eterno de la Iglesia. En este punto, sin embargo, la
Iglesia miró más hacia atrás que hacia delante. Las modalidades asociativas
por ella propugnadas fueron: las sociedades de socorros mutuos, los
patronatos, las sociedades de obreros, los gremios, las sociedades mixtas de
patronos y obreros y todo tipo de asociaciones privadas (cf. RN 35-36).
La Iglesia, frente a la influencia del poder de los sindicatos y temerosa de su
pérdida de prestigio entre la clase obrera, sostuvo que los obreros católicos
deberían crear y constituir sus propias asociaciones; asociaciones
confesionales, se entiende. Con ellas quedarían asegurados sus principios y
se alejarían de los graves peligros que para la religión suponía militar en
instituciones en las que ésta era despreciada (cf. RN 37). La Iglesia, apelando
«a las leyes sociales de la religión» y a la restauración de las costumbres
cristianas (RN 40), optaba, frente a los sindicatos de clase, por los sindicatos
mixtos: sindicatos de obreros y patronos. La religión –mantenía y concluía
la RN–, restaurando las costumbres cristianas y haciendo del imperio de la
caridad la «señora y madre de todas las virtudes» (RN 41), era la única que
podía aproximar las clases sociales y erradicar la contienda social.
La publicación de la RN fue mejor recibida por la prensa y por la
opinión pública laica que por la opinión católica. Sin embargo, con el paso
de los años, la Iglesia católica multiplicó sus centros sociales y sus
sociedades de socorros mutuos; creó patronatos obreros y sociedades de
socorro; siguió defendiendo los gremios y alentando los sindicatos mixtos de
patronos y obreros. Los sacerdotes y religiosos se prodigaron en múltiples
iniciativas sociales; no pocos sacerdotes se llamaron y consideraron a sí
mismos como sacerdotes sociales. La sociología y la DSI se convirtieron en
enseñanza obligada en seminarios y facultades de teología. La Iglesia, por
fin, había encontrado su camino y sabía cómo responder a los graves
problemas de la clase obrera.
106
157
BRANDI, SJ. La politique de Léon XIII, Paris 1892?, 109+49 pp. UPCo 1676/38
158
TRINCIA, L,. Relations internationales et gouvernement central de l´Eglise en Le Pontificat de Léon XIII.
Renaissances du Saint Siege? Études réunies par Ph. Levillain et Jean-Marc TICCHI, École Française de
Rome, Rome 2006, pp 122-24.
107
160
HERDER, tomo VIII, 85
161
HERDER, tomo VIII, 86
162
HERDER, tomo VIII, 90-91. “En 601 parroquias pobladas por 646.000 almas no había ningún sacerdote;
en 584 parroquias habitadas por más de 1.500.000 almas, el número de sacerdotes había disminuido,
desde 1873, a la mitad”. Habían desaparecido 296 conventos y se habían secularizado 1181 religiiosas.
Datos tomado de MOURRET, F. o. p. 248.
110
Con la elección del papa León XIII comenzaron a cambiar las cosas.
El papa estaba convencido de que en el caso alemán el futuro de la Iglesia
en Alemania pasaba por la constitución de una alianza entre el papado y la
monarquía imperial prusiana163; alianza que acabaría, además,
convirtiéndose en un “verdadero frente de resistencia frente al socialismo y
la revolución”.
Por su parte, León XIII supo aprovechar la coyuntura. Justo al
comienzo de su pontificado el anciano emperador Guillermo sufrió dos
atentados, que pusieron en peligro su integridad. Dichos atentados alertaron
a los alemanes de que dentro de su imperio se estaba despertando una
sublevación contra el orden, motivada, según algunos, por los conflictos
religiosos que por aquella época se vivían.
Así las cosas, tanto Bismarck como León XIII hicieron desde el
principio todo cuanto estuvo al alcance de su mano para allanar el camino
hacia un necesario entendimiento. Entendimiento, digámoslo desde el
principio, que supuso orillar todo grupo político, en este caso el partido
Centrum, y de esta manera conseguir la paz en las relaciones de la Iglesia
católica con el nuevo imperio alemán.
Comenzaba la llamada política de los modus vivendi con sus
consiguientes negociaciones. Éstas empezaron en el verano de 1878. Un
encuentro en el balneario bávaro de Kissingen entre el canciller y el nuncio
Masella supuso el comienzo del fin del Kulturkampf. Con todo, no fueron
unas negociaciones fáciles. No lo fueron porque se estuvo jugando al menos
a tres bandas: la primera y principal, la representaban el papa y el canciller;
la segunda, sus hombres de confianza: el nuncio de Baviera Masella, el
nuncio de Viena Jacobini y los altos cargos administrativos y diplomáticos
del Imperio; la tercera, casi exclusivamente los obispos alemanes, los
representantes políticos del Cemtrum y la administración de la Curia romana,
que en nada coincidía con las propuestas y con el modo de entender la vida
y el papel que la Iglesia jugaba en la nación alemana. Pero más allá de estas
consideraciones, en el inicio de estas negociaciones se fueron dibujando los
trazos de la política exterior del Vaticano bajo León XIII. Las fuerzas
políticas, en este caso la fuerza del Cemtrum, o no eran tenidas en cuenta o,
en su defecto, tenían que estar bajo la dirección de la Curia y de los nuncios.
En un principio, con el ojo puesto en el objetivo final, la Iglesia cedió tanto
cuanto fáctica como doctrinalmente le fue posible. Lo práctico y el
posibilismo marcarían su rumbo político.
163
Leamos las palabras que el nuevo papa dirigía al emperador alemán nada más ser elegido: “Apelamos
a la magnanimidad de vuestro corazón para que se devuelva la paz y la tranquilidad de las conciencias a
los católicos, que constituyen una parte notable de vuestros súbditos. En cuanto a ellos, no dejarán,
como les prescribe la fe que profesan, de mostrarse deferentes y fieles a Vuestra Majestad con la más
concienzuda adhesión”, palabras tomas de Mourret, op cit 235.
111
164
HERDER, VIII, 115.
165
MOURRET, F., o. c. 252 y 253.
166
León XII, en opinión del autorizado THE TIMES, era uno de los grandes papas y de los que mejor sabían
discernir lo esencial de lo no esencial. El The Times respecto a la resolución de la crisis con Alemania: le
atribuye a León XIII el “restablecimiento de la paz religiosa”; le califica como “uno de los hombres más
notables que nos muestran los anales del Pontificado Romano (….) Con su gran prudencia que le hace
112
discernir los obstáculos, el Papa es, por lo que concierne a Roma, el supremo árbitro de estas laboriosas
negociaciones. León XIII tiene un espíritu bastante elevado para resolver las dificultades solicitadas por el
Príncipe de Bismarck y para resolverlas de acuerdo con éste último”. Para decir a continuación a modo de
conclusión: “no hay en el mundo contemporáneo una figura de una grandeza más real y más imponente
que León XIII… Nadie sabe separar mejor lo que hay de inmutable en el dogma de lo que es capaz de
transformación, y si Prusia le pide sacrificios en este dominio, si sus deseos no están detenidos por la
infranqueable barrera del dogma, León XIII colocará resueltamente su mano en la mano del canciller, y
estos dos hombres estarán orgullosos de encontrarse y de apreciarse el uno al otro” LA CRUZ (1883),
Tomo I, pp 119-120.
167
No olvidemos que el objetivo final era devolver a la Iglesia católica y a su clero todos los derechos de
los que disfrutaba antes de la Kulturkampf. Reclamaban, en consecuencia y además, la vuelta de todas las
órdenes religiosas.
113
168
HERDER, VIII, 131
114
169
LECANUET, E., L´Eglise de France sous la Troisième Rèpublique, París 1930, cuatro volúmenes.
Me sirvo e inspiro en un primer momento en las páginas que Gadille escribiera hace años en el tomo VIII
de Herder: Fracaso de la reconciliación en Francia, pp 161-175 y del tomo XXV DE EDICEP 193-208 así
como del tercer volumen de la Historia del Catolicismo en Francia de André Latreille y René Remond y
ENCREVÉ. A., GADILLE, J., y MAYEUR, J-M. La France. Storia del cristianesimo, vol 11, 449-486. CAPERAN.
L., Histoire de la laïcité française, 3 vol, Paris 1962 (Están en UPCO) LATREILLE, A. y RÉMOND, R., Histoire
du catholicisme en France. La periode contemporaine, Editions Spes, Deuxiéme edition, Paris 1962, pp
383-569.
170
LATRAILLE, A. y REMOND, R., 422
171
HERDER, VIII, 162
115
172
STORIA DEL CRISTIANESIMO, XI, 456
173
EDICEP XXV, 193
174
HERDER, VIII, 162
116
cambiante y que consideraba a los sacerdotes como personas que nada tenían
que ver con él.
Será durante este tiempo, cuando comienza el más duro
anticlericalismo175 y cuando la opinión pública, en aras de dividir y enfrentar
a los servidores de la Iglesia, compare permanentemente la dura existencia
de los sacerdotes diocesanos con la existencia más ordenada, exitosa, segura
y opulenta de los religiosos. El número total de éstos superaba los 30.000, de
los cuales 3.350 eran jesuitas; el de las religiosas alcanzaba las 128.000. Sus
escuelas y centros de enseñanza en los que atendían y servían a una parte
muy grande de la infancia y juventud francesa rondaba los 16.500; sin
embargo, la mayoría de las congregaciones carecía de autorización legal.
Años más adelante estas congregaciones fueron reordenadas por medio de
arsenal legislativo, que lentamente se les fue aplicando.
Su combatividad, celo, organización y dedicación a todo tipo de
ministerios y de trabajos hizo, por una parte, que su presencia en Francia
fuese reconocida como un triunfo de la Iglesia y, por otra, que desde las
esferas del poder público y desde la misma burguesía, fuesen contempladas
y juzgadas como instituciones particulares interesadas en su propio
crecimiento y guarda de sus privilegios. En el campo de la enseñanza
secundaria 309 colegios católicos más unos ochenta seminarios menores
educan unos 73.000. alumnos; un número parecido a los que se educaban en
los colegios y liceos del Estado. Los más activos y reconocidos en este
campo, especialmente en la segunda enseñanza, fueron los jesuitas, seguidos
de los colegios diocesanos, encomendados a los sacerdotes dependientes de
sus respectivos obispos. Años antes de la proclamación de la Tercera
República una tercera parte de los alumnos ingresados en las Academias y
Facultades técnicas de las que saldrían los altos funcionarios de la nación,
procedían de los colegios religiosos y de los centros y colegios de la
Compañía de Jesús. Además, como efecto de la ley Falloux, la presencia de
los sacerdotes en las distintas instancias de gobierno de la enseñanza estatal,
Consejo Superior de Instrucción Pública, Consejos Académicos, estaba más
que consolidada. Añadamos que en los liceos estatales la presencia del
capellán y la obligación de la enseñanza de la religión, así como la
permanente intervención de los sacerdotes, hacían que estas instituciones
estatales fuesen como una prolongación de las obras y colegios de la Iglesia.
El peso de la Iglesia en la enseñanza primaria no era tanto; el Estado,
como es natural, regentaba más del doble de establecimientos que los
congregacionistas: 51.657 frente a 19.890; otra cosa era la respuesta del
pueblo francés: los primeros educaban un total de 2.648.562 alumnos, los
segundo, bastante 2.068.373. Pero si atosigante era la presencia de la religión
y de la Iglesia en la enseñanza secundaria, todavía lo era más en la primaria.
175
LALOUETTE, J., La République anticlericale. XIX-XX siècles, Editions su Seuil, Paris 2002.
117
La tutela de los sacerdotes sobre el maestro fue tan absorbente que, también,
en este ámbito las escuelas elementales francesas eran verdaderos
sucedáneos de las escuelas congregacionistas. Los teóricos de la República,
tal como puede comprobarse en el Diccionario pedagógico de Buisson,
reivindicaban como necesaria la secularización de las escuelas.
A nadie, pues, le podrá extrañar el que los sacerdotes y sobre todo los
religiosos fuesen calificados por sus enemigos con el apelativo: de moines-
ligueurs (monjes avariciosos). Los consideraban como un ejército que
actuaba en bloque a las órdenes de una autoridad extranjera, “en vistas de la
dominación del Estado y de la opresión de las libertades individuales”176;
enriqueciéndose hasta por encima de la ley. El creciente y sostenido
patrimonio de los religiosos los convertía en una nueva versión de lo que
durante mucho tiempo con referencia a los religiosos se denominó manos
muertas: grupos que se enriquecían, pero que no ponían su riqueza al servicio
de la nación. Los religiosos, tachados de avariciosos y ventajistas, y la nueva
república democrática eran incompatibles.
Repetimos con Latreille y Remond que la actitud de León XIII fue
muy distinta a la de Pío IX. Pese a sus buenas intenciones y a su posibilismo,
con la llegada de los republicanos al poder comenzaba en Francia una debate,
mejor, una guerra de principios. Los republicanos, habitados por un
anticlericalismo en muchos de ellos visceral y muy cultivado, estaban
decididos más que nunca a llevar adelante el ideal de una sociedad laica, de
un Estado dueño de sí mismo y de una neutralidad por encima de los intereses
de todos. Los católicos entendieron la propuesta de los republicanos como la
amenaza de una apostasía nacional, que comportaba la negación de los
derechos de Dios y de la Iglesia, el sufrimiento de una injuria hacia el pasado
de Francia y, sobre todo, la negación de los derechos y deseos de la mayoría.
La primera y casi única batalla estuvo dirigida, como muy bien estudió en su
tiempo L. Caperan, a desmontar la Ley Falloux (1851), a ganar la escuela
para la República, único medio, en opinión del ministro de Instrucción
Pública, Jules Ferry (1832-1893), de construir sobre base segura e igualitaria
un Estado nuevo.
El gran impulsor de estas nuevas medidas fue el citado ministro de
Instrucción Pública, Jules Ferry. Ferry fue un católico convertido al
positivismo, masón declarado, y campeón de la educación popular. Ferry con
la aprobación de la ley del 19 de marzo de 1879, además de modificar el
Consejo General de Enseñanza y los Consejos Académicos, prohibía enseñar
a las congregaciones no autorizadas. En realidad, este artículo iba contra la
enseñanza de los jesuitas. 261 establecimientos educativos, dirigidos por las
más importantes congregaciones religiosas, fueron clausurados.
176
LATREILLE, A. y REMOND, 433
118
177
EDICEP XXV, 194. Nota 10.
119
178
HERDER VIII, 164
120
179
EDICEP, XXV, 195, nota 18.
180
POTTIER, R., Le Cardinal Lavigerie apotre et civilisatuer, Paris 258 pp. UPCo 2768/58
181
HERDER, VIII, 168
122
184
HERDER, VIII, 169.
185
LATRAILLE, A. y REMOND, R., 473-474
123
186
HERDER, VIII, 173
124
187
LATRAILLE, A. y REMOND, R., 484
125
188
EDICEP, XXV, 199, nota 60.
189
Vale la pena entresacar algunas frases que el papa dirigiera el 4 de agosto de 1881, días después del
intento de secuestro del cadáver de Pío IX camino de la Iglesia de san Lorenzo. “¡Vea claramente el mundo
entero la seguridad de que goza la ciudad de Roma! Si no se han podido trasladar a través de la ciudad las
cenizas de Pío IX sin dar lugar a las violencias más escandalosas, ¿quién podrá impedir a los malvados
desplegar la misma audacia si nos viesen salir por la ciudad con el aparato que conviene a nuestra
dignidad? Así resulta cada día más evidente que no podemos permanecer en Roma sino continuamente
prisionero en el Vaticano” (NOTA, MOURRET, F., p 36,1)
127
190
Sus quejas no podían ser más comedidas: “Que se diría si la suprema autoridad política, cuando escoge
para el ejército los jefes reputados más aptos, y para las provincias los gobernadores tenidos por más
hábiles, debiera esperar, antes de que pudieran asumir el mando, el beneplácito de otra autoridad, que
se negase a darle, o hiciera transcurrir mucho tiempo sin motivo plausible?” MOURRET, 39
129
dentro del contexto y del gobierno del papa Pecci. Las misiones católicas
llevadas a cabo durante el pontificado de León XIII191. Aun cuando León
XIII no haya sido considerado como un papa misionero, nadie podrá dudar
de la importancia concedida a las misiones durante su pontificado. El
desarrollo de las misiones durante su pontificado debe ser considerado,
dentro de su política internacional, como un momento cualificado no sólo
para realimentar sus relaciones diplomáticas sino para coordinar la acción
diplomática y misionera dentro de un proyecto católico global muy activo.
Amén del incremento de la acción llevada a cabo a lo largo y ancho
de los cinco continentes por Propaganda Fide, que supuso la creación de 50
nuevos vicariatos apostólicos y 39 prefecturas, los más sobresaliente de su
pontificado tal vez sea “la integración de las misiones exteriores en el
gobierno de la Iglesia”; un gobierno cada vez menos europeo y más católico
y universal. Dicha integración estuvo acompañada por la priorización de la
formación del clero indígena, por el establecimiento exclusivo, más allá de
las tradiciones imperialistas o regalistas, de la autoridad del papado y la
búsqueda de la autonomía financiera de todos y cada uno de los nuevos
territorios misioneros.
Consecuencias de tan importante esfuerzo fueron: la elaboración y
mantenimiento de toda una estrategia para conseguir todo el control posible
de las nuevas iglesias por parte de Roma en lo que se ha denominado el
establecimiento en las misiones del espíritu romano, dentro del cual el
papado no sólo sale garante de la ortodoxia doctrinal sino de la ortopraxis;
las nuevas iglesia deberían acomodarse lo más posible al espíritu romano, lo
cual entrañaba la formación de los futuros sacerdotes en sus respectivos
colegios nacionales, sitos en Roma, corazón de la cristiandad; el
establecimiento, igualmente, en Roma de una Procura, una especie de
consulado de las distintas congregaciones misioneras para despachar
directamente con el Vaticano y de esta manera asimilar lo que de Roma
partiese y, finalmente, el control de los nombramientos eclesiásticos, en los
que se trababa de compensar, por una parte, los intereses de Roma con los
ineludibles intereses de los imperios coloniales.
Al hilo de lo anteriormente indicado, el intento de llegar en el campo
de las misiones y de las relaciones internacionales lo más lejos posible. Será
en este tiempo cuando la Iglesia establecerá relaciones diplomáticas con
países tan alejados de Roma como China, Japón y Abisinia.
191
MOURRET, F., La Iglesia contemporánea…. 345-411. PRUDHOMME, Claude, Stratégie missionnaire et
grande politique sous Léon XII. Le heurt des logiques, en VIAENE, V, La papauté…. 351-379. PRUDHOMME,
Claude, Misioni cristiane e colonialismo, 2007, 124 pp. UPCo 2744/13. PIROTTE, J., La pénetration du
christianisme dans les cultures non-eurpéennes: dynamique, enjeux et strategies (1815-1950) en
ARMOGHATE, J. R, Histoire générale du christianisme… vol 2, 663-713.PRUDHOMME, C., Stratégie
missionnaire du Saint-Siege sous Léon XIII (1878-1903). Centralisation romaine et défits culturels, Roma
1994, 621 pp en UPCo 2744/14
131
192
POTTIER, R., Le cardinal Lavigerie. Apotre et civilisateur, Paris 1947, 236 en UPCo 2768/58 . LA BELLA,
G., Léon XIII et la bataille antiesclavagiste en LEVILLAIN, Ph., Le pontificat de Léon XIII …, 250-264.
193
PRUDHOMME, C., Missioni cristiane e colonialismo, Milano 2007, 124 pp. UPCo 2744/13
132
196
MARTINA, G., L´apertura dell´Archivio Vaticano: il significato di un centenario en Archivum Historiae
Pontificiae 19 (1981), pp 239-305; SEMENARO, Cosimo, (Ed), Leone XIII e gli studi storici. Atti del
Convegno Internazionale Commemoratibo. Cittá del Vaticano, 30-31 ottubre 2003. Librería Editrice
Vaticana 2004, 270 pp.
135
papado y la Iglesia salieron muy bien parados. Se imponía, cosa que no era
frecuente entre los historiadores católicos italianos como Guicciardini, Bota
y hasta el mismo Muratori, la profesionalidad al credo, la verdad a la
mitología y la ciencia a la propaganda. León XIII acuñó con inteligencia
práctica y con cierto aire de superioridad una frase que sigue vigente entre
los historiadores que frecuentan el Archivo Vaticano: “la Iglesia no debe
temer la verdad”.
Con el paso de los años, los objetivos del Papa se vieron más que
cumplidos: los Archivos Vaticanos y la Biblioteca Apostólica se convirtieron
en una especie de cantera y arsenal, al que pudieron acceder de manera libre
y científica cuantos buscaban y amaban la verdad. Roma, a su vez, congregó
importantes sedes nacionales de estudios históricos. Su labor a lo largo de
más de cien años ha supuesto no sólo la renovación de la historia de la
Iglesia, sino el inicio y la culminación de estudios complejos en los que la fe
y la razón, las historias nacionales y la misma historia de la Iglesia, han
alumbrado un mejor y más matizado conocimiento de las siempre
particulares relaciones de la Iglesia con el mundo197
CONCLUSION PROVISIONAL
El CÓNCLAVE DE 1903
El cónclave del que salió elegido papa el cardenal Sarto presentaba un
perfil y un cariz muy distintos del que eligió a su predecesor. Parte de la
Curia pensaba que un digno candidato sería el cardenal Rampolla, secretario
de Estado y mano derecha del difunto papa, “intransigente en la cuestión
romana y auspiciador de1 diálogo con la cultura moderna”. Otros, ante los
problemas que se estaban anunciando y ante la fatal política con Italia, cada
día más fortalecida en el interior y con más prestigio en el exterior, y la cada
vez más anticlerical Francia, abogaban por instaurar, de nuevo, una línea
parecida a la que había mantenido Pío IX. No pocos, hartos de políticos y
curiales, deseaban un pastor, avezado en el ministerio episcopal y, a ser
posible, lejano de la Curia.
Amén de estas legítimas “candidaturas”, los gobiernos de las naciones
se habían dado cuenta, algo que no sucedió en 1878, de que contar con el
prestigio del papa y de tenerlo de su parte, podría ser capital para sus
respectivas políticas. El candidato de los franceses era, qué duda cabe,
Rampolla; enemigo, por antonomasia, y nada querido por el Imperio
Austriaco. Ante la negativa de los “representantes” del Imperio y ante el veto
interpuesto a la candidatura de Rampolla por medio del Cardenal Puzyna,
cardenal de Cracovia199, los electores se acabaron inclinando por Giuseppe .
Sarto, patriarca de Venecia, que salió elegido por 50 votos frente a los 10
votos que mantuvieron su apuesta en favor de Rampolla. El cuatro de agosto
198
ROMANATO, G., Pio X. La vita di papa Sarto, Rusconi, Milano 1992, 341 pp UPCo 1718/208. LAUNAY,
M., La papauté á l´aube du XX siecle, Cerf, Paris 1997, pp 133-215 y 282-339 en UPCo 1676/42. LA BELLA,
G., Pio X e il suo tempo, Il Mulino, Bologna 2003, 840 pp; está en UPCo. ROMANATO, G., Pío X. En los
orígenes del catolicismo contemporáneo, Madrid 2018, 447 pp
199
Don Benito Pierami, abad benedictino de Valombrosano, en su vida de Pío X, reproduce las palabras
que pronunció Rampolla tras el veto de Austria “Deploro vivamente la gran herida que la autoridad civil
infiere a la dignidad del Sacro Colegio y a la libertad eclesiástica; en cuanto a mi persona declaro que nada
me podía ser má honroso ni más agradable”. La primera reacción de los cardenales fue votar con un voto
más a Rampolla en el escrutinio siguiente. PIERAMI, B., Vida del siervo de Dios Pío X, Turín, 1929, p. 108.
F. Hayward opina, sin echar por tierra la tesis oficial, que el veto del cardenal Puzyna tal vez se preparó
en la ribera del Tíber y no en la del Danubio al considerar, por una parte, la imposible elección de Rampolla
como un futuro León XIV y al comprobar, por otra, los deseos de la nación italiana que de ninguna de las
maneras querían por su defensa cerrada de la Cuestión Romana a Rampolla como papa. HAYWARD, F.,
Pío X, Barcelona , 37-39.
138
200
PERNOT, Maurice. La politique de Pie X (1906-1910), Paris 1910, 297 pp. UPCo 1677/211.
201
HÜNERMAN, W., San Pío X. La llama ardiente, Barcelona 1961, 7-107.
139
202
HÜNERMAN, W., San Pío X… 162-190
140
203
Convencido de la importancia de la música no dudo en encargarle la dirección del Coro de San Marcos
al músico Lorenzo Perosi. Perosi, bajo la guía de los más importantes maestros de París, Solesmes y otros
lugares, inauguró su ministerio musical con la interpretación de una misa de Pier Luigi Palestrina. La
música y los tonos del gregoriano tomaban asiento en San Marcos de Venecia; con el paso de los años y
el padrinazgo del que más tarde sería el papa Pío X, ganaría el corazón de la Iglesia universal .
204
HAYWAR, F., Pio X, Barcelona, p. 91.
205
AUBERT, R., Pio X tra restaurazione e reforma en Storia dei Papi a cura di GRESCHAT, M. y GUERRIERO,
E, Cinisello Balsamo 1994, 673-677
141
DE VENECIA A ROMA
Aunque gozaba del prestigio y de la admiración de los cardenales
electores italianos no curiales, nadie podía imaginar que saliera elegido papa
en el cónclave de agosto de 1903206. Finalmente, un eclesiástico alejado de
las nunciaturas y de la carrera diplomática, todo un signo de los nuevos
tiempos que la Iglesia afrontaba, era elegido como sucesor de Pedro. Un
papa, en definitiva, del que se esperaba un gobierno muy distinto del de su
predecesor. La santidad, eso era lo que se esperaba, debía sustituir a la
diplomacia207. Su elección gustó a la mayoría de los sacerdotes. Veían en él
a un igual, a uno que había recorrido todos los peldaños de la jerarquía
eclesiástica. No satisfizo, en cambio, a personas de mediana cultura que
lamentaban que un hombre de formación exclusivamente eclesiástica, un
pobre y sencillo sacerdote, fuese capaz de llevar adelante la misión que se le
encomendaba. El tiempo dirá.
¿Sería capaz el nuevo papa de mantener sus señas de identidad o sería
asimilado a los pocos meses de ejercer el ministerio de Pedro por la corte
pontificia y por los intereses de las naciones católicas? Parece que no fue
asimilado. Desde el principio se mantuvo en la independencia en la que
siempre había vivido. Su estilo de vida siguió siendo tan disciplinado y casi
espartano como siempre. Al Sarto papa lo único que le importaba era su
misión: el cuidado de la Iglesia, el mantenimiento de la pureza de su doctrina.
A lo largo de su pontificado mantuvo una cuidadosa, hasta puntillosa,
administración del dinero. Tampoco se desprendió de estilo autoritario que
le había acompañado a lo largo de su vida. Se hizo incluso más reservado de
lo que lo había sido hasta entonces. Mantuvo hasta la víspera de su muerte
un celo grande por todo lo que hacía referencia a su persona y a sus enseres
personales. Cuando alguien o algo le contradecían manifestaba gran fastidio.
Actuó de papa con el mismo estilo rápido y hasta precipitado con el que había
actuado a lo largo de su vida pastoral. En su manera de hacer y de decidir se
mostraba poco inclinado “a repetir dos veces el mismo orden”208.
206
ZIZOLA, G., Il Conclave. L´elezione papale da San Pietro a Giovanni Paolo II, Roma 2005, 172-186
207
“Hoy tenemos un Papa, León XIII, escribía el famoso abogado milanés Contardo Ferrini en 1900, hoy
beato, que, con su ciencia profunda, su mirada sagaz, su habilidad, ha levantado prodigiosamente, y por
encima de cuanto pudiera esperarse, la situación de la Iglesia en el mundo. Pero a la muerte de León XIII,
continuaba escribiendo, la Iglesia puede necesitar un jefe supremo que la conduzca más estrechamente
a las virtudes evangélicas de los tiempos apostólicos, a la bondad, a la caridad, a la pobreza de espíritu, a
la mansedumbre, para ejercer una más amplia influencia sobre las masas populares”. DANIEL-ROPS, La
Iglesia de las revoluciones. Un combate por Dios, Barcelona 1965, 69
208
ROMANATO, pp 244-245
142
209
ROMANATO, G., Pío X. En los orígenes …294-299.
210
Sobre la elección del aristócrata español Rafael Merry del Val como Secretario de Estado puede verse
ROMANATO, G., Pio X. La vita di papa Sarto, Milano 1992, 228-234
211
BARCELONA, Antonio María de, El cardinal Vives y Tutó, Barcelona 1916, 515 pp
212
AUBERT, R. Pio X tra… 700-704
143
213
Su Secretario de estado, el cardenal español Merry del Val, fue testigo de este profundo sufrir: “a veces
parecía un poco duro. Con que energía el Papa nos ordenaba arrancar las malas hierbas de la parte del
campo de la Iglesia que nos había confiado a nuestros cuidados. Se veía, se leía en sus ojos tristes y dulces,
luminosos, como velados por una sombra: ´Yo también sufro, sufro más que vosotros, pues desde todos
los lados debo actuar; debo reprimir, golpear, yo, el padre, el Padre de todos. Me obliga el deber de mi
carga, un deber ineluctable; el peligro de la Iglesia me preocupa, me tiene tomado, el peligro de fuera y
el peligro de dentro, más peligroso todavía: tengo el derecho de saberlo incluso si sufro. Menos dramático
y mucho más sencillo y práctico, en cambio, se mostraba con los peregrinos que acudían a Roma, a quienes
sin mucho protocolo les manifestaba cuanto anidaba en su corazón. A los peregrinos moravos, les decía:
“Bendigoos a todos, grandes y pequeños, ricos y pobres; que los buenos se mantengan buenos, que los
que se han desviado del recto sendero, vuelvan a él; que los padres eduquen a sus hijos; que los hijos
hagan honor a las canas de sus padres y al país que ha alimentado”. Y en otras ocasiones: “Decid a los
ricos que sean generosos en hacer limosnas; decir a los pobres que estén orgullosos de haber sido
escogidos para vivir representando a Cristo en la tierra. Recomiéndoos no os envidiéis ni odiéis a otros,
sino que practiquéis la resignación y la paciencia” en PIERAMI, B., Vida … 120-121.
144
214
ROMANATO, G., Pío X. En los orígenes … 310
145
220
“Es dulce, suave, fácil de aprender y de una belleza tan nueva y tan insospechada que donde quiera
que se ha introducido ha suscitado verdadero entusiasmo…. Contribuye a aumentar la magnificencia y
esplendor de las ceremonias eclesiásticas y, por consiguiente, su propio objeto consiste en añadir un
alcance mayor todavía al mismo texto, que debe ser en latín, para que de esta manera los fieles estén más
fácilmente inclinados a la piedad… La música debe ser santa, evitar todo carácter profano en sí y por parte
de los ejecutantes”.
149
8-1910) en la que se fijaba la edad mínima de los niños para poder recibir la
comunión.
Sarto, antes de ser nombrado papa, había mostrado sumo interés por
el fomento de la comunión frecuente. Era un fiel seguidor de pastores de la
categoría de un Frasinetti y de un don Bosco en Italia, de los obispos Gerbet
y Dupanloup en Francia y un entusiasta seguidor del movimiento eucarístico
belga. Una vez coronado papa, Sarto aprovechó la celebración en Roma en
junio de 1905 de un Congreso Eucarístico Internacional para sacar adelante
sus propósitos. En el acto de clausura alabó la práctica de la comunión
cotidiana, puso fin a las polémicas que en Bélgica habían encendido la pasión
de importantes eclesiásticos y prometió numerosas indulgencias a quienes
rezasen para que la comunión frecuente fuese una práctica al alcance de
todos. A finales de 1905 aparecía publicado un decreto titulado De
quotidiana SS Eucharistiae sumptiione. Dos únicas condiciones se exigían
para comulgar diariamente: el estado de gracia y la recta intención. En dicho
decreto se insistía en que se hiciesen todos los esfuerzos necesarios para que
los alumnos de todos los establecimientos educativos católicos acabasen
amando y practicando la comunión frecuente. A nadie le podrá extrañar que
durante este tiempo se constituyesen ligas y asociaciones como los
Caballeros del Santísimo Sacramento en Inglaterra y que la Congregación
de las Indulgencias fomentase desde 1907 la celebración de triduos
eucarísticos destinados al mismo fin. La popularidad y la frecuencia de
Congresos Eucarísticos a todos los niveles contribuyeron de manera
manifiesta en el mismo propósito; en el Congreso celebrado en Lourdes se
tuvo la iniciativa de crear una gran cruzada eucarística infantil, que adquiriría
en la posguerra europea una inmensa popularidad. Otro punto que con el
paso de los años se fue aclarando fue la edad mínima a la que un cristiano
podía comulgar. En el decreto Quam Singulari (8-8-1910) se establecía la
edad de discreción, la edad en la que un niño comienza a distinguir lo bueno
de lo malo y que coincidía en aquella época con los siete años. Estas y otras
muchas disposiciones tuvieron que esperar un cierto tiempo para que la
comunión frecuente calase en el pueblo católico.
Esta importante reforma estuvo acompañada por dos reformas más: la
del calendario litúrgico y la del breviario. El breviario vio reducidas
drásticamente las fiestas de los santos a favor de la recitación de los salmos
hasta ser elevados a la categoría de oración oficial de la Iglesia.
El fomento de la comunión frecuente y la reanimación de la vida
cristiana comporta un especial cuidado de la catequesis y de los catequistas.
150
221
De cara al mantenimiento y restauración de la Doctrina cristiana, el papa desea establecer para todas
las diócesis “las siguientes disposiciones que habrán de ser rigurosamente guardadas y cumplidas”. 1
Todos los párrocos y sacerdotes deberán instruir por medio del Catecismo a todos los niños y niñas
“durante una hora entera todos los domingos y fiestas del año, sin exceptuar ninguno…. en cuanto deben
creer y obrar para alcanzar la salvación eterna”. 2. Los sacerdotes deberán preparar a niños y niñas “en
época fija del año, y mediante instrucción que ha de durar varios días, a recibir dignamente los
Sacramentos de Penitencia y Confirmación”. 3. Harán lo mismo de cara a la preparación de los niños y
niñas “para que santamente se acerquen por primera vez a la Sagrada Mesa…” 4. En todas las parroquias
deberá instituirse la Congregación de la Doctrina Cristiana, “con la cual, principalmente donde ocurra ser
escaso el número de sacerdotes, tendrán los párrocos auxiliares del estado seglar para la enseñanza del
Catecismo, los cuales se ocuparan en este ministerio, así por el celo de la gloria de Dios, como por lucrar
las Santas Indulgencias con que los Romanos Pontífices han enriquecido esta asociación”. 5. En aquellas
poblaciones donde haya posibilidades y abunden los centros de estudio teológico y sobre todo “liceos y
colegios, fúndense escuelas de religión para instruir las verdades de fe y la vida cristiana, a la juventud
que frecuenta las aulas públicas en que no se mencionan las cosas de religión. 6. Dado que la ignorancia
religiosa es muy abundante entre la gente de edad adulta, conviene que los párrocos, además de predicar
todos los domingos y días de fiesta, hagan lo posible para que el mayor aflujo de personas puedan recibir
“en forma sencilla y acomodada a sus inteligencias”, el Catecismo del Concilio de Trento. “De tal modo
que en el espacio de tres o cuatro años expliquen cuanto se refiere al Símbolo, los Sacramentos, el
Decálogo, la Oración y los Mandamientos de la Iglesia”.
222
“teorías nuevas y reprensibles se extienden sobre la naturaleza de la obediencia; y lo que es más grave
se propagan máximas, más o menos ocultas, entre los jóvenes que se preparan al sacerdocio en el interior
de los seminarios, como si se quisiera desviar con el tiempo las nuevas promociones al grupo de los
rebeldes…”.
151
todos aquellos espacios donde transcurre la vida humana. Las virtudes que
un sacerdote debía aprender, mantener y desarrollar tenían mucho más que
ver con la piedad que con la ciencia. Pues la piedad acababa venciendo todos
los males, mientras la ciencia podía conducirlos al orgullo y a la contumacia.
Los sacerdotes, no lo olvidemos, representaban a la Iglesia ante los fieles y
también eran los llamados a formar parte de la jerarquía eclesiástica.
Todo este programa sacerdotal exigía la más cuidada, acertada y mejor
formación de los futuros sacerdotes. Sarto consideraba que los seminarios,
especialmente los de las diócesis más pequeñas y los ubicados en las
capitales de provincia, no eran los lugares aptos para la formación que se
pretendía. En orden a la consecución de estos objetivos publicó en 1905 un
Programma generale di studi y al año siguiente las Norme per l´ordinamento
educativo e disciplinare. Se quería que los estudios eclesiásticos se
equiparasen a los que de las escuelas públicas. Para ser ordenado se exigía la
estancia obligatoria de los fututos sacerdotes en el seminario; en caso
contrario no podría ser ordenado. Con esta medida se ponía fin a la enseñanza
externa de los seminaristas.
Coincidiendo con el octavo centenario de san Anselmo, redactó la
Communium rerum, 21 de abril de 1909, en esta encíclica se dibujaba el
modelo del obispo Entre sus principales obligaciones destacaba la de vigilar
en auxilio del papa la pureza de la enseñanza de la doctrina de la Iglesia. Los
obispos eran el brazo ejecutor del poder central de la Iglesia como también
lo eran los laicos y los miembros de las más diversas asociaciones,
constituidos en falanges en pie de guerra.
La restauración de todas las cosas en Cristo223 dependía de la
reanimación de la vida cristiana de los fieles católicos. Una cosa acompañaba
a otra. Nada podía ser restaurado en Cristo, si lo cristianos desconocían la
persona de Cristo y vivían su vida diaria con criterios mundanos. Conocemos
gracias a la lectura de la Acerbo nimis el deficiente estado en el que se
encontraba la vida cristiana así como los objetivos y medios propuestos para
su remedio. La tenacidad de Sarto y la necesidad de instruir a grandes y
pequeños acabó con la publicación en octubre de 1912, después de varios
ensayos, de un catecismo para la diócesis de Roma; catecismo que con el
tiempo acabaría denominándose el catecismo de Pío X.
223
“Restaurar en Cristo, no sólo lo que propiamente pertenece a la divina misión de la Iglesia, que es
conducir las almas a Dios, pero también, lo hemos explicado, cuanto se deriva naturalmente de esta divina
misión: la civilización cristiana en el conjunto de todos sus elementos y en cada uno de los que la
constituyen”. De la Firmo proposito. Traducción de la Revista LA CRUZ 1905 (2), 7
152
224
Visión general de los partidos políticos de raíz cristiana: MAYEUR, J-M., Partiti cattolici e democazia
cristiana in Europa. Ottocento-Novecento, Milano 1983349 pp. UPCo 418/565.
225
No hemos encontrado una versión oficial de la misma. Nos servimos de la traducción que apareció en
la revista LA CRUZ , vol 2 (1905), 3-19
153
226
(NOTA. Ver en las páginas 5-6 de esta edición, la traducción de la revista LA CRUZ (UPCo 1083), se
ofrece una descripción de la civilización cristiana).
227
Il fermo proposito, página 11.
228
Ibidem, 14
154
229
Ibidem, 15-16.
230
Ibidem, 17
231
Ibidem, 17-18
155
232
BOTTI, A., Romolo Murri e l´anticlericalismo negli anni de ´La Voce´, Urbino 1996, 197 pp,
especialmente 13-80.
233
MAYEUR, J-M., Partiti cattolici… 143-154
234
LAUNAY, M., La papauté…186-196
156
parecidas razones, primero por los obispos franceses, y por Roma después.
Son Le Sillón235, en castellano el Surco, y la Actión français.
Le Sillon nació y creció antes que el papa Sarto recomendase en Il
fermo proposito la creación de la Unión popular cristiana a nivel diocesano
y a nivel interdiocesano. La dedicación de los sacerdotes sociales Lemire,
Garnier y Maudet favoreció el surgimiento de Le Sillon. Nacía en 1894
dentro del seno de las congregaciones juveniles establecidas en el colegio
San Estanislao de París y en torno a la publicación juvenil del mismo
nombre. Desde un principio su finalidad no fue otra que la de lograr la
reconciliación de la Iglesia con el mundo obrero, la reconciliación de la
Iglesia con la República. En 1902 estaba perfectamente organizado y en 1906
sus dirigentes accedían a la acción política y parlamentaria. Una acción que
no se paraba ante una posible colaboración con otras fuerzas no
confesionales y tampoco ante el diálogo con personas y asociaciones no
creyentes. Los jóvenes del Sillon pretendían un nuevo railliement francés.
Sus aspiraciones, como parece natural, no fueron ni bien vistas ni
respetadas por muchos representantes del clero y de la jerarquía. Se temía
dentro de la iglesia francesa que su excesivo amor a la democracia, su
inclinación y respeto a la República y su colaboración con creyentes y no
creyentes, fuese en detrimento de la fe de la mayoría de sus militantes y en
perjuicio de los intereses de la Iglesia. En 1908 un total de diez obispos, a la
vez que enviaban negativos informes a Roma, prohibían a sus sacerdotes y
seminaristas asistiesen a las conferencias y círculos organizados por Sillon.
Roma, en medio del paroxismo de la reacción modernista, no se hizo esperar:
lo condenaba en agosto de 1909. Con su condena se ponía fin, por el
momento, al inicio de la democracia cristiana en Francia.
Coetáneo en parte al Sillon fue la Action francaise. Puede describirse
este movimiento como una manifestación del nacionalismo francés de cuño
integrista. Su líder fue Charles Maurras (1868-1952)236. Más allá de su
nacionalismo inicial, lo que verdaderamente pretendía era vincular la
monarquía con la Iglesia.
Creado en 1905 crece rápidamente entre el pueblo más tradicional y
entre los fieles de la Iglesia y del clero. Este mismo año inaugura una
editorial y en 1908 publica un periódico diario: L´Action française. Entre
235
CARON, J., Le Sillon et la democratie chretienne (1894-1910), Paris 1967; MAYEUR, J-M., (Ed), Le
Sillon de Marc Sanginer et la démocratie sociale. Actes du Colloque des 18 et 19 mars 2014, Besançon
2006, 210 pp en UPCo 1748/259
236
BURLEIGH, M., Poder terrenal … 486-493.
157
237
LAUNAY, M., La papauté … 193-196
238
MAYEUR, J-M., La separación de la Iglesia y el Estado, Madrid 1967, 197+XVII. CHEVALIER, P.,
La Séparation de l´Eglise et de lécole, Paris 1981, 485 pp. MAUDIT, A-M., La France contre la
France: la séparation de l´Eglise et de l´État (1902-1906), Paris 1984, 370 pp. VARIOS (CHANTIN,
J-P et MOULINET, D), La separation de 1905. Les hommes et les lieux, Paris 2004, 271 pp en UPCo
1748/227
159
que tal medida no era oportuna y que los intereses generales de la nación
podrían verse alterados en sus fundamentos; se consideraba, con cierta
malicia, que era mucho mejor tener a la hidra controlada que tenerla fuera de
control; durante la década de los noventa se pensaba que los verdaderos
peligros venían de las filas socialistas y de los extremistas de la derecha. La
Iglesia podía ser un elemento de unión y de consolidación del orden burgués,
por lo que no convenía alterar más las relaciones de la Iglesia y del Estado.
La aprobación de la ley de 1905 coincide con un fuerte período
anticlerical y con el temor de las izquierdas a una reacción conjunta de las
escuelas, de la prensa católica, muy crítica con el gobierno y hasta del mismo
Ejército que se había sentido muy molesto cuando advirtió que el gobierno
estaba controlando y examinado la catolicidad de los oficiales.
La Iglesia católica ante este aluvión de medidas no supo contenerse.
Además, el nuevo papa y el nuevo secretario de estado no tenían ni las tablas
ni el dominio de la escena que tuvieron sus respectivos antecesores. Así
llegamos al mes de marzo de 1903; mes en el que la Cámara rechazó con
suficiente mayoría las demandas que un total de 54 congregaciones
masculinas elevaron al Parlamento francés para poder continuar su misión
en suelo francés. La misma respuesta recibieron a lo largo del mes de junio
81 congregaciones femeninas.
La respuesta del papa, diciembre de 1903, fue contenida y hasta
respetuosa. Con todo, lamentaba los esfuerzos que el gobierno de la
República venía haciendo para implantar una sociedad laica y separar a la
hija mayor de la Iglesia de su madre, Roma. Por el momento no quería echar
más leña al fuego. Aceptaba, como prueba de buena voluntad, el que el
gobierno francés controlase el nombramiento de ocho obispos para otras
tantas sedes vacantes.
Sin embargo, las cosas iban a cambiar meses después. Una primera
manifestación de dicho cambio fue la reacción ante la nota dirigida y escrita
por el cardenal Merry del Val a los representantes del cuerpo diplomático
ante Roma con el motivo de la visita del presidente Loubet a Roma en marzo
de 1904. La nota, poco diplomática por cierto y muy contraria a los intereses
de Francia, fue publicada por la prensa de izquierdas, por L´Humanité. El
ambiente, pese a que la Cámara, 27 de mayo de 1904, rechazó la proposición
de renunciar al Concordato, se fue enrareciendo. El 29 de julio se llegaba a
la ruptura de relaciones diplomáticas entre Francia y la Santa Sede. La
separación era inminente. Votada en julio de 1905 por la Cámara, era
ratificada por el senado en diciembre del mismo año. En adelante la
161
239
DANIEL-ROPS, La Iglesia de las revoluciones. Un combate para Dios, Barcelona 1965, 239-240.
162
EL MODERNISMO240
El modernismo no se entiende si no se relaciona con la creciente
secularización que la cultura occidental venía padeciendo en el umbral del
siglo XX. Sin la secularización de las ideas teológicas y sin su
universalización y difusión por medio de una tupida red de publicaciones,
cursos, proyectos y sed de reformas dentro y fuera de la Iglesia, el
modernismo o no hubiese nacido o hubiese tardado algunos decenios en
manifestarse241.
240
ROSA, SJ, L´ Enclica Pascendi e il Modernismo. Studii e commenti, Roma 1909, 471 pp, UPCo 1960/49.
HOUTIN, Histoire du modernismo catholique, 1913 en UPCo 1960/15; RIVIERE, J., Le modernisme dans
l´Eglise d´histoire religieuse contemporaine, 1929, 589 pp. UPCo 1960/7 ; POULAT, E., La crisis modernista.
Historia, dogma y crítica, Taurus, Madrid 1974, 608 pp. SCOPPOLA, P., Crisi modernista e rinnovamento
cattolico in Italia, Il Mulino, Bologna 1975, 412 pp, UPCo 1752/154. GADILLE, J., Di fronte alle nuove
science religiose. Il modernismo en Storia del Cristianesimo. Tomo 11. Edizioni Borla, Roma 2003, pp 399-
417
241
RAPONI, N. ZAMBARBIERI, Z., Modernismo en Dizionario storico del movimento cattolico in Italia, p.
311 y ss
163
242
HEER, F., Europa, madre de revoluciones, tomo 2, Alianza Universidad (264), Madrid 1980, pp 800-815.
Para poder estudiar el papel que sobre el modernismo le cupo a la Civiltá Cattolica puede verse SALE, G.,
La Civiltá Cattolica nella crisi modernista (1900-1907), Prefazione di Pietro Scoppola, Jaca Book, Milano
2001, 487 pp UPCo 1960/87.
243
AUBERT, R., La Iglesia católica desde la crisis de 1848 hasta la Primera Guerra Mundial en Nueva
Historia de la Iglesia, tomo V, segunda edición, Madrid 1984, pp 188-204., aquí p. 189. El libro de
referencia de POULAT, E., La crisis modernista. Historia, dogma y crítica, Taurus, Madrid 1974, 608 pp.
244
MARANGON, P., Il modernismo di Antonio Fogazzaro, Napoli 1998, 371 pp. En UPCo 4738/8
245
GUASCO., M., El modernismo: los hechos, las ideas, los personajes, Desclée de Brouwer, Bilbao 2000,
p. 136.
164
246
Uno de los máximos defensores de esta teoría fue E. Chiettini, OFM. Declaraba en 1948 que el
“americanismo contenía en germen numerosos errores condenados luego por Pío X bajo el título genérico
de modernismo” en TRACY, J., La Iglesia en los Estados Unidos en tomo V de la Nueva Historia de la Iglesia,
Madrid 1984, p. 276. Información y valoración más pertinente en COLIN, P., L´audace et le soupçon. La
crise du modernisme dans le catholicisme français (1893-1914), Paris 1997, 101-114 en UPCo 1960/79
247
DANIEL-ROPS, La Iglesia de las Revoluciones. Un combate por Dios, Caralt, Barcelona 1965, pp 281-
285; GUASCO, M, El modernismo, pp 41-45.
248
Cita tomada de GADILLE, J. Di fronte… p. 400.
165
249
COLIN, P., L´audace… 115-163
250
SORREL, C., Paul Sabatier et le modernisme ou ´l´étrange misión” en Catholicisme et Monde
moderne aux XIX et XX siécles. Autour du Modernisme,(CHAUBERT, F. (Ed), Dijon 2008, 28-39
251
MIGNOT, Lettres sur les etudes ecclesiastiques, 1908, 324 pp. UPCo 1960/32
252
DANIEL-ROPS, p. 277.
253
COLIN, P., L´audace… 165-197 y 199-237
166
254
RODRÍGUEZ, Agustín, Modernismo, en Revista Eclesiástica (1907), vol 2 pp 5-7.
255
POULAT, E., Critique et mystique. Autour de Lois you la conscience catholoque et l´esprit moderne, Paris
1984, 334 pp. En el capítulo cuarto de la primera parte de este libro se presentan las más importantes
biografías y textos de referencia escritos hasta 1984 sobre la vida y obra de Loisy, ver pp 79-150. En UPCo
1960/62
256
MONTAGNES, OP. B., Marie- Joseph Lagrange frente a los teólogos hostiles a los exegetas, en Anuario
de Historia de la Iglesia (2007), pp 97-112 y su biografía del mismo Lagrange, editada por la editorial San
Esteban de Salamanca, Salamanca 2010.
257
En su autobiografía Choses passées publicada en 1913, escribía sobre sus primeros años de teología:
“Aunque yo vivía en este tiempo entregado por completo a la vida piadosa y era fervoroso entre los más
fervorosos de los seminaristas, el primer contacto de mi pensamiento con la doctrina católica, con lo que
se me presentaba como la interpretación auténtica de la revelación divina, fue algo para mí infinitamente
167
doloroso que marcó para siempre mi vida intelectual. Los cuatro años consecutivos que tuve que dedicar
entonces al estudio de la doctrina cristiana fueron para mí – puedo afirmarlo sin exageración – cuatro
años de tortura intelectual tal que aún ahora me pregunto cómo fue posible que mi razón no hiciera
quiebra y que el frágil resorte de mi existencia no se rompiera”. Citado por TRESMONTAT, Claude, La crisis
modernista, Herder, Barcelona 1981, pp 33-34.
258
Citado por DANIEL-ROPS, p. 290.
168
Al rector del Instituto Católico, Hulst, no le quedó más remedio que apartarle
de la docencia.
Estas y otras propuestas sirvieron para que la Santa Sede interviniese
con la publicación de la encíclica Providentisimus Deus (18-11-1893); en
ella se dejaban ver los peligros que para la exégesis y la fe podían seguirse
de la aplicación de metodologías demasiado racionalistas, así como se
reafirmaba el concepto católico de inspiración bíblica; la inspiración no se
reducía únicamente a las cuestiones de fe y costumbres.
Retirado de la enseñanza y nombrado capellán de un convento de
dominicas, ubicado en las proximidades de París, se dedicó al estudio y con
el paso del tiempo a la divulgación, incluida la Revue du clergé français, de
sus teorías y propósitos. Un momento capital, que se convertiría en el
comienzo del modernismo, fue la publicación, verano-otoño de 1902, de su
primer libro rojo, El evangelio y la Iglesia. En este texto trataba de defender
con criterios apologéticos católicos, entendidos a su manera, el credo de la
Iglesia católica frente al reduccionismo de Adolf Harnack y su Esencia del
cristianismo, publicado en 1900 en Alemania y divulgado por su mismo
autor en la sede de la Facultad de Teología protestante de París.
Para Harnack quedaba claro que el cristianismo, gracias a la fuerza de
su mensaje ético, representaba la esencia y la cumbre de la religión; sin
embargo, el evangelio predicado por Jesús no lo fue para acabar fundando
una religión positiva. El cristianismo, según esto, no era una doctrina, sino
un modo de vivir, una experiencia. Una experiencia que buscaba al modo de
Jesucristo al Dios viviente para experimentarlo como tal, para
experimentarlo como padre. El error del cristianismo, defendía Harnack, y
muy especialmente del catolicismo, fue y seguía siendo su intento de
transformar el mensaje de vida de Jesús en una doctrina, “introduciendo
luego la teoría de la naturaleza humano-divina de Cristo completamente
extraña al evangelio”259, continuada y perpetuada por la Iglesia.
Con El Evangelio y la Iglesia, Loisy, repetimos, pretendía criticar el
reduccionismo de la fe cristiana de Harnack. Su gran error, error al que no
podía renunciar, fue el de utilizar la metodología histórico crítica no en un
sentido reduccionista sino en un sentido evolucionista. Loisy, al querer desde
el campo católico elaborar una apologética de la fe, fundada críticamente,
acabó no solamente rompiendo la apologética católica, sino haciendo del
259
GUASCO, M., El modenismo… p. 82.
169
261
GIBELLINI, R. La teología del siglo XX., Sal Terrae, Santander 1993, pp 166-170.
262
LOISY, A., La crise de la foi dans le temps présent, texte inédit publié para François LAPLANCHE, 2010,
728 PP. En UPCo 1960/91. En este libro se presentan y se ofrece una síntesis y antología de las principales
obras de Loisy.
171
263
GIBELLINI, p. 170.
264
DANIEL ROPS, p. 303.
173
267
Una aproximación a esta peculiar policía puede verse en RAURELL, F., L´antimodernisme i el Cardenal
Vives i Tuto, Barcelona 2000, 265-317
268
“El católico-romano integral acepta íntegramente la doctrina, la disciplina, las directrices de la Santa
Sede en todas sus consecuencias legítimas para el individuo y la sociedad. Es papalino, clerical,
antimodernista, antiliberal, antisectario. Por ello es íntegramente antirrevolucionario, porque es
adversario no sólo de la revolución jacobina y del radicalismo sectario, sino del liberalismo religioso y
social”. Citado por Cárcel Orti, p. 318.
269
AUBERT, R., (202-203)
270
Cárcel Ortí, p. 318, 2
176
cardenales y obispos, que habían visto con inquietud durante los años
precedentes el giro que tomaban las cosas, y algunos jesuitas, conscientes de
que el sucesor de Pío X tendría que iniciar una evolución y de que era
importante preparar este viraje, formaron los núcleos entorno a los cuales se
fue organizando dicha resistencia. Varias revistas importantes de la
Compañía de Jesús (Stimmen der Zeit y Etudes) llegaron a protestar
públicamente a partir de 1913. Para los iniciados no era un secreto que
quienes así reaccionaban estaban respaldados por su general y por dos de
sus principales colaboradores. En este contexto se comprenden mejor las
amargas quejas de Pío X acerca de su “aislamiento” en la lucha por defender
la ortodoxia integral. El papa no oculta su descontento, y parece que estuvo
a punto de destituir al padre Wernz y nombrar General de la Compañía al
padre Matiussi, muy vinculado a los ambientes integristas. El fallecimiento
del papa y del padre Wernz, casi simultáneos, pusieron un punto final a este
último episodio de la represión antimodernista.
Conclusión y balance: Si durante el largo y activo gobierno de la
Iglesia del papa León XIII la Iglesia logró, además de mantener su
independencia, acercarse con benevolencia y persuasión y con ánimo de
reconciliación al mundo y a su nueva cultura, el pontificado de su sucesor,
el pontificado del papa san Pío X, supuso un paso adelante en la reanimación
de la vida cristiana e interna de la Iglesia, un cometido olvidado o dejado en
un segundo lugar por el papa Pecci, y un pasó hacia atrás en sus relaciones
con un mundo cada vez más distante de los intereses de la Iglesia y del sutil
dominio de la religión y de lo religioso.
San Pío X, animoso y constante como ninguno de sus predecesores,
fue incapaz, su psicología y talante espiritual no daban para más, de dialogar
con un mundo que tanto dentro como fuera de la Iglesia se inspiraba con
supuestos intelectuales, existenciales, culturales, filosóficos y teológicos
muy distintos a los suyos. Su teología y la teología por el representada
carecía de la sensibilidad suficiente para afrontar la nueva sensibilidad de un
mundo pagado de sí mismo, convencido de su grandeza, insolidario y cada
vez más violento. El mundo que explotó en la Gran Guerra y que concitó una
mirada distinta y llena de misericordia, la misericordia de la paz,
representada y encarnada en la persona del papa Benedicto XV.
177
272
Un pontífice que in tempore iracundiae factus est reconciliator .
Para John F. Pollard, Benedicto XV fue un papa anómalo.
Seguramente lleva razón si lo comparamos con sus antecesores y sobre todo
con sus sucesores. A nadie, pues, le debe extrañar que algunos lo tengan y
consideren como un papa desconocido y como una figura de no mucho
relieve. Sin embargo, con el paso del tiempo las opiniones sobre su
pontificado y persona son muy diferentes. Gabriele De Rosa considera este
pontificado entre los más importantes de la historia contemporánea.
Nace prematuramente en Génova un 24 de noviembre de 1854.
Miembro de una familia aristocrática venida a menos. Su niñez y
adolescencia no fueron fáciles. Una leve cojera le impedía relacionarse con
sus iguales; de carácter reservado, poco parlanchín y muy aficionado al
estudio y la lectura. Devoto desde niño del Sagrario y del Sagrado Corazón
y no menos de Nuestra Señora de la Guardía, patrona de Génova, muy pronto
manifestó deseos de ser sacerdote.
Su padre, en cambio, pensó que antes de consagrarse a los estudios
sacerdotales, convenía doctorarse en los estudios seculares, empresa que
llevó a cabo en la universidad de su ciudad natal en 1875. Su paso por una
facultad de derecho de una universidad estatal de la nueva Italia le permitió
sentir muy de cerca los efectos políticos y sociales de la nueva cultura
italiana, que en 1873 clausuraba las facultades de teología de sus
universidades. Siendo universitario fue miembro, gracias a la Opera dei
Congresi, de la Società degli Interesi Cattolici, grupo creado para defeder
dentro de la universidad los intereses católicos y la misma glesia. Lector
asiduo de la prensa, participó y colaboró con el periódico católico Il
Citadino. No menos activo se mostró en las prácticas sociales y caritativas
de su ciudad. Visitaba con frecuencia las cárceles, dejándose inspirar por el
espíritu de la Compañía de la Misericordia de la que sus padres eran
miembros muy activos. Fue el primero de los papas contemporáneos que
alcanzó el doctorado en una universidad laica. Su tesis doctoral llevaba por
título Dell´interpretazione delle leggi.
271
AUBERT, R., Nueva Historia de la Iglesia, tomo V. La Iglesia en el mundo moderno, Madrid 1984, 469-
478. LATOUR, F., La Papauté et les problèmes de la paix pendant la première guerre mondiale, Paris 1996,
348 pp. POLLARD, John F., Il Papa sconosciuto. Benedetto XV (1914-1922) e la recerca delle pace, San
Paolo, Cinisello, 1999, 265 pp; JARLOT, UPCo 1718/47; HILAIRE, Y-M., Histoire de la papauté. 2000 ans de
misión et de tribulations, Paris 2003, 437-452. MENOZZI, D., Chiesa, pace e guerra nel Novecento. Verso
una delegittimazione religiosa dei conflitti, Il Mulino, Bolognia 2008, 14-76.
272
CORSANEGO, C., Benedetto XV e l´Univesità di Genova, en Studium, I, 1932, p. 11.
178
273
DOLDI, M., Figlio di Genova. Gli anni giovanili di Giacomo Della Chiesa en MAURO, L, Benedetto XV,
profeta di pace in un mundo in crisi, Bologna 2008, 17-30
179
274
GORIUP, L. y MANCCIANTELLI, R., Mons. Giacomo Della Chiesa e la nascita del Pontificio Seminario
Regionale. Benedetto XV di Bologna en MAURO, L, Benedetto XV, profeta… 105-123.
275
VILLADA, Pablo, La primera Encíclica de Benedicto XV y la naturaleza del modernismo, RAZON Y FE, vol
43 (1915), 413-427
276
GUASCO, M., Fine dell´antimodernismo en MAURO, L, Benedetto XV, profeta… 229-238
181
277
DE MATTEI, R., L´antimodernismo sotro Pio X en varios Don Orione negli anni del modernismo, Milano
2002, 69.
278
SCOTTÀ, A., Giacomo Della Chiesa arcivescopo de Bologna (1909-1914). L´ottimo noviziato episcopale
di papa Benedetto XV, Rubbetino 2002.
182
279
BAUDRILLART, Alfred, La Guerra Alemana y el Catolicismo, Bloud y Gay, París 1916. Me he encontrado
con este libro en la BLoyola 5/72, 2-19 19. Este libro fue editado por el Comité de Propaganda Francesa.
Hay otros libros que figuran en la contraporta tanto en castellano como en francés, Los autores y títulos
son los ss. MELOT, Auguste, El martirio del clero belga; BERGSON, Henry, La significación de la Guerra:
VINDEX, La Basílica devastada, Destrucción de la Catedral de Reims. Hechos y documentos. BEGOUEN,
Comte, Los Católicos alemanes antes y ahora. Algunos precedentes al caso del Cardenal Mercier….
280
POLLARD, J. Il Papa…. 78-85 y ZIZOLA, G., Il Conclave. Storia e segreti, Roma 2005, 187-194.
183
281
Los más íntimos colaboradores del papa Sarto pasaron a ocupar un discreto papel de segundo orden
Merry del Val dejó la Secretaría de Estado, como Rampolla la había dejado en 1903; pasaba a dirigir la
Congregación de la Fábrica de San Pedro, además de ser nombrado secretario del Santo Oficio. La criba
entre los grandes colaboradores del papado anterior continúo hasta el final. Con todo, les permitió seguir
en Roma. Todos ellos vivían próximos y se ayudaban cuanto podían; el risueño pueblo romano los absolvió
diciendo que entre ellos formaban Il Vaticanetto. No tuvo inconveniente, en cambio, en mantener en sus
puestos a los más discretos: De Lai, Billot y Agliardi.
282
Ad Universos orbis Católicos, La CC, 1542, 9-9-1914, I-.IV.
283
RAZON Y FE comentando esta primera intervención del nuevo papa decía: “La primera Encíclica del
nuevo Papa…. es como grito de angustia por los errores de la guerra y sentido llamamiento a las naciones
beligerantes para que depongan las armas”, vol 40 (1914), 257. También puede verse JARLOT, G., La
Iglesia ante el progreso social y político, Barcelona 1967, p. 311
184
284
OSSANDÓN, María Eugenia, Una aproximación a la acción humanitaria de la Santa Sede durante la
Primera Guerra Mundial, a partir de fuentes publicadas, en Annales Theologici, (2009), pp 311-351.
285
MONTICONE, Alberto, Il Pontificato di Benedetto XV en La Chiesa e la societá industrialle (1878-1922),
a cura de Elio GUERREIRRO y Annibale ZAMBARBIERI, Edizioni Paoline, XXII/I, 1990, pp 158-161.
286
VARNIER, G. B., Benedetto XV e il problema della societá contemporánea en MAURO, L., Benedetto XV,
334-335
287
El historiador servio americano Dragan Zivojinovic lo tachó de proitaliano.
185
288
AUBERT, R. p 471.
186
289
GARZIA, I., La Questione Romana durante la I guerra mondiale, Napoli 1981.
188
290
DEL ZANNA, G., Benedetto XV e la questione armena en MAURO, L., Benedetto XV… 125-137
291
BURLEIGH, M., Causas sagradas…. p 100.
292
Nos podemos hacer una idea de la actividad desplegada en este campo por la Santa Sede si valoramos
que en los Archivos Vaticanos se encuentran más de 700.000 informaciones distintas sobre la Gran Guerra
y más de 500.000 comunicaciones con las familias de los soldados heridos en los distintos frentes
europeos. Puede verse más información en VARNIER, G. B., Benedetto XV… 329
293
Puede leer en Civiltá Católica, vol 3, 7 de agosto de 1915, p. 259. Enchiridium 968-969 y RAZON Y FE,
vol 43 (1915), 123.
189
294
TRINCHESE, S., I tentative di pace della Germania e della Santa Sede nella I Guerra Mondiale, l´attivitá
del deputado Erzberger e del diplomático Pacelli (1916-1918) en ARCHIVUM HISTORIAE PONTIFICIAE 35
(1997) 225-255.
295
Monticone, pp 185-187.
190
supo ver y admitir; no así la prensa y muchos políticos que achacaron la ruina
de Caporetto al desánimo que según ellos cundió entre los católicos italianos
cuando leyeron la Nota pontificia meses antes. .
Pero había algo más. Benedicto XV, tal como se puede leer en su
correspondencia privada con el nuevo emperador Carlos I, había advertido
que el Imperio Austro-Húngaro podía desintegrarse y con él iniciarse la
siempre difícil construcción de un nuevo mapa político europeo, ahora tanto
más difícil cuanto más pequeños eran su nuevos protagonistas, las nuevas
nacionalidades, que reclamaban formar parte de la nueva Europa; igualmente
le urgía el papa llegar a la paz lo antes posible, antes, desde luego, de que
terminase el mandato de Wilson. Benedicto XV para nada y en nada dudaba
del peso de los Estados Unidos en la coyuntura europea del momento.
Ante las perspectivas de un nuevo mapa mundial, la Santa Sede pensó
que el papel de Polonia tendría que ser mucho mayor de lo que
aparentemente era. Polonia podría ser un freno ante Rusia y Alemania.
Sin embargo, las políticas de paz de Gran Bretaña, Estados Unidos y
Alemania era diametralmente opuestas a las de la Santa Sede. Fueron los
intereses de estos estados los que echaron por tierra los proyectos de la Santa
Sede296. Gran Bretaña y con ella sus dos principales aliados, Francia e Italia,
no estaban dispuestos a que la hegemonía económica, militar, marítima y
hasta cultural no fuese otra que la suya. Estados Unidos, cuyos intereses
económicos apenas tuvieron fuerza frente a la hegemonía de una nueva
potencia, haría todo lo necesario menos seguir el camino trazado por la Santa
Sede. Alemania, dudosa mientras la suerte militar le acompañó, tampoco
estaba en disposición, no olvidemos que estamos en el año 1917, cuarto
centenario de la Reforma, de depender de la Santa Sede. Si a todo esto
añadimos, cosa que puede ser cierta, la falta de habilidad en una misión,
ciertamente, imposible por parte de la Santa Sede para convencer a los
contendientes, mostrándose por encima de las circunstancias, neutral e
imparcial, podemos entender por qué fracasó el plan de paz de Benedicto
XV. Mantener el statu quo ante bellum en el fondo equivalía a seguir dándole
ventaja a los Imperios centrales. La Iglesia no pudo hacer más.
296
POLLARD, J….. 156.
192
297
En esta encíclica y posiblemente en muchos de los discursos sobre la paz se observa cómo la caridad
era elevada desde el punto de vista de la organización interna de la Iglesia y no menos de su mismo ser a
principio constitutivo, a una nueva manera de gobernar la Iglesia y desde ella de influir en el mundo: la
eclesiología de la caridad. Ver el desarrollo de estas ideas en BUTTURINI, G., Benedecto XV… 202-203
193
298
ZANOTTI, A., Benedetto XV e il Codex Iuris Canonici en MAURO, L., Benedetto XV…167-179. LAUNAY,
M., Benoit XV (1914-1922). Un pape pour la paix, Paris 2014, 72-78.
299
LAUNAY, M., Benoit XV… 80
300
POGGI, V., Benedetto XV, Delpuch e Marini en MAURO, L., Benedetto XV… 139-165
195
301
POLLARD, J…. 213
302
CIVILTÁ CATTOLIA, 71, 3 (1920) p. 427.
303
GIOVAGNOLI, A. (ED) Roma e Pechino. La svolta extraeuropea di Benedetto XV, Roma 1999, 290 pp; en
UPCo 1783/88. METZLER, J., La Santa Sede e le missioni. La politica missionaia della Chiesa nei secoli XIX
e XX, San Paolo, 2002, 138 pp. UPCo 2765/78.
196
304
BUTTURINI, G., Benedetto XI… 191-193. Puede verse con fruto SOETENS, C., L´eglise catholique en
Chine au XIX siécle, Paris 1997.
305
SOETENS, C., La svolta della Maximum illud en GIOVAGNOLI, A., (Ed), Roma e Pechino…69-90.
BUTTIRINI G., Benedetto XV… 199-205.
197
Balance final: el papa Della Chiesa una persona de gran piedad, y muy
silenciosa y discreta, su pontificado ha sido calificado por los historiadores
como un pontificado, que pacificó la Iglesia y curó las heridas abiertas por
el modernismo. Fue un papa con el que la Iglesia comenzó a asumir su
fisonomía moderna desde posiciones y basamentos cristianos: relaciones
pacíficas y abiertas con todos los estados, preocupación por las nuevas
cristiandades de la Europa Oriental y las que nacían en los continentes de
misión. Más allá de sus logros, lo esencial de su corto pero intenso
pontificado, fue el que sus líneas programáticas fueron continuadas por sus
predecesores.
198
306
BERLTETTO, D., Discorsi di Pio XI, Liberia Vaticana, Ciudad del Vaticano, 1960 y La devozione mariana
di Pio XI, Salesianum, 1964, pp 355. JARLOT, G., Doctrine pontificale et histoire. Pie XI. Doctirne et action
(1922-1939), Universidad Gregoriana, Roma 1973. AGOSTINO, M., Achille Ratti, Pape Pie XI, École
Française de Rome, Roma 1996. CRIPPA, Luigi, Pio XI, maestro di vita cristiana, Quaderni Balleriani, Milano,
1999, 187 pp Tengo fotocopias de las páginas en las que se estudian las encíclicas programáticas y su
eclesiología en PUG. FATTORINI, E., Pio XI, Hitler e Mussolini. La solitudine di un papa, Torino 2007, 252
pp. GUASCO, A. y PERINM E., (Eds), Pio XI: Keywords. International Conference Milan 2009, 430 pp en
UPCo 1677/264
307
ZIZOLA, G., Il Conclave. Storia e segreti. Roma 1993, 194-203
199
308
BOCCI, M., Agostino Gemelli, rettore e francescano. Chiesa, regime e democracia, 2003.
309
Uno de sus secretarios particulares, monseñor Confalonieri, afirmaba que le ponía malo la lentitud y la
parsimonia de la curia romana y de sus empleados. Temperamento fuerte y mandón. “quería dirigir y
controlar todo personalmente; no acostumbraba a pedir consejo e intervenía más que sus predecesores
en la redacción de sus encíclicas. No transigía en la cuestión de los principios. Se sentía a gusto trabajando
con sus colaboradores, especialmente si procedían del norte de Italia y eran jesuitas. Referencias tomadas
del tomo V de la NHI, naturalmente de Aubert, p. 479.
310
COCO, G., L`edizione delle udienze del Cardinal Pacelli en PETTINAROLI, L., Le gouvernement… 53-54
311
CHALINE, Nadine-Josette, La spiritualité de Pie XI, en Achille Ratti Papa Pie XI, pp 159-170
200
312
Un texto en el que se contextualiza esta encíclica puede leerse en CHENEAUX, Ph, La Santa Sede e la
questione dell´antisemitismo soto il pontificato de Pío XI en Edith Stein e il Nazismo, Citta Nouva, Roma
2005, pp 11-36.
201
314
MENOZZI, D., La dottrina del regno social di Cristo tra autoritarismo e totalitarismo en MENOZZI, D. y
MORO, R. (Edd), Cattolicesimo e totalitarismo. Chiese e culture religiose tra le due guerre mondiali (Italia,
Spagna, Francia), Brecia 2004, 17-55
203
315
SCOPPOLA, P., Gli orientamenti di Pio XI e Pio XII sui problemi della societá contemporánea en Storia
della Chiesa, vol XXIII, I cattolici nel mondo contemporáneo (1922-1958), a cura di GUASCO, M;
GUERRIERO, E. y TRANIELLO, F, 1996, 139-140 y MAYEUR, J-M. Forme di organizzasione del laicato
cattolico en Storia della Chiesa, vol XXIII… 473-493.
316
Para profundizar sobre estos puntos nos remitimos a los siguientes textos: Francesco degli Expositi, La
teologia del sacro Cuore da Leone XIII a Pio XII, Roma 1967, pp 135-144 y N. Pickery en Nouvelle revue
theologique, LV, 1928, p 561.
205
323
PASCALI, R., Patti Lateranensi e custodia costituzionale, Jovente, Napoli, 1984. VENERUSO, D., Il
Pontificato di Pio XI, en I cattolici nel mondo contemporaneo (1922-1958), a cura de M. Guasco, San Paolo,
Milan 1991, 58-63.
324
VENERUSSO, D., Il pontificato di Pío XI, 786-789
208
325
GENTILE, E., La religione política … 326-327.
326
GENTILE, E., La religione política … 330-331.
327
AUBERT, R. Tomo V de la NHI, 482-483
209
328
WEBER, E., L´Action Française, Paris 1964. NGUYEN, V., Aux origenes de l´Action Français. Intelligence
et politique á l´aube du XXe siecle, Paris 1991. PREVOTAT, J., La condammnation de l´Action française:
étude du processus décisionel en PETTINAROLI, L., Le gouvernemet… 519-533
329
PAGANO, Sergio, Dalla porpora al chiostro. L´inflessibilitá di Pio XI verso il cardinale Louis Bilot, en La
Papaupate contemporaine (XIX-XX siecles), edité par Jean Pierre DELVILLE et Marko JACOV, Leuven 2009,
pp 395-410.
330
Puede verse el contenido de lo que afirmamos en AUBERT, R. tomo V de la NHI, p 483, 1 segunda mitad.
210
331
Un comentario más clásico y combativo puede verse en GUERRERO, E., Fundamentos de pedagogía
cristiana: comentario a la encíclica Divini Illius magistri, Madrid 1945 en UPCo 448/152. JARLOT, G., Pie
XI…174-216 y CHOLVY, G., La Chiesa e la educazione en Storia della Chiesa, vol XXIII, 612-617
211
338
“Un sistema, afirma, henchido de errores y sofismas, en contradicción con la razón y con la relevancia
divina, subversivo del orden social porque lleva a la destrucción de sus fundamentos, desconocedor del
verdadero origen, de la naturaleza y del fin del Estado, negador de los derechos de la humana
personalidad, de su dignidad y de su libertad” (7).
215
Una renovación, siempre en opinión del papa, que exigía “el desapego
de los bienes materiales y el precepto de la caridad”; “la distribución”, en el
caso de los ricos, “de lo que les sobra”; la colaboración y la paciencia de los
pobres, que pone su confianza en los bienes del cielo, la práctica del “
precepto de la caridad”, que, finalmente, “infundirá en los corazones una paz
interna desconocida por el mundo, y remediará eficazmente lo males que
afligen a la humanidad”.
Pero con la caridad no bastaba. El gran remedio que conjurará el
comunismo es y será la práctica estricta de la justicia, en este caso la justicia
conmutativa y sobre todo de la justicia social, “que impone a su vez deberes
a los que no se pueden substraer ni los patronos ni los obreros” y que se
traduce a la hora de legislar y de dar a todos los hombres, “todo lo que deben
tener para sus funciones sociales”, con el mantenimiento y fomento de las
corporaciones profesionales e interprofesionales. Terminaba advirtiendo que
el comunismo, pese a ser intrínsecamente perverso, se había infiltrado dentro
de las organizaciones de la Iglesia y del movimiento por la paz.
Un mal tan perverso sólo se erradicaría de la Iglesia y del mundo con
oración y penitencia; con una especie de internacional de la oración y de la
penitencia hasta terminar con él. En este esfuerzo por reducir al comunismo
a ceniza, los sacerdotes tendrían que ir como padres que son a los obreros y
a los pobres, “reconquistándolos para Cristo y para la Iglesia”, pues de lo
contrario “serán fácil presa de los agitadores comunistas”. En su esfuero
tendrían que ser acompañados por los soldados de la Acción Católica,
quienes “serán los primeros e inmediatos apóstoles de sus compañeros de
trabajo y los preciosos auxiliares del sacerdote para llevar la luz de la verdad”
. No menos tendrán que contribuir a esta misión los obreros católicos (31),
todos los que creen en Dios (32) y el mismo Estado.
339
FATTORINI, E., Pío XI, Hitler… 108-169
340
JOLL, p. 395
216
341
KORBLING, A., Rupert Mayer, testimonio de Cristo, Zaragoza 1959; ACQUAVIVA, G., Rupert Mayer un
jesuita contro il nazismo, Roma 1987, 207 pp; BLESTEIN, R., Alfred Delp, SJ. Storia di un testimonio, San
Paolo, Milano 1994, 336 pp.
342
BURLEIGH, M., p. 230.
217
346
FALASCA, p. 130.
347
FALASCA, pp 127-128.
348
BECKER, W., Clemens August von Galen, arcivescovo di Munster en Storia della Chiesa, vol XXIII, 277-
288.
219
349
FALASCA, pp 127-142.
350
BRECHEMACHER, Th., La preparazione dell´enciclica Mit brennender Sorge en PETTINAROLI, L. Le
Gouvernement…, 552-560
351
FALASCA, 141, nota 3.
220
contra de la Iglesia y del primado del Papa no menos que su empeño por
construir una nueva moral y un nuevo derecho. Una moral utilitarista y de
carácter colectivo y un derecho desvinculado de todo lo que no beneficiase
la causa nacional.
Las páginas que componen este ya largo capitulo nada o muy poco
dicen sobre la vida interior de la Iglesia. Durante el gobierno del papa Ratti,
la Iglesia trató por todos los medios a su alcance de cuidar su crecimiento y
vida interior, sin descuidar tampoco sus misiones exteriores. En este apartado
presentaremos muy someramente algunos aspectos de la vida interior de la
Iglesia. En concreto: la formación de los candidatos al sacerdocio y la
espiritualidad de los pastores y evangelizadores para terminar con el
crecimiento y la consolidación de la vida misionera.
Otro de los campos donde el liderazgo del papa Ratti fue decisivo fue
en el campo de las misiones extranjeras. Hemos presentado la inmensa e
importante labor de su predecesor en este campo. Benedicto XV tuvo un
digno sucesor en la persona de Pío XI. Pocos meses después de ser elegido
papa transfirió a Roma, a la Congregación de Propaganda Fide, la Obra de
la Propagación de la fe, que había sido fundada cien años antes en Lyon y
cuya misión no era otra que la de recaudar fondos económicos para las
misiones. En junio de 1922, aprovechando un encuentro de la Unión
misionera del Clero, además de dar a conocer su programa misionero, animó
a toda la catolicidad para que los católicos, desde el papa hasta el último
bautizado, se tomasen totalmente en serio y como cosa suya el anuncio
misionero a lo largo de todo el mundo.
Asia y África serán, pues, los nuevos objetivos de la Iglesia romana.
En 1922 envió a China como delegado apostólico a Celso Constantini. El
modelo misionero que debía seguirse era el impulsado por el jesuita Ricci en
el siglo XVI. Poco tiempo después, en 1924, se celebró el primer concilio
nacional chino y lo que era más importante seis chinos fueron nombrados
obispos. Su consagración tendría lugar en el Vaticano; el consagrante fue el
mismo papa. La desvinculación de la evangelización de las potencias
occidentales por parte del Vaticano quedaba más que clara. Decisión que fue
ratificada con la publicación de la Carta Apostólica Ab ispsis (15-6-1926).
El camino emprendido en China se siguió en el resto de los continentes.
352
VENERUSO, D., Il Pontificato di Pio XI en GRESCHAT, M., Storia di papi, 763.
353
Se sospecha que pudo llegar al medio millón. Un número insuficiente para el papa Ratti, quien se sentía
responsable de la salvación de todas las almas.
354
El balance económico de tres de las grandes instituciones misioneras, La Obra por la Propagación de
la Fe, La Santa Infancia y La Obra de San Pedro Apóstol, crecía de año en año: la primera recaudó en 1922
24 millones francos, en 1928, 55 millones; La Santa Infancia pasaba de los 9 millones de francos en 1922
a los 27 millones y medio en 1929 y La Obra de San Pedro Apóstol de dos millones y medio en 1922 a 11
millones y medio en 1928
223
del que sería profesor. También estudió en la universidad civil. Persona culta
y lector infatigable. El prefecto de la Biblioteca Vaticana, padre Albareda,
comentaba a sus amigos y correligionarios que prácticamente todos los días
el papa pedía libros para sus lecturas y discursos.
Ordenado en 1899, será un sacerdote romano, siempre al servicio de
la Santa Sede. Comenzó en 1901 como minutante; terminó en el momento
de su muerte. Apenas llegado a Munich, afirmó de sí mismo: “J´appartiens
tout entier au Saint-Siege”. Sus amigos y conocidos le calificaron como “el
obrero de la Iglesia”359. Sirvió a la Santa Sede, primero en la Congregación
de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios; más adelante (1903) a las órdenes
del Cardenal Gasparri trabajó para los asuntos de Francia; en 1911 fue
nombrado subsecretario de Asuntos Extraordinarios, tres años más tarde
Secretario. En 1917, nuncio de Baviera, y obispo.
La nunciatura en Baviera le curtió y le hizo experto en salvar
dificultades sin perder la paciencia y el ánimo. Su título de nuncio no fue
reconocido por el estado alemán hasta 1925, fecha en la que tomó posesión
de dicha nunciatura. Entre 1925 y 1929 negoció con el estado y el gobierno
alemán la firma de un nuevo concordato, que no llegaría a término hasta
1933. Los tiempos de calma los supo emplear en la acción pastoral, en el
estudio y en el conocimiento de la realidad y cultura alemanas. Alemania y
el catolicismo que allí se vivía acabaron teniendo para Pacelli “una
relevancia decisiva para la vida europea”. Con el paso de los años, Pacelli
siempre mostró una entrañable comprensión ante el drama alemán. En
Alemania y desde Alemania dirigió la diplomacia romana con Rusia.
Diplomacia iniciada y nunca terminada.
Cardenal en 1929, vuelve a Roma donde será nombrado Secretario de
Estado en 1930. Amén de ser considerado uno de los mejores y más expertos
representante de la diplomacia de la Iglesia universal, parece que una de las
razones por las que fue elegido por el papa Ratti fue, al decir de Ricccardi,
su falta de ambición y su disponibilidad total para llevar adelante la política
de la Iglesia.
Como Secretario de estado le tocó vivir tiempos recios y atender
asuntos complejos, que supo sacar adelante: el nacionalsocialismo en
Alemania, el fascismo en Italia, el comunismo en Rusia, la guerra civil de
España, la crisis anticlerical de Méjico. La Secretaria de estado acabó siendo
un laboratorio del que su máximo representante salió configurado y más que
preparado para hazañas posteriores. Su máxima fue siempre la de evitar
fracturas dentro de la Iglesia y la de defender sus intereses y derechos y con
ellos los de la humanidad.
359
GALEAZZI-LISI, 33
225
360
“El Papa es solemne como una estatua: lo recuerdo cardenal hace un mes y era un hombre entre los
hombres. Hoy parece verdaderamente tocado por un soplo divino que lo espiritualiza y eleva”, afirmaba
el ministro italiano Ciano. De él decía su colaborado y compañero Tardini: “… su gran bondad le empujaba
a contemplar a todos y a no irritar a ninguno, a preferir el camino de la dulzura al de la severidad, la
persuasión a la imposición”. RICCARDI, A., El poder del papa, 56 y 57.
361
Oigamos las palabras de Tardini: “Durante su pontificado, se fueron reduciendo los contactos directos
y personales entre el Pastor Supremo y los pastores de las diferentes diócesis; contactos no sólo útiles de
por sí, sino que sin duda habrían ofrecido a los prelados la posibilidad de enriquecerse con la sabiduría
del Papa” en RICCARDI, A. El poder del papa… 67-68.
226
Una herencia difícil. Pacelli heredó una Iglesia en medio de una crisis
mundial. Las naciones más cultas y civilizadas se volvían a enfrentar,
librando en esta nueva ocasión una nueva guerra mundial, que hizo trizas el
orden internacional salido de Versalles. Estos cambios le impidieron a la
Iglesia de Roma, que por primera vez gozaba de muy buena salud en el
Occidente, profundizar las políticas emprendidas durante el pontificado de
Pío XI.
La Iglesia gozaba de muy buena salud en los países anglosajones,
especialmente en los Estados Unidos e Inglaterra; en estas dos grandes
naciones los católicos, aprovechando las ventajas de la separación de la
Iglesia y el Estado, crecían en número, recursos e influencia. En Francia, tras
227
362
VIVIERI, G., Pio XII y la guerra, Barcelona 1943, 144 pp. UPCo 1986/32. RICCARDI, Pio XII, pp 47-53.
BLET, Pi., Pio XII y la segunda guerra mundial, Madrid 2004m 424 pp
228
363
Prueba de lo que decimos fue el nombramiento, gracias a los buenos oficios del nuevo cardenal de
Nueva York Spellman, de Myron Taylor como representante de los Estados Unidos junto a la Santa Sede.
364
TORNIELLI, A ., Pio XII. Il Papa degli Ebrei, Casale Monferrato, 2001, 397 pp
229
365
RAZON Y FE, 120 (1940) El papa y la guerra. Condiciones para una paz justa, 81-84.
230
Pero por muy importante que fuesen sus esfuerzos por para la guerra
y por construir la paz, el magisterio de Pío XII atendió otros asuntos no
menos importantes. Nos toca, en consecuencia, acercarnos a su magisterio366.
Pacelli, desde el comienzo de su pontificado, enfrentó la renovación
teológica que por entonces estaba iniciándose en la Iglesia católica. Prestó
366
Para un acercamiento al Magisterio de Pío XII: HALES, E.E..Y. La revolución del papa Juan, 1962, pp
53-58.
231
367
ALBERIGO, G., La Chiesa nella storia, 256.
368
“La Iglesia es una realidad social con un ordenamiento jurídico y con un ordenamiento teológico,
profundamente unidos, tanto que lo que afecta a uno pone en discusión al otro. La defensa de la
integridad de la constitución de la Iglesia y de su doctrina, desea ofrecer al mundo y a los Estados, un
modelo de sociedad perfecta, al que razonablemente deben conformarse. Los enemigos de la Iglesia, la
antiiglesia afirma Ottaviani, no son solo las ideas erróneas, en la edad contemporánea, lo son también los
movimientos históricos, inspirados por las doctrinas que atacaban frontalmente a la Iglesia e intentaban
debilitarla echando en ella su veneno. La indulgencia frente a estas ideas y movimientos históricos es
peligrosa, lo cual no quiere decir que no se pueda ser indulgente frente a ciertos casos personales. El plan
de Ottaviani era el de defender una Iglesia centrada en torno al papa, segura en la clarificación jurídica y
doctrinal, contra el enemigo de la fe y de la civilización. El Santo Oficio tendrá la misión de ser un baluarte”.
En Riccardi
233
369
WENGER, A., Rome et Moscou, 1900-19050, Paris 1987.
370
FOUILLOUX, E., Vatican et Russie sovietique (1917-1939), en Relations Internationales, 1981, 27, 303-
318
234
372
ALGISI, L., Juan XXIII, Santander 1960, 369. JIMÉNEZ LOZANO, J., Juan XXIII. Biografía ilustrada,
Barcelona 1974, 171 pp. ZAMBARBIERI, A., Los concilios del Vaticano, Madrid 1995, 470 pp. RICCARDI, A.,
El poder del Papa, Madrid 1997, 185-254. HEBBLETTWAITE, P., Juan XXIII. El Papa del Concilio, Madrid
2000, 663 pp. MELLONI, A., Papa Giovanni. Un cristiano e il suo concilio, Torino 2009, 348 pp.
373
Palabras de salutación a la iglesia y al pueblo de Venecia el día de su presentación como Patriarca de
Venecia. Texto tomado del libro de LUBICH, G., Vida de Juan XXIII. El Papa “extramuros”, Madrid 2003,
162.
239
374
Vale la pena conocer el origen humano y espiritual de su emblema episcopal. “En Roma, escribe el
mismo Roncalli, hacia la hora de vísperas, durante un largo número de años, se veía todos los días a un
pobre sacerdote atravesar el puente de Santangelo y dirigirse grave y pensativo hacia la Basílica Vaticana.
Los pequeños mendigos que estaban a la puerta del templo, al verlo lejos, alegrándose, decían: Ya está
aquí el cura zapatones, ya viene, aludiendo a los grandes zapatos que llevaba. Llegaba el sacerdote y data
un ochavo a cada uno de los golfillos que se ponían de rodillas en su alrededor. Después, entrando con
reverencia en la Basílica, se dirigía directamente hacia la estatua de San Pedro y besando el pie del Apóstol
pronunciaba siempre estas dos palabras: Oboedientia et pax”. Este era el cardenal de la Congregación del
Oratorio de San Felipe Neri, el cardenal Baronio. Tomado de JIMÉNEZ LOZANO, J., Juan XXIII. Biografía
ilustrada, Barcelona 1973, 51-52. La importancia que el cardenal Baronio tuvo sobre el joven Roncalli
puede apreciarse leyendo a MELLONI, A., Papa Giovanni … 87-90.
241
375
JIMÉNEZ LOZANO, J. Juan XXIII… 85.
242
376
JIMENEZ LOZANO, J., Juan XXIII… 96-100
377
RICCARDI, A., El poder … 189, nota 9.
378
“Pío XII, escribe el gran literato español Jiménez Lozano, había vivido hasta el paroxismo un cristianismo
de tensión, una fe llena de carga intelectual y dramática, una ascesis jesuítica… Tiene un sentido que
pudiéramos llamar trágico de la carga pontifical, agudizado por las terribles circunstancias que le tocaron
vivir y en las que hubo de hacer las más difíciles opciones cristianas. Se mostró constantemente muy
preocupado por asentar jurídica y políticamente el Reino de Dios en el reino de este mundo, y por la
exigencias más arriesgadas de la encarnación histórica de la Iglesia en el mundo que cambiaba
profundamente de rumbo y de dirección histórica. Era muy consciente de ello y le gustaba repetir que él
sería el último Papa que lo conservaría todo, esto es, toda una herencia de siglos que ya abrumaba sus
hombros”. “Juan XXIII es un hombre de fe sencilla, popular, sin complicaciones intelectuales, sin
244
386
Lo Svizzero, La Chiesa dopo Giovanni, 1963, 15.
387
RICCARDI, A., El poder… 228
250
392
El Observatore lo publicó días después en un suelto cualquiera y la CC no le dedicó ni un solo artículo
a lo largo del año 1959.
393
Al menos esto es lo que se desprende de una carta del famoso sacerdote y publicista italiano G. De
Luca al cardenal de Milán, Montini: “La Roma que tú conoces y de la que fuiste desterrado no presenta
indicios de cambio, como parece que debería ocurrir finalmente. De nuevo se dibujan los círculos de los
nuevos buitres, después de un primer susto. Lentamente, pero retornan. Y retornan con sed de nuevas
carnicerías, de nuevas venganzas. Alrededor del carum caput (o sea, Juan XXIII) se van cerrando aquellos
macabros círculos. Ciertamente se han vuelto a dibujar. Carta de G. De Luca a G. B. Montini, 6 de agosto
de 1959, en Carteggio 1930-1962, editado por G. Vian, Brescia 1992, 232.
394
Para una mejor contextualización de la convocatoria del Concilio puede verse el libro de G.
BARRACLOUGH, Introducción a la historia contemporánea, Madrid 1973, UPCo 5149/81 y las pp 154-167
del libro de ZAMBARBIERI.
395
SCHATZ, K., Historia de la Iglesia contemporánea, Barcelona 1992, 205
252
396
HALES, E.E.Y., La revolución del papa Juan, Madrid 1967, 132.
397
ZAMBARBIERI, A., Los concilios del Vaticano… 172
398
ZAMBARBIERI, A., Los concilios del Vaticano … 202-203
253
399
ZAMBARBIERI, A., Los concilios del Vaticano … 175.176
400
Un elenco de estas respuestas puede verse en ZAMBARBIERI, A., Los concilios … 182-183.
254
401
RICCARDI, A., El poder del papa … 239.
256
402
Cardenal Garrone, El Concilio. Su unidad interna, Bilbao 1968, 208 pp. ALBERIGO, G., Breve historia del
Concilio Vaticano II (1959-1965), En busca de la renovación del cristianismo, Salamanca 2005, 206 pp.
DORIA, P., Storia del Concilio Ecumenico Vaticano II. Da Giovanni XXIII a Paolo VI (1959-1965), Roma 2016,
458 pp.
403
ZAMBARBIERI, A., El Concilio del Vaticano … 245. Discurso del Juan XXIII al término de la primera sesión
conciliar. En ellas se puede percibir la dinámica espiritual, eclesial, misionera y pastoral que se le quiere
dar al Concilio recién inaugurado.
404
AUBERT, R., Lo svolgimento del Concilio en Storia della Chiesa. La Chiesa del Vaticano II (1958-1978) a
cura di GUASGO, M., GUERRIERO, E. y TRANIELLO, F. tomo XXV/1, Milano 1994, 227-255. O´MALLEY, J.,
¿Qué pasó en el Vaticano II?, Santander 2012, 175-216 y Doria, P., Storia del Concilio Ecumenico Vaticano
II. Da Giovanni XXIII a Paolo VI (1959-1965), 83-100.
405
ALBERIGO, G. y MELLONI, A., L´allocuzione Gaudet Mater Ecclesia di Giovanni XXIII (11 ottobre 1962):
Sinossi critica della allocuzione en Fede, tradizione, profezia: Studi su Giovanni XXIII, Brescia 1984, 23-283.
406
O´MALLEY, J., ¿Qué pasó en el Vaticano II?, Santander 2012, 136-137.
257
411
O´MALLEY, J., ¿Qué pasó …, 142-143.
412
O´MALLEY, J., ¿Qué pasó …, 177-192.
413
O´MALLEY, J., ¿Qué pasó …, 154.
259
414
O´MALLEY, J., ¿Qué pasó …, 179-183.
415
STABILE, F. M., Il Cardinal Ruffini el il Vaticano II en Cristianesimo nella storia XI/I (1990), 83-93
416
ROUSSEAU, O., Le Patriarche Máximos IV (1878-1967) en Revue Nouvelle, 47 (1968), 64-70.
417
O´MALLEY, J., ¿Qué pasó …, 189.
260
421
O´MALLEY, J., ¿Qué pasó … 204
422
O´MALLEY, J., ¿Qué pasó … 206 y ROUQUETTE, R., en ETUDES 1963, 5 y 104
423
O´MALLEY, J., ¿Qué pasó … 192
424
O´MALLEY, j., ¿Qué pasó … 209
263
425
O´MALLEY, J., ¿Qué pasó …, 214.
264
opinión pública “la reelaboración completa de los trabajos realizados por las
Comisiones preparatorias”.
En suma, el concilio que había comenzado con un programa definido
y claro y dentro del derecho canónico, un programa de marcado signo
romano, tras la contestación de la mayoría de los padres se orientó hacia un
programa que debería ser sacado entre todos, bajo la batuta del papa, cuyo
eje era la salud de la Iglesia y no el dogma y las verdades del credo católico.
426
O´MALLEY, J., ¿Qué pasó … 232-233
266
mujer sepa hasta qué punto la Iglesia las honra en la dignidad de su ser y de su misión humana y cristina”.
Tomado de RAGUER, H., Réquiem por la cristiandad. El Concilio Vaticano II y su impacto en España,
Barcelona 2006, 270.
269
debe ser considerada “sobre todo como una expresión del primado papal, no
de la colegialidad episcopal”. El texto, sigue afirmando, “desconectaba la
colegialidad de su fundamento en la realidad institucional de la Iglesia”429.
Si los discursos inaugurales anteriores habían sido esperados con una
cierta expectación, el de la cuarta sesión lo fue todavía más. Dos años
después de su elección, Pablo VI por timidez cálculo o sencillamente por
razones de gobierno no era del todo comprendido por la asamblea conciliar
ni tampoco por la opinión pública430. Se le alababa hasta el exceso o se le
temía hasta el miedo. ¿Cuál sería el tono y sobre todo el contenido del último
discurso inaugural del concilio? ¿Por dónde saldría esta vez el papa?
así como en las relevantes intervenciones del papa lejos del Concilio como
fue en Jerusalén, Nueva York y Nueva Delhi. Corresponsabilidad expresada
en el juego de la colegialidad, que hizo y hace a todos los obispos
responsables del gobierno entero de la Iglesia, más allá de sus respectivas
diócesis e iglesias nacionales, sin olvidarse, por supuesto, en comunión con
sus presbíteros y pueblo del gobierno de sus respectivas diócesis.
EL POSTCONCILIO
Aunque mucho se ha escrito sobre el posconcilio mucho queda todavía
mucho por escribir. La impresión es que su recepción, por buena que fuese,
podía ser cuando menos tormentosa. En abril de 1964, cuando todavía
faltaban unos meses para comenzar la cuarta sesión, se corrían por Roma
notas como esta: “Hay quien piensa, se decía en una nota anónima que le
había llegado al papa y que él pasaba al cardenal Bea, que el Concilio está
excesivamente dominado por la presencia de los hermanos separados y su
mentalidad. Que el Concilio ha visto menguada su libertad psicológica.
Parece como si fuera más importante agradar a los hermanos separados que
salvaguardar la coherencia de la Iglesia católica. El Concilio de Trento y el
Vaticano I no parecen ejercer la debida orientación doctrinal sobre el
Concilio. Se desatiende la autoridad del magisterio eclesiástico a favor de las
opiniones ´progresistas´, que son con frecuencia las protestantes o de
tendencias irenistas o laicas. Las opiniones de los peritos prevalecen sobre
las de los documentos pontificios y sobre las de muchos obispos solícitos y
deseosos de conservar para el pensamiento católico la función de custodio o
intérprete del patrimonio doctrinal derivado de la revelación y tradición de
la enseñanza eclesial”.
Además de estos panfletos, en los meses finales del Concilio
proliferaron cartas y notas remitidas directamente al papa, muchas de ellas
por miembros del Coetus internationalis, en el que se dibujaba el
postconcilio con trazos nada esperanzados. Ante este clima, Pablo VI se
pronunció en una audiencia pública, fechada el 28 de julio, en la que
invitaba al pueblo cristiano a “ponerse en estado de vigilancia espiritual”,
para que el Concilio fuese “un momento renovador y decisivo en la vida de
la Iglesia. Vigilancia quiere decir tensión, humildad, capacidad para aceptar
las novedades y gozar de ellas… No podemos decir que esté igualmente en
sintonía con la espiritualidad del Concilio la actitud de los que aprovechan
la ocasión de los problemas que este plantea y de las discusiones que genera
para estimular, en sí y en los demás, un espíritu de inquietud y de reformismo
radical, tanto en el campo doctrinal como en el disciplinar, como si el
Concilio fuera ocasión propicia para poner en cuestión dogmas y leyes que
la Iglesia ha escrito en las tablas de su fidelidad a Cristo el Señor”.
276
431
Paul VI et la modernité dans l´Eglise. Actes du colloque organisé par l´École fraçaise de Rome (Rome
2-4 juin 1983), publiés avec le concours de l´Istituto Paolo VI de Brescia, Rome 1984, 875 pp en UPCo
1687/32. DORN, L.A., Pablo VI. El reformador solitario, Barcelona 1990. ACERBI, A., Paolo VI. Il Papa che
vació la terra, 1997. RICCARDI, A., El poder del papa, Madrid 1997, 255-430. DE LA HERA, E., La noche
transfigurada. Biografía de Pablo VI, Madrid 2002,
432
ADORNATO, G., Pablo VI. El coraje de la modernidad, Madrid 2008, 18.
433
DORN, L. A. Pablo VI… 162
278
436
MORO, C., L´Azione Catolica Universitaria. FUCI. 1950, 232
280
llegada a Roma, sin estar a disgusto, parece que no fue feliz. Al curso
siguiente con la inestimable ayuda de Longinotti, miembro del gobierno y
amigo de su padre, logró entrar en la Academia de nobles eclesiásticos. Pese
a las dificultades que entrañaban sus estudios muy orientados al derecho y a
la administración con el consiguiente abandono de las letras, logró asentarse
y sentirse a gusto por primera vez con personas alejadas de su ambiente.
Entre sus jóvenes compañeros encontró verdaderos amigos y sobre todo un
ambiente espiritual e intelectual que le hará crecer y sentirse en comunión,
en medio de no pocas dudas y vacilaciones, con la cultura imperante en
Roma de los años veinte. En la correspondencia con sus padres afirmará que
lo único necesario para descubrir el evangelio era participar en verdaderas
conversaciones y no en sesudas discusiones y debates, hablar desde y con el
corazón y dejarse llevar por la Providencia y no por la lógica. Con todo, su
formación culminaría con un doctorado no en Roma sino en Milán.
A sus veintiséis años, en 1923, es llamado, gracias a los habituales
buenos oficios de su padre y de su gran amigo Giovanni Maria Longinotti,
amigo, a su vez del papa Pío XI y del cardenal Gasparri, a la Secretaría de
Estado por Monseñor Pizzardo (1877-1970)437.
También en esta ocasión los comienzos fueron vacilantes. Vacilaba
entre formar parte de una congregación religiosa o seguir la vida sacerdotal
sin más. Será el abad del Monasterio benedictino de San Pablo extramuros,
el abad y futuro cardenal de Milán, A. Schuster, quién de manera definitiva
le desaconseje optar por la vida religiosa. A partir de ese momento ya no
dudó: optó por perseverar en el servicio de la Iglesia, inicialmente como
minutante de la Santa Sede. Su paso como funcionario de la Santa Sede en
la nunciatura de Polonia tampoco le resultó nada fácil. No pasó de ser un
subalterno para tareas menores. Sus ingresos económicos tuvieron que ser
complementados por sus padres y hasta por su protector el cardenal Pizzardo.
Antes de que se le echase encima el duro invierno polaco, tal vez con alguna
intervención de su padre, retornó a Roma.
Retorno incierto en lo político y en lo eclesiástico. El presente y el
futuro del Partido Popular italiano, en el que su familia paterna estaba
altamente implicada, no pasaban por su mejor coyuntura. La situación de
dom Sturzo, estorbada por la secretaria de Estado, seguía siendo muy crítica.
La sombra del fascio lo ocupa todo. Ante tanta incertidumbre, los Montini
consideraban que la suerte del PPI era que luchase por su independencia,
lejos de la influencia política y social del partido de Mussolini438.
437
DORN, L. A., Pablo VI… 53-57
438
“Fue funesto que la vida política de los católicos no pudiera desarrollarse con cuño católico. Primero,
a nuestro partido, convertido en el único puramente burgués, tal vez se le ha olvidado la tarea de dar un
ejemplo sereno y paciente de honradez, rectitud y de altos ideales frente al bizantinismo y chalaneo de
los otros partidos. En la medida en la que el Partido Popular se mantuvo fiel a su conciencia del deber y
espíritu de sacrificio, hubo de ser superado en la marcha providencial de las cosas por otros partidos, unos
partidos que actúan de un modo puramente laicista, partidos que en un delirio de autosuficiencia y orgullo
281
se consideran capaces de salvar la nación. Eso me parece un signo de que no está afianzada, ni puede
estarlo, nuestra identidad de católicos confesores de la fe”, le escribía el joven Montini a su padre. En
DORN, A. L., Pablo VI… 75-76.
439
En carta dirigida a sus padres antes de partir de Polonia, además de confiarles su preocupación sobre
el presente y futuro de Italia, manifestaba de manera explícita su aprecio por la educación católica y por
sus juventudes: “Quiera Dios que para nuestro bien, y más aún para bien de toda la humanidad, que de
los acontecimientos presentes surja una generación más pura y más fuerte de jóvenes católicos: el
catolicismo italiano tiene que ser el patrón para el catolicismo mundial”, citado por Dorn, Pablo VI…. 73.
282
y sobre todo aseguró su inserción en este grupo de trabajo, por ende, dentro
de las instituciones eclesiásticas.
El año siguiente, 1931, fue un año difícil para Montini, para la FUCI,
para la Iglesia italiana y para el estado. La política fascista en su intentó de
dirigir todas las actividades de la juventud sintió como una crítica y como
una reducción de sus derechos firmados con la Iglesia, la iniciativa de la
Acción Católica italiana de formar una secretaría de obreros, destinada a
trabajar con la clase obrera y a subvenir necesidades sociales por toda Italia.
La prensa fascista reaccionó muy violentamente; calificó tal iniciativa como
contraria a los acuerdos lateranos, publicó los nombres de los jóvenes
pertenecientes a los movimientos católicos y trató de desvincular tales
movimientos y personas del PPI. La situación llegó a ser tan tensa que el
mismo Papa se vio obligado a intervenir. Publicó la ya conocida encíclica
Non abbiamo bisogno, primera encíclica en lengua italiana. Esta enérgica
protesta posibilitó, gracias, como bien sabemos, la firma de la llamada
segunda conciliación. Por ella la Iglesia se veía obligada a desvincular a los
dirigentes de la AC y de la FUCI del PPI, a cambiar el nombre de Acción
Católica por el de Asociaciones Universitarias y a ubicar la sede de los
estudiantes católicos fuera del campus universitario. Montini, pese a sus
críticas, aceptó a regañadientes la nueva situación; dos años más tarde puso
su dimisión de la FUCI, Antes había aceptado la capellanía de una nueva
institución como fue la de los Laureados italianos440
El bienio 1931-1933 fue demasiado duro para la salud física y
espiritual de Montini. Logró, con más esfuerzo y sufrimiento que el que
había empleado en su preparación y redacción, la publicación de su libro,
La vía de Cristo. En este libro se contenían los cursos que sobre cristología
y la persona de Cristo había dirigido durante los años precedentes a los
estudiantes de la FUCI. La censura diocesana de Brescia puso demasiados
inconvenientes, tachando el libro de avanzado. Por fin, en el verano de 1931
veía la luz. Esta alegría no compensó el enfrentamiento que desde su mismo
nombramiento como capellán del círculo romano tuvo con Monseñor Ronca.
En las circulares que escribía Montini por aquellos días se manifestaba
contrario a los modos tradicionales y de corte apologético y combativo que
los jesuitas italianos, los profesores de la Universidad Gregoriana en su
flamante Instituto Superior de Cultura religiosa y sobre todo muchos
sacerdotes italianos, comenzando por Ronca y por el obispo-vicario de
Roma, Marchetti empleaban en sus trabajos universitarios. Montini criticaba
los excesos litúrgicos, las devociones individuales, el excesivo culto a los
santos y al Sagrado Corazón, los vacíos doctrinales y religiosos, la falta de
diálogo y el enfrentamiento continuo con la sociedad. En medio de estas
circunstancias y no sin dolor y lágrimas se sintió obligado, no porque sus
440
ANDREOTTI, G., Giovanni Battista Montini, aumônier des universitaires et des licenciés en Paul VI et
la modernité… 33-40.
284
443
RUMI, G., Maritain ambasciatore presso la Santa Sede e i suoi rapporti con il Sostituto G. B. Montini.
Spunti e congeture en Pubblicazioni dell´Istituto Paolo VI: Montini, Journet, Maritain: une famille
d´esprit, Brtescia 2000, 213-224 en UPCo 1687/91
287
que gira alrededor de la Iglesia fue la organización del Año Santo de 1950:
trabajo del que nació, muy en el estilo de Montini, el llamado Círculo de
Roma: lugar de encuentro, confiado a sus amigos cristiano-demócratas en el
que se encontraron las grandes personalidades peregrinas llegadas a Roma
con motivo del Jubileo de 1950. No menos importante fue su viaje en 1951
a los Estados Unidos.
Nos encontramos por lo tanto ante una personalidad rica, capaz y con
una creciente proyección nacional e internacional. Sin embargo, Montini era
un simple sacerdote, un monseñor de Curia, el mejor minutante del Papa y
nada más, pero tampoco nada menos. ¿Por qué no le han consagrado obispo?
¿Montini verdaderamente es querido por sus compañeros de Curia y por
muchos de los cardenales que conoce y con quienes trabaja? Ciertamente no
representa las esencias del Partido Romano, más bien está en su contra en
asuntos políticos, como la preparación de un gran partido católico que
pudiese concurrir con éxito a las elecciones municipales y nacionales de
1952 tal como quería el político Gedda, aupado por la Curia Romana y en
asuntos morales, como se puso de manifiesto en el caso. En no pocas
ocasiones los rumores lo han alejado de Roma y del papa, quien, según
muchos, empieza a recelar de él y a estar cansado de su independencia y de
su tan original manera de proceder. Algo pasa o al menos eso es lo que se
deja adivinar en los escritos de Guitton. Lo cierto y verdad es que ni él ni su
amigo y compañero en la Secretaría de Estado parece que aceptaron de labios
del mismo Pío XII ser recibidos como cardenales. ¿No quisieron para no
alejarse del Papa y de las funciones que venían realizando? ¿No quisieron
para ser más libres y dejar su futuro y el de la Iglesia en manos del sucesor
del papa Pacelli? ¿Realmente se lo propuso con todas las de la ley el Papa?
444
RUMI, G., Montini arcivescovo di Milano. Avvertenze metodologiche e linee di ricerca en Paul VI et la
modernite… 129-134. CRIVELLI, L., Montini: arcivescovo a Milano. Un singolare apprendisato, Milano
2002, 257 pp
290
europeas llegaban con toda normalidad. Milán acabó siendo la plaza donde
se editaban y presentaban libros sospechosos en Roma como fue el Misterio
de la Iglesia del padre De Lubac. Milán, en el fondo, sin llegar a competir
con Roma, se convirtió en alternativa pastoral, teológica y moral del presente
y futuro de la Iglesia católica.
Una muestra de cuanto estamos diciendo puede verse sin duda alguna
en el prólogo que escribió al libro del por entonces obispo auxiliar de
Manilas, Monseñor Suenens La Iglesia en estado de misión. En él trazó un
cuadro muy realista de la situación de la Iglesia: “El momento parece
apocalíptico y lo es. El fenómeno central, Cristo, agoniza en su Iglesia, en
medio de las torturas legales de las persecuciones, de las maldiciones
irónicas de sus adversarios, en medio del abandono de sus discípulos,
guardan únicamente la fidelidad de algunos”. Y añadía: es preciso “una
movilización general” de toda la Iglesia, a fin de “reparar las pérdidas,
defender las posiciones, recuperar los miembros dispersos, ganar algunos
nuevos. Es necesario “adaptar a las necesidades espirituales de nuestra
época” las instituciones eclesiásticas, reformarlas y modernizarlas”445.
Adaptación, reforma y modernización se convertirán en estos años y en los
sucesivos en el programa de muchos obispos.
Un texto muy significativo, el primero de su magisterio en Milán, fue
la Carta Pastoral que publicó en la Cuaresma de 1956 y que llevaba por título:
Deberes del cristiano ante la evolución, la crisis social y religiosa del mundo
moderno. En ella se tocaba uno de los puntos neurálgicos de la nueva cultura.
La omnipresencia del marxismo. Muchos leyeron en el texto cuaresmal la
condena expresa del marxismo; pero muchos más advirtieron que la Iglesia
se veía invitada por su misión y por las nuevas circunstancias a prestar
atención a misiones, llevadas, por otra parte, con una nueva sensibilidad. Si
a Montini estando en Roma le dolía la Iglesia entera, en Milán le comenzó a
doler el mundo entero. Prueba de cuanto decimos son las letanías que
compuso y publicó en su Boletín diocesano ante la tragedia sufrida por los
cientos de trabajadores en las minas de Bélgica.
Pero Montini no era sólo un hombre de palabras; le encantaba la
acción y muy pronto pasó a ella. Ante las nuevas circunstancias lanzó la Gan
Misión de Milán, que prácticamente ocupó todo le mes de noviembre de
1957. El tema central de esta gran misión giró en torno a “Dios Padre”.
Los resultados de la misión a la altura de 1960 parece que decepcionaron a
su gran animador. Ya plena misión escribía al cardenal Roncalli: “Algo se
mueve, pero tengo la impresión, juzgándolo humanamente, de estar arañando
apenas las costra de indiferencia y hostilidad religiosas que se han extendido
sobre esta tierra de tradición católica”. Los resultados parece que fueron
decepcionantes y que no se lograron los objetivos que se pretendían.
445
ALBERIGO, G., Il concilio Vaticano II e le trasformazzioni culturali in Europa, en Cristianísimo nella
Storia 20 (1999) 383-405
291
446
SUENENS, Aux origines du Concile Vatican II, en NRT 107 (1985), 3-21.
292
el obispo de Lille, Lienart, y que hizo ganar al grupo más abierto al diálogo
con el mundo frente a los que se mostraban más remisos y dubitativos.
Montini apenas intervino durante la primera sesión. Hay que piensa
que este comportamiento estuvo aconsejado por el propio Papa que lo quería
como sucesor y que no deseaba se quemase antes de tiempo. Por otra parte,
se corrían rumores de que Montini se alojaba, por privilegio papal, en una
casa contigua a la Basílica de San Pedro, desde la que se podía ver con suma
discreción con el Papa.
No vale la pena, al menos en este momento, seguir el devenir de esta
primera sesión. Las palabras de monseñor Colombo iban a quedar más que
confirmadas. Salvo los esquemas referentes a la liturgia y a los medios de
comunicación, todos los demás iban a ser rechazados, creándose, después de
lo vivido en los tres primeros meses del concilio, un nuevo esquema de
trabajo, que, finalmente, saldría adelante, con un programa y con un proyecto
muy concreto en torno a la esencia, misión y relaciones exteriores de la
Iglesia. En este punto una carta firmada por Montini y dirigida al cardenal
Ottaviani, puede verse en Noticiario de 1983 nº 7 pp 11-14, junto con la
intervención pública de Suenens, obligaron al papa a anunciar la creación de
una comisión de coordinación para unir el trabajo de las diversas comisiones
y para seguir los trabajos. En consecuencia, un nuevo esquema de trabajo
debía prepararse; esquema del que nacerá la Gaudium et Spes.
451
RICCARDI, A., El poder… 260
452
Tomado de Riccardi, p. 285, nota 23 de Guitton
296
Curia, supo que se estaba preparando “un consejo de los obispos del mundo
entero destinado a gobernar la Iglesia” así como una reforma de la Curia453.
Ese mismo día, el nuevo papa se dirigía a todos los miembros de su
Curia, de la Curia vaticana. Les sugería y les animaba a que cayesen en la
cuenta de lo que el Concilio estaba significando para la Iglesia; les insinuaba
que de nada valían las banderías y las divisiones; les recordaba que su papel
y misión eran las de apoyar al papa y al Concilio no decantándose, como
trataría de hacer hasta el final del Concilio el mismo papa, por ninguna de
las partes. El futuro de la Iglesia, su renovación, estaba en juego; de nada
valían, en consecuencia, los partidismos. La unidad era una meta y también
una obligación. Una unidad que, incluía de aquí en adelante, contar con la
opinión de todos los obispos y de todo lo por ello representado. Los curiales
seguían siendo importantes, decisivos en muchos casos; no menos, a partir
de la convocatoria del Concilio, los obispos, los sacerdotes, los religiosos,
los laicos, los fieles y hasta la opinión pública.
453
Todas estas iniciativas han sido vistas de manera muy diferentes; con todo, predominan los juicios en
los que se defiende la lealtad del nuevo papa al Concilio y su talante de buen y respetuoso administrado.
El perito jesuita Murray en una entrevista televisiva se expresaba de esta manera: “Pablo VI se enfrentaba
al problema de llevar el Concilio a su fin. Tenía que señalar qué temas había de estudiar el concilio, y
hacerlo de manera que pudiera encontrar el asentimiento de todos los miembros del concilio. Y lo hizo
con éxito brillante ya en el discurso de apertura del segundo periodo conciliar señalando un triple
programa: autocomprensión y reforma de la Iglesia, unidad de los cristianos, diálogo de la Iglesia con el
mundo moderno. Dio al concilio plena libertad de discusión…. Condujo el concilio con mano suave pero
segura. Su objetivo principal fue alcanzar un consenso dentro de aquella magna asamblea, superar
posibles tensiones o, mejor aún, prevenirlas solucionándolas en el momento de su aparición. Era un
cuerpo mal entrenado con el que tenía que tratar: con hombres habituados a la independencia en su
manera de pensar y de actuar…. En ocasiones parecía que maniobrase con el fin de alcanzar o de ampliar
un consenso” Texto tomado de DORN, L. A., Pablo VI… 217-218.
297
454
RICCARDI, A., El poder… 270.
455
MARTIN, J., Los voyages de Paul VI en Paul VI et la modernité… 317-332
298
456
RICCARDI, A., El poder… 273-277
457
“La misión del cristianismo es una misión de amistad con los pueblos de la tierra; una misión de
comprensión, de ánimo, de promoción, de elevación”. Citado por RICCARDI, A., El poder… 274
458
CONGAR, Y., L´oecuménisme de Paul VI en Paul VI et la modenité… 807-820.
459
RICCARDI, A., El poder 278 y 280.
299
460
“Es necesario, escribía a los pocos días de su elección, el cinco de agosto de 1963, que me dé cuenta
de la posición y la función que ahora me son propias… La posición es única. Es igual que decir que me
acompaña una extrema soledad. Ya era grande antes, ahora es total y tremenda. Da vértigo. Como una
estatua sobre un pedestal, una persona viva como soy yo… Es más, debo acentuar esta soledad, no de no
tener miedo, no debo buscar apoyo exterior que me exonere de mi deber, que es el de querer, decidir,
asumir toda la responsabilidad, guiar a los demás, aunque esto parezca ilógico y quizá absurdo. Y sufrir
solo. Las confidencias que consuelan pueden ser escasas y discretas. La profundidad del espíritu está
conmigo. Yo y Dios”. En RICCARDI, A., El poder… 285
301
461
GUITTON, J., Pablo VI secreto, Madrid 2015, 83-87.
462
TORNIELLI, A., Paolo VI… 39-54
463
DANIELOU, Jean, Tests, Beauchesne 1968
304
464
O´MALLEY, J., ¿Qué pasó en el Vaticano II?, Santander 2012, 320.
465
Un intento es el que hemos seguido en el párrafo siguiente: GROOTAERS, Jan, Quelques donnés
concernat la redaction de L´Encyclique Humanae Vitae en Paul VI et la modernité … 385-398.
305
466
Las críticas recibidas, como se ha dicho más arriba, fueron muchas y muy acres. Oigamos le oyó Jean
Guitton a un teólogo en una reunión internacional de teólogos tenida en Viena en septiembre de 1968:
“Quiere constreñir el eros. Ahora bien, argumenta a la vez contra la ciencia y contra la teología. Reedita
el caso de Galileo y del Syllabus, deja fuera de la Iglesia a los que más tarde le salvarán, y que será
consideraros en el siglo venidero como los verdaderos católicos. Es Galileo quien ahora es el maestro de
los espíritus. Por lo mismo, en el siglo XIX, el Papado ha desatendido las advertencias de los espíritus
críticos en exégesis, de los demócratas en la política, del mundo obrero en materia social. Ahora resulta
que el Papado deja fuera de la Iglesia a la mayoría de los fieles, ya que las directrices que da a la encíclica
serán imposibles de practicar. El pueblo cristiano deberá vivir en la hipocresía. La diferencia reside en que,
en los siglos pasados, las contestaciones, las separaciones, los cismas habrían estado enmascarados por
el conformismo universal, pero ahora funciona todo de forma diferente. El cisma va a ser visible, todo
está ya en el dominio público”. Texto tomado del libro de GUITTON, J., Pablo VI secreto, 97-98.
306
467
RICCARDI, A., El poder… 316
308
Llegamos al final. Los últimos años del pontificado del papa Montini
estuvieron presididos por el dolor físico; una fuerte artrosis le impedía
caminar sólo, por el dolor espiritual y psíquico y por el recuerdo y
acompañamiento de la muerte. No por ello, Pablo VI dejó de afrontar temas
espinosos en los que manifestó su carácter y determinación; fueron éstos la
Constitución Apostólica: Romano pontifici eligendo (1-10-1975) y una
Declaración sobre algunas cuestiones de ética sexual (29-12.1975). Ambas
fueron recibidas con acritud y destemplanza. Uno de sus últimos actos
públicos fue el de presidir los funerales de su amigo Aldo Moro, asesinado
por las Brigadas Rojas. No pronunció homilía alguna; sí rezó, en cambio,
una oración conmovedora y llena. En medio del dolor y la pena aparecían la
esperanza y caridad.
468
“Por alguna fisura el humo de Satanás está dentro del templo de Dios. La duda, la incertidumbre, la
problemática, la inquietud, la insatisfacción, los enfrentamientos están a la orden del día. Hubiéramos
creído que el día siguiente después del Concilio habría sido un día luminoso para la Iglesia. Pero nos hemos
encontrado con nuevas tempestades. Buscábamos llenar los nuevos abismos en lugar de hacerlos más
grandes. ¿Qué ha pasado? Os confieso: se trata de un poder adversario, el diablo, este ser misterioso,
enemigo de todos los hombres, que tiene algo de sobrenatural, llegado a pudrir y resecar los frutos del
concilio ecuménico y a impedir que la Iglesia cante himnos de alegría por haberse redescubierto a sí
misma, por tener más y mejor conciencia de su misión” Palabras pronunciadas el 29 de junio de 1971.
Página 320, 2
310
469
ACERBI, A., Giovanni Paolo I en Storia della Chiesa. La Chiesa del Vaticano II (1958-1978), XXV/1.
Roma 1995, 101-117. LILL, R., Il potere dei papi. Dall´etá moderna a oggi. Roma 2008.
470
ACERBI, A., Giovanni … 101-102
311
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ACERBI, A., Giovanni … 108-109
313
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ACERBI, A., Giovanni … 113-114
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ACERBI, A., Giovanni … 113-114
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ACERBI, A., Giovanni … 115
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ACERBI, A., Giovanni … 116
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ACERBI, A., Giovanni … 117
316
477
HILAIRE, y-m., Histoire de la paputé. 2000 ans de misión et de tribulations, Paris 2003, 481-495.
O´MALLEY, J., Historia de los papas. Desde Pedro hasta hoy, Santander 2011, 343-354. RICCARDI, A.,
Juan Pablo II. La biografía, Madrid 2011, 663 pp
478
LILL, R., Il potere … 195
317
Concilio” (página 205, 2). Muy en línea con estos propósitos está el nuevo
Catecismo de 1992. Toda esta normativa se vio complementada con la
publicación en el mes de mayo de 1990 de una Instrucción eclesial de los
teólogos (ver página 205, 1). Añádase a todo esto un nuevo centralismo fiscal
tal como se operó dentro de la Iglesia (canon 1271)
Nuestro autor sigue insistiendo en esta línea y afirmando que la
insistencia del papa sobre el celibato de los sacerdotes y el comportamiento
patriarcal hacia las mujeres vienen a reafirmar su tesis (206-209).
Las páginas que siguen están dedicadas al pontificado de Benedicto
XV. Un pontificado continuista, en el que sobresalen el carácter metafísico
y doctrinal del papa Ratzinger y su escaso y pobre talante histórico. La
doctrina y la verdad sobre la historia, el contexto y el momento actual. Digno
de leerse. Con todo, creo que el autor se muestra muy partidista… y
demasiado crítico con el papa teutón.