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Martín Fierro es una obra híbrido porque pertenece al género lírico -narrativo. Lírico porque es un
poema, por lo que está escrito en verso. Narrativo, porque cuenta hechos sucedidos que lo llevan a
cantar-contar sus vicisitudes. Pertenece a la Poesía Gauchesca, pues su protagonista es un gaucho
que, desde la visión del escritor culto, narra su historia reflejando el ámbito natural de este tipo
social. Como todo texto, está compuestos por secuencias textuales diferentes: narrativas, dialógicas,
argumentativas, explicativas. Y como todo texto literario, presenta rasgos propios.
POESÍA GAUCHA:
Es la poesía tradicional que cantaron los auténticos gauchos. Es una poesía oral y anónima, de la
cual no se poseen registros debido a la espontaneidad y el contexto en el cual se desarrollaban, por
ejemplo: las pulperías, los fogones, etc. Además estaba dirigida hacia un público analfabeto, en su
mayoría.
La cantaban con el acompañamiento de la guitarra. Entre los cantores gauchos se distinguieron los
payadores, que practicaban el canto improvisado, individual o en enfrentamientos llamados payadas
de contrapunto.
El payador es un poeta repentista que canta en forma individual, sobre temas propuestos por el
auditorio, o en contrapunto con otro, pudiéndose referir ambos al mismo asunto- solicitado
previamente- y, también, formulándose en forma recíproca, preguntas que deben ser contestadas en
verso. Los gauchos payadores eran celebridades en las reuniones y pulperías, y si se los consideraba
buenos ganaban prestigio y ciertos beneficios. Se los invitaba con copas, eran admirados y
reconocidos por su público, también gaucho.
POESÍA GAUCHESCA
Es un género literario original del Río de la Plata surgido a comienzos del siglo XIX.Es una poesía
compuesta por poetas ciudadanos cultos que emplean deliberadamente los medios expresivos
usuales del medio rural, ajeno a su medio socio-cultural. Imitan el verdadero estilo de los creadores
gauchos, sus imágenes, forma de pensar y encarar los hechos de la vida. Su propósito es el de
expresar“ciertas verdades” sobre el campo y el gaucho.
Es una poesía escrita y difundida a través de la imprenta. Primitivamente se imprimió en hojas
sueltas, luego en folletos y libros, aunque esto no excluye su transmisión oral y socialización.
Es una poesía comprometida con la realidad que varía con el tiempo y las circunstancias. Posee una
intención reformadora, impregnada de la voluntad de arreglar las cosas y señalar los errores para
que se corrijan. Trata de reivindicar socialmente al gaucho, el pobre, el desposeído. Abarca temas
específicos, como por ejemplo: el amor, la soledad, la muerte, la desgracia, las injusticias sociales,
etc.
En este verso se aprecia una personificación de los pastos ( Se otorgan características humanas a objetos
inanimados, en este caso los pastos , quienes tiritan son las personas).
La prima y la bordona son cuerdas de la guitarra. Se emplea una gradación ascendente primero hace
gemir y luego llorar. Esto destaca la pasión con la que este gaucho canta y toca el instrumento antes
mencionado.
Y si me quieren probar
salgan otros a cantar
y veremos quién es menos.
Sin lugar a dudas, la característica que predomina en ese Canto, como expresión de la habilidad del
autor para presentar no un individuo sino un prototipo, es esa típica mezcla de humildad y altanería
con que, el que se siente inferiorizado socialmente expone su orgullo personal, exalta al máximo los
valores que puede atribuirse, y contrapone sus virtudes con la mala consideración que recibe de la
sociedad:
Y atiendan la relación
que hace un gaucho perseguido,
que padre y marido ha sido
empeñoso y diligente
y sin embargo la gente
lo tiene por un bandido
La crítica social está presente en estos versos, la sociedad es quien juzga al gaucho, lo margina, lo
considera un vago, un bandido, un ladrón.
Análisis canto VII de Martín Fierro
En el Canto VI, al volver de la frontera y encontrarse con su rancho convertido en tapera (símbolo
de su vida deshecha), Fierro había jurado “ser más malo que una fiera” y decidido convertirse en
gaucho matrero. Esa decisión es una autoafirmación de su ser frente a una sociedad que lo ha
desconocido, demostrándole de manera palpable que ni siquiera la sumisión lo pone a salvo de sus
atropellos.
La segunda mitad de la cuarteta introduce la tercera persona del plural. La impersonalidad de ese
“ellos”, sumada al plural, resalta la impotencia de Fierro, que se enfrenta a un enemigo
abrumadoramente superior y, en última instancia, no individualizable. No hay a quién quejarse ni de
quién vengarse. El negro pagará por ellos. La sociedad no demuestra comprensión alguna hacia la
situación. Juzga simplemente, transformando a la víctima desorientada en vago. Ni siquiera se le
brinda una oportunidad, ya que el juicio es seguido de inmediato (a través de la coordinación
copulativa) por la acción regresiva. De su situación personal, se eleva a una reflexión general
comprensiblemente pesimista, tránsito subrayado por el cambio de tiempo verbal: del pretérito al
presente. La negación absoluta refuerza la impresión de validez irrestricta. Es sugestivo que, por
segunda vez en lo que va del canto, emplee el verbo “ver” (“vide”). Crea la impresión de estar
escindido de estar escindido entre un ser que padece y otro que lo observa sin poder asumir de una
vez su situación. La tercera estrofa está constituida por una enumeración negativa, salvo el segundo
verso. Fierro recuenta sus carencias. El verso afirmativo separa las pérdidas afectivas de las
puramente materiales. La reiteración anafórica de “no tenía” destaca su total desamparo, tanto
espiritual como material. Su situación es soledad absoluta, soledad en contra, soledad de aquel que
huye. Esto se materializa finalmente sobre la propia figura, en la ropa miserable, en la falta de
dinero... La siguiente cuarteta trae evocación de los hijos. No los incluyó en la enumeración anterior
para resaltar que son lo más importante y que todavía no ha perdido la ilusión de reencontrarlos. El
andar “de un lado a otro” es índice, no solo de su desorientación, sino de la búsqueda desesperada
de sus hijos, que únicamente servirá para hacerle acumular resentimiento. Este verso sintetiza la
miseria en que vivía:
Sin embargo, sus constantes desplazamientos eran inspirados por una razón afectiva. A partir de la
quinta estrofa, comienza el planteo del nuevo episodio. Este se inicia bajo el signo de la fatalidad:
“por desgracia”.Una y otra vez Martín Fierro nos señala la inexorabilidad en su vida, y su
conciencia de lo fatal en ella. Fierro es un narrador protagonista a la vez, lo que le permite contar
desde una perspectiva global y saber como narrador lo que como personaje ignoraba. De este modo,
mediante la anticipación, va despertando la expectativa del público. La ubicación temporal y la
espacial son tan vagas que sugieren el caos en que se habían convertido su existencia. El baile le
permite reintegrarse, aunque más no sea transitoriamente, a la vida social. Pero, debido a su estado
de ánimo, no pretende siquiera participar. Solo pretende evadirse de su angustia. El hipérbaton
posterga la aparición del verbo “Fui” hasta el final de la estrofa, porque esa acción en apariencia
intrascendente lo condujo al encuentro de su destino. En el baile, re – anuda lazos amistosos que
parecen devolverlo a la comunidad de los hombres. La insistencia en el carácter excepcional de esa
embriaguez y de su posterior conducta violenta revela el afán de Fierro de atenuar como narrador lo
que hizo como personaje. Recordemos lo que proclamó sobre el final del Canto I:
La flagrante contradicción entre estas palabras y lo que ahora se dispone a contar le debe resultar
acusadora a Fierro:
Fierro continúa mostrándose como juguete de fuerzas que no conocía ni podía controlar. Siente que
en esta ocasión no era dueño de sí. “La tranca” lo dominó. El peso del remordimiento es tal que ya
comienza a exculparse. Antes había perdido el control de su vida, ahora de sí mismo. Su
resentimiento se descarga contra un desclasado como él, relegado incluso a una posición inferior a
la suya por su condición de negro, de distinto. La pelea sin causas requería causa para ser, y había
de ser entonces la más natural e inmediata, la que surgiese de un prejuicio hecho ya casi carne .
Movido por un prejuicio atávico, Fierro provoca una pendencia carente de otra motivación que no
sea su necesidad inconsciente de desahogarse y afirmarse. Precisa demostrar que aún sigue siendo
un hombre. Como suele suceder, reafirmará su hombría a expensas de lo humano. Pero lo único que
conseguirá será poner fin a una vida y acabar de arruinar la suya. Con su provocación, Fierro está
atacando, la felicidad que ya no tiene, representada por esa pareja que viene a divertirse y cuya
Fierro repite el proceder injusto del que fue víctima. Se transformará en asesino para dejar de
sentirse impotente. La atención de Fierro se centra primeramente en la morena, pero todo lo que le
diga tendrá como destinatario último a su compañero. Siente como soberbia lo que probablemente
fuera solo concentrada expectativa en los ansiados placeres del baile. Llevado por la desesperación,
el hombre precisa atraer la atención para dejar de sentirse un inútil. Marginado, quiere ser
protagonista. Se insulta Fierro a la mujer, iniciando así la larga serie de asociaciones desvalorizadas
con animales, sino que exhibe el ingenio con que pretende convertirse en centro de la atención. El
perseguido busca ser atendido.
La rapidez con que la negra le devuelve el insulto, así como la mirada despectiva que le arroja y el
hecho de que siga de largo, debieron dejar mal parado a Fierro, aunque el narrador no nos diga nada
acerca de la reacción, concentrando así aún más la tensión. La descripción que hace Fierro de la
mujer refuerza lo humorístico, que habrá de resaltar por contrate la tragedia del final. La
comparación hiperbólica con la cola de una zorra contrasta con la actitud digna de la mujer. El
segundo parlamento de Fierro está cortado por una acotación del narrador (“dije yo”), cuya función
es resaltar el final insultante y provocador, con su clara alusión sexual. Se trata, en realidad, de un
tiro por elevación contra el moreno.
Al darse cuenta de su enojo, Fierro aumenta la presión sobre el porque comprende que es terreno
fértil para la provocación. La aproximación física no solo demuestra que no le teme, sino que es
casi una incitación al negro para que lo ataque. Fierro ha ido a buscar a su contrincante. Este no ha
cruzado el umbral todavía (“dende ajuera”). El nuevo calambur enmascara, bajo la apariencia de un
cumplido, una nueva alusión insultante a un rasgo racial:
De este modo, Fierro vuelve a lucir su ingenio. La metonimia en este verso expresa con brutal
intensidad el desprecio de Fierro por su contrincante:
A través de esta nueva metáfora Fierro vuelve a humillarlo, dejándolo en una posición desairada.
Da la impresión de seguir subestimándolo. Pero lo único que consigue es exasperarle “como una
tigra partida”, con la que se resalta la ferocidad de su nuevo ataque. De allí que el negro intente y
logre herirlo en la cara, lo cual se consideraba vergonzoso para quien recibía el corte. Aquí, además,
se carga un valor simbólico: es de estigma de esta vano homicidio, que acompañará a Fierro durante
el resto de sus días. La herida le demuestra que no se puede actuar sin perder la inocencia. Siente
injustamente al negro como malvado porque le obliga a perder su inocencia. La elipsis por la que se
omiten las restantes vicisitudes de la pelea resalta la brutal sorpresa del golpe final, acentuada por el
sustantivo “topada”, que expresa crudamente el carácter anima, instintivo, de la pelea:
El hipérbaton, que posterga la aparición para el final del segundo verso realza, hasta visualmente, la
violencia del impacto. La transición hacia la conciencia y la culpa se produce durante el breve y
tremendo espectáculo de la agonía. Es el primer homicidio de Fierro. Las convulsiones del negro
son como la objetivación de las que debió sufrir la conciencia de su matador.
El sufrimiento de la mujer se transforma en viva acusación contra Fierro, cuya culpa objetiva de
forma conmovedora. Contra la desesperación acusadora de la morena, se alza el Yo del
protagonista, cuyo sentimiento no asumido de culpa le vuelve intolerable la escena. La ironía
trágica consiste en que lo haga “por respeto al difunto”, por el que no mostró el mismo respeto
cuando estaba vivo. La siguiente copla está constituida por una pausada enumeración, que contrasta
la lentitud de la retirada con la rapidez del duelo.
“Limpié el facón en los pastos, desaté mi redomón, monté despacio y salí al tranco pa el cañadón.”
Los verbos en primera persona al comienzo de los tres primeros versos refuerzan la impresión de
tremenda soledad en que ha quedado Fierro. En su afán de afirmarse, el personaje no ha hecho otra
cosa que excluirse definitivamente de la sociedad. El episodio termina con Fierro perdiéndose en la
noche (la de la culpa). El negro fue tratado por la sociedad con la misma desaprensión con que
Fierro lo hizo. Su alma interesó tan poco como su cuerpo. Reaparece la tercera persona del plural,
subrayando que la misma sociedad que despojó a Fierro lo condenó injustamente, se deshace con
igual insensibilidad del moreno. El negro careció de todo en la muerte, como Fierro carece de todo
en la vida. Esto contribuye a resaltar la inutilidad de la pelea. Martín Fierro será en vida el alma en
pena que el negro es de muerto. En la última estrofa, no enteramos de que Fierro lo recuerda cada
tanto y que entonces, para aliviar su conciencia, piensa en hacer una buena acción por él.