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de las enfermedades
neuromusculares
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Electrodiagnóstico
de las enfermedades
neuromusculares
Ciudad de La Habana
2006
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Datos CIP- Editorial Ciencias Médicas
80 p. Figs.
1.ELECTRODIAGNÓSTICO.2.ENFERMEDADES
NEUROMUSCULARES.3.ELECTROMIOGRAFÍA.
WL102
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Autores
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ÍNDICE
Introducción / 9
Electrodiagnóstico de detección o electromiografía / 10
Capítulo 1. Electromiografía con aguja / 13
Técnica de registro / 13
Actividad espontánea en reposo / 15
Patrón de contracción voluntaria / 21
Interpretación de los resultados / 25
Trastornos neuropáticos: lesión axonal / 26
Trastornos neuropáticos: lesión desmielinizante / 27
Trastornos miopáticos / 27
Trastornos de la unión neuromuscular / 28
Trastornos en el sistema nervioso central / 28
Aplicaciones clínicas / 29
Radiculopatías / 29
Plexopatía braquial / 31
EMG de fibra aislada / 33
Macroelectromiografía / 34
EMG cuantitativo / 34
Capítulo 2. Estudios de conducción nerviosa / 36
Estudio de conducción nerviosa motora / 36
Estudio de conducción nerviosa sensitiva / 38
Estudio de conduccion nerviosa mixta / 40
Interpretación de los resultados / 41
Capítulo 3. Otras técnicas neurofisiológicas / 48
Reflejo h y onda F / 48
Reflejo H / 48
Onda F / 51
Reflejo de parpadeo (¨blink reflex¨) / 53
Estimulacion nerviosa repetitiva / 56
Capítulo 4. Potenciales evocados multimodales / 58
Potenciales evocados visuales / 62
Potenciales evocados auditivos de tallo cerebral / 65
Potenciales evocados somatosensoriales / 67
Potenciales evocados al dolor / 71
Potenciales evocados motores / 72
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Capítulo 5. Electrodiagnóstico clásico o tradicional / 73
Prueba faradogalvánica / 73
Curva I/t (intensidad/tiempo) / 74
Curva A/t (acomodación/tiempo) / 75
Anexo 1 / 77
Bibliografía / 79
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Introducción
Puede definirse el electrodiagnóstico como el estudio de las enfer-
medades neuromusculares mediante el empleo de corrientes eléctri-
cas, ya sea aplicadas como estímulo, o registradas como resultado de
la activación muscular o nerviosa. Algunos autores lo clasifican en
electrodiagnóstico de estimulación, también llamado electrodiagnóstico
clásico o tradicional, y electrodiagnóstico de detección o
electromiografía. El primero, ampliamente utilizado hace varias dé-
cadas, ha sido superado por el segundo, más moderno y preciso. Tie-
ne la ventaja de que puede ser fácilmente aplicado por el fisiatra o el
técnico en fisioterapia, mediante la utilización de un equipo de estímu-
lo eléctrico convencional, ya que consiste en la simple inspección
visual de la contracción del músculo al ser estimulado eléctricamente.
Con esto, brinda una información general acerca de la presencia de
denervación muscular o no.
En comparación con el anterior, el electrodiagnóstico de detección
permite hacer un registro eléctrico de los potenciales de acción muscu-
lares y de nervios periféricos, y realizar una evaluación cuantitativa de
estos, mucho más exacta y objetiva, que también comprende otras
estructuras del aparato neuromuscular, el cual está constituido por las
motoneuronas del asta anterior de la médula espinal, las raíces ner-
viosas motoras y sensitivas, el ganglio espinal, los plexos, los nervios
periféricos, la unión neuromuscular, los efectores somáticos (múscu-
lo) y viscerales, las terminaciones nerviosas sensitivas en piel y mús-
culo, así como las estructuras somáticas y viscerales de algunos nervios
craneales. Su integridad es indispensable para garantizar funciones
claves para la supervivencia, tales como la movilidad y la sensibilidad,
su afección implica generalmente dolor o disfunción motora en algún
grado.
Los estudios electrofisiológicos son de inestimable valor como
adjuntos al examen clínico en la evaluación y la rehabilitación de
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enfermos con estos trastornos, para confirmar o descartar el diag-
nóstico presuntivo inicial, establecer el pronóstico, orientar el trata-
miento, seguir el curso evolutivo de la enfermedad y evaluar los
resultados de la terapéutica aplicada. De ahí la motivación de desa-
rrollar estos temas, que deben ser del conocimiento de aquellos que
deciden la conducta a seguir en esos casos, como elementos auxilia-
res que les permitan orientar objetivamente la rehabilitación.
Electrodiagnóstico de detección
o electromiografía
El término electromiografía comenzó a utilizarse en 1943, cuando
se realizó el primer examen del músculo con electrodos de aguja.
Desde entonces, esta denominación ha sido utilizada por los médicos
y se han considerado incluidas en esta, la exploración electrofisiológica
de los nervios periféricos (estudios de conducción nerviosa motora,
ECNM y sensitiva, ECNS) y de los músculos (electromiografía o
EMG propiamente dicha).
En la medida en que se han desarrollado estas técnicas, se han
incorporado al arsenal de diagnóstico electrofisiológico otras varian-
tes adicionales de exploración como son los potenciales evocados
somatosensoriales y motores, las respuestas tardías (reflejo H y onda
F), el test de estimulación repetitiva o test de miastenia, la macroEMG
y la EMG de fibra aislada, entre otros. Estas pruebas se utilizan en
forma complementaria entre sí, con el fin de establecer un diagnósti-
co definitivo de la enfermedad neuromuscular. Aunque el estudio
electrofisiológico se diseña a partir de los datos del interrogatorio y el
examen físico, también debe constituir una evaluación independiente
y fisiológicamente objetiva del trastorno en cuestión.
El médico que solicita un estudio electrofisiológico debe tener un
conocimiento básico de la anatomía y de las enfermedades del siste-
ma nervioso periférico, así como de las características de la explora-
ción electromiográfica. Generalmente es un neurólogo o un fisiatra,
aunque pudiera ser también un neurocirujano, ortopédico, internista u
otorrinolaringólogo. La solicitud de investigación electrofisiológica in-
cluye un adecuado resumen de la anamnesis fundamental del pacien-
te, los datos positivos bien detallados del examen neurológico, la
impresión diagnóstica preliminar sustentada sobre bases clínicas, así
como un diagnóstico diferencial limitado; además, los resultados de
exámenes complementarios: imagenológicos (radiografías simples
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y contrastadas, tomografía axial computa-dorizada, resonancia mag-
nética nuclear, etc.) de laboratorio clínico (enzimáticos, líquido
cefalorraquídeo), biopsias y otros. Esta información es de gran im-
portancia para orientar la estrategia a seguir en el estudio
electrofisiológico, el cual es dirigido específicamente hacia los aspec-
tos esenciales relacionados con la enfermedad que presente el pa-
ciente y a las interrogantes diagnósticas que plantee el médico que lo
remite.
A diferencia de otros exámenes complementarios, los electro-fi-
siológicos no son pruebas que puedan indicarse rutinariamente. Son
estudios molestos para el enfermo, que requieren tiempo para su rea-
lización y que pueden desorientar potencialmente si no se interpretan
en forma adecuada. Es importante comprender que, generalmente,
en ausencia de hallazgos positivos en el examen físico neurológico
(principalmente de la fuerza muscular, la sensibilidad profunda
propioceptiva y de los reflejos osteotendinosos), es poco probable
que estos estudios añadan elementos adicionales, por lo que su indi-
cación puede ser infructuosa en pacientes con sintomatología sensiti-
va o dolorosa sin otros hallazgos al examen físico.
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Capítulo 1
Técnica de registro
Este tipo de estudio electrofisiológico se realiza con un equipo
especializado para EMG, que debe contar, como requerimientos míni-
mos, con una pantalla similar a la de un osciloscopio, en la que se
muestran uno o varios canales, debe disponer de controles rápida-
mente ajustables de tiempo de registro, amplificación y filtros, ade-
más de monitor de audio, pues en la EMG, a diferencia de otros
estudios, la información auditiva que es percibida por el examinador
tiene un gran valor semiológico. Para efectuar el registro se emplean
electrodos de aguja (de tipos concéntrico o monopolar), de buena
calidad y en óptimo estado. Debe colocarse siempre un electrodo de
tierra en la extremidad examinada, con el fin de garantizar la seguri-
dad del paciente y la calidad del registro electrofisiológico.
Aunque estos estudios no requieren preparación previa, es nece-
sario tomar precauciones en algunos casos. Debe considerarse el
balance costo-beneficio del estudio en pacientes con tendencia a las
hemorragias, por coagulopatías o por medicación anticoagulante. En
estos casos, un conteo plaquetario superior a 20 000/mm3, permitirá
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garantizar una correcta hemostasis con los métodos habituales; con
valores inferiores, puede ser menos seguro. También es importante
tener en cuenta el riesgo de infección, ya que pacientes con determi-
nadas enfermedades como demencias, hepatitis viral y el VIH, no
deben examinarse si no se dispone de electrodos de aguja que se
puedan desechar posteriormente.
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Actividad espontánea en reposo
La detección de actividad espontánea en reposo de carácter pato-
lógico constituye uno de los datos más significativos a documentar en
el examen electromiográfico. Un músculo en estado normal no pre-
senta ninguna actividad electrofisiológica en reposo, se observa un
trazado de la línea de base isoeléctrica silente (Fig. 1).
En ocasiones pueden aparecer, fisiológicamente, ráfagas muy bre-
ves de potenciales post-inserción o también ruido y potenciales de
placa motora. Por el contrario, cuando esta actividad se prolonga y se
observan además distintos tipos de potenciales típicos, con caracte-
rísticas bien definidas, como por ejemplo, fibrilaciones y potenciales
positivos de denervación, podremos afirmar la presencia de
denervación muscular, lo cual es siempre sugerente de severo daño
neurógeno.
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El hallazgo de actividad espontánea anormal en reposo permite
identificar la localización neuroanatómica de la lesión, por ejemplo, en
las radiculopatías se afectan generalmente los músculos correspon-
dientes a una misma raíz y en una lesión de nervio periférico, se
registrará solo en los músculos pertenecientes a la región muscular
de este, de acuerdo con el nivel topográfico de la lesión nerviosa. En
otras ocasiones, el tipo particular de actividad espontánea es en sí
mismo diagnóstico, por presentarse específicamente en determina-
das afecciones. Finalmente, la intensidad de la actividad espontánea
en reposo es de gran interés en relación con la evolución temporal y
el pronóstico.
Actividad postinserción
Es la ráfaga de potenciales de lesión que aparece brevemente cuan-
do el electrodo de aguja se mueve a través del músculo viable. Esto
ocurre porque la inserción del electrodo de aguja en el músculo genera
salvas muy breves de actividad eléctrica, que se originan desde fibras
estimuladas mecánicamente por la aguja. Si las fibras son normales,
la duración de las salvas será menor de 300 ms. Por el contrario, si la
presencia de descargas y potenciales se prolonga más allá de 300 ms,
se considera que el músculo está de alguna forma afectado,
presumiblemente denervado, y que debe ser explorado con toda aten-
ción. A este tipo de alteración se le denomina actividad postinserción
prolongada.
*
Por convención, en electrofisiología se consideran positivas las deflexiones del
trazado por debajo de la línea de base, y negativas, aquellas que se encuentran por
encima de esta línea.
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patrón de descarga irregular, llamados potenciales en miniatura de
placa motora.
2. Potencial de placa motora. Son puntas intermitentes, bifásicas, ini-
cialmente negativas, de mayor amplitud (entre 100 y 200 µV), con
un patrón de descarga también irregular.
Fibrilaciones y PSW
Indican irritabilidad anormal en la membrana de la fibra muscular
y se consideran los marcadores electrofisiológicos de la denervación.
Las fibrilaciones aparecen como potenciales muy breves, bifásicos,
con una primera fase positiva, con una duración entre 1 y 5 ms, y
amplitud entre 20 y 200 µV. En las fibras musculares atróficas, dismi-
nuye su amplitud (a menos de 10 µV), por lo tanto, su tamaño puede
ser útil para precisar el origen reciente o remoto del proceso en estudio.
Los potenciales positivos de denervación o PSW (positive sharp
waves), se consideran como el registro artefactual de la descarga
espontánea de una fibra muscular denervada. Se caracterizan por
presentar una fase aguda inicial positiva, seguida de una onda lenta
negativa, más o menos acusada. Su amplitud oscila entre 50 y 200 µV,
aunque pueden llegar a los 3 mV (milivoltios). La presencia de los
PSW sugiere denervación muscular intensa y de peor pronóstico.
Ambas tienen un sonido característico, agudo, breve, seco, similar al
que se produce al arrugar un papel de celofán.
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La intensidad de la actividad espontánea en reposo, en particular
de las fibrilaciones y los PSW, debe describirse de la forma más ob-
jetiva posible. Para transmitir fielmente esta información se han ela-
borado escalas convencionales, que permiten medir en forma casi
cuantitativa la intensidad o magnitud del trastorno. Una de las más
utilizadas es la siguiente, válida después de analizar aproximadamen-
te entre 5 y 10 sitios en cada músculo:
Descargas miotónicas
Clínicamente se caracterizan por la imposibilidad del músculo para
relajarse en forma normal. Electrofisiológicamente consisten en des-
cargas espontáneas, en forma de trenes de potenciales de acción de
frecuencias elevadas, entre 20 y 150 Hz. Son generadas por movi-
mientos del electrodo o por percusión o contracción del músculo, pue-
den ser aumentadas por el frío. Su frecuencia y amplitud varían a lo
largo de la descarga, por lo que producen un sonido característico,
como de sirena de bomberos o de avión en picada.
Se observan típicamente en la distrofia miotónica, en la miotonía
congénita, así como en algunas miopatías metabólicas, inflamatorias
y congénitas, en la parálisis periódica hiperpotasémica y, más rara-
mente, en cuadros de denervación de diversas etiologías, en los que
pueden observarse como ráfagas breves y aisladas, pero sin ser nun-
ca la actividad predominante.
Fasciculaciones
Son descargas aisladas, espontáneas e involuntarias que se origi-
nan en una unidad motora independiente, o sea, son potenciales ma-
yores y más prolongados que los anteriores. Tienen un aspecto similar
al de los potenciales de unidad motora, en morfología, amplitud y du-
ración. Se distinguen de estos por su frecuencia de excitación lenta e
irregular (entre 0,1 y 10 Hz) y por su sonido característico, más alto y
sonoro que el de las fibrilaciones, que permite al examinador
diagnosticarlas auditivamente.
Las fasciculaciones se clasifican morfológicamente en simples y
complejas. Estas a su vez pueden ser polifásicas y de potenciales
múltiples. Se ha descrito que las más polifásicas pueden tener un
origen espinal, mientras que aquellas con menor número de fases son
de origen periférico. Clínicamente, pueden visualizarse como con-
tracciones musculares pequeñas bajo la piel, breves e individuales,
que no dan lugar a movimiento de las articulaciones. Generalmente,
se asocian con enfermedades de la neurona motora, en particular la
esclerosis lateral amiotrófica, aunque también pueden observarse en
la mielopatía espondilótica y por radiación, radiculopatías severas, sín-
drome de Guillain Barré, neuropatías periféricas crónicas y por
atrapamiento, en trastornos metabólicos como la espasmofilia y la
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tirotoxicosis; además, en afecciones miopáticas, como algunas
miotonías y en la parálisis periódica diskaliémica.
Miokimias
Se originan por la despolarización espontánea o por transmisión
efáptica a lo largo de segmentos desmielinizados del nervio. Son des-
cargas de un mismo PUM, repetitivas y en salvas de 2 a 5 potenciales.
Su frecuencia de descarga es irregular, de 5 a 60 Hz, y el número de
potenciales puede variar de ráfaga a ráfaga. La frecuencia con que
aparecen estas es mucho más lenta (menor de 2 Hz) y dan lugar a un
sonido como de marcha. Pueden reconocerse clínicamente por su
aspecto de movimientos involuntarios y continuos, vermiculares, en
forma de estremecimientos u ondulaciones del músculo.
Cuando son observadas en la EMG, el diagnóstico diferencial que-
da limitado a un grupo de trastornos como las plexopatías u otras
lesiones causadas por radiación; en el síndrome de Guillain Barré, en
la esclerosis múltiple y en tumores pontinos (en estas tres últimas
aparecen con localización facial); en la hipocalcemia y, ocasional-
mente, en la polineuropatía desmielinizante inflamatoria crónica, en
atrapamientos nerviosos y en radiculopatías.
Tetania
Cuando la hipocalcemia es tan severa que da lugar a tetania, se
observan clínicamente espasmos involuntarios en la musculatura distal,
apreciables en manos y pies, con un aspecto típico conocido como
espasmo carpopedal.
En las manos se observa una postura característica con aducción
del pulgar y de los dedos, extensión de las articulaciones interfalángicas
y flexión de las articulaciones metacarpofalángicas y la muñeca.
En la EMG se observan dobletes, tripletes y potenciales múltiples,
o sea, PUM espontáneos que descargan en grupos de dos, tres o más
potenciales. Además de observarse en la tetania también, se encuen-
tran asociados a trastornos neuropáticos que cursen con
fasciculaciones, ambos tipos de actividad tienen la misma significa-
ción fisiopatológica; ya que representan la despolarización espontá-
nea de una unidad motora o de su axón.
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Calambres
Son contracciones dolorosas e involuntarias del músculo, que sue-
len ocurrir cuando éste se encuentra acortado y contraído. Consisten,
desde el punto de vista electrofisiológico, en descargas de alta fre-
cuencia de PUM, por lo que son considerados como un fenómeno
nervioso más que muscular.
Se aprecian en la EMG como un patrón de interferencia de PUM
con morfología normal, o bien varios PUM con excitación repetitiva y
en ocasiones irregular con frecuencias elevadas (entre 40 y 60 Hz).
Pueden ser un fenómeno benigno, como por ejemplo, los que se pro-
ducen nocturnamente en la pantorrilla o después de realizar ejercicio
físico, o asociarse a una amplia gama de trastornos neuropáticos,
endocrinos y metabólicos. Se diferencian de las contracturas que
aparecen en algunas enfermedades metabólicas en que éstas son
siempre eléctricamente silentes.
Neuromiotonía
Es un fenómeno neuropático, caracterizado por descargas
repetitivas de alta frecuencia (150 a 250 Hz) de un único PUM, con
una disminución en amplitud y frecuencia, lo que da lugar a un sonido
peculiar en la EMG. Son infrecuentes y aparecen asociadas a enfer-
medades crónicas de la neurona motora, como la poliomielitis y la
atrofia muscular espinal del adulto, así como en los síndromes de
actividad continua de la neurona motora (como el llamado síndrome
de Isaac o de hombre rígido), caracterizados por rigidez generalizada,
hiperhidrosis, relajación muscular retardada, fasciculaciones y
miokimias. Eléctricamente pueden distinguirse los síndromes
neuromiotónicos de las miotonías musculares, porque estas últimas
se asocian a descargas espontáneas de las fibras musculares, mien-
tras que los trastornos neuromiotónicos se acompañan de descargas
espontáneas involuntarias de las unidades motoras, de fasciculaciones
y miokimias.
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Patrón de reclutamiento
El análisis detallado de los potenciales de unidad motora se
realiza durante la contracción muscular mínima, en la cual se soli-
cita al paciente que contraiga ligeramente el músculo, solo lo sufi-
ciente para explorar el potencial de una unidad motora aislada.
De este se describe su forma, amplitud, duración y frecuencia de
disparo, que será inicialmente semirrítmica, oscilando entre 4 y 5
Hz. A medida que aumenta la fuerza de contracción, esta primera
unidad motora incrementará su frecuencia de descarga, y será
seguida por la excitación o reclutamiento de una segunda neurona
y así sucesivamente; o sea, según se va incrementando la intensi-
dad de la contracción, nuevas unidades motoras se incorporan al
proceso contráctil, aumentando el número y la frecuencia de des-
carga de los PUM.
La frecuencia de reclutamiento se define como la frecuencia de
descarga que tiene la primera unidad motora en el momento en que
se recluta la segunda. En estado normal, la relación entre frecuencia
de descarga y número de unidades motoras descargando es de 5 a 1,
es decir, cuando la frecuencia de descarga del primer PUM alcanza
los 10 Hz, entonces comienza la descarga de un segundo PUM, a los
15 Hz un tercero y así sucesivamente, hasta alcanzar la contracción
máxima, en la cual se produce normalmente superposición de nume-
rosos potenciales. Si hay 8 ó 10 unidades motoras en las proximida-
des de la punta de la aguja, descargando a frecuencia máxima, se
llenará completamente la pantalla, dando lugar a la aparición del llama-
do patrón de interferencia, en el que es difícil discernir los potencia-
les de unidad motora individuales (Fig. 3).
En condiciones patológicas se producen grados variables de re-
ducción en el patrón de interferencia, dando lugar a patrones de
interferencia incompletos. Esto puede ocurrir por disminución en la
activación central (disminución de la frecuencia de descarga de las
neuronas) o por disminución del reclutamiento (disminución del nú-
mero efectivo de unidades motoras descargando). El caso más ex-
tremo de reducción es la ausencia de actividad contráctil
voluntaria, que se produce cuando no se registra la descarga de
ningún PUM durante el máximo esfuerzo reportado subjetivamente
por el enfermo.
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Fig. 3. Diferentes patrones observados durante la contracción voluntaria máxima.
Fig. 4. Génesis del potencial de unidad motora fisiológico (A) y sus diferentes variantes
patológicas (B y C).
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Trastornos neuropáticos: lesión axonal
En los cuadros agudos, por compresión, sección, infarto, o atrapa-
miento de un nervio periférico o de las raíces nerviosas motoras, se
produce destrucción y fagocitosis del axón y de la vaina de mielina en
los segmentos distales a la lesión. Esta es la llamada degeneración
walleriana, que ocurre durante la primera semana y es seguida por
la denervación de las fibras musculares correspondientes a las unida-
des motoras afectadas.
Este fenómeno se caracteriza en la EMG por la presencia de
fibrilaciones y PSW durante el reposo, los cuales aparecen en los
músculos comprometidos de acuerdo al nivel topográfico de la lesión.
Estas alteraciones no se manifiestan de forma inmediata, sino gene-
ralmente después de transcurridas 3 semanas o más del daño. Du-
rante la contracción voluntaria se observará una disminución en el
número de potenciales, conformando un patrón aislado que, en los
casos más severos, llegará a la ausencia de actividad contráctil vo-
luntaria. La regeneración axonal, que puede tomar un año o más, está
en dependencia de la intensidad de la lesión (si es parcial o total) y de
que no haya obstáculos para el crecimiento de las yemas emitidas por
el extremo sobreviviente del axón, que crecen a razón de 2,5 cm
mensuales, y que finalmente reinervan a las fibras musculares que
han sufrido denervación.
Este mecanismo tiene lugar cuando ha ocurrido denervación gra-
ve o completa; sus posibilidades de tener éxito dependen del grado de
conservación de las estructuras de soporte del nervio (endoneurio,
perineurio y epineurio) y de la distancia entre la lesión y las fibras
musculares denervadas. Cuando están afectadas todas las estructu-
ras de soporte, no es posible el avance espontáneo del axón y la
reinervación sólo puede producirse mediante intervención quirúrgica
sobre el segmento lesionado o por la aparición de yemas colaterales.
Esto último tiene lugar sólo si la denervación ha sido parcial o gradual,
entonces la reinervación se lleva a cabo a través de brotes colatera-
les emitidos por las unidades motoras adyacentes que sobrevivieron.
En ambos mecanismos, la cantidad de fibras musculares
reinervadas por un axón es mayor de lo normal, por lo cual el PUM
resultante sufre cambios en su aspecto, se hace polifásico y aumenta
en duración y amplitud. Estos cambios, que reflejan el proceso de
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reinervación, solo son visibles al cabo de varios meses y dan lugar al
llamado patrón neuropático crónico; a diferencia de la fase aguda, en
la que el aspecto de los PUM es normal, con sólo aplicar la reducción
variable del patrón de reclutamiento en los músculos debilitados.
Trastornos miopáticos
Las fibras musculares estriadas pueden afectarse por un sinnú-
mero de causas: hereditarias, metabólicas, inflamatorias, tumorales,
tóxicas, entre otras. En todas se produce una reducción del número
de fibras musculares efectivas en una unidad motora. Esto dará lugar a
PUM de duración más corta y de menor amplitud, con aspecto polifásico
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o mellado por la contracción menos sincronizada de las fibras. Como
el número de unidades motoras sí está conservado, el reclutamiento
permanecerá normal o aumentará en fases tempranas de la contrac-
ción para compensar el déficit en la generación de la fuerza muscu-
lar. Este patrón de trastorno miopático agudo se observa típicamente
en la distrofia muscular de Duchenne; pero en las miopatías crónicas,
y especialmente en las que cursan con signos inflamatorios, es
frecuente que se asocien fenómenos de denervación y reinervación
de poca intensidad, por lo que pueden aparecer PUM polifásicos, de
prologada duración y mayor amplitud. Así, podrán observarse dos
poblaciones de PUM: los polifásicos, de gran amplitud y duración,
combinados con otros breves, también polifásicos pero mellados y de
pequeña amplitud. Rara vez sólo se encuentran PUM polifásicos,
amplios y prolongados. La clave para diferenciar los dos patrones se
encuentra en el análisis cuidadoso del reclutamiento, que suele ser
normal o temprano en las miopatías y disminuido o empobrecido en
los trastornos neurógenos.
Aplicaciones clínicas
Radiculopatías
Las fibras que constituyen las raíces nerviosas pueden sufrir los
mismos tipos de lesión que el resto de los nervios periféricos, tales
como isquemia, atrapamiento, compresión, infiltración tumoral y sec-
ción. De éstas, la más frecuente es la compresión radicular por las
estructuras óseas vecinas o por la ruptura de un disco intervertebral.
Estos trastornos provocarán síndromes dolorosos en extremidades
superiores o inferiores, con la localización clásica de la radiculopatía,
acompañados por signos focalizados y objetivos en el examen
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neurológico. Generalmente, se constatan alteraciones estructurales
en los estudios imagenológicos y con esos elementos es posible tomar
decisiones clínicas, sin necesidad de someter al enfermo a un exa-
men electrofisiológico. Sin embargo, cuando el cuadro clínico no es
tan claro o si es necesario verificar el estado evolutivo de una lesión,
el estudio electromiográfico aportará información acerca de la seve-
ridad, el curso temporal del trastorno y su distribución topográfica.
Las alteraciones encontradas en la EMG se corresponden con un
patrón neurógeno crónico o subagudo. Inicialmente se observará sólo
disminución en el reclutamiento durante la contracción máxima; si se
ha producido degeneración axonal, aparecerán, al cabo de 2 ó 3 se-
manas de iniciado el cuadro, una o más de las siguientes alteraciones:
aumento de la actividad postinserción, presencia de potenciales es-
pontáneos anormales en reposo (fibrilaciones, potenciales positivos
de denervación, fasciculaciones, etc.); patrones de potenciales aisla-
dos durante la contracción máxima y PUM característicos, con in-
cremento en su duración, amplitud y número de fases, los cuales solo
aparecerán más tardíamente, después que haya tenido lugar la
reinervación.
Debe existir afectación de una gran cantidad de fibras nerviosas
para que sea apreciable el trastorno, clínica y electrofisiológicamente.
Una lesión leve que curse con irritación radicular, o sea, con
desmielinización focal, implicará solamente retraso o bloqueo de la
conducción en las fibras correspondientes a esa raíz, sin daño axonal.
Se manifestará en la EMG como disminución en el patrón de recluta-
miento, con PUM muy polifásicos, de amplitud variable, sin signos de
denervación muscular. Sin embargo, una lesión más severa puede
llegar a causar daño axonal y degeneración walleriana a lo largo de
todo el trayecto de los axones afectados, dando lugar a la presencia
de signos marcados de denervación muscular, con un patrón severa-
mente aislado de PUM polifásicos durante la contracción voluntaria.
Para localizar adecuadamente la lesión y confirmar la presencia
de radiculopatía es necesario constatar las alteraciones electromio-
gráficas en aquellos músculos que comparten la misma inervación
radicular, con compromiso del territorio de más de un nervio periféri-
co, para descartar la presencia de mononeuropatía. Cuando se trata
de hernias discales, el cuadro aparece muy circunscrito a 1 ó 2 raíces,
mientras que se observan alteraciones más difusas en espondilosis de
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la columna vertebral, en estenosis del conducto raquídeo lumbar, en
radiculitis postquirúrgicas o secundarias a estudios mielográficos y en
las polirradiculopatías diabéticas.
En estudios que han correlacionado los trastornos electro-
miográficos observados en lesiones radiculares confirmadas quirúr-
gicamente, ha quedado demostrado que los músculos más
frecuentemente afectados en las radiculopatías, y por lo tanto, los
más convenientes a explorar por la precisión diagnóstica que ofrecen,
son los siguientes:
Plexopatía braquial
El plexo braquial, estructura de gran tamaño y complejidad anató-
mica, es una de las más frecuentemente afectadas en el sistema
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nervioso periférico. Esta gran vulnerabilidad está dada por su locali-
zación entre dos regiones móviles como son la cabeza y el cuello, así
como por el riesgo de ser afectado por enfermedades de las múltiples
estructuras vecinas. Puede quedar lesionado por sección, aplasta-
miento o elongación traumática de sus fibras (como en la parálisis
braquial obstétrica), por compresión ósea o muscular (síndrome del
desfiladero torácico), por invasión tumoral desde mama, ganglios
linfáticos o vértice pulmonar, por radioterapia, por procesos
inmunoalérgicos o por posiciones viciosas de la extremidad superior
durante intervenciones quirúrgicas.
Ninguna otra región requiere tanto de la integración de varias téc-
nicas electrofisiológicas, un solo tipo de estudio no basta, como no es
suficiente tampoco limitar el examen a un solo elemento del plexo.
Una adecuada evaluación electrofisiológica ayuda a definir la exten-
sión y severidad de la lesión, así como su nivel topográfico y permite
hacer una diferenciación entre compromiso de raíces, de los diferen-
tes troncos y cordones del plexo, así como de nervios periféricos,
considerando el patrón de daño presente en los músculos explorados.
Además de los estudios de conducción nerviosa periférica y la
EMG, los potenciales evocados somatosensoriales de miembro supe-
rior han resultado de utilidad en estos pacientes, cuando se realiza la
exploración sucesiva de nervios mediano, radial y cubital. El grado de
retraso de algunos componentes o la afectación selectiva de uno u
otro nervio pueden ser de significación, como elemento adicional a
los estudios electrofisiológicos anteriormente citados. Cuando la le-
sión es ligera, la única anormalidad electrofisiológica que se observa
es la presencia de fibrilaciones en los músculos comprometidos, con
reducción del patrón de interferencia y reclutamiento disminuido du-
rante la contracción voluntaria máxima, aunque no todos los múscu-
los inervados por la estructura dañada las presenten. Cuando la lesión
se encuentra más avanzada, disminuye la amplitud de los potenciales
sensoriales en el estudio de conducción nerviosa periférica sensitiva
y, cuando la severidad es aún mayor, la amplitud del potencial motor
en los músculos afectados también decrece. El examen
electrofisiológico suele ser normal cuando no existen signos neuro-
lógicos objetivos.
32
EMG de fibra aislada
La unidad funcional más pequeña que evalúa la EMG convencio-
nal es la unidad motora; por lo tanto, no puede discriminar potenciales
generados desde diferentes fibras musculares dentro de esta. La EMG
de fibra aislada permite analizar los potenciales de acción de las fi-
bras musculares individuales, así como conocer la densidad de éstas
y la variabilidad con que generan los potenciales. Esta técnica requie-
re la utilización de un electrodo de aguja especial, con un radio de
alcance en la recogida mucho menor que los electrodos de aguja
convencionales, lo cual ayuda a efectuar un registro más selectivo
del generador en estudio, con interferencia mínima desde las fibras
musculares vecinas. Es necesario además utilizar una pantalla con
resolución temporal de al menos 10 µs (microsegundos) y garantizar
una contracción muscular mínima y estable por parte del paciente.
En estas condiciones pueden visualizarse potenciales con una for-
ma constante en descargas consecutivas, bifásicos y seguidos por
una fase terminal pequeña y de larga duración. Su amplitud es varia-
ble, puede oscilar entre 200 µV y 20 mV, aunque lo más frecuente es
que se encuentren entre 1 y 7 mV; la duración total es menor de 1
ms. Si el electrodo está adecuadamente colocado, la actividad es re-
gistrada desde 2 o más fibras musculares simultáneamente, pertene-
cientes a la misma unidad motora. En este caso, el intervalo de tiempo
entre los potenciales de acción registrados depende de la existencia
de diferencias en el tiempo de conducción a lo largo del nervio y de
las fibras musculares, así como de la localización anatómica de las
placas neuromusculares. Puede encontrarse una variación o diferen-
cia temporal entre los 2 potenciales de acción en descargas consecu-
tivas, llamada sacudida muscular o “jitter¨. Este es generado por
diferencias en el tiempo de transmisión neuromuscular en las dos
placas motoras involucradas. La sacudida puede ser expresada
cuantitativamente como el valor medio de las diferencias consecuti-
vas de 200 a 500 intervalos interpotenciales. Su valor normal oscila
entre 5 y 50 µs (microsegundos), en dependencia del músculo exa-
minado y constituye una evaluación sensible de la transmisión
neuromuscular. Cuando existe inestabilidad en ésta o cuando hay pla-
cas motoras inmaduras (como ocurre en la reinervación muscular), la
sacudida se incrementa y pueden producirse bloqueos parciales
33
o totales en la conducción. En pacientes con miopatía, la sacudida se
observa ligeramente incrementada en un 15 % de los casos estudia-
dos. Puede encontrarse marcadamente aumentada y con bloqueos
frecuentes en los trastornos neurógenos. La EMG de fibra aislada
ofrece también un estimado de la densidad media de fibras muscula-
res en las unidades motoras.
Macroelectromiografía
La electromiografía convencional no informa acerca de las di-
mensiones de las unidades motoras, o sea, sobre la cantidad y tamaño
de las fibras musculares que las constituyen. La macroelectromiografía
es una técnica de creación relativamente reciente que permite suplir
este déficit. Emplea un electrodo modificado para EMG de fibra ais-
lada, con 2 superficies de registro, que posibilita la recogida y la
promediación posterior de los potenciales obtenidos desde varias fi-
bras musculares aisladas. De esta forma puede evaluarse la contri-
bución global desde una unidad motora. La forma de estos
¨macropotenciales¨ de unidad motora varía con el número y tamaño
de las fibras musculares, con la dispersión de las placas motoras y
con el sitio de registro. Son de baja amplitud en las miopatías prima-
rias, con apariencia algo más fraccionada que lo normal. Su amplitud
y área aumentan cuando ha ocurrido reinervación. Ambos métodos
han encontrado aplicación en el estudio de las enfermedades de la
motoneurona y en las del músculo en general, aunque han sido más
útiles para el diagnóstico de los trastornos de la unión neuromuscular.
EMG cuantitativo
Aunque la EMG convencional puede ser satisfactoria para detec-
tar anormalidades obvias, es también un método subjetivo y puede
ser insuficiente para definir alteraciones menos evidentes o patrones
mixtos. Es en estos casos ambiguos donde tiene utilidad la evaluación
cuantitativa de los PUM, la cual permite además, realizar compara-
ciones con los resultados obtenidos en diferentes laboratorios. Para
lograr esto, un sistema automatizado evalúa las características de un
conjunto de PUM (procedentes idealmente de, al menos, 20 unidades
motoras en cada músculo), considerando los parámetros habituales
de duración, amplitud, polaridad, número de fases y área bajo la curva.
34
Este análisis puede discriminar confiablemente patrones típicos
miopáticos y neurógenos.
Otro tipo de análisis automático es el que evalúa el espectro de
frecuencia de la señal electromiográfica, aspecto interesante si se
tiene en cuenta que a medida que se acorta la duración de los PUM,
son mayores los componentes de alta frecuencia en el espectro. Así,
puede observarse un incremento en las frecuencias más altas en en-
fermos con miopatía y para las frecuencias más lentas en pacientes
con lesiones neurógenas. Aunque las diferencias son apreciables en
los casos típicos, esto no implica que la EMG cuantitativa pueda ser
aplicada confiablemente en el electrodiagnóstico clínico asistencial
en la actualidad.
35
Capítulo 2
36
Además, se calcula la velocidad de conducción nerviosa motora,
restando la latencia distal de la latencia proximal y dividiendo el resul-
tado por la distancia (determinada mediante su medición en superfi-
cie) entre ambos puntos de estimulación (proximal y distal) dentro del
trayecto del nervio.
37
Fig. 6. Potencial de acción muscular compuesto (M) y potencial de acción nervioso
sensitivo (S), registrados por la estimulación de nervios periféricos. Características
básicas a considerar en su interpretación.
Amplitud
Es la altura de la respuesta evocada expresada en milivoltios o
microvoltios. Se determina desde la línea de base hasta el valor nega-
tivo máximo (Fig. 6). Las amplitudes son mediciones semicuantitativas
del número de axones que conducen los impulsos desde el punto de
41
estimulación hasta el de registro. También expresan la acción de otros
factores como son: las velocidades de conducción relativas a lo largo
de los axones, la distancia existente entre los electrodos de registro y
los tipos de fibras, nerviosas o musculares, que generan los impulsos.
Por otra parte, la amplitud de los PAMC indica la eficiencia de la
transmisión neuromuscular, el número de fibras que constituyen el
músculo estudiado y que pueden generar potenciales de acción.
Las amplitudes representan el componente más importante del
ECN cuando se consideran de manera conjunta los diferentes tipos
de trastornos neuromusculares, pues constituyen el parámetro que
aporta más información. Cuando se trata de lesiones neurógenas, las
amplitudes son el único componente que tiene una relación directa
con los síntomas clínicos (la debilidad muscular y los trastornos sensi-
tivos, que son expresión de daño en las fibras nerviosas de mayor
diámetro).
Duración
Es el intervalo de tiempo durante el cual tiene lugar la respuesta
evocada (desde su inicio hasta que finaliza), expresado en
milisegundos. Algunos autores llaman a esta, duración total y miden
además, la duración de la fase negativa solamente, o sea, desde que
se inicia el potencial hasta que atraviesa por primera vez la línea de
base.
La duración puede reflejar diferencias existentes entre las veloci-
dades de conducción de los impulsos que recorren los varios tipos de
axones entre los puntos de estimulación y de registro. La duración y
la amplitud son parámetros muy relacionados entre sí: a medida que
los impulsos se desincronizan, la duración se prolonga, la respuesta se
dispersa y disminuye la amplitud.
Es importante determinar si las respuestas son dispersas o no,
sobre todo cuando su amplitud es baja, debido a que respuestas con
amplitudes disminuidas pueden ser provocadas por procesos
fisiopatológicos diferentes, como se verá más adelante.
Latencia
Es también una medida temporal expresada en milisegundos. Es
el intervalo de tiempo que existe entre el momento de la estimulación
42
nerviosa y el inicio del potencial evocado o potencial de acción resul-
tante. En el caso de los estudios de conducción nerviosa motora, se
estudian dos latencias: la latencia “proximal” del potencial obtenido
por la estimulación aplicada en un sitio relativamente más cercano al
eje axial del cuerpo, y la latencia “distal” del potencial, generado por
la estimulación de regiones más distantes en las extremidades.
Las latencias se pueden determinar desde el momento de la
estimulación nerviosa hasta el inicio del potencial (latencia al inicio) o
hasta que éste alcanza su valor máximo (latencia máxima o al pico).
Las latencias motoras reflejan el tiempo necesario no sólo para el
paso de los impulsos a lo largo de los nervios motores, sino también
para la transmisión neuromuscular y para el inicio de los potenciales
de acción en las fibras musculares. Por el contrario, las latencias
sensitivas reflejan de manera exclusiva el tiempo que necesitan los
impulsos nerviosos para viajar entre los puntos de estimulación y los
de registro.
Velocidad de conducción
Al igual que la latencia, la velocidad de conducción es una medida
de la capacidad de transmisión del impulso nervioso. En el caso del
estudio motor, la velocidad de conducción nerviosa motora se obtiene
mediante la estimulación del nervio en dos puntos de su trayecto.
Después de obtenidos los potenciales motores, se divide la distancia
entre ambos puntos de estimulación (medida en la superficie), por la
diferencia entre las latencias proximal y distal de los potenciales (Fig.
5). Para el estudio sensitivo, la velocidad de conducción se obtiene de
forma similar, dividiendo la distancia entre los puntos de estimulación
y de registro por la latencia del potencial S. Así, la velocidad de con-
ducción se expresa como la distancia recorrida por unidad de tiempo
en milisegundos.
Al igual que la latencia, la velocidad de conducción nerviosa motora
y sensitiva no aporta información acerca del número de axones que
conducen los impulsos, excepto por el hecho de que para su determi-
nación es necesaria la presencia de al menos algunos de estos.
Aunque la velocidad de conducción constituye el componente del
estudio de conducción nerviosa en el que es menos frecuente detectar
43
alteraciones en la mayor parte de las enfermedades neuromusculares,
es el parámetro que ha recibido más atención en el transcurso de los
años, hasta el punto de que algunos clínicos identifican el ECN con el
“estudio de la velocidad de conducción nerviosa”.
Área
Es una variable que está en función de la amplitud de la respuesta
evocada y se mide en milivolitios por milisegundos, en los nervios
motores, y en microvoltios por milisegundos, en los nervios sensitivos.
En comparación con la amplitud, refleja con mayor precisión el nú-
mero de axones que son activados. No obstante, requiere el uso de
un equipo más sofisticado técnicamente. Sus alteraciones se pueden
presuponer cuando existen anomalías importantes en la amplitud sin
modificaciones en la duración.
Aplicaciones clínicas
Los nervios periféricos pueden afectarse por causas muy diver-
sas: físicas, inmunoalérgicas, metabólicas, nutricionales, tóxicas, he-
reditarias, etc. En el caso de las lesiones traumáticas el nervio puede
resultar elongado, contundido, atrapado o seccionado y los estudios
electrofisiológicos pueden contribuir a identificar cuál o cuáles son
los nervios lesionados, el nivel topográfico en el que se ha producido
la lesión, así como sus características en cuanto al tipo y la intensidad
del daño que ha ocurrido en las diferentes estructuras neurales.
En las lesiones de otras etiologías interesa, además, el tipo de fi-
bras afectadas, su extensión y nivel topográfico. Las investigaciones
que responden a estas interrogantes son fundamentalmente los estu-
dios de conducción nerviosa motora y sensitiva. En los nervios en que
se confirme algún compromiso, los estudios de conducción nerviosa
deben realizarse a todo lo largo del mismo y por segmentos, para
poder localizar con precisión el sitio exacto de la lesión.
Las lesiones de los nervios periféricos se pueden clasificar según
la extensión y severidad del daño que producen sobre los axones y
sus vainas de mielina.
Desde el punto de vista patológico hay 2 procesos fundamentales
que caracterizan cualquier lesión nerviosa: la degeneración axonal y
la desmielinización, cuya presencia combinada y en grados variables
44
de intensidad y extensión, constituyen toda la gama de lesiones ner-
viosas posibles, las que en el caso de las traumáticas y compresivas
han sido objeto de diversas clasificaciones, como las de Seddon (1943),
Sunderland (1952), Wyke (1974) y Trueba (1981).
La degeneración axonal de fibras motoras y sensitivas se caracte-
riza por una disminución de la amplitud del potencial de acción obte-
nido por estimulación nerviosa. En el caso de las fibras motoras se
registran también alteraciones en el electromiograma, descritas en
otro acápite del capítulo. Mientras permanezcan fibras nerviosas in-
tactas, la conducción nerviosa se mantiene pero la amplitud de los
potenciales y su área bajo la curva disminuyen en función del número
de fibras que han dejado de conducir el impulso nervioso. En los ca-
sos en que la degeneración axonal se produce en las fibras de mayor
diámetro, se observa una reducción de la velocidad de conducción
motora y una prolongación de la latencia.
La desmielinización se expresa electrofisiológicamente, por un
enlentecimiento o bloqueo de la conducción nerviosa, con el consi-
guiente incremento de la dispersión temporal de los potenciales de
acción nerviosos. Estas alteraciones se traducen en latencias y dura-
ciones relativamente más prolongadas que cuando existe sólo daño
axonal, potenciales polifásicos, amplitudes disminuidas y velocidad de
conducción enlentecida. En casos de desmielinización severa, el blo-
queo de conducción puede ser total y no se obtiene ningún potencial
en respuesta a la estimulación del nervio.
Es muy importante distinguir entre una lesión que solo produce un
incremento en la dispersión temporal del potencial y otra que produce
un bloqueo de la conducción.
El incremento de la dispersión temporal se debe a una lesión
mielínica parcial que ocasiona el retardo en la llegada al electrodo de
registro de los impulsos nerviosos y se caracteriza por un aumento de
la duración del potencial superior a un 30 % de su duración normal y
una reducción de la amplitud y el área, inferior al 50 % de sus valores
normales.
Por otra parte, el bloqueo de conducción se debe a una lesión
mielínica más intensa que impide el paso de los impulsos nerviosos
por un número considerable de fibras y se caracteriza por una reduc-
ción en la amplitud y el área del potencial superiores al 50% de sus
valores normales, con un incremento en la duración que no supera el
30 % de la normalidad.
45
Todas estas alteraciones electrofisiológicas se presentan en grados
variables según la intensidad de la lesión nerviosa. Por ejemplo, en el
caso de las lesiones traumáticas de los nervios periféricos existe una
escala de grados para describir su intensidad:
47
Capítulo 3
Reflejo H y onda F
Bajo la denominación general de respuestas tardías se incluyen
aquellos potenciales que se registran con una latencia más prolongada
que la respuesta motora directa (potencial M), obtenida habitualmente
en un ECNM. Esto ocurre porque el impulso nervioso es transmitido
desde el punto de estimulación del nervio en la periferia hasta la mé-
dula espinal, donde se genera una respuesta motora que viaja en un
sentido inverso hacia el músculo, en el cual se produce otra respuesta
M, que en este caso se denomina H o F, en dependencia de que se
emplee una intensidad submáxima o supramáxima y del nervio exa-
minado. La onda F y el reflejo H han demostrado su utilidad principal-
mente en la exploración de los segmentos más proximales del aparato
neuromuscular, que están fuera del alcance de los estudios de con-
ducción nerviosa periférica. La aplicación de estas técnicas puede
aumentar sustancialmente el rendimiento diagnóstico de la evalua-
ción electrofisiológica.
Reflejo H
El reflejo H debe su denominación a Paul Hoffman quien, en 1918,
describió una respuesta refleja en los músculos de la pantorrilla,
48
provocada por la estimulación del nervio tibial posterior, que presen-
taba una latencia comparable a la del reflejo aquíleo. Es considerado
como la expresión electrofisiológica del reflejo monosináptico de es-
tiramiento (reflejo miotático). Este es evocado por la estimulación
submáxima de las fibras aferentes Ia de un nervio periférico e impli-
ca, además, la activación refleja y monosináptica de las neuronas
motoras del asta anterior de la médula espinal y la conducción eferente
a través de fibras motoras α.
Técnica de registro
El reflejo H se puede obtener fácilmente mediante la estimulación
eléctrica percutánea del nervio tibial posterior en la fosa poplítea. Se
registra con electrodos de superficie, ubicados en el músculo sóleo
(Fig. 9). El reflejo H en el antebrazo se obtiene habitualmente en el
músculo palmar mayor; el nervio mediano se estimula por vía
percutánea en la fosa cubital. Para la activación de las fibras sensiti-
vas de diámetro grande se utilizan preferentemente pulsos de estímu-
lo de duración larga (1 ms). La frecuencia de estimulación debe ser
de 1 cada 3 s o menos, para permitir la recuperación completa del
reflejo H tras un estímulo previo.
Este reflejo se obtiene mientras el músculo permanece en reposo,
aunque una ligera contracción voluntaria lo incrementa, debido a que
provoca facilitación del conjunto neuronal motor. Esta contracción
facilita la identificación del reflejo H en músculos en los que normal-
mente existe y también da lugar a su aparición en músculos en los
que no se detecta habitualmente.
Aunque el reflejo H puede obtenerse estimulando el nervio media-
no, esto sólo se realiza en recién nacidos y durante el primer año de
vida, pues esta respuesta casi nunca se obtiene en extremidades su-
periores de los adultos. Por lo tanto, en éstos, su aplicación queda limi-
tada a los músculos de la pantorrilla, para la exploración de las raíces
S1 y S2.
El límite superior de la latencia normal de los reflejos H del sóleo y
del palmar mayor es de 35 y 21 ms, respectivamente. La latencia del
reflejo H está relacionada directamente con la longitud del brazo o la
pierna, es decir, con la estatura y, en menor grado, con la edad, por lo
que puede utilizarse una fórmula que permite calcular la latencia media
esperada, teniendo en cuenta estos factores:
49
Las latencias de los reflejos H se pueden estimar mejor cuando se
consideran estos parámetros. Se han obtenido los valores normales
en lactantes y niños. En condiciones clínicas habituales y en con-
gruencia con un criterio de 3 desviaciones típicas respecto a la media,
se pueden aceptar como normales diferencias de 2 ms entre los dos
miembros al registrar los reflejos en la pantorrilla, y de 1,5 ms en el
antebrazo.
50
Aplicaciones clínicas
El reflejo H es una prueba con alta sensibilidad para el estudio de
las polineuropatías ya que puede encontrarse alterada en casos con
afectaciones leves. Para obtener normalmente el reflejo H debe es-
tar conservada la conducción por los segmentos proximales de las
fibras nerviosas, por lo que, cuando se presentan alteraciones, si los
resultados de las pruebas distales son normales, queda confirmada la
existencia de un compromiso proximal. Por ejemplo, la ausencia de
reflejo H es un hallazgo característico e inicial en la polineuropatía
idiopática aguda o síndrome de Guillain Barré. También puede estar
alterado en las plexopatías y en las radiculopatías. La respuesta H
registrada en los músculos flexores del antebrazo puede ser anormal
en los casos de lesión radicular C6-C7, mientras que la de la pantorri-
lla puede alterarse en las radiculopatías de S1 y S2.
El reflejo H se afecta tanto en las lesiones de las raíces anteriores
como posteriores; además, puede aparecer exagerado en pacientes
con lesiones del sistema nervioso central que cursen con espasticidad,
entre otros signos de lesión de primera neurona motora. Pueden te-
ner utilidad clínica para documentar la presencia de disfunción del
sistema motor central.
Onda F
La onda F debe su denominación al hecho de que fue registrada
inicialmente en los músculos pequeños del pie (¨foot¨ en inglés). Es
un potencial motor que aparece tardíamente en relación con el poten-
cial M, en respuesta a un estímulo supramáximo. Se plantea que tiene
su origen en la despolarización directa de las motoneuronas del asta
anterior de la médula espinal a consecuencia del impulso antidrómico
que alcanza al cono axónico a partir del sitio de estimulación.
La latencia de la onda F es comparable con la del reflejo H, aunque
a menudo se observa 1 a 2 ms más breve. Al contrario de lo que
ocurre con el reflejo H, las ondas F son más prominentes en situacio-
nes de estimulación de intensidad elevada o supramáxima.
La latencia representa el parámetro de la onda F que se evalúa
con mayor frecuencia. Está relacionada directamente con la estatu-
ra, la longitud del miembro y, en menor grado, con la edad. La preci-
sión de los valores normales definidos mejora tras la consideración de
estas variables.
51
La latencia de la onda F, así como su velocidad de conducción, se
han utilizado para estimar la conducción en porciones limitadas
proximales de los nervios. La conversión de las latencias F en
parámetros de conducción tiene la ventaja de que permite establecer
comparaciones entre personas con longitud de brazo diferentes. Sin
embargo, las velocidades de conducción de la onda F son menos pre-
cisas que los valores de la latencia, debido a que en su determinación
se pueden introducir errores adicionales y debido también a que las
latencias de la onda F se pueden normalizar fácilmente a una longitud
concreta del brazo o de la pierna.
Aparte de las latencias, existen otros parámetros de la onda F que
también pueden tener utilidad clínica. La diferencia entre las latencias
mínima y máxima en una serie de ondas F (cronodispersión de F) es
una medida del abanico de velocidades de conducción en los axones
en los que se registran las ondas F. También puede evaluarse su per-
sistencia, que se refiere al porcentaje de respuestas F que son evoca-
das por una serie de estímulos.
Técnica de registro
La onda F se registra de manera similar a las respuestas motoras
directas, excepto por el hecho de que el cátodo de estimulación debe
ubicarse proximal respecto al ánodo, con el propósito de evitar la
posibilidad teórica de un bloqueo del mismo. Al contrario de lo que
ocurre con el reflejo H, la onda F aparece potenciada por la estimu-
lación de intensidad elevada supramáxima, o sea, un 25 % por encima
del valor máximo necesario para inducir una respuesta directa.
La medición precisa de la latencia de la onda F requiere la obser-
vación de, al menos, 16 a 20 ondas F (20 estímulos), haciendo más
énfasis en los valores medios que sobre los valores mínimos. Este
mismo número de ondas F es suficiente para la determinación del
porcentaje de respuestas en una serie de ondas F de las mismas ca-
racterísticas. El registro se realiza habitualmente cuando el músculo
permanece en relajación. Una contracción voluntaria, incluso leve,
incrementa las ondas F. Aunque esto puede resultar clínicamente útil
en ocasiones, altera algunos parámetros como la amplitud e incrementa
la posibilidad de contaminación por reflejos H.
Aplicaciones clínicas
La onda F representa un estímulo nervioso que ha llegado hasta el
músculo, procedente de las motoneuronas, a través de los segmentos
52
más proximales de las fibras nerviosas. Por lo tanto, el análisis de sus
características temporales y espaciales puede brindar información
acerca del estado de dichas porciones proximales motoras del apara-
to neuromuscular, incluyendo la raíz anterior y las fibras motoras del
plexo, por lo que resulta de gran utilidad en el estudio de las
radiculopatías, las polirradiculoneuritis y las plexitis, particularmente
la lumbar.
La latencia prolongada de la onda F constituye una alteración no-
table en las polineuropatías, y puede aparecer incluso en situaciones
en las que las características de la conducción nerviosa motora más
distal son normales. Se han observado ondas F prolongadas y promi-
nentes en casos de desmielinización. Las ondas F han aportado evi-
dencias de retraso proximal focal en pacientes con neuropatía.
En pacientes con síndrome de Guillain-Barré se ha observado un
retraso prominente en la conducción de la onda F, aun en casos en
que la conducción nerviosa periférica distal se ha encontrado menos
comprometida. Las alteraciones en la cronodispersión y en la persis-
tencia se han observado entre el 25 y el 50 % de los pacientes, y a
menudo han sido las únicas anormalidades encontradas.
En las polineuropatías también puede estar prolongada la
cronodispersión. Suele ser mayor en los nervios con lesión de tipo
desmielinizante que en aquéllos con degeneración axonal, y también
suele estar disminuida de manera relativa en los casos de bloqueo de
la conducción.
Las relaciones entre la latencia, la duración y la amplitud de la
onda F están alteradas en los pacientes con trastornos motores de
origen central. Estos datos indican que el análisis de la onda F podría
ser útil para definir clínicamente diferentes patrones de alteraciones
del sistema motor.
Junto con el reflejo H, la aplicación razonada de la información
referida a la onda F requiere el conocimiento de que estas respuestas
se originan en la interfase entre el sistema nervioso central y el siste-
ma nervioso periférico. Los estudios de la onda F pueden aportar
información fisiológica relativa a esta interfase.
57
Capítulo 4
Potenciales evocados
multimodales
El cambio de la actividad eléctrica en un conjunto neuronal del
sistema nervioso, que ocurre en respuesta a un estímulo externo, se
denomina “potencial evocado”. Por lo tanto, un potencial evocado
(PE) no es más que la manifestación eléctrica de la recepción y la
respuesta a un estímulo por parte del sistema nervioso. Puede
generarse en cualquier parte de éste, ya sea central o periférico, en
vías sensitivas o motoras.
Aunque las respuestas eléctricas evocadas fueron descritas como
hallazgo experimental en animales por Richard Caton en 1875, los
primeros estudios en seres humanos con enfermedades neurológicas
datan de 1950. El desarrollo de la electrónica y la computación a
partir de los años 70 del siglo pasado permitió generalizar su uso en la
práctica médica. Tres modalidades de potenciales evocados se han
convertido en pruebas diagnósticas seguras y con resultados repro-
ducibles, estas son: el potencial evocado visual a la inversión de pa-
trón (PEV), el potencial evocado auditivo de tallo cerebral (PEATC)
y los potenciales evocados somatosensoriales de corta latencia
(PESS). Estos han demostrado proveer una medición objetiva del
funcionamiento de los sistemas sensoriales relacionados y sus tractos,
con gran utilidad diagnóstica en una amplia variedad de enfermeda-
des neurológicas.
Los potenciales evocados se caracterizan por presentar amplitu-
des muy pequeñas, entre 0,1 y 20 µV, por lo que no son visibles en el
registro de la actividad eléctrica cerebral en reposo o electroencefa-
lograma (EEG), en el cual se observan el ritmo alfa o las ondas lentas
del sueño u otras actividades, cuyas amplitudes pueden oscilar entre
20 y 400 µV. Esto impide la detección visual de las respuestas evoca-
das, inmersas en la actividad encefálica de base.
58
La separación de los potenciales evocados del resto de esta acti-
vidad solo fue posible por el desarrollo de métodos de promediación,
que consisten en el cálculo de los promedios de los valores obtenidos
en intervalos sucesivos de actividad eléctrica de origen nervioso. Se
basan en el principio de que la actividad eléctrica generada en res-
puesta a un estímulo siempre ocurre en el mismo intervalo de tiempo
después se este, mientras que el resto de las actividades presentes,
como son aleatorias, de amplitud variable y no están relacionadas en
su aparición con la presencia del estímulo, se cancelarán entre sí al
ser promediadas sucesivamente.
Las computadoras pueden ser utilizadas como promediadoras de
señales, para extraer el potencial evocado del resto de la actividad de
base aleatoria en el tiempo. Los estímulos son dados de forma
repetitiva y la computadora promedia los nuevos datos adquiridos,
sincronizadamente con la aplicación de cada estímulo. El resultado
promediado de los estímulos previos queda almacenado en su memo-
ria. Este proceso continúa hasta que la respuesta evocada aparezca
suficientemente diferenciada para su interpretación. Es necesario
repetir al menos 2 veces la promediación para obtener una respuesta
similar, reproducible o replicable que represente confiablemente las
características de la respuesta evocada.
En el registro de los potenciales evocados es de vital importancia la
calidad o “nitidez” de la señal obtenida, o sea, es imprescindible que
exista una adecuada proporción entre la señal promediada y el ruido
de fondo de la actividad de base del EEG, que idealmente, debe ser
mínimo. Uno de los aspectos más importantes para garantizar esto
(además de una cantidad suficiente de ensayos o promediaciones),
es una adecuada preparación de la interfase electrodo-piel. En este
tipo de registro se utilizan electrodos de superficie o de aguja
subdérmicos, colocados en derivaciones ubicadas de forma general
según el Sistema Internacional 10 a 20 para registro electroen-
cefalográfico cuando son craneales, o en otros sitios específicos del
tronco o las extremidades. Es conveniente asegurarse de que existan
valores bajos de impedancia (resistencia), mediante la limpieza meti-
culosa del sitio de colocación de los mismos, el uso de pastas conduc-
toras adecuadas y de electrodos de registro de buena calidad, con
superficies altamente conductoras (de plata u oro). Es importante
además que el sistema de estimulación con que cuente el equipo sea
capaz de generar estímulos con características óptimas para la ob-
tención de la respuesta evocada.
59
Para el registro de los distintos tipos de potenciales evocados se
utilizan dos electrodos, uno denominado “activo”, generalmente
situado lo más cercano posible al sitio de generación de la actividad
de interés y que es, en general y por convenio, el de polaridad nega-
tiva (–) y un electrodo de referencia que se coloca en un sitio no
relacionado con la generación de la respuesta, que es denotado como
positivo (+). Estas polaridades no son denominaciones arbitrarias sino
que se corresponden con las entradas positivas y negativas del ampli-
ficador diferencial, parte fundamental del equipo, que permite la ob-
tención de las señales que posteriormente se representarán en cada
canal de registro.
La señal registrada, promediada y almacenada, puede represen-
tarse como una secuencia de variaciones de valores de voltaje; o sea,
queda reducida a una curva en un gráfico de tiempo contra valores
de amplitud o voltaje, con características típicas y repetibles de ensa-
yo a ensayo, de acuerdo con la modalidad sensorial estimulada y con
las características del estímulo empleado. Pueden reconocerse en
esta determinados “picos” u ondas positivas o negativas, que son de-
nominados componentes cuando se asocian a determinado evento
funcional o región anatómica. Además de cumplir con ciertas carac-
terísticas típicas de morfología y distribución, presentan valores defi-
nidos de latencia (intervalo de tiempo entre la presentación del estímulo
y la aparición del componente) y de amplitud (magnitud o voltaje del
mismo). Este último parámetro, por su gran variabilidad entre sujetos,
se ha considerado menos útil en el diagnóstico y el uso clínico de la
mayoría de los potenciales evocados.
Para la nomenclatura de los componentes de los potenciales evo-
cados se utilizan diferentes acuerdos. Uno de estos consiste en de-
signarlos por polaridad y orden secuencial de aparición, por ejemplo
N1, P1, P2, P3. Se denominan convencionalmente N o negativos aque-
llos componentes representados por encima de la línea de base o
isoeléctrica y P a los componentes positivos representados por deba-
jo de esta línea. Otra forma útil es colocar después de la polaridad del
componente su valor medio de latencia normal, por ejemplo P100,
N20 (positividad de aparición a los 100 ms o negatividad que se ob-
serva a los 20 ms, respectivamente). Los componentes también pue-
den denominarse con números romanos en orden secuencial, como
en el caso de los picos I al VII del potencial evocado auditivo de tallo
60
cerebral. Por último, existe una forma de designarlos en dependencia
del sitio de obtención de la respuesta como en el caso del potencial de
Erb (relacionado con el plexo braquial), denominado así por la colo-
cación del electrodo activo en este sitio anatómico.
Los parámetros más utilizados en la caracterización y posterior
interpretación de los potenciales evocados son la latencia, la ampli-
tud, la morfología, la duración, así como los intervalos entre determi-
nados componentes y las diferencias de un lado con respecto al otro.
La latencia se puede medir desde el estímulo hasta el pico máximo
del componente (latencia absoluta) o hasta la deflexión de inicio del
mismo (latencia de inicio). Es una medida de la duración del tiempo
de transmisión en una vía determinada, y de la velocidad de conduc-
ción en esta. En caso de conocer los generadores neuronales de la
actividad evocada se puede precisar el tiempo de conducción entre
2 estructuras generadoras, dado por la diferencia de latencia de sus
2 componentes.
La amplitud refleja la magnitud de la respuesta evocada por el
estímulo y, siempre que este sea adecuado, permite evaluar la pobla-
ción neuronal que responde al mismo. Como se planteó anteriormen-
te, aunque es de mucha utilidad para realizar comparaciones en un
mismo individuo, hay que ser muy cuidadosos en su uso interindividual
debido a la gran variabilidad de este parámetro de un sujeto a otro.
La duración y la morfología son considerados como indicadores
poco objetivos, aunque en ocasiones pueden dar información valiosa
en el diagnóstico evolutivo de varias alteraciones neurológicas, ya
que pueden mostrar morfologías atípicas o duraciones aumentadas y
servir como indicadores tempranos al afectarse precozmente.
Para interpretar adecuada y objetivamente los potenciales evoca-
dos y asegurar su valor diagnóstico y pronóstico, es preciso comparar
los parámetros obtenidos en un sujeto en particular con respecto al
rango de valores considerados como normales en una población sana
similar en cuanto a edad, sexo, estatura, longitud de extremidades,
etc. Es decir, es preciso primero obtener una adecuada caracteriza-
ción del potencial evocado de interés en sujetos normales, conocer su
morfología típica y el rango de normalidad de sus valores de latencia,
amplitud y duración, para lo cual es imprescindible la realización de
un estudio normativo en una muestra lo suficientemente grande de
sujetos sanos.
61
La utilidad clínica de los potenciales evocados está dada funda-
mentalmente por su capacidad de demostrar anomalías de los sistemas
sensoriales, cuando la historia y/o el examen neurológico son normales
o dudosos. Estos pueden revelar la presencia de una disfunción in-
sospechada de sistemas sensoriales en enfermedades
desmielinizantes; pueden ayudar a delimitar la distribución anatómica
del proceso y evaluar de forma objetiva los cambios evolutivos que
ocurren en el paciente, ya sea a largo plazo o en intervalos breves de
tiempo, como se producirían, por ejemplo, durante intervenciones qui-
rúrgicas, en las cuales puede realizarse con los PE el monitoreo
intraoperatorio de la función aferente de las vías visual, auditiva o
somatosensorial.
Fig. 11. Técnica de registro utilizada para el estudio del potencial evocado visual a
inversión de patrón. A la derecha se representa la respuesta evocada visual y los
componentes N75, P100 y N135. F, lóbulo frontal; P, lóbulo parietal; T, lóbulo
temporal; O, lóbulo occipital.
Fig. 12. Registro del potencial evocado auditivo de tallo cerebral, principales
componentes y núcleos de relevo correspondientes en la vía auditiva.
68
Fig. 13. Técnica de registro del potencial evocado somatosensorial de nervio mediano
y principales componentes que se obtienen a diferentes niveles de la vía somestésica
por estimulación en el pliegue del carpo.
69
(L1), con electrodo de referencia situado dos o más espacios interver-
tebrales proximales o sobre la espina ilíaca anterosuperior (Fig. 14). Este
potencial representa el paso de los potenciales de acción a nivel de la
cola de caballo o la región caudal de la médula espinal y suele ser
difícil de obtener mediante electrodos de superficie. Su morfología
puede ser bi o trifásica, su amplitud máxima ocurre alrededor de los
18 y 22 ms después de la estimulación. Estos valores de latencia
varían en dependencia de la estatura y la longitud de la extremidad
del sujeto.
El potencial cortical tiene una morfología típica en “W”, con picos
positivo-negativo-positivo, con la primera positividad alrededor de los
40 ms, de ahí su denominación como P40, el cual representa la llega-
da de los impulsos a la corteza somatosensorial primaria.
Fig. 14. Técnica de registro de los PESS de nervio tibial posterior. Observe la respuesta
evocada cortical (P40) y el componente N22 que se obtiene en columna lumbar.
70
Los PESS de extremidades superiores e inferiores permiten eva-
luar de forma objetiva la integridad de la vía somestésica y detectar
alteraciones de la misma a nivel de nervio periférico, plexual, medular
o cortical. Puede afirmarse que existe una correlación entre la altera-
ción de los PESS corticales y las alteraciones de la sensibilidad
propioceptiva. Estas alteraciones están dadas principalmente, por au-
sencia de componentes o prolongación de latencias en estos, aumen-
to que se define objetivamente después de comparar los valores
obtenidos en un paciente en particular con respecto a los de una nor-
ma correspondiente a sujetos saludables y que tiene en cuenta, ade-
más, factores tales como la estatura, el sexo y la longitud de las
extremidades.
Este tipo de estudio resulta de ayuda insustituible en el diagnóstico
de lesiones en la médula espinal, en la esclerosis múltiple y en otras
alteraciones desmielinizantes, en plexopatías y radiculopatías, en al-
gunas enfermedades degenerativas del sistema nervioso como la ataxia
de Friedreich y en tumores intramedulares. Se ha empleado en el
monitoreo intraoperatorio durante intervenciones en columna vertebral,
en la evaluación pronóstica del coma causado por traumatismo
cráneoencefálico, por enfermedad cerebrovascular y, junto con el PEV
y el PEATC, en el diagnóstico de la muerte encefálica.
De particular interés resulta la utilización de esta técnica como
medio diagnóstico en las lesiones medulares. En general, la presencia
de una respuesta espinal o cortical por encima de la lesión excluye
una sección medular completa y sugiere un pronóstico esperanzador;
sin embargo, no permite predecir la capacidad de ambulación. Para
determinar por PESS el nivel de una lesión medular es imprescindible
realizar estudios medulares segmentarios. Un estudio apropiado in-
mediato de los PESS en lesiones medulares permite tomar decisiones
sobre la intervención quirúrgica urgente en algunos casos.
72
Capítulo 5
Electrodiagnóstico clásico
o tradicional
Puede ser definido como la utilización de las corrientes eléctricas
en el diagnóstico de las condiciones patológicas del sistema
neuromuscular. Existen 2 hechos muy importantes que se debe tener
en cuenta. En primer lugar, para provocar un impulso nervioso se
requiere una intensidad eléctrica mínima: intensidad umbral; en se-
gundo lugar, una vez alcanzada esta intensidad umbral, la magnitud
de la respuesta no depende de la intensidad del estímulo, sino de las
características del tejido estimulado.
El objetivo diagnóstico de la estimulación muscular es la obtención
de información sobre la medida de la excitabilidad del aparato
neuromuscular, lo que a su vez puede indicar el grado de denervación
del músculo.
Prueba faradogalvánica
Es la que primeramente se realizó con fines diagnósticos. Está
basada en los siguientes hechos:
73
Curva I/t (intensidad/tiempo)
La curva de intensidad-tiempo es una exploración que utiliza co-
rriente de impulso para producir la contracción muscular. Establece
la relación entre la duración del impulso rectangular y la intensidad
mínima, para producir una contracción umbral en el músculo que se
estudia. Se fundamenta en que nervio y músculo tienen curvas distin-
tas y en que el músculo normal responde a través del nervio, mientras
que el denervado responde directamente con una curva muscular
distinta. Cuanto menor es la duración del impulso, mayor debe ser la
intensidad de la corriente.
Estas curvas se representan en un gráfico, en el cual la abscisa
expresa el tiempo y la ordenada expresa los valores mínimos de las
intensidades que cada impulso debe tener, según su duración. Estos
estudios se realizan con impulsos rectangulares.
Para el cálculo de la curva se debe determinar la intensidad nece-
saria para obtener una contracción mínima en el músculo que se es-
tudia, para diferentes duraciones del impulso: 1000, 400, 200, 100, 50,
21, 12, 6, 1,2, 0,5, 0,2 y 0,005 ms. Los valores encontrados se marcan
sucesivamente en un gráfico representado en un papel especial. La
curva se obtiene al ser conectados los puntos entre sí. De esa misma
manera se obtienen las respuestas generadas por el impulso triangular,
que conformarán la llamada curva A/t (acomodación/tiempo) o I/A
(Fig. 15).
La reobase, es la menor intensidad de corriente, capaz de provo-
car una contracción muscular mínima con una duración de impulso
de 500 a1000 ms y carece de valor diagnóstico fiable, es sólo un dato
de referencia para obtener la cronaxia. El valor de la reobase es
diferente para cada músculo.
El tiempo útil, es el tiempo mínimo que necesita un impulso rectan-
gular para provocar una contracción mínima. En este caso, la intensi-
dad es igual a la reobase. El valor del tiempo útil se sitúa alrededor de
los 10 ms.
La cronaxia, es el tiempo que necesita un impulso rectangular
para provocar una contracción muscular mínima, cuando la intensidad
de la corriente es el doble de la reobase. Generalmente, el valor de la
cronaxia se sitúa entre 0,1 y 1 ms.
74
Fig. 15. Gráficos de curvas intensidad/tiempo (A) y de acomodación/tiempo (B),
representadas en escala semilogarítmica.
75
tiempos cortos se superponen ambas curvas. La capacidad de aco-
modación a impulsos exponenciales se altera precozmente en la pri-
mera semana de evolución de la lesión nerviosa, antes de que se afecte
la curva I/t.
El umbral de acomodación es la intensidad necesaria para que un
impulso triangular o exponencial de “duración infinita” provoque una
contracción mínima. La duración del impulso que se utiliza en la prác-
tica se ajusta en 500 ó 1000 ms.
La duración óptima del impulso es el tiempo necesario para provo-
car una contracción muscular mínima con un impulso triangular o
exponencial, que en el tejido muscular sano se sitúa alrededor de los
20 ms.
El cociente o índice de acomodación se determina dividiendo el
umbral de acomodación por la reobase. El músculo inervado se aco-
moda a impulsos eléctricos de aumento progresivo, por ello la curva
triangular presenta una ascensión gradual con respecto a la rectan-
gular. Su valor normal se sitúa entre 2 y 6, cifras inferiores indican
denervación muscular, mientras que valores superiores pueden orien-
tar hacia una distonía vegetativa.
La curva A/t es normal cuando se eleva a partir de los 20 ms y
alcanza un valor en miliamperes de 3 a 5 veces mayor en los tiempos
de 500 a 1000 ms, considerándose en este caso la capacidad de aco-
modación normal. Cuando el músculo ha sido denervado reciente-
mente o cuando la denervación es parcial, entonces la curva se eleva
menos, más tarde y frecuentemente hace una inflexión; además, se
observa una disminución del valor de miliamperes en los tiempos muy
largos. Si el músculo está completamente denervado, la curva casi no
se eleva o puede inclusive descender algo a medida que se aumentan
los tiempos. En ese caso, se interpreta como pérdida de la capacidad
de acomodación y pueden emplearse tiempos largos para el trata-
miento (Fig. 15).
En la evolución del paciente, ambas curvas pueden desplazarse
hacia abajo y a la izquierda, lo cual indica reinervación muscular.
La apreciación de la contracción muscular mínima visible es esen-
cialmente subjetiva, puede variar de un examinador a otro, puede
depender del espesor de la capa subcutánea o de la localización
76
superficial o profunda del músculo examinado. Estos inconvenientes
han lastrado la aplicación de las técnicas de electrodiagnóstico clási-
co, las cuales, por ser poco objetivas, han sido sustituidas por la
electromiografía y estudios afines, que son más fiables y precisos.
Anexo 1
Resumen de indicaciones más frecuentes y posibles estudios
neurofisiológicos a realizar
Enfermedades de la neurona motora (esclerosis lateral amiotrófica,
atrofias musculares espinales infantiles y juveniles):
77
Mononeuropatías periféricas (síndrome del túnel del carpo, sín-
drome del canal de Guyón, síndrome del túnel del tarso, síndrome del
piramidal, lesión traumática de los nervios peroneo, ciático, mediano,
cubital, radial, supraescapular, etc.):
78
Lesiones encefálicas (estáticas: traumáticas, por enfermedad
cerebrovascular, hipóxico-isquémicas; o progresivas: heredo-
degenerativas, tumorales, incluidas las del ángulo pontocerebeloso,
entre otras):
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