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LA TIERRA DE LOS PATRIAS

Subidos sobre cuatro ruedas


Gimen las toses citadinas
Ajenas y olvidadas de los bosques sureños
Ajenas y olvidadas de la inmensidad del desierto.
Ausentes de las carreteras húmedas por la garúa matutina,
mudas de la llovizna de madrugada despierta entre las manos
vuelto el ser en terno y tacones de oficina
muerto el cuerpo bajo las mortajas estructurales
terco el recuerdo ancestral de la tierra misma
luchando por ahorcar la amalgama resultante.

¿Dónde está la inmensidad del polvo? ¿La eternidad del horizonte?


E las piernas firmes amanece una mujer aneja y vieja
Antigua como la ceguera de la tierra, grande y pequeña como el llanto de un niño, de
nosotros cuando fuimos niños.
De entre la historia da a luz la mismísima inmensidad del universo una bella tarde con el
Cielo pintado con tonos naranjas y rosas.
Parida la memoria histórica se sienta a mirar con lágrimas en los ojos los surcos violentos
que el citadino empaquetado le ha hecho a la tierra; y pequeña y vulnerable le toma las
manos a la fe. Se esconden nerviosos debajo de la perdida humanidad y coquetean
inocentemente, como dos adolescentes.
Se fugan en acto soez entre el instintos y los horarios y se besan apasionados aplacando los
besos con los gritos en las cales. Se les vio pasar por las grandes alamedas tomados de la
mano entre una protesta y el humo de la lacrimógena artificial,
Se les vió escapar por entre la brea y basura de las industrias, a ver si se deshacían de algo,
Dando vueltas entre la lucha y el amor embrutecido, inventándose colores en el cielo,
sabores entre los árboles, caricias en el viento y consignas descarnadas. Se supo de que el
amor los dominaba, que se unían y corrían más enloquecidos. Se les vio dejar para mañana
las labores y dedicarse a amar. Se les vio renunciar a recordarnos las raíces de nuestros
pueblos y las ganas de luchar por un Chile distinto. Al poco tiempo se supo de un
embarazo, de un trabajo, de un terno y zapatos de tacón de oficina. La memoria histórica
con cara de huilliche transfigurada en ciudad enmohecida, la fe aplacada hasta la
decepción.
Los parias de la patria subidos en sus carros, sordos de la tierra que los clama, nacidos la
indígena desgarrada y del espíritu cercenado.

Sumidos en la rutina
Gimen las toses citadinas
Ajenas y olvidadas de los bosques sureños
Ajenas y olvidadas de la inmensidad del desierto.
Ausentes de las carreteras húmedas por la garúa matutina,
mudas de la llovizna de madrugada despierta entre las manos
vuelto el ser en terno y tacones de oficina
muerto el cuerpo bajo las mortajas estructurales
terco el recuerdo ancestral de la tierra misma
luchando por ahorcar la amalgama resultante.

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