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Que eres tu...

Eres tu...
como un ángel del cielo
el que esta en mis sueños
y ocupa mis desvelos
Eres tu
con sonrisa divina
el que es dueño de mi vida
e inspirador de mis fantasías
Eres tu
con el corazón valiente
quien siempre me defiende y no escapa de mi mente
Eres tu
con tu amor en fuerza
que con tus palabras me alientas
y acabas mis tristezas
Eres tu
con mirada profunda
quien mis pensamientos inunda
y acepta todas mis locuras.

Si tú supieras..
Si tu supieras que desde que te conocí,
mi vida cambio por completo,
y me pregunto
que sería de mí si no te hubiera conocido
si tu supieras que salvaste,
mi alma y mi corazón
que ya casi sin vida estaban de tanto dolor
y hoy revivieron junto conmigo.

Si tu supieras que mi corazón,


solo late por ti
y lo único que anhela es contigo estar;
que cuando te vas
el miedo llega a mi alma,
miedo de que no vuelvas, miedo a perderte.

Si tu supieras que tu nombre


corre por mi sangre; y tu
amor es el motor de mi vida
si tu supieras que a veces,
me dan ganas de abrazarte tan fuerte
que no te puedas ir, y así llegar
al día en que junto a ti tenga que morir
si tu supieras que por ti,
llegaría a lo imposible y
daría hasta mi vida de ser necesario.

Que las ansias de estar contigo


crean en mi una necesidad
más grande que el agua o el
mismo aire que respiro.

Si tu supieras que yo
solo vivo para ti desde
el momento en que te vi,
y por mas que estemos juntos
mi corazón te pide, que te quedes
con él, todo el tiempo
y para siempre.
IGLESIA INMADURA

 Pablo escribe a la Iglesia de Corinto, fundada por él. Y les recuerda cómo, por su inmadurez al no poseer el Espíritu,
tuvo que hablarles como niños y no pudo darles alimento sólido sino leche a beber.     Y lamenta que  hayan
retrocedido de nuevo a la inmadurez, al haber entre ellos envidias y discordias. “¿No es señal de inmadurez  que
actuáis con criterios puramente humanos?” Así lo evidencia el hecho de que se hayan dividido en dos bandos, el de
Apolo y el de Pablo. Inmadurez por la división producida y más inmadurez todavía porque giraban, no ya en torno al 
único norte, Cristo, sino en torno a dos instrumentos de Cristo, Apolo y Pablo.  

     Si lo trasladamos a la comunidad cristiana actual  –Iglesia- , entristece cómo priman los criterios humanos sobre
los evangélicos, no sólo en la masa de bautizados, sino en la mayoría del grupo minoritario de los piadosos y, más
lamentable aún, en la mayoría de los pastores de todos los grados.    Las divisiones y discordias en la Iglesia están a
la orden del día. Cuando no es el evangelio el documento constituyente en el que bebemos todos, se multiplican las
divisiones y enfrentamientos como la mala hierba. El evangelio, impulsado  por el Espíritu, produce riquísimas
variedades a respetarse mutuamente y a colaborar y completarse gozosamente, pero no discordias ni envidias ni
competitividades ni tensiones ni anatemas.      

     La doctrina de la Iglesia ha pesado con fuerza. Ella da origen a ideologías activas con carencias evangélicas
importantes, en torno a las cuales se agrupan adeptos incondicionales de por vida. Francisco de Asís lo tuvo muy
claro y decidió que los Estatutos de la  Orden Religiosa que originó sería sólo el Evangelio; sólo una intensa presión
de la Jerarquía logró que aceptara muy dolorosamente un Reglamento.

     La práctica ha demostrado que los mandamientos de la Iglesia engendrados, nos decían, para mejor cumplir los
divinos, acababan produciendo lo contrario, pues en la  práctica eran la mejor trampa para no cumplir los divinos. Los
Reglamentos acaban sustituyendo al Evangelio con paz de conciencia.  

    Pablo da la solución. La gran división de conservadores y renovadores, en torno a dos conceptos distintos de
Iglesia, podría transformarse en gozoso complemento, si todos acudiéramos a Cristo y a su mensaje y nos
ayudáramos, en diálogo fraterno y sin ningún grado de fanatismo, a descubrir y vivir las infinitas aplicaciones que
posee.

IGLESIA PAIS DE MISION

  La Iglesia por la inercia de su envío original de misionera universal ha tenido siempre sus ojos
fijos en el mundo pagano exterior a ella, para evangelizarlos. Hoy afortunadamente Juan Pablo II,
aunque con muchos siglos de retraso, la ha obligado a mirarse a sí misma como país de misión,
necesitada de evangelizarse a sí misma; no otra cosa significa la repetida afirmación de que los
cristianos estamos necesitados de ser evangelizados de nuevo. Pero la Iglesia cometería un error o
una evasión culpable, si interpretara que los necesitados de evangelización son sólo los ‘simples
fieles’, no los pastores ni lo que entendemos por ‘Iglesia oficial’ o línea oficial de la Iglesia.

      La Iglesia en la Cristiandad ocupó espacios de poder y de actuación que no le correspondían con
descuido o desvío de su misión esencial. Ella no ha de gloriarse de ser la salvadora de la cultura
grecorromana ni la mecenas del arte ni la definidora o guardiana de las buenas costumbres ni la
maestra insuperable de la diplomacia ni la mejor informada de lo que pasa en los tortuosos
senderos del mundo político ni la suprema equilibrista para ‘caer siempre de pie’ en los cambios de
poderes humanos ni...ni...

       Su labor, el encargo recibido de Cristo,  es mucho más humilde e infinitamente más eficaz:
Evangelizar, es decir, engendrar Hombres Nuevos unidos en comunidades fraternales, que son los
sacramentos o anticipos del Reino de Dios en la tierra y, a la vez, los únicos instrumentos válidos de
la construcción del mismo.  Vivir el evangelio es estar siempre ‘actualizada e inculturada'.

      Volver a su origen requiere una profunda evangelización de sí misma. Pero tantos siglos
encallada sin capacidad de reaccionar, hace temer que sea incapaz de ello. Los evangelizadores que
necesita para evangelizarse a sí misma quizá haya que buscarlos, aunque parezca esperpéntico,
entre sus enemigos más radicales, tipo Mendizábal o Garibaldi o Marx y otros muchos que la han
colocado a la fuerza en situaciones más auténticas a las que ella por exigencia propia de fidelidad a
su misión no fue capaz de hacer. Garibaldi le arrancó los Estados Pontificios, Mendizabal despojó a
la Iglesia Española de sus inmensas riquezas, la amenaza del Comunismo obligó a salir a la Iglesia
de un concepto restringido del amor al pobre, puramente asistencial, ampliándolo a la lucha por la
justicia, más en sintonía con la construcción del Reino de Dios. Ya han sonado voces en el
Parlamente Europeo pidiendo que se excluya al Estado del Vaticano, lo que ayudaría a la Iglesia a
poner su acción en la conversión de corazones y no en los equilibrios diplomáticos que poco o nada
valen para el Reino y tampoco para la salvación individual del hombre.

      Es un despojo de mucho tamaño el que necesita asumir la Iglesia para hacer posible su
evangelización. Los ‘simples fieles’ y el mundo entero necesitan el testimonio límpido de una Iglesia
que, sin imposiciones externas, ella sola, por su sincera exigencia de fidelidad al Divino Fundador,
se abre incondicionalmente a la evangelización de sí misma, estructuras incluidas.   

IGLESIA SIN PASTORES

Escribí este artículo el día 20 de septiembre del año pasado. Hoy la Iglesia celebra el
martirio de unos santos muy particulares. Merece conocer su historia, que contiene
especiales luces para estos tiempos en que la Iglesia necesita una reforma muy
profunda.

     A principios del siglo XVII, mercaderes europeos católicos lograron sembrar con
éxito la fe cristiana en Corea por vez primera. El fruto fue el nacimiento de una firme y
fervorosa comunidad de cristianos sin pastores, que fue mantenida y dirigida
exclusivamente por laicos durante más de doscientos años.

      Temiendo que en el futuro llegaran misioneros de otras Iglesias, los laicos europeos
les dieron tres señales para que supieran distinguir si los posibles futuros misioneros que
llegaran a ellos eran católicos o de otras Iglesias: Tenían que asegurarse de que eran
célibes, devotos de la Virgen María y unidos al Papa de Roma. En el año 1836 entraron
furtivamente en el país los primeros misioneros católicos procedentes de Francia y
conectaron con ellos. Pronto, en 1839, se desató una persecución sangrienta implacable
que se repitió varas veces en años siguientes, en las que dieron la vida 103 cristianos,
miembros de esta comunidad, encabezados por Andrés Kim Taegon, presbítero, y Pablo
Chong Hasang, insigne apóstol laico; los demás eran hombres y mujeres, casados o
solteros, ancianos, jóvenes y niños, que murieron con una fe y un valor que recordaban
a los primeros mártires cristianos.       Más de doscientos años suponen el paso de media
docena de generaciones, sin más sacramentos que el bautismo administrado por los
cristianos laicos y sin ninguna ayuda sacerdotal ni jerárquica. El evangelio fue la base
para todo.

     No podemos sacar la conclusión de que sobran todos los sacramentos y todos los
pastores. Donde el Espíritu Santo halla corazones dispuestos allí se vuelca con sus
dones con mucha mayor eficacia que los demás medios humanos eclesiales. Así lo hace
desde siempre aun fuera de las religiones cristianas e incluso entre no creyentes.

     Cristo estableció estos medios, pastores y sacramentos, como ayuda ordinaria y no se
pueden despreciar. Pero tampoco supravalorar. Lo que se ha hecho muchas veces. Unas
veces a costa de la acción del Espíritu Santo, al que le dificultamos mucho su obra, otras
rebajando la responsabilidad de los laicos y otras ofreciendo unos pastores realmente no
evangelizados incapaces de lograr creyentes auténticamente cristianos.

IGLESIA Y MORALIDAD
  La fe en Cristo determina, según frase de los Hechos de los Apóstoles, “una nueva forma de vida” (5,
20). El adulto consciente y responsable que se prepara para el bautismo, ha de vivir el Misterio Pascual,
muriendo al egoismo que inspira instintivamente todos nuestros actos y resucitando al amor como guía y
motor de todo nuestro comportamiento, desde sus criterios, ideales, proyectos e intenciones hasta todas
sus relaciones humanas (familiares, religiosas, profesionales, sociales, políticas…).

         El amor es fuente y alimento de una nueva actitud moral ante todos los aspectos de la vida. La
opción diaria por el amor a todos debe  impulsar hacia la utopía del Reino de Dios en la tierra: la opción
por la justicia fundamental, por la igualdad, por la solidaridad,  ha de caminar desde el logro de los bienes
básicos para todos hasta una comunicación de bienes lo más perfecta posible; la opción por la paz que  
impone el diálogo en sustitución de las armas para resolver todos los conflictos debe caminar hasta la
total desaparición de toda violencia y de todas las estructuras e  instrumentos de ella, “cambiando las
espadas por arados y las lanzas por podaderas”, según antigua expresión y aspiración bíblica. Los profetas
del Antiguo Testamento lo resumían en esta frase machaconamente  repetida: “el derecho y la justicia”,
como misión principal del Mesías anunciado. Jesús la asume y la amplía y eleva con el mandamiento que
resume todo su mensaje: “Amaos como Yo os he amado”. Toda la moral tiene que estar contenida en
estos dos aspectos vitales: Justicia y amor. Realmente basta el amor, ya que incluye todo lo positivo y, por
tanto, también incluye la justicia. La misma vida sexual ha de estar orientada por el auténtico amor y por
las exigencias de la justicia, hasta proponer la utopía matrimonial de ser una vivencia y un testimonio de
amor que pueda simbolizar ante el mundo la unión de Cristo con la Iglesia.

        No es honesto seguir determinando la moral partiendo de doctrinas filosófico-teológicas de tiempos
pasados fundadas en conocimientos deficientes y erróneos de la naturaleza humana. Sólo conduce a
mantener unos pecados artificiales para daño espiritual de muchos y a perder cada día más el prestigio
moral que la Iglesia necesita conservar y aumentar.

        Los nuevos planteamientos, más cercanos a la objetividad, exigen que la misma Iglesia reduzca su
importancia de guía moral, que ha de compartir humildemente con otras instancias de la sociedad, entre
ellas, el mismo sentido común de la sociedad. Y que se dedique con más fuerza a la predicación de los
valores evangélicos que son específicos de su auténtica misión.  

       También ha de cambiar el baremo para determinar cuándo un pecado es pecado de muerte, merecedor
de eterna condenación, pues en esto también se obró con excesiva y ligera  autosuficiencia, a los que se
añadió una larga lista de pecados mortales por quebrantamiento de leyes eclesiásticas que en la práctica
llegaron a oscurecer los auténticos pecados contra la moral natural y contra el amor evangélico. Se
comprende que Santa Teresa de Jesús, condicionada por esta doctrina, viera caer almas en el infierno
como copos de nieve en un día de intensa nevada. Habíamos judaizado el cristianismo con tantas leyes y
requisitos añadidos, cuando a Jesús le costó la vida su intento por “desjudaizar” la religión
mosaica.                  Hoy se va logrando desbrozar el boscaje moral de la Iglesia en favor de lo esencial,
escondido entre tanta hojarasca legalista y casuista. Esto ha influido en lo que llamamos crisis del
sacramento de la Penitencia que no debe alarmarnos  y que requiere una inteligente y honesta
reconducción. ¡La historia es maestra de la vida!

IGLESIA VUELVE A TU ORIGEN


La Iglesia no sale de líos y sufre un desgaste de desprestigio creciente y tiene que
dedicarse a juegos equilibristas difíciles, a menudo no convincentes y hasta
antitestimoniales ¿Se puede consolar pensando que ya Jesús le anunció que sería
perseguida? Sería  acentuar más el engaño en que está enredada.

 
      Todos estos problemas son consecuencia de su ‘desubicación’ pertinaz. Situación
irregular que provoca en uno la máxima revolucionaria del ‘cuanto peor, mejor’; cuanto
más caiga, antes llegará la tan necesaria y urgente conversión a su auténtica misión.

 
      El Cristianismo y, por tanto, la Iglesia han de ser el ‘alma’ de todos los ‘cuerpos’
sociales de la humanidad.  Pero ella ha optado por ser un ‘cuerpo’ entre tantos y, por
ello, necesitado de ‘alma’. ¿Qué otra institución puede ser el alma de la Iglesia? Si la sal
se hace insípida ¿quién la podrá salar? Si la Iglesia se ha convertido en una institución
social poderosa, es normal que se la busque y se le exija su apoyo y su parcialidad y se
le critique cuando no lo aporta o se equivoca al hacerlo.

 
      En sus primeros siglos la Iglesia no era una institución social al uso; pero ejercía con
eficacia su misión fermentadora desde la sencillez y el testimonio. El éxito pastoral
acabó cegándola y, como a nuestro PSOE de descamisados, el triunfo les llevó a
cambiar de traje y con el tiempo, también, de ideología, tan capitalista como puede ser la
derecha.  Hoy la Iglesia cree que la salvación del mundo se hace desde arriba, desde el
poder y desde la diplomacia, aceptando el juego de los poderosos como un poder más,
que la ha llevado, a participar en todas las suciedades de esas alturas, las más
sospechosas de deshonestidad.

 
     La sociedad lleva tiempo con dolores de parto, queriendo alumbrar un mundo nuevo,
que pugna por salir a la luz; pero los poderes del privilegio se esfuerzan por evitar ese
nacimiento; entre ellos se ha colocado la Iglesia. En lugar de vitalizar el embrión, 
refuerzan el cascarón para que dé tiempo a que se pudra dentro la nueva criatura.

 
      Iglesia, vuelve a la humildad, a la pobreza, a la libertad y predica la justicia y el amor
y la fraternidad universal. Y deja a los convertidos que vayan dando vida y
transformando las estructuras del mundo. Tú no tienes que optar por patrias ni por
partidos que te han llevado a tantas infidelidades y esterilidades. Tu única patria es la
humanidad unida (única legítima), la aldea global, la tierra nueva,  el reino de Dios. 

INCULTURACION CAPITALISTA

 La Iglesia ha tenido que abordar siempre el problema que le crean las culturas de los diversos
pueblos donde realiza su misión evangelizadora. ¿La conversión a la fe en Cristo exige a estos
pueblos renunciar a su cultura quizá milenaria?  

       Hay algo muy claro: Todo lo idólatra o inmoral  que contenga una cultura ha de abandonarse
al hacerse cristiano; imaginemos una cultura donde se sacrifican bebés a sus divinidades. Pero todo
lo que sea sano ha de respetarse.    
       Las actitudes y criterios de vida opuestos  a los del evangelio, al hacerse cristiano han de
cambiarse por las actitudes del corazón y criterios de vida del evangelio. Para ser cristiano,
instrumento válido para la construcción del Reino de Dios en la tierra, el que solicita el bautismo
antes ha de hacer un cambio radical en su corazón.    Esto es lo que recibe el nombre de
inculturación del cristianismo.

       En los tres primeros siglos del cristianismo, la Iglesia realizó en el mundo romano una
auténtica inculturación. Los convertidos sin dejar de llevar una vida normal como cualquier
romano pagano, eran distintos en sus actitudes y comportamientos. La Iglesia hacía su labor lenta y
sólida desde abajo en una tarea silenciosa del boca a boca. Así logró la conversión del Imperio
Romano.    Desde que la Iglesia logró la paz, la riqueza y el poder, abrió sus puertas de par en par y
entraron en tromba miles que se bautizaron sin haberse convertido realmente a los valores del
evangelio. Y se dio el fenómeno de realizarse una inculturación al revés. Los nuevos bautizados
impusieron en la sociedad cristiana sus actitudes y criterios de vida paganos; y así seguimos, con
escasas excepciones. Y la Iglesia cambió su acción evangelizadora sobre la persona por una acción
desde arriba, de documentos magistrales y equilibrios diplomáticos.

       Hoy vivimos en un mundo liberal capitalista que ha impuesto en el corazón de los cristianos sus
actitudes y criterios de vida en profunda adoración al dios-dinero, con todas las secuelas criminales
de este dios: hambrunas, guerras, corrupciones millonarias, corazones duros codiciosos, mentiras y
manipulaciones y competencias desleales y despiadadas, imperios tiránicos y depredadores, etc. etc.

     La Iglesia misma  ha asumido sus estilos y recursos para su seguridad y subsistencia y no
disimula su antipatía instintiva hacia otros sistemas sociales de proyectos comunitarios. Y se le ve
feliz liderando una religiosidad de formas y cultos y símbolos.

     La voz trémula del Santo Padre gritando y urgiendo una nueva evangelización dentro de la
Iglesia se pierde en el desierto.  Jesús lo dejó claro .  O Dios o el dinero.

INEVITABLEMENTE ESCANDALOSA

La Iglesia, portadora y transmisora del mensaje cristiano, está condenada a ser inevitablemente
escandalosa y mártir. Pero hay escándalos que salvan y escándalos que corrompen. Y hay martirios
coronados  y martirios escupidos. Y no sirve que la Iglesia se especialice en equilibrios opcionales ni
diplomáticos; no podrá escapar de este destino.
  
   Ya lo experimentó San Pablo en su intensa tarea evangelizadora por variados ambientes  y
culturas. El fracaso de su discurso filosófico-teológico en el Areópago de Atenas, ante un auditorio
envanecido en sus elucubraciones y teorías, le curó de futuras veleidades y componendas (Hechos
17, 16 y ss.). “Dios ha elegido lo que el mundo tiene por necio para confundir a los sabios; ha
elegido lo que el mundo considera débil para confundir a los fuertes; ha escogido lo vil, lo
despreciable, lo que no es nada a los ojos  del mundo para anular a los que creen que son algo. De
este modo, nadie puede gloriarse delante de Dios” (1ª Corintios 1, 27-29). Lo que se completa con
este otro párrafo que no tiene desperdicio: “Los judíos piden milagros y los griegos buscan
sabiduría; nosotros predicamos a un Cristo crucificado, que es escándalo para los judíos y locura
para los gentiles, mas para los que han sido llamados es fuerza y sabiduría de Dios. Pues lo que en
Dios parece locura, es más sabio que  los hombres; y lo que en Dios  parece debilidad, es más fuerte
que los hombres” (Id. 1, 20-25).
  
       Las aplicaciones son evidentes. Si la Iglesia está “en el último lugar como servidora de todos”,
al lado de los necios, de los débiles, de los despreciables, escandalizará a los sabios y a los fuertes y a
los que se creen algo y éstos la mirarán como peligroso enemigo para sus vanidades y codicias y
poderes abusivos y organizarán procesos persecutorios que engendrarán mártires ‘coronados’, que
forman la legión de los “dichosos cuando os persigan por mi causa, porque vuestro es el reino de los
cielos”. La Iglesia será admirada y amada y seguida por los sencillos y los hombres nuevos, que son
los únicos que pueden crear la tierra nueva.
 
       Pero si la Iglesia deja el último lugar para ocupar el primero (si le fuera otra vez posible) o, al
menos, estar con los primeros, los sabios, los fuertes, los que se creen algo, a éstos no los convertirá
al evangelio (si acaso a un evangelio descafeinado) y escandalizará a los de abajo que acabarán
odiándola y persiguiéndola y masacrándola, produciendo mártires ‘escupidos’, como la sal insípida
que se tira a la calle para que la pise la gente.
 
      ¿Quiere la Iglesia impresionar al mundo con su habilidad diplomática, arrogándose para sí
misma logros ‘gloriosos’ y gloriarse incluso delante de Dios? El quiere lo contrario: “De este modo,
nadie puede gloriarse delante de Dios".   
    
     ¿Por qué ese atrevimiento de cambiar el método divino? Convénzase la Iglesia de que es
imposible evitar el escándalo y la persecución. Si se pone arriba con los poderosos y los
encanallados, provocará un sucio escándalo en los de abajo, con millones de apostasías y las
persecuciones más feroces y en cierto modo justificadas. Si se pone con los de abajo (el lugar que
Jesús le señaló), provocará un bendito escándalo en los de arriba y una persecución gloriosa y
testimonial, semilla de nuevos cristianos.   
    
     Iglesia, estás descolocada. ¡Elige de nuevo! ¡Y ponte en el lugar que te corresponde!
 

LA DEMOCRACIA EN LA IGLESIA

Yo no sé por qué se les eriza el cabello a nuestras jerarquías eclesiásticas cada vez que en el seno de la
Iglesia se menciona la palabra “democracia”. ¿Por qué no se les ha erizado nunca, al implantar en ella el
poder absoluto, tan contrario a todo lo que nos transmiten el Evangelio y la Tradición? ¿Por qué tampoco
se les erizó, cuando se apropió del máximo poder político en la Edad Media? Y hasta lo fortaleció con
una férrea sustentación doctrinal, cuando convirtió a la filosofía en “ancilla” (servidora) de la teología y a
ésta en “ancilla” de la jerarquía. ¡Todo atado y bien atado!

       El Papa afirmó en Cuba ante Fidel Castro que la democracia es el mejor régimen de
gobierno conocido hasta ahora. Sin duda de que es el mejor para el ciudadano, aunque
sea el más incómodo para el gobernante; pero al mismo tiempo suaviza las
responsabilidades morales del gobernante y le protege contra toda tentación de abuso,
arbitrariedad  y corrupción

      Si el axioma de que “toda autoridad viene de Dios” no justifica el absolutismo regio,
por la misma razón el axioma de que “en la Iglesia el poder viene de Cristo” tampoco
puede justificar el absolutismo papal. Así lo entendieron nuestros fundadores:

    1 – Primero el Fundador Divino, corrigiendo las ambiciones de los apóstoles: “Sabéis que los que
figuran como jefes de las naciones los gobiernan tiránicamente… No ha de ser así entre vosotros”
(Marcos 10, 42). Y es verdad que Jesús eligió a Pedro personalmente como su vicario, como eligió
también al resto de “Los Doce”. Pero no ha vuelto a intervenir en la elección de ningún otro sucesor.

     2 –Pedro no transmitió su cargo a ningún sucesor ni ningún Papa se ha considerado jamás con esa
facultad. La comunidad cristiana de Roma elegía a su obispo que automáticamente quedaba revestido del
carisma papal. Pasados muchos siglos se prefirió entregar esa facultad a un grupo oligárquico nombrado a
dedo, los cardenales. También los pastores de niveles inferiores eran elegidos por las propias
comunidades; y esto era tan condicionante que la legislación canónica declaraba inválida cualquier
designación, si no la había hecho la misma comunidad o, al menos, la había acogido y aceptado
explícitamente.

      3 –El ejercicio del papado en los tiempos apostólicos estuvo revestido de los más limpios modos
democráticos, como se ve en la elección de Matías, en la elección de los siete diáconos, en la elección de
los representantes de Antioquía para el concilio de Jerusalén, en la libertad de los fieles para hacer sus
críticas, incluso fuertes, al mismo Pedro, como la que motivó la elección de los diáconos o la
interpelación enérgica de Pablo a Pedro públicamente y después transmitida por carta a otras
comunidades. Sin duda que hubo muchas más ocasiones, porque se ve que era ésta la práctica normal;
pero nos bastan las que se nos han transmitido. Pedro lo enseña a todos los pastores: “No seáis déspotas
con el rebaño, sino modelos del rebaño” (1ª Pedro 4, 3). La Iglesia pudo ser la gran educadora de la
democracia con siglos de anticipación, si hubiera permanecido en esto fiel a los comienzos; pero se dejó
vencer por la dulzura tentadora del mando indiscutido.  

     El gobernante que no se apoya en la comunidad, termina siendo víctima de grupos particulares de
presión, que generalmente no llevan fines nobles, sino intereses bastardos. El único grupo legítimo de
presión en cualquier sociedad es la comunidad, el pueblo. Pero ha habido excesivo  cuidado en inutilizar
al pueblo. El Papa ha confesado este pecado de la Iglesia y ha pedido públicamente que se le ayude a
encontrar otra forma de gobierno más en consonancia con la que quiso Jesús. Para que no dudáramos de
la sinceridad de este ruego, él, sin esperar a más, ha debido de ir dando pasos en esa dirección, puesto que
ha tenido ocasiones magníficas para ello, como los Sínodos de los Obispos americanos, africanos y
asiáticos; pero no lo ha hecho; al contrario se ha ejercido en ellos un control desmedido y descarado.

      Da la impresión de que sólo una fuerza arrasadora del Espíritu Santo o una rebelión inimaginable de
los laicos cristianos y de los niveles más inferiores del clero, podrían romper los gruesos muros de este
castillo medieval, de la Baja Edad Media.

       Un creyente nunca deja morir la esperanza.

LA EVOLUCION NO HA TERMINADO

Parece demostrada la ley de la evolución. El Creador no hizo el mundo tal como está
ahora. La explosión caótica del big-bang que dio comienzo a la existencia del mundo
surgió dotada por el Creador de  una capacidad evolutiva que fue organizando el orden
del universo y, en la tierra, la aparición de la vida elemental, también con capacidad de
evolución  hasta llegar al ser inteligente, el hombre.

  ¿Ha llegado ya la evolución a su cumbre? No. De aquel ser originario que por vez primera fue
consciente de sí mismo al hombre civilizado de hoy hay mucha diferencia. ¿Mucha? Quizá no tanta.
El proceso evolutivo es lento. Y al tratarse de una evolución que depende en gran parte del mismo
hombre resistente a despojarse de lo negativo de sí mismo, tremendamente tentador por otra parte,
se ralentiza más. La evolución del hombre llegará a su cumbre cuando se haya desprendido de sus
herencias animales que, potenciadas por la poderosa inteligencia humana, pueden llegar a límites
de la propia destrucción universal. ¿Es posible desprenderse de esas herencias bestiales? No lo sé;
pero sí es posible someterlas al gobierno de la voluntad humana con hábitos positivos contrarios
(virtudes) que llegan a formar como una segunda naturaleza.

    En ese proceso de la bestia al ser humano desarrollado nos encontramos a mitad de camino o
quizá a menos, pero hoy con síntomas alentadores de apresurar el proceso de evolución positiva de
la humanidad.  Todavía hay dolorosos grados de estupidez bestial y de maldad consciente. La
maldad y la estupidez son genéticas. La maldad es la gran estupidez humana. La maldad humana
ha llenado a la humanidad de incontables e infernales sufrimientos. La parte de la humanidad que
va en cabeza ha luchado por conquistar la libertad plena para el hombre, liberándolo de toda
servidumbre de instituciones sociales, lo mismo religiosas que laicas. Aventura grandiosa y
necesaria. Toda esclavitud encadena a la evolución. No puede haber evolución humana impuesta.
Ha de ser fruto de la libre voluntad del hombre.

   Libertad ¿para qué? ¿Para dar satisfacción a los instintos bestiales: soberbia, codicia, agresividad
y violencia, venganza, lujuria sin freno, etc.? Eso sería retroceder en la evolución, volver a la
bestia.  Libertad para entregarse voluntariamente (amor) al servicio solidario mutuo. Sólo el amor
como guía de todos nuestros proyectos y actuaciones nos convierte en Hombres Nuevos, en
plenitud; y sólo estos hombres nuevos pueden construir la Tierra Nueva del bienestar, fraternidad
y paz universales, humanidad en plenitud. Plenitud indefinida que ha de seguir perfeccionándose
hasta el fin de los tiempos.   Por favor, no miren la historia de la Iglesia. Miren el evangelio que ella
nos transmite. Ese fue el objetivo que trajo el Hijo de Dios cuando, al llegar el inicio de  la plenitud
de los tiempos, vino a convocarnos para esta tarea, a enseñarnos el camino y a prometernos su
acompañamiento amoroso para tan alucinante aventura.

Según los dogmas evolucionistas, en el desarrollo de las especies, nuestro antecesor inmediato es la
bestia, el mono. ¿Hemos llegado al final de la escalera evolutiva? ¿El hombre no se transformará en otra
especie superior desconocida e inimaginable? Hablemos solamente en lo que abarcan las fuerzas
naturales; porque la ciencia humana ha avanzado hasta llegar a desvelar los más ocultos misterios  de la
naturaleza viva y tampoco podemos imaginar a dónde podrá llegar al manipularlos sin límites.

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     El hombre ocupa el vértice de la evolución. Sin embargo, no hemos llegado al final. El hombre puede
y debe desarrollar y perfeccionar su mismo ser. Venimos de la bestia. Y nos quedan aún muchas
herencias ‘bestiales’. Aún nos gobiernan con más fuerza los instintos animales que los dictados de nuestra
poderosa inteligencia y nuestra libre y generosa voluntad. Aún nos resistimos a avanzar por este
empinado camino que nos lleva a las alturas y al logro de una humanidad feliz. Aún siguen surgiendo
filosofías que convierten en dogma nuestro ciego sometimiento a los instintos animales, sin horrorizarse
ante el macabro espectáculo de los cadáveres y horrores producidos por nuestros instintos. Aún muchos
piensan que el progresismo consiste en hacer desaparecer todos los frenos y todas las éticas que impidan
la plena satisfacción de nuestra parte animal: quizá el progresismo sí, pero el auténtico progreso, no. Aún
nuestros instintos siguen sin someterse a la voluntad humana; al revés, nuestra parte racional sigue
sometida a nuestras exigencias instintivas.

     El hombre ha de seguir evolucionando a la alta, conrtiéndose en un hombre nuevo, capaz de construir
una tierra nueva para felicidad de toda la raza humana. Ello no requiere prescindir de nuestra parte
animal; pero sí someterla a los dictados de un amor universal. Tampoco se logrará a base del bien venido
avance de la ciencia; sino a base del avance de la sabiduría. Hoy estamos en un desequilibrio perverso: la
ciencia avanza a velocidades supersónicas, mientras la sabiduría (la ciencia del vivir) camina a pasos de
tortuga. Desequilibrio que sigue produciendo horrores y puede llevarnos a un cataclismo planetario.  

   Ponerse en la debida  dirección es encontrarse con un ‘Aliado’ que posee sabiduría y amor infinitos y
quiere hacerse cómplice de estos proyectos humanos para hacerlos realidad y potenciarlos al máximo.
Esta es la misión que trajo a Dios a la tierra en la persona de Cristo, el modelo insustituible del hombre
nuevo. El Dios Uno, Trino y Encarnado es la médula de su mensaje. Cristo es el prototipo del Hombre
Nuevo, al que debemos imitar para lograr nuestro máximo desarrollo. El Misterio Trinitario es el modelo
de la Tierra Nueva, que sólo el Hombre Nuevo puede construir. Todos los intentos de lograrlo por otros
caminos, es tiempo perdido y afán vano y prolongar los sufrimientos de la humanidad.

EL SERVIDOR FIEL
  Dios ha creado un mundo dotado de todo lo necesario para su subsistencia y su
bienestar ordenado. Con una sencilla  ley: A todas las criaturas las ha dotado de una
capacidad determinada para, poniéndola fielmente al servicio del conjunto, haga posible
y grata la existencia y el desarrollo de todos.

      Repasa lo que recibimos de las demás criaturas: El sol, la luna, el aire, el agua, las
plantas, los animales e infinidad de criaturas que vamos descubriendo como el ozono,
como las distintas sustancias en cada uno de nuestros órganos corporales...Todas las
criaturas tienen la misma finalidad incrustada en su naturaleza por el Creador: “Ser para
los demás”. La criatura-hombre tiene la misma misión: Ser para los demás. Con tanta
mayor responsabilidad cuanto mayores sean sus cualidades y posibilidades:
Gobernantes, empresarios, intelectuales, periodistas, poderosos de todo orden,
jerarquías religiosas, docentes...Dios no nos ha hecho máquinas fijas e invariables. Nos
ha hecho libres; nos ha dado una inteligencia con inmensa capacidad de inventiva y
progreso y una voluntad vigilante para mantener todos los avances de la inteligencia en
la misión de servicio exigida por el Creador, para bien de todos los hombres. Si
desbanca al amor  (ser para los demás) y prefiere seguir los dictados de su egoísmo (ser
para sí y los suyos), se convierte en un ser nocivo y ‘delincuente’  ante el más Supremo
de los Tribunales, el Tribunal de Dios, que tiene competencia en todo el orbe y del que
nadie se puede evadir.

    El hombre tiene que descubrir la gran sabiduría, enseñada por el Dios hecho hombre, de no
buscar la felicidad propia por caminos falsos, sino saber construir su propia felicidad por el
único auténtico camino que es poner su felicidad en hacer felices a los demás. Este proyecto y
programa divinos los recoge Jesús en una sencilla parábola que nos transmite Mateo (24, 45-
51):   “¿Quién será el servidor fiel y prudente puesto por el señor al cuidado de su familia para
repartirles el alimento a su debido tiempo? Feliz el siervo a quien su señor, al venir, halle
cumpliendo con su misión. Pero si el mal servidor, pensando que su señor se va a demorar,
empieza a maltratar a sus compañeros y a comer y a beber con borrachos, el día que no se lo
espera y a la hora que menos piense, llegará el señor y lo castigará con la mayor severidad".

IGLESIA EN ALTERNATIVA

La Iglesia tiene que elegir entre dos alternativas: Entre ser  odiada y amada o ser temida y
despreciada. A la Iglesia Apostólica le pegaba bien la primera, la que Jesús les había anunciado, lo
que le sucedió a Él en persona: Ser amada y odiada. Mientras crecía el número de los conversos a la
fe (Iglesia amada), era también perseguida a muerte (Iglesia odiada).   

          Parece que desde el triunfo de la Iglesia a comienzos del siglo IV, fue cambiando el panorama
hasta llegar a ser temida, testigo don Quijote de la Mancha, y despreciada, testigo el último
esfuerzo esperpéntico de la Europa bautizada por borrar su presencia hasta las raíces. El temor a
los abusos de poder cometidos por la Iglesia ha despertado este desprecio feroz y este intento de
reducirla a las sacristías para evitar el peligro de un futuro poder de la Iglesia. Alguien hizo esta
advertencia profética hace dos milenios: “Si la sal se vuelve sosa, sólo sirve para ser arrojada a la
calle y que la pise la gente".

        El Santo Padre lo tiene claro y ha intentado poner de nuevo a toda la Iglesia, desde la  cúspide
hasta el suelo, en proceso de una nueva evangelización. Y dóciles al llamamiento del Papa  hoy,
cada nuevo curso pastoral que se inaugura, se encabeza con el título de la evangelización. Somos ya
tan maestros en la devaluación de las  palabras y de los medios pastorales, que decimos
evangelización cuando lo que programamos es el mismo adoctrinamiento de siempre, ajeno a toda
evangelización.

        Los pastores no hemos aprendido a evangelizar, porque no hemos vivido la experiencia de


nuestra propia evangelización. Lo más que hacemos es intensificar un poco más nuestra piedad
personal, pero sin abordar  la conversión a la nueva forma de vida del evangelio. Nos negamos a ir
más allá, aunque no hemos llegado ni al comienzo.  Podríamos decir que la Iglesia,  los encargados
de evangelizar, somos los mejores maestros en el arte de no evangelizar.

       Nos refugiamos en nuestras pericias teológica, moral, canónica, litúrgica, pastoral y no
pasamos a los fundamentos de nuestra fe en Cristo y su palabra para beber su puro mensaje, tan
sencillo y tan profundo, tan radical y comprensivo, tan estimulante y gozoso. Parodiando al
humorista Jardiel Poncela (los paréntesis son míos): “La inteligencia (especulativa) resulta siempre
inútil, singularmente para aquellas cuestiones en que la inteligencia (práctica) es absolutamente
necesaria". 

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