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Texto redactado para los carteles “El imperio de las imágenes” previo al VIII encuentro de la ENAPOL 2015
Realizar una lectura acerca de la pulsión en los textos freudianos trae consigo de por si
algunas dificultades. Al ser la pulsión un concepto fundamental para el psicoanálisis, exige una
definición univoca, pero dentro las lecturas de los textos freudianos, se puede encontrar que la
palabra pulsión puede cobrar más de una significación, dependiendo del momento de su
concepción, y su articulación con otros conceptos que Freud desarrollaba conjuntamente. Sin
embargo a lo largo de su obra, Freud mantuvo siempre una exigencia epistemológica, a la que
permaneció fiel durante todo su desarrollo, y desde sus inicios se apoyó en un dualismo
pulsional, que le sirvió de guía, de marco referencial para recoger los datos de la práctica clínica.
No obstante el mismo Freud, con el desarrollo de las observaciones que la clínica le proponían,
tuvo que revisar y modificar en ciertos momentos lo que a nivel teórico venía desarrollando. De
tal forma se puede leer en su obra, cómo el padre del psicoanálisis realizaba criticas rigurosas
contra sus propias hipótesis de trabajo, llevándolas hasta su más allá para darles una suficiente
valides, muchas veces desde los casos clínicos, y otras tantas echando mano de analogías con
otras ramas, como la biología, la sociología, la mitología y el arte entre otros. Dicha complejidad
en su discurso teórico tiene su asidero en esta dialéctica, un recorrido siempre de ida y vuelta,
que ofrece la riqueza de conceptos clínicos que siempre plantean nuevas preguntas y posibilitan
ciertas respuestas, que sirven de estructura para así poder aprehender las nociones clínicas ahí
depositadas. La palabra misma, pulsión, aparece por vez primera en 1905 en “Los tres ensayos
para una teoría sexual”, pero la necesidad del concepto había precedido a la aparición del
término. Es así que Freud entendió rodear mediante la pulsión, la especificidad de la sexualidad
humana, pero esa especificidad requiere la distinción de la sexualidad y la necesidad biológica,
en términos del propio Freud, habría que “distinguir el hambre del amor”. Siguiendo así este
sesgo, tomando como referencia la clínica y la dialéctica freudiana, para aterrizar finalmente en
los aportes realizados por Lacan, se propone el recorrido de una lectura sobre la pulsión en la
obra freudiana, partiendo de esta distinción respecto a la sexualidad humana, en tanto la
necesidad de entender su relación, para poder así, obtener los recursos como bases para el
desarrollo de la noción de sublimación, y su relación en la creación, que es lo que subyace en
esta obra dedicada al arte.
GÉNESIS DE LA PULSIÓN
Partiendo de la práctica clínica, Freud comienza a develar, que el origen de los síntomas
de las neurosis tiene su etiología en la vida sexual infantil de cada sujeto, comenzando a esbozar
que la sexualidad infantil posee un carácter estructurante en el aparato psíquico. En su artículo de
1905 “Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las Neurosis” explica que la
histeria es la expresión de un comportamiento particular de la función sexual del individuo, y que
ese comportamiento está marcado por las influencias y vivencias que recibieron en la infancia,
como lo formalizó después en “Tres ensayos de una teoría sexual” explicando que los síntomas
neuróticos son la práctica sexual de los enfermos. Ya en 1895 Freud presentó “La etiología de la
Histeria” junto con otros textos paralelos, en los cuales propuso la hipótesis sobre las fantasías de
seducción, que destacan una vivencia traumática frente al encuentro del sujeto con la sexualidad.
Freud afirma que en el trabajo con sus pacientes histéricas, ellas decían que en algún momento
de su infancia, éstas habían sido seducidas por un adulto. Es a partir de esta interrogante que
Freud empieza a introducir el análisis de la sexualidad infantil en el ser humano, un ser
atravesado por el lenguaje y la cultura, y que por tal motivo, ha perdido toda su naturalidad.
A raíz de los estudios realizados en los “Tres ensayos de una teoría sexual” Freud hace
algunas observaciones sobre las llamadas “desviaciones de la meta sexual”, en donde da cuenta
que un sujeto, no siempre alcanza la satisfacción a través del sexo opuesto, incluso, muchos de
estos pueden prescindir de un otro para obtener su satisfacción. Este análisis permite entender
que la sexualidad es más amplia que la genitalidad –la unión de los genitales durante el coito– ya
que se pueden observar muchas manifestaciones en los sujetos, en donde está en juego el placer
sexual y no se incluye el acto sexual en sí mismo, como refiere sobre esta divergencia sobre la
sexualidad y la genitalidad ya en la “Conferencia N° 21”: “Veo un paralelismo […] Mientras que
para la mayoría consciente y psíquico son lo mismo, nosotros nos vimos precisados a ampliar
este último concepto y a admitir algo psíquico que no es consciente, y sucede algo parecido
cuando otros declaran idénticos sexual y genital, mientras que nosotros debemos admitir que
algo sexual no es genital, ni tiene nada que ver con la reproducción”. Freud dirá que no existe,
para el ser que habla, un objeto predeterminado para su satisfacción sexual, es decir no existe una
relación complementaria entre sexos, entre la hembra y el macho de la especie humana. Así lo
observa en los fetichistas, que prescinden completamente de un otro para alcanzar la satisfacción,
y lo sustituyen por cualquier objeto que cause el deseo para obtener el fin de la sexualidad.
Desde este aspecto Freud plantea que el fin de la sexualidad, no es únicamente la reproducción,
cuestión que sí se observa en los animales que poseen ciclos de apareamiento. Para los estudios
realizados por Freud, el fin de la sexualidad es la satisfacción, y dicha sexualidad no comienza en
la pubertad, sino desde la temprana infancia. Postulados bastante revolucionarios para los años
en los que Freud comenzaba a desarrollar la teoría del psicoanálisis.
Las lecturas de la obra freudiana, ofrecen dos importantes definiciones del concepto de la
pulsión, que se desprenden de dos textos que pertenecen a momentos diferentes en su obra: una
de ellas de 1905, se encuentra en los “Tres ensayos de una teoría sexual” y la siguiente,
precisamente el texto dedicado a su estudio, que lleva el nombre de “Pulsiones y destinos de
pulsión” de 1915. La primera definición de pulsión de Freud que se encuentra en los tres ensayos
argumenta que se puede entender por pulsión: “El representante psíquico de una fuente de
estímulos intrasomática en continuo fluir; ello a diferencia del «estímulo», que es producido por
excitaciones singulares provenientes de fuera. Así, «pulsión» es uno de los conceptos del
deslinde de lo anímico respecto de lo corporal”. Tratando de desglosar esta definición, se puede
entender que Freud realiza una diferenciación respecto a un estímulo que en principio es
inespecífico y que se produce en el cuerpo, a la que denominará excitación endógena, así mismo
éste estímulo intrasomático, o endógeno se diferencia de los estímulos externos al cuerpo,
denominados exógenos, respecto a que estos son percibidos del mundo exterior por el cuerpo, a
través de los sentidos. En principio, la descarga del uno y del otro, intentaran ser tramitados a
través de la motilidad, pero ésta no es suficiente, al menos para los estímulos intrasomáticos, de
las cuales el sujeto no puede huir. Estas excitaciones, estos estímulos intrasomáticos, serán
entonces representados, ubicando de esta forma a las pulsiones en relación de lo psíquico y lo
corporal. Así, se tiene a la pulsión como el representante psíquico de una fuente de excitación
que proviene del propio cuerpo –zonas erógenas– es decir que la pulsión representa esos
estímulos en el cuerpo ante el aparato anímico, a causa de un deslinde de lo anímico, es decir
algo del orden de lo psíquico que trastocó lo corporal, de-marcó el cuerpo. Freud continúa en el
mismo texto: “En sí –las pulsiones– no poseen cualidad alguna, sino que han de considerarse
sólo como una medida de exigencia de trabajo para la vida anímica”. Freud hace referencia aquí,
a una cierta transformación de la energía somática en energía psíquica. En este texto plantea que
la “fuente” de la pulsión es un proceso excitador en el interior de un órgano, y su meta inmediata
consiste en cancelar ese estímulo de órgano. La pulsión exige algo a la vida anímica, y esto es,
precisamente que tramite el estímulo proveniente del propio cuerpo. Respecto a ese estimulo de
órgano con relación a la pulsión, Freud refiere que la pulsión fluye de manera continua,
indicando esa característica que tiene la pulsión, respecto a su insistencia para su satisfacción, es
decir, una exigencia permanente de la que el sujeto no puede huir. Ahora, sobre la tramitación de
dicho estimulo intrasomático, en el “Proyecto de psicología para neurólogos” Freud refiere a que
estos estímulos sólo cesan bajo precisas condiciones que tienen que realizarse en el mundo
exterior; como por ejemplo, la necesidad de alimento. Debido a que el sujeto está puesto bajo
unas condiciones que se puede definir como apremio de la vida, por lo que el sujeto tiene que
admitir un acopio para solventar las demandas de la acción específica. Esto deja establecido, que
para la satisfacción de estas excitaciones, será necesaria la asistencia de un objeto específico que
yace en el mundo exterior.
Entonces, la pulsión es una medida de exigencia de trabajo para la vida anímica, ésta,
exige en la vida anímica la tramitación de un estímulo, el cese de dicho estímulo en el cuerpo,
que se representaría a nivel subjetivo como satisfacción, pero, la vida anímica tiene un problema,
tiene a su cargo a través del sistema percepción-conciencia, el examen de realidad. Y la realidad,
muestra que el objeto adecuado para descargar el estímulo en el cuerpo, en la zona erógena, no
existe, está perdido. Entonces lo único que le queda a la vida anímica es aportar no un objeto,
sino una fantasía, una alucinación que sirva de soporte psíquico para dicha descarga.
PULSIÓN
Representante Exigencia
CUERPO APARATO PSÍQUICO
Fuente de estímulos Tramitación de estímulo
intrasomática Examen de realidad
en continuo fluir Objeto (falta) - Fantasía
Esta fantasía, esta alucinación como soporte, permite comprender cómo la vida psíquica
participa en la construcción de la realidad del sujeto, y por lo tanto su posición respecto a ésta,
así mismo se puede entender cómo la sexualidad en el ser humano, lo real del sexo en la especie,
está trastocada y mediatizada por la estructuración de la realidad psíquica, respecto al cuerpo y
su erogenizacion. Freud en el “Proyecto de psicología para neurólogos” pone una cierta
relevancia al tacto y la mirada, en la medida en que son vinculados a las experiencias
provenientes de la infancia en el contexto de lo sexual; Freud refiere que es el tacto, la acción
primaria por medio de la cual se mantiene una relación con el mundo material y se adquiere
posesión del objeto a través de la motilidad, así permite advertir la importancia de la concepción
de cuerpo para el psicoanálisis. Lo cual permite leer la superficie del cuerpo como un sitio del
que emergen simultáneamente, percepciones internas –los afectos –y las percepciones externas –
los objetos. Siguiendo con esta línea, se puede decir que a través de la percepción del cuerpo, la
función del tacto permite el reconocimiento de los objetos externos y al cuerpo en calidad de
objeto, por lo tanto a partir de esta lógica, el cuerpo es tomado como un “objeto Otro”.
Retomando la teoría de las fantasías de seducción, es decir el encuentro del sujeto con lo
real de la sexualidad, Freud explica que éste encuentro es traumático para el sujeto, y este
estímulo en el cuerpo exige su tramitación por parte de la vida anímica, vía su representante –la
pulsión – y esta tramitación, continúa Freud, se realizará a través del yo, que se encuentra al
servicio de la realidad, emprendiendo la represión de ésta moción pulsional, es decir de aquella
excitación intrasomática producida, representada ahora ante el aparato psíquico. El sujeto se
defiende de esta moción –representación– pulsional por medio de la represión, pero esta se
rebelará contra ese destino, pero el sujeto obtendrá un aflojamiento de las relaciones con la
realidad y el fragmento que ha sido sacrificado pasa a formar parte de la realidad psíquica. Lo
reprimido busca una satisfacción sustitutiva que será “el síntoma” que se impondrá al yo, el cual
verá alterada y amenazada su unidad y luchará contra el síntoma, como lo hacía con la moción
pulsional, de lo cual resultará la patología de la neurosis. En la neurosis, frente a la realidad
indeseada, frente a las mociones pulsionales que emergen del cuerpo, de la sexualidad, del
encuentro traumático con lo real del sexo, surgen en el sujeto tentativas de sustitución de ésta,
por medio de los deseos, éstos facilitados por las fantasías. Donde el neurótico elegirá apoyarse
en el material de los juegos infantiles, es decir un fragmento de la realidad distinto de aquel
contra el cual tuvo que defenderse, la alucinación, si se quiere un delirio.
Meta (Ziel): Freud dice que la meta de la pulsión, es cancelar el estímulo en la fuente. Como la
pulsión es una medida de exigencia de trabajo para la vida anímica, la meta solo puede ser
alcanzada por la supresión del estado de estimulación de la fuente de la pulsión. Pero Freud
agrega que la meta de toda pulsión es invariable, por lo que puede haber diversos caminos que
conduzcan a esta, de manera que para cada pulsión puede existir diferentes metas o fines,
susceptibles de ser combinados o sustituidos entre sí. Es decir que la meta de la pulsión puede
también devenir inhibida, o desviada, pero que a tales procesos se halla enlazada una satisfacción
parcial.
Objeto (Objekt): es la cosa en la cual o por medio de la cual, la pulsión puede alcanzar su
satisfacción, esto sería, que por medio del objeto se alcanzaría la meta. Sin embargo Freud
continua explicando que es el objeto lo más variable de la pulsión y lo más contingente. Éste no
se halla enlazado a la pulsión originariamente, sino está subordinado a ésta, a causa de su
adecuación al logro de la satisfacción. Sobre el objeto Freud explicita que éste puede ser una
persona, un objeto parcial, real o fantaseado, incluso, no necesariamente algo exterior al sujeto,
sino que puede ser una parte cualquiera de su propio cuerpo y es susceptible de ser sustituido por
otro en el curso de los destinos de la vida pulsional. Así mismo puede presentarse el caso de que
el mismo objeto sirva simultáneamente a la satisfacción de varias pulsiones.
Fuente (Quelle): la fuente de la pulsión es la zona –erógena– de dónde partió el estímulo que la
pulsión representa ante el aparato anímico; se desarrolla en un órgano o una parte del cuerpo.
Justamente las diferencias que presentan las funciones psíquicas de las diversas pulsiones,
pueden ser atribuidas a la diversidad de sus fuentes.
Tanto el término objeto como el de fuente presentan esa articulación de estos términos y
la pulsión con el propio cuerpo del sujeto: la fuente: como el lugar de origen de donde parte el
estímulo que la pulsión representará, y el objeto: en tanto variable, puede ser una parte del
cuerpo, por el cual la pulsión alcanzaría su satisfacción. Esto pone en evidencia la relación de la
vida pulsional con el concepto que Freud denominó “autoerotismo”, es decir aquella etapa pre-
genital y anterior a la constitución del narcisismo, en donde la satisfacción que se obtiene, es del
propio cuerpo sin mediación imaginaria o simbólica de algún objeto. En una nota en el texto
“Tótem y tabú” Freud refiere que en los tres ensayos se puede leer que los componentes
pulsionales de la sexualidad trabajan en la ganancia de placer, cada uno para sí y hallan su
satisfacción en el propio cuerpo; y esto es lo que se nombra autoerotismo. Desde esta perspectiva
se entiende que la satisfacción que busca la pulsión tendrá ese remanente autoerótico, cabe
recordar que Freud en 1914 plantea que las pulsiones autoeróticas son iniciales, primordiales, y
refiriéndose a las etapas de la libido, propone al autoerotismo como anterior, y que por lo tanto
algo tiene que agregarse a éste, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se constituya.
Cabria preguntarse cuáles serían los efectos de esta acción sobre el autoerotismo, esto acarrearía
consigo ¿una pérdida de satisfacción? y/o quizá ¿una renuncia de goce?
Esta lectura permite comprender que las pulsiones sexuales en su primera aparición se
apoyan en ciertas funciones de autoconservación, a los cuales Freud denomina pulsiones de
conservación, de las cuales se desprenderá posteriormente, siguiendo también en la elección de
objeto los caminos que la pulsión del yo les marcan. Freud explica que parte de ellas –pulsiones–
permanecen asociadas a través de toda la vida a las pulsiones del yo, aportándoles componentes
libidinales, sobre esto Freud refiere que en el autoerotismo las pulsiones se encontraban cada una
para sí, y que posteriormente con la fase del narcisismo, las pulsiones sexuales antes separadas
confluyen en una unidad, hallando un objeto de satisfacción: el yo propio. Sin embargo, Freud no
dice que el autoerotismo se integra al narcisismo, sino que se divide en autoerotismo y
narcisismo, que plantea la doble tendencia de la pulsión: la plasticidad de la pulsión respecto a su
capacidad de satisfacción en más de un modo, desplazándose en un objeto que ahora
encontraron: “el yo”, y aquella tendencia a la fijación, la que se satisface por un lado en su más
allá.
La transformación en lo contrario.
La vuelta hacia la propia persona.
La represión.
La sublimación.
Respecto a la vuelta hacia la propia persona, que constituye otro de los destinos de la
pulsión, consiste en un proceso por el cual se produce el cambio de objeto, pero en el que sin
embargo, la meta o el fin no cambia. Esto se puede entender a partir de reflexionar, siguiendo el
mismo ejemplo; que el masoquismo no es sino un sadismo dirigido contra el propio yo, es decir
que el masoquista comparte el goce activo de la agresión a su propia persona. De tal forma se
puede evidenciar que, la vuelta hacia la propia persona coincide con la transformación en lo
contrario desde la actividad a la pasividad, Freud explica esta relación de la siguiente forma
respecto al par sadismo-masoquismo: a) Acción violenta dirigida a otra persona como objeto
‹‹atormentar›› sadismo. La pulsión busca dominar el objeto, a través de la afirmación de poder
hacia un objeto “no-yo”, distanciado de la sexualidad pero conectado con otra meta que le ofrece
el acento sexual; b) Este objeto es sustituido por la propia persona. Con la vuelta hacia la propia
persona, se transforma la meta de la pulsión de activa en pasiva ‹‹atormentarse››. El momento
reflexivo, coincidiría, con el autoerotismo, la fantasía sustituiría al objeto pasando a ser el
“propio yo”; c) Es buscada como objeto un nuevo sujeto, que a consecuencia de la
transformación de la meta, ahora toma el papel del sujeto, y para él propio sujeto ahora se trata
de ‹‹ser atormentado›› por este nuevo sujeto. El sujeto finaliza este circuito identificado con la
figura del atormentado, donde el advenimiento de lo sexual aparece de la excitación sexual que
acompaña al dolor. El segundo momento es observable en la neurosis obsesiva: la pulsión sádica
se detiene ahí y vuelve hacia el propio sujeto, a través de autoreproches y autocastigos, sin la
pasividad hacia una nueva meta. El tercer momento es el del masoquismo propiamente dicho,
como una reversión del sadismo.
Freud deja establecido estos tres momentos de la gramática de la pulsión, explica que el
verbo activo no se convierte en pasivo, sino en un verbo reflexivo intermedio, antes de su
desenlace: “atormentar” (posición activa), “atormentarse” (posición reflexiva), “ser
atormentado” (posición pasiva). Lo fundamental, a nivel de cada pulsión es el ir y volver en que
se estructura dicha pulsión, hay en el recorrido pulsional una reversión, que resulta fundamental
por la aparición en el tercer momento de lo que Freud nombra un nuevo sujeto, este sujeto es
propiamente a lo que Lacan denominará el Otro. Cabe aclarar siguiendo a Freud, que la
transformación de las pulsiones por cambio de actividad en pasividad y por la vuelta hacia la
propia persona, nunca se realiza en la totalidad; el primitivo sentido activo de la pulsión continúa
subsistiendo en cierto grado junto al sentido pasivo ulterior, tanto la fase preliminar como la
estructura final continúan existiendo conjuntamente, y esta afirmación se hace indiscutible
cuando en lugar de los actos a que llevan las pulsiones se considera el mecanismo de la
satisfacción.
Como tercer destino o defensa contra las pulsiones sexuales está la represión, que sólo
puede surgir si se ha producido una clara escisión entre los procesos conscientes y los procesos
inconscientes. Antes de esta separación, sólo la transformación hacia lo contrario y la vuelta
hacia la propia persona eran las únicas defensas contra las mociones pulsionales. Para la
emergencia del Inconsciente fue necesaria que una contrainvestidura preconsciente, produjera
una represión primordial sobre un evento traumático, a la que se le deniega el acceso a la
consciencia a un “representante de la representación” (Vorstellungsrepräsentanz) de una pulsión,
que no puede ser tramitada por el sujeto. Entonces la pulsión se fija a este representante de la
representación reprimido, que permanece inmutable. En un segunda momento lógico de la
represión, ésta recae sobre las ramificaciones del representante de la representación reprimida,
como así también sobre otras representaciones que se han vinculado a ella. Freud señala que no
se trata sólo de la represión ejercida desde lo consciente, sino que también hay que tener en
cuenta la atracción que ejerce lo reprimido primordial sobre todo lo que entra en su conexión. A
través de su trabajo en la clínica, Freud advierte que en la represión de un representante de la
representación interviene otro elemento, denominado monto de afecto (Affektbetrag) que
representa a la pulsión y remite en general a los destinos del factor cuantitativo de la moción
pulsional y éste puede experimentar un destino completamente diverso al de la representación
reprimida desaparecida de la conciencia. Este factor cuantitativo, según muestra el desarrollo
teórico de Freud en 1915 en “Lo inconsciente”, tiene tres posibles destinos: a) El afecto persiste
en un todo o en parte –si este persiste en un todo: se presentan aquellas patologías del acto, o en
algunos sujetos la creación artística; b) Es sofocado por completo de suerte que nada se descubre
de él; c) Sale a la luz mudado como un monto de afecto cualitativamente diverso particularmente
en forma de angustia. De aquí se desprenden entonces, los otros destinos de la pulsión o modos
de defensa contra ella: la trasposición de la pulsión sexual en angustia, y finalmente el último
posible destino de la pulsión, aquello a lo que Freud denominó “sublimación”, que a grandes
rasgos consiste en el desvío de una meta sexual hacia una meta nueva socialmente valorada. A
dicho destino pulsional –la sublimación– se le dedicará para su comprensión y estudio otro
apartado, por su estrecha relación e intervención respecto al arte y la creación.
Ya en el año de 1920 Freud culmina el texto titulado “Más allá del principio del placer”,
escrito que obliga un viraje sobre la noción de la pulsión; precisamente, porque es en este texto,
en el cual Freud introduce el término “pulsión de muerte”. Freud plantea en este texto lo que
denominó “el principio de Nirvana”: una tendencia dominante de la vida psíquica que aspira a
aminorar o hacer cesar la tensión de las excitaciones internas, ya anticipado en el “Proyecto de
psicología para neurólogos”, como el principio de inercia, que hace referencia a la descarga de
excitación a cero. Dicha aspiración, plantea Freud, se manifiesta en el principio del placer, y esta
es una de la razones para plantear la existencia de la pulsión de muerte. Esta idea de hacer cesar
la tensión de la excitación interna, deja claro para Freud, que hay una tendencia en el ser vivo a
volver a la estabilidad de lo inorgánico, a un estado anterior, una tendencia a la reducción
completa de las tensiones: “Todo lo vivo muere, regresa a lo inorgánico, por razones internas [...]
la meta de toda vida es la muerte; y retrospectivamente: lo inanimado estuvo ahí antes que lo
vivo”. Esto va a fundamentar que el aparato psíquico no está regido por el principio de placer,
sino que éste, está gobernado por un más allá del principio de placer. Es en este momento de la
teoría pulsional donde Freud propone un nuevo dualismo dentro la pulsión: la pulsión de vida
(Eros) y la pulsión de muerte, como refiere Freud (1920): Uno de los grupos pulsionales se lanza,
impetuoso, hacia adelante, para alcanzar lo más rápido posible la meta final de la vida; el otro,
llegado a cierto lugar de este camino, se lanza hacia atrás para volver a retomarlo desde cierto
punto y así prolongar la duración del trayecto”. De esta forma, Freud rompe con la idea de que el
ser humano busca su bien.
En 1924 en el texto “El problema económico del masoquismo” Freud señala que la libido
se enfrenta a la pulsión de muerte y la desvía en buena parte hacia fuera, estableciendo así una de
las características de la pulsión, a la que Freud se refirió con el nombre de pulsión de
destrucción, por esa tendencia destructiva y agresiva inherente a esta; explicando así la estructura
propia del sadismo. No obstante en el mismo texto, Freud deja claro que otro sector de la pulsión
permanece en el interior del organismo y allí se liga con la libido; dilucidando que la meta del
sadismo: sería el objeto, en cambio, la meta del masoquismo: sería el autoerotismo. A ésta
primera ligadura entre pulsión de vida y pulsión de muerte, Freud la va a denominar como
masoquismo erógeno, el cual será primario respecto al sadismo; y por tanto, este masoquismo
erógeno, es constitutivo del aparato psíquico. Desde esta lógica, y las nociones desarrolladas en
estos textos, se puede leer en Freud que la satisfacción pulsional es de característica paradójica;
no solo se tratará de la satisfacción libidinal, sino también de la satisfacción en la
autodestrucción. En la teoría psicoanalítica Freud reconoció tempranamente la intervención de
tendencias agresivas en el funcionamiento del aparato psíquico. Precisamente en el capitulo
"Sueños de muerte de personas queridas", que desarrolla en la obra de 1900 “La interpretación
de los sueños” presenta por primera vez las bases de la teoría respecto al Complejo de Edipo,
describiéndolo como una conjunción de deseos tanto amorosos como hostiles. Y en el texto de
1913 “La predisposición a la neurosis obsesiva” al abordar la organización pre-genital del sujeto,
en la etapa de la libido anal-sádica, señala que en la fase anal del sujeto se hace evidente la
oposición activo-pasivo, característica de la vida pulsional. Freud explica que el componente
activo, agresivo de la pulsión sexual, es atribuido al intento de dominio de la pulsión, refiriendo
que: "La actividad es provista por la común pulsión de dominio, a la que llamamos sadismo
cuando la encontramos al servicio de la pulsión sexual" De esta forma la agresividad sexual
encontraría entonces un refuerzo en el impulso de dominio de la pulsión, la que gracias a la
motilidad, consigue dominar al objeto por la fuerza. La agresividad se perfila como una
disposición pulsional autónoma, originaria del ser humano, con objetos y metas definidos. En
este punto de la lectura freudiana, se puede inferir que la pulsión tiene como finalidad dominar o
aniquilar a los objetos, y este empuje de acuerdo a Freud sólo será frenado por la cultura, aunque
en cierta medida las metas se perfilarían como una ausencia de satisfacción vinculada, con un
goce narcisista extraordinariamente elevado. Sin embargo Freud advierte una búsqueda de
satisfacción pulsional en pleno desacuerdo con los preceptos culturales, lo que produciría un
malestar en los seres humanos, correlativo con la insatisfacción del hombre como ser de cultura.
En consecuencia, el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino a su vez,
una tentación para satisfacer en él la agresión, en la medida en que el yo intente realizar el
cumplimiento de sus antiguos deseos de omnipotencia y su satisfacción plena. Es decir que, si
bien el sujeto renuncia al deseo para ingresar en la cultura, la renuncia a la agresividad también
impuesta por la cultura, es una exigencia constante por realizar para no perder el amor del Otro,
aceptando renunciar a satisfacer las pulsiones.
Desde esta perspectiva para Freud el sadismo surge como un componente parcial
agresivo de la pulsión, característico de la fase anal-sádica, que "se ha vuelto independiente y,
por desplazamiento, ha usurpado la posición directriz". Así mismo en “Introducción al
narcisismo” Freud postula que el odio es anterior al amor y que su origen radica en las pulsiones
del yo, en la medida en que éstas rechazan al mundo exterior al hacerlo coincidir con lo
displacentero y lo odiado, y agrega en los tres ensayos –un texto contemporáneo– la existencia
de elementos agresivos ligados a la etapa oral del desarrollo psicosexual. Es posible entonces
leer en los textos anteriores al “Más allá del principio del placer” que en esta primera etapa de la
teoría psicoanalítica, la destrucción y la agresividad ya se destacan en relación a la vida
pulsional, sin embargo, al ser la agresividad concebida como un elemento básico y fundamental
de toda pulsión, ocupa un lugar secundario en el conflicto psíquico, aunque presente tanto en las
pulsiones sexuales como en las pulsiones del yo, evidenciando ya como antecedente, una de las
características que Freud posteriormente dará a la pulsión de muerte.
Continuando con la lectura sobre la pulsión, algo que se destaca en el texto de 1920 “Más
allá del principio del placer” es lo que Freud desarrolla en los capítulos cuatro y cinco, en donde
se va ampliando la noción acerca de la pulsión. Freud plantea en el capítulo cuarto de este texto
pensar al aparato psíquico como una vesícula, es decir un apéndice débil que si se somete a los
estímulos del mundo exterior, corre el riesgo de morir. De tal forma que para protegerse de los
estímulos exteriores, la vesícula sacrificó una parte de su materia viva cercana al exterior, para
formar una barrera antiestímulo, por la cual los estímulos del exterior no pueden entrar, o si lo
hacen, lo hacen de manera atenuada. Esta atenuación de los estímulos, representa la acción de
homeostasis que realiza el aparato psíquico, de tal forma se podría leer que éste estado como
momento mítico, es el momento de la vivencia primaria de satisfacción. Allí donde hay
satisfacción plena, todo el monto de excitación que podría existir en el aparato es descargado a
cero, posteriormente el aparato manejará volúmenes de energía que le son tolerables. Ahora bien,
surge la pregunta si existiese un estímulo proveniente del exterior que podría romper dicha
barrera. Lo interesante de la lectura que propone Freud en este texto, es precisamente que el
único estímulo capaz de romper esa barrera, es la pulsión; ya que ante los estímulos exteriores,
siempre existe la posibilidad de hacer uso de la motilidad y huir, en cambio de los estímulos
interiores no se puede lograr la huida. Para entender el porqué sería la pulsión aquel estimulo
externo que rompe la barrera de protección del aparato psíquico, Freud explica que: “Talvez el
aparato trata a la pulsión cómo si viniera del exterior con el fin de protegerse” mediante la
barrera antiestímulo, y hábilmente, agrega que este es el origen de la proyección, a la que le está
reservado un papel importante en la causación de los procesos patológicos. Es decir, que es el
aparato psíquico el que proyecta la pulsión hacia afuera, porque es más fácil defenderse de los
estímulos que viene de afuera que de los internos, de tal forma que frente a un estímulo
desagradable, uno puede suponer una causa interna o externa, pero lo más tramitable para el
sujeto, es suponer la causa externa.
Otro fenómeno que permitió dilucidar esta característica destructiva de la pulsión desde
la observación clínica, es la reacción terapéutica negativa. Freud observó un tipo de resistencia
al tratamiento psicoanalítico especialmente difícil de resolver, consistente en un agravamiento de
la sintomatología en el paciente, cada vez que a partir del progreso del análisis cabría esperar una
mejoría. De acuerdo a Freud, se trataría de una reacción "invertida", prefiriendo el paciente en
cada etapa del análisis la persistencia del sufrimiento a la curación. En 1923 en “El Yo y el Ello”
Freud describe este proceso, proponiendo la existencia de un sentimiento de culpabilidad
inconsciente a la base de él. Tres años después en “Inhibición, síntoma y angustia” Freud
relaciona la reacción terapéutica negativa con una forma de resistencia del Súper yo. Y en el año
de 1930 en el “El malestar de la cultura” Freud llegó a la conclusión que en la profundidad, todo
sentimiento de culpa surge del operar de la pulsión de muerte, dando paso así a su formulación
en “Análisis terminable e interminable” que plantea que la dificultad que presenta la reacción
terapéutica negativa al análisis, evidencia que su carácter paradójico e irreductible, se
fundamenta en la pulsión de muerte.
La descripción de la meta de las pulsiones en Más allá del principio del placer deja en
claro que no hay dos movimientos en la pulsión, sino uno, que apunta a la satisfacción parcial,
aunque ésta implique displacer, destrucción, o sufrimiento para el propio sujeto. Ya desde 1896
Freud destacaba en el “Manuscrito K” que dentro de la vida sexual, existe una fuente
independiente de desprendimiento de displacer, que la hace inconciliable con el logro de la
gratificación plena, pérdida de goce que años más tarde pasará a estar representada por la barrera
que opone la interdicción del incesto, la castración y el hecho de que el objeto de la pulsión ya no
es nunca el originario, sino sólo un subrogado de éste. Ofreciendo así la lógica para comprender
que aquellos estudios que Freud realizó sobre la pulsión en el curso de su clínica, quedan
aprehendidas en una estructura pulsional, a partir de un montaje de sus elementos y
características que la subyacen: desde su tendencia a la fijación que procura una determinada
satisfacción, paradójica, que no contempla a un sujeto del placer; la plasticidad que busca una
satisfacción desviada o sustitutiva, aunque ésta sea parcial, hasta la exigencia pulsional de cierta
satisfacción de manera directa. Definiendo a la pulsión desde una vertiente autoerótica; en tanto
es el propio cuerpo de donde parte el estímulo que la pulsión buscará satisfacer, y en tanto el
objeto sería una parte del mismo por el cual alcanzaría su satisfacción. Satisfacción siempre
parcial y paradójica, inherente a la pulsión que participa no solo en la estructuración del sujeto,
sino también, como gobernante en su realidad psíquica. Como Freud se refiere en “El esquema
del psicoanálisis" respecto a la pulsión, explicando que no se trata de limitar una u otra de las
pulsiones, ni mucho menos establecerla a una determinada provincia psíquica, sino por el
contrario, es necesario entenderla por su relación con el aparato psíquico y por lo tanto poderlas
encontrar en todas partes de la vida anímica.