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La buena fe es uno de los principios generales del derecho más importantes en el ámbito
contractual. Según Vladimir Monsalve, es “el horizonte de todas las operaciones jurídicas, en
cuanto a que la misma naturaleza del derecho, la ayudan, la suplen y la corrigen”. Este
principio, tiene una importante función integradora, pues se ha encargado de no solamente de
colmar las lagunas existentes en la legislación, sino también de servir de apertura a las nuevas
circunstancias que se presentan en el tráfico jurídico con una proyección innovadora. Es por
ello, que la buena fe da lugar a obligaciones adicionales a las convenidas por las partes
inherentes a la relación contractual, y que en ningún momento entran a alterar su naturaleza,
sino por el contrario, ajustar el comportamiento de las partes a parámetros de lealtad,
diligencia, honestidad, entre otros valores, los cuales son exigibles en todas las relaciones
negociales, pues no resultaría lógico una relación contractual con ausencia de estos.
Es importante aclarar que cada contrato podría llegar a ser afectado de manera diferente. Por
ejemplo, si hablamos de un contrato de tracto sucesivo que se perfeccionó antes del
surgimiento de la pandemia, el cumplimiento periódico de las obligaciones posteriores a ella,
se podrán ajustar de tal forma que no genere una carga obligacional mayor de la que
inicialmente se pretendió pactar. Por otro lado, si hablamos de un contrato de tracto sucesivo
que apenas va a llevarse a cabo en el marco de la emergencia sanitaria, este debe estipular en
sus cláusulas bajo qué circunstancias especiales va a regirse. Las llamamos especiales bajo el
entendido de que no se está en una situación que permite llevar a cabo el contrato de la
manera que ordinariamente se llevaría, esto con el fin de no generar un desequilibrio para
ninguna de las dos partes en el contrato. Bajo esta teoría, el deber de información en una
emergencia sanitaria cumple la finalidad de que las partes puedan revisar las obligaciones
contractuales, en aras de encontrar un nuevo equilibrio prestacional que facilite su
continuidad y la posibilidad de replantear las cargas obligacionales contenidas, ya sea en un
contrato de tracto sucesivo o de ejecución periódica o diferida, cuando su cumplimiento
resulta excesivamente oneroso para alguna de las partes.
En este orden de ideas, en tiempos de coronavirus es importante que haya una alta
correlatividad de la información entre las partes, a la hora de realizar un acto jurídico
contractual, es decir, ambos contratantes deben dar información que permita conocer si se
está en condiciones o no de llevar a cabo la ejecución del contrato, si cuenta con la estructura
y el presupuesto necesario para llevar el cumplimiento de las obligaciones que de este
emanan. Así mismo, debe dar cuenta de qué circunstancias especiales o qué requisitos
adicionales solicita el contrato, ya que hay que tener en cuenta que ciertas actividades
requieren un tratamiento especial de salubridad, además, en este sentido, debe informarle a su
contraparte si cumple o no con las medidas sanitarias exigidas por la OMS y el gobierno
nacional, de forma tal, que brinde seguridad y confianza a su contratante y a terceros que
puedan verse involucrados en la ejecución del contrato, como por ejemplo los consumidores.
En este mismo sentido es importante recalcar que si el contrato involucra mano de obra
humana, ambos contratantes deben informar del estado actual de salud de sus trabajadores,
esto a fin de saber si estos se encuentran en condiciones óptimas para el cumplimiento de las
obligaciones, además, quizá la más importante, para evitar la expansión de la epidemia dentro
de las instalaciones en las que se va a llevar a cabo la ejecución del contrato. Por otro lado, la
falta de este deber emanado del principio de buena fe que debe tener cualquier contrato,
afectaría a su vez los deberes de consejo y cooperación, puesto que no habría claridad sobre
la conveniencia o no de dicho contrato y por tanto se vería comprometida su constitución y
el que surta efectos jurídicos
En conclusión, esta pandemia se presta para que alguna de las partes de un contrato omita
información, la excluya o la altere con el objetivo de sacar ventaja de la situación, como
podría ser el caso de proveedores de suministros sanitarios, alimentos de primera necesidad,
entre otras. Por lo tanto, es de vital importancia la estricta observancia del deber de
información, para que cada parte sea consciente de todas las circunstancias que rodean el
negocio jurídico que quieran realizar y esto no conlleve a un desequilibrio contractual, el
cual, golpearía la economía mucho más de lo que está siendo golpeada actualmente.
Bibliografía
Chinchilla Imbett, Carlos Alberto. (2011). El deber de información contractual y sus límites.
Revista de Derecho Privado, (21), 327-350. Retrieved April 16, 2020, from
http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0123-
43662011000200014&lng=en&tlng=es.