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Los legitimarios en resumidas cuentas son: los ascendientes, los

descendientes y el cónyuge supérstite del causante, es decir


aquellos a los cuales la ley les otorga una porción garantizada en el
caudal relicto, si lo hubiere.
Mientras que los herederos legítimos pero no legitimarios son los
restantes parientes del causante hasta el 4to grado de
consanguinidad (incluyendo el derecho de representación si lo
hubiere). Es decir los colaterales.
La sutil pero no menor diferencia es que el dictado de la declaratoria
de herederos produce el efecto “erga omnes” de establecer quiénes
son los continuadores del causante a los fines registrales y/o de
reclamos que deban llevarse adelante en el caso de los legitimarios.
Es decir que la ley dispone que no resulta necesario el dictado de la
declaratoria para otros actos que no sean registrales, puesto que la
sola acreditación del carácter descendiente, ascendiente o cónyuge
acredita la continuidad en la figura del causante, sea tanto en sus
bienes como en los demás derechos que el mismo poseía.

Distinto es el caso de los herederos legítimos no legitimarios, los


cuales requieren necesariamente el dictado de la declaratoria de
herederos para poder ser reconocido su derecho a continuar al
causante y estar en posesión de la herencia.

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