Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Cuando los mártires en el cielo clamaban ante Dios, recibieron una pronta respuesta
(6:10-11). Pero cuando los fieles oraban desde la tierra, la respuesta divina no se
dejaba ver. Más bien, la situación parecía empeorarse. Fácilmente podrían pensar que
al orar estaban perdiendo el tiempo. A esa inquietud de ellos y su probable frustración
en la oración– y la nuestra – Dios da la más convincente respuesta imaginable. Es
como si Dios nos enviara un “clip”de “video”y nos dijera: “cuando ustedes oran no les
parece que pasa nada…¡pero miren lo que pasa en el cielo cuando llegan sus
oraciones!”
Este callar del cielo cuando el pueblo de Dios ora y adora aparece también en la
literatura rabínica. Según Génesis Rabbah 65.21 “la voz de Jacob [i.e. de todo el
pueblo de Israel] es la voz que silencia a todos los seres celestiales y terrestres”[2] Un
texto Hekhalot* también describe a los ángeles deseando decir su liturgia (su
Trishagion, cf. Ap 4:8) pero silenciados por Dios porque quiere escuchar primero las
oraciones de su pueblo:
Es común en las escrituras que la oración se asocia con el incienso (ver 5:8; Sal
141:2; Lc 1:9-10; cf. Sab 18:21). Se comparaba al incienso porque complace a Dios;
nuestas oraciones “llenas de aroma” (Ap 5:8 NBE) son del supremo agrado del Señor
quien olfatea con deleite su fragancia.[4] La comparación con el incienso parece
aplicarse también porque la oración se veía como una ofrenda o un sacrificio (Sal
141:2: Os 14:2 BJ, NBE; Heb 13:15/Sal 69:30-31; 1 P 2:5,9. Ofrenda de incienso y
oración se asocian en Lc 1:9-10).
El asenso del incienso como olor grato ante Dios es señal segura
de la aceptación de la oración por el Señor (Gn 9:21; Kiddle
1940:146; Swete 1951:108; Ladd 1974A:111). El olor grato indica
que el sacrificio de oración complace a Dios (Lv 16:12-13; Prv
15:8; 1Cr 29:17; Ps 17:1).No queda lugar para ninguna duda
sobre la favorable recepción divina de nuestras plegarias. Es el
equivalente simbólico de las palabras del ángel a Cornelio: “Tus
oraciones y tus limosnas han subido como memorial ante la
presencia de Dios” (Hch 10:4 BJ). Así el séptimo sello nos
enseña tanto la inmensa importancia de la oración como también
su segura eficacia.
La historia pertenece
a los intercesores[5]
En el libro del Apocalipsis se destacan dos cosas nuestras que llegan ante la
presencia de Dios. En primero lugar, nuestras oraciones llegan al trono como incienso
(5:5; 8:4). Y también, según 19:8 “el lino fino [del vestido de bodas de la esposa del
Cordero] son las acciones justas de los santos”. Con nuestras oraciones
despachamos incienso al cielo; con nuestra vida santa y nuestra práctica de la justicia
enviamos lino fino a las manos del divino Tejedor para el hermoso vestido de su novia.
“A Dios orando (incienso), y con el mazo dando (justicia)”.[8] Con oración y justicia
vamos también haciendo la historia.
La respuesta específica a la oración de los santos son las siete trompetas. Seis de
ellas son terribles juicios; parecen cada vez peores, llegando a la pesadilla de
langostas torturadoras (9:1-9) y los feroces caballos dragones (9:15-19). Pero la
séptima trompeta (11:15-19) es totalmente distinta. Con ésa se anuncia jubilosamente
la llegada del reino de Dios:
y de su Cristo,
y él reinará por los siglos de los siglos...
Señor Dios poderoso,
que eres y que eras,
te damos gracias porque has tomado tu gran poder
y has comenzado a reinar...[9]
Podemos notar aquí un paralelo invertido con los siete sellos y una simetría muy
significativa en la estructura literaria de los sellos y trompetas. Hemos afirmado que el
primer jinete, sobre el caballo blanco, se entiende mejor como el evangelio en su
marcha triunfante por el mundo. Le siguen cinco sellos tétricos (guerra, hambre,
pestilencias, persecución, juicios cósmicos), un paréntesis (cap. 7) y un silencio lleno
de oración (8:1-4). El séptimo sello se desenvuelve en siete trompetazos, de los que
los seis primeros son también desastrosos (8:7-9:21). Igual que con los sellos, se
introduce un doble paréntesis entre las trompetas sexta y séptima (10:1 -- 11:14). Y
como el primer sello fue de bendición y vida, seguido por sellos de juicio y muerte
(6:3-17), la séptima trompeta es también de vida y bendición, ahora antecedida por
seis trompetas de horrendo juicio.
Muy bien comenta el teólogo escocés T. F. Torrance (1959:60):
[1]) No es necesario pensar, con R.H. Charles y otros, que Dios tiene que callar a
todos para que pueda oir nuestras oraciones. El Señor no es sordo ni tiene problemas
de oído. Hace callar a todos por la importancia suprema que tienen nuestras
oraciones.para Dios.
[2]) Bauckham 1993A:73. Esta tradición apela, con típicos argumentos rabínicos, a Ez
1:24 (los seres vivientes cantaban con sus alas pero las bajaban cuando Israel oraba)
y Job 38:7 (“las estrellas del alba” son Israel; los ángeles podían alabar a Dios en el
cielo sólo después de alabarle Israel en la tierra).
[3]) Bauckham 1993A:74-75; los mismos textos de Hekhalot señalan que el ángel
Shemu’el espera en las ventanas del cielo inferior para recibir las oraciones de Israel y
llevarlas a la presencia de Dios en el cielo superior. Según Tg.Cantares (a Jos 10:12,
“cállese sol”), cuando Josué recitó el quinto de los diez cánticos de las escrituras, su
alabanza paró el sol y la luna por 36 horas (ellos dejaban de “recitar su cántico” ante
el cántico de Josué).
[4]) La figura de “olor grato” corrige nuestra tentación de pensar en la oración como
puramente verbal. Aquí, más que escuchar la elocuencia o aparente fervor de
nuestras plegarias, Dios las “olfatea” buscando el olor de autenticidad y sinceridad del
corazón, esencia indispensable de la verdadera oración. Jenson y Olivier (NIDOTT
III:1071) defienden la validez de este antropomorfismo (los sentidos de olfato y gusto o
sabor no son más antropomórficos que vista, oído y tacto; cf. Nm 28:2) pues “el culto
judío emplea todos los sentidos para construir una experiencia de Dios ricamente
multimedia”.
[5]) Esta frase fue el tema de talleres por Walter y June Keeler-Wink en muchas
partes de los EUA.
[7]) Es conocida la expresión: “Sin Dios, nosotros no podemos hacerlo. Sin nosotros,
Dios no quiere hacerlo”.
[9]) Estas palabras han inspirado grandes creaciones musicales, sobre todo el
“Aleluya” del Mesias de Jorge Federico Haendel.