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Eco era una ninfa de los bosques parlanchina e imprudente que había
sido castigada por Hera, la mujer de Zeus. Y es que la buena de Eco se
había dedicado a dar conversión y entretener a Hera mientras Zeus -su
marido, del que ya hemos descubierto en otros mitos que era muy mujeriego-
se dedicaba a pasárselo en grande con otras mujeres. Cuando Hera se da
cuenta que las charlas de Eco son un intento de encubrir las faltas e
infidelidades de su marido, se enfada muchísimo con la ninfa y la castiga. A
partir de ese momento Eco ya no pudo hablar con normalidad, de una manera
espontánea; su voz únicamente era capaz de pronunciar las últimas
palabras de aquello que se le decía. Entendemos su nombre, ¿verdad?
Narciso encontró muy agradable la ruta que había seguido ese día, así que la
repitió con frecuencia. Eco le esperaba y le seguía en su paseo, siempre
desde lejos, temerosa de ser vista, hasta que un día, un ruido que hizo al
pisar una ramita puso a Narciso sobre aviso de su presencia, descubriéndola.
Y así, mientras Narciso se reía de ella, de sus pretensiones, del amor que
albergaba en su interior, Eco decidió morir de pena. Desesperada se retiró a
su cueva, donde permaneció quieta, sin moverse, sin comer, repitiendo en
voz queda, como un susurro, las últimas palabras que le había oído a su
amado…
De ella sólo quedó la voz que aun hoy seguimos escuchando. ¿Sabéis dónde,
¿verdad? Exacto.
Pero como bien demuestra esta historia los malos actos que realizamos no son
gratuitos, en ocasiones tienen consecuencias.
Cuando las doncellas despechadas -recordad que no solamente estaba Eco,
había muchas más- ven el final de Eco, claman al cielo pidiendo
venganza. Némesis, la diosa de la justicia y la solidaridad griega, quien había
observado todo desde el cielo los escucha y hace que, en un día muy
caluroso, tras una cacería Narciso se incline sobre una fuente para calmar su
sed.
Narcissus, de Caravaggio (1594-1596)
Y allí, cuando está a punto de beber, ve su imagen reflejada. Tal y como había
predicho Tiresias, esta imagen le perturbó enormemente. Quedó
absolutamente cegado por su propia belleza en el reflejo. Enamorado de sí
mismo e insensible ya para el resto del mundo murió allí mismo. Unos
dicen que, de inanición, ocupado eternamente en su contemplación. Otros que
enamorado como quedó de su imagen, quiso reunirse con ella y murió ahogado
tras lanzarse a las aguas.