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Apocalipsis

Capítulo 1

Prólogo: He Aquí, Él Viene en las Nubes

Versículo 1. “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio para manifestar a sus siervos
lo que debe suceder pronto. Y lo declaró, enviando su ángel a su siervo Juan”.

HAp:465-466. "Y cuando yo le vi -escribió Juan,- caí como muerto a sus pies. Y él
puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas". (Apoc. 1:17).
Juan fue fortalecido para vivir en la presencia de su Señor glorificado. Entonces ante sus
maravillados ojos fueron abiertas las glorias del cielo. Le fue permitido ver el trono de
Dios y, mirando más allá de los conflictos de la tierra, contemplar la hueste de los
redimidos con sus vestiduras blancas. Oyó la música de los ángeles del cielo, y los
cantos de triunfo de los que habían vencido por la sangre del Cordero y la palabra de su
testimonio. En la revelación que vio se desarrolló una escena tras otra de
conmovedor interés en la experiencia del pueblo de Dios, y la historia de la iglesia
fue predicha hasta el mismo fin del tiempo. En figuras y símbolos, se le presentaron
a Juan asuntos de gran importancia, que él debía registrar para que los hijos de
Dios que vivían en su tiempo y los que vivieran en siglos futuros pudieran tener una
comprensión inteligente de los peligros y conflictos que los esperaban.

HAp:466-467. Esa revelación fue dada para la orientación y el aliento de la iglesia


durante la dispensación cristiana. Y sin embargo ha habido maestros religiosos que
declararon que es un libro sellado y que sus secretos no pueden explicarse. Como
resultado, muchos han dejado de lado el registro profético y rehusado dedicar tiempo al
estudio de sus misterios. Pero Dios no desea que su pueblo considere así ese libro. Es
"la revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que
deben suceder presto." "Bienaventurado el que lee -dijo el Señor,- y los que oyen las
palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas: porque el tiempo está
cerca." (Apoc. 1:1, 3). "Porque yo protesto a cualquiera que oye las palabras de la
profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios pondrá sobre él las plagas
que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta
profecía, Dios quitaré su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad, y de las cosas
que están escritas en este libro. El que da testimonio de estas cosas, dice: Ciertamente,
vengo en breve." (Apoc. 22:18-20).
En el Apocalipsis entran reveladas las cosas profundas de Dios. El nombre mismo
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que fue dado a sus páginas inspiradas: El Apocalipsis o Revelación, contradice la
afirmación de que es un libro sellado. Una revelación es algo revelado. El Señor
mismo reveló a su siervo los misterios contenidos en dicho libro y es su propósito que
estén abiertos al estudio de todos. Sus verdades se dirigen tanto a los que viven en los
últimos días de la historia de esta tierra como a los que vivían los días de Juan. Algunas
de las escenas descritas en esa profecía pertenecen al pasado, otras se están cumpliendo
ahora; algunas tienen que ver con el fin del gran conflicto entre los poderes de las
tinieblas y el Príncipe del cielo, y otras revelan los triunfos y alegrías de los redimidos
en la tierra nueva.
Nadie piense que al no poder explicar el significado de cada el significado de cada
símbolo del Apocalipsis, es inútil seguir escudriñando el libro en un esfuerzo de conocer
el significado de la verdad que contiene. El que reveló esos misterios a Juan dará al
Investigador diligente de la verdad un goce anticipado de las cosas celestiales. Los que
tengan sus corazones abiertos para la recepción de la verdad, serán capacitados para
entender sus enseñanzas, y se les otorgará la bendición prometida a los que "oyen las
palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas."
En el Apocalipsis todos los libros de la Biblia se encuentran y terminan. En él está
el complemento del libro de Daniel. Uno es una profecía, el otro una revelación. El
libro que fue sellado no fue el Apocalipsis, sino aquella porción de la profecía de
Daniel que se refiere a los últimos días. El ángel ordenó: "Tú empero Daniel, cierra las
palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin." (Dan. 12:4).

7CBA:966. A Juan le fue revelado el plan de Dios para siglos futuros. Las glorias
del cielo se abrieron ante su visión embelesada. Vio el trono de Dios y oyó las
antífonas de gozo que resonaban por todos los atrios celestiales. Cuando leemos su
descripción de lo que vio en su visión, anhelamos estar con los redimidos en la presencia
de Dios.
Había pasado medio siglo desde que Jesús ascendió para presentar a su iglesia delante de
Dios y para preparar mansiones para sus fieles. Todavía amaba a su pueblo, pues vino a
su anciano siervo para revelar los planes de Dios para el futuro.

CW:29. (Carta 97, 1902). Nuestra lección para este tiempo es: ¿Cómo podemos más
claramente comprender y presentar el evangelio de que Cristo vino en persona
para presentar a Juan en la isla de Patmos,----el evangelio denominado: “la
revelación de Cristo Jesús”? Hemos de presentar a nuestro pueblo una clara
explicación de Apocalipsis. Hemos de llevarles la palabra de Dios justo como está
escrita, con lo mínimo de nuestras propias explicaciones. Nadie puede por sí solo
hacer esta obra. Aunque tenemos encomendadas las más grandes e importantes verdades
jamás presentadas al mundo, somos sólo bebés, en lo que toca a entender la verdad en
todos sus contornos. Cristo es el gran maestro, y aquello que él reveló a Juan, hemos de
esforzar la mente para entender y definir con claridad. Estamos encarando los asuntos
más importantes que jamás los hombres han sido llamados a enfrentar.
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DTG:73-74. Las palabras del ángel: "Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios,"
demuestran que ocupa un puesto de alto honor en los atrios celestiales. Cuando fue a
Daniel con un mensaje, dijo: "Ninguno hay que se esfuerce conmigo en estas cosas, sino
Miguel [Cristo] vuestro príncipe. El Salvador habla de Gabriel en el Apocalipsis
diciendo que "la declaró, enviándola por su ángel a Juan su siervo." Y a Juan, el ángel
declaró: "Yo soy siervo contigo, y con tus hermanos los profetas". ¡ Admirable
pensamiento, que el ángel que sigue en honor al Hijo de Dios es el escogido para revelar
los propósitos de Dios a los hombres pecaminosos!

TM:113. En lo pasado algunos maestros declararon que Daniel y Apocalipsis son


libros sellados, y el pueblo se ha apartado de ellos. La propia mano de Dios ha
descorrido, de estas porciones de su Palabra, el velo cuyo aparente misterio ha
impedido que muchos lo levantaran. El mismo nombre Apocalipsis [cuyo
significado es revelación] contradice la declaración de que es un libro sellado.
"Revelación" significa que algo de importancia es revelado. Las verdades de este
libro se dirigen a los que viven en estos últimos días. Nos encontramos en el lugar santo
de las cosas sagradas, con el velo quitado. No hemos de estar afuera. Hemos de entrar,
no en forma descuidada, con pensamientos irreverentes, no con pasos impetuosos, sino
con reverencia y piadoso temor. Nos acercamos al tiempo en que las profecías del libro
del Apocalipsis han de cumplirse...

DTG:25. Dios había hablado al mundo por medio de la naturaleza, las figuras, los
símbolos, los patriarcas y los profetas. Las lecciones debían ser dadas a la
humanidad en su propio lenguaje. El Mensajero del pacto debía hablar. Su voz
debía oírse en su propio templo. Cristo debía venir para pronunciar palabras que
pudiesen comprenderse clara y distintamente. Él, el Autor de la verdad, debía separar la
verdad del tamo de las declaraciones humanas que habían anulado su efecto. Los
principios del gobierno de Dios y el plan de redención debían ser definidos claramente.
Las lecciones del Antiguo Testamento debían ser presentadas plenamente a los hombres.

PVGM:97. Cristo fue el Redentor del hombre en el principio del mundo en igual
grado en que lo es hoy. Antes de revestir él su divinidad de humanidad y venir a
nuestro mundo, el mensaje evangélico fue dado por Adán, Set, Enoc, Matusalén y
Noé. Abrahán en Canaán y Lot en Sodoma llevaron el mensaje, y de generación en
generación fieles mensajeros proclamaron a Aquel que había de venir. Los ritos del
sistema de culto judío fueron establecidos por Cristo mismo. El fue el fundador de su
sistema de sacrificios, la gran realidad simbolizada por todo su servicio religioso. La
sangre que se vertía al ofrecerse los sacrificios señalaba el sacrificio del Cordero de
Dios. Todos los sacrificios simbólicos se cumplieron en él.

DTG:11. Al venir a morar con nosotros, Jesús iba a revelar a Dios tanto a los
hombres como a los ángeles. Él era la Palabra de Dios: el pensamiento de Dios
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hecho audible. En su oración por sus discípulos, dice: "Yo les he manifestado tu
nombre"- "misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en benignidad y
verdad, "-"para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos."
Pero no sólo para sus hijos nacidos en la tierra fue dada esta revelación. Nuestro
pequeño mundo es un libro de texto para el universo. El maravilloso y misericordioso
propósito de Dios, el misterio del amor redentor, es el tema en el cual "desean mirar los
ángeles," y será su estudio a través de los siglos sin fin.

9T:138. La obra delineada en estos versículos indica el trabajo que se nos pide hacer.
Los términos: “Mi siervo,” “Israel,” “el siervo del Señor,” significan cualquier a quien el
Señor escoja y encomiende cierta tarea. Él los hace ministros de su voluntad, aunque
algunos que son seleccionados puedan ser tan ignorantes de su voluntad como lo fue
Nabucodonosor.

HAp:297. No hay nada más precioso a la vista de Dios que los ministros de su Palabra,
que penetran en los desiertos de la tierra para sembrar las semillas de verdad, esperando
la cosecha. Ninguno sino Cristo puede medir la solicitud de sus siervos mientras buscan
al perdido. Él les imparte su Espíritu, y por sus esfuerzos las almas son inducidas a
volverse del pecado a la justicia.

CS:575-576. La Biblia estaba destinada a ser una gula para todos aquellos que
deseasen conocer la voluntad de su Creador. Dios dio a los hombres la firme
palabra profética; ángeles, y hasta el mismo Cristo, vinieron para dar a conocer a
Daniel y a Juan las cosas que deben acontecer en breve. Las cosas importantes que
conciernen a nuestra salvación no quedaron envueltas en el misterio. No fueron
reveladas de manera que confundan y extravíen al que busca sinceramente la verdad. El
Señor dijo al profeta Habacuc: "Escribe la visión para que se pueda leer corrientemente."
(Hab. 2:2, V.M.) La Palabra de Dios es clara para todos aquellos que la estudian con
espíritu de oración. Toda alma verdaderamente sincera alcanzará la luz de la verdad.
"Luz está sembrada para el justo." (Salmo 97:11). Y ninguna iglesia puede progresar en
santidad si sus miembros no buscan ardientemente la verdad como si fuera un tesoro
escondido.

7CBA:965. [Se cita Apoc. 1:1-2.] Toda la Biblia es una revelación, pues toda revelación
para los hombres viene a través de Cristo y toda se centra en él. Dios nos ha hablado por
su Hijo, a quien pertenecemos por creación y por redención. Cristo; vino a Juan,
desterrado en la isla de Patmos, para darle la verdad para estos últimos días, para
mostrarle lo que debe suceder pronto. Jesucristo es el gran depositario de la
revelación divina. Por medio de él tenemos un conocimiento de lo que debemos
esperar en las escenas finales de la historia de esta tierra. Dios le dio esta revelación
a Cristo, y Cristo la comunicó a Juan.
Juan, el discípulo amado, fue el elegido para recibir esta revelación. Fue el último
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sobreviviente de los primeros discípulos escogidos. En la dispensación del Nuevo
Testamento recibió esta honra, así como el profeta Daniel recibió la misma honra en la
dispensación del Antiguo Testamento.
La instrucción que iba a ser comunicada a Juan era tan importante, que Cristo
vino del ciclo para darla a su siervo, y le dijo que la enviara a las iglesias. Esta
instrucción debe ser el objeto de nuestro estudio cuidadoso y con oración, pues estamos
viviendo en un tiempo cuando hombres que no siguen la enseñanza del Espíritu Santo
introducirán falsas teorías. Esos hombres han estado en puestos encumbrados y tienen
proyectos ambiciosos que cumplir. Procuran ensalzarse y revolucionar el desarrollo
completo de las cosas. Dios nos ha dado una instrucción especial para que estemos en
guardia contra tales personas. Ordenó a Juan que escribiera en un libro lo que sucedería
en las escenas finales de la historia de esta tierra (MS 129, 1905).

HAp:466-467. En el Apocalipsis entran reveladas las cosas profundas de Dios. El


nombre mismo que fue dado a sus páginas inspiradas: El Apocalipsis o Revelación,
contradice la afirmación de que es un libro sellado. Una revelación es algo revelado. El
Señor mismo reveló a su siervo los misterios contenidos en dicho libro y es su
propósito que estén abiertos al estudio de todos. Sus verdades se dirigen tanto a los
que viven en los últimos días de la historia de esta tierra como a los que vivían los
días de Juan. Algunas de las escenas descritas en esa profecía pertenecen al
pasado, otras se están cumpliendo ahora; algunas tienen que ver con el fin del gran
conflicto entre los poderes de las tinieblas y el Príncipe del cielo, y otras revelan los
triunfos y alegrías de los redimidos en la tierra nueva.

TM:115. Fue el León de la tribu de Judá quien quitó el sello del libro y le dio a Juan la
revelación de lo que sucedería en estos últimos días.

HAp:123. El relato de estas visitas angélicas debe proporcionar fuerza y valor a aquel
que trabaja por Dios. Hoy día, tan ciertamente como en el tiempo de los apóstoles, los
mensajeros celestiales recorren toda la anchura y longitud de la tierra, tratando de
consolar a los tristes, proteger a los impenitentes, ganar los corazones de los hombres a
Cristo. No podemos verlos personalmente; pero no obstante, ellos están constantemente
con nosotros para dirigirnos, guiarnos y protegernos.

DTG:201. Fue Gabriel, el ángel que sigue en jerarquía al Hijo de Dios, quien trajo el
mensaje divino a Daniel. Fue a Gabriel, "su ángel," a quien envió Cristo para revelar el
futuro al amado Juan; y se pronuncia una bendición sobre aquellos que leen y oyen las
palabras de la profecía y guardan las cosas en ella escritas.

PE:230-231. El ángel del cielo llegóse majestuosamente a Juan, reflejando en su


semblante la excelsa gloria de Dios. Reveló a Juan escenas de profundo y
conmovedor interés en la historia de la iglesia de Dios, y le presentó los conflictos
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peligrosos que habrían de sufrir los discípulos de Cristo. Juan los vio atravesando
durísimas pruebas en que se fortalecían y purificaban para triunfar por fin
victoriosa y gloriosamente salvados en el reino de Dios. El aspecto del ángel
rebosaba de gozo y refulgía extremadamente mientras mostraba a Juan el triunfo final de
la iglesia de Dios. Al contemplar el apóstol la liberación final de la iglesia, quedó
arrobado por la magnificencia del espectáculo, y con profunda reverencia y pavor
postróse a los pies del ángel para adorarle. El mensajero celestial lo alzó
instantáneamente del suelo y suavemente le reconvino diciendo: "Mira, no lo hagas; yo
soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a
Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía." Después el ángel le
mostró a Juan la ciudad celestial en todo su esplendor y refulgente gloria; y él, absorto y
abrumado, olvidándose de la anterior reconvención del ángel, postróse de nuevo a sus
pies para adorarle. También esta vez le reconvino el ángel, diciéndole: "Mira, no lo
hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan
las palabras de este libro. Adora a Dios".

CS::565. La relación entre el mundo visible y el invisible, el ministerio de los


ángeles de Dios y la influencia o intervención de los espíritus malos, son asuntos
claramente revelados en las Sagradas Escrituras y como indisolublemente
entretejidos con la historia humana. Nótase en nuestros días una tendencia creciente a
no creer en la existencia de los malos espíritus, mientras que por otro lado muchas
personas ven espíritus de seres humanos difuntos en los santos ángeles, que son
"enviados para" servir a "los que han de heredar la salvación." (Heb. 1:14, V.M.) Pero
las Escrituras no sólo enseñan la existencia de los ángeles, tanto buenos como malos,
sino que contienen pruebas terminantes de que éstos no son espíritus desencarnados de
hombres que hayan dejado de existir.

7T:288. Cuando Juan se hizo viejo y de cabello gris, le fue encomendado un


mensaje para las iglesias bajo persecución. Los judíos hicieron varios atentados
contra su vida, pero el Señor dijo: “Que viva. Yo quien lo crié, estaré con él y lo
guardaré.” Este anciano discípulo constantemente testificó por el Maestro. En hermoso
lenguaje, con voz musical y hablando de tal forma que impresionó los corazones de
todos los que le escucharon, relató las palabras y las obras de Cristo. Se le llevó como
exiliado a la isla de Patmos, pero Cristo lo visitó en su destierro y le comunicó las
grandes verdades encontradas en el Apocalipsis.
Al llegar cerca del final de su historia terrenal, aquellos que han gastado sus vidas en el
servicio de Dios serán impresionados mediante el Espíritu Santo a hacer un recuento de
las experiencias que han tenido en conexión con Su obra. El registro de su maravilloso
trato con su pueblo, de su bondad manifestada al traer liberación en la prueba, debe ser
repetido a los que recién han llegado a la fe. Las pruebas que han tenido los siervos de
Dios debido a la apostasía de aquellos que una vez estuvieron unidos con ellos en la
obra, y la manifestación del Espíritu Santo haciendo nulo el efecto de las falsedades
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dichas contra los que estaban sosteniendo con firmeza el inicio de su confianza hasta el
fin, deben ser relatadas.

HAp:430. Juan se distingue de los otros apóstoles como el "discípulo al cual amaba
Jesús." (Juan 21:20). Parece haber gozado en un grado preeminente de la amistad
de Cristo, y recibió muchas pruebas de la confianza y el amor del Salvador. Juan
era uno de los tres a los cuales les fue permitido presenciar la gloria de Cristo sobre el
monte de la transfiguración, así como su agonía en el Getsemaní, y fue a él a quien
nuestro Señor confió la custodia de su madre en aquellas últimas horas de angustia sobre
la cruz.

PE:230. Se me transportó a la era apostólica y se me mostró que Dios había confiado


una obra especial a su amado discípulo Juan. Satanás quiso impedir esta obra e indujo a
sus siervos a que matasen a Juan; pero Dios le libró milagrosamente por medio de su
ángel. Todos cuantos presenciaron el gran poder de Dios en la liberación de Juan,
quedaron atónitos, y muchos se convencieron de que Dios estaba con él, y que era
verdadero el testimonio que daba de Jesús. Quienes trataban de matarlo temieron atentar
de nuevo contra su vida, y le fue permitido seguir sufriendo por Jesús. Finalmente sus
enemigos le acusaron calumniosamente y fue desterrado a una isla solitaria, donde
el Señor envió a su ángel para revelarle eventos que iban a suceder en la tierra y la
condición de la iglesia hasta el tiempo del fin, sus apostasías y la posición que
ocuparía si agradaba a Dios y obtenía la victoria final.

FE:423-424. Cuando los perseguidores de Juan, el discípulo amado, procuraron silenciar


su voz y destruir su influencia entre el pueblo, lo exiliaron a la isla de Patmos. Pero no
podían separarlo del Divino Maestro. En la solitaria Patmos, Juan podía estudiar las
cosas que Dios había creado. En las escarpadas rocas, en las aguas que rodeaban la
isla, podía contemplar la grandeza y majestad de Dios. Y mientras estaba en
comunión con Dios y estudiando el libro de la naturaleza, escuchó una voz
hablándole, la voz del Hijo de Dios. Jesús fue el maestro de Juan en la isla de
Patmos, y él allí desenvolvió a su siervo cosas maravillosas que habrían de
realizarse en el devenir del tiempo.
Dios desearía que apreciáramos las bendiciones manifiestas en sus obras creadas.
Cuántos niños hay en las atestadas ciudades que no tienen siquiera un trozo de césped
verde en el cual caminar. Si pudieran ser educados en el campo, entre la belleza, la paz,
y la pureza de la naturaleza, les fuera como el lugar más cerca del cielo. En lugares
retirados, donde estemos lo más lejos de las corruptoras máximas, costumbres, y
excitaciones del mundo, y más cerca del corazón de la naturaleza, Cristo hace real
su presencia, y habla de su paz y amor a nuestros corazones. “Special Testimonies on
Education”, 11 de Mayo de 1896.

CS:390. A San Juan le fueron descubiertos cuadros de la experiencia de la iglesia


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que resultaban de interés profundo y conmovedor. Vio las circunstancias, los
peligros, las luchas y la liberación final del pueblo de Dios. Consigna los mensajes
finales que han de hacer madurar la mies de la tierra, ya sea en gavillas para el
granero celestial, o en manojos para los fuegos de la destrucción. Fuéronle
revelados asuntos de suma importancia, especialmente para la última iglesia, con el
objeto de que los que se volviesen del error a la verdad pudiesen ser instruidos con
respecto a los peligros y luchas que les esperaban. Nadie necesita estar a obscuras
en lo que concierne a lo que ha de acontecer en la tierra.
¿Por qué existe, pues, esta ignorancia general acerca de tan importante porción de las
Escrituras? ¿Por qué es tan universal la falta de voluntad para investigar sus enseñanzas?
Es resultado de un esfuerzo del príncipe de las tinieblas para ocultar a los hombres lo
que revela sus engaños. Por esto Cristo, el Revelador, previendo la guerra que se haría al
estudio del Apocalipsis, pronunció una bendición sobre cuantos leyesen, oyesen y
guardasen las palabras de la profecía.

HAp:443. Como testigo de Cristo, Juan no entró en controversias ni en fastidiosas


disputas. Declaró lo que sabía, lo que había visto y oído. Estuvo asociado
íntimamente con Cristo, oyó sus enseñanzas y fue testigo de sus poderosos milagros.
Pocos pudieron ver las bellezas del carácter de Cristo como Juan las vio. Para él las
tinieblas habían pasado; sobre él brillaba la luz verdadera. Su testimonio acerca de la
vida y muerte del Señor era claro y eficaz. Hablaba con un corazón que rebosaba de
amor hacia su Salvador; y ningún poder podía detener sus palabras.

HAp:465. Fue ricamente favorecido el discípulo amado. Había visto a su Maestro en el


Getsemaní con su rostro marcado con el sudor de sangre de su agonía; "tan desfigurado,
era su aspecto más que el de cualquier hombre, y su forma más que la de los hijos de
Adán." (Isa. 52:14, V. M.) Le había visto en manos de los soldados romanos, vestido
con el viejo manto purpúreo y coronado de espinas. Le había visto pendiendo de la cruz
del Calvario, siendo objeto de cruel burla y abuso. Ahora se le permite contemplar una
vez más a su Señor. Pero, ¡cuán distinta es su apariencia! Ya no es varón de dolores,
despreciado y humillado por los hombres. Lleva vestiduras de brillantez celestial.

Versículo 2. “El testifica de todo lo que vio; a saber, de la Palabra de Dios y del
testimonio de Jesucristo”.

PP:11-12. El soberano del universo no estaba solo en su obra benéfica. Tuvo un


compañero, un colaborador que podía apreciar sus designios, y que podía compartir su
regocijo al brindar felicidad a los seres creados. "En el principio era el Verbo, y el
Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios." (Juan 1: 1,
2.) Cristo, el Verbo, el Unigénito de Dios, era uno solo con el Padre eterno, uno solo
en naturaleza, en carácter y en propósitos; era el único ser que podía penetrar en
todos los designios y fines de Dios.
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6T:132. En la palabra de Dios se encuentra sabiduría incuestionable, sabiduría


inexhausta que se originó, no en la mente finita sino en la infinita. Pero mucho de lo
que Dios ha revelado en su Palabra es oscuro para el hombre porque las gemas de la
verdad están enterradas bajo la escoria de la humana sabiduría y tradición. Para muchos
los tesoros de la Palabra permanecen escondidos, pues no los han buscado con sincera
perseverancia hasta ser entendidos los áureos preceptos. La Palabra debe ser escudriñada
para poder purificar y preparar al receptor y así llegue a ser miembro de la familia real,
hijo del Rey celestial.

PVGM:82. Las Escrituras no necesitan ser leídas a la luz empañada de la tradición o la


especulación humana. El explicar las Escrituras por la especulación o la imaginación
del hombre es como tratar de alumbrar el sol con una antorcha. La santa Palabra de
Dios no necesita de la débil luz de la iluminación terrenal para que sus glorias sean
visibles. Es luz en sí misma: la gloria de Dios revelada; y fuera de ella toda otra luz
queda empañada.

PVGM:97. La Palabra de Dios incluye las escrituras del Antiguo Testamento así
como las del Nuevo. El uno no es completo sin el otro. Cristo declaró que las
verdades del Antiguo Testamento son tan valiosas como las del Nuevo.

DTG:354. La vida de Cristo, que da vida al mundo, está en su palabra. Fue por su
palabra como Jesús sanó la enfermedad y echó los demonios; por su palabra calmó
el mar y resucitó los muertos; y la gente dio testimonio de que su palabra era con
autoridad. Él hablaba la palabra de Dios, como había hablado por medio de todos los
profetas y los maestros del Antiguo Testamento. Toda la Biblia es una manifestación de
Cristo, y el Salvador deseaba fijar la fe de sus seguidores en la Palabra. Cuando su
presencia visible se hubiese retirado, la Palabra sería fuente de poder para ellos. Como
su Maestro, habían de vivir "con toda palabra que sale de la boca de Dios".

8T:302. El testimonio de Cristo, un testimonio del carácter más solemne, ha de ser


llevado al mundo. A través de todo el libro de Apocalipsis existen las más preciosas y
elevadoras promesas, y también hay advertencias de la más temible y solemne
importancia. ¿Acaso los que profesan tener conocimiento de la verdad no leerán el
testimonio dado a Juan por Cristo? Aquí no hay trabajo hecho al tanteo, ningún engaño
científico. Aquí están las verdades que conciernen nuestro bienestar presente y futuro.
¿Qué comparación tiene la paja con el trigo?

PM:360-361. Satanás está....constantemente introduciendo lo espurio—para desviarnos


de la verdad. El último engaño de Satanás será tornar de ningún efecto el testimonio
del Espíritu de Dios. “Donde no hay visión, el pueblo perece” (Proverbios 29:18).
Satanás obrará con artimaña, en diferentes formas y mediante diferentes agencias, para
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desestabilizar la confianza del pueblo remanente de Dios en el verdadero testimonio....

4T:147-148. En tiempos antiguos Dios habló a los hombres por boca de los profetas
y apóstoles. En estos días él habla a ellos mediante los testimonios de Su Espíritu.
Nunca hubo ocasión cuando Dios instruyó a su pueblo con tanto ahínco como ahora
cuando lo instruye tocante a Su voluntad y el curso que desearía para ellos. ¿Pero
aprovecharán sus enseñanzas? Dios no aceptará obediencia parcial; él no respaldará un
compromiso con el yo.

PP:382. Fue Cristo quien habló a su pueblo por medio de los profetas. El apóstol
Pedro, escribiendo a la iglesia cristiana, dice que los que "profetizaron de la gracia
que había de venir a vosotros, han inquirido y diligentemente buscado,
escudriñando cuándo y en qué punto de tiempo significaba el Espíritu de Cristo
que estaba en ellos, el cual prenunciaba las aflicciones que habían de venir a Cristo,
y las glorias después de ellas." (1 Pedro 1:10-11). Es la voz de Cristo la que nos habla
por medio del Antiguo Testamento. "Porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la
profecía." (Apoc. 19:10).

Versículo 3. “¡Dichoso el que lee las palabras de esta profecía, y dichosos los que la
oyen, y guardan lo que está escrito en ella, porque el tiempo está cerca!”

PR:402. A medida que nos acercamos al término de la historia de este mundo, las
profecías registradas por Daniel exigen nuestra atención especial, puesto que se
relacionan con el tiempo mismo en que estamos viviendo. Con ellas deben
vincularse las enseñanzas del último libro del Nuevo Testamento. Satanás ha
inducido a muchos a creer que las porciones proféticas de los escritos de Daniel y de
Juan el revelador no pueden comprenderse. Pero se ha prometido claramente que una
bendición especial acompañará el estudio de esas profecías. "Entenderán los
entendidos" (Dan. 12: 10), fue dicho acerca de las visiones de Daniel cuyo sello iba
a ser quitado en los últimos días; y acerca de la revelación que Cristo dio a su
siervo Juan para guiar al pueblo de Dios a través de los siglos, se prometió:
"Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan
las cosas en ella escritas." (Apoc. 1:3).

HC:380. Se debe enseñar a los niños a rechazar las historias triviales y excitantes, y a
buscar lecturas sensatas, que inducirán a la mente a interesarse en los relatos bíblicos, en
la historia y sus argumentos. La lectura que arroje luz sobre el Sagrado Volumen y
vivifique el deseo de estudiarlo, no es peligrosa sino beneficiosa.

7CBA:965. Muchos han albergado la idea de que el libro del Apocalipsis es un libro
sellado, y no quieren dedicar tiempo a estudiar sus misterios. Dicen que deben
mantenerse contemplando las glorias de la salvación, y que los misterios revelados
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a Juan en la isla de Patmos son dignos de una consideración menor que aquéllas.
Pero Dios no considera así este libro...
El libro del Apocalipsis revela al mundo lo que ha sido, lo que es y lo que ha de venir; es
para nuestra instrucción, para quienes han alcanzado los fines de los siglos. Debe
estudiarse con temor reverente. Tenemos el privilegio de conocer lo que es para nuestra
instrucción...
El Señor mismo reveló a su siervo Juan los misterios del libro del Apocalipsis, y su
propósito es que sean manifestados para el estudio de todos. En este libro se describen
escenas que ahora están en el pasado, y algunas de interés eterno que están sucediendo
alrededor de nosotros; otras de sus profecías no se cumplirán plenamente sino en el fin
del tiempo, cuando tenga lugar el último gran conflicto entre los poderes de las tinieblas
y el Príncipe del ciclo (RH, 31-08-1897).

TM:113. Considerad las circunstancias de la nación judía cuando las profecías de Daniel
fueron dadas.
Dediquemos más tiempo al estudio de la Biblia. No entendemos la Palabra como
debemos. El libro del Apocalipsis se inicia con una orden a entender la instrucción
que contiene. "Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta
profecía -declara Dios-, y guardan las cosas en ella escritas: porque el tiempo está
cerca". Cuando como pueblo comprendamos lo qué significa este libro para
nosotros, se verá entre nosotros un gran reavivamiento. No entendemos
plenamente las lecciones que enseña, a pesar del mandato que nos fue dado de
escudriñarlo y estudiarlo.

CS:389-390. El profeta dice: "Bienaventurado el que lee" -hay quienes no quieren


leer; la bendición no es para ellos. "Y los que oyen" -hay algunos, también, que se
niegan a oír cualquier cosa relativa a las profecías; la bendición no es tampoco para
esa clase de personas. "Y guardan las cosas en ella escritas"- muchos se niegan a tomar
en cuenta las amonestaciones e instrucciones contenidas en el Apocalipsis. Ninguno de
ellos tiene derecho a la bendición prometida. Todos los que ridiculizan los argumentos
de la profecía y se mofan de los símbolos dados solemnemente en ella, todos los que se
niegan a reformar sus vidas y a prepararse para la venida del Hijo del hombre, no serán
bendecidos.
Ante semejante testimonio de la Inspiración, ¿cómo se atreven los hombres a enseñar
que el Apocalipsis es un misterio fuera del alcance de la inteligencia humana? Es un
misterio revelado, un libro abierto. El estudio del Apocalipsis nos lleva a las profecías de
Daniel, y ambos libros contienen enseñanzas de suma importancia, dadas por Dios a los
hombres, acerca de los acontecimientos que han de desarrollarse al fin de la historia de
este mundo.

PVGM:103. Al acercarnos al fin de la historia de este mundo, las profecías que se


relacionan con los últimos días requieren en forma especial nuestro estudio. El
Pág. 12
último libro del Nuevo Testamento está lleno de verdades que necesitamos
entender. Satanás ha cegado las mentes de muchos, de manera que se han
regocijado de encontrar alguna excusa para no estudiar el Apocalipsis. Pero
Cristo, por medio de su siervo Juan, ha declarado allí lo que acontecerá en los
postreros días, y dice: "Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de
esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas".
"Esta empero es la vida eterna -dice Cristo-: que te conozcan el solo Dios verdadero, y a
Jesucristo, al cual has enviado." ¿Por qué es que no comprendemos el valor de este
conocimiento? ¿Por qué no arden estas preciosas verdades en nuestro corazón? ¿Por qué
no hacen temblar nuestros labios y penetran todo nuestro ser?

CW:101. Supóngase que nuestros maestros y alumnos tuvieran más para enseñar y
escribir tocante a las cosas que ahora han de cumplirse, y que conciernen el bienestar
eterno de las almas. Supóngase que pluma y voz den alimento a tiempo a ancianos y
jóvenes, y santos y pecadores. Que las muchas cosas dichas para despertar la iglesia de
su sueño se digan sin perder más tiempo espaciándonos en aquellas cosas que no son
esenciales, y que no tienen relevancia sobre las presentes necesidades de nuestro pueblo
o sobre aquellos que no tienen conocimiento de la verdad. Leed los primeros tres
versículos de Apocalipsis, y ved la obra especial que es encomendada a los que
pretenden creer la Palabra de Dios....

CW:175-176. Nuestra lección para el tiempo presente trata de cómo pudiéramos más
claramente comprender y presentar el evangelio que
Cristo vino en persona para presentar a Juan en la isla de Patmos,---el evangelio
denominado: “La Revelación de Cristo Jesús, que Dios dio a Él, para mostrar a sus
siervos las cosas que pronto habrán de suceder”. “Bienaventurado aquel que lee, y
aquellos que escuchan la palabras de esta profecía,....porque el tiempo está cercano.”
Hemos de proclamar al mundo las grandes y solemnes verdades de Apocalipsis. En
los mismos designios y principios de la iglesia de Dios han de entrar estas
verdades...
Tenemos una muy importante obra para hacer, la obra de proclamar el mensaje de tercer
ángel. Estamos encarando los asuntos más importantes que los hombres hayan sido
llamados a enfrentar. Todos debieran entender las verdades que contienen los tres
mensajes; pues son esenciales para la salvación.
Mis hermanos, ¿no daréis a la grey de Dios pan y no una piedra? Nunca imprimáis en
nuestras revistas alguna palabra que baje la norma que él tiene para su pueblo. No
llaméis lúcido a ningún hombre que no tenga la sabiduría para escoger al Señor
Jesucristo---la luz y vida del mundo. La excelencia del hombre es determinada
mediante su posesión de las virtudes de Cristo. No apartemos la mirada de Cristo para
fijarla en seres humanos pecadores. La verdad debe siempre presentarse ante el pueblo.
La norma de pureza, temperancia, y santidad debe ser enaltecida.
Pág. 13
5T:388. La pisoteada ley de Dios ha de ser exaltada ante el pueblo; tan pronto como
se tornen con sinceridad y reverencia a las Santas Escrituras, la luz del cielo les
revelará cosas maravillosas de la ley de Dios. Grandes verdades que por mucho
tiempo han quedado obscurecidas por la superstición y doctrina falsa,
resplandecerán de las iluminadas páginas de la Sagrada Palabra. Los oráculos
vivientes derraman sus tesoros antiguos y nuevos, trayendo luz y gozo a todo el que los
reciba. Muchos son despertados de su estupor. Se levantan como si fuera de los muertos
y reciben la luz y vida que sólo Cristo puede dar. Verdades que han sido
incomprensibles para gigantes intelectos son entendidas por los bebés en Cristo. A
estos es claramente revelado aquello que ha entenebrecido la percepción espiritual de los
más eruditos expositores de la Palabra, porque, como los saduceos de antaño, los tales
son ignorantes de las Escrituras y del poder de Dios.

DTG:201. Fue Gabriel, el ángel que sigue en jerarquía al Hijo de Dios, quien trajo el
mensaje divino a Daniel. Fue a Gabriel, "su ángel," a quien envió Cristo para revelar el
futuro al amado Juan; y se pronuncia una bendición sobre aquellos que leen y oyen
las palabras de la profecía y guardan las cosas en ella escritas.
"No hará nada el Señor Jehová, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas."
Aunque "las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios, . . . las reveladas son para
nosotros y para nuestros hijos por siempre.' Dios nos ha dado estas cosas, y su bendición
acompañará al estudio reverente, con oración, de las escrituras proféticas.

Ed:191. El libro de Apocalipsis, junto con el de Daniel, merece estudio especial.


Cada maestro temeroso de Dios debería considerar cómo comprender y presentar
más claramente el Evangelio que nuestro Salvador en persona vino a dar a conocer
a su siervo Juan: "La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a
sus siervos las cosas que deben suceder pronto". Nadie debería desanimarse al
estudiar el Apocalipsis a causa de sus símbolos aparentemente místicos. "Y si
alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos
abundantemente y sin reproche, y le será dada".
"Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de la profecía, y guardan las
cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca".
Cuando se despierte un amor verdadero por la Biblia, y el estudiante empiece a ver cuán
vasto es el campo y cuán precioso su tesoro, deseará echar mano de toda oportunidad
que se le presente para familiarizarse con la Palabra de Dios. Su estudio no se limitará a
un tiempo y un lugar determinados. Y este estudio continuo es uno de los mejores
medios de cultivar el amor hacia las Escrituras. El estudiante debería tener siempre
consigo la Biblia. Si tenéis una oportunidad, leed un texto y meditad en él. Mientras
andáis por la calle, esperáis en la estación del ferrocarril, o en el lugar de una cita,
aprovechad la oportunidad de adquirir algún pensamiento del tesoro de la verdad.

Ev:93. Al apóstol Juan, en la isla de Patmos, se le revelaron las cosas que Dios
Pág. 14
quería que él transmitiera a su pueblo. Estudiad esas revelaciones. Ellas contienen
temas dignos de nuestra contemplación, lecciones amplias y abarcantes, que toda la
hueste angélica ahora está procurando comunicarnos. Contemplad la vida y el
carácter de Cristo, y estudiad su obra de mediación. Contienen sabiduría infinita, amor
infinito, justicia infinita y misericordia infinita. Contienen profundidades y alturas,
longitudes y anchuras, para nuestra consideración. Innumerables plumas se han
ocupado en la presentación al mundo de la vida, el carácter y la obra mediadora de
Cristo; sin embargo, cada mente por medio de la cual el Espíritu Santo ha obrado, ha
presentado estos temas con un nuevo enfoque, de acuerdo con la mente y el espíritu del
instrumento humano. .

Ev:114-115. Los que se presentan ante el pueblo como maestros de la verdad deben
tratar con grandes temas. No deben ocupar el tiempo precioso en hablar de temas
triviales. Estudien la Palabra y prediquen la Palabra. Esté la Palabra en sus manos como
una afilada espada de dos filos. Testifique de las verdades pasadas y muestre lo que ha
de acontecer en el futuro.
Cristo vino del cielo para dar a Juan las grandes y maravillosas verdades que han
de conformar nuestras vidas y que han de ser proclamadas por nosotros al mundo.
Debemos guardar el paso con el tiempo y dar un testimonio claro e inteligente 115
guiados por la unción del Espíritu Santo (RH, 19 de Abril de 1906).

Ev:146-147. Los peligros de los últimos días están sobre nosotros, y en nuestro
trabajo hemos de amonestar a la gente acerca del peligro en que está. No se dejen
sin tratar las solemnes escenas que la profecía ha revelado. Si nuestros hermanos
estuvieran despiertos, aunque fuera a medias, si se dieran cuenta de la cercanía de los
sucesos descriptos en el Apocalipsis, se realizaría una reforma en nuestras iglesias, y
muchos más creerían el mensaje.
No tenemos tiempo que perder; Dios nos pide que velemos por las almas como quienes
han de dar cuenta. Presentad nuevos principios, y acumulad la clara verdad. Ella será
como espada de doble filo. Pero no os manifestéis demasiado dispuestos a asumir una
actitud polémica. Hay ocasiones en que hemos de quedar quietos para ver la salvación
de Dios. Dejad que hablen Daniel y el Apocalipsis, y digan cuál es la verdad. Pero sea
cual fuere el aspecto del tema que se presente, ensalzad a Jesús como el centro de toda
esperanza, "la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana"
(TM:118. Año 1896).
No permitáis que la enseñanza se efectúe de una forma seca y abstracta, que ha sido la
manera de enseñar en demasiados casos, mas presentad las verdades de la Palabra de
Dios de una manera nueva e impresionante. . .
El libro del Apocalipsis debe ser abierto ante la gente. A muchos se les ha enseñado
que es un libro sellado; pero es un libro sellado únicamente para aquellos que
rechazan la luz y, la verdad. La verdad que contiene, debe ser proclamada, a fin de
que la gente tenga una oportunidad de prepararse para los acontecimientos que pronto
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han de ocurrir. El mensaje del tercer ángel debe ser presentado como la única esperanza
para la salvación de un mundo que perece (Carta 87, 1896).
El tema de mayor importancia es el mensaje del tercer ángel que abarca los mensajes del
primero y del segundo ángeles. Todos deben entender las verdades contenidas en estos
mensajes y demostrarlos en la vida diaria, porque esto es esencial para la salvación.
Tendremos que estudiar con fervor y con oración a fin de comprender estas
grandes verdades; y nuestro poder para aprender y comprender, será esforzado
hasta el extremo (Carta 97, 1902).
Los predicadores deben presentar la segura palabra profética como fundamento de la fe
de los adventistas del séptimo día. Deben estudiar detenidamente las profecías de
Daniel y del Apocalipsis, y en relación con ellas las palabras: "He aquí el Cordero
de Dios que quita el pecado del mundo".
El capítulo 24 de Mateo me ha sido presentado repetidas veces como algo a que debe ser
atraída la atención de todos. Vivimos hoy en el tiempo en que las predicciones de este
capítulo se están cumpliendo. Expliquen nuestros predicadores y maestros estas
profecías a aquellos a quienes instruyen. Excluyan de sus discursos los asuntos de
menor importancia, y presenten las verdades que decidirán el destino de las almas
(OE:154. Año 1915).
Hemos de proclamar al mundo las grandes y solemnes verdades del Apocalipsis. Estas
verdades han de entrar en la misma trama y principios de la iglesia de Dios. Se
pronuncia una bendición sobre los que prestan la debida consideración a esta
comunicación. La bendición es prometida para estimular el estudio de este libro.
De ninguna manera hemos de cansarnos de estudiarlo debido a sus símbolos
aparentemente místicos. Cristo puede darnos comprensión. . .
Debe haber un estudio más completo y más diligente del Apocalipsis, y una presentación
más fervorosa de las verdades que contiene: verdades que conciernen a todos los que
viven en estos últimos días (Manuscrito 105, 1902).

Ev:266-267. Toda experiencia genuina en materia de doctrinas religiosas llevará la


impronta de Jehová. Todos deben ver la necesidad de comprender la verdad por sí
mismos, individualmente. Debemos comprender las doctrinas que hemos estado
estudiando cuidadosamente y con oración. Se me ha revelado que hay entre nuestros
hermanos una gran falta de conocimiento con respecto al surgimiento y progreso del
mensaje del tercer ángel. Existe una gran necesidad de investigar el libro de Daniel y
el Apocalipsis y aprender los textos cuidadosamente, para que sepamos lo que está
escrito.

5T:753-754. Estamos en el mismo umbral de acontecimientos grandes y solemnes. La


profecía se está cumpliendo rápidamente. El Señor está a la puerta. Pronto ha de
empezar un período de interés abrumador para todos los vivientes. Las controversias
pasadas han de revivir y surgirán otras nuevas. Nadie sueña siquiera en las escenas que
han de producirse en nuestro mundo. Satanás está trabajando por medios humanos. Los
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que están haciendo un esfuerzo para cambiar la constitución y obtener una ley que
imponga la observancia del domingo, no se dan cuenta de lo que será el resultado. Una
crisis está por sobrecogernos.
En el umbral de eventos solemnes
Pero los siervos de Dios no han de confiar en sí mismos en esta gran emergencia. En
las visiones dadas a Isaías, a Ezequiel y a Juan, vemos cuán íntimamente está
relacionado el cielo con los acontecimientos que suceden en la tierra, y cuán grande
es el cuidado de Dios para con los que son leales. El mundo no está sin gobernante.
El programa de los acontecimientos venideros está en las manos del Señor. La Majestad
del cielo tiene a su cargo el destino de las naciones, como también lo que concierne a su
iglesia.
Nos permitimos sentir demasiada congoja, preocupación y perplejidad en la obra del
Señor. No son los hombres finitos quienes han de llevar la carga de la responsabilidad.
Necesitamos confiar en Dios, creer en él y avanzar. La incansable vigilancia de los
mensajeros celestiales, y su incesante actividad en su ministerio en relación con los seres
terrenales, nos muestra cómo la mano de Dios está guiando una rueda dentro de otra
rueda. El Instructor divino dice a todo aquel que desempeña una parte en su obra, como
dijo antiguamente a Ciro: "Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste." (Isa. 45:5).

6T:127-128. En el libro de Apocalipsis leemos de una obra especial que Dios desea que
su pueblo haga en estos últimos días. Él ha revelado su ley y nos ha mostrado la verdad
para este tiempo. Esta verdad está constantemente desenvolviéndose, y Dios ha
designado que seamos inteligentes respecto a la misma, y que seamos capaces para
distinguir entre lo correcto y lo erróneo, entre la justicia y la injusticia.
El mensaje del tercer ángel, las grandes verdades probatorias para este tiempo, ha de ser
enseñado en todas nuestras instituciones. Dios desea que mediante tal mensaje esta
alarma especial sea dada, y que brillen lucientes rayos de luz sobre el mundo. El tiempo
es corto. Los peligros de los últimos días están sobre nosotros, y debemos velar y
orar, y estudiar y acatar las lecciones que nos son dadas en los libros de Daniel y
Apocalipsis.
No es en vano que él declara: “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las
palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ellas escritas: porque el tiempo
está cercano”. Apoc. 1:9, 10:1-3.

7T:157-158. Tengan todos más para enseñar, escribir y publicar acerca de las cosas
que se han de cumplir ahora y que conciernen al bienestar eterno de las almas.
Den alimento a su tiempo a ancianos y jóvenes, a santos y pecadores. Preséntese sin
dilación todo lo que pueda decirse para despertar a la iglesia de su somnolencia. No se
pierda tiempo en las cosas que no son esenciales y que no tienen relación con las
necesidades actuales de la gente. Léanse los primeros tres versículos del Apocalipsis
y véase qué obra se recomienda a los que aseveran creer en la Palabra de Dios:
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TM:114. Una cosa se comprenderá con certeza por el estudio del Apocalipsis: que la
relación entre Dios y su pueblo es estrecha y decidida. Se ve una maravillosa conexión
entre el universo del cielo y este mundo. Lo que le fue revelado a Daniel fue
complementado más tarde por la revelación que se le hizo a Juan en la isla de
Patmos. Estos dos libros deben ser cuidadosamente estudiados. Dos veces Daniel
preguntó: ¿Cuándo será el fin del tiempo?

8T:301-302. El Señor hizo conocer a Juan las cosas que veía útiles para su pueblo de los
últimos días. Las instrucciones que le diera están consignadas en el libro del
Apocalipsis. Los que quieran ser colaboradores de nuestro Señor y Salvador
Jesucristo manifestarán intenso interés en las verdades contenidas en ese libro. De
viva voz y por escrito, se esforzarán en explicar las cosas maravillosas que Cristo vino a
revelar.
"La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que
deben suceder presto; y la declaró, enviándola por su ángel a Juan su siervo, el cual ha
dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las
cosas que ha visto. Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta
profecía, y guardan las cosas en ella escritas: porque el tiempo está cerca." (Apoc. 1:1-
3).
Los solemnes mensajes que en el Apocalipsis se dieron en su orden deben ocupar el
primer lugar en el pensamiento de los hijos de Dios. No debemos permitir que
nuestra atención sea cautivada por otra cosa.
Un tiempo precioso pasa rápidamente y hay peligro de que muchos se dejen robar el
tiempo que debieran dedicar a la proclamación del mensaje que Dios envió a un mundo
caído. Satanás está satisfecho cuando nota cómo se dejan desviar las mentes que
debieran estar ocupadas en el estudio que concierne a las realidades eternas.
El testimonio de Cristo, que reviste el carácter más solemne, debe ser dado al mundo.
En todo el libro del Apocalipsis se encuentran promesas preciosas y alentadoras, así
como advertencias del significado más solemne. ¿No querrán leer el testimonio dado
por Cristo a su discípulo Juan los que pretenden poseer un conocimiento de la
verdad? En él, no hay suposiciones ni engaños científicos. Contiene verdades que
atañen a nuestro bienestar presente y futuro. ¿Por qué mezclar la paja con el grano?

TM:433-434. De nuevo pregunto: En vista de la revelación que le fue hecha a Juan en la


isla de Patmos, la cual desde el comienzo del primer capítulo hasta el fin del último es
luz, gran luz, revelada a nosotros por Cristo Jesús, quien escogió a Juan para que fuera el
medio por el cual esta luz brillara sobre el mundo: con verdades tan maravillosas y
solemnes reveladas, con tan grandiosas verdades desplegadas ante nosotros en los
sucesos que han de ocurrir precisamente antes de la segunda venida de Cristo en
las nubes del cielo con poder y grande gloria, ¿cómo pueden, los que pretenden ver:
cosas maravillosas fuera de la ley de Dios, integrar la lista de los impuros,
fornicarios y adúlteros, que constantemente evaden la verdad, y secretamente
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obran iniquidad? ¿Creéis que ellos pueden esconder sus caminos al Señor? ¿Creéis que
Dios no ve? ¿Creéis que Dios no lo tiene en cuenta?

HAp:466-477. En Apocalipsis entran reveladas las cosas profundas de Dios. El nombre


mismo que fue dado a sus páginas inspiradas: El Apocalipsis o Revelación, contradice la
afirmación de que es un libro sellado. Una revelación es algo revelado. El Señor mismo
reveló a su siervo los misterios contenidos en dicho libro y es su propósito que sean
abiertos al estudio de todos. Sus verdades se dirigen tanto a los que viven en los
últimos días de la historia de esta tierra como a los que vivían los días de Juan.
Algunas de las escenas descritas en esa profecía pertenecen al pasado, otras se están
cumpliendo ahora; algunas tienen que ver con el fin del gran conflicto entre los poderes
de las tinieblas y el Príncipe del cielo, y otras revelan los triunfos y alegrías de los
redimidos en la tierra nueva.
Nadie piense que al no poder explicar el significado de cada el significado de cada
símbolo del Apocalipsis, es inútil seguir escudriñando el libro en un esfuerzo de conocer
el significado de la verdad que contiene. El que reveló esos misterios a Juan dará al
Investigador diligente de la verdad un goce anticipado de las cosas celestiales. Los
que tengan sus corazones abiertos para la recepción de la verdad, serán
capacitados para entender sus enseñanzas, y se les otorgará la bendición prometida
a los que "oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas."

MM:328-329. (Carta 110, 1902). Se me instruye a decir a nuestro pueblo que será
necesario que ofrenden todo lo posible de sus recursos para el establecimiento de
sanatorios que hagan la obra que el Señor les manda hacer. Estos sanatorios han de estar
bajo la supervisión de hombres que están controlados por el Espíritu Santo, hombres que
llevarán a cabo, no sus propios planes, sino los planes de Dios....
Hemos de cooperar con el Señor Jesús en la gran obra de presentar la verdad para este
tiempo a la gente del mundo. Necesitamos salud, necesitamos fortaleza; necesitamos
una fe pura y sin adulterar en el mensaje del evangelio. Necesitamos estudiar el
libro de Apocalipsis, especialmente los mensajes importantes que han de ser
presentados a nuestro mundo. ¿Cuándo, si no ahora, han de ser dados estos
mensajes?
Ahora y siempre hemos de presentarnos como un pueblo distinto y peculiar, libro de
toda práctica mundanal, no enmarañados de la confederación con aquellos que no tienen
sabiduría para discernir los reclamos de Dios tan claramente expuestos en su ley

TM:440-441. De nuevo pregunto: En vista de la revelación que le fue hecha a Juan en la


isla de Patmos, la cual desde el comienzo del primer capítulo hasta el fin del último es
luz, gran luz, revelada a nosotros por Cristo Jesús, quien escogió a Juan para que fuera el
medio por el cual esta luz brillara sobre el mundo: con verdades tan maravillosas y
solemnes reveladas, con tan grandiosas verdades desplegadas ante nosotros en los
sucesos que han de ocurrir precisamente antes de la segunda venida de Cristo en las
Pág. 19
nubes del cielo con poder y grande gloria, ¿cómo pueden, los que pretenden ver: cosas
maravillosas fuera de la ley de Dios, integrar la lista de los impuros, fornicarios y
adúlteros, que constantemente evaden la verdad, y secretamente obran iniquidad?
¿Creéis que ellos pueden esconder sus caminos al Señor? ¿Creéis que Dios no ve?
¿Creéis que Dios no lo tiene en cuenta?

TM:115. Al libro de Daniel se le quita el sello en la revelación que se le hace a Juan, lo


cual nos permite avanzar hasta las últimas escenas de la historia de este mundo.
¿Tendrán en cuenta nuestros hermanos que estamos viviendo en medio de los peligros
de los últimos días? Leed el Apocalipsis en relación con Daniel. Enseñad estas
cosas.

3SG:95-96. “Las cosas secretas pertenecen al Señor nuestro Dios; pero las que son
reveladas pertenecen a nosotros y a nuestros hijos para siempre.” Hombres profesando
ser y dicen al pueblo que las profecías, especialmente de Daniel y Juan, son
obscuras, y que no las podemos entender. Pero algunos de los mismos hombres que se
oponen a la investigación de la profecía porque sea obscura, gustosamente reciben las
suposiciones de geólogos, que disputan el registro de Moisés. Si la voluntad revelada de
Dios es tan difícil de entender, ciertamente los hombres no debieran basar su fe sobre
meras suposiciones respecto a lo que él no ha revelado. Los caminos de Dios no son lo
nuestros, tampoco sus pensamientos son como los nuestros. La ciencia humana nunca
puede dar razón de Sus obras maravillosas. Dios ordenó de tal forma que hombres,
bestias, y árboles, muchas veces más grandes que los que ahora están sobre la tierra, y
otras cosas, quedaran enterrados en ocasión del diluvio, y allí fueran preservados para
evidenciar al hombre que los habitantes del antiguo mundo perecieron mediante un
diluvio. Dios designó que el descubrimiento de estas cosas en la tierra pudiera establecer
la fe de hombres en la historia inspirada. Pero los hombres, con su vano razonamiento,
hacen mal uso de estas cosas que Dios ha designado para dirigirlos a exaltarle. Ellos
caen en el mismo error del pueblo antediluviano---las cosas que Dios les dio como
beneficio, las transformaron en una maldición, al hacer mal uso de ellas.

TM:116-117. Los que comen la carne y beben la sangre del Hijo de Dios, recibirán
de los libros de Daniel y el Apocalipsis la verdad que es inspirada por el Espíritu
Santo. Pondrán en marcha fuerzas que no puedan ser reprimidas. Los labios de los
niños se abrirán para proclamar los misterios que han estado ocultos de la mente de los
hombres.
Nos hallamos en el umbral de grandes y solemnes acontecimientos. Muchas de las
profecías están por cumplirse en rápida sucesión. Todo elemento de poder está por ser
puesto en acción. La historia pasada se repetirá; conflictos viejos resurgirán a una nueva
vida, y el peligro asediará a los hijos de Dios por doquiera. La ansiedad está tomando
posesión de la familia humana. Está saturando todas las cosas que hay sobre la tierra. . .
Estudiad el Apocalipsis en relación con Daniel, porque la historia será repetida. . .
Pág. 20
Nosotros, con todas nuestras ventajas religiosas, debemos saber hoy mucho más de lo
que sabemos.
Los ángeles desean mirar en las verdades que le son reveladas al pueblo que, con
corazón contrito, investiga la Palabra de Dios y ora para obtener mayores longitudes y
anchuras y profundidades y alturas del conocimiento que sólo el Señor puede dar.
Al acercarnos al fin de la historia de este mundo, las profecías que se relacionan
con los últimos días exigen especialmente nuestro estudio. El último libro del Nuevo
Testamento se halla lleno de una verdad que necesitamos entender. Satanás ha cegado
las mentes de muchos de manera que se alegrarán de cualquier excusa para no hacer del
libro del Apocalipsis su tema de estudio. Pero Cristo, por medio de su siervo Juan, ha
declarado aquí lo que será en los últimos días; y él dice: "Bienaventurado el que lee, y
los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas".
Los libros de Daniel y Apocalipsis deben ser unidos y publicados. Unas pocas
explicaciones de ciertas partes pueden añadirse, pero no estoy segura de que éstas
sean necesarias.
Esta es la sugestión que le hice al pastor Haskell y que dio como resultado el libro que él
publicó. No se ha llenado la necesidad con este libro. Mi idea era que los dos libros
fueran unidos, el Apocalipsis después de Daniel, como un libro que da más luz sobre los
temas tratados en Daniel. El objeto es colocar estos libros juntos, mostrando que ambos
se refieren a los mismos temas.
Ha de proclamarse un mensaje que despierte a las iglesias. Ha de hacerse todo esfuerzo
para dar la luz, no sólo a nuestro pueblo, sino al mundo. Se me ha instruido en el
sentido de que las profecías de Daniel y el Apocalipsis deben imprimirse en libros
pequeños, con las explicaciones necesarias, y deben enviarse al mundo entero.
Nuestros hermanos necesitan tener la luz puesta ante ellos con contornos más
claros

1MS:76-77. Tal como el asunto me fue presentado, el período de la ministración de


Cristo parecía casi cumplido ¿Se me acusa de falsedad porque el tiempo ha
continuado más de lo que mi testimonio parecía indicar? ¿Cómo es el caso en los
testimonios de Cristo y sus discípulos? ¿Estaban engañados? Pablo escribió a los
corintios:
"Pero esto os digo, hermanos que el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen
esposa sean como si no la tuviesen; y los que lloran, como si no llorasen; y los que se
alegran, como si no se alegrasen" (1 Cor. 7:29-30)
También en su Epístola a los Romanos dice:
"La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas,
y vistámonos las armas de la luz" (Rom. 13:12).
Y desde Patmos Cristo nos habla mediante el amado Juan:
"Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las
cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca" (Apoc. 1:3). "El Señor, el Dios de los
espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que
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deben suceder pronto. ¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las
palabras de la profecía de este libro" (Apoc. 22:6-7)
Los ángeles de Dios, en sus mensajes para los hombres, representan el tiempo como
muy corto. Así me ha sido siempre presentado. Es cierto que el tiempo se ha
extendido más de lo que esperábamos en los primeros días de este mensaje Nuestro
Salvador no apareció tan pronto como lo esperábamos. Pero, ha fallado la palabra del
Señor? ¡Nunca! Debiera recordarse que las promesas y amenazas de Dios son
igualmente condicionales.

PE:64. En una visión dada el 27 de Junio de 1850, mi ángel acompañante dijo: "El
tiempo está casi agotado. ¿Reflejáis como debierais hacerlo la hermosa imagen de
Jesús?" Luego se me señaló la tierra y vi que era necesario realizar preparativos entre
aquellos que han abrazado últimamente el mensaje del tercer ángel. Dijo el ángel:
"¡Preparaos, preparaos, preparaos! Tendréis que morir mucho más al mundo de lo que
habéis muerto hasta aquí." Vi que tenían una obra que hacer y poco tiempo en que
hacerla.

TM:113. En lo pasado algunos maestros declararon que Daniel y Apocalipsis son libros
sellados, y el pueblo se ha apartado de ellos. La propia mano de Dios ha descorrido, de
estas porciones de su Palabra, el velo cuyo aparente misterio ha impedido que muchos lo
levantaran. El mismo nombre Apocalipsis [cuyo significado es revelación] contradice
la declaración de que es un libro sellado. "Revelación" significa que algo de
importancia es revelado. Las verdades de este libro se dirigen a los que viven en estos
últimos días. Nos encontramos en el lugar santo de las cosas sagradas, con el velo
quitado. No hemos de estar afuera. Hemos de entrar, no en forma descuidada, con
pensamientos irreverentes, no con pasos impetuosos, sino con reverencia y piadoso
temor. Nos acercamos al tiempo en que las profecías del libro del Apocalipsis han
de cumplirse...

Versículo 4. “Juan a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, de
parte del que es, del que era y que ha de venir; de parte de los siete Espíritus que están
ante su trono”;

6T:268. Todos necesitamos sembrar una cosecha de paciencia, compasión, y amor.


Segaremos la mies que estamos sembrando. Nuestros caracteres ahora se están
formando para la eternidad. Aquí en la tierra nos estamos preparando para el
cielo. Debemos todo a la gracia, la libre gracia. La gracia en el pacto ordenó
nuestra adopción. La gracia en el Salvador efectuó nuestra redención, nuestra
regeneración, y nuestra adopción a herederos con Cristo. Revélese esta gracia a
otros.

MC:119. La gracia es un atributo de Dios puesto al servicio de los indignos seres


Pág. 22
humanos. Nosotros no la buscamos, sino que fue enviada en busca de nosotros. Dios se
complace en concedernos su gracia, no porque seamos dignos de ella, sino porque
somos rematadamente indignos. Lo único que nos da derecho a ella es nuestra gran
necesidad.

RH, 15 de Septiembre de 1896. Al desobedecer los mandamientos de Dios, el hombre


cayó bajo la condenación de Su ley. Esta caída hizo que la gracia de Dios se mostrara a
favor de los pecadores. Nunca deberíamos haber aprendido el significado de esta
palabra “gracia” si no hubiéramos caído. Dios ama a los ángeles no caídos que le
sirven y son obedientes a todos sus mandatos; pero él no les imparte gracia. Estos
seres celestiales no conocen la gracia; nunca la han necesitado; pues ellos nunca
han pecado. Gracia es un atributo de Dios mostrado hacia los ingratos seres
humanos. No la hemos buscado, sino que fue enviada en búsqueda de nosotros. Dios se
regocija en conceder esta gracia sobre todo aquel que la añora. A todo ser él presenta los
términos de su misericordia, no porque seamos merecedores, sino porque somos de
plano indignos. Nuestra necesidad es la calificación que nos da la seguridad de que
recibiremos este don.

RH, 31 de Enero de 1899. Aquellos que reciben e imparten la gracia de Cristo


reciben gracia por gracia. “Todos los que le han recibido, a esos les dio poder para ser
hechos hijos de Dios,” “habiéndonos predestinado a la adopción como hijos de Cristo
Jesús, según el beneplácito de su voluntad, para la alabanza de la gloria de su gracia, en
la cual nos ha hecho aceptos en el Amado, en quien tenemos redención mediante su
sangre, el perdón de los pecados, según las riquezas de su gracia”.

B Echo, 15 de Abril de 1892. No es evidencia real que uno es cristiano porque sus
emociones son excitadas, o su espíritu es conmovido mediante la presentación de la
verdad. La pregunta es: ¿Estás creciendo en Cristo, tu jefe viviente? ¿Se manifiesta la
gracia de Cristo en tu vida? Dios da su gracia a los hombres, para que así lleguen a
desear más de la misma. La gracia de Dios siempre está obrando sobre el corazón
humano; y cuando es recibida, la evidencia de su recepción aparecerá en la vida y
carácter del recipiente, pues será visto que la vida espiritual se desarrolla desde
adentro.. La gracia de Cristo en el corazón siempre promoverá la vida espiritual, y
habrá progreso espiritual. Necesitamos un Salvador personal o pereceremos en
nuestros pecados. Haga el corazón esta pregunta: ¿Estoy creciendo en Cristo mi cabeza
viviente? ¿Estoy obteniendo conocimiento avanzado de Dios, y de Cristo Jesús, a quien
él ha enviado? No vemos las plantas creciendo en el campo, y no obstante estamos
seguros que sí crecen; ¿y acaso no podemos estar enterados de nuestra propia fuerza y
crecimiento espiritual?

19ML:350-351. Aquel que no asciende la escalera del progreso y añade gracia sobre
gracia “está ciego, y no puede ver de lejos,”. No puede discernir que sin tomar estos
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pasos en sucesión, al subir la escalera paso por paso, creciendo en la gracia y el
conocimiento de Nuestro Señor Jesucristo, deja de ubicarse en una posición donde
la luz de Dios brillando desde arriba se refleja sobre él. Como no añade gracia
sobre gracia, eso significa que ha olvidado los derechos que Dios tiene sobre él, y
que la culpabilidad de sus pecados le sería remitida y no recaería sobre él si se
mantiene en obediencia a los requerimientos divinos. A la vista de Dios, él se
encuentra en posición de pecador. Si se posesiona de las gracias de Cristo, las ejercerá y
las aumentará; pero si no produce el fruto de buenas obras para la gloria de Dios,
permanece en estado de ceguedad e ignorancia, la auto complacencia, y el pecado. Él
“no puede ver a la distancia.” Su vista está fija en lo terrenal, no en Dios quien se
encuentra arriba al final de la escalera.

FO:104. Sin la gracia de Cristo, el pecador está en una condición desvalida. No


puede hacerse nada por él, pero mediante la gracia divina se imparte al hombre
poder sobrenatural que obra en la mente, el corazón y el carácter. Mediante la
comunicación de la gracia 104 de Cristo, el pecado es discernido en su aborrecible
naturaleza y finalmente expulsado del templo del alma. Mediante la gracia, somos
puestos en comunión con Cristo para estar asociados con Él en la obra de la
salvación. La fe es la condición por la cual Dios ha visto conveniente prometer perdón a
los pecadores; no porque haya virtud alguna en la fe que haga merecer la salvación, sino
porque la fe puede aferrarse a los méritos de Cristo, el remedio provisto para el pecado.
La fe puede presentar la perfecta obediencia de Cristo en lugar de la transgresión y la
apostasía del pecador. Cuando el pecador cree que Cristo es su Salvador personal,
entonces, de acuerdo con la promesa infalible de Jesús, Dios le perdona su pecado y lo
justifica gratuitamente. El alma arrepentida comprende que su justificación viene de
Cristo que, como su Sustituto y Garante, ha muerto por ella, y es su expiación y
justificación.

SpTAO2a:16. Sin la gracia de Cristo, toda alma estaría en bancarrota por la


eternidad; por tanto no tenemos derecho a reclamar bendición alguna. Pero
mientras nada podemos reclamar, cuando somos fieles mayordomos, el Señor nos
recompensa como si el mérito fuese sólo el nuestro. Él dice: “Bien hecho, buen siervo
y fiel; has sido fiel sobre poco, te pondré sobre mucho: entra en el gozo de tu Señor”. 3
de Julio de 1892.

CsS:400. La paz de Cristo, esa paz que el dinero no puede comprar, que el talento
no puede conseguir, que el intelecto no puede obtener, es el don de Dios. La religión
de Cristo: ¿cómo podría hacer que todos comprendieran su gran perdida si dejaran de
obedecer sus principios santos en su vida diaria? La mansedumbre y humildad de Cristo
es el poder del cristiano. Es en realidad más precioso que todas las cosas que el genio
pueda crear o la riqueza pueda adquirir. De todas las cosas que se buscan, que se
anhelan y se cultivan, no hay nada tan valioso ante la vista de Dios como un corazón
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puro, una disposición llena de agradecimiento y de paz.

CS:50-51. ¿Cómo pues, puede llamarse el Evangelio un mensaje de paz? Cuando Isaías
predijo el nacimiento del Mesías, le confirió el título de "Príncipe de Paz". Cuando los
ángeles anunciaron a los pastores que Cristo había nacido, cantaron sobre los valles de
Belén: "Gloria en las alturas a Dios, y en la tierra paz, buena voluntad para con los
hombres." (Luc. 2:14). Hay contradicción aparente entre estas declaraciones proféticas y
las palabras de Cristo: "No vine a traer paz, sino espada." (Mat. 10:34. V.M.) Pero si se
las entiende correctamente, se nota armonía perfecta entre ellas. El Evangelio es un
mensaje de paz. El cristianismo es un sistema que, de ser recibido y practicado,
derramaría paz, armonía y dicha por toda la tierra. La religión de Cristo unirá en
estrecha fraternidad a todos los que acepten sus enseñanzas. La misión de Jesús
consistió en reconciliar a los hombres con Dios, y así a unos con otros;

HAp:452-453. "Porque la voluntad de Dios -acerca de vosotros- es vuestra


santificación." (1 Tes. 4:3). ¿Es la vuestra también? Vuestros pecados pueden aparecer
ante vosotros como montañas; pero si humilláis vuestro corazón, y los confesáis,
creyendo en los méritos de un Salvador crucificado y resucitado, os perdonará y limpiará
de toda injusticia. Dios demanda de vosotros una completa conformidad con su ley. Esa
ley es el eco de su voz que nos dice: Más santo, sí, más santo aún. Desead la plenitud de
la gracia de Cristo. Permitid que vuestro corazón se llene con un intenso anhelo de
su justicia, cuya obra, declara la Palabra de Dios, es paz, y su efecto quietud y
seguridad para siempre.

DTG:270. "Bienaventurados los pacificadores." La paz de Cristo nace de la verdad.


Está en armonía con Dios. El mundo está en enemistad con la ley de Dios; los
pecadores están en enemistad con su Hacedor; y como resultado, están en enemistad
unos con otros. Pero el salmista declara: "Mucha paz tienen los que aman tu ley; y no
hay para ellos tropiezo." Los hombres no pueden fabricar la paz. Los planes
humanos, para la purificación y elevación de los individuos o de la sociedad, no
lograrán la paz, porque no alcanzan al corazón. El único poder que puede crear o
perpetuar la paz verdadera es la gracia de Cristo. Cuando ésta esté implantada en el
corazón, desalojará las malas pasiones que causan luchas y disensiones. "En lugar de la
zarza crecerá haya, y en lugar de la ortiga crecerá arrayán;" y el desierto de la vida "se
gozará, y florecerá como la rosa".

HAp:69. Poco antes de su crucifixión, Cristo había dejado a sus discípulos un legado de
paz: "La paz os dejo -dijo,- mi paz os doy: no como el mundo la da, yo os la doy. No se
turbe vuestro corazón ni tenga miedo." (Juan 14:27). Esta paz no es la paz que proviene
de la conformidad con el mundo. Cristo nunca procuró paz transigiendo con el mal. La
que Cristo dejó a sus discípulos es interior más bien que exterior, y había de permanecer
para siempre con sus testigos a través de las luchas y contiendas.
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TM:518. La paz viene con la dependencia del poder divino. Tan pronto como el
alma resuelve obrar de acuerdo con la luz que ha recibido, el Espíritu Santo da más
luz y fuerza. La gracia del Espíritu es proporcionada para cooperar con la resolución
del alma, pero no es un sustituto para el ejercicio individual de la fe.

8T:270. En la palabra, Dios es conocido como “el Dios eterno.” Este nombre abarca el
pasado, el presente, y el futuro. Dios existe desde la eternidad hasta la eternidad. Él es El
Eterno.

Versículo 5. “ y de parte de Jesucristo, el Testigo Fiel, primogénito de los muertos y de


los reyes de la tierra. Al que nos ama, y con su sangre nos libró de nuestros pecados”,

EL TESTIGO FIEL. Véase EGW sobre Revelación 3:15.

DTG:729-730. Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de aquellos que
dormían. Estaba representado por la gavilla agitada, y su resurrección se realizó en
el mismo día en que esa gavilla era presentada delante del Señor. Durante más de
mil años, se había realizado esa ceremonia simbólica. Se juntaban las primeras espigas
de grano maduro de los campos de la mies, y cuando la gente subía a Jerusalén para la
Pascua, se agitaba la gavilla de primicias como ofrenda de agradecimiento delante de
Jehová. No podía ponerse la hoz a la mies para juntarla en gavillas antes que esa ofrenda
fuese presentada. La gavilla dedicada a Dios representaba la mies. Así también Cristo,
las primicias, representaba la gran mies espiritual que ha de ser juntada para el
reino de Dios. Su resurrección es símbolo y garantía de la resurrección de todos los
justos muertos. "Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios
con él a los que durmieron en Jesús".

PP:14-15. El Rey del universo convocó a las huestes celestiales a comparecer ante él, a
fin de que en su presencia él pudiese manifestar cuál era el verdadero lugar que ocupaba
su Hijo y manifestar cuál era la relación que él tenía para con todos los seres creados. El
Hijo de Dios compartió el trono del Padre, y la gloria del Ser eterno, que existía por sí
mismo, cubrió a ambos. Alrededor del trono se congregaron los santos ángeles, una
vasta e innumerable muchedumbre, "millones de millones," y los ángeles más
elevados, como ministros y súbditos, se regocijaron en la luz que de la presencia de
la Deidad caía sobre ellos. Ante los habitantes del cielo reunidos, el Rey declaró
que ninguno, excepto Cristo, el Hijo unigénito de Dios, podía penetrar en la
plenitud de sus designios y que a éste le estaba encomendada la ejecución de los
grandes propósitos de su voluntad. El Hijo de Dios había ejecutado la voluntad del
Padre en la creación de todas las huestes del cielo, y a él, así como a Dios, debían ellas
tributar homenaje y lealtad. Cristo había de ejercer aún el poder divino en la creación de
la tierra y sus habitantes. Pero en todo esto no buscaría poder o ensalzamiento para sí
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mismo, en contra del plan de Dios, sino que exaltaría la gloria del Padre, y ejecutaría sus
fines de beneficencia y amor.

DTG:103-104. Cuando el tentador ofreció a Cristo el reino y la gloria del mundo, se


propuso que Cristo renunciase al verdadero reino del mundo y ejerciese el dominio
sujeto a Satanás. Tal era la clase de dominio en que se cifraban las esperanzas de los
judíos. Deseaban el reino de este mundo. Si Cristo hubiese consentido en ofrecerles
semejante reino, le habrían recibido gustosamente. Pero la maldición del pecado, con
toda su desgracia, pesaba sobre él. Cristo declaró al tentador: "Vete, Satanás, que escrito
está: Al Señor tu Dios adorarás y a él solo servirás".

DTG:688-689. Cuando Cristo vuelva a la tierra, los hombres no le verán como preso
rodeado por una turba. Le verán como Rey del cielo. Cristo volverá en su gloria, en la
gloria de su Padre y en la gloria de los santos ángeles.

DTG:242. El Príncipe del cielo estaba entre su pueblo. El mayor don de Dios había
sido dado al mundo. Había gozo para los pobres; porque Cristo había venido a hacerlos
herederos de su reino. Había gozo para los ricos; porque les iba a enseñar a obtener las
riquezas eternas. Había gozo para los ignorantes; porque los iba a hacer sabios para la
salvación. Había gozo para los sabios; pues él les iba a abrir misterios más profundos
que los que jamás hubieran sondeado; verdades que habían estado ocultas desde la
fundación del mundo iban a ser reveladas a los hombres por la misión del Salvador.

DTG:395. El Príncipe de la vida y el príncipe de las potestades de las tinieblas habían


vuelto a encontrarse en el campo de batalla: Cristo, en cumplimiento de su misión de
"pregonar a los cautivos libertad, y . . . para poner en libertad a los quebrantados;'*
Satanás tratando de retener a su víctima bajo su dominio. Invisibles, los ángeles de luz y
las huestes de los malos ángeles se cernían cerca del lugar para contemplar el conflicto.
Por un momento, Jesús permitió al mal espíritu que manifestase su poder, a fin de que
los espectadores comprendiesen el libramiento que se iba a producir.

7CBA:934. Los ángeles actúan como agentes invisibles por medio de seres humanos
para proclamar los mandamientos de Dios. Los ángeles tienen mucho más que ver con
la familia humana de lo que muchos suponen. Y hablando de los ángeles: "¿No son
todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos
de la salvación?"
Santos ángeles se unirán en el cántico de los redimidos. Aunque no pueden cantar
por experiencia propia: "Él nos lavó en su propia sangre y nos redimió para Dios",
sin embargo, comprenden el gran peligro del cual han sido salvados los hijos de
Dios. ¿Acaso no fueron enviados ellos para levantar una bandera contra el enemigo?
Pueden simpatizar plenamente con el glorioso éxtasis de aquellos que han vencido
mediante la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio de ellos (Carta 79, 1900).
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PE:209. Cuando el soldado atravesó con la lanza el costado de Jesús mientras pendía de
la cruz, salieron dos raudales distintos: uno de sangre, y el otro de agua. La sangre era
para lavar los pecados de aquellos que creyesen en su nombre, y el agua había de
representar aquella agua viva que se obtiene de Jesús para dar vida al creyente.

6T:311. Los redimidos encontrarán y reconocerán a aquellos que han llevado al


conocimiento del Salvador levantado. ¡Cuán grata la conversación es con estas almas!
“Yo fui un pecador,” será dicho, “sin Dios y sin esperanza en el mundo, y tú viniste a
mí, y dirigiste mi atención al precioso Salvador como mi única esperanza. Y creí en Él.
Me arrepentí de mis pecados, y se me concedió el sentarme junto con los santos en
lugares celestiales en Cristo Jesús.” Otros dicen: “Yo fui un pagano en tierras paganas.
Tu dejaste tus amigos y la confortabilidad de tu hogar, y viniste a enseñarme cómo
encontrar a Jesús y creer en él como el único Dios verdadero. Destruí mis ídolos y
adoré a Dios, y ahora lo veo cara a cara. Soy salvo, eternamente salvo para siempre
contemplar a Aquel que amo. En aquel tiempo le veía con el ojo de la fe, pero ahora
lo veo tal como él es. Ahora puedo expresar mi gratitud por la misericordia
redentora de Aquel que me amó y me lavó de mis pecados en su propia sangre.”

PVGM:126. Debemos evitar todo lo que estimule el orgullo y la suficiencia propia; por
lo tanto, debemos estar apercibidos para no dar ni recibir lisonjas o alabanzas. La
adulación es obra de Satanás. El se ocupa tanto en adular como en acusar y condenar, y
así procura la ruina del alma. Los que alaban a los hombres son usados como agentes
por Satanás. Alejen de sí las palabras de alabanza los obreros de Cristo. Sea
ocultado el yo. Sólo Cristo debe ser exaltado. Diríjase todo ojo, y ascienda
alabanza de todo corazón "al que nos amó, y nos ha lavado de nuestros pecados con
su sangre".

6T:366-367. La iglesia de Dios en la tierra es una con la iglesia de Dios en el cielo. Los
creyentes de la tierra, y los seres del cielo que nunca han caído, constituyen una sola
iglesia. Todo ser celestial está interesado en las asambleas de los santos que en la tierra
se congregan para adorar a Dios. En el atrio interior del cielo escuchan el testimonio que
dan los testigos de Cristo en el atrio exterior de la tierra, y las alabanzas de los
adoradores de este mundo hallan su complemento en la antífona celestial, y el loor y el
regocijo repercuten por todos los atrios celestiales, porque Cristo no murió en vano por
los caídos hijos de Adán. Mientras que los ángeles beben en el manantial principal, los
santos de la tierra beben los raudales puros que fluyen del trono y alegran la ciudad de
nuestro Dios. ¡Ojala que todos pudiesen comprender cuán cerca está el cielo de la
tierra! Aun cuando los hijos nacidos en la tierra no lo saben, tienen ángeles de luz por
compañeros. Un testigo silencioso vela sobre toda alma, tratando de atraerla a Cristo.
Mientras haya esperanza, hasta que los hombres resistan al Espíritu Santo para eterna
ruina suya, son guardados por los seres celestiales. Recordemos todos que en cada
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asamblea de los santos realizada en la tierra, hay ángeles de Dios escuchando los
testimonios, himnos y oraciones. Recordemos que nuestras alabanzas quedan seguidas
por los coros de las huestes angélicas en lo alto.
Por lo tanto, mientras nos reunimos sábado tras sábado, cantemos alabanzas a
Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. "Al que nos amó, y nos ha
lavado de nuestros pecados con su sangre," rinda adoración el corazón. Sea el
amor de Cristo el tema principal de lo que dice el predicador. Sea lo que se exprese
con sencillo lenguaje en todo himno de alabanza. Dicte la inspiración del Espíritu de
Dios nuestras oraciones. Mientras se pronuncie la palabra de vida, atestigüe nuestra
sentida respuesta que hemos recibido el mensaje como mensaje del cielo. Esto es muy
anticuado, lo sé, pero es una ofrenda de agradecimiento a Dios por el pan de vida dado
al alma hambrienta. Esta respuesta a la inspiración del Espíritu Santo será una fuerza en
nuestra propia alma y un estímulo para otros. Dará cierta evidencia de que hay en el
edificio de Dios piedras vivas que emiten luz.

CS:468. "Y llevará sobre sí la gloria." Es a Cristo a quien pertenece la gloria de la


redención de la raza caída. Por toda la eternidad, el canto de los redimidos será: "A
Aquel que nos ama, y nos ha lavado de nuestros pecados en su misma sangre, . . . a él
sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos." (Apoc. 1:5-6, V.M.)

CS:703-704. Antes de entrar en la ciudad de Dios, el Salvador confiere a sus discípulos


los emblemas de la victoria, y los cubre con las insignias de su dignidad real. Las
huestes resplandecientes son dispuestas en forma de un cuadrado hueco en derredor de
su Rey, cuya majestuosa estatura sobrepasa en mucho a la de los santos y de los ángeles,
y cuyo rostro irradia amor benigno sobre ellos. De un cabo a otro de la innumerable
hueste de los redimidos, toda mirada está fija en él, todo ojo contempla la gloria de
Aquel cuyo aspecto fue desfigurado "más que el de cualquier hombre, y su forma más
que la de los hijos de Adán".
Sobre la cabeza de los vencedores, Jesús coloca con su propia diestra la corona de
gloria. Cada cual recibe una corona que lleva su propio "nombre nuevo" (Apocalipsis
2:17), y la inscripción: "Santidad a Jehová." A todos se les pone en la mano la palma de
la victoria y el arpa brillante. Luego que los ángeles que mandan dan la nota, todas las
manos tocan con maestría las cuerdas de las arpas, produciendo dulce música en ricos y
melodiosos acordes. Dicha indecible estremece todos los corazones, y cada voz se
eleva en alabanzas de agradecimiento. "Al que nos amó, y nos ha lavado de
nuestros pecados con su sangre, y nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios y su
Padre; a él sea gloria e imperio para siempre jamás". (Apoc. 1:5-6).

HH:289. Debemos cultivar diariamente la confianza en Aquel que se ha encargado de


nuestro caso, que es nuestro sumo sacerdote fiel y misericordioso, y también diariamente
debemos contemplarlo, "porque en cuanto él mismo padeció siendo tentado [no en unas
pocas cosas, sino en todo, como nosotros], es poderoso para socorrer a los que son
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tentados". "Porque no tenemos un Pontífice que no se pueda compadecer de nuestras
flaquezas". Aún ahora, en el cielo, se aflige con nuestras aflicciones; y como un
Salvador viviente, como un Abogado interesado, está intercediendo por nosotros.
Debiésemos ejercitar diariamente la fe; y esa fe debiera crecer diariamente al ser
ejercitada, al reconocer que él no sólo nos ha redimido, sino que nos ha amado, y
nos ha lavado de nuestros pecados en Su propia sangre, y nos ha hecho reyes y
sacerdotes para con Dios y el Padre. YI, 18-10-1894.

Versículo 6. “ y nos constituyó en un reino de sacerdotes para servir a Dios, su Padre. A


él sea gloria e imperio para siempre jamás. Amén”.

CS:718-719. Durante los mil años que transcurrirán entre la primera resurrección y la
segunda, se verificará el juicio de los impíos. El apóstol Pablo señala este juicio como
un acontecimiento que sigue al segundo advenimiento. "No juzguéis nada antes de
tiempo, hasta que venga el Señor; el cual sacará a luz las obras encubiertas de las
tinieblas, y pondrá de manifiesto los propósitos de los corazones." (1 Cor. 4:5, V.M.)
Daniel declara que cuando vino el Anciano de días, "se dio el juicio a los santos del
Altísimo". (Dan. 7:22). En ese entonces reinarán los justos como reyes y sacerdotes de
Dios.

[PH086] 11. ¿En cuál lado estáis parados? ¿Del lado de los que adoran la bestia y su
imagen? ¿Estáis conectados con aquellos que han perdido los principios espirituales que
los distinguen como hombres, y los aliaban con Dios, y han llegado a ser subordinados
secundarios, unidos con el gran apóstata? Cristo murió para hacer posible que estéis
aliados con ángeles, herederos de Dios y coherederos con Cristo. Si sois obedientes a
todos sus mandamientos, reinaréis como reyes y sacerdotes para con Dios.
¿Escogeréis la degradante cautividad de la desobediencia y la transgresión? ¿Os
vincularéis con aquellos que anulan la ley de Dios?

1ML:113. En una ocasión, dirigiéndose a sus discípulos, quienes habrían de sufrir por su
causa, les hizo la promesa, diciendo: “En el mundo tendréis aflicción: pero sed de buen
ánimo; yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Él se auto declaró el Ayudador de todo el
que se une a su ejército, para cooperar con él en pelear sus batallas contra enemigos
visibles e invisibles. Ha prometido que serán herederos de Dios y coherederos con
Cristo, que reinarán como reyes y sacerdotes con Dios. ¡Qué pacto es este! Los que
aceptan a Cristo, los que están dispuestos a compartir su humillación ante el
mundo, llegarán a ser miembros de la familia real, hijos del Rey celestial. Aquellos
que escogen sufrir aflicción con el pueblo de Dios en lugar de gozar de los placeres del
pecado por un tiempo, serán participantes con Cristo en su gloria. Él les dará la dignidad
de su nombre. Carta 79, 1900, página 7. (Para el Señor William Kerr, 10 de Mayo de
1900).
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5ML:339. El que coopera con Dios, esforzándose fielmente para apartarse del mundo y
sus influencias corruptoras, llega a ser participante de la naturaleza divina, “habiendo
escapado la corrupción que hay en el mundo mediante la lascivia.” ¿Pueden aquellos que
reconocen que son miembros de la familia real, hijos del Rey celestial, herederos de
Dios y coherederos con Cristo, degradar una naturaleza que, mediante los méritos de
Cristo, está relacionada con los ángeles, con Cristo, sí, y con Dios mismo? ¿Pueden
aquellos que reconocen las posibilidades que están ante ellos, que saben que son
llamados para recibir una herencia inmortal, para reinar como reyes y sacerdotes
en la tierra, dejar de usar toda facultad de su ser para llegar a ser uno con Cristo?

Versículo 7. “Mirad que viene con las nubes; y todo ojo lo verá, aun los que lo
traspasaron. Y todos los linajes de la tierra se lamentarán por él. ¡Así sea! ¡Amén!”

YI, 11 de Agosto de 1898. Al ascender Cristo mientras en el acto de bendecir a sus


discípulos, un ejército de ángeles le rodea como si fuera una nube. Cristo se lleva la
multitud de cautivos. Él mismo traerá al Padre los primeros frutos de aquellos que
durmieron, como evidencia que él es vencedor de la muerte y del sepulcro. En los
portales de la ciudad de Dios, una innumerable compañía de ángeles espera su llegada.

PE:34-35. Entonces comenzó el jubileo, durante el cual la tierra debía descansar. Vi al


piadoso esclavo levantarse en triunfal victoria, y desligarse de las cadenas que lo ataban,
mientras que su malvado dueño quedaba confuso sin saber qué hacer; porque los impíos
no podían comprender las palabras que emitía la voz de Dios. Pronto apareció la gran
nube blanca. Parecióme mucho más hermosa que antes. En ella iba sentado el Hijo
del hombre. Al principio no distinguimos a Jesús en la nube; pero al acercarse más
a la tierra, pudimos contemplar su bellísima figura. Esta nube fue, en cuanto
apareció, la señal del Hijo del hombre en el cielo. La voz del Hijo de Dios despertó a
los santos dormidos y los levantó revestidos de gloriosa inmortalidad. Los santos
vivientes fueron transformados en un instante y arrebatados con aquellos en el carro de
nubes. Este resplandecía en extremo mientras rodaba hacia las alturas. El carro tenía
alas a uno y otro lado, y debajo, ruedas. Cuando el carro ascendía, las ruedas
exclamaban. "¡Santo!" y las alas, al batir, gritaban: "¡Santo!" y la comitiva de santos
ángeles que rodeaba la nube exclamaba: "¡Santo, Santo, Santo, Señor Dios
Todopoderoso!" Y los santos en la nube cantaban: "¡Gloria! ¡Aleluya!" El carro subió a
la santa ciudad. Abrió Jesús las puertas de esa ciudad de oro y nos condujo adentro.
Fuimos bien recibidos, porque habíamos guardado "los mandamientos de Dios" y
teníamos derecho "al árbol de la vida".

CS:698-699. Pronto aparece en el este una pequeña nube negra, de un tamaño como
la mitad de la palma de la mano. Es la nube que envuelve al Salvador y que a la
distancia parece rodeada de oscuridad. El pueblo de Dios sabe que es la señal del
Hijo del hombre. En silencio solemne la contemplan mientras va acercándose a la
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tierra, volviéndose más luminosa y más gloriosa hasta convertirse en una gran nube
blanca, cuya base es como fuego consumidor, y sobre ella el arco iris del pacto. Jesús
marcha al frente como un gran conquistador. Ya no es "varón de dolores," que haya de
beber el amargo cáliz de la ignominia y de la maldición; victorioso en el cielo y en la
tierra, viene a juzgar a vivos y muertos.

DTG:770-771. Al llegar al monte de las Olivas, Jesús condujo al grupo a través de la


cumbre, hasta llegar cerca de Betania. Allí se detuvo y los discípulos le rodearon. Rayos
de luz parecían irradiar de su semblante mientras los miraba con amor. No los reprendió
por sus faltas y fracasos; las últimas palabras que oyeron de los labios del Señor fueron
palabras de la más profunda ternura. Con las manos extendidas para bendecirlos, como
si quisiera asegurarles su cuidado protector, ascendió lentamente de entre ellos, atraído
hacia el cielo por un poder más fuerte que cualquier atracción terrenal. Y mientras él
subía, los discípulos, llenos de reverente asombro y esforzando la vista, miraban
para alcanzar la última vislumbre de su Salvador que ascendía. Una nube de gloria
le ocultó de su vista; y llegaron hasta ellos las palabras: "He aquí, yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo," mientras la nube formada por un
carro de ángeles le recibía. Al mismo tiempo, flotaban hasta ellos los más dulces y
gozosos acordes del coro celestial.

CS:683. Pero el pueblo de Dios no se extraviará. Las enseñanzas del falso Cristo no
están de acuerdo con las Sagradas Escrituras. Su bendición va dirigida a los que adoran
la bestia y su imagen, precisamente aquellos sobre quienes dice la Biblia que la ira de
Dios será derramada sin mezcla.
Además, no se le permitirá a Satanás contrahacer la manera en que vendrá Jesús.
El Salvador previno a su pueblo contra este engaño y predijo claramente cómo será
su segundo advenimiento. "Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y
darán señales grandes y prodigios; de tal manera que engañarán, si es posible, aun a los
escogidos.... Así que, si os dijeren: He aquí en el desierto está; no salgáis: He aquí en las
cámaras; no creáis. Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el
occidente, así será también la venida del Hijo del hombre." (Mat. 24:24-27, 31; 25:31;
Apoc. 1:7; 1 Tes. 4:16-17). No se puede remedar semejante aparición. Todos la
conocerán y el mundo entero la presenciará.
Sólo los que hayan estudiado diligentemente las Escrituras y hayan recibido el amor de
la verdad en sus corazones, serán protegidos de los poderosos engaños que cautivarán al
mundo. Merced al testimonio bíblico descubrirán al engañador bajo su disfraz. El tiempo
de prueba llegará para todos. Por medio de la criba de la tentación se reconocerá a los
verdaderos cristianos. ¿Se sienten los hijos de Dios actualmente bastante firmes en la
Palabra divina para no ceder al testimonio de sus sentidos? ¿Se atendrán ellos en
semejante crisis a la Biblia y a la Biblia sola? Si ello le resulta posible, Satanás les
impedirá que logren la preparación necesaria para estar firmes en aquel día. Dispondrá
las cosas de modo que el camino les esté obstruido; los aturdirá con bienes terrenales, les
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hará llevar una carga pesada y abrumadora para que sus corazones se sientan recargados
con los cuidados de esta vida y que el día de la prueba los sorprenda como ladrón.

2T:41-42. Los que escogen hacer excusas y continuar en pecado y conformidad al


mundo, serán dejados a sus ídolos. Llegará el día cuando no rogarán que se les excuse,
cuando ni uno deseará que se le excuse. Cuando Cristo venga en su gloria y la gloria
de su Padre, con todos los ángeles celestiales rodeándole, escoltándole en su camino
con voces de triunfo, mientras que notas de la música más hermosa caen sobre el
oído, todos entonces se interesarán; no habrá ni un solo espectador indiferente. Las
especulaciones en esa ocasión no envolverán el corazón. Los montones de oro del
avaro, que han dado fiesta a sus ojos, ya no son atractivos. Los palacios que los
orgullosos hombres de la tierra han erigido, y que han sido sus ídolos, ahora son
considerados con disgusto. Nadie postula sus tierras, sus bueyes, su esposa con quien
recién contrajo nupcias, como razón para ser disculpado de no compartir la gloria que
irrumpe sobre su atónita visión. Todos esos desean compartir esa gloria, pero saben que
no es para ellos.
En oración sincera y agonizante piden a Dios que no los pase de alto. Los reyes, los
poderosos, los altaneros, los orgullosos, el hombre malo, todos juntos se postran bajo el
peso de culpabilidad, desolación, y miseria inexpresable; oraciones de angustia salen de
sus labios. ¡Misericordia! ¡Misericordia! ¡Sálvennos de la ira de un Dios ofendido! Una
voz contesta con terrible distinción; firmeza, y majestad: “Porque he llamado, y vosotros
rechazasteis; he estrechado mi brazo, y nadie hizo caso; pero vosotros habéis
desdeñado todo mi consejo, no quisisteis mi reprensión: yo también me reiré de vuestra
calamidad; me burlaré cuando venga lo que teméis.”
Entonces reyes y nobles, el hombre poderoso, y el pobre, y el hombre impío, por
igual, se lamentan con amargura. Aquellos que en días de su prosperidad
rechazaron a Cristo y a sus humildes siervos que siguieron sus pisadas, que no
quisieron humillar su dignidad para postrarse ante Cristo, quienes aborrecieron la
ignominia de la cruz, ahora se encuentran postrados en el lodo de la tierra. Su
grandeza de pronto los ha abandonado, y no vacilan en postrarse a la tierra a los pies de
los santos. Entonces reconocen con terrible remordimiento que están comiendo el fruto
de sus propios caminos, y están recibiendo lo que sembraron. En su supuesta sabiduría
se apartaron de la gran y eterna recompensa, rechazando el premio celestial por ganancia
terrenal. Las luces y atracciones del mundo los fascinó, en su supuesta sabiduría se
hicieron necios. Se hincharon en su prosperidad mundanal como si dicha ventaja fuera
tan grande como para proporcionarles mérito delante de Dios y así asegurar entrada al
cielo.

DTG:688-689. Cuando Pilato se declaró inocente de la sangre de Cristo, Caifás contestó


desafiante: "Su sangre sea sobre nosotros sobre nuestros hijos." Estas terribles palabras
fueron repetidas por los sacerdotes y gobernantes, y luego por la muchedumbre en un
inhumano rugir de voces. Toda la multitud contestó y dijo: "Su sangre sea sobre
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nosotros, y sobre nuestros hijos."
El pueblo de Israel había hecho su elección. Señalando a Jesús, habían dicho: "Quita a
éste, y suéltanos a Barrabás." Barrabás, el ladrón y homicida, era representante de
Satanás. Cristo era el representante de Dios. Cristo había sido rechazado; Barrabás
había sido elegido. Iban a tener a Barrabás. Al hacer su elección, aceptaban al que desde
el principio es mentiroso y homicida. Satanás era su dirigente. Como nación, iban a
cumplir sus dictados. Iban a hacer sus obras. Tendrían que soportar su gobierno. El
pueblo que eligió a Barrabás en lugar de Cristo iba a sentir la crueldad de Barrabás
mientras durase el tiempo.
Mirando al herido Cordero de Dios, los judíos habían clamado: "Su sangre sea sobre
nosotros, y sobre nuestros hijos." Este espantoso clamor ascendió al trono de Dios. Esa
sentencia, que pronunciaron sobre sí mismos, fue escrita en el cielo. Esa oración fue
oída. La sangre del Hijo de Dios fue como una maldición perpetua sobre sus hijos y los
hijos sus hijos.
Esto se cumplió en forma espantosa en la destrucción de Jerusalén y durante dieciocho
siglos en la condición de la nación judía que fue como un sarmiento cortado de la vid,
una rama muerta y estéril, destinada a ser juntada y quemada. ¡De país a país a través
del mundo, de siglo a siglo, muertos, muertos en delitos y pecados!
Terriblemente se habrá de cumplir esta oración en el gran día del juicio. Cuando
Cristo vuelva a la tierra, los hombres no le verán como preso rodeado por una
turba. Le verán como Rey del cielo. Cristo volverá en su gloria, en la gloria de su
Padre y en la gloria de los santos ángeles. Miríadas y miríadas, y miles de miles de
ángeles, hermosos y triunfantes hijos de Dios que poseen una belleza y gloria superiores
a todo lo que conocemos, le escoltarán en su regreso. Entonces se sentará sobre el trono
de su gloria y delante de él se congregarán todas las naciones. Entonces todo ojo le
verá y también los que le traspasaron. En lugar de una corona de espinas, llevará
una corona de gloria, una corona dentro de otra corona. En lugar de aquel viejo
manto de grana, llevará un vestido del blanco más puro, "tanto que ningún lavador en la
tierra los puede hacer tan blancos." Y en su vestidura y en su muslo estará escrito un
nombre: "Rey de reyes y Señor de señores." Los que le escarnecieron e hirieron
estarán allí. Los sacerdotes y príncipes contemplarán de nuevo la escena del
pretorio. Cada circunstancia se les presentará como escrita en letras de fuego.
Entonces los que pidieron: "Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos,"
recibirán la respuesta a su oración. Entonces el mundo entero conocerá y entenderá.
Los pobres, débiles y finitos seres humanos comprenderán contra quién y contra qué
estuvieron guerreando. Con terrible agonía y horror, clamarán a las montañas y a las
rocas: "Caed sobre nosotros, y escondednos de la cara de Aquel que está sentado sobre
el trono, y de la ira del Cordero: porque el gran día de su ira es venido; ¿y quién podrá
estar firme?"

DTG:771-772. Cristo había ascendido al cielo en forma humana. Los discípulos habían
contemplado la nube que le recibió. El mismo Jesús que había andado, hablado y orado
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con ellos; que había quebrado el pan con ellos; que había estado con ellos en sus barcos
sobre el lago; y que ese mismo día había subido con ellos hasta la cumbre del monte de
las Olivas, el mismo Jesús había ido a participar del trono de su Padre. Y los ángeles les
habían asegurado que este mismo Jesús a quien habían visto subir al cielo, vendría otra
vez como había ascendido. Vendrá "con las nubes, y todo ojo le verá." "El mismo Señor
con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los
muertos en Cristo resucitarán." "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos
los santos ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria."* Así se
cumplirá la promesa que el Señor hizo a sus discípulos: "Y si me fuere, y os aparejare
lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo: para que donde yo estoy, vosotros
también estéis.". Bien podían los discípulos regocijarse en la esperanza del regreso de su
Señor.

PE:52-53. Después que los santos hayan sido transformados en inmortales y arrebatados
con Jesús, después que hayan recibido sus arpas, sus mantos y sus coronas, y hayan
entrado en la ciudad, se sentarán en juicio con Jesús. Serán abiertos, el libro de la vida y
el de la muerte. El libro de la vida lleva anotadas las buenas acciones de los santos; y el
de la muerte contiene las malas acciones de los impíos. Estos libros son comparados
con el de los estatutos, la Biblia, y de acuerdo con ella son juzgados los hombres. Los
santos, al unísono con Jesús, pronuncian su juicio sobre los impíos muertos. "He aquí
--dijo el ángel--que los santos, unidos con Jesús, están sentados en juicio y juzgan a los
impíos según las obras que hicieron en el cuerpo, y frente a sus nombres se anota lo que
habrán de recibir cuando se ejecute el juicio." Tal era, según vi, la obra de los santos con
Jesús durante los mil años que pasan en la santa ciudad antes que ésta descienda a la
tierra. Luego, al fin de los mil años, Jesús, con los ángeles y todos los santos, deja la
santa ciudad, y mientras él baja a la tierra con ellos, los impíos muertos resucitan, y
entonces, habiendo resucitado, los mismos que "le traspasaron" lo verán de lejos en
toda su gloria, acompañado de los ángeles y de los santos, y se lamentarán a causa
de él. Verán las señales de los clavos en sus manos y en sus pies, y donde atravesaron
su costado con la lanza. Es al fin de los mil años cuando Jesús se para sobre el Monte de
las Olivas, y éste se parte y llega a ser una gran llanura. Los que huyen en ese momento
son los impíos, que acaban de resucitar. Entonces baja la santa ciudad y se asienta en la
llanura. Satanás llena entonces a los impíos de su espíritu. Con lisonjas les hace ver que
el ejército de la ciudad es pequeño, y el suyo grande, y que ellos pueden vencer a los
santos y tomar la ciudad.

PE:170. La multitud clamaba por la sangre de Jesús. Lo azotaron cruelmente, le


vistieron un viejo manto de púrpura y ciñeron su sagrada cabeza con una corona de
espinas. Después le pusieron una caña en las manos, e inclinándose por burla ante él, le
saludaban sarcásticamente diciendo: "¡Salve, Rey de los judíos¡" Luego le quitaban la
caña de las manos y le golpeaban con ella la cabeza, de modo que las espinas de la
corona le penetraban las sienes, ensangrentándose el rostro y la barba.
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Era difícil para los ángeles soportar la vista de aquel espectáculo. Hubieran libertado a
Jesús, pero sus caudillos se lo prohibían diciendo que era grande el rescate que se había
de pagar por el hombre; pero que sería completo y causaría la muerte aun del que tenía
el imperio de la muerte. Jesús sabía que los ángeles presenciaban la escena de su
humillación. El más débil de entre, ellos; hubiera bastado para derribar aquella turba de
moradores y libertar a Jesús, quien sabía también que, con sólo pedírselo a su Padre, los
ángeles le hubieran librado instantáneamente. Pero era necesario que sufriese la
violencia de los malvados para cumplir el Plan de salvación.
Jesús se mantenía manso y humilde ante la enfurecida multitud que tan vilmente lo
maltrataba. Le escupían en el rostro, aquel rostro del que algún día querrán
ocultarse, y que ha de iluminar la ciudad de Dios con mayor refulgencia que el sol.
Cristo no echó sobre sus verdugos ni una mirada de cólera. Cubriéndole la cabeza con
una vestidura vieja, le vendaron los ojos y, abofeteándole, exclamaban: "Profetiza,
¿quien es el que te golpeó?" Los ángeles se conmovieron; hubieran libertado a Jesús en
un momento, pero sus dirigentes los retuvieron.

PE:178-179. Cristo había vivido sin riquezas ni honores ni pompas mundanas. Su


abnegación y humildad contrastaban señaladamente con el orgullo y el egoísmo de los
sacerdotes y ancianos. La inmaculada pureza de Jesús reprobaba de continuo los
pecados de ellos. Le despreciaban por su humildad, pureza y santidad. Pero los que le
despreciaron en la tierra han de verle un día en la grandeza del cielo, en la
insuperable gloria de su Padre.
En el patio del tribunal, estuvo rodeado de enemigos sedientos del su sangre; pero
aquellos empedernidos que, vociferaban: "Su sangre sea sobre nosotros. y sobre nuestros
hijos," le contemplarán honrado como Rey, escoltado en su regreso por todas las huestes
angélicas que con cánticos de victoria, atribuirán majestad y poderío al que fue muerto,
y sin embargo, vive aún como, poderoso vencedor.
El pobre, débil y mísero hombre escupió en el rostro del Rey de gloria, y, las turbas
respondieron con una brutal. gritería de triunfo al degradante insulto. Con crueles
bofetadas desfiguraron aquel rostro que henchía los cielos de admiración. Pero quienes
le maltrataron volverán a contemplar aquel rostro brillante como el sol meridiano e
intentarán huir delante de su mirada. En vez de la brutal gritería de triunfo, se
lamentarán acerca de él.
Jesús mostrará sus manos señaladas por los estigmas de su crucifixión, Siempre
perdurarán los rastros de esa crueldad. Cada estigma de los clavos hablará de la
maravillosa redención del hombre y del subidísimo precio que costó. Quienes le
traspasaron con la lanza verán la herida y deplorarán con profunda angustia la parte que
tomaron en desfigurar su cuerpo.
Sus asesinos se sintieron muy molestados por la inscripción: "Rey de los judíos,"
colocada en la cruz sobre la cabeza del Salvador; pero ha de llegar el día en que
estarán obligados a verle en toda su gloria y regio poderío. Contemplarán la
inscripción: "Rey de reyes y Señor de señores" escrita con vívidos caracteres en su
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túnica y en su muslo. Al verle pendiente de la cruz, clamaron en son de mofa los
príncipes de los sacerdotes "El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para
que veamos y creamos." Pero cuando vuelva le verán con regio poder y autoridad, y no
pedirán pruebas de si es Rey de Israel, sino que, abrumados por el influjo de su
majestad y excelsa gloria no tendrán más remedio que reconocer: "Bendito el que viene
en nombré del Señor".

CS:695. Los sepulcros se abren y "muchos de los que duermen en el polvo de la tierra
serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua."
(Dan. 12:2). Todos los que murieron en la fe del mensaje del tercer ángel, salen
glorificados de la tumba, para oír el pacto de paz que Dios hace con los que guardaron
su ley. "Los que le traspasa ron" (Apoc. 1:7), los que se mofaron y se rieron de la
agonía de Cristo y los enemigos más acérrimos de su verdad y de su pueblo, son
resucitados para mirarle en su gloria y para ver el honor con que serán
recompensados los fieles y obedientes.

CS:700-701. Allí están los que se mofaron de Cristo en su humillación. Con fuerza
penetrante acuden a su mente las palabras del Varón de dolores, cuando, conjurado por
el sumo sacerdote, declaró solemnemente: "Desde ahora habéis de ver al Hijo del
hombre sentado a la diestra de la potencia de Dios, y que viene en las nubes del cielo."
(Mat. 26:64). Ahora le ven en su gloria, y deben verlo aún sentado a la diestra del poder
divino.
Los que pusieron en ridículo su aserto de ser el Hijo de Dios enmudecen ahora. Allí está
el altivo Herodes que se burló de su título real y mandó a los soldados escarnecedores
que le coronaran. Allí están los hombres mismos que con manos impías pusieron sobre
su cuerpo el manto de grana, sobre sus sagradas sienes la corona de espinas y en su dócil
mano un cetro burlesco, y se inclinaron ante él con burlas de blasfemia. Los hombres
que golpearon y escupieron al Príncipe de la vida, tratan de evitar ahora su mirada
penetrante y de huir de la gloria abrumadora de su presencia. Los que atravesaron
con clavos sus manos y sus pies, los soldados que le abrieron el costado, consideran
esas señales con terror y remordimiento.
Los sacerdotes y los escribas recuerdan los acontecimientos del Calvario con claridad
aterradora. Llenos de horror recuerdan cómo, moviendo sus cabezas con arrebato
satánico, exclamaron: "A otros salvó, a sí mismo no puede salvar: si es el Rey de Israel,
descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere."
(Mat. 27:42-43).
Recuerdan a lo vivo la parábola de los labradores que se negaron a entregar a su señor
los frutos de la viña, que maltrataron a sus siervos y mataron a su hijo. También
recuerdan la sentencia que ellos mismos pronunciaron: "A los malos destruirá
miserablemente" el señor de la viña. Los sacerdotes y escribas ven en el pecado y en el
castigo de aquellos malos labradores su propia conducta y su propia y merecida suerte.
Y entonces se levanta un grito de agonía mortal. Más fuerte que los gritos de "¡Sea
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crucificado! ¡Sea crucificado!" que resonaron por las calles de Jerusalén, estalla el
clamor terrible y desesperado: "¡Es el Hijo de Dios! ¡Es el verdadero Mesías!" Tratan de
huir de la presencia del Rey de reyes. En vano tratan de esconderse en las hondas cuevas
de la tierra desgarrada por la conmoción de los elementos.

8T:116. Se me ha indicado que presente palabras de amonestación a nuestros hermanos


y hermanas que están en peligro de perder de vista la obra especial para este tiempo. En
todo país hemos de promulgar la segunda venida de Cristo, en el lenguaje del
revelador, quien proclama: "He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá".

TM:231-232. Los que obedecen la luz que tienen, recibirán iluminación de lo alto; pues
los mensajeros celestiales están esperando para cooperar con los hombres para
amonestar a un mundo engañado y pecaminoso. Cuando el pueblo de Dios se empeñe en
esta obra con verdadera aflicción de alma, se manifestará un cambio decidido en las
ciudades y los pueblos. Esto de revolotear en torno a las iglesias para mantenerlas
afianzadas las hace más dependientes del esfuerzo humano. Aprenden a confiarse en la
experiencia de sus semejantes y no dependen de Dios para su eficiencia.
Es tiempo de que las ciudades y los pueblos por donde quiera estén oyendo la
solemne nota de amonestación: "He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le
verá". Preparaos para que seáis hallados por él en paz.
Os ruego a vosotros a quienes Dios ha favorecido con un conocimiento de la verdad: Id
a trabajar; hay obra, que hacer por doquiera. Los campos están blancos para la siega. Se
necesitan precisamente ahora, sembradores y cosechadores. El tiempo que dedicáis a
impartir constantemente a aquellos que entienden el mensaje de amonestación, no
rendirá ni siquiera, una décima parte de la fuerza que ellos recibirían al hacerse cargo de
la obra de comunicar vida para salvar a las almas que perecen. Los ángeles están
esperando para bendecir a los obreros consagrados. La parábola de la oveja perdida debe
ser una lección para cada alma que ha sido rescatada de la trampa de Satanás. No hemos
del revolotear sobre las noventa y nueve, sino que hemos de ir a salvar a los perdidos,
cazándolos en los desiertos de las grandes ciudades y pueblos. En esta obra los obreros,
serán inducidos a sentir su debilidad, y huirán a la fortaleza. La presencia divina estará
con ellos, para darles fuerza y valor, fe y esperanza. Los obreros de corazón sincero
serán colaboradores con Dios.
Las amonestaciones que Cristo dio, a Jerusalén no habían de terminar con sus
habitantes. Los Juicios sobre Jerusalén eran símbolos de los acontecimientos
relativos a la venida de Cristo al juicio, en el día final, cuando ante él sean juntadas
todas las naciones. "Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, juntarán sus
escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro"

Versículo 8. "Yo Soy el Alfa y la Omega -dice el Señor Dios-, el que es, el que era y que
ha de venir, el Todopoderoso".
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6CBA:1092. Cuando los estudiantes de la profecía se dediquen de corazón a conocer las
verdades del Apocalipsis, se darán cuenta de cuánta importancia tiene esa búsqueda.
Cristo Jesús es el Alfa y el Omega, el Génesis del Antiguo Testamento y el
Apocalipsis del Nuevo Testamento. Ambos se reúnen en Cristo. Adán y Dios son
reconciliados por la obediencia del segundo Adán, quien cumplió la obra de vencer las
tentaciones de Satanás y de reparar el vergonzoso fracaso y caída de Adán.
Los dos Adanes se encontrarán en el paraíso y se abrazarán, mientras que el dragón, la
bestia, el falso profeta y todos los que han rechazado las oportunidades y los privilegios
que se les dieron a un costo tan infinito, y no han vuelto a su lealtad, quedarán excluidos
del paraíso (MS 33, 1897).

8T:299. La palabra de señal será: “A la ley y al testimonio: si no hablaren conforme a


esta palabra, es porque no tienen luz en sí”. Isa. 8:20. Tenemos una Biblia llena de la
verdad más preciosa. Las Escrituras, dadas por inspiración divina, son “provechosas
para enseñar, para amonestar, para corregir, para instruir en justicia: para que el hombre
de Dios sea perfecto, cabalmente capacitado para toda buena obra”. 2 Tim. 3:16-17.
Tomad la Biblia como vuestro libro de texto. Todos pueden entender su instrucción.

CsS:366-367. Dios desea que los que se desempeñan como misioneros médicos del
Evangelio aprendan con diligencia las lecciones del Gran Maestro. Deben hacerlo si
desean encontrar paz y reposo. Al aprender de Cristo, sus corazones se llenarán de la paz
que solamente él puede proporcionar.
El libro que es indispensable que todos estudien es la Biblia. Estudiadla con reverencia y
temor piadoso, resulta el mayor de todos los educadores. En ella no hay engaño. Sus
páginas rebosan de verdad. ¿Deseamos obtener conocimiento de Dios y de Cristo, a
quien él envió al mundo para vivir y morir por los pecadores? Un estudio fervoroso y
diligente de la Biblia es necesario para obtener este conocimiento.
Muchos de los libros que se amontonan en las grandes bibliotecas confunden la mente
más de lo que ayudan al entendimiento. Sin embargo, hay personas que gastan
grandes sumas de dinero en la adquisición de tales obras y emplean años en su
estudio, cuando tienen a su alcance el Libro que contiene las palabras de Aquel que
es el Alfa y Omega de la sabiduría. El tiempo pasado en un estudio de esos libros
podría emplearse mejor en conocer a Aquel cuyo conocimiento adecuado es vida eterna.
Únicamente los que adquieren este conocimiento podrán escuchar las palabras: "Estáis
completos en él" (Col. 2:10).
Estudiad más la Biblia y menos las teorías de la fraternidad médica, y gozaréis de mejor
salud espiritual. Vuestra mente estará más clara y vigorosa. Mucho de lo que se abarca
en un curso de medicina es positivamente innecesario. Los estudiantes de medicina
dedican una gran cantidad de tiempo a un aprendizaje que es inútil. Muchas de las
teorías que aprenden pueden compararse en valor a las tradiciones y máximas enseñadas
por los escribas y fariseos. Muchas de las complicaciones con que tienen que
familiarizarse perjudican su mente.
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FE:387. El testimonio del Alfa y el Omega respecto al castigo por hacer de ningún
efecto una sola palabra dicha por la boca de Dios, es le temible denuncia de que ellos
recibirán las plagas que están escritas en el libro; sus nombres serán quitados del libro de
la vida, y de la ciudad santa.

PP:383. Jesús era ya la luz de su pueblo, la luz del mundo, antes de venir a la tierra en
forma humana. El primer rayo de luz que penetró la de lobreguez en que el pecado
había envuelto al mundo, provino de Cristo. Y de él ha emanado todo rayo de
resplandor celestial que ha caído sobre los habitantes de la tierra. En el plan de la
redención, Cristo es el Alfa y la Omega, el Primero y el Ultimo.

DTG:739-740. Empezando con Moisés, alfa de la historia bíblica, Cristo expuso en


todas las Escrituras las cosas concernientes a él. Si se hubiese dado a conocer
primero, el corazón de ellos habría quedado satisfecho. En la plenitud de su gozo, no
habrían deseado más. Pero era necesario que comprendiesen el testimonio que le daban
los símbolos y las profecías del Antiguo Testamento. Su fe debía establecerse sobre
éstas. Cristo no realizó ningún milagro para convencerlos, sino que su primera obra
consistió en explicar las Escrituras. Ellos habían considerado su muerte como la
destrucción de todas sus esperanzas. Ahora les demostró por los profetas que era la
evidencia más categórica para su fe.

1MS:446-447. No presente nadie la idea de que el hombre tiene poco o nada que hacer
en la gran obra de vencer, pues Dios no hace nada para el hombre sin su cooperación.
Tampoco se diga que después de que habéis hecho todo lo que podéis de vuestra parte,
Jesús os ayudará. Cristo ha dicho: "Separados de mí nada podéis hacer" (Juan 15: 5).
Desde el principio hasta el fin, el hombre ha de ser colaborador con Dios. A menos que
el Espíritu Santo actúe sobre el corazón humano, tropezaremos y caeremos a cada paso.
Los esfuerzos del hombre solo no son nada sino inutilidad, pero la cooperación con
Cristo significa victoria. Por nosotros mismos, no tenemos poder para arrepentirnos del
pecado. A menos que aceptemos la ayuda divina, no podemos dar el primer paso
hacia el Salvador. El dice: "Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin" (Apoc.
21:6) en la salvación de cada alma.
Pero aunque Cristo es todo, hemos de inspirar en cada hombre una diligencia incansable.
Hemos de esforzarnos, luchar, sufrir intensamente, velar, orar para que no seamos
vencidos por el astuto enemigo. Puesto que el poder y la gracia con los cuales podemos
hacer esto provienen de Dios, siempre hemos de confiar en Aquel que puede salvar hasta
lo sumo a todos los que se allegan a Dios por él. Nunca dejéis en la mente la impresión
de que hay poco o nada que hacer de parte del hombre, sino más bien enseñad que el
hombre ha de cooperar con Dios para que pueda vencer.

Versículo 9. “Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en


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la paciencia de Jesús, estaba en la isla de Patmos, por causa de la Palabra de Dios y del
testimonio de Jesús”.

DTG:593. Todos los que han nacido en la familia celestial son en un sentido especial los
hermanos de nuestro Señor. El amor de Cristo liga a los miembros de su familia, y
dondequiera que se hace manifiesto este amor se revela la filiación divina. "Cualquiera
que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios".

3T:52-53. Los hijos de Dios, en todo el mundo, son una gran hermandad. Nuestro
Salvador ha definido claramente el espíritu y los principios que deben regir las acciones
de los que, mediante sus vidas consistentes y santas, se distinguen del mundo. El amor
mutuo, y amor supremo a su Padre celestial, debe ser ejemplificado en su conversación y
sus obras. La presente condición de muchos de los hijos de Dios es como la de una
familia de hijos ingratos y querellosos.

7CBA:965-966. Juan fue enviado a la isla de Patmos donde, separado de sus


compañeros en la fe, sus enemigos suponían que moriría debido a las penalidades y
el abandono; pero aun allí Juan ganó amigos y conversos. Pensaban que por fin
habían puesto al fiel testigo donde ya no podría molestar más a Israel o a los impíos
gobernantes del mundo.
Pero todo el universo celestial vio el resultado del conflicto con el anciano discípulo y su
separación de sus compañeros en la fe. Dios, Cristo y la hueste celestial fueron
compañeros de Juan en la isla de Patmos. De ellos recibió instrucciones que impartió a
aquellos que con él estaban separados del mundo. Allí escribió las revelaciones y
visiones que recibió de Dios para narrar las cosas que ocurrirían en el período final de la
historia de esta tierra. Cuando su voz ya no testificara más por la verdad, cuando no
pudiera testificar más por Aquel que amaba y servía, los mensajes que se le dieron en
aquella costa rocosa y árida se esparcirían como una lámpara que alumbra (MS 150,
1899).
(1 Juan 1:1-10). Gloriosas verdades confiadas a Juan.-
A menudo los mejores hombres, los que Dios usa para la gloria de su nombre, no son
reconocidos por la sabiduría humana; pero ni por un momento son olvidados por Dios.
Cuando Juan estaba desterrado en la isla de Patmos hubo muchos que pensaron que ya
estaba fuera de servicio, que era una caña vieja y débil que caería en cualquier momento.
Pero al Señor le pareció conveniente usarlo en aquella isla solitaria donde su siervo
estaba preso. El mundo y los fanáticos sacerdotes y gobernantes se regocijaban de que
al fin se habían liberado de su testimonio siempre nuevo. [Se cita 1 Juan 1:1- 3].
Todo este capítulo rebosa de esforzado valor, de esperanza, fe y certeza. Debido a este
testimonio, tan asombroso para los que deseaban olvidar a Cristo y odiaban al Redentor
crucificado a quien habían rechazado, era por lo que querían que estuviera fuera del
alcance de sus oídos, para que sus palabras no fueran más un testigo contra sus hechos
impíos al crucificar al Señor de la gloria. Pero no podían poner a Juan en ningún lugar
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donde no pudiera encontrarlo su Señor y Salvador Jesucristo.
Los siervos de Cristo que son leales y fieles quizá no sean reconocidos ni honrados
por los hombres..., pero el señor los honra. No serán olvidados por Dios. Los
honrará mediante su presencia porque han sido hallados leales y fieles. Los que han
envejecido en la causa y la obra de Dios tienen una experiencia de gran valor para la
iglesia. Dios honra a sus siervos que han envejecido en su servicio. Las más gloriosa
verdades de los últimos capítulos de la historia de esta tierra fueron dadas al anciano
discípulos a quien Jesús amaba (MS 109, 1897).

7CBA:966-967. Juan fue dejado a solas con Dios y su fe en la escabrosa y desolada isla.
Aquí, entre las rocas y los acantilados, estuvo en comunión con su Hacedor. Repasó su
vida pasada, y ante el pensamiento de las bendiciones que había recibido de manos de
Dios, la paz llenó su corazón. Había vivido la vida de un cristiano, y podía decir con fe:
"Mi alma está bien". No así el emperador que lo había desterrado, pues al mirar atrás
sólo podía ver campos de batallas y carnicerías, hogares desolados, viudas sollozantes y
huérfanos, como resultado de su ambicioso deseo de preeminencia (MS 99, 1902).

HAp:455-456. Juan fue echado en una caldera de aceite hirviente; pero el Señor
preservó la vida de su fiel siervo, así como protegió a los tres hebreos en el horno de
fuego. Mientras se pronunciaban las palabras: Así perezcan todos los que creen en ese
engañador, Jesucristo de Nazaret, Juan declaró: Mi Maestro se sometió pacientemente a
todo lo que hicieron Satanás y sus ángeles para humillarlo y torturarlo. Dio su vida para
salvar al mundo. Me siento honrado de que se me permita sufrir por su causa. Soy un
hombre débil y pecador. Solamente Cristo fue santo, inocente e inmaculado. No
cometió pecado, ni fue hallado engaño en su boca.
Estas palabras tuvieron su influencia, y Juan fue retirado de la caldera por los mismos
hombres que lo habían echado en ella.
Nuevamente la mano de la persecución cayó pesadamente sobre el apóstol. Por
decreto del emperador, fue desterrado a la isla de Patmos, condenado "por la
palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo." (Apocalipsis 1: 9.) Sus enemigos
pensaron que allí no se haría sentir más su influencia, y que finalmente moriría de
penurias y angustia.
Patmos, una isla árida y rocosa del mar Egeo, había sido escogida por las
autoridades romanas para desterrar allí a los criminales; pero para el siervo de
Dios esa lóbrega residencia llegó a ser la puerta del cielo. Allí, alejado de las
bulliciosas actividades de la vida, y de sus intensas labores de años anteriores,
disfrutó de la compañía de Dios, de Cristo y de los ángeles del cielo, y de ellos
recibió instrucciones para guiar a la iglesia de todo tiempo futuro. Le fueron
bosquejados los acontecimientos que se verificarían en las últimas escenas de la historia
del mundo; y allí escribió las visiones que recibió de Dios. Cuando su voz no pudiera
testificar más de Aquel a quien amó y sirvió, los mensajes que se le dieron en aquella
costa estéril iban a alumbrar como una lámpara encendida, anunciando el seguro
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propósito del Señor acerca de cada nación de la tierra.

HAp:459-460. En todos los tiempos los testigos señalados por Dios se han expuesto al
vituperio y la persecución por amor a la verdad. José fue calumniado y perseguido
porque mantuvo su virtud e integridad. David, el mensajero escogido de Dios, fue
perseguido por sus enemigos como una fiera. Daniel fue echado al foso de los leones
porque se mantuvo fiel al cielo. Job fue privado de sus posesiones terrenales y estuvo tan
enfermo que le aborrecieron sus parientes y amigos; pero aun así mantuvo su integridad.
Jeremías no pudo ser disuadido de decir las palabras que Dios le había ordenado hablar;
y su testimonio enfureció tanto al rey y a los príncipes que le echaron en una inmunda
mazmorra. Esteban fue apedreado porque predicó a Cristo y su crucifixión. Pablo fue
encarcelado, azotado con varas, apedreado y finalmente muerto porque fue un fiel
mensajero de Dios a los gentiles. Y Juan fue desterrado a la isla de Patmos "por la
palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo".

6T:59. Al apóstol Juan en la isla de Patmos fueron reveladas las cosas que Dios
deseaba que el pueblo recibiera. Estúdiense estas revelaciones. Aquí hay temas
dignos de nuestra contemplación, lecciones amplias y exhaustas que las huestes
angélicas ahora están procurando comunicar. Meditad en la vida y el carácter de
Cristo, y estúdiese su obra intercesora. Aquí hay sabiduría infinita, amor infinito, justicia
infinita, y misericordia infinita. Aquí existen profundidades y alturas, longitudes, y
anchuras para nuestra consideración. Lapiceros innumerables han sido empleados para
presentar al mundo la vida, el carácter, y la obra intercesora de Cristo, y no obstante toda
mente, mediante la cual el Espíritu Santo ha trabajado, ha presentado estos temas en una
luz que es nueva y con vida.
Deseamos llevar al pueblo a un entendimiento de lo que Cristo significa para ellos y
cuales son las responsabilidades que se les pide aceptar en él. Como sus representantes y
testigos, nosotros mismos necesitamos llegar a un pleno entendimiento de las verdades
salvadoras obtenidas mediante un conocimiento experimental.

9T:61-62. Nuestros obreros ahora deben ser animados a dedicar su primordial atención a
libros que tratan con las evidencias de nuestra fe—libros que enseñan las doctrinas de la
Biblia y que prepararán a un pueblo para estar de pie en los tiempos de prueba ante
nosotros. Habiendo traído a un pueblo al alumbramiento de la verdad mediante trabajo
piadoso en instrucción bíblica, y mediante un uso sabio de nuestras publicaciones,
hemos de enseñarles a ser obreros en palabra y doctrina. Hemos de animarlos a
dispersar los libros que tratan con temas bíblicos---libros cuya enseñanza preparará a
un pueblo para estar de pie, teniendo sus lomos ceñidos con la verdad y sus lámparas
encendidas.
Hemos estado durmiendo, como si lo fuera, tocante a la obra que se puede lograr
mediante la circulación de literatura bien preparada. Prediquemos ahora,
mediante el uso sabio de revistas y libros, la palabra con determinada energía para
Pág. 43
que el mundo entienda el mensaje que Cristo dio a Juan en la isla de Patmos. Que
cada inteligencia humana que profesa el nombre de Cristo diga: “el fin de todas las cosas
está cerca; preparaos para venir al encuentro de vuestro Dios”.

HAp:464. Fue en esa hora crítica de la historia de la iglesia cuando Juan fue sentenciado
al destierro. Nunca antes había necesitado la iglesia su voz como ahora. Casi todos sus
anteriores asociados en el ministerio habían sufrido el martirio. El remanente de los
creyentes sufría una terrible oposición. Según todas las apariencias, no estaba distante el
día cuando los enemigos de la iglesia de Cristo triunfarían.
Pero la mano del Señor se movía invisiblemente en las tinieblas. En la providencia de
Dios, Juan fue colocado en un lugar donde Cristo podía darle una maravillosa revelación
de sí mismo y de la verdad divina para la iluminación de las iglesias.
Los enemigos de la verdad confiaban que al mantener a Juan en el destierro, silenciarían
para siempre la voz de un fiel testigo de Dios; pero en Patmos, el discípulo recibió un
mensaje cuya influencia continuaría fortaleciendo a la iglesia hasta el fin del tiempo.
Aunque no se libraron de la responsabilidad de su mala acción, los que desterraron a
Juan llegaron a ser instrumentos en las manos de Dios para realizar los propósitos del
Cielo; y el mismo esfuerzo para extinguir la luz destacó vívidamente la verdad.

HAp:469-470. Por medio de uno que se declaró ser "hermano, y participante en la


tribulación" (Apoc. 1:9), Cristo reveló a su iglesia las cosas que ella debía sufrir por
su causa. Al penetrar con su vista a través de largos siglos de tinieblas y superstición, el
anciano desterrado vio a multitudes sufrir el martirio por causa de su amor hacia la
verdad. Pero también vio que Aquel que sostuvo a sus primeros testigos, no olvidaría a
sus fieles seguidores durante los siglos de persecución que debían venir antes del fin del
tiempo. "No tengas ningún temor de las cosas que has de padecer -declara el Señor,- He
aquí, el diablo ha de enviar algunos de vosotros a la cárcel, para que seáis probados, y
tendréis tribulación... Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida." (Apoc.
2:10).

HAp:477. Uno tras otro, los primeros edificadores cayeron a mano del enemigo.
Esteban fue apedreado; Santiago, muerto por la espada; Pablo, decapitado; Pedro,
crucificado; Juan, desterrado. A pesar de ello la iglesia crecía. Nuevos obreros
tomaban el lugar de los que caían, y piedra tras piedra se colocaba en el edificio. Así,
lentamente se levantaba el templo de la iglesia de Dios.
Siglos de fiera persecución siguieron al establecimiento de la iglesia cristiana, pero
nunca faltaron hombres que consideraban la edificación del templo más preciosa que su
propia vida. De los tales se escribió: "Otros experimentaron vituperios y azotes; y a más
de esto prisiones y cárceles; fueron apedreados, aserrados, tentados, muertos a cuchillo,
anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres,
angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; perdidos Por los
desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra." (Heb. 11:36-
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38).

CE:201. Nuestros periódicos contienen verdades bíblicas benditas y salvadoras. Muchas


personas pueden contribuir a la venta de nuestros periódicos (3JT:313. Año 1909).
Hemos estado dormidos, por así decirlo, con respecto a la obra que debe hacerse por
medio de la circulación de publicaciones bien preparadas. Prediquemos ahora la
palabra, por el uso inteligente de revistas y libros, con energía resuelta, a fin de que
el mundo comprenda el mensaje que Cristo le dio a Juan en la Isla de Patmos. Que
toda inteligencia humana que profesa el nombre de Cristo testifique: El fin de todas las
cosas está cerca; preparaos para encontrarnos con Dios (RH, 30-07-1908)

DTG:623. "El que me ama, será amado de mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a


él." Jesús leía el futuro de sus discípulos. Veía a uno llevado al cadalso, otro a la
cruz, otro al destierro entre las solitarias rocas del mar, otros a la persecución y la
muerte. Los animó con la promesa de que en toda prueba estaría con ellos. Esta
promesa no ha perdido nada de su fuerza. El Señor sabe todo lo relativo a los fieles
siervos suyos que por su causa están en la cárcel o desterrados en islas solitarias. Él
los consuela con su propia presencia. Cuando por causa de la verdad, el creyente está
frente a tribunales inicuos, Cristo está a su lado. Todos los oprobios que caen sobre él,
caen sobre Cristo. Cristo vuelve a ser condenado en la persona de su discípulo. Cuando
uno está encerrado entre las paredes de la cárcel, Cristo arroba el corazón con su amor.
Cuando uno sufre la muerte por causa suya, Cristo dice: "Yo soy... el que vivo, y he sido
muerto; y he aquí que vivo por siglos de siglos... Y tengo las llaves del infierno y de la
muerte." La vida que es sacrificada por mí se conserva para llegar a disfrutar la gloria
eterna.
En toda ocasión y lugar, en todas las tristezas y aflicciones, cuando la perspectiva parece
sombría y el futuro nos deja perplejos y nos sentimos impotentes y solos, se envía el
Consolador en respuesta a la oración de fe. Las circunstancias pueden separarnos de
todo amigo terrenal, pero ninguna circunstancia ni distancia puede separarnos del
Consolador celestial. Dondequiera que estemos, dondequiera que vayamos, esta
siempre a nuestra diestra para apoyarnos, sostenernos y animarnos.

Ed:86. De los doce discípulos, cuatro iban a desempeñar una parte importante, cada uno
en su esfera. Previendo todo, Cristo les enseñó para prepararlos. Santiago, destinado a
morir pronto decapitado; Juan, su hermano, que por más tiempo seguiría a su
Maestro en trabajos y persecuciones; Pedro, el primero que derribaría barreras
seculares y enseñaría al mundo pagano; y Judas, que en el servicio era capaz de
sobrepasar a sus hermanos, y sin embargo abrigaba en su alma propósitos cuyos frutos
no vislumbraba. Tales fueron los objetos de la mayor solicitud de Cristo, y los que
recibieron su instrucción más frecuente y cuidadosa.

Ev:93. Al apóstol Juan, en la isla de Patmos, se le revelaron las cosas que Dios
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quería que él transmitiera a su pueblo. Estudiad esas revelaciones. Ellas contienen
temas dignos de nuestra contemplación, lecciones amplias y abarcantes, que toda la
hueste angélica ahora está procurando comunicarnos. Contemplad la vida y el carácter
de Cristo, y estudiad su obra de mediación. Contienen sabiduría infinita, amor infinito,
justicia infinita y misericordia infinita. Contienen profundidades y alturas, longitudes y
anchuras, para nuestra consideración. Innumerables plumas se han ocupado en la
presentación al mundo de la vida, el carácter y la obra mediadora de Cristo; sin
embargo, cada mente por medio de la cual el Espíritu Santo ha obrado, ha presentado
estos temas con un nuevo enfoque, de acuerdo con la mente y el espíritu del instrumento
humano. . .

PE:230-231. Se me transportó a la era apostólica y se me mostró que Dios había


confiado una obra especial a su amado discípulo Juan. Satanás quiso impedir esta obra e
indujo a sus siervos a que matasen a Juan; pero Dios le libró milagrosamente por medio
de su ángel. Todos cuantos presenciaron el gran poder de Dios en la liberación de Juan,
quedaron atónitos, y muchos se convencieron de que Dios estaba con él, y que era
verdadero el testimonio que daba de Jesús. Quienes trataban de matarlo temieron
atentar de nuevo contra su vida, y le fue permitido seguir sufriendo por Jesús.
Finalmente sus enemigos le acusaron calumniosamente y fue desterrado a una isla
solitaria, donde el Señor envió a su ángel para revelarle eventos que iban a suceder
en la tierra y la condición de la iglesia hasta el tiempo del fin, sus apostasías y la
posición que ocuparía si agradaba a Dios y obtenía la victoria final.
El ángel del cielo llegóse majestuosamente a Juan, reflejando en su semblante la excelsa
gloria de Dios. Reveló a Juan escenas de profundo y conmovedor interés en la historia
de la iglesia de Dios, y le presentó los conflictos peligrosos que habrían de sufrir los
discípulos de Cristo. Juan los vio atravesando durísimas pruebas en que se
fortalecían y purificaban para triunfar por fin victoriosa y gloriosamente salvados
en el reino de Dios. El aspecto del ángel rebosaba de gozo y refulgía extremadamente
mientras mostraba a Juan el triunfo final de la iglesia de Dios. Al contemplar el apóstol
la liberación final de la iglesia, quedó arrobado por la magnificencia del espectáculo, y
con profunda reverencia y pavor postróse a los pies del ángel para adorarle. El
mensajero celestial lo alzó instantáneamente del suelo y suavemente le reconvino
diciendo: "Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el
testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la
profecía." Después el ángel le mostró a Juan la ciudad celestial en todo su esplendor y
refulgente gloria; y él, absorto y abrumado, olvidándose de la anterior reconvención del
ángel, postróse de nuevo a sus pies para adorarle. También esta vez le reconvino el
ángel, diciéndole: "Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los
profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios."

FE:109. Existe el peligro de que el obrero inexperto, mientras procura calificarse para la
obra, se sienta competente para ubicarse en cualquier clase de posición, donde diversos
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vientos de doctrina le rodean. Esto él no puede hacer sin hacer peligrar su alma. Si
pruebas y tentaciones le sobrevienen, el Señor dará fuerzas para vencerlas; pero cuando
alguno se ubica en el camino de la tentación, a menudo sucede que Satanás mediante sus
agentes propone sus sentimientos de tal manera como para confundir y desestabilizar la
mente. Mediante la comunión con Dios y un cerrado escudriñamiento de las Escrituras,
el obrero debe cabalmente establecerse antes de entrar tiempo completo en la obra de
enseñar a otros. Juan el discípulo amado, fue exiliado a la solitaria Patmos para que
estuviera separado de toda agitación, y aun de la obra que él tanto amaba, para
que el Señor pudiera estar en comunión con él y abrir ante su siervo las escenas
finales de la historia de este mundo. Fue en el desierto donde Juan el Bautista aprendió
el mensaje que habría de llevar, para preparar el camino de Aquel que habría de venir.

OE:18. Los siervos de Dios no reciben honores ni reconocimiento del mundo. Esteban
fue apedreado porque predicaba a Cristo y Cristo crucificado. Pablo fue encarcelado,
azotado, apedreado y finalmente muerto, porque era un fiel mensajero de Dios a los
gentiles. Los siervos de Dios no reciben honores ni reconocimiento del mundo. Esteban
fue apedreado porque predicaba a Cristo y Cristo crucificado. Pablo fue encarcelado,
azotado, apedreado y finalmente muerto, porque era un fiel mensajero de Dios a los
gentiles. El apóstol Juan fue desterrado a la isla de Patmos, "por la palabra de Dios
y el testimonio de Jesucristo."* Estos ejemplos humanos de constancia en la fuerza
del poder divino, son para el mundo un testimonio de la fidelidad de Dios a sus
promesas, de su constante presencia y gracia sostenedora.

OE:80. El que está tratando de obtener calificaciones para ocuparse en la sagrada obra
de Dios debe cuidar de no colocarse en el terreno del enemigo. Más bien, debe elegir la
sociedad de aquellos que le ayudarán a obtener conocimiento divino. Dios permitió que
Juan, el discípulo amado, fuese desterrado a Patmos, donde estuvo separado del
bullicio y disensión del mundo, apartado de toda influencia externa, y aun de la
obra que él amaba. Entonces pudo el Señor comulgar con él, y revelarle las escenas
finales de la historia de este mundo. Juan el Bautista se estableció en el desierto, para
recibir allí de Dios el mensaje que había de proclamar, -un mensaje que había de
preparar el camino de Aquel que vendría.
En cuanto podamos, debemos rehuír toda influencia que pueda tender a distraer la mente
de la obra de Dios. Y especialmente los que son jóvenes en la fe y experiencia deben
cuidar de no exponerse, confiados en sí mismos, a la tentación.
Aquellos que quieran emprender debidamente la obra, sentirán la necesidad de que Jesús
esté con ellos a cada paso, y considerarán la cultura de la mente y de los modales como
un deber para consigo mismos y requerido por Dios, -un deber que es esencial para el
éxito de la obra.

SpM:482. Si veo que los que están en posiciones de responsabilidad descuidan a los
ministros ancianos, debo presentar el asunto a aquellos cuyo deber es cuidarlos. Los
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ministros que han realizado fielmente su obra no han de ser olvidados ni descuidados
cuando se quebrante su salud. Nuestras asociaciones no han de descuidar las necesidades
de los que han llevado las responsabilidades de la obra. Después de que Juan había
envejecido en el servicio del Señor fue desterrado a Patmos. Y en esa isla solitaria
recibió más comunicaciones del cielo que las que había recibido durante el resto de
su vida.

SL:72. Patmos, una isla desértica y sin vida en el Mar Ageo, había sido escogida por
el gobierno romano como lugar de destierro para criminales. Pero para el siervo de
Dios esta sombría vivienda probó ser el portal del cielo. Él fue apartado de las
agitadas escenas de la vida y de labor activa como evangelista, pero no fue excluido
de la presencia de Dios. En su solitaria habitación podía conversar con el Rey de
reyes y estudiar más de cerca las manifestaciones del poder divino en el libro de la
naturaleza y las páginas de inspiración. De deleitaba en meditar sobre la gran obra de
la creación y en adorar el poder del Arquitecto Divino. En años pasados había visto los
paisajes de arboladas lomas, verdes valles, y fructíferos llanos; y en todas las bellezas de
la naturaleza se había gozado en trazar la sabiduría y el ingenio del Creador. Ahora
estaba rodeado de escenas que a muchos les parecerían sombrías y de poco interés. Pero
para Juan no era lo contrario. Él podía leer las lecciones más importantes en las piedras
rasposas y sin atracción, los misterios de las grandes profundidades, y las glorias del
firmamento. Para él todo llevaba la impresión del poder divino y declaraba su gloria.

CS:394-395. Lo que los discípulos habían anunciado en nombre de su Señor, era exacto
en todo sentido, y los acontecimientos predichos estaban realizándose en ese mismo
momento. "Se ha cumplido el tiempo, y se ha acercado el reino de Dios," había sido el
mensaje de ellos. Transcurrido "el tiempo" -las sesenta y nueve semanas del capítulo
noveno de Daniel, que debían extenderse hasta el Mesías, "el Ungido"- Cristo había
recibido la unción del Espíritu después de haber sido bautizado por Juan en el Jordán, y
el "reino de Dios" que habían declarado estar próximo, fue establecido por la
muerte de Cristo. Este reino no era un imperio terrenal como se les había enseñado
a creer. No era tampoco el reino venidero e inmortal que se establecerá cuando "el
reino, y el dominio, y el señorío de los reinos por debajo de todos los cielos, será
dado al pueblo de los santos del Altísimo;" ese reino eterno en que "todos los
dominios le servirán y le obedecerán a él". (Dan. 7:27, V.M.) La expresión "reino
de Dios," tal cual la emplea la Biblia, significa tanto el reino de la gracia como el de
la gloria. El reino de la gracia es presentado por San Pablo en la Epístola a los Hebreos.
Después de haber hablado de Cristo como del intercesor que puede "compadecerse de
nuestras flaquezas," el apóstol dice: "Lleguémonos pues confiadamente al trono de la
gracia, para alcanzar misericordia, y hallar gracia." (Heb. 4:16). El trono de la gracia
representa el reino de la gracia; pues la existencia de un trono envuelve la existencia de
un reino. En muchas de sus parábolas, Cristo emplea la expresión, "el reino de los
cielos," para designar la obra de la gracia divina en los corazones de los hombres.
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7CBA:966. Después de que Juan envejeció en el servicio del Señor, fue desterrado a
Patmos. Y en esa isla solitaria recibió más comunicaciones procedentes del ciclo que las
que había recibido durante toda su existencia (RH, 26-07-1906).
El anciano representante de Cristo fue desterrado para que su testimonio no fuera
escuchado más, pues era un poder viviente de parte de la justicia; pero aunque
estaba separado de sus hermanos, fue visitado por Cristo, a quien no había visto desde la
ascensión (RH, 16-05-1899).

4T:525. Aquellos que se conectan de cerca con Cristo quizás no puedan ser prósperos
en las cosas de esta vida; a menudo podrán ser severamente probados y afligidos. José
fue acusado falsamente y perseguido porque preservó en su virtud e integridad. David,
ese escogido mensajero de Dios, fue perseguido como bestia de caza por sus impíos
enemigos. Daniel fue echado a la fosa de los leones por ser leal y por no ceder en su
fidelidad a Dios. Job fue privado de sus posesiones terrenales y afligido en su cuerpo de
tal forma que lo aborrecieron sus familiares y amigos, preservando, no obstante, su
integridad y fidelidad a Dios. Jeremías diría las palabras que Dios le mandó, y su claro
testimonio causó tanta ira al rey y los príncipes que fue echado a la insalubre fosa.
Esteban fue apedreado por predicar a Cristo y a Él crucificado. Pablo fue encarcelado,
azotado con hierros, apedreado, y finalmente puesto a muerte por ser un fiel mensajero
llevando el evangelio a los gentiles. El amado Juan fue desterrado a la isla de Patmos
“por la palabra de Dios, y por el testimonio de Cristo Jesús”.

CS:84. Las persecuciones que por muchos siglos cayeron sobre esta gente temerosa de
Dios fueron soportadas por ella con una paciencia y constancia que honraban a su
Redentor. No obstante las cruzadas lanzadas contra ellos y la inhumana matanza a que
fueron entregados, siguieron enviando a sus misioneros a diseminar la preciosa verdad.
Se los buscaba para darles muerte; y con todo, su sangre regó la semilla sembrada, que
no dejó de dar fruto. De esta manera fueron los valdenses testigos de Dios siglos antes
del nacimiento de Lutero. Esparcidos por muchas tierras, arrojaron la semilla de la
Reforma que brotó en tiempo de Wiclef, se desarrolló y echó raíces en días de
Lutero, para seguir creciendo hasta el fin de los tiempos mediante el esfuerzo de
todos cuantos estén listos para sufrirlo todo "a causa de la Palabra de Dios y del
testimonio de Jesús." (Apoc. 1:9, V.M.)

CS:84. Las persecuciones que por muchos siglos cayeron sobre esta gente temerosa de
Dios fueron soportadas por ella con una paciencia y constancia que honraban a su
Redentor. No obstante las cruzadas lanzadas contra ellos y la inhumana matanza a que
fueron entregados, siguieron enviando a sus misioneros a diseminar la preciosa verdad.
Se los buscaba para darles muerte; y con todo, su sangre regó la semilla sembrada, que
no dejó de dar fruto. De esta manera fueron los valdenses testigos de Dios siglos antes
del nacimiento de Lutero. Esparcidos por muchas tierras, arrojaron la semilla de la
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Reforma que brotó en tiempo de Wiclef, se desarrolló y echó raíces en días de
Lutero, para seguir creciendo hasta el fin de los tiempos mediante el esfuerzo de
todos cuantos estén listos para sufrirlo todo "a causa de la Palabra de Dios y del
testimonio de Jesús." (Apoc. 1:9, V.M.)

CS:314. "En donde también el Señor de ellos fue crucificado." En Francia se cumplió
también este rasgo de la profecía. En ningún otro país se había desarrollado tanto el
espíritu de enemistad contra Cristo. En ninguno había hallado la verdad tan acerba y
cruel oposición. En la persecución con que Francia afligió a los que profesaban el
Evangelio, crucificó también a Cristo en la persona de sus discípulos.
Siglo tras siglo la sangre de los santos había sido derramada. Mientras los
valdenses sucumbían en las montañas del Piamonte "a causa de la Palabra de Dios
y del testimonio de Jesús," sus hermanos, los albigenses de Francia, testificaban de
la misma manera por la verdad. En los días de la Reforma los discípulos de ésta habían
sucumbido en medio de horribles tormentos. Reyes y nobles, mujeres de elevada
alcurnia, delicadas doncellas, la flor y nata de la nación, se habían recreado viendo las
agonías de los mártires de Jesús. Los valientes hugonotes, en su lucha por los derechos
más sagrados al corazón humano, habían derramado su sangre en muchos y rudos
combates. Los protestantes eran considerados como fuera de la ley; sus cabezas eran
puestas a precio y se les cazaba como a fieras.

OE:18. Los siervos de Dios no reciben honores ni reconocimiento del mundo. Esteban
fue apedreado porque predicaba a Cristo y Cristo crucificado. Pablo fue encarcelado,
azotado, apedreado y finalmente muerto, porque era un fiel mensajero de Dios a los
gentiles. El apóstol Juan fue desterrado a la isla de Patmos, "por la palabra de Dios
y el testimonio de Jesucristo." Estos ejemplos humanos de constancia en la fuerza
del poder divino, son para el mundo un testimonio de la fidelidad de Dios a sus
promesas, de su constante presencia y gracia sostenedora.

MC:388-389. Si no os sentís de buen ánimo y alegres, no habléis de ello. No arrojéis


sombra sobre la vida de los demás. Una religión fría y desolada no atrae nunca almas a
Cristo. Las aparta de él para empujarlas a las redes que Satanás tendió ante los pies de
los descarriados. En vez de pensar en vuestros desalientos, pensad en el poder a que
podéis aspirar en el nombre de Cristo. Aférrese vuestra imaginación a las cosas
invisibles. Dirigid vuestros pensamientos hacia las manifestaciones evidentes del gran
amor de Dios por vosotros. La fe puede sobrellevar la prueba, resistir a la tentación y
mantenerse firme ante los desengaños. Jesús vive y es nuestro abogado. Todo lo que su
mediación nos asegura es nuestro.
¿No creéis que Cristo aprecia a los que viven enteramente para él? ¿No pensáis que
visita a los que, como el amado Juan en el destierro, se encuentran por su causa en
situaciones difíciles? Dios no consentirá en que sea dejado solo uno de sus fieles
obreros, para que luche con gran desventaja y sea vencido. Él guarda como preciosa
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joya a todo aquel cuya vida está escondida con Cristo en él. De cada uno de ellos dice:
"Ponerte he como anillo de sellar: porque yo te escogí." (Hageo 2:23).
Hablad por tanto de las promesas; hablad de la buena voluntad de Jesús para bendecir.
No nos olvida ni un solo instante. Cuando, a pesar de circunstancias desagradables,
sigamos confiados en su amor y unidos íntimamente con él, el sentimiento de su
presencia nos inspirará un gozo profundo y tranquilo. Acerca de sí mismo Cristo dijo:
"Nada hago de mí mismo; mas como el Padre me enseñó, esto hablo. Porque el que me
envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre; porque yo, lo que a él agrada, hago
siempre". (Juan 8:28-29).

HHD:262. El Señor considera de supremo valor la santidad de su pueblo, y permite que


sobrevengan reveses sobre individuos, familias e iglesias, con el propósito de que su
pueblo pueda discernir el peligro en que se halla y se sienta inducido a humillar su
corazón en arrepentimiento delante de él. Tratará con ternura a los que yerran. Les
dirigirá palabras de perdón y los vestirá con el manto de la justicia de Cristo. Los
honrará con su presencia. Hoy, en el gran día de la expiación, es nuestro deber confesar
nuestros pecados y reconocer la misericordia y el amor de Dios al perdonar nuestras
transgresiones. Agradezcamos a Dios por las amonestaciones que nos ha dado para
salvarnos de nuestros perversos caminos. Ofrezcamos un testimonio de su bondad
manifestando un cambio en nuestra vida. Si se arrepienten aquellos a quienes el Señor
ha enviado reprensiones, advirtiéndoles por ese medio que no estáis andando por el
camino que él trazó, y con humildad y contrición de corazón confiesan su falta, de cierto
que podrán contar otra vez con el favor del Señor . . .
Una gran hora de prueba está ante nosotros. Tócanos pues emplear todas nuestras
capacidades y dones para contribuir al progreso de la obra de Dios. Hemos de emplear
todos los talentos que Dios nos ha dado para construir, no para desanimar y derribar...
En todos los períodos de la historia de la iglesia, los mensajeros escogidos por Dios
se han expuesto al vituperio y la persecución por causa de la verdad. Pero
dondequiera se vean obligados a ir sus discípulos, aun cuando, como el discípulo
amado, sean desterrados a una isla solitaria, Cristo sabrá dónde están y los
fortalecerá y bendecirá, llenándolos de paz y gozo. GCB, T3, 1900.

9T:227-228. Cercano está el tiempo cuando los que proclaman la verdad serán
perseguidos. La perspectiva no es halagüeña; pero no deben cesar nuestros esfuerzos en
favor de los que van a perecer, y por cuyo rescate dio su preciosa vida el Príncipe del
cielo. Cuando un medio fracasa, probemos con otro. Pongamos vida en nuestros
esfuerzos. Trabajemos por Dios entretanto la vida nos es concedida. En todas las
épocas de la historia, los mensajeros de Dios han estado expuestos al oprobio y a las
persecuciones por causa de la verdad. Pero dondequiera que los hijos de Dios estén
obligados a ir, aun si son desterrados a las islas desiertas, como lo estuvo el
discípulo amado, Cristo sabrá donde están; él los confirmará y los bendecirá; los
llenará de paz y de alegría.
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SL:69-72. El más acérrimo odio fue incitado contra Juan a causa de su firme posición en
la causa de Cristo. Él fue el último sobreviviente de los discípulos que estuvieron
íntimamente conectados con Jesús, y sus enemigos decidieron que su testimonio debía
ser silenciado. Si esto pudiera lograrse, ellos pensaron que la doctrina de Cristo no se
esparciría; y si tratado con severidad, pronto podría se extinguida del mundo. Así fue
como Juan fue llamado a comparecer en Roma para dar razón de su fe. Sus doctrinas
fueron tergiversadas. Testigos falsos lo acusaron como elemento de conspiración,
enseñando públicamente doctrinas que derrocarían a la nación.
El apóstol presentó su fe en forma clara y convincente, con tal sencillez y candor que sus
palabras tuvieron un poderoso efecto. Sus oyentes quedaron atónitos ante su sabiduría y
elocuencia. Pero cuanto más convincente su testimonio, cuanto más profundo el odio de
los que se oponían a la verdad. El emperador se llenó de ira, y blasfemó el nombre de
Dios y el de Cristo. Él no podía convertir el razonamiento del apóstol ni igualar el poder
que atendía las palabras de verdad, y se propuso silenciar a su fiel abogado.
Aquí vemos cuan duro el corazón llega a ser cuando se fija obstinadamente contra los
propósitos de Dios. Los enemigos de la iglesia determinaron sostener su orgullo y
poder ante el pueblo. Mediante el decreto del emperador, Juan fue desterrado a la
isla de Patmos, condenado, como él nos dice, “por la palabra de Dios, y por el
testimonio de Cristo Jesús” (Apoc. 1:9). Pero los enemigos de Cristo fracasaron
rotundamente en su propósito de acallar a su fiel testigo. Desde su lugar de exilio
viene la voz del apóstol, alcanzando aun hasta el fin del tiempo, proclamando las
verdades más animadoras jamás presentadas a mortales.

6T:128. Cuando Juan fue separado de aquellos que amaba, y llevado a la solitaria
Patmos, Cristo sabía donde encontrar a su fiel testigo. Juan dijo: “Yo Juan, quien
también es vuestro hermano, y compañero en tribulación, y en el reino y paciencia
de Cristo Jesús, estuve en la isla que es llamada Patmos, por la palabra de Dios y
por el testimonio de Cristo Jesús.

PP:122. En su providencia, el Señor proporcionó esta prueba a Abrahán para enseñarle


lecciones de sumisión, paciencia y fe, lecciones que habían de conservarse por escrito
para beneficio de todos los que posteriormente iban a ser llamados a soportar
aflicciones. Dios dirige a sus hijos por senderos que ellos desconocen; pero no olvida ni
desecha a los que depositan su confianza en él. Permitió que Job fuese atribulado pero
no le abandonó. Consintió en que el amado Juan fuese desterrado a la solitaria isla
de Patmos, pero el Hijo de Dios le visitó allí, y pudo ver escenas de gloria inmortal.
Dios permite que las pruebas asedien a los suyos, para que mediante su constancia y
obediencia puedan enriquecerse espiritualmente, y para que su ejemplo sea una fuente
de poder para otros. "Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice
Jehová, pensamientos de paz, y no de mal". (Jer. 29:11). Los mismos sufrimientos que
prueban más severamente nuestra fe, y que nos hacen pensar que Dios nos ha olvidado,
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sirven para llevarnos más cerca de Cristo, para que echemos todas nuestras cargas a sus
pies, y para que sintamos la paz que nos ha de dar en cambio.

8T:17. A nosotros también se dirige la promesa de la presencia permanente de Cristo.


El transcurso del tiempo no ha cambiado la promesa que hizo al partir. Él está con
nosotros hoy tan ciertamente como estuvo con los discípulos, y estará con nosotros
"hasta el fin."
"Id a predicar el Evangelio a todas las naciones -nos dice el Salvador,- para que puedan
llegar a ser hijos de Dios. Os acompaño en esta obra, enseñándoos, guiándoos, y
fortaleciéndoos, dándoos éxito en vuestra obra impregnada de abnegación y sacrificio.
Obraré en los corazones, convenciéndolos de pecado y apartándolos de las tinieblas a la
luz, de la desobediencia a la justicia. En mi luz verán luz. Arrostraréis los agentes
satánicos; pero confiad en mí. Nunca os faltaré."
¿No pensáis que Cristo aprecia a los que viven totalmente para él? ¿No pensáis que él
visita a los que, como el amado Juan, se hallan por su causa en condiciones penosas
y difíciles? Él encuentra a sus fieles, mantiene comunión con ellos, los alienta y los
fortalece. Y los ángeles de Dios, excelsos en fortaleza, son enviados por Dios a
ministrar a sus obreros humanos que predican la verdad a los que no la conocen.

Versículo 10. “En un día del Señor caí en éxtasis, y oí detrás de mí una fuerte voz como
de trompeta”.

HAp:464-465. Fue en un sábado cuando la gloria del Señor se manifestó al


desterrado apóstol. Juan observaba el sábado tan reverentemente en Patmos como
cuando predicaba al pueblo de las aldeas y ciudades de Judea. Se aplicaba las
preciosas promesas que fueron dadas respecto a ese día. "Yo fui en Espíritu en el día del
Señor -escribió Juan,- y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, que decía: Yo
soy el Alpha y Omega, el primero y el último... Y me volví a ver la voz que hablaba
conmigo: y vuelto, vi siete candeleros de oro; y en medio de los siete candeleros, uno
semejante al Hijo del hombre". (Apoc. 1:10-13).
6T:128. El día del Señor es el séptimo día, el sábado de la creación. En el día que
Dios santificó y bendijo, Cristo indicó “mediante su ángel a su siervo Juan” las
cosas que habrían de suceder antes del fin de la historia de este mundo, y él desea
que lleguemos a ser inteligentes tocante a las mismas.

7CBA:967. El sábado que Dios instituyó en el Edén era tan precioso para Juan en
la solitaria isla como cuando estaba con sus compañeros en ciudades y pueblos. Las
preciosas promesas que Cristo había dado acerca de ese día eran repetidas por Juan, y las
reclamaba como suyas. Para él era la señal de que Dios era suyo... El Salvador
resucitado hizo conocer su presencia a Juan en el día sábado. [Se cita Apoc. 1: 10- 1 3,
17-18.]
La persecución sufrida por Juan se convirtió en un medio de gracia. Patmos
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resplandeció con la gloria del Salvador resucitado. Juan había visto a Cristo en forma
humana, con las señales de los clavos que siempre serán su gloria, en las manos y en los
pies. Ahora se le permitía contemplar de nuevo a su Señor resucitado, revestido con
toda la gloria que un ser humano pudiese contemplar sin perder la vida. ¡Qué sábado
fue aquel para el solitario desterrado, siempre precioso a la vista de Cristo, pero
ahora honrado más que nunca! Nunca había aprendido tanto de Jesús, nunca había
oído verdades tan sublimes (YI, 05-04-1900).

HS:244. Hace mil ochocientos años la voz de Jesús, clara y distinta, como el sonido
de la trompeta, se hizo sentir a la multitud cansada y sedienta en las cortes del
templo: “Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba.” “El que beba del agua que yo le
daré nunca más tendrá sed; pero el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que
salte para vida eterna.” ¡O que la voz de Jesús alcanzara los adormecidos sentidos de
este pueblo! ¡O que pudieran sentir su verdadera necesidad, y reconocer cuánto
Jesús está dispuesto y listo para hacer por ellos!

PP:352. No está lejos el tiempo en que Dios se levantará para vindicar su autoridad
agraviada. "He aquí que Jehová sale de su lugar, para visitar la maldad del morador de la
tierra contra él." (Isa. 26:21). "¿Quién podrá sufrir el tiempo de su venida? ¿O quién
podrá estar cuando él se mostrará?" (Mal. 3:2). A causa de su pecaminosidad, se le
prohibió al pueblo de Israel acercarse al monte cuando Dios estaba por descender sobre
él para proclamar su ley, para evitar que fuese consumido por la abrasadora gloria de su
presencia. Si tales manifestaciones de su poder señalaron el sitio escogido para la
proclamación de su ley, ¡cuán pavoroso no será su tribunal cuando venga para aplicar el
juicio de estos sagrados estatutos! ¿Cómo soportarán su gloria en el gran día de la
retribución final los que pisotearon su autoridad?
Los terrores del Sinaí debían darle al pueblo una idea de las escenas del juicio. El
sonido de una trompeta llamó a Israel a presentarse ante Dios. La voz del arcángel
y la trompeta de Dios llamarán a la presencia del Juez desde todos los confines de
la tierra tanto a los vivos como a los muertos. El Padre y el Hijo, asistidos por una
multitud de ángeles, estaban presentes en el monte. En el gran día del juicio, Cristo
vendrá "en la gloria de su Padre con sus ángeles." "Entonces se sentará sobre el trono de
su gloria. Y serán reunidas delante de él todas las gentes." (Mat. 16:27; 25:31-32).

B Echo, 15 de Enero de 1889. Y los que están en sus sepulcros oirán su voz, y
saldrán. Jesús vendrá y los ángeles de Dios con él; y la gloria de su venida caerá
sobre la vista humana como el resplandeciente relámpago o como fuego
consumidor. Descenderá con grito y con voz de gran trompeta, y los que escuchan
esa voz vivificante saldrán del sepulcro regocijándose. Y ellos reconocerán la voz que
los despierta a vida inmortal como la de Aquel que dijo: “Venid a mí, todos los
trabajados y cargados, y os daré descanso.” Es la voz de Aquel que estuvo con ojos
llorosos en el sepulcro de Lázaro, y quien lloró sobre Jerusalén, diciendo: “O Jerusalén,
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Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que son enviados a ti, cuánto quise
juntar tus hijos como la gallina junta sus hijos bajo sus alas, y no quisisteis”.

VEUC:396. La voz de Juan resonó como una trompeta. Su comisión era: "Anuncia
a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado" (Isa. 58:1). No había
recibido educación en las escuelas humanas. Dios y la naturaleza habían sido sus
maestros. En la tarea de preparar el camino para el advenimiento de Cristo, se necesitaba
a uno que fuera tan valiente, como para hacer oír su voz al igual que los profetas de la
antigüedad, y amonestar a la nación degenerada, para que se arrepintiera.

2SP:47-48. La condición de asuntos del gobierno cuando empezó la obra de Juan, estaba
inestable. La discordia y la insurrección prevalecían cuando la voz de Juan se
escuchó por vez primera como el sonido de una trompeta saliendo del desierto,
animando los corazones de todos los que escuchaban con un poder nuevo y extraño.
Juan valientemente denunció lo pecados del pueblo, diciendo: “Arrepentíos porque el
reino del cielo está cerca.” Multitudes respondieron a la voz del profeta y fueron al
desierto. Ellos vieron en el sencillo vestir y apariencia del profeta una semejanza a la
descripción de los antiguos videntes, y la opinión prevaleció de que él era uno de los
profetas levantados de los muertos.

RH, 29 de Abril de 1875. El Señor hizo de la ocasión del Sinaí una escena tremenda y
sublime, de acuerdo con su exaltado carácter. Los diez mandamientos fueron expresados
en medio de truenos y fuego, y en gran poder y gloria. La voz del Señor fue como
trompeta, aumentando más y más, y en pleno volumen fue bajando de la montaña.
La tierra tembló y se sacudió, y la misma montaña parecía estarse moviendo de su
cimiento. Los más valientes de Israel temblaron de miedo y cayeron sobre sus
rostros ante el Señor. La prepotente voz y la majestuosa gloria desplegada en la
montaña fueron para ellos lo más impresionante.

Versículo 11. “que dijo: "[Yo Soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Ultimo.] Escribe
en un libro lo que veas, y envíalo a las siete iglesias: A Éfeso, Esmirna, Pérgamo,
Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea".

YO SOY EL ALFA Y LA OMEGA. Véase EGW sobre 1:8.

HAp:467. Fue Cristo quien ordenó al apóstol que escribiera lo que le iba a ser
revelado. "Escribe en un libro lo que ves -le mandó,- y envíalo a las siete iglesias
que están en Asia; a Éfeso, y a Esmirna, y a Pérgamo, y a Tiatira, y a Sardis, Y a
Filadelfia, y a Laodicea." "Yo soy... el que vivo, y he sido muerto; y he aquí que vivo
por siglos de siglos... Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser
después de éstas: el misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y los siete
candeleros de oro. Las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias; y los siete
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candeleros que has visto, son las siete iglesias". (Apoc. 1:11, 17-20).
Los nombres de éstas son un símbolo de la iglesia en diferentes períodos de la era
cristiana. El número siete indica algo completo, y significa que los mensajes se
extienden hasta el fin del tiempo, mientras que los símbolos usados revelan la condición
de la iglesia en diferentes períodos de la historia.

MM:37. El Señor espera que nuestros médicos hagan de la salvación de las almas su
obra primordial. Si ellos hablan y trabajan con Dios, en su amor y temor, recibirán
hojas del árbol de vida para dar a los que sufren. Su paz los acompañará, haciendo de
ellos mensajeros de paz.
No nos basta que sólo leamos las Escrituras. Hemos de pedir al Señor que llene nuestras
almas errantes con su Espíritu, y así podamos entender el significado de sus palabras.
Para poder ser beneficiados por la lectura de las palabras de Cristo, debemos hacer la
correcta aplicación de las mismas a nuestro caso individual.
Se nos ha dado un mensaje que excede en importancia a cualquier otro mensaje
jamás encomendado a mortales. Este mensaje Cristo vino en persona a la isla de
Patmos para presentar a Juan. Él dijo a Juan que escribiera lo que vio y escuchó
durante la visión, para que las iglesias pudieran conocer lo que vendría sobre la
tierra. ¿Reconocen nuestros obreros médicos la importancia del mensaje de
Apocalipsis?....

HAp: . Muchos tienen la idea de que son responsables ante Cristo solo por la luz y
experiencia, y que no dependen de sus seguidores reconocidos en la tierra. Jesús es el
amigo de los pecadores, y su corazón simpatiza con el dolor de ellos. Tiene toda
potestad, tanto en el cielo como en la tierra; pero respeta los medios que ha dispuesto
para la iluminación y salvación de los hombres; dirige a los pecadores a la iglesia, que él
ha puesto como un medio de comunicar luz al mundo.

HAp:462. En los días de los apóstoles, los creyentes cristianos estaban llenos de celo
y entusiasmo. Tan incansablemente trabajaban por su Maestro que, en un tiempo
relativamente corto, a pesar de la terrible oposición, el Evangelio del reino se
divulgó en todas las partes habitadas de la tierra. El celo manifestado en ese tiempo
por los seguidores de Jesús fue registrado por la pluma inspirada como estímulo para
los creyentes de todas las épocas.

HAp:479-480. La iglesia es la agencia de Dios para la proclamación de la verdad,


facultada por él para hacer una obra especial; y si le es leal y obediente a todos sus
mandamientos, habitará en ella la excelencia de la gracia divina. Si manifiesta
verdadera fidelidad, si honra al Señor Dios de Israel, no habrá poder capaz de resistirle.

Versículo 12. “Me volví para ver quién hablaba conmigo. Y al volverme, vi siete
candelabros de oro”.
Pág. 56

PP:359. Al sur, estaba el candelero de siete brazos, con sus siete lámparas. Sus brazos
estaban decorados con flores exquisitamente labradas y parecidas a lirios; el conjunto
estaba hecho de una pieza sólida de oro.

Versículo 13. “y entre los siete candelabros vi a uno semejante al Hijo del Hombre,
vestido de una ropa que llegaba hasta los pies. Tenía el pecho ceñido con una cinta de
oro”.

HAp:465-466. Fue ricamente favorecido el discípulo amado. Había visto a su Maestro


en el Getsemaní con su rostro marcado con el sudor de sangre de su agonía; "tan
desfigurado, era su aspecto más que el de cualquier hombre, y su forma más que la de
los hijos de Adán". (Isa. 52:14, V. M.) Le había visto en manos de los soldados
romanos, vestido con el viejo manto purpúreo y coronado de espinas. Le había visto
pendiendo de la cruz del Calvario, siendo objeto de cruel burla y abuso. Ahora se le
permite contemplar una vez más a su Señor. Pero, ¡cuán distinta es su apariencia!
Ya no es varón de dolores, despreciado y humillado por los hombres. Lleva
vestiduras de brillantez celestial. "Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la
lana blanca, como la nieve; y sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al
latón fino, ardientes como en un horno." (Apoc. 1:14-15). Su voz era como el
estruendo de muchas aguas. Su rostro brillaba como el sol. En su mano tenía siete
estrellas, y de su boca salía una espada aguda de dos filos, emblema del poder de su
palabra. Patmos resplandeció con la gloria del Señor resucitado.
"Y cuando yo le vi -escribió Juan,- caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra
sobre mí, diciéndome: No temas". (Apoc. 1:17).
Juan fue fortalecido para vivir en la presencia de su Señor glorificado. Entonces
ante sus maravillados ojos fueron abiertas las glorias del cielo. Le fue permitido ver
el trono de Dios y, mirando más allá de los conflictos de la tierra, contemplar la hueste
de los redimidos con sus vestiduras blancas. Oyó la música de los ángeles del cielo, y los
cantos de triunfo de los que habían vencido por la sangre del Cordero y la palabra de su
testimonio. En la revelación que vio se desarrolló una escena tras otra de conmovedor
interés en la experiencia del pueblo de Dios, y la historia de la iglesia fue predicha hasta
el mismo fin del tiempo. En figuras y símbolos, se le presentaron a Juan asuntos de gran
importancia, que él debía registrar para que los hijos de Dios que vivían en su tiempo y
los que vivieran en siglos futuros pudieran tener una comprensión inteligente de los
peligros y conflictos que los esperaban.

7CBA:966. La mano de la persecución cae pesadamente sobre el apóstol; es desterrado a


la isla de Patmos "por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo", y
escribe: "Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor". Fue lleno de gozo inexpresable
porque el cielo pareció estar abierto delante de él. Una voz le habló con tonos claros y
distintos, y le dijo: "Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin". Dio media vuelta y
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contempló a su Maestro, con quien había caminado y conversado en Judea y sobre
cuyo pecho se había recostado.
Pero, ¡oh, cómo había cambiado la apariencia del Señor! Juan lo había visto
vestido con un viejo manto de púrpura y coronado de espinas. Ahora estaba
vestido con un ropaje de brillo celestial y ceñido con un cinto de oro. Juan dice al
escribir de su apariencia: "Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana,
como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido,
refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas"...

SL:77-78. Juan trae a la memoria los maravillosos incidentes que ha visto en la vida de
Cristo. En imaginación nuevamente goza de las preciosas oportunidades con la cuales
una vez fue favorecido, y es grandemente confortado. Repentinamente su meditación
es interrumpida; se le habla en tonos distintos y claros. Se voltea para ver de dónde
viene la voz, y, ¡he aquí!, él ve a su Señor, a quien ha amado, con quien ha
caminado y conversado, y cuyos sufrimientos en la cruz él ha atestiguado. ¡Pero
cuán cambiado es el rostro del Salvador! Él ya no es “varón de dolores y
acostumbrado al quebranto” (Isa. 53:3). Él no lleva las huellas de su humillación.
Sus ojos son como llama de fuego; sus pies como bronce bruñido, así como brilla en el
horno. Los tonos de su voz son como el sonido musical de muchas aguas. Su rostro
brilla como el sol en su gloria meridiana. En su mano están siete estrellas, representando
los ministros de la iglesia.

2SAT:215-216. “El que camina en medio de los siete candeleros de oro.” La


presencia de Cristo está constantemente con su iglesia. Constantemente está
impartiendo conocimiento y gracia a sus representantes; y él espera que ellos
impartan a otros los dones que ellos reciben. A sus discípulos él dice: “¡Id, id! Al
estar los discípulos con él justo antes de su ascensión, él les dio la comisión del
evangelio. “Todo poder me es dado en el cielo y en la tierra,” declaró él. “Id pues, y
enseñad a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo, y del
Espíritu Santo: enseñándoles que guarden todo lo que os he mandado: y, he aquí, yo
estoy con vosotros siempre, aun hasta el fin del mundo.”

17ML:242. Aquí, entonces, se presenta la obra del Redentor. Satanás estuvo al lado del
ángel como un adversario, para acusar a Josué como transgresor de la ley. Este ángel, el
que es nuestro Salvador, fue visto por Juan el Revelador, y representado como
caminando en medio de los siete candeleros de oro, vestido con ropaje llegando hasta los
pies, y ceñido del pecho con una vestimenta de oro. Cristo es representado en real
ministerio por su pueblo como lo fue Josué en el día de expiación a favor de los
hijos de Israel.

AO:205. Estas palabras proceden de los labios de Alguien que no puede mentir. La
descripción revela eterna vigilancia. Cristo está en medio de los siete candeleros de oro,
Pág. 58
caminando de iglesia en iglesia, de congregación en congregación, de corazón en
corazón. El que guarda a Israel no duerme ni descansa. Si el candelero fuera dejado al
cuidado de agentes humanos, cuán a menudo la luz titilaría y se extinguiría. Pero Dios
no ha puesto a la iglesia en manos de hombres. Cristo, el que dio su vida por el mundo
para que todo aquel que en él cree no se pierda mas tenga vida eterna, es el genuino
Guardián de la casa. Es el Vigilante fiel y verdadero de los atrios del templo del Señor.
Tenemos motivos para agradecer a Dios porque no dependemos de la presencia de
sacerdotes o ministros terrenales. Somos guardados por el poder de Dios. La presencia
y la gracia de Cristo es el secreto de toda vida y luz.

RH, 31 de Mayo de 1887. Él camina en medio de los candeleros de oro. Así es


simbolizada la relación de Cristo con sus iglesias, y las estrellas son usadas para
representar sus ministros. Él es representado como caminando de aquí para allá
entre los candeleros de oro. Él está en comunión con su pueblo. Él conoce su
verdadera condición. Observa su orden, su vigilancia, su piedad, y su devoción; y
toma placer en ellos si ve manifiestos estos frutos. Aunque Cristo es mediador en el
santuario celestial, él camina de aquí para allá en medio de las iglesias en la tierra.
Se pasea de iglesia en iglesia, de congregación en congregación, de corazón a
corazón. Él observa su real condición---lo que es omitido, lo que está en desorden, y lo
que se necesita hacer. Es representado como caminando, lo que significa sana
preocupación, despertar, y una vigilancia incansable. Él está observando si la luz de
alguno de sus centinelas o candeleros se está debilitando o apagando. Estos sub-pastores
pueden dormir, pero el que guarda a Israel ni se adormece ni duerme. Si estos candeleros
fueran dejados al cuidado de poderes humanos, la llama débil languidecería y moriría.
Pero él es el verdadero vigilante de la casa, el incansable guardián de las cortes del
templo. El continuo cuidado y presencia y gracia sustentadora de Cristo son la fuente de
toda vida y luz.

1888M:1019. Aquel que fue visto por Juan en visión en medio de los candeleros de
oro, se representa como caminando entre ellos, yendo de iglesia en iglesia, de
congregación en congregación y de corazón en corazón. Aquí se ve una vigilancia
incansable. Mientras los sub-pastores pudieran dormir, o estar envueltos con asuntos de
poca importancia, el que guarda a Israel no se adormece ni duerme. Él es el verdadero
Atalaya. La presencia y gracia sustentadora de Cristo son el secreto de toda luz y vida.
Somos guardados por el poder de Dios, mediante la fe, y eso no de nosotros mismos; es
el don de Dios. SpTAO2a:26.

5T:752-753. Esta visión fue dada a Ezequiel en un tiempo en que su mente estaba llena
de presentimientos lóbregos. Veía la tierra de sus padres desolada. La ciudad que había
estado llena de habitantes ya no los tenía. La voz de la alegría y el canto de alabanza no
se oían más en sus muros. El profeta mismo era forastero en un país extraño, donde
reinaban supremas la ambición ilimitada y la crueldad salvaje. Lo que veía y oía acerca
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de la tiranía humana y el mal angustiaba su alma, y lloraba amargamente día y noche.
Pero los símbolos admirables presentados delante de él al lado del río Quebar, le
revelaron un poder predominante que era más poderoso que el de los gobernantes
terrenales. Sobre los monarcas orgullosos y crueles de Asiria y Babilonia, se entronizaba
el Dios de misericordia y verdad.
Las complicadas ruedas que al profeta le parecían envueltas en confusión, estaban bajo
la dirección de una mano infinita. El Espíritu de Dios que, según la revelación, movía y
dirigía estas ruedas, sacaba armonía de la confusión; de tal manera que todo el mundo
estaba bajo su dominio. Miríadas de seres glorificados estaban listos para predominar a
su orden contra el poder y la política de los hombres malos, y reportar beneficio a sus
fieles.
De igual manera, cuando Dios estaba por revelar al amado Juan la historia de la
iglesia durante los siglos futuros, le reveló el interés y cuidada del Salvador por su
pueblo, mostrándole "uno semejante al Hijo del hombre," que andaba entre los
candeleros que simbolizaban a las siete iglesias. Mientras se le mostraban a Juan las
últimas grandes luchas de la iglesia con las potencias terrenales, también se le permitió
contemplar la victoria final y la liberación de los fieles. Vio a la iglesia en conflicto
mortífero con la bestia y su imagen, y la adoración de esa bestia impuesta bajo la pena
de muerte. Pero mirando más allá del humo y el estruendo de la batalla, contempló a
una hueste sobre el monte de Sión con el Cordero, llevando, en vez de la marca de la
bestia, "el nombre de su Padre escrito en sus frentes." Y también vio a "los que habían
alcanzado la victoria de la bestia, y de su imagen, y de su señal, y del número de su
nombre, estar sobre el mar de vidrio, teniendo las arpas de Dios" (Apoc. 1:13; 14:1;
15:2), y cantando el himno de Moisés y del Cordero.

8T:263. Como ser personal, Dios se ha revelado en su Hijo. Jesús, el resplandor de


la gloria del Padre, "y la misma imagen de su sustancia" (Heb. 1:3), vino a esta
tierra en forma de hombre. Como Salvador personal, vino al mundo. Como Salvador
personal, ascendió al cielo. Como Salvador personal, intercede en los atrios celestiales.
Ante el trono de Dios ministra en nuestro favor como "uno semejante al Hijo del
hombre." (Apoc. 1:13).

MC:326. Como ser personal, Dios se ha revelado en su Hijo. Esplendor de la gloria del
Padre "y la misma imagen de su sustancia," Jesús, como Salvador personal, vino al
mundo. Como Salvador personal, ascendió también al cielo. Como Salvador personal,
intercede en las cortes celestiales. Ante el trono de Dios intercede en nuestro favor "Uno
semejante al Hijo del Hombre."(Heb. 1:3; Apoc. 1:13).

CS:681-682. Pronto aparecerán en el cielo signos pavorosos de carácter sobrenatural, en


prueba del poder milagroso de los demonios. Los espíritus de los demonios irán en
busca de los reyes de la tierra y por todo el mundo para aprisionar a los hombres con
engaños e inducirlos a que se unan a Satanás en su última lucha contra el gobierno de
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Dios. Mediante estos agentes, tanto los príncipes como los súbditos serán engañados.
Surgirán entes que se darán por el mismo Cristo y reclamarán los títulos y el culto que
pertenecen al Redentor del mundo. Harán curaciones milagrosas y asegurarán haber
recibido del cielo revelaciones contrarias al testimonio de las Sagradas Escrituras.
El acto capital que coronará el gran drama del engaño será que el mismo Satanás
se dará por el Cristo. Hace mucho que la iglesia profesa esperar el advenimiento
del Salvador como consumación de sus esperanzas. Pues bien, el gran engañador
simulará que Cristo habrá venido. En varias partes de la tierra, Satanás se
manifestará a los hombres como ser majestuoso, de un brillo deslumbrador,
parecido a la descripción que del Hijo de Dios da San Juan en el Apocalipsis.
(Apocalipsis 1:13-15.) La gloria que le rodee superará cuanto hayan visto los ojos
de los mortales. El grito de triunfo repercutirá por los aires: "¡Cristo ha venido! ¡Cristo
ha venido!" El pueblo se postrará en adoración ante él, mientras levanta sus manos y
pronuncia una bendición sobre ellos como Cristo bendecía a sus discípulos cuando
estaba en la tierra. Su voz es suave y acompasada aunque llena de melodía. En tono
amable y compasivo, enuncia algunas de las verdades celestiales y llenas de gracia que
pronunciaba el Salvador; cura las dolencias del pueblo, y luego, en su fementido carácter
de Cristo, asegura haber mudado el día de reposo del sábado al domingo y manda a
todos que santifiquen el día bendecido por él. Declara que aquellos que persisten en
santificar el séptimo día blasfeman su nombre porque se niegan a oír a sus ángeles, que
les fueron enviados con la luz de la verdad. Es el engaño más poderoso y resulta casi
irresistible. Como los samaritanos fueron engañados por Simón el Mago, así también las
multitudes, desde los más pequeños hasta los mayores, creen en ese sortilegio y dicen:
"Este es el poder de Dios llamado grande". (Hechos 8:10, V. N-C).

4CBA:1194. Nada menos que un personaje como el Hijo de Dios se apareció a Daniel.
Esta descripción es similar a la que presenta Juan cuando Cristo se le reveló en la isla de
Patmos. Ahora viene nuestro Señor con otro mensajero celestial para enseñarle a Daniel
lo que sucedería en los últimos días. Este conocimiento le fue dado a Daniel y ha sido
registrado por la Inspiración para nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los
siglos (RH, 08-02-1881).

HAp:468. Se habla de Cristo como caminando en medio de los candeleros de oro.


Así se simboliza su relación con las iglesias. Está en constante comunicación con su
pueblo. Conoce su real condición. Observa su orden, su piedad, su devoción. Aunque
es el sumo sacerdote y mediador en el santuario celestial, se le representa como
caminando de aquí para allá en medio de sus iglesias en la tierra. Con incansable desvelo
y constante vigilancia, observa para ver si la luz de alguno de sus centinelas arde
débilmente o si se apaga. Si el candelero fuera dejado al mero cuidado humano, la
vacilante llama languidecería y moriría; pero él es el verdadero centinela en la casa del
Señor, el fiel guardián de los atrios del templo. Su cuidado constante y su gracia
sostenedora son la fuente de la vida y la luz.
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PVGM:252-253. La ropa blanca de la inocencia era llevada por nuestros primeros


padres cuando fueron colocados por Dios en el santo Edén. Ellos vivían en perfecta
conformidad con la voluntad de Dios. Toda la fuerza de sus afectos era dada a su Padre
celestial. Una hermosa y suave luz, la luz de Dios, envolvía a la santa pareja. Este
manto de luz era un símbolo de sus vestiduras espirituales de celestial inocencia. Si
hubieran permanecido fieles a Dios, habría continuado envolviéndolos. Pero cuando
entró el pecado, rompieron su relación con Dios, y la luz que los había circuido se
apartó. Desnudos y avergonzados, procuraron suplir la falta de los mantos celestiales
cosiendo hojas de higuera para cubrirse.
Esto es lo que los transgresores de la ley de Dios han hecho desde el día en que Adán y
Eva desobedecieron. Han cosido hojas de higuera para cubrir la desnudez causada por la
transgresión. Han usado los mantos de su propia invención; mediante sus propias obras
han tratado de cubrir sus pecados y hacerse aceptables a Dios.
Pero esto no pueden lograrlo jamás. El hombre no puede idear nada que pueda ocupar el
lugar de su perdido manto de inocencia. Ningún manto hecho de hojas de higuera,
ningún vestido común a la usanza mundana, podrán emplear aquellos que se sienten con
Cristo y los ángeles en la cena de las bodas del Cordero.
Únicamente el manto que Cristo mismo ha provisto puede hacernos dignos de
aparecer ante la presencia de Dios. Cristo colocará este manto, esta ropa de su
propia justicia sobre cada alma arrepentida y creyente. "Yo te amonesto -dice él-
que de mí compres... vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu
desnudez".

YI, 11 de Agosto de 1886. Si habéis de sentaros a la mesa de Cristo y participar de


las provisiones que él ha proporcionado en la cena de las bodas del Cordero, debéis
tener una vestimenta especial, llamada el vestido de bodas, el cual es el manto
blanco de la justicia de Cristo. Todo el que tiene esta vestimenta tiene derecho a
entrar en la ciudad de Dios; y si Jesús no hubiera deseado que tuvierais un lugar en
las mansiones que él ha ido a preparar para aquellos que le aman, él no hubiera, a
tan grande precio, hecho todos los arreglos para que fuerais felices y os sentarais en
su mesa y gozarais del hogar que él ha ido a preparar para su redimida familia.
Vuestras propias vestimentas están sucias y vuestro propio carácter y hábitos son
terrenales y corruptos. Jesús desea que os quitéis esas vestimentas y os pongáis las
vestiduras que él ha preparado para vosotros. ¿Os quitareis vuestras vestiduras de
justicia propia y aceptareis a Cristo Jesús como vuestro Salvador? Haciendo esto,
aceptáis la justicia del Señor Jesús, y rechazando vuestras propias vestimentas de pecado
y corrupción, os ponéis las vestimentas de la justicia de Cristo.

DTG:601. Así expresó Cristo su amor por sus discípulos. El espíritu egoísta de ellos le
llenó de tristeza, pero no entró en controversia con ellos acerca de la dificultad. En vez
de eso, les dio un ejemplo que nunca olvidarían. Su amor hacia ellos no se perturbaba ni
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se apagaba fácilmente. Sabía que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos, y
que él provenía de Dios e iba a Dios. Tenía plena conciencia de su divinidad; pero había
puesto a un lado su corona y vestiduras reales, y había tomado forma de siervo. Uno de
los últimos actos de su vida en la tierra consistió en ceñirse como siervo y cumplir la
tarea de un siervo.

DTG:16. Al condescender a tomar sobre sí la humanidad, Cristo reveló un carácter


opuesto al carácter de Satanás. Pero se rebajó aun más en la senda de la humillación.
"Hallado en la condición como hombre, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz." Así como el sumo sacerdote ponía a un lado sus magníficas
ropas pontificias, y oficiaba en la ropa blanca de lino del sacerdote común, así también
Cristo tomó forma de siervo, y ofreció sacrificio, siendo él mismo a la vez el sacerdote y
la víctima. "El herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el
castigo de nuestra paz sobre él".

RH, 4 de Enero de 1887. ¿Si yo profeso ser siervo de Cristo Jesús, debo seguir una
norma mundana, y hacer que mi curso de acción sea tal que acuerde con las demandas
del mundo? ¿O debiera yo tomar por ejemplo a Aquel quien fue varón de dolores y
acostumbrado al quebranto, Aquel que tanto amó a la raza caída que puso de lado su
manto real, dejó las cortes reales del cielo, y bajó a este mundo de contaminación y
pecado, y tomó sobre sí la forma de hombre, y por amor a nosotros se hizo pobre,
para que nosotros mediante su pobreza fuésemos hechos ricos? ¿Qué haremos
nosotros? ¿Tomaremos por ejemplo a Aquel que fue la luz del mundo, aunque el
mundo no le conoció? ¿O seguiremos tras el patrón del mundo?

Versículos 14-15. “Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve.
Sus ojos eran como llama de fuego. Sus pies eran semejantes al bronce bruñido,
acrisolado en un horno. Y su voz era como estruendo de muchas aguas”.

PE:15-16. Pronto se volvieron nuestros ojos hacia el oriente, donde había aparecido una
nubecilla negra del tamaño de la mitad de la mano de un hombre, que era, según todos
comprendían, la señal del Hijo del hombre. En solemne silencio, contemplábamos cómo
iba acercándose la nubecilla, volviéndose cada vez más esplendorosa hasta que se
convirtió en una gran nube blanca cuya parte inferior parecía fuego. Sobre la nube lucía
el arco iris y en torno de ella aleteaban diez mil ángeles cantando un hermosísimo
himno. En la nube estaba sentado el Hijo del hombre. Sus cabellos, blancos y rizados,
le caían sobre los hombros; y llevaba muchas coronas en la cabeza. Sus pies
parecían de fuego; en la mano derecha tenía una hoz aguda y en la izquierda
llevaba una trompeta de plata. Sus ojos eran como llama de fuego, y escudriñaban
de par en par a sus hijos. Palidecieron entonces todos los semblantes y se tornaron
negros los de aquellos a quienes Dios había rechazado. Todos nosotros
exclamamos: "¿Quién podrá permanecer? ¿Está mi vestidura sin manchas?"
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Después cesaron de cantar los ángeles, y por un rato quedó todo en pavoroso silencio
cuando Jesús dijo: "Quienes tengan las manos limpias y puro el corazón podrán
subsistir. Bastaos mi gracia." Al escuchar estas palabras, se iluminaron nuestros rostros
y el gozo llenó todos los corazones. Los ángeles pulsaron una nota más alta y volvieron
a cantar, mientras la nube se acercaba a la tierra.

Versículo 16. “Tenía en su mano derecha siete estrellas, y de su boca salía una espada
aguda de dos filos. Su rostro era como el sol cuando resplandece en toda su fuerza”.

HAp:468. Cristo fue presentado como sosteniendo las siete estrellas en su mano derecha.
Esto nos asegura que ninguna iglesia que sea fiel a su cometido necesita temer la
destrucción; porque ninguna estrella que tiene la protección del Omnipotente puede ser
arrancada de la mano de Cristo.

3ML:359. El Cristo de Patmos tenía en su mano derecha siete estrellas. Esto nos
asegura que ninguna iglesia que sea fiel a su cometido necesita temer el llegar a la
nada; pues ninguna estrella que tiene la protección del Omnipotente puede ser
sacada de la mano de Cristo. Si una estrella se separa de Dios y cae de su derrotero,
otra tomará su lugar. Nunca habrá menos que siete, este número siendo el símbolo
divino de aquello que está completo. MS 1, 1890.

6T:414. Aquellos que son como estrellas en la mano de Cristo recuerden que siempre
han de preservar una dignidad sagrada y santa. Son los representantes de Cristo.
Sencillez en Cristo es la dignidad pura y sagrada de la verdad.

OE:13-14. Los ministros de Dios están simbolizados por las siete estrellas, las cuales
se hallan bajo el cuidado y protección especiales de Aquel que es el primero y el
postrero. Las suaves influencias que han de abundar en la iglesia están ligadas con estos
ministros de Dios, que han de representar el amor de Cristo. Las estrellas del cielo están
bajo el gobierno de Dios. Él las llena de luz. Él guía y dirige sus movimientos. Si no lo
hiciese, pasarían a ser estrellas caídas. Así sucede con sus ministros. No son sino
instrumentos en sus manos, y todo el bien que pueden hacer se realiza por su poder.
Es para honor suyo para lo que Cristo hace a sus ministros una bendición mayor para la
iglesia de lo que son las estrellas para el mundo, por medio de la obra del Espíritu Santo.
El Salvador ha de ser su eficiencia. Si quieren mirar a él como él miraba a su Padre,
harán sus obras. A medida que ellos dependan más y más de Dios, él les dará su
resplandor para que lo reflejen sobre el mundo.

6T:418. Los que sirven a Dios deben manifestar ánimo y firmeza en la obra de salvar
almas. Recordemos que hay quienes perecerán a menos que nosotros, como
instrumentos de Dios, obremos con resolución inquebrantable. Debemos depender
de continuo del trono de la gracia.
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Es inexcusable que la fe de nuestras iglesias sea tan débil. "Tornaos a la fortaleza, o
presos de esperanza". (Zac. 9:12). En Cristo hay fuerza para nosotros. Él es nuestro
Abogado ante el Padre. Envía sus mensajeros a todas partes de su dominio para
comunicar su voluntad a su pueblo. Anda en medio de sus iglesias. Desea santificar,
elevar y ennoblecer a sus discípulos. La influencia de los que creen verdaderamente en
él será un sabor de vida en el mundo. Él tiene las estrellas en su diestra y es su
propósito dejar que, por intermedio de ellas, su luz brille para el mundo. Desea
preparar así a su pueblo para un servicio más sublime en la iglesia celestial. Nos ha
confiado una gran obra. Hagámosla con exactitud y resolución. Demostremos por
nuestra vida lo que la verdad ha hecho para nosotros.

8T:23. Cristo envía a sus mensajeros a toda parte de su dominio para comunicar su
voluntad a sus siervos. Él anda en medio de sus iglesias. Desea santificar, elevar y
ennoblecer a quienes le siguen. La influencia de los que creen en él, será en el mundo un
sabor de vida para vida. Cristo tiene las estrellas en su diestra, y es su propósito
dejar brillar por intermedio de ellas su luz para el mundo. Así desea preparar a su
pueblo para un servicio más elevado en la iglesia celestial. Nos ha confiado una gran
obra. Hagámosla fielmente. Demostremos en nuestra vida lo que la gracia divina puede
hacer por la humanidad.

Ev:104. Es la verdad desnuda la que, como espada aguda de dos filos que corta de
ambos lados.

CW:13. Hay tiempos cuando se requieren palabras de reprensión y amonestación.


Aquellos que se encuentran fuera del camino recto deben ser despertados para que vean
su peligro. Debe darse un mensaje que los despierte del letargo que tiene atados sus
sentidos. Debe llevarse a cabo una renovación moral, no sea que las almas perezcan en
sus pecados. Que el mensaje de la verdad, como espada de dos filos, se abra paso
hacia el corazón. Háganse apelaciones que despierten a los incautos, y que hagan
que las mentes necias y distraídas regresen de nuevo a Dios.

[SpTA10] 9. Verdad práctica debe ser introducida a la vida, y la palabra como


espada de dos filos debe cortar el exceso del yo que allí existe en nuestros
caracteres. “La palabra de Dios es viva y eficaz, y más aguda que una espada de dos
filos, llegando aun hasta dividir el espíritu y el alma, y las coyunturas y el tuétano; y
discierne los pensamientos e intenciones del corazón”.

B Echo, 2 de Septiembre de 1895. Pablo dice de la palabra escrita que también es


“viva y eficaz, y más aguda que cualquier espada de dos filos, llegando aun hasta
dividir el espíritu y el alma, y de las coyunturas y el tuétano, y discierne los
pensamientos y las intenciones del corazón.” Convence a la razón, llega
directamente a la conciencia, y obra efectivamente en el corazón que no tiene
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barreras contra la verdad. Pues es la palabra de Dios, de la cual es dicho: “Tampoco
existe criatura alguna que no está manifiesta a su vista; sino que todas las cosas están
abiertas a los ojos de Aquel con quien estamos tratando”.

PE:51. Contemplé entonces la pureza y hermosura de Jesús. Su ropaje era más blanco
que el blanco más deslumbrante. No hay lengua alguna que pueda describir su gloria y
ensalzada belleza. Todos los que guarden los mandamientos de Dios entrarán por las
puertas en la ciudad, y tendrán derecho al árbol de la vida y a estar siempre en la
presencia de Jesús, cuyo rostro brilla más que el sol al mediodía.

DTG:111. Había entre la multitud algunos de los que en ocasión del bautismo de Cristo
habían contemplado la gloria divina y oído la voz de Dios. Pero desde entonces el
aspecto del Salvador había cambiado mucho. En ocasión de su bautismo, habían visto
su rostro transfigurado por la luz del cielo; ahora, pálido, cansado y demacrado,
fue reconocido únicamente por el profeta Juan.

CS:735. En la ciudad de Dios "no habrá ya más noche." Nadie necesitará ni deseará
descanso. No habrá quien se canse haciendo la voluntad de Dios ni ofreciendo
alabanzas a su nombre. Sentiremos siempre la frescura de la mañana, que nunca se
agostará. "No necesitan luz de lámpara, ni luz del sol; porque el Señor Dios los
alumbrará." (Apoc. 22:5, V.M.) La luz del sol será sobrepujada por un brillo que sin
deslumbrar la vista excederá sin medida la claridad de nuestro mediodía. La gloria
de Dios y del Cordero inunda la ciudad santa con una luz que nunca se desvanece.
Los redimidos andan en la luz gloriosa de un día eterno que no necesita sol.

HAp:94. Temerosos y casi cegados por la intensidad de la luz, los compañeros de Saulo
oían la voz, pero no veían a nadie. Sin embargo, Saulo comprendió lo que se le decía, y
se le reveló claramente que quien hablaba era el Hijo de Dios. En el glorioso Ser que
estaba ante él, reconoció al Crucificado. La imagen del Salvador quedó para
siempre grabada en el alma del humillado judío. Las palabras oídas conmovieron su
corazón con irresistible fuerza. Su mente se iluminó con un torrente de luz que
esclareció la ignorancia y el error de su pasada vida, y le demostró la necesidad que
tenía de la iluminación del Espíritu Santo.

Versículo 17. “Cuando lo vi, caí como muerto a sus pies. Pero él puso su mano derecha
sobre mí, y me dijo: "¡No temas! Yo Soy el Primero y el Ultimo”.

SL:78. Juan, quien tanto ha amado a su Señor, y quien firmemente se ha apegado a


la verdad frente al encarcelamiento, los azotes, y la amenaza de muerte, no puede
soportar la excelente gloria de la presencia de Cristo, y cae postrado a la tierra
como muerto. Jesús entonces pone su mano sobre la postrada forma de su siervo,
diciendo: “No temas;...Yo soy el que vive, y fue muerto; y, he aquí, vivo para
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siempre” (Apoc. 1:17-18). Juan fue fortalecido para vivir en la presencia de su Señor
glorificado, y entonces fueron presentados delante de él en visión santa los propósitos de
Dios para las edades futuras. Las gloriosas atracciones del hogar celestial le fueron
mostradas. Se le permitió contemplar el trono de Dios y ver la redimida multitud vestida
de mantos blancos. Escuchó la música de los ángeles celestiales, y los cantos de triunfo
de los que habían vencido por la sangre del Cordero y la palabra de su testimonio.

CS:524. Y cuando más tarde el Hijo de Dios apareció para instruirle, Daniel dijo: "Mi
lozanía se me demudó en palidez de muerte, y no retuve fuerza alguna." (Dan. 9:18, 15,
20; 10:8, V.M.)

CS:524-525. Cuando Job oyó la voz del Señor de entre el torbellino, exclamó: "Me
aborrezco, y me arrepiento en el polvo y la ceniza". (Job 42:6). Cuando Isaías contempló
la gloria del Señor, y oyó a los querubines que clamaban: "¡Santo, santo, santo es Jehová
de los ejércitos!" dijo abrumado: "¡Ay de mí, pues soy perdido!" (Isa. 6:3, 5, V.M.)
Después de haber sido arrebatado hasta el tercer cielo y haber oído cosas que no le es
dado al hombre expresar, San Pablo habló de sí mismo como del "más pequeño de todos
los santos". (2 Cor. 12:2-4; Efe. 3:8). Y el amado Juan, el que había descansado en el
pecho de Jesús y contemplado su gloria, fue el que cayó como muerto a los pies del
ángel. (Apoc. 1:17).
No puede haber glorificación de sí mismo, ni arrogantes pretensiones de estar libre de
pecado, por parte de aquellos que andan a la sombra de la cruz del Calvario. Harta
cuenta se dan de que fueron sus pecados los que causaron la agonía del Hijo de Dios y
destrozaron su corazón; y este pensamiento les inspira profunda humildad. Los que
viven más cerca de Jesús son también los que mejor ven la fragilidad y culpabilidad de
la humanidad, y su sola esperanza se cifra en los méritos de un Salvador crucificado y
resucitado.

5T:467. "Si permaneciere la obra de alguno... recibirá recompensa". (1 Cor. 3:14).


Gloriosa será la recompensa concedida cuando los fieles obreros se reúnan en derredor
del trono de Dios y del Cordero. Cuando, en su estado mortal, Juan contempló la gloria
de Dios, cayó como muerto; no pudo soportar la visión. Pero cuando los hijos de Dios
hayan recibido la inmortalidad, le verán "como él es". (1 Juan 3:2). Estarán delante del
trono, aceptos en el Amado. Todos sus pecados habrán sido borrados, todas sus
transgresiones expiadas. Entonces podrán mirar sin velo la gloria del trono de Dios.
Habrán participado con Cristo en sus sufrimientos, habrán trabajado con él en el
plan de la salvación, y participarán con él del gozo de ver las almas salvadas en el
reino de Dios, para alabar allí a Dios durante toda la eternidad.

Versículo 18. "Y Soy el que vivo. Estuve muerto, pero ahora vivo por los siglos de
siglos. Y tengo las llaves de la muerte y del sepulcro”.
Pág. 67
7CBA:967. [Se cita Apoc. l:18-20]. Estas son afirmaciones admirables, solemnes y
significativas. Aquel que es la Fuente de toda misericordia y de todo perdón, de toda paz
y gracia, el que existe por sí mismo, el Eterno e inmutable, fue quien visitó a su siervo
desterrado en la isla llamada Patmos (MS 81, 1900).

TM:95. Esta es precisamente la obra que el Señor se ha propuesto que realice el mensaje
que él ha dado a sus siervos en la mente y en el corazón de todo agente humano. Es la
vida perpetua de la iglesia el que sus miembros amen a Dios en forma suprema, y amen
a los demás como se aman a sí mismos. Había sólo poco amor a Dios o al hombre, y
Dios dio a sus mensajeros precisamente lo que el pueblo necesitaba. Los que
recibieron el mensaje fueron grandemente bendecidos, porque vieron los brillantes
rayos del sol de Justicia, y surgieron vida y esperanza en sus corazones.
Contemplaban a Cristo. "No temas es la eterna seguridad que nos da -: Yo soy... el
que vivo, y he sido muerto; y he aquí que vivo por siglos de siglos". "Porque yo
vivo, y vosotros también viviréis". Los creyentes aplican la sangre del inmaculado
Cordero de Dios a su propio corazón. Mirando al gran símbolo, podemos decir:
"Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, quien además está a la
diestra de Dios, el que también intercede por nosotros". El Sol de Justicia brilla en
nuestros corazones para dar el conocimiento de la gloria de Jesucristo. Acerca de la
función del Espíritu Santo el Señor dice: "Él me glorificará: porque tomará de lo mío y
os lo hará saber". El salmista ofrece esta oración: "Purifícame con hisopo, y seré limpio:
Lávame, y seré emblanquecido más que la nieve... Crea en mí, o Dios, un corazón
limpio; y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti; y no
quites de mi tu santo espíritu. Vuélveme el gozo de tu salud; y el espíritu libre me
sustente. Enseñaré a los prevaricadores tus caminos; y los pecadores se convertirán a
ti".

DTG:286-287. Jesús cambió el pesar de la madre en gozo cuando le devolvió su hijo; sin
embargo, el joven no fue sino restaurado a esta vida terrenal, para soportar sus tristezas,
sus afanes, sus peligros, y para volver a caer bajo el poder de la muerte. Pero Jesús
consuela nuestra tristeza por los muertos con un mensaje de esperanza infinita:
"Yo soy... el que vivo, y he sido muerto; y he aquí que vivo por siglos de siglos.... Y
tengo las llaves del infierno y de la muerte". "Así que, por cuanto los hijos
participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por la
muerte al que tenía el imperio de la muerte, es a saber, al diablo, y librar a los que por el
temor de la muerte estaban por toda la vida sujetos a servidumbre".
Satanás no puede retener los muertos en su poder cuando el Hijo de Dios les
ordena que vivan. No puede retener en la muerte espiritual a una sola alma que con
fe reciba la palabra de poder de Cristo. Dios dice a todos los que están muertos en
el pecado: "Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos." Esa palabra es
vida eterna. Como la palabra de Dios, que ordenó al primer hombre que viviera, sigue
dándonos vida; como la palabra de Cristo: "Mancebo, a ti digo, levántate," dio la vida al
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joven de Naín, así también aquella palabra: "Levántate de los muertos," es vida para el
alma que la recibe. Dios "nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al
reino de su amado Hijo". En su palabra, todo nos es ofrecido. Si la recibimos, tenemos
liberación.
"Y si el Espíritu de Aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que
levantó a Cristo Jesús de los muertos, vivificará también vuestros cuerpos mortales por
su Espíritu que mora en vosotros." "Porque el mismo Señor con aclamación, con voz de
arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo
resucitarán primero: luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con
ellos seremos arrebatados en las nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos
siempre con el Señor." Tales son las palabras de consuelo con que él nos invita a que
nos consolemos unos a otros.

DTG:446-447. Aunque ascendió a la presencia de Dios y comparte el trono del universo,


Jesús no ha perdido nada de su naturaleza compasiva. Hoy el mismo tierno y
simpatizante corazón está abierto a todos los pesares de la humanidad. Hoy las manos
que fueron horadadas se extienden para bendecir abundantemente a su pueblo que está
en el mundo. "No perecerán para siempre, ni nadie las arrebatará de mi mano." El alma
que se ha entregado a Cristo es más preciosa a sus ojos que el mundo entero. El Salvador
habría pasado por la agonía del Calvario para que uno solo pudiera salvarse en su reino.
Nunca abandona a un alma por la cual murió. A menos que sus seguidores escojan
abandonarle, él los sostendrá siempre.
En todas nuestras pruebas, tenemos un Ayudador que nunca nos falta. El no nos deja
solos para que luchemos con la tentación, batallemos contra el mal, y seamos finalmente
aplastados por las cargas y tristezas. Aunque ahora esté oculto para los ojos mortales,
el oído de la fe puede oír su voz que dice: No temas; yo estoy contigo. Yo soy "el
que vivo, y he sido muerto; y he aquí que vivo por siglos de siglos". He soportado
vuestras tristezas, experimentado vuestras luchas, y hecho frente a vuestras
tentaciones. Conozco vuestras lágrimas; yo también he llorado. Conozco los pesares
demasiado hondos para ser susurrados a ningún oído humano. No penséis que estáis
solitarios y desamparados. Aunque en la tierra vuestro dolor no toque cuerda sensible
alguna en ningún corazón, miradme a mí, y vivid. "Porque los montes se moverán, y los
collados temblarán; mas no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz
vacilará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti.

DTG:488-489. Con compasión humana y divina, Jesús miró el rostro entristecido y


acongojado de Marta. Esta no tenía deseo de relatar lo sucedido; todo estaba expresado
por las palabras patéticas: "Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no fuera muerto."
Pero mirando aquel rostro lleno de amor, añadió: "Mas también sé ahora, que todo lo
que pidieres de Dios, te dará Dios".
Jesús animó su fe diciendo: "Resucitará tu hermano." Su respuesta no estaba destinada a
inspirar esperanza en un cambio inmediato. Dirigía el Señor los pensamientos de Marta
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más allá de la restauración actual de su hermano, y los fijaba en la resurrección de los
justos. Lo hizo para que pudiese ver en la resurrección de Lázaro una garantía de la
resurrección de todos los justos y la seguridad de que sucedería por el poder del
Salvador.
Marta contestó: "Yo sé que resucitará en la resurrección en el día postrero."
Tratando todavía de dar la verdadera dirección a su fe, Jesús declaró: "Yo soy la
resurrección y la vida." En Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de
otra. "El que tiene al Hijo, tiene la vida". La divinidad de Cristo es la garantía que
el creyente tiene de la vida eterna". El que cree en mí --dijo Jesús-- aunque esté
muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees
eso?" Cristo miraba hacia adelante, a su segunda venida. Entonces los justos muertos
serán resucitados incorruptibles, y los justos vivos serán trasladados al cielo sin ver la
muerte. El milagro que Cristo estaba por realizar, al resucitar a Lázaro de los muertos,
representaría la resurrección de todos los justos muertos. Por sus palabras y por sus
obras, se declaró el Autor de la resurrección. El que iba a morir pronto en la cruz, estaba
allí con las llaves de la muerte, vencedor del sepulcro, y aseveraba su derecho y poder
para dar vida eterna.

ML:349. Tenemos un Salvador viviente y resucitado. Él rompió las cadenas de la


tumba después de haber estado allí por tres días, y en triunfo proclamó sobre el
sepulcro abierto de José, “Yo soy la resurrección, y la vida.” Y él viene. ¿Estamos
preparados para recibirle? ¿Estamos listos para que si nos toca morir, lo podemos hacer
con la esperanza en Cristo?...
El Dador de la Vida pronto ha de venir...para romper las cadenas de la tumba. Él
ha de sacar de allí a los cautivos... Los últimos pensamientos que tuvieron fueron del
sepulcro y de la tumba, pero ahora ellos proclaman: “O muerte, ¿dónde está tu aguijón?
O sepulcro, ¿dónde está tu victoria? Los dolores de la muerte fueron lo último que
sintieron.... Cuando despiertan todo el dolor se ha ido. “O sepulcro, ¿dónde está tu
victoria? Aquí se encuentran, y el toque final de inmortalidad les es puesto, y suben para
encontrar al Señor en el aire. Los portales de la ciudad de Dios se abren sobre sus
bisagras,.... y los rescatados de Dios entran pasando los querubines y serafines. Cristo
les da la bienvenida y pronuncia sobre ellos su bendición. “Bien hecho, buen siervo y
fiel:.... entra en el gozo de tu Señor.” ¿Qué es ese gozo? Él ve el trabajo de su alma, y
queda satisfecho... Aquí se encuentra uno a favor del cual en las horas de la madrugada
intercedimos delante de Dios. Allí está uno con quien hablamos en el lecho de la muerte,
y él descansó su desamparada alma en Jesús. Aquí está uno que era un pobre ebrio.
Procuramos hacer que fijara su vista en Aquel que es poderoso para salvar, y le dijimos
que Cristo podía darle la victoria. Se ven las coronas de gloria inmortal sobre sus
cabezas.
Allí no existe el chasco, ningún pesar, ningún pecado, nadie dirá, “Estoy enfermo.” Allí
no se ve el séquito fúnebre, ningún llanto ni muerte, o separación, o corazones
quebrantados; y Jesús está allí, allí hay paz.... ¡En su presencia hay plenitud de gozo, a
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su diestra hay placeres eternos!

1MS:96. Los gergesenos deseaban que Cristo los dejara. Los de Capernaum lo
recibieron, y entre ellos él efectuó maravillosos milagros.
Cristo tiene todo el poder en el cielo y en la tierra. El es el gran Médico a quien debemos
acudir cuando sufrimos alguna enfermedad física o espiritual. Mostró que poseía
absoluto dominio sobre los vientos y las olas y sobre los poseídos de demonios. Le han
sido dadas las llaves de la muerte y del infierno [sepulcro]. Le fueron sujetados los
principados y las potestades, aun estando en su humillación . . .
¿Por qué no ejerceremos mayor fe en el Médico divino? Como trabajó para el paralítico,
así actuará hoy en favor de los que lo buscan para su curación. Tenemos gran necesidad
de más fe. Estoy alarmada cuando veo la falta de fe entre los nuestros. Necesitamos ir
directamente a la presencia de Cristo, creyendo que curará nuestras dolencias físicas y
espirituales

PR:180-181. Con un mensaje de esperanza infinita Jesús consuela nuestro pesar por
los que fallecieron: "De la mano del sepulcro los redimiré, librarélos de la muerte.
Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh sepulcro". (Oseas 13:14).
"Y el que vivo, y he sido muerto; y he aquí que vivo por siglos de siglos... y tengo
las llaves del infierno y de la muerte." (Apoc. 1:18). "Porque el mismo Señor con
aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los
muertos en Cristo resucitarán primero: luego nosotros, los que vivimos, los que
quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes a recibir al Señor en
el aire, y así estaremos siempre con el Señor." (1 Tes. 4:16-17).

CS:231. La miserable carreta en que lo llevaban, las miradas de enojo que le


echaban sus perseguidores, la muerte espantosa que le esperaba -nada de esto le
importaba; el que vive, si bien estuvo muerto, pero ahora vive para siempre y tiene
las llaves de la muerte y del infierno, estaba a su lado. El semblante de Berquin
estaba radiante de luz y paz del cielo. Vestía lujosa ropa, y llevaba "capa de terciopelo,
justillo de raso y de damasco, calzas de oro". D'Aubigné, Histoire de la Réformation au
temps de Calvin, lib. 2, cap. 16. Iba a dar testimonio de su fe en presencia del Rey de
reyes y ante todo el universo, y ninguna señal de duelo empañaba su alegría.

DTG:286-287. Satanás no puede retener los muertos en su poder cuando el Hijo de


Dios les ordena que vivan. No puede retener en la muerte espiritual a una sola alma
que con fe reciba la palabra de poder de Cristo. Dios dice a todos los que están
muertos en el pecado: "Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos."
Esa palabra es vida eterna. Como la palabra de Dios, que ordenó al primer hombre que
viviera, sigue dándonos vida; como la palabra de Cristo: "Mancebo, a ti digo, levántate,"
dio la vida al joven de Naín, así también aquella palabra: "Levántate de los muertos," es
vida para el alma que la recibe. Dios "nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y
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trasladado al reino de su amado Hijo." En su palabra, todo nos es ofrecido. Si la
recibimos, tenemos liberación.

2T:271. A través de todas vuestras pruebas, que nunca han sido plenamente reveladas a
otros, habéis tenido un Amigo que no falla, el cual ha dicho: “Yo estoy con vosotros
siempre, aun hasta el fin del mundo.” Mientras estuvo sobre la tierra, siempre fue tocado
por el dolor humano. Aunque ahora ha ascendido al Padre, y es adorado por los ángeles
quienes prestamente obedecen sus mandatos, su corazón, que amó, sintió lástima, y
simpatizó, no conoce cambio. Permanece un corazón de ternura incambiable. Ese mismo
Jesús estuvo atento a todas vuestras pruebas, y no os abandonó en vuestra lucha contra
las tentaciones, las batallas contra el mal, para que finalmente fueseis quebrantados con
cargas y tristezas. Mediante sus ángeles os susurró: “‘No temáis, pues yo estoy
contigo’. ‘Yo soy el que vive, y estuve muerto; y, he aquí, vivo para siempre.’
Conozco tus pesares; los he soportado. Estoy familiarizado con tus luchas; las he
experimentado. Conozco tus tentaciones; las he enfrentado. He visto tus lágrimas; yo
también he llorado. Tus esperanzas terrenales están destruidas; pero dejad que el ojo de
la fe se alce y penetre el velo, y allí afínquense vuestras esperanzas. La seguridad eterna
será vuestra de que tenéis un Amigo que está más cercano que un hermano”.
O mi querida hermana, si tan sólo pudierais ver, como yo he visto, los caminos y obras
de Dios manifestadas a través de todas vuestras perplejidades y pruebas en la primer
parte de vuestra experiencia, cuando oprimida por la mano de la pobreza, no le
olvidaríais, sino que vuestro amor aumentaría, vuestro celo en promover Su gloria sería
incansable.

ML:47. El Espíritu Santo habría de descender sobre aquellos que aman a Cristo.
Mediante esto estarían calificados, por y en la glorificación de su Cabeza, para recibir
todo don necesario para el cumplimiento de su misión. El Dador de la Vida sostuvo en
su mano no sólo las llaves de la muerte sino todo un cielo de ricas bendiciones.
Todo poder en el cielo y la tierra le fue dado, y habiendo ocupado su lugar en las
cortes del cielo, podía dispensar estas bendiciones a todo el que le recibe. La iglesia
fue bautizada con el poder del Espíritu. Los discípulos fueron preparados para salir y
proclamar a Cristo, primero en Jerusalén, donde la vergonzosa obra de deshonrar al
legítimo Rey había sido hecha; y luego hasta lo último de la tierra. La evidencia de la
entronización de Cristo en su obra intercesora fue dada.

ST, 16 de Abril de 1902. A los discípulos, justo antes de la crucifixión, Cristo dijo: “El
que me ama será amado de mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.” Jesús leyó el
futuro de los discípulos. Él vio a uno llevado a la mazmorra, a otro a la cruz, uno
exiliado a las solitarias rocas del mar, otros bajo amenaza de persecución y muerte. Los
animó con la promesa de que en cada prueba él estaría con ellos. Esa promesa no ha
perdido su fuerza. El Señor conoce todo respecto a sus fieles siervos quienes por su
causa están en la prisión o que son desterrados a solitarias islas. Él los conforta con su
Pág. 72
propia presencia. Cuando a causa de la verdad el creyente se encuentra en el juicio
de tribunales de injusticia, Cristo está a su lado. Cristo es condenado nuevamente
en la persona de su discípulo. Cuando alguno es encarcelado tras las paredes de
prisión, Cristo inunda el corazón con su amor. Cuando alguno atraviesa la muerte
por su causa, Cristo dice: “Yo soy el que vive y estuvo muerto; y, he aquí, yo vivo
para siempre,...y tengo las llaves del infierno y de la muerte.” La vida que es
sacrificada por mí es preservada para la gloria eterna.

Versículo 19. “"Escribe lo que has visto, lo que ahora es, y lo que ha de suceder
después”.

Ev:476. Su error ha sido el siguiente: No bien Ud. inicia una serie de reuniones de
evangelización, comienza a escribir mucho. Ahora bien, si su parte en la obra consiste
en escribir, si Dios le ha dicho tal como ordenó a Juan: "Escribe estas cosas",
entonces dedíquese a eso, y no trate de hacer otra cosa. Si Ud. debe pronunciar
discursos, su mente no es suficientemente vigorosa, aunque sea intensamente activa,
para soportar la tensión de hablar, realizar visitas y escribir. Ud. debiera dejar descansar
su mente en gran medida cuando se dedica a la tarea de presentar ante la gente verdades
nuevas y alarmantes, cuya aceptación incluye una cruz. Ud. debe elegir cuidadosamente
su tema, hacer sus discursos cortos y presentar con toda claridad los puntos doctrinales
importantes. . .
Para tener éxito en esta obra debe hacer una cosa a la vez, concentrar sus facultades
sobre una sola tarea. Ud. ha errado con relación a esto. Cuando comienza a dar una
serie de discursos haga que esos discursos sean su preocupación principal. No comience
a escribir cartas y artículos para los periódicos, porque Ud. divide sus fuerzas al hacerlo
así. El pastor ____ y el pastor ____ fueron corregidos en esto. El Señor me mostró que
la obra importante de presentar la verdad estaba sufriendo en sus manos; ni la mitad de
la fuerza era aplicada a su trabajo, porque dedicaban demasiado tiempo a escribir cartas.
La obra de visitación es la parte importante de la tarea; pero esos hermanos
ocupaban su tiempo escribiendo casi constantemente, lo cual los fatigaba, ocupaba su
tiempo y no ayudaba a presentar la verdad, más bien entorpecía esa tarea. Privaban a la
gente de una exposición clara y convincente de la Escritura y se descuidaba la parte
devocional de la obra...

Versículo 20. "El misterio de las siete estrellas que viste en mi mano derecha, y de los
siete candelabros de oro es éste: Las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y
los siete candelabros son las siete iglesias".

OE:13-15. Desde su ascensión, Cristo, la gran cabeza de la iglesia, ha llevado a cabo su


obra en el mundo por medio de embajadores escogidos, mediante los cuales habla a los
hijos de los hombres, y atiende a sus necesidades. La posición de aquellos que han sido
llamados por Dios a trabajar en palabra y doctrina para la edificación de su iglesia, está
Pág. 73
rodeada de grave responsabilidad. Ocupan ellos el lugar de Cristo, en la obra de exhortar
a hombres y mujeres a reconciliarse con Dios; y únicamente en la medida en que reciban
de lo alto sabiduría y poder podrán cumplir su misión.
Los ministros de Dios están simbolizados por las siete estrellas, la cuales se hallan
bajo el cuidado y protección especiales de Aquel que es el primero y el postrero.
Las suaves influencias que han de abundar en la iglesia están ligadas con estos
ministros de Dios, que han de representar el amor de Cristo. Las estrellas del cielo
están bajo el gobierno de Dios. El las llena de luz. El guía y dirige sus movimientos. Si
no lo hiciese, pasarían a ser estrellas caídas. Así sucede con sus ministros. No son sino
instrumentos en sus manos, y todo el bien que pueden hacer se realiza por su poder.
Es para honor suyo para lo que Cristo hace a sus ministros una bendición mayor para la
iglesia de lo que son las estrellas para el mundo, por medio de la obra del Espíritu Santo.
El Salvador ha de ser su eficiencia. Si quieren mirar a él como él miraba a su Padre,
harán sus obras. A medida que ellos dependan más y más de Dios, él les dará su
resplandor para que lo reflejen sobre el mundo.
Guardias Espirituales
Los ministros de Cristo son los guardianes espirituales de la gente confiada a su cuidado.
Su obra ha sido comparada a la de los centinelas. En los tiempos antiguos, se colocaban
a menudo centinelas en las murallas de las ciudades, donde, desde puntos
ventajosamente situados, podía su mirada dominar importantes puntos que habían de ser
guardados, a fin de advertir la proximidad del enemigo. De la fidelidad de estos
centinelas dependía la seguridad de todos los habitantes. A intervalos fijos debían
llamarse unos a otros, para asegurarse de que no dormían y de que ningún mal les había
acontecido. El clamor de ánimo o advertencia se transmitía de uno a otro, repetido por
cada uno hasta que repercutía en todo el contorno de la ciudad.
A cada ministro suyo declara el Señor: "Tú pues, hijo del hombre, yo te he puesto por
atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los apercibirás de mi parte.
Diciendo yo al impío: Impío, de cierto morirás; si tú no hablares para que se guarde el
impío de su camino, el impío morirá por su pecado, mas su sangre yo la demandaré de tu
mano. Y si tú avisares al impío de su camino para que él se aparte, . . . tú libraste tu
vida".

RH, 31 de Mayo de 1887. Aquí los ministros de justicia están simbolizados por las
siete estrellas, las cuales están bajo el cuidado y protección especial del Primero y el
Último. El Señor Jesucristo está familiarizado con el número de las estrellas. Él las
llama por su nombre, ata la dulce influencia de la Pléyades, y desata las cuerdas del
Orión. Los ministros del evangelio de Cristo son de mayor bendición a la iglesia que
lo que son las estrellas para nuestro mundo. Todo está en manos de Dios. Él dirige
sus movimientos y dispone de ellas en los diferentes orbes en sus posiciones. Las
llena con luz e influencia. Él las sostiene, pues de otra manera serían estrellas sin rumbo.
Son instrumentos en sus manos, y todo el bien que hagan es hecho por Su mano y
mediante el poder de su Espíritu.
Pág. 74

RH, 31 de Mayo de 1887. La obra del ministro representada por las siete estrellas es
una obra sagrada y elevada. Cuando él entretiene la idea de que su trabajo consiste en
sermonear, entonces pasa de alto, y de seguro olvida, la obra que gira sobre al pastor de
la grey. Es su trabajo encargarse de ella, supervisar las ovejas, arreglar de tal forma los
elementos de la iglesia de modo que cada uno tenga algo que hacer.

RH, 5 de Febrero de 1914. “El mensaje del Señor a Israel mediante Amós fue: “Así dice
el Señor a la casa de Israel: "Buscadme, y viviréis.
"No busquéis a Betel, ni entréis en Gilgal, ni paséis a Beerseba; porque Gilgal irá en
cautiverio, y Betel será deshecha. "Buscad al Eterno, y vivid. No sea que él envíe fuego
a la casa de José y la consuma, sin haber en Betel quien lo apague, "vosotros que
convertís el juicio en ajenjo y echáis por tierra la justicia". Él hizo las Pléyades y el
Orión, y vuelve las tinieblas en mañana, y oscurece el día en noche; él llama al agua del
mar y la derrama sobre la tierra, el Eterno es su Nombre.”

LAS SIETE ESTRELLAS SON LOS SIETE ÁNGELES DE LAS SIETE IGLESIAS.
Véase también EGW sobre 1:16.

HAp:467. Los nombres de éstas son un símbolo de la iglesia en diferentes períodos de la


era cristiana. El número siete indica algo completo, y significa que los mensajes se
extienden hasta el fin del tiempo, mientras que los símbolos usados revelan la condición
de la iglesia en diferentes períodos de la historia.

1MS:433-434. Hablé a los hermanos de Otsego acerca de los versículos 4 y 5 del


segundo capítulo de Apocalipsis: "Tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.
Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras;
pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres
arrepentido" (Apoc. 2:4-5). Aquellos a quienes se dirigieron estas palabras tenían
muchas excelentes cualidades que son reconocidas por el Testigo fiel. "Pero dice él
tengo contra ti, que has dejado tu primer amor". Aquí hay una necesidad que
tendrá que ser suplida. Todas las otras virtudes no compensan esta deficiencia.
Cristo aconseja a la iglesia: "Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y
haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar,
si no te hubieres arrepentido... El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las
iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del
paraíso de Dios" (Apoc. 2:4-7) .
En estas palabras hay amonestaciones, reproches, amenazas, promesas del Testigo fiel,
del que tiene las siete estrellas en su diestra. "Las siete estrellas son los ángeles de las
siete iglesias, y los siete candeleros que has visto son las siete iglesias" (Apoc. 1:20).

Comentario Bíblico Adventista:


Pág. 75

1.
Revelación.
Gr. apokálupsis, "descubrimiento" (ver p. 733). "La revelación de Jesucristo" puede
considerarse como el título que Juan le dio a este libro. Este título niega
categóricamente el concepto de que el Apocalipsis es un libro sellado y por lo tanto no
puede ser entendido. Contiene un mensaje que Dios se propuso que sus "siervos" en la
tierra deberían oír y guardar (verso 3), y no podrían hacerlo a menos que primero lo
entendiesen.
De Jesucristo.
Tanto en griego como en español estas palabras pueden significar que el Apocalipsis es
una revelación que se origina en Jesús o que lo revela a él. El contexto parece implicar
que la primera interpretación es en este caso la principal, porque es la revelación "que
Dios le dio, para manifestar a sus siervos". Al mismo tiempo debe recordarse la verdad
del segundo significado, porque este libro revela a Jesús en su obra celestial después de
su ascensión. En este sentido el Apocalipsis en realidad complementa a los Evangelios.
Estos registran el ministerio de Jesús en la tierra; el Apocalipsis revela su obra en el plan
de la redención a partir de ese tiempo. Cf. cap. 19:10. En cuanto a los nombres de Jesús
y Cristo, ver com. Mat. l: l.
Le dio.
Desde la entrada del pecado toda comunicación entre el cielo y la tierra ha sido por
medio de Cristo (PP 382).
Siervos.
Gr. dóulos, "esclavo" (ver com. Rom. l:l). Los primeros cristianos a menudo se
designaban a sí mismos como "esclavos".
Que deben suceder pronto.
El pensamiento de que los diversos acontecimientos predichos en el libro del
Apocalipsis debían suceder en un futuro cercano se declara específicamente siete veces:
"Las cosas que deben suceder pronto" (cap. l: l; 22:6), "el tiempo está cerca" (cap. 1:3) y
"He aquí [o 'ciertamente'] yo vengo pronto" (cap. 3:11; 22:7, 12, 20). También hay
referencias indirectas a la misma idea (cap. 6:11; 12:12; 17:10). La respuesta personal
de Juan a estas declaraciones del pronto cumplimiento del propósito divino fue: "Amén;
sí, ven, Señor Jesús" (cap. 22:20). Por lo tanto, el concepto de la inminencia del regreso
de Jesús se halla explícito e implícito a través de todo el libro.
La segunda venida de Cristo es el gran acontecimiento culminante del antiquísimo
conflicto entre el bien y el mal que comenzó cuando Lucifer puso en tela de juicio el
carácter y el gobierno de Dios. Las declaraciones en el Apocalipsis y en otros pasajes
bíblicos respecto a la inminencia del retorno de Cristo, deben entenderse dentro de los
límites de este gran conflicto. Dios podría haber aniquilado con toda justicia a Lucifer
cuando con obstinada impenitencia persistió en su rebelión; pero la sabiduría divina
difirió la exterminación del mal hasta que la naturaleza y los resultados del pecado se
hiciesen plenamente visibles para los habitantes del universo (PP:21-23). En cualquiera
Pág. 76
de los diversos momentos cruciales de la historia de este mundo, la justicia divina podría
haber pregonado " ¡Hecho está!", y Cristo podría haber venido para inaugurar su reino
de justicia. Hace mucho tiempo que podría haber culminado sus planes para la
redención de este mundo. Así como se ofreció a Israel la oportunidad de preparar el
camino para el reino eterno de Dios en la tierra cuando ese pueblo se estableció en la
tierra prometida, y nuevamente cuando volvió de su destierro en Babilonia, así también
le dio a la iglesia de los tiempos apostólicos el privilegio de completar la comisión
evangélica. Otra oportunidad semejante llegó con el gran despertar del segundo
advenimiento en el siglo XIX. Pero en todos esos casos, el pueblo escogido de Dios no
supo aprovechar la oportunidad que le fue ofrecida con tanta bondad.
El movimiento adventista, animado por el consejo inspirado, esperaba que Cristo viniese
muy pronto después de 1844. Cuando Jesús aún no había aparecido a fines del siglo, se
recordó repetidas veces a los creyentes adventistas que el Señor podría haber venido
antes de ese tiempo (3JT:73; 8T:115-116; 3JT:297; DTG:587-588; CS:511). Cuando se
le pidió a Elena G. de White que explicara por qué el tiempo había continuado más de lo
que sus primeros testimonios parecían indicar, respondió: "¿Cómo es el caso del
testimonio de Cristo y de sus discípulos? ¿Estaban engañados?... Los ángeles de Dios en
sus mensajes para los hombres representan el tiempo como muy corto... ¿Pero ha fallado
la Palabra de Dios? ¡Nunca! Debe recordarse que las promesas y las amenazas son
igualmente condicionales" (1MS:76-77).
Por lo tanto, es claro que aunque la segunda venida de Cristo no depende de ninguna
condición, las repetidas declaraciones de las Escrituras de que su venida era inminente
estaban condicionadas por la respuesta de la iglesia a la exhortación de que terminara la
obra de predicar el Evangelio en su generación. No ha fallado la Palabra de Dios que
declaró hace siglos que el día de Cristo "se acerca" (Rom. 13:12). Jesús hubiera venido
muy pronto si la iglesia hubiese hecho la obra que se le encomendó. La iglesia no tenía
derecho a esperar a su Señor porque no había cumplido con las condiciones. Ver
Ev:503-505.
De modo que las declaraciones del ángel del Apocalipsis a Juan respecto a la inminencia
del regreso de Cristo para poner fin al reinado del pecado, deben ser entendidas como
una expresión de la voluntad de Dios y de su propósito. Dios nunca ha pensado en
demorar la consumación del plan de salvación; siempre ha expresado su voluntad de que
el regreso de nuestro Señor no se retarde mucho.
Estas declaraciones no deben entenderse en términos de la presciencia de Dios de que
habría una demora tal, ni tampoco a la luz de la perspectiva histórica de lo que en
realidad ha sucedido en la historia del mundo desde ese tiempo. Es verdad que Dios
sabía de antemano que la venida de Cristo sería demorada unos dos mil años; pero
cuando envió sus mensajes a la iglesia por intermedio de los apóstoles, expresó esos
mensajes en términos de su voluntad y propósito respecto a dicho acontecimiento para
que su pueblo estuviese informado de que, en la providencia divina, no había necesidad
de una demora. Por consiguiente, las siete declaraciones del Apocalipsis respecto a la
proximidad de la venida de Cristo deben entenderse como una expresión de la voluntad
Pág. 77
y el propósito de Dios, como promesas expresadas condicionalmente, y no como
declaraciones basadas en el conocimiento previo de Dios. En este hecho debe hallarse
sin duda la armonía entre los pasajes que exhortan a estar preparados para la pronta
venida de Cristo y aquellos períodos proféticos que revelan cuán distante se halla en
realidad el día de nuestro Señor Jesucristo.
La declaró.
Gr. semáino, "señalar", "indicar", "dar señal"; "declaró", "explicó".
Ángel.
Gr. ággelos, "mensajero". Los ángeles frecuentemente cumplen la función de ser
portadores de revelaciones divinas (cf. Dan. 8:16; 9.21; Luc. 1:19, 26, etc.). Este ángel
ha sido identificado como Gabriel (ver com. Luc. l:19).
Juan.
Es decir, Juan el apóstol (ver pp. 733-738; cf. com. Mar. 3:17). El Apocalipsis es el
único libro de Juan en el que éste se identifica por nombre (ver t. V, p. 869; cf. 2 Juan l;
3 Juan l).
2.
Ha dado testimonio.
Mejor "dio testimonio". Gr. marturéo, "dar testimonio", "testificar". El pretérito
(emartúr'sen) muestra que el autor se refiere a lo que está por escribir desde el punto de
vista de sus lectores, para quienes la acción ya sería algo pasado cuando recibieran el
mensaje. Las epístolas de Pablo (ver com. Gál. 6:11; Fil. 2:25) presentan numerosos
ejemplos de este uso del pretérito; lo mismo se ve en escritos de autores griegos y
romanos antiguos. Esta costumbre se consideraba como un acto de cortesía para el
lector. Juan declara que es testigo, que da testimonio de todo lo que Dios te había
revelado.
Palabra.
Gr. lógos, "palabra", "declaración", "mensaje", "oráculo" (ver com. Juan 1:1).
De Dios.
Es decir, que se origina en Dios, o es hablada por Dios. Juan se refiere a "la revelación
de Jesucristo, que Dios le dio" (verso l). "La palabra de Dios", "el testimonio de Jesús",
y "todas las cosas que ha visto", se refieren a lo mismo: a "la revelación" del verso 1.
El testimonio de Jesucristo.
Puede referirse a que el libro del Apocalipsis es un mensaje proveniente de Jesús o
acerca de Jesús (ver com. verso l). El contexto favorece la primera interpretación; pero,
por supuesto, es ambas cosas.
Los versos 1 y 2 tipifican un típico paralelismo invertido, en el cual las líneas primera y
cuarta son paralelas, y la segunda es paralela a la tercera:
"La revelación de Jesucristo,
que Dios le dio...
La palabra de Dios....
del testimonio de Jesucristo".
Ha visto.
Pág. 78
Mejor "vio". Vocablos que significan comunicación y percepción visual, aparecen 73
veces en el Apocalipsis; y palabras que denotan comunicación y percepción auditiva, 38
veces. El Apocalipsis es un informe real de lo que Juan vio y oyó mientras estaba en
visión.
3.
Bienaventurado.
Gr. makários, "feliz" (ver com. Mat. 5:3). Algunos sugieren que aquí puede haber una
alusión a Luc. 11:28.
El que lee.
Sin duda es una referencia en primer lugar a la persona que se escogía en la iglesia
antigua para leer en público los escritos sagrados. Juan anticipa la lectura pública del
libro que ahora dirige a "las siete iglesias que están en Asia" (verso 4), en la presencia de
los miembros reunidos de cada congregación (cf. Col. 4:16; 1 Tes. 5:27). Esta práctica
cristiana refleja la costumbre judía de leer "la ley y los profetas" en la sinagoga cada
sábado (Hechos 13:15, 27; 15:21; etc.; ver t. V, pp. 59-60). La orden implícita de que se
leyera el Apocalipsis en las iglesias de Asia sugiere que sus mensajes eran aplicables a
la iglesia en los días de Juan (ver com. Apoc. 1:11).
Los que oyen.
O sea los miembros de iglesia. Nótese que hay sólo un lector en cada iglesia, pero hay
muchos que "oyen" lo que se lee. La bendición que acompañaba la lectura del
Apocalipsis en las "siete iglesias" de la provincia romana de Asia, pertenece a todos los
cristianos que leen este libro con el deseo de comprender más perfectamente las
verdades que allí se registran.
Esta profecía.
La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "la profecía". Algunos sugieren que
Juan pide aquí específicamente que se le dé igual oportunidad a la lectura del
Apocalipsis como a los libros proféticos del AT, los cuales se leían en la sinagoga cada
sábado. Aunque la palabra "profecía", como se usa en la Biblia, se refiere a un mensaje
específico de Dios, sea cual fuere su naturaleza (ver com. Rom. 12:6), el libro de
Apocalipsis puede ser llamado acertadamente una profecía en el sentido más estricto
porque es una predicción de acontecimientos futuros.
Guardan.
La flexión del verbo en griego implica la observancia habitual de las admoniciones de
este libro como una norma de vida. Ver com. Mat. 7:21-24.
Escritas.
Mejor "han sido escritas", con el sentido de que "permanecen escritas".
Tiempo.
Gr. kairós, "tiempo", con el significado de un momento particular, una ocasión propicia,
un tiempo establecido de antemano para un acontecimiento particular (ver com. Mar.
l:15). Este "tiempo" que "está cerca" es el tiempo para el cumplimiento de "las cosas en
ella escritas", "las cosas que deben suceder pronto" de Apoc. 1:1 (ver este com.). La
inminencia de esos acontecimientos es el motivo para observar atentamente "las palabras
Pág. 79
de esta profecía". Por lo tanto, el Apocalipsis es de importancia muy especial para los
que creen que "el tiempo" de la venida de Cristo "está cerca". Compárese con la Nota
Adicional de Romanos 13.
Está cerca.
Como vivimos en los últimos momentos del "tiempo", las profecías del Apocalipsis
tienen una importancia capital para nosotros. "Especialmente Daniel y Apocalipsis
deben recibir atención como nunca antes en la historia de nuestra obra" (TM:112). "Los
solemnes mensajes que en el Apocalipsis se dieron en su orden, deben ocupar el primer
lugar en el pensamiento de los hijos de Dios" (3JT:279).
"Al libro de Daniel se le quita el sello en la revelación que se le hace a Juan" (TM:115).
Mientras que el libro de Daniel presenta a grandes rasgos los sucesos de los últimos días,
el libro de Apocalipsis da vívidos detalles acerca de dichos sucesos, de los cuales ahora
se declara que están "cerca".
4.
Juan.
Ver com. verso l. El hecho de que el escritor no sienta la necesidad de una mayor
identificación, demuestra que era bien conocido en las iglesias "en Asia". Es también un
testimonio de la autenticidad del libro porque es de esperar que otro escritor que no
fuera Juan, a quien los creyentes "en Asia" conocían por este nombre, pretendiera tener
autoridad y poder. La sencillez con que el escritor se refiere a sí mismo coincide con la
humilde actitud del escritor del Evangelio de Juan (ver t. V, p. 869).
A las siete iglesias.
Desde aquí hasta el fin del cap. 3, el Apocalipsis se parece por su forma a una carta
antigua, o más bien a una serie de cartas. Esta sección epistolar es una introducción al
resto del libro, que se caracteriza por una sucesión de visiones dramáticas. Para un
comentario sobre el uso del número "siete" en el Apocalipsis y acerca de las siete
iglesias, ver com. cap. 1:11.
Asia.
Es decir, la provincia romana de Asia, territorio de unos 500 Km. de este a oeste y 420
Km. de norte a sur, en la parte occidental de Asia Menor, en la actual república de
Turquía (ver t. VI, mapa frente a p. 33). En los tiempos helenísticos esa región se
transformó en el importante reino de Pérgamo, destacado centro de la cultura helenística.
En cuanto a las circunstancias en que Pérgamo se convirtió en la provincia romana de
Asia, ver t. V, p. 37. Asia siguió siendo un centro importante de la cultura greco-romana
en los tiempos del NT. Pablo pasó muchos meses allí (Hechos 18:19-21; 19:1, 10), y el
éxito de sus labores en esa región es evidente porque tres de sus epístolas fueron
dirigidas a los cristianos que vivían en ese territorio (Efesios, Colosenses, Filemón). Su
primera Epístola a Timoteo, que estaba entonces a cargo de la iglesia de Éfeso y tal vez
de las iglesias de toda la provincia, es una prueba de que allí había una comunidad
cristiana bien establecida. Pablo era el apóstol de los gentiles, y es probable que los
miembros de estas iglesias de la provincia romana de Asia fueran en su mayoría
gentiles.
Pág. 80
Después de que la congregación cristiana de Jerusalén fue esparcida poco antes de 70
d.C., parece que Asia aumentó en importancia como centro del cristianismo. Sin duda se
debió a la presencia y dirección del apóstol Juan quien, según la tradición, residía en
Éfeso y viajaba por la región circundante, "aquí para nombrar obispos, allí para poner en
orden iglesias enteras, y allá para ordenar a los que eran indicados por el Espíritu"
(Clemente de Alejandría, ¿Quién es el rico que se salvará? xiii). Esta declaración parece
reflejar una relación íntima entre el apóstol y las iglesias de Asia.
Gracia y paz.
Ver com. Rom. 1:7; 2 Cor. 1:2. Se ha sugerido que este saludo derivó de una
combinación del saludo común griego jáirein, "salud" (como en Sant. l:l), y el saludo
hebreo shalom, en su equivalente griego eir'en', "paz".Jáirein probablemente tiene
relación con járis, "gracia", el término más religioso que se usa aquí. "Gracia" y "paz"
aparecen comúnmente en los saludos de las antiguas epístolas cristianas, y juntas sin
duda constituyen una forma característica de saludo de la iglesia apostólica (Rom. 1:7; 1
Cor. 1:3; 2 Cor. 1:2; Gál. 1:3; Efe. 1:2; Fil. l:2; Col. 1:2; 1 Tes. l:l; 2 Tes. l:2; 1 Tim. 1:2;
2 Tim. 1:2; Tito 1:4; File. 3; 1 Pedro 1:2; 2 Pedro 1:2; 2 Juan 3).
Del que es.
Gr. ho on, "el que es", expresión sin duda tomada de Éxo. 3:14 según la LXX, donde se
usa para traducir el nombre divino YO SOY. Esta expresión implica, como en hebreo,
existencia de Dios sin límite alguno de tiempo. El texto griego presenta un error
gramatical, pues a la preposición apó, "de parte de", "del", debe seguir el caso genitivo y
no el nominativo, que se usa aquí. Sin embargo, esto no demuestra que Juan ignoraba la
gramática; su negativa de declinar en griego la palabra que representa al Ser divino
quizá fue una manera sutil de destacar la absoluta inmutabilidad de Dios. Por el
contexto de los verso 4 y 5 es claro que la frase en cuestión se refiere al Padre.
Que era.
Dios ha existido desde toda la eternidad (Salmo 90:2).
Que ha de venir.
O "el que viene". La tríada "que es", "que era" y "que ha de venir" indica que la tercera
frase es un sustituto futuro del verbo, que equivale a decir "que será". Se ha sugerido
que también se refiere a la segunda venida de Cristo. Esta interpretación, verbalmente
posible, no concuerda con el contexto, el cual muestra que éste no era el pensamiento
del autor.
La referencia al Padre expone su eternidad y declara que el mismo Ser que ahora
continuamente existe, siempre ha existido y siempre existirá. La existencia personal de
Dios trasciende al tiempo, pero una eternidad infinita sólo puede ser expresada en
palabras humanas por medio de términos limitados y temporales como los que aquí
emplea Juan.
Siete espíritus.
En cuanto al significado del número "siete" en el Apocalipsis, ver com. verso 1 l. Estos
siete espíritus también se describen como siete lámparas de fuego (cap. 4:5) y como los
siete ojos del Cordero (cap. 5:6). La relación de los "siete espíritus" con el Padre y con
Pág. 81
Cristo, como que también fueran la fuente de la gracia y paz del cristiano, implica que
representan al Espíritu Santo. El nombre de "siete" tal vez es una expresión simbólica de
su perfección, y también puede implicar la variedad de dones por medio de los cuales
obra en los seres humanos (1 Cor. 12:4-11; cf. Apoc. 3:1).
Delante de su trono.
Es decir, delante del trono "del que es, y que era y que ha de venir". Esta posición tal vez
signifique disposición para un servicio inmediato. Ver com. cap. 4:2-5.
5.
Jesucristo.
Ver com. verso 1. Los otros miembros de la Deidad ya han sido mencionados en el verso
4.
Testigo fiel.
En el texto griego este título está en aposición con "Jesucristo", que aparece en el caso
genitivo-ablativo. Normalmente estas palabras deberían estar en el mismo caso; sin
embargo quedan, como el título divino para el Padre (ver com. verso 4), aquí en caso
nominativo, sin cambio ninguno. Algunos sugieren que Juan implica así la divinidad de
Cristo y su igualdad con el Padre (ver Nota Adicional de Juan 1). Cristo es el "testigo
fiel" porque es el representante perfecto del carácter, la mente y la voluntad de Dios
delante de la humanidad (ver com. Juan 1:1, 14). Su vida sin pecado en la tierra y su
muerte como sacrificio testifican de la santidad del Padre y de su amor (Juan 14:10; ver
com. cap. 3:16).
Primogénito.
Gr. protótokos, "primogénito" (ver com. Mat. 1:25; Rom. 8:29; cf. com. Juan 1:14).
Jesús no fue cronológicamente el primero que resucitó de entre los muertos, pero puede
considerarse como el primero en el sentido de que todos los que resucitaron antes y
después de él, fueron liberados de las ataduras de la muerte sólo en virtud del triunfo de
Cristo sobre el sepulcro. Su poder para poner su vida y para volverla a tomar (Juan
10:18) lo coloca en una posición superior a todos los otros hombres que hayan salido
alguna vez de la tumba, y lo caracteriza como el origen de toda vida (Rom. 14:9; 1 Cor.
15:12-23; ver com. Juan 1:4, 7-9). Este título, como el que sigue, refleja el pensamiento
de Salmo 89:27.
Soberano.
O "gobernante". Este mundo pertenece legítimamente a Cristo. Cristo triunfó sobre el
pecado y recobró la heredad que perdió Adán, y es el gobernante legítimo de la
humanidad (Col. 2:15; cf. Col. 1:20; Apoc. 11:15). En el día final todos los seres
humanos lo reconocerán como tal (Apoc. 5:13). Pero ya sea que se lo reconozca o no,
Cristo ha tomado el dominio de los asuntos terrenales para el cumplimiento de su
propósito eterno (ver com. Dan. 4:17). El plan de la redención, que se ha convertido en
una verdad histórica mediante su vida, muerte y resurrección, ha ido avanzando paso
tras paso hacia el gran día del triunfo definitivo. Ver Apoc. 19:15-16.
Que nos amó.
La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "que nos ama" (BJ, BA, BC). El amor
Pág. 82
de Dios, revelado en Jesucristo, es ahora un hecho histórico; pero él "nos ama" ahora
tanto como cuando entregó la dádiva suprema de su Hijo.
Lavó.
La evidencia textual favorece la variante "soltó"; "libertó" (BA). Esta diferencia sin duda
surgió por la similitud entre las palabras griegas lóuo, "lavar", y lúo, "soltar". Ser
"soltado" de los pecados es ser libertado del castigo y del poder del pecado (ver com.
Juan 3:16; Rom. 6:16-18, 21-22).
Con su sangre.
O "por su sangre", es decir por la muerte de Cristo en la cruz. Fue un sacrificio vicario
(ver com. Isa. 53:4-6; cf. DTG:16).
6.
Reyes y sacerdotes.
La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "un reino, sacerdotes" (BC), quizá una
alusión a Éxo. 19:6 (cf. Apoc. 5:10). Cristo ha constituido a su iglesia en un "reino" y a
sus miembros individuales en sacerdotes. Ser miembro del reino es ser "sacerdote".
Compárese con el "real sacerdocio" de 1 Pedro 2:9. Los que han aceptado la salvación
en Cristo, constituyen un reino cuyo rey es Cristo. Es una referencia al reino de la gracia
divina en los corazones de los seres humanos (ver com. Mat. 4:17). Un sacerdote puede
ser considerado como uno que presenta ofrendas a Dios (cf. Heb. 5: l; 8:3), y en este
sentido todo cristiano tiene el privilegio de presentar "sacrificios espirituales" -oración,
intercesión, acción de gracias, gloria- a Dios (1 Pedro 2:5, 9). Como cada cristiano es un
sacerdote, puede acercarse a Dios personalmente, sin la mediación de otro ser humano, y
también acercarse -interceder- por otros. Cristo es nuestro mediador (1 Tim. 2:5),
nuestro gran "sumo sacerdote", y por medio de él tenemos el privilegio de llegarnos
"confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el
oportuno socorro" (Heb. 4:15-16).
A él sea gloria.
Literalmente "a él la gloria" (BJ, BC, NC), es decir, a Cristo (verso 5). El artículo
definido que acompaña al sustantivo sugiere una gloria específica, quizá la gloria total.
Para un comentario sobre dóxa, la palabra que se traduce "gloria", ver com. Rom. 3:23.
Imperio.
El atribuirle "imperio" a Cristo es reconocerlo como el gobernante legítimo del
universo. Después de la resurrección recibió "toda potestad... en el cielo y en la tierra"
(ver com. Mat. 28:18). Cristo merece la alabanza siempre continua de la humanidad
como agradecimiento por su triunfo sobre el pecado y la muerte (Col. 2:15). Satanás
había puesto en tela de juicio el derecho de Cristo a la "gloria" y al "imperio", pero éstos
pertenecen legítimamente a Cristo. Con esta doxología o atribución de alabanza,
termina Juan el saludo en su carta (Apoc. 1:4-6).
Por los siglos de los siglos.
Gr. eis tóus aionás ton aionon, "para los siglos de los siglos" y por lo tanto, "para
siempre". En cuanto a la palabra aion, ver com. Mat. 13:39. Juan no percibe límite
alguno de tiempo al derecho de Cristo a la "gloria e imperio".
Pág. 83
Amén.
Ver com. Mat. 5:18.
7.
He aquí que viene.
Después de terminar el saludo en el verso 6, Juan anuncia el tema del Apocalipsis: la
segunda venida de Cristo. Esta es la meta hacia la cual se mueve todo lo demás. Es
significativo que Juan use el tiempo presente, "que viene", con lo cual destaca la certeza
del acontecimiento, quizá también su inminencia (ver com. verso 1).
Con las nubes.
Ver com. Hechos 1:9-11.
Traspasaron.
Gr. ekkentéo. Esta palabra la usa Juan en su Evangelio (cap. 19:37) cuando cita a Zac.
12:10. Los traductores de la LXX sin duda se equivocaron al leer en Zac. 12:10 la
palabra hebrea daqaru, "traspasaron", como raqadu, "danzaron en triunfo", y así la
tradujeron al griego. El Evangelio de Juan es el único en donde se registra que el costado
de Jesús fue herido por un lanzazo (Juan 19:31-37). Este punto de similitud entre los dos
libros es una evidencia indirecta de que el Apocalipsis fue escrito por la misma mano
que redactó el cuarto Evangelio. Aunque Juan sin duda escribe en griego, no tiene en
cuenta la LXX en ambos casos, y da una traducción correcta del hebreo. La afirmación
de Apoc. 1:7 claramente implica que los responsables de la muerte de Cristo serán
levantados de entre los muertos para presenciar su venida en gloria (ver com. Dan.
12:2). Durante su enjuiciamiento Jesús advirtió a los dirigentes judíos en cuanto a este
temible suceso (Mat. 26:64).
Lamentación.
Literalmente "se cortarán", referencia a la costumbre antigua de cortar o herir el cuerpo
como señal de tristeza. En sentido figurado, como aquí, describe el dolor más bien que la
acción física de herirse el cuerpo. Refleja el remordimiento que se apoderará de los
impíos (ver com. Jer. 8:20).
8.
Yo soy.
Gr. ego eimí (ver com. Juan 6:20).
El Alfa y la Omega.
La primera letra y la última del alfabeto griego; es como si dijéramos: "desde la A hasta
la Z". La frase indica integridad, plenitud, y tiene el mismo significado que "el principio
y el fin, el primero y el último" (cap. 22:13). En este caso el que habla es "el Señor, el
que es y que era y que ha de venir", identificado como Dios el Padre (ver com. cap. 1:4);
sin embargo, en los versos 11-18 la expresión "el Alfa y la Omega" se identifica
claramente con Cristo, quien también declara que es "el primero y el último". En el cap.
22:13 la frase "el Alfa y la Omega" se refiere a Cristo, lo que es evidente por el verso 16.
El Padre y el Hijo comparten estos atributos eternos (ver Nota Adicional de Juan 1).
Principio y fin.
La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la omisión de estas palabras aquí y en el verso
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11, pero su inclusión en el cap. 22:13 está establecida.
El Señor.
La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "Señor Dios" (BJ, BA, BC, NC).
Que es.
Ver com. verso 4.
Todopoderoso.
Gr. pantokrátor, "omnipotente". El título se repite con frecuencia en el Apocalipsis (cap.
4:8; 11:17; 15:3; 16:7, 14; 19:6, 15; 21:22). En Oseas 12:5 (LXX) se usa pantokrátor
para traducir la palabra hebrea tseba'oth, "ejércitos", comúnmente usada con Yahweh
como un apelativo de Dios (ver t. 1, p. 182). Este título recalca la omnipotencia de Dios.
Cf. 1 Sam. 1:11; Isa. 1:9; Jer. 2:19; Amós 9:5.
9.
Yo Juan.
Ver pp. 733-738.
Copartícipe vuestro en la tribulación.
Sin duda Juan no era el único que sufría persecución en ese tiempo.
El reino.
Es decir, el reino de la gracia divina (ver com. Mat. 4:17). "Es necesario que a través de
muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios" (Hechos 14:22).
Paciencia.
La raíz del vocablo quiere decir "permanecer debajo". "Paciencia" indica aquí "aguante",
"perseverancia", el ejercicio del dominio propio para poder soportar una situación difícil,
cuando con sólo negar la fe se podría evitar la presión de la persecución. Los cristianos
tienen en Cristo fuerza suficiente para "aguantar" "en Jesús". Ver com. Rom. 2:7; Apoc.
14:12.
De Jesucristo.
La evidencia textual favorece (cf. p. 10) el texto "en Jesús" (BJ, BA, BC, NC). La
paciencia es una relación vital con él.
Estaba.
Mejor "vine a estar", lo que implica que Patmos no era el lugar de residencia permanente
de Juan, sino que las circunstancias lo habían llevado hasta allí.
Patmos.
Islita del mar Egeo, a unos 80 Km. al suroeste de Éfeso. Mide unos 15 Km. de norte a
sur, y unos 10 Km. de este a oeste en su parte más ancha. Patmos es rocosa y árida; su
costa, sumamente irregular, forma muchas ensenadas. Plinio escribió en el año 77 d.C.,
que la isla se usaba como una colonia penal (Historia natural iv. 12. 23). Esto explica la
declaración de Juan de que era "copartícipe... en la tribulación". El apóstol estaba en
Patmos como preso de los romanos (ver pp. 86-90).
Victorino de Petavio (m. c. 303 d.C.) declaró unos dos siglos más tarde acerca del
Apocalipsis: "Cuando Juan dijo estas cosas estaba en la isla de Patmos, condenado a
trabajar en las minas [en latín metallum] por el césar Domiciano" (Comentario sobre
Apocalipsis, com. cap. 10:11). La palabra latina metallum puede referirse tanto a una
Pág. 85
cantera como a una mina, pero como Patmos tiene canteras y no hay vestigios de que
hubiera tenido minas, es probable que quiso decir lo primero. La declaración de Plinio
de que Patmos era una colonia penal, es la de un contemporáneo de Juan bien
informado, mientras que la de Victorino, aunque probable, debe clasificarse como una
tradición.
Por causa de la palabra.
El texto griego no apoya la opinión de que esta frase significa que Juan estaba en Patmos
con el fin de recibir y registrar las visiones que allí le serían dadas (ver com. verso 2).
Las frases "palabra de Dios" y "testimonio de [respecto a] Jesucristo" se refieren a su
testimonio inspirado a favor del Evangelio durante más de medio siglo. Este había sido
el único propósito que motivaba la vida de Juan. Durante los amargos días de
persecución en tiempo de Domiciano, su intrépido testimonio fue la causa de que lo
desterraran a Patmos (ver pp. 738-739).
10.
En el Espíritu.
Literalmente "en espíritu", que puede significar "en estado de éxtasis". Juan se abstrajo
de las cosas terrenales; sólo estaba consciente de las impresiones que le llegaban del
Espíritu Santo. La percepción natural de los sentidos fue sustituida completamente por
una percepción espiritual.
Día del Señor.
Gr. Kuriak' h'méra. Se han hecho varios intentos para explicar esta frase, que sólo
aparece aquí en las Escrituras. Algunos intérpretes la hacen equivaler con "el día de
Jehová", de los profetas del AT (Joel 2:11, 31; Sof. 1:14; Mal. 4:5; cf. Hechos 2:20).
Puede concederse que estas palabras podrían tener tal interpretación si se toman
aisladamente. Los que así las explican, destacan que el Apocalipsis centra la atención en
el gran día final del Señor y en los acontecimientos que conducen a él (ver com. Apoc.
1:1). Estar "en el Espíritu en el día del Señor" quizá pudiera entenderse como que
significa ser arrebatado en visión a través del tiempo para presenciar acontecimientos
relacionados con el día del Señor.
Sin embargo, hay razones para rechazar esta interpretación. En primer lugar, cuando la
frase "día del Señor" claramente designa el gran día de Dios, el texto griego siempre
dice h'méra tou kuríou o h'méra kúriou (1 Cor. 5:5; 2 Cor. 1:14; 1 Tes. 5:2; 2 Pedro
3:10). En segundo lugar, el contexto (Apoc. 1: 9-10) sugiere que el "día del Señor" se
refiere al tiempo cuando Juan contempló la visión y no al tema de la visión. De modo
que Juan da su ubicación: "la isla llamada Patmos" (verso 9); la razón por la cual está
allí: "por causa de las palabras de Dios" (verso 9), y su estado durante la visión: "en el
Espíritu". Todas estas frases tienen que ver con las circunstancias en las cuales le fue
dada la visión, y es lógico concluir que la cuarta también coincide al dar el tiempo
específico de la revelación. La mayoría de los expositores apoyan esta conclusión.
Aunque la expresión kuriak' heméra es única en la Escritura, tiene una larga historia en
el griego postbíblico. Como forma abreviada, kuriak' es un término común en los
escritos de los padres de la iglesia para designar al primer día de la semana, y en el
Pág. 86
griego moderno kuriaké es el nombre del domingo. Su equivalente latino dominica dies
designa el mismo día, y ha pasado a varios idiomas modernos como domingo, y en
francés como dimanche. Por eso muchos eruditos sostienen que kuriak' h'méra en este
pasaje también se refiere al domingo, y que Juan no sólo recibió su visión en este día,
sino que también lo reconoció como "el día del Señor" quizá porque en ese día Cristo
resucitó de los muertos.
Hay razones negativas y positivas para rechazar esta interpretación. En primer lugar está
el reconocido principio del método histórico; es decir, que una alusión debe ser
interpretada solamente por medio de evidencias anteriores a ella o contemporáneas con
ella, y no por datos históricos de un período posterior. Este principio tiene mucha
importancia en el problema del significado de la expresión "día del Señor" tal como
aparece en este pasaje. Aunque este término es frecuente en los padres de la iglesia para
indicar el domingo, la primera evidencia decisiva de tal uso no aparece sino hasta fines
del siglo II en el libro apócrifo Evangelio según Pedro (9, 12), donde el día de la
resurrección de Cristo se denomina "día del Señor". Como este documento fue escrito
por lo menos tres cuartos de siglo después de que Juan escribió el Apocalipsis, no puede
presentarse como una prueba de que la frase "día del Señor" en el tiempo de Juan se
refería al domingo. Podrían citarse numerosos ejemplos para mostrar la rapidez con que
las palabras pueden cambiar de significado. Por lo tanto, el significado de "día del
Señor" se determina mejor en este caso recurriendo a las Escrituras antes que a la
literatura posterior.
En cuanto al aspecto positivo de esta cuestión, está el hecho de que aunque la Escritura
en ninguna parte indica que el domingo tiene alguna relación religiosa con el Señor,
repetidas veces reconoce que el séptimo día, el sábado, es el día especial del Señor. Se
nos dice que Dios bendijo y santificó el séptimo día (Gén. 2:3); lo constituyó como
recordativo de su obra de creación (Éxo. 20:11); lo llamó específicamente "mi día santo"
(Isa. 58:13); y Jesús se proclamó como "Señor aún del día de reposo [sábado]" (Mar.
2:28), en el sentido de que como Señor de los hombres era también Señor de lo que fue
hecho para el hombre: el sábado. De manera que cuando se interpreta la frase "día del
Señor" de acuerdo con pruebas anteriores y contemporáneas del tiempo de Juan, se
concluye que hay sólo un día al cual puede referirse, y ése es el sábado, el séptimo día.
Ver 2JT:411; HAp:464.
Los descubrimientos arqueológicos han proyectado más luz sobre la expresión kuriak'
h'méra. Papiros e inscripciones del período imperial de la historia romana, hallados en
Egipto y Asia Menor, emplean la palabra kuriakós (el masculino de kuriak') para
referirse a la tesorería y el servicio imperial. Esto es comprensible, pues el emperador
romano a menudo era llamado en griego el kúrios, "señor", y por consiguiente su
tesorería y servicio eran la "tesorería del señor" y "el servicio del señor". Por lo tanto
kuriakós era una palabra familiar en el idioma oficial romano para las cosas relacionadas
con el emperador. Una de esas inscripciones procede de una época tan antigua como lo
es el año 68 d.C. De manera que es claro que este uso de kuriakós era corriente en el
tiempo de Juan (ver Adolf Deissmann, Light From the Ancient East, pp. 357-361).
Pág. 87
En esta misma inscripción aparece una referencia a un día al que se le dio el nombre de
la emperatriz Julia, o Livia como es mejor conocida.
En otras inscripciones de Egipto y de Asia Menor aparece con frecuencia el término
sebast', el equivalente griego de Augustus, como nombre de un día. Sin duda éstas son
referencias a días especiales en honor del emperador (ver Deissmann, loc. cit.). Algunos
han sugerido que la expresión kuriak' h'méra, como la usa Juan, también se refiere a un
día imperial; pero esto parece dudoso por dos razones. Primero: aunque había días
imperiales y el término kuriakós se usaba para otras cosas relativas al emperador, aún no
se ha encontrado ningún caso en que kuriak' se hubiera aplicado a un día imperial. Esto,
por supuesto, no es una prueba final, porque es un argumento basado en el silencio. Pero
el segundo argumento que puede esgrimirse contra la identificación de kuriak' h'méra de
Juan con un día imperial, parece ser concluyente: se sabe que tanto los judíos del siglo I
(ver Josefo, Guerra vii. 101), como los cristianos, por lo menos en el siglo II (ver
Martirio de Policarpo 8), se negaron a llamar al César kúrios, "señor". Por lo tanto, llega
a ser extremadamente difícil pensar que Juan se hubiera referido a un día imperial como
el "día del Señor", especialmente en sin tiempo cuando él y sus hermanos cristianos eran
terriblemente perseguidos por negarse a adorar al emperador (ver pp. 738-740). Es más
probable que Juan escogiera la expresión kuriak' h'méra para referirse al sábado, como
un medio sutil de proclamar el hecho de que así como el emperador tenía días especiales
dedicados en su honor, así también el Señor de Juan, por amor de quien ahora sufría,
también tenía su día especial. Para un estudio del origen de la observancia del día
domingo y de la designación del domingo como "día del Señor", ver com. Dan. 7:25 y
HAp:464-465.
Algunos estudiosos han sugerido que kuriak' h'méra debe entenderse como "domingo de
pascua". Esta frase se usó posteriormente para designar a la fiesta anual que recordaba la
resurrección de Jesús. Sin embargo, esta explicación no necesariamente se aplica al siglo
I. Por lo tanto, no sirve para aclarar este pasaje.
Como de trompeta.
La comparación con una trompeta indica la intensidad de la voz.
11.
Yo soy el Alfa.
Ver com. verso 8. De acuerdo a los versos 17-18 es claro que estos títulos se aplican en
este caso específicamente a Cristo; sin embargo, la evidencia textual establece (cf. p. 10)
la omisión de las palabras "Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último". Están
omitidas en la BJ, BA, BC y NC.
En los versos 4-10 Juan dirige a las siete iglesias su propia declaración introductoria de
las circunstancias en las cuales le fue dado el Apocalipsis. Comenzando con el verso 11
presenta la autorización que recibió directamente de Cristo para escribir el Apocalipsis.
Es apropiado que así lo hiciera, porque ésta es "la revelación de Jesucristo" (verso 1).
La revelación empieza con el verso 11.
Un libro.
Gr. biblíon, "libro", generalmente e hojas de papiro, el tipo de libro más común en los
Pág. 88
días de Juan. Ver t. V, p. 114.
Lo que ves.
La comunicación visual y la percepción predominan en el Apocalipsis (ver com. verso
2). Juan vio visiones, escenas panorámicas simbólicas, las que describe tan plena y
exactamente como es posible hacerlo dentro de los límites que impone el lenguaje
humano. Muchos de esos símbolos superan a las palabras y las experiencias humanas.
Al apóstol a veces le faltan palabras para describir apropiadamente lo que ve, como por
ejemplo cuando contempla el trono de Dios (cap. 4:3, 6). Sin embargo, a través del
Apocalipsis la grandeza de la forma en que Dios dirige el universo, la intensidad del
gran conflicto entre Cristo y Satanás y la gloria del triunfo final, se describen más vívida
y magníficamente que en otras partes de las Escrituras.
Las siete iglesias.
El orden en que se enumeran las iglesias aquí y en los cap. 2 y 3, representa el orden
geográfico en que viajaba un mensajero que llevaba una carta desde Patmos a esas siete
ciudades de la provincia de Asia. Hay más información acerca de la geografía de las
siete iglesias en las pp. 91- 106 y en el t. VI, mapa frente a p. 33. Se puede saber más
acerca de cada una de estas iglesias en los mensajes particulares dirigidos a ellas en los
cap. 2 y 3.
Las siete iglesias son la primera de una serie de "sietes" que se hallan en el Apocalipsis:
siete espíritus (verso 4), siete candeleros (verso 12), siete estrellas (verso 16), siete
lámparas de fuego (cap. 4:5), un libro con siete sellos (cap. 5:1), los siete cuernos y siete
ojos del Cordero (cap. 5:6), siete ángeles con siete trompetas (cap. 8:2), siete truenos
(cap. 10:4), un dragón con siete cabezas y siete coronas (cap. 12:3), una bestia con siete
cabezas (cap. 13:l), siete ángeles que tienen las siete copas que contienen las siete
últimas plagas (cap. 15:1, 7) y la bestia con siete cabezas, que se dice que también son
siete montes y siete reyes (cap. 17:3, 9-10). Este uso repetido del número siete con
tantos símbolos diferentes, significa que esa cifra también debe entenderse en sentido
simbólico. A través de toda la Escritura el número siete, cuando se usa simbólicamente,
por lo general representa plenitud, perfección.
Por lo tanto, cuando se aplica a las siete iglesias es de esperarse que tenga un propósito
definido. Había más de siete iglesias en la provincia de Asia, pues dos iglesias de esa
región -la de Colosas y la de Hierápolis- también se mencionan en el NT (Col. 1:2;
4:13). Por consiguiente, es razonable deducir que el Señor escogió a las siete iglesias
que aquí se nombran porque eran y serían típicas de la condición de toda la iglesia en los
tiempos apostólicos y también a través de toda la era cristiana (ver p. 742; cf. HAp:466-
467).
Los mensajes a las siete iglesias eran aplicables a condiciones específicas de la iglesia en
los días de Juan. Si no hubiese sido así, estos mensajes hubieran desconcertado y
desanimado a los cristianos de las iglesias de Asia cuando los leyeran (ver com. Apoc.
1:3). Juan hubiera resultado ser entonces un falso profeta si los mensajes que dirigía a
sus iglesias no hubiesen revelado la verdadera condición de esas congregaciones y no
hubieran sido adecuados para sus necesidades espirituales. Estos mensajes fueron
Pág. 89
enviados en una época en que los cristianos de Asia estaban sufriendo una gran
tribulación (ver pp. 738-740), y su firme reproche, alentador consuelo y gloriosas
promesas, deben haber tenido el propósito de responder a esas necesidades (ver
HAp:462-470). Si las iglesias cristianas de Asia aceptaban y prestaban atención a estos
mensajes, estarían preparadas espiritualmente para comprender el drama del gran
conflicto descrito en el resto del Apocalipsis, y para mantener una esperanza firme en el
triunfo final de Cristo y de su iglesia.
Aunque los diversos mensajes a las siete iglesias tuvieron que haberse aplicado en
primer lugar a las iglesias de Asia de los días de Juan, también se aplicarían a la historia
futura de la iglesia (ver p. 742). Un estudio de la historia revela que estos mensajes
ciertamente son aplicables de una manera especial a siete períodos o épocas que abarcan
la historia de la iglesia hasta el fin del tiempo.
Como ya lo hicimos notar, el número siete implica plenitud, y por esa razón también
parece razonable entender que estos mensajes en cierta medida describen a toda la
iglesia en cualquier momento de su historia, pues sin duda cada congregación a través de
la historia cristiana podría hallar que se describían sus características y necesidades en
uno o más de estos mensajes. Por lo tanto, puede decirse que tienen triple aplicación:
universal, local (en los días de Juan) e histórica (o en períodos sucesivos). Un escritor
cristiano de alrededor del año 200 d.C. afirmó: "Juan escribe a las siete iglesias, y sin
embargo, habla a todas" (Texto latino en S. P. Tregelles, ed., Canon Muriatorianus, p.
19). Por ejemplo, el mensaje a la iglesia de Laodicea es particularmente apropiado para
la iglesia de hoy, sin embargo, los mensajes a las otras iglesias también contienen
palabras de admonición con las cuales ella puede beneficiarse (ver 2JT:125, 187, 210,
255; 8T:98-99).
12.
Ver la voz.
Es decir, ver quién le hablaba.
Candeleros.
Gr. lujnía, "portalámparas". La vela, tal como se conoce hoy, generalmente no se usaba
en los tiempos antiguos. Las lámparas solían tener forma de una taza poco profunda en
la cual se ponía aceite y se insertaba una mecha. Por lo tanto, los "candeleros" que vio
Juan sin duda eran portalámparas en los cuales se colocaban las lámparas.
En el verso 20 se declara que estos candeleros representan a las siete iglesias, y por lo
tanto a toda la iglesia (ver com. verso 11). El hecho de que sean de oro parece indicar
cuán preciosa es la iglesia a la vista de Dios. Juan ve a Cristo que camina en medio de
ellos (versos 13-18), lo que indica su presencia continua en medio de la iglesia (ver Mat.
28:20; cf. Col. 1:18).
Esta referencia a siete candeleros de oro recuerda al candelero de siete brazos del lugar
santo del santuario terrenal (Éxo. 25:31-37). Sin embargo, es obvio que son diferentes,
porque Juan vio a Cristo que andaba entre ellos (Apoc. 1:13; 2:1). Se dice
específicamente que estos "siete candeleros" representan a iglesias en la tierra, y por lo
tanto no deben ser considerados como el equivalente celestial del candelero de siete
Pág. 90
brazos del antiguo santuario terrenal.
13.
Hijo del Hombre.
Gr. huiós anthropou. El texto griego no tiene el artículo definido. Es una traducción
exacta del kebar 'enash arameo (ver com. Dan. 7:13), y parece tener aquí el mismo
significado. Lo que se comenta de kebar 'enash se puede, por lo tanto, aplicar a huiós
anthropou, pues sabemos por Apoc. 1:11, 18 que Aquel a quien se hace referencia, como
en Dan. 7: 13, es a Cristo. El título "el Hijo del Hombre", con el artículo definido, se usa
más de 80 veces para referirse a Cristo en el NT, mientras que la expresión "Hijo del
Hombre", sin el artículo definido, se usa para él en el NT en griego sólo en otros dos
casos: en Apoc. 14:14, que es una clara alusión a Dan. 7:13, y en Juan 5:27, donde se
recalca la humanidad de Jesús.
Si se aplica el mismo principio como en el caso de kebar 'enash (ver com. Dan. 7:13),
llegamos a la conclusión de que Juan está contemplando aquí a Cristo en visión por
primera vez. ¿Quién es este ser glorioso? No tiene la forma de un ángel ni de otro ser
celestial, sino de un hombre. Su forma es humana a pesar de su deslumbrante brillo.
Aunque Juan escribió el Apocalipsis en griego, su manera de expresarse a menudo es la
de su arameo materno (el idioma que hablaban los judíos de Palestina en tiempos del
NT). Esto puede verse en sus expresiones idiomáticas, y es posible que huiós anthrópou
"hijo de hombre", sea una de éstas. Si es así, "hijo de hombre" significaría simplemente
"ser humano", "hombre" (ver com. Dan. 7:13). Los "hijos de la resurrección" (Luc.
20:36) son simplemente personas resucitadas, e "hijos del reino" (Mat. 8:12) son, de la
misma manera, personas aptas para el reino. Así también "los que están de bodas" (Mar.
2:19) son los convidados a las bodas; los "hijos de este siglo" (Luc. 16:8) son los que
viven para este mundo; los "hijos de ira" (Efe. 2:3) son los que se acarrean el castigo a
causa de sus malas obras, y los "hijos de Belial" (1 Reyes 21:10, RVA, margen) son
personas malvadas, despreciables. Cuando el Cristo glorificado se manifestó a Juan con
esplendor celestial, todavía se le presentó con la semejanza de un ser humano. Aunque
Cristo es eternamente preexistente en su condición de segunda persona de la Deidad y
siempre lo será, tomó sobre sí la humanidad para toda la eternidad futura (ver t. V, pp.
894-896). ¡Qué consuelo es saber que nuestro Señor, que ascendió y fue glorificado, es
aún nuestro hermano en la humanidad y, sin embargo, también es Dios! Para una mejor
comprensión de este pasaje, ver Problems in Bible Translation, pp. 241-243.
Hasta los pies.
Un vestido largo es símbolo de dignidad.
14.
Blancos como blanca lana.
Juan trata en vano de hallar palabras para describir exactamente lo que contempla en
visión. La blancura del cabello de Aquel que aparece en visión le recuerda a primera
vista la blancura de la lana; pero no bien lo ha escrito cuando piensa en algo aún más
blanco: la nieve, y la añade para lograr una descripción más perfecta. A su mente quizá
también acudió la descripción de Dan. 7:9.
Pág. 91
Llama de fuego. O una "llama ardiente", lo que hace resaltar el brillo de su rostro y la
intensidad de su mirada.
15.
Bronce bruñido.
Gr. jalkolíbanon, una sustancia de identificación incierta. Quizá un metal parecido al
oro, lustroso y radiante.
Refulgente.
O "como encendido o acrisolado en horno". Los pies se parecían al bronce que ha sido
sometido a un calor intenso.
Muchas aguas.
En los días de Juan el estruendo del océano y el estrépito del trueno eran los sonidos más
fuertes e intensos que conocía el hombre. Su profundidad y majestad aún no han sido
sobrepujados como símbolos de la voz del Creador.
16.
Su diestra.
La mano de Dios representa aquí su poder para sostener.
Siete estrellas.
Símbolo que representa a los "ángeles" o mensajeros enviados a las siete iglesias (ver
com. verso 20).
Salía.
La flexión del verbo en griego implica una acción continua. El poder de Cristo obra
constantemente.
Espada aguda de dos filos.
Gr. romfáia dístomos, literalmente "espada de dos bocas". La romfáia era una espada
grande y pesada de dos filos. Es la palabra que usa la LXX para describir la espada que
Dios colocó en la entrada del Edén (ver com. Gén. 3:24) y la espada de Goliat (1 Sam.
17:51).
La frase "espada de dos bocas" es sin duda un semitismo aunque aparece en griego ya en
el siglo V a.C. en las piezas teatrales de Eurípides; sin embargo, se encuentra mucho
antes en el AT, donde la frase equivalente en hebreo es pi jéreb, "boca de espada" (Gén.
34:26; 2 Sam. 15:14). Cuando el autor de jueces cuenta la historia de Aod, dice
literalmente: "y Aod se hizo para sí una espada, y para ella dos bocas" (Jueces 3:16). Y
en Prov. 5:4 también se habla de una jereb pioth, "una espada de bocas", traducida como
"espada de dos filos". Esta interesante figura de dicción puede derivarse o del
pensamiento de que la espada de un hombre devora -el filo es su boca- a sus enemigos
(ver 2 Sam. 11:25; Isa. 1:20; Jer. 2:30), o por la forma de ciertas espadas antiguas cuyos
mangos parecían la cabeza de un animal, de cuya boca salía la hoja del arma.
Juan repite el símbolo en los cap. 2:12, 16; 19:15, 21. El significado es que como sale de
la boca de Cristo, es un instrumento de castigo divino. En este versículo parece mejor
entenderlo con el mismo sentido: como símbolo de la autoridad de Cristo para juzgar, y,
especialmente, de su poder para ejecutar el castigo. "Una espada aguda de dos filos"
implica cuán penetrantes son sus decisiones y la eficacia de sus castigos.
Pág. 92
Como el sol.
El sol es la luz más brillante que conoce normalmente el hombre.
17.
Como muerto.
El primer efecto sobre los que recibían una visión de un ser divino revestido con toda la
gloria del cielo era privados de su fuerza física (Eze. 1:28; 3:23; Dan. 8:17; 10:7-10;
Hechos 9:4; cf. Isa. 1:5). Compárese con el caso de Daniel (ver com. cap. 10:7-10).
"persona que recibía ese honor quedaba completamente anonadada por el sentimiento de
su propia debilidad e indignidad. Un estudio del estado físico del profeta en visión, lo
hace E. D. Nichol en su obra Ellen G. White and her Critics, pp. 51-61. Otros ejemplos
de la reacción emotiva de Juan ante lo que vio en visión aparecen en Apoc. 5:4; 17:6.
Juan cayó dos veces en adoración a los pies de un ángel (cap. 19:10; 22:8).
No temas.
Después de que un profeta perdía su fuerza natural, era fortalecido sobrenaturalmente,
por lo general mediante el toque de una mano (Eze. 2:1-2; 3:24; Dan. 8:18; 10:8-12, 19;
cf. Isa. 6:6- 7). A menudo un visitante celestial pronunciaba la orden: "No temas", para
calmar los temores que espontáneamente surgían del corazón humano frente a un ser tal
(Jueces 6:22-23; 13:20-22; Mat. 28:5; Luc. 1:13, 30; 2:10).
El primero y el último.
Ver com. verso 8. Esta expresión es sin duda una cita de Isa. 44:6; es una traducción
directa del texto hebreo y no una cita de la LXX, como en el verso 8.
18.
El que vivo.
Gr. ho zon "el Viviente", indudablemente el término común del AT 'El jai, "Dios
viviente" (Josué 3:10; etc.). La flexión del verbo implica una vida continua, permanente.
Esta declaración tiene un significado especial porque Cristo había estado muerto. "En
Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra" (DTG:489; ver 729). "En él
estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres" (ver com. Juan 1:4).
Estuve muerto.
Literalmente "llegué a estar muerto", una referencia a la crucifixión. Una clara
indicación de que Aquel que apareció a Juan en visión era Cristo.
Vivo.
Gr. zón eimí, "viviendo estoy", es decir, tengo vida continua, vida que no termina, vida
autoexistente (ver t. V, pp. 894-896; ver com. Juan 5:26). A pesar de la muerte que
Cristo sufrió por la raza humana, sigue siendo "el que vive" porque es Dios. "La
divinidad de Cristo es la garantía que el creyente tiene de la vida eterna" (DTG:489).
Ver com. Apoc. 1:5. Eimí, "Yo soy", implica existencia continua y contrasta
notablemente con egenóm'n, "estuve", "llegué a estar" muerto.
Por los siglos de los siglos.
Ver com. verso 6.
Amén.
La evidencia textual establece (cf. p.10) la omisión de esta palabra.
Pág. 93
Llaves.
Las llaves son un símbolo de poder, autoridad. Cf. com. Mat. 16:19; Luc. 11:52.
Hades.
Gr. Hád's, "la morada de los muertos", "el sepulcro" (ver com. Mat. 11:23). La
resurrección de Cristo es la garantía de que los justos se levantarán "en la resurrección
en el día postrero" (Juan 11:24) para vida eterna (ver com. Juan 11:25; Apoc. 1:5).
19.
Escribe.
Se repite la orden del verso 11.
Has visto.
Lo que ha visto en visión hasta ese momento (verso 10-18).
Las que son.
Algunos sostienen que esta frase describe la situación histórica de ese momento,
particularmente en lo que se refería a la iglesia. Creen que en contraste con "las cosas
que has visto" -la visión de Cristo (versos 10-18)-, "las que son, y las que han de ser
después de éstas" se refieren a los verdaderos sucesos históricos presentados
simbólicamente.
Otros sostienen que "las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después
de éstas", simplemente se refieren a las cosas que Juan ya había visto en visión, lo que
estaba viendo y lo que vería en el futuro (cf. verso 11).
20.
Misterio.
Gr. must'rion, "secreto", misterio"; deriva de una palabra que describe al que ha sido
iniciado en una religión (ver com. Rom. 11:25). La palabra "misterio", como la usaban
originalmente los cristianos, no significaba algo que no podía ser entendido, como se
entiende hoy, sino algo que sólo podían entenderlo los iniciados, es decir los que tenían
el derecho de saber. Por eso Cristo les dijo a sus discípulos que les era "dado saber los
misterios del reino de los cielos", pero no a las multitudes (ver com. Mat. 13:11). Pablo
habla de la resurrección como de un "misterio" (1 Cor. 15:51), y con frecuencia también
se refiere en la misma forma al plan de salvación mismo (ver com. Rom. 16:25-26).
Los antecedentes judíos de esta expresión aparecen en un pasaje del Manual de
disciplina de los esenios de Qumrán (ver t. V, p. 92-93), donde dice al hablar de la
salvación: "La luz de mi corazón penetra en el misterio que ha de ser" (1QS xi. 3; en
Millar Burrows, The Dead Sea Scrols, p. 387). La palabra "misterio" aparece repetidas
veces en el documento citado. Esta expresión también era común en las religiones
paganas basadas en misterios.
"Misterio" se aplica aquí a las siete "estrellas", símbolo que hasta este momento no se ha
explicado; pero ahora este símbolo se denomina "misterio" porque la interpretación está
a punto de ser dada a conocen Por lo tanto, en el libro del Apocalipsis un "misterio" es
un símbolo oculto que está por ser explicado a los que están dispuestos a "guardar" (ver
com. verso 3) las cosas reveladas en este libro (cf. cap. 17:7, 9), o a uno a quien Dios
decide darlas a conocen Los símbolos del Apocalipsis también son llamados "señales"
Pág. 94
(ver com. cap. 12:1 y 15:1).
Siete estrellas.
Ver com. versos 11, 16. Este versículo es un puente que une los versos 12-19 con los
mensajes de los cap. 2 y 3. Explica los símbolos de los versos 12 y 16 y prepara el
camino para los mensajes a las diferentes iglesias.
Ángeles.
Gr. ággelos, "mensajero", ya sea celestial o humano. Aggelos se aplica a seres humanos
en Mat. 11:10; Mar. 1:2; Luc. 7:24, 27; 9:52; cf. 2 Cor. 12:7. Se ha sugerido que los
"ángeles" de las siete iglesias son sus respectivos ancianos o supervisores del tiempo de
Juan, y que el Señor les dirige los mensajes para que los transmitan a sus respectivas
congregaciones. Sin embargo, con la posible excepción de los "ángeles" de las siete
iglesias, la palabra ággelos no se refiere a seres humanos en los 75 casos en que Juan la
usa en el Apocalipsis los "ángeles" con los dirigentes de las iglesias (cf. OE:1314-
HAp:468).
Siete candeleros.
ver com. verso 12.
Siete iglesias.
Ver com. verso 4, 11.

COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE


1 CS:389; CW:175; DTG:73; Ed:185; HAp:466; 6T:128.
1-3 3JT:278; 7T:158
3 CS:389; CW :175; DTG:201; Ed :186; Ev :146-147; HAp:466; 3JT:11; PR :402;
PVGM:103; 5T :15; 6T :128; TM :113, 116
5 3J:32; OE:535; PVGM:126
5-6 CS:468, 704
6 CMC:135; 2JT:179
7 CS:346, 683, 695; DTG:77l; PE:53, 178, 292; 8T:116; TM :232
9 CS:15, 84; ECFP:64, 93; FE:109, 423; HAp:456, 460, 469; OE:18; PP:122; 7T:288;
3TS:376
9-10 MM:37; 6T:128
10 ECFP:96
10-13 HAp:464
11 HAp:467
13 2JT:351; 3JT:263; MC:326
13-15 CS:682
14 NB:73
14-15 PE:16, 286
14-17 HAp:465
14-18 ECFP:101
15 NB:73; PE:15, 34
16 OE:13; (más bajo cap. 2:1)
Pág. 95
17 CS:524; ECFP:103; 2JT:168
17-18 CM:18; Ed:79; TM:95
18 DTG:286, 447, 489, 623; 3JT:111; PR:180; 2T:271
18-20 HAp:467

https://sites.google.com/site/eme1888 ; eme1888@gmail.com

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