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Comunismo, ideología política cuya principal aspiración es la consecución de una sociedad en la que los principales

recursos y medios de producción pertenezcan a la comunidad y no a los individuos. En teoría, estas sociedades
permiten el reparto equitativo de todo el trabajo en función de la habilidad, y de todos los beneficios en función de las
necesidades. Algunos de los conceptos de la sociedad comunista suponen que, en último término, no se necesita que
haya un gobierno coercitivo y, por lo tanto, la sociedad comunista no tendría por qué tener legisladores. Sin embargo,
hasta alcanzar este último estadio, el comunismo debe luchar, por medio de la revolución, para lograr la abolición de
la propiedad privada; la responsabilidad de satisfacer las necesidades públicas recae, pues, en el Estado.

El concepto comunista de la sociedad ideal tiene lejanos antecedentes, incluyendo La República de Platón y las
primeras comunidades cristianas. La idea de una sociedad comunista surgió, a principios del siglo XIX, como
respuesta al nacimiento y desarrollo del capitalismo moderno. En aquel entonces, el comunismo fue la base de una
serie de afirmaciones utópicas; sin embargo, casi todos estos primeros experimentos comunistas fracasaron;
realizados a pequeña escala, implicaban la cooperación voluntaria y todos los miembros de las comunidades creadas
participaban en el proceso de gobierno.

Posteriormente, el término ‘comunismo’ pasó a describir al socialismo científico, la filosofía establecida por Karl
Marx y Friedrich Engels a partir de su Manifiesto Comunista. Desde 1917, el término se aplicó a aquellos que
consideraban que la Revolución Rusa era el modelo político ideal, refundido el tradicional marxismo ortodoxo con el
leninismo, creador de una verdadera praxis revolucionaria. Desde el inicio de aquélla, el centro de gravedad del
comunismo mundial se trasladó fuera de la Europa central y occidental; desde finales de la década de 1940 hasta la de
1980, los movimientos comunistas han estado frecuentemente vinculados con los intentos de los países del Tercer
Mundo de obtener su independencia nacional y otros cambios sociales, en el ámbito del proceso descolonizador.

En sus obras, Marx y Engels intentaron analizar la sociedad capitalista. Pusieron de manifiesto las contradicciones


existentes en el seno de la sociedad contemporánea: los derechos fundamentales no habían abolido la injusticia; los
gobiernos constitucionales no evitaban ni la mala gestión ni la corrupción; la ciencia posibilitaba el dominio de la
naturaleza pero no el de las fluctuaciones de los ciclos económicos; y la eficiencia de los modernos modos de
producción no evitaba la existencia de barrios marginales en medio de la abundancia.

Describían la historia de la humanidad como el intento, de hombres y mujeres, por desarrollar y aplicar su potencial
creativo con el fin de controlar las fuerzas de la naturaleza para poder mejorar la condición humana. Al realizar este
esfuerzo para desarrollar y controlar las fuerzas productivas, la humanidad ha logrado grandes éxitos; la historia
consiste en la historia del progreso. No obstante, al buscar el desarrollo de la productividad se han creado varias
instituciones que han provocado una explotación, dominación y muchos otros males; el precio que la humanidad tiene
que pagar por el progreso es el tener una sociedad injusta.

Según Marx, todos los sistemas sociales del pasado habían sido un medio para que unos pocos, ricos y poderosos,
pudieran vivir a costa del trabajo y la miseria de una mayoría pobre. Por eso, todo sistema está amenazado por un
posible conflicto surgido de cada contradicción histórica. Además, cada modo de producción que se sucede en el
tiempo tiene fallos que, antes o después, terminarán por destruirlo, bien por su propia desintegración, bien por una
revolución alentada por la clase oprimida. Engels y Marx pensaban que el sistema capitalista también tenía fallos y,
por lo tanto, estaba condenado a su autodestrucción. Intentaron demostrar que cuanto más productivo fuera el
sistema, más difícil sería que funcionara: cuantos más bienes fuera acumulando menos utilidad marginal se obtendría
de esos bienes; cuanto más preparada estuviera la población, menos podrían utilizar sus capacidades. En definitiva, el
capitalismo acabaría ahogándose en su propia riqueza.

Se creía que el colapso de la economía capitalista culminaría en una revolución política en la que el proletariado se


rebelaría contra la clase opresora y acabaría con la propiedad privada de los medios de producción. Dirigida por y
para el pueblo (tras un breve periodo de dictadura proletaria), la economía produciría, no en virtud del lucro y la
rentabilidad, sino de las necesidades de la sociedad, con lo cual, una vez satisfechas éstas, las desigualdades
desaparecerían a la par que los gobiernos coercitivos. Este proceso ocurriría, según las previsiones de Marx y Engels,
en los estados más industrializadas de Europa occidental, donde el capitalismo había creado las condiciones
necesarias para que estos cambios tuvieran lugar.

El capitalismo, aunque ha estado en peligro en ocasiones, no se ha colapsado; en los países autodenominados


comunistas siguen produciéndose desigualdades y persisten tanto la escasez como los gobiernos coercitivos; por otra
parte, los seguidores de Marx han alcanzado el poder en países que no reunían las condiciones que Marx y Engels
consideraban esenciales. El primer país que instauró un sistema comunista fue Rusia, un Estado de gran extensión,
pobre y relativamente atrasado, que iniciaba a principios del siglo XX su proceso de industrialización pero en el que
no existía una auténtica clase burguesa autóctona que protagonizara la transición de una sociedad del Antiguo
Régimen a otra capitalista. El pueblo ruso, mayoritariamente analfabeto, no tenía ninguna experiencia en cuanto a
participación política. En 1917, la Revolución Rusa puso fin al gobierno zarista y, tras un periodo de inestabilidad
política, convirtió a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en el primer Estado regido por un partido
comunista, concretamente el bolchevique dirigido por Lenin.
Desde la conquista del poder por los bolcheviques, el gobierno comunista de la Unión Soviética se enfrentó a toda
una serie de problemas. Durante los primeros años, los enemigos del sistema dentro del país cuestionaban incluso la
existencia del gobierno. Cuando el partido comunista salió victorioso, tuvo que enfrentarse con la necesidad de
reconstruir y modernizar la arruinada economía del país. Después, todos los esfuerzos estuvieron encaminados a
transformar un país atrasado en una nación industrial y en una primera potencia militar.

El objetivo era ambicioso, los obstáculos enormes, y no había tiempo que perder, sobre todo después de la desastrosa
interrupción que significó la II Guerra Mundial. Por ello, los líderes soviéticos eran implacables a la hora de
organizar todos los recursos disponibles, materiales y humanos, para lograr la modernización. La dura disciplina y la
austeridad económica que se requería sólo podían imponerse mediante una inflexible dictadura que pudiera controlar
todas las actividades de los ciudadanos y suprimir cualquier viso de disidencia o autonomía. El sistema de control
total resultante fue denominado estalinismo, en virtud del personaje que lo protagonizó, Iósiv Stalin, el líder que
controló y diseñó el gobierno de la URSS durante más de un cuarto de siglo tras la muerte de Lenin.

Por supuesto, el estalinismo se alejó tanto del dogma marxista como de la ideología leninista, estimulando el
surgimiento de nuevas vías de comunismo de oposición, tales como el trotskismo. Tres décadas después de la muerte
de Stalin, la URSS seguía regida por la imposición y no por el consenso; era una sociedad administrada de forma
autoritaria por una burocracia administrativa que no era ni menos conservadora, ni estaba más cerca del pueblo de lo
que lo están todas las grandes burocracias del mundo. La vida cultural e intelectual del país seguía,
fundamentalmente, bajo el control del partido dirigente. Mientras tanto, la ideología del partido afirmaba que se había
alcanzado el socialismo y que la implantación final del verdadero comunismo estaba cercana. El contexto histórico en
que tal proceso se desarrolló provocó la disidencia de países en los que, si bien se había adoptado el marxismo, no se
aceptaba la hegemonía soviética sobre el conjunto del comunismo mundial; tal fue el caso de China, donde su líder
Mao Zedong alumbró una nueva tendencia comunista ajustada a las peculiaridades del Tercer Mundo que recibió el
nombre de maoísmo.

A principios de la década de 1980, la URSS era la segunda potencia industrial mundial. Su arsenal bélico y
equipamiento industrial estaban respaldados por importantes avances científicos y por un alto nivel general de
educación técnica. El nivel de vida, aunque seguía siendo bajo comparado con el de los países occidentales, había
aumentado considerablemente desde la II Guerra Mundial. Sin embargo, hacia finales de la década se fue haciendo
patente que el comunismo soviético estaba en crisis. El crecimiento de los nacionalismos entre las repúblicas
soviéticas, unido al resentimiento provocado por décadas de escasez y arbitrariedades, desafiaron tanto los
fundamentos ideológicos del comunismo como la legitimidad del Estado. A finales de 1991, la lucha política llevó al
colapso al Partido Comunista y a la propia disolución de la URSS.

Taller Grado 8 Doctrinas sociales del siglo XIX :

1) Elabore un resumen de la lectura anterior.


2) Busque las palabras desconocidas en el diccionario.

3) Elabore un mapa conceptual en el que explique en que consiste el comunismo.

4) Según Carlos Marx como son los sistemas sociales

5) ¿Explique esta afirmación un sistema social lleva a la destrucción del otro?


El proletariado recorre varias etapas del desarroollo. Su lucha contra la burguesia se inicia con su propia
existencia. Al principio lucha el obrero aislado. Después los obreros de una fabrca . seguidamente los obreros de
todo un ramo productivo local contra el burgues individual que los explota directamente. Lanzan sus ataques

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