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ABCESO HEPATICO

TRAUMA HEPATICO
FACULTAD DE MEDICINA Y NUTRICION
UJED

Dr. Felipe de Jesus Chairez


Cristian Andres Carreon Felix 10º “E”

ABCESO HEPATICO 1
ANATOMÍA Y FISIOLOGÍA
El hígado es un órgano sólido del aparato digestivo,
cuya masa (1.200-1.600 g) ocupa casi todo el hi-
pocondrio derecho. El reborde costal coincide con el
borde inferior, y la cara superior está cubierta por el
diafragma. La inmensa mayoría del hígado derecho y
casi todo el izquierdo están cubiertos por la caja
torácica. El hígado se extiende por arriba hasta el plano
de la quinta costilla, a la derecha, y el de la sexta, a la
izquierda. La cara posterior cabalga sobre la vena cava
inferior (VCI). Una cuña hepática se dirige hacia la
mitad izquierda del abdomen, a través del epigastrio,
para situarse sobre la cara anterior del estómago y bajo
la parte central e izquierda del diafragma. La cara
superior del hígado, convexa, se amolda al diafragma,
mientras que la inferior es ligeramente cóncava y
termina en un borde anterior afilado.
El hígado está revestido de peritoneo, excepto en la
fosa de la vesícula biliar, el hilio hepático y la cara
posterior del órgano a ambos lados de la VCI, en dos
áreas con forma de cuña.
La región hepática situada a la derecha de la VCI se
denomina área desnuda del hígado.
Las duplicaciones peritoneales sobre la superficie
hepática se de nominan ligamentos. Las duplicaciones
peritoneales diafragmáticas se conocen como
ligamento coronario, cuyos bordes laterales están cons-
tituidos por los ligamentos triangulares derecho e
izquierdo. Del centro del ligamento coronario surge el
ligamento falciforme, que se extiende por delante, a
modo de membrana fina, comunicando la superficie hepática con el diafragma, la pared
abdominal y el ombligo.
El ligamento redondo (la vena umbilical obliterada) discurre a lo largo del borde inferior del
ligamento falciforme, desde el ombligo hasta la fisura umbilical. La fisura umbilical se
encuentra en la cara inferior del hígado izquierdo y contiene la tríada portal izquierda. El
ligamento falciforme, la marca superficial más conspicua del hígado, se utiliza históricamente
para marcar la división de los lóbulos izquierdo y derecho del hígado en las primeras
descripciones de la anatomía hepática.
En la superficie posterior del hígado izquierdo, desde la vena porta izquierda en el hilio
hepático hacia la vena hepática izquierda y la VCI, se encuentra el ligamento venoso (seno
venoso obliterado), que también discurre por una fisura.
La sangre arterial y venosa portal hepática entra en el hígado por el hilio y se ramifica por el
órgano como una única unidad pedicular portal, que también incluye un conducto biliar.
Estos espacios portales son revestidos por una vaina peritoneal que se invagina en el hilio
hepático.

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El drenaje venoso se produce a través de las venas hepáticas derecha, media e izquierda,
que desembocan directamente en la VCI suprahepática.

En resumen, un plano sin ninguna referencia superficial conocido como cisuraportal o línea
de Cantlie, discurre desde la vesícula biliar hasta el lado izquierdo de la VCI, lo que divide el
hígado en los lóbulos izquierdo y derecho. El lóbulo derecho está dividido a su vez en los
sectores anterior y posterior. El lóbulo izquierdo está dividido en un segmento medial,
también conocido como lóbulo cuadrado, situado a la derecha del ligamento falciforme y la
fisura umbilical, y un segmento lateral, también denominado segmento lateralizquierdo, que
se ubica a la izquierda de estas estructuras. Aunque este sistema resulta más correcto
desde el punto de vista anatómico, solo es suficiente para movilizar el hígado y para las
resecciones hepáticas sencillas.

La anatomía funcional del hígado se compone de ocho segmentos, cada uno alimentado por
una sola tríada portal (pedículo), integrada por ramas de la vena porta y arteria hepática y un
conducto biliar. Estos segmentos se organizan después en cuatro sectores, separados por
cisuras que contienen las tres grandes venas hepáticas. Los cuatro sectores se reparten
luego en el hígado derecho e izquierdo (resulta preferible hablar de hígado derecho e
izquierdo en lugar de lóbulo derecho o izquierdo, puesto que no hay ninguna marca externa
que divida la parte derecha del hígado de la izquierda). Este sistema lo describieron
originalmente Goldsmith y Woodburne y también Couinaud en 1957 y define la anatomía
hepática desde la perspectiva quirúrgica.
La anatomía funcional se describe más a menudo atendiendo a una serie de cortes
transversales
La cisura principal contiene la vena hepática media que sigue un trayecto anteroposterior
desde la fosa cística por el borde izquierdo de la vena cava y divide el hígado en los
hemihígados derecho e izquierdo. La línea de la cisura principal también se conoce como
línea de Cantlie (v. anteriormente). El hígado derecho está dividido en un sector anterior
(segmentos V y VIII) y otro posterior (segmentos VI y VII) por la cisura derecha, que contiene
la vena hepática derecha. El pedículo portal derecho, compuesto por la arteria hepática, la
vena porta y el conducto biliar derecho, se escinde en los pedículos derechos anterior y
posterior destinados a los segmentos del sector anterior y posterior.
El hígado izquierdo tiene una fisura visible en su superficie inferior, denominadafisura
umbilical. El ligamento redondo, que contiene el resto de la vena umbilical, discurre por esa
fisura. El ligamento falciforme es contiguo a la fisura umbilical y el ligamento redondo. La
fisura umbilical no es una cisura y no contiene ninguna vena hepática. De hecho, contiene el
pedículo portal izquierdo que, a su vez, alberga la vena porta, la arteria hepática y el
conducto biliar izquierdos. El pedículo discurre por la fisura y se ramifica para alimentar el
hígado izquierdo. Este se divide en sendos sectores, anterior (segmentos III y IV) y posterior
(segmento II; el único sector compuesto por un solo segmento), por la cisura izquierda. Esta
cisura discurre posterior al ligamento redondo y contiene la vena hepática izquierda.
En el hilio hepático, la tríada portal derecha sigue un trayecto extrahepático corto, de
aproximadamente 1 cm a 1,5 cm, antes de introducirse en la sustancia hepática y dividirse
en las ramas sectoriales anterior y posterior. Sin embargo, la tríada portal izquierda posee un
trayecto extrahepático largo, de hasta 3 cm o 4 cm, y discurre transversalmente a lo largo de
la base del segmento IV en una vaina peritoneal, que es el extremo superior del epiplón

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menor. Este tejido conjuntivo se denomina placa biliar. La tríada portal izquierda continúa
hacia delante y hacia abajo por la fisura umbilical y emite ramas para los segmentos II y III,
así como ramas recurrentes para el segmento IV.
El lóbulo caudado (segmento I) es la porción dorsal del hígado y abraza la vena cava inferior
por su cara posterior, situándose detrás de la tríada portal izquierda por abajo y de las venas
hepática izquierda y media por arriba. Casi todo el lóbulo caudado se encuentra a la
izquierda de la VCI, aunque, en la parte inferior, discurre entre la vena cava inferior y la
tríada portal izquierda, uniéndose al hígado derecho (segmentos VI y VII). Esta parte del
lóbulo caudado se conoce como porción derecha o tubérculo caudado. La porción izquierda
del lóbulo caudado se encuentra en la transcavidad de los epiplones y está revestida, por
delante, por el ligamento gastrohepático (epiplón menor) que lo separa de los segmentos II y
III situados en un plano anterior. El ligamento gastrohepático se inserta en el ligamento
venoso (vestigio del seno venoso), a la izquierda de la tríada portal izquierda.
El aporte vascular y el drenaje biliar del lóbulo caudado proce den de los pedículos derecho
e izquierdo. El lado derecho del lóbulo caudado deriva en buena medida su irrigación venosa
portal de la vena porta derecha o de la bifurcación de la vena porta principal. La porción
izquierda del caudado deriva su aflujo venoso portal de la vena porta principal izquierda. En
general, la perfusión arterial y el drenaje biliar de la porción derecha se producen a través del
sistema pedicular posterior derecho, mientras que los de la porción izquierda lo hacen a
través del pedículo principal izquierdo. El drenaje venoso hepático del lóbulo caudado resulta
singular, debido a la presencia de numerosas vénulas posteriores que drenan directamente a
la VCI.
El borde posterior del lado izquierdo del lóbulo caudado termina en un componente fibroso
que se inserta en los pilares diafragmáticos y también discurre detrás de la VCI para
insertarse en el segmen to VII del hígado derecho. Este componente fibroso se compone, en
parte o en su totalidad, de parénquima hepático hasta en la mitad de los casos; por eso, el
tejido hepático puede rodear totalmente la VCI. Esta estructura tan importante recibe el
nombre de ligamento de la vena cava.
Vena porta La vena porta suministra cerca del 75% del flujo sanguíneo hepático y, pese a
llevar sangre poscapilar y en gran parte desoxigenada, su elevado caudal aporta del 50 al

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70% de la oxigenación del hígado. La falta de válvulas del sistema venoso portal permite la
acomodación de un caudal voluminoso a baja presión (dada la escasa resistencia), así como
la medición de la presión venosa portal en cualquier punto del sistema. La vena porta se
forma detrás del cuello del páncreas por la confluencia de la vena mesentérica superior con
la vena esplénica, a la altura de la segunda vértebra lumbar.
La longitud de la vena porta principal oscila entre 5,5 y 8 cm y su diámetro suele ser de 1 cm.
En una zona craneal a su formación, detrás del cuello del páncreas, la vena porta discurre
detrás de la primera porción del duodeno hasta el ligamento hepatoduodenal; aquí sigue el
borde derecho del epiplón menor, en la mayoría de los casos en una zona posterior al
conducto biliar y a la arteria hepática.
La vena porta se divide en las ramas derecha e izquierda en el hilio hepático. La rama
izquierda de la vena porta tiene un curso transversal por la base del segmento IV y hasta la
fisura umbilical, donde emite ramas para los segmentos II y III y otras, recurrentes, para el
segmento IV. La vena porta izquierda también envía ramas posteriores al lado izquierdo del
lóbulo caudado. La vena porta derecha posee un trayecto extrahepático corto y suele
penetrar en la sustancia hepática, dividiéndose en las ramas sectoriales anterior y posterior.
En ocasiones, estas ramas sectoriales son extrahepáticas y provienen de la vena porta
principal, antes de su bifurcación. Suele apreciarse una pequeña rama del tubérculo
caudado en la vena porta derecha principal o en la bifurcación de la misma, que se dirige
hacia atrás para perfundir esta porción del hígado.
Arteria hepática
La arteria hepática, que transporta la sangre arterial sistémica oxigenada, con un flujo alto,
proporciona casi el 25% de todo el flujo sanguíneo hepático y del 30 al 50% de la
oxigenación.
Hay una serie de arterias perihepáticas más pequeñas, procedentes de las arterias frénica
inferior y gastroduodenal, que también se dirigen al hígado. Estos vasos constituyen una
fuente importante de circulación colateral cuando se obstruye el flujo arterial hepático
principal. Si se ligan las arterias hepáticas derecha o izquierda, las vías colaterales
intrahepáticas proporcionan casi de inmediato el flujo de sangre y de nutrientes.
La descripción habitual de la perfusión arterial del hígado y del árbol biliar se da solo en un
60% de las ocasiones.
El tronco celíaco nace directamente de la aorta, justo debajo del hiato diafragmático de esta
arteria, y emite tres ramas: la arteria esplénica, la arteria gástrica izquierda y la arteria
hepática común. La arteria hepática común se dirige hacia delante y a la derecha por el
borde superior del páncreas y discurre a lo largo del borde derecho del epiplón menor,
ascendiendo hacia el hilio hepático y situándose delante de la vena porta y a la izquierda del
conducto biliar. En el lugar donde la arteria hepática común empieza a ascender al hilio
hepático sale la arteria gastroduodenal, seguida de la arteria supraduodenal y luego la
arteria gástrica derecha. La arteria hepática común se denomina arteria hepática propia, más
allá del origen de la arteria gastroduodenal; la arteria hepática propia se divide en el hilio en
las arterias hepáticas derecha e izquierda. La arteria hepática izquierda asciende hacia la
cisura umbilical para perfundir los segmentos I, II y III. La arteria hepática izquierda suele
enviar una rama arterial hepática media, que sube por el lado derecho de la cisura umbilical
e irriga el segmento IV. La arteria hepática derecha suele discurrir detrás del colédoco y
entra en el triángulo de Calot (delimitado por el conducto cístico, el colédoco y el borde

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hepático), donde da la arteria cística para la vesícula biliar y se continúa después dentro del
hígado derecho.
A diferencia de la anatomía venosa portal, la anatomía arterial hepática es
extraordinariamente variable. Un vaso accesorio es aquel que tiene un origen aberrante,

añadido al patrón de ramificación habitual. Un vaso reemplazado es aquel que tiene un


origen aberrante, pero suple la falta de la rama normal. En general, la arteria hepática se
origina en el tronco celíaco, pero las diferentes ramas o la totalidad del sistema arterial
hepático puede provenir de la arteria mesentérica superior (AMS). Las arterias hepáticas

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derecha e izquierda pueden nacer también por separado del eje celíaco. Las arterias
hepáticas derechas accesorias nacen de la AMS y se identifican en el 11-21% de las
personas, aproximadamente. Los vasos hepáticos accesorios de la AMS discurren por detrás
de la cabeza del páncreas y por el espacio portocava (el espacio posterior a la vena porta).
La arteria hepática derecha, con el patrón de ramificación habitual, puede también colocarse
delante del colédoco. Se puede encontrar una arteria hepática izquierda accesoria en el
3,8-10% de las personas, aproximadamente; este vaso nace de la arteria gástrica izquierda y
discurre por el interior del epiplón inferior en dirección a la fisura umbilical. Otras variaciones
importantes com prenden el origen de la arteria gastroduodenal, que puede nacer de la
arteria hepática derecha y que, a veces, se duplica. La anatomía de la arteria cística también
varía mucho y su conocimiento reviste especial importancia durante la colecistectomía. En la
arteria hepática propia o en la arteria gastroduodenal puede nacer una arteria cística
accesoria que viaja por delante del colédoco. La arteria cística solitaria puede originarse en
cualquier lugar de la arteria hepática propia, arteria gastroduodenal o directamente en el eje
celíaco. Estas arterias císticas variantes discurren, a veces, por delante del colédoco y no
siempre se encuentran en el triángulo de Calot. Todas estas variaciones de la anatomía
arterial hepática tienen una importancia evidente durante la resección del hígado o las
intervenciones radiológicas hepáticas.
Venas hepáticas
Las tres grandes venas hepáticas drenan la sangre de la cara superior y posterior del hígado
directamente en la VCI. La vena hepática derecha recorre la cisura derecha (entre los
sectores anterior y posterior del hígado derecho y drena la mayor parte del hígado derecho
después de un breve trayecto extrahepático (1 cm) a la derecha de la VCI. Las venas
hepáticas izquierda y media suelen unirse dentro del hígado y desembocan a la izquierda de
la VCI como un solo vaso, aunque a veces lo hagan separadas. La vena hepática izquierda
sigue la cisura izquierda (entre los segmentos II y III) y drena los segmentos II y III, mientras
que la vena hepática media circula por la cisura portal entre el segmento IV y el sector
anterior del hígado derecho, incluidos los segmentos V y VIII, y drena al segmento IV y una
parte del sector anterior del hígado derecho. La vena umbilical es una vena adicional que
discurre bajo el ligamento falciforme, entre las venas izquierda y media, y que suele
desembocar en la vena hepática izquierda. Varias ramas venosas posteriores pequeñas del
sector posterior derecho y el lóbulo caudado drenan directamente a la VCI. Es habitual hallar
una vena hepática derecha accesoria, localizada en posición sustancialmente inferior. A
menudo también hay una tributaria venosa procedente del lóbulo caudado, que drena en
posición superior en la vena hepática izquierda.
Nervios
La inervación del hígado y de la vía biliar se establece a través de fibras simpáticas
originadas desde T7 a TIO y de fibras parasimpáticas de los dos nervios vagos. Las fibras
simpáticas pasan por los ganglios celíacos antes de dar las fibras posganglionares para el
hígado y la vía biliar. Los ganglios celíacos derechos y el nervio vago derecho crean un plexo
nervioso hepático anterior que discurre a lo largo de la arteria hepática. Los ganglios
celíacos izquierdos y el nervio vago izquierdo configuran un plexo hepático posterior, situado
detrás de la vía biliar y de la vena porta. Las arterias hepáticas son inervadas por fibras
simpáticas, mientras que la vesícula biliar y los conductos biliares extrahepáticos reciben
fibras simpáticas y parasimpáticas. Se ignora todavía la importancia clínica de estos nervios.
La distensión hepática aguda y, en consecuencia, la de la cápsula del hígado, pueden dar

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lugar a dolor en el cuadrante superior derecho, que en ocasiones deriva al hombro derecho a
través de la inervación por parte del nervio frénico del peritoneo diafragmático.
Sistema linfático
La mayoría del drenaje linfático del hígado se dirige al ligamento hepatoduodenal. Desde
aquí, los vasos linfáticos suelen continuar a lo largo de la arteria hepática hasta los ganglios
linfáticos celíacos; luego, se dirigen a la cisterna del quilo. El drenaje linfático también puede
acompañar a las venas hepáticas hasta los ganglios linfáticos situados en la región de la VCI
suprahepática y más allá del hiato diafragmático. El drenaje linfático de la vesícula y la
mayor parte de la vía biliar extrahepática llega, casi siempre, hasta los ganglios linfáticos del
ligamento hepatoduodenal. Este drenaje también puede seguir a la arteria hepática hasta los
ganglios linfáticos, pero a veces se dirige a los ganglios linfáticos ubicados detrás de la
cabeza del páncreas o en el surco entre la aorta y la vena cava.
Fisiología hepática
El hígado cumple un papel clave en vías metabólicas fundamentales y en funciones de
síntesis; se halla estratégicamente situado para desempeñar diversas funciones
metabólicas, ya que es el primer órgano en recibir el suministro de sangre enriquecida con
nutrientes de la vena porta. La estructura vascular única del hígado otorga un acceso sin
paralelo a los nutrientes y xenobióticos absorbidos desde la luz intestinal. De este modo, le
compete la transformación y redistribución de los combustibles metabólicos como la glucosa
y los ácidos grasos. El hígado también contiene numerosas vías bioquímicas para la
modificación y destoxificación de compuestos absorbidos desde el intestino delgado. El daño
hepático agudo o crónico puede reducir su capacidad metabólica y de síntesis, lo cual da por
resultado diversos trastornos clínicos. Tras el advenimiento del trasplante hepático, más
pacientes con enfermedades hepáticas crónicas en etapa terminal logran sobrevivir; su
estructura es óptima para funcionar como un órgano metabólico.
El hígado funciona en ocasiones como una glándula endocrina y al mismo tiempo por su
participación en la producción y secreción de bilis, cuenta con los principios organizacionales
de una glándula exocrina y al mismo tiempo por su participación en la producción y
secreción de bilis, cuenta con los principios organizacionales de una glándula exocrina.
Asimismo, el hígado recibe un aporte intermitente de nutrientes provenientes del aparato
digestivo, se encarga de captar aminoácidos, carbohidratos, lípidos y vitaminas, para cumplir
las funciones de regulación del metabolismo, intermediario. Es responsable de la síntesis,
degradación del metabolismo intermediario, de la síntesis, degradación y almacenamiento de
carbohidratos y lípidos; además, secreta la mayor parte de las proteínas del plasma.
Complejos de uniones estrechas entre hepatocitos vecinos separan al espacio sinusoidal del
canalículo biliar. La rotura de las uniones estrechas puede permitir el reflujo de los solutos
biliares hacia el torrente sanguíneo.
La estructura sinusoidal única del hígado está bien adapta- da para la transferencia
bidireccional de una variedad de solutos, incluidas macromoléculas, a través de la
membrana sinusoidal. La baja presión hace que la sangre se filtre lentamente a través del
sinusoide y el acino hepático. Las fenestraciones presentes en el endotelio sinusoidal y la
ausencia de membrana basal permite el contacto directo de la sangre portal con la superficie
sinusoidal en el espacio vascular subsinusoidal, conocido como espacio de Disse.

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Agrego estas tablas que encontre en un libro que ejemplifican claramente las funciones del
higado.

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ABSCESO HEPATICO
El absceso hepático es una cavidad con material supurativo en el hígado, secundario a la
invasión de microorganismos, por lo regular por vía hemática.
Los abscesos más comunes son el amibiano, el piógeno y el mixto. El absceso hepático
amibiano es la complicación más frecuente de la amibiasis intestinal. Las venas portales se
obstruyen y producen daño en los hepatocitos, produciéndose el absceso por proteólisis. El
60% es único, con localización más frecuente en el lóbulo hepático derecho, cuando son
múltiples la mayoría de las veces son piógenos o mixtos. El 10% se localiza en ambos
lóbulos.
El trofozoíto produce lisis en el tejido hepático por las enzimas del parásito, y provoca una
lesión que se llena de bilis, sangre, detritus celulares, lo que da el color achocolatado.
Ocurre daño hepático, lo cual da como resultado de hepatomegalia, con distensión de la
cápsula de Glisson. Por la hepatomegalia existe una elevación del hemidiafragma derecho,
neumonitis, atelectasia y, por irritación pleural, presencia de derrame
Absceso Hepatico Amebiano
Epidemiologia
De acuerdo ala GPC Diagnostico y Tratamiento del Absceso Hepático Amebiano En México
existen reportes de hasta un 8.4 % de amebiasis extraintestinal. Las condiciones
socioeconómicas, la falta de una infraestructura sanitaria adecuada y el riego de cultivos con
aguas residuales, perpetúan estas cifras.
Clínica
El sexo de mayor afectación es el masculino, la edad de mayor frecuencia oscila entre los 20
y 40 años. En 10% de los casos la sintomatología coincide con la intestinal. El comienzo es
insi-dioso y se menciona la tríada clásica: hepatalgia, hepatomegalia y fiebre.
Hay dolor en el hipocondrio derecho, con sensación de pesantez, que puede irradiar al
hemitórax derecho, hombro derecho o a la región escapular correspondiente. La intensidad
del dolor es variable, el cual se incrementa con la inspiración profunda, se puede acompañar
de náuseas y vómito, astenia, hiporexia y tos seca.
La fiebre se presenta en 80% de los casos, por lo regular entre 39 a 40° centígrados, con
presentación vespertina. La presencia de ictericia no es común, cuando se presenta el pro-
nóstico se agrava.
Exploración Fisica
La exploración física muestra palidez de tegumentos, taquipnea, facies dolorosa. Al explorar
tórax se encuentra aumento de la frecuencia respiratoria, con disminución de los
movimientos de amplexión y amplexación y de la transmisión de la voz. La percusión puede
demostrar la elevación del hemidiafragma, sobre todo el derecho, así como al auscultar el
tórax hay reducción de los ruidos respiratorios, integrando un síndrome de rarefacción
pulmonar (existencia de atelectasia).
Otro rasgo observable es hipomotilidad del diafragma a la percusión y elevación de la base
pulmonar (líneas de Mouriquand). Se puede observar en el abdomen abombamiento de la
zona del hipocondrio derecho, la palpación muestra hepatomegalia, dolorosa, con un hígado
con superficie lisa y la puñopercusión o digitopresión se encuentra positiva. Al percutir es
factible determinar el crecimiento de la glándula hepática, hacia la porción abdominal o hacia
la región torácica, determinada por la elevación del hemidiafragma derecho. Asimismo, hay

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matidez del área semilunar de Traube y disminución del triángulo de Labbé; por otra parte,
hay aumento del ángulo de Charpa formado por los bordes costales y su vértice en la base
del apéndice xifoides. Los ruidos peristálticos se encuentran, por lo regular, normales.
Diagnóstico
La historia clínica es de suma importancia porque es la que orienta a la patología.
Estudios de laboratorio
En la biometría hemática se determina el proceso inflamatorio, se encuentra leucocitosis con
neutrofilia en 85-90% de los casos con cifras que varían de 10 000 a 20 000 por mililitro. Las
pruebas de funcionamiento hepático se alteran, encontrando elevación de la fosfatasa
alcalina y cambios mínimos en el patrón de la bilirrubina.
Los anticuerpos séricos para Entamoeba histolytica se detectan en 90% de los pacientes. La
hemaglutinación indirecta con títulos de 1:512 se considera diagnóstica. Cabe mencionar
que el inmunoensayo enzimático tiene una sensibilidad de 99% y una especificidad de 90
por ciento.
Estudios de gabinete.
La telerradiografía de tórax puede demostrar elevación del hemidiafragma derecho (imagen
de sombrero) o imagen en panal de abeja, y en los campos pulmonares zona de atelectasia;
pueden existir datos radiográficos de derrame pleural.
El estudio con bario del tubo digestivo muestra compresión del estómago y duodeno por la
hepatomegalia, y el estudio fluoroscópico demuestra disminución o abolición del movimiento
del hemidiafragma derecho.
El estudio de ultrasonido detecta lesiones mayores de 1.5 cm, éste supera, por su certeza
diagnóstica y realización del mismo, a otros métodos diagnósticos como la tomografía axial
computarizada, la resonancia nuclear magnética.
Diagnóstico diferencial
El absceso hepático piógeno presenta un cuadro clínico similar. Los cuadros inflamatorios de
la vesícula biliar, como la colecistitis aguda con sus complicaciones (piocolecisto, colecistitis
enfisematosa) se deben tomar en cuenta.
La presencia de hepatomegalia secundaria a quiste hepático o, en su caso, a quiste
parasitario (quiste hidatídico) es otro diagnóstico diferencial. El carcinoma hepático y las
metástasis hepáticas con absceso son dos entidades que hay que considerar dentro del
diagnóstico diferencial (figura 51-2).
Complicaciones
Si a pesar de llevar el tratamiento adecuado no existe mejoría de la sintomatología, es
necesario considerar la posible presencia de un absceso piógeno o combinado. El
incremento del dolor por la distensión de la cápsula de Glisson y la irritación del peritoneo
parietal es una posibilidad de ruptura de la lesión hacia cavidad abdominal con datos de
irritación peritoneal.
La evacuación percutánea o por laparotomía se indica en abscesos muy grandes, que no
responden al tratamiento médico, ante la inminencia de ruptura, en estado toxiinfeccioso
severo. En estos casos la punción del absceso guiado por estudio ultrasonográfico o, en el
caso, de la ruptura a cavidad abdominal, se hace necesario realizar laparotomía exploratoria
con el lavado de la cavidad abdominal y el drenaje del absceso, colocando canalizaciones.
La rotura del absceso hacia el tórax se puede manifestar por datos de derrame pleural que
requerirá de la colocación de sondas de pleurostomía, o bien la presencia de una fístula
bronquial, ante la presencia de vómica, la que con medidas conservadoras cerrará.

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Tratamiento:
El fármaco más utilizado para tratar el absceso hepático amebiano es el metronidazol 500 a
750 mg por vía oral o intravenosa, tres veces al día durante 7 a 10 días, la misma dosis y
duración, usada para la amebiasis intestinal. La tasa de curación es mayor de 90%. La vía
endovenosa no ofrece ninguna ventaja significativa, siempre y cuando el paciente pueda
tomar medicamentos por vía oral y no tenga deficiencias en la absorción del intestino
delgado. Fármacos como tinidazol u ornidazol pueden ser utilizados como segunda línea en
caso de intolerancia al Metronidazol.
El diagnóstico y el inicio de medicamento, así como la punción percutánea del absceso
hepático han disminuido la necesidad de laparotomías.
Se deberá iniciar tratamiento ante la sospecha de absceso hepático amebiano y se indicará
punción percutánea si el paciente presenta:
1. Persistencia de síntomas clínicos como dolor y fiebre.
2. Datos de ruptura inminente de absceso.
3. Absceso de lóbulo hepático izquierdo.
4. Mujeres embarazadas y contraindicación
del uso del metronidazol.
5. Complicaciones pleuropulmonares.
6. Paciente sin mejoría después de 72 horas de haber iniciado el manejo.

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Trauma Hepático
Por su tamaño y localización el hígado es con frecuencia es lesionado en ambos
mecanismos de traumatismo penetrante y contuso. Las lesiones originan sangrado que en
50% de los casos se detiene de manera espontánea, por lo que el diagnóstico está dirigido
no sólo a detectar lesión hepática sino a pacientes que requieran tratamiento quirúrgico o
únicamente vigilancia médica. La morbilidad global es de 18-30% y la mortalidad de 8-10%
(hasta 25% en traumatismo cerrado).
La clasificación del trauma hepático es de utilidad para el tratamiento de la misma motivo por
el cual incluyo esta tabla en la cual se especifica el grado de lesión hepática y el tipo de la
misma.

El tratamiento no quirúrgico está indicado en pacientes con lesiones grados I-III, con
estabilidad hemodinámica, ausencia de una clara indicación de laparotomía y necesidad de
< 2 PG, mediante vigilancia de signos vitales, hematócrito y evaluación topográfica de
hemoperitoneo en caso de descenso del hematócrito. La angiografía con embolización
selectiva es una alternativa útil en casos de sangrado persistente. El tratamiento no
quirúrgico tiene el inconveniente de un mayor índice de complicaciones, especialmente en
lesiones mayores a las consideradas por TAC o la existencia de lesiones asociadas que
pueden pasarse por alto, por lo que deben ser casos bien seleccionados y con vigilancia
estrecha.
La finalidad del tratamiento quirúrgico es el control del sangrado, desbridamiento, drenaje y
tratamiento potencial a lesiones de vesícula y/o vía biliar; consiste en una compresión y
sutura de lesiones sangrantes pequeñas y no profundas (grados I y II) mediante puntos en
“U” con sutura absorbible y abarcando porciones suficientemente amplias y anudados con
cuidado para evitar desgarros del parénquima hepático, y algunas veces la aplicación de
algún agente hemostático, especialmente en pacientes con patología crónica del hígado.
Lesiones más severas (grados III, IV y V) requieren estrategias más complejas con suturas
acolchonadas (parches de teflón o peritoneo), hepatorrafia con malla, u otras medidas como
el empaquetamiento, desbridación/resección, maniobra de Pringle y movilización hepática;
sin embargo, habrá que considerar que la isquemia de una hora normalmente tolerada en
pacientes con hígado sano es menos tolerada en estados de choque, hipotermia o con
hepatopatía aguda o crónica.

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El hematoma subcapsular puede ser manejado mediante vigilancia tomográfica, muchas
veces sin exploración quirúrgica; no obstante, cuando se extiende lo suficiente para hacer
sospechar rotura inminente, muchas veces asociada a lesiones parenquimatosas profundas,
requiere de exploración quirúrgica, hemostasia y drenaje. En laceraciones sangrantes se
recurre a compresión, hemostasia con puntos en bordes o circunferenciales en la periferia, o
bien apertura de la herida hepática y control directo de vasos sangrantes (también llamada
tractotomía para control directo de vasos y conductos biliares). La maniobra de Pringle
puede controlar el sangrado desde la portahepatis; sin embargo, cuando continúa el
sangrado es indicativo de lesiones vasculares de las venas retrohepáticas. Los recursos
alternativos como la utilización de agentes hemostáticos sistémicos o locales y el uso de
parche con epiplón bien irrigado pueden ayudar a controlar el sangrado. En laceraciones
profundas (grados III-V) no se recomienda el cierre de la herida hepática debido a la posible
lesión de conductos biliares, con la potencial formación de biloma, biliperitoneo o hemofilia;
en este caso es recomendable exponer y ligar vasos sanguíneos y conductos biliares de
manera individual, para lo que puede fracturarse digitalmente o por medio de pinzas rectas
finas el parénquima hepático para localizar los sitios de sangrado o fuga biliar. Pocas veces
se requiere la resección hepática, a menos que una porción del hígado esté claramente
avulsionada. La ligadura de la arteria hepática como alternativa hemostática se ha
abandonado por equipos y sustancias hemostáticas, además del riesgo de infarto hepático,
en especial cuando coexiste lesión portal. El empaquetamiento con compresas es útil para
control de daños en pacientes con estado de choque, acidosis severa o coagulopatía, y debe
ser seguido de desempaqueta- miento a las 48-72 horas. Con este método se logra disminuir
a 34% la mortalidad en lesiones exsanguinantes y la incidencia de abscesos suele ser menor
a 15%; por lo anterior, en la actualidad la mayoría de los hospitales de traumatología están a
favor del empaquetamiento temprano para el inicio del control de daño y, después, con el
paciente estabilizado, la realización del trata- miento definitivo.
La lesión a vesícula se trata con facilidad mediante colecistectomía con o sin drenaje; en
cambio, las lesiones del hilio hepático, muy raras y por lo general asociadas con lesiones en
órganos vecinos, ocurren con mayor frecuencia en el traumatismo penetrante, tienen
mortalidad muy alta (80%) y su trata- miento es difícil debido a que generalmente son
exsanguinantes. Las lesiones de vías biliares pueden ser tratadas mediante reparación
primaria y colocación de sonda en “T” y drenaje cerrado cuando las lesiones tienen menos
de 50% de la circunferencia ductal; en cambio, en lesiones mayores será necesaria una
derivación biliodigestiva a duodeno o yeyuno.
Las complicaciones por lesión al hígado y vías biliares incluyen complicaciones pulmonares,
sangrado (10%), coagulopatía, fístula biliar (7-10%), hemobilia, biliperitoneo, biloma,
abscesos (7-8%) subfrénicos, parenquimatosos o subhepáticos.

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