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En el momento del nacimiento, la vida mental se reduce al ejercicio de aparatos reflejos, es decir, de
coordinaciones sensoriales y motrices de tendencias instintivas. Por ejemplo, la nutrición, la cual se va
perfeccionando con el tiempo. El niño no solo chupa al amamantarse sino también chupa su mano y otros
objetos. En este momento, se dan las reacciones circulares primarias, entre el 3er y 4to mes, y son
interacciones voluntarias de una actividad que generó placer, reitera acciones causales que primeramente
fueron placenteras. Por ejemplo, la succión del dedo. Se denomina primarias porque están centradas en el
cuerpo.
Se da entre los 3 y 6 meses, el lactante comienza a captar lo que ve e inicia procesos de manipulación,
lo que duplica su poder de formar nuevos hábitos. Aquí se dan las reacciones circulares secundarias, entre
los 4 y 8 meses, principalmente por la aparición de la coordinación de los movimientos de las extremidades
con la de los globos oculares. El infante puede realizar una prensión dirigida de los objetos con lo que su
comportamiento se dirige al medio externo.
Aparece antes del lenguaje, se trata de una inteligencia totalmente práctica, utiliza percepciones y
movimientos organizados en esquemas de acción. Por ejemplo, agarrar una varilla para acercar un objeto.
Aquí aparecen las reacciones circulares terciarias, utiliza un nuevo medio para conseguir un objetivo que le
es conocido.
a) La socialización de la acción:
El lenguaje permite un intercambio y comunicación entre individuos. El niño aprende a imitar sonidos
y movimientos de los más simples a complejos. Las conversaciones de los niños son rudimentarias y están
relacionadas con la acción material. Hasta los 7 años, los niños no saben discutir entre sí y se limitan a
enfrentar o confrontar afirmaciones contrarias. Hablan cada uno para sí mismo, sin intercambiar pensamientos
entre sí. Es decir que, la socialización se encuentra a mitad de camino, el individuo permanece centrado sobre
sí mismo en un egocentrismo.
El lenguaje permite al individuo explicar sus acciones, reconstruir su pasado y anticipar acciones
futuras. El pensamiento en el niño es egocéntrico y se presentan preguntas tales como: ¿dónde?, ¿qué es eso?,
¿por qué?
c) Intuición:
Hay una cosa sorprendente en el pensamiento del niño, afirma todo el tiempo y no demuestra nada.
Ésta ausencia de pruebas proviene naturalmente de los caracteres sociales de la conducta de ésta edad, es
decir, el egocentrismo concebido como indiferenciación entre el punto de vista propio y el de los demás. El
pensamiento es irreversible y no puede prescindir de la intuición dado que no puede asociar los diversos
aspectos de la realidad. El pensamiento va de lo particular a lo particular sin tomar en cuenta los aspectos
generales.
Existe un doble progreso: la concentración individual y la colaboración cuando hay vida común. A
partir de los 7 años, el niño es capaz de cooperar, puesto que ya no confunde su propio punto de vista con el
de los demás, sino que puede coordinarlos. Surgen entonces posibilidades de discusión, que implican una
comprensión con respecto a los puntos de vista del otro y la búsqueda de justificaciones o pruebas respecto a
la propia afirmación. El lenguaje egocéntrico desaparece, casi por completo. En cuanto al comportamiento
colectivo de los niños, constatamos a partir de los 7 años un notable cambio en las actitudes sociales. Por
ejemplo, en los juegos reglamentados. También el niño es susceptible de un principio de reflexión. En vez de
las conductas impulsivas y el egocentrismo de la primera infancia, el niño, a partir de los 7 u 8 años, piensa
antes de actuar y comienza a reflejar la conducta de la reflexión. El niño empieza a librarse de su
egocentrismo social e intelectual y es capaz de realizar de una construcción lógica. La lógica constituye
principalmente el sistema de relaciones que permite la coordinación de los distintos puntos de vista entre sí. A
nivel social, inician comportamientos de cooperación y autonomía personal.
Inicia el “atomismo” explicando lo que tiene que ver con la conservación de la materia o de la
sustancia. Este atomismo es interesante por la función del proceso deductivo que pone de manifiesto el todo
que es explicado mediante la composición de las partes y ésta supone la existencia de auténticas operaciones
de segmentación o partición e inversamente de reunión o adición. Supone además la existencia de principios
de conservación. Estas nociones son el resultado de un juego de operaciones coordinadas entre sí, cuya
propiedad más relevante, en oposición al pensamiento intuitivo, es la de ser reversibles. La verdadera razón
que impulsa a los niños a admitir de la conservación de la sustancia o materia es la posibilidad de volver o de
un retorno al punto de partida. La reversibilidad es lo que permite al niño volver a sus pensamientos
anteriores.