AUTOCUIDADO

SAGRADO
ANCESTRAL
Mónica Ramos
AUTOCUIDADO
SAGRADO
ANCESTRAL
Traducción al español por Fernanda Carvalho
En estos 33 años habitando el cuerpo de
mujer, 9 comparto siendo madre, 3 en
dosis doble.
“¿Y qué eso tiene que ver con autocui-
dado ancestral y sagrado?”, usted puede
estar preguntándose.
La palabra ancestralidad viene de un
substantivo femenino (empezando por
ahí) que lleva en sí el significado de lo
que viene antes, o sea, de sus anteceso-
res. Autocuidado, la palabra ya dice, el
cuidado que la persona tiene consigo.
Pero no estoy acá para hablar de sagra-
do femenino, pues en general eso se ha
convertido en una práctica bien cuadrada
y rentable, siendo accedida por pocas
mujeres. Es inevitable ver el recorte social
instalado cuando, en las imágenes de
divulgación de las prácticas y talleres, no
hay ni siquiera una mujer negra o una
mujer con hijo, por ejemplo. Tal vez esté
siendo accedido, hoy, desde un lugar que
bordea el feminismo neoliberal.
Pero, en realidad, el autocuidado sagrado
ancestral es un lugar simple, el de las
hierbas del jardín, de los conocimientos
Mónica Ramos
pasados de generación en generación,
que dan voz y escucha a nuestras viejas
que nos han precedido, muy sabias a
propósito.
Muchos de estos conocimientos tuve a
través de mi madre, que aprendió con
otras mujeres, sin ninguna moneda de
cambio que no fuera el alivio de algún
mal.
Algo que no puedo entender es cómo la
ancestralidad, la sacralidad y el autocui-
dado pasó a un lado tan comercial y en
tan poco tiempo.
¿Ya paró para pensar?
Rescatar nuestro autocuidado-sagra-
do-ancestral es urgente.
Hoy hablan de ginecología natural, pero
nombrarla “ginecología autónoma”.
¡Hay algunas compañeras que la nom-
bran como ginecología política. En la
época de mi madre nadie ni siquiera
hablaba de esos nombres!.
No hay nombre equivocado; sin em-
bargo, mi preferencia va en contra del
hecho de que, basado en la autonomía,
busco un proceso mío, en que yo sea
autodidacta, aunque yo comparta mis
experiencias y saberes con mis pares a
lo largo del tiempo.
Desde niña estoy conectada a las hier-
bas. Fue bendecida por la negra vieja del
patio con una ramita de ruda, algunas
veces cilantro, diciendo que había mal de
ojo sobre mí. A las madrugadas, yo y mi
madre recogíamos hierba santa en frente
de casa para tomar un té y dormir mejor.
La práctica de la ginecología autóno-
ma llegó hasta mí a través del baño de
asiento; aprendí que hervir Aroeira y
Barbatimão por unos 10 minutos ayuda-
ba a mejorar el picazón que perseguía
los genitales de mi madre y sus amigas.
Después de que crecí, muchas veces
me encontraba sentada en la cuenca de
aluminio con té de manzanilla, para acal-
mar, para parar de rascarme y estar bien.
Otro día, mis hijas llegaron a casa y allí
estaba yo con las mismas prácticas,
de manera completamente intuitiva y
empírica, esta vez usando melaleuca en
el lavado de las bragas para mejorar la pi-
cazón y aumentar la inmunidad; lavanda
para dormir mejor; y manzanilla para
relajar.
¿Ginecología autónoma? Sí.
¡Pero cuidado, sacralidad, amor y ances-
tralidad también!
Esta práctica me trae a la luz la ligere-
za y la responsabilidad que debemos
tener con nuestras iguales (hermana,
madre, hija, amiga y etc), entendiendo
sus procesos, sus quejas y también sus
respuestas a las plantas. Buscando en las
emociones y en los comportamientos los
indicios de mejora y empeoramiento de
nuestros cuerpos y, con ello, desarrollar
la autonomía (responsable) de saber
qué usar para curar lo que necesita ser
curado.
Según Patrick Bellelis, de la Federación
Brasilera de Ginecologia y Obstetrícia
(FEBRASGO) el término ginecología na-
tural (como es más difundido) no es un
método reconocido por la clase médica,
pues su uso no tiene base científica. Esto
nos lleva a diversos cuestionamientos,
pues sabemos que la industria farma-
céutica se beneficia mucho con nuestros
cuerpos medicalizados y enfermos. Por
eso, no hay como negar la gran adhesión
de la ginecología autónoma por las miles
de mujeres que están cansadas de tomar
tantas medicinas alopáticas y continuar
con las mismas quejas.
En cambio, la fitoterapia – ciencia que
utiliza las plantas para hacer medica-
mentos – fue implementada en el año
2006 por el SUS (Sistema Único de
Salud), a través de la Política Nacional
de Prácticas Integrativas y Complemen-
tarias, algo que sólo fue posible con el
aporte de los conocimientos empíricos
de la población. De esa forma, tal polí-
tica sigue un camino contrario al de la
medicalización de los cuerpos y tras el
conocimiento empírico de generaciones
sucesivas de la población para ser em-
pleado como un potencial tratamiento
en la cura de los males relacionados a la
salud, especialmente en determinadas
regiones del país donde las personas
tienen sus patios repletos de plantas
medicinales.
Y reitero complementando que, gran
parte de las medicinas existentes en el
mercado no estarían en los estantes
si nuestro saber empírico, ancestral y
sagrado (que cultivamos en nuestros pa-
tios / jardines desde hace años) fueran
rescatados.
Siendo así, aunque divergente y sin
reconocimiento para la clase médica,
industrial y el gobierno, la ginecología
autónoma abarca muchos frentes: la
mujer que no quiere su cuerpo enfermo
y medicalizado; la mujer que quiere ser
protagonista de su propio cuerpo; la
mujer que quiere aprender a cuidarse
mejor y responsablemente; la mujer que
quiere elegir su parto y tenerlo respe-
tado, la mujer que quiere cuidar de sus
hijos y ser apoyada teniendo las mismas
oportunidades que las demás; y la mujer
ingobernable (que es la que más me
gusta). Todas ellas pueden ser una sola
y lo que todas queremos es respeto.
¡Respeto con nuestros cuerpos, con
nuestras vidas y nuestras elecciones!
En cualquier caso, creo que es impor-
tante estudiar (las plantas, las formas
de aplicaciones, la propia alimentación),
buscar conocimientos para tener segu-
ridad al usar e indicar algo, principal-
mente hierbas para uso interno (para
no correr el riesgo de tener alergias,
por ejemplo). Y eso la gente aprende de
diversas maneras: de manera autónoma
y empírica, con las mayores y en libros,
pero todo de manera honesta y respon-
sable.

Este escrito no es para decir «no vaya

al médico», sino para que usted tenga
conciencia de ser asertiva a la hora de
buscar uno, saber lo que te molesta y
tener la perspicacia de cuestionar las
conductas del profesional que le presta-
rá servicio. Un buen profesional sigue el
camino con usted, y no por usted.