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Introducción al Metodismo Libre (Anteriormente, Nuestra Herencia

Espiritual) Por F. Burleigh Willard. Adaptado por Felipe Gilmore


NUESTRA HERENCIA DEL PASADO
La Iglesia Metodista Libre se comprende mejor dentro del marco del concepto bíblico
de la iglesia, la perspectiva que nos da su herencia histórica, y su dedicación a las
necesidades del hombre.

MES DE ENERO 2017

12-01-17 -NUESTRA HERENCIA DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS

La herencia más grande de todas las edades es la Palabra de Dios revelada en las
Sagradas Escrituras. Es un tesoro incalculable. Por la Santa Biblia sabemos de la
creación del mundo, el principio de la raza humana, la caída del hombre, la historia de
Israel, la redención de la humanidad por medio de Jesucristo, nuestro Señor y la
formación de la Iglesia Cristiana.

Para salvar a la humanidad de sus pecados, era preciso para Dios venir a vivir en este
mundo, revelarse así a nosotros, y por fin, morir por nuestros pecados. Dios bajó al
mundo en la forma de Jesucristo, Jesús nació en Belén, de la virgen María. No tenía
padre humano, pues las Escrituras dicen claramente que Jesús fue concebido en el
vientre de la Virgen, por el Espíritu Santo de Dios. Así que Jesús era Dios, porque
tenía a Dios por Padre, y era a la vez humano, porque la virgen María era su madre.
De modo que Jesucristo era, a la vez, verdadero Dios y verdadero Hombre.

Su propósito de venir al mundo fue salvar a los hombres de sus pecados. Dios es
santo, y no puede tolerar el pecado. Por tanto, la ley de Dios dice: “El alma que
pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:20). Puesto que todos hemos pecado, Dios nos ha
condenado a la muerte. Nuestra única esperanza es Jesucristo. Siendo Dios, Él vivió
en este mundo sin mancha y sin pecado. ¡Él es el único que ha vivido así! Porque no
pecó, no tenía que morir, pues la muerte es la paga del pecado. Sin embargo, Cristo
murió voluntariamente en la cruz del Calvario por nosotros. No murió Jesús por sus
propios pecados, sino por los nuestros. Así que Él ofrece por mérito de su sangre
derramada por nosotros, el pleno perdón de nuestros pecados, puesto que Él sufrió
esa pena en nuestro lugar. Ese fue su propósito al venir al mundo, y, cuando lo hubo
cumplido, volvió al cielo, donde espera a aquellos que confían en Él.

Nuestra herencia de las Sagradas Escrituras es el conocimiento del plan de Dios para
la preservación y salvación de la humanidad. En sus páginas leemos del amor de Dios
para con nosotros; su tristeza por causa de nuestros pecados y su plan incomparable
para la salvación de la humanidad. Con el Salmista podemos decir, ¡Es hermosa la
heredad que me ha tocado! (Salmo 16:6).

19-01-17- NUESTRA HERENCIA DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA

1. De la Iglesia Primitiva

Durante su vida terrenal, Jesucristo preparó con mucho cuidado un grupo de


seguidores. Cuantas personas creyeron en Él, no sabemos; pero miles le siguieron.
De entre estos, Cristo escogió a doce discípulos que posteriormente llamo apóstoles.
A ellos les dio un adiestramiento especial y les explicó con cuidado su doctrina y
método, mandándoles luego a predicar el evangelio (Mt. 28:18-20).

Les dejó instrucción de no irse de Jerusalén, hasta recibir el Espíritu Santo.


Obedientes al deseo del Señor, los apóstoles se quedaron en Jerusalén, en el
aposento alto, en actitud de oración, hasta que fueron investidos del poder del Espíritu
Santo.

Este evento ocurrió el día de Pentecostés. Mientras estaban todos unánimes en


oración, Dios bajó en la persona de Espíritu Santo y llenó a cada uno de ellos con su
presencia. Inmediatamente Pedro comenzó a predicar a las multitudes que se
congregaron y ese mismo día se convirtieron 3.000 personas, el mundo cristiano
considera el día de Pentecostés como el día inaugural de la Iglesia Cristiana.

Los 3.000 convertidos en el día de Pentecostés y los miles que se convirtieron en los
días siguientes, también llenos del Espíritu Santo, comenzaron de una vez a proclamar
las buenas nuevas de salvación. Se reunían en casas para la oración, alabanza y
para tomar la Cena del Señor.

Sus actividades pronto trajeron persecución. Pero la persecución sirvió más bien para
la expansión del reino, porque los que tenían que huir de Jerusalén para escapar de
la persecución, fueron a todas partes predicando la Palabra de Dios. De esta manera
grupos de cristianos se levantaron por todas partes. Tan grande era el deseo de llevar
el evangelio a todo el mundo, que algunas iglesias, como la de Antioquía, enviaron
misioneros a partes desconocidas. Tantas personas se convirtieron, que se cambió
por completo la sociedad de su tiempo.

2.- La Iglesia de La Edad Media

La Iglesia Primitiva crecía rápidamente impulsada por el amor de Cristo, a pesar de las
persecuciones del Imperio Romano. El Imperio Romano era un gobierno pagano, que
incorporaba en su política la adoración de muchos dioses. El emperador era el dios
principal, y rendirle culto era un acto patriótico. Puesto que los cristianos rehusaron
adorar al emperador fueron severamente perseguidos. No obstante, la Iglesia seguía
creciendo. Al fin, el gobierno romano tuvo que reconocer que no podía detener la
marcha de los cristianos, y, poco después del año 300, el emperador Constantino tuvo
que buscar el apoyo de ellos para establecerse en su trono.

Cuando Constantino se convirtió al cristianismo, lo proclamó como la religión oficial de


su reino. Reconoció el domingo como el día del Señor, ya que los cristianos lo
guardaban como su día sagrado desde que Cristo se levantó de los muertos el primer
día de la semana, Edificó grandes templos para sus ceremonias religiosas, y trató de
unificar la Iglesia, llamando las diversas ramas a un concilio para arreglar sus
diferencias.

Todos los oficiales y la gente de influencia quisieron pertenecer a la iglesia del


emperador. Los que por mucho tiempo habían admirado a los cristianos, pero sin valor
de unirse con ellos por temor de la persecución, ya venían por montones para hacerse
cristianos. La Iglesia se admiraba del cambio. En lugar de ser perseguida y tener que
reunirse en secreto para celebrar sus cultos, ya no se encontraban lugares bastante
amplios para acomodar a los seguidores. Cantidades de personas querían unirse a la
Iglesia todos los días. ¡La Iglesia Cristiana había llegado a ser la iglesia del estado!

Muchos cambios se operaron en la Iglesia Cristiana cuando llegó a ser la Iglesia del
Estado. Los ricos y oficiales no estaban conformes con la adoración sencilla de la
Iglesia Primitiva. Acostumbrados a sacerdotes, imágenes y fórmulas mágicas en sus
ceremonias paganas, hallaban los servicios cristianos demasiado sencillos y se
comenzó a poner altares e imágenes en sus templos y adornar los servicios con
pompa, ceremonia y ritual. Poco a poco el humilde pastor del rebaño de Cristo, que
compartía la Palabra de Dios con sus hermanos, llegó a ser un sacerdote cristiano
ministrando ante un altar, por medio de simbolismo y ritual. Para satisfacer el deseo
popular de aquella época de politeísmo, pusieron retratos e imágenes de Cristo, de
María y de los apóstoles, en las iglesias. Y los nuevos miembros, todavía en parte
paganos, adoraban las imágenes. Así el paganismo invadió la Iglesia.

Cada nación tiene características especiales. Entre los griegos era el arte y la
escultura. Los romanos se distinguían por sus leyes y organización. Por medio de su
buena organización y disciplina llegaron a ser la nación más poderosa del mundo en
su época. Este genio de organizar se sintió muy pronto en la Iglesia Cristiana, cuando
fue adoptada como la iglesia del estado. En la Iglesia Primitiva cada congregación
nombró sus oficiales, quienes dirigían los asuntos de la iglesia local. Pero ahora la
iglesia poco a poco adoptó el sistema del gobierno romano. El emperador asumió el
puesto de sumo sacerdote del cristianismo, como había sido el dios principal de la
religión pagana. Nombraba a los obispos a los puestos importantes. Los obispos de
las iglesias, en las ciudades principales, ejercían autoridad sobre los obispos de las
iglesias pequeñas en su derredor. Así que, gradualmente la Iglesia adoptó una forma
eclesiástica de organización en la que los clérigos la gobernaban absolutamente, cada
uno nombrando sus subordinados. Las congregaciones perdían por completo su voz
en la selección de sus pastores. Esta organización eclesiástica ayudó a la unidad de la
Iglesia y al control de doctrina y práctica, pero daba lugar a muchos abusos, como
veremos más adelante.

¿Que hemos heredado de la historia de la Iglesia? De la Iglesia Primitiva aprendimos


que cada creyente debe ser un testigo de las maravillas de Dios. La adoración en la
iglesia debe ser sencilla y cada miembro debe participar en las actividades de la
congregación. Hay obreros de muchas clases, pero no hay distinción de rango entre
ellos. Deben ser llamados por Dios a su oficio y llenos del Espíritu Santo.

De la Iglesia de la Edad Media recibimos la tradición de una nación cristiana, donde la


Iglesia recibe el apoyo del gobierno en lugar de persecución. A veces este apoyo toma
la forma de control que quebranta el espíritu de ella. Heredamos además ciertas
formas, ceremonias y rituales de la adoración formal de entonces. Algunas de estas
formas son cristianas y otras paganas. En fin, heredamos una forma de organización
eclesiástica que ayuda a preservar la unidad de la Iglesia y a guardarla contra falsas
doctrinas; pero es fácil que, con el abuso de este poder, se caiga bajo el control de
dictadores espirituales.

26-01-17- NUESTRA HERENCIA DE LOS MOVIMIENTOS DE ACERCAMIENTO A


DIOS

El cristianismo evangélico es un movimiento religioso que acepta, como su única regla


de fe y conducta, el evangelio de Jesucristo o sea la Biblia. No es simplemente una
organización, sino una convicción de que la Iglesia fundada por Cristo es la única
verdadera y una disposición de modelar la vida y la Iglesia según el patrón
novotestamentario. Cada iglesia e individuo tiene que examinar sus creencias y
organización constantemente, a la luz de la Biblia. Cuando encuentra que ha dejado la
verdad, es necesario reformarse. A veces una iglesia ha continuado en prácticas
erróneas por tanto tiempo, que resiste cualquier esfuerzo de reforma. Muchas veces
resulta que tal iglesia expulsa a los individuos que desean volverla a la verdad, y los
llama herejes; no porque ellos hayan dejado la Biblia, sino porque no creen corno la
mayoría de los miembros de ella. Esto ha pasado muchas veces.

Los judíos siempre se han distinguido como hombres religiosos. Su celo religioso a
veces se ha convertido en fanatismo extremo. Pero, aunque la apostasía se apoderó
de ellos en ciertas épocas, nunca han faltado hombres piadosos entre ellos.

En el Antiguo Testamento leemos de los recabitas. Ellos eran una tribu muy devota al
Dios verdadero. Insistían en vivir una vida pastoral. Temían que si se mudaran a las
ciudades se contaminarían con la mundanalidad e idolatría de la época. Así que
preservaron la vida sencilla y rehusaron tomar bebidas alcohólicas.

Otro grupo piadoso entre los hebreos eran los nazareos. Su nombre indicaba santidad
y devoción. Los nazareos eran personas que tomaban un voto por cierto período de
tiempo. Podía ser un tiempo corto o por toda la vida. Durante el tiempo de su voto no
se cortaban el cabello; no tomaban bebidas alcohólicas ni tocaban nada inmundo.
Protestaban contra la adopción de costumbres paganas. Eran muy celosos en la
defensa de su fe.

Los profetas del Antiguo Testamento luchaban para avivar la vida espiritual. Cuando
los reyes gobernaban a Israel en Jerusalén, la adoración del templo llegó a ser muy
pomposa y sujeta a la voluntad de reyes y sacerdotes. A veces los reyes malos
suprimían completamente los cultos a Dios. Los reyes de Samaria enseñaban a la
gente a adorar ídolos, para evitar que fueran a Jerusalén. La religión verdadera de
Dios estaba a punto de desaparecer.

En esta condición lamentable del pueblo, Dios levantó profetas. Aunque a veces los
profetas revelaban eventos futuros, la mayoría de sus mensajes llamaban a la gente al
arrepentimiento; destacando la importancia de la vida espiritual y personal, en lugar de
sacrificios y ritualismo. Típicas de sus mensajes son las palabras famosas de Miqueas:
“¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré
mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? Oh
hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y que pide Jehová de ti: solamente hacer
justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:7-8). Es interesante
que Juan el Bautista y Jesucristo fueron considerados profetas por los judíos de su
tiempo porque, como los profetas del Antiguo Testamento, ellos predicaban el
arrepentimiento.

La historia de Israel durante los 400 años entre el Antiguo Testamento y el nacimiento
de Jesús, es un poco oscura, debido a la falta de una historia adecuada. Sin embargo,
sabemos, que existían grupos piadosos durante este periodo que esperaban un
avivamiento y la llegada del Mesías. Uno de estos grupos se llamaba los Hasidím. Se
parecían mucho a los nazareos y recabitas en que se dedicaban a obedecer a la ley
de Dios, y a tener una vida sencilla. Tenían un espíritu patriótico y peleaban
fanáticamente por la libertad de su pueblo y por su fe.

Leemos mucho de los fariseos y saduceos del tiempo de Jesús. Ellos empezaron
como sectas religiosas y patrióticas, pero habían perdido mucho de su espiritualidad.
Había otro grupo no mencionado en el Nuevo Testamento que era más espiritual y no
se mezclaba en la política, llamado los esenios. Se formaba de gente sencilla y
piadosa. A veces se congregaban en colonias religiosas para vivir apartados de las
tentaciones del mundo, y tener un ambiente propio para la meditación y oración.
Debemos mucho de nuestro conocimiento sobre ellos y su tiempo y sobre las copias
más antiguas en existencia del Antiguo Testamento, a una colonia de estas personas,
cerca del Mar Muerto, que copiaban y preservaban muchos manuscritos de la Biblia y
de la historia.

A finales del siglo II D.C., se levantó un gran movimiento de reforma encabezado


por Tertuliano: Los montanistas aspiraban mantenerse en la más completa pureza y
fervor. Daban énfasis al sacerdocio universal de los creyentes y eran democráticos en
el gobierno de las iglesias, en oposición a las pretensiones del naciente episcopado.

Cincuenta años después de Tertuliano, Dios levantó un valiente obispo llamado


Hipólito para protestar contra la corrupción de vida y práctica en la iglesia de Roma.
Un partido relajado se había apoderado de la Iglesia. Cuando no podían los
reformadores cambiar nada, tuvieron que separarse de la iglesia de Roma. Los que se
separaron se llamaron novacianos en el Oeste y puritanos en el Este. Se establecieron
cientos de iglesias novacianas en el norte de África, en Constantinopla, Italia, Francia,
Suiza y España. Tan grande era este grupo de iglesias cristianas, que Constantino
trató de unirlas otra vez a la Iglesia Imperial, porque necesitaba su apoyo. Esto no
podía lograrse, porque la iglesia del estado se había apartado de los preceptos
bíblicos y, antes de abandonar sus tradiciones y prácticas, expulsaron a los
reformadores.

No había muchas Biblias en los primeros siglos del cristianismo, porque tenían que
copiarlas a mano. En el año 660, un cristiano llamado Constantino de Samosata,
recibió un regalo inesperado de un Nuevo Testamento. Al leerlo, se dio cuenta de lo
lejos que se había apartado la Iglesia de los preceptos bíblicos del cristianismo. La
lucha tenaz contra imágenes en las iglesias, que más tarde dio lugar a guerras y la
separación de las iglesias occidentales y orientales, principió con los seguidores de
Constantino de Samosata que se llamaron paulicianos.

Hemos visto que en todas las épocas y en diversas partes del mundo cristiano, han
existido protestas contra la corrupción de la Iglesia y abusos contra las doctrinas de
Jesucristo. Estas protestas aparecieron bajo diversos nombres, pero en el fondo todos
buscaban la misma cosa–sujetarse a las normas bíblicas.

No todos los reformadores fueron expulsados de la iglesia romana. A veces, por la


tolerancia del clero de su tiempo, o por la popularidad de su movimiento, podían
permanecer dentro de la Iglesia, dando testimonio a la verdad del evangelio.

Uno de estos fue Claudio de Turín, quien murió en el año 839. Este piadoso obispo,
nacido en España y enseñado por Félix, obispo de Urgél, rechazó las tradiciones que
no estaban de acuerdo con el evangelio. Especialmente atacaba las oraciones por los
muertos; la exagerada veneración del Papa; la adoración de las imágenes, y la
invocación de los santos.

Otro gran hombre de Dios, venerado por la Iglesia Católica, pero con un espíritu
verdaderamente evangélico, era San Francisco de Asís. Este hombre vino de una
familia rica; pero, tras una enfermedad grave, renunció a la vida holgada de su hogar y
se entregó a una vida de abnegación. Pasó el resto de su vida predicando el
arrepentimiento. Sus esfuerzos resultaron en la formación de una secta dentro de la
Iglesia Católica, llamada los franciscanos.

San Bernardo de Clairvaux , reconocía la supremacía de las Sagradas Escrituras


lamentaba los excesos del sistema papal; se opuso a la doctrina de la inmaculada
concepción de María; y siempre abogaba por la tolerancia religiosa. Se opuso siempre
al uso de la fuerza de las armas contra los herejes, llamados así por los católicos y
aun protestaba contra la persecución de los judíos.
Se podrían citar muchos hombres santos más de la antigüedad, que sostenían las
doctrinas puras de la Iglesia Primitiva y lamentaban la corrupción y apatía de los
cristianos de sus días. Como Bernardo de Clairvaux, decían : “¡Quién me diera, quien
me diera ver, antes de morir, la Iglesia tal como fue en sus primeros días!’

Durante el siglo XII, en el sur de Francia, florecieron numerosos grupos de cristianos


de vida simple Estos cristianos adoraban a Dios en templos desprovistos de todo
ornamento. Su único mueble era una mesa sobre la cual reposaba la Biblia abierta.
Los cultos eran sencillos, consistiendo mayormente de la lectura y explicación de las
Sagradas Escrituras. Se les llamaba albigenses porque eran muy numerosos en Albi y
otras ciudades del sur de Francia.

La Iglesia Católica les acusó de ser herejes; pero como no tenemos más referencias
de ellos que las acusaciones de sus enemigos, es difícil juzgarlos. El Papa Inocencio
III dirigió una cruzada para exterminarlos. Es interesante que los mismos católicos que
vivían en el sur de Francia los protegían de los ejércitos del Papa; muchos de ellos
dando su vida por los albigenses, prueba fuerte de su vida cristiana y su fe.

Las predicaciones de Pedro de Bruys, Enrique de Cluny, Pedro Waldo, llamados ‘Los
Pobres de Lyon’, que iban vendiendo el Nuevo Testamento de pueblo en pueblo,
cristalizaron en un movimiento evangélico que ha perdurado, desde 800 años antes de
la Reforma, hasta nuestros días, y son las iglesias evangélicas denominadas
valdenses.

Estos cristianos evangélicos, animados por su celo misionero, se establecieron en el


sur de Alemania, Suiza y Francia, llegando hasta las provincias del norte de España.
Se distinguieron por sus doctrinas bíblicas y por su santidad de vida. Se interesaron
mucho en la diseminación de la Biblia en el idioma de la gente. Muchos de ellos
podían citar todo el Nuevo Testamento de memoria. Algunas de sus doctrinas son
como sigue: La fe verdadera va siempre acompañada de buenas obras; Jesucristo es
el único mediador entre Dios y los hombres; La gracia de Dios se recibe por medio de
la fe, y no por los sacramentos; hay que confesar los pecados solamente a Dios, etc.

Tan numerosos eran estos cristianos, que la Iglesia Católica nunca podía
exterminarlos completamente. Se refugiaron en los valles del Piamontes y desde allí
desafiaron todo intento de desalojarlos.

De aquí vemos que aun en la Edad Media, tiempo del apogeo del Papado y del poder
temporal del clero romano, existían fuertes movimientos evangélicos en diversas
partes de Europa.
El Amanecer de la Reforma

A medida que la oscuridad de la Edad Media se desvanecía, se hacían sentir, cada


vez más fuertes, los clamores por una reforma de la Iglesia, que había perdido su
pureza de vida espiritual y había agregado muchas tradiciones y supersticiones a la fe
pura de Jesucristo y de los apóstoles.

Además de los movimientos ya mencionados, que atraían grandes números de


creyentes, aparecieron hombres nobles quienes lucharon por la fe. Uno de ellos era
Wycliffe, a quien han puesto el título, “La Estrella Matutina de La Reforma”. Wycliffe
vivió en Inglaterra en el siglo XIV. Comenzó atacando los abusos del clero y terminó
pronunciándose contra las doctrinas del purgatorio, la transubstanción, la invocación a
los santos, y la supremacía del Papa, porque no podía encontrar estas doctrinas en las
Sagradas Escrituras.

A principios del siglo XV, unos escritos de Wycliffe cayeron en manos de Juan Huss,
eminente profesor de la Universidad de Praga. Perplejo al principio, Huss pronto
reconoció que las doctrinas de Wycliffe eran fundadas en las Escrituras. Estaba de
acuerdo con Wycliffe en tres de sus puntos esenciales: Que las Sagradas Escrituras
eran la única autoridad infalible; que era necesario establecer una disciplina del clero;
y que los sacerdotes no tenían ningún poder espiritual, a menos que estuvieran llenos
del Espíritu Santo.

Huss, fue hecho prisionero por engaño y quemado vivo después de larga prisión. Más
tarde su colaborador, Jerónimo de Praga, sufrió la misma suerte. Airados, los nobles y
principales de Bohemia se reunieron bajo el estandarte del gran guerrero Ciska. Tras
ardua lucha lograron firmar un acuerdo entre el Concilio y los Estados de Bohemia,
concediéndoles completa libertad de culto. De modo que Bohemia fue el primer país
en ganar la libertad de adorar a Dios según su conciencia.

Desgraciadamente el emperador violó su pacto con los bohemios, imponiendo otra vez
la ley católica en el país. Nunca pudo borrar, sin embargo, el espíritu del pueblo. Por
medio de la obra misionera de los moravos, (dignos seguidores de Huss), los
bohemios fueron instrumentos en la salvación de los hermanos Wesley, de Inglaterra,
quienes comenzaron el gran avivamiento que resultó en la formación de la Iglesia
Metodista.

Mientras Huss y los bohemios luchaban por la libertad religiosa en el centro de


Europa, Jerónimo Savanarola levantaba el estandarte en Italia. Predicó contra la
tiranía y corrupción del gobierno y de la Iglesia. Pidió un concilio para deponer al Papa
y reformar la Iglesia. Por un lapso, tuvo gran éxito en Florencia, pero no pudo resistir
por mucho tiempo el poder del clero y de los dictadores del país. Sufrió el martirio en
1498.

Hemos recibido del pasado una herencia de personas piadosas; de vidas espirituales,
en medio del paganismo y la corrupción de la Iglesia establecida. Dios siempre ha
escogido personas para proclamar su mensaje. Hay una cadena gloriosa de
predicadores de santidad a través de Abraham, Moisés, los jueces, los profetas, Juan
el Bautista, los apóstoles, los padres de la Iglesia Cristiana y los reformadores, hasta
nosotros. Prueba de esto son los grupos como los recabitas, los nazareos, los hasidim,
los esenios, los novacianos, los albigenses, los valdenses y las iglesias evangélicas
del tiempo de la Reforma. Nosotros somos los herederos de estos hombres
espirituales.

MES DE FEBRERO 2017

09-02-17-NUESTRA HERENCIA DE LA REFORMA PROTESTANTE (SIGLO XVI,


AÑO 1517)- MARTIN LUTERO

Hemos aprendido que en todas las edades ha habido movimientos de protesta, contra
los abusos de la Iglesia y el bajo nivel espiritual y moral de sus miembros. Cualquier
persona se preguntaría porque estos movimientos tenían tan poco éxito en reformar la
Iglesia.

La falta de éxito permanente se debía a varias causas. La principal de ellas era la


ignorancia de la gente en general. Muy pocas personas sabían leer y escribir durante
la Edad Media y la ignorancia y superstición prevalecían. La gente común no conocía
la historia de la Iglesia Primitiva, ni había leído la Biblia jamás. Era fácil, pues, para los
sacerdotes católicos, hacerles creer cualquier cosa acerca de la vida espiritual. Era
necesario que la luz del evangelio penetrara en las masas antes que una reforma
tuviera éxito general.

Desde el tiempo de Constantino, la Iglesia Católica Romana había sido ligada al


estado. A veces el emperador controlaba la Iglesia como jefe supremo y sumo
sacerdote, y a veces los sacerdotes controlaban el gobierno, como en el caso de los
papas de la Edad Media. En todo caso, los dos cooperaban en imponer su voluntad
sobre las masas. Los reyes recibían el apoyo de la Iglesia, y muchas veces debían su
nombramiento y permanencia en sus tronos a la influencia de los clérigos. En su turno,
la Iglesia demandaba el apoyo militar y legal del gobierno civil. Cuando quería sofocar
un movimiento religioso, lo condenaba como herejía y el gobierno civil tuvo que llevar
a cabo la sentencia de muerte contra sus adeptos, muchas veces usando las fuerzas
de sus ejércitos para hacerlo. De este modo, la Iglesia llevaba a cabo grandes
matanzas de cristianos evangélicos y pudo sofocar muchos de sus movimientos o
forzarles a refugiarse en lugares inaccesibles.

El sistema feudal era otro factor importante en el control de las masas. Todo el
territorio estaba dividido entre grandes señores o amos. Los pobres cultivaban la tierra
y pagaban tributos a ellos. El amo tenía absoluta autoridad sobre sus peones. Por
cualquier capricho podía quitarles su tierra. Si la Iglesia acusaba a una persona de
herejía, le confiscaba sus bienes y terrenos. En tal caso, el pobre moría porque no
había otra manera de ganarse la vida. Como la Iglesia era dueña de grandes
extensiones de tierra, controlaba directamente a los pobres bajo su autoridad, y por
medio de su influencia en el gobierno civil, controlaba a los grandes señores feudales
y los forzaba a hacer su voluntad.

La Posibilidad de una Reforma

A fines de la Edad Media, muchos de los caballeros y peregrinos de Europa hicieron el


viaje a la Tierra Santa–los caballeros para reconquistar a Jerusalén de manos de los
turcos, y los peregrinos para visitar los lugares sagrados relacionados con la vida de
nuestro Señor Jesucristo. La conquista de Palestina no duró mucho tiempo y
Jerusalén pronto cayó otra vez en manos de los mahometanos, pero las Cruzadas si
tuvieron gran efecto sobre la vida de Europa.

Los viajeros que visitaron el Oriente, encontraron civilizaciones antiguas bien


desarrolladas. El arte, la escultura, la filosofía y la polémica religiosa habían florecido
en el Este por muchos siglos. Ávidos por conocer la sabiduría del Oriente, tanto los
peregrinos como los soldados, trajeron libros y toda clase de conocimientos al Oeste.
Formaron grandes universidades con profesores eminentes. La ignorancia y
superstición huyeron delante de este avance de conocimiento. Entre otras cosas,
comenzaron otra vez el estudio de la Biblia. Pronto se dieron cuenta de lo lejos que la
Iglesia se había apartado de las verdades primitivas del evangelio.

El contacto con el Este también estimuló el comercio. Los viajeros trajeron telas,
metales y muchas especies desconocidas en Europa. Había gran demanda de estos
artículos, de modo que una clase de comerciantes, para procurar estos productos y
venderlos, se estableció en las ciudades, a lo largo de las líneas de comercio.
También se desarrollaron artesanos para labrar los nuevos productos. De esta
manera, una nueva clase de ciudadanos surgió, que no estaba ligada a la tierra para
ganarse la vida, y por tanto, se excluía del dominio de los grandes señores feudales.
La importancia de estos comerciantes y artesanos creció hasta ganar el derecho de
formar ciudades libres. Estas ciudades libres llegaron a ser pequeños países,
independientes de las grandes haciendas. Ni la Iglesia ni el rey podían amenazarlos
con el hambre, porque ya tenían un modo nuevo de ganar la vida.

A la vez que se desarrollaron las ciudades libres, las naciones modernas estaban en
proceso de formación. Las tribus salvajes de la Europa Central, que habían sido
evangelizadas por la Iglesia en el tiempo del Imperio Romano, poco a poco estaban
transformándose en naciones. Los alemanes, los francos y otros no querían sujetarse
más al control extranjero. Puesto que muchas veces el emperador era extranjero y
apoyado por la iglesia de Roma, llegaron a considerar tanto al emperador como a la
Iglesia, sus enemigos nacionales.

Veremos como una combinación de estos sentimientos populares, junto con la


corrupción y opresión de la Iglesia, hicieron posible la Reforma Protestante.

Por fin, en el principio del siglo XVI, el espíritu evangélico brotó simultáneamente en
varias partes de la Europa Central, con tanta fuerza, que la Iglesia Católica no podía
controlarlo.

El primer golpe del movimiento fue dado por un monje agustino llamado Martín Lutero.
Horrorizado por los excesos de un vendedor de indulgencias, Lutero decidió formular
unas proposiciones para debate, esperando así traer a luz los abusos de la Iglesia.
Escribió noventa y cinco (95) proposiciones que clavó a la puerta de la Iglesia de
Wittenberg en la víspera del día de Todos los Santos, 1517, invitando a cualquier
persona a discutir estos asuntos con él en la Universidad donde era profesor. La
publicación de estas “noventa y cinco tesis” de Lutero se considera como la fecha en
que principió la Reforma Protestante. Lutero esperaba que cuando el Papa se diera
cuenta de los abusos que se practicaban en el nombre de la Santa Iglesia, pondría fin
a tales prácticas. ¡Cuál no sería su sorpresa al encontrar que en lugar de reconocer el
error de sus prácticas, la Iglesia trataba de callarlo a él!

Después de muchos esfuerzos de callar al monje, el Papa por fin lo excomulgó. Tal
acción, en el pasado, había puesto fin a muchos reformadores. Pero no fue así con
Lutero. Ya el espíritu evangélico era tan fuerte en el pueblo alemán, que se levantó
como un solo hombre para defender a Lutero y las doctrinas evangélicas que él
predicaba.

Al mismo tiempo, en otras partes de Europa acontecían cosas semejantes.


Dondequiera que vivían hombres ilustres como Zuinglio en Suiza, Calvino en Francia,
y Knox en Escocia, abrazaban las verdades evangélicas y las enseñaban.

Cuando los argumentos y excomuniones no pusieron fin al movimiento, la Iglesia


Católica se valió de los príncipes y reyes católicos para conquistar los países
reformados. Esto dio lugar a grandes luchas y guerras, saliendo victoriosos a veces los
católicos y a veces los protestantes. Al fin de la lucha, casi la mitad de Europa quedó
separada de la sede de Roma.

Esta lucha religiosa aumentó el deseo de las naciones de Europa por su


independencia. En muchos casos, el resultado de las guerras era, tanto el
establecimiento de naciones independientes, como de iglesias evangélicas
independientes de Roma y basadas en los principios novotestamentarios. En este
tiempo, grandes iglesias evangélicas quedaron formadas, como la Luterana, la
Reformada, la Anglicana y la Presbiteriana. Asimismo, comenzaron a surgir grupos
más sencillos como los menonitas, anabaptistas, etc.

Los Principios Evangélicos

Estos principios pueden resumirse bajo los siguientes tres tópicos:

1. La Biblia es la Única Regla de Fe y Conducta.

En Biblia se encuentra todo lo necesario para la salvación del hombre y su conducta


en este mundo. Requerir de cualquier persona, como necesario para la salvación, algo
que en la Biblia no se encuentra, es repugnante a la razón y a la revelación cristiana.

La Iglesia Católica, a través de los años, ha agregado a su cuerpo de doctrina y


práctica muchas cosas que no se encuentran en la Biblia. Entre éstas se encuentran la
veneración de los santos, el uso de imágenes y reliquias, el dogma de la asunción de
María y otras tantas. Ellos justifican sus prácticas, diciendo que la tradición de la
Iglesia es de igual valor que la Biblia. Esto es poner las tradiciones de los hombres al
nivel de la Palabra de Dios, cosa que Jesucristo condenó fuertemente en Marcos 7:6-
8, donde dice: “Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías,
como está escrito: Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está lejos de mí.
Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferréis a la tradición de los hombres.”

2. La Justificación por la Fe

Una de las tradiciones más arraigadas en la práctica de la Iglesia Romana es la


salvación por medio de las buenas obras. Los feligreses de la Iglesia Católica creen
que pueden ganar su salvación por obras de penitencia, etc., asignadas por la Iglesia.

Temprano en la historia de la Iglesia Cristiana hubo un grupo de creyentes que enseñó


así. Eran judíos y sostenían que para ser cristianos tenían que obedecer todas las
obras de la ley de Moisés. Se convocó una reunión de los principales de la Iglesia,
incluyendo los apóstoles, en Jerusalén, para considerar el asunto, Después de mucha
discusión y oración, escribieron una carta oficial a las iglesias nuevas, explicando que
somos salvos por la gracia del Señor Jesús y no por obediencia a las obras de la Ley.

El apóstol Pablo, en su Epístola a los Gálatas, es aún más explícito cuando dice:
“Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de
Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para que justificados por la
fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie ser
justificado” (Gálatas 2:16).

Pueden citarse otros pasajes que enseñan igualmente que la salvación viene por la fe
en Jesucristo, y no por las obras. Esta doctrina es una de las más importantes del
Nuevo Testamento y del movimiento evangélico.

3. El Sacerdocio Universal del Creyente

La Biblia nos enseña que cualquier persona puede comunicarse con Dios. No se
necesitan sacerdotes ni iglesias para la salvación. La Iglesia Católica sostiene que
fuera de ella no hay salvación, porque creen que Dios depositó en sus manos el
derecho de aceptar o rechazar a los que quieren ser salvos. Esto equivale a poner la
salvación de la humanidad en las manos de los hombres o de una organización
humana.

Los evangélicos sostienen que la obediencia a Dios y a La Biblia, es más importante


que la obediencia a una iglesia o a un sacerdote. Cada individuo vale igual delante de
Dios y puede venir libremente a Él, pidiendo salvación y luz para su vida cristiana. En
Juan 3:16, Jesucristo enseñó claramente que cualquier persona que cree en Cristo
puede ser salva. De modo que no necesitamos un sacerdote para representarnos
delante de Dios. Cada creyente es su propio sacerdote, y tiene libre acceso a la gracia
de Dios, por la fe.

¿Cuál es nuestra herencia de la Reforma? Hemos heredado un deseo ardiente por la


educación de las masas, para que puedan estudiar la Biblia cada uno por sí mismos. Y
hemos aprendido el peligro de la unión de la iglesia y el estado. También nos
apegamos a las grandes doctrinas evangélicas de la suprema autoridad de las
Sagradas Escrituras, la justificación por la fe y el sacerdocio universal del creyente.

16-02-17-NUESTRA HERENCIA DEL METODISMO (SIGLO XVIII, INGLATERRA-


JUAN WESLEY)

La Reforma del siglo XVI no fue tan poderosa en Inglaterra como en los países de
Europa, porque tomó la forma de una revolución más política que religiosa. La Iglesia
de Inglaterra se separó de Roma, pero continuó siendo la iglesia del estado, dominada
por el rey en lugar del Papa. Fue casi 200 años después que una verdadera reforma
en la vida espiritual de Inglaterra tuvo lugar. Este avivamiento se debió en gran parte a
la predicación de los hermanos Wesley.

Ya que nuestra Iglesia Metodista Libre ha descendido directamente del avivamiento de


los Wesley, llamado el avivamiento metodista, conviene estudiar este movimiento más
de cerca. El obispo L. R. Marston, en su excelente libro titulado From Age to Age a
Living Witness (De Edad en Edad un Testimonio Vivo), nos da una descripción de las
condiciones en Inglaterra en esa época, y de las personas y eventos que cambiaron la
vida espiritual del país. Mucha de la información contenida en este capítulo, apareció
primero en el libro citado arriba, y se usa aquí con permiso del autor.

Las Condiciones en Inglaterra en el siglo XVIII

W. H. Fitchett, en su libro, Wesley y Su Siglo, dice del siglo XVIII en Inglaterra: “El
cristianismo bajo los cielos ingleses no estaba nunca, ni antes ni después, tan cerca
del punto de la muerte.” La corrupción del gobierno era tan patente, que los políticos
más conocidos practicaban el cohecho. A veces, una mayoría de los miembros del
Parlamento estaba tan borrachos, que tenían que levantar las sesiones. Practicaban
diversiones crueles, y el espectáculo más popular era presenciar a personas
ejecutadas en la horca–una práctica muy común en esos días–por razones triviales. La
inmoralidad florecía tanto entre los nobles, que los padres educaban a sus hijos en el
arte de la seducción. La fidelidad en el matrimonio era despreciada, y los historiadores
dicen que la mitad de los niños nacidos en Londres eran bastardos.

A principios de este siglo, el obispo Burnet lamentó que los candidatos para el
ministerio, conseguían nombramiento para un cargo pastoral importante, por dinero.
Los sacerdotes jóvenes se conocían por su libertinaje, y la predicación en las iglesias
era tan pobre, que la gente se ausentaba o se dormía en sus asientos.

La teología aceptada de ese siglo era el deísmo. Según el deísmo, Dios, en una edad
remota, hizo el mundo y el universo; los echó a funcionar y entonces se alejó de todo,
para contemplarlo; pero jamás vuelve a ocuparse de ello. No creían que Cristo era el
Hijo de Dios ni que vino a este mundo para salvarnos. Para ellos, el Nuevo
Testamento no tenía valor espiritual. La única revelación de Dios que aceptaban era la
naturaleza. Según este sistema, Dios no tiene interés en el hombre ni en sus
problemas; no hay revelación de Dios por medio de su Hijo, ni un Espíritu Santo en el
corazón del hombre. No se sorprende, entonces, de que un autor de la época dijo que
visitó varias iglesias de Londres y que, del contenido de los sermones que escuchó no
podía distinguir si el orador era seguidor de Confucio, Mahoma o Cristo.

El Fundador del Metodismo

En medio de estas tinieblas, Dios levantó un hombre–Juan Wesley. La historia de su


peregrinación de las tinieblas a la luz, marca uno de los relatos más dramáticos en el
cristianismo. Trataremos de seguir su lucha, para apreciar su victoria.

1. Buscando en las Tinieblas

A pesar de la pobreza de su hogar, los padres de Wesley eran personas bien


preparadas y muy intelectuales. Juan Wesley, así como su hermano Carlos, recibieron
la mejor educación que podía encontrarse en Inglaterra. A la edad de diez años, Juan
fue matriculado en la famosa escuela Charterhouse, en Londres. Más tarde fue
admitido en Oxford, donde se graduó con el titulo de Bachiller en Artes en 1725, y
Maestro en Artes en 1727. Fue ordenado diácono en la Iglesia Anglicana en 1725, y
presbítero en 1728. Sirvió por un tiempo como instructor en filosofía y como maestro
de griego y Nuevo Testamento en Oxford.
Siendo un intelectual, era natural que Wesley tratara de encontrar a Dios por medio de
la razón. Estudió profundamente las filosofías de su día. Para ganar su título de
Maestro en Artes, escribió sobre temas tan diversos como “Almas en los Animales,”
“Julio Cesar” y “El Amor de Dios.” En uno de sus sermones, años después, cuenta
como buscó a Dios por medio de la razón, hasta que en su desesperación, estaba al
punto de buscar su propia muerte.

Cerca del fin de sus estudios en Oxford, Wesley comenzó a interesarse mucho en las
obras de los místicos. Estas personas creían en una unión mística del hombre con
Dios; tanto así, que la luz interior de comunión con Dios llegó a ser para ellos de más
importancia que la Palabra revelada, o el ejemplo de Jesucristo. Creían que Dios
hablaba directamente al corazón del hombre por medio de su intelecto y conciencia,
sin necesidad de la Santa Biblia. Esta creencia, por supuesto, dio lugar a muchos
excesos, ya que las experiencias interiores eran de más importancia para ellos que la
Biblia. Pero, para el joven intelectual, harto de su búsqueda infructuosa por medio de
la razón, la piedad profunda de los místicos le atraía y apelaba fuertemente.

Al finalizar su estancia en Oxford y durante su ministerio en América, Wesley hizo un


esfuerzo tremendo para justificarse delante de Dios por sus obras. Practicó la
abnegación en todas sus formas. Limitó drásticamente sus gastos, hasta faltarle la
comida y ropa necesarias, para dárselos a los pobres. Ayunó tres veces por semana.
Planeó con cuidado el uso de cada minuto de cada día, a fin de no malgastar ningún
momento. Esperaba, por sus propios esfuerzos, encontrar paz con Dios. Sin embargo,
el camino del legalismo no le produjo la paz.

Wesley creía firmemente, en esos años, en el valor de los sacramentos. Insistió en


bautizar a los infantes por inmersión (sumergiéndolos tres veces en el agua). Rehusó
hacer el entierro cristiano a los que no eran bautizados. Rehusó administrar el
bautismo a los niños de personas no miembros de la Iglesia Anglicana. No permitió a
nadie tomar la Santa Comunión si no había sido bautizado en la Iglesia Anglicana.
Pero el ritualismo tampoco le trajo la paz.
Es probable que Juan Wesley no hubiera podido aceptar la doctrina bíblica de
salvación por la fe Si no hubiera probado, por experiencia propia, que la salvación no
puede encontrarse en los esfuerzos intelectuales de la razón, ni en las experiencias
interiores del misticismo, ni en la vida de buenas obras del legalismo, ni tampoco en
someterse a la autoridad del ritualismo de la iglesia establecida. Después de tantos
años de sed espiritual y después de agotar todos los caminos conocidos al hombre
para encontrar a Dios, por fin estaba en condición de aceptar la instrucción de Peter
Bohler, que la salvación es por la fe sola y que es instantánea.

2. Hallando la Luz

Antes de su conversión, que ocurrió en una humilde capilla de Londres en la calle


Aldersgate, Juan Wesley era un siervo muy fiel a su Señor, pero no tenía fe. Trató de
ser un cristiano, pero no hallaba como. Se preocupaba por su propia vida espiritual,
más que por la salvación de las almas perdidas. En su Journal describe de la siguiente
manera su experiencia de conversión, la noche del veinticuatro de mayo de 1883:

En la noche fui, muy en contra de mis deseos, a una sociedad en la calle Aldersgate,
donde alguien estaba leyendo el prefacio de Lutero a la Epístola de los Romanos.
Como a las nueve menos quince, mientras él estaba explicando el cambio que Dios
obra en el corazón por la fe en Cristo, sentí mi corazón singularmente conmovido.
Sentí que en verdad confiaba en Cristo, Cristo solo, para mi salvación, y una seguridad
me fue dada de que había quitado mis pecados, aun los más oscuros, y me había
salvado de la ley del pecado y de la muerte.

Inmediatamente Wesley fue, con un grupo de sus amigos, al cuarto de su hermano


Carlos, quien estaba convaleciendo de una enfermedad, para anunciarle la grata
noticia de su salvación.

La experiencia de Juan Wesley en Aldersgate era, sin duda, el punto de partida de su


vida. Sin embargo, muchas veces pasamos por alto el tiempo inmediatamente
después de esta experiencia en la vida de Wesley. Cuanta fue la sorpresa de Wesley
al encontrar que todavía tenía que sostener una lucha constante contra la tentación y
el pecado. Justificado ante Dios, no cometía pecado, pero luchaba constantemente por
no hacerlo. Así que concluía que el pecado existía todavía en su corazón pero no lo
dominaba. El mismo lo expresa así: “Fui continuamente tentado, pero no vencido.”
En este estado de cosas, Wesley fue a Alemania para buscar ayuda de sus amigos los
moravos. Aprendió de ellos mucho de valor, pero no estaba ciego al peligro de su
constante preocupación por los sentimientos interiores.

En medio de esta lucha con el pecado interior, vino una invitación por parte de su
amigo y compañero George Whitfield, para ayudarle como predicador de los mineros
de Bristol. Estos servicios se llevaron a cabo al aire libre. Wesley no quería ir porque le
repugnaba la idea de predicar fuera del templo, y prefería gastar su tiempo en
compañía de sus amigos en contemplación espiritual. Todavía le atraía la idea de
refugiarse del mundo en ejercicios espirituales. Por fin, se dio cuenta de su egoísmo y
del llamado de Dios. Entonces experimentó un cambio radical en su vida. Desde el
momento que aceptó la invitación a Bristol, cesaron las luchas interiores y Wesley
comenzó una vida de intensa actividad para la salvación de las almas.

Aunque Wesley no lo dice directamente en sus libros, el Dr. Marston está convencido,
después de mucho estudio del asunto, que la crisis precipitada por la invitación a
Bristol era el momento cuando Wesley entró en la experiencia de la santificación, de la
cual escribe tanto de aquí en adelante.

El obispo Marston resume la experiencia de Juan Wesley, en las siguientes palabras:

Una de las maravillas de toda biografía es la manera en que Juan Wesley fue
preservado de caminos falsos, sin que más tarde fuera elevado al extremo opuesto,
renunciando a estos mismos poderes de mente y personalidad en los cuales había
sido falsamente enseñado a buscar a Dios. Wesley fue librado de las garras heladas
de la razón. Más, sin embargo, siempre fue amigo de la educación y buscó el consejo
de la razón, sin someterse a su reino absoluto. Habiéndose librado de las pesadas
cadenas del legalismo, no obstante siempre declaró los imperativos de la vida santa y
las buenas obras. Fue librado de un ascetismo que le había llevado a renunciar aun
las cosas buenas de la vida; pero todavía mantuvo la disciplina del espíritu sobre las
contenciones del deseo físico. Se libró de la esclavitud del ritualismo, pero siempre
aceptó el orden eclesiástico, para evitar el caos. Se abrió camino a través de la neblina
del misticismo, pero llegó a tener una experiencia vital y personal grabada en su
corazón; estando protegido del exceso de subjetivismo, por las restricciones de la
disciplina social y por la Biblia, como la norma para juzgar la misma experiencia
personal. Sin este equilibrio en medio de las fuerzas contradictorias del siglo XVIII,
Juan Wesley no podía haber sido el instrumento efectivo, por el cual Dios movió a
Inglaterra hacia nuevos canales de fe, esperanza y amor, y puso en movimiento una
corriente de calor espiritual y poder que cercó la Tierra.

El Metodismo En Inglaterra

Después de treinta y cinco años de búsqueda y frustración, Juan Wesley por fin
encontró lo que su alma tanto anhelaba y salió a proclamar su mensaje al mundo. El
movimiento que brotó de sus esfuerzos se llama el metodismo un movimiento
espiritual dentro de la Iglesia Anglicana, que transformó a Inglaterra y ha afectado
profundamente al mundo. Tal movimiento es digno de estudiarse. Trataremos de
presentar aquí sus métodos y su mensaje.

1. Sus Métodos

Ya en sus días en Oxford, los hermanos Wesley se habían interesado por los presos.
No dilataron, después de encontrar la salvación por la fe, en proclamar esta verdad a
aquellas pobres personas. Apenas dos meses después de su salvación, Carlos
Wesley acompañó a diez presos a la horca. Él había pasado la noche anterior con
ellos en su celda y la mayoría de ellos habían dado evidencia de un cambio de vida.
La presencia de Carlos Wesley en la hora de su muerte les dio aliento. El mismo dijo:
“Esa hora debajo de la horca era la hora más bendita de mi vida.” El movimiento
metodista, además de salvar a muchos presos, hizo mucho para aliviar la condición
lamentable de las prisiones de Inglaterra.

Le era muy difícil para Wesley aceptar la necesidad de predicar en los campos. Hasta
su conversión, era tan apegado al ritualismo y el buen orden eclesiástico, que pensaba
que la salvación de un alma sería un pecado si ocurría fuera del templo. Sin embargo,
cuando ya no era posible predicar en las iglesias porque les fue prohibido y aun se les
cerraban las cárceles para que no predicaran a los presos, los metodistas empezaron
a predicar al aire libre. Jorge Whitfield fue el primero en intentarlo. En su primer
sermón en los campos de Bristol predicó a 200 personas. Ocho días después, 20,000
se congregaron para oírlo. Este éxito tan fenomenal atrajo la atención de los demás.
En medio de este avivamiento, Whitfield tuvo que regresar a sus labores como
misionero en América. Fue entonces que llamó a Juan Wesley para que continuara su
obra en Bristol.

Wesley comenzó a predicar en los campos de Bristol. Pronto se convenció de que no


solamente era la voluntad de Dios, sino que era imprescindible para el crecimiento de
la obra. Veinticinco años después declaró: “Si este método (la predicación en los
campos) fuera abandonado, temo que la obra entera gradualmente moriría.”

El obispo Marston dice : “Por medio de sus himnos, Carlos Wesley hizo más para
formar el pensamiento doctrinal de los convertidos al metodismo, que Juan por medio
de su hábil predicación.” Es casi increíble que Carlos Wesley haya escrito 6,500
himnos antes de su muerte. Muchos de estos himnos se cuentan entre los más
populares de los himnarios de nuestros días. Entre ellos se hallan los himnos: “Oid un
Son en Alta Esfera,” “El Señor Resucitó, Aleluya” y “Solo Excelso, Amor Divino.”

Estos cantos e himnos cautivaron el corazón de las masas, porque antes de los
Wesley la gente no cantaba. Pero ahora, los versos líricos de Carlos Wesley y su
música conmovedora, aumentaron el fervor de los creyentes y conmovieron vastas
congregaciones a aceptar a Cristo. Pero, lo más importante de todo, era que los
himnos estaban llenos de referencias a las Escrituras y a la doctrina. Se dice que el
metodismo conquistó la alianza de las masas, por encima del calvinismo, porque el
calvinismo no produjo cantos.

Comenzando desde su conversión, Juan Wesley escribió un promedio de seis


volúmenes cada año, durante cincuenta y cinco años. Su producción más importante
fue la traducción del Nuevo Testamento a las ingles. Esto no era una revisión de
traducciones existentes, sino una nueva traducción del griego, que él conocía a fondo.
Es interesante que la última revisión oficial de La Biblia en ingles está de acuerdo con
Wesley en 6,500 casos, donde él cambió las versiones existentes. Wesley reconoció el
valor de la palabra impresa porque aconsejó a sus predicadores leer los libros más
útiles, y a leer por lo menos cinco horas diarias.

Wesley era un genio en organización. Desde el principio organizó a los nuevos


creyentes en sociedades, el propósito de las cuales era la oración en conjunto, la
exhortación, y la ayuda mutua en el desarrollo de la vida espiritual. Estas sociedades
fueron divididas más tarde en clases de diez miembros, con uno del grupo designado
como guía de clase. El guía de clase debía ver a cada miembro de su clase
semanalmente y ayudarle, en toda forma posible, en su vida espiritual. Nuestra Iglesia
preserva esta clase de organización y donde el guía de clase lleva a cabo su deber,
los miembros crecen espiritualmente.

En una sociedad viciosa como la del siglo XVIII en Inglaterra, era necesario establecer
normas de conducta cristiana. En 1743, los hermanos Wesley publicaron las Reglas
Generales para sus sociedades. Estas reglas ayudaron a los nuevos convertidos a
modelar sus vidas según las normas cristianas. Nuestra Iglesia Metodista Libre
conserva estas Reglas Generales en su forma original como parte de nuestro Libro de
Disciplina.

2. Su Mensaje

Los estudiantes de Wesley generalmente están de acuerdo en que la contribución de


Wesley en el campo de doctrina, no consiste en doctrinas nuevas, sino en descubrir y
aplicar de nuevo doctrinas ya establecidas por la Iglesia pero, por lo general,
olvidadas.

Mucho se ha dicho del valor de la experiencia en la teología de Wesley, pero un


estudio cuidadoso de sus obras revela que su última norma o apelación de doctrina y
fe era las Sagradas Escrituras. Contrario a los deístas, quienes dependían en la razón
humana, y de los místicos que dependían de sus impresiones interiores, y de los
ritualistas que confiaban en las doctrinas históricas de la Iglesia, Wesley sujetaba
todo–la razón, la fe, las impresiones, los credos–a la autoridad de la Palabra de Dios.

Juan Wesley enseñó que cada cristiano puede saber de seguro que sus pecados son
perdonados. En su sermón titulado “El Testimonio del Espíritu” dice que el testimonio
del Espíritu es “una impresión o experiencia interior en el alma, por la cual el Espíritu
de Dios testifica directamente a mi espíritu, que soy un hijo de Dios; que Jesucristo me
ha amado, y se ha dado a sí mismo por mí; y que todos mis pecados son borrados, y
yo, aun yo, soy reconciliado con Dios.”
Otra doctrina enfatizada por los Wesley era que la salvación es para todos. Dios no
excluye a nadie, pero ofrece su salvación a todo aquel que cree. Estas nuevas eran
muy gratas a las masas que vivían en pecados y vicios. El mensaje del metodismo es
un mensaje de esperanza para todo el mundo.

La experiencia cristiana no termina con la justificación o sea el perdón de nuestros


pecados. Juan Wesley predicó de nuevo la doctrina, casi olvidada, de la santificación.
Enseñó que Dios puede hacer más que perdonar los pecados. Él puede también
limpiar el corazón humano de los deseos pecaminosos de vida, y llenarle de puro
amor. Cuando el creyente siente los deseos carnales de odio, celos, etc. estorbando
su vida espiritual, pide de Dios libertad de tal corrupción interior, Dios le limpia y le
llena de su Santo Espíritu. Esto da fuerza a la vida y le ayuda a testificar con éxito
como en el día de Pentecostés. Además, le da un nuevo impulso para vivir más cerca
de Dios. Todos los días crece en su vida espiritual hasta llegar a ser un cristiano
maduro.

En una sociedad tan viciada como la del siglo XVIII en Inglaterra, estas vidas
cambiadas brillaban como antorcha en las tinieblas. Algunos historiadores están de
acuerdo en que el movimiento metodista salvó a Inglaterra de una revolución horrenda
como la de Francia. La sociedad de Inglaterra se transformó por el amor cristiano
reinante en los corazones, y no por el odio y la venganza de una revolución. Se mejoró
la condición de los obreros, los presos, los huérfanos, los desamparados, y aun la
gente de familias nobles.

Somos descendientes espirituales de los metodistas, y hemos heredado muchas


bendiciones de ellos. De su fundador, Juan Wesley, aprendimos que la salvación no
puede conseguirse por medio de la razón, el emocionalismo místico, el legalismo, ni el
ritualismo, sino por la fe en Cristo. Del movimiento metodista, que resultó de la
predicación de Wesley, heredamos el énfasis en las grandes doctrinas de la Iglesia,
como la autoridad de las Escrituras, La seguridad de salvación, la salvación para todos
a la santificación. También heredamos su práctica de predicar a todos dondequiera
que haya oportunidad; de cantar alegremente al Señor; usar la página impresa para
anunciar el evangelio, y la organización y disciplina personal.

23-02-17- NUESTRA HERENCIA DE LAS COLONIAS AMERICANAS


El crecimiento del protestantismo ocurrió en la misma época que el descubrimiento de
América, y la lucha de las naciones católicas y protestantes par la supremacía en
Europa se reflejó en la colonización de los continentes americanos.

El Significado de la Colonización de América

Cuando Colón anunció el descubrimiento de América, la corte de España, que había


apoyado en su viaje de exploración, apeló enseguida al Papa para que le confirmara
las tierras descubiertas. Como Portugal había colonizado ya las costas de África, el
Papa estableció una línea localizada 270 leguas al oeste del Cabo Verde. Declaró que
todo el territorio al este de esta línea pertenecía a Portugal, y el del oeste a España. Él
pensaba que toda América quedaba al oeste de esta línea; pero más tarde se probó
que una parte de la América del Sur (Brasil) quedaba al este de ella. Así que Portugal
ganó una colonia en América. España colonizó toda la América del Sur, la América
Central, las Antillas, y México. Las otras naciones de Europa no respetaron la decisión
del Papa de dividir a América entre España y Portugal. Ellos también querían colonias
en América y encontraron su oportunidad en Norteamérica, donde los españoles
nunca pudieron establecer colonias permanentes. Los franceses colonizaron Canadá y
el interior de los Estados Unidos, desde Canadá hasta el Golfo de México, al través del
valle del río Misisipi. Los ingleses se establecieron en la costa del Atlántico en
Norteamérica, y en las Antillas. Otras naciones intentaron colonizar el Nuevo Mundo,
pero sin resultados permanentes.

Los conquistadores españoles siempre iban acompañados por los sacerdotes


católicos, quienes ayudaban a los soldados a conquistar a los indígenas y el gobierno
ayudó a los sacerdotes en la conversión de ellos, usando la fuerza cuando fue
necesario. Las misiones católicas recibían la protección y ayuda del Estado. Así que
cuando perdieron el apoyo de España en Norteamérica, rápidamente desaparecieron.

Algunas naciones evangélicas formaron colonias en el Nuevo Mundo. Las principales


de ellas eran Inglaterra y Holanda. Contrario a los conquistadores españoles, quienes
vinieron a América buscando oro, los colonos ingleses y holandeses vinieron para
refugiarse de la opresión política y religiosa de Europa. No contaban con el apoyo del
gobierno y, como vinieron para establecer una nueva vida en el Nuevo Mundo,
procuraban más adaptarse al ambiente y hacerse amigos de los indígenas. Estos
colonos evangélicos trajeron sus esposas y familias para establecerse en
Norteamérica. Podían así mantener pura su religión y cultura, mientras que los
españoles mandaron hombres aventureros, quienes se mezclaron con los salvajes.
Además, los ingleses y holandeses habían gozado de un gobierno más democrático
en su país natal, y estaban mejor preparados para gobernarse a sí mismos. Los
ingleses vencieron a los franceses y tomaron posesión de Canadá. Los colonos
ingleses, al sur de Canadá se independizaron de Inglaterra y establecieron una nación
en Norteamérica, llamada los Estados Unidos de América. Por medio de conquistas y
compras, asimilaron los territorios franceses y españoles del interior, eliminando así a
los gobiernos católicos de América del Norte, con excepción de México.

El Gran Despertamiento

El Gran Despertamiento en América fue contemporáneo con, y en gran parte el reflejo


del, mismo movimiento espiritual que produjo el pietismo en Alemania y el avivamiento
metodista en Inglaterra. El predicador más notable en América era Jonatan Edwards;
pero el movimiento llegó a su apogeo durante la visita de George Whitfield en 1740-41.
La elocuencia incomparable de Whitfield atrajo congregaciones de miles.

Unos elementos nuevos aparecieron en la vida religiosa de América durante el Gran


Despertamiento, tales como los servicios campestres, el altar de penitencia, el
llamamiento al altar para arrepentirse de los pecados, y la insistencia en una
conversión radical e instantánea.

Un movimiento de esta índole, por supuesto, daría ocasión a manifestaciones raras en


las zonas rurales y entre personas analfabetas. Gritos de desesperación y terror, por
parte del penitente, se mezclaron con los gritos de alegría de los convertidos. Algunos
profesaron ver visiones; otros cayeron desmayados. Estos excesos rápidamente
desacreditaron el movimiento, pero no antes de que una ola de espiritualidad hubiera
cruzado las colonias americanas. Desafortunadamente, el impacto de este
avivamiento duró poco tiempo, porque faltó un organizador como Wesley para darle
forma y disciplina.

América, ha heredado, de la colonización una iglesia dividida. La América del Sur,


bajo los españoles y portugueses, tiene una cultura latina y una Iglesia Católica
Romana. La América del Norte, colonizada por las naciones de Europa central y del
norte, heredó una cultura mixta y una iglesia evangélica.
El Metodismo en América

Como vimos anteriormente, la decisión de Whitfield de ir a las colonias americanas a


predicar fue la razón por que él pidió a Juan Wesley a venir a Bristol para guiar a los
convertidos y continuar su obra en aquel lugar. Siendo siempre un predicador
poderoso, Whitfield predicó en América por 35 años. A pesar de que multitudes se
convirtieron, el metodismo no quedó establecido con sus esfuerzos, porque el gran
predicador no sabía organizar a sus convertidos y conservar los resultados de su
avivamiento. Las personas salvadas se unieron con otras iglesias o se perdieron por
falta de enseñanza cristiana.

1. Éxito Inicial

El metodismo principió con la emigración de grupos de metodistas de Irlanda e


Inglaterra. En estos grupos venían predicadores laicos y oímos de grupos de
metodistas reunidos en las casas de los miembros en Nueva York y Baltimore. Desde
1769 en adelante, a petición de los metodistas en América, Wesley comenzó a enviar
predicadores itinerantes a las colonias para extender la obra.

Cuando estalló la revolución americana, la mayoría de estos predicadores tuvieron que


regresar a Inglaterra porque se consideraban enemigos de la nueva nación por ser
ingleses. Otro efecto de la revolución fue privar a las iglesias anglicanas de sus
pastores, porque los pastores anglicanos no solamente eran ingleses, sino que
recibían sus salarios del gobierno inglés, puesto que la Iglesia Anglicana era la iglesia
del estado en Inglaterra. Se consideraban agentes del rey y, por tanto, fueron
expulsados.

Hasta este tiempo el metodismo no era una iglesia organizada. Los metodistas eran
predicadores laicos sin derecho de administrar el bautismo, matrimonio, entierro ni la
Santa Comunión. Sus miembros acudían a los ministros anglicanos por estos
sacramentos. Después de la revolución no había ministros anglicanos que ofrecieran
estos servicios. En esta crisis, Wesley tuvo que ordenar dos ministros y mandarlos a
América para organizar la iglesia en América y ordenar más ministros metodistas. Se
reunieron en Baltimore en 1784 y organizaron la Iglesia Metodista Episcopal.
La joven iglesia creció rápidamente. Estaba admirablemente adaptada al medio
ambiente del Nuevo Mundo. Sus predicadores itinerantes no necesitaban iglesias
establecidas. Más bien iban de lugar en lugar predicando a cuantos encontraron. Su
sistema de predicar al aire libre, la seguridad de la salvación que predicaba y el
entusiasmo de los convertidos aseguraban el éxito. Los ministros en su mayoría eran
personas con poca preparación académica, pero seguros de su llamamiento a predicar
y dedicados a la obra de Dios. La figura clásica del ministro metodista de entonces era
un hombre a caballo atravesando bosques, ríos y desiertos en busca de almas. Y
multitudes se convirtieron. Pronto la Iglesia Metodista llegó a ser la iglesia más
numerosa en América.

2. Decadencia

La iglesia siguió vigorosa en la frontera, donde el pecado y el vicio abundaban, porque


predicaba el evangelio de salvación y la liberación del pecado para todos. El
testimonio de vidas cambiadas era su mejor propaganda. Pero en el Este, con el
crecimiento de las ciudades grandes, la cultura y la prosperidad, el mismo éxito de la
iglesia llegó a ser una trampa. La Iglesia Metodista llegó a ser rica y popular, y su
espiritualidad decaía lentamente. Esta decadencia se notaba en varios aspectos.

En Doctrina: En la ruda frontera, donde florecía el vicio y el pecado, los predicadores


predicaron constantemente la necesidad de la salvación del pecado, pero encontraron
poca ocasión de predicar la santificación y el crecimiento en la gracia de Dios, puesto
que eran más evangelistas itinerantes llamando la gente al arrepentimiento, que
pastores para instruir a los convertidos. En 1812 la sección sobre doctrina fue quitada
de la Disciplina Metodista. El plan era imprimir esta sección en un libro aparte, pero
por alguna razón no se publicó hasta 1832. Estos 20 años sirvieron para borrar de la
mente muchas de las doctrinas distintivas del metodismo. Este descuido de las
doctrinas (especialmente la doctrina de la santificación) fue muy marcado. De 1832 a
1840 algunos líderes de la iglesia intentaron avivar esta doctrina pero con poco éxito.
De 1840 en adelante, una oposición marcada se cristalizó en contra de la santificación.
En la Vida Personal: En su principio el metodismo consistía de pequeños grupos de
creyentes congregados para compartir mutuamente sus experiencias cristianas.
Cuando los grupos llegaron a ser grandes, edificaron templos para sus reuniones, pero
todavía sus servicios se distinguían por su sencillez y la participación de los creyentes
en los servicios. Los miembros de la congregación cantaban los himnos, oraban, leían
las Escrituras y testificaban públicamente. Pero ya de 1850 en adelante, se notaba una
tendencia marcada en las iglesias grandes de introducir coros para cantar, e
instrumentos de música para entretener a la congregación. La práctica de testificar de
las bendiciones de Dios cayó en desuso y el ministro leía la Biblia y oraba por la
congregación. Dejaron el uso de servicios al aire libre y campestre por un servicio más
formal y litúrgico en las iglesias. El movimiento que había comenzado buscando las
almas dondequiera que se encontraban, había vuelto a encerrarse en las paredes de
un templo.

Los metodistas rechazaron el lujo y extravagancia en el vestir porque lo consideraban


como una indicación de orgullo. Además, su sentido de mayordomía cristiana no les
permitía gastar dinero

en lujo personal, sino demandaba que dedicaran todo lo que poseían a la obra de la
evangelización del mundo. Pero cuando el metodismo en América llegó a ser la
denominación más grande y popular, el ingreso de personas ricas y mundanas en sus
iglesias les hizo olvidar sus principios y toleraron el lujo y las prendas ostentosas de
vestir entre sus miembros.

Desde el tiempo de Wesley, los metodistas habían condenado las diversiones


mundanas como el baile, la borrachera, el jugar por dinero en todas sus formas, y más
tarde el teatro y el cine. Pero en menos de 100 años después de su organización en
América, por las mismas razones citadas arriba, habían abandonado sus principios de
conducta cristiana en las ciudades, hasta patrocinar bailes y juegos para levantar
dinero para la iglesia que antes condenaba tales diversiones como indignas de un
cristiano.

En la Vida Social: El cristiano sincero es diligente en su trabajo y cuidadoso en la


administración de sus bienes, no malgastándolos en vicios y lujo. El resultado lógico
es que prospera económicamente y a veces llega a ser rico. Pero es difícil ser rico y
no caer en la trampa del orgullo, el lujo y el amor a las cosas materiales. Este amor a
las cosas materiales destruye el amor de Dios, porque como dice nuestro Señor,
“Ninguno puede servir a dos señores” (Mateo 6:24). Juan Wesley reconoció esto y
enseñó que el cristiano no solamente debe ganar todo lo que puede y ahorrar todo lo
que puede, sino dar todo lo que puede. Según él, eso era la única manera de escapar
a la trampa de las riquezas. Pero hemos visto como el lujo invadió la Iglesia Metodista
en el Este de los Estados Unidos y destruyó su espiritualidad.

Temprano en su historia, la Iglesia Metodista condenó la esclavitud, pero esa decisión


ofendió a muchos miembros de la iglesia en el Sur que eran dueños de esclavos. En
lugar de tomar una posición decisiva contra este mal, la iglesia quitó de sus reglas la
prohibición de la esclavitud, y más tarde condenó a los que quisieron abolir el tráfico
de esclavos. Tal acción resultó en la separación de varios miles de metodistas en el
Norte, quienes organizaron la Iglesia Metodista Wesleyana. Pero aun así, no pudieron
evitar la separación de los Metodistas del Sur, quienes se apartaron de la Iglesia
Metodista Episcopal organizando la Iglesia Metodista del Sur. No fue sino hasta 1864,
fecha en que la esclavitud fue abolida por el gobierno de los Estados Unidos, cuando
la Iglesia Metodista Episcopal adoptó una prohibición de la esclavitud en su Disciplina.
Tal vacilación en asuntos morales muestra una falta grave de dirección espiritual.

Desde el principio, el metodismo tenía en sus Reglas Generales una prohibición contra
el uso o tráfico de bebidas alcohólicas. Esto es un ejemplo de una regla buena que
existía, pero que no podían hacerla cumplir porque muchos de sus miembros
tomaban.

Poco después de 1800, algunas iglesias en América comenzaron la práctica de cobrar


un alquiler por los asientos en los bancos de los templos para levantar fondos. Esa
práctica tendió a fijar en las manos de los más ricos de la congregación el control de la
misma, puesto que ellos alquilaron todos los bancos, y los pobres no tenían lugar
donde sentarse en el templo. De modo que la práctica, comenzada para reunir fondos
para la iglesia, resultó en la exclusión de los pobres de los servicios. La lucha por
conservar las iglesias libres para cualquier persona fue una de las causas de la
organización de la Iglesia Metodista Libre.
Hemos citado suficientes ejemplos para mostrar que la Iglesia Metodista oficialmente
había abandonado su primitiva pureza y espiritualidad. No quiero decir por esto que
todos los metodistas eran así. Miles de ellos gemían por una restauración de las
doctrinas y prácticas de los tiempos anteriores.

La Formación de un Reformador

1. Experiencia Personal

El hombre que en la providencia de Dios llegó a ser el símbolo de reforma en la


Conferencia Genesee, de Nueva York, se llamó Benjamin Titus Roberts. Cuando era
un joven estudiante de derecho, Roberts se convirtió. Esa experiencia fue tan
profunda, que sintió un llamamiento para predicar el evangelio. Aunque casi había
terminado sus estudios de derecho, abandonó su carrera y se matriculó en Wesleyan
University para prepararse para el ministerio. Mientras estaba en la universidad, un
evangelista, Dr. Juan Wesley Redfield, vino a Middletown, Connecticut, donde estaba
localizada la universidad, y comenzó servicios de avivamiento. Era un avivamiento del
antiguo estilo metodista que sacudió al pueblo entero, penetrando hasta dentro de las
aulas de la universidad. El presidente de la universidad, Dr. Olin, uno de los grandes
hombres metodistas de su siglo, dio su aprobación completa al avivamiento, diciendo:
“Esto, hermanos, es el metodismo, y tienen que apoyarlo.”

Una de las personas profundamente afectada por la predicación de Redfield sobre la


santificación y la vida santa fue el joven Roberts. Aunque no experimentó la
santificación en ese tiempo, nunca podía olvidar la prédica de Redfield sobre el
asunto.

2. Interés en la Reforma

Temprano en su vida Roberts mostró interés en la reforma. Luchó desde su juventud


por la abolición del uso de bebidas alcohólicas y la esclavitud. En sus años de estudios
de derecho usaba su tiempo libre los domingos para enseñar clases en una iglesia de
raza negra.

3. Éxito en la Universidad
Roberts era un estudiante ávido. Aprendió el latín solo, y había dominado el álgebra
antes de conocer a otra persona que la comprendiera. A pesar de que tenía que vivir
fuera de la escuela parte del tiempo y trabajar para su sostén, se graduó con honores,
dando discursos en los ejercicios de graduación en sus últimos dos años.

Profetizando con la Pluma

No pudiendo hacer nada con sus consejos y predicas, decidió profetizar con su pluma.
En febrero de 1853, Roberts escribió un artículo analizando la membresía de la
conferencia, e indicando que en los últimos 10 años la conferencia había perdido
1,139 miembros. Atribuía está perdida de membresía a la falta de poder espiritual.
También dijo que ni la mitad de los miembros habían experimentado la salvación.
Mostró que una ola de mundanalidad se había apoderado de la iglesia, y las
disciplinas de la vida cristiana habían sido olvidadas de tal modo que no se distinguía
en muchas partes entre los cristianos y los inconversos.

En enero de 1857 un grupo de metodistas de la Conferencia de Genesee comenzó la


publicación de una revista religiosa que sirviera a la causa de la reforma dentro de la
iglesia. Desde el principio, Roberts era un corresponsal de esa revista y escribió
muchos artículos en ella. El artículo que causó más atención, y que fue escogido por
los ministros modernistas para acusar a Roberts y a los otros reformadores, se
llamaba: “El Nuevo Pensamiento Metodista.”

Puesto que este articulo sirvió de base para las acusaciones que resultaron en la
expulsión de Roberts y otros ministros, nos conviene analizarlo. El artículo acusó a los
ministros modernistas de haber dejado las doctrinas y prácticas del metodismo. En su
doctrina enseñaban ellos que la justificación y la santificación eran iguales. En la vida
personal, llamaban fanáticos a los que profesaban una experiencia religiosa profunda.
En la adoración, decían que Dios no se agradaba con las adscripciones de devoción
de los cristianos; que el cristianismo se expresaba mejor por la benevolencia y las
buenas obras. Edificaban templos exclusivistas donde los pobres no podían asistir, y
llenaban sus servicios con músicos profesionales para ejecutar piezas musicales
difíciles. Permitían la mundanalidad en el vestir y en el vivir; para levantar fondos,
alquilaban los asientos del templo al que apostaba más; anunciaban fiestas
mundanas, loterías, etc. Concluyó Roberts con las palabras de Jeremías 6:16: “Paraos
en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen
camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No
andaremos.”

Del principio de nuestra iglesia, pues, hemos heredado un espíritu de avivamiento y


preocupación por las almas, combinado con un deseo de vivir una vida cristiana
ejemplar ante el mundo. ¡Luchemos para hacer lo mismo en nuestros días! Es
hermosa la heredad que me ha tocado (Salmo 16:6).

MES DE MARZO

02-03-17-IGLESIA METODISTA LIBRE -SU ORGANIZACIÓN, DOCTRINA, MISION Y


VISION

No sólo en el corazón de Roberts ardía este espíritu de avivamiento. Otros pastores de


la conferencia compartían su entusiasmo y espiritualidad, así pues, el 23 de agosto de
1860, un grupo formado por quince ministros y ochenta laicos, se reunieron en Pekin,
Nueva York. Bajo un árbol de manzanas, tomaron el único camino que les quedaba:
organizaron una nueva denominación, esta iglesia naciente sería la depositaria del
metodismo histórico y se le dio el nombre de Iglesia Metodista Libre, porque el adjetivo
libre reflejaba los puntos sobresalientes que dieron lugar a su origen. Se
caracterizaría, según opinión de sus líderes por la libertad de la esclavitud, libertad de
las sociedades secretas, asientos libres en todas las iglesias y libertad de Espíritu en
la adoración. Multitudes de laicos dieron gracias a Dios porque sentían el verdadero
espíritu del metodismo en sus reuniones.

Doctrinas Bíblicas

Creemos que las Santas Escrituras son el registro de Dios, inspiradas únicamente por
el Espíritu Santo. Creemos que esta Palabra escrita revela completamente la voluntad
de Dios respecto al hombre en todas las cosas necesarias para la salvación y la vida
cristiana, así que todo lo que en ella no se encuentre ni pueda por ella probarse, no
será requerido como un artículo de fe, ni considerado como necesario para la
salvación.

Esta cita del Libro de Disciplina de la Iglesia Metodista Libre, indica que nuestra iglesia
cree firmemente que no puede exigirse ninguna condición de salvación sino la que se
encuentra en la Biblia. De modo que nuestra doctrina es una doctrina bíblica en
oposición a doctrinas y tradiciones de hombres.

Grandes Doctrinas Evangélicas

En esto los metodistas libres proclaman su adhesión a las grandes doctrinas


evangélicas, proclamadas por los cristianos a través de los siglos. Estas doctrinas
fueron resumidas en el capítulo V de la primera parte de este libro, bajo tres divisiones.

1. La Biblia es la única regla de fe y conducta.

2. La justificación es por la fe (no por obras), y

3. El sacerdocio universal del creyente.

Los que estudian a Wesley generalmente están de acuerdo que la contribución de


Wesley en el campo de doctrina no consiste en doctrinas nuevas, sino en descubrir de
nuevo y aplicar de nuevo doctrinas ya establecidas por la Iglesia pero, por lo general,
olvidadas. Los puntos de énfasis, de Wesley eran:

1. La autoridad de las Escrituras.

2. La seguridad de la salvación.

3. La salvación es para todos.

4. La santificación. De aquí vemos que Wesley hizo énfasis en las grandes


doctrinas evangélicas de todas las edades.

La nueva iglesia, pues, no inventó ninguna doctrina nueva. Ha sido fiel, desde el
principio, a las grandes doctrinas bíblicas ensenadas a través de los siglos por los
evangélicos, y enfatizadas de nuevo por el movimiento metodista de Juan Wesley.
Puesto que la Iglesia Metodista Libre principió en la América del Norte, donde la
mayoría de las iglesias eran evangélicas y aceptaban las doctrinas bíblicas
fundamentales, su distinción de las demás iglesias consistía, no en doctrinas
diferentes, sino en un énfasis nuevo sobre doctrinas descuidadas por las iglesias
populares. En nuestra época cuando, por un lado, la Biblia esta descuidada y olvidada
y, por el otro, interpretada según las ideas y tradiciones de los hombres–que a veces
anulan su contenido–se necesita de nuevo un énfasis en la autoridad de las Escrituras.
Nuestra iglesia cree que la Biblia es divinamente inspirada y, como tal, es la Palabra
de Dios. Siendo que la Palabra de Dios es la última autoridad sobre doctrina en la
Iglesia Cristiana, no debe exigirse como artículo de fe nada que en ella no se lea o
pueda por ella probarse claramente.

El mensaje glorioso que predicaron los metodistas con fervor, y que fue una de las
razones de su éxito era que la salvación es para todo el mundo. Como dice en 1
Timoteo 2:5-6, “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres,
Jesucristo hombre; el cual se dio a sí mismo en rescate POR TODOS, de lo cual se
dio testimonio a su debido tiempo,” vemos claramente que Dios no mandó la salvación
para unas pocas personas, sino para todo el mundo. San Juan es aún más explícito
cuando dice, “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los
nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2:2). Tenemos un mensaje
de esperanza para toda la humanidad.

No solamente enseñamos que la salvación es para todo el mundo, sino que cada
creyente puede estar seguro de su salvación. El mismo Espíritu Santo asegura al
creyente que ha sido salvo, como dice Romanos 8:16: “El Espíritu mismo da
testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.” Esta seguridad puede
experimentarla cada cristiano. Esta doctrina fue una de las que dio al metodismo
mucha de su aceptación entre las personas de iglesias ritualistas que no podían
ofrecer a sus miembros esta seguridad de pecados perdonados.

La doctrina distintiva del metodismo es la de la santificación. Juan Wesley no inventó


esta doctrina. Había sido predicada desde el tiempo de Jesús, pero descuidada
lamentablemente por las iglesias. La santificación tiene dos aspectos. Es una
experiencia recibida por fe, y es un crecimiento en la vida cristiana. Algunos confunden
estos dos aspectos, y niegan la experiencia de la santificación, por la cual Dios purifica
el corazón del creyente.

La Biblia enseña que la contaminación del pecado original queda en el corazón del
creyente, después de la conversión (véase Hebreos 6:1, Romanos 12:1-2, 2 Corintios
7:1, y Gálatas 5:17). Cuando el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos en el día
de Pentecostés, purificó los corazones de ellos de este pecado original (Hechos 15:8-
9), y puede hacer igual con cada creyente (Romanos 5:5 y 1 Pedro 1:22).
La santificación pues, es la obra de gracia por la cual Dios purifica nuestros corazones
del pecado heredado de Adán, y nos llena de su Santo Espíritu de amor. La
santificación se recibe por la fe, igual que la salvación. En la salvación, Dios nos
perdona nuestros pecados y nos acepta como hijos de Él. Después, nos purifica del
pecado interior y nos llena de su Santo Espíritu. Por lo tanto, algunas veces llaman a
la experiencia de santificaci6n, la segunda obra de gracia.

A veces los cristianos creen, equivocadamente, que la santificación es la culminación


de la experiencia cristiana. Lejos de ser la culminación, es solamente el principio de
una vida de constante crecimiento cristiano. No podemos quedarnos como niños
recién nacidos en la gracia de Dios, sino debemos crecer hacia la madurez cristiana.
Para Juan Wesley, tanto como para Roberts, más allá del evento de limpieza
completa, llamado “Entera Santificaci6n,” y el bautismo del Espíritu llamado “Amor
Perfecto,” existe el curso normal, hacia una madurez completa.

Fiel a La Biblia, pues, la Iglesia Metodista Libre enseña que Dios puede purificar el
corazón de toda raíz de pecado, y llenarnos de su presencia, de tal manera que somos
capacitados para vivir una vida sin pecado, y crecer constantemente hacia la madurez
cristiana.

No hemos heredado doctrinas de hombres, sino las doctrinas sanas de la Biblia–la


Palabra de Dios. Nuestra misión es, pues, predicarlas y vivirlas con el mismo fervor y
dedicación de nuestros antepasados.

VISIÓN DE LA IGLESIA METODISTA LIBRE:

“Traer restauración al mundo mediante comunidades bíblicas saludables de gente


santa que multiplica discípulos, líderes, grupos e iglesias

MISION DE LA IGLESIA METODISTA LIBRE:

“Amar a Dios, amar a las personas, y hacer discípulos”

09-03-17- PRINCIPIOS DISTINTIVO DE LA IGLESIA METODISTA


Los Metodistas Libres tratan de expresar el concepto de la Iglesia de Cristo, su
perspectiva histórica y las necesidades de las personas en compromisos y principios
específicos.

Los Metodistas Libres de hoy tratan de continuar la misión de la cristiandad del primer
siglo, la cual fue recuperada por Juan Wesley y los primeros metodistas que
declararon que existían "para levantar un pueblo santo."

Los Metodistas Libres son una comunidad de cristianos que tratan fervientemente de
llegar al cielo y se han consagrado a trabajar en el mundo para la salvación de todos
los hombres. Ellos se entregan a Cristo y a su Iglesia sobre todo lo demás. Se guardan
libres de alianzas que podrían comprometer su más cara lealtad, y de todo aquello que
pudiera construir un obstáculo y comprometer su efectividad de testimonio a la fe
trinitaria, y la dependencia del hombre en la gracia de Dios. El cristiano se niega a sí
mismo, toma su cruz diariamente, y sigue a Jesús. El se somete a toda la voluntad de
Dios revelada en Su Palabra, y cree que las condiciones de salvación son las mismas
ahora como lo fueron en los días de los apóstoles.

En doctrina, las creencias Metodistas Libres son las mismas que sostiene el
protestantismo evangélico arminiano, con un énfasis especial en la enseñanza
escritural de la entera santificación tal como fue sustentada por Juan Wesley.

En experiencia, los Metodistas Libres dan énfasis a la realidad de una purificación


interior y un poder que da testimonio de la doctrina de la entera santificación, tanto de
la conciencia interior del creyente, como en su vida exterior.

Su forma de adoración se caracteriza por su sencillez y libertad de espíritu, libre de las


trabas de un ritual muy elaborado.

Los Metodistas Libres mantienen una vida de devoción diaria a Cristo que procede de
la santidad interior y separa del mundo al cristiano, aunque éste viva en el mundo.
Creen que la mejor forma de evitar que la mundanalidad invada a la Iglesia es que la
Iglesia invada al mundo con un propósito redentor.

Ellos practican una completa consagración de todas las habilidades y posesiones al


servicio de Dios y del hombre. Creen tan poderosamente en la misión de la Iglesia que
se someten a la mayordomía responsable en las finanzas. Por lo tanto, no necesitan
acudir a esfuerzos comerciales para apoyar la causa de Cristo.
Los Metodistas Libres reconocen que Dios da dones espirituales de servicio y
liderazgo a los hombres y las mujeres. Dado que ambos están creados a la imagen de
Dios, esa imagen se refleja mejor cuando tanto los hombres como las mujeres laboran
en concierto en todos los niveles de la iglesia. Por tanto todos los puestos adentro de
la iglesia están abiertos para cualquier persona que Dios haya llamado.

Los Metodistas Libres sienten una obligación especial de predicar el evangelio a los
pobres. Las provisiones del evangelio son para todos. Las "buenas nuevas" deben ser
proclamadas a todo individuo de la raza humana. Dios envía la luz verdadera para
iluminar y derretir a cada corazón. Jesús dio el ejemplo. De su ministerio se dio el
informe de que "Los ciegos reciben la vista, los cojos andan, los leprosos son
limpiados, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres es predicado el
evangelio." Esta predicación a los pobres fue la prueba culminante de que él era el
que había de venir. En este respecto la Iglesia debe seguir las huellas de Jesús.

Los Metodistas Libres se someten a los ideales del Nuevo Testamento de la sencillez
y la modestia como estilo de vida. Desean llamar la atención no a sí mismos, sino a su
Señor.

Estos rasgos que distinguen la Iglesia Metodista Libre desde su origen siguen siendo
asuntos vitales. En cada época y en todas partes estos rasgos distintivos son el
testimonio de la Iglesia, y necesitan un énfasis claro y fuerte, a fin de que puedan ser
oídos y observados en medio de las voces confusas y desorientadoras de este mundo.

Tomado del Libro de Disciplina -2007

16-03-17- MEMBRESIA DE LA IGLESIA METODISTA LIBRE

Privilegios y Obligaciones

¶150 Los privilegios y obligaciones de los miembros en plena comunión en la iglesia


son constitucionales, y los cambios que se hagan solo se podrán realizar por medio de
una enmienda de acuerdo a ¶225-228. No se incluye nada en el ritual de aceptación
de miembros que sea contrario a las siguientes definiciones de los requisitos y
privilegios de membresía.

¶151 Los requisitos para ser miembro en plena comunión son:

A. el bautismo Cristiano, la confesión de una experiencia personal de regeneración y


un voto de buscar diligentemente la entera santificación si el candidato no ha
alcanzado tal experiencia;
B. aceptar los Artículos de Religión, el Pacto de Membresía, las metas para la
conducta cristiana, y la autoridad del Libro de Disciplina en asuntos de gobierno de la
iglesia;

C. un voto de sostener a la iglesia, vivir en comunión con los miembros de la misma,


ser un participante activo en el ministerio de la iglesia, y buscar la gloria de Dios en
todas las cosas; y

D. la aprobación de los miembros de la Junta Administrativa local y una declaración


pública del candidato de su voto de membresía.

¶152 Los derechos de los miembros en plena comunión son:

A. participación en los sacramentos y las ordenanzas de la iglesia;

B. votar y tener cargos cuando haya cumplido la edad designada por la conferencia
general; y

C. proceso y apelación en el caso de ser acusado de no guardar los requisitos de


membresía, con la disposición específica de que el unirse con otra denominación o
secta religiosa será razón suficiente para terminar su relación con la iglesia sin
necesidad de proceso.

¶153 El derecho de ser miembro de la iglesia solo puede ser terminado por:

A. retiro voluntario (incluyendo el permiso de retirarse bajo alguna queja);

B. el unirse con otra denominación o secta religiosa, o sociedad secreta;

C. ser expulsado después de procedimiento legal o proceso y convicción; o

D. el tener continuamente en poco la relación hacia su iglesia por parte de un


miembro, lo que en efecto es retiro voluntario

Pacto de Membresía

Privilegios y Responsabilidades

¶154 La membresía en la iglesia es un alto privilegio y una gran responsabilidad.


Creemos que el pacto requerido de los miembros es consistente con las enseñanzas
de la palabra escrita de Dios. La fidelidad al pacto es evidencia del deseo de cada
miembro de sostener una relación redentora con Jesucristo como su Señor, de
glorificar a Dios, hacer avanzar la causa de Dios sobre la tierra, preservar la unidad del
cuerpo de Cristo y estimular el compañerismo en la
¶155 Cuando un miembro no guarda su pacto violando habitualmente sus votos, es la
responsabilidad del ministro y los miembros señalar la falta, y procurar con amor la
restauración del miembro. Si después de que hayan tomado estas medidas el
miembro no guarda sus votos debe ser tratado conforme con los procedimientos
adecuados de la iglesia.

¶156 Los miembros de la Iglesia Metodista Libre, confiando en el poder del Espíritu
Santo, y procurando el apoyo de los demás miembros de la iglesia, hacen la siguiente
confesión y votos como un pacto con el Señor y con la iglesia.

La Confesión y Consagración

Nosotros confesamos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, y continuaremos


andando con él por fe. Nos consagramos a conocer a Dios en la plenitud de su gracia
santificadora.

Con Relación a Dios

¶157 Como pueblo de Dios, le adoramos y reverenciamos.

Nos comprometemos a cultivar hábitos de devoción cristiana sometiéndonos a la


mutua responsabilidad, practicando la oración privada y en público, el estudio de las
Escrituras, la asistencia a la adoración pública y la participación en la Santa
Comunión; Nos comprometemos a respetar el día del Señor, apartándolo para el culto,
la renovación y el servicio; Nos comprometemos a ser fieles y leales a Cristo y a la
iglesia, absteniéndonos de cualquier alianza que pueda comprometer nuestro
testimonio Cristiano.

Esto lo hacemos, por la gracia y el poder de Dios.

Con Relación a Nosotros Mismos y a Otros

¶158 Como pueblo, vivimos vidas sanas y santas mostrando misericordia a todos,
ministrando a las necesidades tanto físicas como espirituales.

Nos comprometemos a no fomentar ni participar de actividades y actitudes que


deshonren la mente y dañen el cuerpo;

Nos comprometemos a respetar la dignidad de todas las personas como creación de


Dios a su imagen;

Nos comprometemos a esforzarnos en ser justos y honestos en todas nuestras


relaciones y tratos.
Esto lo hacemos por la gracia y el poder de Dios.

Con Relación a las Instituciones de Dios

¶159 Como un pueblo, honramos y apoyamos a la familia, el estado y la iglesia, como


instituciones ordenadas por Dios.

Nos comprometemos a honrar la santidad del matrimonio y de la familia;

Nos comprometemos a valorar y enseñar a los niños, guiándolos a la fe en Cristo;

Nos comprometemos a ser ciudadanos responsables, y a orar por todas las


autoridades.

Esto lo hacemos por la gracia y el poder de Dios.

Con Relación a la Iglesia

¶160 Como pueblo de Dios, proclamamos la vida de Cristo en el mundo.

Nos comprometemos a contribuir a la unidad dentro de la iglesia, fomentando la


integridad, el amor y la comprensión en todas nuestras relaciones;

Nos comprometemos a practicar los principios de mayordomía cristiana para la gloria


de Dios y el crecimiento de la iglesia;

Nos comprometemos a hacer discípulos en el medio en que nos toca vivir.

Esto lo hacemos por la gracia y el poder de Dios.

23-03-17- MINISTERIO ORDENADO

Candidatos Ministeriales Locales

¶6500 A. Un candidato ministerial local es alguien que está considerando seriamente


un llamado al ministerio de tiempo completo y que ha terminado el proceso de
certificación. El estado de candidato ministerial local da la oportunidad de explorar el
llamado percibido al ministerio con el pastor en el contexto de la iglesia local. Antes de
ser aprobado para la obra rumbo a la certificación de candidato ministerial local, la
persona habrá sido un miembro de la iglesia lo suficiente para haber dado evidencia
de poseer las cualidades y dones que normalmente se esperan de un ministro
Cristiano: un corazón para Dios y la misión de la iglesia, liderazgo potencial, buena
conducta y la habilidad de trabajar con las personas.
B. Aquellos que no muestran un potencial adecuado para ser presbíteros que pueden
guiar a una congregación para cumplir la misión de la iglesia y nuestros resultados
esperados, deben ser asesorados a tiempo para que consideren el apoyo y el papel de
servicio como diáconos.

C. El pastor creará una relación de consejero con el potencial candidato ministerial


local, estableciendo un contrato de aprendizaje .El pastor estará siempre con la
persona hasta su certificación como candidato ministerial conferencial. Un candidato
ministerial local será responsable de ser instruido, supervisado y disciplinado en su
esfera para garantizar el crecimiento en la gracia, el conocimiento y sus habilidades de
liderazgo (véase 6300.Q y 6320.B.10).

D. La certificación de un candidato ministerial local depende de:

1. la membresía en la Iglesia Metodista Libre;

2. la exploración de un llamado al ministerio ordenado en una relación de asesoría con


el pastor 3. una entrevista con y aprobación por la Junta Administrativa local mediante
la respuesta satisfactoria a las preguntas que se proporcionan en ¶8700.A; y

4. recibir un certificado de candidato ministerial local ante la congregación mediante la


respuesta satisfactoria a las preguntas del ¶8700.B.

E. Después de la certificación el nuevo candidato ministerial local abre un archivo en


el Servicio de Credenciales.

F. Los nombres de todos los candidatos ministeriales locales serán reportados a la


junta de preparación y consejo ministerial de la conferencia.

G. Un candidato ministerial local mantendrá su membresía en la iglesia que lo / la


hubiere certificado, a menos que sea asignado como un pastor certificado (véase
6500.H).

H. Un candidato ministerial asignado como un pastor certificado mantendrá su


membresía en la iglesia de la que es pastor (véase ¶5640) y podrá administrar los
sacramentos del bautismo y la Cena del Señor y solemnizar matrimonios en aquellos
lugares donde las leyes civiles lo permitan.

I. El certificado de un candidato ministerial local está sujeto a revisión y renovación


anual por la Junta Administrativa local.

J. Un candidato ministerial local que después de cuatro años no progrese activamente


para ser un candidato ministerial conferencial rumbo a la orden de Presbítero , decidirá
si estudia para el diaconado o para servir en otra capacidad como laico,
interrumpiendo así la validez de su certificado de candidato ministerial local.

El Ministerio Ordenado

¶5300 Es bíblico que la iglesia ponga aparte a ciertas personas para tareas especiales
de liderazgo. Estas personas dan testimonio de un llamado interno del Espíritu Santo.

Dichas personas son examinadas y apartadas por la ordenación pública, incluyendo la


imposición de las manos según el modelo de la iglesia primitiva. Estos hombres y
mujeres ordenados por la iglesia se caracterizan tanto por dones como por virtudes.
Los dones son regalos de habilidades especiales. Las virtudes son cualidades
especiales del carácter. Ambas tienen su fuente en el Espíritu Santo que los capacita.
Aunque la iglesia debe discernir y cultivar a aquellos que poseen los dones
mencionados, la ordenación siempre y ante todo es un llamado y unción de Dios. En
cada asignación, el ministro ordenado sigue el modelo de Jesús, el buen pastor que
entregó su propia vida por las ovejas (Juan 10:1-18; Eze. 34), sirvió con buena
voluntad y sin egoísmos (1 Pedro 5:1-4), y ordenó a sus pastores alimentar el rebaño
(Juan 21:15-17). Los ministros Metodistas Libres podrán desempeñar su tarea bajo la
asignación como pastores de una congregación determinada, o en alguna otra
asignación. En cualquier caso, ellos son llamados a proporcionar un liderazgo lleno del
Espíritu Santo en la iglesia para cumplir con el Gran

Mandamiento y la Gran Comisión. Una iglesia saludable, que se reproduce en más y


mejores discípulos, así como en iglesias nuevas, se caracterizará por una adoración
viva, acción evangelística y social, edificación y comunión cristiana.

Los ministros ordenados se han comprometido a equipar a todo el cuerpo de


creyentes hacia estos fines. Bíblica e históricamente, son apartados para el estudio y
la proclamación de la palabra de Dios, la oración intercesora, la ganancia de almas
para Cristo, la administración de los sacramentos y la defensa del evangelio.

Los ministros Metodistas Libres bajo asignación como pastores de iglesias son
llamados a ser líderes del pueblo de Dios. El liderazgo requiere visión, decisión, llevar
a las personas a la acción y aprender a vivir en medio de la turbulencia que los
cambios traen consigo. El liderazgo pastoral está arraigado en un profundo amor por
Cristo y su compasión por las necesidades humanas.

Los recursos de Dios son abundantes y a disposición de todos los que abrazan esta
tarea en una obediencia decidida y radical.
Los ministros ordenados podrán ser elegidos para dirigir la iglesia general como
obispos o superintendentes. Bajo la dirección del obispo podrán recibir también otras
asignaciones, tales como los administradores generales de la iglesia, capellanes,
misioneros, evangelistas o maestros de teología en universidades y seminarios.

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