Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Las Juntas Provinciales sintieron desde un principio la necesidad de coordinarse. Así, en septiembre de
1808, se constituyó la Junta Central Suprema que reconoció a Fernando VII como rey legítimo, pero en su
ausencia, asumió la totalidad de los poderes soberanos y se estableció como máximo órgano de gobierno,
encargado de dirigir las acciones bélicas. En la Junta encontramos a personajes relevantes de gobiernos
anteriores como Floridablanca y Jovellanos. Ante la ofensiva francesa, la Junta se desplaza a Sevilla, y
luego a Cádiz. Aprovechando la ausencia del rey, la Junta Central, con mayoría liberal, convocó reunión
de Cortes extraordinarias en Cádiz, acto que inicia la primera revolución liberal burguesa en España, con
dos objetivos: adoptar reformas que acabaran las estructuras del Antiguo Régimen en España y aprobar
una Constitución que cambiara el régimen político del país. Finalmente, en enero de 1810, la Junta se
disuelve y cede el poder a una Regencia, que no paralizó la convocatoria de Cortes.
Este texto legal fue la primera constitución liberal del país. Desarrolla el concepto de liberal en su sentido
más progresista, lo que la ha convertido en uno de los grandes textos liberales de la historia, siendo muy
célebre en su tiempo. A pesar de ello, hizo concesiones a los sectores más conservadores, como el
mantenimiento de los derechos de la religión católica.
Consta de 384 artículos. Estas son las principales reformas políticas, económicas, sociales y jurídicas
adoptadas por las Cortes de Cádiz en la Constitución de 1812:
Soberanía nacional. El poder reside en la nación, idea opuesta a la soberanía monárquica. La
nación incluye a todos los ciudadanos peninsulares y de las colonias (“los españoles de ambos
hemisferios”).
Veto suspensivo transitorio durante dos años de leyes, tras ello la decisión de las
Cortes se convierte en ley.
Nombra a los ministros, pero estos deben ser refrendados por las Cortes (“doble
confianza”). Los ministros están sometidos a responsabilidad penal por sus actos.
Tras el Tratado de Valençay, en 1813, Fernando VII es reconocido como monarca legítimo de España,
y se preparó para regresar a un país donde gobernaban unos principios políticos (constitucionales)
completamente contrarios a sus convicciones absolutistas, principios que él se negaba a asumir. Los
liberales eran muy conscientes de esta situación, y por ello querían que el rey volviera a Madrid y jurara la
constitución, comprometiéndose a respetar el nuevo marco político. El monarca se mostró cauto y
conciliador, pero retrasó su regreso a Madrid, tanteando la situación ante la cada vez mayor debilidad de los
liberales en el interior del país, y permitiendo que las fuerzas más reaccionarias maniobraran para restaurar
el Antiguo Régimen. Estos fomentaron la idea de que el rey era “El Deseado” por el pueblo.
Fernando VII entró en España el 22 de marzo de 1814, recibido por continuas aclamaciones
populares. El 12 de abril un grupo de diputados a Cortes absolutistas le presentaron el conocido
como Manifiesto de los Persas en el que le reclamaban la vuelta al absolutismo. En el
afirmaban: “Señor, era costumbre entre los antiguos persas pasar cinco días de anarquía después
del fallecimiento de su rey, a fin de que la experiencia de los asesinatos, robos y otras desgracias,
les obligase a ser más fieles a su sucesor...”, y apreciar mejor los rigores de un gobierno firme y de poder.
Finalmente, Fernando VII terminó por decidirse y el 4 de mayo de 1814 emite en Valencia un Real Decreto
por el que disolvía las Cortes, abolía la Constitución de 1812 y condena toda la labor legislativa de las
Cortes de Cádiz y restablecía el absolutismo, proponiendo la convocatoria de unas Cortes al estilo
antiguo. Además, inicia una fuerte represión, donde el rey juzga e impone las penas a todos los defensores
de la labor de Cádiz.
El Sexenio Absolutista (1814-1820)
El decreto de 4 de mayo inició un triste período caracterizado por la sistemática anulación de las
reformas de las Cortes gaditanas y la vuelta al antiguo régimen y al absolutismo.
Se toman las siguientes medidas:
-Se restablecen los privilegios, las contribuciones indirectas, se restauran los gremios y los privilegios de la
Mesta así como el régimen señorial, se devuelven los bienes a la iglesia y se exigen pruebas de nobleza
para entrar en el ejército. Estas medidas se apoyan en un contexto internacional muy favorable a estas
tesis, Napoleón había sido derrotado y las potencias vencedoras se habían propuesto, en el Congreso de
Viena, restaurar el viejo orden en Europa. La Santa Alianza garantizaba la defensa del absolutismo y el
derecho de intervención en cualquier país para frenar el avance del liberalismo.
Pero, además, en un período crucial en la historia de Europa, cuando se estaba dirimiendo el equilibrio de
fuerzas tras Napoleón, Fernando VII se mostró sorprendentemente desinteresado por los asuntos
externos. Así, pese a haberse enfrentado y derrotado al emperador francés, España quedó
marginada de los beneficios que las potencias vencedoras de Napoleón recibieron en la Segunda
Paz de París y en el Congreso de Viena en 1815. Nuestro país, destrozado por la guerra de la
Independencia, quedó relegado a un papel secundario en el concierto internacional.
Con una economía depauperada por la guerra recién terminada y con unas colonias americanas que ya no
producían ningún beneficio a la metrópoli, y en pleno proceso de independencia, Fernando VII, apegado
al mantenimiento de los privilegios estamentales, se negó a emprender cualquier reforma fiscal que
incrementara los ingresos de un estado cada vez más endeudado y en quiebra desde 1818. Se vuelve a la
política de precios fijos y de abastos. El tren industrializador se pierde definitivamente.
La labor del gobierno de Fernando VI se caracterizó por el inmovilismo y la ineficacia, y se centró en
la represión de los enemigos de la restaurada monarquía absoluta. Más de doce
mil “afrancesados” tuvieron que exiliarse del país y se inició una dura persecución contra los liberales.
Los liberales buscan al ejército para derribar el absolutismo, lo que originará el militarismo y la implicación
del ejército en política. Muchos militares descontentos, entre ellos antiguos héroes de la guerra de la
Independencia, optaron por las posturas liberales y para hacer frente a la represión se integraron en
sociedades secretas de ideología liberal como la masonería. Estos militares protagonizaron diversas
intentonas de golpe militar o pronunciamientos: Espoz y Mina en 1814, Díaz Porlier en 1815, Lacy en
1817… Todos los intentos de golpe fueron duramente reprimidos.
Y mientras se suceden los intentos independentistas de las colonias. El rey manda tropas para frenarlos.
Finalmente, un pronunciamiento liberal terminó por triunfar. El teniente coronel Riego se puso
al frente de un ejército que estaba acantonado en Cabezas de San Juan (Sevilla), para marchar
hacia América a luchar contra los rebeldes independientes. Proclamó la Constitución de 1812.
Tras diferentes avatares la insurrección se generalizó. El 9 de marzo de 1820, Fernando VII,
atemorizado, juró la Constitución de 1812.
Por primera vez, se aplicaba la Constitución de 1812 en una situación de paz y con el monarca en el
país. Fernando VII, absolutista convencido, trató de obstruir desde un principio la labor de los gobiernos
liberales y el normal funcionamiento constitucional. Esta actitud del rey va a provocar una fractura política
que se extenderá durante décadas: la escisión de los liberales.
Los liberales en el poder durante el Trienio van a aplicar una política claramente anticlerical:
racionalización de la Iglesia, expulsión de los jesuitas, abolición del diezmo, supresión de la
Inquisición, desamortización de los bienes de las órdenes religiosas... Todas estas medidas
trataban de debilitar a una poderosísima institución opuesta al desmantelamiento del Antiguo Régimen. El
enfrentamiento con la Iglesia será un elemento clave de la revolución liberal española.
Otras medidas que adoptaron fueron: supresión de los mayorazgos, reforma agraria con un mercado libre
de venta de tierras para crear una clase de propietarios rurales contrarios al absolutismo. Abolición del
régimen señorial, estableciéndose la libertad de industria, comercio y la libertad del cerramiento de tierras.
Se promulga un nuevo código penal. Se crea la Milicia Nacional un cuerpo armado de voluntarios, formado
por clases medias, esencialmente urbanas, con el fin de garantizar el orden y defender las reformas
constitucionales.
El rey tiene que aceptar por fuerza muchas de estas medidas, pero trabajará para ralentizarlas o
obstaculizarlas en un doble frente: a través del derecho de veto que le otorga la Constitución y conspirando
de forma secreta contra el gobierno, buscando el apoyo extranjero para una intervención.
Alentados por las conspiraciones del rey y espoleados por la grave crisis económica pronto surgieron
movimientos de protesta contra el gobierno liberal en Madrid. La nobleza tradicional y la iglesia juegan
sus cartas e impulsan la contrarrevolución realista, que se concretará en la aparición partidas armadas
de campesinos en el País Vasco, Navarra, Aragón y Cataluña. Los campesinos veían como las reformas
no significaron un reparto de tierras y rebaja de impuestos. Todo lo contrario: los antiguos señores eran
ahora propietarios, y ellos eran arrendatarios, y eso les obligaban a pagar con dinero las tradicionales rentas
en especie, en una economía de subsistencia donde era difícil conseguir dinero. Eso los empobreció más y
los hizo más indefensos. Alentados por todas estas protestas, la oposición absolutista se aventuró a
crear Regencia Suprema de España en Urgel, cerca de la frontera francesa. Trataban así de crear un
gobierno español absolutista, alternativo al liberal de Madrid. El fracaso de la Regencia de Urgel hizo
evidente para Fernando VII y los absolutistas que la única salida para acabar con el régimen liberal era la
intervención de las potencias absolutistas europeas, tal como se especificó en el Congreso de Viena (1815)
Esta revolución se exporta a Nápoles, Piamonte, Portugal y los Decembristas rusos. Aunque sólo triunfará
en Grecia. Tras la derrota de Napoleón en 1815, las grandes potencias absolutistas (Prusia, Austria,
Rusia y la Francia de Luis XVIII), reunidas en el Congreso de Viena y coaligadas la Santa Alianza, se
habían comprometido a intervenir ante cualquier amenaza liberal que surgiera en Europa contra los
principios de la Restauración (absolutismo, antiguo régimen). Así, reunidas en 1822 en el Congreso de
Verona, las potencias acordaron la intervención en España, con la oposición de Inglaterra. El 7 de abril de
1823 un ejército francés, conocido como los“Cien Mil Hijos de San Luis”, al mando del Duque de
Angulema, entró y, sin encontrar resistencia popular, conquistó fácilmente el país. El 1 de octubre puso fin al
último foco de resistencia del gobierno liberal en Cádiz y repuso como monarca absolutista a Fernando VII.