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La aptitud de psicoanalista

Osvaldo Delgado

Parte 2 - Capítulo 1: La tarea del analista y la fijación

Punto 2. 1. 1 - Los tres momentos de la dirección de la cura y sus


pertinencias conceptuales, en la obra de Sigmund Freud

Considero que la referencia de Freud en "Más allá del principio de placer"


(1920), respecto de los tres momentos de "la técnica psicoanalítica", anuda un criterio
de investigación. Esos tres momentos como dijimos son:
1. El arte de la interpretación.
2. El levantamiento de las resistencias.
3. Las resistencias estructurales.
El texto mencionado puede ser un faro orientador para abarcar tan vasta obra
porque enmarca el último y fundamental giro de la producción freudiana. Ese
ordenamiento permite leer anticipaciones en estado práctico, mostrando al mismo
tiempo que ciertos términos tienen un valor específico de acuerdo con el estado de la
doctrina en cada momento. Cada uno de los tres momentos define:
a) Un ordenamiento del aparato psíquico.
b) Una conceptualización del padecimiento.
c) Un criterio sobre la finalidad de la cura.
d) Una formulación específica del lugar del psicoanalista.
A su vez, el primer momento tiene un clivaje fundamental, porque abarca la
consideración del inconsciente descriptivo y del dinámico. Es posible ordenarlo a partir
de la formulación de la regla de la asociación libre. El segundo alcanza el obstáculo
del amor de transferencia y la regla de abstinencia. El tercero reordena esa
problemática incluyendo la pulsión de muerte en relación con la cuestión del fin de
análisis.
Tal como lo expresa Freud en la conferencia “De guerra y muerte”1, la actividad
psíquica del ser humano se ordena a partir de la noción de conflicto:

"No fue el enigma intelectual ni cualquier caso de muerte, sino el


conflicto afectivo a raíz de la muerte de personas amadas, pero al
mismo tiempo también ajenas y odiadas, lo que puso en marcha la
1 Freud, Sigmund (1915): “De guerra y muerte. Temas de actualidad, Punto II: Nuestra actitud hacia la muerte”. En Obras Completas, Vol. XIV, Buenos Aires,
Amorrortu Editores, 1989.
investigación de los seres humanos. De este conflicto de sentimientos
nació ante todo la psicología. "2.

En cada uno de los momentos mencionados el conflicto se ubica de un modo


singular, y a cada uno de ellos le corresponde una modalidad de respuesta. Cada
momento sitúa de un modo diferencial la construcción del aparato psíquico en
términos de instancias articuladas y separadas, un ordenamiento diferente de la
dimensión metapsicológica y una formulación distinta del principio que gobierna el
aparato psíquico.
El primer momento marca la ruptura principio de constancia-principio de placer
(vía la experiencia de satisfacción), produciendo la tensión irreductible del deseo y la
subversión temporal cronológica, en un inicial ordenamiento metapsicológico. Defensa
y trauma, producción del inconsciente, proceso primario y trabajo psíquico son
conceptos que Freud elabora y despliega en ese primer momento, y entonces también
traza la distinción entre inconsciente descriptivo y dinámico que da lugar al sujeto
propio del psicoanálisis.
Esta articulación se centra en el despliegue del inconsciente, sus leyes y
dinamismo, y el trabajo de interpretación por parte del analista, y la vez nombra el
factor cuantitativo en la compulsión del síntoma.
La introducción del concepto fundamental de "pulsión" redefine la causalidad
de las neurosis, posibilitando el pasaje del trauma a la fantasía y ordenando las
coordenadas de la transferencia analítica.
La concepción dinámica del inconsciente permite situar el fundamento de las
neurosis de transferencia al conectar inconsciente y represión. A su vez, la conexión
entre pulsión y represión posibilita un nuevo ordenamiento metapsicológico.
Por su parte, las articulaciones entre inconsciente y narcisismo, permiten ubicar
las peculiaridades del amor de transferencia y su valor resistencial en la cura. El amor
de transferencia en su conexión con la resistencia es la propiedad del segundo
momento en lo que hace al quehacer del analista, tal como Freud lo formula en "Más
allá del principio de placer" (1920).
En la época de elaboración de la doctrina, el segundo modelo pulsional permite
formular la erogeneización del yo y la distinción de las dos series del objeto,
anticipándose el núcleo inconsciente del yo (ello) con la libido no reversible.
La segunda ruptura (principio de placer-más allá del principio de placer)
redefine la dirección de la cura en la última etapa, permite resolver conceptualmente el

2 Ibíd., p. 295.
obstáculo del amor de transferencia y plantea una nueva consideración del estatuto de
la angustia.
La tarea del analista que Freud define en último término (la operación en
relación con la resistencia al levantamiento de las resistencias) se sostiene en el tercer
modelo pulsional y en el último ordenamiento metapsicológico.
La articulación de la sexualidad infantil con el nudo del ordenamiento edípico, la
consideración del problema económico del masoquismo y la ubicación del complejo de
castración como núcleo de la neurosis y referente del síntoma, sitúan las coordenadas
de los obstáculos a la curación en las resistencias del ello y el superyó.
Si en el primer momento situábamos el estatuto inaugural de la regla
fundamental y, en el segundo, la importancia de la respuesta ética llamada regla de
abstinencia, el tercer momento marca una declinación de la interpretación y la
producción del concepto de construcción, en relación con lo que no retorna jamás
como recuerdo, ya que nunca fue olvidado.
Las preguntas: qué es un padre y qué quiere una mujer, se sitúan al final de la
obra de Freud como interrogantes mayores, en concordancia con la producción del
analista como tal.

Punto 2. 1. 2 - Las conceptualizaciones del lugar del psicoanalista

La construcción de la doctrina freudiana muestra continuas rupturas y


obstáculos.
El enfoque clínico del padecimiento subjetivo implicó a un mismo tiempo la
producción conceptual, y la consecuente redefinición de la finalidad y los medios de la
cura.
Cada obstáculo exigió una nueva conceptualización del inconsciente, de la
pulsión, del síntoma y de la transferencia. Es decir, exigió que se avanzara desde el
principio que gobierna el aparato psíquico, al ordenamiento de las instancias. De las
respuestas sobre cómo se produce una cura, a los obstáculos para su conclusión.
El lugar del psicoanalista se vincula innumerables veces en la obra freudiana
con el instrumento, la interpretación; otras veces, con el soporte libidinal, la neurosis
artificial. En otros momentos, Freud señala las diferencias del psicoanalista con, por
ejemplo, el pedagogo, el médico, el sacerdote. También propone diferencias en cuanto
a la dimensión ética respecto del benefactor, el moralista y el político.
Al final de su obra, le inquieta la supervivencia de su creación y el advenimiento
de nuevos psicoanalistas. Por otra parte, si inconsciente y pulsión son los conceptos
que definen absolutamente el campo propio del psicoanálisis, y la articulación y la
disyunción entre ambos es el núcleo de la elaboración, las dos reglas que Freud
formula como condición de un psicoanálisis (asociación libre y abstinencia) remiten
absolutamente a ese entrecruzamiento. Ambas reglas nombran el lugar propio del
psicoanalista. Lo nombran, en un momento de su elaboración teórica, a partir de
conceptos producidos respecto de la constitución del aparato psíquico, del síntoma y
de la finalidad de la cura.
Pero durante la construcción de la doctrina existen no sólo diversas
conceptualizaciones del lugar del psicoanalista, sino diferentes modalidades de
producirlas.

Punto 2.1. 3 - La fijación el acto analítico

En la obra de Freud existen diversas conceptualizaciones del lugar del analista


que ordenan el conjunto de la elaboración de la doctrina, exponiendo a su vez varias
lógicas de la cura.
En "Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico"3, la sorpresa –
como acontecimiento imprevisto– como condición para el tratamiento, se anuda con el
"no fijarse" por parte del analista. Este "no fijarse" refiere al soporte pulsional, y es
recuperado al final de su obra, al hablar de los escollos para el advenimiento de
nuevos analistas.
La escucha "de inconsciente a inconsciente", que desorientó a muchos
posfreudianos, debe ser entendida considerando que el lugar del analista y la fijación
se excluyen mutuamente.
Para Freud, la fijación asociada al lugar del analista lleva no solo a conducir los
tratamientos desde los mecanismos de defensa propios, sino que ésta también se
constituye en el soporte de la hostilidad y el partidismo en el seno de la comunidad
analítica.
En el texto citado anteriormente, el "no fijarse" plantea la "atención parejamente
flotante" como suspensión de lo que provisoriamente podríamos llamar
representaciones meta-concientes del lado del analista como el "correspondiente
necesario", de la regla fundamental. De este modo, una primera lectura que hace
Freud de la cuestión de la fijación en “Consejos al médico...”, refiere a la dimensión

3 Freud, Sigmund (1912): “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”. En Obras Completas, Vol. XII, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1989.
yoica. Pero Freud va un paso más allá y postula que el "fijarse" del analista implicaría
ligar "un fragmento de su propia actividad espiritual" a un punto tal que:

"El éxito corre peligro en los casos que uno de antemano destina
al empleo científico y trata según las necesidades de éste; por el
contrario, se asegura mejor cuando uno procede como al azar,
se deja sorprender por sus virajes, abordándolos cada vez con
ingenuidad y sin premisas"4.

Para Freud, en el mismo texto, el “no fijarse” es posible únicamente a partir del
análisis del analista y que éste "haya tomado noticia de sus propios complejos que
pudieran perturbarlo para aprehender lo que el analizado le ofrece"5. El "fijarse"
sostenido en los "propios complejos" puede a veces hasta ser revestido como interés
científico: "Con facilidad caerá en la tentación de proyectar sobre la ciencia, como
teoría de validez universal, lo que en una sorda percepción de sí mismo discierna
sobre las propiedades de su persona propia".6

En el texto que da el marco y el fundamento metapsicológico para el conjunto


de los llamados "escritos técnicos", esto es, "Recordar, repetir y reelaborar"(1914)7, los
"complejos" quedan referidos a una doble fuente: los representantes psíquicos
inconscientes y las vivencias tempranas que quedan fuera del circuito represión-
retorno de lo reprimido. Estas últimas son el soporte de las respuestas estereotipadas
llamadas mecanismos de defensa que, según lo planteado posteriormente en "Análisis
terminable e interminable" (1937)8, son la causa –como dice Freud– del “saldo
lamentable” de ciertos análisis. Esas tempranas vivencias que siempre fueron
displacenteras, anticipan la resistencia del ello.

Por lo tanto, si la fijación por parte del analista excluye la posibilidad de hacerle
lugar a lo sorpresivo, lo imprevisto, esta indicación freudiana tiene en su texto dos
dimensiones: uno técnico-operatorio y otro estructurante de la experiencia misma.
Por otra parte, dice Freud en “Consejos al médico...” : "[El analista] debe volver
hacia el inconsciente emisor del enfermo su propio inconsciente como órgano
receptor, acomodarse al analizado como el auricular del teléfono se acomoda al
micrófono”9.

4 Ibíd., p.114
5 Ibíd., p.115
6 Ibíd., p.116
7 Freud, Sigmund (1914): “Recordar, repetir, reelaborar”. En Obras Completas, Vol. XII, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1989.
8 Freud, Sigmund (1937): “Análisis terminable e interminable”. En Obras Completas, Vol. XXIII, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1989.
9 Freud, S.: “Consejos al...”, op.cit., p. 115
La escucha "de inconsciente a inconsciente" fue un suplemento fundamental
para la dimensión errática que adquirió la dirección de la cura orientada desde la
contratransferencia.
Estructuralmente, la fijación no sólo gobierna las formaciones sino al
inconsciente mismo, por lo tanto, la indicación de Freud de que la fijación debería estar
excluida del lugar del analista es porque de este modo el analista tendría la máxima
"docilidad" como intérprete de la producción de la asociación libre. Esto se sotiene en
el concepto de que la neurosis indica la represión como un modo de decirse una
verdad. A la altura de “Consejos al médico...”, la traducción cura. La "docilidad"
encuentra su obstáculo en la resistencia, como resto libidinal "indócil" a la
interpretación.
En la elaboración freudiana, el nuevo acto psíquico que implica la institución del
yo se soporta en la instancia Ideal del yo. Esta articulación se conecta con la
reversibilidad de la libido y la catectización de los objetos en la fantasía, vía regia de la
posibilidad de la transferencia.
La regla de abstinencia no tiene un valor moral. A partir de la enseñanza de
Lacan se explicita su fundamento ético (la mayor distancia del objeto y el Ideal). Pero
el foco de esta problemática en general estuvo ubicado respecto de lo que es
reversible de la libido. Sin embargo, lo que me interesa destacar es que lo "no
reversible", lo que no pasa por el Otro, otorga un alcance mayor a la regla de
abstinencia en los textos freudianos mismos.
Lacan, en el Seminario 24, L´insu que sait de l´ une- bevue s´aile à mourre,
ilumina esta cuestión cuando afirma: “En resumen, hay que levantar la pregunta de
saber si el psicoanálisis no es un autismo de a dos [...] Hay una cosa que permite
forzar este autismo, esto es que la lengua es un asunto común”10.
Esta cuestión de la lengua como asunto común –fundamental respecto a las
conclusiones finales de esta tesis– es una posibilidad sostenida en "otra resonancia
que se trata de fundar sobre el chiste"11. Este punto, tratado por S. Cottet en su texto
“Freud y el deseo del psicoanalista”, marca –en relación con el "momento de concluir
de Freud"– que "el exceso de potencia del factor cuantitativo"12 muestra una fijación
imposible de remover.
Este es el nudo mismo de la finalización de la cura y la producción de nuevos
analistas.
10 Lacan, Jacques : “El Seminario 24: L´insu que sait de l´ une- bevue s´aile à mourre”.
(Texto traducido por la Escuela Freudiana de Buenos Aires en
mayo de 1988)
p. 63.
11 Ibíd.

12 Cottet Serge: Freud y el deseo del analista. Buenos Aires, Ed. Manantial, 19
91, p. 163.

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